History

El movimiento más diverso de la historia

El cristianismo ha sido un movimiento multicultural, multirracial y multiétnico desde sus inicios.

Christianity Today July 3, 2023
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Conocí a Senganglu Thaimei (Sengmei, para sus amigos) en Nueva Delhi, India. Nacida en la tribu Rongmei en el extremo noreste de la India, enseña literatura inglesa en la Universidad de Delhi y escribe historias que reimaginan los cuentos de su tribu a través de los ojos de las mujeres marginadas. A Sengmei le apasiona la preservación de la cultura tribal, cosa que es muy necesaria. Las tribus Naga fueron alcanzadas por misioneros occidentales en el siglo XIX. La cristianización trajo la occidentalización. Hoy, más del 80 por ciento de los rongmei son cristianos y las tradiciones tribales están decayendo.

Confronting Christianity: 12 Hard Questions for the World's Largest Religion (The Gospel Coalition)

Para muchos, esto sería una evidencia entre muchas de que el cristianismo es una religión occidental blanca exportada a la fuerza a otras culturas y que deja un rastro de destrucción cultural a su paso. Pero la historia completa de Sengmei añade capas de complejidad a la escena. Criada en un hogar no religioso, ella comenzó a seguir a Jesús cuando era adolescente gracias al testimonio de un amigo de su tribu. Hoy, ella es una cristiana apasionada y su esposo (de una tribu afín) es pastor de una iglesia multiétnica.

Además, mientras hablábamos de la historia de su tribu, Sengmei me advirtió que no les diera demasiado crédito a los misioneros occidentales. Los occidentales solo dejaron a un puñado de conversos Naga, y fueron ellos quienes luego evangelizaron efectivamente a sus tribus. Y aunque Sengmei lamenta profundamente las formas en que la cultura occidental se empaquetó ilegítimamente con el cristianismo, es igualmente clara al hablar de los efectos positivos de la cristianización, especialmente para las mujeres de su tribu.

Visité la India para reunirme con doce académicos cristianos. Diez procedían de las tribus Naga. En total hablaban siete lenguas indígenas. Pero cuando se trataba del cristianismo, hablaban con una sola voz. El antropólogo cultural y miembro de la tribu Naga, Kanato Chophy, lo expresó de la manera más radical cuando dijo: «Debemos abandonar esta idea absurda de que el cristianismo es una religión occidental».

Diverso desde el principio

Siglos de arte occidental que representa a Jesús como un hombre de piel clara pueden hacer que algunos de nosotros olvidemos que Él era un judío del Medio Oriente que vivió bajo el opresivo dominio romano y cuyos seguidores fueron llamados «cristianos» por primera vez en Antioquía, cuyas ruinas se encuentran en la actual Turquía. El cristianismo no vino de Occidente.

Pero tampoco estaba limitado a su cultura de origen. La vida y las enseñanzas de Jesús escandalizaron a sus hermanos judíos precisamente por traspasar sus fronteras raciales y culturales. Por ejemplo, el héroe de la parábola del buen samaritano provenía de un grupo étnico odiado. Jesús instruyó a sus discípulos: «Vayan y hagan discípulos de todas las naciones» (Mateo 28:19). Ellos comenzaron inmediatamente.

En Hechos, vemos al Espíritu Santo dando poder a los apóstoles para evangelizar a personas «procedentes de todas las naciones de la tierra» (Hechos 2:5), incluidas aquellas de los actuales Irán, Iraq, Turquía y Egipto (Hechos 2:5–11). Este movimiento del Espíritu a fin de que los apóstoles se comunicaran en el idioma del corazón de los que escuchaban es una evidencia, entre muchas, de que el cristianismo es un movimiento multicultural y multilingüe. De hecho, ¡la Biblia misma es multilingüe!

El Antiguo Testamento está en hebreo y el Nuevo Testamento en griego. Pero la lengua materna de Jesús era el arameo, y los judíos palestinos del primer siglo accedían principalmente a las Escrituras hebreas a través de traducciones al arameo. Vemos rastros del primer lenguaje de Jesús en Marcos, cuando resucita a una niña (Marcos 5:41), cuando sana a un hombre sordo (7:34) y cuando clama a su Padre en la cruz (15:34). El cargo criminal publicado en la cruz («Jesús de Nazaret, Rey de los judíos») fue escrito en tres idiomas: arameo, latín y griego, para incluir los idiomas relevantes de la época (Juan 19:20). Pero no hay un único lenguaje del cristianismo.

La diversidad de la iglesia primitiva

Es un error común pensar que el cristianismo llegó por primera vez a África a través de misioneros blancos en la era colonial. En el Nuevo Testamento, conocemos a un hombre africano altamente educado que se convirtió en seguidor de Jesús muchos siglos antes de que el cristianismo penetrara en Gran Bretaña o América. En Hechos 8, Dios dirige al apóstol Felipe al carro de un eunuco etíope. El hombre era «alto funcionario encargado de todo el tesoro de la Candace, reina de los etíopes» (Hechos 8:27). Felipe escucha la lectura que el etíope iba leyendo del Libro de Isaías, e inmediatamente después le explica que Isaías estaba profetizando acerca de Jesús. El etíope inmediatamente acepta a Cristo y pide ser bautizado (Hechos 8:26–40).

No sabemos cómo respondió la gente cuando el eunuco etíope llevó el evangelio a casa. Pero sí sabemos que en el siglo IV, dos hermanos esclavos precipitaron la cristianización de Etiopía y Eritrea, lo que condujo a la fundación del segundo estado oficialmente cristiano del mundo. También sabemos que el cristianismo echó raíces en Egipto en el primer siglo y en el segundo siglo se extendió a Túnez, Sudán y otras partes de África.

Además, África engendró a varios de los primeros padres de la iglesia, incluido uno de los teólogos más influyentes en la historia cristiana: el erudito del siglo IV Agustín de Hipona. Del mismo modo, Iraq fue el hogar de una de las comunidades cristianas más antiguas del mundo, misma que perduró hasta que fueron diezmados por la persecución. Y volviendo a la patria de Sengmei, lejos de ser alcanzada solo en la era colonial, la iglesia en la India reclama un linaje que se remonta al primer siglo. Si bien esto es imposible de verificar, el destacado erudito Robert Eric Frykenberg concluye: «Parece seguro que hubo comunidades cristianas bien establecidas en el sur de la India a más tardar en los siglos III y IV, y quizás mucho antes». Por lo tanto, el cristianismo probablemente echó raíces en la India siglos antes de la cristianización de Gran Bretaña.

Cada tribu, lengua y nación

Muchos de nosotros asociamos el cristianismo con el imperialismo occidental blanco. Hay razones para esto, y algunas de ellas son bastante feas y lamentables. Pero la mayoría de los cristianos del mundo no son ni blancos ni occidentales. De hecho, el cristianismo es cada día menos blanco y occidental.

Hoy en día, el cristianismo es el sistema de creencias más grande y diverso del mundo, que representa la distribución racial y cultural más uniforme, con un número aproximadamente igual de personas que se identifican a sí mismos como cristianos en Europa, América del Norte, América Latina y el África subsahariana. Más del 60 por ciento de los cristianos viven en el Sur del globo terrestre, y el centro de gravedad del cristianismo en las próximas décadas probablemente será cada vez menos occidental.

Según el Pew Research Center, para 2060, el África subsahariana podría albergar al 40 por ciento de las personas que se identifiquen a sí mismos como cristianos. Y aunque China es actualmente el centro mundial del ateísmo, el cristianismo se está extendiendo allí tan rápidamente que China podría tener la población cristiana más grande del mundo para el año 2025, y podría ser un país de mayoría cristiana para 2050, según el sociólogo Fenggang Yang de la Universidad de Purdue.

Para ser claros, el hecho de que el cristianismo haya sido un movimiento multicultural, multirracial y multiétnico desde sus inicios no excusa las formas en que los occidentales han abusado de la identidad cristiana para aplastar a otras culturas. Después de la conversión del emperador romano Constantino en el siglo IV, el cristianismo occidental pasó de ser la fe de una minoría perseguida a estar vinculada al poder político de un imperio, y el poder es quizás la droga más peligrosa de la humanidad.

Pero, irónicamente, nuestro hábito de equiparar el cristianismo con la cultura occidental es en sí mismo un acto de parcialidad occidental. El último libro de la Biblia pinta un cuadro del fin de los tiempos, en el que «apareció una multitud tomada de todas las naciones, tribus, pueblos y lenguas» adorando a Jesús (Apocalipsis 7:9). Esta fue la visión multicultural del cristianismo desde el principio. A pesar de todos los giros equivocados que tomaron los cristianos occidentales en los últimos 2000 años, cuando observamos el crecimiento de la iglesia a nivel mundial hoy en día, no es una locura pensar que la visión apocalíptica finalmente podría realizarse. Entonces, prestemos atención a la teología bíblica, la historia de la iglesia y la sociología contemporánea de la religión y, como dijo mi amigo Kanato Chophy, abandonemos esta idea absurda de que el cristianismo es una religión occidental.

Rebecca McLaughlin tiene un doctorado de la Universidad de Cambridge y una licenciatura en teología del Oak Hill College de Londres. Rebecca es cofundadora de Vocable Communications y exvicepresidenta de contenido en Veritas Forum. Contenido adaptado de Confronting Christianity: 12 Hard Questions for the World’s Largest Religion por Rebecca McLaughlin, ©2019. Usado y traducido con permiso de Crossway, un ministerio editorial de Good News Publishers, Wheaton, IL 60187. www.crossway.org

Traducción por Sergio Salazar.

Edición en español por Livia Giselle Seidel.

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A medida que el éxodo de iglesias metodistas llega a 5800, algunas encuentran caminos bloqueados

(ACTUALIZACIÓN) Los costos y las complicaciones de la desafiliación de la UMC están dejando a muchas congregaciones estancadas.

Christianity Today June 28, 2023
Ilustración por Rick Szuecs / Source images: Envato / CCO

Nota del editor: Esta historia incluye información sobre las desafiliaciones hasta el 16 de junio de 2023.

Carolyn Moore asumió que su iglesia en Evans, Georgia, sería una de las congregaciones que se desafiliarían de la Iglesia Metodista Unida de los Estados Unidos (UMC, por sus siglas en inglés). Hasta el 16 de junio de 2023, más de 5800 iglesias se han separado a causa de las profundas fisuras en la denominación, que incluyen la aceptación LGBT y las estructuras de autoridad metodista.

Sin embargo, durante mucho tiempo pensó que la iglesia Mosaic, perteneciente a la UMC, iba a quedarse estancada en la denominación.

Moore, pastora principal de Mosaic, esperó instrucciones sobre el proceso de desafiliación en la Conferencia Anual del Norte de Georgia, el organismo regional de la UMC que les había dicho a las iglesias que podían enviar un aviso de su intención de desafiliarse a partir del 1 de enero de 2023, pero la conferencia detuvo el proceso de desafiliación antes de que comenzara.

Los líderes de la región norte de Georgia enviaron un correo electrónico a los pastores en diciembre de 2022 diciendo que les preocupaba que las iglesias locales se hubieran basado en «declaraciones y materiales engañosos, difamatorios y falsos» para tomar su decisión de irse y unirse a una nueva denominación metodista, la Iglesia Metodista Global (GMC) (por sus siglas en inglés), refiriéndose al alegato como «antitético al concepto de una salida sana».

Moore dijo que hizo «un centenar de llamadas telefónicas en las semanas posteriores a ese correo electrónico, con la esperanza de encontrar algún compañero con quien hablar que pudiera ayudar a abrirnos camino», pero nadie en el liderazgo de la conferencia dio un paso al frente.

Hasta la fecha, aproximadamente el 20 por ciento de las aproximadamente 30 000 congregaciones metodistas en los EE. UU. se han desafiliado por causas listadas en el párrafo 2553 de su Libro de Disciplina. Pero hay cientos más, como Mosaic, cuyos miembros quieren irse, pero no pueden.

La decisión de pausar el proceso para las iglesias en la Conferencia Anual del Norte de Georgia no solo retrasó el cronograma, sino que también significó que podían perder cualquier posibilidad de desafiliarse a través del proceso formal que permite a las iglesias conservar su propiedad. La adición de la denominación a su Libro de Disciplina que permite la desafiliación «por cuestiones relacionadas con la sexualidad humana» tiene fecha de expiración, misma que llegará a fines de 2023. Y dado que un paso en el proceso de salida es la conferencia anual que aprueba la partida de una iglesia, las iglesias deben votar su desafiliación antes de que se lleve a cabo la conferencia anual.

Algunas conferencias anuales están agregando reuniones adicionales a sus agendas para procesar todas las solicitudes de desafiliación de las iglesias. Otros son menos tolerantes. En marzo, la Conferencia de Carolina del Norte anunció que cerraría la Fifth Avenue United Methodist Church of Wilmington antes de que tuviera lugar la votación de la congregación para desafiliarse. El liderazgo de la conferencia dijo en un comunicado que la decisión se tomó después de «una cuidadosa consideración y un discernimiento en oración». Sin embargo, los miembros de la iglesia quedaron atónitos al enterarse que su congregación de 170 años dejaría de existir.

«Fifth Avenue nunca pidió, aceptó o quiso cerrar. Ninguno de sus miembros tuvo la oportunidad de participar en la decisión de cerrar la iglesia», dijo el miembro Justin Pope en un comunicado.

Incluso cuando una congregación lleva a cabo el debido proceso, puede terminar en un lugar de profunda ambigüedad. La iglesia Tri-Lakes afiliada a UMC, en Monument, Colorado, se encuentra en esta especie de limbo.

La congregación votó desafiliarse de la UMC. Aunque el 56 por ciento de la congregación eligió irse, la iglesia no alcanzó el umbral de los dos tercios necesario para que se aprobara la votación.

Un pequeño grupo a favor de la desafiliación, alrededor de una décima parte de los que votaron, se fue para plantar una iglesia conservadora en un pueblo cercano. El pastor Bob Kaylor sospecha que muchos de los 175 que votaron para desafiliarse los seguirán. Él ha alentado a los miembros de Tri- Lakes a quedarse y ver qué pasa después en la iglesia. Sin embargo, él también se irá en mayo. Después de 13 años en Tri-Lakes, aceptó un puesto en una iglesia que, a su vez, votó para desafiliarse.

Cada elección presenta desafíos, dijo.

Permanecer en la UMC «va a ser un desafío financiero y en términos de personas y recursos. Oro por ellos y espero que puedan sostener y llevar a cabo la visión que tienen para el futuro», dijo Kaylor. «También será un desafío para aquellos que se van. Conectarse a una nueva iglesia o comenzar una nueva iglesia es difícil, además de que las personas cargan con su dolor y sus cicatrices».

