Nunca llegué a ser heterosexual. Tal vez ese nunca fue el objetivo de Dios

Por qué abracé la ética sexual de la Biblia antes de entenderla.

Christianity Today July 11, 2023
Ken Richardson

Esta no es una historia de alguien que era gay y se convirtió en heterosexual.

Pero tal vez me estoy adelantando. Volvamos hasta el principio. Mis padres se conocieron en una discoteca gay en San Francisco, California. Mi madre solo quería un lugar seguro para bailar. Mi padre era el guardia de seguridad. Nos abandonó a mi madre y a mí después de abusar físicamente de las dos. Ni siquiera supe de su existencia sino hasta que tenía 10 años, cuando mi madre ya se había vuelto a casar.

No recuerdo haber tenido una hora fija de ir a dormir durante mi infancia. Me permitieron ver películas de terror desde una edad temprana. En cuanto al sexo, nada estaba oculto. Siempre escuché bromas e historias y, cuando tenía 10 años, ayudé a mi madre a recortar imágenes de una revista para adultos para una despedida de soltera.

Conocí a mi primer novio a los 14 años. Nos reíamos de los chistes del otro, veíamos programas de televisión parecidos y nos llevábamos bien. Pero al poco tiempo él y yo rompimos, como hacen los adolescentes.

Un año después, conocí a mi primera novia en una clase de Historia de Europa. Ella iba en el último curso. Era guapa y popular. Como yo destacaba académicamente en la clase, me pidió que fuera a su casa a ayudarla a estudiar. Cuando nos encontramos en su casa, algo cambió. La conversación fluyó de forma fácil, rápida e inesperada. Me impresionó su belleza. Sentí una atracción parecida a la que otras chicas describían sentir por los chicos.

Durante la semana siguiente, empecé a preguntarme: «¿Está bien sentir esto por una chica?». Estaba vagamente familiarizada con la idea de que la gente que iba a la iglesia condenaba esas cosas, pero cuando intenté averiguar por qué, no encontré nada. Ni en mil años hubiera imaginado entender las enseñanzas de la Biblia sobre la sexualidad; mucho menos someterme a ellas.

El primer beso

Me propuse una meta: antes de que esta chica fuera a la universidad, me besaría. Mentí sobre mi pasado sexual, me coloqué estratégicamente en su camino e introduje temas a fin de que fluyeran los pensamientos románticos.

Mientras tanto, entablábamos una amistad profunda y verdadera. Fue la primera compañera con la que pude hablar de ideas, literatura y otros temas serios. Pronto dejó de ser solo un juego: me había enamorado.

El verano siguiente me preguntó qué quería de regalo para mi cumpleaños número 16. El corazón me latía con fuerza. Le dije que quería que me besara. El momento en que ocurrió, y los muchos momentos que siguieron, fueron como el levantamiento de un velo. El mundo que siempre había visto en blanco y negro estalló de repente en miles de colores deslumbrantes.

Dejar mi pequeño instituto local para ir a la Universidad de Yale fue más que espectacular: entré en un selectivo programa de humanidades para estudiantes de primer año, conocí gente fascinante de todo el mundo y disfruté de acceso a cantidades ilimitadas de alcohol. Parecía demasiado bueno para ser verdad.

Entonces me enteré de la noticia: mi novia me engañaba con un vagabundo sin estudios en Tahoe. Cuando llegaron las vacaciones de Navidad, decidí ir a visitarla, pero todo estaba helado, quieto, congelado. La mañana de Navidad, mientras yo leía el Quijote en su futón y ella tenía sexo con su novio en la otra habitación, me preguntaba en qué se había convertido mi vida.

En busca de Jesús en Google

De vuelta a Yale, en mi primera clase de filosofía, discutimos la famosa afirmación de Descartes, cogito ergo sum, «pienso, luego existo», y cómo influyó en su comprensión de la realidad y la naturaleza de Dios. Tras cierto rechazo inicial, empecé a preguntarme compulsivamente si Dios podía existir. De vuelta a mi habitación, empecé a buscar en Google términos religiosos como un estudiante de secundaria en busca de pornografía. Cuando entraba mi compañera de piso, cerraba de golpe la tapa de mi computadora portátil y fingía estar haciendo tarea de francés.

No sabría decir qué términos usé en aquellas búsquedas, pero en esa oleada de páginas web, empecé a descubrir a Jesús por primera vez. Es difícil describir las ideas preconcebidas que tenía; quizá frases como «conservador de la antigüedad» o «tradicionalista irreflexivo» transmitan algo del sabor. Sin embargo, los artículos y las Escrituras que encontré me dieron una impresión claramente diferente. Una y otra vez, vi cómo Jesús notaba, dignificaba y servía a personas que yo habría desechado. Pero me inquietaba la sospecha de que mi vida iba en contra de la suya.

En aquel entonces, conocí a dos chicas que estaban en una relación seria. Una de ellas se estaba formando para ser ministra luterana. Me interesó saber cómo podían conciliar sus vidas con Jesús y sus enseñanzas. Me aseguraron que cualquier apariencia de conflicto se debía a interpretaciones históricas erróneas de las Escrituras. Me pusieron un paquete en las manos y corrí a mi habitación para descubrir lo que la Biblia realmente decía sobre la sexualidad.

El paquete tenía una clara coherencia interna. Me gustó mucho. Pero cuando busqué los versículos bíblicos que decía presentar y explicar en detalle, me sentí frustrada. Estas interpretaciones revisionistas no concordaban con el significado llano de las palabras de la Biblia. Me sentí engañada y, con cierta repugnancia, tiré el paquete al suelo. Estaba claro que había sido una tonta al esperar que esta religión anticuada tuviera cabida para mí.

Unos días más tarde, estaba en la habitación de un amigo que había sido católico cuando me fijé en el lomo de un libro naranja con el nombre de Mero Cristianismo. No sabía nada de C. S. Lewis ni de este libro, pero el título me intrigó y decidí meterlo silenciosamente en mi bolso.

Leí y leí. Un día, mientras leía entre clase y clase en la biblioteca, lo cerré a mitad de capítulo y caí en la cuenta: Dios existe. Mi corazón y mi cabeza ya no podían negarlo. Sin embargo, junto con esta gloriosa certeza vino la admisión aterrorizada de mi propia maldad. Había mentido y engañado, había sido cruel, ¡incluso le había robado aquel libro a un dulce y confiado amigo! ¿Cómo iba a enfrentarme a un Dios puro y santo?

Pero cuando consideré lo que Jesús había hecho —sufrir la separación de Dios para que yo pudiera unirme a Él—, supe que sería una tonta si rechazaba su oferta. Mientras mi corazón se hinchaba de agradecimiento, apreté los ojos y oré, y ahí mismo me rendí delante de Jesús.

Una cuestión de confianza

El sábado siguiente, la fraternidad Yale Students for Christ [Estudiantes de Yale para Cristo] organizó una fiesta por el día de San Valentín. Todavía me sentía avergonzada por haber aceptado a Jesús, así que llegué tarde y fingí que había venido por mera casualidad. Cuando una chica de segundo año me preguntó por qué no me había visto antes, murmuré que acababa de convertirme al cristianismo dos días antes. Se quedó un poco atónita. Me acercó a otros estudiantes de primer año, que me invitaron a la oración del lunes por la mañana.

Fui. Me dieron una Biblia de bolsillo, respondieron a mis molestas preguntas y me invitaron al estudio bíblico que tendrían la noche siguiente. Fui con la Biblia en la mano. Dos jóvenes nos guiaron por un pasaje de Efesios. Era asombroso: gente real, examinando realmente la Biblia y aplicándola a sus vidas.

A lo largo de ese semestre, seguí a estos estudiantes como un patito, observando todo lo que hacían y decían. Sin embargo, haber elegido seguir a Jesús no había dado respuesta a todas mis preguntas. Específicamente, ¿qué iba a hacer con mi natural e inquebrantable atracción hacia las mujeres? Sabía que la Biblia era clara: lo que yo quería estaba fuera de los límites. Pero no entendía por qué. ¿Cómo podían el amor, la intimidad y el deseo de tener un compañero estar prohibidos por este Dios amoroso e íntimo que también buscaba el compañerismo?

Fue así que tuve que aprender mi primera lección de la vida cristiana: cómo obedecer antes de comprender. La vida me había enseñado que era necesario dominar completamente un concepto antes de poder asentir a él. ¿Cómo podía estar de acuerdo con algo tan costoso sin comprender la razón?

Al final, todo se reducía a la confianza. Sabía que Jesús era digno de confianza, porque había hecho un sacrificio mucho mayor. Había dejado la dicha, la comodidad, la alegría de amar y ser amado a la perfección, para vivir una vida dolorosa en la tierra. Asumió el dolor y la vergüenza de la muerte de un criminal y sufrió el rechazo del Padre, todo para que yo pudiera ser acogida. ¿Quién podría merecer más confianza?

La obediencia de la fe solo funciona cuando está arraigada en una persona, no en una regla. Impuesta por sí misma, una regla nos invita a juzgarla, sopesando su razonabilidad. Pero una regla que fluye de una relación allana el camino para una obediencia fiel. Cuando un niño no entiende la orden de su madre, el carácter de esta desempeña un papel importante en lo que sucede después. Una madre cruel y caprichosa probablemente encontrará resistencia. Pero una madre afectuosa y cariñosa inspira confianza, porque el niño sabe profundamente que ella está de su lado.

En una de las pruebas de confianza más dramáticas de las Escrituras, Dios le dijo a Abraham que sacrificara a su hijo Isaac. Si Abraham hubiera considerado este mandato de forma aislada, seguramente no habría obedecido. Sin embargo, Abraham era amigo de Dios. Cuando fue puesto a prueba, no dudó, porque conocía el carácter de Dios.

Dios había aparecido con la respuesta en la historia de Abraham, y yo sabía que aparecería con la respuesta en mi propia historia, pero, ¿cómo? ¿Quitaría mi atracción por las mujeres? Durante aquellos primeros años en la fe cristiana sostuve varias relaciones interpersonales con mujeres que fueron espirituales, liberadoras e íntimas, pero no eróticas. Sin embargo, en otros casos, la química personal y sexual me llevó de vuelta a los viejos patrones. ¿Por qué Dios no me arregló?

Poco a poco, llegué a comprender que «hacerme heterosexual» no era la respuesta. No existe un mandato bíblico a ser heterosexual. A través del estudio, las conversaciones y la oración, finalmente llegué a una verdad crucial: que el sexo no es es algo que Dios descubrió y luego cercó con restricciones arbitrarias, sino algo que Él hizo para enseñarnos y bendecirnos. Cuando sus enseñanzas iban en contra de mis instintos, renunciar a mis deseos se convirtió en una forma profunda de decir: «Confío en ti».

Esta confianza se estiró tanto que casi se rompe. Mi novia de la secundaria quería empezar de nuevo, pero yo no podía complacerla. Luego me enamoré de una chica que estaba próxima a graduarse de Yale, sin embargo, el amor por Jesús hizo que me alejara.

Alegría y sanidad

Dios guardó el mayor estiramiento para un momento de total desesperanza, después de que estúpidamente volví a tener relaciones sexuales con mi novia de la secundaria. Mientras me esforzaba por convencerme de que incluso entonces estaba perdonada, Dios trajo a un hombre a mi vida. Nos habíamos conocido el verano anterior en una misión cristiana. Éramos amigos, pero no me atraía. Él sabía todo sobre mi pasado.

Pidió venir a visitarme a Yale durante mi tercer año de universidad. Tenía la preocupante sensación de que tenía un interés romántico. Y efectivamente, llegó con flores. Le recordé que yo me había acostado con más mujeres que él. Pero no cedió: si Jesús me había perdonado, él no tenía por qué tener nada contra mí.

Luché con la situación. No me atraía sexualmente, pero admiraba su bondad, su calidez y nuestras prioridades comunes. ¿Estaba mal seguir viéndolo cuando no sentía lo mismo que en anteriores aventuras amorosas? ¿Sería nuestra relación una farsa piadosa? Sin embargo, pude ver que me amaba, que sería un buen marido y padre, y que me llamaría hacia Jesús. Incluso sentí que podríamos experimentar un amor físico genuino, aunque más aprendido que natural.

Paso a paso, Jesús me fue abriendo los ojos a un tipo de amor humano que no había visto antes: uno impregnado de compromiso y alegría espiritual; uno que no se limitaba simplemente a la pasión. Una vez más, obedecí antes de comprender. Me casé con aquel joven antes de enamorarme realmente de él, porque primero amaba a Jesús.

Esta es la coyuntura típica en la que la gente saca conclusiones precipitadas. Ha habido gays y lesbianas que me preguntan si alguna vez me atrajeron las mujeres en realidad. Cristianos heterosexuales han declarado con orgullo que Dios curó mi homosexualidad. Han intentado utilizarme como mascota de algo que en realidad no represento.

La verdad es que, incluso después de 10 años de matrimonio, cuando siento atracción por alguien que no es mi cónyuge, esa persona es una mujer. Aun así, mi matrimonio ha sido un lugar de alegría y sanación. Cuando la gente me pregunta cuál es mi orientación, mi respuesta más honesta es «casada», con las mismas bendiciones y cargas que tienen otros creyentes casados, y con la misma fuente de esperanza y poder: el Espíritu Santo.

Nunca insistiría en que el matrimonio es el camino normal o «correcto» para todos (ni siquira para la mayoría) de los cristianos atraídos por personas del mismo sexo. La heterosexualidad no es el objetivo final, sino la fidelidad a Dios y la alegría que proviene de una relación con Él. Para muchos creyentes, la fidelidad a Dios implicará un compromiso con el celibato de por vida. Pero a menos que la Iglesia proyecte una visión de vida familiar plena y gozosa dentro de sí misma, el celibato parecerá un callejón sin salida. No podemos decir no a algo bueno a menos que estemos diciendo sí a algo aún mejor.

La comunidad que Dios llama a la Iglesia a ser —una comunidad de intimidad, afecto, verdad y gracia— es su herramienta para mantenernos, formarnos y prepararnos para estar en su presencia para siempre. Ya sea que Dios nos guíe al matrimonio o a la soltería, toda historia de transformación en Cristo está destinada a suceder dentro de esta comunidad.

Por eso esta no es la historia de cómo me convertí en heterosexual, cosa que nunca ha sucedido realmente y no viene al caso. Esta es la historia de cómo estoy alcanzando mi plenitud, cosa que sigue ocurriendo todos los días.

Rachel Gilson es directora de desarrollo teológico de Cru Northeast. Puedes leer su blog en rachelgilson.com.

Traducción y edición en español por Livia Giselle Seidel.

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History

Cuando la mejor herramienta de lectura bíblica empeoró la lectura de la Biblia

Las inesperadas consecuencias de las concordancias ofrecen una advertencia a los cristianos de hoy.

Christianity Today July 7, 2023
Ilustración por Michał Bednarski

Abro mi Biblia en 1 Pedro 2:8: «… una piedra de tropiezo y una roca que hace caer». Cuando digo «abro», quiero decir que saco mi teléfono, presiono el ícono de la Biblia y escribo el versículo en una barra de búsqueda.

Si presiono de nuevo sobre el texto, puedo subrayar la frase. Puedo resaltarla, e incluso recortarla y guardarla en otro archivo para reflexionar sobre ella en otro momento, aislada de su contexto. En mi aplicación de la Biblia, también hay un pequeño recuadro gris que parece una burbuja de diálogo de un cómic, y si lo toco, se abre para mostrarme una referencia: Isaías 8:14. No tiene un hipervínculo que dirija a ese versículo, así que en lugar de saltar al profeta, la tecnología que tengo en la mano me anima a cerrar el recuadro y seguir leyendo 1 Pedro: «Tropiezan al desobedecer la palabra».

