La nostalgia es espiritualmente peligrosa

Por qué no debemos adorar al becerro de oro de los días «pre-COVID».

Christianity Today July 30, 2020
Illustration by Rick Szuecs / Source images: Dragana991 / Getty / Elizeu Dias / Bundo Kim / Unsplash / Agung Pandit / Pexels

¿Recuerdas la víspera de Año Nuevo, cuando pensamos que 2020 sería nuestro año? Debates y memes similares iluminaron las redes sociales cuando el mundo se detuvo en los meses posteriores. Nuestro anhelo del pasado ahora impregna los rincones más mundanos de la vida, desde hacer una parada rutinaria en la cafetería o revisar las puntuaciones deportivas antes de ir a la cama, hasta ver los estantes apilados con papel higiénico en los supermercados. Extrañamos incluso las molestias diarias: los empujones para entrar al metro en hora pico, estar varado en el tráfico, y hasta el escándalo de la música de la fiesta de los vecinos.

Tampoco podemos evitar notar la devastación de nuestra nueva normalidad: individuos que viven solos, soportando largos periodos de tiempo sin contacto humano, o personas que pierden a sus seres queridos sin poder celebrar un funeral apropiado. Sin la calidez de la conexión directa, nos sentimos incapaces de compartir los momentos de alegría y de luto en la vida de las personas que nos rodean. Tal vez esa es la verdadera razón por la que nos sentimos nostálgicos: porque extrañamos regocijarnos con los que se regocijan y llorar con los que lloran, estando presentes en carne propia.

Desde los tonos cálidos de nuestros filtros de Instagram, la moda retro en nuestros escaparates, hasta los eslóganes políticos que capturan el imaginario colectivo, el anhelo nostálgico recorre la gama de experiencias humanas. En su forma común y corriente, la nostalgia puede proporcionar un tipo agradable de sensación de cierre: piense por ejemplo en las fotografías presentadas en una graduación o una boda. Pero esa misma nostalgia puede desenterrar sentimientos de pérdida que aún no hemos resuelto, y hacerlo de tal forma que nos sintamos tentados a recrear una versión arreglada y distorsionada del pasado. El anhelo de tiempos más sencillos emerge sin dificultad durante este presente tan disfuncional. Sin embargo, si no es atendida a tiempo, esa nostalgia puede desviarnos de forma alarmante.

Después de ser milagrosamente liberada de la esclavitud en Egipto, la casa de Israel había hecho un juramento solemne ante Dios de que obedecería los Diez Mandamientos, los cuales prohibían la adoración de otros dioses y de imágenes grabadas. Varias semanas más tarde, el pueblo acorraló a Aarón, el sumo sacerdote, y le exigieron que fabricara nuevos dioses para que ellos los veneraran (Éxodo 32:1). ¿Cómo sucumbieron tan rápido a la idolatría?

¿Habían dejado de creer en Yahweh? Esto parece improbable. Los israelitas habían sido testigos de señales maravillosas una tras otra: las diez plagas, la separación de las aguas en el Mar Rojo y pilares de nubes y de fuego guiando su camino. Ellos habían visto el poder de Dios. ¿Actuaron por miedo? Habían pasado 40 días desde que Moisés había subido al monte Sinaí. Nadie sabía cuándo volvería —o si volvería—. Tal vez la perspectiva de enfrentarse al desierto sin su líder los llevó al límite. Sin embargo, cuando Moisés reveló por primera vez los Diez Mandamientos, el pueblo sintió tal terror ante la presencia de Dios que temían por sus vidas (Éxodo 20:20). Tenían razones para temer a Dios más que al desierto.

Hay una explicación más prosaica para esta traición desconcertante: el pueblo de Israel había sido consumido por la nostalgia. A medida que la euforia de cruzar el Mar Rojo se hundió y la realidad de la vida en el desierto se asentó, el pueblo comenzó a anhelar el pan y los ollas de carne que tenían en Egipto. Así que Dios les dio maná (Éxodo 16:3). A medida que comían maná día tras día, su antojo se hizo más fuerte y más específico: pescado, pepinos, puerros, cebollas, ajo (Números 11:4-5). Así que Dios les dio codornices (Éxodo 16:12-13; Números 11:31-32). Pero su anhelo culinario había despertado algo más profundo. Languidecían por los ritmos estables y predecibles de la vida que habían conocido durante cuatrocientos años. Este anhelo los consumió hasta el punto de perder de vista por qué necesitaron ser liberados en primer lugar.

Entonces Moisés desapareció en el monte Sinaí. Su ausencia presentó la oportunidad de recrear [en su imaginación] esa vida anterior lo mejor que pudieron: la fiesta, la celebración, las costumbres religiosas. Aarón, el sumo sacerdote, recogió baratijas doradas que le dio la gente y que asociaban con Egipto, y las convirtió en un ídolo. Al día siguiente, la gente se perdió tan estridentemente en la juerga ante el becerro de oro, que el compañero de Moisés, Josué, confundió el ruido con el sonido de la guerra (Éxodo 32:17).

La debacle del becerro de oro fue el producto de memorias distorsionadas intencionalmente. Es comprensible que la casa de Israel extrañara la familiaridad, la rutina y los otros aspectos buenos de la vida que habían construido en Egipto. Su viejo mundo se había ido, y su nuevo mundo era un desierto de incertidumbre. Pero la nostalgia los consumió a tal grado que olvidaron cuatrocientos años de servidumbre, y rompieron el primer y el segundo mandamiento para conjurar un pasado idealizado y distorsionado. Perdieron su orientación moral a tal grado que Dios consideró desaparecerlos antes de la intervención de Moisés (Éxodo 32:11-14).

Y todo empezó con el anhelo de una buena comida.

¿Cómo puede algo tan aparentemente inofensivo como la nostalgia resultar tan peligroso espiritualmente? C. S. Lewis observa en Cartas del diablo a su sobrino que la obra del Espíritu [Santo] se desarrolla en el presente. Responder al Espíritu requiere «obedecer la voz presente de la conciencia, llevar la cruz presente, recibir la gracia presente y dar gracias por el placer presente». Una de las características definitorias del pecado, por lo tanto, es que rompe nuestra conexión con el presente. Lewis señala que la mayoría de los vicios, como el miedo, la ambición o la lujuria, nos tientan a obsesionarnos con el futuro. La nostalgia, en cambio, está orientada hacia el pasado. Puesto que nos empuja en la dirección opuesta de la mayoría de los otros vicios, tendemos a verlo como inocuo en comparación. Pero espiritualmente hablando, el hecho de que perdamos el contacto con el presente es más importante que cómo lo hacemos. Cuanto más tiempo un vicio nos impida enfrentarnos a los desafíos y apreciar las bendiciones de nuestro presente, más espiritualmente corrosivo se vuelve. Y precisamente porque se siente agradable e inofensiva, la nostalgia puede ser devastadoramente eficaz para sacarnos de sincronía con la obra del Espíritu durante largos periodos de tiempo.

Ceder ante las fantasías del pasado engaña al pueblo de Dios, robándole la oportunidad de cultivar la esperanza que vence la desesperanza.

En pequeñas dosis, la nostalgia puede reponernos: ¿quién no se ha sentido renovado después de recordar a viejos amigos? Pero la nostalgia desenfrenada nos hace aferrarnos al becerro de oro que nos recuerda el pasado, en lugar de reconocer los pilares de nube y fuego que nos guían a través de nuestro presente incierto. Como el salmista nos recuerda acerca de los ídolos: «Tienen boca, pero no pueden hablar; ojos, pero no pueden ver; tienen oídos, pero no pueden oír; ¡ni siquiera hay aliento en su boca!» El pasaje cierra con una advertencia: «Semejantes a ellos son sus hacedores y todos los que confían en ellos» (Salmo 135:16-18). La esposa de Lot se transformó en un pilar de sal porque miró hacia atrás en Sodoma (Génesis 19:26). Se volvió tan inerte y tan suspendida en el tiempo como el pasado imaginario que anhelaba. Espiritualmente hablando, arriesgamos el mismo destino cuando idolatramos un pasado mal recordado.

¿Cómo evitar que la nostalgia nos paralice espiritualmente? Debemos empezar por ser honestos con nosotros mismos. Lo que sea que nos dijimos que era «la vida normal» antes de 2020 ya no existe. Terminó cuando la epidemia se convirtió en pandemia; tal como Ahmaud Arbery, Breonna Taylor, y George Floyd exhalaron su último aliento. Ningún milagro económico u orden ejecutiva puede traerlos de vuelta, así como tampoco pueden devolvernos nuestro sentido de seguridad, ni nuestros ritmos y rutinas.

Enfrentar esta realidad puede ser doloroso. Debemos darnos espacio para procesar nuestra pérdida colectiva. El Espíritu puede transfigurar ese dolor en «tristeza divina» que lleve al arrepentimiento y a la salvación. Pero debemos estar abiertos a la obra del Espíritu, para no sucumbir al «dolor mundano» que trae la muerte (2 Corintios 7:10).

Como Lewis enfatiza, esta apertura al Espíritu es un proceso activo. ¿Cómo podemos poner en práctica «obedecer la voz presente de la conciencia, llevar la cruz actual, recibir la gracia presente y dar gracias por el placer presente»?

En nuestro entorno actual, las cruces son obvias. Los placeres pueden ser más difíciles de discernir, pero espiritualmente hablando, resulta vital reconocerlos y apreciarlos. He encontrado esos placeres al reconectar con viejas amistades a través de la pantalla de la computadora, o en los paseos diarios que mi esposa y yo tomamos para evitar la claustrofobia en nuestra pequeña ciudad de Nueva Jersey. Mientras deambulamos por las calles cercanas, nos detenemos y charlamos con los vecinos con mucha más frecuencia que antes. Ahora veo a los trabajadores del sector de servicios con nuevos ojos: a los empleados del supermercado, al cartero, a los conductores de camiones, a los recolectores de basura. Siento un nuevo aprecio por la forma en que hacen posible la vida moderna. Estoy aprendiendo a disfrutar de tareas cotidianas como cocinar y trabajar en el jardín. Estos nuevos placeres variarán de persona a persona, pero bien pueden ser el maná que nos sustente.

En tiempos como estos, las comunidades de fe pueden ofrecer algo mucho más edificante que la nostalgia: ofrecen esperanza. La esperanza, en su pleno sentido bíblico, surge de las dificultades: «el sufrimiento produce perseverancia; la perseverancia, entereza de carácter; la entereza de carácter, esperanza». Esta esperanza perdura precisamente porque es obra del Espíritu: «Esta esperanza no nos defrauda, porque Dios ha derramado su amor en nuestro corazón por el Espíritu Santo que nos ha dado» (Romanos 5:3-5). La esperanza echa raíces cuando el pueblo de Dios sigue la inspiración del Espíritu para enfrentar las pruebas presentes. La nostalgia, por el contrario, puede traer la tentación de deleitarnos en fantasmas de un pasado idílico en lugar de enfrentarnos a las dificultades del presente. Ceder ante las fantasías del pasado engaña al pueblo de Dios, robándole la oportunidad de cultivar la esperanza que vence la desesperanza.

Nuestra vida cómoda y estructurada ha dado paso a una nueva temporada en el desierto. El desierto nos inquieta profundamente y nos obliga a enfrentarnos con la incertidumbre de nuestra vida. El maná que Dios proporciona en temporadas como estas no sabe a lo que estamos acostumbrados. Pero nos nutre de maneras que la rica comida de nuestra vida anterior no podría. A medida que nuestras crisis actuales continúen, nos veremos muy tentados a recrear un pasado idealizado y selectivamente recordado, en lugar de atender las necesidades e inquietudes del presente. Sin embargo, el pueblo de Dios debe disciplinarse para poner su enfoque en el aquí y el ahora, porque ahí es donde se desarrolla la obra del Espíritu, haciendo todas las cosas nuevas.

Jeremy Sabella es profesor de religión en Dartmouth College. Es autor de An American Conscience: The Reinhold Niebuhr Story (Eerdmans, 2017).

Traducción al español por Livia Giselle Seidel.

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J. I. Packer: Cómo aprendí a vivir gozosamente

Un avejentado sabio llamado Eclesiastés domó mi cinismo juvenil.

Christianity Today July 23, 2020

Esta es una versión revisada y corregida de la traducción publicada en septiembre de 2015.

Este artículo fue publicado en colaboración con la Conferencia Nacional de Liderazgo Cristiano Hispano (NHCLC, por sus siglas en inglés).

A los cristianos nos gusta preguntarnos unos a otros cuál es nuestro libro favorito de la Biblia. Descubrir la manera en que las personas experimentan las Sagradas Escrituras —especialmente aquellos que escriben libros sobre la Biblia— es de interés natural para nosotros. Cuando me preguntan cuál es mi libro favorito, yo respondo que es el libro de Eclesiastés. Si las personas fruncen el ceño y me preguntan por qué, les doy dos razones.

Primero, hay un placer especial en leer a un escritor con quien uno se identifica. Y es esa la impresión que tengo respecto al autor de este libro, quien se refiere a sí mismo como Qohelet —palabra en hebreo que significa “el que convoca” y que se tradujo al griego como Ekklesiastes: “hombre de asamblea”. Lo veo como un ciudadano contemplativo de la tercera edad, un maestro público de sabiduría, un lexicógrafo y profesional del estilo. Como lo muestra su testimonio oficial —o el testimonio dado acerca de él en tercera persona (ambas opciones son válidas)— en 12:10, este hombre tomó muy en serio su labor como instructor y se esforzó por comunicarse de una manera memorable. Si se trata del Salomón histórico o de alguien que se hizo pasar por él —no con el fin de engañar, sino con el fin de comunicar su mensaje de la manera más eficaz— no lo sabemos a ciencia cierta. De lo que sí estoy seguro es que cada punto alcanzaría su máximo potencial si en realidad proviniera del verdadero Salomón en los últimos años de su vida.

