Theology

John Stott: Cuatro maneras en que los cristianos pueden influir en el mundo

Cómo podemos ser la sal y la luz.

Christianity Today October 16, 2022
Christopher Hetzmannseder / Flickr / Getty

La palabra alienación fue en un principio una palabra marxista, con la cual Karl Marx se refería a la separación del trabajador del producto de su trabajo. Cuando lo que este produce es vendido por el propietario de la fábrica, está siendo alienado de los frutos de su trabajo. Sin embargo, hoy en día la palabra alienación tiene un significado mucho más amplio de impotencia. Cuando uno se siente política o económicamente incapacitado, se siente alienado.

Jimmy Reid, el conocido consejero marxista de Glasgow y líder de Clydeside Ship Workers, cuando era rector de la Universidad de Glasgow dijo: «La alienación es el grito de los hombres que se sienten víctimas de las ciegas fuerzas económicas que están más allá de su control. La alienación es la frustración de la gente común que está excluida del proceso de toma de decisiones». ¿Tenemos alguna influencia? ¿Tenemos acaso poder para cambiar algo? Esa es la cuestión.

La palabra influencia a veces puede ser usada para una sed egoísta de poder, como sucede en el famoso libro Cómo ganar amigos e influir sobre las personas de Dale Carnegie. Pero también puede ser utilizada de un modo no egoísta, como el deseo de los cristianos que se niegan a ceder ante el statu quo, que están decididos a ver cambios en la sociedad y anhelan ejercer cierta influencia en nombre de Jesucristo. ¿Somos impotentes? ¿Acaso la búsqueda del cambio social es inútil incluso antes de que inicie? ¿O pueden los cristianos ejercer alguna influencia en nombre de Jesucristo?

Hoy en día hay mucho pesimismo que atrapa e incluso paraliza a la gente. Se retuercen las manos en una especie de santa consternación, a la vez que afirman que la sociedad está podrida desde la raíz. Todo es inútil; no hay más esperanza que el regreso de Jesucristo. Como dijo una vez Edward Norman, decano del Peterhouse College de Cambridge, en una entrevista radiofónica: «La gente es basura».

La gente no es basura. Fue creada a la imagen de Dios. Aunque hayan caído, la imagen de Dios no ha sido destruida. ¿Son incapaces de hacer algún bien?

Solo que la gente no es basura. La gente está compuesta por hombres y mujeres creados a imagen de Dios. Aunque hayan caído, la imagen de Dios no ha sido destruida. ¿Son incapaces de hacer algún bien? La doctrina de la depravación total, que afirma que cada parte del ser de la raza humana ha sido contaminada por la caída, no sostiene que seamos incapaces de hacer el bien. Jesús mismo dijo que, aunque alguien sea malo, es capaz de hacer cosas buenas y de dar cosas buenas a sus hijos. Ahora bien, por supuesto que creemos en la caída. Creemos que cuando Cristo regrese va a restaurar todas las cosas. Si desarrollamos una mentalidad cristiana, no nos concentramos solo en la caída del hombre y el regreso de Cristo. También pensamos en la creación y en la redención por medio de Jesucristo. Y hemos de aceptar que la creación está —y ha sido— afectada por la caída, así como la caída es afectada por la redención, y la redención por la consumación. Y la mente cristiana piensa en términos de este propósito completo de Dios, que incluye la creación, la caída, la redención y la consumación.

Si somos pesimistas y pensamos que no somos capaces de hacer nada en la sociedad humana actual, me atrevo a decir que estamos teológicamente muy desequilibrados, si no es que somos heréticos y perjudiciales. Es absurdo decir que los cristianos no pueden ejercer ningún tipo de influencia en la sociedad. Es un error bíblico e histórico. El cristianismo ha tenido una influencia enorme en la sociedad a lo largo de su extensa y accidentada historia. Observemos la conclusión a la que llega Kenneth Latourette en su obra de siete volúmenes sobre la historia de la expansión del cristianismo:

Ninguna otra vida sobre este planeta ha influido tanto en los asuntos de los hombres como la vida de Jesucristo. A partir de esa breve vida y su aparente frustración ha fluido una fuerza más poderosa que cualquier otra conocida por el hombre, para la triunfante resolución de la batalla más larga de la raza humana. A causa de esa vida, millones han sido liberados del analfabetismo y la ignorancia, y han sido colocados en el camino hacia una creciente libertad intelectual y control sobre el entorno físico. Ha contribuido para aliviar las dolencias físicas, la enfermedad y el hambre más que cualquier otro impulso conocido por el hombre. Ha emancipado a millones de las cadenas de la esclavitud y a otros tantos de la adicción al vicio. Ha protegido a decenas de millones de la explotación por sus semejantes. Ha sido la fuente más fructífera de movimiento para disminuir los horrores de la guerra y basar las relaciones de los hombres y las naciones en la justicia y la paz.

Cristo y su iglesia han ejercido una enorme influencia. Y si tan solo nuestra vida mostrara un compromiso absoluto y pleno por Jesucristo, entonces tendríamos mucha más influencia de la que tenemos.

Entonces, desechemos el pesimismo, pero también el optimismo ciego que nos lleva a pensar que la utopía está a la vuelta de la esquina. Lejos de estos extremos, los cristianos tienen una mente sobria, son bíblicamente realistas, y tienen una doctrina equilibrada de la creación para su redención y consumación. No somos impotentes. Por el contrario, me temo que en realidad a menudo somos perezosos y cortos de vista, faltos de fe y desobedientes de la comisión que Jesús nos dio.

Más allá de la mera supervivencia

Para muchos de nosotros, los versículos de Mateo 5 cada vez se tornan más familiares. Vemos su gran importancia hoy día, y volvemos a mirarlos. En el sermón del monte, Jesús proclama en el versículo 13: «Ustedes son la sal de la tierra». Versículo 14: «Ustedes son la luz del mundo». Versículo 16: «Hagan brillar su luz delante de todos, para que ellos puedan ver las buenas obras de ustedes y alaben al Padre que está en el cielo» (NVI).

En estas dos metáforas de la sal y la luz, Jesús enseña sobre la responsabilidad de los cristianos en una sociedad no cristiana, subcristiana o poscristiana. Enfatiza la diferencia entre cristianos y no cristianos, entre la iglesia y el mundo, y la influencia que deben tener los cristianos en el entorno no cristiano. La distinción entre ambos es clara. El mundo, dice Él, es como la carne en descomposición. Sin embargo, tú has de ser la sal del mundo. El mundo es como una noche oscura, pero tú has de ser la luz del mundo. Esta es la diferencia fundamental entre lo cristiano y lo no cristiano, la iglesia y el mundo.

Después continúa con la distinción para la influencia. Al igual que la sal en la carne putrefacta, los cristianos han de impedir la decadencia de la sociedad. Al igual que la luz en la oscuridad reinante, los cristianos han de iluminar la sociedad y mostrar un camino mejor. Es muy importante entender estas dos etapas en la enseñanza de Jesús. La mayoría de los cristianos aceptan que hay una distinción entre el cristiano y el no cristiano, entre la iglesia y el mundo. La nueva sociedad de Dios, la iglesia, es tan diferente de la antigua sociedad como la sal lo es de la carne en descomposición y como la luz lo es de la oscuridad.

Pero hay demasiadas personas que se detienen ahí; demasiadas personas cuya única preocupación es la supervivencia: es decir, mantener la distinción. La sal debe retener su salinidad, dicen. No se debe contaminar. La luz debe retener su brillo. No se debe sofocar con la oscuridad. Eso es cierto. Pero es pura supervivencia. La sal y la luz no son tan solo un poco diferentes de su entorno. Han de tener una influencia poderosa sobre su entorno. Se debe restregar la sal por la carne para detener la podredumbre. La luz ha de brillar en la oscuridad. Se debe colocar en un candelero para que así dé luz al ambiente que la rodea. Esa es una influencia sobre el entorno bastante diferente a la de la mera supervivencia.

Cuatro poderes

¿Cuál es la naturaleza de esta influencia? Permítame que sugiera unas cuantas maneras en las que nosotros los cristianos tenemos poder.

Primero, hay poder en la oración. Te ruego que no lo desprecies como un cliché religioso. No lo es. Hay algunos cristianos que son tan buenos activistas sociales que nunca se detienen a orar. Se equivocan, ¿verdad? La oración es una parte indispensable de la vida cristiana y de la vida de la iglesia. Y el primer deber de la iglesia con la sociedad y sus líderes es orar por ellos. «Así que recomiendo, ante todo», escribe Pablo en su primera carta a Timoteo, «que se hagan plegarias, oraciones, súplicas y acciones de gracias por todos, especialmente por los gobernantes y por todas las autoridades, para que tengamos paz y tranquilidad, y llevemos una vida piadosa y digna» (1 Timoteo 2:1-2).

Si en la comunidad hay más violencia que paz, más indecencia que modestia, más opresión que justicia, más secularismo que devoción, ¿la razón es que la iglesia no está orando como debería? Creo que en nuestros servicios habituales deberíamos tomarnos con mayor seriedad los cinco o diez minutos de intercesión en los cuales, como congregación, nos inclinamos ante Dios y llevamos ante Él al mundo y sus líderes y le rogamos que intervenga. Y lo mismo ocurre con nuestras reuniones de oración, en los grupos de convivencia y las oraciones privadas. Creo que la mayoría de nosotros, y yo me incluyo, somos más locales que globales en nuestras oraciones. ¿Pero acaso no somos cristianos globales? ¿No compartimos las preocupaciones globales de nuestro Dios global? Deberíamos expresarlas en nuestras oraciones.

Segundo, hay poder en la verdad. Todos nosotros creemos en el poder de la verdad del evangelio. Nos encanta decir: «A la verdad, no me avergüenzo del evangelio, pues es poder de Dios para la salvación de todos los que creen» (Romanos 1:16). Estamos convencidos del poder del evangelio en el evangelismo: que trae salvación y redención a los que responden a Jesús y creen en él. Pero no es solo el evangelio el que es poderoso. Toda la verdad de Dios es poderosa. La verdad de Dios, de cualquier clase, es mucho más poderosa que las mentiras del diablo. ¿Lo crees? ¿o eres un pesimista? ¿Crees que el diablo es más fuerte que Dios? ¿Crees que las mentiras son más fuertes que la verdad? Los cristianos creen que la verdad es más fuerte que las mentiras, y que Dios es más fuerte que el diablo. Como escribe Pablo en 2 Corintios 13:8: «Pues nada podemos hacer contra la verdad, sino a favor de la verdad». Como dijo Juan en el prólogo al cuarto evangelio: «Esta luz resplandece en las tinieblas, y las tinieblas no han podido extinguirla». Por supuesto que no pueden; esa luz es la verdad de Dios.

Aleksandr Solzhenitsyn, el legendario disidente soviético, creía en el poder de la verdad sobre las mentiras. Cuando recibió el premio Nobel de literatura dio un discurso llamado «Una palabra de verdad». En él, dijo: «[Los escritores] no tenemos cohetes que hacer despegar. Ni siquiera… hacemos rodar el vehículo auxiliar más insignificante. No tenemos ningún poder militar. Así pues, ¿qué puede hacer la literatura frente a las inmisericordes arremetidas de la violencia abierta?». Solzhenitsyn no dice que no tengamos ningún poder. Él dice: «Una palabra de verdad pesa más que el mundo entero». Si alguien debe creerlo, son los cristianos. Es verdad. La verdad es mucho más poderosa que las bombas, los tanques y las armas.

¿Cómo vamos a ver el poder de la verdad en acción? La persuasión por argumento. Al igual que necesitamos apologetas doctrinales en el evangelismo para defender la verdad del evangelio, así necesitamos a los apologetas éticos en la acción social para defender la verdad y la bondad de la ley moral de Dios. Necesitamos más pensadores cristianos que utilicen sus mentes para Jesucristo, que hablen, escriban, emitan y televisen a fin de influir en la opinión pública.

