Después de que Donald Trump anunciara esta semana que se postulará para la presidencia en 2024, muchos de mis compañeros cristianos evangélicos comenzaron a prepararse para una renovada agitación en sus congregaciones y denominaciones. La situación es especialmente preocupante porque muchos de nosotros aún no nos hemos recuperado de la primera era de Trump.
Pero, ¿qué pasa si esta vez no vemos los mismos niveles de contención y división? ¿Y si esa tranquilidad potencial no es realmente una buena noticia?
Al enterarme del anuncio de Trump, un contacto mío me contó sobre los problemas en su propia familia. «Ya hemos tenido conflictos a causa de esto durante siete años», dijo. «¿Cuánto más podemos soportar?» (Ni siquiera estoy seguro de si esta persona es partidaria u opositora de Trump).
Todos ustedes saben cuál es mi posición en este tema. Pero incluso muchos de los que no están de acuerdo conmigo lamentan el hecho de que las familias estén distanciadas, las iglesias se hayan dividido, las denominaciones se hayan desgarrado y las amistades hayan desaparecido, todo por culpa de la política. Y ahora, aquí vamos de nuevo.
Me pregunto, sin embargo, si lo más peligroso no serán los propios argumentos, sino la ausencia de argumentos.
Después de todo, uno de los aspectos más traumáticos de 2016 a 2021 fue el sentimiento de traición que sintieron las personas en casi todos los lados de la división. Una cristiana de raza negra me dijo que el domingo después del día de las elecciones en 2016, salió llorando de un servicio religioso porque sabía que la mayoría de las personas en su iglesia evangélica predominantemente blanca habían votado por Trump.
«¿Cómo pueden decir que están ahí para mí y mi familia y, al mismo tiempo, estar para eso?», ella preguntó.
Gran parte de los acalorados conflictos personales sobre Trump y el trumpismo fueron causados por el vértigo que ocurre cuando personas aparentemente de la misma «tribu» se miran entre sí y dicen: «¡Ya ni siquiera sé quién eres!».
Los partidarios de Trump a menudo recurren a los disidentes de Trump y les preguntan: «¿No quieren jueces conservadores? ¿No quieren a un luchador?». Aquellos de nosotros que no apoyamos a Trump les decimos a los que sí lo hacen: «¿No nos dijiste que el carácter importa? ¿De verdad crees que es apto para el cargo?».
Este tipo de conversaciones aún pueden ocurrir esta vez, pero en círculos más pequeños donde los exdefensores de Trump sienten que ya no pueden apoyarlo o sus exopositores deciden comenzar a respaldarlo.
Pero la mayoría de las personas saben qué esperar, no solo de los demás, sino también de Trump. Esto será cierto en 2024 mucho más de lo que lo fue en 2016 o en 2020.
La primera vez, a menudo podía suponer que las personas realmente no veían lo que yo estaba viendo. Tal vez pensaron que las peores características de Trump estaban relacionadas solo con su vida pública, pero que gobernaría de manera diferente. O tal vez supusieron que las «barandillas resistirían», protegidas por instituciones constitucionales o por los «adultos en la habitación» que lo rodeaban.
Pero ahora sabemos cómo resultaron las cosas. Todos vimos el 6 de enero y todo lo que condujo hacia ese día, y todo lo que resultó a partir del mismo. podemos pensar que esos hechos fueron una amenaza para el orden constitucional, o no.
Esta vez, probablemente habrá menos peleas internas en las iglesias locales a causa de Trump porque nadie realmente espera convencer al otro lado. Muchas iglesias se han reconfigurado en torno a cuestiones políticas (y preguntas relacionadas sobre las precauciones por la COVID-19, Black Lives Matter y #MeToo).
Algunas de las iglesias multiétnicas que vi más divididas sobre estos asuntos ya no son multiétnicas. Algunas de las iglesias multigeneracionales que vi angustiadas por estos problemas ya no son multigeneracionales.
En esas situaciones, la elección presidencial de 2024 podría parecer mucho menos divisiva que las últimas dos elecciones porque aquellos que no están de acuerdo ya se han ido de la iglesia. Las divisiones ya están tuvieron lugar y, para muchas personas, parecen irremediablemente permanentes.
Sin embargo, lo que es más significativo es cómo la era Trump ya nos ha cambiado a todos.
Hace varios meses, estaba hablando con un cristiano evangélico en edad universitaria. Mencioné que muchos pastores están agotados y desanimados en este momento, y que muchos de ellos asumieron erróneamente que el tiempo de agitación eventualmente volvería a la «normalidad». El joven respondió diciéndome que realmente no recuerda la vida nacional antes de que se viera como se ve ahora.
«Ni siquiera sé qué es “normal”», dijo.
Piensa en lo acostumbrados que estamos a los insultos personales y al «troleo», no solo de los malos en internet, sino también de los líderes. El nuevo propietario de Twitter trolea a sus propios anunciantes, accionistas y empleados. Las reuniones denominacionales y las reuniones de la iglesia a menudo funcionan de la misma manera: los líderes hacen declaraciones destinadas a causar rabia.
Estamos acostumbrados.
Además, la ventana de Overton se ha desplazado hasta el punto en que algunos evangélicos han adoptado puntos de vista del nacionalismo blanco tales como la teoría del gran reemplazo. Sus ideas abiertamente segregacionistas ahora resultan en disciplina, no para ellos mismos, sino para aquellos que denuncian las malas ideas.
Hace varios años, durante todo el estremecimiento del mundo, un anciano líder cristiano me dio este consejo: «Asegúrate de [aprender a] lidiar con tu ira». Respondí que no estaba enojado en absoluto y que realmente no sentía rencor hacia ninguna de las personas que me habían lastimado. Él dijo: «¿Qué pasa si simplemente te has vuelto insensible?».
¿Qué pasa si nos hemos vuelto insensibles?
Muchos se preparan para más tumultos políticos. Pero, ¿y si no sucede? ¿Y si nuestras iglesias están más tranquilas que nunca? ¿Y si eso no es tanto porque hemos hecho las paces con Donald Trump, sino porque nos hemos vuelto como él?
En las recientes elecciones intermedias, la generación del milenio y la generación Z desafiaron el precedente histórico y se presentaron a votar. En números abrumadores, rechazaron a los que negaban la legitimidad de las elecciones en estados clave en el campo de batalla. Si no vemos a estos mismos votantes en nuestras iglesias o escuchamos su rechazo en nuestras comunidades de fe, probablemente eso signifique que ya se fueron, o que ya se dieron por vencidos.
Quizás me equivoque. Tal vez 2024 causará tanta división en las iglesias y en las familias como en 2016 y 2020. O tal vez me equivoque porque hemos alcanzado un nuevo nivel de madurez y sabiduría al sortear nuestras divisiones. Pero, ¿y si simplemente nos adaptamos? ¿Qué tal que todos nosotros, sin importar lo que pensemos de Donald Trump, estamos demasiado exhaustos y somos demasiado cínicos como para dividirnos?
Hacer estas preguntas podría ser el primer paso para encontrar un camino diferente.
Russell Moore es editor en jefe de Christianity Today.
Traducción por Sergio Salazar.
Edición en español por Livia Giselle Seidel.