Theology

Apologética cristiana en el metamodernismo

En un ambiente cultural que ha dejado atrás el posmodernismo, esta disciplina debe evolucionar para que podamos conectar con las próximas generaciones.

Christianity Today May 16, 2024
Ilustración de Elizabeth Kaye / Fuente de imágenes: Getty, Unsplash

Desde hace años, los académicos han venido anunciando la muerte del posmodernismo [enlaces en inglés]. Después de décadas de predominio como talante o clima cultural, la famosa postura intelectual cínica y relativista finalmente ha quedado atrás. En su lugar, se está afianzando otra perspectiva ideológica, como quizá hayamos notado aquellos de nosotros que pasamos mucho tiempo con las próximas generaciones (Z y Alfa).

Por lo tanto, la pregunta es la siguiente: ¿Qué nuevas disposiciones de pensamiento se están afianzando y cómo podrían los cristianos conectar mejor con este ambiente cultural en evolución?

Un término que los estudiosos han utilizado para identificar este nuevo clima cultural es metamodernismo. Utilizado por primera vez en 1975 para describir un nuevo estilo literario, el concepto se hizo más prominente a principios de la década de 2000 gracias al trabajo de los analistas culturales Timotheus Vermeulen y Robin van den Akker. En su artículo de 2010 «Notas sobre el metamodernismo», presentaron argumentos convincentes a favor del nuevo espíritu de la época y proporcionaron un análisis cultural de sus características.

El metamodernismo, según Vermeulen y Van Den Akker, es una «estructura de sentimiento» marcada por «una esperanza (a menudo cautelosa) y una sinceridad (a veces fingida)», que surge de la comprensión de que «la historia avanza rápidamente más allá de su tan proclamado fin». Si bien hay muchas respuestas al trabajo de dichos autores en el ámbito académico, el término ha ganado poca fuerza en la esfera pública.

Como profesor de secundaria, pastor de jóvenes y miembro mayor de la Generación Z, no solo crecí respirando el aire ideológico del metamodernismo, sino que también he visto cómo luce en la práctica. Puede manifestarse de varias maneras tangibles, incluso en lo que yo llamo la «esperanza apocalíptica», la construcción de una visión invertida del mundo y en identidades que conllevan grandes narrativas.

La «esperanza apocalíptica» (o lo que Vermeulen y Van Den Akker llaman «esperanza cautelosa») surge del pesimismo del posmodernismo, y a su vez contrasta con él. Reconoce que el mundo está en cierto sentido «condenado» —o al menos en crisis—, pero responde a este hecho con una mezcla de humor negro, esperanza sincera (a menudo expresada a través de la ironía) y un espíritu revolucionario que rechaza activamente la resignación pasiva que prevaleció en décadas pasadas.

La más nueva generación de jóvenes se ha acostumbrado a ver su futuro en términos sombríos, a esperar resultados distópicos del tecnologismo y la extralimitación gubernamental, así como desastres naturales a causa de la crisis climática, todo esto en un ambiente de inestabilidad global donde las visiones nacionalistas y globalistas del futuro están en constante competencia.

A pesar de todo esto, la mayoría de los jóvenes no han adoptado una mentalidad de esconder la cabeza en la arena a fin de preservar la inocencia de su juventud, ni han respondido con evidente desesperanza. Por el contrario, mi generación a menudo enfrenta el futuro con una broma oscura en el exterior, pero con una feroz resolución de hacer algo por cambiar el mundo en el interior.

En contraste con uno de los aspectos característicos del posmodernismo, lo que el profesor y teórico cultural Ag Apolloni llamó «la era de los finales», la generación metamodernista anhela un nuevo comienzo.

Vermeulen y Van Den Akker describieron el metamodernismo como una comprensión de que la historia aún no ha terminado. Si esto es cierto, entonces todavía hay esperanza para cambiar, razón por la cual la próxima generación tiene un celo por encontrar soluciones a problemas aparentemente irresolubles. Cuando se trata de cuestiones ambientales, económicas o sociales, es mucho más probable que los jóvenes de hoy se identifiquen con una causa y traten de actuar en consecuencia, tal vez incluso de maneras drásticas que algunos pueden interpretar como alarmismo o como reacciones exageradas. Tras haber crecido creyendo que nuestro futuro solo puede salvarse mediante una acción drástica, tiene sentido que lo recibamos con un irónico sentido del humor y un fuerte ímpetu por rehacer el mundo.

