Theology

En un mundo loco, Dios le da la bienvenida a nuestra celebración

La Navidad nos llama a ser como niños y a llevar nuestra alegría a Jesús, incluso en medio de la agitación.

Christianity Today November 29, 2022
Shaylyn / Unsplash

Siempre he tenido sentimientos encontrados con la Navidad. Cuando navegaba por los recuerdos de esta época mientras escribía mi libro de memorias, Where the Light Fell, comprendí mejor el porqué.

En la temporada navideña, mi escuela primaria llevaba a cabo un gran acto en el auditorio que culminaba con un concierto de la banda y el coro de la escuela. Por alguna razón, me ofrecí como voluntario para representar a los de primer grado cantando un solo en vez de tocar El canto de los remeros del Volga al piano. Elegí Oh, pequeño pueblo de Belén y mi madre me escribió la letra en una tarjeta por si acaso se me olvidaba. Tontamente, también me presenté como voluntario para el papel de Peter Cottontail en la puesta en escena de nuestra clase.

Mi madre me confeccionó un par de orejas de conejo alrededor de unos percheros de pared, los fijó a mi cabeza y colocó una esponjosa cola de algodón en la parte de atrás de mis pantalones. Tuve el buen juicio de quitarme las orejas de conejo antes de intentar cantar mi solo, pero se me olvidó la cola de algodón.

Los alumnos mayores se rieron en voz alta mientras caminaba hacia el micrófono, algo que me puso tan nervioso que se me olvidó la letra del villancico. Sentía demasiada vergüenza para mirar la nota que mi mamá había preparado, porque entonces todos iban a saber que había olvidado la letra, así que tarareé un verso completo, intentando hacer pasar por intencional todo mi error. No engañé a nadie. Mi primera actuación pública —y mi último solo— fue una lección de humildad.

Avanzamos siete años. Como muchos hermanos, mi hermano mayor, Marshall, y yo teníamos una alianza incómoda. Discutíamos, competíamos y a veces nos delatábamos el uno al otro. En Navidad, nos poníamos de acuerdo por adelantado acerca de cuánto gastar en el regalo que le íbamos a hacer al otro, y a menudo comprábamos exactamente el mismo regalo solo para asegurarnos.

Nuestra madre sonreía mientras cada uno de nosotros abríamos, digamos, una caja desplegable de caramelos y ambos fingíamos sorpresa por haber recibido el mismo regalo. Aquella Navidad en particular ambos habíamos acordado regalarnos un transistor de radio, y Marshall me la jugó: yo le di la radio mientras que él, a cambio, me dio una pelota de goma barata de béisbol.

Dejamos de intercambiar regalos de Navidad después de aquel año.

Sin embargo, mi auténtica ambivalencia con respecto a la Navidad, se remonta a un suceso que tuvo lugar mucho tiempo antes y del que no tengo memoria. Mi recuerdo comienza con un suceso que tuvo lugar un 15 de diciembre, un mes después de mi primer cumpleaños, y que cambió mi vida para siempre. Mi padre, de tan solo 23 años, murió de polio, garantizando una vida de dificultades y pobreza para nuestra pequeña familia de tres.

Mis abuelos maternos condujeron desde Philadelphia hasta Atlanta para su funeral y se quedaron unos cuantos días tras su muerte. Insistieron en llevarnos a los tres al norte para quedarnos con ellos unas cuantas semanas, y brindarle así a mi madre tiempo para procesar el duelo y pensar en su futuro.

Antes de salir para Philadelphia, los abuelos Yancey organizaron una cena de Navidad temprana e invitaron a las personas que habían asistido al funeral desde otras ciudades. Los Yancey tenían una pila de regalos envueltos esperando debajo del árbol, y los adultos, con caras largas y aún vestidos de funeral, se sentaron alrededor para ver a dos niños pequeños abrir los regalos y jugar con sus juguetes nuevos.

La Navidad podría haber sido mi fiesta favorita, si no hubiera sido por la nube negra que se posaba sobre mi madre cada diciembre, el mes del fallecimiento de mi padre. Ella, valientemente, decoraba el árbol y colocaba las luces como por inercia, pero nunca parecía poner el corazón en ello. A veces se echaba a llorar sin motivo aparente y, cuando eso sucedía, Marshall y yo sabíamos que debíamos conducirnos con extremo cuidado.

Incluso ya de adulto, siempre me ha resultado difícil sentir el espíritu de la Navidad. ¿De verdad necesito los regalos que amablemente me envían mi familia y amigos, algunos de los cuales terminan en una repisa en el armario?

El papel brillante, los envoltorios de plástico que a veces cortan las manos, las cajas de cartón de Amazon… todos terminan en un cesto de basura rebosante y en los contenedores de reciclaje. ¿Y es apropiado quemar aún más combustibles fósiles para iluminar la Navidad, especialmente en medio de una pandemia que ha matado a cinco millones de personas en todo el mundo? Mi hermano pasó la última Navidad en un abarrotado pabellón para enfermos de COVID-19. ¿Cuántos compartirán su destino este año?

Me siento como el malhumorado Ebenezer Scrooge de Un cuento de Navidad de Charles Dickens. Luego, recuerdo la escena de la familia de Bob Cratchit enzarzada en el derroche de una cena de Navidad con pavo, papas y pudín. El pequeño Tim, el hijo discapacitado del contable mal pagado de Scrooge, ofrece una sentida bendición: «¡Que Dios nos bendiga a todos!».

El fantasma de la Navidad presente le informa a Scrooge que, de no recibir ayuda, Tim muy probablemente morirá a falta de un tratamiento que su familia no se podía permitir. La visión de esa familia feliz a pesar de la pobreza se clava en la conciencia del miserable Scrooge.

En su libro de sermones titulado The Magnificent Defeat, Frederick Buehner menciona dos cualidades de la capacidad de ser como niños.

La primera es que los niños no tienen ideas preconcebidas de la realidad. Si alguien les dice que la zona de musgo bajo el arbusto de lilas es un lugar mágico, o que abrir cierto armario te llevará a Narnia, sin duda buscarán poner a prueba la teoría.

La segunda es que los niños saben cómo recibir un regalo sin preocuparse de si lo merecen o no, o de si le deben algo a quien se lo ha dado. Simplemente lo reciben, rompiendo con alegría la envoltura sin importarles si están rodeados por rostros solemnes.

De algún modo, incluso en medio de adornos secularizados que ahogan la verdad de la Navidad, no hemos perdido el sentido de la celebración. En una oscura noche en Palestina, el mismísimo cielo estalló en cánticos y unos pastores corrieron a localizar su origen. Antes, unos astrólogos se embarcaron en un viaje en camello desde Persia para presentar regalos dignos de un rey, y al llegar se encontraron con un bebé.

Esa celebración también tuvo lugar sobre el trasfondo de una tragedia que dejó a las madres llorando por sus bebés masacrados y que provocó que la familia de Jesús tuviera que huir como refugiada.

Unas tres décadas más tarde una mujer derramó un perfume muy caro sobre la cabeza de Jesús (Mateo 26). Un «desperdicio», declaró Judas —el Scrooge de los discípulos— porque ella lo podría haber vendido y haberles dado las ganancias a los pobres.

En lo que se ha convertido en uno de los pasajes más malinterpretados de la Biblia, Jesús responde: «¿Por qué molestan a esta mujer? Ella ha hecho una obra hermosa conmigo. A los pobres siempre los tendrán con ustedes, pero a mí no me van a tener siempre. Al derramar ella este perfume sobre mi cuerpo, lo hizo a fin de prepararme para la sepultura» (vv. 10-12).

Nadie podría acusar a Jesús de insensibilidad frente a los pobres y marginados. Pasó su vida con ellos, y este mismo suceso tuvo lugar en el hogar de un paria social: Simón el leproso. No obstante, Jesús reconoció que cuando algo extraordinario honra a nuestro planeta sumido en la ignorancia, es necesario celebrarlo.

Quizá yo tenía razón cuando tenía poco más de un año de edad y me reía con alegría mientras los adultos que me rodeaban expresaban dolor en su rostro. «Les aseguro que a menos que ustedes cambien y se vuelvan como niños, no entrarán en el reino de los cielos», dijo Jesús (Mateo 18:3). Él sabía mejor que nadie que su breve peregrinaje no resolvería la injusticia, la enfermedad, la pobreza y la violencia del planeta tierra.

Lo que sí hizo, sin embargo, fue encender una llama de esperanza que nunca se ha apagado. Para los que creen, su nacimiento, su muerte y resurrección son señales que brillan oscuramente, pero que apuntan a los planes de Dios para todo el cosmos.

Me pregunto lo que los pastores y los magos pensaron cuando encontraron aquello que buscaban. Según las palabras que desaparecieron de mi mente durante mi solo de primer grado: «Las esperanzas y los miedos de todos los años se cumplen en ti esta noche». ¿De verdad? ¿Sería posible que este bebé nacido de unos campesinos judíos haya llevado esa carga?

