No hay más héroe que Cristo

Cuando dividimos la iglesia en buenos y malos, le robamos la gloria a Dios.

Christianity Today October 27, 2021
Source Images: PxHere / Creative Commons

Recientemente publicamos un artículo en línea [enlace en inglés] de un misionero llamado Nolan Sharp. Sus décadas de ministerio en Croacia lo habían sensibilizado, decía, para ver las maneras en que grupos divididos de personas contaban sus historias. Él argumenta que en un mundo desgarrado, donde los campamentos beligerantes hilan historias que idolatran su propio lado y demonizan al otro, los libros bíblicos de Primera y Segunda de Samuel sirven de modelo para tener otro enfoque.

La tribu de Benjamín apoyaba a Saúl, y la de Judá a David. Ambas partes tenían muchas razones para despreciar al otro. El liderazgo de Samuel terminó con nepotismo y fracaso, el de Saúl con derramamiento de sangre y locura, y el de David estaba manchado por el peor de los pecados. Sin embargo, los libros de Samuel son implacables en su narración. La narrativa no está poblada de ángeles a un bando y demonios en el otro, sino de humanos de carne y hueso que son importantes tanto por sus fracasos como por sus triunfos.

Sharp lo llama «una narrativa reconciliadora», una historia que afirmaba la experiencia de ellos con toda su complejidad y volvía a reunir a un pueblo fragmentado con una comprensión común de su historia. Las tribus de Benjamín y de Judá de hecho terminaron por reconciliarse y sobrevivieron en el reino del sur cuando las tribus del norte se desperdigaron y se perdieron. Y por eso, siglos después, una pareja de la tribu de Benjamín llamó a su hijo Saulo (Saúl), quien se convirtió en Pablo y proclamó el evangelio de Jesucristo, el León de la tribu de Judá.

Es un poderoso resumen de lo que nos esforzamos por conseguir en Christianity Today: ser narradores que reconcilian, que registran y reflejan las narrativas de la iglesia con honestidad y humildad. Un ejemplo es nuestro podcast The Rise and Fall of Mars Hill [El ascenso y la caída de Mars Hill]. Su popularidad ha subido como la espuma, en gran medida, creo, debido a su narrativa matizada. A través de los lentes de la antigua iglesia de Mars Hill de Seattle, Mike Cosper examina algunas de las fuerzas que han dado forma al tejido de nuestras iglesias en las últimas décadas. Es una historia «de poder, fama y trauma espiritual», dice Mike, «y, aun así, también es una historia acerca del misterio de Dios trabajando en lugares rotos».

Y esa es la cuestión. Ya sea que nos dividamos debido a diferencias políticas, preferencias culturales o a las luchas de poder de una iglesia, poner a los héroes en un lado y a los villanos en otro casi siempre es una distorsión de la verdad, una injusticia hacia otros seres humanos, y un robo de la gloria que le pertenece a Dios.

No hay héroes en la iglesia, salvo Cristo. Cuando somos honestos acerca de nuestro quebrantamiento, este ilumina el poder de Dios. Nos maravillamos no solo por nuestro pecado, sino también por el misterio y la majestad de un Dios que, no obstante, persiste en obrar a través de nosotros para traer lo que es bueno, bello y verdadero al mundo.

Timothy Dalrymple es presidente, CEO y editor jefe de Christianity Today. Sígalo en Twitter @TimDalrymple_.

Traducción por Noa Alarcón.

Edición en español por Livia Giselle Seidel.

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Realmente estamos en el mismo equipo

Aunque nos resulte difícil de creer, los cristianos tenemos todo lo necesario para «ser uno».

Christianity Today October 25, 2021
Illustration by Rick Szuecs / Source Images: Vince Fleming / Jeffrey F Lin / Nathan Mullet / Unsplash

Cuando era adolescente, jugaba softball en una liga comunitaria. Algunos de nosotros íbamos a la misma escuela, pero no nos conocíamos la primera vez que salimos juntos bajo las luces. Éramos unos desconocidos con uniformes de poliéster grises y gorras de béisbol de color anaranjado. A la distancia, no se podía distinguir a una chica de la otra.

Al comienzo de nuestro primer partido, había una sensación palpable de posibilidad. Mis compañeras de equipo tenían talento y el entrenador era duro. A medida que pasaba su tiempo observándonos durante la temporada, nos posicionaba y nos colocaba en diferentes papeles, jugando con nuestras fortalezas individuales. A medida que cada jugadora se iba haciendo cargo de su talento, aumentaba la sinergia y el éxito. Incluso ganamos algunos partidos.

Hoy en día, en lugar de sentirnos como un solo equipo con jugadores que tienen diferentes talentos, nos encontramos en un momento cultural en el que a menudo parece que estamos en equipos diferentes. Esto es cierto en la sociedad en general y, tristemente, parece igual de cierto dentro de la Iglesia.

Hay razones justificadas para la división. Tenemos apegos defendibles ligados a nuestras creencias. Hemos desarrollado formas sofisticadas y duramente ganadas de gestionar nuestros miedos y preferencias, y queremos protegerlas.

Pero hubo un tiempo en el que la Iglesia era como un equipo de softball nuevo, saliendo a la hierba recién cortada a finales del verano, con diferencias individuales oscurecidas por lo que eran en conjunto: Todos estaban «… llenos del Espíritu Santo. (…) Se mantenían firmes en la enseñanza de los apóstoles, en la comunión, en el partimiento del pan y en la oración. (…) Todos los creyentes estaban juntos y tenían todo en común» (Hechos 2:4, 42, 44, NVI).

Aquellos primeros creyentes no vestían uniformes de poliéster gris y naranja, pero sí estaban marcados por características distintivas. Entre ellas: la humildad y la paciencia, y el deseo de conciliar sus diferencias individuales en una comunidad sin fisuras.

Si alguien ha dicho «sí» al llamado de Dios en su vida, entonces está llamado a ser embajador del mismo tipo de reconciliación. Debemos llevar una vida digna de esa llamado, «tolerantes unos con otros en amor» y manteniendo la unidad del Espíritu (Efesios 4:1-3).

Dios está tan comprometido con esta unidad que Jesús oró específicamente por nosotros: «… para que todos sean uno. Padre, así como tú estás en mí y yo en ti, permite que ellos también estén en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado» (Juan 17:21).

Jesús no era ingenuo. Sabía que lograr la unidad es un trabajo lento y requiere paciencia. Envió al Espíritu Santo para que estuviera atento a su oración por nosotros.

Jesús sabía que soportarse unos a otros no es lo mismo que respaldar las creencias de otra persona en contra de tu propia conciencia. Sabía que soportarse unos a otros no es evitar el conflicto ni buscar la aprobación (Gálatas 1:10). Sabía que tolerar a alguien que maneja una agenda llena de ira requiere una fuerza casi imposible.

¿Tenemos lo que se necesita para amar en tiempos difíciles? No por nuestros propios medios, sino por gracia, Dios nos da una fuerza imposible, porque estamos recurriendo a la fuerza de las riquezas de Dios, nuestro suministro compartido (Filipenses 4:19; 2 Corintios 9:8).

No te sorprendas si vivir esta vida común es doloroso. Simplemente está más allá de lo que podemos lograr con nuestros propios esfuerzos. Requiere orar continuamente por sabiduría y perdón.

Pero no solo es doloroso para nosotros. Isaías 63:9 nos dice que Dios mismo se angustia cuando nosotros nos angustiamos, y dio su vida para hacer algo al respecto. La oración de Jesús es clara con respecto a la conexión entre su sufrimiento y nuestra unidad: es la base que tenemos en común y que es nuestro testimonio al mundo.

Así que lamentemos nuestras pérdidas, confesemos nuestras faltas y celebremos con sinceridad y especificidad las formas en que hemos visto la misericordia de Dios en medio de nosotros.

Abramos nuestras cámaras de eco y construyamos puentes en lugar de fosos. Escuchemos la pequeña y tranquila voz del Espíritu y atendamos a lo que nos pida.

Son tiempos difíciles, pero hay un trabajo del Reino por hacer. Cristo refuerza nuestra esperanza. En Cristo, hemos sido llamados a formar parte del equipo, hemos sido elegidos para participar en esta obra de reconciliación. Podemos dejar atrás nuestros hábitos de cinismo y autoprotección. En Cristo, nuestro trabajo consiste en no abandonarnos unos a otros, porque compartimos una misma fe (2 Corintios 5:19). Porque este juego sigue en pleno apogeo.

Sandra McCracken es cantautora en Nashville y autora del libro de próxima aparición Send Out Your Light: The Illuminating Power of Scripture and Song [Manda tu luz: El poder iluminador de las Escrituras y las canciones] (B&H).

Traducción y edición en español por Livia Giselle Seidel

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¿Qué viene después del movimiento exgay? Lo mismo que vino antes.

Los líderes evangélicos de la vieja escuela alguna vez conocieron el valor del «cuidado» sobre la «cura».

Christianity Today October 25, 2021

«Mike, ¿sabes una cosa? Yo solía ser gay», dije.

Mike dejó de mover su brocha cuando las palabras salieron torpemente de mi boca. Él estaba pintando el apartamento en la ciudad de St. Louis al que llamé hogar durante el verano de 1997 cuando inicié el programa de doctorado en Teología Histórica.

Me había preguntado por mis estudios y empezamos a hablar de la fe. Mike me había explicado que sentía que nunca podría ir a la iglesia porque era gay.

«Sé que dicen que eso no debería suceder», continué, después de soltar la bomba. «Pero esa es mi historia». Mike me miró con interés mientras bajaba la lata de pintura al piso, equilibrando suavemente su brocha en el borde.

Al recordar este encuentro, puedo ver que tenía todos los rasgos de lo que se conoció como el movimiento exgay, del que fui un entusiasta defensor. Lo más notable es mi uso del guion exgay: «Yo solía ser gay». La frase implicaba que yo ya no era gay. Tenía un testimonio, una historia que contar sobre cómo había dejado la homosexualidad atrás.

Para ser claros, mis atracciones sexuales en ese momento se dirigían tan exclusivamente a otros hombres como siempre. Seguía estando en la cima de la escala de Kinsey que los investigadores utilizan desde los años 40 para clasificar la orientación sexual. Lo que me hacía ser exgay era simplemente que utilizaba el guion exgay. Intentaba convencerme a mí mismo de que era un hombre heterosexual con una enfermedad —una enfermedad curable— llamada homosexualidad. Una condición de la que me estaba curando.

Mi maniobra terminológica era un componente integral de la terapia de conversión. Alan Medinger, el primer director ejecutivo de Exodus International, la describía [todos los enlaces redirigen a contenidos en inglés] como «un cambio en la percepción de sí mismo en la que el individuo deja de identificarse como homosexual». Todo era cuestión de identidad. El testimonio hacía al hombre. Y, dentro de mi marco exgay, no estaba mintiendo; estaba reivindicando mi nueva realidad.

Yo era un exgay.

La aparición de Exodus International en 1976 había puesto a los evangélicos en un camino esperanzador hacia la curación de la homosexualidad. Su fundador, Frank Worthen, explicó: «Cuando empezamos Exodus, la premisa era que Dios podía cambiarte de gay a heterosexual». Lo que siguió fue un experimento de décadas de duración con cientos de miles de sujetos humanos de prueba. El movimiento se derrumbó después de que el presidente de Exodus, Alan Chambers, declarara en 2012 que más del 99 % de los clientes de Exodus no habían experimentado un cambio en su orientación sexual.

Aunque el paradigma de la curación fracasó, todavía camina muerto entre nosotros, ya que algunos dentro de las principales denominaciones tratan de institucionalizar su enfoque. Los recientes debates entre anglicanos y presbiterianos conservadores sobre si alguien puede afirmar una «identidad gay» son solo la última ronda de disputas similares que han resonado en los pasillos de la iglesia durante años. Después de todo, renunciar a una autopercepción homosexual era el primer paso esencial en la terapia de conversión.

Uno de los efectos de este enfoque era que obligaba a los creyentes no heterosexuales a esconderse tras una máscara, fingiendo ser cualquier cosa menos gay. Era parte del proceso de reparación.

Pero esta innovación teológica era un desarrollo relativamente reciente. Antes de que existiera un paradigma de curación de la homosexualiad, había una ortodoxia más antigua que incluía un paradigma cristiano de brindar cuidado a los creyentes no heterosexuales.

Me he preguntado si Henri Nouwen tenía en mente su propia homosexualidad cuando escribió sobre la diferencia entre el enfoque del cuidado y el enfoque de la cura. En la biografía Wounded Prophet [Profeta herido], Michael Ford documenta cómo Nouwen habló de su experiencia como hombre gay célibe con su círculo de amigos. Nouwen había probado métodos psicológicos y religiosos para cambiar de orientación, sin éxito. Sabía que, por obediencia a Dios, no podía permitirse mantener relaciones sexuales. Pero su camino estuvo lleno de soledad, anhelos insatisfechos y muchas lágrimas.

En Bread for the Journey [Pan para el camino], escribió: «El enfoque del cuidado consiste en estar con, llorar con, sufrir con, sentir con. El cuidado es compasión. Es reclamar la verdad de que la otra persona es mi hermano o hermana, humano, mortal, vulnerable, como yo».

«A menudo no somos capaces de curar», insistió, «pero siempre somos capaces de cuidar».

Algunos líderes evangélicos, entre ellos John Stott, ayudaron a sentar las bases de un paradigma pastoral del cuidado. Stott —teólogo y escritor etiquetado como el «Papa protestante» por la BBC— defendió que la orientación sexual continúa formando parte de la constitución de cada individuo. Como escribió Stott en su libro Issues Facing Christians Today [Cuestiones que afrontan los cristianos hoy] en 1982: «En toda discusión sobre la homosexualidad debemos ser rigurosos al diferenciar entre “ser” y “hacer”, es decir, entre la identidad y la actividad de una persona, la preferencia sexual y la práctica sexual, la constitución y la conducta».

Stott sostenía que la orientación homosexual es parte de la identidad del creyente, una parte caída, pero una que el evangelio no borra sino que llama a la humildad.

Esta postura se remonta incluso más atrás que Stott. C. S. Lewis habló en una carta de 1954 a Sheldon Vanauken de un «hombre homosexual piadoso» sin aparente contradicción. El mejor amigo de Lewis de toda la vida, Arthur Greeves, era gay. Lewis lo llamaba su «primer amigo» y dejó en claro que su orientación sexual nunca sería un problema en su amistad. Iban de vacaciones juntos. La recopilación de cartas que Lewis envió a Greeves, recogida bajo el título They Stand Together, suma un total de 592 páginas.

En Estados Unidos, mientras los disturbios de Stonewall en 1969 en Nueva York anunciaban el nacimiento del movimiento por los derechos de los homosexuales, los protestantes ortodoxos ya se preguntaban qué visión positiva dan las Escrituras a las personas que son homosexuales. El libro publicado bajo un seudónimo por InterVarsity Press de 1970 The Returns of Love: Letters of a Christian Homosexual [Las vueltas del amor: Cartas de un homosexual cristiano] trazó una estrategia de cuidado y fue promovido por Stott. El autor del libro, un gay anglicano célibe anónimo, explicó que todavía era virgen cuando lo escribió.

Los líderes del evangelicalismo sabían que había una historia de abusos a considerar. En una carta de 1968 a un pastor europeo, Francis Schaeffer lamentó la complicidad de la Iglesia en la marginación de los homosexuales. El pastor había visto suicidarse a no menos de seis homosexuales, y había buscado el consejo de Schaeffer. «Los homosexuales tienden a ser expulsados de la vida humana (especialmente de la vida eclesiástica ortodoxa), aun cuando no practiquen la homosexualidad», lamentó Schaeffer. «Creo que esto es tan cruel como equivocado». De hecho, el ministerio de Schaeffer se convirtió en un imán para homosexuales que tenían interés y luchas con respecto al cristianismo.

Los líderes antes mencionados sentían disgusto por los líderes religiosos abusivos. Cuando Jerry Falwell Sr. le planteó a Schaeffer el tema de la homosexualidad en privado, Schaeffer comentó que la cuestión era complicada. Tal como lo contó Frank, el hijo de Schaeffer, en una entrevista con NPR y también en su libro Crazy for God [Loco por Dios], Falwell le lanzó entonces una contestación: «Si yo tuviera un perro que hiciera lo que ellos hacen, le dispararía». No había humor en la voz de Falwell.

Después, Francis Schaeffer le dijo a su hijo: «Ese hombre es realmente desagradable».

«Los pecados sexuales no son los únicos», escribió Stott en su libro, «no son siquiera necesariamente los más pecaminosos; el orgullo y la hipocresía son peores sin duda».