Daré un ejemplo rápido. No puedes obligar a la gente a ir a la iglesia por medio de la ley. No puedes obligarlos a descansar los domingos. Tampoco puedes citar simplemente la Biblia como si eso resolviera el asunto. Pero podemos ofrecer nuestros mejores argumentos. Podemos defender que, psicológica y físicamente, los seres humanos necesitan un día de descanso cada siete, y que socialmente es bueno que las familias que están separadas durante la semana se reúnan el domingo. Podemos defender legislaciones que protejan a los trabajadores de ser obligados a trabajar y favorecer la vida familiar. En este ejemplo, no estamos imponiendo nuestra perspectiva cristiana, ni estamos dejando a los no cristianos a la deriva en sus propias perspectivas, ni estamos citando la Biblia dogmáticamente. Simplemente estamos utilizando todos los argumentos —físicos, psicológicos y sociológicos— para encomendarnos a la sabiduría y a la verdad de la enseñanza bíblica. ¿Por qué? Porque creemos en el poder de la verdad.

Si dudas del poder de las formas seculares de argumentación para iluminar la verdad bíblica, entonces considera un artículo que apareció en la revista estadounidense Seventeen en 1977 llamado: «El caso contra la unión libre». Es una entrevista con Nancy Moore Clatworthy, socióloga de la Universidad Estatal de Ohio. Durante diez años, Catworthy estudió el fenómeno de las parejas no casadas que vivían juntas. Cuando comenzó, estaba predispuesta a favor de dicha costumbre. «La gente joven», dijo, «nos había dicho que era bastante maravilloso». Y ella les había creído. Le parecía un acuerdo sensato, un paso útil en el cortejo mediante el cual las parejas llegaban a conocerse entre sí. Pero su investigación, que implicó analizar a cientos de parejas, casadas y no casadas, la llevó a cambiar su opinión. Llegó a la conclusión de que vivir juntos no conseguía aquello que las parejas esperaban, especialmente para las mujeres. A ellas las encontró tensas, temerosas, mirando más allá de la retórica hacia el posible dolor y la agonía.

Es absurdo decir que los cristianos no pueden ejercer ningún tipo de influencia en la sociedad. Es un error bíblico e histórico.

Clatworthy señala dos cosas: en las áreas de felicidad, respeto y ajustes: «Las parejas que viven juntas antes de casarse tienen más problemas que las parejas que se casan primero». En todas las áreas, las parejas que habían vivido en unión libre antes del matrimonio estaban en desacuerdo más a menudo que las parejas que no lo habían hecho. Vivir juntos, llegó ella a la conclusión, no resuelve los problemas.

El segundo punto trataba del compromiso, es decir, la expectativa que tiene una persona acerca del resultado de una relación. El compromiso es lo que hace que el matrimonio y el vivir juntos funcione. Pero aquí está el problema: «Saber que algo es temporal, como vivir juntos sin estar casados, afecta al grado de compromiso que se tiene. De tal modo que las parejas no casadas son menos comprometidas a la hora de trabajar arduamente para sostener y proteger sus relaciones. Y, en consecuencia, el 75 por ciento de esas parejas termina en un rompimiento de la relación. Y las mujeres terminan especialmente heridas». Termina diciendo: «Estadísticamente, estás mucho mejor casado que viviendo en unión libre, porque para la gente que está enamorada cualquier otra cosa que no sea un compromiso total es una salida fácil».

Ahora bien, no creo que Clatworthy sea cristiana. No apela a la autoridad de las Escrituras, sino a los descubrimientos de la sociología. Y, aun así, su investigación sociológica reivindica la sabiduría de la ética cristiana tan cual se aplica a la institución del matrimonio. Nos recuerda que la verdad de Dios tiene poder, tanto en cuestiones bíblicas como no bíblicas.

Nuestro tercer poder como cristianos es el poder del ejemplo. La verdad es poderosa cuando se defiende, pero es más poderosa cuando se demuestra. La gente no solo necesita comprender el argumento. Necesitan ver los beneficios del argumento con sus propios ojos. Es difícil exagerar el poder del bien que puede ejercer meticulosamente una familia cristiana, por ejemplo, en un vecindario de viviendas públicas o de interés social. Toda la comunidad puede ver cómo el marido y la mujer se aman y se honran, devotos y fieles el uno con el otro, y cómo encuentran satisfacción el uno en el otro. Ven a los niños crecer en la seguridad de un hogar cariñoso y disciplinado. Ven a una familia que no se encierra en sí misma, sino que se abre: cuidando de los extranjeros, dando la bienvenida a otros, abriendo su hogar y buscando involucrarse en las preocupaciones de la comunidad. Un enfermero cristiano en un hospital; un profesor cristiano en una escuela; un cristiano en una tienda, en una fábrica o en una oficina: todos marcaremos la diferencia, para bien o para mal.

Los cristianos son gente marcada. El mundo está mirando. Y la manera principal que tiene Dios de cambiar la vieja sociedad es implantar dentro de ella una nueva sociedad, con valores, estándares, alegrías y objetivos diferentes. Nuestra esperanza es que el mundo que observa vea estas diferencias y las encuentre atractivas, que «puedan ver las buenas obras de ustedes y alaben al Padre que está en el cielo» (Mateo 5:16).

Cuarto, los cristianos tienen el poder de la solidaridad de grupo: el poder de una minoría entregada. Según el sociólogo estadounidense Robert Belair, del Instituto de Estudios Avanzados de la Universidad de Princeton: «No deberíamos subestimar la importancia de los pequeños grupos de personas que tienen la visión de un mundo justo y amable. Es posible que la naturaleza de toda una cultura cambie cuando el dos por ciento de su gente tiene una nueva visión».

Ese era el plan de Jesús. Él comenzó con un pequeño grupo de solo doce personas entregadas. Al cabo de unos cuantos años, los oficiales romanos se quejaban de que estaban poniendo el mundo de cabeza. Hay una gran necesidad de grupos cristianos entregados comprometidos unos con otros, comprometidos con una visión de justicia, comprometidos con Cristo; grupos que oren juntos, piensen juntos, formulen políticas juntos y vayan a trabajar juntos en la comunidad.

¿Quieres ver la vida de tu nación siendo más agradable delante de Dios? ¿Tienes la visión de una devoción, una justicia, una libertad, una rectitud y una compasión nuevas? ¿Deseas arrepentirte del pesimismo subcristiano? ¿Reafirmarás tu confianza en el poder de Dios, en el poder de la oración, la verdad, el ejemplo, del compromiso de grupo… y en el poder del evangelio? Ofrezcámonos a Dios como instrumentos en sus manos: como sal y luz en la comunidad. La iglesia podría tener una influencia enorme para el bien, en cada nación de la tierra, si se comprometiera totalmente a Cristo. Entreguémonos a Aquel que se entregó por nosotros.

John R. W. Stott (1921-2011) fue rector de All Souls Church en Londres, fundador de Langham Partnership International y autor de muchos libros. Este artículo está adaptado de un sermón publicado por el sitio hermano de Christianity Today PreachingToday.com.

Traducción por Noa Alarcón.

Edición en español por Sofía Castillo y Livia Giselle Seidel.

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Ideas

Donde los no nacidos son personas

Columnist

Las iglesias deben ofrecer un testimonio de la vida más allá de su «potencial».

Christianity Today October 16, 2022
Chris Gash

«La cosa en sí no puede ser alabada», dijo Cicerón. «Solo su potencial».

Se refería a los niños pequeños. Esta era la opinión en el imperio al que Jesús llegó como un bebé. «El niño», decía Plutarco, «es más parecido a una planta» que a un humano, o incluso que a un animal.

Pero Jesús y sus seguidores tenían una visión diferente de la condición moral de los niños. Jesús dijo que para seguirle era necesario ser como un niño. Los cristianos decían que incluso los bebés son totalmente humanos y llevan plenamente la imagen de Dios. Como escribió el obispo africano Cipriano, «Dios mismo no hace tal distinción de persona o de edad, pues se ofrece a sí mismo como Padre para todos». Y si ese es el punto de vista de Dios, entonces «todo sexo y edad debe recibir honor entre vosotros».

La Iglesia incluso extendió ese honor y protección a los no nacidos. «No asesinarás a un niño mediante el aborto ni lo matarás cuando nazca», dice uno de los primeros documentos cristianos, conocido como la Didaché.

Reglas como esta no crearon un recinto de prohibiciones, sino una comunidad de cuidado. Paganos como el médico griego Galeno reconocieron a regañadientes: «… el desprecio de los cristianos por la muerte se nos hace patente cada día… Y en su aguda búsqueda de la justicia, han alcanzado un nivel no inferior al de los auténticos filósofos».

A lo largo del régimen de Roe vs. Wade, los cristianos contemporáneos han demostrado de forma similar su «desprecio por la muerte», su búsqueda de la justicia para los no nacidos, y su amor por los niños y las mujeres embarazadas. Pero, como pueden atestiguar muchas mujeres y parejas, incluso los cristianos provida pueden tratar con demasiada rapidez al no nacido como una mera vida humana «en potencia» cuando un niño se pierde a causa de un aborto espontáneo.

A veces este punto de vista llega a través de declaraciones bienintencionadas pero hirientes, como las que empiezan con: «Bueno, al menos…». Se manifiesta también a través de la presión de esperar hasta el segundo trimestre para anunciar un embarazo. Y es más clara en las expectativas de que el duelo por un aborto espontáneo será breve y privado.

Esas inclinaciones son comprensibles. «El embarazo en sí, para una buena parte, es algo que no se ve», dice Eric Schumacher, pastor de Iowa y autor del nuevo libro Ours: Biblical Comfort for Men Grieving Miscarriage [Nuestro: consuelo bíblico para hombres que lamentan un aborto espontáneo]. «El duelo por un aborto espontáneo puede ser difícil para los amigos y familiares que no han experimentado al niño como lo ha hecho la madre».

Pero estamos hechos para hacer duelo en comunidad. «“Alégrense con los que están alegres; lloren con los que lloran”.… y a veces, ambas cosas tienen lugar dentro del mismo embarazo», dice Schumacher. Esa respuesta requiere iglesias que hablen abierta y honestamente del duelo y la pérdida; iglesias en las que los servicios conmemorativos en los que se lamenten los abortos espontáneos formen parte de la liturgia cultural tanto como los baby showers.

«En los oscuros meses que siguieron a la pérdida de nuestro bebé, el simple mensaje: “Tu bebé es un ser humano real y puedes tomarte todo el tiempo que necesites para hacer duelo” fue sanador y poderoso», escribió Tish Harrison Warren en un artículo de CT de 2018 [enlaces en inglés]. «No todas las mujeres que abortan tienen un cuerpecito o siquiera restos del bebé… Pero para las que sí, la práctica de enterrar a esos hijos que nunca nacieron ofrece un importante consuelo psicológico y emocional a las familias. También da testimonio de la humanidad de aquellos a quienes enterramos».

No hay que presionar a los padres en duelo para que celebren ese tipo de servicios, pero tampoco ellos deberían verse en la necesidad de ejercer presión para realizarlos.

La buena noticia es que las iglesias parecen estar mejorando a la hora de tratar la muerte del no nacido como la muerte de una vida humana. El aumento de los libros cristianos sobre el aborto espontáneo es un indicador, al igual que los libros que, como el de Schumacher, no abordan este tipo de muerte como el dolor exclusivo de una madre. Del mismo modo, ahora es raro que un predicador no reconozca a quienes han sufrido esterilidad o la pérdida de un hijo en el Día de la Madre.

El lamento bíblico no es tan extraño como antes en las «alegres y animadas» congregaciones evangélicas. Las redes sociales también han ayudado, dice Schumacher: «La barrera de una pantalla de la que nos quejamos puede ser la distancia adecuada para que una madre o un padre digan: “Estábamos esperando un bebé y pasamos por un aborto; por favor, oren por nosotros”». La apertura ha llevado a una mayor apertura.