Se requiere fe como la de un niño para creer en una realidad que va más allá de la sombría realidad que tan bien conocemos, y para seguir celebrando a pesar de todo. Algunas veces, los ojos de los niños ven mejor.

Philip Yancey es el autor de su libro más reciente, Where the Light Fell.

Traducción por Noa Alarcón.

Edición en español Livia Giselle Seidel.

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La verdadera limpieza

Una lectura de Adviento para el 29 de noviembre.

Christianity Today November 29, 2022
Stephen Crotts

Primera semana de Adviento: El Dios Fuerte


El niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre es el glorioso Creador y el que sostiene todas las cosas. Oímos hablar de su poder y su fuerza en las enseñanzas de Juan el Bautista. Anticipamos la promesa de su regreso y su reino que no tendrá fin. Jesús es el Dios Fuerte.

Lea Mateo 3:1–12

Si somos sinceros, a primera vista Juan el Bautista es el hombre con peor aspecto que uno se podría imaginar. Anda vestido con una camisa de pelo, atada con un cinturón y come langostas. Cuando llega al desierto de Judea, comienza a predicar. Ciertamente, podríamos imaginar una proclamación del Mesías venidero que fuera más atractiva para sus oyentes. El mensajero podría recordar a la gente las grandes promesas asociadas con el Mesías: que traerá justicia, proporcionará sanación y ofrecerá estabilidad. Podría contarles buenas nuevas.

Sin embargo, Juan hace algo muy diferente. Dice: «Arrepiéntanse, porque el reino de los cielos está cerca», y a través del uso que hace Mateo de la cita de Isaías 40:3, vemos que Juan le dice al pueblo con palabras conocidas de autoridad: «enderecen sus caminos» (véase también Juan 1:23). En realidad, Juan comienza con lo que podría considerarse una mala noticia: les dice que deben cambiar.

Y muchos de ellos escuchan. ¿Cómo es que este extraño hombre tiene tanto éxito en el ministerio? Mateo nos da pistas. Ofrece una descripción selectiva de Juan en la que cada detalle es significativo. ¿Su camisa de pelo con un cinturón de cuero? Ese era el atuendo de Elías. ¿Comía langostas y miel? Esa era la comida de los pobres. Mateo presenta a este hombre al estilo de los antiguos profetas, como un hombre de Dios con autoridad que anunciaba la palabra del Señor.

El pueblo se acerca a Juan para ser limpiado —el lavado ritual que simboliza su arrepentimiento—. Sin embargo, él promete que vendrá una limpieza más efectiva. Esta limpieza del Señor vendrá «con el Espíritu Santo y con fuego».

A medida que Juan sigue explicando el ministerio de Aquel que viene, sus metáforas nos ayudan a entender lo que significa ser bautizado en Espíritu y fuego. Significa purificación (en parte) mediante la separación de lo bueno y lo malo. Juan utiliza la metáfora agrícola que vemos en pasajes como el Salmo 1, un proceso bien conocido por su audiencia. Los agricultores utilizaban una horquilla para lanzar el grano al aire. Las partes pesadas y comestibles caían al suelo, pero la paja era más ligera y generalmente se desprendía. Si después de esto sobraba paja, el agricultor la separaba y la quemaba.

Esta es una limpieza más permanente que un lavado, y creo que ese es precisamente el punto. El bautismo del pueblo por Juan es significativo, pero si no viene acompañado por la obra del Espíritu, sus efectos son temporales. Si solo pasan por el bautismo de Juan, necesitarán lavarse de nuevo; pero la obra de Jesús por medio del Espíritu es efectiva para siempre.

Madison N. Pierce es profesora asociada de Nuevo Testamento en el Western Theological Seminary. Entre sus libros se puede mencionar Divine Discourse in the Epistle to the Hebrews.

Reflexione sobre Mateo 3:1–12.


¿Cómo describiría el mensaje de Juan? ¿Por qué es una buena noticia? Cuando ore, piense sobre lo que las palabras de Juan enfatizan sobre el poder y el propósito de Jesús.

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Theology

La ciencia del agradecimiento

Un creciente número de investigaciones respalda los beneficios de dar gracias a Dios tanto en los buenos como en los malos tiempos.

Christianity Today November 28, 2022
Janosch Diggelmann / Unsplash

Para muchos, 2022 ha sido un año difícil en el que no ha resultado sencillo apreciar las bendiciones. Una vez más nos encontramos en la aparente contradicción de creer en un Dios todopoderoso que nos ama incondicionalmente y la realidad de la crisis global que enfrenta la humanidad.

¿De qué manera la gratitud —y específicamente la gratitud a Dios— puede ser vital para prosperar y tener resiliencia en el mundo actual? En medio de pandemias, cambios climáticos, adicciones, extremismo y polarización política, colapso económico, delitos, desigualdades, conflictos internacionales, amenazas nucleares y migraciones forzadas, ¿hay algún poder sanador en la gratitud a Dios?

Durante un tiempo, la gente solía confiar en testimonios personales y consejos bíblicos sobre «dar gracias» para responder a esta clase de preguntas. Científicamente, los investigadores tenían poco que decir acerca de estar agradecido con Dios puesto que la gratitud se había estudiado ampliamente solo a nivel horizontal, es decir, entre humanos. Nuevos proyectos financiados por la Fundación John Templeton han encargado a teólogos, filósofos y psicólogos como nosotros explorar la gratitud hacia nuestro benefactor supremo [los enlaces de esta página redirigen a contenido en inglés].

Estos investigadores ya han descubierto que los creyentes que experimentan y expresan gratitud a Dios refieren sentir más esperanza, mayor satisfacción, más optimismo, menos episodios depresivos y una mejor recuperación del estrés. Sus estudios sugieren que la gratitud hacia Dios magnifica y amplifica los efectos de la gratitud hacia otras personas.

Los creyentes agradecidos no solo están simplemente más contentos porque están mejor. Vemos a personas que experimentan gratitud hacia Dios aun en medio de la adversidad.

En un estudio que aún no está publicado, Jason McMartin, teólogo de la Universidad de Biola, afirma que el sufrimiento intensifica nuestros encuentros con Dios, reestructurando la experiencia de gratitud al expandir nuestra visión de aquello de lo que podemos estar agradecidos, incluyendo las experiencias dolorosas como dones en sí mismos. El dolor es real, pero la gracia de Dios abunda. Cuando nuestro sufrimiento se encuentra con la soberanía de Dios, la gratitud hacia Él es nuestra respuesta.

La investigación lo ratifica. Un estudio de Joshua Wilt y Julia Exline en la Universidad Case Western Reserve descubrió que, entre los creyentes teístas, la gratitud a Dios por los sucesos negativos funciona de manera similar a la gratitud por los sucesos positivos en tanto que ambos acercan a la persona a Dios.

Estos descubrimientos sugieren que cuando enfrentamos situaciones difíciles en la vida, la práctica de la gratitud a Dios se puede cultivar para compensar la tendencia natural a priorizar lo malo sobre lo bueno. Este cambio de enfoque no consiste en una mera capa superficial de pensamiento positivo, sino más bien en una sensación profunda y perdurable de que el bien habita de forma constante bajo el rencor y el desconsuelo de la vida diaria.

Con base en investigaciones científicas, el psicólogo social David Meyers lleva tiempo observando que así como podemos convencernos a nosotros mismos para actuar de cierto modo, nuestras acciones pueden también cambiar nuestra manera de pensar. Si deliberadamente practicamos la gratitud, nuestros pensamientos y sentimientos normalmente seguirán el mismo camino.

Una idea que puede ayudar con este propósito es llevar un diario en el que enumeremos las bendiciones que recibimos de Dios junto con las lecciones que aprendemos de nuestros retos y dificultades. Durante las épocas de adversidad, podemos preguntarnos: ¿De qué manera está Dios presente en este desafío? ¿De qué manera este reto es un reflejo de la voluntad de Dios para mi vida? ¿Cómo experimento a Dios de manera única en medio de todo esto? ¿Cómo me acerca a Dios este desafío?

Otra práctica es comprometerse intencionalmente con la alabanza. Por supuesto, esto incluye la alabanza comunitaria semanal, pero también implica tener momentos de adoración privada a lo largo de la semana en los cuales expresemos abiertamente nuestra gratitud a Dios. Por ejemplo, es difícil no mostrar agradecimiento, incluso en los peores momentos, cuando se cantan himnos como Cuán grande es Él:

Cuando recuerdo del amor divino,
que desde el cielo al Salvador envió.
Aquel Jesús que por salvarme vino
Y en una cruz sufrió y por mí murió.

Expresar abiertamente estos sentimientos es otra manera de acostumbrarnos a ser agradecidos.

Quizá uno de los mayores desafíos al experimentar gratitud hacia Dios es la aceptación de la gracia inmerecida como un don de Dios. Nuestras relaciones humanas están basadas en nociones de equidad: cuando otros nos proveen de algo de valor, nosotros queremos dar algo en retorno de algún modo.

