Este fin de semana, iglesias de todo el mundo se reunieron virtualmente para celebrar Pentecostés. Ese momento milagroso en el que lenguas de fuego descendieron sobre los seguidores de Cristo y el Evangelio se escuchó en diferentes idiomas del mundo. Pentecostés fue el milagro que siguió a un portento: la Ascensión, la cual ocurrió después de otro evento maravilloso: la Resurrección.
A diferencia de los discípulos de Cristo, este año experimentamos Pentecostés en medio de las secuelas de una calamidad, seguidas de un trauma y en el contexto de una tragedia. Las protestas y disturbios de Minneapolis (y muchas otras ciudades) siguieron a la muerte de George Floyd,, quien fue sofocado hasta morir mientras estaba esposado y suplicando por su vida. Durante nueve minutos, un oficial de policía mantuvo su rodilla en el cuello de Floyd mientras él llamaba a su madre. Esto ocurrió tras los asesinatos de Breonna Taylor y Ahmaud Arbery. Y todo esto sucedió en el contexto de una pandemia que ha matado a 100.000 personas. Se siente como si estuviéramos en medio de una Cuaresma extendida y no al final del tiempo de Pascua.
Algunos asumirán que estoy trayendo temas políticos a la iglesia. Se preguntarán por qué no estoy molesto por el crimen entre negros, la desintegración de las familias negras, el aborto, el saqueo o cualquier tema que nos lleve a evitar tocar el asunto. Este "asunto" es la historia de 400 años de trauma racial y opresión que sigue plagando a los negros en este país.
¿Qué tienen que ver las protestas, los disturbios y la brutalidad policiaca con el día de Pentecostés y el pasaje de Hechos 2:1–21? ¿Hay alguna relación entre la muerte del Mesías por nuestros pecados y la forma en que vemos las llamas de Minneapolis? ¿Tiene la iglesia algo que decir?, ¿o seremos discípulos de Fox News por un lado y MSNBC por el otro? Mientras nuestro país está dividido, ¿qué significan las palabras de la Escritura hoy en día?
No hay otro mundo en el cual hablar de Jesús si no es en este, en el que alguien puede pisar el cuello de un hombre negro por nueve minutos. Es decir, la única manera de responder a estas preguntas es leer las palabras de la Escritura con las ciudades en llamas como nuestro escenario de fondo.
Esto es lo que la Palabra de Dios nos dice.
Primero, el Evangelio nos une.
Hechos 2:1–21 comienza con los seguidores de Jesús reunidos en un solo lugar. Es increíble pensar que en algún momento de la historia todos los cristianos del mundo cabían en una habitación. A pesar de lo que los libros de historia dicen, el cristianismo no es una religión de terror patrocinada por el estado, creada por Constantino para mantener a la población bajo control. Comenzó humildemente con un grupo de 120 personas (bastante normales) que se habían encontrado con el Dios viviente.
Entre ellos había mujeres como María, la madre de Jesús, que provenía de un contexto rural campesino, y gente como Mateo, un exrecaudador de impuestos. Entre ellos había muchísimas diferencias. Mateo colaboró con los opresores de Israel y extorsionó a su gente para forrar sus bolsillos. Personas como María fueron víctimas de tales atrocidades.
¿Qué clase de iglesia tiene espacio tanto para los oprimidos como para los antiguos opresores? La iglesia cristiana. ¿Qué unió a esa iglesia primitiva? Sus convicciones en común acerca de Jesús.
¿Qué nos une como iglesia ahora? ¿Cómo se vería esta unidad hoy, para la familia de George Floyd? ¿Qué significaría para nosotros estar junto a ellos? ¿Qué significaría estar al lado de la comunidad negra en los Estados Unidos, que a lo largo de los años ha experimentado secuestro, esclavitud, injusticia durante la era de Jim Crow y la letanía de sufrimientos contemporáneos que marcan nuestras vidas?
La iglesia, como acto de amor, diría: "No tiene que ser así, y pasaré mi vida junto a la suya declarando los valores que la tradición cristiana da a las vidas de los negros".
La iglesia tiene el poder de hacer esta declaración porque el mismo Espíritu desciende sobre todos por igual. No hay un Espíritu Santo que permita a las mujeres declarar la palabra de Dios y otro para los hombres. No hay un Espíritu que dé palabras a los ricos y otro a los pobres. No hay un Espíritu Santo que nos permita hablar con los pueblos africanos y otro que nos permita hablar con asiáticos o europeos. El mismo Espíritu envía el único Evangelio a los diversos pueblos de la tierra.
La obra del Evangelio por medio del Espíritu resulta de nuestro estatus común como portadores de la imagen de Dios. Todos hemos caído y necesitamos la gracia de Dios. Cualquier ideología que niegue funcional o verbalmente este estatus es una herejía. Y cualquiera que no pueda ver que la herejía de sesgo racial ha infectado a algunos cristianos en esta tierra, lo hace ignorando hechos abrumadores.
Segundo, el Evangelio nos mueve hacia afuera.
El Evangelio llevó a los primeros discípulos fuera de su propia cultura para hablar y vivir con personas que eran muy diferentes a ellos. Todos en Pentecostés eran judíos, pero ese judaísmo fue trasladado a las distintas lenguas y comunidades del Imperio Romano. Lo primero que hizo el Evangelio fue reunir a las personas bajo el señorío de Cristo.
Si el Evangelio nos pone en un espacio compartido para escuchar la poderosa obra de Dios, ¿por qué ya no estamos juntos? ¿Y qué implicaría para el mundo que nos observa, ver un cristianismo que está verdaderamente unido, de forma espiritual y práctica?