Scott Field observa que las iglesias a favor de la desafiliación están tomando cualquier ruta de salida disponible. Al norte de Illinois, el líder de la Wesleyan Covenant Association está trabajando con 14 iglesias en su región. Solo una ha podido completar todos los requisitos para la desafiliación.

Es posible que las otras 13 iglesias no lo logren, porque la votación será demasiado reñida o los costos serán demasiado altos. El párrafo 2553 dice que las iglesias que se separan deben pagar a la denominación un tercio del valor de sus activos y propiedades.

Cuando una congregación no cuenta con suficientes votos para desafiliarse, dijo Field, los miembros conservadores pueden irse y comenzar nuevas congregaciones. A veces, los miembros conservadores de varias congregaciones se unen para iniciar una nueva iglesia.

En otras situaciones, los conservadores se unen a otras congregaciones locales. Field los llama los «metodistas deambulantes», los que salen por la puerta lateral.

Para las iglesias en el norte de Illinois que intentan y fracasan al navegar el proceso de desafiliación, la palabra «estancamiento» no transmite el nivel de profunda frustración que sienten.

«Sienten que el sistema está manipulado en su contra, sus líderes son corruptos y la conferencia solo quiere su dinero», dijo Field.

Sin otras opciones, las iglesias en el norte de Georgia presentaron una demanda contra la conferencia el 30 de marzo como la única medida disponible para llevar al liderazgo de la conferencia a la mesa de negociaciones.

David Gibbs representó a 186 iglesias en el norte de Georgia. También ha representado a iglesias en litigios contra la UMC en Florida y Carolina del Norte, aunque ambos casos han sido desestimados.

En su fallo, el juez George Wright desestimó el caso que presentaron 71 iglesias de Florida contra la Conferencia Anual de Florida. Reconoció que los demandantes podrían tener un caso legítimo, pero según la ley de Florida, los tribunales civiles no tienen jurisdicción para adjudicar asuntos de gobierno de la iglesia.

En sus videoconferencias con las iglesias que representa, Gibbs nota la frustración y el dolor de los miembros que no pueden entender por qué sus líderes en las conferencias anuales hacen tan difícil el proceso.

«Si quisieran, ellos podrían permitir que estas iglesias se fueran sin tener que pagar nada a cambio», dijo.

A pesar de la frustración, los pastores que se desafiliaron quieren ver que la UMC siga llevando a cabo un ministerio vibrante que glorifique a Dios, incluso cuando no sean parte de él.

Stephen Sparks, pastor de la iglesia Maples Memorial afiliada a UMC en Olive Branch, Mississippi, siente el llamado a alinearse con la Iglesia Metodista Global. En su caso, más de la mitad de los miembros de su congregación también pensaron que la iglesia no debería estar con la UMC, pero el proceso para desafiliarse fracasó por escasos 20 votos.

Algunos miembros de Maples votaron para quedarse porque no vieron una razón teológica para irse; otros quisieron mostrar lealtad a la denominación que siempre han llamado hogar. Y Sparks piensa que algunos se desanimaron por el precio de la desafiliación de casi 600,000 USD que habían estimado los líderes de la conferencia anual.

Al igual que Kaylor en Colorado, Sparks dejará su congregación afiliada a UMC y encontrará un lugar para servir dentro de la GMC. Pero, espera que a la iglesia Maples afiliada a UMC le vaya bien al igual que a la denominación en general.

«Esta es una oportunidad de realineamiento tanto para la Iglesia Metodista Global como para la Iglesia Metodista Unida para ser quienes están llamados a ser y hacer un gran ministerio», dijo. «Hay personas al otro lado, teológicamente hablando, a las que amo mucho, y somos grandes amigos. Lo único que cambiará es que va a ser más difícil vernos».

La frustración de Moore con la Conferencia Anual del Norte de Georgia se ve agravada por sus relaciones personales con personas en el liderazgo, acerca de quienes cree que son buenas personas.

«Estos son seguidores de Jesús», dijo. «No son el enemigo. Simplemente tenemos este desacuerdo sobre el futuro de la UMC, y esto nos ha puesto en un lugar en el que ninguno de nosotros esperaba estar».

A medida que se acercaba la fecha límite para desafiliarse, existía la posibilidad inminente de que la iglesia Mosaic permaneciera donde ha estado, atrapada en una denominación, sin salida.

Finalmente, un juez de Georgia dictaminó que la UMC no puede simplemente «pausar» el proceso de desafiliación. De hecho, el juez de la Corte Superior del condado de Cobb, J. Stephen Schuster, dictaminó que la Conferencia del Norte de Georgia «tiene el deber» de ayudar a cualquier iglesia que desee salirse.

El 13 de junio, la iglesia Mosaic realizó una votación congregacional. El noventa y cinco por ciento dijo que quería dejar la UMC.

Corrección: El párrafo 2553 no requiere que las congregaciones desafiliadas paguen un porcentaje fijo de los activos de la iglesia y el valor de la propiedad. El consejo de administración de una conferencia puede establecer ese requisito.

Megan Fowler es escritora en Pensilvania.

Traducción por Sergio Salazar.

Edición en español por Livia Giselle Seidel.

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Theology

Lo que los árboles nos enseñan sobre la vida, la muerte y la resurrección

Además de Dios y las personas, los árboles son los seres vivos más mencionados en la Biblia.

Christianity Today June 23, 2023
Veeterzy / Unsplash

Siempre me han gustado los árboles. Me encanta su aspecto, su sombra, el sonido del viento en sus hojas y el sabor de cada fruto que producen. Cuando era estudiante de primaria, planté árboles por primera vez con mi padre y mi abuelo, y los he seguido plantando desde entonces. Una vez, mientras me preparaba para ser médico, mi esposa y yo arbolamos toda la calle donde vivíamos. Pero hace poco más de diez años, cuando me ofrecí a plantar árboles en nuestra iglesia, uno de los pastores me dijo que tenía la teología de «un abrazador de árboles». No buscaba hacerme un cumplido.

La iglesia era conservadora. Creía que la Escritura es la Palabra de Dios inspirada e infalible. Por eso fuimos allí. Como me explicó un miembro: «Una vez que llegas a esa pendiente resbaladiza del liberalismo, quién sabe dónde terminarás».

Mi primera reacción al comentario del pastor fue: «Tal vez estoy equivocado. Tal vez a Dios no le importan los árboles».

En ese entonces, toda nuestra familia era nueva en el cristianismo. Mi hija aún no se había casado con un pastor. Mi hijo no era un pediatra misionero en África y yo aún tenía por delante llegar a escribir libros sobre teología aplicada y predicar en más de mil universidades e iglesias en todo el mundo. ¿Qué sabía yo sobre la teología de los árboles?

Pero desde que conocí el evangelio por primera vez poco después de los 40 años, la Biblia ha sido mi brújula. Entonces, cuando me llamaron «un abrazador de árboles», recurrí a las Escrituras para orientarme.

Dios ama los árboles

Además de las personas y Dios, los árboles son los seres vivos más mencionados en la Biblia. Hay árboles en el primer capítulo de Génesis (v. 11–12), en el primer salmo (Salmo 1:3) y en la última página de Apocalipsis (22:2). Y como para resaltar todos estos árboles, la Biblia se refiere a la sabiduría como un árbol (Proverbios 3:18).

Cada personaje principal y cada evento teológico importante en la Biblia está asociado con un árbol. La única excepción a este patrón es José, y en el caso de José, la Biblia le hace el mayor cumplido: José es un árbol (Génesis 49:22). De hecho, Jeremías insta a todos los creyentes a ser como un árbol (17:7–8).

La única descripción física de Jesús en la Biblia ocurre en Isaías. «¿Quieres reconocer al Mesías cuando llegue?» pregunta Isaías. «Busca al hombre que parece un arbolito que crece en tierra estéril» (53:2, paráfrasis propia).

¿Crees que los árboles son hermosos? Estás en buena compañía. Dios también ama los árboles. Al resaltar cada oración que contiene un árbol en los primeros tres capítulos de Génesis, uno puede tener una buena idea de lo que Dios piensa acerca de los árboles. Casi un tercio de las oraciones contienen un árbol.

Génesis 2:9 declara que los árboles son «atractivos a la vista». Este estándar estético no vacila a lo largo de la Biblia. Ya sea que Dios esté instruyendo a su pueblo sobre cómo hacer candelabros (Éxodo 25:31–40), decorar las molduras del templo (1 Reyes 6), o hacer el dobladillo de la túnica del sumo sacerdote (Éxodo 28:34), el estandarte de la belleza es un árbol (y sus frutos). Si tuviéramos que examinar el asiento más cómodo en una casa hoy en día, lo más probable es que esté frente a un televisor. En el cielo, el trono de Dios mira hacia un árbol (Apocalipsis 22:2–3).

En Génesis 2, Dios hace dos cosas con sus propias manos. Primero, forma a Adán y sopla el aliento de vida en sus fosas nasales (v. 7). Luego, antes de que Adán pueda exhalar, Dios se da la vuelta y planta un jardín (v. 8). Es aquí, debajo de los árboles, que Dios amorosamente coloca a Adán, y le asigna como trabajo que «lo cultivara y lo cuidara» (v. 15, NVI). Los árboles tienen sus únicas tareas divinamente establecidas para cumplir. Dios les encarga mantener vivos a los humanos (Génesis 1:29), darles un lugar para vivir (Génesis 2:8) y proporcionarles alimento para sustentarlos (v. 16).

Por extraño que parezca, las Escrituras retratan continuamente a los árboles como cosas que se comunican. Aplauden (Isaías 55:12), cantan de gozo (1 Crónicas 16:33) e incluso discuten (Jueces 9:7–15). Lo que hace que este patrón sea especialmente extraño es que las criaturas que obviamente se comunican, como los peces o las aves, son prácticamente mudas en la Biblia. Durante los miles de años que las personas han estado leyendo la Biblia, esto se ha hecho pasar como mera poesía. Pero en las últimas dos décadas, los arboricultores han descubierto algo fascinante acerca de los árboles: realmente se comunican. Cuentan, comparten recursos y hablan entre sí mediante un sistema denominado «Wood Wide Web».

El bosque que desaparece

A pesar del verdadero bosque de árboles en las Escrituras, la mayoría de las personas hoy en día nunca han escuchado un sermón sobre los árboles. Este no fue siempre el caso. Eche un vistazo a algunos de los títulos de los sermones de Charles Spurgeon y verá una indicación de lo que las personas escuchaban desde el púlpito a mediados y finales del siglo XIX: «Cristo, el Árbol de la Vida», «El árbol en la corte de Dios», «Los cedros del Líbano», «El manzano en el bosque», «La belleza del olivo», «El sonido en las moreras», «El árbol sin hojas», etc. Spurgeon, el «príncipe de los predicadores», no tuvo dificultad para ver tanto el bosque como los árboles en las Escrituras.

No solo han desaparecido los árboles de nuestros sermones: también están desapareciendo de las Biblias. En mi estante se encuentra una Biblia de estudio King James, publicada en la época de Spurgeon, que contiene más de 20 páginas sobre el tema de los árboles y las plantas, incluidas múltiples ilustraciones completas de árboles. En 2013, el mismo editor publicó una edición actualizada que omite todas estas páginas de comentarios. En el índice, enumera solo tres referencias bajo «árbol»; el índice de otra Biblia de estudio aún más reciente en mi estante no contiene ninguna entrada para la palabra «árbol».

Si los árboles alguna vez fueron un lugar común en los sermones y las Biblias de estudio, también fueron elementos fijos en la literatura cristiana. Si retrocedemos más de mil años a una de las piezas más antiguas de la literatura inglesa, El sueño de la Cruz, escucharemos la historia de la Pasión contada desde el punto de vista de un árbol.

Incluso en tiempos más recientes, escritores cristianos de ficción como George MacDonald, J. R. R. Tolkien y C. S. Lewis infundieron su trabajo con la teología de los árboles basada en la Biblia. Ya sea la imagen del cielo de MacDonald en Más allá del viento del norte, el refugio de árboles de Tolkien llamado Lothlórien en la Tierra Media, o la respuesta de los árboles cuando Aslan está en movimiento en Las crónicas de Narnia de Lewis, cada autor pinta una imagen de shalom entre los árboles. Los buenos viven debajo, dentro y alrededor de los árboles. Valoran, protegen e incluso hablan con los árboles. En contraste, los personajes malvados como Tash y Sauron son claros cortadores de árboles. ¡Encontramos incluso árboles que hablan!

¿Qué explica la creciente ausencia de árboles en la imaginación cristiana moderna? Las razones son muchas y complejas, pero lo más probable es que se centre en el resurgimiento de la herejía del dualismo del primer siglo: el mundo creado por Dios es malo, y solo las cosas espirituales reflejan la gloria de Dios. Uno de los principales defectos de esta filosofía es que menosprecia todas las cosas que Dios llamó «buenas» en la creación. Como dijo Pablo a los romanos, no tienes excusa para no creer en Dios si has estado paseando por el bosque. A través de la naturaleza, nos enfrentamos a una evidencia inequívoca del poder y la gloria de Dios (ver Romanos 1:19-20). Si los árboles y el resto del mundo de Dios fueran inherentemente corruptos, la afirmación de Pablo sería errónea.

Volviendo al Árbol de la Vida

El problema de eliminar los árboles de nuestra teología es que Dios los puso en la Biblia por una razón. Había dos árboles en el centro del Jardín del Edén. Uno (el Árbol de la Vida), representaba la conexión de la humanidad con lo divino y lo eterno. El otro (el árbol del conocimiento del bien y del mal) representaba la acción humana y la posible rebelión. Cuando Adán y Eva comieron del árbol equivocado, trataron de encubrir su crimen desnudando los mismos árboles que se les había encargado proteger (Génesis 2:15; 3:7). Su siguiente movimiento fue correr y esconderse detrás de ellos (Génesis 3:8). El capítulo tres de Génesis concluye con la expulsión de Adán y Eva del Jardín. ¿Qué es la Biblia, entonces, sino una historia de Dios satisfaciendo la necesidad de la humanidad de un Salvador para reunirnos con el Árbol de la Vida?

Sin árboles en la Biblia, las aguas de Mara habrían permanecido amargas para siempre (Éxodo 15:25), el gigante de Gat no habría sido expulsado del juego (1 Samuel 17:43), y David habría perdido su llamado a la batalla (1 Crónicas 14:15). Débora no habría tenido lugar para juzgar a Israel (Jueces 4:5), y Dios no habría llamado a su pueblo para que fueran robles de justicia (Isaías 61:3). No habría habido un bosque de almendros (Luz, renombrada Betel, significa ‘árbol de almendras’) para que Jacob se durmiera y soñara con una escalera de madera que cruza el abismo entre el cielo y la tierra (Génesis 28:10-19), y Job no habría pronunciado su famoso verso sobre los árboles y la resurrección (Job 14:7). Lo que es más importante, sin árboles, sería imposible entender la Caída o la muerte expiatoria de Jesús.