A medida que entramos en la tercera década de lo que el crítico literario Sven Birkerts ha llamado «leer en una era electrónica» y la alfabetización bíblica alcanza nuevas cifras bajas [enlaces en inglés], ¿qué impacto tiene esta herramienta en nuestra práctica de lectura de la Biblia? ¿Cómo influye en nuestras interpretaciones de las Escrituras?

Existe un largo debate sobre la interpretación correcta de la sola Scriptura. Pero ningún heredero de la Reforma la ha interpretado en el sentido de que debamos leer las Escrituras sin ninguna ayuda externa. Los protestantes, de hecho, han adoptado innovaciones a lo largo de la historia que han buscado aumentar la interacción con las Escrituras, así como la comprensión de las mismas, que van desde traducciones en lenguaje cotidiano hasta Biblias de estudio, comentarios, ediciones ilustradas y compendios, por no mencionar las aplicaciones de teléfonos inteligentes.

Sin embargo, no hace falta albergar sospechas profundas con respecto al progreso para cuestionarse si las herramientas que utilizamos para leer la Biblia podrían, de alguna manera, modificar nuestra forma de leer. Y si afirmamos que produce un cambio, ¿es para bien o para mal?

Mi propia investigación sobre la historia del dispensacionalismo sugiere que, en ocasiones, nuestras herramientas de lectura de la Biblia han llegado a cambiar nuestra lectura hasta tal punto que incluso han cambiado lo que significa leer la Biblia literalmente.

Ha habido una variedad de puntos de vista cristianos que intentan describir cómo sería tomar un enfoque literal de las Escrituras. Literal puede referirse a un énfasis en la inerrancia de la Biblia, a creencias sobre la historicidad de ciertos pasajes, a una comprensión particular del cumplimiento de las profecías (que no sería precisamente literal, sino simbólico), o bien, a la opinión de que un pasaje debe ser leído de la forma más clara posible y por eso es importante entender los géneros [literarios] y la forma en que el texto fue recibido originalmente. Para los dispensacionalistas, la lectura literal se basaba en las «cadenas de palabras», es decir, en conectar los versículos a través de «eslabones» del uso de las palabras y darle a las palabras clave —tales como piedra en el versículo mencionado anteriormente— el mismo tratamiento en cualquier pasaje de la Biblia donde sean usadas. Esta forma de abordar el texto no se habría popularizado sin el desarrollo de las concordancias.

Si nos remitimos a la historia, las concordancias bíblicas se remontan al siglo XIII, cuando 300 monjes dominicos bajo la dirección de Hugo de Saint-Cher elaboraron un índice alfabético que seleccionaba las palabras que consideraban más importantes de la Biblia Vulgata en latín. Aunque fue una poderosa herramienta de lectura para los biblistas, su concordancia era rudimentaria en comparación con los estándares actuales. Las concordancias medievales que se publicaron posteriormente enumeraron cada aparición de una mayor cantidad de palabras.

Con la Reforma, surgió la demanda de obras similares en lenguas vernáculas. La primera concordancia del Nuevo Testamento en lengua inglesa apareció en la década de 1530, aunque no fue muy útil antes de que la publicación de la Biblia del rey Jacobo (King James Version o KJV, por sus siglas en inglés) en la década de 1600 hiciera que las Escrituras estuvieran ampliamente disponibles.

La KJV obtuvo una excelente concordancia en 1737, cuando Alexander Cruden, librero y erudito que tendía a recluirse, terminó de catalogar más de 77 000 palabras. Esta tarea le llevó 26 años y varias visitas a una institución psiquiátrica, pero finalmente terminó y publicó su exhaustiva obra maestra: la Concordancia de Cruden, misma que se sigue imprimiendo hasta la fecha.

La herramienta de Cruden para la lectura de la Biblia a menudo era usada a la par de otras nuevas herramientas, como la Biblia Políglota de Bagster, que ofrecía a los lectores 60 000 referencias cruzadas en varios idiomas impresas una al lado de la otra, y nuevos comentarios, como el Comentario a la Biblia Completa de Thomas Scott. Con todo esto, para el siglo XIX los lectores de la KJV disponían de un sinnúmero de herramientas que les ayudaban a entender la Biblia de maneras nuevas.

La aparición de estas nuevas y poderosas herramientas hizo posible que los lectores habituales pudieran, por primera vez, hacer referencias cruzadas con cualquier palabra de la Biblia. La piedra de 1 Pedro podía relacionarse con la que Moisés golpeó en Éxodo 17:6, la que Daniel describió como cortada «no por manos humanas» (NTV) en Daniel 2:34, y la que Jesús menciona que haría polvo a aquel sobre el que caiga en Mateo 21:44 (NVI). Las referencias cruzadas crearon un nuevo contexto interpretativo, que podía ser muy personal o comunitario, dependiendo de cómo se utilizaran esas herramientas de lectura.

En Estados Unidos, este enfoque de las Escrituras llegó a denominarse «Método de Lectura de la Biblia». Extendió al público más amplio lo que normalmente era el área de estudio de eruditos o pastores bien formados. Los lectores podían seleccionar una palabra clave en inglés para estudiarla y luego examinar todos los usos de esa palabra, y extrapolar el significado de un texto a partir de los ejemplos recopilados.

A menudo, la gente estudiaba de esta forma en grupos, lo cual fomentaba un estudio bíblico intensivo que alimentaba las reflexiones teológicas. Por ejemplo, un grupo podía examinar la palabra esperar en el Salmo 27:14 (NTV), y relacionarla con la súplica de Jacob en Génesis 49:18, luego conectarla con la esperanza escatológica de Pablo en Romanos 8:19, donde «la creación espera» (NTV); y después discutir sobre cómo esperar la liberación de Dios es un tema profundo que recorre la Biblia de principio a fin. El contexto y la narración bíblicos podían determinar quién está siendo liberado por Dios en cada pasaje, y qué características tenía esa liberación, pero al mismo tiempo, estas interpretaciones estaban condicionadas por las circunstancias personales de los lectores y sus propias presuposiciones culturales.

La Biblia de Referencia Scofield fue un pilar fundamental para millones de cristianos inmersos en el Método de Lectura de la Biblia. Esta versión fue muy popular y se distribuyó ampliamente entre algunos cristianos. Cyrus I. Scofield, ministro estrechamente relacionado con Dwight L. Moody, incluyó en su Biblia de referencia extensas notas a pie de página en las que explicaba su teología, que se basaba en un intrincado sistema de referencias cruzadas y concordancias que ocupaban una columna en el centro de cada página de la Biblia. La editorial Oxford University Press publicó la Biblia de Scofield por primera vez en 1909, y sigue imprimiéndose en la actualidad. Además de los comentarios en cada página, Scofield incluyó un índice de concordancias de más de 150 páginas e instrucciones para enseñar a los lectores a construir cadenas de palabras. Explicaba que las cadenas de palabras «conducirían al lector desde la primera mención clara de una gran verdad hasta la última». Y en caso de que el lector no lo entendiera, un resumen de Scofield consolidaría el significado en esa última referencia.

En su aplicación más sofisticada, la lectura de la Biblia con la ayuda de concordancias permitía a la gente experimentar la unidad de las Escrituras. Como explicó otro escritor dispensacionalista de principios del siglo XX, Isaac Massey Haldeman, «un estudio inteligente y satisfactorio de la Biblia» requiere una concordancia para percatarse de la «unidad de diseño» que insufla a los 66 libros. Las concordancias permitían a los lectores laicos experimentar la unidad de las Escrituras, aun cuando restaran importancia o dejaran de lado el contexto histórico, la autoría humana, las lenguas originales, los detalles lingüísticos y, a menudo, la narrativa misma.

Algunos cristianos conservadores, como R. A. Torrey, colega de Moody, llamaron al Método de Lectura de la Biblia el enfoque «científico» de las Escrituras. Haldeman describió las concordancias y las referencias cruzadas como «instrumentos» y «herramientas» que, si se utilizaban correctamente, producían resultados repetibles.

Hoy en día no es común pensar que los autodenominados fundamentalistas pregonen la ciencia, pero los estadounidenses de principios del siglo XX abrazaban la ciencia como el árbitro definitivo de la verdad en todas las áreas de la vida. A medida que la creciente crítica de la bíblica parecía socavar la autoridad de las Escrituras en el mundo académico, este marco interpretativo basado en la concordancia se desplegó para apuntalarla científicamente.

Uno podría haber esperado que los fundamentalistas que buscaban leer la Biblia de forma literal se enfocaran más en cómo los primeros cristianos recibieron y aprendieron las Escrituras en su contexto; sin embargo, la herramienta que utilizaron para su lectura de la Biblia los empujó, en cambio, en esta otra dirección «científica».

También preparó el terreno para un nuevo movimiento teológico que llegó a conocerse como «dispensacionalismo». Este se desarrolló a partir de las enseñanzas de los Hermanos Exclusivistas, en concreto del líder angloirlandés John Nelson Darby, quien enseñaba que la humanidad estaba dividida en tres partes: Israel, la iglesia y las naciones. Las naciones no tenían un pacto con Dios, pero la iglesia e Israel sí, por lo que las Escrituras debían «dividirse correctamente» en las partes que se dirigen a Israel y las partes que se dirigen a los cristianos.

Para Darby, lo que hacía que «cada pasaje bíblico encajara en su lugar» era la «comprensión espiritual recibida por parte del Espíritu Santo de las cosas del cielo y nuestra conexión con ellas, y de las cosas de la tierra y nuestra separación de ellas».

Ese enfoque de la Biblia se centraba a menudo en la profecía, un género de las Escrituras que Darby no creía que estuviera dirigido a sus lectores originales, sino que estaba orientado al futuro, y que predecía acontecimientos que aún no habían sucedido en la historia humana, en su mayoría relacionados con Israel. Según este enfoque, para entender las Escrituras es necesario saber cómo una piedra puede ser un cimiento (Efesios 2:20), una piedra de tropiezo (Romanos 9:32-33) y algo que caería sobre la gente y la haría polvo (Mateo 21:44), y cómo todo eso se refería tanto a Jesús, como a una secuencia de acontecimientos (literales o simbólicos) que le iban a suceder a Israel.

Darby promovió las concordancias, pero era muy estricto a la hora de mantener separado el significado «terrenal» del «celestial» de determinados versículos. Esto complicaba el Método de Lectura de la Biblia que estaba en boga entre los cristianos estadounidenses más deseosos de adoptar las enseñanzas de Darby.

Los estadounidenses que no estaban inmersos en los mismos supuestos de los Hermanos Exclusivistas insistían en que las distinciones de Darby podían descubrirse a partir del propio Método de Lectura de la Biblia. Tal como James Brooks, uno de los divulgadores estadounidenses más importantes de Darby, quien aseguró a los lectores: «El lenguaje usado en la profecía es tan simple y tan fácil de entender como cualquier otra parte de las Escrituras». Las concordancias, que catalogaban palabras y no significados, contribuían a hacer que eso pareciera cierto.

La subsiguiente historia del desarrollo del dispensacionalismo —en gran parte desarrollada en el contexto estadounidense— muestra cómo los lectores posteriores intentaron basar las enseñanzas de Darby en una lectura simple del texto para alinearlas más con el Método de Lectura de la Biblia. Pero la lectura «simple» no parece tan simple, por supuesto, sin la tecnología que animó a la gente a leer de esa manera.

Después de varias generaciones de eruditos externos que fueron minando el dispensacionalismo, y de que el dispensacionalismo popular —como las novelas de la serie Dejados atrás— haya socavado su credibilidad, ese forma de estudiar la Biblia ha ido perdiendo aprobación. El dispensacionalismo está en declive, y el Método de Lectura de la Biblia actualmente no suele enseñarse en seminarios o universidades cristianas.

Sin embargo, los instintos de lectura popularizados por el Método de Lectura de la Biblia aún persisten, y tienen un poderoso efecto en quienes los practican. Todavía hace que los lectores sientan como si las Escrituras se abrieran, como si vieran por primera vez en las oscuridades de la Biblia y no hubiera necesidad de lenguaje especializado ni de una formación histórica. Con un poco de práctica y una concordancia, cualquier lector puede hacerlo por sí mismo, e incluso puede afirmar que esta es la forma de leer la Biblia literalmente.

Y las concordancias todavía existen, por supuesto. Son herramientas valiosas que a menudo damos por sentadas. Pueden ser increíblemente útiles para leer la Biblia cuando se usan correctamente. Han sido sustituidas en gran medida por herramientas más eficaces para los lectores habituales de la Biblia. Puedo hacer una búsqueda de palabras en mi aplicación o tal vez hacer clic en un enlace que me lleva de una parte de la Biblia a otra.

Esta forma de concebir la Biblia —como un texto que contiene hipervínculos— entusiasma al popular psicólogo canadiense Jordan Peterson. En una de sus conferencias sobre la Biblia en YouTube, compartió un gráfico creado por el científico informático Chris Harrison que mostraba las más de 65 000 referencias cruzadas de las Escrituras. Peterson se maravillaba de que, si uno siguiera cada una de esas referencias, «viajaría a través de ellas para siempre. Nunca llegaría al final». Sin embargo, las ideas e interpretaciones derivadas de ese viaje dependerán por completo del camino que uno elija tomar. Esta variedad infinita es atractiva para Peterson, pero debería resultar menos atrayente para los cristianos comprometidos con la unidad y la coherencia de las Escrituras.

En este tiempo de herramientas digitales ilimitadas para extraer nuevos significados de las Escrituras, deberíamos ser cautos sobre la forma en que nuestra tecnología de lectura moldea y da nueva forma al contexto del texto. Ciertamente no leemos el texto de las Escrituras por sí solo, y las herramientas que elegimos como acompañamiento pueden moldear y deformar nuestra lectura de la Biblia. Pueden hacernos creer que estamos leyendo de forma sencilla y literal cuando en realidad, con un poco de distancia crítica, más bien se trata de un proceso por medio del cual rompemos y rehacemos los contextos para adaptarlos a nuestros sistemas.

No creo que eso sea lo que ocurre cuando abro mi aplicación de la Biblia. La tecnología parece más neutral que eso. Pero la historia sugiere que es algo por lo que deberíamos preocuparnos.

Daniel G. Hummel es autor de The Rise and Fall of Dispensationalism: How the Evangelical Battle Over the End Times Shaped a Nation (Eerdmans).

Traducción por Sofía Castillo.

Edición en español por Livia Giselle Seidel.

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Books
Review

Elisabeth Elliot fue una figura imperfecta a la que Dios utilizó de forma extraordinaria

La viuda del famoso cristiano martirizado en Ecuador dejó un legado tanto inspirador como controvertido.

Christianity Today July 5, 2023
Ilustración por Ūla Šveikauskaitė

Elisabeth Elliot fue una de las evangélicas más extraordinarias y controvertidas de la época posterior a la Segunda Guerra Mundial. Cualquiera que esté mínimamente vinculado a la comunidad misionera estadounidense conoce la conmovedora y trágica historia de Elisabeth y su primer marido, Jim Elliot, asesinado en Ecuador por miembros de la tribu Waorani en 1956.