En 1980, Stott convocó una reunión de evangélicos anglicanos para trazar un enfoque pastoral de la homosexualidad. Lo iniciaron con un arrepentimiento público por sus propios pecados contra los homosexuales. En una declaración, estos líderes declararon: «Nos arrepentimos de la paralizante “homofobia”… que ha coloreado las actitudes de demasiados de nosotros hacia las personas homosexuales, y llamamos a nuestros compañeros cristianos a un arrepentimiento similar».

Fue una confesión realmente impactante en una época en la que la opinión popular seguía teniendo un fuerte sesgo contra los homosexuales. No era el siglo XXI, cuando muchos líderes cristianos se arrepienten para parecer relevantes e inclusivos en una cultura que celebra todo lo fabuloso. Stott y estos líderes evangélicos debían estar realmente apenados por la forma en que habían herido a sus vecinos y hermanos en Cristo. La declaración pedía específicamente que se considerara a personas que tenían orientación homosexual, pero que no la practicaban, como candidatos calificados a la ordenación al ministerio.

Cinco años antes, muchos se escandalizaron por comentarios similares de parte de Billy Graham en una conferencia de prensa, algunos de los cuales se publicaron en 1975 en Atlanta Journal-Constitution. A Graham se le había preguntado si apoyaría la ordenación de hombres homosexuales al ministerio cristiano. Graham respondió que «deberían ser considerados por sus méritos individuales» con base en ciertas calificaciones. En concreto, el artículo mencionaba «apartarse de sus pecados, recibir a Cristo, ofrecerse a Cristo y al ministerio tras el arrepentimiento, y obtener la formación adecuada para el trabajo».

El evangelio de Jesucristo ofrece una visión positiva para los homosexuales. «En la homosexualidad, como en cualquier otra tribulación, [las obras de Dios] pueden manifestarse», explicó Lewis a Vanauken. Y continuó: «Toda discapacidad esconde una vocación; si tan solo podemos encontrarla, “convertirá la necesidad en una gloriosa ganancia”».

Lewis preguntó: «¿En qué consiste la vida positiva del homosexual?». Esa es la pregunta que se hace cualquier persona homosexual que llega a la fe en Jesús.

Con demasiada frecuencia la respuesta que escuchamos es simplemente: «nada».

Nada de sexo. Nada de citas. Nada de relaciones. A menudo, nada de roles de liderazgo.

Eso deja a la gente como yo escuchando que tenemos, como explicó Eve Tushnet en un artículo de 2012 en The American Conservative, una «vocación de “Nada”».

¿En qué consistiría una vocación del «Sí»? ¿Cuál es la visión cristiana positiva que el Evangelio ofrece a los homosexuales?

Cuando observo las vidas y los ministerios de Lewis, Schaeffer, Graham y Stott, lo que más destaca es que aportan una visión de Jesús: Jesús, en su poder salvador. Jesús, quien nos lava y nos limpia. Jesús, quien nos introduce en la familia de Dios. Jesús, quien cubre la vergüenza y perdona el pecado. Jesús, quien nos llama por nuestro nombre. Jesús, quien ve hasta el fondo de nuestros corazones y aun así quiere tener una relación con nosotros. Jesús, quien sufre con y por nosotros. Jesús, quien nos desafía a vivir para su reino. Jesús, quien da vida nueva con toda su alegría. Jesús, quien es ese tesoro en un campo por el que lo vendimos todo. Jesús, quien es el tesoro que nunca nos podrán quitar.

Este es Jesús, cuyo reino irrumpe y nos arrastra a algo que Él está haciendo en el cosmos, algo más grande que nosotros mismos. En Cristo, nos encontramos a nosotros mismos en una narrativa más grande.

No se trata de Jesús como un medio para conseguir el funcionamiento heterosexual y una vida familiar confortable como metas finales. Se trata de Dios mismo como el fin para el que fuimos creados. Con este Dios real, el lugar de la esperanza no se encuentra en una vida heterosexual, sino en la era venidera, cuando nos presentemos ante nuestro Salvador.

Sin esa relación con un Salvador, no tiene sentido hablar de una ética sexual bíblica, ni a heterosexuales ni a homosexuales. Ningún gay va a abrazar esa ética a menos que se enamore de Jesús. Un corazón que ha sido tocado por la gracia no solo está dispuesto, sino también deseoso de seguir al que murió por nosotros.

Schaeffer, Stott y Graham declararon en alguna ocasión su creencia compartida de que algunas personas nacen homosexuales. Todos estos líderes cristianos también se aferraron a la comprensión histórica de la ética sexual bíblica. Esto significaba ciertamente un compromiso con llevar una vida en sintonía con el patrón de creación de Dios: su diseño. Ninguno de ellos apoyaba las uniones sexuales de los creyentes fuera de un matrimonio monógamo entre dos personas de distinto sexo. Pero se acercaron a los homosexuales desde una postura de humildad.

Su visión no «aplanaba» a las personas en sus impulsos sexuales no deseados. Por el contrario, reconocieron que la mayor lucha de un creyente atraído por personas del mismo sexo podría ser, no el pecado sexual en sí, sino la capacidad de dar y recibir amor. Así que enfatizaron la necesidad de la comunidad de la iglesia, de amistades profundas y duraderas, de hermandad, de sentirse conocidos aun dentro del celibato.

Stott, él mismo célibe, explicó: «En el corazón de la condición homosexual hay un hambre profunda y natural de amor mutuo, una búsqueda de identidad y un anhelo de plenitud. Si los homosexuales no pueden encontrar estas cosas en la “familia de la iglesia” local, no tenemos por qué seguir pensando que merecemos ese título».

Lewis, Schaeffer, Graham y Stott también consideraban la condición homosexual como una orientación no elegida, sin ninguna expectativa fiable de cambio en esta vida. Mostraron una gran preocupación por las necesidades emocionales y relacionales de los homosexuales. Schaeffer insistió en su carta de 1968 en que la iglesia debía ser la iglesia y ayudar «al individuo de todas las maneras posibles».

En su entrevista con NPR, Frank Schaeffer describió el ministerio de su padre en Suiza, L'Abri, como un lugar «donde los homosexuales —tanto lesbianas como gays— son bienvenidos». Y añadió: «Nadie les dice que tienen que cambiar o que son personas horribles. Y se van describiendo a mi padre como alguien maravillosamente compasivo y semejante a Cristo en su trato con ellos».

Schaeffer previó cambios culturales significativos cuando, en 1978, una congregación de la Iglesia Presbiteriana Ortodoxa de San Francisco se encontró con una demanda tras haber despedido a un empleado gay que había violado el código de conducta de la iglesia. En The Great Evangelical Disaster [El gran desastre evangélico], Schaeffer dijo que sería absurdo que otras iglesias pensaran que no se enfrentarían al mismo desafío.

Sin embargo, Schaeffer y Graham no recomendaban enfoques del tipo «nosotros contra ellos». Pocas semanas antes de las elecciones presidenciales de 1964, un escándalo sexual entre homosexuales sacudió a la nación. El principal asesor del presidente Lyndon Johnson, Walter Jenkins, fue arrestado por segunda vez por mantener relaciones homosexuales en un baño de la YMCA. Graham llamó a la Casa Blanca para interceder por Jenkins.

En la llamada telefónica grabada, Graham le pidió a Johnson que mostrara compasión por Jenkins.

En una cruzada en San Francisco en 1997, alguien le hizo una pregunta a Graham acerca de la homosexualidad. Graham respondió a los periodistas: «Hay otros pecados. ¿Por qué exaltamos ese pecado como si fuera el mayor?». Y añadió: «Tengo muchos amigos homosexuales, y seguimos siendo amigos». Dirigiéndose a una multitud de 10 000 personas esa noche en el Cow Palace, Graham declaró: «Sea cual sea tu origen, sea cual sea tu orientación sexual, te damos la bienvenida esta noche».

Como enfatizó Stott tan apasionadamente en su libro, la persona gay que sigue a Jesús debe vivir por fe, esperanza y amor: fe, tanto en la gracia de Dios, como en sus estatutos; esperanza, que surge de ver más allá de esta vida presente llena de luchas y voltear la vista hacia nuestra gloria futura; y el amor por el que debemos vivir, explicó, es el amor que debemos recibir de Cristo y de la familia espiritual de Cristo, es decir, la iglesia. Debemos depender del amor de las mismas iglesias que históricamente no se lo han ofrecido a personas como nosotros.

El libro de 1978 del historiador de la Iglesia, Richard Lovelace, Homosexuality and the Church [La homosexualidad y la Iglesia], recibió el apoyo de luminarias evangélicas como Ken Kantzer (antiguo editor de CT), Elisabeth Elliot, Chuck Colson, Harold Ockenga y Carl F. H. Henry. El libro puede parecer radical en el clima actual, pero en la década de 1970 representaba una visión neoevangélica transatlántica. En contraste, tanto con la homofobia de la derecha, como con la permisividad sexual de la izquierda, Lovelace expuso el desafío evangélico:

Hay otro enfoque de la homosexualidad que sería más saludable tanto para la iglesia como para los creyentes homosexuales, y que podría ser un testimonio muy significativo para el mundo. Este enfoque requiere un doble arrepentimiento, es decir, tanto de la iglesia, como de sus miembros homosexuales. En primer lugar, requeriría que los cristianos gays tuvieran la valentía de confesar [reconocer] su orientación abiertamente y de obedecer el claro mandato bíblico de apartarse de la prácitca de la homosexualidad activa. […] En segundo lugar, requiere que la iglesia acepte, honre y cuide a los creyentes homosexuales no practicantes entre sus miembros, y que los ordene para que puedan ocupar posiciones de liderazgo en el ministerio.

El patrocinio por parte de la iglesia de homosexuales abiertamente declarados, pero arrepentidos, en puestos de liderazgo, sería un profundo testimonio para el mundo sobre el poder del Evangelio para liberar a la iglesia de la homofobia, y al homosexual de la culpa y la esclavitud.

Solo el Evangelio puede abrir la humildad para ese doble arrepentimiento. Esta era la visión cristiana de Lovelace y Henry, Ockenga y Elliot, Kantzer y Colson, Lewis y Graham, Schaeffer y Stott, y un joven anglicano evangélico gay que tuvo demasiado miedo como para usar su propio nombre, aunque todavía era virgen.

Padres y madres cristianos como estos tenían razón. Trágicamente, escribo esto como un lamento por un camino no recorrido a este lado del Atlántico.

Ya a finales de la década de 1970, había comenzado un duro cambio. A medida que se multiplicaban los ministerios exgay en Norteamérica con su expectativa de cambio de orientación, cambiaron la ubicación de la esperanza a esta vida. Cuando la crisis del sida devastó las comunidades gays en los años 80, los evangélicos abrazaron la promesa de la heterosexualidad. Los terapeutas reparadores seculares añadieron una apariencia de respetabilidad clínica; la nueva estrategia de curación desplazó a la antigua ideología del cuidado.

Y entonces, el bando conservador en una guerra cultural descubrió que los exgays éramos útiles. Éramos la prueba de que los gays podían elegir convertirse en heterosexuales si realmente lo deseaban. Y si podíamos convertirnos en heterosexuales, entonces realmente no había tanta necesidad de que la iglesia se arrepintiera de su homofobia. Solo hacía falta que gente como yo mantuviera la ilusión de que habíamos cambiado.

Tras esa guerra cultural perdida que transformó radicalmente las actitudes morales sexuales de Occidente, los cristianos tienen mucho que lamentar. Relaciones transaccionales. Matrimonios desechables. Suposiciones radicalmente transformadas acerca de la sexualidad y el género.

Pero la resistencia de la iglesia conservadora al arrepentimiento no se ha disipado. Mientras observo cómo las iglesias y denominaciones evangélicas se abren paso a tientas en las discusiones sobre orientación e identidad sexual, a menudo imponiendo el lenguaje y las categorías de un movimiento exgay fracasado, estamos perdiendo la verdadera batalla: la cultura circundante ha convencido al mundo de que los cristianos odian a los homosexuales.

Nuestra vocación es demostrar que están equivocados.

El mundo está mirando. Nuestros hijos y nietos están mirando. Ya están cuestionando su fe porque escuchan a su alrededor que los cristianos odian a los homosexuales, y no pueden encontrar a nadie en su congregación que sea gay, fiel al Señor, y sea amado y aceptado como tal. Tal vez puedan señalar a alguien que utilice el lenguaje de la atracción hacia el mismo sexo. Pero incluso eso es raro. Todavía no es seguro hacerlo.

No estoy diciendo que estemos en riesgo de perder a los cristianos que se sienten atraídos por miembros del mismo sexo: eso es un hecho.

Lo que digo es que corremos el riesgo de perder a la próxima generación.

Para aquellos que están escuchando, una generación de cristianos mayores todavía está dispuesta y es capaz de ayudarnos a entender.

Greg Johnson es pastor principal de la Iglesia Presbiteriana Memorial en St. Louis y autor de Still Time to Care: What We Can Learn from the Church's Failed Attempt to Cure Homosexuality [Aún es tiempo del cuidado: Lo que podemos aprender del fallido intento de la Iglesia por curar la homosexualidad].

Traducción y edición en español por Livia Giselle Seidel

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Por qué es mejor no leer las Escrituras solo

Debemos estudiar la Biblia a la luz de la Gran Tradición.

Christianity Today October 19, 2021
Amanda Duffy

Usted es un nuevo cristiano. Desea aprender todo lo que pueda sobre la Biblia, porque sabe que es la Palabra de Dios, y en algún lado escuchó que se puede conocer a Dios solo en la medida en que se conozca su Palabra. Conoce a una vecina del barrio que ha caminado con Dios por más de 60 años y ha estudiado las Escrituras todo ese tiempo. Ella ha leído comentarios, ha disfrutado asistiendo a iglesias de diferentes denominaciones y ha hablado de las cosas profundas de Dios con otros creyentes y pastores maduros en la fe.

Usted ha considerado leer las Escrituras con ella para beneficiarse de su sabiduría, pero finalmente decide leer la Biblia en soledad. No visita a la vecina porque no quiere que sus creencias influyan en su propia lectura. Usted quiere escuchar la voz del Espíritu Santo para recibir la pureza del mensaje de Dios sin contaminarse con influencias externas.

Algunos cristianos, y no solo los nuevos creyentes, adoptan este enfoque de «Dios y yo» al leer las Escrituras. Han aprendido de Mateo 15 a no ser como los fariseos, de quienes Jesús dijo que exaltaban la tradición humana por encima de la Palabra de Dios. Tampoco olvidan la advertencia de Pablo de no sucumbir a «la vana y engañosa filosofía que sigue tradiciones humanas» (Colosenses 2:8, NVI). Así, han llegado a la conclusión de que las Escrituras enseñan que la tradición de la Iglesia, y todas las perspectivas e interpretaciones desarrolladas por seres humanos que ella contiene, no deben influir en nuestra lectura de la Palabra de Dios.

¿Es eso lo que enseña la Biblia?

Por qué la Tradición es buena

Pablo les escribió a los corintios: «Los elogio porque… retienen las enseñanzas, tal como se las transmití» (1 Corintios 11:2). Instó a los tesalonicenses escribiéndoles: «… sigan firmes y manténganse fieles a las enseñanzas que, oralmente o por carta, les hemos transmitido» (2 Tesalonicenses 2:15). Le dijo a Timoteo que transmitiera la tradición que había aprendido de él y que enseñara a otros a hacer lo mismo (2 Timoteo 2:2). Y cuando Pablo citó el dicho de Jesús: «Hay más dicha en dar que en recibir» (Hechos 20:35), estaba afirmando una tradición oral nunca registrada en los evangelios.

Cuando Jesús criticó a los fariseos, él no estaba condenando todas las tradiciones, ni siquiera todas las tradiciones de los fariseos. Más bien, estaba denunciando las tradiciones que anulaban la Palabra de Dios (Marcos 7:13). Por ejemplo, la condena de Jesús en Mateo 15 estaba dirigida a los fariseos que fingían dedicar sus bienes al templo para no tener que mantener a sus padres ancianos, evitando así el mandamiento que dice: «Honra a tu padre y a tu madre» (Éxodo 20:12).

Sin embargo, Jesús también dijo —en una declaración ignorada por muchos cristianos— que la gente debería aprender de las tradiciones orales de los fariseos: «… ustedes deben obedecerlos y hacer todo lo que les digan. Pero no hagan lo que hacen ellos, porque no practican lo que predican» (Mateo 23:3). La iglesia primitiva reconoció que necesitaba de la tradición cuando se enfrentó a la herejía del gnosticismo. Los maestros gnósticos afirmaban que tanto el Dios del Antiguo Testamento como la materia física son malos, y que la salvación viene a través del conocimiento, no a través de la vida y muerte de Jesucristo. Su imagen de Dios y de la salvación se oponía radicalmente a la predicación de los apóstoles. El teólogo primitivo Ireneo respondió a estas creencias afirmando que los apóstoles transmitieron no solo ciertos escritos, sino también una forma de leerlos. Y solo siguiendo esa forma de interpretar los textos bíblicos es posible mantener la ortodoxia.

