Cuando las personas que pastoreas te hieren

El pastor y autor Jared C. Wilson comparte lo que el primer afroamericano ordenado en Estados Unidos le enseñó acerca de enfrentar dificultades en el ministerio.

Christianity Today June 22, 2020

Cuando los amigos profesos de Dios abandonan a los ministros de Cristo, a menudo la situación es acompañada por circunstancias particularmente gravosas. El dulce consejo y la comunión que han tomado juntos se interrumpen, la confianza mutua se destruye, las partes se ven expuestas a tentaciones peculiares, y se vuelve difícil retener ese espíritu de perdón manifestado por el santo apóstol cuando todos los hombres lo abandonaron: “Ruego a Dios que no les sea tomado en cuenta.” — Lemuel Haynes, “El sufrimiento, apoyo y recompensa de los ministros fieles”

Lemuel Haynes es una figura histórica de la que quizás no hayas escuchado hablar, pero de quien desearías haber escuchado antes. Desde cualquier punto de vista, su vida fue notable. Haynes nació en 1753 y fue un trabajador no abonado de niño, un veterano de la Revolución Estadounidense y el primer hombre negro en los Estados Unidos en ser ordenado en el ministerio. Conocido por su mente aguda e ingenio rápido, Haynes era un poderoso predicador y abolicionista, tomando de su teología calvinista para argumentar que Dios tenía un plan soberano para poner fin a la esclavitud e integrar a las razas. La vida de Haynes fue todo menos fácil, y su ministerio en una iglesia a la que había dirigido durante 30 años terminó con su salida forzada. Entrevistamos al predicador y autor Jared C. Wilson acerca de cómo el legado de Haynes lo ha inspirado, y le ha enseñado a ver las dificultades del ministerio a la luz de la eternidad.

Debo admitir que no sabía quién era Haynes hasta que recientemente leí un artículo sobre él. ¿Tú cómo lo encontraste?

Cuando era pastor en Vermont, investiqué la historia de la zona y me topé con él. Haynes no era de Vermont, pero pasó 30 años pastoreando una iglesia en West Rutland. Yo estaba a unas cinco millas de donde él predicaba. Me di a la tarea de investigar la historia de la iglesia de Vermont, y él es una figura imponente en ese estado. Pero cuando empecé a leer sobre él, me di cuenta de que debería ser más conocido en la historia de la iglesia estadounidense. Él fue el primer afroamericano ordenado por un cuerpo religioso en los Estados Unidos y el primer pastor negro de una congregación mayoritariamente blanca. Eso sería raro hoy. Era inaudito entonces.

Tú escribiste: “Tuve un amigo que una vez dijo ‘enamórate de un tipo muerto’. Bueno, Haynes es mi hombre.” ¿Por qué sientes esta especial afinidad por Haynes?

Una razón es su fiel pastoreo. Era un devoto de la teología de Jonathan Edwards, así que estaba en esa tradición puritana estadounidense. Fue fuertemente influenciado por los avivamientos; incluso cita a Edwards y a George Whitefield en su sermón final a la congregación en West Rutland. Así que tenía toda esta teología, y también era simplemente un pastor fiel. La primera biografía sustantiva de él, escrita por Timothy Mather Cooley, está llena de maravillosas anécdotas, viñetas de cosas que Haynes hizo y dijo. ¡Era tan divertido! Tenía el ingenio de un Spurgeon. Me encantó que fuera un tipo de mentalidad política, pero siempre lo mantuvo fuera de su predicación en el púlpito. Su teología era muy rica. Predicaba como Edwards, con puntos dentro de los incisos. Y a diferencia de Edwards, que tiene el fantasma de la esclavitud sobre él, no hay asterisco después del nombre de Haynes. La gente pensaba bien de él. Su familia lo amaba. No se necesita hacer ningún filtro sobre su carácter.

Sin embargo, su vida no estuvo desprovista de controversia. Tuvo conflictos en la Iglesia West Parish Church en Rutland, Vermont. ¿Puedes explicarnos el contexto del último sermón de Haynes a esa congregación?

No sabemos exactamente qué fue lo que llevó a su renuncia/despido. Las razones por las que fue forzado a salir no están del todo claras. Públicamente lo atribuyó a algo así como que su tiempo de utilidad ya había pasado. Había algunos problemas de disciplina con los miembros de su congregación, y hubo un conflicto que tuvo con un diácono que duró por mucho tiempo. Un historiador menciona también que los gustos políticos estaban cambiando, de tal forma que había una sensación de que su estilo de ministerio y su política ya no estaban de moda. También es probable que el racismo haya jugado un papel importante. En privado, él comentó con algunos amigos que el racismo jugó un papel en su salida. Pero no mencionó eso en su sermón.