Isaías predijo que el pueblo de Dios no se daría cuenta del «vástago tierno» que Él había plantado para su salvación (Isaías 53:2), una predicción cumplida en el primer capítulo del evangelio de Juan. Esta es la escena en la que Felipe fue a Natanael y le dijo: «Hemos encontrado a Jesús de Nazaret, el hijo de José, aquel de quien escribió Moisés en la ley, y de quien escribieron los profetas» (Juan 1:45). Nathaniel respondió: « ¿Acaso de allí puede salir algo bueno?». «Ven a ver», instó Felipe (v. 46). Cuando Jesús vio a Natanael acercarse, dijo: «Aquí tienen a un verdadero israelita en quien no hay falsedad» (v. 47). Jesús podría haber dicho con la misma facilidad: He aquí un Israel (uno que ha luchado con Dios y perseverado) en el que ya no queda un Jacob (engañador). Natanael ciertamente recibió el cumplido.

Anteriormente, Jesús había visto a Natanael debajo de una higuera (Juan 1:48). La Biblia no registra lo que Natanael estaba orando en el momento en que Jesús lo vio, pero la mera mención de la ocasión le hizo saber a Natanael sin lugar a duda que Jesús era el Mesías. Quizás Natanael le había suplicado al Señor que viera al Mesías durante su vida. Incluso podría haber ido tan lejos como para recordarle a Dios su estudio de los profetas en un esfuerzo por reconocer al Mesías.

Pero Natanael había olvidado las palabras del profeta Isaías: «Creció en su presencia como vástago tierno, como raíz de tierra seca. No había en él belleza ni majestad alguna; su aspecto no era atractivo y nada en su apariencia lo hacía deseable» (53:2). Como predijo Isaías, algo grande saldría de un pueblo que lleva el nombre de un arbolito: ¡Nazaret!

Jesús continuó diciéndole a Natanael que vería la escalera que Jacob soñó hace mucho tiempo: «Ciertamente les aseguro que ustedes verán abrirse el cielo, y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre» (Juan 1:51). Un plan de rescate que involucraba árboles se había estado desarrollando a tiempo, lo reconociera Natanael o no.

Así que no sorprende que Jesús hablara de árboles que son arrancados de raíz y arrojados al mar por la fe (Lucas 17:6). Tampoco sorprende que hablara de sus discípulos dando fruto (Juan 15:8) o les instruyera a permanecer en Él, como ramas que dan fruto en una vid que da vida (Juan 15:4-6). Como dijo Pablo, los creyentes son como una rama o un vástago injertado en un árbol (Romanos 11:17–18).

Jesús es un carpintero fuerte, del tipo que puede levantar dos láminas de madera contrachapada de tres cuartos de pulgada por sí mismo. Es difícil de matar. Desde el momento en que nació, sus enemigos se dedicaron a tratar de matarlo. Intentaron matarlo cuando era un bebé (Mateo 2:16–18), apedrearlo (Juan 10:31–39) y arrojarlo por un precipicio (Lucas 4:29), pero no funcionó. Jesús podía pasar 40 días sin comer, subirse al ring con el oponente más duro del planeta y salir victorioso después de tres asaltos (Mateo 4:1–11). No tenía sentido tratar de ahogarlo: Él también saldría bien librado de eso (Mateo 14:22-33).

No. Lo único que podía dañar al carpintero de Nazaret era un árbol. ¿Por qué? Porque maldito es el que es colgado de un madero (Deuteronomio 21:23, Gálatas 3:13). No el que es apuñalado, apedreado o quemado. (Tenga en cuenta que, en hebreo, la palabra que se usa para horca y para árbol es la misma). Sin árboles, no hay resurrección, ni Buenas Nuevas en la mañana de Pascua. La cruz es realmente un Árbol de la Vida aserrado por el pecado del hombre. Sin embargo, la sangre de Jesús hizo que un árbol muerto que los romanos usaban como instrumento de tortura creciera hasta convertirse en el símbolo de la vida eterna: el Árbol de la Vida. Jesús es el Árbol de la Vida, y un día sus seguidores comerán de las hojas de este árbol y serán sanados (Apocalipsis 22:2,14).

Un nuevo tipo de puerta

Empecé la vida como carpintero. En realidad, nunca dejé de serlo. En los últimos años, he remodelado por completo la casa en la que vivo: puertas, pisos y todo.

Una parte de la carpintería que marca la diferencia entre el guerrero de fin de semana y el profesional es colgar puertas sólidas comenzando desde cero. Las puertas, a lo largo del tiempo y en todas las culturas, son notablemente similares. Se cuelgan haciendo uso de bisagras y se cierran sobre un poste. Una puerta está rematada por un dintel o, como dice la Biblia, una puerta tiene dos postes laterales y está rematada por un dintel (Éxodo 12:22). Cuando la sangre del cordero pascual fue aplicada a estas tres tablas en el momento del Éxodo, la puerta se cerró y el ángel de la muerte no pudo entrar.

En una celebración de Pascua hace 2000 años, Jesús hizo una puerta nueva y muy extraña. Sin duda, es una puerta estrecha. A diferencia de todas las otras puertas que requieren tres tableros, utiliza solo dos: una pieza vertical y otra horizontal. Cuando la sangre de Jesús se aplica a estos dos trozos de madera cruzados, se abre la puerta al cielo. Y no hay otra forma de abrirla.

Creo que la Biblia tiene un bosque de árboles porque los árboles nos enseñan sobre la naturaleza de Dios. Al igual que un árbol, Dios está dando constantemente. Los árboles han estado dando vida mucho antes de que los seres humanos tuvieran idea de que existía el oxígeno. Los árboles dan vida, belleza, alimento y sombra. El escritorio sobre el que escribo está hecho de arces muertos. Con razón, Dios usa árboles para instruirnos sobre la vida, la muerte y la resurrección. Los árboles, como Dios, dan vida incluso después de la muerte.

Uno pensaría que Jesús podría haber tenido algo en contra de los árboles después de ser crucificado. Pero ese no parece ser el caso. En la mañana de Pascua, cuando María bajó a poner flores en la tumba, tenía los ojos enrojecidos por el llanto. Miró hacia arriba y vio a Jesús. Ella no lo confundió con un soldado, con un burócrata o con un comerciante. Ella lo confundió con un jardinero (Juan 20:15). Esto no fue un error. Él es el nuevo Adán, de vuelta en el trabajo donde falló el viejo Adán: arreglar y cuidar el jardín. Su invitación para nosotros en el último capítulo de la Biblia es que guardemos sus mandamientos, para que podamos encontrarnos con Él en un árbol: el Árbol de la Vida que está delante del trono de Dios, con ramas que dan fruto en cada estación, y hojas que sanan a las naciones.

Una inversión en el futuro de la humanidad

Los que plantan o protegen árboles por su fe están en buena compañía. De hecho, la iglesia en la que se sospechaba que yo tenía tendencias de abrazar árboles, finalmente plantó árboles en sus terrenos. Además, el logo de la iglesia ahora incluye un Árbol de la Vida. Creo que esta respuesta es emblemática de lo que sucederá cuando los cristianos redescubran los árboles que Dios plantó en las Escrituras y reforesten su fe.

Abraham fue la primera persona en la Biblia en plantar árboles. En ese momento, Abraham no poseía ni un pedacito de tierra. Bíblicamente, la plantación de árboles comenzó como un acto de fe desinteresado. «Y plantó Abraham un bosque en Beer-seba, é invocó allí el nombre de Jehová Dios eterno» (Génesis 21:33, RVA). En virtud de la forma en que funcionan los árboles, el acto de Abraham hizo del mundo un lugar mejor.

Hoy en día entendemos el papel de los árboles en los ciclos globales de oxígeno, carbono y agua. Pero todo eso era desconocido para Abraham. No obstante, la arboleda de Abraham es una bendición para todas las familias del mundo (ver Génesis 12:3). Abraham plantó para la próxima generación, y la siguiente.

El Antiguo Testamento termina con una advertencia para pensar a largo plazo y dar gracias por los que van delante de nosotros. Los corazones de una generación deben volverse hacia los corazones de la siguiente, y viceversa (ver Malaquías 4:6). Solo el Señor conoce la mente de un hombre, pero en el caso de Abraham, la plantación y la protección de los árboles fueron evidencia tangible de lo que había en su corazón. El pensamiento a largo plazo es piadoso. El pensamiento a corto plazo no lo es. Quizás esta sea otra razón por la que el primer salmo dice que el justo se parece a un árbol.

De hecho, el escritor del primer salmo ofrece una de las ideas más claras sobre el pensamiento de Dios sobre los árboles. El rey David bailó y gritó de alegría cuando el arca que contenía la Biblia, una vasija de maná y una rama de almendro fue trasladada al tabernáculo que había preparado. Entonces, escribió una canción de acción de gracias para celebrar la ocasión. La canción espera la segunda venida del Mesías. Incluso los árboles se unen a la celebración: «¡Que los árboles del campo canten de gozo ante el Señor, porque él ha venido a juzgar a la tierra!» (1 Crónicas 16:33). La Biblia dice que muchas personas se esconderán debajo de las rocas para evitar el juicio en la Segunda Venida, pero no los árboles. Finalmente, tienen su día en la corte y saben exactamente cuál será el veredicto.

Creo que Jesús volverá para juzgar a vivos y muertos, como dice la Biblia. Pero ¿qué pasa con aquellos que argumentan que el regreso del Señor nos libera de cualquier preocupación por los árboles? «Todos los recursos», dicen, «deberían destinarse a la evangelización».

Si alguien cree esto y actúa en consecuencia, digo: «¡Amén!». Pero demasiado a menudo este sentimiento se expresa con toda la sinceridad de Judas Iscariote abogando por los pobres, cuando María ungió a Jesús con un perfume fino (ver Juan 12:1-8).

Los árboles son la inversión de Dios en el futuro de la humanidad. Son el único ser vivo al que Dios le regala un anillo en cada cumpleaños. Solo Él sabe el momento exacto del regreso de Cristo. Espero que sea mañana por la mañana. Pero, mientras tanto, plantaré árboles que tardarán un siglo en crecer y trataré de difundir el evangelio como si no hubiera un mañana.

Matthew Sleeth, MD, es orador, autor y director ejecutivo de Blessed Earth, una organización que promueve la mayordomía de la creación. Es autor de Reforesting Faith: What Trees Teach Us About the Nature of God and His Love for Us [Reforestando la fe: lo que los árboles nos enseñan sobre la naturaleza de Dios y su amor por nosotros] (Water Brook).

Traducción por Sergio Salazar y Livia Giselle Seidel.

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Creemos en el poder del evangelio, no en el evangelio del poder

El documental de la familia Duggar nos recuerda a los cristianos que no somos la generación de Josué, sino la de Jesús.

La familia Duffar actuando en un musical en la Values Voter Summit, el 17 de septiembre de 2010.

La familia Duffar actuando en un musical en la Values Voter Summit, el 17 de septiembre de 2010.

Christianity Today June 21, 2023
Brendan Hoffman / Stringer / Getty

Este artículo fue adaptado del boletín de Russell Moore. Suscríbase aquí. [Enlaces en inglés].

La docuserie de Amazon Prime Shiny Happy People: Duggar Family Secrets explora la vida de la familia de la famosa serie de telerrealidad, así como el sistema que los formó: el Instituto en Principios Básicos de la Vida (IBLP, por sus siglas en inglés) de Bill Gothard.

Mucho de lo que esta docuserie presenta se siente asquerosamente familiar por todo lo que hemos visto en los últimos años. Sin embargo, una frase me impactó de forma peculiar: la Generación de Josué.

Ese fue el lenguaje utilizado por algunos sectores de la educación en el hogar y otros movimientos para referirse al «largo proceso» de educar a aquellos que podrían restaurar la grandeza nacional y llevar al país de regreso a una «América cristiana». Y como señala Alex Harris, quien fue entrevistado en la serie, algunos aspectos de esta idea se hicieron realidad.

No tiene nada de malo preparar a los estudiantes para posiciones de influencia en la política (o la medicina, o los negocios), pero el nacionalismo cristiano que se entremezcló en gran parte de la retórica de la Generación de Josué traiciona un asunto aún más importante: la naturaleza del poder real. Parece que la Generación de Josué vino de una generación que no conocía a Josué.

El lenguaje del Libro de Josué alude a la transición de Moisés a su sucesor. Moisés guió al pueblo de Israel para sacarlo de la tierra de Egipto y pudo ver la Tierra Prometida desde la distancia, pero no entró. Por otro lado, Josué condujo al pueblo al otro lado del Jordán para derrotar a los cananeos y apoderarse del territorio que Dios les había dado. Las implicaciones modernas son claras: una generación de cristianos estadounidenses ofrece la visión de una nación cristiana y la siguiente hace que suceda.

Tenga en cuenta que, en esta analogía, la Tierra Prometida son los Estados Unidos de América y Josué representa la generación actual. No es coincidencia que la manifestación «cristiana» días antes del ataque del 6 de enero en los Estados Unidos se llamara «Marcha de Jericó», haciéndose eco del relato en el Libro de Josué en el que los muros de la ciudad de Jericó se derrumbaron cuando los israelitas gritaron y tocaron sus trompetas (Josué 6). Dios le dijo a Josué: «¡He entregado en tus manos a Jericó, y a su rey con sus guerreros!» (v. 2, NVI).

En la metáfora de la Generación de Josué y otros tropos retóricos similares, Estados Unidos ha sido tomado por los enemigos de Dios: enemigos que deben ser derrotados para cumplir la promesa de Dios.

En su introducción al cuadernillo Who Stands Fast? de Dietrich Bonhoeffer, reimpreso por Trinity Forum, el historiador Charles Marsh señala que «las instituciones cristianas estadounidenses han gastado vastos recursos buscando levantar y nutrir un ejército de élites para participar en las guerras culturales». Y, sin embargo, sostiene Marsh, se puede encontrar mucho más poder —un poder que conduce a un cambio real en las condiciones y en el pensamiento— en los ejemplos de Bonhoeffer, un teólogo que fue ejecutado por un pelotón de fusilamiento nazi, y de Fannie Lou Hamer, una campesina pobre del delta del Mississippi de la era de Jim Crow que luchó por los derechos civiles.

Bonhoeffer no era un pietista retraído. Después de todo, la misión de su vida llegó a su cima cuando se opuso a un régimen autoritario y asesino, y confrontó a la iglesia que colaboró con él y le otorgó legitimidad teológica. Pero tampoco era el tipo de «realista» que veía la posibilidad de una división entre la virtud privada y el liderazgo público, entre la persona interior y los frutos exteriores.

