La iglesia estadounidense es un desastre, pero todavía tengo esperanza

Las tasas de deserción y los fracasos de liderazgo son solo una parte de la historia.

Christianity Today July 5, 2021
Eric Skwarczynski / Lightstock

Este artículo fue publicado originalmente en inglés el 15 de junio de 2021.

Una carta filtrada recientemente y firmada por Russell Moore describe una profunda podredumbre institucional, un racismo manifiesto y la tolerancia de casos de abuso sexual dentro de la Convención Bautista del Sur [SBC, por sus siglas en inglés]. (Sus afirmaciones fueron posteriormente corroboradas en grabaciones filtradas). La plaza pública se ha consumido con discusiones acerca de esta controversia, especialmente ahora que la reunión anual de la SBC está en marcha.

Pero los problemas que describe Moore no se limitan a una denominación. Muchos de los llamados líderes evangélicos “moderados” (aquellos que se aferran a la ortodoxia histórica y la ética sexual tradicional, pero se pronuncian en nombre de las mujeres y las minorías raciales), tienen historias similares que contar. Parece que cada vez es más difícil encontrar instituciones en Estados Unidos que no sean conservadoras o progresistas de forma casi instintiva.

Más allá de eso, las instituciones cristianas, cualquiera que sea su doctrina o ideología, a menudo tienen en común una sed de poder, una autodefensa impenitente y una falta de valor que contradicen por completo el evangelio. Muchas de ellas no parecen funcionar de forma muy distinta a las instituciones fuera de la iglesia.

En medio de esta conmoción, he visto a amigos y conocidos abandonar la iglesia, a otros que están en proceso de “deconstrucción” y a otros (incluidos algunos líderes de la iglesia ortodoxa) que están profundamente descorazonados, incluso deprimidos, por el estado de la iglesia en Occidente.

Tenemos motivos para desanimarnos. Las estadísticas son deprimentes. En una encuesta reciente de Lifeway, dos tercios de los adultos jóvenes informaron que dejaron de asistir a la iglesia, citando desacuerdos religiosos o políticos con la iglesia, o hipocresía entre los miembros. Dos entrevistas recientes [enlaces en español] en CT pintan imágenes igualmente oscuras.

¿Qué le está pasando a la iglesia institucional en los Estados Unidos? Es fácil para mí aceptar narrativas de declive y creer que las cosas solo empeorarán. Y, por supuesto, podrían empeorar. En la historia de la iglesia hay ejemplos de poblaciones cristianas en ciertos países que decrecieron y casi desaparecieron.

Pero cada vez más, mi esperanza para la iglesia se encuentra en las palabras que recito cada domingo en el Credo de Nicea: “Creemos en el Espíritu Santo”.

Cuando buscamos la presencia del Espíritu, naturalmente notamos aquellos lugares en nuestras vidas donde vemos fecundidad y abundancia. Pero el punto base de la obra del Espíritu Santo se encuentra a menudo en el lugar donde nuestros recursos fallan y donde los problemas parecen irresolubles.

Como escritora y sacerdote [de la Iglesia Anglicana], a menudo me encuentro hablando en reuniones acerca de temas como “El futuro del Evangelicalismo”. A mis compañeros, amigos líderes de la iglesia y a mí, regularmente nos preguntan cómo solucionar los problemas en la iglesia estadounidense, y regularmente nos reunimos y hablamos sobre cómo no tenemos la respuesta. Eso no significa que no lo intentemos. Sí lo intentamos. Tenemos eventos, iniciativas y reuniones de oración. Leemos y escribimos libros sobre la participación de la cultura y la creación de instituciones. Y, sin embargo, estamos consternados.

