En las últimas décadas, muchos cristianos se han esforzado por enfatizar que la fe en Cristo es más que un mero «pase» para la vida eterna. Esto ha dado lugar a una renovada atención en el significado de la fe en el aquí y ahora. Sin embargo, este esfuerzo también puede llevarnos a restar importancia a las referencias del Nuevo Testamento que hablan de una esperanza basada en un acontecimiento futuro: la segunda venida de Jesús.
Bright Hope for Tomorrow: How Anticipating Jesus’ Return Gives Strength for Today
Zondervan
240 pages
$10.99
Chris Davis, pastor de la Iglesia Bautista Groveton en Alexandria, Virginia, era de los que evitaban el tema de la Segunda Venida, por incomodidad con respecto a las especulaciones descabelladas y los debates polémicos que a veces inspira la escatología. Pero en una época en que la esperanza se agotaba, volvió a este tema y descubrió de manera renovada cómo nos ayuda a centrar nuestras esperanzas y deseos en Jesús. Este viaje de redescubrimiento culminó en un nuevo libro, Bright Hope for Tomorrow: How Anticipating Jesus’ Return Gives Strength for Today [Brillante esperanza para el mañana: Cómo anticipar el regreso de Jesús da fuerza para hoy].
J. Todd Billings, autor de The End of the Christian Life [El fin de la vida cristiana] y profesor de teología en el Western Theological Seminary de Holland, Michigan, entrevistó a Davis acerca de su libro.
Tu libro comienza con una historia. Tú habías sido pastor durante 10 años y habías experimentado varios problemas familiares y de salud. Tú y tu esposa ansiaban tomarse dos meses sabáticos que no parecían llegar lo suficientemente rápido. Escribes: «Nuestro objetivo diario era simplemente llegar a ese día en que el periodo sabático lo arreglaría todo».
¿Qué ocurrió cuando por fin llegó ese tiempo de descanso? ¿Y qué significa nuestra tendencia a esperar el momento en que, supuestamente, todo se arreglará?
Lo que ocurrió fue que no fuimos a nuestro periodo sabático sin compañía, sino que nos llevamos a nosotros mismos. Eso significó que muy poco cambió durante esos dos meses. Ojalá supiera por qué los humanos esperan que las cosas mejoren. Me gustaría pensar que es un sentido arraigado profundamente de que Dios está trabajando para hacer cosas nuevas en el mundo. Sin embargo, así como en nuestra cultura hemos extraído a la persona de Jesús de una antropología cristiana, creo que, en general, hemos extraído a Jesús de nuestra esperanza.
Martin Luther King Jr. dijo célebremente que «el arco del universo moral es largo, pero se dobla hacia la justicia», y podía decirlo como ministro cristiano. Pero ahora exhibimos esa cita en su monumento aquí en Washington, DC, sin ninguna referencia a Jesús. Creo que como seres humanos, por la razón filosófica que sea, tenemos la esperanza de que las cosas mejorarán sin que haya una verdadera lógica detrás.
Muchos cristianos hoy en día desconfían de la esperanza puesta en el futuro. Han oído a predicadores hablar de una fe preocupada por el aquí y el ahora en contraposición a una fe preocupada por la era venidera. Desde esa perspectiva, la esperanza en el futuro puede parecer irrelevante. Entonces, ¿qué significa para los cristianos ir más allá de simplemente decir que creen en el regreso de Cristo y encogerse de hombros?
Cuando se trata del regreso de Jesús, tenemos un problema del tipo de «desechar el grano junto con la paja». Y es comprensible. La escatología está en la lista corta de áreas donde la iglesia se desvía más escandalosamente hacia lo extraño. Se convierte en un circo, y también en un espectáculo secundario, en el que hemos hecho que la escenografía de la Segunda Venida sea más importante que el personaje principal, que es Jesús.
Yo mismo he sido culpable a veces de desechar el grano junto con la paja, y entiendo por qué otros sienten la necesidad de hacer lo mismo. No queremos asociarnos con las interpretaciones más extrañas del final de los tiempos. Mi invitación en este libro es volver a centrarnos en la persona de Cristo y encontrar un vínculo entre el ya de su presencia, que está con nosotros por el Espíritu, y el todavía no de su regreso. Creo que es muy posible vivir en ambos aspectos del Reino.
Deberíamos recordar las brillantes palabras de C. S. Lewis, en su libro Mero cristianismo, cuando dice que «los cristianos que más hicieron por el mundo presente fueron justamente los que más pensaron en el mundo venidero».
Otra barrera que veo para que los cristianos piensen y esperen en el regreso de Cristo es que el Día del Señor les da mucho miedo. ¿Cómo podemos pasar de ese lugar de miedo a una postura de esperanza?