«Hemos sido testigos mudos de acciones perversas; hemos sido empapados por muchas tormentas; hemos aprendido las artes del equívoco y la simulación; la experiencia nos ha hecho desconfiar de los demás y nos ha impedido ser veraces y abiertos; los conflictos intolerables nos han desgastado e incluso nos han vuelto cínicos», escribió Bonhoeffer.

«¿Seguimos siendo de alguna utilidad? Lo que necesitaremos no son genios, ni cínicos, ni misántropos, ni hábiles estrategas, sino hombres sencillos, honestos y directos», continuó. «¿Será lo suficientemente fuerte nuestro poder de resistencia interior, y nuestra honestidad con nosotros mismos lo suficientemente implacable, para que encontremos nuestro camino de regreso a la simplicidad y la franqueza?».

La serie Shiny Happy People nos deja un ejemplo más de cómo la religión puede usarse para la depredación sexual de personas vulnerables. Las acusaciones allí presentadas, algunas de las cuales han sido probadas en los tribunales, son indignantes y desgarradoras. Estos casos demuestran cómo el poder, que se decía ser completamente en servicio a Jesús, se ejercía en cambio para el sadismo. Nos quedamos preguntándonos cómo las personas pueden criticar una cultura decadente mientras usan las palabras de Jesús para destruir vidas —con acciones tan decadentes que incluso la cultura secular retrocedería—.

Un personaje clave de la serie es Joshua Duggar, quien fue condenado por poseer materiales que contenían abuso sexual infantil (materiales cuyas descripciones eran tan horribles que tuve que apagar la televisión para poder recuperarme). Este mismo hombre fue una vez un portavoz de una organización de defensa de los valores familiares.

Supongamos que la Generación de Josué hubiera funcionado según lo planeado y todas nuestras instituciones nacionales de poder tuvieran cristianos a la cabeza. ¿Habría cambiado efectivamente la cultura, ahora que hemos visto a algunos de estos mismos líderes abusar del poder en el nombre de Jesús y cometer los mismos pecados que denuncian, y a veces incluso peores? En algunos sectores del evangelicalismo en los Estados Unidos, parece que el único defecto de carácter que descalifica a la persona es la incapacidad de odiar a las personas adecuadas con una cantidad adecuada de ira.

¿Qué es el «poder» de cualquier tipo si viene con una pérdida de testimonio moral? Nada.

En esta era, Jesús llama a sus seguidores, no a derrotar enemigos de carne y hueso, sino a luchar contra «fuerzas espirituales malignas en las regiones celestiales» (Efesios 6:12). ¿Y cómo hacemos eso? Con la sangre del Cordero y la palabra de nuestro testimonio.

El mayor poder reside en el testimonio del evangelio, que es un llamado a la paz con Dios, así como en el testimonio moral, que es una demostración de una vida regenerada y de una iglesia fiel.

La Tierra Prometida no son los Estados Unidos de América, sino el «reposo» que viene por medio de Jesús (Hebreos 4), cuyo nombre puede traducirse como «Josué» en español. Y así como Josué espió la Tierra Prometida con antelación, nosotros hemos escuchado de un Pionero detrás del velo de la eternidad (Hebreos 6:19-20): Aquel que una vez estuvo muerto y ahora está vivo.

El verdadero poder no consiste en colocar becarios en el Capitolio ni en llenar puestos administrativos en la Corte Suprema, especialmente si lo que está detrás de estos esfuerzos es un «cristianismo» muerto que intercambia el poder del evangelio por el evangelio del poder.

Una Generación de Jesús, una que no solo usa su nombre, sino que también vive su naturaleza, es donde reside el verdadero poder.

Russell Moore es el editor jefe de Christianity Today y dirige su Proyecto de Teología Pública.

Traducción por Sergio Salazar.

Edición en español por Livia Giselle Seidel.

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Los bautistas del sur rechazan la apelación de la iglesia Saddleback de Rick Warren

La medida de expulsar a las iglesias con pastoras en los puestos más altos ha despertado un debate más amplio.

Rick Warren en la reunión anual de la SBC de 2023.

Rick Warren en la reunión anual de la SBC de 2023.

Christianity Today June 15, 2023
Sonya Singh / Baptist Press

Nadie esperaba que la apelación de Rick Warren tuviera éxito. Ni siquiera Rick Warren. Pero aun así, se puso de pie frente a 13 000 bautistas del sur reunidos en Nueva Orleans para exponer su caso.

«¡Nadie le está pidiendo a ningún bautista del sur que cambie su teología! No les estoy pidiendo que estén de acuerdo con mi iglesia», insistió, leyendo de un documento impreso frente a un micrófono en el piso de la sala de convenciones durante un discurso de tres minutos. «Les estoy pidiendo que actúen como bautistas del sur, que históricamente han aceptado discrepar en docenas de doctrinas, a fin de actuar en una misión común».

Para los mensajeros de la reunión anual de la Southern Baptist Convention (Convención Bautista del Sur, SBC por sus siglas en inglés), emplear a mujeres pastoras no era una cuestión de «acordar no estar de acuerdo». Una amplia mayoría —el 88 %— votó a favor de mantener la decisión tomada en febrero de expulsar a Saddleback.

La votación pone fin a dos años de escrutinio y críticas hacia la megaiglesia californiana por ordenar pastoras desde su escenario, acoger a una pastora de enseñanza para predicar los domingos y nombrar una pastora de campus. Esta era solo la oportunidad de apelar.

Tras la votación, Warren dijo que no contaba con que la apelación tuviera éxito. En su lugar, «quería impulsar la conversación que ha estado estancada durante años».

Warren, quien fundó Saddleback y dirigió la iglesia durante 43 años hasta su jubilación el pasado septiembre, no se fue en silencio. En las semanas previas a la reunión, el pastor de cuarta generación lanzó una campaña en defensa de su iglesia, con decenas de tuits, un sitio web, tres vídeos, una carta abierta y una guía para los mensajeros de cuatro páginas en la que argumentaba que la expulsión de Saddleback viola la creencia de la asociación en la autonomía de las iglesias [enlaces en inglés].

«Quise levantar la voz en nombre de millones de mujeres bautistas del sur… Creo que sus dones espirituales, sus dones y talentos de liderazgo están siendo desperdiciados», dijo Warren, que se consideraba bien posicionado para presentar el caso dada su prominencia, «corazón tierno y piel gruesa».

Pero los mensajeros se mostraron mayoritariamente unánimes en contra de la apelación. Mientras Warren ofrecía argumentos a favor de Saddleback, los bautistas del sur en internet y en los eventos previos a la reunión respondieron con su propia defensa de la postura histórica de la SBC y de sus propias convicciones complementarias.

«Los bautistas del sur decidieron que esto no es solo una cuestión de política eclesiástica, no es solo una cuestión de hermenéutica: es una cuestión de compromiso bíblico con una Escritura que creemos que limita inequívocamente el oficio de pastor a los hombres», dijo el presidente del Southern Seminary, Albert Mohler, quien refutó la apelación de Warren.

Los mensajeros también votaron a favor de mantener las decisiones de expulsar a Fern Creek Baptist, otra iglesia expulsada por tener una pastora, y a Freedom Church, sobre la cual se descubrió que había manejado mal ciertas acusaciones de abuso.

Siguiendo las instrucciones del presidente de la SBC, Bart Barber, la mayoría de los mensajeros guardaron silencio cuando se anunciaron los resultados de las apelaciones el miércoles por la mañana. Una pequeña salva de aplausos se levantó en el fondo de la gigantesca sala cuando se leyeron los resultados con respecto a Saddleback.

Este año ha sido la primera vez que los bautistas del sur han expulsado a iglesias por tener pastoras, y declararon que Saddleback y otras cuatro «ya no cooperan amistosamente» con la convención.

La medida avivó un debate mucho mayor sobre cómo trata la SBC a las iglesias con pastoras.

Algunos vieron la decisión de Saddleback como una prueba de que el proceso estaba funcionando, es decir, el comité de credenciales fue capaz de identificar a una iglesia como incongruente con la posición de la fe y mensaje bautista de la denominación contra el nombramiento de pastoras, y finalmente consiguió expulsarla. Otros vieron que un problema mayor se avecina: muchas más iglesias de la SBC han empleado a mujeres como pastoras y es necesario hacer un cambio.

La SBC votó a favor de enmendar su constitución para incluir el requerimiento de tener pastores varones como requisito para las iglesias que cooperan con la SBC, una postura que ya está incluida en su declaración de fe. Esta dice que las iglesias deben nombrar «solo hombres» en cualquier «posición de pastor o anciano según lo descrito en las Escrituras».

La enmienda constitucional sigue a adiciones similares de 2019 y 2021 para nombrar explícitamente la discriminación étnica y la falta de atención a los casos de abuso como motivos de expulsión de la SBC. Esta última tendrá que ser aprobada de nuevo el próximo año para entrar en vigor.

«De todo lo que hagamos en esta convención este año, creo que manejar el caso de Saddleback correctamente es lo más importante», dijo Denny Burk, profesor del Southern Seminary’s Boyce College, durante un debate de la organización 9Marks sobre el tema el lunes por la noche. «Si no lo hacemos bien, será realmente malo… pero la enmienda [constitucional] también es realmente importante».

La gran mayoría de los líderes bautistas del sur creen que las Escrituras restringen las funciones de pastor principal y predicador a los hombres —la designación de pastores, ancianos y obispos en el Nuevo Testamento—. Y muchos también creen que el hecho de que las mujeres utilicen el título de «pastora» en otros cargos (como en «pastora de niños») es, en el mejor de los casos, confuso.

El debate continuó en la convención, en reuniones del Comité Ejecutivo y en propuestas presentadas en el pleno. Entre un grupo que mayoritariamente comparte convicciones sobre lo que dicen las Escrituras acerca de los pastores varones, surge la duda: ¿Se trata de un debate sobre títulos? ¿Sobre las funciones en el ministerio? ¿Sobre la función de una confraternidad confesional?

Casi todos los debates se han producido entre líderes hombres. Durante un panel de Baptist21 el martes, el expresidente de la SBC y pastor de Carolina del Norte, J. D. Greear, habló de la posición de las mujeres —especialmente de las mujeres que sirven como parte del personal de las iglesias— mientras este asunto se encuentra en el centro de atención.

«Tan trágico como sería equivocarse al comprender la complementariedad y volverse igualitarios», Greear dice que también ve que se ha fallado al «reconocer el papel, la integridad, la dignidad y el llamado» de las mujeres en la convención.

«Hay mucho desánimo allí porque las han convertido en un campo de batalla», dijo.

Traducción y edición en español por Livia Giselle Seidel.

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Cómo encontrar gozo cuando la higuera no florece

El profeta Habacuc nos aconseja confiar en las promesas de Dios a pesar de nuestras circunstancias.

Christianity Today June 15, 2023
Alexandre Chambon / Unsplash

El presidente George Washington imaginó una nación en la que cada persona podría sentarse bajo su propia vid e higuera sin que nadie le perturbara (Miqueas 4:4). Soñó con un pueblo bendecido por la seguridad, la prosperidad, la paz y la virtud.

Sin embargo, con demasiada frecuencia, reclamamos las bondadosas promesas de Dios como derechos en lugar de como bendiciones. ¿Qué ocurre cuando la higuera no florece y no hay frutos en las vides (Habacuc 3:17)? ¿Podemos aún regocijarnos en el Señor y estar gozosos en Dios, nuestro Libertador (v. 18)?

Incluso la iglesia que pastoreo desde hace 12 años, una creciente congregación multiétnica del sur de California, comenzó con una muerte.

Nos regalaron una propiedad y un puñado de hermosos santos cuando otra iglesia de la denominación Alianza Cristiana y Misionera cerró sus puertas. Esa iglesia había presumido de una rica herencia de discipulado y misiones, pero el fruto se había caído de su vid. Algunos de los miembros estaban enfadados hasta el punto de llegar a pelearse a puñetazos. Otros garabateaban sus quejas en un bloc de notas amarillo. Muchos se marcharon y nunca volvieron.

Estaban de luto por la pérdida de una iglesia que habían amado durante décadas y por un futuro que ya no existía, incluso cuando esperábamos con ilusión la plantación de una nueva iglesia. Así que durante esa temporada, me reuní con el remanente en sus casas y escuché sus historias.

Oramos, esperamos y nos afligimos juntos bajo aquella higuera estéril. Y para cuando replantamos la iglesia, ellos eran algunos de nuestros más firmes partidarios. Se dieron cuenta de cómo la muerte de una iglesia podía conducir a una cosecha abundante en otra (Juan 12:24).

El libro de Habacuc tiene un mensaje para nuestras vidas en aquellos momentos cuando no sentimos la presencia de Dios, cuando no entendemos sus caminos y cuando no sabemos si podremos perseverar. He descubierto que es una guía útil para brindar consejería a miembros de la congregación en las épocas más difíciles de sus vidas: tiempos de desesperanza e infructuosidad.

En su lucha con Dios, observamos cómo el profeta Habacuc pasa de la desesperación ante las circunstancias de Judá, a un gozoso contentamiento. Declaró: «Aunque la higuera no florezca, ni haya frutos en las vides; aunque falle la cosecha del olivo, y los campos no produzcan alimentos; aunque en el aprisco no haya ovejas, ni ganado alguno en los establos; aun así, yo me regocijaré en el Señor, ¡me alegraré en Dios, mi libertador!» (Habacuc 3:17-18, NVI).

‘¿Hasta cuándo, Señor, he de pedirte ayuda?’

Mientras predicaba una serie de sermones sobre Habacuc en 2012, recibí una llamada de un joven de mi congregación a altas horas de la noche. «Pastor, estoy pensando en el suicidio», susurró. Entonces le dije con insistencia: «Vamos a hablar. ¿Qué está pasando?».

Me contó cómo su madre lo había abandonado y que temía sentir a Dios ausente. Entonces, le pregunté qué había estado aprendiendo de Habacuc. Dejamos que el profeta, que vivió en Judá 600 años antes de la época de Cristo, trajera su mensaje a la situación específica de este joven más de 2500 años después. Hablamos durante horas hasta bien entrada la noche y luego, durante los meses subsecuentes, llevamos sus penas a la Palabra intemporal de Dios.

En tiempos de Habacuc, el pueblo elegido de Dios se había vuelto malvado y corrupto. Los ricos de Judá oprimían a los pobres, y los gobernantes habían llevado al pueblo a la idolatría. Habían abandonado a Dios, y parecía que Dios los había abandonado a ellos.