Quien sea que haya sido, Qohelet era un realista acerca de las muchas formas en que este mundo nos lleva por caminos sinuosos. Pero, aunque temperamentalmente inclinado al pesimismo y al cinismo, yo pienso que lo que lo salvó de caer en cualquiera de estos dos cráteres de desesperanza fue una fuerte teología del gozo.

Qué tanto concuerda esto con la forma en que la gente me percibe a mí, no lo sé, pero esta es la manera en que quisiera verme a mí mismo, y la razón por la que aprecio a Eclesiastés como a una alma gemela. (Una de las diferencias principales, por supuesto, es que su línea de pensamiento ocurre en su totalidad dentro del marco de referencia del Antiguo Testamento).

Segundo, al mirar atrás al tiempo de mi conversión al cristianismo en mi adolescencia tardía, recuerdo que Eclesiastés me brindó sabiduría que necesitaba desesperadamente. Cuando Jesucristo tomó control sobre mí, yo ya iba rumbo a convertirme en un cínico. Pero por la gracia de Dios, fui domado hasta lo más profundo, y veo a Eclesiastés —el hombre y el libro— como quienes hicieron la mayor parte de esa labor.

Los cínicos son personas que se han vuelto escépticos sobre la bondad de la vida, y quienes miran mal las afirmaciones de sinceridad, moralidad y valor. Desechan dichas declaraciones como si fueran huecas y critican los programas que logran mejoras. Sintiéndose decepcionados, desanimados y dolidos por sus experiencias en la vida, su orgullo herido les prohíbe pensar que otros pudieran ser más sabios y pudieran estar haciendo las cosas mejor que lo que ellos mismos las han hecho. Por el contrario, se ven a sí mismos como realistas valientes, y a todos los demás como necios autoengañados. Los adolescentes confundidos fácilmente caen en el cinismo, y eso era precisamente lo que yo estaba haciendo.

Crecí en un hogar estable e hice un buen papel en la escuela, pero, siendo introvertido, siempre fui tímido y algo torpe en público. Me fue prohibido participar en cualquier tipo de deporte o juego en equipo a causa de un hueco que tengo en mi cabeza —literalmente sobre el cerebro—, secuela de un accidente que sufrí en la calle a la edad de 7 años. Por años, tuve que cubrir el hoyo, donde no había hueso, usando una placa de aluminio asegurada a mi cabeza con cinta elástica. Nunca pude lograr que mi cuerpo aprendiera a nadar o a bailar.

Ser una rareza aislada fue algo doloroso para mí como lo hubiera sido para cualquier adolescente, así que desarrollé un sarcasmo auto protector, me conformé con esperar poco de la vida, y me convertí en un amargado. El orgullo me llevó a defender la verdad cristiana en debates escolares, pero sin ningún interés en Dios o un verdadero deseo de someterme a Él. De cualquier forma, convertirme en un verdadero cristiano —a diferencia de uno nominal— trajo muchos cambios, y Eclesiastés, particularmente, me mostró cosas sobre la vida que yo no había visto antes.

Aprendiendo a vivir

Esperándome en las páginas de Eclesiastés estaba una perspectiva de la realidad muy distinta a mi cinismo juvenil.

Eclesiastés es uno de los cinco libros de sabiduría del Antiguo Testamento. Se ha dicho que los Salmos nos enseñan cómo adorar; los Proverbios, cómo comportarnos; Job, cómo sufrir; el Cantar de los Cantares, cómo amar; y Eclesiastés, cómo vivir. ¿Cómo? Con realismo y reverencia, con humildad y control, con serenidad y contentamiento, en sabiduría y en gozo.

Aquellos que no han leído más allá del capítulo 3 quizás piensen que Eclesiastés solo da voz a un sentimiento de desconcierto y tristeza al describir la situación de las cosas. Pero 2:26 ya va más allá de eso: “A la persona que le agrada, Él le ha dado…gozo” (LBLA). En Eclesiastés, el gozo es un tema central, y es una bendición tan grande, y otorgada con tanta gracia, como lo es, por ejemplo, en Filipenses.

Eclesiastés es una meditación fluida sobre el tema del diario vivir. Tiene dos partes. Cada una de ellas es una cuerda de unidades separadas, yuxtapuestas sin conectores y de forma un tanto suelta, pero que, sin embargo, se unen lógica y teológicamente por medio del tema del que se trata. Y uniéndolo todo, están tres imperativos recurrentes:

  • Reverenciar a Dios: En Eclesiastés, al igual que en Proverbios, temer significa “confiar, obedecer y honrar,” no “estar aterrorizado” (3:14; 5:7; 7:18; 8:12–13; 12:13).
  • Reconocer las cosas buenas de la vida como regalos de Dios y recibirlas de esa manera, disfrutando de ellas (2:24–26; 5:18–19; 8:15; 9:7–9).
  • Recordar que Dios juzga nuestras obras (3:17; 5:6; 7:29; 8:13; 11:9; 12:14).

Existen dos rasgos unificadores más. El primero es la frase sujetalibros, “Vanidad de vanidades, dice el Predicador … Todo es vanidad”—las palabras de apertura en 1:2 y las palabras de clausura en 12:8. Vanidad significa literalmente “vapor” y “niebla”, y aparece más de un par de docenas de veces para comunicar vacío, falta de sentido, falta de valor y haber perdido el camino. “Correr tras el viento” —es decir, tratando de agarrarlo— es una imagen con un significado paralelo (1:14,17; 2:11,17,26; 4:4; 6:9). Ambas metáforas apuntan a un esfuerzo infructífero, del cual el mundo está lleno, dice el autor.

El segundo rasgo unificador es la frase “bajo el sol.” Especifica el punto de partida y señala la perspectiva de no menos de 29 veredictos acerca de las cosas cuando son analizadas en términos de este mundo, sin referencia a Dios.

La primera mitad de Eclesiastés, capítulos 1-6, es en efecto una vereda cuesta abajo “bajo el sol”, rumbo a lo que podría llamarse “la oscuridad de la vanidad”. El orden natural, la sabiduría en sí misma, la auto indulgencia desinhibida, el trabajo arduo, hacer dinero, el servicio público, el sistema judicial y la religiosidad pretenciosa —son todas sondeadas para encontrar qué significado, propósito o satisfacción personal producen.

La razón del sondeo nos es dada: Muy dentro de todo corazón humano, Dios ha puesto “eternidad” (3:11) —un deseo de saber, tal como lo sabe Dios, la manera en que todo encaja con todo lo demás para producir valor, gloria y satisfacción duradera. Pero la investigación fracasa: Solo trae como resultado la frustración de no haber llegado a ningún lugar. ¿La implicación? Esta no es la manera de proceder.

La segunda parte, los capítulos 7-12, es un tanto discursiva —hasta podría decirse que serpentea. Se esfuerza por mostrar que a pesar de todo, la búsqueda y la práctica de una sabiduría industriosa, modesta y callada es abundantemente digna y no hay manera de embarcarse en ella demasiado temprano en la vida. Después de comparar la vejez con una casa que se despedaza (12:1-7), el escritor se eleva a una solemne conclusión:

La conclusión, cuando todo se ha oído, es ésta: teme a Dios y guarda sus mandamientos, porque esto concierne a toda persona. (v.13)

La última frase es elusiva: puede ser que su enfoque sea el deber, o bien que la frase conlleve el pensamiento “la completitud del ser humano,” tal como lo expresa la versión Dios Habla Hoy:

Honra a Dios y cumple sus mandamientos, porque eso es el todo del hombre. Dios habrá de pedirnos cuentas de todos nuestros actos. (12:13-14) [énfasis añadido]

¿De qué manera, pues, debemos finalmente formular la teología de gozo que corre a través del libro entero y lo sostiene? El regocijo en Cristo y en la salvación del creyente, como lo deja ver el Nuevo Testamento, va más allá. Pero al celebrar el gozo como un bondadoso regalo de Dios, y al reconocer el potencial de gozo de las actividades y las relaciones diarias, Eclesiastés pone el fundamento correcto:

Nada hay mejor para el hombre que comer y beber y decirse que su trabajo es bueno. Esto también yo he visto que es de la mano de Dios. (2:24)

Alabo el gozo. (8:15) [Traducción propia]

Goza de la vida con la mujer que amas, todos los días de tu vida fugaz que Él te ha dado bajo el sol, todos los días de tu vanidad, porque esta es tu parte en la vida y en el trabajo con que te afanas bajo el sol. (9:9)

Ser demasiado orgulloso como para disfrutar lo que puede ser disfrutado es una falta atroz, y una falta que clama por corrección inmediata. Debo reconocer, tal como lo tuve que aprender hace mucho tiempo, que el remedio para el cinismo es descubrir cómo, bajo Dios, las cosas ordinarias pueden traer gozo.

J. I. Packer es profesor de teología en el Regent College y autor de más de 40 libros, incluyendo su libro de mayor venta Knowing God [El conocimiento del Dios Santo].

Revisado por Livia Giselle Seidel

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Theology

J. I. Packer, autor de ‘El conocimiento del Dios Santo’, murió a los 93 años

El influyente teólogo evangélico dejó una lección final para la iglesia: Glorificar a Cristo en todos los sentidos.

J. I. Packer

J. I. Packer

Christianity Today July 18, 2020
Courtesy of Crossway

[Read in: English | Portuguese | French | Chinese: Simplified or Traditional | Korean | Indonesian ]

James Innell Packer, más conocido por muchos como J. I. Packer, fue uno de los líderes evangélicos más famosos e influyentes de nuestro tiempo. Murió el viernes 17 de julio, a la edad de 93 años.

J. I. Packer nació en un pueblo a las afueras de Gloucester, Inglaterra, el 2 de julio de 1926.

Proveniente de humildes orígenes, nació en una familia que él consideraba como clase media baja. El ambiente religioso en su hogar y en su iglesia local era el anglicanismo nominal, ajeno a la creencia evangélica en Cristo como Salvador (algo que Packer no escuchó en su iglesia natal). Cuando era aún niño, Packer tuvo una experiencia que cambió su vida. A los siete años, un bully lo persiguió hasta fuera del patio de la escuela y hacia la transitada London Road en Gloucester, donde fue arrollado por una camioneta que transportaba pan, sufriendo una grave lesión en la cabeza. Llevó una cicatriz visible en el costado de su cabeza por el resto de su vida. Sin embargo, Packer no se quejó y aceptó lo que la providencia le trajo desde la infancia.

Mucho más importante que ese accidente fue su conversión a Cristo, que ocurrió a las dos semanas de su matriculación como estudiante en la Universidad de Oxford. Packer entregó su vida a Cristo el 22 de octubre de 1944, cuando asistió a un servicio evangelístico organizado por el grupo InterVarsity en ese campus. Aunque Packer era un estudiante serio que cursaba un título en Estudios Clásicos, el verdadero latido de su vida en Oxford era espiritual. Fue en Oxford que Packer escuchó por primera vez conferencias de C.S. Lewis, y aunque nunca se conocieron personalmente, Lewis ejercería una poderosa influencia en la vida y el trabajo de Packer. Cuando Packer dejó Oxford con su tesis doctoral en Richard Baxter en 1952, no comenzó inmediatamente su carrera académica, sino que pasó un período de tres años como ministro parroquial en los suburbios de Birmingham.

Packer tuvo una vida profesional variada. Pasó la primera mitad de su carrera en Inglaterra antes de mudarse a Canadá para la segunda mitad. En Inglaterra, Packer ocupó varios puestos docentes en colegios teológicos en Bristol, durante los cuales tuvo un interludio de una década como director de la Latimer House en Oxford, un centro de intercambio de intereses evangélicos en la Iglesia de Inglaterra. En ese papel, Packer fue uno de los tres líderes evangélicos más influyentes en Inglaterra (junto con John Stott y Martyn Lloyd-Jones). El traslado de Packer al Regent College en Vancouver en 1979 conmocionó al mundo evangélico, pero amplió la influencia de Packer por el resto de su vida.

Aunque Packer era un hombre humilde que repudió la ética del éxito, su vida en realidad se lee como una historia de éxito. Su primer libro, El fundamentalismo y la Palabra de Dios (publicado en 1958) vendió 20.000 ejemplares en su primer año y ha estado consistentemente en imprenta desde entonces. En 2005, la revista Time nombró a Packer como uno de los 25 evangélicos más influyentes. Cuando Christianity Today llevó a cabo una encuesta para determinar los 50 mejores libros que han formado a los evangélicos, el libro de Packer, El conocimiento del Dios Santo (Knowing God) obtuvo el quinto lugar. Su fama e influencia no fueron algo que él se propuso lograr. Se negó firmemente a cultivar un grupo de seguidores. Por el contrario, Packer dejó su huella con su máquina de escribir (la cual utilizó para escribir sus libros y artículos a lo largo de su vida).

J. I. Packer desempeñó tantos papeles que podemos pensar en él como si hubiera tenido múltiples carreras. Se ganó su sustento enseñando y era conocido por aquellos que eran sus estudiantes como profesor. Pero el mundo en general conoce a Packer como autor y orador.

La fama de Packer como orador rivalizaba con su estatura como autor. En ambas esferas, su generosidad era insuperable. Ningún público o recinto era demasiado pequeño para obtener el mejor esfuerzo de Packer. Su carrera editorial fue un caso ejemplar de alguien que aceptó prácticamente todas las solicitudes que se le hicieron. Su libro emblema, El conocimiento del Dios Santo, (que ha vendido un millón y medio de copias) comenzó como una serie de artículos bimestrales solicitados por el editor de una pequeña revista evangélica. Su primer libro, El fundamentalismo y la Palabra de Dios, comenzó como una charla a un grupo de estudiantes (el editor pidió un folleto, pero Packer escribió un libro). Tal vez nadie en la historia ha escrito más avales y prefacios a los libros de otros que Packer.

Tanto en su publicación como en su discurso, Packer era famoso como un erudito puritano, pero también era un hombre dedicado a la iglesia que decía que su enseñanza estaba dirigida principalmente a la educación de los futuros ministros, y que pasó innumerables horas sirviendo en comités eclesiásticos. Durante un cuarto de siglo, la participación de Packer en Christianity Today le dio una plataforma como ensayista, recurriendo con frecuencia a temas de crítica cultural. Packer tuvo una carrera como "controversialista" (por necesidad más que por elección, me confió). A pesar de este título, Packer constantemente se autoidentificó como teólogo, y por lo tanto, podemos considerar que esa fue su vocación primaria.

