Theology

J. I. Packer, autor de ‘El conocimiento del Dios Santo’, murió a los 93 años

El influyente teólogo evangélico dejó una lección final para la iglesia: Glorificar a Cristo en todos los sentidos.

J. I. Packer

J. I. Packer

Christianity Today July 18, 2020
Courtesy of Crossway

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James Innell Packer, más conocido por muchos como J. I. Packer, fue uno de los líderes evangélicos más famosos e influyentes de nuestro tiempo. Murió el viernes 17 de julio, a la edad de 93 años.

J. I. Packer nació en un pueblo a las afueras de Gloucester, Inglaterra, el 2 de julio de 1926.

Proveniente de humildes orígenes, nació en una familia que él consideraba como clase media baja. El ambiente religioso en su hogar y en su iglesia local era el anglicanismo nominal, ajeno a la creencia evangélica en Cristo como Salvador (algo que Packer no escuchó en su iglesia natal). Cuando era aún niño, Packer tuvo una experiencia que cambió su vida. A los siete años, un bully lo persiguió hasta fuera del patio de la escuela y hacia la transitada London Road en Gloucester, donde fue arrollado por una camioneta que transportaba pan, sufriendo una grave lesión en la cabeza. Llevó una cicatriz visible en el costado de su cabeza por el resto de su vida. Sin embargo, Packer no se quejó y aceptó lo que la providencia le trajo desde la infancia.

Mucho más importante que ese accidente fue su conversión a Cristo, que ocurrió a las dos semanas de su matriculación como estudiante en la Universidad de Oxford. Packer entregó su vida a Cristo el 22 de octubre de 1944, cuando asistió a un servicio evangelístico organizado por el grupo InterVarsity en ese campus. Aunque Packer era un estudiante serio que cursaba un título en Estudios Clásicos, el verdadero latido de su vida en Oxford era espiritual. Fue en Oxford que Packer escuchó por primera vez conferencias de C.S. Lewis, y aunque nunca se conocieron personalmente, Lewis ejercería una poderosa influencia en la vida y el trabajo de Packer. Cuando Packer dejó Oxford con su tesis doctoral en Richard Baxter en 1952, no comenzó inmediatamente su carrera académica, sino que pasó un período de tres años como ministro parroquial en los suburbios de Birmingham.

Packer tuvo una vida profesional variada. Pasó la primera mitad de su carrera en Inglaterra antes de mudarse a Canadá para la segunda mitad. En Inglaterra, Packer ocupó varios puestos docentes en colegios teológicos en Bristol, durante los cuales tuvo un interludio de una década como director de la Latimer House en Oxford, un centro de intercambio de intereses evangélicos en la Iglesia de Inglaterra. En ese papel, Packer fue uno de los tres líderes evangélicos más influyentes en Inglaterra (junto con John Stott y Martyn Lloyd-Jones). El traslado de Packer al Regent College en Vancouver en 1979 conmocionó al mundo evangélico, pero amplió la influencia de Packer por el resto de su vida.

Aunque Packer era un hombre humilde que repudió la ética del éxito, su vida en realidad se lee como una historia de éxito. Su primer libro, El fundamentalismo y la Palabra de Dios (publicado en 1958) vendió 20.000 ejemplares en su primer año y ha estado consistentemente en imprenta desde entonces. En 2005, la revista Time nombró a Packer como uno de los 25 evangélicos más influyentes. Cuando Christianity Today llevó a cabo una encuesta para determinar los 50 mejores libros que han formado a los evangélicos, el libro de Packer, El conocimiento del Dios Santo (Knowing God) obtuvo el quinto lugar. Su fama e influencia no fueron algo que él se propuso lograr. Se negó firmemente a cultivar un grupo de seguidores. Por el contrario, Packer dejó su huella con su máquina de escribir (la cual utilizó para escribir sus libros y artículos a lo largo de su vida).

J. I. Packer desempeñó tantos papeles que podemos pensar en él como si hubiera tenido múltiples carreras. Se ganó su sustento enseñando y era conocido por aquellos que eran sus estudiantes como profesor. Pero el mundo en general conoce a Packer como autor y orador.