Así que el profeta clamó en su dolor: «¿Hasta cuándo, Señor, he de pedirte ayuda sin que tú me escuches? ¿Hasta cuándo he de quejarme de la violencia sin que tú nos salves?» (Habacuc 1:2).

Nosotros también podemos sentir esa angustia cuando un ser querido padece una enfermedad crónica, cuando un hijo pródigo abandona la fe o las facturas sin pagar se siguen acumulando. En medio del tumulto de la vida, nuestro lamento se siente insoportablemente largo.

Bajo estas expectativas insatisfechas, también podemos culpar al Señor por abandonarnos. El joven a quien brindé consejería a veces acudía a mí enfadado por sus circunstancias, a veces angustiado por su futuro. Así como el profeta, no entendemos lo que Dios hace o por qué nos hace sufrir.

Confiar en Dios cuando no entendemos

En el caso de Habacuc, el Señor respondió a sus súplicas mostrándole lo que había preparado, «cosas tan sorprendentes que no las creerán aunque alguien se las explique» (1:5). Estaba levantando a la nación pagana de Babilonia para conquistar al pueblo de Dios a fin de castigar a los malvados de Judá.

Cuando Habacuc se lamentó por segunda vez, varios versículos después, estaba más preocupado por las acciones de Dios que por su previa aparente inacción. En lugar del avivamiento del ayer, Dios prometió la ira del mañana. En lugar de salvación, Dios enviaría una matanza. ¿Cómo podía el Dios soberano parecer perder el control, el Dios personal parecer tan distante y el Dios eterno estar como muerto para su pueblo?

Estas preguntas resonaban también en la mente de mi joven amigo. Sentía que el Dios revelado en las Escrituras parecía estar en su contra. ¿Cómo podía un Dios bueno y amoroso permitirle experimentar tanto dolor? ¿Por qué parecía que sus opresores eran los únicos que prosperaban?

Juntos, vimos a Habacuc esperar en lo alto de los muros de la ciudad a que el Señor diera respuesta a su reclamo (2:1-3). El profeta resolvió confiar en las Escrituras en lugar de en las circunstancias y dejar que sus preguntas le condujeran al Dios que siempre responde. Aunque no podía comprender las acciones de Dios, conocía al Dios que actuaba. Así que, como un centinela, el profeta miró más allá de su atalaya, no en busca de los babilonios que se acercaban, sino anhelando ver cómo Dios cumpliría sus promesas anteriores: Son un pueblo elegido. Son un pueblo amado. Son un pueblo apartado para la redención.

Cada vez que mi joven amigo venía con preguntas, no nos deteníamos en sus circunstancias, sino en los atributos inmutables de Dios. Eterno. Personal. Fiel. Soberano. Misericordioso. Santo. Trascendente. Digno de confianza. Meditamos una a una sobre esas verdades hasta que las almacenamos en nuestros corazones. Juntos, tratamos de confiar en que los caminos de Dios son más altos que nuestros caminos y sus pensamientos más altos que nuestros pensamientos (Isaías 55:8-9).

A veces, el Señor puede maldecir nuestra higuera con fines que desconocemos (Marcos 11:12-25) o quitarnos una sombra para dejar al descubierto un corazón enfermo (Jonás 4). Una vez para siempre, Dios incluso envió a su Hijo a morir en una cruz por los pecadores. Eso le ocurrió al único que fue verdaderamente bueno, para que la Palabra de Dios cumpliera su propósito soberano y diera a luz la vid de la que nosotros somos las ramas (Juan 15).

‘Señor, estoy maravillado por tus hechos asombrosos’

Mientras Habacuc esperaba, Dios le respondió con un canto de mofa sobre los enemigos de Judá. Cinco veces Dios cantó juicio sobre Babilonia con un sobrecogedor «¡Ay!» (2:6-20). Cinco veces condenó su idolatría y prometió su destrucción. La justicia de Dios prevalecería, aunque Babilonia pareciera triunfante en ese momento.

Así, las palabras de Habacuc a Dios se convierten en la Palabra de Dios para nosotros: «He oído todo acerca de ti, Señor. Estoy maravillado por tus hechos asombrosos. En este momento de profunda necesidad, ayúdanos otra vez como lo hiciste en el pasado. Y en tu enojo, recuerda tu misericordia» (3:2, NTV).

Nosotros también podemos recordar la fidelidad de Dios registrada en su Palabra: su misericordia en el juicio, su gloria en la victoria y su milagroso poder para hacer maravillas. La salvación de Dios a lo largo de la historia garantiza su ayuda presente. El Dios que rescató a Israel de la esclavitud egipcia abriendo un camino a través del Mar Rojo puede liberarnos también a nosotros de nuestros callejones sin salida.

Como pastor, he llorado con hombres y mujeres cuyos cónyuges los han abandonado y con amigos a los que les han dado apenas unas semanas de vida. Sin embargo, incluso en esos momentos en que nos encontramos en medio del Mar Rojo, confiamos en que nuestro Dios hará lo imposible. A veces la higuera solo florece en la gloria eterna, pero otras veces, vida nueva brota en ramas que antes estaban muertas.

Aquel joven que quería quitarse la vida ahora brinda consejería a otros hombres por medio de las Escrituras. Muchos de aquellos matrimonios antes rotos ahora exaltan a nuestro Señor como Cristo. Porque el mismo Dios que vino con poder en el éxodo vendría un día «a buscar y a salvar lo que se había perdido» (Lucas 19:10, NVI).

El poder del recuerdo

Habacuc concluyó su lamento con una alabanza a Dios a pesar de que nada había cambiado en sus circunstancias. Su ciudad todavía sería conquistada por los babilonios. La higuera y la vid seguían siendo estériles. No habría comida ni ganado, puesto que los alcanzarían todas las maldiciones de Dios por su desobediencia (Deuteronomio 28:15-68). Aun así, el profeta se aferró a las bendiciones del pacto que llegarían si obedecían la voz del Señor, su Dios. Aunque Yahvé desatara todas las maldiciones a la vez, él también había prometido permanecer fiel en la tormenta.

Porque «del tronco de Isaí brotará un retoño; un vástago nacerá de sus raíces» (Isaías 11:1). El final no era el final, sino más bien el principio. Muchos años después del exilio de Judá en Babilonia, nacería un niño en Belén. Lo llamarían Jesús, porque salvaría a su pueblo de sus pecados. Este Mesías, este niño Cristo, este Salvador del mundo soportaría la ira de su Padre en la cruz. En misericordia, Dios pondría nuestro pecado sobre su amado Hijo y colocaría la justicia de Cristo sobre nosotros (2 Corintios 5:21).

Los «y si» que atormentan nuestras mentes son el himno de nuestra ansiedad, haciendo que nuestros miedos se conviertan en espirales de desesperación. Sin embargo, la fe en Dios nos permite sustituir esos pensamientos por otros que dicen «aun así». Porque si Dios fue fiel en las tragedias pasadas, entonces seguramente nos salvará hoy. Aunque no nos asciendan, aunque todavía no tengamos un anillo en el dedo, aunque no podamos tener hijos, aunque el médico haya diagnosticado cáncer, podemos afirmar con el profeta Habacuc: «Aun así, yo me regocijaré en el Señor, ¡me alegraré en Dios, mi libertador!» (Habacuc 3:18, énfasis añadido).

La última línea del libro dice: «Al director musical. Sobre instrumentos de cuerda». Esta nota revela que Habacuc registró estas palabras de Dios para el culto corporativo. La alabanza llena de fe no solo salió de los labios del profeta, sino de toda la congregación de los hijos de Dios a lo largo de la historia.

También surgió de los labios de aquellos preciosos santos que se atrevieron a soltar su iglesia moribunda y continuaron con nosotros mientras plantábamos una nueva iglesia. Desde el primer día, se regocijaron con nosotros en la adoración, apoyaron la obra de Dios financieramente y en oración, y dieron clases bíblicas a los hijos de las familias jóvenes que Dios trajo a nuestra comunidad.

Juntos, hemos apoyado o plantado nuevas iglesias cada año de nuestra existencia mientras celebramos al Dios que se especializa en la resurrección. Desde entonces, muchos de esos santos también han continuado su camino hacia la gloria, donde la higuera nunca falla y donde beberán el vino nuevo por toda la eternidad (Mateo 26:29). Su canto de alabanza en tiempos de esterilidad ha producido una cosecha de gozo.

Tom Sugimura es mentor de plantación de iglesias, consejero y pastor de New Life Church en Woodland Hills, California. Es autor de Habakkuk: God’s Answers to Life’s Most Difficult Questions.

Traducción y edición en español por Livia Giselle Seidel.

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Falleció Pat Robertson, pionero de la televisión cristiana

A través de la cadena CBN, el Club 700, Regent, la Coalición Cristiana y una candidatura a la presidencia, abrió camino para los evangélicos en la vida pública.

Christianity Today June 14, 2023
Pat Robertson / edición por Rick Szuecs

Durante sesenta años frente a la cámara, Pat Robertson llevó su perspectiva pentecostal y su política conservadora a millones de hogares como pionero de la televisión cristiana y líder de la Coalición Cristiana [Christian Coalition].

El locutor falleció el jueves 8 de junio a los 93 años en Virginia Beach, Virginia, sede de la cadena Christian Broadcasting Network (CBN) de la que fue fundador y de la Regent University. Robertson se retiró de su puesto como presentador del programa insignia de CBN The 700 Club [el Club 700] en 2021, a los 91 años, aunque siguió apareciendo en segmentos mensuales de preguntas y respuestas [enlaces en inglés].

Durante su carrera televisiva, Robertson, quien se postuló una vez como candidato presidencial republicano, entrevistó a cinco presidentes de Estados Unidos y a docenas de líderes mundiales, oró por millones de espectadores, compartió predicciones políticas, y suscitó controversia con sus comentarios improvisados en los que calificaba los desastres como huracanes, terremotos y el atentado del 11 de septiembre como juicios de Dios.

Aunque sus polémicos comentarios acapararon mucha atención en sus últimos años, Robertson fue también uno de los evangélicos más influyentes del siglo XX, con un espíritu emprendedor y dispuesto a hacer lo que consideraba que era la voluntad de Dios.

«Robertson ha dado forma a tres grandes desarrollos religiosos: la renovación carismática, la televisión cristiana y la política evangélica», escribió CT en un perfil de Robertson en 1996. «Juntos, estos desarrollos ayudaron a transformar el evangelicalismo, de un pequeño remanso protegido, a la fuerza principal del cristianismo estadounidense».

Antes de convertirse en la potencia de producción y distribución mediática que es hoy —con un presupuesto anual de 300 millones de dólares y alcance en 174 países—, CBN era un canal de televisión de Virginia sin vida que fue alcanzado por un llamado de Dios.

No existía un modelo exitoso de televisión cristiana cuando Robertson compró unas instalaciones en ruinas en Portsmouth, Virginia, y lanzó el canal WYAH-TV (llamado así por Yahweh) en 1961. El canal transmitía tres horas de programación cada noche desde una sola cámara en blanco y negro. Aquellos primeros años fueron agotadores, vertiginosos y caóticos, pero para el empresario pentecostal, la emisora se sentía como un milagro.

El primer telemaratón de CBN lanzó el «Club 700» en 1963, cuyo objetivo era reclutar a 700 espectadores que se comprometieran a donar 10 dólares al mes para cubrir los gastos de la emisora. El programa, que tomó su nombre, llegaría tres años después.

Robertson mantuvo la emisora en crecimiento por medio de más recaudación de fondos, más talento —los evangelistas Jim y Tammy Bakker se unieron en el 65— y nueva tecnología. Más tarde llegaron las cadenas de televisión Praise the Lord (PTL) Network y Trinity Broadcasting Network.

Robertson fue uno de los primeros ejecutivos de televisión en invertir en la transmisión por satélite, lo que permitió a CBN retransmitir su telemaratón anual en 18 ciudades y lanzar una red de cable de 24 horas en 1977. En tan solo una década, CBN estaba en 9 millones de hogares.

Como CT publicó en 1982, «CBN empezó a sustituir los púlpitos y el inglés de la versión King James por sofás al estilo de Johnny Carson y un lenguaje vernáculo como el que se usa en las telenovelas. Su programa principal, el Club 700, adoptó un formato de programa de variedades, optimista, que incluía noticias desde Washington, D.C. Otros programas se asemejan a las alineaciones de la programación para familias, con una telenovela de primera calidad, noticias y charlas matutinas, una miniserie sobre pornografía, análisis de Wall Street y entretenimiento para niños».

Sin embargo, el Robertson que se acomodaba en el set de la CBN y hablaba de oración y política con carisma se había convertido en un tipo de persona diferente de la que era cuando creció como bautista del sur en Lexington, Virginia, inquieto y poco interesado en la fe evangelizadora.

Robertson nació como Marion Gordon Robertson en 1930, y le apodaron «Pat» por cómo su hermano le acariciaba las mejillas rollizas. Su padre, A. Willis Robertson, fue un senador estadounidense, y Pat Robertson disfrutó de una educación de élite en la Universidad Washington and Lee, y en la Facultad de Derecho de Yale. Sirvió dos años en la guerra de Corea.

Tras no conseguir aprobar el examen de acceso a la abogacía y dejar un trabajo de negocios en Nueva York, decidió convertirse en pastor, una decisión que confundió a su devota madre en Virginia. Ella lo puso en contacto con un misionero holandés llamado Cornelius Vanderbreggen. Robertson fue a cenar con él en Filadelfia y se escandalizó cuando Vanderbreggen le entregó un folleto evangélico al camarero y leyó la Biblia en la mesa.

Sin embargo, Robertson había estado escudriñando las Escrituras en secreto, y mientras las estudiaba comenzó a sentir que Dios le hablaba a través de ellas. Hizo una confesión de fe a Vanderbreggen que más tarde vio como su propia conversión «de mundano a santo». En ese momento, dijo, pasó de una afirmación religiosa sobre la existencia de Dios a una relación salvadora con su Padre celestial.

Sorprendió a su esposa, Dede, con su celo de converso: tiró un whisky costoso que tenían por el desagüe; la dejó embarazada de su segundo hijo mientras él asistía a una conferencia de InterVarsity que duró un mes; y luego vendió sus muebles y trasladó a su familia de cinco miembros a una habitación y media en un piso compartido en Brooklyn, inspirado por el mandamiento de Lucas 12:33 de «vendan sus bienes y den a los pobres». Su primer trabajo en el ministerio fue en la iglesia Bayside Community Church de Long Island.