Cuando hablamos del legado dejado por una persona fallecida, pensamos engañosamente en términos de un legado especulativo póstumo que es imposible de predecir. El legado principal de J. I. Packer es la influencia que tuvo sobre los acontecimientos en la cristiandad y sobre la vida de las personas. Ese es su legado indiscutible, y destacaré lo que creo que es la forma más importante en que Packer afectó la dirección del cristianismo durante su vida.

El primer libro de Packer fue una defensa de la autoridad de la Biblia, y esto se convirtió en una pasión de por vida y una de las contribuciones más significativas de Packer a la iglesia evangélica. Packer tenía un compromiso extraordinariamente fuerte con la visión de que las palabras de la Biblia son las palabras mismas de Dios. Defendió la doctrina de la inerrancia de la Escritura cuando estaba fuera de moda. Publicó libros sobre la fiabilidad de la Biblia. Se desempeñó como editor general de la traducción inglesa de la Biblia English Standard Version, proyecto que consideró ser el mayor logro de su vida. J. I. Packer le dio a los evangélicos un fundamento firme sobre el cual pararse con respecto a la autoridad de la Biblia. Personalmente, ningún legado de Packer ha sido más importante para mí que éste, desde el momento en que saqué una copia de bolsillo de El Fundamentalismo y la Palabra de Dios de una estantería en una librería cristiana en mi ciudad natal como estudiante universitario.

Otra contribución importante que Packer hizo durante su vida fue la forma en que se convirtió en portavoz de los evangélicos conservadores frente a tendencias liberales. Cuando Packer miró hacia atrás a su década de liderazgo en el Consejo Internacional sobre Inerrencia Bíblica, lo hizo con satisfacción y habló de “mantener el frente [de batalla]” por la inerrencia bíblica. Esa metáfora se aplica a múltiples causas a las que Packer dedicó sus mejores esfuerzos. Packer ayudó a mantener el frente evangélico conservador en numerosas cuestiones teológicas, tales como la naturaleza de las Escrituras y su interpretación, los roles de las mujeres en la iglesia y la posición de la iglesia con respecto a la homosexualidad. Era un tradicionalista que miraba hacia el pasado en búsqueda de la verdad. En El conocimiento del Dios Santo, citó Jeremías 6:16, con su imagen de los “senderos antiguos… donde está el buen camino”, afirmando que su libro era un llamado a seguir esos senderos antiguos.

Otro tema unificador en la vida de Packer fue su elevación de la persona común, y esto también es parte de su legado. Packer nunca perdió el toque común que absorbió durante sus años de formación, y el mismo espíritu fue fomentado por su identidad como puritano moderno. Aunque Packer podía escribir textos especializados junto con los mejores, su vocación era escribir textos de nivel medio para las personas comunes. Estaba totalmente desprovisto de ambición por hacer avanzar su carrera. El título de un Festschrift publicado en su honor lo dijo perfectamente: Hacer Teología para el Pueblo de Dios. Cuando Alister McGrath calificó a Packer como un "teologizador" en lugar de un teólogo, Packer lo experimentó como “un verdadero descubrimiento”, el cual lo llevó a concluir que era “un catequista de adultos”, dedicado a la enseñanza sistemática de la doctrina para el cristiano ordinario. Packer no estaba tan dolido como algunos eruditos por no haber completado ni publicado nunca su teología sistemática porque él consideraba que sus escritos teológicos informales para las personas comunes eran su vocación.

Otra parte del legado de Packer durante su vida fue su ejemplar carácter cristiano que sirvió de modelo e inspiración para aquellos que lo conocieron. Su piedad era evidente en cada momento, y su presencia era una bendición para las personas que pasaban tiempo con él. Sus palabras fueron palabras de sabiduría. Era trabajador, pero al mismo tiempo, generoso con su tiempo. Al igual que los puritanos que él tanto amaba, Packer creía que la fe cristiana se basa en un pensamiento claro, a la vez que involucra la participación del corazón. J. I. Packer hablaba con precisión al mejor estilo británico, pero también exudaba calidez espiritual. Para aquellos que tuvimos la suerte de haberlo conocido, inmediatamente experimentamos a Packer como un espíritu afín en la fe y un compañero de viaje en el Camino. La auténtica nota espiritual era evidente.

Los escritos de Packer muestran lo que más le importaba, y lo que él también pensaba que la iglesia debía valorar más. Parte del legado de Packer fue así ayudar a los cristianos a establecer la agenda correcta y preocuparse por las cosas correctas. La lista de prioridades de Packer incluía la Biblia, la Iglesia, la teología correcta, la santidad en la vida y la vocación. La razón por la que Packer escribió sobre una gama tan amplia de temas no es sólo que tenía una mente activa y capacitada, sino también que le preocupaba que los cristianos pensaran correctamente en todos los temas que se relacionan con la vida. J. I. Packer tenía una pasión por la verdad en todas las esferas.

J. I. Packer también era un hombre de paradojas. Era un anglicano devoto de toda la vida, pero se movió con la misma facilidad entre los evangélicos inconformes y fue quizás más influyente en los círculos reformados. Era por excelencia británico, pero vivió la mitad de su vida adulta en Canadá, y en un giro adicional, su mayor esfera de influencia fue los Estados Unidos. Packer se convirtió en uno de los evangélicos más famosos de su época, pero nunca ocupó un puesto prestigioso en una universidad importante y nunca llenó un púlpito de alta visibilidad de forma permanente. Era un hombre apacible con una actitud tranquila, pero constantemente se encontraba en el centro de la controversia y a menudo era difamado.

Si preguntamos cómo fue que una persona tranquila, que se mantenía concentrada en sus propios asuntos, se hizo tan famosa e influyente, la respuesta es que la publicación de Packer fue el vehículo por el cual sus ideas fueron difundidas. Por lo tanto, su vida se erige como un tributo al poder de la palabra escrita y publicada. Con la fuerza de sus escritos, Packer se convirtió en un orador muy conocido también. Tanto en sus escritos como en sus discursos, su contenido siempre era reflexivo, lógicamente empaquetado, claro y sustancial, y rutinariamente sobrestimaba la cantidad de tiempo que tenía disponible para presentar la gran cantidad de material que había preparado.

El propio Packer atribuyó la fama y el éxito que logró a la providencia divina, y es obvio que este es el caso. Él no se propuso ser famoso. Simplemente hizo la tarea que se le había puesto delante y dejó el resultado en manos de Dios. Hablar con adolescentes en una sala de estar era para él una tarea, de la misma forma que lo era dirigirse a un auditorio lleno. J. I. Packer era sobre todo útil para el reino y su Rey.

Cuando se le preguntó al final de la vida cuáles podrían ser sus últimas palabras a la iglesia, Packer respondió: “Creo que puedo reducirlo a cuatro palabras: Glorificar a Cristo en todos los sentidos”. Eso puede servir como un epitafio para lo que Packer hizo en su vida y para lo que está haciendo ahora.

Leland Ryken es profesor emérito de inglés en el Wheaton College, donde enseñó durante medio siglo. Ha escrito una biografía de J. I. Packer, titulada J. I. Packer: An Evangelical Life.

Traducido por Livia Giselle Seidel

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Theology

Nuestro activismo debe reflejar la belleza de Dios

En medio de nuestro esfuerzo por tratar de hacer lo correcto, es fácil olvidarse de hacerlo de la manera correcta.

Christianity Today July 10, 2020
Image: Illustration by Rick Szuecs / Source image: Mike Von / Unsplash

Fuera de la oficina de un congresista estadounidense, cristianos sostienen carteles de protesta hechos en casa, mientras clérigos con sotana y alzacuellos asisten a una marcha para desafiar la separación de las familias que buscan asilo en la frontera entre Estados Unidos y México. Se unen a cánticos apasionados de «¡Quédense a los niños, deporten a los racistas!» y «¡Enciérrenlos!», refiriéndose a aquellos que trabajan para la Patrulla Fronteriza de Estados Unidos. Al protestar contra la espantosa e inhumana práctica separar a niños de sus padres, deshumanizan a otros, pidiendo que se les quiten sus derechos y se restrinjan sus libertades.

Dentro de las oficinas de una organización cristiana sin fines de lucro que proporciona asistencia legal a los inmigrantes, voluntarios de una iglesia local ayudan a los jóvenes inmigrantes con sus aplicaciones DACA. Estos jóvenes llegaron a los Estados Unidos con sus familias cuando eran aún niños y ahora se encuentran indocumentados, incapaces de vivir, trabajar o asistir a la universidad en los Estados Unidos sin la amenaza de la deportación. Los voluntarios conversan con los ansiosos inmigrantes mientras comparten con ellos rosquillas y café, a la vez que navegan por el complejo papeleo que les permitirá permanecer legalmente en sus comunidades.

Mientras que los cristianos en ambos escenarios pueden creer cosas muy similares sobre la inmigración, los dos grupos han optado por vivir sus convicciones de maneras dramáticamente diferentes. Pero, ¿qué nos hace reconocer inmediatamente la diferencia entre unos y otros? Sugiero que los cristianos en el segundo ejemplo están reflejando la belleza de Dios en la forma en que viven sus creencias sobre la inmigración. Creo que si bien Dios espera que el contenido de nuestras creencias sea justo, también quiere que la forma de nuestra fe sea hermosa. Hoy, estoy usando la inmigración como un ejemplo de cómo podemos evaluar críticamente nuestras creencias y preguntarnos si están mostrando la belleza de Dios en el mundo; sin embargo, el marco que propongo podría aplicarse a cualquier otra convicción cristiana, incluso a creencias con las que podríamos estar en desacuerdo.

La belleza del Señor

Antes de que podamos preguntarnos si nuestras creencias reflejan la belleza de Dios, tenemos que entender qué es la belleza de Dios, y por qué nosotros como cristianos debemos hacer que nuestro objetivo sea reflejarla en nuestras convicciones. Jonathan King, profesor de teología y autor de La belleza del Señor: La teología como estética, explica que «la belleza es inherente a Dios, y se refleja en todo lo que hace». Los salmistas escriben canciones de alabanza sobre la belleza de Dios. La única petición de David en Salmos 27:4 es «mirar la belleza del Señor». Isaías dice que la recompensa para los justos será ver a Dios en su belleza (33:17). El pastor y autor John Piper entiende la belleza de Dios como «la peculiar proporcionalidad, interacción y armonía de todos los atributos de Dios». En otras palabras, la belleza abarca la manera perfecta en que los atributos de Dios trabajan juntos, incluso cuando podrían parecer paradójicos. Atributos como la justicia y la misericordia de Dios, la bondad y la verdad, la santidad y la compasión exhiben una simetría y perfección que lo distinguen de nosotros.

Bíblica e históricamente, la belleza de Dios también ha estado estrechamente ligada a la gloria de Dios. Cientos de veces en las Escrituras, los autores bíblicos utilizan la palabra «gloria» para referirse a la abrumadora dignidad y belleza de Dios, y para comunicar que Dios está apartado de todos los demás seres en el universo. El propósito de Dios desde el Génesis hasta Apocalipsis es dar a conocer su gloria y belleza únicas en todo el mundo. Salmos 96:3 instruye a los que siguen a Dios a «declarar su gloria entre las naciones», y el libro de Juan sostiene que la afirmación fundamental del cristianismo es que en Jesús, Dios «se hizo carne» y nos reveló su gloria (Juan 1:14). King llama a la belleza de Dios la «expresión externa de su gloria» que es «expresada y perceptible como una cualidad estética de su gloria en su obra de creación, redención y consumación». La acción salvífica de Dios en el mundo no es sólo efectiva; también es hermosa.

Jonathan Edwards, el predicador estadounidense del siglo XVIII, escribió extensamente sobre la belleza de Dios. Él creía que cuando los cristianos somos salvos, Dios nos abre los ojos para ver su belleza de una manera que antes no podíamos ver, y hace que nuestros corazones «tengan un gusto único de la belleza y la dulzura de la excelencia suprema de la naturaleza divina». King se basa en esta afirmación y sugiere que reflejar la belleza de Dios en el mundo es una parte esencial de lo que significa para los cristianos imitar a Jesús y seguir su ejemplo. Cuando consideramos todo esto a la vez, la belleza de Dios puede definirse como la relación única entre sus atributos por medio de la cual realiza su obra en el mundo y revela su gloria. Pero, ¿por qué importa que nuestras creencias y las acciones que inspiran reflejen la belleza de Dios?

Hermosa creencia en la práctica

Al medir nuestras creencias y convicciones según el estándar de la belleza de Dios, podemos asegurarnos de que nuestras acciones reflejen el verdadero carácter de Dios en lugar de un solo aspecto de él. Mientras que los cristianos cantando «¡Quédense a los niños, deporten a los racistas!» pueden querer comunicar el dolor y la ira de Dios por la separación de las familias inmigrantes, no están reflejando el amor de Dios por todas las personas. Incluso si tienen éxito en arrojar luz sobre los horrores de arrebatar a los niños inmigrantes de sus padres, lo están haciendo de una manera que ciega al mundo a los atributos de gracia, misericordia y compasión de Dios.

En contraste, los miembros de la iglesia que están sirviendo a los jóvenes inmigrantes por medio de asistencia legal, son capaces de reflejar la simetría y la perfección del carácter de Dios, ya que demuestran el amor de Dios por los inmigrantes, a la vez que encarnan el respeto a las leyes gubernamentales. A medida que hacen su objetivo vivir sus convicciones sobre la inmigración bajo el brillo de la belleza de Cristo, el Espíritu Santo les faculta para expresar su amor desde el lugar de tensión que existe entre la santidad perdurable de Dios y su gracia infinita.