La fama de Packer como orador rivalizaba con su estatura como autor. En ambas esferas, su generosidad era insuperable. Ningún público o recinto era demasiado pequeño para obtener el mejor esfuerzo de Packer. Su carrera editorial fue un caso ejemplar de alguien que aceptó prácticamente todas las solicitudes que se le hicieron. Su libro emblema, El conocimiento del Dios Santo, (que ha vendido un millón y medio de copias) comenzó como una serie de artículos bimestrales solicitados por el editor de una pequeña revista evangélica. Su primer libro, El fundamentalismo y la Palabra de Dios, comenzó como una charla a un grupo de estudiantes (el editor pidió un folleto, pero Packer escribió un libro). Tal vez nadie en la historia ha escrito más avales y prefacios a los libros de otros que Packer.

Tanto en su publicación como en su discurso, Packer era famoso como un erudito puritano, pero también era un hombre dedicado a la iglesia que decía que su enseñanza estaba dirigida principalmente a la educación de los futuros ministros, y que pasó innumerables horas sirviendo en comités eclesiásticos. Durante un cuarto de siglo, la participación de Packer en Christianity Today le dio una plataforma como ensayista, recurriendo con frecuencia a temas de crítica cultural. Packer tuvo una carrera como "controversialista" (por necesidad más que por elección, me confió). A pesar de este título, Packer constantemente se autoidentificó como teólogo, y por lo tanto, podemos considerar que esa fue su vocación primaria.

Cuando hablamos del legado dejado por una persona fallecida, pensamos engañosamente en términos de un legado especulativo póstumo que es imposible de predecir. El legado principal de J. I. Packer es la influencia que tuvo sobre los acontecimientos en la cristiandad y sobre la vida de las personas. Ese es su legado indiscutible, y destacaré lo que creo que es la forma más importante en que Packer afectó la dirección del cristianismo durante su vida.

El primer libro de Packer fue una defensa de la autoridad de la Biblia, y esto se convirtió en una pasión de por vida y una de las contribuciones más significativas de Packer a la iglesia evangélica. Packer tenía un compromiso extraordinariamente fuerte con la visión de que las palabras de la Biblia son las palabras mismas de Dios. Defendió la doctrina de la inerrancia de la Escritura cuando estaba fuera de moda. Publicó libros sobre la fiabilidad de la Biblia. Se desempeñó como editor general de la traducción inglesa de la Biblia English Standard Version, proyecto que consideró ser el mayor logro de su vida. J. I. Packer le dio a los evangélicos un fundamento firme sobre el cual pararse con respecto a la autoridad de la Biblia. Personalmente, ningún legado de Packer ha sido más importante para mí que éste, desde el momento en que saqué una copia de bolsillo de El Fundamentalismo y la Palabra de Dios de una estantería en una librería cristiana en mi ciudad natal como estudiante universitario.

Otra contribución importante que Packer hizo durante su vida fue la forma en que se convirtió en portavoz de los evangélicos conservadores frente a tendencias liberales. Cuando Packer miró hacia atrás a su década de liderazgo en el Consejo Internacional sobre Inerrencia Bíblica, lo hizo con satisfacción y habló de “mantener el frente [de batalla]” por la inerrencia bíblica. Esa metáfora se aplica a múltiples causas a las que Packer dedicó sus mejores esfuerzos. Packer ayudó a mantener el frente evangélico conservador en numerosas cuestiones teológicas, tales como la naturaleza de las Escrituras y su interpretación, los roles de las mujeres en la iglesia y la posición de la iglesia con respecto a la homosexualidad. Era un tradicionalista que miraba hacia el pasado en búsqueda de la verdad. En El conocimiento del Dios Santo, citó Jeremías 6:16, con su imagen de los “senderos antiguos… donde está el buen camino”, afirmando que su libro era un llamado a seguir esos senderos antiguos.

Otro tema unificador en la vida de Packer fue su elevación de la persona común, y esto también es parte de su legado. Packer nunca perdió el toque común que absorbió durante sus años de formación, y el mismo espíritu fue fomentado por su identidad como puritano moderno. Aunque Packer podía escribir textos especializados junto con los mejores, su vocación era escribir textos de nivel medio para las personas comunes. Estaba totalmente desprovisto de ambición por hacer avanzar su carrera. El título de un Festschrift publicado en su honor lo dijo perfectamente: Hacer Teología para el Pueblo de Dios. Cuando Alister McGrath calificó a Packer como un "teologizador" en lugar de un teólogo, Packer lo experimentó como “un verdadero descubrimiento”, el cual lo llevó a concluir que era “un catequista de adultos”, dedicado a la enseñanza sistemática de la doctrina para el cristiano ordinario. Packer no estaba tan dolido como algunos eruditos por no haber completado ni publicado nunca su teología sistemática porque él consideraba que sus escritos teológicos informales para las personas comunes eran su vocación.

