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Ninguna doctrina de la Trinidad es una isla

Una nueva introducción resalta cómo los profundos misterios del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo no pueden comprenderse de forma aislada.

Christianity Today November 3, 2022
Ilustración por Mallory Rentsch / Source Images: Pexels / Unsplash

Históricamente, los debates teológicos sobre la Trinidad han sido un factor importante en la fragmentación denominacional de la Iglesia. Asimismo, no se puede exagerar la medida en que estos debates han influido —y siguen influyendo— en nuestras concepciones individuales del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.

Trinitarian Dogmatics: Exploring the Grammar of the Christian Doctrine of God

Tomemos como ejemplo el Filioque —la noción de que el Espíritu procede del Padre y del Hijo, como afirma el Credo de Nicea—. El Filioque ha sido el objeto de debates durante más de 1400 años y contribuyó en gran medida a la división de la iglesia en el año 1054 entre el Occidente latino (el catolicismo) y el Oriente greco-bizantino (la ortodoxia).

Los que rechazan el Filioque suelen argumentar que si el Espíritu procede del Padre y también del Hijo, el papel único que el Padre desempeña en la Trinidad se ve socavado y el Espíritu queda subordinado. A su vez, los que están a favor pueden replicar que si el Espíritu procede únicamente del Padre, la divinidad y la obra salvífica del Hijo se ven amenazadas. En resumen, la aceptación o el rechazo del Filioque afecta la forma en que definimos y distinguimos a las personas de la divinidad, y también la forma en que nos acercamos a cada una de ellas en adoración.

Lo mismo ocurre con muchas otras cuestiones trinitarias. Por lo tanto, examinar y determinar cómo y por qué pensamos lo que pensamos sobre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo —cómo se relacionan, actúan y se revelan a nosotros— es una tarea necesaria y fundamental. Esta tarea requiere una seria investigación tanto bíblica, como histórica y teológica.

La obra titulada Trinitarian Dogmatics [Dogmática trinitaria] del teólogo D. Glenn Butner, una introducción a la doctrina de la Trinidad, es una guía útil para tal estudio. Su enfoque sobre el Filioque es como el de muchos otros temas trinitarios que aborda: ecuménico, justo y matizado. El autor separa aquellas convicciones no negociables de aquellas que brindan la oportunidad de crear puentes, y demuestra por qué ha llegado el momento propicio de sopesarlos y reflexionar sobre ellos con una mirada crítica.

Del interior al exterior

A diferencia de muchas introducciones a la Trinidad, cuya presentación se organiza según temas históricos o bíblicos, el enfoque de Butner es sistemático. En otras palabras, pasa de un concepto —o «locus dogmático»— a otro, cada uno de ellos basado en el anterior. De este modo, el lector es incentivado a estudiar el libro de principio a fin. La interdependencia de esta forma de presentación se ajusta a las verdades que trata de iluminar porque, en última instancia, ningún aspecto de la Trinidad puede comprenderse de forma aislada.

Por ejemplo, si pasamos directamente al capítulo 7, que trata de las «Operaciones inseparables», o de cómo las personas de la divinidad actúan en armonía, no tendrá sentido si no se comprende bien la pericoresis (cómo cada persona habita plenamente en las otras), que se trata en el capítulo 5. Para poder examinar de forma productiva el modo de actuar de las personas divinas, hay que considerar primero la naturaleza de su interrelación. Este tipo de razonamiento influye considerablemente en la estructura del libro de Butner.

Comenzando con la doctrina de la consustancialidad (que afirma que el Padre, el Hijo y el Espíritu comparten la misma sustancia), y trabajando a lo largo de los capítulos sobre temas como las procesiones, relaciones y operaciones divinas, la progresión temática de Butner culmina con una discusión sobre cómo tenemos comunión con la Trinidad. Mientras que los cinco primeros capítulos tratan de la vida interior de Dios, los tres últimos se refieren a cómo actúa y se revela en el mundo. El libro fluye de lo interior a lo exterior, brotando de los pliegues de la vida interior de Dios y trazando su intersección con la vida cristiana.

Los cinco primeros capítulos aluden a las conexiones entre los dogmas trinitarios y asuntos específicos del culto y la espiritualidad. Por ejemplo, al final de «Consustancialidad», el primer capítulo, Butner cuestiona el método predominante de culto dominical, que a menudo dirige «las oraciones, los himnos, la liturgia y los ritos» a una sola persona de la Trinidad, una práctica que considera «un rechazo tácito de la consustancialidad del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo». Cuando adoramos al Padre, debemos reconocer que también estamos adorando al Hijo y al Espíritu.

Además, cuando analiza la pericoresis, Butner sostiene que esta «revela la forma fundamentalmente trinitaria de la salvación». Puesto que no somos iguales a Cristo, nuestra unión con Él no es la misma que la relación interna de la Trinidad. Pero esta última sigue dando forma a la primera. Al estar unidos a Cristo, escribe Butner, «los cristianos comparten en cierto sentido la vida de la Trinidad», un hecho que subraya la importancia de examinar y determinar la vida interior de Dios.

Diálogo a lo largo de la historia

La organización sistemática de los conceptos le permite a Butner crear un diálogo que recorre la historia. No discrimina en función de sus propias posturas o convicciones, sino que conversa con teólogos de todas las épocas y tradiciones, aprovechando lo mejor de cada uno de ellos para construir análisis exhaustivos.