No se trata de convertirnos en mejores opositores al aborto ni en opositores más consistentes, así como tampoco el objetivo de los primeros cristianos al cuidar de los niños era refutar al emperador o a esos «auténticos filósofos». Pero lamentar la muerte de los inocentes no nacidos y cuidar de sus padres es tanto una forma de amar a los que sufren como de proclamar la verdad al mundo.

Se calcula que entre el 10 % y el 20 % de los embarazos conocidos terminan a causa de un aborto. Mucha gente ha considerado que ese asombroso número de muertes es una prueba de que las vidas no nacidas importan menos. Pero los cristianos no ven la vulnerabilidad y la fragilidad como evidencia en contra del cuidado de Dios: lo ven como un llamado especial a mostrar el cuidado de Dios. Una iglesia que puede lamentar bien el aborto espontáneo es una iglesia que tiene algo que decir sobre la muerte en general y sobre cómo este último enemigo será derrotado. Una iglesia que tiene problemas para lamentar la muerte del inocente no nacido y ser honesta sobre la fragilidad de la vida tendrá problemas para ser conocida como un lugar que ama al no nacido, a sus padres, a la vida y a su Autor.

La iglesia tiene algo más que un mero potencial para dar un mejor testimonio de la vida. Es la casa de la Vida misma.

Ted Olsen es editor ejecutivo de Christianity Today.

Traducción y edición en español por Livia Giselle Seidel.

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Theology

Planto iglesias secretas en casas porque encontré la salvación en una de ellas

Cómo un adolescente iraní encontró a Cristo y lanzó una misión para equipar a los creyentes perseguidos.

Christianity Today October 12, 2022
Fotografía por Jillian Clark

Me crié en una familia musulmana en Teherán, Irán. Mi madre era profesora y directora de una escuela primaria. Ella sabía mucho sobre el Islam y se esforzaba por seguir sus enseñanzas. Me ayudó a aprender a leer el Corán, me enseñó a rezar al menos tres veces al día y me animó a ayunar durante el Ramadán.

Como adolescente musulmán, recuerdo que estaba lleno de miedo, concretamente, miedo a que mis padres murieran. Esto se debía a que mis creencias islámicas no me daban ninguna sensación de seguridad sobre si ellos, o cualquier otro musulmán practicante, alcanzaría la salvación de su alma. Tenía grandes preguntas sobre la vida en el más allá que mi fe no podía responder. La idea de perder a mis padres me asustaba hasta el punto de que entraba en su habitación a altas horas de la noche solo para asegurarme de que aún respiraban.

Medicina para mi alma

Un día, cuando tenía 17 años, vino de visita una persona de nuestra familia. Hacía poco que se había convertido en cristiana gracias a su relación con un misionero que trabajaba en Irán. Así que decidió venir a nuestra casa e intentar compartir el evangelio. «¡Jesús es el Señor!», recuerdo que dijo. «¡Y ha venido a salvarnos de nuestros pecados!». Apoyó sus afirmaciones con varios versículos de la Biblia, como Juan 3:16 y Juan 8:32: «y conocerán la verdad, y la verdad los hará libres».

Como joven musulmán, me habían enseñado que la Biblia estaba corrompida, que la versión que leemos hoy es una distorsión de su contenido original. Pero mientras escuchaba a esta mujer leer las Escrituras, sentí algo de su poder, y me sentí seguro de que un libro capaz de atrapar mi corazón tan intensamente no podía estar corrompido después de todo.

Normalmente, mi madre se ofendía si alguien no estaba de acuerdo con sus valores islámicos. Sin embargo, aquel día ocurrió algo sorprendente. En lugar de defenderse, escuchó pacíficamente e hizo preguntas. No había ni rastro de una actitud defensiva; parecía que simplemente quería saber la verdad. (Más tarde, nuestra pariente nos dijo que había estado orando por nuestra familia antes de venir a compartir el Evangelio, y estoy convencida de que esas oraciones sirvieron para ablandar el espíritu de mi madre).

Otra cosa llamó mi atención en la presentación del evangelio de nuestra pariente: su afirmación de que «Jesús puede liberarte del miedo y salvarte de la muerte eterna». Estas palabras fueron una medicina para mi alma y un alimento para mi corazón hambriento. Nunca había oído tales palabras de paz y tranquilidad de ningún líder espiritual del mundo islámico. De algún modo extraño pero poderoso, me pareció percibir la presencia y la autoridad de Dios en lo que decía.

En aquel momento, yo no entendía lo que significaba hacer una oración para recibir la salvación. No sabía cómo arrepentirme de mis pecados ni recibir a Cristo como Salvador. Pero mientras subía a mi habitación, no podía dejar de reflexionar sobre la idea de que Jesús tenía la llave de la vida eterna. De pronto, me encontré de rodillas. Al levantar la vista, dije: «Jesús, sé que Tú eres el Señor. Sálvame y libérame de mis miedos».

Al principio, me resistí a decirle a mi madre que me había hecho cristiano, porque temía su reacción. Sin embargo, resultó que ella estaba experimentando su propio despertar espiritual en ese mismo momento. Muy pronto, cuando ella confesó haber llegado a la fe, me atreví a decirle que yo había hecho lo mismo. Sorprendentemente, mi padre y mi hermano menor también se convirtieron al cristianismo.

Cuando informamos a nuestra pariente de nuestras decisiones, se alegró con nosotros e inmediatamente nos puso en contacto con una iglesia secreta que se reunía en una casa de Teherán. A veces nos daba miedo pensar que el gobierno islámico podía arrestarnos y condenarnos a largas penas de prisión, o incluso a la muerte. Pero el Espíritu Santo nos dio un valor extraordinario y un deseo creciente de compartir el evangelio con los musulmanes.

Durante los diez años siguientes, empecé a viajar a conferencias cristianas fuera del país para crecer en mi relación con el Señor. Estudiaba temas como el discipulado, el liderazgo de la iglesia y la plantación de iglesias, y luego traía esos cursos a Irán y los enseñaba a mis grupos pequeños. Me apasionaba tanto la misión de Dios que oraba de rodillas todos los días para que Dios me utilizara como ministro a tiempo completo.

Tras años de oración, tuve un sueño en el que Dios me decía que iría a otro país. No me reveló el nombre del país, ni siquiera la región, solo el año en que haría mi viaje: el año 2013. Y sucedió que ese mismo año quedé atrapado en Turquía como refugiado. Dos años antes, la policía secreta iraní había detenido a uno de los líderes de nuestra red de iglesias, lo que no me dejó otra opción que huir del país.

Recuerdo mi último día en Irán, conduciendo con lágrimas en los ojos para dar el último adiós a todos los miembros de mi familia, sabiendo que nunca podría volver. Todavía puedo sentir el dolor de esa separación. Pero Dios fue fiel en el cumplimiento de sus promesas, trabajando por medio de la Organización de las Naciones Unidas para asegurar mi paso a los Estados Unidos, donde vivo hoy. Me dio una gran iglesia y una gran familia cristiana que se preocupó por mí. Me dio mentores maravillosos y piadosos que han derramado bendiciones y sabiduría en mi vida, y me han entrenado y han orado conmigo en los momentos difíciles.

Durante casi 21 años, he participado en el ministerio de la iglesia perseguida. He plantado varias iglesias en casas y he enseñado cursos de discipulado y liderazgo en ellas. Después de mudarme a los Estados Unidos, fui capaz de discernir un llamado para equipar a la iglesia perseguida a través de las plataformas de redes sociales. Mi objetivo es utilizar el poder de la educación en línea y los medios sociales para formar a nuevos líderes. Almaceno todas mis enseñanzas y videos en mis plataformas de redes sociales. Y soy mentor de todos mis aprendices en línea, reuniéndome con ellos en persona unas cuantas veces al año en un país seguro de Asia Central.

Mientras tanto, mi mujer y yo organizamos una confraternidad cristiana semanal en Instagram para personas de habla persa en iglesias secretas que se reúnen en casas en lugares como Irán, Afganistán y Tayikistán. La gente conecta desde todo el mundo, adoramos a Dios juntos y oramos unos por otros. Tenemos la oportunidad de compartir el evangelio con musulmanes que viven en regiones que nunca podríamos visitar.

Liberado del miedo

Un año después de entregar mi corazón a Jesús, mi padre murió de cáncer. Fue una gran tristeza para nuestra familia. Pero se había convertido en un gran creyente y, en sus últimos días, alababa a Jesús en su cama, incluso en los momentos más duros de la quimioterapia. Recuerdo que me sentaba junto a su cama y le leía la Biblia. Después, oraba para que Dios lo sanara. Y mi padre levantaba las manos para mostrar que estaba orando y adorando junto a mí.

Cuando se fue con el Señor, el Espíritu Santo nos dio a mi familia y a mí una increíble sensación de paz. Me di cuenta de que Dios me había sanado y me había liberado del miedo a la muerte, tanto la de mis padres como la mía. Y me regocijé en la certeza de que, gracias a Cristo, algún día muy cercano, todos nos encontraríamos en la presencia del Dios vivo para siempre.

Nathan Rostampour es pastor de plantación de iglesias y entrenador de liderazgo. Sirve en la Iglesia Summit de Raleigh-Durham en Carolina del Norte.

Traducción y edición en español por Livia Giselle Seidel.

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News

No dejemos el ministerio migrante solo en la frontera

Sami DiPasquale habla sobre el aumento en el número de solicitantes de asilo, y cómo la iglesia en todo el país puede ayudar.

Migrantes en El Paso, Texas, asisten a un servicio de alabanza y adoración en una iglesia.

Migrantes en El Paso, Texas, asisten a un servicio de alabanza y adoración en una iglesia.

Christianity Today October 12, 2022
Mario Tama / Getty Images

Sami DiPasquale dirige Abara, un ministerio que trabaja en ambos lados de la frontera en El Paso, Texas y Juárez, México. El ministerio ha estado ahí para responder ante el aumento en el número de solicitantes de asilo, una fracción de los cuales están siendo transportados en avión y autobús a Nueva York; Washington, DC; Chicago y Martha's Vineyard en Massachusetts. Algunos inmigrantes están contentos por haber recibido un pasaje gratuito; otros alegan haber sido engañados con respecto a su destino final. Alrededor de 11 000 migrantes han llegado a la ciudad de Nueva York desde mayo, y el alcalde dijo que el sistema de refugios de la ciudad está llegando «al borde del colapso». Sin embargo, los ministerios en la frontera están acostumbrados a esta situación.

Miles de migrantes cruzan la frontera suroeste todos los días, y el aumento en el número de cruces ha llevado a un número récord de arrestos este año. Aproximadamente a la mitad de los migrantes que llegan a la frontera les es permitido permanecer en los Estados Unidos y presentar solicitudes de asilo. El número de cruces en la frontera sube y baja. La mayoría de los que buscan asilo ahora son venezolanos, quienes se cuentan entre los millones que huyen del régimen socialista. Expertos cristianos en inmigración y legisladores de ambos partidos han dicho que la frontera necesita más recursos judiciales para procesar los casos de los migrantes.

¿Cómo deberían pensar los cristianos acerca de los miles de migrantes en la frontera?

A través de los medios de comunicación y las redes sociales, se pinta como si la mayoría de las personas estuvieran en un extremo u otro con respecto al tema de la migración, cuando creo que la mayoría de las personas están tratando de luchar con lo que sienten que es éticamente correcto y compasivo.

¿Cuál es nuestra postura? Es fácil para nosotros en los EE. UU., al menos para aquellos que han estado en un entorno estable durante algunas generaciones, pensar en ello como: «¿Qué nos dice Dios que es lo que debemos hacer por las personas que están llegando?». Pero en gran parte de la Biblia, especialmente en el Antiguo Testamento… los israelitas eran el pueblo en movimiento. No se trataba solo de recibir personas. Todos tenemos nuestros propios viajes de migración: Dios con nosotros en movimiento, y luego Dios con nosotros en estabilidad.