Es importante aclarar que la deficiencia de la protesta sobre inmigración antes descrita no es que sea impersonal, mientras que el segundo ejemplo es individualizado y particular. Hay muchas cosas hermosas que son impersonales. La naturaleza no puede hablarnos de manera audible e individual, sin embargo, la reconocemos como una declaración de la gloria de Dios y un reflejo de su belleza.

La diferencia entre nuestros dos ejemplos tampoco es el pragmatismo. Aunque el segundo ejemplo puede parecer probable que logre más bien que el primero, tratar de reflejar la belleza de Dios a medida que reflejamos nuestras creencias no se trata principalmente de utilidad. Cada uno de nosotros es creado a la imagen gloriosa y hermosa de Dios, por lo que, por supuesto, las personas se sentirán atraídas por aquellos que reflejan la belleza de su Creador en el mundo, pero no debemos perseguir creencias hermosas solo porque son pragmáticas. Lo que hace que las creencias hermosas sean tan valiosas es el hecho de que reflejan el carácter perfecto de Dios en contraste con todo lo que no es hermoso, independientemente de si siempre son eficaces para atraer a otros a seguirlo. Buscar manifestar la belleza de Dios en nuestras convicciones demuestra fidelidad, aún cueando no siempre sea tan fructífero como quisiéramos.

Jesús como nuestro ejemplo

En Jesús, nos encontramos con un modelo perfecto para vivir nuestras convicciones desde dentro del resplandor de la belleza de Dios. Justo después de su entrada triunfal en Jerusalén, Jesús predice de nuevo a sus discípulos su muerte inminente. Explica que un grano de trigo tiene que ser enterrado en el suelo y morir para que pueda reproducirse. Entonces ofrece una súplica espontánea y urgente: «¡Padre, glorifica tu nombre!» (Juan 12:28). El pastor y autor Eugene Peterson, en una evaluación de la oración de Jesús, reconoce que las «raíces de la gloria están en la muerte y el entierro».

Si queremos que nuestras creencias muestren la belleza de Dios y le traigan gloria, la muerte es necesaria. Tenemos que morir a nuestras nociones y suposiciones preconcebidas sobre cómo debemos vivir nuestras convicciones en el mundo. Tenemos que morir a nuestro temor al juicio de otros cristianos por ser «demasiado blandos». Tenemos que morir a nuestra deseo de tener la razón y mostrar cómo todos los demás están equivocados. Tenemos que morir a nuestro deseo de ser reconocidos por lo que creemos (ya sea que queramos ser reconocidos como separados del mundo y «radicales», o bien ser reconocidos como que encajamos con las normas morales modernas). Para que nuestras convicciones revelen la incomparable belleza y gloria de Dios, debemos seguir el ejemplo de Jesús, que en su vida y muerte modeló perfectamente la «hermosa creencia».

Mes tras mes, los voluntarios de la iglesia local en nuestro ejemplo ofrecen fielmente su tiempo para acompañar a jóvenes inmigrantes indocumentados a través del laberinto del complicado papeleo necesario para obtener permisos legales de trabajo y licencias de conducir para que puedan perseguir su «sueño americano». En otra ciudad estadounidense mediana, un pastor local siente la convicción en su corazón de que necesita enseñar a su congregación lo que la Biblia dice acerca de los inmigrantes y discipularlos para amarlos bien. Cuando el gobernador de su estado anuncia que se niegan a reasentar a los refugiados sirios en su estado, decenas de congregantes de la iglesia asisten a una protesta con pancartas con versículos bíblicos acerca de amar y recibir a los inmigrantes. Los miembros de la congregación también llaman a la oficina del gobernador para explicar por qué creen que su fe los obliga a acoger al extraño, y su pastor se une a un grupo de otros líderes religiosos para reunirse con el gobernador en persona. En lugar de caer en la tentación de deshumanizar a aquellos que se oponen a acoger a los refugiados, desarrollan prácticas de protesta y promoción que reflejan la belleza de Dios.

Los cristianos de ambas comunidades se unen a Dios en su dolor por la marginación de los inmigrantes en su país, y por la existencia de leyes y políticas injustas que atienden al miedo en lugar de alentar la fe. Los cristianos de ambas ciudades se regocijan cuando su activismo y servicio pueden ayudar a los inmigrantes vulnerables a encontrar pertenencia y seguridad en sus comunidades. Sus acciones a veces no logran el efecto por el que esperan y oran, pero debido a que se han comprometido a reflejar fielmente la belleza de Dios a medida que viven sus convicciones, saben que, independientemente de los resultados individuales, sus acciones seguirán viviendo como adoración.

A Dios le importa tanto lo que creemos como cómo vivimos nuestras creencias en el mundo. Creo que Él quiere que nuestras convicciones sean moldeadas por creatividad y que nuestras creencias más profundas sean asombrosamente bellas. Una buena manera de comenzar a pensar en cómo reflejar la belleza de Dios en nuestras creencias es examinar nuestras convicciones, especialmente aquéllas sobre temas controvertidos, y preguntarnos si la forma en que hablamos de ellas y actuamos sobre ellas enfatiza principalmente solo un aspecto del carácter de Dios. ¿Nuestra pasión por la verdad de Dios nos ha cegado a su bondad? ¿Nuestro celo por la justicia de Dios nos ha hecho perder de vista su gracia y misericordia? ¿Nuestro enfoque en la compasión de Dios nos ha llevado a restar importancia a su santidad? Una vez que hemos identificado alguna deficiencia, podemos trabajar para reintroducir esas características faltantes del carácter de Dios en nuestro discurso y en nuestras acciones a medida que cultivamos la hermosa creencia.

Todos tenemos convicciones diferentes, así que mi objetivo no es decirte qué creer. Mi oración es simplemente que sin importar cuáles sean nuestros puntos de vista morales, políticos o teológicos, nos esforcemos con todo nuestro corazón y con la ayuda de Cristo en reflejar la belleza de Dios en la forma en la que vivimos. ¿Tienes alguna convicción que necesite ser arrojada en el fuego del hermoso carácter de Dios? No puedo prometerte que será indoloro, pero puedo asegurarte que valdrá la pena. Llegar a ser más como Jesús siempre vale la pena.

Tabitha McDuffee es una escritora y estudiante que vive en el sur de California. Ella escribe en TabithaMcDuffee.com y está completando su Maestría en Estudios de Migración Forzada y Protección de Refugiados en la Universidad de Londres.

Traducido por Livia Giselle Seidel.

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Cuando las personas que pastoreas te hieren

El pastor y autor Jared C. Wilson comparte lo que el primer afroamericano ordenado en Estados Unidos le enseñó acerca de enfrentar dificultades en el ministerio.

Christianity Today June 22, 2020

Cuando los amigos profesos de Dios abandonan a los ministros de Cristo, a menudo la situación es acompañada por circunstancias particularmente gravosas. El dulce consejo y la comunión que han tomado juntos se interrumpen, la confianza mutua se destruye, las partes se ven expuestas a tentaciones peculiares, y se vuelve difícil retener ese espíritu de perdón manifestado por el santo apóstol cuando todos los hombres lo abandonaron: “Ruego a Dios que no les sea tomado en cuenta.” — Lemuel Haynes, “El sufrimiento, apoyo y recompensa de los ministros fieles”

Lemuel Haynes es una figura histórica de la que quizás no hayas escuchado hablar, pero de quien desearías haber escuchado antes. Desde cualquier punto de vista, su vida fue notable. Haynes nació en 1753 y fue un trabajador no abonado de niño, un veterano de la Revolución Estadounidense y el primer hombre negro en los Estados Unidos en ser ordenado en el ministerio. Conocido por su mente aguda e ingenio rápido, Haynes era un poderoso predicador y abolicionista, tomando de su teología calvinista para argumentar que Dios tenía un plan soberano para poner fin a la esclavitud e integrar a las razas. La vida de Haynes fue todo menos fácil, y su ministerio en una iglesia a la que había dirigido durante 30 años terminó con su salida forzada. Entrevistamos al predicador y autor Jared C. Wilson acerca de cómo el legado de Haynes lo ha inspirado, y le ha enseñado a ver las dificultades del ministerio a la luz de la eternidad.

Debo admitir que no sabía quién era Haynes hasta que recientemente leí un artículo sobre él. ¿Tú cómo lo encontraste?

Cuando era pastor en Vermont, investiqué la historia de la zona y me topé con él. Haynes no era de Vermont, pero pasó 30 años pastoreando una iglesia en West Rutland. Yo estaba a unas cinco millas de donde él predicaba. Me di a la tarea de investigar la historia de la iglesia de Vermont, y él es una figura imponente en ese estado. Pero cuando empecé a leer sobre él, me di cuenta de que debería ser más conocido en la historia de la iglesia estadounidense. Él fue el primer afroamericano ordenado por un cuerpo religioso en los Estados Unidos y el primer pastor negro de una congregación mayoritariamente blanca. Eso sería raro hoy. Era inaudito entonces.

Tú escribiste: “Tuve un amigo que una vez dijo ‘enamórate de un tipo muerto’. Bueno, Haynes es mi hombre.” ¿Por qué sientes esta especial afinidad por Haynes?

Una razón es su fiel pastoreo. Era un devoto de la teología de Jonathan Edwards, así que estaba en esa tradición puritana estadounidense. Fue fuertemente influenciado por los avivamientos; incluso cita a Edwards y a George Whitefield en su sermón final a la congregación en West Rutland. Así que tenía toda esta teología, y también era simplemente un pastor fiel. La primera biografía sustantiva de él, escrita por Timothy Mather Cooley, está llena de maravillosas anécdotas, viñetas de cosas que Haynes hizo y dijo. ¡Era tan divertido! Tenía el ingenio de un Spurgeon. Me encantó que fuera un tipo de mentalidad política, pero siempre lo mantuvo fuera de su predicación en el púlpito. Su teología era muy rica. Predicaba como Edwards, con puntos dentro de los incisos. Y a diferencia de Edwards, que tiene el fantasma de la esclavitud sobre él, no hay asterisco después del nombre de Haynes. La gente pensaba bien de él. Su familia lo amaba. No se necesita hacer ningún filtro sobre su carácter.

Sin embargo, su vida no estuvo desprovista de controversia. Tuvo conflictos en la Iglesia West Parish Church en Rutland, Vermont. ¿Puedes explicarnos el contexto del último sermón de Haynes a esa congregación?

No sabemos exactamente qué fue lo que llevó a su renuncia/despido. Las razones por las que fue forzado a salir no están del todo claras. Públicamente lo atribuyó a algo así como que su tiempo de utilidad ya había pasado. Había algunos problemas de disciplina con los miembros de su congregación, y hubo un conflicto que tuvo con un diácono que duró por mucho tiempo. Un historiador menciona también que los gustos políticos estaban cambiando, de tal forma que había una sensación de que su estilo de ministerio y su política ya no estaban de moda. También es probable que el racismo haya jugado un papel importante. En privado, él comentó con algunos amigos que el racismo jugó un papel en su salida. Pero no mencionó eso en su sermón.

¿Cuáles son algunas de las cosas más conmovedoras que Haynes dijo en el sermón?

Lo predicó en mayo de 1818, pero no fue publicado sino hasta años después, por lo que probablemente se modificó ligeramente. La mitad es una exposición directa de Hechos 20:24, donde Pablo habla de terminar su carrera. Utilizó ese versículo para describir cómo debe ser un ministro fiel. El título del sermón era “El sufrimiento, apoyo y recompensa de los ministros fieles”. Dijo que ser pastor es involucrarse en el sufrimiento y el conflicto. Aproximadamente la mitad del sermón es una aplicación a su propio ministerio y una exhortación de despedida. Es lo más cercano que he visto a un sermón magistral.

He leído el último sermón de Edwards en Northampton, y si estaba herido —y tenía que haberlo estado—, no lo demostró. Pero Haynes es diferente. Menciona que su despido no fue por que haya sido infiel a su ministerio, sino por otros que le hicieron daño. Es un excelente modelo de un pastor que aborda las heridas y los conflictos públicamente, pero sin ser vengativo. Se preocupa por sus almas; por ejemplo, dice: “Ese hombre que no aprecia el valor de las almas, y no se ve profundamente afectado por su peligrosa situación, no está calificado para el oficio sagrado” y los guía hacia la gracia y la promesa del cielo.

Básicamente dice que todo esto se arreglará el último día. Y dice cosas como: “Aquellos de ustedes que estaban somnolientos en mis predicaciones, allá estarán completamente despiertos”. Es realmente genial. Pero no suena como un hombre amargado. Se lee como alguien que estaba dispuesto a abordar con confianza las circunstancias sin temor, y redirigirlas a la visión de la eternidad.

Hablemos de cómo su ejemplo te ha ayudado. ¿Cómo has manejado situaciones en las que has tenido que pastorear gente que te ha herido?

A menudo la gente te maltrata o te causa conflicto, pero no vienen directamente a ti. Escuchas que están diciendo cosas. El impulso pastoral es pasar por debajo de todo eso. A menudo se trata de situaciones que no tienen nada que ver contigo. Se trata de otra cosa. Así que yo intentaría llegar por debajo de la superficie para ver si es posible abordar el verdadero problema. Pero hay momentos en que es más difícil porque alguien ha pecado contra ti, y ni siquiera se arrepenten de ello. En un lugar que pastoreé, la situación se hizo aún más difícil porque aún no habíamos elaborado un código de disciplina para la iglesia. Yo había heredado un viejo conjunto de estatutos. Así que había personas con las que teníamos problemas, y yo no tenía forma de llamarlos a cuentas. Había personas a las que simplemente tenía que tolerar y orar para que sus corazones se volvieran. Fue muy difícil. Sentía que había hecho todo lo que podía hacer. Tuve que encontrar la forma de no permitir que su comportamiento afectara lo que pensaba de toda la iglesia.