Antes de cumplir los 30 años, Robertson asistió al Seminario Bíblico en Manhattan, y se unió a un grupo de creyentes devotos que oraban, ayunaban y se dedicaban a buscar a Dios mientras ministraban entre los pobres. Participó en retiros de oración con compañeros de clase entre los que se encontraba Eugene Peterson. Robertson y los «Soldados Cristianos» predicaban en las esquinas de las calles cuando Billy Graham llegó a la ciudad en 1957. Se reunieron con Ruth Stafford Peale, editora de Guideposts, oraron en lenguas por un avivamiento, e inspiraron dos libros fundamentales de la renovación carismática, They Speak with Other Tongues [Ellos hablan en otras lenguas] y The Cross and the Switchblade [publicado en español como La cruz y el puñal].

«Había entrado en el Libro de los Hechos y ya no era un espectador, sino un participante activo en las obras de un Dios que hace milagros», dijo Robertson.

Robertson dejó Nueva York para volver a su ciudad natal en Virginia tras graduarse en 1959. En Lexington, tuvo la oportunidad de predicar en segmentos de radio de 15 minutos, y se enteró de que había una emisora de televisión en venta a cinco horas de distancia, en Portsmouth. Cuando su familia se trasladó allí, ni siquiera tenía un televisor, «solo 70 dólares y la visión de establecer la primera cadena de televisión cristiana en Estados Unidos», dice su biografía. Predicó en iglesias locales para proveer para su familia antes de que la cadena empezara a funcionar; algunas iglesias le daban 5 dólares de honorarios, y una le pagó con un saco de granos de soja de 70 libras [31 kilos].

Muchas de las cosas que Robertson emprendió seguían este patrón de escuchar un llamado de Dios y lanzar un proyecto en respuesta.

«Quería formar parte del plan de Dios, y su plan es la evangelización mundial y traer a millones de personas al reino, y Él me ha permitido formar parte del mismo», dijo Robertson.

Dijo que Dios le habló una vez durante el almuerzo (medio melón cantalupo y requesón) y le dijo que construyera una escuela para su gloria, y en 1977 compró 70 acres en Virginia Beach para la Universidad CBN, que más tarde se llamaría Regent. En su primer año se matricularon 77 estudiantes.

Al año siguiente, en Navidad, dijo que Dios le había hablado para «proclamar un mensaje de salvación sencillo», ya que enviaría su Espíritu por todo el mundo y millones responderían. Lanzó lo que se convertiría en CBN Internacional. En la actualidad, el 90 % de los telespectadores de la cadena proceden de fuera de Estados Unidos.

La promesa de bendición que se encuentra en Isaías 58 le llevó a fundar en 1978 la organización humanitaria Operación Bendición, un ministerio que ha brindado asistencia a personas de 90 países y territorios.

Y fue también con el llamado de Dios en mente que Robertson entró en la arena política. Volvió a la casa de piedra rojiza de Bedford-Stuyvesant donde había vivido en Nueva York para anunciar su candidatura presidencial en 1987.

Incluso antes de su candidatura, los telespectadores cristianos reconocían el interés de Robertson por la política, algunos con entusiasmo, otros con cautela. Robertson había bromeado diciendo que [un puesto en] el Senado, donde su padre había servido durante décadas como demócrata conservador sureño, sería como obtener un puesto de menor nivel, pero que la presidencia sería un «movimiento lateral» desde su puesto en CBN.

Christianity Today escribió sobre los primeros rumores en torno a las ambiciones presidenciales de Robertson en 1985:

[Robertson] tiene un intenso interés en educar a los cristianos sobre asuntos públicos y despertar su entusiasmo por la participación política. Cree que Estados Unidos se enfrenta a una encrucijada en la que los valores familiares y la fe en Dios podrían perder frente al estatismo y el hedonismo. Presentarse como candidato a la presidencia no garantizará a Robertson un mandato en la Casa Blanca, pero casi con toda seguridad significará que los candidatos presidenciales en 1988 no podrán desestimar las cuestiones morales que importan a los cristianos.

A principios de los 80, Robertson empezó a dedicar la primera media hora del Club 700 a asuntos públicos, y mostró una creciente preocupación por el secularismo y las amenazas a la libertad religiosa, como las restricciones a la oración en las escuelas. Justificó el cambio de contenido de su programa televisivo como una respuesta a la extralimitación del gobierno. «No es que nos estemos metiendo en política», dijo. «Ellos se están metiendo en la religión».

Robertson decía que veía la presidencia como una forma de continuar su vocación de servicio. A pesar de quedar segundo en las elecciones primarias del estado de Iowa, perdió en el supermartes y abandonó las elecciones, para luego declinar en favor de George H. W. Bush. Después de su participación en la contienda, escribió en su libro The Plan que veía un propósito más profundo en su fallida candidatura a la Casa Blanca.

¿Podría ser que la razón de mi candidatura se haya cumplido en el hecho de que despertó la atención de decenas de miles de cristianos evangélicos hacia los asuntos del gobierno? Por primera vez en la historia reciente, los cristianos patriotas y a favor de la familia aprendieron las sencillas técnicas de la organización eficaz de partidos y el éxito de las campañas. Su presencia como fuerza activa en la política estadounidense puede tener como resultado final que al menos uno de los principales partidos políticos de Estados Unidos adopte una perspectiva profundamente cristiana en sus plataformas y en la estructura del partido.

Aprovechó ese impulso para lanzar la Coalición Cristiana, que reunió a votantes evangélicos y distribuyó guías de votación a las iglesias a partir de 1989. Al año siguiente, fundó también el Centro para la Ley y la Justicia (ACLJ, por sus siglas en inglés), un bufete de abogados «profamilia, prolibertad y provida».

Como parte de un movimiento más amplio de la derecha religiosa, la coalición notó que algunos evangélicos conservadores estaban de acuerdo con sus posiciones conservadoras, pero seguían siendo reticentes a declarar una postura cristiana sobre cuestiones que no tenían un claro mandato bíblico. También luchó durante una década con el gobierno federal por sus guías no partidistas y acabó perdiendo su condición de organización exenta de impuestos.

Robertson se consideraba a sí mismo un evangélico con un don carismático y una perspectiva ecuménica, y en una ocasión dijo: «En cuanto a la majestuosidad del culto, soy episcopaliano; en cuanto a la creencia en la soberanía de Dios, soy presbiteriano; en cuanto a la santidad, soy metodista… en cuanto al sacerdocio de los creyentes y el bautismo, soy bautista; en cuanto al bautismo del Espíritu Santo, soy pentecostal, así que soy un poco de todos ellos».

A lo largo de los años, algunos cristianos han cuestionado —o incluso desaprobado— algunas de las declaraciones que Robertson hizo en sus transmisiones cuando comentaba eventos de actualidad y respondía las preguntas de los telespectadores. Llegó a decir que Estados Unidos debía asesinar al presidente venezolano Hugo Chávez. Defendió el argumento de divorciarse de una esposa con Alzheimer. Predijo la victoria de Donald Trump y no aceptó la derrota de Trump en 2020, sino hasta una semana después de que Joe Biden fuera declarado ganador.

«Pat Robertson formaba parte de una tradición de evangélicos cristianos que tenían un sentido sagaz de los medios de comunicación como herramienta para llegar al público», dijo Michael Longinow, profesor de periodismo digital y medios de comunicación en la Universidad Biola. «Su tendencia a hacer declaraciones improvisadas que desataban polémicas también sigue una tradición —aunque trágica— de evangélicos cristianos que mezclaban el evangelio con [su] perspectiva política».

Más allá de lo que uno piense sobre Robertson, su alcance no puede ser pasado por alto. El Club 700 es transmitido en el 97 % de los mercados televisivos de Estados Unidos y es uno de los programas más longevos de la historia.

En su página web, Robertson mencionó «crear empresas o transacciones financieras» como uno de sus pasatiempos, y su éxito en ese campo se extiende más allá de CBN. Fundó International Family Entertainment Inc., la empresa matriz de Family Channel, que se vendió en 1997 por 1900 millones de dólares. Al meditar en su éxito financiero y su vocación, Robertson dijo: «Me di cuenta de que Dios no quería que fuera un inversor multimillonario. Quería que fuera como un humilde siervo que depende de Él y quiere seguir sus caminos».

Dede, la esposa de Robertson durante 67 años, falleció en 2022. A Robertson sobreviven dos hijos, dos hijas, 14 nietos y 23 bisnietos. Su hijo Gordon Robertson es director ejecutivo de CBN, así como presentador y productor ejecutivo del Club 700.

Traducción por Sofía Castillo.

Edición en español por Livia Giselle Seidel.

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El ‘New Age’ me atrajo al peligro. Jesús me trajo alivio

En un momento de intenso temor espiritual, Él me mostró que es real.

Christianity Today June 13, 2023
Alex Boerner

De niña, me fascinaba lo desconocido. Mirando fijamente a las estrellas, pensaba en todo lo que va más allá de nuestra percepción ordinaria: viajes espaciales, realidades alternativas, extraterrestres, astrología, egiptología y todo lo relacionado con la ciencia ficción. Me atraía lo esotérico. Estos intereses solo sembraron mentiras y me llevaron por el camino de una vida sin Jesús.

Nunca fui atea, puesto que no tenía sentido desde un punto de vista lógico, ni al observar la belleza del mundo. Creía en algún tipo de creador divino, pero a pesar de haber estado expuesta al cristianismo de niña, no hice caso de su mensaje.

Mi mayor obstáculo era el intelectualismo. Era una buscadora con un hambre insaciable de sabiduría. Intenté absorber y descifrar innumerables libros, artículos y páginas web. Por una parte, estaba convencida de que una persona bien educada jamás necesitaría recurrir a una fe trivial; por la otra, me sentía atraída por diversas creencias y doctrinas a las que nunca cuestioné con la misma dureza con la que cuestionaba al cristianismo.

A mediados de la década de 2000, mi obsesión por la ciencia ficción y los extraterrestres me llevó a la metafísica y, finalmente, a la espiritualidad del New Age (Nueva Era), incluido el misticismo oriental, la iluminación y la reencarnación. (No fue sino hasta más tarde que descubrí que la Nueva Era no era sino paganismo antiguo en una nueva envoltura). El atractivo del mundo esotérico era demasiado poderoso como para poder resistirlo.

Mi primera experiencia transformadora con la Nueva Era ocurrió alrededor del año 2008. Una mujer que conocía había estado leyendo algo que despertó mi curiosidad. Cuando le pregunté sobre ello, me miró, claramente escudriñando mi intención. Percibí que dudaba si debía revelarme su secreto, casi como si estuviera sopesando si yo era digna de oírlo.

Finalmente, con una sonrisa maliciosa, me dijo lo que estaba leyendo: un libro sobre un supuesto «maestro ascendido». Compré el libro poco después, y sus enseñanzas antibíblicas me engancharon de inmediato. Creí que por fin había descubierto el verdadero camino del conocimiento esotérico. Sin ser consciente de las advertencias de la Biblia contra la interpretación de signos y presagios, más tarde me convencí de que estaba experimentando congruencias sobrenaturales, en las que cada número, palabra o coincidencia representaba algún tipo de mensaje del más allá.

En 2011, compré mi primera baraja de cartas de oráculo, que son herramientas de adivinación prohibidas por Dios. Confié en ellas para encontrar respuestas, entretenimiento y consuelo, creyendo erróneamente que el universo me guiaba. Mientras tanto, empecé a asistir a eventos, servicios y convenciones espiritistas. Estos se presentan de formas muy distintas, pero a menudo incorporan lecturas espirituales, charlas sobre temas metafísicos, venta de artículos y parafernalia de la Nueva Era, así como talleres experienciales y excursiones por la naturaleza en busca de espíritus.

Me sumergí progresivamente en la Nueva Era, practicando la adivinación, la meditación, las afirmaciones, la visualización, la sanación con cristales y energía, y la limpieza de chakras. Veía estas prácticas como el mejor camino hacia la superación personal y la iluminación. Todo el tiempo, me decía a mí misma que nada de lo que estaba aprendiendo y haciendo podía ser malo porque todo se trataba de «amor y luz». No sabía nada de la enseñanza bíblica de que tu corazón puede engañarte (Jeremías 17:9), y no pude notar cómo Satanás, el padre de la mentira, puede fomentar ese engaño.

La espiritualidad de la Nueva Era alimenta tu ego al enseñar que no existe ni lo correcto ni lo incorrecto, ni la verdad objetiva: todo es solo un paisaje de experiencias por las que pasa el alma. Brinda falsos ídolos a los que adorar, empezando por ti mismo: tú eres siempre perfecto dondequiera que estés. También te enseña a confiar en las experiencias espirituales más que en la racionalidad.

En 2013, cuando el pensamiento de la Nueva Era me tenía firmemente atrapada, la tragedia me azotó cuando mis hijas gemelas murieron después de que entrara en labor de parto prematuramente. Las di a luz en dos días separados en los que sostuve a cada una de mis hijas en mis brazos mientras daban su último respiro. Siempre había sido obstinada y resiliente, pero esta experiencia me quebró. Busqué alivio en prácticas de la Nueva Era, sin detenerme jamás a preguntar de qué necesitaba alivio. Pero también empecé a orar y a pedirle ayuda a Dios.

Las cosas empezaron a cambiar a finales de 2016. Asistí a un evento sobre espiritualidad y vi una presentación de una líder de la Nueva Era de renombre mundial. Era encantadora y fascinante. Predicaba un inmenso amor y perdón ante las luces, las cámaras y el público.

Más tarde, de pie en la cola de su firma de libros, me moría de ganas de expresarle mi gratitud por sus enseñanzas. Supuse que se deleitaría con mis elogios, pero su fría reacción me enseñó una lección. Apenas estableció contacto visual. Su lenguaje corporal era desdeñoso. No pronunció ni una sola palabra de compasión, sino que se limitó a asentir robóticamente. Parecía que apenas podía esperar a irse.

Sintiéndome avergonzada y confundida, salí de la habitación preguntándome qué había hecho. Me pregunté por qué estaba allí. Dios estaba llamando mi atención.

En las semanas siguientes, Dios me mostró que yo había estado adorando ídolos. Me permitió ver que los maestros a los que había estado siguiendo no eran maestros iluminados, sino personas comunes y corrientes, con problemas comunes y corrientes. Presumían de enseñar a los demás cómo superar las limitaciones de la naturaleza humana, pero en el fondo todos eran simples personas —tal como yo— llenas de errores, debilidades y pecado, y en desesperada necesidad de Jesús.

Unas semanas después de aquel suceso, tuve un episodio de parálisis del sueño. En algún momento de la noche, me desperté con la repentina conciencia de que no podía ni moverme ni hablar. Olas de miedo me oprimían: se trataba de un miedo palpablemente espiritual. En ese momento supe que había recorrido un camino peligroso y había puesto mi alma en peligro. Intenté desechar el miedo con mis técnicas de «pensamiento positivo», pero nada cambió. En mi mente, llamé a mi marido que estaba profundamente dormido a unos centímetros de distancia. Luego mi mente llamó a mi madre, suplicando con desesperación infantil, aunque sabía que no estaba allí. Pero los sentimientos de miedo y asfixia solo se intensificaron. Debería haber estado hiperventilando visiblemente, pero mi cuerpo estaba inmóvil y la habitación en silencio.