En Confessions of a Born-Again Pagan, Anthony Kronman, antiguo deán de la Facultad de Derecho de Yale, escribe: «Solo superado por la incapacidad para sentir gratitud, el peor desastre que le puede acontecer a un ser humano es tener bloqueado el deseo de agradecerle al mundo haciendo un regalo recíproco que sea adecuado a aquel que esa persona ha recibido».

Aunque Dios no necesita recibir algo a cambio, Jenae Nelson, investigadora de postdoctorado de la Universidad de Baylor, descubrió que la sensación de estar en deuda con Dios en la forma de desear darle a Dios algo a cambio trae como resultado mejores frutos, tanto sociales como individuales, que la sensación de tener que darle algo a Dios como cierta forma de obligación social.

Aunque hemos comenzado a comprender la gratitud a Dios y cómo se diferencia de la gratitud a los seres humanos, quedan muchas preguntas pendientes para nuestro equipo de investigación:

  • ¿Por qué las expresiones públicas de gratitud a Dios se suelen despreciar, minimizar o desaprobar por los observadores?
  • ¿Qué hay de las personas que tienen dudas acerca de la existencia de Dios o acerca de si realmente le importan a Dios? ¿Pueden estar agradecidos con Dios? Y, si es así, ¿cómo?
  • ¿La gente piensa que Dios recompensa o castiga a las personas con base en su agradecimiento constante a Él?
  • ¿Es posible estar suficientemente agradecido a Dios?

Sabemos que la gratitud por sí sola no resolverá los problemas del mundo, por no hablar de nuestras luchas internas diarias. Pero es dudoso que podamos resolver cualquier problema significativo sin ella.

Sí, 2022 no ha sido un año fácil. Sin embargo, la gratitud está entre las mayores virtudes incluso en medio de la adversidad y la lucha, y Dios es el mayor de los dadores.

Estas verdades por sí solas nos han inspirado para aprender más acerca de cómo deberíamos responder a este Dios de gracia que da con generosidad, así como acerca de la diferencia que esto marca en nuestras vidas. Esperamos que estas verdades hagan lo mismo por usted.

Peter C. Hill, profesor de Psicología de la Universidad de Biola, dirige una investigación sobre psicología de la religión, particularmente en lo que se refiere al desarrollo de virtudes como la humildad, la gratitud y el perdón.

Robert Emmons es profesor emérito de la Universidad de California en Davis, y autor de cinco libros sobre la gratitud entre los que se incluye The Little Book of Gratitude.

El proyecto Gratitude to God organizará una conferencia para el público general el sábado 3 de diciembre de 2022 en Anaheim, California.

Traducción por Noa Alarcón.

Edición en español por Livia Giselle Seidel.

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Un camino en el desierto

Una lectura de Adviento para el 28 de noviembre.

Christianity Today November 28, 2022
Stephen Crotts

Primera semana de Adviento: El Dios Fuerte


El niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre es el glorioso Creador y el que sostiene todas las cosas. Oímos hablar de su poder y su fuerza en las enseñanzas de Juan el Bautista. Anticipamos la promesa de su regreso y su reino que no tendrá fin. Jesús es el Dios Fuerte.

Lea Isaías 40:1–5 y Malaquías 3:1–4; 4:5–6

En Isaías 40, vemos a los israelitas deportados a una tierra extraña, desterrados y cautivos en la antigua Babilonia. La ciudad estaba situada una hora al sur de la actual Bagdad, Irak, y era considerada el centro de la civilización mesopotámica; una ciudad cosmopolita del desierto con jardines colgantes que era famosa por Hammurabi y su código. Pero el pueblo de Dios no quería permanecer varado en aquella ciudad. Querían volver a casa, a Jerusalén. Sin embargo, se encontraban muy, muy lejos de su hogar, sin esperanza de retorno.

En este contexto donde no quedaba posibilidad de esperanza, experimentaron una irrupción de la gracia de Dios. «Consuelen», gritó el profeta, una palabra hebrea con connotaciones de valor y fortaleza. Su mensaje era algo así como: «¡Reciban consuelo, tengan esperanza! Este no es el fin. Van a ver y experimentar algo que nunca podrían haber imaginado en la vida que tuvieron en el desierto». Al igual que sus antepasados, que habían experimentado una provisión y una liberación milagrosas en el desierto egipcio, ellos también verían cómo Dios les abría un camino en el desierto.

Al combinar Isaías 40:1–5 con Malaquías 3:1–4 y 4:5–6, podemos ver la promesa de Dios de enviar un mensajero para preparar los corazones de su pueblo para la liberación. Serían purificados como por fuego para que pudieran ver a Dios, a sí mismos y al mundo con mayor claridad. En esta liberación, lo que había sido desgarrado por el exilio, como las relaciones familiares, un día sería cosido otra vez (Malaquías 4:5–6).

Dios cumplió su palabra: al final los israelitas regresaron a Jerusalén. Pero este regreso no fue el final de la profecía. Siglos más tarde, otro profeta, Juan el Bautista, abriría el camino para que el Dios Fuerte, nuestro Señor Jesucristo, salvara a su pueblo de su destierro —exiliado de Dios y de los demás a causa del pecado—. Juan prepararía los corazones de la gente para la llegada de Cristo.

También hay otro nivel de cumplimiento de la profecía de Malaquías (3:1–4), el cual señala a la segunda venida de Jesús, cuando seremos refinados —purificados—, cuando todas las cosas sean hechas nuevas (ver Apocalipsis 21:5).

Las liberaciones extraordinarias en situaciones desesperadas no han quedado relegadas a la historia antigua. El Dios Todopoderoso realiza cada día espectaculares hazañas de liberación. De hecho, Dios aparece cuando toda esperanza parece perdida. Podemos confiar en la fuerza de Dios. Asimismo, durante el Adviento, se nos recuerda que debemos confiar en el Prometido, que vino a nosotros como un bebé recién nacido y que, sin embargo, sostenía todo el poder y la fuerza del universo y más allá en sus pequeñas manos.

¿Siente que se encuentra en el desierto y necesita que Dios intervenga con su poder? Puede que no sepamos cómo o cuándo llegará la liberación, pero sí llegará. Dios siempre viene. Pídale a Dios que prepare su corazón para su llegada y la liberación que siempre viene con ella.

Marlena Graves es profesora de formación espiritual en el Northeastern Seminary. Es autora de varios libros, entre ellos The Way Up Is Down.

Medite sobre Isaías 40:1–5 y Malaquías 3:1–4; 4:5–6.


¿De qué maneras puede ver el poder de Dios en estas promesas? ¿Y en sus niveles de cumplimiento? ¿Cómo resuenan estos pasajes para usted, en sus propios anhelos y deseos?

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Cristo, el Señor eterno

Una lectura de Adviento para el 27 de noviembre.

Christianity Today November 27, 2022
Stephen Crotts

Primera semana de Adviento: El Dios Fuerte


El niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre es el glorioso Creador y el que sostiene todas las cosas. Oímos hablar de su poder y su fuerza en las enseñanzas de Juan el Bautista. Anticipamos la promesa de su regreso y su reino que no tendrá fin. Jesús es el Dios Fuerte.

Lea Isaías 9:6-7; Colosenses 1:15-20; y Hebreos 1:1-12

De todas las señales comunes de esta época que precede a la Navidad —luces colgadas en las casas, escenas del pesebre, árboles decorados con adornos— la que espero con más ansias es la música. Las canciones de Adviento y Navidad nos invitan a imaginar los acontecimientos conocidos: la sagrada familia en el pesebre, los ángeles cantando ante los pastores asombrados, los magos viajando hacia la «pequeña ciudad» de Belén. Estos cánticos y villancicos tan queridos preparan nuestro corazón.

Sin embargo, en muchas de nuestras canciones favoritas se entretejen letras que interrumpen aquella familiaridad para declarar una sorprendente realidad teológica: el recién nacido en el pesebre es el Dios Fuerte.

«Hark the Herald Angels Sing» (en español «Se oye un son en alta esfera») y «We Three Kings» nos exhortan a comprender quién es realmente este niño: «Gloria al Verbo encarnado, en humanidad velado». «Ahora en gloria se levanta; Rey y Dios y sacrificio».

«Ven, Jesús muy esperado» expresa esta profunda paradoja con palabras sencillas: «Aunque niño, eres Dios». Esta letra resuena con la verdad revelada en los versículos 6 y 7 de Isaías 9: este niño es el Prometido que reinará eternamente en el trono de David, estableciendo su reino de justicia, rectitud y paz.

Es un misterio insondable en el que el Nuevo Testamento también nos invita a detenernos. El autor de Hebreos proclama que «el Hijo es el resplandor de la gloria de Dios» y el «heredero de todo» (1:2-3). Pablo subraya que «por medio de él fueron creadas todas las cosas en el cielo y en la tierra, visibles e invisibles … que por medio de él forman un todo coherente» (Colosenses 1:16-17). Jesucristo es supremo sobre todas las cosas y en Él habita la plenitud de Dios.