Es fácil duplicar la estrategia. Necesitamos mejores programas, mejor discipulado y mejor entrenamiento de pastores. Necesitamos más dinero para plantar iglesias y crear instituciones más saludables. Necesitamos más revistas cristianas, escuelas cristianas y ministerios para los pobres y marginados. Necesitamos mejores ensayos, columnas y libros. Necesitamos mejores líderes, mejor catequesis y mejor teología política. Todo esto es verdad. Pero, al final, no estoy segura de que podamos encontrar una solución. Cada año, los problemas parecen más complejos y la oscuridad dentro de nuestras instituciones parece más angustiosa.

Pero creo en el Espíritu Santo y, por lo mismo, creo que Dios está mucho más comprometido que yo en purificar y fortalecer su Iglesia. Por lo tanto, vivo con el pleno conocimiento de que no puedo predecir el futuro, ni siquiera puedo adivinarlo. Así que al diablo con las narrativas de declive. Debemos tener un santo escepticismo hacia cualquier estrategia o predicción sobre el futuro de la iglesia.

Lesslie Newbigin dijo la famosa frase: “No soy ni optimista ni pesimista. Jesucristo ha resucitado de entre los muertos”. Debido a la resurrección de Jesús y al trabajo continuo del Espíritu Santo, no podemos ser pesimistas u optimistas acerca de la iglesia en Estados Unidos. ¿Quién sabe lo que hará Dios? ¿Quién sabe cómo nos sorprenderá? Nuestro llamado es simplemente a ser fieles en la pequeña esfera en la que nos encontramos, de la manera que podamos, en medio de la incertidumbre.

En su blog, Alan Jacobs amplía la idea de Newbigin. “¿El cristianismo está disminuyendo dónde estás?” Él escribe. “¿O, por el contrario, está creciendo en poder e influencia? ¿Sientes que la persecución se avecina para ti? ¿O el éxito cultural está a la vuelta de la esquina? Nada de eso importa. Nuestro llamado es precisamente el mismo tanto en lo que llamamos tiempos de tranquilidad como en lo que llamamos tiempos de lucha”.

Independientemente de lo que depare el futuro de la iglesia estadounidense, simplemente debemos continuar buscando el camino de Jesús. En medio de instituciones quebrantadas, intentamos convertirnos en los que dicen la verdad, y trabajamos por la reforma de la manera imperfecta e incompleta en que podemos. Aunque este trabajo suele ser lento y, a veces, silencioso, no se trata simplemente de estar callados. Participamos en la obra del Espíritu. Pero creemos que el todo será mayor que la suma de nuestros esfuerzos o capacidad. Creemos esto porque el Espíritu Santo está redimiendo a la iglesia de maneras que necesitamos profundamente y que aún no podemos imaginar.

Los más jóvenes llamarían a esto un “cliché bíblico”, una forma de invocar a Dios para detener la conversación o el esfuerzo humano; un tonto comentario social que simplemente dice: “Bueno, Jesús nos ama a todos” y, por lo tanto, supone que no hay nada más que decir. Y admito que hace unos años, habría pensado en este ensayo como una excusa.

Sin embargo, si es un cliché bíblico admitir en voz alta que nuestras instituciones, y nuestras propias vidas, están más allá de nuestra propia reparación y que nuestra única esperanza es la obra de Dios, entonces el evangelio mismo podría ser considerado simplemente como un cliché bíblico.

El hecho es que las cosas van mal en la iglesia estadounidense. No soy optimista de que mejorarán. Pero tampoco soy pesimista. Jesús ha resucitado de entre los muertos.

Necesitamos comprender verdaderamente y lamentar el estado quebrantado de la iglesia estadounidense. Yo seguiré teniendo conversaciones con amigos y compañeros líderes de la iglesia, seguiré llorando por el estado de la iglesia, seguiré trabajando y buscando el arrepentimiento y la renovación. Y tengo un gran motivo de esperanza. No es una estrategia, un nuevo libro, un nuevo candidato político o una nueva iniciativa. Es el Espíritu Santo que está obrando. Eso es suficiente para mí por el momento.

Traducción por Sergio Salazar

Edición en español por Livia Giselle Seidel

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