En sus posteriores batallas para comprender la Deidad, la iglesia primitiva finalmente estableció una tradición trinitaria: Dios es un ser divino en tres personas. La palabra Trinidad y la ahora clásica frase «tres personas en un solo Dios» no están en la Biblia. Pero casi todos los cristianos, incluidos los evangélicos, creen que el Espíritu Santo guió a la iglesia primitiva a través de esos debates para llegar a este consenso. Los líderes del debate recordaron a sus oyentes que Jesús dijo que había algunas cosas que los apóstoles no podrían entender en ese momento, pero que se les revelaría más tarde, conforme el Espíritu guiara a ellos y a sus sucesores «a toda la verdad» (Juan 16:12-13). Esta comprensión de la Deidad utilizó palabras no bíblicas para expresar conceptos bíblicos y ha guiado a todos los cristianos desde entonces.

Pero, ¿qué decir de la doctrina protestante de la sola scriptura? ¿No dijo Martín Lutero, quien enseñó esta doctrina, que solo las Escrituras son nuestra autoridad, que las tradiciones humanas nunca deberían suplantar a la Biblia?

En realidad, Lutero enseñó que los cristianos necesitaban la tradición correcta para interpretar la Biblia. Criticó las tradiciones teológicas medievales tardías (esto lo hemos escuchado) apelando a tradiciones anteriores: San Agustín, los credos y los grandes concilios de la iglesia (esto no lo hemos escuchado). Agustín ayudó a Lutero a ver la prioridad de la gracia en la justificación, en contraposición a la prioridad de las obras. Y los credos y los grandes concilios, escribió, eran guías confiables para comprender las Escrituras. En su tratado Sobre los concilios y la Iglesia, Lutero criticó los concilios de la Iglesia que habían distorsionado las enseñanzas de los «concilios universales o principales»: Nicea I, Constantinopla I, Éfeso I y Calcedonia. Lutero agregó que varios otros concilios fueron «igualmente buenos». Aceptó los tres credos ecuménicos (el Credo de los Apóstoles, el Credo de Nicea y el Credo de Atanasio) y los usó para contrarrestar a los antitrinitarios. Alabó el Credo de los Apóstoles como «el más fino de todos, un resumen breve y auténtico de los artículos de fe», y al Credo de Atanasio como «un credo que protege» al Credo de los Apóstoles.

La Tradición ofrece un control de nuestras interpretaciones bíblicas: si llegamos a conclusiones que están en desacuerdo con el consenso recibido, es mejor que lo pensemos dos veces.

Para Lutero, entonces, la sola scriptura significa que la Escritura es nuestra principal autoridad, pero necesitamos la ayuda de los credos, concilios y teólogos para interpretarla correctamente. De lo contrario, usaremos la Biblia para distorsionar el evangelio, como lo había hecho la iglesia medieval tardía.

Juan Calvino, quien también enseñó la sola scriptura, se basó generosamente en los Padres primitivos como Ireneo, Cipriano, Crisóstomo y Agustín, para reforzar su enseñanza de temas bíblicos. Muchos de los oponentes de Calvino, como el antitrinitario Miguel Servet, también usaron la Biblia para defender su caso. Pero Calvino usó a estos padres de la iglesia para mostrar a sus lectores que Servet estaba malinterpretando las Escrituras.

Tanto para Lutero como para Calvino, la Gran Tradición desempeñó lo que el teólogo Alister McGrath llama un papel «ministerial, no magisterial» para «servir, no dirigir, a la iglesia». Podríamos decir que ofrece un control de nuestras interpretaciones bíblicas: si llegamos a conclusiones que están en desacuerdo con el consenso recibido, es mejor que lo pensemos dos veces.

Sí a la tradición, pero ¿cuál tradición?

Aun así, muchos evangélicos insisten en que leen la Biblia sin dejarse influir por la Tradición. No han notado lo que McGrath llama «la tendencia evangélica a citar las interpretaciones de los escritores evangélicos primitivos al evaluar cómo interpretar un pasaje bíblico dado». Tampoco notan cómo sus puntos de vista sobre varios temas —las mujeres en el ministerio, los roles de género, la comunión y el bautismo, el fin de los tiempos— son moldeados por las comunidades cristianas a las que pertenecen. En cada caso, los evangélicos de diversos orígenes utilizan textos bíblicos similares, pero hacen diferentes interpretaciones.

No es que eso sea algo malo. El cuerpo de Cristo es una comunidad, y cada parte del cuerpo es una comunidad de interpretación donde las creencias se transmiten a través de textos pero también a través de personas con autoridad. Los evangélicos luteranos y reformados tienen confesiones que les ayudan a interpretar la Biblia. De manera similar, las iglesias pentecostales, bautistas y bíblicas tienen declaraciones de fe que gobiernan sus creencias y prácticas.

En los últimos dos siglos, los protestantes tradicionales intentaron liberarse de las tradiciones pasadas para volver al evangelio de Jesús, antes de que supuestamente fuera corrompido por incontables capas de tradición eclesiástica. Agitaron la bandera de la sola scriptura, imaginando que estaban por encima y fuera de la tradición. No se dieron cuenta de que estaban interpretando los evangelios a través de la lente de sus propias tradiciones ilustradas. No fue una sorpresa, entonces, que sus búsquedas del Jesús histórico dieran como resultado retratos de Jesús que se parecían a ellos mismos.

La verdadera pregunta no es si la tradición influye en nuestra interpretación de la Biblia, sino cuál tradición lo hace. Y la mejor manera de juzgar esa tradición es compararla con la Gran Tradición, otro nombre para lo que Hebreos 12:1 llama «gran nube de testigos» (LBLA) a lo largo de los siglos. Es lo que C.S. Lewis llamó «mero cristianismo», el consenso sobre las creencias y conductas que la iglesia histórica ha acordado durante los últimos dos mil años.

Por supuesto, hay muchas cosas en las que los escritores de la Tradición no están de acuerdo, como el número y el significado de los sacramentos y la ubicación de la autoridad de la iglesia. Sin embargo, hay unidad de visión en muchas otras cosas entre los Padres (como Ireneo, Atanasio, Crisóstomo, Agustín, Máximo el Confesor), teólogos medievales como Anselmo y Aquino, los reformadores y Jonathan Edwards, Juan Wesley, John Henry Newman, Dietrich Bonhoeffer, Juan Pablo II y Benedicto XVI, por nombrar algunos.

Sin duda, los evangélicos miran con más frecuencia a los reformadores, así como a Edwards y Wesley. Pero cuando estos pensadores brindan poca ayuda sobre ciertos temas, digamos liturgia o acción social, no tenemos por qué ser tan alérgicos a Roma como para descuidar su reflexión sobre estos tópicos, o la comprensión de la Iglesia ortodoxa de lo que significa ser «participantes de la naturaleza divina» (2 Pedro 1:4).

Los credos también forman parte de la Gran Tradición. Como hemos visto, Lutero, Calvino y sus sucesores apreciaron los credos como valiosos resúmenes de la fe ortodoxa. El teólogo Donald MacKinnon observó que los grandes credos ortodoxos nos protegen contra la ingenuidad de quienes se consideran intelectualmente superiores y libres para cambiar la ortodoxia histórica. Y el erudito evangélico Scott McKnight explica que los credos se encuentran en el Nuevo Testamento (ver 1 Corintios 15:1-8, 22-31) y que los credos posteriores, como el Credo de Nicea, fueron ejemplos de «evangelio»: narran la historia de Jesús enfatizando lo más significativo.

Sin embargo, la Gran Tradición no es solo una fuente para comprender la doctrina bíblica y la moralidad, aunque hoy más que nunca necesitamos su reflexión para comprender temas como el sexo y el matrimonio. También es una gran fuente para aprender a adorar a Dios (las liturgias históricas son profundamente bíblicas y estéticas), lo que significa ser discípulo (clásicos como La imitación de Cristo de Tomás de Kempis, La noche oscura del alma de Juan de la Cruz, Las moradas del Castillo Interior de Teresa de Ávila, El costo del discipulado de Bonhoeffer y La rendición total de la Madre Teresa), y cómo ver la belleza de Dios en el mundo y la vida de la Iglesia (Edwards y los íconos ortodoxos son fuentes importantes aquí). Los evangélicos tenemos nuestros propios santos, piense en Billy Graham, Lottie Moon y Jim Elliot, pero la Gran Tradición tiene innumerables santos cuyos días festivos y biografías nos muestran a todo color lo que significa vivir la fe.

Tradición o tradicionalismo

El historiador de la iglesia Jaroslav Pelikan distinguió la tradición, «la fe viva de los muertos», del tradicionalismo, «la fe muerta de los vivos». ¿Cómo evitar que la Tradición degenere en tradicionalismo? Y lo que es más importante, ¿cómo podemos discernir la diferencia entre tradiciones y Tradición?

Hay momentos, como el final de la Edad Media, en que las tradiciones parecen distorsionar el evangelio y por lo tanto hace falta una purificación. La mejor manera de «probar los espíritus» (1 Juan 4:1, LBLA) es hacerlo de la manera en que lo hicieron Lutero y Calvino, con la ayuda de la Gran Tradición. Apelaron a la «regla de fe» expresada por los credos y los primeros concilios ecuménicos. No respaldaron todas las declaraciones de cada concilio, sino las duraderas que han sido aceptadas por la Iglesia a lo largo de la historia. En Constantinopla (381 d. C.), por ejemplo, lo que perduró no fue su proclamación de la autoridad del patriarca oriental sobre la Iglesia, sino su declaración de la divinidad del Espíritu Santo. Y lo que ha trascendido de Calcedonia (451) no es su regla de que las mujeres no pueden ser ordenadas como diaconisas antes de los 40 años, sino que Jesús es completamente Dios y completamente hombre.

Consultar la Gran Tradición no significa que el lenguaje exacto y las formulaciones de cada credo y dogma deban permanecer iguales. Los protestantes han invocado el principio semper reformanda («siempre en reforma»), reconociendo la necesidad de la Iglesia de estar abierta al Espíritu. Pero hay diferencia entre desentrañar la lógica interna de los credos y dogmas de la ortodoxia histórica para desarrollar aún más sobre ellos, por un lado, y desechar lo que se opone a la cultura actual, por el otro. Por ejemplo, podríamos objetar las formas ligadas a la cultura para explicar la sustitución penal en la cruz, reconociendo que hay múltiples motivos de expiación en las Escrituras. Pero nunca debemos omitir lo que es central para la enseñanza bíblica y ofensivo para el zeitgeist (espíritu de los tiempos) actual: que a través del sacrificio en la sangre de Cristo, Dios satisfizo su santa ira en contra del pecado.

Necesitamos la Gran Tradición hoy más que nunca. Las preguntas más importantes que enfrentan las iglesias evangélicas hoy en día son las mismas que enfrentaron los protestantes en las últimas décadas: ¿Son todos salvos? ¿Qué es el matrimonio? ¿Es Cristo realmente el único camino a Dios? Para cada una de estas preguntas, los protestantes liberales generalmente ignoran la Gran Tradición.

La tentación para muchos evangélicos, por otro lado, es interpretar la Biblia como mejor les parezca, sin escuchar a nadie en la Gran Tradición. Algunos piensan que el concepto de Lutero del sacerdocio de todos los creyentes significa que podemos interpretar la Biblia solos por nuestra cuenta, que lo más importante es una relación personal con Jesús, no la doctrina o los códigos morales. A decir verdad, a la mayoría de los evangélicos «llaneros solitarios» les importa la doctrina y la moralidad, pero quieren decidir por su cuenta lo que estas significan. Rechazan la noción de que la Iglesia es una comunión viva de santos, con autoridad sobre cada creyente. En este protestantismo de la «Nueva Era», donde no importa lo que uno crea o haga mientras tenga contacto con una cierta atmósfera espiritual, la cultura triunfará sobre el evangelio, y nosotros, los evangélicos, seguiremos los pasos del protestantismo liberal. La única alternativa es que tomemos en serio la Gran Tradición.

Gerald R. McDermott ocupa la cátedra Jordan-Trexler en Religión en el Roanoke College y es investigador asociado en el Centro Jonathan Edwards de la Universidad del Estado Libre [University of the Free State] en Sudáfrica. Es coautor de A Trinitarian Theology of Religions: An Evangelical Proposal (Oxford).

Traducción por Iván Balarezo

Edición en español por Livia Giselle Seidel

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Por qué la iglesia no debería ser solo en Facebook

Las razones por las que los servicios de adoración no deberían ser en línea son meramente humanas.

Christianity Today October 14, 2021
Illustration by Mallory Rentsch / Source Images: Dear / Unsplash / Thomas Miller / EyeEm / Getty Images

Cada semana, en el vestíbulo principal, la secretaria de la iglesia en la que asistí al jardín de niños actualizaba el archivo de grabaciones de sermones. Esto fue a principios de la década de 1990, por lo que el archivo era un anaquel de casetes, con quizás dos o tres copias para cada sermón, en caso de que varios miembros de la iglesia, que por cualquier motivo tenían que permanecer en casa, quisieran escucharlos al mismo tiempo.

Ese tipo de atención para aquellos que no pueden asistir a la iglesia los domingos (ya sea ocasionalmente o a largo plazo) debido a la vejez, una enfermedad crónica o una discapacidad, es indiscutible. La mayoría de las iglesias hace tiempo que pasaron de los casetes a un formato de podcast, YouTube o CD, pero la idea básica de usar la tecnología para llevar al menos el sermón a aquellos que no pueden adorar en persona llegó para quedarse, y así es como debería ser. Aunque no es un cumplimiento suficiente de nuestros deberes por sí solo, es fácilmente defendible como una manifestación de la responsabilidad cristiana de cuidar a los enfermos (Mateo 25:36), predicar la Palabra (2 Timoteo 4:2), y «atender a los huérfanos y a las viudas en sus aflicciones» (Santiago 1:27).

Pero, ¿qué hay de la conducción de la iglesia, (o, al menos, el tiempo de adoración y enseñanza en grupo) en Facebook? Muchas congregaciones probaron esto o algo similar por primera vez durante la pandemia del COVID-19.

Facebook informó que la semana de la Pascua del 2020, cuando el confinamiento por la pandemia apenas se estaba generalizando, fue «la semana más popular y la más grande para las videollamadas grupales en Messenger y para las transmisiones en vivo por Facebook de las páginas espirituales». Las personas parecieron adoptar rápidamente estas formas de conectarse cuando se vieron separadas por el COVID-19.

En Facebook, las iglesias pueden formar «grupos» o «páginas». Pueden albergar chats y publicar memes que los miembros y seguidores verán y responderán. Con una conexión a Internet lo suficientemente buena y congregaciones lo suficientemente pequeñas, pueden realizar sesiones en vivo por Facebook, que son como videollamadas. Pueden planificar eventos y recomendar libros, videos y otras publicaciones.

Y Facebook, más que otras redes sociales importantes, está cortejando deliberadamente [enlaces en inglés] el uso religioso. El sitio está probando una función de solicitud de oración, que parece solo diferir de las publicaciones regulares en grupos en que se puede responder haciendo clic en el botón «Oré» en lugar de dar clic en «Me gusta». Facebook también está trabajando directamente con algunas denominaciones y mega iglesias, con la esperanza de hacer de la fe una nueva fuente constante de tráfico e ingresos publicitarios.

Al leer sobre el alcance religioso de Facebook, me sorprendió lo positivas que fueron las respuestas de pastores y otros líderes religiosos cuando fueron entrevistados sobre esta integración de la adoración, la comunidad congregacional y las redes sociales. Algunos agregaron advertencias sobre el uso indebido de la tecnología o las preocupaciones por la privacidad, pero la acogieron en gran medida como una herramienta valiosa para la vida cotidiana de la iglesia. Algunos incluso parecen pensar, como dijo una vez el televangelista Pat Robertson sobre la televisión, que «sería una locura que la iglesia no se involucrara con la fuerza más formativa de Estados Unidos»; que «el mensaje es el mismo, [y] el medio de entrega puede cambiar».

Ese pensamiento está equivocado. A pesar de todos sus usos prácticos en circunstancias extraordinarias como la pandemia o como un medio para incluir y ministrar a aquellos que físicamente no pueden asistir a los servicios, las redes sociales como un espacio para la adoración grupal ordinaria nos harán más daño que bien.

Facebook, (y otros sitios de redes sociales), no son simplemente la próxima evolución del ministerio de casetes o una conveniente centralización en línea de la logística y la adoración. Su poder formativo no es neutral.