Este es el niño prometido que el pueblo de Dios esperaba y cuyo nacimiento nos preparamos para celebrar. Este es el Señor delante del cual Dios envió un mensajero para prepararle el camino, predicando un mensaje de arrepentimiento. Este es el Salvador que, en su misión de amor y redención, derrotaría el poder del pecado y de la muerte mediante su sacrificio en la cruz y su resurrección victoriosa. Y este es aquel cuyo regreso esperamos con esperanza, confiando en el «Rey de reyes y Señor de señores, al único inmortal, que vive en luz inaccesible» (1 Timoteo 6:15-16).

Esta realidad —que el niño en el pesebre es Dios Fuerte— va mucho más allá de lo que podemos comprender. Y, sin embargo, es verdad. Con asombro y humildad, prestamos atención a la exhortación de «Oh Holy Night» (en español «Santa la noche»): «¡Postrados adoradle!». Con humilde gratitud, le adoramos.

Hoy con amor cantemos reverentes
Alcemos la voz proclamando su poder
¡Dad gloria a Dios! Amén, por siempre amén.

Kelli B. Trujillo es la editora de coordinación de imprenta de Christianity Today.

Reflexione sobre Isaías 9:6-7; Colosenses 1:15-20 y Hebreos 1:1-12.


Opcional: Lea también 1 Timoteo 6:13-16.


¿Qué descripción de la fuerza y el poder de Jesús en estos pasajes le llaman la atención? ¿Por qué? ¿Cómo puede esta verdad moldear su adoración en esta temporada de Adviento?

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Porque nos ha nacido un niño…

Lecturas devocionales de Christianity Today en preparación para la Navidad.

Christianity Today November 25, 2022
Stephen Crotts

Introducción a nuestro devocional de Adviento 2022: El Prometido


Leer Isaías 9:6

Durante la temporada de Adviento, preparamos nuestros corazones para celebrar la llegada de este niño: el niño Jesús, acostado en un pesebre, amado por María y José, adorado por pastores y sabios. Pero el Adviento —que significa «llegada»— nos invita a prepararnos para mucho más que la noche santa de su nacimiento.

A lo largo de la historia de la iglesia, el Adviento ha sido una temporada de anticipación expectante. En sus comienzos en los primeros siglos del cristianismo, el Adviento era un periodo de contrición en preparación para el día de Epifanía, que observa la celebración de la aparición de Jesús y la manifestación de su identidad, y que también era un día reservado para el bautismo de los nuevos creyentes. Pronto el Adviento comenzó a centrarse en la anticipación de otra aparición: la segunda venida de Cristo. Para la Edad Media, los temas que hoy solemos asociar con el Adviento ya se habían convertido en parte de la observancia de la iglesia, ya que los cristianos incluyeron la anticipación de la Navidad junto con la contemplación del regreso de Jesús.

Cada uno de estos temas históricos se entrelaza con las lecturas tradicionales de las Escrituras sobre el Adviento, ya que las promesas y profecías de la Biblia hablan ampliamente de la identidad y el propósito de Jesús. Al profundizar en estas verdades, nuestra adoración hacia el niño en el pesebre es enriquecida mientras nos arrodillamos ante Aquel que manifestaría su identidad mediante milagros poderosos. Nos postramos ante Aquel que un día volverá en gloria a juzgar a los vivos y a los muertos.

Isaías contiene algunas de las profecías más convincentes que apuntan a Jesús. Leemos sobre un hijo prometido que se llamará Emanuel: Dios con nosotros (7:14). Escuchamos acerca de una luz que resplandecerá sobre los pueblos que viven en densas tinieblas (9:2). Y nos encontramos con esta reverberamte promesa:

Porque nos ha nacido un niño, se nos ha concedido un hijo; la soberanía reposará sobre sus hombros, y se le darán estos nombres: Consejero admirable, Dios fuerte, Padre eterno, Príncipe de paz. Se extenderán su soberanía y su paz, y no tendrán fin. Gobernará sobre el trono de David y sobre su reino, para establecerlo y sostenerlo con justicia y rectitud desde ahora y para siempre. (9:6-7)

Las profecías de las Escrituras sobre el Prometido a menudo poseen capas de significado y múltiples cumplimientos. Con frecuencia apuntan hacia un cumplimiento en la misma época del profeta, pero también dirigen nuestra mirada hacia el Mesías y su primer advenimiento, así como a la Segunda Venida que esperamos.

En esta serie de devocionales de CT, exploramos lo que las Escrituras nos dicen sobre el Prometido, profundizando nuestra fe en el Salvador que conocemos y amamos. Las reflexiones de cada día profundizan en pasajes clave que nos ayudan a comprender mejor quién es Jesús. Y cada tema semanal se centra en un aspecto central de la identidad de Jesús según las profecías de Isaías.

Dios Fuerte

Las primeras lecturas tradicionales del Adviento pueden parecernos extrañamente contradictorias con nuestras expectativas navideñas usuales. En lugar del muérdago y la luz de las velas, vemos los horrores del fin de los tiempos. En lugar de ángeles que se regocijan, nos encontramos con un profeta que clama llamando al arrepentimiento. Estos pasajes nos sacuden de nuestra mentalidad cómoda para recordarnos que Jesús es el Dios Fuerte. El Salvador cuyo nacimiento nos preparamos a celebrar no es otro sino el Hijo del Hombre que un día volverá para juzgar a los vivos y a los muertos. Es aquel para quien Dios envió un mensajero para preparar el camino: Juan el Bautista, quien gritó en el desierto, dando testimonio del poder y la gloria de Jesús. El niño en el pesebre es el Dios Fuerte cuyo reino no tendrá fin.

El Príncipe de Paz

Muchos de los pasajes del Antiguo Testamento sobre el Adviento nos llevan a reflexionar sobre la paz personal que podemos experimentar con Dios, y a imaginar la paz definitiva que traerá un día el Prometido. La guerra, la violencia y el dolor llegarán a su fin. Las naciones y los grupos de personas que han estado divididos durante mucho tiempo adorarán juntos como un solo cuerpo. Pero las Escrituras nos empujan más allá de nuestra tendencia a una visión sentimental de la paz, y nos desafían a comprobar que la paz que Cristo trae es firme y plena. Esta paz nos es dada no solo a través del amor de Jesús, sino también a través de su poderoso poder, porque su paz está unida directamente a su justicia. Su paz está relacionada con su justo juicio. Y la paz que trae fue comprada por un precio.

La Luz del mundo

Desde el principio hasta el final de las Escrituras, notamos que la luz es empleada como metáfora para ayudarnos a entender la presencia de Dios, la salvación, la vida de fe y a Jesús mismo. Leemos las promesas de una luz que brillaría resplandeciente, y las tinieblas no podrían detenerla. Cuando Jesús vivió entre los hombres, se identificó como esa luz prometida, la misma cuya presencia iluminará un día la ciudad de Dios (Apocalipsis 21:23). Y, sobre todo, Jesús es la luz no solo para ti y para mí, sino para el mundo. Como las Escrituras dejan claro una y otra vez, él es el Prometido para todas las naciones, trayendo consigo el comienzo de su reino global y multiétnico.

Emanuel

En esta última semana de Adviento, nos centramos en los acontecimientos que rodean la Natividad, cuando el Prometido —el Dios Fuerte, el Príncipe de Paz, la Luz del mundo— entró en la humanidad como un bebé recién nacido. Aquí estaba Emanuel, Dios con nosotros. Aquí estaba el Verbo hecho carne, habitando entre nosotros (Juan 1:14). Las promesas centenarias sobre él resuenan en la aclamación de los ángeles, en el mensaje de los pastores, en la alabanza profética de un anciano y una anciana, y en la adoración con gozo de los gentiles que han viajado desde lejos para inclinarse ante el Rey de reyes.

Él es el Prometido

En esta temporada de Adviento, mientras nos preparamos para celebrar el nacimiento de Jesús, contemplemos profundamente las promesas de la Escritura sobre quién es y qué vino a hacer. Que mientras adoramos en el pesebre, nos maravillemos de que este mismo niño es el Dios Poderoso, es el Príncipe de Paz y es la Luz del mundo. Es el que vino a morir. Es el que resucitó triunfante, el que ascendió y el que cumplirá su promesa de volver en gloria. Promulgará la justicia e instaurará su reino de paz. Él es Emanuel, Dios con nosotros.

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Theology

Trump no dividirá a la Iglesia esta vez. Y eso no es necesariamente bueno

El cinismo y la crueldad son incluso peores que la división.

Christianity Today November 22, 2022
Drew Angerer / Getty

Después de que Donald Trump anunciara esta semana que se postulará para la presidencia en 2024, muchos de mis compañeros cristianos evangélicos comenzaron a prepararse para una renovada agitación en sus congregaciones y denominaciones. La situación es especialmente preocupante porque muchos de nosotros aún no nos hemos recuperado de la primera era de Trump.