Arriba: la Biblia de Tina Kolniak. Abajo: Kolniak asiste a la iglesia de forma virtual.Alex Boerner
Arriba: la Biblia de Tina Kolniak. Abajo: Kolniak asiste a la iglesia de forma virtual.

Entonces llamé a Jesús, y todo se detuvo. Pude moverme de nuevo. Inspiré y expiré con fuerza. Estaba a salvo. Cuando la agonía se disipó, supe que Jesús era real. Supe que la Biblia era real. Y supe que Jesús me había rescatado de la guerra espiritual. El alivio fue indescriptible. Sentí gratitud y admiración por Jesús. Esa noche me cambió para siempre.

Pero durante los tres años siguientes, pasé por muchos altibajos mientras Dios trabajaba en mi corazón. Ansiaba humildad, paz y refugio de mis pecados de adivinación e idolatría, entre muchos otros, pero me llevó mucho tiempo comprender el Evangelio con claridad. Cometí muchos errores durante ese tiempo, principalmente al mezclar ideas de la Nueva Era con la verdad bíblica. Mi intención de caminar con Dios era inquebrantable, pero tenía mucho que aprender, especialmente que la humanidad tiene una naturaleza pecaminosa y que la redención solo llega a través de Jesús. A través de esta nueva lente, tuve que reevaluar mis creencias más fundamentales sobre mi comportamiento, mis relaciones con los demás, la realidad de la verdad objetiva y la resolución de mis problemas emocionales.

Anhelaba la Palabra de Dios, el arrepentimiento, su perdón… y una nueva vida. Deseché materiales de la Nueva Era que valían miles de dólares. Comencé a orar todos los días y a ver prédicas y estudios bíblicos en línea. Leí la Biblia en línea y compré varias traducciones de la Biblia. Y estudié obras de apologética cristiana con las que descubrí abundantes pruebas racionales de la autoridad y veracidad de las Escrituras.

Desde que llegué a Jesús, he compartido el Evangelio a pesar de las burlas o el rechazo de autoproclamados «librepensadores» e intelectuales cultos que creen estar más allá de la fe. Una vez estuve allí, y mi empatía es profunda por aquellos que están perdidos en los mismos engaños del mundo. Mi oración es que el Espíritu Santo les ayude a darse cuenta de que la espiritualidad de la Nueva Era, con su enfoque egocentrista y sus falsas promesas de paz, es un peligroso sustituto de nuestro verdadero salvador, Jesucristo.

Tina Kolniak es abogada y escritora. Actualmente trabaja en una novela de temática cristiana para jóvenes adultos.

Traducción y edición en español por Livia Giselle Seidel.

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Pero yo y mi casa, resistiremos a Mammón

El dinero promete abundancia sin dependencia. Pero necesitamos algún lugar donde no podamos escondernos.

Christianity Today June 6, 2023
Ilustración por Michael Hirshon

Varios amigos nos ayudaron a mi esposa Catherine y a mí a mudarnos a nuestro primer apartamento, para el que había que bajar y subir dos escaleras estrechas. Hubo tres objetos que fueron casi imposibles de pasar por esas escaleras: una vieja y frágil cajonera que mi esposa había heredado de su abuela, un somier de tamaño queen y un sofá cama incomprensiblemente pesado.

Bautizamos aquellos tres objetos como el calvario de la delicadeza, el calvario de la dimensión y el calvario de la fuerza. Aunque hayan pasado veinte años, todavía podemos recordar aquellas pruebas; a los amigos que con ánimo las enfrentaron a nuestro lado con sudor y algunas malas palabras en un caluroso día de junio; y la sensación de alivio cuando por fin superamos cada prueba.

Algunos años después, llegó el momento de mudarnos de nuevo cuando mi esposa consiguió el trabajo que tiene actualmente. En esta ocasión, la universidad que la contrató cubrió los gastos de la mudanza.

Los profesionales de mudanzas experimentaron en nuestro lugar las mismas pruebas que nuestros amigos habían pasado años atrás —sudando y posiblemente también con malas palabras—, pero, para ser honesto, no puedo recordar cómo se llamaban, ni cómo eran sus caras. Les pagaron bien para hacer un buen trabajo. Y una vez que lo hicieron, se marcharon.

Este es el poder del dinero: nos permite hacer que se hagan las cosas, a menudo por medio de otras personas, sin los lazos de la amistad.

Cuanto más tiempo pasamos en el mundo creado por el dinero, más nos hacemos a su imagen.

Hasta el día de hoy, estoy en deuda con mis amigos por una mudanza que tuvo lugar a principios de nuestro matrimonio; les debo, al menos, mi afecto y agradecimiento. De hecho, ya estaba en deuda con ellos antes de la mudanza. Ser amigo de alguien es estar entrelazado con esa persona de una manera imprecisa, pero también permanente.

Sin embargo, nuestra relación con los transportistas profesionales fue diferente. Comenzó y terminó con una forma moderna de magia: una transacción que, sin el menor esfuerzo real de nuestra parte, transportó todas nuestras posesiones desde Boston hasta Filadelfia y las colocó, sin daños, en nuestro nuevo hogar. En cuanto los transportistas colocaron la última caja en nuestra sala y se marcharon, nuestra dependencia de ellos llegó a su fin.

La experiencia no tuvo ningún peso relacional, no impuso ninguna carga y no dejó rastros. Esto realza lo más peculiar que el dinero nos permite obtener, así como su promesa más seductora: abundancia sin dependencia.

El dinero ha contribuido, genuinamente, al florecimiento humano. Ha facilitado el extraordinario intercambio de valores desbloqueado por la revolución industrial y la revolución informática. Un trabajo bien hecho y bien pagado —como creo que fue el caso de los hombres que nos ayudaron en nuestra mudanza— contribuye a la dignidad humana y al bien común.

Pero el dinero no nos ha ayudado a prosperar como personas de la manera que más importa. Opera en una esfera en la que las complejidades del corazón, el alma, la mente y la fuerza, diseñadas para el amor, sencillamente no son relevantes. Está diseñado para un mundo en el que no necesitamos amor, ni siquiera entablar relaciones, para conseguir lo que deseamos. Cuanto más tiempo pasamos en el mundo creado por el dinero, más nos hacemos a su imagen.

Existe un nombre para este sistema global, es decir, el sistema que da y recibe poder de la magia tecnológica de la que todos hacemos uso, hasta cierto punto, en el día a día. Es un nombre antiguo, y he llegado a creer que se entiende mejor como un nombre propio, es decir, no solo como un nombre genérico, sino como el nombre de una persona.

Su nombre es Mammón.

Nos encontramos con este nombre en una de las declaraciones más crudas e inquietantes de Jesús, registrada de este modo en la versión de la Reina Valera Antigua: «No podéis servir á Dios y á Mammón» (Mateo 6:24). Cuando habló del peligro de los tesoros terrenales en el sermón del monte, Jesús describió a Mammón como el rival de Dios, un señor alternativo.

Mammón es una palabra de origen arameo, y los apóstoles que preservaron las enseñanzas de Jesús normalmente tradujeron del arameo al griego que sus lectores conocían mejor. Podrían haber hecho lo mismo con Mammón, y utilizar en su lugar palabras referidas al dinero o incluso a la riqueza, que tienen muy pocas connotaciones negativas. Sin embargo, ellos dejaron esta palabra aramea sin traducir, sugiriendo que tiene una importancia particular.

Durante los primeros siglos de la iglesia cristiana, los maestros y los obispos llegaron a la conclusión de que, al utilizar el nombre «Mammón», Jesús tenía en mente no solo un concepto, sino un poder demoníaco. Para Jesús, el dinero no era una herramienta neutral, sino algo que podía controlar a una persona tan completamente como el Dios verdadero. Mammón no es solo dinero, sino el ímpetu contrario a Dios que encuentra su poder en el dinero.

Y cuanto más comprendemos el poder distorsionador de Mammón en la historia humana, más parece que toma una voluntad propia. Un título como What Technology Wants [Lo que la tecnología quiere], del libro de 2010 de Kevin Kelly, puede sonar como una exageración retórica; pero un libro llamado Lo que Mammón quiere sería enorme y aterradoramente plausible.

Precisamente porque Mammón sí quiere algo, y lo quiere mucho. Al fin y al cabo, Mammón no es solo una cosa, ni siquiera un sistema, sino que es una voluntad que opera en la historia. Y lo que quiere, sobre todas las cosas, es separar el poder de las relaciones, la abundancia de la dependencia y el ser de la persona.

Por esta razón, la tecnología, adoptada con tanto entusiasmo por su potencial para el florecimiento humano, muy a menudo parece estar descontrolándose de manera extraña. Como señala el teólogo cristiano Craig Gay en su libro Modern Technology and the Human Future [La tecnología moderna y el futuro de la humanidad], la tecnología no existe en primer lugar —y nunca lo hizo— para servirnos o apoyar «la existencia humana corpórea habitual».

En cambio, argumenta Gay, siempre se ha desarrollado para impulsar, antes que nada, la generación de ganancias económicas: ya sea que eso contribuya a un florecimiento real y personal o no. Esta es una cuestión sutil, pero también importante. En muchos casos, la tecnología sí produce cosas buenas que benefician nuestras vidas. Los hospitales utilizan bombas de infusión automatizadas para administrar dosis precisas de medicamentos con una temporalidad precisa, lo cual releva a los seres humanos de una tarea que resultaría difícil de sostener incluso para los enfermeros más dedicados. Cuando esos beneficios para los seres humanos se alinean con el beneficio económico, se convierte en lo que la tecnología «quiere» o busca.

Pero la tecnología también «quiere» cosas que no confieren beneficios netos a ningún otro ser humano más que a los propietarios de dichas compañías tecnológicas. La compañía de seguros que paga las bombas de infusión también puede recabar datos médicos que, separados tanto del contexto como de la responsabilidad humana, le permitirán tomar decisiones más rentables acerca de qué enfermedades —y quizá eventualmente a qué individuos— le negará un plan de seguro.

Aunque estos impulsos son frenados hasta cierto punto por las normas y regulaciones, no hay duda de que, si no fuera por ellas, las compañías que desarrollan tecnología también «querrían» este resultado.

A veces los resultados están mezclados. Puede ser que los seres humanos se beneficien, por ejemplo, de tener acceso a cantidades ilimitadas de música grabada de todo el mundo y de toda la historia de la música registrada. Por supuesto, la tecnología lo proporciona con gusto: con un beneficio económico para los propietarios de los servicios de streaming, aunque no de un modo que sostenga a más que a un puñado de músicos humanos reales.

Sin embargo, los seres humanos también se benefician enormemente de hacer música, algo que requiere una intensa instrucción comunitaria, atención personal, y años de práctica y preparación. Esto, por supuesto, es una clase de beneficio que la tecnología no puede proporcionar de manera inmediata —al menos no de forma rentable—, así que la tecnología no lo «quiere» apoyar particularmente.

Así es como llegamos al mundo que habitamos, donde se consume más música que nunca y se crea menos música que nunca —especialmente, música creada por personas comunes y corrientes de maneras económicamente sostenibles—.

Lo que la tecnología quiere en realidad es lo que quiere Mammón: un mundo libre de contexto, de responsabilidad, y un poder libre de dependencia medido en unidades de valor canjeables y almacenables. Y, en última instancia, lo que Mammón quiere es convertir un mundo hecho para personas y gestionado por ellas en un mundo hecho para las cosas y reducido a ellas.

A la luz de esto, la severa afirmación de Jesús acerca de Dios y Mammón se vuelve más clara. No podemos servir al Dios verdadero y a Mammón, fundamentalmente, porque sus intenciones son opuestas.

Dios desea poner todas las cosas al servicio de las personas y en última instancia producir el florecimiento de la creación a través del florecimiento de las personas. Mammón quiere poner a todo el mundo al servicio de las cosas y conseguir la explotación de toda la creación.

¿Qué clase de espacio necesitamos para prosperar como personas?

Si tú y yo somos seres complejos con corazón, alma, mente y fuerza diseñados para amar, necesitamos un lugar donde podamos poner en práctica nuestras capacidades fundamentales: un lugar donde podamos encauzar nuestras emociones y deseos, ser conocidos en nuestra singular profundidad del ser, contribuir a la comprensión e interpretación del mundo, y aplicar la fuerza y la agilidad de nuestros cuerpos a una obra que valga la pena en los tres planos de la realidad física.

Sobre todo, necesitamos un lugar donde podamos dedicarnos del todo a los demás, donde nos preocupemos por su florecimiento, y nos entreguemos en servicio y sacrificio mutuos que aseguren nuestra identidad, en vez de eliminarla.

El nombre de esta clase de lugar, he llegado a creer, es el hogar.

Esta palabra antigua, ligeramente desfasada, es la mejor que tenemos para algo que era central en la vida del mundo antiguo y que sigue siendo central en muchas culturas de hoy en día. Un hogar es una comunidad de personas que puede ser que tengan cobijo bajo el mismo techo, pero también y más importante aún, buscan resguardo bajo el cuidado y la preocupación de unos por otros. Proveen los unos para los otros, y dependen unos de otros. Mezclan sus ventajas con sus desventajas, sus dones con sus vulnerabilidades, de tal modo que resulta difícil decir dónde termina un miembro y donde comienza otro.

El hogar es la comunidad fundamental de personas. Al estar construido sobre algo más que sobre un simple par aislado, y al abarcar a un grupo de personas de tal modo que todos puedan ser percibidos y vistos de manera profunda, verdadera y constante, el hogar tiene la medida perfecta para el reconocimiento que todos buscamos desde el momento en que nacemos.

Necesitamos un lugar donde podamos dedicarnos del todo a los demás, donde nos preocupemos por su florecimiento, y nos entreguemos en servicio y sacrificio mutuos.

¿Cómo saber si eres parte de un hogar? Eres parte de uno si hay alguien que sabe dónde estás físicamente hoy, y tiene al menos una idea de cómo se siente estar donde estás. Eres parte de un hogar si alguien se mueve con más cuidado cuando sabe que estás dormido. Eres parte de un hogar si alguien iría a ver si estás bien si un día no despertaras. Eres parte de un hogar si hay gente que sabe cosas de ti que tú no sabes de ti mismo, incluyendo algunas que, de saberlas, tratarías de esconderlas.

Eres parte de un hogar si hay otras personas lo suficientemente cercanas a ti que te ven y te conocen tan bien o incluso mejor de lo que te conoces a ti mismo.

