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No dejemos el ministerio migrante solo en la frontera

Sami DiPasquale habla sobre el aumento en el número de solicitantes de asilo, y cómo la iglesia en todo el país puede ayudar.

Migrantes en El Paso, Texas, asisten a un servicio de alabanza y adoración en una iglesia.

Migrantes en El Paso, Texas, asisten a un servicio de alabanza y adoración en una iglesia.

Christianity Today October 12, 2022
Mario Tama / Getty Images

Sami DiPasquale dirige Abara, un ministerio que trabaja en ambos lados de la frontera en El Paso, Texas y Juárez, México. El ministerio ha estado ahí para responder ante el aumento en el número de solicitantes de asilo, una fracción de los cuales están siendo transportados en avión y autobús a Nueva York; Washington, DC; Chicago y Martha's Vineyard en Massachusetts. Algunos inmigrantes están contentos por haber recibido un pasaje gratuito; otros alegan haber sido engañados con respecto a su destino final. Alrededor de 11 000 migrantes han llegado a la ciudad de Nueva York desde mayo, y el alcalde dijo que el sistema de refugios de la ciudad está llegando «al borde del colapso». Sin embargo, los ministerios en la frontera están acostumbrados a esta situación.

Miles de migrantes cruzan la frontera suroeste todos los días, y el aumento en el número de cruces ha llevado a un número récord de arrestos este año. Aproximadamente a la mitad de los migrantes que llegan a la frontera les es permitido permanecer en los Estados Unidos y presentar solicitudes de asilo. El número de cruces en la frontera sube y baja. La mayoría de los que buscan asilo ahora son venezolanos, quienes se cuentan entre los millones que huyen del régimen socialista. Expertos cristianos en inmigración y legisladores de ambos partidos han dicho que la frontera necesita más recursos judiciales para procesar los casos de los migrantes.

¿Cómo deberían pensar los cristianos acerca de los miles de migrantes en la frontera?

A través de los medios de comunicación y las redes sociales, se pinta como si la mayoría de las personas estuvieran en un extremo u otro con respecto al tema de la migración, cuando creo que la mayoría de las personas están tratando de luchar con lo que sienten que es éticamente correcto y compasivo.

¿Cuál es nuestra postura? Es fácil para nosotros en los EE. UU., al menos para aquellos que han estado en un entorno estable durante algunas generaciones, pensar en ello como: «¿Qué nos dice Dios que es lo que debemos hacer por las personas que están llegando?». Pero en gran parte de la Biblia, especialmente en el Antiguo Testamento… los israelitas eran el pueblo en movimiento. No se trataba solo de recibir personas. Todos tenemos nuestros propios viajes de migración: Dios con nosotros en movimiento, y luego Dios con nosotros en estabilidad.

¿Qué están viendo en México el personal de Abara y sus socios ministeriales?

Han estado muy ocupados desde que entró en vigor «Permanezcan en México» (la política de la administración Trump que requería que los solicitantes de asilo esperaran el resultado de sus casos en México), y luego fue combinado con el Título 42 (una política de la administración Trump y Biden para rechazar a los migrantes en la frontera debido a que la COVID-19 era una emergencia de salud pública).

Básicamente, hay varias capas que impiden que las personas crucen la frontera de EE. UU., pero eso no disminuyó la cantidad de personas que salen de América Central; solo impidió que viéramos esa crisis en suelo estadounidense. Se acumuló en el lado sur de la frontera, en Juárez y otras ciudades del norte de México.

Es muy peligroso para los migrantes allí. Para mí casi no hay ningún peligro al cruzar como ciudadano estadounidense. Yo no soy el objetivo. Los más vulnerables son los que tienen menos recursos, los que tal vez han hecho un arduo y terrible viaje, y luego están siendo extorsionados aún más.

Hace tres o cuatro años, los migrantes eran casi exclusivamente centroamericanos, y luego vinieron más de otras partes de México, huyendo de causas similares, en gran parte por la violencia organizada. Luego vimos más provenientes de Haití, y ahora más y más de Venezuela.

Casi todos los albergues en México son iglesias evangélicas que han abierto sus puertas. Y no fue porque tuvieran esto en su declaración misional, o porque tuvieran mucho espacio extra. Es porque vieron la necesidad y sintieron que esto es lo que Jesús querría que hicieran. Es un gran sacrificio. Las personas han venido y, a menudo, se han quedado en el santuario de una iglesia durante meses.

¿Qué piensan los migrantes que llegan a EE. UU. sobre estos autobuses [que los transportan] a otras ciudades?

En otras partes de Texas, algunas de las personas fueron puestas en autobuses a destinos a los que no tenían interés en ir. Parece que hay otras motivaciones que van más allá de ayudar a las personas a llegar a su familia patrocinadora.

Pero la ciudad de El Paso ha estado alquilando algunos autobuses y al menos la intención declarada es facilitar la distribución de personas desde el refugio temporal en la frontera a lugares más cercanos al lugar donde quieren reunirse con su familia patrocinadora.

La mayoría de las personas tienen una familia patrocinadora con la que pueden vivir, ya sea en Nueva York, Chicago, Memphis —prácticamente en todos los estados—. Tienen un destino y alguien que acordó hospedarlos mientras pasan por el proceso de solicitud de asilo. Ese no es necesariamente el caso con los venezolanos ahora. Eso se está convirtiendo en un desafío.