¿Qué están viendo en México el personal de Abara y sus socios ministeriales?

Han estado muy ocupados desde que entró en vigor «Permanezcan en México» (la política de la administración Trump que requería que los solicitantes de asilo esperaran el resultado de sus casos en México), y luego fue combinado con el Título 42 (una política de la administración Trump y Biden para rechazar a los migrantes en la frontera debido a que la COVID-19 era una emergencia de salud pública).

Básicamente, hay varias capas que impiden que las personas crucen la frontera de EE. UU., pero eso no disminuyó la cantidad de personas que salen de América Central; solo impidió que viéramos esa crisis en suelo estadounidense. Se acumuló en el lado sur de la frontera, en Juárez y otras ciudades del norte de México.

Es muy peligroso para los migrantes allí. Para mí casi no hay ningún peligro al cruzar como ciudadano estadounidense. Yo no soy el objetivo. Los más vulnerables son los que tienen menos recursos, los que tal vez han hecho un arduo y terrible viaje, y luego están siendo extorsionados aún más.

Hace tres o cuatro años, los migrantes eran casi exclusivamente centroamericanos, y luego vinieron más de otras partes de México, huyendo de causas similares, en gran parte por la violencia organizada. Luego vimos más provenientes de Haití, y ahora más y más de Venezuela.

Casi todos los albergues en México son iglesias evangélicas que han abierto sus puertas. Y no fue porque tuvieran esto en su declaración misional, o porque tuvieran mucho espacio extra. Es porque vieron la necesidad y sintieron que esto es lo que Jesús querría que hicieran. Es un gran sacrificio. Las personas han venido y, a menudo, se han quedado en el santuario de una iglesia durante meses.

¿Qué piensan los migrantes que llegan a EE. UU. sobre estos autobuses [que los transportan] a otras ciudades?

En otras partes de Texas, algunas de las personas fueron puestas en autobuses a destinos a los que no tenían interés en ir. Parece que hay otras motivaciones que van más allá de ayudar a las personas a llegar a su familia patrocinadora.

Pero la ciudad de El Paso ha estado alquilando algunos autobuses y al menos la intención declarada es facilitar la distribución de personas desde el refugio temporal en la frontera a lugares más cercanos al lugar donde quieren reunirse con su familia patrocinadora.

La mayoría de las personas tienen una familia patrocinadora con la que pueden vivir, ya sea en Nueva York, Chicago, Memphis —prácticamente en todos los estados—. Tienen un destino y alguien que acordó hospedarlos mientras pasan por el proceso de solicitud de asilo. Ese no es necesariamente el caso con los venezolanos ahora. Eso se está convirtiendo en un desafío.

¿Por qué los venezolanos necesitan apoyo en particular?

La mayoría de las personas no saben que no se les permite trabajar legalmente en los EE. UU. mientras tramitan su solicitud de asilo durante al menos seis meses. Entonces, ¿cómo se supone que deben mantenerse? Ahí es donde entra la familia patrocinadora. Pero entonces, si alguien no tiene una familia patrocinadora, que muchos venezolanos no tienen, ¿qué se supone que deben hacer?

Entonces, uno podría preguntar: «Si tenemos un desempleo bajo y tenemos todos estos trabajos que deben cubrirse, ¿por qué no legalizar las visas de trabajo temporales?». Creo que es una muy buena pregunta.

Nueva York, la ciudad donde vivo, está preparada para los migrantes que llegan a la ciudad, pero tal vez no para que lleguen miles a la vez, como sucede a diario en El Paso. ¿Qué pueden hacer las iglesias de todo el país si llegan migrantes a sus comunidades?

Muchas de las personas que están llegando probablemente solo necesitan uno o dos días de ayuda. Las iglesias de todo EE. UU. pueden brindar hospitalidad por 48 horas, a veces incluso menos: una ducha, un cambio de ropa y algo de comida. Y luego un lugar para dormir durante la noche. Ese es más o menos el tiempo que le toma a alguien ponerse en contacto con su familia patrocinadora y obtener un pasaje, ya sea de autobús o un vuelo para el lugar al que debe ir. Por lo general, la carga del pago del transporte recae sobre la familia patrocinadora.

Aquí, una iglesia dentro de la Asociación Bautista de El Paso tenía espacio, pero no tenía suficientes voluntarios y recursos para abrir su espacio localmente como un centro de hospitalidad. Entonces, toda la Asociación Bautista de la ciudad de El Paso [78 iglesias] se encargó de reclutar voluntarios y tener una persona de contacto y proporcionar artículos donados, como bolsas de viaje o artículos de tocador. Así que ahora existe toda una red en torno a este centro de hospitalidad.

¿Cómo ha sido en El Paso?

El último mes fue crítico porque había demasiadas personas dentro de las instalaciones de detención de la Patrulla Fronteriza. Estaban advirtiendo: «Vamos a tener que liberar a las personas a las calles si no hay suficientes refugios». Mucha gente abrió albergues, pero aun así hubo liberaciones en la calle. Ahora eso ya no está pasando. No estoy seguro si volverá a suceder en el futuro. En la casa de huéspedes de Abara recibimos grupos de alrededor de 15 personas en tres centros diferentes.

Tú tienes contactos para recibir mensajes de texto sobre migrantes que necesitan refugio. ¿Cómo pueden las iglesias en el resto del país ser parte de esa cadena telefónica?

Cualquiera de los grupos involucrados en el reasentamiento de refugiados también está trabajando con los solicitantes de asilo que están llegando. Entonces, donde sea que haya una iglesia, si hay centros de World Relief, Catholic Charities, Lutheran Immigration and Refugee Service, o Jewish Family Services, deben acercarse a ellos.

Si hay iglesias interesadas en ayudar a aliviar, por ejemplo, la presión en El Paso y ofrecer otro sitio, entonces podrían ponerse en contacto con Abara. También es cierto que en este momento hay apertura a la creatividad más que nunca antes. Creo que ICE [el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas de EE. UU.] estaría potencialmente dispuesto a decir: «Si hay una iglesia en Indianápolis a la que le gustaría recibir a 30 personas, las llevaremos allí». No estoy prometiendo que eso podría suceder. Pero creo que están dispuestos a explorar. Es una forma tangible para que las iglesias interesadas de todo el país se involucren de maneras que no han podido hacer en el pasado.

Entonces, cualquier iglesia podría ser potencialmente receptora de solicitantes de asilo.

Tal vez suene a cliché, pero cada iglesia que ofrece albergue siente que terminó siendo más bendecida por la situación. Muchos de los que están llegando a nuestras fronteras tienen una fe muy profunda y han tenido que confiar en su fe de maneras que la persona promedio en los EE. UU. no ha tenido que hacerlo. Casi siempre, cuando conversamos con ellos, sin que nadie se los pida, dicen: «Nunca podría haber hecho esto si Dios no hubiera estado conmigo en este viaje». E incluso a través de las atrocidades, el asesinato, la agresión sexual, la brutalidad, la pérdida de niños y todo eso, hablan sobre su fe en Dios y su amor por Dios. La presencia de Dios con ellos en medio de las dificultades es muy clara.

Has mencionado las causas de fondo de la migración. ¿Qué piensa la iglesia acerca de esto a nivel mundial?

En países de toda América Latina hay grupos sobre el terreno que realizan un trabajo increíble y necesitan apoyo. Hay toda una red creciente de iglesias evangélicas en Colombia que están trabajando con [algunos de los 2.5 millones de] refugiados venezolanos allí.

Una iglesia en Nueva York puede apoyar a una iglesia en Guatemala que está trabajando en sus comunidades. Y tal vez puedan ayudar a dos, cuatro o diez familias a estabilizarse para que alcancen una situación en la que no sientan que tienen que dejar su país.

Traducción por Sergio Salazar.

Edición en español por Livia Giselle Seidel.

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Ayuda idónea: la interpretación más común de estas palabras es imprecisa

Leer correctamente estas palabras proporciona un buen lugar para iniciar la conversación sobre los roles de género en la Iglesia.

Christianity Today October 10, 2022
Ilustración por Christianity Today / Source Images: WikiMedia Commons / Getty

En un reciente estudio, LifeWay Research preguntó a los pastores protestantes estadounidenses si sus congregaciones permitían a las mujeres asumir seis funciones específicas de liderazgo [enlaces en inglés].

Las opiniones sobre la predicación estaban previsiblemente divididas, pero aproximadamente «9 de cada 10 pastores dicen que las mujeres pueden servir en el ministerio de niños (94 %), como líderes de comités (92 %), en el ministerio de adolescentes (89 %) o compartir espacios como maestras de estudios bíblicos para adultos (85 %) en sus iglesias», según Aaron Earls. Un porcentaje menor (64 %) dijo que las mujeres podían servir como diaconisas.

La cuestión de dónde puede servir una mujer en la iglesia «se ha debatido durante siglos con eruditos bíblicos de distintas denominaciones que han llegado a conclusiones diferentes sobre lo que significan las Escrituras», dijo Scott McConnell, director ejecutivo de Lifeway Research.

En particular, la primera parte de la Biblia desempeña un papel clave. Generaciones de cristianos han considerado los relatos de la creación de Génesis 1 a 3 como el paradigma de los roles de género. «Todo el debate bíblico gira en torno a Génesis 1–3», dice Raymond C. Ortlund Jr.

Las palabras «ayuda idónea» de Génesis 2:18 han sido durante mucho tiempo un punto de inflexión en estos debates. Algunos las utilizan para argumentar que el papel principal de la esposa es apoyar el liderazgo de su marido. Otros usan este argumento para justificar fuertes opiniones sobre la sumisión y el servicio femeninos. Y otros han interpretado la idea de la forma más suave posible, diciendo: «Dios hizo al hombre como un líder con gracia y a la mujer como una ayudante esencial en el matrimonio».

Pero, ¿y si nos hemos equivocado al interpretar esas palabras? El matiz de servilismo que a menudo conllevan no se encuentra en ninguna parte de las Escrituras. Y nuestra interpretación errónea nos ha metido en problemas en la forma en que vemos los roles masculino y femenino.

El punto de vista más exacto, al menos como yo lo veo, es significativo tanto para los que se encuentran en el campo complementario como en el campo igualitario. Todos tienen algo que ganar de prestar una mirada más cercana y cuidadosa al texto del Génesis y a lo que dice, a saber, que la «ayuda idónea» es, de hecho, una socia de pleno derecho en la obra que Dios le asignó a los humanos.

Es posible argumentar que el pasaje más importante para entender la condición de persona es Génesis 1:26-28. Dios crea al hombre y a la mujer como corona de la creación. Se nos designa como «imagen de Dios», un estatus que en un contexto del antiguo Cercano Oriente significa que los humanos representan físicamente la presencia de Dios en la tierra.

En Génesis 1, ese estatus se expresa a través del dominio, una tarea que se otorga al ser humano sin tener en cuenta el género. Los hombres y las mujeres deben dominar o gobernar juntos en nombre de Dios, manteniendo el orden y asegurando el florecimiento de la creación.

Resulta sorprendente, sin embargo, que Dios no le diga a los humanos que se dominen unos a otros. El trabajo en equipo es el modelo establecido.

Es esencial tener presente esta base al pasar la página de Génesis 2, donde se vuelve a contar la creación de los humanos de una forma más íntima. Al hombre colocado en el jardín de Dios se le asigna un trabajo: cultivarlo y cuidarlo (Génesis 2:15).

