Seguir a Cristo también significa luchar contra la corrupción

Seis maneras en que los cristianos suelen empeorar el problema y cinco pasos hacia una solución.

Christianity Today July 23, 2024
Ilustración de Elizabeth Kaye / Fuente de imágenes: Getty / Unsplash

Liderados por el jefe de las fuerzas del orden de Malawi, 19 agentes armados rodearon la casa de Martha Chizuma a las 4 de la mañana del 6 de diciembre de 2022 en Lilongwe, la capital del país. Chizuma, directora general de la Oficina Anticorrupción de Malawi, fue obligada a arrodillarse en el suelo en una comisaría para ser interrogada; poco después fue puesta en libertad. Su arresto fue una represalia tras sus esfuerzos por exponer la corrupción de alto nivel en el gobierno. [Los enlaces redirigen a contenidos en inglés].

Chizuma, abogada que estudió en Londres y es exprocuradora de justicia del gobierno de Malawi, fue la primera líder anticorrupción de Malawi elegida mediante un proceso basado solamente en el mérito. «Hubo gente que luchó contra mi nombramiento y ahora querían socavarme», explicó, especialmente porque estaba liderando una investigación a gran escala en materia de corrupción que era «una prueba del compromiso del gobierno en turno con la integridad».

Se entiende que quienes planearon su arresto buscaban silenciar a una funcionaria pública piadosa que se ha mostrado decidida a «escupir fuego a los políticos corruptos», como informó el Nyasa Times varios días después. Pero no lo han logrado.

La lucha contra la corrupción requiere un gran valor como el de Martha, en parte porque la corrupción ofrece enormes recompensas. Su costo financiero global es especialmente difícil de estimar, pero el total puede exceder un billón de dólares al año. Cada año, el 25 % de los adultos del mundo pagan al menos un soborno. La demanda de sobornos por parte de funcionarios públicos hace que muchas naciones de mayoría cristiana tengan clasificaciones desfavorables en el Índice de Percepción de la Corrupción de Transparencia Internacional.

Con demasiada frecuencia, los evangélicos son parte del problema de la corrupción, la cual adopta muchas formas: soborno, fraude, nepotismo, trata de personas, esquemas de sexo a cambio de calificaciones, lavado de dinero, maestros fantasmas en las escuelas y más. Una mujer africana que había estudiado en un seminario evangélico estadounidense, después de cambiar dólares estadounidenses por moneda local, me sorprendió cuando dijo: «Solo hago negocios con comerciantes musulmanes. ¡Nunca confiaría en un cristiano!».

«La Iglesia necesita limpiar sus establos de Augías», dijo el expresidente nigeriano Olusegun Obasanjo en 2017, comparando las iglesias nigerianas con los establos llenos de estiércol de la mitología griega. «No solo celebran, sino que veneran a aquellos cuyas fuentes de riqueza son cuestionables. Aceptan regalos y donaciones… de cualquiera, sin hacer preguntas. Esto da la impresión de que todo es aceptable en la casa de Dios».

¿Por qué algunos cristianos son tan insensibles ante la corrupción flagrante, y a menudo incluso son partícipes en la misma? Hay al menos seis razones.

Primero, algunos en la iglesia no están dispuestos a exigir rendición de cuentas de los trabajadores cristianos. Otros viven en ignorancia deliberada, como si fuera imposible que sus compañeros de fe fueran corruptos, de tal manera que no abordan las señales de advertencia ni llevan a cabo investigaciones adecuadas.

En segundo lugar, en algunos casos, un cambio de la religión popular tradicional de un país o región para convertirse a una afiliación cristiana puede en realidad exacerbar la corrupción. Un informe inédito reciente, basado en entrevistas con 48 líderes cristianos en África, explicó que muchos seguidores de las religiones tradicionales africanas no se atreven a mentir porque creen que sus antepasados están observando desde más allá de la tumba y podrían aplicar un castigo seguro y rápido. En contraste, dijeron algunos encuestados, los cristianos africanos parecen más dispuestos a mentir, incluso cuando juran sobre la Biblia, porque piensan que el Dios cristiano es misericordioso y retrasa el juicio.