¿Por qué debería importarle todo esto a la iglesia? Importa porque uno de los elementos más esenciales de una cosmovisión son sus expectativas sobre el futuro. Los jóvenes de hoy esperan que las cosas empeoren antes de mejorar, y sienten una verdadera carga con respecto a actuar rápidamente para dar un giro a los numerosos desastres que la humanidad ha traído sobre sí misma. Y resulta que las Escrituras pueden hablar significativamente al respecto y hacer eco de esta visión.

En Romanos 8, Pablo escribe que toda la creación gime mientras espera la redención y la recreación. Este gemido no es una característica natural de nuestro mundo: es una consecuencia continua del pecado humano y su impacto destructivo en el buen mundo de Dios. La narrativa cristiana de la realidad tiene mucho qué decir acerca de la frustración y el miedo que asedian a las generaciones metamodernistas: nuestro mundo está plagado de los males que nosotros mismos hemos provocado.

Afortunadamente, las Escrituras no se limitan a diagnosticar el problema. El evangelio también prescribe una solución muy real: la promesa de una nueva creación, inaugurada por la resurrección de Jesús —mientras los pecadores compartimos un anticipo de la nueva vida encontrada en Cristo y esperamos nuestra propia resurrección modelada según la suya—. Visto a través de esta lente, el evangelio brinda sustancia real a la esperanza apocalíptica del metamodernismo.

Otra faceta clave del metamodernismo del mundo real es algo que me gusta describir como una construcción invertida de una cosmovisión.

La norma histórica ha sido fundamentar nuestra cosmovisión en cimientos metafísicos y llegar a conclusiones éticas. En otras palabras, al menos en papel, debemos empezar por explorar cuestiones de significado trascendental antes de abordar asuntos relacionados con objetivos más inmediatos. Como escribió el filósofo Alasdair MacIntyre en su libro After Virtue: «Solo puedo responder a la pregunta “¿Qué debo hacer?” si puedo responder a la pregunta previa “¿De qué historia o historias soy parte?”».

Pero entre las nuevas generaciones metamodernistas, parece que este orden convencional se ha invertido. En respuesta al relativismo moral de los predecesores posmodernos, la generación metamodernista primero busca basarse en ciertos principios éticos esenciales y luego selecciona el mejor marco ideológico que coincida con esa ética. Es una generación donde «el carro va delante del caballo», en el sentido de que a menudo basamos nuestras posturas religiosas o filosóficas en supuestos éticos previos y no al revés.

El nuevo impulso es, entonces, avanzar en retrospectiva desde una especie de certeza ética hacia afirmaciones religiosas que se alineen con los resultados éticos preferidos por la multitud, y rechazar aquellas con resultados éticos que se consideran «problemáticos». Según este nuevo absolutismo ético, algunos descartan y denuncian cualquier perspectiva religiosa que parezca producir conclusiones éticas impopulares.

Mientras que la verdad y la moralidad alguna vez fueron descartadas como poco más que preferencias personales, ahora vemos personas que condenan explícitamente muchos aspectos de la enseñanza cristiana ortodoxa por sus fallas éticas. Sin embargo, esto también significa que la «tolerancia» posmoderna está decididamente pasada de moda. En su libro Confronting Injustice without Compromising Truth, Thaddeus Williams observó que «desde [la década de 1990] hemos sido testigos de cómo una cultura que se enorgullecía de su falta de prejuicios se convertió en una de las sociedades más críticas de la historia».

Pero si bien puede crear algunos desafíos nuevos para la evangelización cristiana, este nuevo clima cultural también viene con algunos beneficios. Después de décadas de lucha contra oponentes ideológicos que afirmaban rechazar cualquier realidad moral o estándar ético, la iglesia puede encontrar una realidad refrescante al presentar sus afirmaciones de verdad ante personas que reconocen que nuestro mundo suele ser inmoral, en lugar de tratar de defender uno supuestamente amoral.

Desde el punto de vista de la apologética, este cambio en la ideología popular también exige un cambio en el enfoque evangelístico. En lugar de enseñar a los jóvenes cristianos a simplemente defender la existencia de la verdad, deberíamos enseñarles a comprender y articular mejor los fundamentos y beneficios de la ética bíblica. Al comunicarse con la generación metamodernista, es vital defender una visión de la ética cristiana completamente basada en las Escrituras.