¿Cuáles son algunas de las cosas más conmovedoras que Haynes dijo en el sermón?

Lo predicó en mayo de 1818, pero no fue publicado sino hasta años después, por lo que probablemente se modificó ligeramente. La mitad es una exposición directa de Hechos 20:24, donde Pablo habla de terminar su carrera. Utilizó ese versículo para describir cómo debe ser un ministro fiel. El título del sermón era “El sufrimiento, apoyo y recompensa de los ministros fieles”. Dijo que ser pastor es involucrarse en el sufrimiento y el conflicto. Aproximadamente la mitad del sermón es una aplicación a su propio ministerio y una exhortación de despedida. Es lo más cercano que he visto a un sermón magistral.

He leído el último sermón de Edwards en Northampton, y si estaba herido —y tenía que haberlo estado—, no lo demostró. Pero Haynes es diferente. Menciona que su despido no fue por que haya sido infiel a su ministerio, sino por otros que le hicieron daño. Es un excelente modelo de un pastor que aborda las heridas y los conflictos públicamente, pero sin ser vengativo. Se preocupa por sus almas; por ejemplo, dice: “Ese hombre que no aprecia el valor de las almas, y no se ve profundamente afectado por su peligrosa situación, no está calificado para el oficio sagrado” y los guía hacia la gracia y la promesa del cielo.

Básicamente dice que todo esto se arreglará el último día. Y dice cosas como: “Aquellos de ustedes que estaban somnolientos en mis predicaciones, allá estarán completamente despiertos”. Es realmente genial. Pero no suena como un hombre amargado. Se lee como alguien que estaba dispuesto a abordar con confianza las circunstancias sin temor, y redirigirlas a la visión de la eternidad.

Hablemos de cómo su ejemplo te ha ayudado. ¿Cómo has manejado situaciones en las que has tenido que pastorear gente que te ha herido?

A menudo la gente te maltrata o te causa conflicto, pero no vienen directamente a ti. Escuchas que están diciendo cosas. El impulso pastoral es pasar por debajo de todo eso. A menudo se trata de situaciones que no tienen nada que ver contigo. Se trata de otra cosa. Así que yo intentaría llegar por debajo de la superficie para ver si es posible abordar el verdadero problema. Pero hay momentos en que es más difícil porque alguien ha pecado contra ti, y ni siquiera se arrepenten de ello. En un lugar que pastoreé, la situación se hizo aún más difícil porque aún no habíamos elaborado un código de disciplina para la iglesia. Yo había heredado un viejo conjunto de estatutos. Así que había personas con las que teníamos problemas, y yo no tenía forma de llamarlos a cuentas. Había personas a las que simplemente tenía que tolerar y orar para que sus corazones se volvieran. Fue muy difícil. Sentía que había hecho todo lo que podía hacer. Tuve que encontrar la forma de no permitir que su comportamiento afectara lo que pensaba de toda la iglesia.

Tengo que recordarme a mí mismo que llevar a cabo el servicio del ministerio con fidelidad a menudo despertará conflictos. Pero tengo que recordar que no estoy ahí para hacer relaciones públicas. No estoy tratando de complacer a un grupo de electores. Mi audiencia principal es el Señor. Hacia el final de su último sermón a la congregación de West Rutland, Haynes dijo: “La causa en la que los ministros de Cristo están involucrados bien debería motivarlos a perseverar en la fidelidad de su trabajo. Es ese querido interés por el cual todas las cosas fueron creadas, y la causa del Dios siempre bendecido en tres personas, por el cual el glorioso Redentor derramó su preciosa sangre, y ahora está suplicando." Si voy a ser fiel a las Escrituras y sus implicaciones para nuestras vidas, eso siempre va a generar polaridades. No puedo dejar que mis emociones sean gobernadas por otros.

Lo más hiriente para mí no era la gente a la que yo no le caía bien; sino la gente que no me apoyó. Aquellos que fueron pasivos. Estoy tratando de pensar en ellos con caridad. Pero eso es lo más difícil: la mayoría pasiva, incluidos otros líderes que solo se protegían a sí mismos. En privado eran muy comprensivos, pero luego, cuando estaban conmigo en una reunión en la que yo estaba siendo atacado, sólo se sentaban en sus manos. Eso me causó más dolor que ninguna otra cosa.

¿Hay algún momento en el que un pastor tiene que decir: “Ya basta”?

Sí. Tratar de trazar una línea dura es probablemente una cuestión de descontento e intuición pastoral. Tienes que considerar el impacto en tu familia. También tienes que recordar que cuidar de las personas que te lastiman implica corrección. No está bien adoptar un complejo de mártir y decir: “Todo está bien”, porque en cierto sentido, les estás permitiendo pecar.