Otra parte del legado de Packer durante su vida fue su ejemplar carácter cristiano que sirvió de modelo e inspiración para aquellos que lo conocieron. Su piedad era evidente en cada momento, y su presencia era una bendición para las personas que pasaban tiempo con él. Sus palabras fueron palabras de sabiduría. Era trabajador, pero al mismo tiempo, generoso con su tiempo. Al igual que los puritanos que él tanto amaba, Packer creía que la fe cristiana se basa en un pensamiento claro, a la vez que involucra la participación del corazón. J. I. Packer hablaba con precisión al mejor estilo británico, pero también exudaba calidez espiritual. Para aquellos que tuvimos la suerte de haberlo conocido, inmediatamente experimentamos a Packer como un espíritu afín en la fe y un compañero de viaje en el Camino. La auténtica nota espiritual era evidente.

Los escritos de Packer muestran lo que más le importaba, y lo que él también pensaba que la iglesia debía valorar más. Parte del legado de Packer fue así ayudar a los cristianos a establecer la agenda correcta y preocuparse por las cosas correctas. La lista de prioridades de Packer incluía la Biblia, la Iglesia, la teología correcta, la santidad en la vida y la vocación. La razón por la que Packer escribió sobre una gama tan amplia de temas no es sólo que tenía una mente activa y capacitada, sino también que le preocupaba que los cristianos pensaran correctamente en todos los temas que se relacionan con la vida. J. I. Packer tenía una pasión por la verdad en todas las esferas.

J. I. Packer también era un hombre de paradojas. Era un anglicano devoto de toda la vida, pero se movió con la misma facilidad entre los evangélicos inconformes y fue quizás más influyente en los círculos reformados. Era por excelencia británico, pero vivió la mitad de su vida adulta en Canadá, y en un giro adicional, su mayor esfera de influencia fue los Estados Unidos. Packer se convirtió en uno de los evangélicos más famosos de su época, pero nunca ocupó un puesto prestigioso en una universidad importante y nunca llenó un púlpito de alta visibilidad de forma permanente. Era un hombre apacible con una actitud tranquila, pero constantemente se encontraba en el centro de la controversia y a menudo era difamado.

Si preguntamos cómo fue que una persona tranquila, que se mantenía concentrada en sus propios asuntos, se hizo tan famosa e influyente, la respuesta es que la publicación de Packer fue el vehículo por el cual sus ideas fueron difundidas. Por lo tanto, su vida se erige como un tributo al poder de la palabra escrita y publicada. Con la fuerza de sus escritos, Packer se convirtió en un orador muy conocido también. Tanto en sus escritos como en sus discursos, su contenido siempre era reflexivo, lógicamente empaquetado, claro y sustancial, y rutinariamente sobrestimaba la cantidad de tiempo que tenía disponible para presentar la gran cantidad de material que había preparado.

El propio Packer atribuyó la fama y el éxito que logró a la providencia divina, y es obvio que este es el caso. Él no se propuso ser famoso. Simplemente hizo la tarea que se le había puesto delante y dejó el resultado en manos de Dios. Hablar con adolescentes en una sala de estar era para él una tarea, de la misma forma que lo era dirigirse a un auditorio lleno. J. I. Packer era sobre todo útil para el reino y su Rey.

Cuando se le preguntó al final de la vida cuáles podrían ser sus últimas palabras a la iglesia, Packer respondió: “Creo que puedo reducirlo a cuatro palabras: Glorificar a Cristo en todos los sentidos”. Eso puede servir como un epitafio para lo que Packer hizo en su vida y para lo que está haciendo ahora.

Leland Ryken es profesor emérito de inglés en el Wheaton College, donde enseñó durante medio siglo. Ha escrito una biografía de J. I. Packer, titulada J. I. Packer: An Evangelical Life.

Traducido por Livia Giselle Seidel

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