Como señala Rebecca McLaughlin en su libro The Secular Creed, los secularistas y aquellos que han abandonado una cosmovisión cristiana basada en resultados éticos a menudo todavía se aferran a otros principios éticos (como que los más débiles exijan cuentas de los más fuertes), pensando que tales principios son de un «sentido común moral básico», en lugar de darse cuenta de que en realidad muchas de «estas verdades nos han llegado del cristianismo».

Gran parte de la ética de la cultura pop actual puede reducirse al «principio del daño», un componente esencial del liberalismo moderno articulado por el filósofo John Stuart Mill. El filósofo cristiano Charles Taylor describe el principio del daño como la noción «de que nadie tiene derecho a interferir con mi persona por mi propio bien, a menos de que se trate de evitar daños a terceros». Algunos aún combinan el principio del daño con la ética bíblica, imaginando que todo lo que Dios quiere es que nos abstengamos de lastimarnos unos a otros, una reinvención simplista de la Regla de Oro. Cuando este pensamiento se filtra a través de un clima cultural metamodernista, esto puede conducir a una condena enérgica por parte de los cristianos que enseñan que la moralidad significa mucho más que esto.

«El mandato “Hágase tu voluntad” no es equivalente a “Deja que los humanos florezcan”», señala Taylor, «aunque sabemos que Dios desea el florecimiento humano». Las Escrituras no nos llaman a solo no afectar a los demás y hacer lo que nos parezca natural: nos llaman a una forma de vida que va más allá de lo meramente «natural» y a menudo nos impulsa a abandonar nuestros propios deseos e incluso nuestras propias vidas. Cristo nos llama a ser transformados y, en palabras de Taylor, «esta transformación implica que vivamos para algo que vaya más allá del florecimiento humano, tal como lo define el orden natural, cualquier cosa que esto sea».

El último componente influyente que he observado en el metamodernismo es la inclinación hacia identidades fuertemente basadas en narrativas.

Una de las mayores diferencias prácticas entre las generaciones más jóvenes (desde los Millennials hasta la Generación Alfa) y sus predecesores es el nivel de comodidad y familiaridad con temas de salud mental y desarrollo psicológico. Según la Asociación Estadounidense de Psicología, los miembros de la Generación Z tienen «significativamente más probabilidades (27 %)… de afirmar que su salud mental es regular o mala» y «también son más propensos (37 %)… a informar que han recibido tratamiento o terapia por parte de un profesional de la salud mental».

Una mayor comodidad y familiaridad con los temas históricamente estigmatizados del diagnóstico y el desarrollo de la salud mental ciertamente no es algo malo. Este aumento se ha correlacionado con una mayor empatía y transparencia sobre las luchas internas y ya está remodelando los espacios de trabajo modernos. No obstante, también hay efectos secundarios, especialmente gracias a la influencia distorsionadora de la psicología popular.

La psicología popular actual incluye la difusión a gran escala de opiniones y consejos relacionados con la psicología ofrecidos en porciones pequeñas en las plataformas de redes sociales. Madison Marcus-Paddison, terapeuta y consejera de trauma, señala que este tipo de contenido a menudo cae en la simplificación excesiva, falta de contexto, credenciales profesionales limitadas y pérdida de personalización cuando se trata de cuestiones reales y complejas de salud mental.

El impacto en el mundo real de esta serie de cambios positivos y negativos es un clima cultural caracterizado por un autodiagnóstico generalizado, que a su vez puede producir una narrativa excesiva de la propia identidad con el pretexto de mejorar la propia salud mental.

La terapeuta Jessica Jaramillo, que trabaja principalmente con estudiantes universitarios de la Universidad de Colorado, señala el peligro rampante entre los jóvenes de auto diagnosticarse enfermedades de salud mental, así como de identificarse demasiado con sus diagnósticos. Incluso sin una etiqueta de diagnóstico técnico, existe una tendencia entre los jóvenes a analizar demasiado su propia historia para explicar, justificar o resolver sus problemas.

Al igual que otras tendencias metamodernistas, este movimiento trae consigo cambios culturales tanto positivos como negativos con los que los cristianos deben involucrarse de manera significativa.

En el lado positivo, este cambio significa que los jóvenes están mucho más dispuestos a hablar abiertamente sobre los desafíos mentales y emocionales que enfrentan y las cargas que soportan. Esta apertura puede (a menudo) tomar la forma de autodevaluación sarcástica; no obstante, de cualquier manera representa una mayor vulnerabilidad que puede ser un punto de partida para conversaciones más honestas, lo que puede abrir un camino para compartir el evangelio.