Pero, ¿qué pasa si esta vez no vemos los mismos niveles de contención y división? ¿Y si esa tranquilidad potencial no es realmente una buena noticia?

Al enterarme del anuncio de Trump, un contacto mío me contó sobre los problemas en su propia familia. «Ya hemos tenido conflictos a causa de esto durante siete años», dijo. «¿Cuánto más podemos soportar?» (Ni siquiera estoy seguro de si esta persona es partidaria u opositora de Trump).

Todos ustedes saben cuál es mi posición en este tema. Pero incluso muchos de los que no están de acuerdo conmigo lamentan el hecho de que las familias estén distanciadas, las iglesias se hayan dividido, las denominaciones se hayan desgarrado y las amistades hayan desaparecido, todo por culpa de la política. Y ahora, aquí vamos de nuevo.

Me pregunto, sin embargo, si lo más peligroso no serán los propios argumentos, sino la ausencia de argumentos.

Después de todo, uno de los aspectos más traumáticos de 2016 a 2021 fue el sentimiento de traición que sintieron las personas en casi todos los lados de la división. Una cristiana de raza negra me dijo que el domingo después del día de las elecciones en 2016, salió llorando de un servicio religioso porque sabía que la mayoría de las personas en su iglesia evangélica predominantemente blanca habían votado por Trump.

«¿Cómo pueden decir que están ahí para mí y mi familia y, al mismo tiempo, estar para eso?», ella preguntó.

Gran parte de los acalorados conflictos personales sobre Trump y el trumpismo fueron causados ​​por el vértigo que ocurre cuando personas aparentemente de la misma «tribu» se miran entre sí y dicen: «¡Ya ni siquiera sé quién eres!».

Los partidarios de Trump a menudo recurren a los disidentes de Trump y les preguntan: «¿No quieren jueces conservadores? ¿No quieren a un luchador?». Aquellos de nosotros que no apoyamos a Trump les decimos a los que sí lo hacen: «¿No nos dijiste que el carácter importa? ¿De verdad crees que es apto para el cargo?».

Este tipo de conversaciones aún pueden ocurrir esta vez, pero en círculos más pequeños donde los exdefensores de Trump sienten que ya no pueden apoyarlo o sus exopositores deciden comenzar a respaldarlo.

Pero la mayoría de las personas saben qué esperar, no solo de los demás, sino también de Trump. Esto será cierto en 2024 mucho más de lo que lo fue en 2016 o en 2020.

La primera vez, a menudo podía suponer que las personas realmente no veían lo que yo estaba viendo. Tal vez pensaron que las peores características de Trump estaban relacionadas solo con su vida pública, pero que gobernaría de manera diferente. O tal vez supusieron que las «barandillas resistirían», protegidas por instituciones constitucionales o por los «adultos en la habitación» que lo rodeaban.

Pero ahora sabemos cómo resultaron las cosas. Todos vimos el 6 de enero y todo lo que condujo hacia ese día, y todo lo que resultó a partir del mismo. podemos pensar que esos hechos fueron una amenaza para el orden constitucional, o no.

Esta vez, probablemente habrá menos peleas internas en las iglesias locales a causa de Trump porque nadie realmente espera convencer al otro lado. Muchas iglesias se han reconfigurado en torno a cuestiones políticas (y preguntas relacionadas sobre las precauciones por la COVID-19, Black Lives Matter y #MeToo).

Algunas de las iglesias multiétnicas que vi más divididas sobre estos asuntos ya no son multiétnicas. Algunas de las iglesias multigeneracionales que vi angustiadas por estos problemas ya no son multigeneracionales.

En esas situaciones, la elección presidencial de 2024 podría parecer mucho menos divisiva que las últimas dos elecciones porque aquellos que no están de acuerdo ya se han ido de la iglesia. Las divisiones ya están tuvieron lugar y, para muchas personas, parecen irremediablemente permanentes.

Sin embargo, lo que es más significativo es cómo la era Trump ya nos ha cambiado a todos.

Hace varios meses, estaba hablando con un cristiano evangélico en edad universitaria. Mencioné que muchos pastores están agotados y desanimados en este momento, y que muchos de ellos asumieron erróneamente que el tiempo de agitación eventualmente volvería a la «normalidad». El joven respondió diciéndome que realmente no recuerda la vida nacional antes de que se viera como se ve ahora.

«Ni siquiera sé qué es “normal”», dijo.

Piensa en lo acostumbrados que estamos a los insultos personales y al «troleo», no solo de los malos en internet, sino también de los líderes. El nuevo propietario de Twitter trolea a sus propios anunciantes, accionistas y empleados. Las reuniones denominacionales y las reuniones de la iglesia a menudo funcionan de la misma manera: los líderes hacen declaraciones destinadas a causar rabia.

Estamos acostumbrados.

Además, la ventana de Overton se ha desplazado hasta el punto en que algunos evangélicos han adoptado puntos de vista del nacionalismo blanco tales como la teoría del gran reemplazo. Sus ideas abiertamente segregacionistas ahora resultan en disciplina, no para ellos mismos, sino para aquellos que denuncian las malas ideas.

Hace varios años, durante todo el estremecimiento del mundo, un anciano líder cristiano me dio este consejo: «Asegúrate de [aprender a] lidiar con tu ira». Respondí que no estaba enojado en absoluto y que realmente no sentía rencor hacia ninguna de las personas que me habían lastimado. Él dijo: «¿Qué pasa si simplemente te has vuelto insensible?».

¿Qué pasa si nos hemos vuelto insensibles?

Muchos se preparan para más tumultos políticos. Pero, ¿y si no sucede? ¿Y si nuestras iglesias están más tranquilas que nunca? ¿Y si eso no es tanto porque hemos hecho las paces con Donald Trump, sino porque nos hemos vuelto como él?

En las recientes elecciones intermedias, la generación del milenio y la generación Z desafiaron el precedente histórico y se presentaron a votar. En números abrumadores, rechazaron a los que negaban la legitimidad de las elecciones en estados clave en el campo de batalla. Si no vemos a estos mismos votantes en nuestras iglesias o escuchamos su rechazo en nuestras comunidades de fe, probablemente eso signifique que ya se fueron, o que ya se dieron por vencidos.

Quizás me equivoque. Tal vez 2024 causará tanta división en las iglesias y en las familias como en 2016 y 2020. O tal vez me equivoque porque hemos alcanzado un nuevo nivel de madurez y sabiduría al sortear nuestras divisiones. Pero, ¿y si simplemente nos adaptamos? ¿Qué tal que todos nosotros, sin importar lo que pensemos de Donald Trump, estamos demasiado exhaustos y somos demasiado cínicos como para dividirnos?

Hacer estas preguntas podría ser el primer paso para encontrar un camino diferente.

Russell Moore es editor en jefe de Christianity Today.

Traducción por Sergio Salazar.

Edición en español por Livia Giselle Seidel.

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Lecturas devocionales de Adviento 2022 de Christianity Today

Todas las lecturas devocionales en preparación para la Navidad en un solo lugar.

Christianity Today November 22, 2022
Stephen Crotts

En esta serie de devocionales de CT, exploramos lo que las Escrituras nos dicen sobre el Prometido, profundizando nuestra fe en el Salvador que conocemos y amamos. Las reflexiones de cada día profundizan en pasajes clave que nos ayudan a comprender mejor quién es Jesús. Y cada tema semanal se centra en un aspecto central de la identidad de Jesús según las profecías de Isaías.

Semana 1: Dios Fuerte

Semana 2: El Príncipe de Paz

Semana 3: La Luz del mundo

Semana 4: Emanuel

Epifanía

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Books

Rosaria Butterfield: La hospitalidad cristiana es radicalmente diferente a la hospitalidad de nuestra cultura

No se trata de entretener invitados, sino de responder a la presente crisis de incredulidad.

Christianity Today November 18, 2022
Jimmy Williams

Antes de que Rosaria Butterfield se convirtiera en una autora cristiana popular, era profesora titular en la Universidad de Syracuse y una feminista lesbiana que luchaba por promover la causa de la igualdad LGBTQ. Se define a sí misma como una conversa improbable. En 1999, su vida se cruzó con el evangelio de Jesucristo a través de la hospitalidad radicalmente ordinaria de un amigo. De odiar a los cristianos a convertirse en uno de ellos, su transformación tuvo lugar lentamente y fuera del banco de una iglesia cuando alguien se atrevió a traer la iglesia hacia ella. En el libro más reciente de Butterfield, El evangelio viene con la llave de la casa [The Gospel Comes with a House Key], ella articula una hospitalidad con mentalidad evangélica que no se enfoca en tazas de té y carpetas tejidas, sino en el evangelismo misional. La escritora Lindsey Carlson habló con Butterfield sobre el significado de abrir nuestros corazones y hogares a nuestro prójimo.