Los cristianos negros podemos lidiar con personas que no tienen razones para apoyarnos. Podemos tratar con racistas no creyentes. Pero lo que resulta desgarrador y agotador es luchar por nuestro derecho a existir y descubrir que el enemigo es nuestro hermano. Como dicen los Salmos: "Si un enemigo me insultara, yo lo podría soportar; si un adversario me humillara, de él me podría yo esconder. Pero lo has hecho tú, un hombre como yo, mi compañero, mi mejor amigo, a quien me unía una bella amistad, con quien convivía en la casa de Dios" (Sal. 55:12–14, NVI).
Nuestra vida juntos, si hemos de estar juntos, no puede venir a expensas de nuestra libertad. No deberíamos tener que luchar contra nuestros hermanos y hermanas para obtenerla.
Aquí de nuevo, la historia de Pentecostés nos da luz. A medida que las naciones se están uniendo, hay dos respuestas. Un grupo dice con muchas palabras: "Están borrachos" (Hechos 2:13). El otro pregunta: "¿Qué significa esto?" (Hechos 2:12). El primer grupo se niega a reconocer lo que está pasando y se basa en su conocimiento previo para desestimar la obra de Dios. El segundo hace una pregunta más profunda: ¿Qué está haciendo Dios en medio de ellos?
Pedro se dirige al primer grupo con una o dos frases, en cambio toma más tiempo para abordar la cuestión del significado. Le dice a la multitud que están experimentando el Espíritu prometido en Joel 2:28–32. El profeta Joel afirma que cuando Dios redime a su pueblo, redime a hombres y mujeres, jóvenes y ancianos, ricos y pobres. Pedro quiere recordar a la iglesia primitiva que el don universal del Espíritu es un testimonio del poder salvador absoluto del Evangelio.
En otras palabras, la forma de Pentecostés —mujeres, hombres, ricos y pobres declarando la poderosa obra de Dios— apoya la teología de Pentecostés, la idea de que el Evangelio es para todos.
Eso era verdad para la iglesia primitiva. Y sigue siendo cierto para la iglesia americana del siglo XXI.
Hoy en día, ante las demandas de justicia de los negros, algunas personas solo encuentran una explicación política. Estos críticos responden diciendo: "Son demócratas que tratan de arruinar la iglesia" o "En realidad, son teologías liberales relacionadas con el marxismo". Pero tal vez son formas de evitar el verdadero asunto. ¿Qué están diciendo en realidad los hermanos y hermanas negros, latinos y asiáticos cuando piden justicia? ¿Qué significa? ¿Y qué está haciendo Dios? Está reuniendo a una diversidad de personas y moviéndonos a nuevos espacios del Evangelio, a través el poder del Espíritu Santo.
Tercero, el Evangelio brinda esperanza en el reino venidero.
Estoy convencido de que la esperanza de este país no se encuentra en ninguna elección o partido político. Los votos importan, pero ni el partido Demócrata ni el Republicano nos salvarán. Lo que necesitamos es un cristianismo tan lleno del Espíritu que una a personas diferentes.
Esta unidad implica dos cosas. En primer lugar, tenemos que reconocer que el problema no está solo "allá afuera". Está en nuestros corazones. El problema no es solo que existan racistas en el mundo. El problema es que todos vivimos, de varias maneras, en rebelión contra Dios y su voluntad para nosotros. El Evangelio exige una decisión personal acerca de nuestros propios pecados. Uno de los mensajes que Jesús repetía con frecuencia es: "Arrepiéntanse, porque el reino de los cielos está cerca" (Mateo 4:17).
Nos llama a arrepentirnos individualmente por nuestros pecados. ¿Por qué? Porque —y este es el segundo punto— el reino de Dios se está acercando. Este reino está representado en el primer sermón de Jesús, en el que proclamó buenas nuevas a los pobres y libertad a los cautivos (Lucas 4:16–21). Jesús vino a salvar a los pecadores, pero esos pecadores salvos ahora dan testimonio en sus vidas de la visión del reino de Dios. Sabemos que este reino viene porque Cristo resucitó. Pedro lo dice así: "a este Jesús, a quien ustedes crucificaron, Dios lo ha hecho Señor y Mesías" (Hechos 2:36).
¿Quién controla el futuro? ¿Quién despliega la historia según su propósito? Aquel que es el León y el Cordero a la vez (Apocalipsis 5:5–6). Aquel que encarna la justicia y la misericordia.
Nosotros, la iglesia americana, tenemos un mensaje para un país y un mundo en llamas: Hay un Dios que nos ama y que murió para que lo conozcamos. Este amor es suficiente para unir a los pueblos divididos del mundo, incluso cuando todos los políticos y filósofos han fracasado. Hay un Dios de justicia que ve y actúa en nombre de los grupos oprimidos del mundo, gente como George Floyd. Hay un Rey y un reino. Y él nos ha dado su Espíritu, para dar a conocer a Cristo hasta los confines de la tierra.
Esaú McCaulley es un sacerdote de la Iglesia Anglicana en Norteamerica, profesor asistente de Nuevo Testamento en Wheaton College, y autor del próximo libro Reading While Black: African American Biblical Interpretation as an Exercise in Hope (IVP Academic).
Esta pieza fue adaptada de un sermón predicado en la Iglesia Anglicana del Redentor en Greensboro, Carolina del Norte el 31 de mayo.
Speaking Out es la columna de opinión para invitados de Christianity Today y (a diferencia de un editorial) no representa necesariamente la opinión de la revista.