En tercer lugar, si los pastores «predican contra la corrupción, perderían a los miembros que dan grandes ofrendas», dice Agbaji Orinya, de la Palace of Priests Assembly, una iglesia en Abuja, Nigeria. En muchos casos, dice Orinya, la dependencia de las iglesias protestantes de las ofrendas las empuja a evitar ofender a donantes corruptos que son generosos.

Cuarto, los pastores o trabajadores cristianos en muchos países sienten que se espera que ellos beneficien a sus familias y comunidades étnicas, un fenómeno que la periodista Michela Wrong llama «es nuestro turno de comer». También conocido como compartir a demanda, este patrón crea intensas presiones sobre los líderes para que saqueen las finanzas de la organización en beneficio de amigos y familiares.

Una quinta razón por la que los cristianos están ausentes en la lucha contra la corrupción, dice Munkhjargal Tuvshin, pastor de la Iglesia de la Comunidad de la Verdad en Ulán Bator, Mongolia, es su mentalidad dualista. «La mayoría de los cristianos», afirma Tuvshin, «diría que la corrupción es un asunto del mundo, no un asunto de la iglesia. Esa mentalidad dualista nos aleja de defender la verdad».

Orinya, que está desarrollando una importante campaña anticorrupción entre los pentecostales de Nigeria, propone que hay aún otro motor de la corrupción entre los cristianos: el evangelio de la prosperidad. Según Orinya, el mensaje del movimiento herético que dice que «si eres pobre, seguro es porque no eres hijo de Dios» a veces motiva a los oyentes a robar, creyendo que incluso las ganancias mal habidas son una bendición divina.

¿Cómo pueden los cristianos marcar una diferencia sustancial en los esfuerzos por controlar la cultura de corrupción en todo el mundo?

El primer paso es discipular a las personas para que prioricen los actos diarios de integridad frente a las normas culturales que favorecen la deshonestidad. Citando Efesios 4:25 («Por lo tanto, dejando la mentira, hable cada uno a su prójimo con la verdad, porque todos somos miembros de un mismo cuerpo»), el pastor Taba Ebenezar en Bamenda, Camerún, insta a su congregación y a los miembros de su comunidad a «hacer de cada día un día de integridad».

Los discípulos bien preparados saben que Dios no es un espíritu transaccional que derrama favores sobre aquellos que pagan el soborno requerido, ya sea a un chamán o a un predicador de la prosperidad. Ebenezar, cuya nación ocupa el puesto 140 entre 180 países en el Índice de Percepción de la Corrupción, dice: «No podemos hablar solo de salvación cuando el país está retrocediendo».

En segundo lugar, las iglesias deben convertirse en sociedades modelo. Los líderes seculares serán más capaces de imaginar naciones libres de corrupción cuando las iglesias ejemplifiquen una vida libre de corrupción. Demasiadas iglesias y organizaciones misioneras disfrazan un comportamiento poco ético mediante prácticas de gestión defectuosas, tal como el uso de acuerdos de confidencialidad, socavando así el mensaje de esperanza y honestidad que la iglesia debería poner en práctica.

Global Trust Partners (GTP), una filial mundial del Consejo Evangélico para la Responsabilidad Financiera en Estados Unidos, busca dar una nueva forma al comportamiento de las iglesias y organizaciones cristianas a través de grupos de rendición de cuentas que promuevan la integridad fiscal y ética junto con la generosidad. Como comentó el director financiero de GTP, Matthew Gadsden de Australia: «Una vez que llega la transparencia a la gobernanza, las personas pueden dar con la confianza de saber que la donación se utilizará para los fines para los que está destinada».

Los líderes de la iglesia a menudo no se dan cuenta de cuánto los necesitan los grupos seculares como Transparencia Internacional. Roberto Laver, exabogado del Banco Mundial que trabaja en temas de corrupción en América Latina, dice que los grupos seculares «tienen todas las herramientas de responsabilidad social», pero carecen de las redes interpersonales y la ética universal que la iglesia ofrece.