El evangelio viene con la llave de la casa (Spanish Edition)

El evangelio viene con la llave de la casa (Spanish Edition)

May 4, 2020

Tú promueves un tipo de hospitalidad que desvía el enfoque de las tazas de té y las carpetas tejidas. ¿En qué se diferencia lo que tú llamas «hospitalidad radicalmente ordinaria» de lo que la mayoría de las personas considera como hospitalidad?

En primer lugar, no se trata de entretener a la gente. La hospitalidad se trata de conocer al extraño y darle la bienvenida para que se convierta en tu prójimo, y luego conocer a ese prójimo lo suficientemente bien como para que, si Dios lo permite por su poder, ese prójimo se convierta en parte de la familia de Dios a través del arrepentimiento y la fe. No tiene absolutamente nada que ver con entretener invitados.

El entretenimiento consiste en impresionar a las personas y mantenerlas a cierta distancia. La hospitalidad se trata de abrir tu corazón y tu hogar, tal como eres, y estar dispuesto a invitar a Jesús a la conversación, no para detener la conversación, sino para profundizarla.

La hospitalidad es fundamentalmente un acto de evangelización misional. Y no sabría qué hacer con una carpeta tejida si me la dieras. Probablemente, la usaría para limpiar lo que mis gatos ensucian con ella.

Hay muchas personas hospitalarias que no han puesto su fe en Jesús como su salvador. ¿Cómo nos aseguramos de que nuestra hospitalidad refleje el evangelio de forma explícita?

Yo veo a una persona como portadora de la imagen de un Dios santo, y no me asusta de ninguna manera cualquier identidad mundana que pueda estar asociada a ese portador de la imagen de Dios.

Nos cuesta entender dos cosas. Primero, que los seres humanos tenemos una naturaleza pecaminosa, lo que significa que hemos sido fundamentalmente distorsionados por el pecado original, distraídos por el pecado real y manipulados por el pecado que mora en nosotros. Y segundo, luchamos con lo que significa llevar con nosotros la huella del Dios que nos hizo. Eso significa que, por mandato de Dios, estamos llamados a reflejar la imagen de Dios a través del conocimiento, la justicia y la santidad. Y las tres cosas requieren tener [primero] una conversión radical y una vida redimida en Cristo.

Para ser los portadores de la imagen de Dios que hemos sido llamados a ser, debemos nacer de nuevo. Pero es necesario darse cuenta de que las personas necesitan más que una comida: necesitan una comida y el evangelio de salvación. Necesitan saber cómo sus patrones de pecado y los pecados de los demás los afectan. Necesitan saber quién es el verdadero enemigo. Las personas no son nuestro enemigo. El pecado es nuestro enemigo.

¿Qué tan esencial fue la hospitalidad radicalmente ordinaria en tu propia conversión?

Cuando vivía como activista lesbiana, había estado en una relación lésbica durante algunos años y pensaba: «Esto es lo que soy y así es como quiero vivir». Después de que obtuve la titularidad de mi cargo como profesora en la universidad, comencé a escribir un libro que trataba sobre la derecha religiosa y las personas a las que supuestamente odiaban: gente como yo. Entonces conocí a un vecino, Ken Smith, quien era un pastor presbiteriano conservador. Y lo sorprendente fue que su casa se parecía mucho a mi casa.

Entre mis círculos en Nueva York, allá en los años 90, durante la crisis del SIDA, la casa de alguien estaba abierta todas las noches de la semana. Muchas cosas estaban sucediendo. La comunidad tuvo que reunirse, y no por invitación, sino simplemente porque había una crisis. Era una emergencia. Y nos llamábamos familia. Yo pensaba que eso era exclusivo de la comunidad gay.

Pero no era así. Porque la comunidad de Ken Smith también era así. La comunidad cristiana de Ken se reunía en su casa a todas horas. Y aprendí esto porque él me invitó a entrar. Durante dos años fui amada y acogida por una comunidad cristiana de la que me burlaba, a quienes despreciaba y rechazaba. Los aceptaba cuando me resultaba conveniente y los rechazaba en cualquier otra ocasión. Simplemente, no habría podido entrar a una iglesia si no hubiera tenido una amistad genuina con el hombre detrás del púlpito.

Durante dos años, fui parte del ministerio de Ken y Floy Smith. Me reunía con ellos una vez a la semana. En su casa, la puerta estaba abierta de par en par. Siempre había gente entrando y saliendo de la casa; personas de la iglesia y personas que no eran de la iglesia. En su hogar tenían lugar conversaciones acaloradas y genuinas. Las personas hablaban honestamente y las lágrimas fluían. Pero era diferente porque Ken abría la Biblia, cantaba el Salterio y luego oraba. Era tan encantador que yo no podía evitar volver. Fue en este contexto de hospitalidad que Ken trajo la iglesia a mí, porque era imposible que yo llegara a la iglesia sin el puente de la casa de alguien.

Antes de llegar a la fe, ¿alguna vez trataste de escapar de la hospitalidad de tu amigo?

Oh, sí. La Biblia es un libro asombroso y nunca lo había leído. Estaba más que feliz de exponer mi crítica de un libro que nunca había leído. Soy una chica aficionada a los libros, y la Biblia realmente se mete dentro de ti. Y me hizo enfrentar algunas cosas realmente inquietantes. Me hizo enfrentar toda una categoría de pecado, tanto el mío como el de otras personas. Me hizo pensar en mi propio pasado, mi infancia, mis padres y mi fe católica anterior. Después de un tiempo, pensaba: «Sabes, estoy ocupada. No quiero esto». Y entonces simplemente dejaba de presentarme [a su casa]. Dejaba de responder el correo electrónico. Sin embargo, Ken me buscaba con delicadeza. Aparecía con una hogaza de pan que su esposa Floy había hecho. O un libro del que habíamos hablado. Hacíamos intercambios de libros. Cuando intentaba escabullirme, él simplemente regresaba amablemente, estaba al pendiente de mí y me decía que me extrañaba.

¿Cómo se puede ofrecer hospitalidad sin ser agresivo o desagradable?

Es ahí donde ser muy consistente es realmente útil. Yo no hubiera respondido positivamente si me hubiera sentido acosada, si Ken hubiera dicho: «Reunámonos el martes 27 a las cinco en punto». Por el contrario, simplemente sabía que era bienvenida para cenar a las 5:30. La hospitalidad diaria no hace que las personas se sientan acosadas. Si tienen la fortaleza, el coraje, la sobriedad y la salud mental para levantarse de esa cama y cruzar esa puerta hacia la tuya, le brinda espacio a las personas. Vivimos en un mundo donde se nos dice que las conversaciones bíblicas son discursos de odio. Eso es ridículo. Lo que no puedes hacer es realizar pequeñas incursiones furtivas en la vida de las personas como un mojigato moral y luego esperar que las personas te lo agradezcan. Si quieres tener conversaciones sólidas, tienes que construir relaciones. Si tienes buenos modales, te asegurarás de tener relaciones sólidas antes de tener conversaciones sólidas. Eso es cierto con tus hijos, tus vecinos y con todos los demás.

Para muchas personas, las invitaciones se sienten muy formales y exclusivas para un día y una hora. Pero extender una oferta que dice «nos encantaría verte de la forma en que más te convenga» les brinda a las personas la oportunidad de colarse. A veces, demasiada atención enfocada en el invitado puede ser abrumadora, pero ser uno entre muchos no es tan amenazador. Y tener límites flexibles ayuda a eso: «comeremos a las 6:30, siéntase libre de venir». Reduce el protagonismo de los invitados.

¿Cómo se ve la hospitalidad radicalmente ordinaria cuando vives en una comunidad donde las personas van y vienen del trabajo, meten sus autos en el garaje, cierran la puerta y nunca hablan con sus vecinos? ¿Cómo involucras a las personas que parecen completamente desinteresadas y nunca aceptan tu invitación?

Puedes ofrecer invitaciones abiertas, especialmente invitaciones para eventos al aire libre. Nosotros ponemos una invitación en una aplicación llamada NextDoor que dice: «Vamos a tener una comida al aire libre. Trae una silla plegable y un amigo». Y nos hemos dado cuenta de que hay una regla del 10 por ciento. Si invitas a todos, vendrá alrededor del 10 por ciento. Y también sugeriría ser consistente. Sé cálido al responder a las personas. Echa redes anchas.

En algunos casos, si estamos respondiendo ante una crisis, por ejemplo, nuestra iglesia acude para ayudar. De esa manera, cuando aparecen los vecinos, ya hay 30 personas que están asando a la parrilla, hablando, llenando globos de agua, repartiendo sandía. Esto elimina la incomodidad de ser el primero en llegar.

Olvidamos que la hospitalidad no es simplemente una adición que haces cuando tienes un sábado por la tarde libre. Es el puente que Dios va a usar para resolver los mayores problemas en la vida de las personas.