Sospecho que el medio cambiará significativamente el marco del mensaje, o incluso lo cambiará por completo, principalmente al trivializarlo, y encontrando la forma de distraer nuestra atención.

El crítico cultural Neil Postman escribió Divertirse hasta morir en 1985, cuando la televisión era el medio bajo escrutinio. Postman no era cristiano ni sabía nada de las redes sociales. Aun así, su capítulo sobre la iglesia televisada (que contiene la cita anterior de Pat Robertson) ofrece tres advertencias premonitorias que los cristianos necesitan al considerar un nuevo medio de adoración.

El primero es el más simple: es una «gran ingenuidad tecnológica», escribió Postman, imaginar que la televisión no modificará el mensaje de la iglesia, porque «no todas las formas del discurso se pueden convertir de un medio a otro». Nos damos cuenta de esto en otros contextos, reconociendo, por ejemplo, que cantar solo en tu auto no es lo mismo que cantar con una congregación.

Esto también es cierto para las redes sociales. El mismo servicio de adoración, si se presenta como un video en vivo por Facebook, es sustancialmente diferente de lo que sería si se experimentara en persona. Las palabras pueden ser idénticas, pero su contexto transforma el mensaje. Esto me lleva a la segunda advertencia:

Poner los servicios de la iglesia en las redes sociales es intrínsecamente desorientador, y podemos olvidar que la verdadera adoración del Dios trino, creador del universo, no debería tener que competir por nuestra atención con los memes tontos, los discursos políticos y el sinfín de frivolidades que encontramos en Facebook (al mismo tiempo y en el mismo lugar). Nunca decoraríamos nuestros santuarios con anuncios de Amazon y dibujos animados toscos, pero eso es lo que rodea a los servicios de adoración en Facebook.

Si proclamamos «Jesús es el Señor» en Facebook, en lugar de en persona, las palabras no cambiarán, pero el significado sí. El medio pone esa declaración de fe al mismo nivel que «Vote por este candidato», «Compre esta camiseta» y «Obtenga un me gusta por compartir este meme».

Nada de eso cambia a Jesús, por supuesto. La diferencia tiene que ver con nosotros y cómo procesamos los mensajes. Mantener el enfoque en Cristo ya es un desafío enorme de nuestro tiempo, tanto en el sentido más amplio de tener una lealtad absoluta e indivisa a Jesús, como también en el sentido menor de mantener nuestras manos lejos de nuestros teléfonos durante dos segundos para hacer algo, cualquier cosa, que esté relacionada con Dios.

No es imposible, por supuesto, que Dios llame a las personas a Sí mismo a través de un medio profundamente defectuoso, pero tampoco es prudente rodear deliberadamente la adoración con distracción cuando ya de por sí tenemos demasiadas distracciones.

«Las personas comerán, hablarán, irán al baño, harán flexiones o cualquier otra cosa que estén acostumbradas a hacer en presencia de [una] pantalla», escribió Postman sobre los servicios de adoración por televisión. Esto suena vergonzosamente cierto desde mi experiencia con la iglesia Zoom en tiempos de pandemia, que era mejor que nada. Pero no sustituyó al encuentro que Juan describe como «hablar personalmente con ustedes para que nuestra alegría sea completa» (2 Juan 1:12).

Las redes sociales están diseñadas para la trivialidad y la distracción, para ayudar a los anunciantes y las plataformas a beneficiarse de la «economía de la atención», y nuestro comportamiento al consumirlas refleja ese hecho.

Mi tercera advertencia está estrechamente relacionada con la ausencia de buenas restricciones que conlleva la adoración limitada a la pantalla: «El espectador está consciente en todo momento de que un toque del interruptor producirá un evento diferente y secular en la pantalla», señaló Postman. Esa posible elección constante es un poderoso incentivo para que la iglesia se interese menos por darnos lo que necesitamos y se preocupe más por darnos lo que queremos: lo que sea que nos mantenga escuchando activamente, cualquier cosa que haga que no deslicemos la pantalla hacia abajo.

Puedo escabullirme en cualquier momento que quiera, sin que me restrinja siquiera la más leve incomodidad de salir del santuario mientras el predicador sigue hablando. Las limitaciones que sentimos en persona no niegan nuestra capacidad para elegir lo que hacemos. Pero la presencia de otros puede ser una poderosa presión para nuestro bien. Francamente, necesitamos la presión de otros compañeros para mantenernos comprometidos con la adoración.

No estoy diciendo que crea que la iglesia en línea sería un sustituto perfecto de la iglesia en persona si tan solo la persona pudiera estar sentada en silencio, en un entorno hermoso, con el servicio de la iglesia en una pantalla grande y sin publicidad. A estas alturas, todos nos hemos dado cuenta de que un servicio religioso sin tener un encuentro cara a cara, o un canto grupal, no es suficiente. No obstante, también es necesario decir que el medio, ya sea Facebook o cualquier otro, es un problema en sí mismo.

Sin embargo, las tentaciones no son solo para quienes miran. Un servicio en línea tienta a los maestros a dejar de tomar su cruz (Lucas 9:23) y a apoyarse en «Por favor, mantenga Facebook abierto y por favor no navegue por Twitter o el correo electrónico en su teléfono». Hace que el cristianismo sea menos «exigente y serio», pensó Postman, y más «fácil y divertido… completamente otro tipo de religión».

Traducción por Sergio Salazar

Edición en español por Livia Giselle Seidel

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Los diez compromisos detrás de los diez mandamientos

La lista de reglas más famosa del mundo se basa en algo más profundo que los principios éticos.

Christianity Today October 14, 2021
Illustration by Rick Szuecs / Source images: Gordon Johnson / Pixabay / Wikimedia Commons

Teniendo en cuenta que se encuentran entre las palabras más influyentes jamás escritas, hay una serie de cosas curiosas sobre los Diez Mandamientos. Para empezar, hay dos versiones con una redacción sutilmente diferente (Éxodo 20:1-17; Deuteronomio 5:6-21). Nadie sabe cómo se dividieron en dos tabletas. La primera declaración («Yo soy el Señor tu Dios…») no es un mandamiento en realidad.

Lo más extraño es que parece que hay más de diez. Las frases imperativas que comienzan con «no» aparecen 12 veces en total, y eso no incluye los mandatos «Acuérdate del día de reposo» y «Honra a tu padre y a tu madre» (RVR1960). La Iglesia Ortodoxa y la mayoría de los protestantes resuelven este problema combinando todos los mandamientos sobre la codicia en uno. Los católicos romanos lo abordan agrupando las prohibiciones de la idolatría en una sola: San Agustín argumentó que el primer mandamiento (No tendrás otros dioses) incluye lo que muchos consideran el segundo (No te harás ningún ídolo).

Muchos admitirían que el recuento preciso de los mandamientos no importa realmente, siempre y cuando los obedezcamos todos. Estoy de acuerdo. Pero otra característica curiosa de los Diez Mandamientos que sí importa, y que con frecuencia pasa desapercibida, es el hecho de que hay diez afirmaciones teológicas, diez atributos de Dios, si se quiere, entretejidas en medio de ellos. Si bien es cierto que el texto nos dice quiénes debemos ser, también nos dice quién es Dios. La revelación se encuentra junto a la regulación.

Ya hemos notado la afirmación. Las palabras de Dios a Israel no comienzan con un mandamiento, sino con el nombre de Dios: «Yo soy el Señor tu Dios…» (Éxodo 20:2, NBLA). En otras palabras, soy Yahvé, el Dios que hizo un pacto con Abraham. Sabes mi nombre porque te lo revelé. Esta relación no comienza con tu compromiso conmigo (por importante que sea), sino con el mío contigo.

La misma frase apunta a los actos de redención de Dios: «… que te saqué de la tierra de Egipto, de la casa de servidumbre». Los mandamientos reales aún no han comenzado. Antes de dar instrucciones, Dios quiere que Israel sepa sin lugar a duda que Él es un Dios redentor, rescatador y liberador. Solo entonces comienza a aclarar cómo deben expresarse la obediencia y la gratitud. La gracia viene primero, después la instrucción. El rescate precede a las reglas.

Los dos primeros mandamientos (al menos en el recuento protestante) se relacionan con la adoración. Claramente, aunque implícitamente, resaltan dos atributos divinos más: que Dios es uno («No tendrás otros dioses delante de Mí», v. 3), y su invisibilidad («No te harás ningún ídolo, ni semejanza alguna», v. 4). Solo hay un Dios a quien adorar, y como no se le puede ver, es una blasfemia hacer una representación visual de Él, como Israel descubrirá para su vergüenza en Éxodo 32.

Este mandato es seguido, y de hecho explicado, por otros dos atributos divinos, a saber, el celo de Dios y su amor inquebrantable. Su celo significa que juzgará las iniquidades durante tres o cuatro generaciones. (Es importante distinguir entre la envidia, el deseo pecaminoso de lo que pertenece a otra persona, y el celo divino, que es el deseo santo de Dios de no permitir que lo que le pertenece a Él se le entregue a nadie más). Su amor inquebrantable, por otro lado, dura miles de generaciones (Deuteronomio 7:9), superando sus castigos en varios órdenes de magnitud. La misericordia triunfa sobre el juicio.

Eso no significa que los culpables queden impunes. Él sigue siendo un Dios de justicia, como afirma el tercer mandamiento: «no tendrá por inocente al que tome Su nombre en vano» (Éxodo 20:7). Pero a pesar de los truenos y relámpagos, los mandamientos posteriores enfatizan otros atributos. Él también es el Dios de la creación, quien hizo los cielos y la tierra y todo lo que hay en ellos, llenando el cosmos de abundancia, vida y maravillas (v. 11). Él es el Dios del descanso, que no solo se sienta y disfruta de lo que ha hecho, sino que bendice el día de reposo y lo santifica para que su pueblo también descanse (vv. 8-10). Y Él es el Dios de la promesa, que da bienes (en este caso, la tierra) como herencia a los que honran a sus padres (v. 12).

Los Diez Mandamientos son fundamentales para la ética cristiana, utilizados por Jesús y Pablo como marco para enseñar sobre la obediencia a la fe. Pero están llenos de la revelación de quién es Dios y lo que Él ofrece. Quizás deberíamos llamarlos también los Diez Compromisos.

Andrew Wilson es pastor docente en King’s Church en Londres, Reino Unido, y autor de God of All Things. Síguelo en Twitter @AJWTheology.

Traducción por Sergio Salazar

Edición en español por Livia Giselle Seidel

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History

La historia de la Iglesia es una bella melodía interpretada de manera imperfecta

Cómo el mensaje de Cristo ha resonado a lo largo de los siglos, incluso en los momentos en que sus seguidores no lograron tocar en armonía.

Christianity Today October 11, 2021
Wikimedia Commons / Edits by Rick Szuecs

Cuando se trata de la historia de la Iglesia, hay dos enfoques comunes pero errados: algunos celebran una serie ininterrumpida de triunfos del pueblo de Dios, mientras que otros denuncian un historial de actos inmorales cometidos por hipócritas. La verdadera historia, sin embargo, es mucho más compleja, con algunos cristianos amoldándose a las enseñanzas de Cristo y algunos otros quedándose muy cortos, tal como lo documenta el historiador John Dickson en Bullies and Saints: An Honest Look at the Good and Evil of Christian History [Acosadores y santos: Una mirada honesta sobre lo bueno y lo malo en la historia del cristianismo]. Christopher Reese, escritor independiente y editor de The Worldview Bulletin, conversó con Dickson sobre cómo podemos aceptar y asumir los errores de la historia de la Iglesia, y a la vez responder a los escépticos que niegan los numerosos logros que la Iglesia ha tenido en los últimos dos milenios.

¿Cómo pueden los cristianos de hoy beneficiarse de aprender acerca de la historia de la Iglesia?

Aprender sobre cualquier tipo de historia tiene múltiples beneficios. En primer lugar, puede conducir a la humildad. Saber más sobre las figuras del pasado que cambiaron su época pone en perspectiva nuestros propios logros y nuestra autosuficiencia. Por otro lado, los hechos vergonzosos de la historia, especialmente de la historia del cristianismo, deberían llevarnos a considerar qué puntos ciegos verán en nosotros las generaciones futuras. Cuanto más estudio la historia, menos juzgo a nuestros antepasados, no porque los males que cometieron no fueran malos, sino porque temo no poder ver mi propia maldad.

Otro aspecto sorprendente de estudiar la historia es que nos invita a indagar en un pozo mucho más profundo de experiencia y sabiduría humanas. Es como realizar la máxima encuesta de opinión acerca de la democracia. Escuchamos las mejores ideas, no solo de nuestro presente, sino también de épocas pasadas. Y vemos cómo toda la familia cristiana luchó con la sabiduría de Dios en contextos muy diferentes.

¿Cuáles son los mitos populares sobre la historia del cristianismo que más quisiera corregir?

¡No sé por dónde empezar! Un mito popular es que los primeros cristianos adoptaron una ética del amor y la humildad solo porque eran los «perdedores» de la sociedad: campesinos, mendigos, perseguidos. Pero nada podría estar más lejos de la verdad. Cuanto más leo los documentos más antiguos que datan de aquellos siglos de fundación del cristianismo, más convencido estoy de que esos cristianos sentían que podían permitirse ser buenos perdedores porque, en realidad, ¡ya habían ganado! Esta convicción les permitía ser indiferentes ante la política y el poder, sabiendo que la glorificación de Cristo y la reivindicación de su pueblo perseguido ya estaban aseguradas.

Hay muchos otros mitos que merecen ser aclarados, por ejemplo, la noción popular de que Occidente entró en la «Edad oscura» tras la caída de Roma y el ascenso de la Iglesia. Es cierto que durante ese periodo se perdieron muchas estructuras importantes. Sin embargo, la Iglesia continuó su labor estableciendo comunidades de cuidado, construyendo hospitales y escuelas, e inspirando una enorme industria de estudio y copia de obras clásicas. Muchos no se dan cuenta de que la gran mayoría de los textos latinos clásicos, tanto paganos como cristianos, fueron conservados por monjes diligentes en el periodo que llaman «la Edad oscura».

Por supuesto, los cristianos también pueden tener sus propios mitos que pintan la historia del cristianismo casi completamente de color de rosa. No veo ningún valor en blanquear las cosas horribles que se hicieron en nombre de Jesús, como la quema de sinagogas en el siglo IV, el cierre de templos paganos en el siglo VI o la reinterpretación en el siglo XII de la metafórica «armadura de Dios» descrita por Pablo para justificar el uso de espadas reales contra los no creyentes.

¿Hay algún personaje histórico en su libro que los cristianos deberían conocer mejor?

Si tuviera que elegir solo uno, sería Alcuino de York, quizás el más grande europeo del que nunca oímos hablar. Fue un devoto diácono de la iglesia y fue conocido como el hombre más culto del mundo en el siglo VIII. Introdujo un amplio programa educativo en toda Europa bajo el patronato de Carlomagno. Los estudiantes –niños y niñas, ricos y pobres– aprendían gramática, lógica, retórica, geometría, aritmética, astronomía básica y lo que podríamos llamar filosofía de la música, que los preparaba para estudiar materias avanzadas como historia, teología y derecho.

Esto transformó a Europa de una manera que los romanos nunca podrían haber logrado, y que nunca habrían intentado. Con el tiempo, nos dio las grandes escuelas catedralicias y las principales universidades de la Baja Edad Media. Pero la contribución de Alcuino no fue tan solo académica. Como uno de los consejeros más queridos de Carlomagno, de alguna manera convenció al gran monarca para que evitara su brutal política de «conversión o espada». Alcuino quería convertir a la Europa pagana a través de la dulce persuasión, no por medio de violencia e impuestos.

¿Cómo responde usted a los escépticos que enumeran acontecimientos como la Inquisición o las Cruzadas como razones para rechazar el cristianismo?

Rechazar el cristianismo basándose en la terrible actuación de algunos cristianos es como descartar a Bach después de escuchar mis débiles intentos de tocar sus suites para violonchelo. Todos sabemos distinguir entre la composición y la interpretación. Y lo mismo aplica a la historia de la Iglesia. El mensaje original de Cristo ha resonado a lo largo de los siglos como una bella melodía, aunque muchos cristianos no hayan logrado tocarla en armonía.

En cualquier caso, ninguna evaluación honesta de la historia del mundo puede tratar la intolerancia y la violencia de la iglesia como algo único. El salvajismo parece ser universal. Pero hay cosas que no son universales, como la educación gratuita, los hospitales y la caridad para todos. Estas fueron las contribuciones especiales del cristianismo.

¿Cómo cree que sería el mundo actual si la Iglesia nunca hubiera existido?