Laver establece un interesante contraste entre católicos y evangélicos en América Latina, afirmando que la «Iglesia Católica Romana se pronunciará sobre todos los temas, incluida la corrupción… pero [a nivel personal], su verborrea hace poca diferencia. En cuanto a los evangélicos, individualmente son más honestos, pero públicamente guardan más silencio». Laver pregunta: «Si la iglesia no muestra más honestidad a un nivel público, ¿qué esperanza hay en el evangelio?».

La tercera parte de la estrategia se refiere a la educación sobre aspectos de la cosmovisión cristiana que desalientan ser parte de la corrupción: la soberanía de Dios, las expectativas éticas para los creyentes y el potencial transformador de la fe en Cristo. El pastor Ebenezar en Camerún tiene una invitación abierta a las autoridades de las escuelas públicas a fin de enseñar integridad a los niños, actividad que es clave para romper con la cultura de la corrupción. La visible campaña de defensa pública de Ebenezar incluye un programa de radio semanal, gorras y camisetas a favor de la integridad y premios a la integridad en el medio tiempo de los partidos de fútbol juvenil.

Como dice el experto británico en anticorrupción Martin Allaby: «No hay nada como un cambio cultural profundo». Ya sea a través de películas o música, en iglesias, escuelas u hogares, y ya sea con adultos o niños, enseñar una cosmovisión cristiana proporciona una base racional en los esfuerzos que se hacen para frenar la corrupción.

En Jinja, Uganda, junto con los anuncios radiofónicos regulares, el director de la emisora, Anyole Innocent, defiende una visión cristiana de la integridad en Busoga One, que cuenta con un millón de oyentes diarios. Esfuerzos creativos como el de Innocent e iniciativas similares en las redes sociales son formas persuasivas de reforzar una cosmovisión cristiana y de movilizar a los creyentes para oponerse a la corrupción.

Una cosmovisión cristiana también reconoce el desorden que prevalece en las situaciones en las que las tentaciones a la corrupción están profundamente entrelazadas con la pobreza. Los funcionarios públicos que buscan sobornos pueden ser ellos mismos víctimas de altos funcionarios corruptos que retienen sus salarios, o incluso sus salarios pueden ser, por sí solos, insuficientes para alimentar a sus familias. Dios puede llamarnos a compartir regalos con familias empobrecidas, especialmente aquellas dentro de la iglesia, para que no se sientan impulsadas a considerar la posibilidad de buscar sobornos. Curiosamente, si bien la Biblia condena claramente el recibir sobornos, no es tan explícita con respecto a dar sobornos. Pero aquellos que se sienten obligados a ofrecerlos deberían considerar hasta qué punto, en su propia situación, caer en esa práctica perpetúa un sistema perverso.

Una cuarta estrategia clave, destacada por el sociólogo James Davison Hunter de la Universidad de Virginia, es el desarrollo de redes de líderes de alto desempeño que puedan trabajar juntos en todos los sectores de la sociedad. La comunidad Clapham de William Wilberforce de finales del siglo XVIII y principios del XIX reunió a banqueros, parlamentarios, autores, activistas, pastores, escritores y educadores en esfuerzos decididos que, con el apoyo del avivamiento wesleyano, mejoraron profundamente Inglaterra tras una larga tradición de corrupción. Este tipo de redes de alto rendimiento pueden coordinar la planificación general anticorrupción, y al mismo tiempo vincular lo que sucede en las iglesias con las conversaciones nacionales y con los esfuerzos de reforma.

Pathways for Integrity Network, que se lanzó recientemente en Uganda, muestra el potencial de convertirse en una red anticorrupción de alto rendimiento. Innocent, el director de la estación de radio comentó: «De cara al futuro, imaginamos una red donde las organizaciones confíen en nosotros para capacitar a sus empleados, donde los creadores y solicitantes de empleo confíen en nuestras recomendaciones, y donde los inversores occidentales busquen nuestra ayuda en proyectos en Uganda, incluidas iniciativas gubernamentales».