Tengo que recordarme a mí mismo que llevar a cabo el servicio del ministerio con fidelidad a menudo despertará conflictos. Pero tengo que recordar que no estoy ahí para hacer relaciones públicas. No estoy tratando de complacer a un grupo de electores. Mi audiencia principal es el Señor. Hacia el final de su último sermón a la congregación de West Rutland, Haynes dijo: “La causa en la que los ministros de Cristo están involucrados bien debería motivarlos a perseverar en la fidelidad de su trabajo. Es ese querido interés por el cual todas las cosas fueron creadas, y la causa del Dios siempre bendecido en tres personas, por el cual el glorioso Redentor derramó su preciosa sangre, y ahora está suplicando." Si voy a ser fiel a las Escrituras y sus implicaciones para nuestras vidas, eso siempre va a generar polaridades. No puedo dejar que mis emociones sean gobernadas por otros.

Lo más hiriente para mí no era la gente a la que yo no le caía bien; sino la gente que no me apoyó. Aquellos que fueron pasivos. Estoy tratando de pensar en ellos con caridad. Pero eso es lo más difícil: la mayoría pasiva, incluidos otros líderes que solo se protegían a sí mismos. En privado eran muy comprensivos, pero luego, cuando estaban conmigo en una reunión en la que yo estaba siendo atacado, sólo se sentaban en sus manos. Eso me causó más dolor que ninguna otra cosa.

¿Hay algún momento en el que un pastor tiene que decir: “Ya basta”?

Sí. Tratar de trazar una línea dura es probablemente una cuestión de descontento e intuición pastoral. Tienes que considerar el impacto en tu familia. También tienes que recordar que cuidar de las personas que te lastiman implica corrección. No está bien adoptar un complejo de mártir y decir: “Todo está bien”, porque en cierto sentido, les estás permitiendo pecar.

Casi todas las cosas de las cuales me arrepiento de mi último servicio como pastor implicaron esperar demasiado tiempo y no ser lo suficientemente decisivo en los confrontamientos. En una reunión anual, la gente estaba arremetiendo e inventando cosas. Trataban de ver con qué podían hacerme perder el control. Normalmente trato de responder preguntas con tranquilidad y gentileza. O simplemente permanezco en silencio. Pero finalmente alguien dijo algo como “La gente está herida y nadie los está escuchando”.

Mientras estaba allí sentado, pensé en los chismes y las críticas anónimas que había estado soportando durante meses. Pensé en la forma en que ciertas mujeres que habían sido amigas de mi esposa habían dejado de hablar con ella sin dar explicación alguna, incluso cuando se les preguntó. Pensé en la mujer que había estado manipulando a la gente contra mi esposa. Ya había tenido suficiente. Pedí el micrófono y dije: “Todos aquí han sido escuchados menos yo”.

Dije: “Mi familia ha sido muy herida por la gente de esta iglesia. Si quieres hablar de personas heridas y no escuchadas, por favor inclúyeme entre ellos”. Mirando hacia atrás años después, me pregunto si debería haberlo dicho antes. Creo que eso podría atajado algunas cosas. Realmente no hizo una diferencia entre los que se habían vuelto en mi contra; por el contrario, probablemente los envalentonó. Y me llevó varios años decidir si había hecho lo correcto, pero he decidido que sí. Hay un momento en el que dejar que la gente te atropelle no es señal de nobleza, sino que le da a la gente libertad para pecar.

En mi último domingo en esta iglesia en particular, me encontré con alguien que nos había causado mucho dolor, tanto a mí como a mi esposa. Había hecho todo lo que pude para apelar a ellos. Me reuní con ellos con otro anciano de la iglesia, pero continuaron su campaña contra mí. Nunca fui lo suficientemente firme con ellos. Les permití tratarme como basura. En mi último domingo ahí tuvimos una especie de despedida. Se acercaron y dijeron: “Te deseamos lo mejor”. Yo les respondí: “No les creo”. Necesitaban escuchar que me habían causado un gran dolor. Siento que querían lavarse las manos y fingir que no me habían tratado mal, y yo no quise jugar ese juego. Llega un momento en que tienes que decir: "Ya basta". No de una manera vengativa, pero si te importan las almas de la gente, incluso de los que te están lastimando, tienes que decirles que dejen de pecar.

Siempre es difícil saber cuándo hacer eso. Tienes que hacer la pregunta de diagnóstico: ¿Estoy sirviendo principalmente al Señor o a la gente? A menudo ambos coinciden, y eso es genial. Pero a veces si predicas o lideras de cierta manera, eso causará problemas. Y no me refiero a ser un bully, o ser dominante, o aprovecharse de la gente. Obviamente eso está mal, ¡y la gente debe objetar a ese tipo de actitudes! Pero hay una cosa extraña que sucede en las iglesias donde la gente espiritualiza sus desacuerdos y decepciones. Los pastores tienen que decidir en algún momento si van a hacer lo correcto o lo popular, lo que los protege a ellos mismos. Ahí es cuando te das cuenta si en verdad eres un pastor o sólo un empleado. Si temes a Dios, no estarás tan preocupado por cuál será el resultado si priorizas a tu familia, o si tomas tus días de vacaciones, o si pones tus límites saludables. Pero esas cosas te pondrán a prueba.

¿De qué manera las acciones y palabras de Haynes han impactado tu comprensión del ministerio?

Ciertamente han reforzado mi visión de la escala de la eternidad. Me han recordado la sobrenaturalidad de la fe cristiana y, por extensión, del ministerio cristiano. Todo lo que Haynes predicó llevaba este gran sentido de la gloria de Dios y la gravedad de la eternidad. Cada momento que vivimos se compara o se contrasta con el Día Final. También me recuerda que debo vivir y ministrar de tal forma que, cuando tenga que rendir cuentas de mi vida, no tenga nada de qué avergonzarme. Al final, después de todo el daño o la injusticia, el Señor lo separará todo. Me recuerda acerca de la fidelidad a través de todos los altibajos. Pero creo que el mayor impacto es el recordatorio de cómo el ministerio se relaciona con la economía de la eternidad, la cual tenemos que mantener a la vista, incluso con las preocupaciones de nuestro contexto inmediato.

Drew Dyck es un editor colaborador de CT Pastors y autor de Your Future Self Will Thank You: Secrets to Self-Control from the Bible and Brain Science (Moody, 2019).

Traducido por Livia Giselle Seidel

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Ideas

Justicia tardía. Demasiado tardía.

President & CEO

Es hora de que la iglesia haga restitución por el pecado racial.

Christianity Today June 17, 2020

“La voz de la sangre de tu hermano clama a mí desde la tierra.” -Génesis 4:10 (LBLA)

Nosotros en Christianity Today amamos profundamente a la iglesia. Servir a la novia de Cristo, hacer crecer su amor por Dios y contar la historia de su obra redentora y transformadora en el mundo es el corazón mismo de lo que hacemos. No nos deleitamos en la historia de su pecado, pero no podemos amar bien a nuestros hermanos y hermanas si no podemos contar la verdad de su historia. Y no podemos contar la verdad de su historia si no podemos confesar nuestra participación en ella. La Biblia es honesta acerca de los defectos y errores incluso de las personas más notables y, por lo tanto, debemos seguir su ejemplo.

Dos pecados originales han plagado a esta nación desde su formación: la destrucción de sus habitantes nativos y la institución de la esclavitud. Ambos surgieron de la incapacidad de ver a personas de otras razas como iguales. Como bien lo dijo el obispo Claude Alexander, el racismo estaba en el líquido amniótico del que nació nuestra nación. Había un virus presente en el medio ambiente que nutrió el desarrollo de nuestro país, nuestra cultura y nuestra gente. El virus del racismo infectó nuestra iglesia; nuestra Constitución y nuestras leyes; y nuestras actitudes e ideologías. Y nunca lo hemos derrotado por completo.

Los primeros esclavos llegaron a estas costas antes que los peregrinos, antes de que hubiera un Massachusetts o un Connecticut. La esclavitud se había desarrollado durante 113 años para el año en que George Washington nació, y durante 157 años para cuando se escribió la Declaración de Independencia. Nueve de nuestros primeros presidentes eran dueños de esclavos. La esclavitud significó que esposos y esposas, padres e hijos, fueran separados violentamente y nunca se volvieran a ver. Hombres blancos violaban repetidamente a cientos de miles de niñas y mujeres negras. En el libro American Slavery As It Is, publicado en 1839 por Theodore Weld y Angelina Grimké con un registro exhaustivo de fuentes documentales, se describe que los esclavos:

Son con frecuencia azotados con gran severidad, frotados con pimienta roja en su carne lacerada, o bien con salmuera caliente, trementina o aguarrás, vertidos sobre las heridas para aumentar la tortura; que a menudo son desnudados, con la espalda y las extremidades cortadas con cuchillos, magulladas y destrozadas por cientos de golpes con palos… que a menudo son cazados por sabuesos y derribados como bestias, a veces siendo desgarrados en pedazos por los perros; que a menudo son suspendidos por los brazos y azotados y golpeados hasta que se desmayan, y a veces cuando despiertan son golpeados de nuevo hasta que se vuelven a desmayar o a veces hasta que mueren; que sus orejas a menudo son cortadas, sus ojos noqueados, sus huesos rotos, su carne marcada con hierros calientes; que son mutilados o quemados hasta la muerte a fuego lento.

Esta es la institución que perduró sobre el suelo estadounidense durante casi 250 años. Nos estremecemos cuando pensamos no sólo en el tormento físico, sino en el sufrimiento social, en la sensación de humillación y abandono, y en el hecho de que la sociedad blanca alrededor de los esclavos era a menudo sorda a sus gritos y no los veía como humanos y dignos de amor. Y aún nos sorprendemos por la profunda herida que esto dejaría en la conciencia colectiva de una nación. En el periodo histórico conocido como Antebellum, la esclavitud fue uno de los motores más poderosos de la creación de riqueza en la historia de nuestro pueblo. Generó un gran capital económico y cultural, lo que significó comunidades prósperas, nuevas oportunidades para el empleo y la inversión, y la creación de instituciones educativas que apoyaron la investigación y la innovación, y que crearon nuevos niveles de calidad de vida. Sin embargo, dejó a los afroamericanos completamente desolados.

Sólo alrededor del 42 por ciento de los cristianos de raza blanca creen que la historia de la esclavitud sigue afectando a los afroamericanos en la actualidad; sin embargo, la esclavitud era un síntoma del virus, no el virus en sí. Incluso después de la abolición de la esclavitud, la ideología que se había formado alrededor de la misma y que la sustentó por tanto tiempo, perduró. El síntoma pasó. El virus persistió por mutación.

El colapso de la Reconstrucción y el ascenso de la política de segregación racial conocida como Jim Crow impusieron una nueva etapa de opresión en el Sur hasta 1965. Dado que los propietarios de las plantaciones todavía necesitaban mano de obra barata después de la Guerra Civil, estos explotaban a sus aparceros y agricultores inquilinos, y a menudo los trataban tan brutalmente como antes. Los linchamientos aterrorizaban a las familias de raza negra y aplicaron un régimen de dominación y control, mientras que los legisladores sureños encontraban formas cada vez más creativas para evitar que los negros votaran, o se defendieran a sí mismos y a sus propiedades. En el norte también, especialmente cuando un gran número de negros huyeron de la opresión del sur buscando trabajo en fábricas de las ciudades del norte, la discriminación sistemática en los mercados de la vivienda y del trabajo, hizo prácticamente imposible que los afroamericanos obtuvieran financiamiento para lograr la propiedad de una vivienda, o que acumularan alguna clase de riqueza generacional.

Muchas políticas progresistas sólo profundizaron la brecha social y económica entre negros y blancos. Las leyes de seguridad social en la era del New Deal excluyeron efectivamente a la gran mayoría de los negros de la asistencia federal para la jubilación, y el proyecto de ley GI fue completamente ineficaz para lograr que pudieran obtener propiedades, y sólo escasamente eficaz en financiar la educación universitaria para los veteranos de raza negra que regresaban de la guerra. Las políticas establecidas y los prejuicios sociales orillaron a los negros a vivir en barrios de pobreza cada vez más profunda y de la cual muy pocos podían salir. Los jóvenes crecían en ambientes llenos de violencia y delincuencia, desempleo, descomposición familiar, adicción y desesperanza, y no podían asegurar una educación de calidad, un hogar u oportunidades justas en el mercado laboral. Todo esto por no mencionar el colapso del sistema de justicia penal estadounidense en la segunda mitad del siglo XX, que llevó al comienzo de una etapa de encarcelamiento excesivo, y a enfrentamientos cada vez más violentos entre los departamentos encargados de hacer cumplir la ley y las comunidades a las que sirven.

Otros han contado esta historia con mayor detalle. Nosotros creemos que es importante seguir contándola en las páginas de Christianity Today. El resultado de la historia es una brecha catastrófica en la distribución de las riquezas: La mediana del patrimonio neto de las familias negras en los Estados Unidos hoy en día es una décima parte del patrimonio neto medio de las familias blancas. El 62% de los niños negros nacidos entre 1955 y 1970 fueron criados en barrios pobres, en comparación con el 4% de los niños blancos durante el mismo periodo. Los resultados para la generación nacida entre 1985 y 2000 fueron aún peores, con un 66% de los niños negros criados en barrios pobres, en comparación con el 6% de los niños blancos.

La única manera de explicar la historia anterior es la persistencia de los prejuicios raciales y su consagración dentro del aparato de gobierno. Permítame tomar prestada una metáfora de la académica Wendy Doniger y aplicarla de forma distinta. Dos exploradores entran en una cueva repleta de las telarañas más elaboradas. Uno de ellos no puede localizar una araña, y por lo tanto se niega a creer que existe. Ves las telarañas, responde el otro: La araña está implícita. El prejuicio racial es la araña implícita que ha tejido la red de políticas, prácticas, desigualdades y abusos que han limitado a los estadounidenses negros durante cuatrocientos años.

***

¿Qué papel desempeñó la iglesia?

Por supuesto, algunos cristianos de raza blanca se esforzaron considerablemente y se arriesgaron mucho para abolir la esclavitud, y muchos derramaron su sangre en la guerra que emancipó a los esclavos en los estados del sur. Cuando es correctamente interpretada, la Biblia como centro de la iglesia ha sido una fuerza enorme, no sólo para la redención de los pecadores, sino también para el avance de la justicia y la caridad. Pero las excepciones fueron muy pocas. Una multitud de comunidades cristianas, incluidas comunidades evangélicas, guardaron silencio frente a la esclavitud o incluso fueron cómplices de ella.