Solo podemos especular, por supuesto, así que permítanme hacerlo. El hecho es que los griegos y los romanos no creían en lo que nosotros llamamos caridad. Como no consideraban la humildad como una virtud, nunca soñaron con proporcionar hospitales para la población general. Y tenían una visión profundamente denigrante de las mujeres y del sexo. A pesar de muchos fracasos trágicos, la Iglesia corrigió estos males.

Algo sorprendente de la historia del cristianismo es este «correctivo» incorporado en el corazón de la fe. Cuando la Iglesia se encontraba en su peor momento, surgía alguna figura profética que señalaba lo lejos que se había desviado todo el mundo del Evangelio, e inspiraba un movimiento de reforma que hacía que la gente volviera al buen camino, hasta el siguiente periodo de fracaso sistémico.

Por mucho que nuestro mundo vea a la Iglesia como algo meramente tradicional e incluso antiprogresista, lo cierto es lo contrario. Esa podría ser una buena descripción de la Roma republicana e imperial, pero no describe la trayectoria dominante de la historia de la iglesia, que se caracterizó por el arrepentimiento, la mejora y el esfuerzo hacia una mayor encarnación de la perfección de Cristo. En cierto modo, las pasiones seculares modernas por denunciar la hipocresía y exigir el progreso son piezas del legado cristiano que se han desprendido de su fuente espiritual.

¿Qué mensaje espera que los lectores saquen de este repaso de la historia del cristianismo?

Mi esperanza para los escépticos es que, a pesar de ver confirmados sus peores temores sobre la Iglesia en algunos puntos, también se sorprendan de hasta qué punto los cristianos en su mejor momento nos han dado algunas de las cosas que los humanistas seculares aprecian hoy.

Me gustaría pensar también que los cristianos se sentirán al mismo tiempo humillados e inspirados por la actuación de la Iglesia a lo largo de sus veinte siglos. La posibilidad de desviarse del camino de Cristo está siempre presente. Sucedió en el pasado, y volverá a suceder en el futuro. Esto debería causarnos dolor y temor, manteniéndonos alerta ante nuestros propios puntos ciegos. Pero confío en que las historias de fe heroica de cada siglo nos afirmarán para seguir creyendo que, a pesar de nuestros fracasos, Cristo puede obrar sus maravillosos propósitos a través de una carne tan frágil como la nuestra.

Traducción por Sofía Castillo

Edición en español por Livia Giselle Seidel

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Líderes bautistas de la iglesia Bethlehem se enfrentan por «mimos» y «cultura de la cancelación»

Un debate sobre la «empatía desconectada de la realidad» pone de relieve la forma en que los líderes salientes, incluido el sucesor de John Piper, abordaron temas candentes como el abuso y el debate racial.

Christianity Today October 7, 2021
Ed Kohler / Flickr

Se suponía que este iba a ser un año histórico para la Iglesia Bautista Bethlehem de Minneapolis, ya que la histórica congregación, mejor conocida por los 33 años en que John Piper sirvió como pastor principal, celebró su 150.º aniversario.

El instituto de estudios bíblicos y seminario Bethlehem College and Seminary (en adelante el BCS), el cual pasó de ser el instituto de formación de laicos de la iglesia a un programa acreditado, también tiene motivos para celebrar. Este otoño, la escuela recibirá a su segundo presidente, diez años después de la graduación de su primera promoción.

Sin embargo, antes de llegar a los festejos conmemorativos, la comunidad se encuentra en medio de lo que los líderes actuales han llamado «un tiempo confuso y desafiante» y «una temporada dura y difícil en la vida de nuestra iglesia». En los últimos meses, tres pastores y un miembro del personal dimitieron del Campus Centro de la Iglesia Bethlehem, junto con docenas de miembros laicos. Otros cuatro profesores y miembros del personal dejaron el seminario en el último año.

Algunos de los rostros que aparecen en el video conmemorativo 150 años de la gracia de Dios en Bethlehem ya no pertenecen a la iglesia multicampus de las ciudades gemelas de Minnesota, entre los cuales resalta Jason Meyer, sucesor de Piper y pastor de Predicación y Visión de Bethlehem. Los miembros que pasaron 10, 20 e incluso 30 años adorando y sirviendo allí, y que esperaban ser parte de esa iglesia por el resto de sus vidas, se despidieron de su hogar espiritual.

«Permanecer en Bethlehem era nuestro plan hasta que el día en que fuéramos a estar en los brazos de Jesús. No podemos ni pensar en lo que sigue», dijo Debby Pickering, cuya familia dejó la congregación cuando su marido, Bryan, renunció a su puesto como pastor. Mientras él luchaba tratando de resolver el problema, ella no sabía a dónde ir con su propia frustración y ansiedad. «Nada en la clase para esposas que imparte el seminario te prepara para esto».

Dejan atrás una comunidad relativamente grande (2400 miembros, repartidos en tres campus), cuyos líderes también están decepcionados y apenados, tanto como para que la iglesia haya decidido posponer hasta noviembre la celebración de su 150.º aniversario, el cual estaba previsto para mediados de agosto.

A diferencia de otros escándalos evangélicos de gran repercusión en los titulares, la historia de Bethlehem no es tan clara. En una carta enviada por correo electrónico a su congregación, el pastor de uno de los tres campus de Bethlehem se refirió a «cuestiones matizadas y complejas en juego» cuando se refirió a la dimisión de Meyer el mes pasado. Incluso las personas que se han marchado frustradas coinciden en que no hay una única causa o persona detrás del conflicto.

Los que se van y los que se quedan reconocen algunas de las cuestiones que han dividido a Bethlehem, muchas de las cuales también están causando tensión en otras iglesias conservadoras: la justicia racial y la teoría crítica de la raza (CRT, por sus siglas en inglés); el movimiento #MeToo y el llamado a creer en las mujeres; y la naturaleza del trauma y el abuso.

Sin embargo, debajo de esta constelación de temas candentes, también hay un desacuerdo filosófico más profundo sobre cómo abordar los diversos conflictos en sí. En el fondo, se cuestiona si, cuándo y cómo los cristianos pueden desafiar a quienes dicen estar sufriendo, y cómo equilibrar el llamado a mostrar compasión, la búsqueda de la verdad y el arrepentimiento del pecado en tales situaciones.

«Si simplemente renuncio y finjo que creo que todo en Bethlehem está bien, sería deshonesto», escribió Meyer, quien dejó la iglesia el 1 de agosto. «Más bien, creo que nuestra cultura de liderazgo ha dado un giro en una dirección poco saludable mientras tratamos de navegar por el conflicto y la división».

Particularmente desde la presidencia de Donald Trump, ha habido una profundización de las divisiones entre los evangélicos estadounidenses, exponiendo grandes desacuerdos, no en la teología per se, sino en cómo los cristianos ven sus mayores prioridades y temores en la sociedad. Esto se ha visto acelerado por la polarización política, el ajuste de cuentas racial y el estrés causado por la pandemia.

Los comentaristas han tratado de analizar las líneas de falla, y los propios evangélicos —incluido el presidente y editor jefe de Christianity Today, Tim Dalrymple [enlace en español]— han generado sus propias categorías sobre cómo las personas que comparten una fe en común pueden encontrarse en desacuerdo.

En su carta de dimisión [enlaces en inglés], Meyer hizo referencia a la «fractura del evangelicalismo» descrita en un reciente artículo de Mere Orthodoxy, que detalla cómo ciertos grupos experimentarán «diferencias significativas en la filosofía del ministerio sobre cómo contextualizar el evangelio en la encrucijada que nuestra cultura está atravesando en este momento». Mientras se arremolinaban las acusaciones de cierta «deriva liberal» bajo su liderazgo, Meyer más bien observó a su congregación moverse en la otra dirección y sugirió que un pastor de la categoría «neofundamentalista» encajaría mejor en el puesto.

Varios líderes actuales de Bethlehem, así como el nuevo presidente del BCS, Joe Rigney, señalaron una taxonomía similar descrita por Kevin DeYoung en el sitio en inglés de The Gospel Coalition.

«Parte de lo que ha sucedido, especialmente en los últimos cinco años, es que han surgido líneas de fractura entre personas con principios teológicos razonablemente similares», dijo Rigney en una entrevista con CT. Al mismo tiempo, «se ha producido una escalada, una inflación del lenguaje, de tal manera que cuando una determinada cuestión se convierte en la prueba de fuego, cuando se convierte en “o estás con nosotros o estás contra nosotros”, —en lugar de ser considerado simplemente un instinto o una tendencia diferente dentro de un principio teológico compartido— es cuando hay verdaderos problemas, y se vuelve muy difícil trabajar juntos».

Rigney se ha dado a conocer por plantear su preocupación por el «pecado de la empatía», un tema sobre el que ha escrito en Desiring God y del que ha hablado en una serie de videos presentada por Doug Wilson. Sus preocupaciones se centran en lo que él ve como expectativas contemporáneas de que la gente se una a otros que están sufriendo en su dolor. Este tipo de sensibilidades, teme, puede amenazar la relación de los cristianos con la verdad.

«Dios nos manda ser compasivos. Nos manda mostrar simpatía, pero la gente exige esa empatía, y consideran una especie de traición si te niegas a unirte a ellos en su dolor o en su queja», dice en la serie con Wilson. En este contexto de «empatía desconectada de la realidad», argumenta, «se pierde la capacidad de emitir un juicio independiente sobre cualquier cosa que digan o hagan. En otras palabras, se pierde el contacto con la verdad».

Rigney reconoce que hacer una «crítica de la empatía» suena provocador, y se ha esforzado por explicar y defender su posición en internet. Pero su opinión también ha resonado. Más de 25 personas hablaron ampliamente con CT sobre sus experiencias en el conflicto dentro de Bethlehem para este artículo. Muchos mencionaron el concepto de «empatía desconectada de la realidad» como un factor que, en su opinión, determinó las respuestas de los líderes cuando se enfrentaron a acusaciones de acoso, protección institucional y abuso espiritual.

Tres pastores «empáticos»

La salida de Meyer el mes pasado siguió a la de otros dos en el Campus Centro de Bethlehem: Ming-Jinn Tong, pastor de Ministerio en el Vecindario, anunció su dimisión en mayo; y Bryan Pickering, pastor de Atención y Asesoramiento, en junio. Los tres habían entrado en conflicto de manera intermitente con el consejo de ancianos de Bethlehem, compuesto por más de 40 miembros, y finalmente vieron que sus propios ministerios y el enfoque de la iglesia iban en direcciones diferentes.

Uno de los puntos de tensión fue un proceso que duró meses en el que se evaluaron las quejas presentadas contra un anciano de Bethlehem y profesor del BCS, Andy Naselli, al que, tras haber expresado sus comentarios en una reunión de la iglesia, se le acusó de no ser «rápido para oír, lento para hablar y lento para la ira» y, por tanto, de no ser apto para sus cargos. El consejo de ancianos concluyó en abril que las acusaciones contra Naselli no eran ciertas, pero los pastores [antes mencionados] fueron tres de los cuatro ancianos que disintieron con la esperanza de que se llevara a cabo una nueva investigación.

Se sintieron presionados por no estar de acuerdo con el resto del consejo de ancianos, hasta el punto de que algunos ancianos dijeron que consideraban «insostenible» que Tong y Pickering se quedaran dado su desacuerdo.

Pero no era solo la situación en torno a Naselli. Durante una reunión celebrada en mayo, los pastores del Campus Centro se enfrentaron a más desafíos por parte de algunos miembros del consejo. «Otro anciano en la reunión dijo del pastor Jason, del pastor Ming-Jinn y de mí que cuando predicamos u oramos públicamente, o nos comunicamos públicamente con la congregación, estamos subordinando el evangelio a otras cosas», dijo Pickering a CT.

Jason MeyerScreengrab / Bethlehem Baptist Church
Jason Meyer

Mientras Meyer se encontraba en mayo en un periodo sabático, Pickering y Tong fueron retirados del programa de oración y predicación de los domingos. No tardaron en dimitir.

Meyer, cuya participación en Bethlehem se remonta a 1999, regresó de su periodo sabático con lo que, según él, fue un claro llamado de que era el momento de irse también. Describió las razones de su dimisión en una carta de renuncia de 3100 palabras que se filtró recientemente, casi un mes después de que la iglesia anunciara su salida en un breve correo electrónico.

Dice que las acusaciones contra él eran «(1) que he subordinado el evangelio, (2) que he dado poder a las víctimas (he sido llamado “mimador”), y (3) que he permitido que la compasión por los demás dirija y dicte la dirección de mi liderazgo».

«En un clima de sospecha, la compasión puede parecer un “mimo”», escribió Meyer.

Un miembro laico, que asistió a Bethlehem durante más de una década y pidió que no se publicara su nombre a fin de preservar las relaciones ministeriales, dijo a CT que tenía sentido que Meyer, Pickering y Tong fueran los que se fueran, ya que eran vistos como los «empáticos». Para algunos, la disposición de estos tres pastores a escuchar y defender a los feligreses, sus enseñanzas sobre la raza y el abuso, y su liderazgo en el Campus Centro eran particularmente valiosos para Bethlehem.

«He escuchado a varias personas que han dicho cosas como que cuando escuchaban a Jason predicar, o a Ming-Jinn predicar, o a mí orar públicamente, o cuando publicaba ciertas cosas en las redes sociales, se sentían cuidados, vistos, o se sentían en sintonía con nosotros», dijo Pickering, quien dirigió la iglesia en oración los domingos siguientes a la insurrección del Capitolio, la inauguración presidencial, los tiroteos en el spa de Atlanta y el asesinato de Daunte Wright. «Y si digo que ya no es un lugar donde uno pueda decir esas cosas públicamente y mantenerse a salvo, [muchos] están pensando: “Entonces tampoco es un lugar para nosotros”».

Pero para otros, el hecho de que los pastores se centraran en cuestiones de raza y abuso reflejaba una filosofía distinta acerca del ministerio.

«Creo que la cuestión no es si debemos o no mostrar compasión (debemos hacerlo), sino si nuestra compasión estará arraigada en el evangelio, desplegada con discernimiento y con la voluntad de proporcionar corrección o reprensión (Tito 1:13)», escribió Steven Lee, pastor del Campus Norte de Bethlehem, en una respuesta a la carta de renuncia de Meyer.

«Me preocupaba cada vez más que la compasión que carece de discernimiento terminaría por socavar sutilmente la sana doctrina. Observé patrones de liderazgo que buscaban ayudar a las personas que sufrían, pero que dejaban a esas mismas personas aún más frustradas y decepcionadas».

Repercusiones de Man Rampant

Piper ha acogido y defendido al pastor y autor Doug Wilson a lo largo de los años, incluso cuando se ha convertido en una figura cada vez más polémica en el evangelicalismo por sus enseñanzas sobre la esclavitud, las mujeres y otros temas. Rigney estudió en el instituto New Saint Andrews College, fundado por la iglesia de Wilson, Christ Church, en Moscú, Idaho, y ha mantenido vínculos con él.

La entrevista sobre el «pecado de empatía» de Rigney en la serie de Wilson, llamada Man Rampant [El hombre rampante], se estrenó en octubre de 2019 como su episodio debut. Un año después, Piper, en su papel de rector de la institución, anunció que Rigney, quien había enseñado teología y literatura en el BCS desde 2007, había sido nombrado el segundo presidente del centro de estudios. Aunque Rigney sirve como pastor en una iglesia plantada por Bethlehem en St. Paul llamada Cities Church, es el primer titular del BCS que no pertenece directamente a la propia Iglesia Bautista Bethlehem.

El centro de estudios teológicos Bethlehem College and Seminary surgió como una evolución del centro de formación interno de la iglesia Bethlehem, el cual se remonta a décadas atrás. Pasó por un periodo de transición como un programa de grado formal, y finalmente recibió acreditación en 2015. La institución sigue teniendo su sede en el Campus Centro de Bethlehem y, aunque el BCS tiene su propio consejo de administración, hay un importante empalme en el liderazgo de ambos.

«Nuestro decano académico es un anciano de la iglesia. Cinco de nuestros profesores son ancianos; cuatro de nuestros administradores son ancianos», dijo Rigney. «En términos de liderazgo de la escuela, encontramos a los mismos individuos. Son los mismos individuos los que están sentados en ambos lugares. Ahora bien, evidentemente, yo soy pastor de una iglesia distinta, pero esa iglesia tiene el mismo compromiso doctrinal que Bethlehem».

Rigney y Wilson discuten el «pecado de la empatía».Screengrab / Canon Press on YouTube
Rigney y Wilson discuten el «pecado de la empatía».