Date cuenta de que tus vecinos están luchando con cosas. No me importa qué tan ordenada se vea tu casa una vez que cierras la puerta. Nadie se encuentra de maravilla. A mí no me está yendo de maravilla, a ti no te está yendo de maravilla. Estamos cansados, estamos de mal humor y necesitamos ayuda. Y si eso es cierto para aquellos de nosotros que tenemos el poder del Espíritu Santo en nosotros, ¿cuánto más para aquellos que no lo tienen?

Usted enfatiza que los creyentes deben usar sus hogares de una manera diaria que busque «hacer de los extraños prójimo, y del prójimo, familia de Dios». ¿Significa esto que nuestras puertas siempre deben estar abiertas?

Diario es un casi. Si tienes gripe, no la compartas. Pero la idea es que, en la iglesia, la casa de alguien siempre esté abierta. Que las personas tengan un lugar para reunirse con el pueblo de Dios. Y a medida que el pueblo de Dios se reúne, tienen la previsión de abrir las puertas. Pero si nadie está haciendo eso, debemos preguntarnos: ¿Por qué?

Siento que los cristianos tienen esta actitud de creerse buenos en la hospitalidad. Pero vivimos en una dieta de hambre. Las personas necesitan reunirse. Hay muchos problemas que surgen en un día, especialmente para los miembros solteros de nuestra iglesia. Son parte de la familia. ¿Cómo llegamos aquí? Dios nos buscó, nos trajo a la mesa y nos puso sus vestiduras de justicia; Él nos cuidó, nos crió y nos dio un nombre. Estos son gestos que deben ser replicados en el cuerpo. No está bien dejar a las personas en el dolor de la soledad.

¿Es cierto que las familias tienen diferentes capacidades para practicar la hospitalidad de acuerdo a la etapa de la vida en que se encuentren?

Nosotros estamos en un momento en nuestra familia donde nuestros hijos, a su edad, pueden participar en este ministerio de hospitalidad. Se preguntan qué pasa cuando nadie se presenta a cenar en nuestra casa.

Durante 10 años fuimos padres adoptivos del sistema de acogida y todos los años teníamos nuevos bebés con nosotros. Mi ministerio en aquel entonces era para los niños quebrantados y los trabajadores sociales vinculados a esos niños. En un momento, eran los niños mayores en el sistema de acogida los que tenían que venir acompañados por un guardia de seguridad y un trabajador social, y necesitaban hospitalidad. Tenía que estar dispuesta a decir: «Aquí es donde estoy, ¿quién está ahí afuera?».

En esos días, si me preguntaban cómo decoraba [mi casa], yo decía: «con juguetes Matchbox, dinosaurios de plástico y Legos». Esa es tu gente. No olvidemos lo importantes que son los niños.

¿Cómo afectó tu propia infancia difícil la forma en que te acercas a los niños?

Cuando Jesús dijo: «Dejen que los niños vengan a mí, y no se lo impidan» [Mateo 19:14], no es porque los niños sean lindos y huelan bien. Es porque debes cuidarlos. Miro a los niños en mi vecindario y, aunque las cosas son difíciles para ellos, pienso: «Ese podría ser mi futuro pastor algún día». Y los niños se toman las cosas con mucha sensibilidad, incluso las difíciles. Cuando pasa algo en el barrio, ellos se fijan en los detalles. Por eso, hemos entrenado a nuestros hijos para que inviten a sus amigos a cenar, para que estén atentos a los niños que no están bien y para que defiendan a los que están siendo acosados. Y como adultos, tenemos que estar dispuestos a preguntarles a sus padres si está pasando algo en sus vidas en lo que podamos ayudar. Y luego estar listo para decir «absolutamente» y ayudar.

Si el evangelio viene con la llave de la casa, ¿por qué los cristianos dudan tanto en abrir sus puertas? ¿Cuáles son los mayores obstáculos que se interponen en el camino de nuestra hospitalidad?

Hay una serie de obstáculos. Una es que hemos convertido nuestra alfombra blanca y nuestros propios límites en ídolos. No puedo decirte cuántas veces he oído hablar de los cristianos y sus límites. Yo no muestro reverencia ante los límites de las personas. Pero, parte de esto es cultural. No me criaron con límites, porque ¿quién tendría límites en medio de una crisis?

Si crees que vivimos en un mundo poscristiano y crees que esto es una crisis, entonces actuemos como tal. La forma en que lidiamos con la crisis es entender que la hospitalidad es una forma de guerra espiritual. Invocamos del cielo el poder del evangelio para salvar, y abrazamos a nuestro prójimo que todavía no ha encontrado la salvación en Jesús.

¿El miedo juega un papel en los creyentes que evitan la hospitalidad?

El miedo es lo que nos hace sentir que ya no somos útiles; que el vocabulario ha cambiado y que no sabemos cómo hablar con las personas. O tenemos miedo a decir algo incorrecto. O tenemos miedo a cenar con pecadores. Creo que realmente tenemos miedo a no tener nada que ofrecer, por lo que preferimos agacharnos con nuestra comunidad más cercana en la iglesia, establecer un foso a nuestro alrededor y cerrar la puerta. Pero en ese caso, nunca verás el poder del evangelio para cambiar los corazones, las mentes y las vidas de las personas que parecen estar más fuera del reino de Dios.

¿Cómo alentaría a las personas que están aterrorizadas ante la idea de practicar la hospitalidad radicalmente ordinaria? ¿Por dónde deberían empezar?

Les diría que busquen a alguien que ya lo esté haciendo y ofrezcan ayuda. Y me encanta cuando las personas hacen eso. Ya sabes, las personas dirán: «No sé cómo hacer esto o aquello». Pero yo paso de dos a tres horas al día cortando verduras. Ven a ayudar.

No todos son llamados a todos los ministerios. Algunas personas son mejores con ciertos problemas que otros. Eso es genial. Solo haz lo que haces y abre tus brazos un poco más.

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Theology

Por qué no deberíamos practicar la liturgia ‘a la carta’

Despojar a las tradiciones históricas de su contexto teológico está de moda, pero conlleva un riesgo.

Christianity Today November 18, 2022
Ilustración po Mallory Rentsch / Source Images: WikiMedia Commons / Peter Dazeley / Getty

Si le hubieras dicho a un pastor evangélico en 2005 que el Libro de Oración Común pronto podría estar más de moda que las cafeterías en el recibidor de la iglesia, es casi seguro que se habría reído.

No hace mucho tiempo que innumerables iglesias evangélicas abandonaron el uso de libros de oraciones y cambiaron sus himnarios por proyectores de alta resolución. El uso del calendario histórico que daba orden a los servicios de la iglesia se convirtió en una rareza cuando la mayoría de las iglesias comenzaron a desarrollar series temáticas de sermones o a predicar a través de la Biblia, un libro a la vez.

La oración litúrgica y la confesión responsorial se perdieron en el camino, e incluso los nombres de las iglesias cambiaron de manera que distanciaron a las congregaciones de sus raíces denominacionales, de tal forma que muchas «Iglesia Bautista de la Ciudad» se convirtieron en «Comunidad Cristiana de la Ciudad».

En resumen, los ritmos, lecturas, patrones y oraciones de las liturgias históricas pasaron de moda decididamente.

Sin embargo, en los últimos años, una nueva tendencia ha comenzado a surgir, especialmente en Estados Unidos. Cualquiera que pase tiempo entre cristianos de 20 o 30 años de edad probablemente haya notado un aumento importante en el uso de la palabra liturgia, que se ha convertido en un lugar común tanto en la adoración corporativa como en la práctica espiritual privada.

Incluso algunas iglesias no denominacionales que buscaron distanciarse de las tradiciones formales hace más o menos una década han comenzado consistentemente a terminar los servicios con la Doxología o a adoptar el uso de fórmulas responsoriales simples que provienen de antaño, tales como «Esta es la Palabra del Señor. Demos gracias a Dios».

Muchos jóvenes cristianos están encontrando vitalidad espiritual y constancia donde menos lo hubieran esperado, y hay mucho que celebrar en esta recuperación de las hermosas oraciones y prácticas de nuestros antepasados en la fe.

Esta tendencia, sin embargo, no está exenta de inconvenientes. A medida que la liturgia regresa abstractamente «en boga», los jóvenes cristianos han mostrado una tendencia preocupante a cambiar de iglesia, de denominación, e incluso de tradiciones, tomando como punto de referencia la práctica litúrgica sin mucha consideración por la doctrina.

En muchos casos, los jóvenes evangélicos que antes asistían a iglesias que ponen poco énfasis en lo ritual, ahora acuden en masa a congregaciones cuya estética de adoración se siente más antigua u ordenada, especialmente iglesias anglicanas, católicas y ortodoxas, ya sea sin darse cuenta de sus diferencias confesionales o, en algunos casos, simplemente ignorándolas.

Según un estudio realizado por Barna Group en 2018, mientras que algunos cristianos de la generación del milenio sienten que la adoración litúrgica está desactualizada, «también es más probable que sientan curiosidad al respecto… [y] son los más propensos a hacer un cambio de una iglesia no litúrgica a una litúrgica».