Casi todas las cosas de las cuales me arrepiento de mi último servicio como pastor implicaron esperar demasiado tiempo y no ser lo suficientemente decisivo en los confrontamientos. En una reunión anual, la gente estaba arremetiendo e inventando cosas. Trataban de ver con qué podían hacerme perder el control. Normalmente trato de responder preguntas con tranquilidad y gentileza. O simplemente permanezco en silencio. Pero finalmente alguien dijo algo como “La gente está herida y nadie los está escuchando”.

Mientras estaba allí sentado, pensé en los chismes y las críticas anónimas que había estado soportando durante meses. Pensé en la forma en que ciertas mujeres que habían sido amigas de mi esposa habían dejado de hablar con ella sin dar explicación alguna, incluso cuando se les preguntó. Pensé en la mujer que había estado manipulando a la gente contra mi esposa. Ya había tenido suficiente. Pedí el micrófono y dije: “Todos aquí han sido escuchados menos yo”.

Dije: “Mi familia ha sido muy herida por la gente de esta iglesia. Si quieres hablar de personas heridas y no escuchadas, por favor inclúyeme entre ellos”. Mirando hacia atrás años después, me pregunto si debería haberlo dicho antes. Creo que eso podría atajado algunas cosas. Realmente no hizo una diferencia entre los que se habían vuelto en mi contra; por el contrario, probablemente los envalentonó. Y me llevó varios años decidir si había hecho lo correcto, pero he decidido que sí. Hay un momento en el que dejar que la gente te atropelle no es señal de nobleza, sino que le da a la gente libertad para pecar.

En mi último domingo en esta iglesia en particular, me encontré con alguien que nos había causado mucho dolor, tanto a mí como a mi esposa. Había hecho todo lo que pude para apelar a ellos. Me reuní con ellos con otro anciano de la iglesia, pero continuaron su campaña contra mí. Nunca fui lo suficientemente firme con ellos. Les permití tratarme como basura. En mi último domingo ahí tuvimos una especie de despedida. Se acercaron y dijeron: “Te deseamos lo mejor”. Yo les respondí: “No les creo”. Necesitaban escuchar que me habían causado un gran dolor. Siento que querían lavarse las manos y fingir que no me habían tratado mal, y yo no quise jugar ese juego. Llega un momento en que tienes que decir: "Ya basta". No de una manera vengativa, pero si te importan las almas de la gente, incluso de los que te están lastimando, tienes que decirles que dejen de pecar.

Siempre es difícil saber cuándo hacer eso. Tienes que hacer la pregunta de diagnóstico: ¿Estoy sirviendo principalmente al Señor o a la gente? A menudo ambos coinciden, y eso es genial. Pero a veces si predicas o lideras de cierta manera, eso causará problemas. Y no me refiero a ser un bully, o ser dominante, o aprovecharse de la gente. Obviamente eso está mal, ¡y la gente debe objetar a ese tipo de actitudes! Pero hay una cosa extraña que sucede en las iglesias donde la gente espiritualiza sus desacuerdos y decepciones. Los pastores tienen que decidir en algún momento si van a hacer lo correcto o lo popular, lo que los protege a ellos mismos. Ahí es cuando te das cuenta si en verdad eres un pastor o sólo un empleado. Si temes a Dios, no estarás tan preocupado por cuál será el resultado si priorizas a tu familia, o si tomas tus días de vacaciones, o si pones tus límites saludables. Pero esas cosas te pondrán a prueba.

¿De qué manera las acciones y palabras de Haynes han impactado tu comprensión del ministerio?

Ciertamente han reforzado mi visión de la escala de la eternidad. Me han recordado la sobrenaturalidad de la fe cristiana y, por extensión, del ministerio cristiano. Todo lo que Haynes predicó llevaba este gran sentido de la gloria de Dios y la gravedad de la eternidad. Cada momento que vivimos se compara o se contrasta con el Día Final. También me recuerda que debo vivir y ministrar de tal forma que, cuando tenga que rendir cuentas de mi vida, no tenga nada de qué avergonzarme. Al final, después de todo el daño o la injusticia, el Señor lo separará todo. Me recuerda acerca de la fidelidad a través de todos los altibajos. Pero creo que el mayor impacto es el recordatorio de cómo el ministerio se relaciona con la economía de la eternidad, la cual tenemos que mantener a la vista, incluso con las preocupaciones de nuestro contexto inmediato.

Drew Dyck es un editor colaborador de CT Pastors y autor de Your Future Self Will Thank You: Secrets to Self-Control from the Bible and Brain Science (Moody, 2019).

Traducido por Livia Giselle Seidel

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