Pero ese hombre tiene un problema: está solo. Aunque muchos animales pueblan el jardín, ninguno de ellos es adecuado para brindarle compañía. Si el hombre hubiera necesitado a alguien que recibiera órdenes, podría haber elegido un buey o una mula. Si hubiera necesitado una sombra, podría haber elegido un perro. Pero ninguno de ellos puede ayudarle a cumplir sus responsabilidades en calidad de compañero de pleno derecho, y ninguno de ellos puede hacerle rendir cuentas con respecto a mantener los límites que Dios ha establecido.

Lo que le falta al hombre es, pues, un ʿēzer kenegdô, «una ayuda adecuada».

Entra la mujer en escena. Ella resuelve el conflicto argumental de Génesis 2 ofreciendo lo que ningún animal del jardín podía ofrecer: una compañía plena. Para algunos cristianos, esta sección ofrece evidencia para dos afirmaciones clave:

Primero: Dios designó a los hombres para dirigir y tener autoridad sobre las mujeres.

Segundo: Las mujeres están hechas para apoyar el liderazgo de los hombres al seguirlos.

Sin embargo, estas suposiciones comunes no resisten el escrutinio. El aspecto central de la historia no son las diferencias entre el hombre y la mujer —si bien son importantes— sino su similitud esencial y su condición de igualdad ante Dios.

La mujer es como el hombre de una manera que ninguna otra criatura lo es. Ella procede de su propio cuerpo —así como todo hombre futuro procederá del cuerpo de una mujer—, lo que sugiere su misteriosa conexión. Ella «es adecuada» para él (hebreo kenegdô, Génesis 2:18, 20). Y ella cumple el papel de compañera para apoyar lo que Dios le encargó al hombre hacer. Juntos poblarán la tierra y juntos la gobernarán.

Entonces, ¿por qué llamarla «ayuda» del hombre? ¿No implica eso que él es el jefe?

En las traducciones al inglés de Génesis 2:18 (NIV, NLT, ESV, NRSV, NASB), la palabra usada es «ayudante», y sugiere que el hombre toma la iniciativa y la mujer está presente en un papel de apoyo. Es la recepcionista del director general, la animadora del quarterback o la enfermera del cirujano.

A lo largo de la historia, a menudo las mujeres han desempeñado papeles como estos, y han aportado mucho al hacerlo. Sin embargo, este modelo pasa por alto algo de la palabra hebrea ʿēzer.

¿Qué tipo de ayuda ofrece ʿēzer? ¿Quiénes son los ʿēzers en la Biblia?

El resto del Antiguo Testamento utiliza la palabra ʿēzer principalmente de dos maneras. En primer lugar, se refiere a los soldados aliados que ayudan en la batalla. (Véase, por ejemplo, Josué 1:14 o 1 Crónicas 12:1-22.) En segundo lugar, se refiere a Dios como la ayuda de Israel. (Véase Génesis 49:25; 2 Crónicas 32:8; Salmo 10:14; Isaías 41:10-14).

Claramente, en esos pasajes, aquel que «ayuda» no tiene un papel servil. En todo caso, es lo contrario. Dios suministra lo que le falta a Israel. Como explica la estudiosa del Antiguo Testamento Mary Conway, «la frase kenegdo se traduce mejor como “correspondiente a él”, un término que implica habilidad e igualdad, más que subordinación o inferioridad».

De hecho, la palabra ʿēzer aparece como sustantivo común más de 90 veces en el Antiguo Testamento, pero nunca se refiere a lo que los siervos o subordinados hacen por sus amos.

Si estás en peligro de perder una batalla, lo que necesitas es un ʿēzer, es decir, otro escuadrón de tropas o una intervención divina que venga a ponerse a tu lado para reforzar a tu debilitado ejército.

¿Qué significa esto para las mujeres? El hombre no necesita una secretaria, una compañera o alguien que cumpla sus órdenes. Más bien necesita una compañera de pleno derecho en el trabajo de dominar la creación, así como para dar mantenimiento al jardín y protegerlo de los intrusos. Él necesita una mujer.

La palabra «ayudante» no hace justicia al papel que Dios diseñó para la mujer en Génesis 2. «Aliada necesaria» o «compañera esencial» podrían ser mejores formas de traducir esta palabra.

Como miembro de pleno derecho del movimiento evangélico, es un misterio para mí cómo muchos segmentos de nuestra comunidad han arraigado en general su doctrina sobre los roles de género de Génesis 3 y no en Génesis 2. Es cierto que Génesis 3 presenta la jerarquía de género: «… tu deseo será para tu marido, y él tendrá dominio sobre ti» (Génesis 3:16, NBLA).

Pero esa dinámica proviene de las terribles consecuencias de la rebelión humana. Eva fracasó en su tarea de ayudar a Adán a cumplir su encargo de cuidar y vigilar el jardín. Un intruso astuto puso en duda la idoneidad de las órdenes de Dios, y marido y mujer se tragaron la mentira: anzuelo, sedal y plomada. El resultado fue una relación con Dios gravemente fracturada, al igual que su relación de pareja y su relación con la tierra que debían cuidar.

Sin embargo, nótese que la mujer era totalmente responsable de su propio pecado, y el hombre del suyo. Si Eva fuera una mera comparsa, Dios no se dirigiría a ella como agente moral pleno, responsable de su propia obediencia al mandato de Dios. Y si la culpa fuera únicamente de ella, el hombre no cargaría también con la culpa.

Mi punto es este: es un error ver Génesis 3 como un paradigma de las relaciones humanas y, especialmente, de las relaciones entre hombre y mujer. Este texto describe las consecuencias de la rebelión humana, no la intención original de Dios.

Dios anuncia que la mujer lo pasará mal porque su marido tendrá el dominio, no porque las cosas deban ser así, sino porque el pecado los llevó a un lugar de disfunción. Decidieron confiar en su propia sabiduría y no en la de Dios, y el resultado de ese error no fue nada bueno.

Dios no deseaba espinas, cardos y dominación masculina, como tampoco los futuros padres diseñan cuidadosamente un rincón de castigo para sus hijos antes de que nazcan. Por tanto, si queremos recuperar la visión de Dios sobre la creación, tenemos que apoyarnos en Génesis 1 y 2, donde hombres y mujeres están codo con codo como aliados en el trabajo que Dios diseñó.

¿Pero no fue Adán quien le dio su nombre a Eva? ¿Y nombrar no implica una jerarquía? No tengo plena certeza de que nombrar implique jerarquía. (Por ejemplo, Agar le da un nombre a Dios en Génesis 16:13.) Pero incluso si lo hace, como lo señala el profesor de teología Glenn Kreider, Adán nombra a Eva después de la caída, no antes (Génesis 3:20).

Con todo esto en mente, revisemos las dos suposiciones comunes sobre lo que enseñan estos capítulos:

Dios designó a los hombres y a las mujeres para dirigir juntos.

Las mujeres están hechas para apoyar el liderazgo de los hombres liderando con ellos.

No escuches lo que no estoy diciendo. No estoy negando que las mujeres deban ser siervas. La Biblia es muy clara al afirmar que todos nosotros, independientemente del sexo, debemos adoptar una postura de servicio en relación con los demás. Jesús fue el servidor de todos, y nos llama a todos a imitarlo.

Según el Libro del Éxodo, el servicio es la expresión esencial de la vocación de Israel. Toda esa historia se enmarca en el cambio significativo de pasar de servir al Faraón a servir a Yaveh (Éxodo 7:16).

Si pensamos en nuestra vida actual, esa vocación no ha caducado. El problema viene cuando volvemos a leer «servicio» en la palabra «ayuda» de Génesis 2:18 y lo aplicamos de forma desigual en función del género. Eso no se encuentra en Génesis 2. Decir lo contrario es violentar el texto.

Aunque estas ideas no son la última palabra de la Biblia sobre los roles de género, proporcionan un buen lugar para iniciar la conversación. Y es un lugar muy útil para empezar.

Carmen Joy Imes es profesora asociada de Antiguo Testamento en la Escuela de Teología Talbot de la Universidad de Biola y autora de Bearing God’s Name: Why Sinai Still Matters.

Partes de este artículo han sido adaptadas de Being God’s Image: Why Creation Still Matters de Carmen Joy Imes (InterVarsity Academic, 2023). Copyright © por Carmen Joy Imes. Publicado y traducido con permiso de InterVarsity Press, P.O. Box 1400,Downers Grove, IL 60515-1426. www.ivpress.com.

Speaking Out es una columna de opinión para invitados de Christianity Today y (a diferencia de un editorial) no representa necesariamente la opinión de la publicación.

Traducción y edición en español por Livia Giselle Seidel.

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Church Life

Cuando el español deja de ser la ‘lengua del corazón’ de los hispanos de EE. UU.

Al ministrar a los hispanos nacidos en EE. UU., pastores y líderes afirman que la prioridad de la iglesia debe ser la formación espiritual sobre el aprendizaje del idioma.

Christianity Today October 7, 2022
Nicolas Castro / Lightstock

Cuando Job González tenía 21 años, sintió el llamado de Dios a dedicar su vida al ministerio de adoración. Criado en una iglesia y en una familia de habla hispana en Texas, pensó que siempre cantaría las alabanzas del Señor en español.

Desde 1980, los cristianos en el mundo hablan español más que cualquier otro idioma. Gracias al crecimiento de la iglesia en América Latina, más de 413 millones de creyentes tienen hoy el español como lengua materna, frente a 250 millones que tienen el inglés, según World Christian Database [enlaces en inglés].

Pero en EE. UU., los hispanos nacidos en Estados Unidos cada vez prefieren más el inglés sobre el español en los servicios de la iglesia. Para sorpresa de González, llegó el día en el que fue llamado a servir en una iglesia bautista hispana que tenía todos sus servicios en inglés.

En su ciudad natal, en el Valle del Río Grande de Texas, «Baptist Temple McAllen es una iglesia en la que la gran mayoría es gente hispana que, con el paso de las generaciones, dejó de usar el español», dijo González. «Cuando el Señor me llamó a servir allí, eso me asustó, porque yo jamás lo había hecho. Nunca antes había dirigido la alabanza en inglés».

En los estados del Sur con poblaciones hispanas consolidadas que abarcan cuatro o más generaciones de descendientes nacidos en los Estados Unidos, es más habitual ver que las iglesias hispanas como la de McAllen lleven a cabo sus servicios solo en inglés. Entre los inmigrantes recién llegados, las congregaciones se ciñen al español. Otras iglesias ofrecen el culto en un espectro que abarca iglesias bilingües, multilingües y multiétnicas, con traducción simultánea, o con servicios separados en inglés y español.

Los líderes de las iglesias hispanas difieren en cuanto a si la iglesia tiene un papel que desempeñar en la preservación del culto en español como distintivo de su cultura. Algunos creen que el culto en español es fundamental para su fe y sus servicios, mientras que otros creen que es un factor secundario que nunca debería causar división.

«El español es nuestra lengua materna, y está en el centro de nuestras raíces. El español es la segunda lengua [más hablada] en este país», dijo el pastor Jorge Ramos. «La verdad es que en el futuro previsible seguirá habiendo inmigración de personas que solo hablan español, y si queremos alcanzarlos, tenemos que estar aquí para ellos».

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Ramos, originario de Cuba, dirige una pequeña iglesia en Hickory, Carolina del Norte, que sirve principalmente a hispanos de primera generación, y considera que los servicios en español son parte de la misión de las iglesias hispanas.

Muchos pastores de habla hispana, junto con los miembros de su iglesia, se identifican con este llamado.

«Tenemos padres en la iglesia que se acercan a nosotros diciendo: “Tenemos hijos que tienen que seguir practicando el español, así que, por favor, hagan que tomen sus lecciones bíblicas en español”», dijo Sergio Villanueva, pastor de campus de una megaiglesia urbana de Chicago.