La organización Faith and Public Integrity Network, cofundada por Allaby y Laver, reúne a académicos y líderes cristianos para llevar a cabo esfuerzos simultáneos. Algunos evangélicos como Martha Chizuma en Malawi participan en redes de alto rendimiento tales como Chandler Sessions, que no son específicamente cristianas.

La quinta parte de la estrategia implica un portavoz virtuoso y sacrificado como rostro del movimiento, de la misma manera que Martin Luther King Jr. legitimó el movimiento por los derechos civiles en Estados Unidos en las décadas de 1950 y 1960. Los activistas necesitan un animador que una sus voces a favor del cambio. Ebenezar es una de esas voces en Camerún y declara ambiciosamente: «¡Si nosotros, los pastores, nos involucramos en este tema, esto restaurará y liberará a nuestra nación!».

Quizás necesitemos un James Yen del siglo XXI para liderar la lucha contra la corrupción global. Yen fue un célebre reformador agrario cristiano durante la titánica lucha de China entre los nacionalistas (quienes lideraron el gobierno chino desde 1912 hasta 1949) y los comunistas. Tanto Mao Zedong como Chiang Kai-shek lo trataron de reclutar para sus respectivos gobiernos, pero él rechazó ambas ofertas.

Un día, después de estas negativas afables pero serias, un alto funcionario del gobierno que pasaba en una limusina vio a Yen caer de su bicicleta mientras cruzaba las vías del tranvía. Al día siguiente, apareció misteriosamente un automóvil nuevo en donde se alojaba Yen. Él dejó silenciosamente el auto en el garaje de un amigo, prefiriendo la vergüenza y los pantalones enlodados antes que traicionar su integridad cristiana al aceptar regalos de un gobierno corrupto.

No todos los cristianos deberían rechazar la oportunidad de trabajar en el gobierno solo porque este es corrupto; sin embargo, líderes virtuosos y sacrificados como Yen pueden poner de relieve y exponer la corrupción poderosamente. Cuando las «obras infructuosas de la oscuridad» (Efesios 5:11) quedan expuestas, se marchitan bajo la luz brillante de la verdad.

En Tegucigalpa, la capital de Honduras, la Asociación para una Sociedad Más Justa (ASJ) se ha centrado incansablemente en la corrupción en las escuelas públicas, y ha conseguido enormes logros a favor de los dos millones de niños en edad escolar del país. Los esfuerzos de ASJ redujeron el porcentaje de maestros fantasmas (aquellos que no se presentan a clases pero continúan recibiendo un sueldo) del 26 por ciento al 1 por ciento en dos años.

Cuando las escuelas reabrieron después de un cierre de 28 meses debido al COVID-19, ASJ movilizó nuevamente a sus 20 000 voluntarios para monitorear las escuelas y detectar casos de maestros fantasma. Gracias a los voluntarios, dice el cofundador de ASJ, Kurt Ver Beek, los estudiantes hondureños recibieron los 200 días de educación programados en el año escolar 2023-2024. ASJ ha persistido a pesar del acoso ocasional por parte de algunos funcionarios gubernamentales.

En Malawi, Martha Chizuma también continúa su esfuerzo con el apoyo de algunos amigos. Tres días después de su inesperada detención que tuvo lugar antes del amanecer, estaba esperando a su conductor cuando vio que se acercaban diez mujeres muy pobres. «Me abrazaron llorando, porque sabían lo que me había pasado», recordó Chizuma. «Una de ellas dijo: “¡Estaba muy preocupada cuando te arrestaron porque sabemos que eres la única que lucha por nosotros!”».

Aunque Lazarus Chakwera, el presidente de Malawi, es un cristiano evangélico, la corrupción profundamente arraigada que azota al país aún no ha sido eliminada. En mayo, cuando de pronto se retiraron los cargos de corrupción contra un importante funcionario público, la decepción le recordó a Chizuma que el sendero que recorre es a menudo un camino solitario. Necesitamos más evangélicos como esas diez mujeres que alentaron a Chizuma a continuar su difícil pero crucial tarea.

Robert Osburn es miembro principal del Instituto Internacional Wilberforce y autor de Taming the Beast: Can We Bridle the Culture of Corruption?

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