Elisabeth Elliot: A Life

Elisabeth Elliot: A Life

Crossway

624 pages

$22.99

Y lo que es aún más sorprendente, Elisabeth Elliot y Rachel Saint (cuyo hermano Nate también murió en el ataque) se fueron a vivir entre los waorani en 1958. Antes de regresar a Estados Unidos, Elliot se había convertido en una de las evangélicas más conocidas de los Estados Unidos. La cobertura de la muerte de Jim Elliot y de la perseverancia de su viuda en el campo misionero apareció en importantes medios nacionales como la revista Life.

Elisabeth Elliot: A Life, el libro recién publicado de Lucy S. R. Austen, es una biografía digna de su tema, que profundiza en la vasta correspondencia y otros escritos de Elliot para presentar un retrato excepcionalmente detallado, y a veces conflictivo. Alrededor de tres cuartas partes del libro cubren la historia de Elliot hasta 1963, cuando regresó de Sudamérica a los Estados Unidos. Para entonces, Elliot ya era una autora de superventas, cuyos libros ya clásicos Through Gates of Splendor (1957) [publicado en español como Portales de esplendor] y Shadow of the Almighty: The Life and Testament of Jim Elliot (1958) [publicado en español como La sombra del Todopoderoso: La vida y el testamento de Jim Elliot] se convirtieron rápidamente en lectura habitual entre los evangélicos.

Los biógrafos de figuras como Elliot siempre tienen dificultades para encontrar el tono adecuado. Algunos autores cristianos optan por un enfoque hagiográfico, presentando a sus personajes bajo una luz de santidad e inspiración. En los últimos años, un número creciente de autores iconoclastas —especialmente académicos— se han ido al otro extremo, vilipendiando a figuras evangélicas que un día fueron veneradas, y tachándolas de irredimibles por su complicidad en diversos pecados.

Austen se sitúa felizmente en el juicioso punto medio de este espectro. La suya es una postura de simpatía crítica. A veces es evidente que su tema le resulta frustrante. Austen habla sin reservas, especialmente de Jim Elliot, a quien muestra tanto como un valiente misionero, como un pretendiente vacilante (en el mejor de los casos) en su ridículamente prolongado noviazgo con Elisabeth. Para Austen, su problema radicaba en la forma en que la cultura evangélica de la posguerra dio a los jóvenes una visión ingenua del discernimiento de la voluntad de Dios.

Gran parte del libro relata cómo Elliot, a través de repetidas y en gran medida inexplicables crisis de sufrimiento, creció en sabiduría sobre lo que significa seguir verdaderamente al Señor. Nos aferramos a Dios por su carácter y por lo que logró por medio de la muerte y resurrección de Cristo, no por la paz o la prosperidad que podamos obtener en este mundo.

Desde este punto de vista, la vida de Elliot refuta las creencias cristianas comunes que dicen que si obedecemos, todo irá bien. Por el contrario, Elliot concluye que Dios «nunca ha prometido resolver nuestros problemas. No ha prometido responder a nuestras preguntas». Y sin embargo, Elliot nos recuerda que solo Dios tiene palabras de vida eterna. ¿Adónde más podemos ir?

Elisabeth (Howard) Elliot nació en 1926 en el seno de una familia de misioneros estadounidenses que servían en Bélgica. Por su parte, Jim Elliot y su familia eran miembros acérrimos de la iglesia de los Hermanos de Plymouth [Plymouth Brethren]. Los Hermanos, un movimiento protestante primitivista que se remonta a la década de 1820 en Irlanda e Inglaterra, dejaron una profunda huella en la piedad de Elisabeth y Jim.

La iglesia manifestaba una combinación especial de santidad, iniciativa laica, celo misionero y apocalipticismo. Uno de los fundadores de los Hermanos fue John Nelson Darby, uno de los primeros exponentes clave de los calendarios proféticos del premilenialismo dispensacional. Los Hermanos también produjeron al sumamente influyente pionero del cuidado de huérfanos y de las «misiones de fe», George Müller, quien argumentaba que los misioneros nunca debían solicitar ayuda financiera, sino confiar en que Dios proveería meticulosamente para todas las necesidades.

Elisabeth Howard parecía destinada a una carrera misionera, incluso antes de conocer a Jim Elliot en Wheaton College. Su relación sentimental fue intensa y a menudo desconcertante, de un modo que puede resultar familiar a los graduados de universidades cristianas. Llegaron a niveles de intimidad emocional y afecto físico cada vez más profundos, pero, durante años, Jim se mantuvo firme en decir que no había recibido el visto bueno de Dios para proponerle matrimonio. Austen parece considerar este tipo de piedad exasperante e hiperindividualista.

Durante su noviazgo, la toma de decisiones de Elisabeth y, sobre todo, de Jim, parece regirse principalmente por los sentimientos y los textos de prueba. En un pasaje típico, Elisabeth escribió que nadie podía decirle «a otro lo que Dios quiere que haga». Al discernir la voluntad de Dios, Dios haría que «las circunstancias, el testimonio de la Palabra y tu propia paz mental coincidieran». Jim enmascaraba su indecisión sobre Elisabeth con sentimientos piadosos sobre esperar en el Señor. A veces se autocondenaba por su excesiva emotividad. En una exclamación reveladora, escribió que no entendía qué había en «amarla que me convierte tanto en una condenada mujer». En su opinión, los hombres no debían dejarse llevar por sentimientos románticos.

A veces, los Elliot parecen piezas de museo de la cultura evangélica de la posguerra. Sin embargo, Dios utilizó a estos jóvenes para hacer cosas extraordinarias en Ecuador. Su valor y celo excepcionales los convirtieron quizá en los misioneros ejemplares más inspiradores del siglo XX.

Sospecho que nuestra incomodidad con las biografías de cristianos con defectos tiene que ver con nuestra visión exaltada de las personas que Dios usa en el ministerio. En la versión de Austen, los Elliot no eran más que cristianos comunes y corrientes, afectados por la inconstancia, la arrogancia cultural y el pecado. Pero también sugiere que si Dios está detrás de todo lo bueno que surge de las misiones y el ministerio, entonces no deberíamos escandalizarnos al descubrir defectos obvios en nuestros héroes de la fe. Quizá sean más parecidos a nosotros de lo que imaginamos. Si Dios pudo usarlos, quizá también pueda usarnos a nosotros.

La propia Elliot se sintió cada vez más contrariada por las expectativas estereotipadas que los evangélicos estadounidenses tenían de los misioneros. Cuando regresó de Sudamérica, se lanzó al «ruedo de las conferencias», una vocación (junto con la escritura) que ocupaba la mayor parte de su tiempo. Todo el público sabía que la muerte de Jim y de los «mártires de Auca» había sido trágica, pero muchos parecían esperar que Elisabeth resumiera su experiencia en una historia perfectamente alineada en la que Dios finalmente hizo que todas las cosas fueran para bien. Querían oír que su profunda pérdida tenía sentido y que encajaba perfectamente en el gran designio de Dios.

Esta expectativa era quizá previsible. Pero el público de Elliot no vivió lo que ella: no tuvo que enfrentarse a su soledad, a sus desgarradores sueños recurrentes sobre el regreso de Jim, ni a una hija pequeña que perdía poco a poco el recuerdo de su padre muerto. ¿Cómo podía explicar Elliot al público estadounidense que le costaba aceptar la muerte de Jim? Del mismo modo, ¿cómo podría explicar que dejó de trabajar con los Waorani en parte por diferencias irreconciliables con Rachel Saint? Como señala Austen, ella y Saint fueron dos de las misioneras «por las que más se oró en la historia». Y, sin embargo, simplemente no consiguieron llevarse bien.

La perspectiva de Elliot sobre las misiones y la vida cristiana normal se volvió más compleja tras su regreso a Estados Unidos. Su experiencia de pérdida se hizo aún más dolorosa con la muerte de su segundo marido, Addison Leitch, a causa de cáncer. Amigos y familiares oraron por la sanación de Leitch, o al menos por su paz. Ella escribió con franqueza que no consiguieron ni lo uno ni lo otro. Él murió en agonía cuatro años después de su boda.

Por aquel entonces, Elliot (que conservó el apellido de Jim) empezó a escribir y hablar sobre los roles de género en el matrimonio y la Iglesia. Se convirtió en defensora del complementarismo (la idea de que Dios ha asignado a hombres y mujeres funciones diferentes pero complementarias).

El complementarismo moderno se cristalizó en oposición al emergente feminismo cristiano de los años sesenta y setenta. Austen no ofrece muchos antecedentes sobre por qué Elliot se convirtió en una destacada complementaria, aparte quizá de su trasfondo confesional y su lectura de C. S. Lewis, a quien a veces citaba al respecto. El realismo nada sentimental de Elliot también alimentó su dura crítica contra todo lo que ella consideraba «cristianismo mundano». Para ella, el feminismo significaba transigir con los valores del mundo, y lo tachaba de infiel e insensato.

Sus posturas sobre la sumisión de la mujer en el matrimonio, el liderazgo masculino en las iglesias y la pureza sexual antes del matrimonio convirtieron a Elliot en una figura infame en los círculos cristianos progresistas. Lo más controvertido fue que Elliot habló con regularidad en eventos patrocinados por el Institute in Basic Life Principles [Instituto de Principios Básicos de la Vida] de Bill Gothard, que era popular entre los complementarios y los cristianos que educaban en casa. Cuando Elliot comenzó su relación con Gothard a mediados de los noventa, ya existían acusaciones públicas de larga data sobre el abuso de poder y el acoso sexual en serie de Gothard a sus empleadas. (La junta directiva de Gothard confirmó muchas de estas acusaciones en 2014).

Elliot, como muchas mujeres conservadoras prominentes, también manifestó ciertas contradicciones en medio de su defensa del complementarismo. Aunque insistía en que solo los hombres calificados podían servir como pastores, enseñaba a audiencias eclesiásticas que normalmente incluían a hombres adultos. Junto con su segundo marido, se unió a la Iglesia Episcopal, una de las denominaciones más inflexibles en cuanto a la ordenación de pastoras. Elliot también basó su argumento a favor de la sumisión de la mujer en la doctrina de la «subordinación funcional eterna», o la idea de que el Hijo de Dios existe eternamente en una relación de subordinación al Padre, una postura que incluso muchos teólogos complementarios rechazan por considerarla poco ortodoxa.

Al final, Austen retrata a Elliot como una persona compleja y llena de defectos, pero a quien Dios utilizó de forma poderosa, especialmente en la causa de las misiones. «Para Elisabeth Elliot», concluye Austen, «el fundamento de la vida era la confianza en el amor de Dios». No se trataba de un simple lugar común rodeado de un halo de piedad. Era una firme convicción nacida de repetidas experiencias de sufrimiento similares a las de Job. Podemos esperar que su historia siga inspirando el discipulado radical y el servicio misionero, a la vez que fomenta la confianza en que, en palabras de Austen, «todas las cosas en el cielo y en la tierra quedarán finalmente arregladas».

Thomas S. Kidd es profesor investigador de Historia de la Iglesia en el Midwestern Baptist Theological Seminary. Su libro más reciente es Thomas Jefferson: A Biography of Spirit and Flesh.

Traducción y edición en español por Livia Giselle Seidel.

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History

El movimiento más diverso de la historia

El cristianismo ha sido un movimiento multicultural, multirracial y multiétnico desde sus inicios.

Christianity Today July 3, 2023
Unsplash

Conocí a Senganglu Thaimei (Sengmei, para sus amigos) en Nueva Delhi, India. Nacida en la tribu Rongmei en el extremo noreste de la India, enseña literatura inglesa en la Universidad de Delhi y escribe historias que reimaginan los cuentos de su tribu a través de los ojos de las mujeres marginadas. A Sengmei le apasiona la preservación de la cultura tribal, cosa que es muy necesaria. Las tribus Naga fueron alcanzadas por misioneros occidentales en el siglo XIX. La cristianización trajo la occidentalización. Hoy, más del 80 por ciento de los rongmei son cristianos y las tradiciones tribales están decayendo.

Confronting Christianity: 12 Hard Questions for the World's Largest Religion (The Gospel Coalition)

Para muchos, esto sería una evidencia entre muchas de que el cristianismo es una religión occidental blanca exportada a la fuerza a otras culturas y que deja un rastro de destrucción cultural a su paso. Pero la historia completa de Sengmei añade capas de complejidad a la escena. Criada en un hogar no religioso, ella comenzó a seguir a Jesús cuando era adolescente gracias al testimonio de un amigo de su tribu. Hoy, ella es una cristiana apasionada y su esposo (de una tribu afín) es pastor de una iglesia multiétnica.

Además, mientras hablábamos de la historia de su tribu, Sengmei me advirtió que no les diera demasiado crédito a los misioneros occidentales. Los occidentales solo dejaron a un puñado de conversos Naga, y fueron ellos quienes luego evangelizaron efectivamente a sus tribus. Y aunque Sengmei lamenta profundamente las formas en que la cultura occidental se empaquetó ilegítimamente con el cristianismo, es igualmente clara al hablar de los efectos positivos de la cristianización, especialmente para las mujeres de su tribu.

Visité la India para reunirme con doce académicos cristianos. Diez procedían de las tribus Naga. En total hablaban siete lenguas indígenas. Pero cuando se trataba del cristianismo, hablaban con una sola voz. El antropólogo cultural y miembro de la tribu Naga, Kanato Chophy, lo expresó de la manera más radical cuando dijo: «Debemos abandonar esta idea absurda de que el cristianismo es una religión occidental».

Diverso desde el principio

Siglos de arte occidental que representa a Jesús como un hombre de piel clara pueden hacer que algunos de nosotros olvidemos que Él era un judío del Medio Oriente que vivió bajo el opresivo dominio romano y cuyos seguidores fueron llamados «cristianos» por primera vez en Antioquía, cuyas ruinas se encuentran en la actual Turquía. El cristianismo no vino de Occidente.

Pero tampoco estaba limitado a su cultura de origen. La vida y las enseñanzas de Jesús escandalizaron a sus hermanos judíos precisamente por traspasar sus fronteras raciales y culturales. Por ejemplo, el héroe de la parábola del buen samaritano provenía de un grupo étnico odiado. Jesús instruyó a sus discípulos: «Vayan y hagan discípulos de todas las naciones» (Mateo 28:19). Ellos comenzaron inmediatamente.

En Hechos, vemos al Espíritu Santo dando poder a los apóstoles para evangelizar a personas «procedentes de todas las naciones de la tierra» (Hechos 2:5), incluidas aquellas de los actuales Irán, Iraq, Turquía y Egipto (Hechos 2:5–11). Este movimiento del Espíritu a fin de que los apóstoles se comunicaran en el idioma del corazón de los que escuchaban es una evidencia, entre muchas, de que el cristianismo es un movimiento multicultural y multilingüe. De hecho, ¡la Biblia misma es multilingüe!

El Antiguo Testamento está en hebreo y el Nuevo Testamento en griego. Pero la lengua materna de Jesús era el arameo, y los judíos palestinos del primer siglo accedían principalmente a las Escrituras hebreas a través de traducciones al arameo. Vemos rastros del primer lenguaje de Jesús en Marcos, cuando resucita a una niña (Marcos 5:41), cuando sana a un hombre sordo (7:34) y cuando clama a su Padre en la cruz (15:34). El cargo criminal publicado en la cruz («Jesús de Nazaret, Rey de los judíos») fue escrito en tres idiomas: arameo, latín y griego, para incluir los idiomas relevantes de la época (Juan 19:20). Pero no hay un único lenguaje del cristianismo.