A riesgo de caer en el tropo de «Jesús es mi novio» con el que muchos de nosotros crecimos en el grupo de jóvenes, creo que la metáfora de un compromiso que lleva al matrimonio es bíblica y útil. Nos recuerda que los comienzos de una relación de pacto hoy darán paso a una consumación que va mucho más allá de lo que podemos imaginar en términos de alegría, intimidad, pertenencia y florecimiento.
Mi esposa y yo vivíamos a 1000 millas de distancia cuando nos comprometimos, y la diferencia entre hablar por teléfono y estar realmente juntos «en nada se compara», por utilizar el lenguaje de Pablo en Romanos [8:18]. Por eso, si tomamos como referencia la comunión íntima con Cristo por el Espíritu, y nos damos cuenta de que estar con Cristo en persona será incalculablemente más glorioso, creo que podemos esperar su regreso con una esperanza profunda y duradera.
Haces referencia a cuatro imágenes bíblicas de Cristo cuando regrese: el novio, el rey guerrero, el juez y el resucitado. ¿Qué imagen te sorprendió más al hacer tu investigación y escribir el libro?
Por mucho, fue la imagen de Jesús como Juez. Este fue el capítulo en el que sentí que había llegado el momento de decir: es hora de asumir nuestras responsabilidades. Es hora de abordar los aspectos realmente desafiantes del regreso de Jesús.
Pero cuando exploramos cómo anticipaba Pablo el regreso de Jesús como juez, no encontramos a un Pablo temeroso. Al contrario, ¡le da la bienvenida! Lo vemos en sus cartas a la iglesia de Corinto. Los corintios hicieron una crítica adolescente y desinformada de su padre espiritual, Pablo. Y eso lo destrozó.
Sin embargo, Pablo basó todo su sentido de aprobación en el ministerio en el momento en que Jesús lo juzgaría. En el contexto de ser duramente criticado por sus hijos espirituales, Pablo anticipaba ansiosamente el momento en que Jesús brillaría su luz sobre todos sus motivos y acciones, y «entonces cada uno recibirá de Dios la alabanza que le corresponda», como dice en 1 Corintios 4:5.
¡Eso me impactó! Y en el contexto de la dificultad ministerial, eso me animó profundamente.
Con frecuencia le recuerdas a tus lectores que, en lo que se refiere a la esperanza en el regreso de Cristo, es «por el Espíritu que saboreamos ahora esta esperanza». ¿De qué manera necesitamos una teología renovada del Espíritu Santo para encarnar la esperanza en el regreso de Cristo?
Muchos de nosotros crecimos con un lenguaje que describe a Jesús viviendo en nuestros corazones. Pero esto puede hacernos olvidar que Jesús está en el cielo y que el medio por el que Jesús habita en nuestros corazones es a través de su Espíritu. El Espíritu Santo es indispensable para la esperanza. Porque es por el Espíritu que saboreamos la presencia de Cristo con nosotros ahora, como el anticipo, las primicias, la garantía de nuestra herencia final, que será estar en la presencia de Jesús a su regreso.
En el libro digo que la esperanza explícita a la que miramos es la alegría inexpresable y gloriosa de nuestra comunión cara a cara con Jesús a su regreso. El Espíritu Santo es el medio a través del cual podemos saborear esa alegría ahora.
Una sección del libro explora algunas de las maneras en que podemos cultivar la esperanza en el regreso de Cristo, como Iglesia, a través de diversos ritmos y prácticas. Entre ellas se incluyen la reunión, el ayuno y el descanso. ¿Cuáles de ellas crees que los evangélicos, especialmente, necesitan recuperar hoy?
Creo que, entre estas prácticas, las que menos practican los evangélicos son el ayuno y el descanso sabático. Para mí, personalmente, cuando practico el descanso sabático, tengo que recordarme a mí mismo que estoy descansando para anticipar que cuando Jesús regrese, tendrá lugar la redención del trabajo, la consumación del gobierno de Dios y nuestro deleite eterno en su presencia.
Al mismo tiempo, el Nuevo Testamento enseña explícitamente que nuestros ritmos de reunión deben tener un sabor escatológico. En Hebreos 10:25, se habla de la Iglesia diciendo: «No dejemos de congregarnos, como acostumbran hacerlo algunos, sino animémonos unos a otros, y con mayor razón ahora que vemos que aquel día se acerca» [énfasis añadido].
Así como muy probablemente descuidamos el ayuno y el descanso sabático, también descuidamos el aspecto de reunirnos semanalmente los domingos que incluye recordarnos unos a otros nuestra esperanza en el regreso de Jesús.
Por lo tanto, mi deseo sería que recuperáramos las disciplinas que hemos dejado de lado. Además, quiero que recuperemos el propósito de nuestra reunión, que en parte consiste en recordarnos unos a otros, en términos similares a los que usó Caleb, que si el Señor se complace en nosotros, nos librará (Números 14:8).
Traducción y edición en español por Livia Giselle Seidel.