Sin embargo, el lado oscuro de este cambio es la sensación de parálisis que a menudo lo acompaña. Cuanto más atribuya uno su sentido de sí mismo a sus experiencias negativas pasadas, menos posible le parecerá esperar un cambio significativo en el futuro. Quizás esta sensación de determinismo fatalista ayude a explicar por qué la tasa de suicidio se ha triplicado entre los adolescentes y ha aumentado casi un 80 % entre los estudiantes de secundaria en la última década.

En mi experiencia como maestro y pastor de jóvenes, esta característica del metamodernismo probablemente tiene el mayor impacto en mis interacciones con los estudiantes con los que trabajo a diario. Enterrados bajo un humor irónico y autocrítico, muchos de mis alumnos sienten que es imposible escapar de los defectos que su pasado ha dejado en ellos.

No obstante, una vez más el evangelio puede decir una palabra de esperanza al clima cultural metamodernista. Tienes defectos, sí: eres un pecador, incapaz de simplemente arreglarte y convertirte en la persona que quieres ser. Pero las misericordias de Dios son «nuevas cada mañana» (Lamentaciones 3:23), y hay una esperanza profunda y eterna en Jesús, a cuya imagen somos «transformados» diariamente (2 Corintios 3:18), y un día, «todos seremos transformados» (1 Corintios 15:51).

Tu identidad hoy no es una trampa ineludible. Esto no tiene por qué minimizar las patologías reales y su tratamiento; simplemente nos recuerda que somos más que las historias que contamos sobre nosotros mismos.

Ciertamente hay más que decir sobre el metamodernismo hoy en día, pero mi esperanza es ayudar a alejar la conversación popular de una apologética posmoderna anticuada. Y mientras trabajamos juntos para proclamar las Buenas Nuevas en un mundo cambiante, por la gracia de Dios, oro para que pronto veamos un avivamiento en la era metamoderna.

Benjamin Vincent es un pastor y profesor bivocacional en el sur de California. Se desempeña como pastor asistente en Journey of Faith Bellflower y como jefe del departamento de historia y teología en Pacifica Christian High School en Newport Beach, California.

Para recibir notificaciones sobre nuevos artículos en español, suscríbete a nuestro boletín digital o síguenos en Facebook, Twitter, Instagram o Telegram.

¿No ardía nuestro corazón?

La misteriosa obra de Dios al permanecer oculto y traernos consuelo.

Stream in the Woods. Óleo sobre lienzo. 2023

Stream in the Woods. Óleo sobre lienzo. 2023

Christianity Today May 9, 2024
Elizabeth Bowman

Aquel mismo día, dos de ellos se dirigían a un pueblo llamado Emaús, a unos once kilómetros de Jerusalén. Iban conversando sobre todo lo que había acontecido.
—Lucas 24:13-14

Algo que me encanta de la Biblia es su tendencia a presentar elementos que traen luz sobre ciertos aspectos y oscurecen otros, que consuelan y confunden. Esta dinámica singular puede verse en acción en el día cuando Jesús es levantado de los muertos, cuando el Evangelio de Lucas dirige nuestra atención al camino de Emaús.

Encontramos a dos discípulos de Jesús, cuyos nombres no conocemos, a la mitad de una conversación, y Lucas los describe como en un estado de confusión después de haber escuchado rumores de que Jesús había resucitado. Mientras caminaban por el sendero, ambos procesaban los complejos sucesos de los últimos tres días y las extrañas posibilidades que estos informes presentaban. Aunque ellos no formaban parte del grupo original de los doce, parecían ser lo suficientemente cercanos a ese pequeño círculo como para enterarse de las noticias increíbles de que Jesús estaba vivo.

Entonces, la historia se pone interesante: «Sucedió que, mientras hablaban y discutían, Jesús mismo se acercó y comenzó a caminar con ellos» (Lucas 24:15). Jesús resucitado interrumpe su conversación, pero ellos no lo reconocen. Lucas atribuye su ceguera al designio divino: Jesús no se les reveló. Simplemente camina con ellos en su largo camino, en incógnito, y conversa con ellos sobre lo que están pensando.