La diversidad de la iglesia primitiva

Es un error común pensar que el cristianismo llegó por primera vez a África a través de misioneros blancos en la era colonial. En el Nuevo Testamento, conocemos a un hombre africano altamente educado que se convirtió en seguidor de Jesús muchos siglos antes de que el cristianismo penetrara en Gran Bretaña o América. En Hechos 8, Dios dirige al apóstol Felipe al carro de un eunuco etíope. El hombre era «alto funcionario encargado de todo el tesoro de la Candace, reina de los etíopes» (Hechos 8:27). Felipe escucha la lectura que el etíope iba leyendo del Libro de Isaías, e inmediatamente después le explica que Isaías estaba profetizando acerca de Jesús. El etíope inmediatamente acepta a Cristo y pide ser bautizado (Hechos 8:26–40).

No sabemos cómo respondió la gente cuando el eunuco etíope llevó el evangelio a casa. Pero sí sabemos que en el siglo IV, dos hermanos esclavos precipitaron la cristianización de Etiopía y Eritrea, lo que condujo a la fundación del segundo estado oficialmente cristiano del mundo. También sabemos que el cristianismo echó raíces en Egipto en el primer siglo y en el segundo siglo se extendió a Túnez, Sudán y otras partes de África.

Además, África engendró a varios de los primeros padres de la iglesia, incluido uno de los teólogos más influyentes en la historia cristiana: el erudito del siglo IV Agustín de Hipona. Del mismo modo, Iraq fue el hogar de una de las comunidades cristianas más antiguas del mundo, misma que perduró hasta que fueron diezmados por la persecución. Y volviendo a la patria de Sengmei, lejos de ser alcanzada solo en la era colonial, la iglesia en la India reclama un linaje que se remonta al primer siglo. Si bien esto es imposible de verificar, el destacado erudito Robert Eric Frykenberg concluye: «Parece seguro que hubo comunidades cristianas bien establecidas en el sur de la India a más tardar en los siglos III y IV, y quizás mucho antes». Por lo tanto, el cristianismo probablemente echó raíces en la India siglos antes de la cristianización de Gran Bretaña.

Cada tribu, lengua y nación

Muchos de nosotros asociamos el cristianismo con el imperialismo occidental blanco. Hay razones para esto, y algunas de ellas son bastante feas y lamentables. Pero la mayoría de los cristianos del mundo no son ni blancos ni occidentales. De hecho, el cristianismo es cada día menos blanco y occidental.

Hoy en día, el cristianismo es el sistema de creencias más grande y diverso del mundo, que representa la distribución racial y cultural más uniforme, con un número aproximadamente igual de personas que se identifican a sí mismos como cristianos en Europa, América del Norte, América Latina y el África subsahariana. Más del 60 por ciento de los cristianos viven en el Sur del globo terrestre, y el centro de gravedad del cristianismo en las próximas décadas probablemente será cada vez menos occidental.

Según el Pew Research Center, para 2060, el África subsahariana podría albergar al 40 por ciento de las personas que se identifiquen a sí mismos como cristianos. Y aunque China es actualmente el centro mundial del ateísmo, el cristianismo se está extendiendo allí tan rápidamente que China podría tener la población cristiana más grande del mundo para el año 2025, y podría ser un país de mayoría cristiana para 2050, según el sociólogo Fenggang Yang de la Universidad de Purdue.

Para ser claros, el hecho de que el cristianismo haya sido un movimiento multicultural, multirracial y multiétnico desde sus inicios no excusa las formas en que los occidentales han abusado de la identidad cristiana para aplastar a otras culturas. Después de la conversión del emperador romano Constantino en el siglo IV, el cristianismo occidental pasó de ser la fe de una minoría perseguida a estar vinculada al poder político de un imperio, y el poder es quizás la droga más peligrosa de la humanidad.

Pero, irónicamente, nuestro hábito de equiparar el cristianismo con la cultura occidental es en sí mismo un acto de parcialidad occidental. El último libro de la Biblia pinta un cuadro del fin de los tiempos, en el que «apareció una multitud tomada de todas las naciones, tribus, pueblos y lenguas» adorando a Jesús (Apocalipsis 7:9). Esta fue la visión multicultural del cristianismo desde el principio. A pesar de todos los giros equivocados que tomaron los cristianos occidentales en los últimos 2000 años, cuando observamos el crecimiento de la iglesia a nivel mundial hoy en día, no es una locura pensar que la visión apocalíptica finalmente podría realizarse. Entonces, prestemos atención a la teología bíblica, la historia de la iglesia y la sociología contemporánea de la religión y, como dijo mi amigo Kanato Chophy, abandonemos esta idea absurda de que el cristianismo es una religión occidental.

Rebecca McLaughlin tiene un doctorado de la Universidad de Cambridge y una licenciatura en teología del Oak Hill College de Londres. Rebecca es cofundadora de Vocable Communications y exvicepresidenta de contenido en Veritas Forum. Contenido adaptado de Confronting Christianity: 12 Hard Questions for the World’s Largest Religion por Rebecca McLaughlin, ©2019. Usado y traducido con permiso de Crossway, un ministerio editorial de Good News Publishers, Wheaton, IL 60187. www.crossway.org

Traducción por Sergio Salazar.

Edición en español por Livia Giselle Seidel.

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A medida que el éxodo de iglesias metodistas llega a 5800, algunas encuentran caminos bloqueados

(ACTUALIZACIÓN) Los costos y las complicaciones de la desafiliación de la UMC están dejando a muchas congregaciones estancadas.

Christianity Today June 28, 2023
Ilustración por Rick Szuecs / Source images: Envato / CCO

Nota del editor: Esta historia incluye información sobre las desafiliaciones hasta el 16 de junio de 2023.

Carolyn Moore asumió que su iglesia en Evans, Georgia, sería una de las congregaciones que se desafiliarían de la Iglesia Metodista Unida de los Estados Unidos (UMC, por sus siglas en inglés). Hasta el 16 de junio de 2023, más de 5800 iglesias se han separado a causa de las profundas fisuras en la denominación, que incluyen la aceptación LGBT y las estructuras de autoridad metodista.

Sin embargo, durante mucho tiempo pensó que la iglesia Mosaic, perteneciente a la UMC, iba a quedarse estancada en la denominación.

Moore, pastora principal de Mosaic, esperó instrucciones sobre el proceso de desafiliación en la Conferencia Anual del Norte de Georgia, el organismo regional de la UMC que les había dicho a las iglesias que podían enviar un aviso de su intención de desafiliarse a partir del 1 de enero de 2023, pero la conferencia detuvo el proceso de desafiliación antes de que comenzara.

Los líderes de la región norte de Georgia enviaron un correo electrónico a los pastores en diciembre de 2022 diciendo que les preocupaba que las iglesias locales se hubieran basado en «declaraciones y materiales engañosos, difamatorios y falsos» para tomar su decisión de irse y unirse a una nueva denominación metodista, la Iglesia Metodista Global (GMC) (por sus siglas en inglés), refiriéndose al alegato como «antitético al concepto de una salida sana».

Moore dijo que hizo «un centenar de llamadas telefónicas en las semanas posteriores a ese correo electrónico, con la esperanza de encontrar algún compañero con quien hablar que pudiera ayudar a abrirnos camino», pero nadie en el liderazgo de la conferencia dio un paso al frente.

Hasta la fecha, aproximadamente el 20 por ciento de las aproximadamente 30 000 congregaciones metodistas en los EE. UU. se han desafiliado por causas listadas en el párrafo 2553 de su Libro de Disciplina. Pero hay cientos más, como Mosaic, cuyos miembros quieren irse, pero no pueden.

La decisión de pausar el proceso para las iglesias en la Conferencia Anual del Norte de Georgia no solo retrasó el cronograma, sino que también significó que podían perder cualquier posibilidad de desafiliarse a través del proceso formal que permite a las iglesias conservar su propiedad. La adición de la denominación a su Libro de Disciplina que permite la desafiliación «por cuestiones relacionadas con la sexualidad humana» tiene fecha de expiración, misma que llegará a fines de 2023. Y dado que un paso en el proceso de salida es la conferencia anual que aprueba la partida de una iglesia, las iglesias deben votar su desafiliación antes de que se lleve a cabo la conferencia anual.

Algunas conferencias anuales están agregando reuniones adicionales a sus agendas para procesar todas las solicitudes de desafiliación de las iglesias. Otros son menos tolerantes. En marzo, la Conferencia de Carolina del Norte anunció que cerraría la Fifth Avenue United Methodist Church of Wilmington antes de que tuviera lugar la votación de la congregación para desafiliarse. El liderazgo de la conferencia dijo en un comunicado que la decisión se tomó después de «una cuidadosa consideración y un discernimiento en oración». Sin embargo, los miembros de la iglesia quedaron atónitos al enterarse que su congregación de 170 años dejaría de existir.

«Fifth Avenue nunca pidió, aceptó o quiso cerrar. Ninguno de sus miembros tuvo la oportunidad de participar en la decisión de cerrar la iglesia», dijo el miembro Justin Pope en un comunicado.

Incluso cuando una congregación lleva a cabo el debido proceso, puede terminar en un lugar de profunda ambigüedad. La iglesia Tri-Lakes afiliada a UMC, en Monument, Colorado, se encuentra en esta especie de limbo.

La congregación votó desafiliarse de la UMC. Aunque el 56 por ciento de la congregación eligió irse, la iglesia no alcanzó el umbral de los dos tercios necesario para que se aprobara la votación.

Un pequeño grupo a favor de la desafiliación, alrededor de una décima parte de los que votaron, se fue para plantar una iglesia conservadora en un pueblo cercano. El pastor Bob Kaylor sospecha que muchos de los 175 que votaron para desafiliarse los seguirán. Él ha alentado a los miembros de Tri- Lakes a quedarse y ver qué pasa después en la iglesia. Sin embargo, él también se irá en mayo. Después de 13 años en Tri-Lakes, aceptó un puesto en una iglesia que, a su vez, votó para desafiliarse.

Cada elección presenta desafíos, dijo.

Permanecer en la UMC «va a ser un desafío financiero y en términos de personas y recursos. Oro por ellos y espero que puedan sostener y llevar a cabo la visión que tienen para el futuro», dijo Kaylor. «También será un desafío para aquellos que se van. Conectarse a una nueva iglesia o comenzar una nueva iglesia es difícil, además de que las personas cargan con su dolor y sus cicatrices».

Scott Field observa que las iglesias a favor de la desafiliación están tomando cualquier ruta de salida disponible. Al norte de Illinois, el líder de la Wesleyan Covenant Association está trabajando con 14 iglesias en su región. Solo una ha podido completar todos los requisitos para la desafiliación.

Es posible que las otras 13 iglesias no lo logren, porque la votación será demasiado reñida o los costos serán demasiado altos. El párrafo 2553 dice que las iglesias que se separan deben pagar a la denominación un tercio del valor de sus activos y propiedades.

Cuando una congregación no cuenta con suficientes votos para desafiliarse, dijo Field, los miembros conservadores pueden irse y comenzar nuevas congregaciones. A veces, los miembros conservadores de varias congregaciones se unen para iniciar una nueva iglesia.

En otras situaciones, los conservadores se unen a otras congregaciones locales. Field los llama los «metodistas deambulantes», los que salen por la puerta lateral.

Para las iglesias en el norte de Illinois que intentan y fracasan al navegar el proceso de desafiliación, la palabra «estancamiento» no transmite el nivel de profunda frustración que sienten.

«Sienten que el sistema está manipulado en su contra, sus líderes son corruptos y la conferencia solo quiere su dinero», dijo Field.

Sin otras opciones, las iglesias en el norte de Georgia presentaron una demanda contra la conferencia el 30 de marzo como la única medida disponible para llevar al liderazgo de la conferencia a la mesa de negociaciones.

David Gibbs representó a 186 iglesias en el norte de Georgia. También ha representado a iglesias en litigios contra la UMC en Florida y Carolina del Norte, aunque ambos casos han sido desestimados.

En su fallo, el juez George Wright desestimó el caso que presentaron 71 iglesias de Florida contra la Conferencia Anual de Florida. Reconoció que los demandantes podrían tener un caso legítimo, pero según la ley de Florida, los tribunales civiles no tienen jurisdicción para adjudicar asuntos de gobierno de la iglesia.

En sus videoconferencias con las iglesias que representa, Gibbs nota la frustración y el dolor de los miembros que no pueden entender por qué sus líderes en las conferencias anuales hacen tan difícil el proceso.

«Si quisieran, ellos podrían permitir que estas iglesias se fueran sin tener que pagar nada a cambio», dijo.

A pesar de la frustración, los pastores que se desafiliaron quieren ver que la UMC siga llevando a cabo un ministerio vibrante que glorifique a Dios, incluso cuando no sean parte de él.

Stephen Sparks, pastor de la iglesia Maples Memorial afiliada a UMC en Olive Branch, Mississippi, siente el llamado a alinearse con la Iglesia Metodista Global. En su caso, más de la mitad de los miembros de su congregación también pensaron que la iglesia no debería estar con la UMC, pero el proceso para desafiliarse fracasó por escasos 20 votos.

Algunos miembros de Maples votaron para quedarse porque no vieron una razón teológica para irse; otros quisieron mostrar lealtad a la denominación que siempre han llamado hogar. Y Sparks piensa que algunos se desanimaron por el precio de la desafiliación de casi 600,000 USD que habían estimado los líderes de la conferencia anual.

Al igual que Kaylor en Colorado, Sparks dejará su congregación afiliada a UMC y encontrará un lugar para servir dentro de la GMC. Pero, espera que a la iglesia Maples afiliada a UMC le vaya bien al igual que a la denominación en general.

«Esta es una oportunidad de realineamiento tanto para la Iglesia Metodista Global como para la Iglesia Metodista Unida para ser quienes están llamados a ser y hacer un gran ministerio», dijo. «Hay personas al otro lado, teológicamente hablando, a las que amo mucho, y somos grandes amigos. Lo único que cambiará es que va a ser más difícil vernos».

La frustración de Moore con la Conferencia Anual del Norte de Georgia se ve agravada por sus relaciones personales con personas en el liderazgo, acerca de quienes cree que son buenas personas.

«Estos son seguidores de Jesús», dijo. «No son el enemigo. Simplemente tenemos este desacuerdo sobre el futuro de la UMC, y esto nos ha puesto en un lugar en el que ninguno de nosotros esperaba estar».

A medida que se acercaba la fecha límite para desafiliarse, existía la posibilidad inminente de que la iglesia Mosaic permaneciera donde ha estado, atrapada en una denominación, sin salida.

Finalmente, un juez de Georgia dictaminó que la UMC no puede simplemente «pausar» el proceso de desafiliación. De hecho, el juez de la Corte Superior del condado de Cobb, J. Stephen Schuster, dictaminó que la Conferencia del Norte de Georgia «tiene el deber» de ayudar a cualquier iglesia que desee salirse.

El 13 de junio, la iglesia Mosaic realizó una votación congregacional. El noventa y cinco por ciento dijo que quería dejar la UMC.

Corrección: El párrafo 2553 no requiere que las congregaciones desafiliadas paguen un porcentaje fijo de los activos de la iglesia y el valor de la propiedad. El consejo de administración de una conferencia puede establecer ese requisito.

Megan Fowler es escritora en Pensilvania.

Traducción por Sergio Salazar.

Edición en español por Livia Giselle Seidel.

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Theology

Lo que los árboles nos enseñan sobre la vida, la muerte y la resurrección

Además de Dios y las personas, los árboles son los seres vivos más mencionados en la Biblia.