Cuando se anunció que Rigney dirigiría el instituto y el seminario, algunos temían que sus puntos de vista teológicos y sus afiliaciones se confundirían con los de Bethlehem, en particular sus preocupaciones sobre la empatía, presentados en la entrevista de una hora de duración con Wilson (que ahora está en YouTube).

Janette y Steve Takata, quienes han asistido y servido en Bethlehem desde 2003 y 1990, respectivamente, estaban preocupados [al respecto], y Janette presentó una moción en la reunión trimestral de la iglesia en enero. Pidió que, antes de que Rigney tomara posesión de su cargo, los ancianos hicieran una declaración para «separar» las opiniones presentadas por Rigney en el episodio acerca de «las opiniones y enseñanzas de la Iglesia Bautista Bethlehem».

Janette Takata señaló que Rigney había sido identificado como «de Bethlehem» en el video, y que un profesor del BCS y anciano de Bethlehem había publicado una crítica otorgando cinco estrellas al episodio. Preguntó cómo el mensaje, en el que Rigney y Wilson hablaban de ejemplos de mujeres que utilizan la manipulación emocional o que alegan falsamente haber sufrido abusos, encajaría con el propio ministerio de la iglesia de cuidar de las víctimas.

Naselli, profesor adjunto de teología y Nuevo Testamento en el BCS, alzó la voz para identificarse como el autor de la crítica de cinco estrellas y dijo que si la moción se aprobaba, renunciaría. La amenaza cerró efectivamente el debate. Los Takata se sintieron sorprendidos por la respuesta. En las semanas siguientes, mientras la iglesia intentaba hacer las paces entre ellos y Naselli, la pareja se sintió difamada en el proceso, ya que el profesor llegó a calificar su moción de divisiva e irrespetuosa.

La preocupación de los Takata no se limitó a la moción, sino que presentaron una queja en la que ponían en tela de juicio si Naselli cumplía con los requerimientos para ser anciano de la iglesia. Su disputa trajo a la luz cuestiones subyacentes y diferencias filosóficas, incluso sobre el tema de las propias observaciones de Rigney.

«La actitud que sustenta la moción se ofende o hiere con demasiada facilidad, y convierte esa herida u ofensa en una cruzada», escribió Naselli en un correo electrónico a sus compañeros ancianos en febrero, refiriéndose a la moción como una forma de «cultura de la cancelación».

Naselli declaró que reaccionó en la reunión porque le preocupaba desacreditar a Rigney antes de su presidencia, toda vez que el BCS ya había pasado por un cuidadoso y escrutador proceso de selección para elegirlo. Pero también vio el debate como una representación de las otras cuestiones que se agitaban en torno a Bethlehem.

Le dijo a los ancianos:

En los últimos años he tenido una gran carga por nuestra iglesia en lo que respecta a la forma en que abordamos la armonía étnica y otras cuestiones conexas en nuestra cultura, incluida la política partidista, la teoría crítica, la teoría crítica de la raza, la interseccionalidad, el movimiento Black Lives Matter, etc.

Siento que hemos enfrentado oleada tras oleada, y que en un esfuerzo de buena fe por mantener la paz y alguna forma de unidad, no hemos hablado con suficiente claridad sobre lo que es verdadero y lo que es falso y, en cambio, hemos intentado apaciguar a la gente que se orienta hacia una ideología de izquierda, los cuales son prácticamente inapaciguables…

Cuando los Takata se reunieron finalmente con Naselli y otros líderes de la iglesia, observaron que «aquí se están formando más líneas divisorias de las que esperábamos», dijo Janette a CT. Insistieron en que pecó contra ellos «al explicar y negar», en lugar de buscar el entendimiento. Declararon: «Nos acusó falsamente de insubordinación con un pastor y actuó de una manera intencionadamente divisoria».

Pero Naselli, según las transcripciones de los Takata, habló de la diferencia entre la intención y el impacto y, en última instancia, no consideró que su respuesta fuera pecaminosa. «Me siento terrible de saber que los he herido, y lo asumo y lo lamento, y lo siento mucho», dijo. «No estoy convencido de haber pecado contra ustedes. No tenía ninguna mala intención contra ustedes».

Más tarde se disculpó por no haber sido «pronto para oír» en el momento, así como en discusiones posteriores sobre el incidente, si bien en abril los ancianos consideraron infundados los agravios contra él. Naselli no respondió a las múltiples peticiones de CT para que ofreciera comentarios para esta historia.

El discurso directo de Andy Naselli

Las noticias de las quejas oficiales contra Naselli, uno de los profesores más conocidos del instituto BCS, llegaron a los oídos de sus más de 400 graduados. Él es muy respetado por sus conocimientos y su rigor, y obtuvo dos doctorados (de la Bob Jones y de la Trinity Evangelical Divinity School, respectivamente) antes de cumplir treinta años de edad. Escribe para The Gospel Coalition y trabajó durante mucho tiempo como asistente de investigación de D. A. Carson.

Naselli solía comenzar el semestre con una explicación de la terminología del discurso directo frente al discurso mitigado de Malcolm Gladwell: directo es las órdenes que das cuando un avión está a punto de estrellarse, y mitigado es las sutilezas que utilizas por cuestiones de cortesía. La conclusión estaba clara: él no iba a adornar esa clase con dulzura.

Incluso con esa advertencia, había momentos en los que el tono y la conducta en la clase se intensificaban en contraste con otras asignaturas en el BCS. Cuatro estudiantes recordaban los intensos debates que se dieron en su curso de 2019 sobre ética cristiana y apologética. En una de las clases, Naselli discutió con los que no estaban de acuerdo con él en si el mal era creado, hasta el punto de que él apretó los puños, gruñó y dijo que la posición contraria era «casi una herejía». Acusó al estudiante de «diluir la Biblia con su propia percepción del mal y su existencia», según Brax Carvette.

«Esto me resultó incomprensible. Habíamos aprendido la doctrina de San Agustín en clase», dijo Carvette. «Fue una conversación muy acalorada. Y muy decepcionante. Hasta ese momento pensaba que él era un tipo bastante agradable y autoritario en sus enseñanzas».

Cuando el debate escaló y se llegó a los insultos, Jeffrey Hall se unió al grupo de estudiantes que defendían la posición agustiniana del mal como privación, o el mal como ausencia del bien. Su experiencia en aquella clase lo llevó a escuchar a otras personas que habían sido desafiadas por Naselli, y recogió testimonios de preocupaciones de una docena de estudiantes y los presentó ante los líderes de la iglesia en el BCS el año siguiente.

El BCS es una escuela confesional en la que los profesores enseñan a partir de su confesión de fe de 52 páginas, pero pueden asistir estudiantes de otras tradiciones. La mayoría, no obstante, provienen del movimiento Young, Restless, and Reformed [Jóvenes, Inquietos y Reformados]. Se sienten atraídos por la teología reformada y el hedonismo cristiano de Piper, que se refleja en el lema de la institución: «La educación es un gozo serio».

«En una clase llena de hombres que darían su vida por el evangelio, escuchar a alguien, que supuestamente te está formando para el ministerio, dudar de tu compromiso con ese evangelio porque no estás convencido de que él tiene la razón es algo muy difícil con lo que lidiar», dijo Karl Grant, quien tuvo como profesor a Naselli en el seminario, cuando era el único luterano del programa. «Él tenía poder para aplastarme sin más. Yo solía preguntarme si yo era demasiado blando. Ahora me pregunto por qué él fue tan duro».

La queja de Hall fue una de las quejas oficiales presentadas contra Naselli el año pasado. Tabb y otros líderes del BCS llevaron a cabo la investigación de las quejas de los exalumnos, que concluyó en agosto de este año. Algunos de los estudiantes actuales del seminario dicen que están satisfechos con el resultado y que han visto arrepentimiento por parte de su profesor tras la investigación.

Aunque el proceso se llevó a cabo con la aprobación de los pastores de Bethlehem y la junta de ancianos, algunos querían que la iglesia realizara su propia investigación acerca de Naselli el último año. Antes incluso de la selección de Rigney y de la investigación a Naselli en el BCS, los líderes de la iglesia habían comenzado a reconsiderar lo que significaba para el instituto y el seminario ser una escuela «con base en la iglesia» cuando ahora esta tenía tres campus en vez de uno. Kenny Stokes, pastor y anciano en Bethlehem, y profesor adjunto y administrador del BCS, contó a CT que actualmente están debatiendo cómo clarificar protocolos y políticas entre las dos instituciones.

El año pasado, Pickering y Meyer renunciaron a sus puestos como profesores en el BCS, y Pickering citó las «ofensivas» quejas de un estudiante contra un «profesor y anciano» entre sus razones primordiales. También se opuso a la elección de Rigney como presidente por cómo complicaba la relación del BCS con la iglesia y por su afiliación con Wilson. Meyer también había dimitido de la junta de administradores del BCS.

Cuando Christina Boyum, graduada del BCS, comentó lo que había ocurrido en clase de Naselli con un compañero de iglesia en Bethlehem, este le dijo: «Que un estudiante se sienta herido no significa que se haya pecado contra él. No está mal sentirse agraviado».

La antigua alumna del BCS dijo que esa persona continuó diciendo: «Venimos de una generación para la que es completamente normal lo que enseña Naselli sobre filosofía—y Don Carson. Ellos están tratando de fortalecerte. Estás aprendiendo a no dejarte llevar por las emociones. Esta generación —de gente joven— no está preparada para sobrevivir en el mundo con el que se van a enfrentar».

Esta idea ha surgido en la conversación cultural con términos más capciosos y a menudo menos teológicos: la excesiva sensibilidad de la «generación copo de nieve», el debate sobre los avisos de contenido y el éxito de ventas de 2018 The Coddling of the American Mind [Los mimos de la mente estadounidense].

En Bethlehem, Rigney dijo: «Queremos dejar de consentir la mente estadounidense, o al menos la mente cristiana. No queremos que esté en juego esa clase de escalada, de inflación y fragilidad. Esto es parte de todo nuestro enfoque educativo». (Declinó hacer comentarios sobre Naselli o cualquier miembro específico de la facultad).

Boyum dijo que sentía que debía expresar sus quejas debido a su formación en Bethlehem. Después de todo, sus profesores y pastores «sirvieron de modelo de un modo de compromiso con el mundo no desde el miedo y la sospecha, sino con apertura y pensamiento crítico».

«Amo muchas cosas de Bethlehem. Francamente, mis preocupaciones vienen precisamente por haberme graduado en su programa. Creo que hay aspectos de la cultura del BCS que son inconsistentes con la misión y la visión que he llegado a amar», dijo ella. Hace referencia a los seis hábitos que dan forma a la educación del BCS: observar, comprender, evaluar, sentir, aplicar y expresar. «Cuando hablamos acerca de los seis hábitos del corazón y la mente [tenemos que] hacerlo de verdad».

Rigney dijo que, como cristianos hedonistas, sentir se convierte en un distintivo educativo en el BCS. «Ponemos en alta estima que la educación sea un gozo serio, y por lo tanto pensamos que las emociones son importantes», dijo él. «La clave, de muchas maneras —quizá ahora yo siento esto de manera más directa—, está en el modo en que nuestras respuestas emocionales a la realidad necesitan estar en concordancia con la realidad».

Rigney reconoce el abuso espiritual como algo que ocurre en contextos cristianos, pero también cuestiona lo que ha visto como la posibilidad de que la crítica o la corrección desde una posición de autoridad sea «exagerada» y calificada como abuso. Del mismo modo, el pastor Lee, en el Campus Norte de Bethlehem, se refirió a la acusación de abuso espiritual contra Naselli como el resultado de una «escalada de conceptos», y sugiere que el significado del abuso y de la calidad de víctima se han expandido demasiado.

Armonía étnica

El año pasado, cuando el decano académico del BCS Brian Tabb revisaba las acusaciones de los estudiantes contra Naselli, la escuela también se sometió a una investigación por separado en respuesta a un grupo de antiguos y actuales empleados que expresaron su gran preocupación por el liderazgo y la cultura laboral, incluyendo la posición de las mujeres y de las minorías en la escuela. La investigación descubrió que las políticas del BCS no violaban las leyes laborales. La escuela también contrató este año a su única profesora, Betsy Howard.

Al concluir ambas investigaciones, Johnathon Bowers —quien ha dado clases durante una década en el BCS— no se sintió mejor por las crecientes reservas que ha tenido con respecto a su posición en la institución. «No hay un único factor que me haya conducido a salir de esta escuela. Han sido muchos los factores que han influido con el paso del tiempo», escribió en su carta de renuncia el año pasado.

Bowers era un profesor que esperaba con ansias el primer día de clases cada año y al que le encantaba interactuar con los estudiantes. Tabb, en un correo electrónico de octubre de 2020 que anunciaba los últimos días de Bower en el BCS, le describe como «estimado por los estudiantes y colegas por su excelente enseñanza, el buen humor, la compasión por los marginados y una amistad leal».

Le ha costado mucho dejar atrás las clases. Dijo que sentía la convicción de que no podía seguir en el BCS en buena conciencia y a finales de 2020 su familia también dejó Bethlehem.

Entre sus preocupaciones, el antiguo profesor adjunto de Teología y Filosofía escribió que los líderes usaban «las Escrituras o el vocabulario cristiano para despreciar las quejas de los empleados y los estudiantes», y que se sintió presionado a «pasar de puntillas» por el tema del progreso racial. Bowers dijo que en el BCS «el movimiento de “Black lives matter” se percibe más como amenaza que el racismo mismo, que ha hecho esa frase necesaria».

También expresó sus recelos por cómo se trataba a las mujeres, cosa que él aseguraba que era el resultado de actitudes que iban más allá de las convicciones complementaristas, así como por los vínculos de Rigney con Wilson.

Piper respondió al relato de Bowers en un correo electrónico a la comunidad universitaria, diciéndoles que su descripción no se alineaba con la que él tenía en su calidad de rector.

«Si descubren con el tiempo que las percepciones de Johnathon son ciertas, será justo que busquen otro lugar en el que estudiar o trabajar. Y, en tal caso, será justo que la escuela se marchite y muera. Como debería ser», escribió. «Pero si ustedes ven lo que yo veo, y si experimentan esta comunidad (el liderazgo, la facultad y los estudiantes) como cariñosa, comprensiva y justa, y si ustedes comparten mi entusiasmo acerca del futuro con el liderazgo de Joe Rigney y bajo la providencia misericordiosa de Dios, entonces creo que juntos caminaremos en verdad y amor, y tendremos un gran impacto para la gloria de Cristo».

La sensibilidad por el movimiento Black Lives Matter y los diferentes enfoques hacia las cuestiones raciales contemporáneas golpean de manera particularmente dura a la comunidad de Bethlehem. Muchos en el BCS, incluyendo al mismo Bowers, se sintieron influidos por el libro de Piper de 2011 Bloodlines, la confesión de su propio racismo y su deseo de diversidad.

La conversación cristiana acerca del racismo ha recorrido un largo camino en estos últimos diez años desde la publicación de Bloodlines, y ha tomado más peso tras la reciente serie de asesinatos de alto perfil por parte de policías, de las cuales tres ocurrieron solo en el área de Minneapolis: Philando Castille, George Floyd y Daunte Wright. Al mismo tiempo, ha llegado al máximo la preocupación de que el pensamiento secular invalide los enfoques bíblicos de la raza, particularmente en lo relativo a la teoría crítica de la raza.

«No empecé a experimentar conflictos regulares hasta que comencé a defender cuestiones de justicia racial», le contó Bowers a CT.

Los tres pastores que se han marchado de Bethlehem vivían a pocos kilómetros de donde George Floyd murió en 2020. Tong lideró los esfuerzos de la iglesia para ayudar a la comunidad en la inquietud y el duelo que siguieron a la muerte de Floyd, e incluso ayudaron a montar tiendas de comestibles improvisadas.

Tong predica en el Campus Centro en marzo.Screengrab / Bethlehem Baptist Church
Tong predica en el Campus Centro en marzo.

Tong, taiwanés estadounidense, también llevó el atuendo tradicional chino cuando predicó el domingo siguiente al tiroteo en el salón de masajes de Atlanta. Pickering y él, que leyeron los nombres de las víctimas en oración esa semana, recibieron críticas de uno de los ancianos por poner sobre la mesa el tema de la raza como uno de los componentes del incidente.

Los estudiantes también vieron los efectos, ya que los profesores cada vez estaban menos dispuestos a darle mérito a conceptos que se habían asociado con la teoría crítica de la raza, como el prejuicio institucional. «Cada vez van un poco más lejos», dijo Josh Panos, alumno de BCS. «Hay cosas que los profesores habrían admitido en clase cuando comencé que ahora no estarían dispuestos a admitir».