Eres parte de un hogar si experimentas el conflicto que es el compañero inevitable de la cercanía: si alguien pide tanto de ti que a veces imaginas sacar a esa persona de tu vida. Eres parte de un hogar si a veces ansías marcharte, tal vez a un país lejano, para que no te conozcan tan bien.

Eres parte de un hogar si tu regreso de un largo viaje provoca una celebración espontánea. Eres parte de un hogar si, cuando evitas una fiesta debido al enfado, el orgullo, la culpa o la vergüenza, alguien se da cuenta y sale a pedirte que entres.

Esto es lo que necesitamos más que nada: una comunidad de reconocimiento. Aunque siempre debemos insistir en que cada ser humano importa, aunque no sea visto o tratado como tal por los demás, también sabemos que ningún ser humano puede florecer como persona a menos que sea visto y tratado como tal. Y, por eso, el hogar es el primer y el mejor lugar. Necesitamos un lugar donde no podamos escondernos. Necesitamos un lugar en el cual no podamos perdernos.

Gran parte de la tragedia del mundo moderno se reduce al hecho de que la mayoría de nosotros no tenemos un lugar así.

Quizá lo hayamos tenido durante un tiempo. Quizá al final de la calle estaba el hogar de unos amigos o familiares cuya puerta trasera siempre estaba abierta para nosotros cuando éramos niños. O quizá se trate de experiencias de vida aprendidas al compartir con otros un techo durante un servicio militar o en un viaje misionero de corto plazo. O la convivencia por un año o dos con compañeros de piso con quienes la relación iba más allá de simplemente dividir los gastos. Sin embargo, como uno no espera que estos acuerdos se mantengan a largo plazo, al final se disolvieron rápidamente.

Muchos de nosotros tenemos amigos, pero las amistades que no se unen en torno a una vida hogareña tienden a ser débiles y frágiles en nuestro mundo movedizo, incluso más después de los años de auge del apego que tiene lugar hacia el final de la adolescencia.

Muchos de nosotros tenemos familia, pero la familia también es frágil, y su etapa más crucial —la crianza de los niños desde la infancia hasta la juventud— es temporal en su diseño. Una pareja casada con uno o dos niños en casa es la norma cultural implícita, pero hoy en día describe solamente a una minoría de los hogares identificados por el censo de los Estados Unidos. Y esa pequeña familia apenas es suficientemente grande como para formar verdaderamente la clase de comunidad de personas para la que estamos hechos, incluso antes de que los niños crezcan y se marchen.

Si quisiéramos identificar una sola causa aproximada de la soledad epidémica de nuestro mundo, la respuesta sería la carestía de hogares.

Nada puede eliminar de verdad el hecho de que la mayoría de nosotros vivimos gran parte de nuestra vida sin la comunidad de reconocimiento que más necesitamos. Y debería ser evidente que tener nada más que compañeros de piso —o un cónyuge, o padres, o hijos— no es garantía en absoluto, en el reino de Mammón, de que seremos miembros de comunidades reales de reconocimiento, o de que habrá otra persona que realmente nos conozca.

Si queremos tomar un camino diferente, necesitamos empezar a construir hogares.

Si vives con otras personas, ¿hay momentos del día en que están juntos, tejiendo juntos una vida en donde son vistos y conocidos? ¿Se involucran en actividades que implican el corazón, el alma, la mente y la fuerza? ¿Están creando —y no solo consumiendo juntos— cuando están en la cocina, en la sala de estar, en el garaje, en el patio o en el porche? ¿Hay partes de la vida cotidiana en donde diferentes miembros de la casa contribuyen de maneras que permitan combinar sus dones y necesidades individuales?

¿O acaso, aunque técnicamente sean una familia, son más como simples compañeros de piso, donde cada uno cocina, limpia y cuida de sí mismo? ¿Hay algún modo en que puedan proveer unos por otros en vez de dar por hecho que cada persona proveerá para sí misma?

En algunos hogares, la respuesta obvia a todas estas preguntas es que sí; pero en otros, estas preguntas pueden impulsar un rediseño importante de los patrones de la vida cotidiana, desde quién lava los platos (y quién lava los platos de quién, y cuántos lavan los platos) hasta si todos los miembros de la casa se sientan juntos para comer o salen a pasear todos los días.

La privacidad que tanto apreciamos está en riesgo constante de convertirse en aislamiento.

Y, entonces, ¿quién necesita ser incluido en estas prácticas hogareñas? ¿Quién necesita que se le invite más? ¿Hay otras personas que tengan la llave de tu casa y una invitación abierta a utilizarla? ¿Podríamos invitar a los miembros de la familia que viven a una distancia cómoda a ser parte de una mayor proximidad, que aunque será más incómoda, también será más propensa al reconocimiento?

Las cuarentenas por el coronavirus, con sus restricciones sobre las escuelas y el cuidado de los niños, condujeron a muchas familias a crear «cápsulas» que incluían a un puñado de padres e hijos. ¿De qué manera podrían ese tipo de relaciones mutuas continuar incluso cuando las cuarentenas hayan cesado?

Plantear estas preguntas, al menos en cuanto a mí y a mi casa, es plantear todo un conjunto de dudas y miedos. ¿En quién confío tanto como para invitarlo a estar tan cerca de mi propia vida, de mi cónyuge y mis hijos? ¿Cómo mantendré la privacidad y una autonomía despreocupada que tanto he llegado a apreciar?

¿Qué riesgos estaré añadiendo a mi vida si invito a personas a estar más cerca, o si me vuelvo dependiente de los demás en vez de intercambiar pagos por servicios que no crean lazos formales?

Sin embargo, la verdad es que solo al insistir y superar estas preguntas llegaremos alguna vez a crecer para tener a personas en quienes podamos confiar más allá de nuestros diminutos círculos internos.

La privacidad que tanto apreciamos está en riesgo constante de convertirse en aislamiento. Incluso unos cuantos sucesos adversos en nuestro matrimonio o nuestra salud, sin nombrar el avance de los años y la edad, podría convertir nuestra independencia actual en una soledad terminal.

Construir esta clase de hogares requiere todo lo contrario a un arreglo rápido. Es un trabajo lento, humilde y paciente. Y estos hogares producen lo contrario a Mammón, con su promesa fraudulenta de abundancia sin dependencia.

Por el contrario, estos hogares crean, a través de una dependencia mutua, la clase de abundancia que no se puede contabilizar o descartar, y que no puede ser carcomida por el óxido ni robada por ladrones.

Andy Crouch es socio de teología y cultura en Praxis. Este artículo está adaptado de The Life We’re Looking For: Reclaiming Relationship in a Technological World. Copyright © 2022 por Convergent Books. Usado con permiso.

Traducción por Noa Alarcón.

Edición en español por Sofía Castillo y Livia Giselle Seidel.

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Culture

Moisés era bicultural como yo

Dios eligió a un hebreo criado como egipcio para sacar a su pueblo de la esclavitud.

Christianity Today June 4, 2023
WikiMedia Commons

Tenía seis años cuando descubrí que mi hermana y yo no teníamos el mismo padre. Tenía seis años cuando me di cuenta de que alguien podía casarse más de una vez. Tenía seis años cuando comencé a hacer preguntas sobre cómo se forman las familias, y también sobre cómo se desmoronan.

Yo estaba de pie en el borde de nuestra estrecha cocina, horas después de haberme ido a la cama. Los terremotos nos habían despertado a menudo desde que nos mudamos allí, pero esta vez eran voces familiares las que lo sacudían todo.

Todo lo que escuché claramente fue a mi hermana, Cathy, decir: «Me voy a regresar a Estados Unidos para vivir con mi papá».

Hasta el día de hoy, lucho por recordar las semanas posteriores a esa noche. No sé qué fue lo que le dije a mi hermana, ni lo que mi hermana o mis padres me explicaron a la mañana siguiente. Pero, si recuerdo lo que Cathy llevaba puesto en el aeropuerto el día que se fue: un abrigo con patrón de zigzag blanco y negro que le llegaba hasta los tobillos.

La vi irse, y con apenas una pizca de comprensión sobre lo que estaba sucediendo, me convencí a mí misma de que todo era mi culpa.

Cuando regresamos a casa, fui directamente a la habitación de Cathy, mi hermana adolescente. Cuando aún estaba en casa, ella no me dejaba entrar. Pero ese día, después de perderla, me senté allí durante horas buscando pistas. Leí sus cuadernos escolares y estudié una carta, asiendo todo con fuerza sobre mi regazo como si algo o alguien pudiera venir en cualquier momento a arrebatármelo.

Después de eso, pasé gran parte de mi infancia sola, jugando con muñecas en el cuarto de juegos del sótano.

Si el clima lo permitía, mi madre a veces me dejaba pasear por el vecindario a pie o en bicicleta. Para una ciudad tan grande, Tokio era segura. Deambulaba por aceras concurridas y calles vacías, siempre sola, siempre viendo hacia el interior de los ventanales. Me familiaricé con la sensación de ver todo desde fuera.

Esos cuatro años de vivir en el extranjero cuando era niña —especialmente el tiempo después de que mi hermana se fue— me capacitaron en observación silenciosa y me enseñaron a ser alguien que nota cosas.

Creo que Moisés también era alguien que notaba cosas.

Moisés tenía cuarenta años cuando comenzó a conectarse públicamente con su identidad étnica. En el libro de Éxodo, podemos echar un vistazo a su historia, comenzando cuando una familia real egipcia lo adoptó y salvó su vida. No tenemos muchos detalles sobre cómo habría sido para un israelita como Moisés ser criado por la realeza egipcia, pero me imagino que debe haber tenido una amplia gama de emociones ligadas a su doble cultura. Cuando vio a un hombre egipcio maltratando a un esclavo hebreo, reaccionó con ira y le quitó la vida.

Pasarían otros cuarenta años —esta vez en el desierto, en una cultura completamente diferente—, antes de que encontráramos de nuevo a Moisés luchando con su identidad.

Como padre primerizo, Moisés llamó a su hijo primogénito Gersón, que significa «extranjero», porque Moisés había sido un «extranjero en tierra extraña» (Éxodo 18:3). Puedo imaginar la gravidez de la carga de ser extranjero sobre los hombros de Moisés —lo suficientemente pesada como para envolver la identidad de su hijo en ella—. «Hola, mi nombre es peregrino y extranjero».

Llamó a su siguiente hijo Eliezer, diciendo: «El Dios de mi padre me ayudó y me salvó de la espada del faraón» (Éxodo 18:4, NVI). Un hijo llevó el peso de la peregrinación de Moisés; el otro, llevó el recuerdo del rescate de Dios mientras Moisés huía de casa.

La historia de Moisés está llena de fracturas familiares, pérdidas, soledad, errancia, quebrantamiento y luchas con una doble cultura; pero también es la historia de un Dios que lo persiguió, no después de que todos estos detalles antitéticos se resolvieran, sino justo en medio de ellos. Sus antepasados, su identidad cultural, su fe y su propia relación con Dios están entrelazadas con la formación de su propia familia y las generaciones venideras.

Cuando veo el temor y la rabia de Moisés, y la forma en que huyó, me veo a mí misma. Cuando leí sobre su encuentro con un Dios que aún no conocía, y su vacilación e inseguridad para dejar que Dios lo guiara, recuerdo mi propia vacilación y cómo preferí esconderme.

Puedo empatizar con Moisés cuando considero su preocupación de que nadie en su cultura natal lo escucharía o le creería, a pesar de ser «poderoso en palabra» e «instruido en toda la sabiduría de los egipcios» que lo adoptaron (Hechos 7:22). Cuando imagino sus sentimientos de estar entre varios mundos y culturas, me siento más completa.

Pienso en cuando Moisés se vio obligado a dejar a su hermana por las faltas y el pecado de los demás. Pienso en cómo el corazón duro y el liderazgo narcisista de Faraón deben haberse incrustado en la historia de Moisés. ¿Se burló Faraón de él por parecerse a los hebreos en lugar de a los egipcios?

No importa cuán asimilado hubiera estado en la cultura egipcia, su cultura de nacimiento habría hablado a través de su color de piel, la textura de su cabello y la forma de sus ojos. Estoy seguro de que se habría sentido solo. Su privilegio y su asimilación en la cultura egipcia lo separaron de su cultura natal; a su vez, su origen y sus irrevocables lazos hebreos lo separaron de la cultura que lo adoptó.

Es liberador para mí darme cuenta de que a Moisés no se le pidió que negara su identidad étnica y cultural para conocer a Dios y guiar a otros. De hecho, sucedió todo lo contrario. Su capacidad para entender tanto a los hebreos como a los egipcios fue lo que lo hizo excepcionalmente calificado para liderar a un grupo diverso de personas hacia un futuro distinto. Fue capaz de manejar tensiones y considerar ángulos en los que otros podrían no pensar naturalmente.

Cuando Dios se presentó por primera vez a Moisés a través de una zarza ardiente, anunció que Él era el Dios del padre de Moisés, es decir, su padre hebreo (Éxodo 3:6). Dios conectó los puntos de la vida de Moisés, comenzando con su cultura de nacimiento, y se nombró a sí mismo desde ese punto de referencia. Moisés se vio obligado a abandonar a su familia de origen porque ni él, ni una familia como la suya, tenían cabida en el sistema del mundo en el que nació.

Él había sido señalado para morir; sin embargo, Dios hizo un camino para que floreciera en una cultura que inicialmente quería destruirlo. Moisés vivió en un espacio intermedio a lo largo de su viaje. No había ningún lugar al que pudiera ir, ninguna identidad que pudiera elegir para sí mismo; cada espacio contenía pérdida y dolor. Sin importar cuán lejos huyera, cada lugar lo llevaba de regreso a sus dos mundos: aquel en el que nació, y aquel en el que se crió.

Nosotros también llevamos las historias de nuestras familias junto con la redención intencional de Dios que encontramos en ellas. Moisés llamó a su primer hijo «extranjero», y Gersón ciertamente se convertiría en un peregrino y extranjero. Pero la redención reflejada en el nombre de su segundo hijo también nos lleva a todos los peregrinos y extranjeros a reconocer que no estamos solos.

Dios usa nuestros apellidos e historias, incluso las partes vergonzosas, para guiarnos a su shalom.

Tasha Jun es una coreana estadounidense que escribe sobre la fe, la identidad cultural y étnica, y vive anhelando el shalom. Tasha vive en el Medio Oeste de los Estados Unidos con su esposo y sus tres hijos.

Adaptado de Tell Me the Dream Again: Reflections on Family, Ethnicity, and the Sacred Work of Belonging por Tasha Jun. Derechos de autor © 2023. Utilizado y traducido con permiso de Tyndale House Publishers, una división de Tyndale House Ministries. Todos los derechos reservados.

Traducción por Sergio Salazar y Livia Giselle Seidel.

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