Christianity Today June 23, 2023
Veeterzy / Unsplash

Siempre me han gustado los árboles. Me encanta su aspecto, su sombra, el sonido del viento en sus hojas y el sabor de cada fruto que producen. Cuando era estudiante de primaria, planté árboles por primera vez con mi padre y mi abuelo, y los he seguido plantando desde entonces. Una vez, mientras me preparaba para ser médico, mi esposa y yo arbolamos toda la calle donde vivíamos. Pero hace poco más de diez años, cuando me ofrecí a plantar árboles en nuestra iglesia, uno de los pastores me dijo que tenía la teología de «un abrazador de árboles». No buscaba hacerme un cumplido.

La iglesia era conservadora. Creía que la Escritura es la Palabra de Dios inspirada e infalible. Por eso fuimos allí. Como me explicó un miembro: «Una vez que llegas a esa pendiente resbaladiza del liberalismo, quién sabe dónde terminarás».

Mi primera reacción al comentario del pastor fue: «Tal vez estoy equivocado. Tal vez a Dios no le importan los árboles».

En ese entonces, toda nuestra familia era nueva en el cristianismo. Mi hija aún no se había casado con un pastor. Mi hijo no era un pediatra misionero en África y yo aún tenía por delante llegar a escribir libros sobre teología aplicada y predicar en más de mil universidades e iglesias en todo el mundo. ¿Qué sabía yo sobre la teología de los árboles?

Pero desde que conocí el evangelio por primera vez poco después de los 40 años, la Biblia ha sido mi brújula. Entonces, cuando me llamaron «un abrazador de árboles», recurrí a las Escrituras para orientarme.

Dios ama los árboles

Además de las personas y Dios, los árboles son los seres vivos más mencionados en la Biblia. Hay árboles en el primer capítulo de Génesis (v. 11–12), en el primer salmo (Salmo 1:3) y en la última página de Apocalipsis (22:2). Y como para resaltar todos estos árboles, la Biblia se refiere a la sabiduría como un árbol (Proverbios 3:18).

Cada personaje principal y cada evento teológico importante en la Biblia está asociado con un árbol. La única excepción a este patrón es José, y en el caso de José, la Biblia le hace el mayor cumplido: José es un árbol (Génesis 49:22). De hecho, Jeremías insta a todos los creyentes a ser como un árbol (17:7–8).

La única descripción física de Jesús en la Biblia ocurre en Isaías. «¿Quieres reconocer al Mesías cuando llegue?» pregunta Isaías. «Busca al hombre que parece un arbolito que crece en tierra estéril» (53:2, paráfrasis propia).

¿Crees que los árboles son hermosos? Estás en buena compañía. Dios también ama los árboles. Al resaltar cada oración que contiene un árbol en los primeros tres capítulos de Génesis, uno puede tener una buena idea de lo que Dios piensa acerca de los árboles. Casi un tercio de las oraciones contienen un árbol.

Génesis 2:9 declara que los árboles son «atractivos a la vista». Este estándar estético no vacila a lo largo de la Biblia. Ya sea que Dios esté instruyendo a su pueblo sobre cómo hacer candelabros (Éxodo 25:31–40), decorar las molduras del templo (1 Reyes 6), o hacer el dobladillo de la túnica del sumo sacerdote (Éxodo 28:34), el estandarte de la belleza es un árbol (y sus frutos). Si tuviéramos que examinar el asiento más cómodo en una casa hoy en día, lo más probable es que esté frente a un televisor. En el cielo, el trono de Dios mira hacia un árbol (Apocalipsis 22:2–3).

En Génesis 2, Dios hace dos cosas con sus propias manos. Primero, forma a Adán y sopla el aliento de vida en sus fosas nasales (v. 7). Luego, antes de que Adán pueda exhalar, Dios se da la vuelta y planta un jardín (v. 8). Es aquí, debajo de los árboles, que Dios amorosamente coloca a Adán, y le asigna como trabajo que «lo cultivara y lo cuidara» (v. 15, NVI). Los árboles tienen sus únicas tareas divinamente establecidas para cumplir. Dios les encarga mantener vivos a los humanos (Génesis 1:29), darles un lugar para vivir (Génesis 2:8) y proporcionarles alimento para sustentarlos (v. 16).

Por extraño que parezca, las Escrituras retratan continuamente a los árboles como cosas que se comunican. Aplauden (Isaías 55:12), cantan de gozo (1 Crónicas 16:33) e incluso discuten (Jueces 9:7–15). Lo que hace que este patrón sea especialmente extraño es que las criaturas que obviamente se comunican, como los peces o las aves, son prácticamente mudas en la Biblia. Durante los miles de años que las personas han estado leyendo la Biblia, esto se ha hecho pasar como mera poesía. Pero en las últimas dos décadas, los arboricultores han descubierto algo fascinante acerca de los árboles: realmente se comunican. Cuentan, comparten recursos y hablan entre sí mediante un sistema denominado «Wood Wide Web».

El bosque que desaparece

A pesar del verdadero bosque de árboles en las Escrituras, la mayoría de las personas hoy en día nunca han escuchado un sermón sobre los árboles. Este no fue siempre el caso. Eche un vistazo a algunos de los títulos de los sermones de Charles Spurgeon y verá una indicación de lo que las personas escuchaban desde el púlpito a mediados y finales del siglo XIX: «Cristo, el Árbol de la Vida», «El árbol en la corte de Dios», «Los cedros del Líbano», «El manzano en el bosque», «La belleza del olivo», «El sonido en las moreras», «El árbol sin hojas», etc. Spurgeon, el «príncipe de los predicadores», no tuvo dificultad para ver tanto el bosque como los árboles en las Escrituras.

No solo han desaparecido los árboles de nuestros sermones: también están desapareciendo de las Biblias. En mi estante se encuentra una Biblia de estudio King James, publicada en la época de Spurgeon, que contiene más de 20 páginas sobre el tema de los árboles y las plantas, incluidas múltiples ilustraciones completas de árboles. En 2013, el mismo editor publicó una edición actualizada que omite todas estas páginas de comentarios. En el índice, enumera solo tres referencias bajo «árbol»; el índice de otra Biblia de estudio aún más reciente en mi estante no contiene ninguna entrada para la palabra «árbol».

Si los árboles alguna vez fueron un lugar común en los sermones y las Biblias de estudio, también fueron elementos fijos en la literatura cristiana. Si retrocedemos más de mil años a una de las piezas más antiguas de la literatura inglesa, El sueño de la Cruz, escucharemos la historia de la Pasión contada desde el punto de vista de un árbol.

Incluso en tiempos más recientes, escritores cristianos de ficción como George MacDonald, J. R. R. Tolkien y C. S. Lewis infundieron su trabajo con la teología de los árboles basada en la Biblia. Ya sea la imagen del cielo de MacDonald en Más allá del viento del norte, el refugio de árboles de Tolkien llamado Lothlórien en la Tierra Media, o la respuesta de los árboles cuando Aslan está en movimiento en Las crónicas de Narnia de Lewis, cada autor pinta una imagen de shalom entre los árboles. Los buenos viven debajo, dentro y alrededor de los árboles. Valoran, protegen e incluso hablan con los árboles. En contraste, los personajes malvados como Tash y Sauron son claros cortadores de árboles. ¡Encontramos incluso árboles que hablan!

¿Qué explica la creciente ausencia de árboles en la imaginación cristiana moderna? Las razones son muchas y complejas, pero lo más probable es que se centre en el resurgimiento de la herejía del dualismo del primer siglo: el mundo creado por Dios es malo, y solo las cosas espirituales reflejan la gloria de Dios. Uno de los principales defectos de esta filosofía es que menosprecia todas las cosas que Dios llamó «buenas» en la creación. Como dijo Pablo a los romanos, no tienes excusa para no creer en Dios si has estado paseando por el bosque. A través de la naturaleza, nos enfrentamos a una evidencia inequívoca del poder y la gloria de Dios (ver Romanos 1:19-20). Si los árboles y el resto del mundo de Dios fueran inherentemente corruptos, la afirmación de Pablo sería errónea.

Volviendo al Árbol de la Vida

El problema de eliminar los árboles de nuestra teología es que Dios los puso en la Biblia por una razón. Había dos árboles en el centro del Jardín del Edén. Uno (el Árbol de la Vida), representaba la conexión de la humanidad con lo divino y lo eterno. El otro (el árbol del conocimiento del bien y del mal) representaba la acción humana y la posible rebelión. Cuando Adán y Eva comieron del árbol equivocado, trataron de encubrir su crimen desnudando los mismos árboles que se les había encargado proteger (Génesis 2:15; 3:7). Su siguiente movimiento fue correr y esconderse detrás de ellos (Génesis 3:8). El capítulo tres de Génesis concluye con la expulsión de Adán y Eva del Jardín. ¿Qué es la Biblia, entonces, sino una historia de Dios satisfaciendo la necesidad de la humanidad de un Salvador para reunirnos con el Árbol de la Vida?

Sin árboles en la Biblia, las aguas de Mara habrían permanecido amargas para siempre (Éxodo 15:25), el gigante de Gat no habría sido expulsado del juego (1 Samuel 17:43), y David habría perdido su llamado a la batalla (1 Crónicas 14:15). Débora no habría tenido lugar para juzgar a Israel (Jueces 4:5), y Dios no habría llamado a su pueblo para que fueran robles de justicia (Isaías 61:3). No habría habido un bosque de almendros (Luz, renombrada Betel, significa ‘árbol de almendras’) para que Jacob se durmiera y soñara con una escalera de madera que cruza el abismo entre el cielo y la tierra (Génesis 28:10-19), y Job no habría pronunciado su famoso verso sobre los árboles y la resurrección (Job 14:7). Lo que es más importante, sin árboles, sería imposible entender la Caída o la muerte expiatoria de Jesús.

Isaías predijo que el pueblo de Dios no se daría cuenta del «vástago tierno» que Él había plantado para su salvación (Isaías 53:2), una predicción cumplida en el primer capítulo del evangelio de Juan. Esta es la escena en la que Felipe fue a Natanael y le dijo: «Hemos encontrado a Jesús de Nazaret, el hijo de José, aquel de quien escribió Moisés en la ley, y de quien escribieron los profetas» (Juan 1:45). Nathaniel respondió: « ¿Acaso de allí puede salir algo bueno?». «Ven a ver», instó Felipe (v. 46). Cuando Jesús vio a Natanael acercarse, dijo: «Aquí tienen a un verdadero israelita en quien no hay falsedad» (v. 47). Jesús podría haber dicho con la misma facilidad: He aquí un Israel (uno que ha luchado con Dios y perseverado) en el que ya no queda un Jacob (engañador). Natanael ciertamente recibió el cumplido.

Anteriormente, Jesús había visto a Natanael debajo de una higuera (Juan 1:48). La Biblia no registra lo que Natanael estaba orando en el momento en que Jesús lo vio, pero la mera mención de la ocasión le hizo saber a Natanael sin lugar a duda que Jesús era el Mesías. Quizás Natanael le había suplicado al Señor que viera al Mesías durante su vida. Incluso podría haber ido tan lejos como para recordarle a Dios su estudio de los profetas en un esfuerzo por reconocer al Mesías.

Pero Natanael había olvidado las palabras del profeta Isaías: «Creció en su presencia como vástago tierno, como raíz de tierra seca. No había en él belleza ni majestad alguna; su aspecto no era atractivo y nada en su apariencia lo hacía deseable» (53:2). Como predijo Isaías, algo grande saldría de un pueblo que lleva el nombre de un arbolito: ¡Nazaret!

Jesús continuó diciéndole a Natanael que vería la escalera que Jacob soñó hace mucho tiempo: «Ciertamente les aseguro que ustedes verán abrirse el cielo, y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre» (Juan 1:51). Un plan de rescate que involucraba árboles se había estado desarrollando a tiempo, lo reconociera Natanael o no.

Así que no sorprende que Jesús hablara de árboles que son arrancados de raíz y arrojados al mar por la fe (Lucas 17:6). Tampoco sorprende que hablara de sus discípulos dando fruto (Juan 15:8) o les instruyera a permanecer en Él, como ramas que dan fruto en una vid que da vida (Juan 15:4-6). Como dijo Pablo, los creyentes son como una rama o un vástago injertado en un árbol (Romanos 11:17–18).

Jesús es un carpintero fuerte, del tipo que puede levantar dos láminas de madera contrachapada de tres cuartos de pulgada por sí mismo. Es difícil de matar. Desde el momento en que nació, sus enemigos se dedicaron a tratar de matarlo. Intentaron matarlo cuando era un bebé (Mateo 2:16–18), apedrearlo (Juan 10:31–39) y arrojarlo por un precipicio (Lucas 4:29), pero no funcionó. Jesús podía pasar 40 días sin comer, subirse al ring con el oponente más duro del planeta y salir victorioso después de tres asaltos (Mateo 4:1–11). No tenía sentido tratar de ahogarlo: Él también saldría bien librado de eso (Mateo 14:22-33).

No. Lo único que podía dañar al carpintero de Nazaret era un árbol. ¿Por qué? Porque maldito es el que es colgado de un madero (Deuteronomio 21:23, Gálatas 3:13). No el que es apuñalado, apedreado o quemado. (Tenga en cuenta que, en hebreo, la palabra que se usa para horca y para árbol es la misma). Sin árboles, no hay resurrección, ni Buenas Nuevas en la mañana de Pascua. La cruz es realmente un Árbol de la Vida aserrado por el pecado del hombre. Sin embargo, la sangre de Jesús hizo que un árbol muerto que los romanos usaban como instrumento de tortura creciera hasta convertirse en el símbolo de la vida eterna: el Árbol de la Vida. Jesús es el Árbol de la Vida, y un día sus seguidores comerán de las hojas de este árbol y serán sanados (Apocalipsis 22:2,14).

Un nuevo tipo de puerta

Empecé la vida como carpintero. En realidad, nunca dejé de serlo. En los últimos años, he remodelado por completo la casa en la que vivo: puertas, pisos y todo.

Una parte de la carpintería que marca la diferencia entre el guerrero de fin de semana y el profesional es colgar puertas sólidas comenzando desde cero. Las puertas, a lo largo del tiempo y en todas las culturas, son notablemente similares. Se cuelgan haciendo uso de bisagras y se cierran sobre un poste. Una puerta está rematada por un dintel o, como dice la Biblia, una puerta tiene dos postes laterales y está rematada por un dintel (Éxodo 12:22). Cuando la sangre del cordero pascual fue aplicada a estas tres tablas en el momento del Éxodo, la puerta se cerró y el ángel de la muerte no pudo entrar.

En una celebración de Pascua hace 2000 años, Jesús hizo una puerta nueva y muy extraña. Sin duda, es una puerta estrecha. A diferencia de todas las otras puertas que requieren tres tableros, utiliza solo dos: una pieza vertical y otra horizontal. Cuando la sangre de Jesús se aplica a estos dos trozos de madera cruzados, se abre la puerta al cielo. Y no hay otra forma de abrirla.

Creo que la Biblia tiene un bosque de árboles porque los árboles nos enseñan sobre la naturaleza de Dios. Al igual que un árbol, Dios está dando constantemente. Los árboles han estado dando vida mucho antes de que los seres humanos tuvieran idea de que existía el oxígeno. Los árboles dan vida, belleza, alimento y sombra. El escritorio sobre el que escribo está hecho de arces muertos. Con razón, Dios usa árboles para instruirnos sobre la vida, la muerte y la resurrección. Los árboles, como Dios, dan vida incluso después de la muerte.