Bethlehem usa la expresión «armonía étnica», creyendo que la etnicidad refleja mejor las categorías culturales que se describen en la Biblia que la palabra raza, que es algo principalmente biológico o físico. La iglesia conformó un equipo de trabajo para la armonía étnica en 2019 para revisar cuestiones como la representación y la diversidad dentro de la iglesia y el liderazgo.

El grupo enfrentó rechazo de parte de los ancianos y pastores, a quienes les preocupaba que su enfoque se centrara solo en los aspectos en los que Bethlehem no se estaba esforzando lo suficiente en cuestiones raciales. Después, lo que se descubrió no fue presentado a la iglesia en su totalidad sino hasta un año y medio después de que se le haya entregado el informe a los ancianos. Al final, siete de los diecisiete miembros originales del grupo de trabajo acabaron dejando Bethlehem, cosa que los ancianos vieron como una confirmación de que sus recelos acerca del grupo estaban justificados.

En febrero de 2021 la iglesia publicó una declaración sobre la armonía étnica que afirma el amor al prójimo de los cristianos más allá de las líneas étnicas, pero niega que «la diversidad étnica deba ser un fin en sí mismo» y rechaza «todos los sistemas de pensamiento que ven las relaciones en primer lugar a través del cristal del poder; es decir, que aquellos con más poder son inherentemente opresores, y aquellos con menos poder son inherentemente oprimidos».

Como ocurre en muchas iglesias evangélicas que son de mayoría blanca, algunos miembros de la congregación creen que la iglesia estaba esforzándose muy poco en abordar la armonía y la justicia étnicas, mientras que otros sentían que se le estaba prestando demasiado atención al tema.

El Campus Centro era el más diverso de los tres, en el cual las personas de color representaban el 21 por ciento de los asistentes. Meyer dijo a su congregación que esperaba que se siguiera hablando de la raza desde el púlpito. El domingo siguiente al asesinato de George Floyd, él predicó sobre el racismo y el llamado a sentarse en solidaridad con aquellos que están sufriendo. Meyer dijo: «Si a ustedes como iglesia no les gusta lo que he dicho hoy, tendrán que conseguir otro pastor, porque yo creo en esto con todo mi ser».

Repensar el abuso

La cuestión del abuso también tiene una resonancia particular en Bethlehem. En los años posteriores a que Piper se marchara en 2013, Bethlehem tuvo que reconocer el maltrato doméstico en matrimonios complementaristas. Meyer predicó en 2015 contra los peligros del «hiperliderazgo» y defendió que no hacer nada cuando uno se enfrenta a un caso de maltrato es como ponerse del lado del abusador. La iglesia continuó revisando sus posturas sobre el divorcio y comenzó un equipo ministerial de respuesta para cuidar de las víctimas.

Echando la vista atrás, Pickering, como consejero, desea que la iglesia hubiera establecido un entendimiento del abuso sistémico antes de centrarse en el maltrato doméstico en 2015.

Habría sido más sencillo, dijo, partir de entender el abuso dentro de las instituciones y los sistemas, como puede ser el caso con el abuso espiritual y el racismo, para llegar al modo en que el abuso se manifiesta en las relaciones matrimoniales. Pero es más difícil cambiar la manera de pensar de las personas del otro modo, aunque cada vez hay más recursos —libros como Something’s Not Right: Decoding the Hidden Tactics of Abuse [Algo no está bien: Descodificando las tácticas ocultas del abuso] y Freeing Yourself from Its Power [Libérese de su poder] de Wade Mullen y A Church Called Tov: Forming a Goodness Culture That Resists Abuses of Power and Promotes Healing [Una iglesia llamada buena: Formar una cultura de la bondad que resista los abusos de poder y promueva la sanación] de Laura Barringer y Scot McKnight— que están cambiando el modo en que la gente ve el abuso dentro de la iglesia.

Los líderes de la comunidad de Bethlehem, sin embargo, dijeron que a ellos les preocupaba que estas nuevas sensibilidades estuvieran dañando su capacidad para liderar y pastorear a aquellos que estaban bajo su cuidado. Rigney, en el BCS, se lamentó de lo complicado que resulta responder «si una palabra dura inmediatamente se convierte en abuso». Al pastor Lee, en el Campus Norte, le preocupa que incluso una crítica amable y de buen corazón esté en riesgo de ser ignorada. «¿Hay alguna manera de hacer cualquier clase de reprensión o amonestación cuando alguien está herido?», se preguntaba.

Sarah Brima y su marido eran miembros de Bethlehem y de la iglesia Cities Church de Rigney, pero se marcharon en parte debido a la afiliación de este con Wilson. Ella describió lo difícil que resultó dejar una iglesia que habían ayudado a plantar, incluso cuando surgieron desacuerdos acerca de la raza y el género. «Con estas iglesias tan centradas en la teología, consideramos nuestra teología en tan alta estima que cuando nos marchamos sentimos como si estuviéramos dejando la ortodoxia al dejar nuestra iglesia», le contó a CT. «Si así es como te sientes, probablemente haya un problema».

Brima, que es blanca, y cuyo marido es negro, dijo que vio que la idea del «pecado de la empatía» se usaba para protegerse de la crítica y cree que puede hacer «un daño único» a las mujeres y a las minorías, minimizando aparentemente sus sentimientos y experiencias. «Cuando nos encontramos con cuestiones que afectan al núcleo de la identidad de una persona, es natural tener respuestas viscerales», tuiteó ella. «Esta respuesta, por supuesto, se etiqueta como inmadura, manipuladora y reactiva».

El pasado domingo, los diferentes campus de Bethlehem comenzaron a reunirse para discutir la carta de Meyer y las razones para su renuncia. Las salidas afectan más directamente al Campus Centro, donde Stokes, pastor de plantación de iglesias de Bethlehem, ha asumido algunas de las tareas de Meyer a corto plazo.

Durante los difíciles momentos de los últimos meses, se ha acordado del versículo de Santiago 3:17: «En cambio, la sabiduría que desciende del cielo es ante todo pura, y además pacífica, bondadosa, dócil, llena de compasión y de buenos frutos, imparcial y sincera». Mientras el Campus Centro se duele por la pérdida de los líderes y amigos que llevaban tanto tiempo allí, Stokes dice que continúa respondiendo preguntas, pero tiene la sensación de que casi todos los miembros que quedan están comprometidos a quedarse.

En el Campus Norte, Lee le contó a CT que su congregación, el campus más grande de Bethlehem, se ha visto incentivada por la franqueza de la discusión y está preparada para avanzar. Animó a su rebaño a considerar su propia experiencia a la luz de las afirmaciones de Meyer de que ha habido un giro hacia el «neofundamentalismo» y la «unidad cultural».

«Tenemos espacio para crecer, aunque sé que los ancianos de aquí en el Campus Norte han buscado pastorear no por obligación, sino voluntariamente, no por ambición de dinero, sino con entusiasmo, y no tratando de dominar a los demás sino con afán de servir como ejemplos para el rebaño (1 Pedro 5:2-3)», escribió Lee en su correo.

Abigail Dodds, que asiste al Campus Norte, dijo que la mayoría sigue confiando en el liderazgo de la iglesia —no por lealtad ciega, sino basándose en el conocimiento personal de su carácter— y que ella ha visto una «unidad renovada alrededor de la Palabra de Dios y una esperanza más profunda en Cristo entre nuestros miembros» en las últimas semanas.

«Bethlehem está en buenas manos», dijo ella. «Él no nos necesita, pero por su gracia, y a través de su Hijo, le pertenecemos. Continuaremos encomendándonos a Él en cada circunstancia».

Discernir la verdad

Las iglesias e instituciones evangélicas de todo el país están intentando salir adelante en medio de sus propias divisiones, pero el proceso puede ser doloroso. Stokes dijo que, incluso sin acusaciones de herejía o de un falso evangelio, por las meras diferencias de enfoque «la discusión puede parecer muy personal. Los desacuerdos en esta área pueden parecer ataques personales o ataques doctrinales, cuando no son ni una cosa ni la otra».

La situación en Bethlehem destaca no solo ciertos problemas que se están debatiendo, sino también las filosofías en conflicto que dan forma a las respuestas de los cristianos: ¿estamos dando tanta cabida a los sentimientos que estamos señalando un «pecado» donde no hay pecado? ¿Nos estamos preocupando lo suficiente por nuestra responsabilidad de llorar con los que lloran? ¿Y hay personas en ambos lados echando en cara del otro la verdad y la gracia, y distorsionando el camino de Jesús?

En Bethlehem, la mayor fuente de frustración y disgusto, en muchos casos, no viene de las mismas quejas, sino de la resistencia y las actitudes a las que las personas dicen que se enfrentan cuando intentan presentar esas quejas.

Ann Mekala y su marido, que estuvo en el grupo de trabajo de la armonía étnica, dejaron la iglesia hace un par de años. Ella también dejó su trabajo en el campus de Bethlehem después de informar de lo que ella vio como una conducta dominante y sexista de parte de un compañero de trabajo, y encontrarse con que los líderes echaban la culpa del conflicto a la personalidad y a las ambiciones de ella. Ella llamó a lo que ocurrió «un doble abuso».

Los Takata, al igual que el grupo de los antiguos estudiantes de Naselli, sentían como si también hubieran pasado por un complejo proceso de orar, informar, documentar, planear, reunirse y trabajar para resolverlo, solo para terminar el proceso sin la convicción de que se hubieran comprendido del todo sus preocupaciones y con la sensación de que nada cambiaría como resultado.

Mientras tanto, los ancianos de la iglesia y los administradores del BCS llegaron a la conclusión de que los procesos funcionaron, en gran medida, como se esperaba, pero llegaron a conclusiones diferentes que los acusadores. Para ellos, no siempre están justificadas las afirmaciones de conducta inapropiada o abuso. Los sentimientos heridos no siempre son una señal de que se ha pecado contra alguien. Ellos también estaban disgustados, puesto que su búsqueda de la verdad y la evidencia se había percibido como que no creían a las víctimas o no mostraban compasión.

«Una de las cosas que sale a flote en la conversación sobre el abuso es que los abusadores y sus comunidades hacen luz de gas y minimizan lo que han hecho», dijo Rigney. «Vas a tener a personas a ambos lados diciendo que están haciendo montañas de un grano de arena y después a otras personas además diciendo que tú estás haciendo granos de arena de montañas. Parte de lo que quiero decir es que realmente hay una respuesta a esa pregunta».

Las dos partes de un conflicto quieren llegar al fondo de lo que realmente ha ocurrido; como cristianos, están dispuestos a trabajar en busca de justicia y reconciliación donde les sea posible. Pero en los contextos en los que los creyentes ya están de acuerdo en tener la Verdad con mayúsculas, hay incluso más efectos secundarios cuando no consiguen ponerse de acuerdo con las muchas verdades con minúsculas de una situación.

Traducción por Noa Alarcón y Livia Giselle Seidel

Edición en español por Livia Giselle Seidel

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En nuestro rechazo al evangelio de la prosperidad, ¿estaremos perdiendo de vista la provisión de Dios?

Como líderes de la iglesia, podemos modelar una mentalidad equilibrada sobre las bendiciones materiales de Dios.

Christianity Today October 7, 2021
Photo by ZenShui Odilon Dimier

Sabía muy bien que ir a Facebook para pedir consejo era una decisión azarosa. Mi esposa y yo estábamos cansados de las facturas de los mecánicos y estábamos buscando comprar un vehículo nuevo (usado). La búsqueda en línea de automóviles de bajo kilometraje, en buen estado y dentro de nuestro rango de precios resultó difícil, pero pensé que había encontrado una buena opción. El vehículo tenía unos 15 años, pero parecía que su único propietario lo había conducido muy poco. Estaba en muy buen estado y parecía una ganga. Había solo un problema: era un BMW.

Pensé: ¿Soy el tipo de persona que conduciría un BMW? Confieso que mi primera preocupación fue lo que pudieran pensar los demás. Entonces, fui a Facebook y pregunté: «¿Alguno de ustedes piensa que es problemático que alguien en mi posición conduzca un automóvil como este?». Me preocupaba que pudiera parecer inmodesto o incluso hipócrita que un profesor de seminario y predicador del evangelio fuera visto conduciendo un automóvil así.

Me aseguré de mencionar algunos detalles a manera de justificación (que no era nuevo, que no era caro y cosas por el estilo). La mayoría de mis amigos dijeron que no tendrían ningún problema en que yo condujera uno. Curiosamente, en un comentario alguien dijo que el mismo hecho de que estuviera preguntando significaba que probablemente implicaría una violación de mi propia conciencia. Y otro comentario agregó que verme conducir un BMW en el campus donde soy profesor de Ministerio Pastoral «sería una piedra de tropiezo» para él.

Al final, mi esposa y yo optamos por seguir buscando, principalmente debido a las advertencias que recibimos sobre las costosas reparaciones de los modelos BMW más antiguos, que era precisamente lo que estábamos tratando de evitar en primer lugar. Pero la experiencia me hizo pensar en la visión de los cristianos sobre el dinero y la percepción, correcta o incorrecta, de la extravagancia y la prosperidad.

Nuestra complicada relación con la prosperidad

El evangelicalismo es un mercado conflictivo cuando hablamos de prosperidad. Por un lado, nuestras megaiglesias suburbanas (no conocidas exactamente por su mesura o escasez arquitectónica) continúan creciendo y reproduciéndose, a la vez que apoyamos la versión de nuestra propia subcultura de influentes en internet y gurús de la autoayuda al incrementar la popularidad de sus canales, las ventas de sus libros y el lucro de sus marcas.

Por otro lado, también disfrutamos burlarnos de la obsesión de algunas de estas personas por la imagen y sus demostraciones de lujo descaradas. La cuenta de Instagram «PreachersNSneakers» (que presenta fotos de reconocidos portavoces cristianos luciendo costosos zapatos deportivos, supuestamente con el propósito de exponer su inapropiada extravagancia) es solo un ejemplo. Y, por supuesto, muchos evangélicos consideran al amplio elenco de personajes del movimiento de «salud y riqueza» como una fuente siempre confiable para el sarcasmo y la crítica.

Los estadounidenses están obsesionados con el dinero y están obsesionados con aquellos de quienes se cree que tienen demasiado. Y los cristianos estadounidenses no son una excepción. Quizás hay una doble mentalidad en juego aquí.

Para ser claros, el evangelio de la prosperidad (una teología de una subcultura protestante representada en gran parte por, pero no limitada a, creyentes pentecostales y carismáticos que postula que las bendiciones financieras y la salud física son la voluntad de Dios para los fieles) es una plaga particularmente perniciosa en el mundo, especialmente ahora que ha sido totalmente exportada y representa una afrenta global al verdadero cristianismo.

Y los problemas que conlleva no son meramente teológicos. El movimiento del evangelio de la prosperidad explota a los pobres y a muchos otros de maneras implícitas y explícitas que a menudo cruzan completamente a la categoría de abuso espiritual.

Cuando combinamos esta epidemia religiosa muy real con preocupaciones más amplias (pero también muy reales) sobre la justicia social, las disparidades de ingresos, las desventajas económicas y cosas similares, el problema del dinero en el evangelicalismo tiene total sentido. La teología de la prosperidad (también conocida como de «salud y riqueza» o «nómbralo y decláralo por fe», etc.) convierte los mandamientos de Dios en fórmulas, y la obediencia fiel en una especie de magia. El evangelio de la prosperidad tuerce los conceptos bíblicos en una mezcla contradictoria de superstición y pragmatismo. Esta heterodoxia debería rechazarse en su totalidad.

Pero, ¿qué pasa si nuestra preocupación legítima y nuestro celo honesto contra el evangelio de la prosperidad ha creado una política de desolación con respecto al dinero y las bendiciones materiales que es problemática en sí misma?

El equilibrio bíblico de la riqueza

¿Se debe pensar en las provisiones de Dios solo en términos puramente espirituales, es decir, debemos rechazar cualquier prosperidad material como si no fuera una de las bendiciones de Dios? ¿Podría nuestra reacción a los errores del evangelio de la prosperidad hacernos perder de vista la verdad bíblica sobre la provisión de Dios?

La Biblia, por supuesto, dice muchas cosas sobre el dinero y las posesiones materiales, pero el pensamiento cristiano sobre el tema en estos días parece ser algo selectivo. Por ejemplo, todos sabemos que el amor al dinero es una idolatría que conduce a la ruina (Eclesiastés 5:10; Mateo 6:24; 1 Timoteo 6:10; Hebreos 13:5). Pablo menciona el amor al dinero en la misma lista de inmoralidades vergonzosas en la que aparecen el abuso y la brutalidad (2 Timoteo 3:2-5). Jesús también advierte constantemente sobre las riquezas. Los ricos, al parecer, están en una desventaja significativa cuando se trata de percibir la gloria de Cristo y las riquezas eternas del reino (Marcos 10:25).