De hecho, el término "complicidad" no es lo suficientemente fuerte. Aunque lo lamentamos muy profundamente como personas que amamos la iglesia, puede ser que el pecado más monstruoso de la iglesia blanca en Estados Unidos fue dar forma a una teología de superioridad racial con el objetivo de legitimar e incluso alentar la institución de la esclavitud. Muchos cristianos blancos argumentaron que la esclavitud no sólo era permisible, sino beneficiosa, en la medida en que llevaba el Evangelio y la cultura a un pueblo ignorante. Incluso en vísperas de la Guerra Civil, algunos predicadores espolearon la causa secesionista argumentando que era parte de la “confianza providencial” de Dios en los estados del sur “conservar y perpetuar la institución de la esclavitud doméstica tal como existe ahora”. Como Dios había ordenado la jerarquía racial, ¿quiénes eramos nosotros para revocarla?

Muchos de los mismos ministros que defendieron la esclavitud en el sur en la época del Antebellum también defendieron los sistemas racistas que siguieron después de la Guerra Civil. Muchas denominaciones protestantes se dividieron a medida que sus ramas sureñas defendían la esclavitud y la supremacía blanca antes y después de la guerra. Hubo ministros cristianos y líderes laicos que participaron en linchamientos, en el Ku Klux Klan y en la defensa de la segregación. Aunque un número cada vez mayor de evangélicos apoyó el movimiento por los derechos civiles, muchos evangélicos, con sólidas creencias en el individualismo, estaban mal equipados para reconocer y desmantelar las formas en que las desigualdades raciales se habían sistematizado en el gobierno y el mercado.

Incluso después de que la institución de la esclavitud flaqueó, la teología perduró. Pronunció la aprobación divina sobre el sesgo racial y racionalizó innumerables medios para hacer cumplir los prejuicios contra los afroamericanos. Bryan Stevenson lo argumenta bien:“El gran mal de la esclavitud estadounidense no era la servidumbre involuntaria; era la ficción de que los negros no eran tan buenos como los blancos y no eran iguales a los blancos; que eran menos evolucionados, menos humanos, menos capaces, menos dignos, y merecían menos que los blancos”. Las iglesias blancas no sólo eran cómplices de escribir esta ficción: le dieron la firma de Dios.

El nombre de Phalaris no es muy recordado en el siglo XXI, pero en la antiguedad clásica era infame. Phalaris, el tirano de Agrigentum en la isla de Sicilia, es conocido por un espantoso instrumento de tortura: un toro de bronce, ahuecado en el interior y colocado sobre fuego. Mientras las víctimas eran forzadas a entrar en el toro y asadas vivas, las fosas nasales del toro convertían los gritos de los moribundos en gemidos sonoros que llenaban el palacio de música. Podías haber sido convidado a una fiesta sin saber que tu entretenimiento venía de la agonía de otros.

Las generaciones de hoy pueden decir que nosotros no inventamos el toro de la injusticia racial. Pero nos hemos beneficiado de ella. La resiliencia, la creatividad, la industria y la fe indomable de los afroamericanos a pesar de todo lo que han sufrido no es nada menos que milagrosa. Todos nos hemos beneficiado, no sólo de su trabajo, sino también de sus innovaciones y emprendimiento, su arte y música, sus películas, poesía y libros, sus himnos y su predicación. La transformación del sufrimiento negro en abundancia económica para Estados Unidos, así como su arte, pasión y genialidad, ha enriquecido nuestra fiesta en el palacio. Tal vez podamos decir con toda honestidad que nosotros no sabíamos lo que nuestros hermanos y hermanas estaban sufriendo. Ahora sí sabemos. Así que ahora sólo queda una cosa por hacer: bajar los trinches y sacar a nuestros hermanos y hermanas del vientre del toro.

***

Estas son realidades dolorosas en un mundo complejo. Estados Unidos ha sido una fuerza extraordinaria para el bien, un poderoso defensor de la democracia, los derechos humanos y las oportunidades económicas. Los ideales que defiende han sacado a cientos de millones de personas de la pobreza y la opresión, y sus tecnologías, innovaciones y arte han cambiado la vida de prácticamente todas las personas del planeta. Del mismo modo, la iglesia estadounidense ha avanzado la causa del evangelio de Jesucristo de innumerables maneras, ya sea enviando misioneros, traduciendo la Biblia o apoyando y albergando ministerios que llevan luz y vida a todos los rincones del mundo; sin embargo, históricamente y con demasiada frecuencia, el evangelismo estadounidense ha guardado silencio, ha sido cómplice e incluso ha sido un defensor de la desigualdad racial. Como escribió Alexander Solzhenitsyn, “La línea que separa el bien y el mal no pasa a través de los estados, ni entre las clases, ni entre los partidos políticos, sino justo por en medio de todo corazón humano, y a través de todos los corazones humanos.”

Entonces, ¿cómo debemos responder?

Dos narrativas bíblicas han estado en nuestras mentes. El primero (de Hechos 10) se refiere al apóstol Pedro, que creía que como judío no debía asociarse con personas de otras naciones. Judío y gentil, él pensaba, deben permanecer divididos. Sin embargo, Dios le muestra en una visión que no debe llamar inmundo lo que Dios ha purificado. Entra en la casa de un gentil llamado Cornelio, predica el Evangelio y Dios libera su Espíritu Santo. Este es un momento decisivo en la difusión del Evangelio a los no judíos, cuando Pedro reconoció que lo que él pensaba que era justo era realmente injusto.

Del mismo modo, es hora de que los evangélicos blancos confesemos que no hemos tomado el pecado del racismo con la gravedad y seriedad que merece. El profundo dolor y la ira por la muerte de George Floyd es acerca de mucho más que la brutalidad policial. Se trata de una sociedad y una cultura que permitieron el abuso y la opresión de los afroamericanos una y otra vez. Hemos sido parte de esa sociedad y cultura, y a veces hemos sido los últimos en unirnos a la lucha por la justicia racial. El propio registro de Christianity Today en este sentido es mixto. En general, los neo evangélicos creían que era suficiente predicar el mensaje de salvación y confiar en que la justicia seguiría por inercia. Pero no lo ha hecho. Lo que pensábamos que era justo, era injusto en realidad. Nos arrepentimos de nuestro pecado.

Pero el arrepentimiento no es suficiente. La otra narrativa bíblica que viene a la mente es la historia de un recaudador de impuestos en Jericó. Zaqueo era un colaborador de la autoridad romana, y al añadir sus propias tarifas de extorsión, saqueó la riqueza de sus vecinos y se enriqueció. Jesús lo encontró y conmocionó a la multitud al ir a su casa. La salvación llegó a la casa de Zaqueo ese día. Proclamó: "Mira, Señor: Ahora mismo voy a dar a los pobres la mitad de mis bienes y, si en algo he defraudado a alguien, le devolveré cuatro veces la cantidad que sea" (Lucas 19:8).

Zaqueo no había diseñado personalmente el injusto sistema fiscal romano. Pero tampoco lo había denunciado; él había participado en él y se había beneficiado del mismo. Así que Zaqueo no solo se arrepintió de sus acciones: hizo restitución. Estableció lo que podríamos llamar un “fondo de Zaqueo” para restaurar lo que pertenecía a sus vecinos. ¿Estamos dispuestos a hacer lo mismo? Las vidas de los negros importan. Importan tanto que Jesús sacrificó todo por ellos. ¿Estamos dispuestos a sacrificarnos también?

Tal vez el país no está listo para hacer reparaciones. Pero la historia de la injusticia racial exige una respuesta personal y corporativa. Quizá la iglesia pueda liderar el camino en la restitución bíblica. Sé que existe un “fondo de Zaqueo” en Atlanta, donde los cristianos que creen que los afroamericanos han sido sometidos a cuatro siglos de injusticia y saqueo, están empezando a hacer su humilde parte para hacer restitución. Un comité mayoritariamente negro asigna los fondos para apoyar a líderes negros en ascenso, ya sea dentro de la iglesia como en el mercado. No será suficiente, pero será algo. ¿Y si hubiera fondos de Zaqueo en cada ciudad y los creyentes dieran sacrificialmente, para que nuestros hermanos y hermanas pudieran ser restaurados y para que nuestros vecinos pudieran ver una vez más el amor de Cristo que venció al mundo?

Tenemos esperanza. Creemos en el Dios que trae restauración donde hay quebranto y vida donde hay muerte. Creemos que el amor es más fuerte que la muerte. Hemos servido en iglesias de todos los colores, y hemos visto al Espíritu de Jesús obrando.

La novia de Cristo es hermosa, y puede superar esta plaga. Hagamos nuestra parte.

Timothy Dalrymple es el presidente y CEO de Christianity Today.

Traducido por Livia Giselle Seidel

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News

Tim Keller pide oraciones por cáncer de páncreas

El pastor y autor de Nueva York anunció su diagnóstico el domingo y comenzará sesiones de quimioterapia la próxima semana.

Christianity Today June 12, 2020
Tim Keller

Tim Keller pidió a sus seguidores que oren, ya que está por comenzar sesiones de quimioterapia por cáncer de páncreas.

El popular pastor y autor cristiano anunció la noticia de su diagnóstico en Instagram y Twitter el domingo por la mañana [7 de junio].

“Hace menos de tres semanas no sabía que tenía cáncer”, escribió Keller. “Hoy me dirijo al Instituto Nacional para el Cáncer dentro de los Institutos Nacionales de Salud [National Institutes of Health (NIH)] para realizar pruebas adicionales antes de comenzar con quimioterapia para cáncer de páncreas la próxima semana en la ciudad de Nueva York”.

Keller, de 69 años, dijo que ha sentido a Dios presente y que se sintió muy bien físicamente cuando se sometió a las pruebas iniciales, biopsias y cirugía. Él ve la providencia de Dios en el hecho de que los médicos diagnosticaran el cáncer cuando lo hicieron.

“Tengo excelentes médicos humanos, pero lo más importante es que tengo al Gran Médico cuidándome”, escribió.

En 2017, Keller dejó su puesto como pastor principal de Redeemer Presbyterian Church en Manhattan, después de 28 años de servir en ese ministerio. Ha continuado escribiendo, predicando y trabajando en el proyecto "De ciudad a ciuidad", iniciativa de la iglesia que pastoreó por tantos años y que consiste en el establecimiento de nuevas nuevas iglesias. Keller pidió oraciones para que pueda continuar su trabajo a pesar de los efectos secundarios del tratamiento.

En las últimas semanas, Keller ha compartido su serie Gospel in Life, que aborda el tema racial a través del Evangelio, a la vez que ha promocionado Uncommon Ground, libro sobre evangelismo cristiano en medio de las divisiones y que co-editó con John Inazu.

Keller fue diagnosticado con cáncer de tiroides en 2002, experiencia acerca de la cual escribió en su libro Walking with God Through Pain and Suffering. Ahora tendrá una cara familiar en el NIH: el director Francis Collins. Keller habló con Collins, hermano cristiano y genetista galardonado, el mes pasado durante una conversación en línea sobre la fe en medio de la pandemia por coronavirus. Collins ha liderado el NIH en medio de un impulso histórico de investigación en torno a la inmunoterapia contra el cáncer, incluyendo avances en el tratamiento del cáncer de páncreas, próstata y mama.

El cáncer de páncreas puede ser una forma de cáncer particularmente agresiva y difícil de diagnosticar, representando alrededor del 3 por ciento de los diagnósticos de cáncer en los Estados Unidos y el 7 por ciento de todas las muertes por cáncer.

En la última década, otros líderes evangélicos como el teólogo, Dallas Willard, y el expresidente de la InterVarsity Christian Fellowship, Steve Hayner, han muerto después de luchar contra el cáncer de páncreas.

Keller concluyó su anuncio con una referencia a Hebreos 12:1–2: “Correré la carrera que Dios ha puesto delante de mí con gozo, porque Jesús corrió una carrera infinitamente más dura, con gozo, por mí.”

Traducido por Livia Giselle Seidel

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News

El nombre pentecostal ¿ha quedado atrás?

Más de una cuarta parte de la iglesia global se enmarca bajo una nueva y debatida etiqueta: “Cristianismo empoderado por el Espíritu”.

Christianity Today June 4, 2020
Illustration by Rick Szuecs / Source images: Jantanee / Lightstock

"¿Eres pentecostal?"

Todd Johnson, codirector del Centro para el Estudio del Cristianismo Global en el Seminario Teológico Gordon-Conwell, no pudo clasificar a los cristianos chinos que conoció en una conferencia en Sudáfrica. Teológicamente, parecían pentecostales, así que preguntó.

Ellos respondieron: "No, en absoluto".

"¿Hablan en lenguas?" Johnson dijo.

"Por supuesto".

"¿Creen en el bautismo del Espíritu Santo?"

"Por supuesto".

"¿Practican los dones del Espíritu, como sanidad y profecía?"

"Por supuesto".

Johnson dijo que en los Estados Unidos esas eran algunas de las marcas distintivas de los pentecostales. Pero tal vez es diferente en China. ¿Por qué no usar el término?

"Oh, hay un predicador estadounidense en la radio cuya señal llega a China", explicaron los cristianos chinos. "Es pentecostal y nosotros no somos como él".

Los nombres pueden ser complicados. ¿Cómo se le dice a un pentecostal que no se llama pentecostal? La pregunta suena como un acertijo, pero es un verdadero desafío para los eruditos. Han luchado por años para encontrar el mejor término para el movimiento amplio y diverso de los cristianos que enfatizan la relación individual del creyente con el Espíritu Santo y hablan de estar llenos del Espíritu, bautizados por el Espíritu o empoderados por el Espíritu.