Uno pensaría que Jesús podría haber tenido algo en contra de los árboles después de ser crucificado. Pero ese no parece ser el caso. En la mañana de Pascua, cuando María bajó a poner flores en la tumba, tenía los ojos enrojecidos por el llanto. Miró hacia arriba y vio a Jesús. Ella no lo confundió con un soldado, con un burócrata o con un comerciante. Ella lo confundió con un jardinero (Juan 20:15). Esto no fue un error. Él es el nuevo Adán, de vuelta en el trabajo donde falló el viejo Adán: arreglar y cuidar el jardín. Su invitación para nosotros en el último capítulo de la Biblia es que guardemos sus mandamientos, para que podamos encontrarnos con Él en un árbol: el Árbol de la Vida que está delante del trono de Dios, con ramas que dan fruto en cada estación, y hojas que sanan a las naciones.

Una inversión en el futuro de la humanidad

Los que plantan o protegen árboles por su fe están en buena compañía. De hecho, la iglesia en la que se sospechaba que yo tenía tendencias de abrazar árboles, finalmente plantó árboles en sus terrenos. Además, el logo de la iglesia ahora incluye un Árbol de la Vida. Creo que esta respuesta es emblemática de lo que sucederá cuando los cristianos redescubran los árboles que Dios plantó en las Escrituras y reforesten su fe.

Abraham fue la primera persona en la Biblia en plantar árboles. En ese momento, Abraham no poseía ni un pedacito de tierra. Bíblicamente, la plantación de árboles comenzó como un acto de fe desinteresado. «Y plantó Abraham un bosque en Beer-seba, é invocó allí el nombre de Jehová Dios eterno» (Génesis 21:33, RVA). En virtud de la forma en que funcionan los árboles, el acto de Abraham hizo del mundo un lugar mejor.

Hoy en día entendemos el papel de los árboles en los ciclos globales de oxígeno, carbono y agua. Pero todo eso era desconocido para Abraham. No obstante, la arboleda de Abraham es una bendición para todas las familias del mundo (ver Génesis 12:3). Abraham plantó para la próxima generación, y la siguiente.

El Antiguo Testamento termina con una advertencia para pensar a largo plazo y dar gracias por los que van delante de nosotros. Los corazones de una generación deben volverse hacia los corazones de la siguiente, y viceversa (ver Malaquías 4:6). Solo el Señor conoce la mente de un hombre, pero en el caso de Abraham, la plantación y la protección de los árboles fueron evidencia tangible de lo que había en su corazón. El pensamiento a largo plazo es piadoso. El pensamiento a corto plazo no lo es. Quizás esta sea otra razón por la que el primer salmo dice que el justo se parece a un árbol.

De hecho, el escritor del primer salmo ofrece una de las ideas más claras sobre el pensamiento de Dios sobre los árboles. El rey David bailó y gritó de alegría cuando el arca que contenía la Biblia, una vasija de maná y una rama de almendro fue trasladada al tabernáculo que había preparado. Entonces, escribió una canción de acción de gracias para celebrar la ocasión. La canción espera la segunda venida del Mesías. Incluso los árboles se unen a la celebración: «¡Que los árboles del campo canten de gozo ante el Señor, porque él ha venido a juzgar a la tierra!» (1 Crónicas 16:33). La Biblia dice que muchas personas se esconderán debajo de las rocas para evitar el juicio en la Segunda Venida, pero no los árboles. Finalmente, tienen su día en la corte y saben exactamente cuál será el veredicto.

Creo que Jesús volverá para juzgar a vivos y muertos, como dice la Biblia. Pero ¿qué pasa con aquellos que argumentan que el regreso del Señor nos libera de cualquier preocupación por los árboles? «Todos los recursos», dicen, «deberían destinarse a la evangelización».

Si alguien cree esto y actúa en consecuencia, digo: «¡Amén!». Pero demasiado a menudo este sentimiento se expresa con toda la sinceridad de Judas Iscariote abogando por los pobres, cuando María ungió a Jesús con un perfume fino (ver Juan 12:1-8).

Los árboles son la inversión de Dios en el futuro de la humanidad. Son el único ser vivo al que Dios le regala un anillo en cada cumpleaños. Solo Él sabe el momento exacto del regreso de Cristo. Espero que sea mañana por la mañana. Pero, mientras tanto, plantaré árboles que tardarán un siglo en crecer y trataré de difundir el evangelio como si no hubiera un mañana.

Matthew Sleeth, MD, es orador, autor y director ejecutivo de Blessed Earth, una organización que promueve la mayordomía de la creación. Es autor de Reforesting Faith: What Trees Teach Us About the Nature of God and His Love for Us [Reforestando la fe: lo que los árboles nos enseñan sobre la naturaleza de Dios y su amor por nosotros] (Water Brook).

Traducción por Sergio Salazar y Livia Giselle Seidel.

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Creemos en el poder del evangelio, no en el evangelio del poder

El documental de la familia Duggar nos recuerda a los cristianos que no somos la generación de Josué, sino la de Jesús.

La familia Duffar actuando en un musical en la Values Voter Summit, el 17 de septiembre de 2010.

La familia Duffar actuando en un musical en la Values Voter Summit, el 17 de septiembre de 2010.

Christianity Today June 21, 2023
Brendan Hoffman / Stringer / Getty

Este artículo fue adaptado del boletín de Russell Moore. Suscríbase aquí. [Enlaces en inglés].

La docuserie de Amazon Prime Shiny Happy People: Duggar Family Secrets explora la vida de la familia de la famosa serie de telerrealidad, así como el sistema que los formó: el Instituto en Principios Básicos de la Vida (IBLP, por sus siglas en inglés) de Bill Gothard.

Mucho de lo que esta docuserie presenta se siente asquerosamente familiar por todo lo que hemos visto en los últimos años. Sin embargo, una frase me impactó de forma peculiar: la Generación de Josué.

Ese fue el lenguaje utilizado por algunos sectores de la educación en el hogar y otros movimientos para referirse al «largo proceso» de educar a aquellos que podrían restaurar la grandeza nacional y llevar al país de regreso a una «América cristiana». Y como señala Alex Harris, quien fue entrevistado en la serie, algunos aspectos de esta idea se hicieron realidad.

No tiene nada de malo preparar a los estudiantes para posiciones de influencia en la política (o la medicina, o los negocios), pero el nacionalismo cristiano que se entremezcló en gran parte de la retórica de la Generación de Josué traiciona un asunto aún más importante: la naturaleza del poder real. Parece que la Generación de Josué vino de una generación que no conocía a Josué.

El lenguaje del Libro de Josué alude a la transición de Moisés a su sucesor. Moisés guió al pueblo de Israel para sacarlo de la tierra de Egipto y pudo ver la Tierra Prometida desde la distancia, pero no entró. Por otro lado, Josué condujo al pueblo al otro lado del Jordán para derrotar a los cananeos y apoderarse del territorio que Dios les había dado. Las implicaciones modernas son claras: una generación de cristianos estadounidenses ofrece la visión de una nación cristiana y la siguiente hace que suceda.

Tenga en cuenta que, en esta analogía, la Tierra Prometida son los Estados Unidos de América y Josué representa la generación actual. No es coincidencia que la manifestación «cristiana» días antes del ataque del 6 de enero en los Estados Unidos se llamara «Marcha de Jericó», haciéndose eco del relato en el Libro de Josué en el que los muros de la ciudad de Jericó se derrumbaron cuando los israelitas gritaron y tocaron sus trompetas (Josué 6). Dios le dijo a Josué: «¡He entregado en tus manos a Jericó, y a su rey con sus guerreros!» (v. 2, NVI).

En la metáfora de la Generación de Josué y otros tropos retóricos similares, Estados Unidos ha sido tomado por los enemigos de Dios: enemigos que deben ser derrotados para cumplir la promesa de Dios.

En su introducción al cuadernillo Who Stands Fast? de Dietrich Bonhoeffer, reimpreso por Trinity Forum, el historiador Charles Marsh señala que «las instituciones cristianas estadounidenses han gastado vastos recursos buscando levantar y nutrir un ejército de élites para participar en las guerras culturales». Y, sin embargo, sostiene Marsh, se puede encontrar mucho más poder —un poder que conduce a un cambio real en las condiciones y en el pensamiento— en los ejemplos de Bonhoeffer, un teólogo que fue ejecutado por un pelotón de fusilamiento nazi, y de Fannie Lou Hamer, una campesina pobre del delta del Mississippi de la era de Jim Crow que luchó por los derechos civiles.

Bonhoeffer no era un pietista retraído. Después de todo, la misión de su vida llegó a su cima cuando se opuso a un régimen autoritario y asesino, y confrontó a la iglesia que colaboró con él y le otorgó legitimidad teológica. Pero tampoco era el tipo de «realista» que veía la posibilidad de una división entre la virtud privada y el liderazgo público, entre la persona interior y los frutos exteriores.

«Hemos sido testigos mudos de acciones perversas; hemos sido empapados por muchas tormentas; hemos aprendido las artes del equívoco y la simulación; la experiencia nos ha hecho desconfiar de los demás y nos ha impedido ser veraces y abiertos; los conflictos intolerables nos han desgastado e incluso nos han vuelto cínicos», escribió Bonhoeffer.

«¿Seguimos siendo de alguna utilidad? Lo que necesitaremos no son genios, ni cínicos, ni misántropos, ni hábiles estrategas, sino hombres sencillos, honestos y directos», continuó. «¿Será lo suficientemente fuerte nuestro poder de resistencia interior, y nuestra honestidad con nosotros mismos lo suficientemente implacable, para que encontremos nuestro camino de regreso a la simplicidad y la franqueza?».

La serie Shiny Happy People nos deja un ejemplo más de cómo la religión puede usarse para la depredación sexual de personas vulnerables. Las acusaciones allí presentadas, algunas de las cuales han sido probadas en los tribunales, son indignantes y desgarradoras. Estos casos demuestran cómo el poder, que se decía ser completamente en servicio a Jesús, se ejercía en cambio para el sadismo. Nos quedamos preguntándonos cómo las personas pueden criticar una cultura decadente mientras usan las palabras de Jesús para destruir vidas —con acciones tan decadentes que incluso la cultura secular retrocedería—.

Un personaje clave de la serie es Joshua Duggar, quien fue condenado por poseer materiales que contenían abuso sexual infantil (materiales cuyas descripciones eran tan horribles que tuve que apagar la televisión para poder recuperarme). Este mismo hombre fue una vez un portavoz de una organización de defensa de los valores familiares.

Supongamos que la Generación de Josué hubiera funcionado según lo planeado y todas nuestras instituciones nacionales de poder tuvieran cristianos a la cabeza. ¿Habría cambiado efectivamente la cultura, ahora que hemos visto a algunos de estos mismos líderes abusar del poder en el nombre de Jesús y cometer los mismos pecados que denuncian, y a veces incluso peores? En algunos sectores del evangelicalismo en los Estados Unidos, parece que el único defecto de carácter que descalifica a la persona es la incapacidad de odiar a las personas adecuadas con una cantidad adecuada de ira.

¿Qué es el «poder» de cualquier tipo si viene con una pérdida de testimonio moral? Nada.

En esta era, Jesús llama a sus seguidores, no a derrotar enemigos de carne y hueso, sino a luchar contra «fuerzas espirituales malignas en las regiones celestiales» (Efesios 6:12). ¿Y cómo hacemos eso? Con la sangre del Cordero y la palabra de nuestro testimonio.

El mayor poder reside en el testimonio del evangelio, que es un llamado a la paz con Dios, así como en el testimonio moral, que es una demostración de una vida regenerada y de una iglesia fiel.

La Tierra Prometida no son los Estados Unidos de América, sino el «reposo» que viene por medio de Jesús (Hebreos 4), cuyo nombre puede traducirse como «Josué» en español. Y así como Josué espió la Tierra Prometida con antelación, nosotros hemos escuchado de un Pionero detrás del velo de la eternidad (Hebreos 6:19-20): Aquel que una vez estuvo muerto y ahora está vivo.

El verdadero poder no consiste en colocar becarios en el Capitolio ni en llenar puestos administrativos en la Corte Suprema, especialmente si lo que está detrás de estos esfuerzos es un «cristianismo» muerto que intercambia el poder del evangelio por el evangelio del poder.

Una Generación de Jesús, una que no solo usa su nombre, sino que también vive su naturaleza, es donde reside el verdadero poder.

Russell Moore es el editor jefe de Christianity Today y dirige su Proyecto de Teología Pública.

Traducción por Sergio Salazar.

Edición en español por Livia Giselle Seidel.

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News

Los bautistas del sur rechazan la apelación de la iglesia Saddleback de Rick Warren

La medida de expulsar a las iglesias con pastoras en los puestos más altos ha despertado un debate más amplio.

Rick Warren en la reunión anual de la SBC de 2023.

Rick Warren en la reunión anual de la SBC de 2023.

Christianity Today June 15, 2023
Sonya Singh / Baptist Press

Nadie esperaba que la apelación de Rick Warren tuviera éxito. Ni siquiera Rick Warren. Pero aun así, se puso de pie frente a 13 000 bautistas del sur reunidos en Nueva Orleans para exponer su caso.

«¡Nadie le está pidiendo a ningún bautista del sur que cambie su teología! No les estoy pidiendo que estén de acuerdo con mi iglesia», insistió, leyendo de un documento impreso frente a un micrófono en el piso de la sala de convenciones durante un discurso de tres minutos. «Les estoy pidiendo que actúen como bautistas del sur, que históricamente han aceptado discrepar en docenas de doctrinas, a fin de actuar en una misión común».

Para los mensajeros de la reunión anual de la Southern Baptist Convention (Convención Bautista del Sur, SBC por sus siglas en inglés), emplear a mujeres pastoras no era una cuestión de «acordar no estar de acuerdo». Una amplia mayoría —el 88 %— votó a favor de mantener la decisión tomada en febrero de expulsar a Saddleback.

La votación pone fin a dos años de escrutinio y críticas hacia la megaiglesia californiana por ordenar pastoras desde su escenario, acoger a una pastora de enseñanza para predicar los domingos y nombrar una pastora de campus. Esta era solo la oportunidad de apelar.

Tras la votación, Warren dijo que no contaba con que la apelación tuviera éxito. En su lugar, «quería impulsar la conversación que ha estado estancada durante años».

Warren, quien fundó Saddleback y dirigió la iglesia durante 43 años hasta su jubilación el pasado septiembre, no se fue en silencio. En las semanas previas a la reunión, el pastor de cuarta generación lanzó una campaña en defensa de su iglesia, con decenas de tuits, un sitio web, tres vídeos, una carta abierta y una guía para los mensajeros de cuatro páginas en la que argumentaba que la expulsión de Saddleback viola la creencia de la asociación en la autonomía de las iglesias [enlaces en inglés].

«Quise levantar la voz en nombre de millones de mujeres bautistas del sur… Creo que sus dones espirituales, sus dones y talentos de liderazgo están siendo desperdiciados», dijo Warren, que se consideraba bien posicionado para presentar el caso dada su prominencia, «corazón tierno y piel gruesa».

Pero los mensajeros se mostraron mayoritariamente unánimes en contra de la apelación. Mientras Warren ofrecía argumentos a favor de Saddleback, los bautistas del sur en internet y en los eventos previos a la reunión respondieron con su propia defensa de la postura histórica de la SBC y de sus propias convicciones complementarias.