Villanueva se crió en Torreón, México. Tras visitar Chicago a principios de los años 90, pasó un verano sirviendo en una iglesia pentecostal hispana de la ciudad, donde le ofrecieron la oportunidad de trasladarse a Chicago y ocupar un puesto a tiempo completo en el equipo de adoración. Pero la adoración en español en los Estados Unidos no había despegado en ese momento, mientras que atravesaba un gran avivamiento en América Latina. Por este motivo, Villanueva no quiso quedarse.

«El Señor había soplado nueva vida en la música de adoración en español con todo lo que hizo con Marcos Witt y Jesús Adrián Romero en México, Danilo Montero en Costa Rica, Jaime Murrel en Panamá, Marcos Vidal en España y muchos otros. Fue enorme», dijo. «Cuando llegué a Chicago, descubrí que la adoración en español en Estados Unidos no había experimentado eso todavía».

Cuando Villanueva volvió a Chicago en 1998, empezó a soñar con llevar ese espíritu de adoración a los feligreses hispanos de allí.

«Observé a los jóvenes hispanos en las iglesias. Observé cómo no se sentían ni americanos ni hispanos; se sentían atrapados en medio, casi como en una crisis de identidad», dijo Villanueva. «También vi cómo no habían experimentado ese avivamiento de la alabanza que nosotros habíamos vivido en América Latina. Y empecé a soñar con llevarles toda esa pasión. El Señor me dio un gran amor y compasión por ellos».

La congregación de Villanueva, la Iglesia Bíblica de Wheaton, fue fundada originalmente en 1929 y empezó a ofrecer servicios en español en 1990. En 2008, abrió su sede en español con el nombre Iglesia del Pueblo.

Villanueva ha visto cómo el culto en español ha profundizado su propia fe y ha bendecido a la iglesia, pero no cree que las iglesias deban tener como objetivo preservar el idioma o las prácticas culturales.

«Después de vivir un tiempo en Estados Unidos, pude observar que la iglesia hispana se había atrincherado, por un lado pensando que el trabajo era la máxima prioridad de sus vidas y, por otro, tratando de vivir en una burbuja para preservar su lengua y su cultura», dijo. «Pero esa no es la vocación de la iglesia; no se trata de preservar ninguna lengua ni ninguna cultura, sino de encontrar formas de impactar en la cultura que nos rodea con el evangelio».

Históricamente, los migrantes en general, y los que cruzan la frontera sur procedentes de distintos países de Centroamérica y Latinoamérica en particular, han sido un importante campo de misión dentro de Estados Unidos [últimos dos enlaces en español].

Los hispanos de segunda generación, como los miembros de la congregación de Villanueva en Chicago, muchas veces luchan por encontrar su propia identidad al estar rodeados de una comunidad hispana, aunque a la vez sean estadounidenses de nacimiento y asistan a escuelas de habla inglesa. Sin embargo, con el paso de cada generación, los hispanos son menos propensos a hablar español y a considerar este idioma como una parte importante de su identidad hispana.

«Muchos padres de origen hispano prefieren que sus hijos se centren en el aprendizaje del inglés —incluso los que no lo hablan o no lo hablan tan bien— porque quieren que sus hijos sean absorbidos por la cultura estadounidense», dijo González. «Los padres se preocupan tanto por el futuro de sus hijos que están dispuestos a asumir el sacrificio de no poder comunicarse con ellos en su propia lengua».

Desde 2012, González dirige los servicios de culto en inglés y en español, y cree que la iglesia tiene que ser flexible en lo que respecta al idioma.

La iglesia donde sirve ahora, Champion Forest Baptist Church de Houston, ofrece servicios para jóvenes en inglés y en español. «Les permitimos elegir», dijo. «La verdad es que solo ellos saben qué idioma conecta mejor con ellos, y lo mejor que podemos hacer como iglesia es ofrecerles la oportunidad de que ellos mismos elijan».

De 2012 a 2018, González fue líder de adoración en español en la iglesia Lakewood de Houston, sirviendo durante un tiempo en colaboración con Coalo Zamorano. Él comenzó a servir ahí poco antes de que Marcos Witt dejara el pastorado de la parte hispana. Como muchas megaiglesias que cuentan con múltiples líderes y servicios, Lakewood tiene una clara división entre los servicios en inglés y en español.

«El idioma en el que se dirige la adoración es secundario, no es doctrinal. La iglesia tiene que ser flexible y abierta en este asunto, porque la gente solo puede alabar al Señor en la lengua de su corazón», dijo González.

Villanueva cree que, al igual que con otras causas de división, todo se reduce a volver al llamado central de la iglesia.

«Tanto el esfuerzo por ser absorbido por la cultura estadounidense como el esfuerzo por promover la herencia de la cultura hispana pueden convertirse rápidamente en idolatría», dijo. «Los cristianos debemos comprender que nuestra cultura y nuestra verdadera identidad están en Cristo, independientemente de la lengua y la cultura. Antes de ser latino, soy un hijo de Dios.

»Creo que transmitir el idioma español a las próximas generaciones es muy valioso, y es algo hermoso. Pero es una decisión que hay que tomar en casa. Es una elección y una responsabilidad de los padres, no es el llamado de la iglesia».

Villanueva advierte a los padres y a los líderes de la iglesia sobre la conveniencia de poner a los niños en clases y servicios bíblicos en español con el único propósito de preservar el idioma.

«La iglesia hispana tiene que ser consciente de que su crecimiento procede principalmente de los hispanos de segunda generación, y para la mayoría de ellos el español no es la lengua de su preferencia», dijo. «Si están en una iglesia en la que su corazón no es alimentado espiritualmente en su propia lengua, nunca van a crecer».

Aunque está claro que las iglesias no deben hacer de la conservación de una lengua su principal objetivo, mientras los hispanos sigan emigrando a Estados Unidos, la necesidad de servicios en español dentro de los Estados Unidos no desaparecerá.

«Las Escrituras están llenas de migrantes. Moisés, José, Daniel, Nehemías. Incluso Jesús creció en Egipto y luego regresó a Israel», dijo Villanueva. «Los hispanos de Estados Unidos necesitan oír que su doble identidad e incluso la lucha con dos idiomas no es un problema, sino algo que Dios va a utilizar para su gloria».

Theology

Bienaventurados los que lamentan el suicidio

Cuidar de las personas que pasan por un dolor profundo requiere una sólida teología del sufrimiento.

Christianity Today October 5, 2022
Ilustración por Mallory Rentsch / Source Images: WikiMedia Commons / Pexels

Según la Organización Mundial de la Salud, cada año se suicidan 703 000 personas.

En 2020, «el suicidio fue la duodécima causa de muerte en general en Estados Unidos… [Además, el suicidio] fue la segunda causa de muerte entre las personas de 10 a 14 años y de 25 a 34 años, … y la cuarta causa de muerte entre las personas de 35 a 44 años».

Aunque las iglesias son cada vez más sensibles a las cuestiones relacionadas con el suicidio, el tema se ha limitado a veces a la preocupación por la salvación y la condenación. Si una persona se quita la vida, ¿irá al cielo?

Por supuesto, no estamos equipados para responder plenamente a esa pregunta. Jesús es el único que tiene el poder del juicio divino. Y lo que es más importante, al limitarnos a debatir el destino eterno de alguien, perdemos una oportunidad aún mayor. El suicidio es el grito desgarrador que dice: «Padre mío, ¿por qué me has abandonado?». Como creyentes, tenemos la oportunidad de encontrarnos con los que se sienten abandonados y ser Cristo para ellos.

Dicho de otro modo: nuestra teología de la salvación es importante. Pero, al menos en principio, nuestra teología del sufrimiento es aún más importante si la abordamos desde la perspectiva de brindar la atención necesaria a los miembros de nuestras congregaciones que están considerando poner fin a sus propias vidas.

Como aspirante a socióloga, pasé cuatro meses de licenciatura estudiando esta cuestión para un proyecto de investigación en la Universidad de Oxford. Una de las preguntas clave que quería plantear era: «¿Cómo debería la teodicea —entendida como la comprensión del sufrimiento desde una perspectiva cristiana— informar la forma en que abordamos el suicidio?».

«Al analizar la preponderancia de los casos de suicidio más allá de la muerte asistida por un médico, uno se enfrenta al formidable papel de la enfermedad mental, un factor al que, a menudo, los teólogos cristianos han restado importancia», escribe Elizabeth Antus, una académica pionera en el análisis de la intersección del suicidio y la teología [enlaces en inglés].

En su estudio, recurre en parte al teólogo alemán Johann Baptist Metz, quien ofrece una perspectiva prometedora para un diálogo teológico que también pone a la persona en el centro del análisis. Su teodicea consiste en aprender a vivir en solidaridad con los que sufren.

«En mi opinión», escribe Metz en A Passion for God: The Mystical-Political Dimensions of Christianity [Una pasión por Dios: Las dimensiones místico-políticas del cristianismo], «hay una autoridad reconocida por todas las grandes culturas y religiones: la autoridad de los que sufren. Respetar el sufrimiento de los extraños es una condición previa para toda cultura; articular el sufrimiento de los demás es el presupuesto de todas las pretensiones de verdad. Incluso las presentadas por la teología».

Metz quiere que la gente de la iglesia adopte una postura abierta que les permita lamentarse y estar en comunidad con quienes se enfrentan al suicidio. Considera que esta teodicea sensible a las víctimas es una práctica liberadora que permite a los cristianos plantearle a Dios sus preguntas crudas y llenas de ira.

«Ni siquiera la teología cristiana, basándose en su doctrina de la creación, puede eliminar el grito apocalíptico: “¿Qué está esperando Dios?”», escribe Metz. «Ni siquiera la teología cristiana puede permitir que la pregunta de Job a Dios, “¿Hasta cuándo?”, sea acallada con una respuesta tranquilizadora. Incluso la esperanza cristiana sigue rindiendo cuentas a una conciencia apocalíptica».

Antus, que enseña en el departamento de teología del Boston College, sostiene que Metz ofrece una «teología más acogedora para las víctimas del suicidio».

En Cristo, todos somos libres de clamar a Dios y preguntar por qué, tanto si nuestros propios pensamientos nos atormentan, como si conocemos a otra persona que ha estado sufriendo. Al fin y al cabo, en el centro mismo de la historia del Evangelio hay un Dios que experimenta el sufrimiento.

«Para el cristiano, aquel que cree en el Mesías crucificado y resucitado, el sufrimiento siempre tiene sentido», escribe Kathryn Greene-McCreight, autora de Darkness Is My Only Companion: A Christian Response to Mental Illness [La oscuridad es mi única compañía: una respuesta cristiana a la enfermedad mental]. «Tiene sentido a causa de Aquel en cuyo sufrimiento participamos: Jesús».

Así pues, al pensar en el suicidio en el contexto de la vida cristiana, podemos consolarnos sabiendo que Dios se compadece de la angustia humana.

Nos llama a hacer lo mismo con los que nos rodean. Como embajadores suyos, lo peor que podemos hacer es rehuir las conversaciones difíciles y perpetuar los relatos anclados en la vergüenza y la culpa. Lo mejor que podemos hacer es aprender sobre el suicidio, proporcionar recursos a los que luchan y lamentarnos con ellos en su dolor.

Una teodicea centrada en la persona nos libera para escuchar los gritos de angustia más profundos, especialmente en el contexto del suicidio. Cuanto más humanicemos esta cuestión dentro de la Iglesia, más podremos parecernos a quien vino a sufrir entre nosotros: Cristo mismo.

Mia Staub es la directora de contenidos de Christianity Today. Este artículo ha sido adaptado de un ensayo publicado originalmente en inglés en el sitio web Scholarship and Christianity in Oxford. Publicado con permiso.

Traducción y edición en español por Livia Giselle Seidel.

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Books
Excerpt

‘Envíame a mí’: una lección de humildad

Isaías 6 me llenó de un celo capaz de cambiar el mundo. Pero necesitaba considerar todo el pasaje.