Una conversación como esa, desde Jerusalén a Emaús (7 millas, 11 kilómetros), sin duda fue larga. En promedio, una persona camina a una velocidad de tres millas por hora, lo que significa que Jesús viajó con ellos por unas dos horas y media. Y Jesús termina convirtiendo la conversación en una clase larga y completa de las Escrituras. Les explica por qué no deben pensar que están equivocados sobre quién esperaban que fuera Jesús. En algún punto del camino, un destello comenzó a filtrarse por los corazones de estos tristes discípulos.

De pronto, la revelación sobre la identidad de Jesús ocurre en un abrir y cerrar de ojos, y se resume en tan solo dos versículos breves. Cuando finalmente llegaron a Emaús, Jesús les dice que Él tiene que ir aún más lejos, pero los discípulos le insisten que se quede, y Él acepta. Los tres se sientan a la mesa, y Jesús toma el pan y lo bendice. Parte el pan y se lo da a los dos discípulos. Ellos lo reconocen y Él desaparece.

Jesús desaparece en el preciso momento en que los discípulos lo reconocen; un dulce, aunque breve, consuelo. Luego se alegran tanto, que en ese mismo momento deciden caminar las 7 millas (11 km) de vuelta a Jerusalén, en lo oscuro de la noche, pero a la luz de la fe.

¿Qué podemos decir de esta historia? Miremos a los dos discípulos. Cuando salen de Jerusalén, están confundidos y decepcionados, y caminan cargados con el peso del abandono. Mientras un grupo más numeroso espera confirmar si la resurrección de Jesús es verdad, Jesús primero se revela a los que se sienten solos, desanimados y desesperanzados.

Y sin embargo, en cierto modo, Dios sigue ocultándose. «Tú… eres un Dios que se oculta», dijo el profeta Isaías (45:15). Quizás algunas obras de su gracia solo ocurren en lo secreto. Quizás algunas realidades y heridas nos dejan tan frágiles, que si no fuera por el cuidado oculto y paciente del Creador, cualquier cosa nos aplastaría como a una hoja seca y nos dejaría como el polvo que somos. Sin importar cual sea la razón detrás de ello, podemos confiar que nuestro Salvador está cerca. El Gran Médico nos asiste con cuidado tierno y con precisión, y nos cuida con una paciencia constante que nos ayuda a sanar en lo más profundo.

Creo que esta historia nos da una visión de nuestra propia historia. En este pasaje, miramos la escena desde la perspectiva de Dios: conocemos lo que realmente está pasando aun cuando los discípulos no. Aunque no tenemos el privilegio de esa perspectiva en nuestras vidas cotidianas, sí sabemos algo que los discípulos no sabían en ese momento. Los dos discípulos pensaban que estaban en camino a Emaús, pero en realidad estaban en camino a la mesa. Una mesa donde Jesús resucitado alimentó sus corazones hambrientos, sanó sus heridas más profundas, y encendió su fe con gran fuerza con el consuelo desconcertante de la Resurrección. Esa mesa nos espera a nosotros también.

Reflexiona



1. ¿Crees que te habrías quedado con los otros discípulos para esperar confirmar la increíble noticia de la resurrección? ¿O crees que habrías seguido adelante, como estos dos discípulos? ¿Por qué sí o por qué no?

2. Siempre podemos entender mejor las cosas en retrospectiva, especialmente nuestra vida con Dios. ¿Has tenido experiencias en tu vida en las que Dios estuvo oculto pero se reveló o reveló su plan mucho más tarde en la historia?

Jon Guerra vive en Austin, Texas. Es cantautor, escribe música devocional, compone música para películas, y ha lanzado dos álbumes.

Para recibir notificaciones sobre nuevos artículos en español, suscríbase a nuestro boletín digital o síganos en Facebook, Twitter, Instagram o Telegram.

News

En Honduras, el problema de la basura inspira a un pastor a la acción

Una iglesia lidera un esfuerzo local de recolección de basura. Muchos líderes oran para que se apruebe un tratado internacional que regule el uso de plástico.

El pastor Wilfredo Vásquez recoge y separa basura en Honduras.

El pastor Wilfredo Vásquez recoge y separa basura en Honduras.

Christianity Today May 7, 2024
Guevara Tearfund

A la entrada de la Iglesia de Dios en el pequeño pueblo de El Rincón, Honduras, cuelga una pancarta que dice: «Seamos parte de la solución, no de la contaminación».