«Los bautistas del sur decidieron que esto no es solo una cuestión de política eclesiástica, no es solo una cuestión de hermenéutica: es una cuestión de compromiso bíblico con una Escritura que creemos que limita inequívocamente el oficio de pastor a los hombres», dijo el presidente del Southern Seminary, Albert Mohler, quien refutó la apelación de Warren.

Los mensajeros también votaron a favor de mantener las decisiones de expulsar a Fern Creek Baptist, otra iglesia expulsada por tener una pastora, y a Freedom Church, sobre la cual se descubrió que había manejado mal ciertas acusaciones de abuso.

Siguiendo las instrucciones del presidente de la SBC, Bart Barber, la mayoría de los mensajeros guardaron silencio cuando se anunciaron los resultados de las apelaciones el miércoles por la mañana. Una pequeña salva de aplausos se levantó en el fondo de la gigantesca sala cuando se leyeron los resultados con respecto a Saddleback.

Este año ha sido la primera vez que los bautistas del sur han expulsado a iglesias por tener pastoras, y declararon que Saddleback y otras cuatro «ya no cooperan amistosamente» con la convención.

La medida avivó un debate mucho mayor sobre cómo trata la SBC a las iglesias con pastoras.

Algunos vieron la decisión de Saddleback como una prueba de que el proceso estaba funcionando, es decir, el comité de credenciales fue capaz de identificar a una iglesia como incongruente con la posición de la fe y mensaje bautista de la denominación contra el nombramiento de pastoras, y finalmente consiguió expulsarla. Otros vieron que un problema mayor se avecina: muchas más iglesias de la SBC han empleado a mujeres como pastoras y es necesario hacer un cambio.

La SBC votó a favor de enmendar su constitución para incluir el requerimiento de tener pastores varones como requisito para las iglesias que cooperan con la SBC, una postura que ya está incluida en su declaración de fe. Esta dice que las iglesias deben nombrar «solo hombres» en cualquier «posición de pastor o anciano según lo descrito en las Escrituras».

La enmienda constitucional sigue a adiciones similares de 2019 y 2021 para nombrar explícitamente la discriminación étnica y la falta de atención a los casos de abuso como motivos de expulsión de la SBC. Esta última tendrá que ser aprobada de nuevo el próximo año para entrar en vigor.

«De todo lo que hagamos en esta convención este año, creo que manejar el caso de Saddleback correctamente es lo más importante», dijo Denny Burk, profesor del Southern Seminary’s Boyce College, durante un debate de la organización 9Marks sobre el tema el lunes por la noche. «Si no lo hacemos bien, será realmente malo… pero la enmienda [constitucional] también es realmente importante».

La gran mayoría de los líderes bautistas del sur creen que las Escrituras restringen las funciones de pastor principal y predicador a los hombres —la designación de pastores, ancianos y obispos en el Nuevo Testamento—. Y muchos también creen que el hecho de que las mujeres utilicen el título de «pastora» en otros cargos (como en «pastora de niños») es, en el mejor de los casos, confuso.

El debate continuó en la convención, en reuniones del Comité Ejecutivo y en propuestas presentadas en el pleno. Entre un grupo que mayoritariamente comparte convicciones sobre lo que dicen las Escrituras acerca de los pastores varones, surge la duda: ¿Se trata de un debate sobre títulos? ¿Sobre las funciones en el ministerio? ¿Sobre la función de una confraternidad confesional?

Casi todos los debates se han producido entre líderes hombres. Durante un panel de Baptist21 el martes, el expresidente de la SBC y pastor de Carolina del Norte, J. D. Greear, habló de la posición de las mujeres —especialmente de las mujeres que sirven como parte del personal de las iglesias— mientras este asunto se encuentra en el centro de atención.

«Tan trágico como sería equivocarse al comprender la complementariedad y volverse igualitarios», Greear dice que también ve que se ha fallado al «reconocer el papel, la integridad, la dignidad y el llamado» de las mujeres en la convención.

«Hay mucho desánimo allí porque las han convertido en un campo de batalla», dijo.

Traducción y edición en español por Livia Giselle Seidel.

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Cómo encontrar gozo cuando la higuera no florece

El profeta Habacuc nos aconseja confiar en las promesas de Dios a pesar de nuestras circunstancias.

Christianity Today June 15, 2023
Alexandre Chambon / Unsplash

El presidente George Washington imaginó una nación en la que cada persona podría sentarse bajo su propia vid e higuera sin que nadie le perturbara (Miqueas 4:4). Soñó con un pueblo bendecido por la seguridad, la prosperidad, la paz y la virtud.

Sin embargo, con demasiada frecuencia, reclamamos las bondadosas promesas de Dios como derechos en lugar de como bendiciones. ¿Qué ocurre cuando la higuera no florece y no hay frutos en las vides (Habacuc 3:17)? ¿Podemos aún regocijarnos en el Señor y estar gozosos en Dios, nuestro Libertador (v. 18)?

Incluso la iglesia que pastoreo desde hace 12 años, una creciente congregación multiétnica del sur de California, comenzó con una muerte.

Nos regalaron una propiedad y un puñado de hermosos santos cuando otra iglesia de la denominación Alianza Cristiana y Misionera cerró sus puertas. Esa iglesia había presumido de una rica herencia de discipulado y misiones, pero el fruto se había caído de su vid. Algunos de los miembros estaban enfadados hasta el punto de llegar a pelearse a puñetazos. Otros garabateaban sus quejas en un bloc de notas amarillo. Muchos se marcharon y nunca volvieron.

Estaban de luto por la pérdida de una iglesia que habían amado durante décadas y por un futuro que ya no existía, incluso cuando esperábamos con ilusión la plantación de una nueva iglesia. Así que durante esa temporada, me reuní con el remanente en sus casas y escuché sus historias.

Oramos, esperamos y nos afligimos juntos bajo aquella higuera estéril. Y para cuando replantamos la iglesia, ellos eran algunos de nuestros más firmes partidarios. Se dieron cuenta de cómo la muerte de una iglesia podía conducir a una cosecha abundante en otra (Juan 12:24).

El libro de Habacuc tiene un mensaje para nuestras vidas en aquellos momentos cuando no sentimos la presencia de Dios, cuando no entendemos sus caminos y cuando no sabemos si podremos perseverar. He descubierto que es una guía útil para brindar consejería a miembros de la congregación en las épocas más difíciles de sus vidas: tiempos de desesperanza e infructuosidad.

En su lucha con Dios, observamos cómo el profeta Habacuc pasa de la desesperación ante las circunstancias de Judá, a un gozoso contentamiento. Declaró: «Aunque la higuera no florezca, ni haya frutos en las vides; aunque falle la cosecha del olivo, y los campos no produzcan alimentos; aunque en el aprisco no haya ovejas, ni ganado alguno en los establos; aun así, yo me regocijaré en el Señor, ¡me alegraré en Dios, mi libertador!» (Habacuc 3:17-18, NVI).

‘¿Hasta cuándo, Señor, he de pedirte ayuda?’

Mientras predicaba una serie de sermones sobre Habacuc en 2012, recibí una llamada de un joven de mi congregación a altas horas de la noche. «Pastor, estoy pensando en el suicidio», susurró. Entonces le dije con insistencia: «Vamos a hablar. ¿Qué está pasando?».

Me contó cómo su madre lo había abandonado y que temía sentir a Dios ausente. Entonces, le pregunté qué había estado aprendiendo de Habacuc. Dejamos que el profeta, que vivió en Judá 600 años antes de la época de Cristo, trajera su mensaje a la situación específica de este joven más de 2500 años después. Hablamos durante horas hasta bien entrada la noche y luego, durante los meses subsecuentes, llevamos sus penas a la Palabra intemporal de Dios.

En tiempos de Habacuc, el pueblo elegido de Dios se había vuelto malvado y corrupto. Los ricos de Judá oprimían a los pobres, y los gobernantes habían llevado al pueblo a la idolatría. Habían abandonado a Dios, y parecía que Dios los había abandonado a ellos.

Así que el profeta clamó en su dolor: «¿Hasta cuándo, Señor, he de pedirte ayuda sin que tú me escuches? ¿Hasta cuándo he de quejarme de la violencia sin que tú nos salves?» (Habacuc 1:2).

Nosotros también podemos sentir esa angustia cuando un ser querido padece una enfermedad crónica, cuando un hijo pródigo abandona la fe o las facturas sin pagar se siguen acumulando. En medio del tumulto de la vida, nuestro lamento se siente insoportablemente largo.

Bajo estas expectativas insatisfechas, también podemos culpar al Señor por abandonarnos. El joven a quien brindé consejería a veces acudía a mí enfadado por sus circunstancias, a veces angustiado por su futuro. Así como el profeta, no entendemos lo que Dios hace o por qué nos hace sufrir.

Confiar en Dios cuando no entendemos

En el caso de Habacuc, el Señor respondió a sus súplicas mostrándole lo que había preparado, «cosas tan sorprendentes que no las creerán aunque alguien se las explique» (1:5). Estaba levantando a la nación pagana de Babilonia para conquistar al pueblo de Dios a fin de castigar a los malvados de Judá.

Cuando Habacuc se lamentó por segunda vez, varios versículos después, estaba más preocupado por las acciones de Dios que por su previa aparente inacción. En lugar del avivamiento del ayer, Dios prometió la ira del mañana. En lugar de salvación, Dios enviaría una matanza. ¿Cómo podía el Dios soberano parecer perder el control, el Dios personal parecer tan distante y el Dios eterno estar como muerto para su pueblo?

Estas preguntas resonaban también en la mente de mi joven amigo. Sentía que el Dios revelado en las Escrituras parecía estar en su contra. ¿Cómo podía un Dios bueno y amoroso permitirle experimentar tanto dolor? ¿Por qué parecía que sus opresores eran los únicos que prosperaban?

Juntos, vimos a Habacuc esperar en lo alto de los muros de la ciudad a que el Señor diera respuesta a su reclamo (2:1-3). El profeta resolvió confiar en las Escrituras en lugar de en las circunstancias y dejar que sus preguntas le condujeran al Dios que siempre responde. Aunque no podía comprender las acciones de Dios, conocía al Dios que actuaba. Así que, como un centinela, el profeta miró más allá de su atalaya, no en busca de los babilonios que se acercaban, sino anhelando ver cómo Dios cumpliría sus promesas anteriores: Son un pueblo elegido. Son un pueblo amado. Son un pueblo apartado para la redención.

Cada vez que mi joven amigo venía con preguntas, no nos deteníamos en sus circunstancias, sino en los atributos inmutables de Dios. Eterno. Personal. Fiel. Soberano. Misericordioso. Santo. Trascendente. Digno de confianza. Meditamos una a una sobre esas verdades hasta que las almacenamos en nuestros corazones. Juntos, tratamos de confiar en que los caminos de Dios son más altos que nuestros caminos y sus pensamientos más altos que nuestros pensamientos (Isaías 55:8-9).

A veces, el Señor puede maldecir nuestra higuera con fines que desconocemos (Marcos 11:12-25) o quitarnos una sombra para dejar al descubierto un corazón enfermo (Jonás 4). Una vez para siempre, Dios incluso envió a su Hijo a morir en una cruz por los pecadores. Eso le ocurrió al único que fue verdaderamente bueno, para que la Palabra de Dios cumpliera su propósito soberano y diera a luz la vid de la que nosotros somos las ramas (Juan 15).

‘Señor, estoy maravillado por tus hechos asombrosos’

Mientras Habacuc esperaba, Dios le respondió con un canto de mofa sobre los enemigos de Judá. Cinco veces Dios cantó juicio sobre Babilonia con un sobrecogedor «¡Ay!» (2:6-20). Cinco veces condenó su idolatría y prometió su destrucción. La justicia de Dios prevalecería, aunque Babilonia pareciera triunfante en ese momento.

Así, las palabras de Habacuc a Dios se convierten en la Palabra de Dios para nosotros: «He oído todo acerca de ti, Señor. Estoy maravillado por tus hechos asombrosos. En este momento de profunda necesidad, ayúdanos otra vez como lo hiciste en el pasado. Y en tu enojo, recuerda tu misericordia» (3:2, NTV).

Nosotros también podemos recordar la fidelidad de Dios registrada en su Palabra: su misericordia en el juicio, su gloria en la victoria y su milagroso poder para hacer maravillas. La salvación de Dios a lo largo de la historia garantiza su ayuda presente. El Dios que rescató a Israel de la esclavitud egipcia abriendo un camino a través del Mar Rojo puede liberarnos también a nosotros de nuestros callejones sin salida.

Como pastor, he llorado con hombres y mujeres cuyos cónyuges los han abandonado y con amigos a los que les han dado apenas unas semanas de vida. Sin embargo, incluso en esos momentos en que nos encontramos en medio del Mar Rojo, confiamos en que nuestro Dios hará lo imposible. A veces la higuera solo florece en la gloria eterna, pero otras veces, vida nueva brota en ramas que antes estaban muertas.

Aquel joven que quería quitarse la vida ahora brinda consejería a otros hombres por medio de las Escrituras. Muchos de aquellos matrimonios antes rotos ahora exaltan a nuestro Señor como Cristo. Porque el mismo Dios que vino con poder en el éxodo vendría un día «a buscar y a salvar lo que se había perdido» (Lucas 19:10, NVI).

El poder del recuerdo

Habacuc concluyó su lamento con una alabanza a Dios a pesar de que nada había cambiado en sus circunstancias. Su ciudad todavía sería conquistada por los babilonios. La higuera y la vid seguían siendo estériles. No habría comida ni ganado, puesto que los alcanzarían todas las maldiciones de Dios por su desobediencia (Deuteronomio 28:15-68). Aun así, el profeta se aferró a las bendiciones del pacto que llegarían si obedecían la voz del Señor, su Dios. Aunque Yahvé desatara todas las maldiciones a la vez, él también había prometido permanecer fiel en la tormenta.

Porque «del tronco de Isaí brotará un retoño; un vástago nacerá de sus raíces» (Isaías 11:1). El final no era el final, sino más bien el principio. Muchos años después del exilio de Judá en Babilonia, nacería un niño en Belén. Lo llamarían Jesús, porque salvaría a su pueblo de sus pecados. Este Mesías, este niño Cristo, este Salvador del mundo soportaría la ira de su Padre en la cruz. En misericordia, Dios pondría nuestro pecado sobre su amado Hijo y colocaría la justicia de Cristo sobre nosotros (2 Corintios 5:21).

Los «y si» que atormentan nuestras mentes son el himno de nuestra ansiedad, haciendo que nuestros miedos se conviertan en espirales de desesperación. Sin embargo, la fe en Dios nos permite sustituir esos pensamientos por otros que dicen «aun así». Porque si Dios fue fiel en las tragedias pasadas, entonces seguramente nos salvará hoy. Aunque no nos asciendan, aunque todavía no tengamos un anillo en el dedo, aunque no podamos tener hijos, aunque el médico haya diagnosticado cáncer, podemos afirmar con el profeta Habacuc: «Aun así, yo me regocijaré en el Señor, ¡me alegraré en Dios, mi libertador!» (Habacuc 3:18, énfasis añadido).

La última línea del libro dice: «Al director musical. Sobre instrumentos de cuerda». Esta nota revela que Habacuc registró estas palabras de Dios para el culto corporativo. La alabanza llena de fe no solo salió de los labios del profeta, sino de toda la congregación de los hijos de Dios a lo largo de la historia.