¿Por qué los venezolanos necesitan apoyo en particular?

La mayoría de las personas no saben que no se les permite trabajar legalmente en los EE. UU. mientras tramitan su solicitud de asilo durante al menos seis meses. Entonces, ¿cómo se supone que deben mantenerse? Ahí es donde entra la familia patrocinadora. Pero entonces, si alguien no tiene una familia patrocinadora, que muchos venezolanos no tienen, ¿qué se supone que deben hacer?

Entonces, uno podría preguntar: «Si tenemos un desempleo bajo y tenemos todos estos trabajos que deben cubrirse, ¿por qué no legalizar las visas de trabajo temporales?». Creo que es una muy buena pregunta.

Nueva York, la ciudad donde vivo, está preparada para los migrantes que llegan a la ciudad, pero tal vez no para que lleguen miles a la vez, como sucede a diario en El Paso. ¿Qué pueden hacer las iglesias de todo el país si llegan migrantes a sus comunidades?

Muchas de las personas que están llegando probablemente solo necesitan uno o dos días de ayuda. Las iglesias de todo EE. UU. pueden brindar hospitalidad por 48 horas, a veces incluso menos: una ducha, un cambio de ropa y algo de comida. Y luego un lugar para dormir durante la noche. Ese es más o menos el tiempo que le toma a alguien ponerse en contacto con su familia patrocinadora y obtener un pasaje, ya sea de autobús o un vuelo para el lugar al que debe ir. Por lo general, la carga del pago del transporte recae sobre la familia patrocinadora.

Aquí, una iglesia dentro de la Asociación Bautista de El Paso tenía espacio, pero no tenía suficientes voluntarios y recursos para abrir su espacio localmente como un centro de hospitalidad. Entonces, toda la Asociación Bautista de la ciudad de El Paso [78 iglesias] se encargó de reclutar voluntarios y tener una persona de contacto y proporcionar artículos donados, como bolsas de viaje o artículos de tocador. Así que ahora existe toda una red en torno a este centro de hospitalidad.

¿Cómo ha sido en El Paso?

El último mes fue crítico porque había demasiadas personas dentro de las instalaciones de detención de la Patrulla Fronteriza. Estaban advirtiendo: «Vamos a tener que liberar a las personas a las calles si no hay suficientes refugios». Mucha gente abrió albergues, pero aun así hubo liberaciones en la calle. Ahora eso ya no está pasando. No estoy seguro si volverá a suceder en el futuro. En la casa de huéspedes de Abara recibimos grupos de alrededor de 15 personas en tres centros diferentes.

Tú tienes contactos para recibir mensajes de texto sobre migrantes que necesitan refugio. ¿Cómo pueden las iglesias en el resto del país ser parte de esa cadena telefónica?

Cualquiera de los grupos involucrados en el reasentamiento de refugiados también está trabajando con los solicitantes de asilo que están llegando. Entonces, donde sea que haya una iglesia, si hay centros de World Relief, Catholic Charities, Lutheran Immigration and Refugee Service, o Jewish Family Services, deben acercarse a ellos.

Si hay iglesias interesadas en ayudar a aliviar, por ejemplo, la presión en El Paso y ofrecer otro sitio, entonces podrían ponerse en contacto con Abara. También es cierto que en este momento hay apertura a la creatividad más que nunca antes. Creo que ICE [el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas de EE. UU.] estaría potencialmente dispuesto a decir: «Si hay una iglesia en Indianápolis a la que le gustaría recibir a 30 personas, las llevaremos allí». No estoy prometiendo que eso podría suceder. Pero creo que están dispuestos a explorar. Es una forma tangible para que las iglesias interesadas de todo el país se involucren de maneras que no han podido hacer en el pasado.

Entonces, cualquier iglesia podría ser potencialmente receptora de solicitantes de asilo.

Tal vez suene a cliché, pero cada iglesia que ofrece albergue siente que terminó siendo más bendecida por la situación. Muchos de los que están llegando a nuestras fronteras tienen una fe muy profunda y han tenido que confiar en su fe de maneras que la persona promedio en los EE. UU. no ha tenido que hacerlo. Casi siempre, cuando conversamos con ellos, sin que nadie se los pida, dicen: «Nunca podría haber hecho esto si Dios no hubiera estado conmigo en este viaje». E incluso a través de las atrocidades, el asesinato, la agresión sexual, la brutalidad, la pérdida de niños y todo eso, hablan sobre su fe en Dios y su amor por Dios. La presencia de Dios con ellos en medio de las dificultades es muy clara.

Has mencionado las causas de fondo de la migración. ¿Qué piensa la iglesia acerca de esto a nivel mundial?

En países de toda América Latina hay grupos sobre el terreno que realizan un trabajo increíble y necesitan apoyo. Hay toda una red creciente de iglesias evangélicas en Colombia que están trabajando con [algunos de los 2.5 millones de] refugiados venezolanos allí.

Una iglesia en Nueva York puede apoyar a una iglesia en Guatemala que está trabajando en sus comunidades. Y tal vez puedan ayudar a dos, cuatro o diez familias a estabilizarse para que alcancen una situación en la que no sientan que tienen que dejar su país.

Traducción por Sergio Salazar.

Edición en español por Livia Giselle Seidel.

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