Christianity Today September 30, 2022
Ilustración por Abigail Erickson / Source Images: Unsplash

Yo soy parte de la generación que escuchó: «¡No desperdicies tu vida!», una generación de jóvenes en la iglesia que creían que su principal llamado era no conformarse con una vida cristiana mediocre.

Curious Faith

Curious Faith

Baker Pub Group/Baker Books

192 pages

$5.49

Nunca olvidaré una conferencia para adultos jóvenes a la que asistí cuando tenía poco más de 20 años. En ella escuchamos un mensaje basado en Isaías 6 predicado con tal fervor que, incluso los que ya éramos salvos, volvimos a ser salvos. La pasión fue la prueba de nuestra salvación; el celo fue la evidencia de nuestra fe. «¡Envíame a mí!» era nuestro mantra, mientras que «transformadores del mundo» era nuestra identidad. Todos queríamos ser usados ​​por Dios, pero ninguno de nosotros quería doblar las sillas después del servicio.

Para cuando me estaba acercando a los 30, estaba tan agotada de tanto esforzarme por ser usada por Dios que me sentí, literalmente, usada por Dios. Usada y tan vaciada por Él que no me quedaba nada para dar a nadie, ni siquiera a mí misma. Golpeé mis puños contra el volante, gritándole improperios a Dios, mientras iba de camino a mi trabajo en una iglesia. Sollocé en el piso de mi habitación por la noche y aun así me presenté para servir en nuestro ministerio universitario. Le escribí a Dios pregunta tras pregunta en mis cuadernos y luego fingí haber encontrado las respuestas en estudios bíblicos. Yo era la definición de las tumbas blanqueadas de las que habló Jesús en Mateo 23:27, fingiendo estar limpias por fuera, pero pudriéndose por dentro.

Nos encanta la parte de Isaías 6 que dice: «Aquí estoy. ¡Envíame a mí!» (v. 8). Incluso amamos la visión de la sala del trono, los querubines y serafines volando de un lado a otro, cantando eternamente las alabanzas del Santo. Por supuesto que queremos servir al Señor Dios Todopoderoso. Por supuesto que queremos ser enviados por Él. Por supuesto que no nos atreveríamos a decir nada más al tener tal santidad a la vista.

Excepto que Isaías sí lo hace. Y si nos perdemos lo que dice Isaías justo antes de responder la pregunta del Señor, nos perderemos todo. Isaías se pone de pie ante la gloria divina y tiene un colapso: «¡Ay de mí, que estoy perdido! Soy un hombre de labios impuros y vivo en medio de un pueblo de labios blasfemos, ¡y no obstante mis ojos han visto al Rey, al Señor Todopoderoso!» (v. 5).

Cuando llegamos al final de nosotros mismos, comenzamos a ver que una fe construida sobre nuestras habilidades, dones, carisma o buenas obras es tan inestable como un castillo de naipes. Si no lo vemos, simplemente no podremos llegar al momento en el que decimos: «¡Envíame a mí!». Al menos, no de forma verdadera ni sostenible.

En algún momento en el camino chocamos con una pared en nuestra fe, un momento en el que nuestras preguntas y dudas se apilan de tal forma que parecen insuperables porque nuestro trabajo deja de parecer tan grandioso o gratificante.

Ahí es cuando vemos que la gloria que estábamos tratando de capturar era principalmente para nosotros. Y descubrimos que servir al Señor es más parecido a llevar una cruz que a estar de pie en un escenario.

Lore Ferguson Wilbert, A Curious Faith, Brazos, una división de Baker Publishing Group, © 2022. Usado con permiso del editor. http://www.bakerpublishinggroup.com/

Traducción por Sergio Salazar.

Edición en español por Livia Giselle Seidel.

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News

Falleció el hermano Andrés, quien llevó Biblias de contrabando a los países comunistas

El fundador de Puertas Abiertas dijo que no era un «evangélico de doble riesgo», sino un cristiano fiel que siguió la guía del Espíritu Santo.

El hermano Andrés (Anne van der Bijl), conocido como «el contrabandista de Dios».

El hermano Andrés (Anne van der Bijl), conocido como «el contrabandista de Dios».

Christianity Today September 27, 2022
Cortesía de Puertas Abiertas / ediciones por Mallory Rentsch

Anne van der Bijl, evangélico holandés conocido por los cristianos de todo el mundo como «el hermano Andrés» y quien introdujo Biblias de contrabando en los países comunistas más herméticos, falleció a la edad de 94 años [enlaces en inglés].

Van der Bijl se hizo famoso como «el contrabandista de Dios» cuando en 1967 fue publicado el relato en primera persona de sus aventuras misioneras, en las que relata cómo consiguió pasar los puestos de control de las guardias fronterizas con Biblias escondidas en su redondeado Volkswagen azul. El libro titulado God’s Smuggler (publicado en español como El contrabandista de Dios) fue escrito con la colaboración de los periodistas evangélicos John y Elizabeth Sherrill, y publicado bajo su nombre clave «Hermano Andrés». El libro vendió más de 10 millones de ejemplares y fue traducido a 35 idiomas.

El libro inspiró a muchos otros misioneros contrabandistas, atrajo fondos para Puertas Abiertas, el ministerio de Van der Bilj, y llamó la atención de los evangélicos sobre las penurias de los creyentes en países donde la fe y la práctica del cristianismo eran penalizadas. Sin embargo, Van der Bijl protestaba que la gente no entendía realmente su verdadero objetivo cuando se le presentaba como un héroe extraordinario. «No soy un evangélico de doble riesgo», solía decir. «Solo soy un hombre común y corriente. Lo que hice lo puede hacer cualquiera».

Nadie sabe cuántas Biblias llevó Van der Bijl a Polonia, Checoslovaquia, Yugoslavia, Alemania del Este, Bulgaria y otros países del bloque soviético en la década anterior al éxito de El contrabandista de Dios, mismo que le obligó a convertirse en líder y recaudador de fondos para Puertas Abiertas. Hay quienes estiman el número de Biblias en el rango de los millones. Un chiste holandés muy popular a finales de los años 60 decía: «¿Qué encontrarán los rusos si llegan primero a la Luna? Al hermano Andrés con un montón de Biblias».

El hermano Andrés.Open Doors International
El hermano Andrés.

Van der Bijl, por su parte, no llevó la cuenta y no creía que el número exacto fuera importante.

«No me importan las estadísticas», dijo en una entrevista de 2005. «No hacemos cuentas… Pero Dios es el contador perfecto. Él sí sabe».

Van der Bijl nació en los Países Bajos en 1928, hijo de un herrero pobre y una madre inválida. Tenía doce años cuando el ejército alemán invadió el país neutral en la Segunda Guerra Mundial, y pasó la ocupación, según contó a John y Elizabeth Sherrill, escondiéndose en zanjas para evitar ser obligado a servir en la guerra por los soldados nazis. Cuando la hambruna asoló el país en 1944, Van der Bijl, al igual que muchos holandeses, comió bulbos de tulipán para sobrevivir.

Después de la guerra, Van der Bijl se alistó en el ejército holandés y fue enviado a Indonesia como parte de las fuerzas coloniales que intentaban sofocar la lucha indonesia por la independencia. Estaba entusiasmado con la aventura hasta que empezaron los disparos y tuvo que matar a otros seres humanos. Según su propio relato, Van der Bijl participó en la masacre de un pueblo indonesio, matando indiscriminadamente a todos los que vivían allí.

Tras esa experiencia, le persiguió la visión de una joven madre y su niño lactante muertos por la misma bala. Empezó a llevar un extraño sombrero de paja en la selva, con la esperanza de que lo mataran. Van der Bijl adoptó el lema: «Hazte el listo y pierde la cabeza».

No consiguió que le dispararan en la cabeza, pero sí en el tobillo y, durante su convalecencia, empezó a leer una Biblia que su madre le había regalado. Cuando regresó a los Países Bajos, empezó a ir a la iglesia asiduamente y, a principios de 1950, entregó su vida a Dios.

«No había mucha fe en mi oración», dijo Van der Bijl. «Solo dije: “Señor, si me muestras el camino, te seguiré. Amén”».

Van der Bijl entregó su vida al ministerio y se fue a Escocia a estudiar en la escuela misionera de la Cruzada Mundial de Evangelización en 1953. En una entrevista con Christianity Today en 2013, recordó una lección esencial que aprendió de un oficial del Ejército de Salvación que enseñaba sobre la evangelización en las calles. El hombre mayor dijo que la mayoría de los aspirantes a convertirse en evangelistas se dan por vencidos demasiado pronto, ya que el Espíritu Santo solo ha preparado el corazón de una persona entre mil.

«Al instante mi corazón se rebeló. Pensé: “Qué desperdicio”», recordó Van der Bijl. «¿Por qué gastar mi energía en 999 personas que no iban a responder? Dios lo sabe y el diablo lo sabe y se ríe porque después de las primeras 1000 personas, me rindo desesperado».

Entonces decidió que le pediría a Dios que lo guiara hasta la única persona que estaba preparada para el evangelio. En lugar de gastar su tiempo calculando y trazando estrategias, seguiría la guía del Espíritu.

Poco después, sintió que Dios le hablaba a través de Apocalipsis 3:2: «¡Despierta! Reaviva lo que aún es rescatable». Van der Bijl comprendió que debía ir a apoyar a la iglesia en los países controlados por el comunismo. En 1955, realizó un viaje controlado por el gobierno a Polonia, pero consiguió escabullirse de su grupo para visitar algunos grupos de creyentes que se reunían de forma clandestina. En un segundo viaje a Checoslovaquia, notó que las iglesias de los países comunistas necesitaban Biblias.

«Le prometí a Dios que siempre que pudiera tomar una Biblia en mis manos, se la llevaría a estos hijos suyos detrás del muro que los hombres construyeron», recordó más tarde Van der Bijl, «a cada… país en el que Dios abriera la puerta durante el tiempo suficiente para que yo pudiera colarme».

El hermano Andrés en Yugoslavia.Open Doors International
El hermano Andrés en Yugoslavia.

En 1957, hizo su primer viaje de contrabando a través de la frontera de un país comunista, entrando en Yugoslavia con folletos, Biblias y porciones de la Biblia escondidas en su Volkswagen azul. Mientras observaba cómo los guardias registraban los coches delante de él, oró lo que más tarde llamaría «la oración del contrabandista de Dios»:

«Señor, en mi equipaje tengo Escrituras que quiero llevar a tus hijos al otro lado de esta frontera. Cuando estabas en la Tierra, hiciste que ojos ciegos vieran. Ahora, te ruego, haz que los ojos que ven sean ciegos. No dejes que los guardias vean las cosas que no quieres que vean».

Después de su éxito inicial en Yugoslavia, Van der Bijl siguió con más viajes y, finalmente, incluso contrabandeó Biblias al interior de la Unión Soviética. Reclutó a otros cristianos para que le ayudaran, y juntos desarrollaron estrategias para evitar la atención de los guardias fronterizos y la policía secreta. A veces los contrabandistas viajaban en parejas, disfrazados de recién casados que iban de luna de miel. A veces utilizaban cruces fronterizos alejados. Experimentaban con diferentes formas de ocultar las Escrituras en sus pequeños y discretos coches. Siempre seguían la guía del Espíritu Santo, y nunca nadie fue arrestado.

El contrabando de Biblias fue criticado por varias organizaciones cristianas, como la Alianza Mundial Bautista, la Junta de Misiones Extranjeras de los Bautistas del Sur y la Sociedad Bíblica Americana. Lo consideraron peligroso —especialmente para los cristianos que vivían en los países comunistas— e ineficaz. Las historias sensacionalistas eran buenas para recaudar dinero, alegaron los críticos, pero nada más que eso.