En la búsqueda bien intencionada de una vida de culto y adoración más rica, y de un sentido de herencia espiritual, estos «conversos por la estética», como podríamos llamarlos, corren el riesgo de separar el contenido histórico y doctrinal de la adoración de una iglesia de sus expresiones externas y artísticas.

Por supuesto, un miembro de la iglesia no necesita estar de acuerdo con cada punto menor de la doctrina en la declaración de fe de la iglesia, y en muchos casos, una apreciación por la liturgia es simplemente el primer paso en una consideración reflexiva tanto de la enseñanza como de las prácticas de una iglesia o tradición.

El prominente erudito del Nuevo Testamento Michael Bird relató su propio viaje al anglicanismo en términos similares. Dijo que fue un profundo aprecio por el Libro de Oración Común lo que primero provocó su movimiento del presbiterianismo a la iglesia anglicana.

No hay nada de malo en permitir que el alimento espiritual de la liturgia histórica nos guíe a una búsqueda ferviente de Dios, cuando se combina con una búsqueda diligente de la verdad bíblica. Esta búsqueda aún puede guiar a una nueva tradición, o simplemente puede llevar a profundizar en la adoración histórica de cualquier tradición.

Un bautista, por ejemplo, puede usar y apreciar el Libro de Oración Común sin convertirse al anglicanismo, especialmente si los puntos más finos de la enseñanza anglicana están en desacuerdo con algunas de sus otras convicciones. Pero tal vez su apreciación de su tradición histórica podría llevarlo a profundizar en la historia de la iglesia bautista y encontrar ejemplares valiosos dentro de esa corriente.

Por ejemplo, el libro de Rodney Kennedy y Derek Hatch Gathering Together argumenta que los bautistas pueden y deben explorar tanto el legado de su propia tradición como las contribuciones de otros para abordar lo que llaman «la relativa escasez de recursos para los bautistas en los Estados Unidos relacionados con la práctica de la adoración».

Alternativamente, alguien que ha sido pentecostal de por vida puede sentirse atraído por el sentido de la tradición y la antigua continuidad en la iglesia ortodoxa oriental. El pentecostal podría explorar sus enseñanzas, en toda su profundidad de adoración y doctrina, y finalmente elegir convertirse en ortodoxo.

Winfield Bevins ha argumentado en su libro Ever Ancient, Ever New: The Allure of Liturgy for a New Generation que tales migraciones sinceras y reflexivas pintan una contranarrativa esperanzadora a la tendencia habitual de los jóvenes que simplemente dejan atrás la iglesia.

Pero lo que debe evitarse, creo, es migrar de una tradición a otra exclusivamente por sus formas externas, sin tener en cuenta el corazón de su doctrina. La estética de la adoración, por ejemplo, es algo bueno y vital, pero no deben exaltarse por encima de la sustancia de esa adoración, ni deben oscurecerla.

Si la moda de la liturgia puede separar las prácticas de adoración de su teología subyacente, existe un riesgo muy real de que abarataremos la liturgia y debilitemos su utilidad espiritual. La sospecha protestante histórica de la liturgia, a pesar de todos sus efectos secundarios negativos, tiene raíces bien intencionadas en su respuesta a la religiosidad ritualista espiritualmente muerta que prevaleció en la Edad Media.

Incluso la iglesia católica moderna reconoce este peligro. En 2019, el Papa Francisco advirtió a un grupo de cardenales sobre los peligros de la liturgia «hágalo usted mismo», y afirmó que la liturgia es «un tesoro vivo que no puede reducirse a sabores, recetas y corrientes… no es “el campo del hágalo usted mismo”, sino la epifanía de la comunión eclesial».

Cuando la práctica litúrgica personal no se une al discipulado holístico y al compromiso constante con una auténtica comunidad de otros seguidores serios de Cristo, puede convertirse rápidamente en poco más que una forma de automedicación habitual.

La liturgia a la carta puede ofrecer un sentido de consistencia en un mundo caótico, y tal vez ser ligeramente beneficiosa desde el punto de vista de la salud mental, pero como una forma de «practicar verdaderamente la presencia de Dios», pronto pierde su utilidad y se diluye tristemente.

Permítanme hacer un par de breves aclaraciones antes de ofrecer algunas posibles soluciones.

En primer lugar, esto no debe interpretarse como ningún tipo de postura defensiva contra las iglesias con formas más litúrgicas de culto. El meollo de la cuestión no es la «conversión» intra cristiana, sino el peligro de divorciar la doctrina de los rituales devocionales. Los líderes de la iglesia en ambos lados de la división litúrgica, en otras palabras, las iglesias que pierden miembros y las que ganan miembros, deben ser igualmente cautelosos con respecto a esta tendencia.

En segundo lugar, advertir contra la separación de la liturgia de su sustancia no es de ninguna manera sugerir que las expresiones congregacionales, litúrgicas o de otro tipo, sean simplemente una cubierta estética para la teología proposicional. Por el contrario, es precisamente porque las prácticas auténticas de oración y culto son tan centrales para la fe cristiana que debemos preservar la unidad y la integridad de la liturgia y la teología.

De hecho, cuando se entiende y practica adecuadamente, la liturgia es un tipo de teología, en la medida en que es un ejercicio de verdadera adoración y comunión con Dios. Esta unidad debe defenderse contra la erosión accidental que ocurre cuando los adoradores exploratorios bien intencionados descuidan pensar en el significado y el significado de ciertas oraciones o prácticas.

Con esta preocupación en mente, ¿a dónde debemos ir a partir de aquí?

Creo que debemos aspirar a reunificar la liturgia rica y rítmica con la profundidad de la verdad bíblica y la reflexión teológica que la inspiró. El Libro de Oración Común es poderoso y hermoso precisamente porque está tan cuidadosamente fundado en las palabras de las Escrituras y las convicciones teológicas de los reformadores ingleses como Thomas Cranmer.

El renacimiento actual de la adoración litúrgica, que es en muchos sentidos un redescubrimiento de las prácticas espirituales de adoración a lo largo de la historia de la iglesia, debe ir acompañado de nuestro redescubrimiento de la rica historia doctrinal y teológica de las respectivas denominaciones y tradiciones de las que surgieron estas prácticas.

En su libro Theological Retrieval for Evangelicals, el teólogo histórico y pastor bautista Gavin Ortlund sostiene que «podemos y debemos fortalecer la vitalidad del protestantismo evangélico al pensar en nuestra identidad histórica con un mayor escrutinio y autoconciencia, y hacer teología involucrándonos conscientemente con los credos clásicos, las confesiones y los textos teológicos de la iglesia».

¡Con este fin, hago una exhortación a las iglesias y a los cristianos para que profundicen en su herencia! Ya sea que seamos presbiterianos o pentecostales, ortodoxos o metodistas, nuestras iglesias están arraigadas en una tradición de creyentes fieles que las han precedido y han sentado las bases para la comunidad de discípulos. En lugar de cortar la rama en la que estamos sentados al distanciarnos de las etiquetas denominacionales, hagamos todo lo posible para aprender nuestra propia historia.

Así como Pablo instruyó a los corintios a imitarlo como él imitó a Cristo, así también nosotros podemos encontrar ejemplos de imitación fiel de Cristo en la historia de nuestra propia iglesia y tradición.

Busquemos credos, confesiones y catecismos que han dado forma a la teología de nuestra iglesia. Identifiquemos las oraciones, himnos y otras formas de adoración que surgieron de nuestra propia tradición. Puede que no todos sean de nuestro agrado, pero al menos nos orientarán con precisión mientras buscamos hallar nuestra propia posición en el tapiz de provisión misericordiosa que es la historia de la iglesia de Cristo.

Para aquellos en posiciones de liderazgo en nuestras iglesias, ofrezco una sugerencia adicional: ¡Enseñen la historia de su iglesia a sus miembros! Lo más probable es que muchos de sus feligreses no sepan casi nada sobre la historia individual de su iglesia y el legado denominacional más amplio. ¡Bien puede ser el caso de que los jóvenes creyentes se sientan históricamente desconectados no porque su iglesia carezca de una rica historia, sino simplemente porque nadie la ha compartido con ellos!

A medida que la próxima generación de cristianos redescubre las oraciones y alabanzas de nuestros predecesores, reintroduzcámonos nosotros mismos y a nuestras congregaciones a nuestra historia eclesiástica, en toda su diversidad y complejidad.

Si el Señor así lo permite, un amor renovado por nuestros propios legados litúrgicos demostrará ser una tendencia mucho más fructífera que abrir más cafeterías en las iglesias, y es mucho menos probable que deje manchas en la alfombra del santuario.

Benjamin Vincent es pastor de jóvenes y adultos jóvenes en la iglesia Journey of Faith Bellflower en Bellflower, California, y profesor de historia y teología en Pacifica Christian High School en Newport Beach.

Traducción por Sergio Salazar.

Edición en español por Livia Giselle Seidel.

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