Pero la Biblia también tiene muchas cosas positivas que decir acerca de la riqueza: no sobre el amor por ella o que debamos encontrar satisfacción en ella, obviamente, sino simplemente sobre el hecho de lo que es. En el Antiguo Testamento, en particular, encontramos amplia evidencia de que la provisión financiera y material se considera parte de las bendiciones de Dios. La literatura sapiencial en especial parece considerar (a menudo) la riqueza como el resultado de una buena mayordomía, trabajo arduo y diligencia fiel. Proverbios 12:27 es solo un ejemplo: «El perezoso no atrapa presa, pero el diligente ya posee una gran riqueza» (NVI). Muy a menudo, las riquezas también se consideran, de manera metafórica, como recompensa por la fidelidad (Salmo 112:3; Proverbios 14:24; Isaías 60:5).

Job es un ejemplo obvio de un hombre muy rico que, sin embargo, es considerado justo (Job 1:1-3). Después de haber pasado por su inimaginable sufrimiento, su restauración incluyó la recompensa del doble de su fortuna anterior. Esto viene de la mano del mismo Señor (42:10).

En el Nuevo Testamento, donde las advertencias sobre las riquezas parecen surgir con mayor urgencia, sin embargo, encontramos personas ricas que apoyan el ministerio de Cristo y sus discípulos. José de Arimatea, quien poseía una tumba familiar que ofreció para colocar el cuerpo de Jesús crucificado y es identificado como «un hombre rico» en Mateo 27:57, es solo un ejemplo. Un grupo de mujeres también apoyó económicamente el ministerio de Cristo con su abundancia (Lucas 8:3). Y Lidia y otros benefactores adinerados ayudaron a patrocinar los esfuerzos misioneros apostólicos de la iglesia primitiva.

El problema con el evangelio de la prosperidad, entonces, parece no tener que ver con la prosperidad en sí misma. La disfunción espiritual de esta teología tiene que ver principalmente con el pragmatismo, una transformación de los principios bíblicos en fórmulas dudosas para la riqueza y la acumulación. Una cosa es pensar en las riquezas y las posesiones materiales como las bendiciones de Dios. Otra cosa es pensar en estos como una deuda de Dios por nuestra fidelidad (o considerar la falta de riquezas como un indicador de infidelidad).

Ciertamente, el lenguaje de la recompensa en las Escrituras puede complicar el pensamiento aquí. Cuando nos encontramos con versículos sobre pedir y recibir, debemos tener cuidado de no malinterpretarlos como si se tratara de una realización individualista o de sacarlos de sus contextos espirituales y del reino. De manera similar, los pasajes sobre la siembra y la cosecha o el rendimiento de las inversiones a menudo se prestan a una aplicación financiera o personal inmediata, cuando su principal objetivo es a menudo el interés espiritual, las recompensas celestiales o la mayordomía de las almas.

Podemos saber que las finanzas no son una recompensa automática o confiable por la fidelidad, ¡simplemente porque hay demasiados fieles pobres en las Escrituras! Podemos y debemos repudiar cualquier teología que postule que de alguna forma [Dios] le debe bienes materiales a alguien. Y podemos y debemos repudiar cualquier visión de los bienes materiales que promueva la codicia, la envidia, la vanidad y la inmodestia, sin mencionar la tacañería o la explotación de los pobres. El potencial del pecado no está en el dinero en sí, sino en lo que pensamos sobre él y en lo que podemos hacer con él.

¿Cómo la pobreza de pensamiento afecta a nuestras iglesias?

Como líderes de la iglesia, nuestra visión del dinero (especialmente lo que hablamos de él), tiene profundas implicaciones para nuestro discipulado personal y la cultura de discipulado de nuestras iglesias. ¿Qué podríamos perder, por ejemplo, si al rechazar el evangelio de la prosperidad, involuntariamente creamos una especie de vergüenza por recibir tal provisión?

Sin darnos cuenta, podríamos desincentivar la generosidad entre aquellos entre nosotros que tienen más que otros. Si mantener la riqueza es en sí mismo considerado codicioso o pecaminoso, podemos estar enviando el mensaje a los más ricos entre nosotros que la iglesia y su misión no son el lugar para invertir esas riquezas, y que su mayordomía debe canalizarse en otra parte.

Considere: ¿Qué piensan nuestros feligreses que cuentan con más recursos cuando creamos categorías de pecado no bíblicas en torno al dinero y las posesiones? ¿Podrían sentir que no son bienvenidos? ¿O tal vez sentirse avergonzados o incluso alienados de los valores de la iglesia? Si cultivamos un estigma malsano en torno a la riqueza, nuestros miembros más ricos pueden tener dudas sobre el apoyo financiero de la iglesia, optando en cambio por apoyar organizaciones benéficas y organizaciones que reciben alegremente su gozosa generosidad.

O incluso pueden apartarse de la iglesia por completo. Si una iglesia opera con una cultura de la vergüenza en torno al dinero, irónicamente puede promover la autocomplacencia y el interés propio en los feligreses más ricos que no están comprometidos, creando profundos impactos perjudiciales en el apoyo a las misiones y las necesidades de los ministerios de benevolencia.

Piense también en aquellos que están en las zonas de bajos ingresos donde las empresas exitosas traen sus recursos, creando empleos y otros efectos en cascada del mejoramiento social. Al avergonzar la riqueza, la iglesia puede estar confundiendo a los empresarios en ciernes y desactivando el tipo de pasión que puede tener mejoras sistémicas y duraderas en los contextos que más las necesitan.

Además, presentar una visión del dinero o las posesiones materiales como pecaminosas se acerca [peligrosamente] a una especie de gnosticismo que va en contra de la espiritualidad del mundo real de las Escrituras.

En cambio, es mucho mejor hablar del dinero como herramienta. Las herramientas pueden ayudar o dañar. Muchas personas en nuestro mundo se han visto perjudicadas por el pensamiento deformado y el uso demoníaco de esta herramienta. Pero muchos otros se han visto beneficiados. Tomando prestada una frase de Martín Lutero, tengamos mucho cuidado entonces con la sobrecorrección, de tal forma que no nos caigamos del otro lado del caballo.

El problema evangélico con el dinero puede remediarse con un cuidadoso llamado bíblico a la vigilancia y el equilibrio, a la gracia y la claridad. Los pastores deben recordarles a sus congregaciones (¡y a sí mismos!) sobre los peligros de las riquezas y las vulnerabilidades endémicas de quienes disfrutan más de las provisiones materiales que otros. A medida que transita por el interés propio y una especie de legalismo pragmático, el evangelio de la prosperidad siempre está al acecho a las puertas de nuestro corazón, por lo que debemos enseñar la verdad bíblica y fomentar la sabiduría bíblica en estos asuntos en todo momento.

Pero no debemos representar el ahora cliché que cita mal el versículo de Primera de Timoteo 6:10, que dice que «… el dinero es la raíz de toda clase de males». Debemos animar una mentalidad sobria y una generosidad incondicional. Debemos animar a los que tienen mucho a que recuerden de todas las maneras posibles a los que tienen poco. Recordar a los pobres es parte de nuestra fidelidad al evangelio (Gálatas 2:10). De hecho, dice que todo buen regalo viene de Dios. Nada debe ser rechazado si se puede recibir con acción de gracias. No deshonremos al Dador al considerar cualquiera de sus bendiciones como inaceptable.

Jared C. Wilson es profesor asistente de ministerio pastoral en el Midwestern Baptist Theological Seminary [Seminario Teológico Bautista del Medio Oeste], director del Centro de Entrenamiento Pastoral en la Iglesia Bautista Liberty y coanfitrión del podcast The Art of Pastoring de CT.

Traducción por Sergio Salazar

Edición en español por Livia Giselle Seidel

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Cuando Dios abrió un coliseo, el ministerio Young Life estaba preparado

Durante 19 días, dos trabajadores hablaron con menores no acompañados acerca de que Dios es un padre bueno.

Los trabajadores de Young Life, Eric Collins (izquierda) y Félix Chávez (derecha), entregaron Biblias a adolescentes que buscaban refugio en EE. UU.

Los trabajadores de Young Life, Eric Collins (izquierda) y Félix Chávez (derecha), entregaron Biblias a adolescentes que buscaban refugio en EE. UU.

Christianity Today September 30, 2021
Foto cortesía de Eric Collins / Young Life

Los líderes de Young Life Eric Collins y Felix Chávez estaban entusiasmados por haber encontrado a un grupo de estudiantes deseosos de escuchar la Palabra de Dios.

Pero había un problema.

Los jóvenes estaban dentro del Coliseo Freeman de San Antonio, detrás de dos controles de seguridad y muchas puertas cerradas. Eran menores no acompañados que buscaban refugio de la violencia en Centroamérica, retenidos bajo custodia del gobierno estadounidense.

En abril y mayo de 2021, la Oficina de Reasentamiento de Refugiados albergó temporalmente a 1500 varones de entre trece y diecisiete años en el campo de juego del estadio, a solo tres kilómetros de la escuela donde Collins y Chávez habían estado intentando comenzar un club de Young Life en medio de una pandemia. Los chicos debían permanecer en el coliseo hasta que sus contactos en el país hicieran los arreglos necesarios para recibirlos, o fueran transferidos a otras instalaciones de cuidado. Cuando un menor cruza la frontera sin sus padres —ya sea porque los padres se adelantaron o porque se quedaron atrás— deben permanecer al cuidado de alguien. Ese alguien, para muchos de ellos, es el gobierno de los Estados Unidos.

Las instalaciones se convirtieron en un imán para la indignación en San Antonio, donde políticos, funcionarios del gobierno, grupos a favor de los derechos de los inmigrantes y líderes comunitarios discutían sobre la crisis migratoria de los menores de edad, sobre el modo adecuado de abordarla y sobre quién era culpable del problema.

Sin embargo, las discusiones políticas no disuadieron al equipo de Young Life. El Coliseo Freeman estaba en el lugar correcto y los chicos habían llegado en el momento oportuno.

«Vi que, en nuestro lado de la ciudad», dijo Collins, «Dios nos llamó a ir».

Tras un largo año escolar agravado por la COVID-19, el equipo estaba preparado para sentarse y hablar de Jesús con algunos adolescentes. Chávez, un inmigrante de México de 59 años, sintió que estaba capacitado de manera especial para cuidar a este grupo particular de jóvenes asustados y agotados que necesitaban una reafirmación paternal y una conexión cultural.

Pensó en ir a llamar directamente a la puerta principal del coliseo, pero una instalación del gobierno para menores no acompañados no es la clase de lugar en la que uno puede presentarse así nada más. Ninguno de sus contactos habituales del ministerio podía facilitarle la entrada.

«Estaba desesperado por entrar en ese lugar», dijo Chávez. «¡Quería tirar las puertas abajo!».

Pero sintió que el Espíritu de Dios le decía que fuera paciente. Dios usaría «diferentes llaves», en palabras de Chávez, para abrir las muchas puertas que había entre él y las personas a las que estaba llamado a servir. Entonces sintió que Dios le recordaba Isaías 55:8: «Porque mis pensamientos no son los de ustedes, ni sus caminos son los míos».

Finalmente escuchó que los centros locales de Catholic Charities habían recibido autorización para operar dentro del refugio. Chávez podría entrar si los católicos se lo permitían y si él accedía a operar dentro de su sistema.

Él accedió, y ellos accedieron, y el 3 de mayo Chávez y Collins entraron al coliseo. Dentro, los chicos llevaban casi exclusivamente ropa que les había sido provista por el gobierno. Tenían pocas pertenencias personales, y lo que tenían estaba en su gran mayoría apilado sobre los catres. Un niño tenía su osito de peluche atado con un cordel.

Esa semana Chávez compartió un sencillo mensaje con los niños: Dios es un padre amoroso.

Los dos líderes de Young Life regresaron otra vez, y llevaron consigo 700 Biblias donadas por un colaborador. Cada Biblia tenía tres pegatinas [stickers]: una con una línea telefónica de ayuda contra el tráfico humano, otra con un enlace al sitio web del ministerio de Young Life y otra con los primeros versículos de Génesis en español con espacios en blanco para que los niños escribieran sus nombres.

«En el principio, creó Dios a ______. Y ______ estaba desordenado y vacío, y las tinieblas estaban sobre la faz de las aguas».

«Y dijo Dios: sea la luz; y fue la luz. Y vio Dios que la luz era buena; y separó Dios la luz de las tinieblas».

Muchos de los niños, especialmente aquellos de países de Centroamérica, venían de hogares evangélicos. Los mensajes de Chávez centrados en el Dios Padre y las palabras de la Biblia les resultaban familiares y reconfortantes. Chávez dijo que sintió como si Dios le dijera que esos niños eran semillas espirituales que él quería repartir por todo Estados Unidos.

«Nuestro Dios es el Dios de los pequeños detalles», dijo Chávez. «Cada vez que entro allí, puedo ver su mano».

No obstante, cada vez que los líderes de Young Life asistieron al coliseo, fue un desafío. A menudo un giro inesperado de último momento amenazaba con arruinar toda la visita, haciendo imposible saber con certeza cuándo podrían entregar las Biblias o llevar a un líder de alabanza. Eso hizo que las sencillas victorias administrativas se sintieran como milagros.

Collins sorteaba los obstáculos administrativos. El trabajo de Chávez consistía en estar siempre preparado. Tenía que aprovechar cualquier oportunidad que se le presentara y sacar el máximo provecho de ella.

Cuando trabajaba con los muchachos dentro del coliseo, dijo, aprovechaba cada momento para recordarles que sus vidas tenían significado y propósito. Incluso cuando los anuncios por los intercomunicadores interrumpían los servicios llamando a individuos o a pequeños grupos de chicos para que se reunieran y se prepararan para dejar el campo de juego del coliseo, Chávez los alentaba a que se vieran a sí mismos como hombres con una misión, traídos a Estados Unidos por Dios.

Los niños no fueron los únicos que escucharon los mensajes de Chávez. Después de que los líderes se marcharan uno de los días, uno de los oficiales que se había hecho amigo de ellos les envió una fotografía de un arcoíris doble que apareció sobre el coliseo mientras ellos aún estaban dentro. Les dijo que Dios estaba bendiciendo su trabajo.

Después de un par de semanas, Chávez y Collins consiguieron los permisos para traer voluntarios para un evento más grande, repleto de juegos y música de alabanza. Los oficiales decidieron que estaba bien, en parte porque aquellas instalaciones temporales de acogida iban a cerrarse. El personal de Young Life reunió voluntarios, los oficiales aceleraron la verificación de antecedentes, y el grupo se reunió.

El evento no fue tan animado como los que Young Life celebra en las escuelas, pero lo que le faltó de optimismo, lo compensó con apetito. Los muchachos se reunieron rápidamente alrededor de Chávez y lo abrazaron.

Cuando comenzaron a cantar, muchos cayeron de rodillas y levantaron las manos.

El grupo de Young Life distribuyó ropa y zapatos nuevos a los muchachos que habían perdido los suyos o habían sido robados durante el viaje. Chávez, aprovechando el momento, predicó acerca de ser vestidos con una nueva vida y cómo eso se parecía a ponerse un par de zapatos deportivos nuevos.

Pronto un coro de chicos que había pasado meses llevando sandalias de goma provistas por el gobierno con calcetines blancos preguntaban si ellos también podían tener unos «zapatos de nueva vida».

Annie Mays, directora regional asociada de Young Life, quien supervisa la región metropolitana de San Antonio, llamó a su iglesia local para acceder a un fondo de emergencias de mil dólares. Ella, su marido y Chávez lo gastaron vaciando las estanterías de zapatos deportivos del Walmart más cercano.

En la última semana de ministerio en el coliseo, antes de que la operación fuera cerrada definitivamente, el repunte de anuncios y transferencias por el intercomunicador intensificaba las emociones. Todo lo que Chávez y Collins podían hacer era orar mientras los chicos se abrazaban y lloraban, sabiendo que probablemente no se volverían a ver cuando se dispersaran por ciudades de todo el país.

Finalmente, el 22 de mayo, solo quedaban 66 muchachos en las instalaciones. Los funcionarios del Departamento de Seguridad Nacional pidieron pizzas para todos. Después, los chicos subieron a los autobuses y partieron. Chávez se quedó hasta que se marchó el último autobús. Alrededor de la medianoche, levantó las manos y oró por los chicos que se encontraban en el camino, encomendándolos a que llevaran el evangelio por toda la nación.

«Ellos saben de ti, Señor, por los misioneros que fueron enviados desde esta nación», dijo Chávez. «Ahora es esta nación la que necesita la semilla».

Bekah McNeel es periodista y reside en San Antonio.

Traducción por Noa Alarcón

Edición en español por Sofía Castillo y Livia Giselle Seidel

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