Los historiadores de la Guerra Fría han debatido el impacto del contrabando de Biblias en los regímenes comunistas. Francis D. Raška escribió que «probablemente fue importante», pero «la evidencia de las hazañas son poco sólidas y propensas a la exageración y al engrandecimiento personal». Según Raška, hay al menos algunas pruebas de que el KGB vigilaba de cerca la actividad de Van der Bijl y podría haber tenido informantes dentro de su red.

El hermano Andrés.Open Doors International
El hermano Andrés.

Tras el éxito de El contrabandista de Dios, Van der Bijl dejó el contrabando en manos de otros cristianos menos famosos. Redirigió su atención a la recaudación de fondos para Puertas Abiertas y a las oportunidades de ministerio en países musulmanes. Cuando Estados Unidos invadió Afganistán en 2001 e Irak en 2003, se convirtió en un crítico abierto del apoyo de los evangélicos estadounidenses a la guerra contra el terrorismo. Afirmó que los cristianos solo podían poner su confianza en las intervenciones militares si habían renunciado a la fe en las misiones.

A principios de la década de 2000, Van der Bijl preguntaba a los cristianos si habían orado por Osama bin Laden, líder de Al Qaeda. Cuando las fuerzas estadounidenses mataron a Bin Laden en 2011, expresó su tristeza.

«Creo que no hay nadie que sea inalcanzable. La gente nunca es el enemigo, solo el diablo», dijo Van der Bijl. «Bin Laden estaba en mi lista de oración. Quería reunirme con él. Quería decirle quién es el verdadero jefe del mundo».

Al momento de su muerte, el ministerio que Van der Bijl fundó ayudaba a los cristianos en más de 60 países. Puertas Abiertas distribuye cada año 300 000 Biblias y 1.5 millones de libros cristianos, material de capacitación y manuales de discipulado. El grupo también proporciona ayuda, desarrollo comunitario y terapias de consejería para el trauma, a la vez que aboga por los cristianos perseguidos en todo el mundo.

Cuando se le preguntó si había algo de lo que se arrepentía con respecto a la obra de su vida, Van der Bijl dijo: «Si pudiera volver a vivir mi vida, sería mucho más radical».

Traducción y edición en español por Sofía Castillo y Livia Giselle Seidel.

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Theology

Los exiliados ucranianos me mostraron la paz de Cristo

Descubrí en ellos una milagrosa perseverancia en medio de la tribulación.

Sophia Lee durante el reportaje en Polonia.

Sophia Lee durante el reportaje en Polonia.

Christianity Today September 27, 2022
Fotografías de Joel Carillet

Seis meses antes de que yo volara a Polonia con el objetivo de escribir un reportaje sobre los refugiados ucranianos, una camioneta atropelló a mi suegra, quien murió instantáneamente. Seis semanas antes de volar a Polonia, descubrí que tenía 23 semanas de embarazo.

Tenía un montón de cosas en la cabeza cuando me embarqué en el avión hacia Varsovia. Acababa de empezar un trabajo nuevo. El duelo de mi marido seguía en carne viva y a veces lo escuchaba llorar entre sueños con vívidos recuerdos de su madre. Ni mi esposo ni yo nos sentíamos preparados para convertirnos en padres en menos de tres meses. Y ahí estaba un pequeño bebé dando vueltas en mi panza, con giros y patadas tan turbulentos como mis pensamientos y emociones. Intenté orar en ese momento, pero todo lo que podía expresar era: «Oh, Señor, cuánto te necesito».

En tiempos de guerra y dificultades, buscamos historias de valor extraordinario y resiliencia. Como periodista cristiana, nunca estoy segura de qué esperar en mis investigaciones, pero sabía lo que anhelaba encontrar: testimonios poderosos, imágenes inspiradoras del evangelio en acción y declaraciones de fe dignas de ser citadas.

Me encontré con todas estas cosas cuando visité iglesias, centros de refugiados, estaciones de tren y pasos fronterizos. No fue difícil encontrar historias reconfortantes de los fieles: un pastor ucraniano de Zabki, una ciudad a las afueras de Varsovia, invitó a más de diez refugiados a quedarse con él y su familia en su casa diminuta. El día que visité el refugio de su iglesia, los niños refugiados ucranianos se reunieron en las escaleras para cantar un tierno himno ucraniano acerca de la protección, el perdón y la misericordia de Dios.

También vi pasos gigantes de fe. Prácticamente todas las iglesias de Polonia están ayudando a los refugiados ucranianos, pero la mayoría de ellas solo pueden ofrecer estancias a corto plazo. La iglesia de la ciudad de Cracovia se dio cuenta de que necesitaban una estrategia a largo plazo. Al principio, la iglesia comenzó a orar para albergar a 700 refugiados durante seis meses. Pero el pastor principal, Zbigniew Marzec, se preguntó: «¿Por qué solo 700? ¿Por qué no orar por 1000? ¿Por qué no expandir nuestra fe e ir a más, sin limitar a Dios?». Albergar a mil refugiados durante seis meses costaría cinco millones de dólares. Sin embargo, la iglesia decidió orar por los mil. Marzec se reía cuando me contaba su visión: «¡Y pensar que hace tres semanas luchábamos por comprar un equipo de sonido que costaba trescientos dólares!».

Sentí calidez en el corazón al escuchar declaraciones de fe seguras y precisas, al ver el sacrificio de cristianos orientados hacia su propósito mientras trabajaban en el frente de la guerra. Anhelaba esa expresión de fe para mí misma, especialmente cuando había tantas cosas inciertas y pesadas en mi propia vida.

Pero esa no fue la única expresión de fe de la que fui testigo en Polonia. No todos los cristianos con los que me encontré tenían un testimonio bien definido, particularmente los refugiados cuyas vidas habían quedado destrozadas por la guerra, por las pérdidas, y por un futuro amenazante de incertidumbre e inestabilidad.

Uno de los refugiados que conocí, Daniell, no pudo contener las lágrimas cuando recordó su horrible año antes de la guerra. Su primera hija había nacido con daño cerebral permanente a causa de negligencia en el parto. A veces ella sufría hasta trescientas convulsiones al día, y Daniell y su esposa habían pasado incontables noches sin dormir en un esfuerzo por mantener viva a su bebé. Debido a la enfermedad de su hija, evacuar Ucrania era prácticamente imposible, aun cuando el fuego de artillería y los bombardeos sacudían su casa. Gracias a la ayuda de otros cristianos, al menos fueron capaces de huir a Varsovia.

Daniell no me citó versículos de la Biblia acerca de que Dios haría que todas las cosas fueran para bien ni testificó sobre encontrar propósito en su sufrimiento aún presente. Él recordaba el año anterior con ojos demacrados: «Vivíamos como si ya estuviéramos muertos».

Sin embargo, también Daniell tiene una expresión de fe: una fe real y viva. Él continúa orando. No hace oraciones que sean «saltos de fe» declarando sanidad sobre su hija; sus labios se consumieron hace tiempo con oraciones que rogaban milagros. Y, aun así, él ora. Hay un nombre al que clama, aunque sus oraciones no sean apasionadas ni estén sazonadas con declaraciones de una profunda convicción y pasajes bíblicos. Ora porque, explica con sencillez: «No me puedo imaginar otro modo de vida». Su fe no está anclada en la misión, en un propósito o en lo milagroso. Es más bien como respirar, incluso cuando esa respiración a veces se convierte en sollozos.

Mientras yo entrevistaba refugiados, allá en Los Ángeles, mi marido se despertó una mañana solo y llorando. Era el cumpleaños de su madre. Ella amaba los cumpleaños. Siempre hacía todo lo posible para asegurarse de que todos se sintieran especiales en sus cumpleaños, y también le gustaba que pasara lo mismo con el de ella. Si hubiera estado viva, mi marido habría recibido un correo electrónico de su parte recordándole su cumpleaños. Esa mañana no llegó ningún correo.

Una de las luchas más difíciles para mi marido era la falta de sentido y lo repentino de la muerte. «Tu madre está en un lugar mejor con Jesús», murmuraba la gente. Palabras que no traían consuelo, sino ira y confusión. Pero ¿por qué? ¿Por qué ocurrió? ¿Por qué de este modo, sin una despedida ni un gran significado?

Esa era la expresión de fe de mi marido: él peleaba no solo con el duelo, sino con Dios mismo. No podía realizar su devocional diario acostumbrado. Todo lo que podía hacer era poner música de alabanza y escuchar palabras de alabanza y alegría para las que no tenía fuerza ni corazón para cantar él mismo.

En los meses que siguieron a la muerte de su madre, vi evolucionar la fe de mi marido. Su fe ya no es tan entusiasta ni tan segura como antes. Ahora es más simple, tranquila y humilde, pero, de muchas maneras, mucho más auténtica. Vi una expresión de fe similar en las historias de algunos refugiados. Una refugiada me contó que solía orar fervientemente en voz alta para que Dios detuviera la guerra. Había creído que la guerra se detendría en una semana o dos, pero cuando las semanas se convirtieron en meses y aumentó el número de cadáveres, su oración cambió. Ahora carga con las heridas de todo el dolor, y su tono y expectativas no son los mismos. Y, no obstante, sigue orando. Al igual que Daniell, al igual que mi marido, ella ora, aunque sea de manera corta y sencilla, porque Él está escuchando.

Durante mi último día en Polonia, visité el almacén de una iglesia en Varsovia que enviaba provisiones a las zonas de guerra de Ucrania. Fue un día tenso. Los rusos acababan de bombardear un importante puente hacia Cherníhiv, bloqueando el único paso a través del río. Mientras tanto, ellos tenían ocho camiones, cada uno de ellos lleno con cerca de 40 000 dólares de provisiones de emergencia, varados en una orilla del río. El equipo del almacén decidió construir balsas con 50 barriles que serían suficientemente robustas como para transportar a 160 refugiados y varias toneladas de comida hasta el otro lado del río.

Los voluntarios seguían discutiendo sobre esto cuando un misionero ucraniano de pelo blanco señaló a mi panza de siete meses de embarazo con una sonrisa: «¿Niño o niña?». Sonrió y después preguntó: «¿Podemos orar por ti y por el bebé? Nos encantaría orar. Es muy importante orar por una nueva vida».

Me tomó desprevenida. No esperaba que un ocupado grupo de ucranianos, asediados por el estrés y la logística de la guerra, detuvieran su día para orar por una extraña estadounidense. El misionero reunió a todo el mundo inmediatamente a su alrededor e hicieron un círculo, colocando sus manos sobre mis hombros, y comenzaron a orar al unísono en ucraniano, con voces en alto, manos alzadas y puños al aire. No tenía ni idea de lo que estaban diciendo, pero entendí sus corazones, y me empapé de todo ello: hermosas palabras de fe en una lengua extranjera, palabras de bendición, de amor y alegría por una nueva vida que hacían colisión con la presencia de la muerte y el duelo.

Me costó toda mi fuerza de voluntad no estallar en lágrimas. No había tenido mucho espacio mental y emocional para permanecer en silencio y orar. No me había dado cuenta de cuánto necesitaba esto: una expresión de fe declarada por otra persona sobre mí, para mí, a mí.

En el vuelo de regreso a Los Ángeles, sentí como si se hubiera roto un dique. Me había marchado con el corazón atribulado, pero ahora iba de regreso con el corazón lleno. Lo que había presenciado eran diversas expresiones de fe en el cuerpo de Cristo; cada una de ellas era rica, poderosa y viva a su propio modo, pero al entretejerse, retrataban la imagen de Cristo en toda su gloria y belleza. Y ahora, contemplando la gloria del Señor, ¿qué otra respuesta podía tener salvo ponerme a llorar?

Así que lo hice. En mi asiento de avión, oré: «Oh, Señor, tú eres bueno». Un lloro, y una alabanza. Y, en mi vientre, el bebé bailó. Se movió, se meneó, dio saltos y volteretas: su propia expresión de fe, supongo.

Sophia Lee es redactora global en Christianity Today.

Traducción por Noa Alarcón.

Edición en español por Livia Giselle Seidel.

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