También surgió de los labios de aquellos preciosos santos que se atrevieron a soltar su iglesia moribunda y continuaron con nosotros mientras plantábamos una nueva iglesia. Desde el primer día, se regocijaron con nosotros en la adoración, apoyaron la obra de Dios financieramente y en oración, y dieron clases bíblicas a los hijos de las familias jóvenes que Dios trajo a nuestra comunidad.

Juntos, hemos apoyado o plantado nuevas iglesias cada año de nuestra existencia mientras celebramos al Dios que se especializa en la resurrección. Desde entonces, muchos de esos santos también han continuado su camino hacia la gloria, donde la higuera nunca falla y donde beberán el vino nuevo por toda la eternidad (Mateo 26:29). Su canto de alabanza en tiempos de esterilidad ha producido una cosecha de gozo.

Tom Sugimura es mentor de plantación de iglesias, consejero y pastor de New Life Church en Woodland Hills, California. Es autor de Habakkuk: God’s Answers to Life’s Most Difficult Questions.

Traducción y edición en español por Livia Giselle Seidel.

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News

Falleció Pat Robertson, pionero de la televisión cristiana

A través de la cadena CBN, el Club 700, Regent, la Coalición Cristiana y una candidatura a la presidencia, abrió camino para los evangélicos en la vida pública.

Christianity Today June 14, 2023
Pat Robertson / edición por Rick Szuecs

Durante sesenta años frente a la cámara, Pat Robertson llevó su perspectiva pentecostal y su política conservadora a millones de hogares como pionero de la televisión cristiana y líder de la Coalición Cristiana [Christian Coalition].

El locutor falleció el jueves 8 de junio a los 93 años en Virginia Beach, Virginia, sede de la cadena Christian Broadcasting Network (CBN) de la que fue fundador y de la Regent University. Robertson se retiró de su puesto como presentador del programa insignia de CBN The 700 Club [el Club 700] en 2021, a los 91 años, aunque siguió apareciendo en segmentos mensuales de preguntas y respuestas [enlaces en inglés].

Durante su carrera televisiva, Robertson, quien se postuló una vez como candidato presidencial republicano, entrevistó a cinco presidentes de Estados Unidos y a docenas de líderes mundiales, oró por millones de espectadores, compartió predicciones políticas, y suscitó controversia con sus comentarios improvisados en los que calificaba los desastres como huracanes, terremotos y el atentado del 11 de septiembre como juicios de Dios.

Aunque sus polémicos comentarios acapararon mucha atención en sus últimos años, Robertson fue también uno de los evangélicos más influyentes del siglo XX, con un espíritu emprendedor y dispuesto a hacer lo que consideraba que era la voluntad de Dios.

«Robertson ha dado forma a tres grandes desarrollos religiosos: la renovación carismática, la televisión cristiana y la política evangélica», escribió CT en un perfil de Robertson en 1996. «Juntos, estos desarrollos ayudaron a transformar el evangelicalismo, de un pequeño remanso protegido, a la fuerza principal del cristianismo estadounidense».

Antes de convertirse en la potencia de producción y distribución mediática que es hoy —con un presupuesto anual de 300 millones de dólares y alcance en 174 países—, CBN era un canal de televisión de Virginia sin vida que fue alcanzado por un llamado de Dios.

No existía un modelo exitoso de televisión cristiana cuando Robertson compró unas instalaciones en ruinas en Portsmouth, Virginia, y lanzó el canal WYAH-TV (llamado así por Yahweh) en 1961. El canal transmitía tres horas de programación cada noche desde una sola cámara en blanco y negro. Aquellos primeros años fueron agotadores, vertiginosos y caóticos, pero para el empresario pentecostal, la emisora se sentía como un milagro.

El primer telemaratón de CBN lanzó el «Club 700» en 1963, cuyo objetivo era reclutar a 700 espectadores que se comprometieran a donar 10 dólares al mes para cubrir los gastos de la emisora. El programa, que tomó su nombre, llegaría tres años después.

Robertson mantuvo la emisora en crecimiento por medio de más recaudación de fondos, más talento —los evangelistas Jim y Tammy Bakker se unieron en el 65— y nueva tecnología. Más tarde llegaron las cadenas de televisión Praise the Lord (PTL) Network y Trinity Broadcasting Network.

Robertson fue uno de los primeros ejecutivos de televisión en invertir en la transmisión por satélite, lo que permitió a CBN retransmitir su telemaratón anual en 18 ciudades y lanzar una red de cable de 24 horas en 1977. En tan solo una década, CBN estaba en 9 millones de hogares.

Como CT publicó en 1982, «CBN empezó a sustituir los púlpitos y el inglés de la versión King James por sofás al estilo de Johnny Carson y un lenguaje vernáculo como el que se usa en las telenovelas. Su programa principal, el Club 700, adoptó un formato de programa de variedades, optimista, que incluía noticias desde Washington, D.C. Otros programas se asemejan a las alineaciones de la programación para familias, con una telenovela de primera calidad, noticias y charlas matutinas, una miniserie sobre pornografía, análisis de Wall Street y entretenimiento para niños».

Sin embargo, el Robertson que se acomodaba en el set de la CBN y hablaba de oración y política con carisma se había convertido en un tipo de persona diferente de la que era cuando creció como bautista del sur en Lexington, Virginia, inquieto y poco interesado en la fe evangelizadora.

Robertson nació como Marion Gordon Robertson en 1930, y le apodaron «Pat» por cómo su hermano le acariciaba las mejillas rollizas. Su padre, A. Willis Robertson, fue un senador estadounidense, y Pat Robertson disfrutó de una educación de élite en la Universidad Washington and Lee, y en la Facultad de Derecho de Yale. Sirvió dos años en la guerra de Corea.

Tras no conseguir aprobar el examen de acceso a la abogacía y dejar un trabajo de negocios en Nueva York, decidió convertirse en pastor, una decisión que confundió a su devota madre en Virginia. Ella lo puso en contacto con un misionero holandés llamado Cornelius Vanderbreggen. Robertson fue a cenar con él en Filadelfia y se escandalizó cuando Vanderbreggen le entregó un folleto evangélico al camarero y leyó la Biblia en la mesa.

Sin embargo, Robertson había estado escudriñando las Escrituras en secreto, y mientras las estudiaba comenzó a sentir que Dios le hablaba a través de ellas. Hizo una confesión de fe a Vanderbreggen que más tarde vio como su propia conversión «de mundano a santo». En ese momento, dijo, pasó de una afirmación religiosa sobre la existencia de Dios a una relación salvadora con su Padre celestial.

Sorprendió a su esposa, Dede, con su celo de converso: tiró un whisky costoso que tenían por el desagüe; la dejó embarazada de su segundo hijo mientras él asistía a una conferencia de InterVarsity que duró un mes; y luego vendió sus muebles y trasladó a su familia de cinco miembros a una habitación y media en un piso compartido en Brooklyn, inspirado por el mandamiento de Lucas 12:33 de «vendan sus bienes y den a los pobres». Su primer trabajo en el ministerio fue en la iglesia Bayside Community Church de Long Island.

Antes de cumplir los 30 años, Robertson asistió al Seminario Bíblico en Manhattan, y se unió a un grupo de creyentes devotos que oraban, ayunaban y se dedicaban a buscar a Dios mientras ministraban entre los pobres. Participó en retiros de oración con compañeros de clase entre los que se encontraba Eugene Peterson. Robertson y los «Soldados Cristianos» predicaban en las esquinas de las calles cuando Billy Graham llegó a la ciudad en 1957. Se reunieron con Ruth Stafford Peale, editora de Guideposts, oraron en lenguas por un avivamiento, e inspiraron dos libros fundamentales de la renovación carismática, They Speak with Other Tongues [Ellos hablan en otras lenguas] y The Cross and the Switchblade [publicado en español como La cruz y el puñal].

«Había entrado en el Libro de los Hechos y ya no era un espectador, sino un participante activo en las obras de un Dios que hace milagros», dijo Robertson.

Robertson dejó Nueva York para volver a su ciudad natal en Virginia tras graduarse en 1959. En Lexington, tuvo la oportunidad de predicar en segmentos de radio de 15 minutos, y se enteró de que había una emisora de televisión en venta a cinco horas de distancia, en Portsmouth. Cuando su familia se trasladó allí, ni siquiera tenía un televisor, «solo 70 dólares y la visión de establecer la primera cadena de televisión cristiana en Estados Unidos», dice su biografía. Predicó en iglesias locales para proveer para su familia antes de que la cadena empezara a funcionar; algunas iglesias le daban 5 dólares de honorarios, y una le pagó con un saco de granos de soja de 70 libras [31 kilos].

Muchas de las cosas que Robertson emprendió seguían este patrón de escuchar un llamado de Dios y lanzar un proyecto en respuesta.

«Quería formar parte del plan de Dios, y su plan es la evangelización mundial y traer a millones de personas al reino, y Él me ha permitido formar parte del mismo», dijo Robertson.

Dijo que Dios le habló una vez durante el almuerzo (medio melón cantalupo y requesón) y le dijo que construyera una escuela para su gloria, y en 1977 compró 70 acres en Virginia Beach para la Universidad CBN, que más tarde se llamaría Regent. En su primer año se matricularon 77 estudiantes.

Al año siguiente, en Navidad, dijo que Dios le había hablado para «proclamar un mensaje de salvación sencillo», ya que enviaría su Espíritu por todo el mundo y millones responderían. Lanzó lo que se convertiría en CBN Internacional. En la actualidad, el 90 % de los telespectadores de la cadena proceden de fuera de Estados Unidos.

La promesa de bendición que se encuentra en Isaías 58 le llevó a fundar en 1978 la organización humanitaria Operación Bendición, un ministerio que ha brindado asistencia a personas de 90 países y territorios.

Y fue también con el llamado de Dios en mente que Robertson entró en la arena política. Volvió a la casa de piedra rojiza de Bedford-Stuyvesant donde había vivido en Nueva York para anunciar su candidatura presidencial en 1987.

Incluso antes de su candidatura, los telespectadores cristianos reconocían el interés de Robertson por la política, algunos con entusiasmo, otros con cautela. Robertson había bromeado diciendo que [un puesto en] el Senado, donde su padre había servido durante décadas como demócrata conservador sureño, sería como obtener un puesto de menor nivel, pero que la presidencia sería un «movimiento lateral» desde su puesto en CBN.

Christianity Today escribió sobre los primeros rumores en torno a las ambiciones presidenciales de Robertson en 1985:

[Robertson] tiene un intenso interés en educar a los cristianos sobre asuntos públicos y despertar su entusiasmo por la participación política. Cree que Estados Unidos se enfrenta a una encrucijada en la que los valores familiares y la fe en Dios podrían perder frente al estatismo y el hedonismo. Presentarse como candidato a la presidencia no garantizará a Robertson un mandato en la Casa Blanca, pero casi con toda seguridad significará que los candidatos presidenciales en 1988 no podrán desestimar las cuestiones morales que importan a los cristianos.

A principios de los 80, Robertson empezó a dedicar la primera media hora del Club 700 a asuntos públicos, y mostró una creciente preocupación por el secularismo y las amenazas a la libertad religiosa, como las restricciones a la oración en las escuelas. Justificó el cambio de contenido de su programa televisivo como una respuesta a la extralimitación del gobierno. «No es que nos estemos metiendo en política», dijo. «Ellos se están metiendo en la religión».

Robertson decía que veía la presidencia como una forma de continuar su vocación de servicio. A pesar de quedar segundo en las elecciones primarias del estado de Iowa, perdió en el supermartes y abandonó las elecciones, para luego declinar en favor de George H. W. Bush. Después de su participación en la contienda, escribió en su libro The Plan que veía un propósito más profundo en su fallida candidatura a la Casa Blanca.

¿Podría ser que la razón de mi candidatura se haya cumplido en el hecho de que despertó la atención de decenas de miles de cristianos evangélicos hacia los asuntos del gobierno? Por primera vez en la historia reciente, los cristianos patriotas y a favor de la familia aprendieron las sencillas técnicas de la organización eficaz de partidos y el éxito de las campañas. Su presencia como fuerza activa en la política estadounidense puede tener como resultado final que al menos uno de los principales partidos políticos de Estados Unidos adopte una perspectiva profundamente cristiana en sus plataformas y en la estructura del partido.

Aprovechó ese impulso para lanzar la Coalición Cristiana, que reunió a votantes evangélicos y distribuyó guías de votación a las iglesias a partir de 1989. Al año siguiente, fundó también el Centro para la Ley y la Justicia (ACLJ, por sus siglas en inglés), un bufete de abogados «profamilia, prolibertad y provida».

Como parte de un movimiento más amplio de la derecha religiosa, la coalición notó que algunos evangélicos conservadores estaban de acuerdo con sus posiciones conservadoras, pero seguían siendo reticentes a declarar una postura cristiana sobre cuestiones que no tenían un claro mandato bíblico. También luchó durante una década con el gobierno federal por sus guías no partidistas y acabó perdiendo su condición de organización exenta de impuestos.

Robertson se consideraba a sí mismo un evangélico con un don carismático y una perspectiva ecuménica, y en una ocasión dijo: «En cuanto a la majestuosidad del culto, soy episcopaliano; en cuanto a la creencia en la soberanía de Dios, soy presbiteriano; en cuanto a la santidad, soy metodista… en cuanto al sacerdocio de los creyentes y el bautismo, soy bautista; en cuanto al bautismo del Espíritu Santo, soy pentecostal, así que soy un poco de todos ellos».

A lo largo de los años, algunos cristianos han cuestionado —o incluso desaprobado— algunas de las declaraciones que Robertson hizo en sus transmisiones cuando comentaba eventos de actualidad y respondía las preguntas de los telespectadores. Llegó a decir que Estados Unidos debía asesinar al presidente venezolano Hugo Chávez. Defendió el argumento de divorciarse de una esposa con Alzheimer. Predijo la victoria de Donald Trump y no aceptó la derrota de Trump en 2020, sino hasta una semana después de que Joe Biden fuera declarado ganador.

«Pat Robertson formaba parte de una tradición de evangélicos cristianos que tenían un sentido sagaz de los medios de comunicación como herramienta para llegar al público», dijo Michael Longinow, profesor de periodismo digital y medios de comunicación en la Universidad Biola. «Su tendencia a hacer declaraciones improvisadas que desataban polémicas también sigue una tradición —aunque trágica— de evangélicos cristianos que mezclaban el evangelio con [su] perspectiva política».

Más allá de lo que uno piense sobre Robertson, su alcance no puede ser pasado por alto. El Club 700 es transmitido en el 97 % de los mercados televisivos de Estados Unidos y es uno de los programas más longevos de la historia.

En su página web, Robertson mencionó «crear empresas o transacciones financieras» como uno de sus pasatiempos, y su éxito en ese campo se extiende más allá de CBN. Fundó International Family Entertainment Inc., la empresa matriz de Family Channel, que se vendió en 1997 por 1900 millones de dólares. Al meditar en su éxito financiero y su vocación, Robertson dijo: «Me di cuenta de que Dios no quería que fuera un inversor multimillonario. Quería que fuera como un humilde siervo que depende de Él y quiere seguir sus caminos».

Dede, la esposa de Robertson durante 67 años, falleció en 2022. A Robertson sobreviven dos hijos, dos hijas, 14 nietos y 23 bisnietos. Su hijo Gordon Robertson es director ejecutivo de CBN, así como presentador y productor ejecutivo del Club 700.

Traducción por Sofía Castillo.

Edición en español por Livia Giselle Seidel.

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