A nivel mundial, el movimiento incluye a 644 millones de personas, alrededor del 26 por ciento de todos los cristianos, según un nuevo informe del Centro para el Estudio del Cristianismo Global. El estudio se realizó en colaboración con la Universidad Oral Roberts (llamada así en honor de uno de los evangelistas pentecostales más famosos en el siglo XX), y se compartirá en la conferencia Empowered21, con 70 oradores como Bill Johnson de Bethel y el líder de las Asambleas de Dios, George Wood. La conferencia,que originalmente iba a ser en Jerusalén, se llevará a cabo en línea a partir del domingo [31 de mayo].

El informe representa el primer esfuerzo en casi 20 años, de un completo análisis demográfico de este grupo de cristianos. Estos hallazgos serán ampliamente citados por académicos y periodistas que buscan entender a estos cristianos, especialmente porque impactan lugares como Qatar, Camboya y Burkina Faso, donde su número está creciendo con rapidez, y lugares como Zimbabue, Brasil y Guatemala, donde ahora representan más de la mitad de todos los cristianos.

En el debate sobre cómo llamar al movimiento, que ha sido apodado "pentecostalismo global", "pentecostal/carismático" y "renovacionista", Todd Johnson y su coautora y codirectora Gina Zurlo proponen otra opción: Cristianismo empoderado por el Espíritu.

"El nombre ha sido un problema perenne", dijo Johnson a Christianity Today. "Una de las primeras cosas que preguntamos es, qué es lo que une a todos estos grupos. Resultó ser el bautismo del Espíritu Santo. La gente habla de ser lleno del Espíritu Santo y un término más antiguo es estar 'lleno del Espíritu'. Pero muchos grupos han hecho hincapié en ser empoderados".

Como señalaron los cristianos chinos, "pentecostal" se asocia con las iglesias estadounidenses, dijo Johnson, como las Asambleas de Dios y la Iglesia de Dios en Cristo. El término indica una conexión con el avivamiento multirracial de la calle de Azusa en Los Angeles en 1906, donde Los Angeles Times informó que una "nueva secta de fanáticos se está soltando" con una "extraña babel de lenguas". El término "carismático" está relacionado con un movimiento de renovación que comenzó en los años 60 y 70, donde los cristianos recibieron el bautismo del Espíritu Santo, pero en su mayoría se quedaron en sus propias denominaciones, especialmente en las iglesias anglicanas y católicas.

Pero hay muchos otros grupos independientes de las principales denominaciones y que están desconectados de la historia americana de la calle Azusa. También enfatizan el empoderamiento del Espíritu Santo y la importancia de la experiencia del bautismo del Espíritu, pero en realidad no son "carismáticos" o "pentecostales" de la misma manera.

"Preguntarle a los grupos: '¿Crees o practicas el bautismo del Espíritu Santo?' fue una muy buena pregunta para hacer", dijo Johnson. "Lo que encontramos al final es que lo que los une está en la respuesta a esta pregunta del bautismo".

No todos los eruditos están convencidos por este nuevo término. Algunos piensan que un solo nombre no puede funcionar para un movimiento tan diverso.

"Es difícil clavar gelatina en la pared", dijo Daniel Ramírez, profesor de religión en Claremont Graduate University y autor de Migrating Faith: Pentecostalism in the United States and Mexico in the Twentieth Century.

Ramírez dijo que parte del poder del pentecostalismo siempre ha sido que la gente puede tomarlo y hacerlo suyo. Es infinitamente adaptable, portátil y regenerativo. Un hombre indígena mexicano, por ejemplo, recibió el don del Espíritu Santo en el avivamiento de la calle Azusa y se hizo una grabación de él agradeciendo (a través de un traductor) a la gente de esa iglesia. Pero luego se fue, dijo Ramírez, y nadie en la calle Azusa tenía ningún control ni autoridad sobre su teología ni sobre la forma en que él compartió esa experiencia religiosa con otros.

"Eso es parte de lo que lo hace interesante", dijo Arlene Sánchez-Walsh, profesora de estudios religiosos en la Universidad Azusa Pacific y autora de Pentecostales en América. "Ha sido diverso desde el principio. Buscas un término que sea vago y amplio, y yo uso 'pentecostal' para regresarlo a sus orígenes, pero es porque quiero que la gente piense dos veces sobre los orígenes del movimiento. El pentecostalismo no comenzó en un solo lugar, ya sea en la calle de Azusa o en un avivamiento en Gales o en la India, y por lo tanto siempre es diverso".

Un solo nombre también puede dar la idea de que diferentes cristianos están estrechamente asociados cuando en realidad no lo están, argumenta Anthea Butler, profesora de estudios religiosos en la Universidad de Pensilvania y autora de Mujeres en la Iglesia de Dios en Cristo.

Al agrupar a las personas a través de tradiciones y culturas, corres el riesgo de oscurecer las diferencias históricas y teológicas entre un grupo católico que habla en lenguas, una Iglesia de la Viña que practica la risa santa y una Iglesia Celestial de Cristo que enfatiza la pureza y la profecía.

"Uno dice 'empoderado por el Espíritu' y un pentecostal de antaño diría: 'Bueno, ese espíritu podría ser un demonio'", dijo Butler. "Y nadie va a invitar a un sacerdote católico a una iglesia carismática en Nigeria a menos que sea para un exorcismo. No es posible comprimir las diferencias teológicas y aplanar la historia".

La conferencia Empowered21, que comienza este domingo de Pentecostés, ha adoptado la etiqueta "Empoderado por el Espíritu". Parte de la amplitud del movimiento se refleja en la lista de conferencistas: evangélicos estadounidenses como el pastor de una megaiglesia, Chris Hodges y el presidente de la junta de Hobby Lobby, Mart Green están compartiendo un escenario virtual con Cindy Jacobs, parte de la Nueva Reforma Apostólica, y Todd White, un predicador de Palabra de Fe, además de líderes de Asia y Africa.

Cualquier término va a unir a algunas personas y crear una división entre otras, según Cecil M. Robeck, profesor de Historia de la Iglesia en el Seminario Teológico Fuller. Robeck ha sido parte de los diálogos ecuménicos desde 1984 y piensa que el término: "Cristiano empoderado por el Espíritu" podría ayudar a algunos creyentes a ver lo que tienen en común. Pero también podría erigir muros donde no son necesarios.

"Me preocupo por las líneas divisorias", dijo Robeck. "Quiero saber: ¿Tenemos un futuro ecuménico juntos? Quiero que la gente experimente al Espíritu Santo, pero no quiero decir que tienen que librar otro obstáculo para hablar conmigo".

Johnson no se inmuta por las críticas. No cree que "cristiano empoderado por el Espíritu" sea un término perfecto, pero argumenta que "es tan bueno como cualquier otro".

"Usamos 'renovacionista' por un tiempo", dijo Johnson, "pero decidimos que eso es un neologismo y pensamos: 'Bueno, queremos usar algo más natural'…Si estás tratando de llegar a lo que todos estos grupos tienen en común, el "empoderamiento" no es una mala opción, pero tampoco es la única".

El nuevo estudio, Introducción al cristianismo empoderado por el Espíritu, estará disponible en septiembre. Predice que para 2050, el número de cristianos empoderados por el Espíritu crecerá a más de 1.000 millones, lo que será alrededor del 30 por ciento de todos los cristianos. Pero cuando casi uno de cada tres cristianos practique el bautismo del Espíritu, es probable que los eruditos aún debatan sobre cómo llamarlos.

"Este argumento siempre seguirá", dijo Nimi Wariboko, un teólogo pentecostal de la Universidad de Boston. "Lo que están tratando de captar es el mover del Espíritu. Los estadounidenses a menudo quieren un término que le recuerde a la gente el cordón umbilical hacia occidente. Pero la esencia no es el origen geográfico. La esencia no es la historia, y la esencia no es doctrina y la esencia no son los números. Es el Espíritu. Y el Espíritu se mueve".

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La vida en cuarentena según la Biblia

Un buen cristiano debe ser un buen ciudadano, a menos que ser un buen ciudadano signifique ser un mal cristiano.

Christianity Today June 4, 2020
Illustration by Rick Szuecs / Source Images: PetrePlesea / Getty / Envato

El COVID-19 ha sido llamado el «nuevo coronavirus», pero no hay nada novedoso en el distanciamiento social y la cuarentena. Históricamente, las sociedades han recurrido en diversas ocasiones a tales medidas con el fin de garantizar la seguridad pública. Pero, ¿qué hay de la profecía bíblica? ¿Es este el fin del mundo? ¿Estamos en el periodo de la tribulación? ¿Se está desarrollando Apocalipsis 13 ante nosotros, con un mundo en pánico que rinde autoridad a un gobernante que ejercerá un control masivo sobre las poblaciones del mundo?

Probablemente no. ¡Tal vez tenemos el capítulo correcto, pero el libro equivocado! En lugar de decir que estamos experimentando Apocalipsis 13, considérelo más bien como un momento de Levítico 13 que requiere la obediencia de Romanos 13, y la motivación de Primera de Corintios 13.

La cuarentena es bíblica

Israel tuvo una larga historia de autoaislamiento, comenzando en el Éxodo. En cierto sentido, Moisés fue el primer funcionario de salud pública, instruyendo al pueblo en los protocolos de Dios para el bienestar comunitario. Aunque Dios diseñó a su gente para la vida en proximidad, a veces el aislamiento resultaba necesario para fines de salud o seguridad.

Cada año, los judíos de todo el mundo observan la Pascua, que en realidad es una conmemoración de una orden dada por Dios de permanecer en casa. El Señor confinó a los hebreos a quedarse en sus hogares mientras la muerte pasaba alrededor de ellos (Éxodo 12:23). Su obediencia como nación los preparó para dejar Egipto y salir hacia su nueva tierra.

Mientras iban de camino, Dios le dio leyes a Israel para manejar su vida en comunidad, incluyendo lo que se puede leer como regulaciones de higiene personal para asegurar la desinfección pública, todo basado en la premisa de la Torá de amar al prójimo como a uno mismo (Levítico 19:18). Levítico 13:1-8 establece la ley relativa a la lepra (una gran agrupación de enfermedades infecciosas de la piel, de gravedad diversa). Consiste en una cuarentena de catorce días, dividida en dos pruebas de siete días para determinar si la enfermedad era una amenaza para la comunidad en general. Si alguien daba un resultado positivo, tenía que declararse públicamente impuro. Suena escalofriantemente familiar, ¿no?

En el antiguo Israel, aunque los sacerdotes tenían funciones ministeriales claras y bien definidas, también operaban como custodios de la salud pública, evaluando el nivel de amenaza para la comunidad en general (una política bastante progresista tratándose del año 1500 a.C.). Incluso el rey Uzías tuvo que vivir sus días aislado una vez que se confirmó que tenía lepra (2 Crónicas 26:21).

Dios ordenó estas leyes mucho antes de que la ciencia médica pudiera explicar las razones detrás de ellas. La Mishnah añadió reglas para el triaje de casos de lepra y ETS: cómo y cuándo poner a las personas en cuarentena, cómo confirmar casos positivos, y cómo y cuándo declarar a alguien limpio y reintegrarlo de nuevo en la sociedad.

Incluso en el Nuevo Testamento, los leprosos practican una forma de «distanciamiento social». Un grupo de diez «se habían quedado a cierta distancia» (Lucas 17:12, NVI) cuando Jesús se acercó a su aldea y los limpió. No se podían intercambiar besos santos (Romanos 16:16), abrazos o saludos de mano (con excepción de Mateo 8). Sin embargo, el enfoque de Jesús marcó una manera de mitigar una enfermedad infecciosa. Tuvo compasión de aquellos que estaban sufriendo [y los sanó], e insistió en que pasaran por el sistema de exámenes sacerdotales, tal como se describe en Levítico 13.

En vez de llegar a conclusiones en el tono de Apocalipsis 13, mejor piense en las obligaciones incluídas en Levítico 13 con motivaciones como las mencionadas en Primera de Corintios 13.

Aquí es donde encaja Primera de Corintios 13. «El amor es paciente y bondadoso. El amor no es celoso ni fanfarrón ni orgulloso ni ofensivo. No exige que las cosas se hagan a su manera» (1 Corintios 13:4–5, NTV). El amor se expresa con paciencia, bondad, autocontrol, humildad, cortesía, desinterés, empatía y perseverancia. Significa renunciar a ciertas libertades temporalmente para asegurar que otros puedan prosperar. En esta pandemia, en lugar de llegar apresuradamente a conclusiones de Apocalipsis 13, mejor piense en las obligaciones incluídas en Levítico 13 con motivaciones como las mencionadas en Primera de Corintios 13.

Más aún, tenemos otro capítulo 13 con fines de orientación. En Romanos 13, leemos que las autoridades gobernantes fueron «establecidas por Dios» (v. 1). Una de las principales responsabilidades del gobierno es la protección de su gente. Aunque los gobiernos a veces sobrepasan sus límites, nuestra respuesta general como ciudadanos es clara: «Todos deben someterse a las autoridades públicas» (v.1). Un buen cristiano debe ser un buen ciudadano a menos que ser un buen ciudadano signifique ser un mal cristiano. Dios es honrado cuando sus representantes en la Tierra son vistos como preservadores de paz (Mateo 5:9).

Con el coronavirus, se aplica una ecuación simple: cuanto más plana es la tasa de infección viral, menor es el número de personas que mueren. Eso no significa que no podamos protestar contra medidas gubernamentales draconianas, ni significa que no desobedezcamos leyes impías impuestas por líderes injustos. Pero sí significa que debemos, en la máxima medida posible, «vivir en paz con todos» (Romanos 12:18).

La cuarentena también trae beneficios

Tener más tiempo y soledad en tus manos no es algo malo. ¿Por qué no tratarlo mejor como una bendición? La tradición de la Iglesia ha alentado durante mucho tiempo la práctica de ciertas disciplinas espirituales, ya sean disciplinas de compromiso: oración, estudio y servicio; o bien disciplinas de abstinencia: ayuno, castidad y soledad. Para aquellos de nosotros acostumbrados a la alta velocidad de la vida cotidiana, tal vez incluso adictos a ella, la soledad es desafiante, incluso incómoda. Pero es sumamente necesaria. Dallas Willard lo dijo de esta manera en su libro El Espíritu de las Disciplinas: «De todas las disciplinas de abstinencia, la soledad es generalmente la más fundamental en el comienzo de nuestra vida espiritual, y debe ser retomada una y otra vez a medida que esa vida se desarrolla».