Por ejemplo, Butner desarrolla una sólida comprensión de las operaciones inseparables de la Trinidad dialogando con los padres de la Iglesia (Tertuliano, Gregorio de Nisa), pensadores medievales (Aquino, Buenaventura) y teólogos contemporáneos (Catherine LaCugna, Adonis Vidu), por citar solo algunos ejemplos. Al hacer esto, corrobora su afirmación de que la intención de la obra es estar «al servicio del importante objetivo de la unidad de los cristianos».

Para ello, Butner incorpora estratégicamente voces de ubicaciones culturales diferentes a la suya. Sin embargo, no incurre en el simbolismo (como es demasiado común en los entornos académicos). Por el contrario, reconoce que «no hay una voz universal y singular de las mujeres hispanas, de los cristianos africanos o de los pobres». De esta manera, cede la palabra a otros teólogos para que hablen de sus distintas culturas cuando es pertinente y útil.

Esto puede verse en su forma de abordar las misiones divinas del Hijo y del Espíritu Santo. Butner explica la situación que el teólogo keniano James Henry Owino Kombo identificó en los contextos africanos, donde muchos de los que oyen hablar por primera vez de la Trinidad asumen que el Hijo y el Espíritu son de alguna manera deidades menores. La solución que propone Kombo es elevar el lenguaje del Hijo y del Espíritu de manera que exprese abiertamente su singularidad con Dios Padre. Hacer esto, reconoce Butner, provocaría una especie de «choque cultural» acorde con la magnitud de este misterio.

Según Butner, este tipo de choque cultural es necesario para ponderar las misiones divinas. Las misiones del Hijo y del Espíritu no son fundamentalmente menores que la obra del Padre. Por el contrario, escribe Butner, las misiones divinas son «la plenitud del Dios infinito… y simple» que se manifiesta «en las personas del Hijo y del Espíritu dentro del mundo… finito». Esta paradoja resulta chocante y extraña para nuestras mentes sujetas al tiempo.

La obra de Butner se nutre de una plétora y diversidad de teólogos, pero también de su interacción con las Escrituras. Identifica dos principios básicos para su método teológico: el principio de inspiración —que la Escritura «participa del conocimiento de Dios por inspiración», y el principio canónico —que solo ella es «plenamente normativa en teología». Debido a la gran importancia que le da a las Escrituras, Butner se basa en todo el canon.

Butner está de acuerdo con Karl Barth en que Dios es el revelador de su propia revelación, pero sostiene que esta autorrevelación no comenzó con la vida de Cristo. Más bien, ha estado ocurriendo desde los albores del tiempo, y para comprender su culminación en Cristo es necesario considerar el contexto del Antiguo Testamento. Debido a esta presuposición, Butner encuentra constantemente fundamento para la doctrina trinitaria en la historia, la poesía y la profecía del Antiguo Testamento.

Santificante y extenuante

El enfoque de Butner es dialéctico en dos sentidos: dialoga constantemente con puntos de vista opuestos, y a su vez alterna entre la discusión de la trinidad de Dios y su unidad.

En cuanto al primer sentido, Butner siempre parte del análisis de respuestas erróneas para llegar a las ortodoxas. Este enfoque es importante porque, como señala Carl Trueman: «La herejía suele ser bastante sofisticada, tiene de hecho un significado y debe ser tomado muy en serio». Tomar en serio la herejía es tomar en serio la ortodoxia. Las dos están en constante diálogo, y para comprender cualquiera de ellas es necesario involucrarlas por igual. Butner logra hacer esto bien.

En cuanto al segundo sentido, mientras que otras introducciones a la Trinidad tratan al Padre, al Hijo y al Espíritu en capítulos separados, Butner siempre los trata juntos, destacando su pluralidad o su unidad (o ambas). Por ejemplo, pasa de hablar de la consustancialidad (unidad) a las procesiones (trinidad), de la simplicidad (unidad) a las personas y relaciones (trinidad), y así sucesivamente. Tal vez el mayor desafío al hablar de la Trinidad sea el de enfatizar la trinidad y la unidad de Dios de forma simultánea. Alternando entre ambas, Butner aborda este reto con eficacia.

Una de las cosas más impresionantes de esta introducción puede también ser un obstáculo: su relativa brevedad. Este libro es compacto. Aunque esto hace que su lectura sea mucho menos intimidante, la densidad de su contenido por sí sola puede resultar abrumadora o desconcertante. Butner avanza a un ritmo muy rápido. Si se diera un poco de espacio a los contenidos, por así decirlo, se crearía un espacio para ilustraciones más sólidas de cómo la Trinidad se cruza con asuntos litúrgicos y espirituales en la práctica. Aunque Butner sí aborda estas intersecciones a lo largo del libro, sobre todo en el último capítulo, se agradecería si hubiera más pausas para dedicarles atención con mayor detalle.

Trinitarian Dogmatics es un libro instructivo no solo para cuestiones teológicas, sino también para nuestra práctica de alabanza y adoración. Su lectura es un ejercicio santificador y extenuante a la vez, que proporciona un espacio para examinar los profundos misterios de la Trinidad y nuestras limitaciones para comprenderlos. Aunque está escrito con lenguaje comprensible para los que no son expertos en el tema, los que sí lo son también podrán apreciarlo como una fuente útil, ya que también se trata de un texto técnico. Esta obra será una bendición tanto para la academia como para la iglesia al promover un diálogo ecuménico más sólido, así como una adoración más reverente a nuestro Dios que es —misteriosa y magníficamente— tres en uno.

Noah R. Karger es estudiante de doctorado en el Seminario Teológico Gordon-Conwell y asistente de investigación en el Center for the Study of Global Christianity.

Traducción por Sofía Castillo.

Edición en español por Livia Giselle Seidel.

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