La soledad es el fundamento de nuestros «tiempos en silencio», esos periodos en los que nos encontramos a solas con Dios para escuchar su voz hablándonos, y cuando derramamos nuestro corazón delante de Él. Tal vez has anhelado tener ese tiempo, pero tu apretada agenda interfirió. Bueno, ahora es tu oportunidad. Tomando en cuenta lo apretado de nuestros hogares de hoy en día, es muy posible que termines en el armario o en el clóset, ¡y eso está bien! (Mateo 6:6)

Sin embargo, estar a solas con Dios puede obligarte a autoevaluarte duramente. «La soledad es una prueba terrible», escribe Louis Bouyer en La espiritualidad del Nuevo Testamento y de los Padres, «porque sirve para abrir y destrozar el cascarón de nuestros valores superficiales. Nos deja ver los abismos desconocidos que todos llevamos dentro… [y] revela el hecho de que estos abismos están embrujados».

Hay un mundo de beneficios de estar en cuarentena o de permanecer en casa:

  • Restauración física: Cuando nos apagan, nos renovamos (véase Marcos 6). Dios a veces nos hace recostarnos (Salmos 23:2).
  • Edificación espiritual: Cuando estamos en soledad, podemos disfrutar más de la presencia de Dios, adentrándonos en su palabra (Salmos 46:10; Marcos 1:35; Lamentaciones 3:25).
  • Autoevaluación: Cuando estamos callados ante el Señor, permitimos que Dios nos examine, sin distracciones ni sentido de competencia con los demás (Hebreos 4:13; Salmos 139:1–3, 23–24; y Lucas 6:12–13).
  • Consolación interior: Usted puede estar lamentando la pérdida de un amigo o pariente debido al coronavirus. O tal vez sea uno de los millones que están desempleados. Cuando nos encontramos a solas podemos lidiar con el dolor de la pérdida en el nivel más profundo (véase Mateo 14:12–13 y Lucas 22:39–43).

Le aconsejo que aproveche esta extraña temporada que nos ha sobrevenido. La vida en cuarentena tiene sus desafíos. Pero la Biblia nos dice que dentro de cada adversidad hay una oportunidad, una semilla enterrada esperando agua viva y luz para llevarla a dar fruto. Póngase a disposición de Dios y mire lo que Él hace en estos tiempos tan extraños, pero llenos de potencial.

Skip Heitzig, autor de The Bible from 30,000 Feet, es pastor-profesor de la Calvary Church y profesor adjunto de Estudios Bíblicos en la Universidad Internacional Veritas.

Traducción y edición en español por Livia Giselle Seidel

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Una nación en llamas necesita el Fuego del Espíritu

A medida que el racismo destroza al país, el mensaje de Pentecostés puede ayudar a la Iglesia a encontrar su voz.

Christianity Today June 4, 2020
Alex Wong / Staff / Getty Images

Este fin de semana, iglesias de todo el mundo se reunieron virtualmente para celebrar Pentecostés. Ese momento milagroso en el que lenguas de fuego descendieron sobre los seguidores de Cristo y el Evangelio se escuchó en diferentes idiomas del mundo. Pentecostés fue el milagro que siguió a un portento: la Ascensión, la cual ocurrió después de otro evento maravilloso: la Resurrección.

A diferencia de los discípulos de Cristo, este año experimentamos Pentecostés en medio de las secuelas de una calamidad, seguidas de un trauma y en el contexto de una tragedia. Las protestas y disturbios de Minneapolis (y muchas otras ciudades) siguieron a la muerte de George Floyd,, quien fue sofocado hasta morir mientras estaba esposado y suplicando por su vida. Durante nueve minutos, un oficial de policía mantuvo su rodilla en el cuello de Floyd mientras él llamaba a su madre. Esto ocurrió tras los asesinatos de Breonna Taylor y Ahmaud Arbery. Y todo esto sucedió en el contexto de una pandemia que ha matado a 100.000 personas. Se siente como si estuviéramos en medio de una Cuaresma extendida y no al final del tiempo de Pascua.

Algunos asumirán que estoy trayendo temas políticos a la iglesia. Se preguntarán por qué no estoy molesto por el crimen entre negros, la desintegración de las familias negras, el aborto, el saqueo o cualquier tema que nos lleve a evitar tocar el asunto. Este "asunto" es la historia de 400 años de trauma racial y opresión que sigue plagando a los negros en este país.

¿Qué tienen que ver las protestas, los disturbios y la brutalidad policiaca con el día de Pentecostés y el pasaje de Hechos 2:1–21? ¿Hay alguna relación entre la muerte del Mesías por nuestros pecados y la forma en que vemos las llamas de Minneapolis? ¿Tiene la iglesia algo que decir?, ¿o seremos discípulos de Fox News por un lado y MSNBC por el otro? Mientras nuestro país está dividido, ¿qué significan las palabras de la Escritura hoy en día?

No hay otro mundo en el cual hablar de Jesús si no es en este, en el que alguien puede pisar el cuello de un hombre negro por nueve minutos. Es decir, la única manera de responder a estas preguntas es leer las palabras de la Escritura con las ciudades en llamas como nuestro escenario de fondo.

Esto es lo que la Palabra de Dios nos dice.

Primero, el Evangelio nos une.

Hechos 2:1–21 comienza con los seguidores de Jesús reunidos en un solo lugar. Es increíble pensar que en algún momento de la historia todos los cristianos del mundo cabían en una habitación. A pesar de lo que los libros de historia dicen, el cristianismo no es una religión de terror patrocinada por el estado, creada por Constantino para mantener a la población bajo control. Comenzó humildemente con un grupo de 120 personas (bastante normales) que se habían encontrado con el Dios viviente.

Entre ellos había mujeres como María, la madre de Jesús, que provenía de un contexto rural campesino, y gente como Mateo, un exrecaudador de impuestos. Entre ellos había muchísimas diferencias. Mateo colaboró con los opresores de Israel y extorsionó a su gente para forrar sus bolsillos. Personas como María fueron víctimas de tales atrocidades.

¿Qué clase de iglesia tiene espacio tanto para los oprimidos como para los antiguos opresores? La iglesia cristiana. ¿Qué unió a esa iglesia primitiva? Sus convicciones en común acerca de Jesús.

¿Qué nos une como iglesia ahora? ¿Cómo se vería esta unidad hoy, para la familia de George Floyd? ¿Qué significaría para nosotros estar junto a ellos? ¿Qué significaría estar al lado de la comunidad negra en los Estados Unidos, que a lo largo de los años ha experimentado secuestro, esclavitud, injusticia durante la era de Jim Crow y la letanía de sufrimientos contemporáneos que marcan nuestras vidas?

La iglesia, como acto de amor, diría: "No tiene que ser así, y pasaré mi vida junto a la suya declarando los valores que la tradición cristiana da a las vidas de los negros".

La iglesia tiene el poder de hacer esta declaración porque el mismo Espíritu desciende sobre todos por igual. No hay un Espíritu Santo que permita a las mujeres declarar la palabra de Dios y otro para los hombres. No hay un Espíritu que dé palabras a los ricos y otro a los pobres. No hay un Espíritu Santo que nos permita hablar con los pueblos africanos y otro que nos permita hablar con asiáticos o europeos. El mismo Espíritu envía el único Evangelio a los diversos pueblos de la tierra.

La obra del Evangelio por medio del Espíritu resulta de nuestro estatus común como portadores de la imagen de Dios. Todos hemos caído y necesitamos la gracia de Dios. Cualquier ideología que niegue funcional o verbalmente este estatus es una herejía. Y cualquiera que no pueda ver que la herejía de sesgo racial ha infectado a algunos cristianos en esta tierra, lo hace ignorando hechos abrumadores.

Segundo, el Evangelio nos mueve hacia afuera.

El Evangelio llevó a los primeros discípulos fuera de su propia cultura para hablar y vivir con personas que eran muy diferentes a ellos. Todos en Pentecostés eran judíos, pero ese judaísmo fue trasladado a las distintas lenguas y comunidades del Imperio Romano. Lo primero que hizo el Evangelio fue reunir a las personas bajo el señorío de Cristo.

Si el Evangelio nos pone en un espacio compartido para escuchar la poderosa obra de Dios, ¿por qué ya no estamos juntos? ¿Y qué implicaría para el mundo que nos observa, ver un cristianismo que está verdaderamente unido, de forma espiritual y práctica?

Los cristianos negros podemos lidiar con personas que no tienen razones para apoyarnos. Podemos tratar con racistas no creyentes. Pero lo que resulta desgarrador y agotador es luchar por nuestro derecho a existir y descubrir que el enemigo es nuestro hermano. Como dicen los Salmos: "Si un enemigo me insultara, yo lo podría soportar; si un adversario me humillara, de él me podría yo esconder. Pero lo has hecho tú, un hombre como yo, mi compañero, mi mejor amigo, a quien me unía una bella amistad, con quien convivía en la casa de Dios" (Sal. 55:12–14, NVI).

Nuestra vida juntos, si hemos de estar juntos, no puede venir a expensas de nuestra libertad. No deberíamos tener que luchar contra nuestros hermanos y hermanas para obtenerla.

Aquí de nuevo, la historia de Pentecostés nos da luz. A medida que las naciones se están uniendo, hay dos respuestas. Un grupo dice con muchas palabras: "Están borrachos" (Hechos 2:13). El otro pregunta: "¿Qué significa esto?" (Hechos 2:12). El primer grupo se niega a reconocer lo que está pasando y se basa en su conocimiento previo para desestimar la obra de Dios. El segundo hace una pregunta más profunda: ¿Qué está haciendo Dios en medio de ellos?

Pedro se dirige al primer grupo con una o dos frases, en cambio toma más tiempo para abordar la cuestión del significado. Le dice a la multitud que están experimentando el Espíritu prometido en Joel 2:28–32. El profeta Joel afirma que cuando Dios redime a su pueblo, redime a hombres y mujeres, jóvenes y ancianos, ricos y pobres. Pedro quiere recordar a la iglesia primitiva que el don universal del Espíritu es un testimonio del poder salvador absoluto del Evangelio.

En otras palabras, la forma de Pentecostés —mujeres, hombres, ricos y pobres declarando la poderosa obra de Dios— apoya la teología de Pentecostés, la idea de que el Evangelio es para todos.

Eso era verdad para la iglesia primitiva. Y sigue siendo cierto para la iglesia americana del siglo XXI.

Hoy en día, ante las demandas de justicia de los negros, algunas personas solo encuentran una explicación política. Estos críticos responden diciendo: "Son demócratas que tratan de arruinar la iglesia" o "En realidad, son teologías liberales relacionadas con el marxismo". Pero tal vez son formas de evitar el verdadero asunto. ¿Qué están diciendo en realidad los hermanos y hermanas negros, latinos y asiáticos cuando piden justicia? ¿Qué significa? ¿Y qué está haciendo Dios? Está reuniendo a una diversidad de personas y moviéndonos a nuevos espacios del Evangelio, a través el poder del Espíritu Santo.

Tercero, el Evangelio brinda esperanza en el reino venidero.

Estoy convencido de que la esperanza de este país no se encuentra en ninguna elección o partido político. Los votos importan, pero ni el partido Demócrata ni el Republicano nos salvarán. Lo que necesitamos es un cristianismo tan lleno del Espíritu que una a personas diferentes.

Esta unidad implica dos cosas. En primer lugar, tenemos que reconocer que el problema no está solo "allá afuera". Está en nuestros corazones. El problema no es solo que existan racistas en el mundo. El problema es que todos vivimos, de varias maneras, en rebelión contra Dios y su voluntad para nosotros. El Evangelio exige una decisión personal acerca de nuestros propios pecados. Uno de los mensajes que Jesús repetía con frecuencia es: "Arrepiéntanse, porque el reino de los cielos está cerca" (Mateo 4:17).

Nos llama a arrepentirnos individualmente por nuestros pecados. ¿Por qué? Porque —y este es el segundo punto— el reino de Dios se está acercando. Este reino está representado en el primer sermón de Jesús, en el que proclamó buenas nuevas a los pobres y libertad a los cautivos (Lucas 4:16–21). Jesús vino a salvar a los pecadores, pero esos pecadores salvos ahora dan testimonio en sus vidas de la visión del reino de Dios. Sabemos que este reino viene porque Cristo resucitó. Pedro lo dice así: "a este Jesús, a quien ustedes crucificaron, Dios lo ha hecho Señor y Mesías" (Hechos 2:36).

¿Quién controla el futuro? ¿Quién despliega la historia según su propósito? Aquel que es el León y el Cordero a la vez (Apocalipsis 5:5–6). Aquel que encarna la justicia y la misericordia.

Nosotros, la iglesia americana, tenemos un mensaje para un país y un mundo en llamas: Hay un Dios que nos ama y que murió para que lo conozcamos. Este amor es suficiente para unir a los pueblos divididos del mundo, incluso cuando todos los políticos y filósofos han fracasado. Hay un Dios de justicia que ve y actúa en nombre de los grupos oprimidos del mundo, gente como George Floyd. Hay un Rey y un reino. Y él nos ha dado su Espíritu, para dar a conocer a Cristo hasta los confines de la tierra.

Esaú McCaulley es un sacerdote de la Iglesia Anglicana en Norteamerica, profesor asistente de Nuevo Testamento en Wheaton College, y autor del próximo libro Reading While Black: African American Biblical Interpretation as an Exercise in Hope (IVP Academic).

Esta pieza fue adaptada de un sermón predicado en la Iglesia Anglicana del Redentor en Greensboro, Carolina del Norte el 31 de mayo.

Speaking Out es la columna de opinión para invitados de Christianity Today y (a diferencia de un editorial) no representa necesariamente la opinión de la revista.

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