Es un mensaje que el pastor Wilfredo Vásquez colgó tras ser testigo de los efectos nocivos de los plásticos en su comunidad.

«Cada vez entiendo mejor que si queremos ver cambios en cualquier área de la sociedad, nosotros como hijos de Dios debemos tomar la iniciativa de esos cambios, porque la iglesia es la esperanza del mundo», dijo a CT.

Vásquez, que pastorea la congregación wesleyana-arminiana de esta ciudad centroamericana que tiene apenas unos 4000 habitantes, ha empezado a tomar medidas para ayudar a su comunidad. Espera que los líderes mundiales hagan lo mismo y establezcan un tratado internacional sobre el uso del plástico.

Del 23 al 29 de abril, delegados de todo el mundo se reunieron en Ottawa para la cuarta sesión del Comité Intergubernamental de Negociación sobre la Contaminación por Plástico (INC-4, por sus siglas en inglés) de las Naciones Unidas. Se trata de la cuarta de cinco sesiones encaminadas a alcanzar un acuerdo que podría cambiar la forma en que se maneja el plástico en todo el mundo.

Si se aprueba, los expertos creen que podría tener un impacto similar al que tuvo el Protocolo de Montreal de 1987 en productos químicos como el freón.

Aunque la fase final del proceso tendrá lugar en noviembre en Corea del Sur, tras la última ronda de debates celebrada en Canadá, los delegados de más de 150 países acordaron iniciar los trabajos de mediación. Los delegados comenzarán a reunirse con prontitud para desarrollar formas de identificar productos plásticos y sustancias químicas preocupantes.

En El Rincón, a 5000 kilómetros de la última ronda de negociaciones, el pastor Vásquez ora por la aprobación del tratado.

Vásquez sabe muy bien qué es lo que está en juego y la diferencia que pueden traer incluso los pequeños cambios, porque lo ha vivido de primera mano en su pueblo. Hablando con CT a través de un traductor, Vásquez contó cómo hasta hace poco no había reciclaje ni un programa para recoger basura en su comunidad.

«Lo que la gente hace con los residuos sólidos es tirarlos, enterrarlos o quemarlos», explicó.

Las consecuencias negativas eran evidentes. Los patios de recreo y los campos deportivos estaban llenos de basura. El humo de los incendios contaminaba el aire y estaba causando problemas respiratorios en muchas personas, incluida la suegra de Vásquez.

«Estas personas tienen que cerrar las puertas y las ventanas, y se mantienen aisladas», afirma Vásquez. «No pueden salir por culpa del humo».

Obligado por el amor al prójimo y el mandato bíblico de cuidar la creación, Vásquez decidió hacer algo para cambiar esta realidad.

Empezó a animar a los miembros de la iglesia y a la gente de la comunidad a que dejaran de quemar basura. A continuación, la iglesia organizó sesiones de recolección de basura en la comunidad, y animó a sus miembros a utilizar vasos y utensilios reutilizables en lugar de plásticos desechables.

Junto con Tearfund, una organización cristiana de ayuda que colabora con iglesias en poco más de los 50 de los países más pobres del mundo, el pastor habló con los líderes de la comunidad y el gobierno local sobre la necesidad de recoger la basura.

La comunidad cuenta ahora con un servicio semanal de recolección de residuos. Además, los jóvenes de la iglesia de Vásquez recogen y reciclan plástico, mientras que otros residuos reciclables se recogen en puntos de clasificación establecidos en toda la comunidad.

Gracias a estos cambios, el pueblo está más limpio y las personas con enfermedades respiratorias gozan de una mejor salud.

Miriam Moreno, responsable de sostenibilidad medioambiental y económica de Tearfund para América Latina y el Caribe, ha trabajado con Vásquez para ayudar a realizar estos cambios en su comunidad. Una de las cosas que Tearfund hizo fue financiar contenedores para la clasificación de residuos.

«Es muy inspirador contar con líderes como él, que puedan compartir su experiencia y lo que han hecho», afirma.

Al igual que el pastor Vásquez, Moreno dice que es su fe lo que la motiva a realizar este trabajo.

«Creo que es mi responsabilidad como cristiana, y me siento muy inspirada para movilizar a otros y conocer lo que otros están haciendo», dijo.

Ella y Vásquez esperan fomentar cambios similares en otras partes de Centroamérica.

«Aunque los sistemas de recolección de basura y los contenedores que se están instalando en El Rincón traerán un gran cambio para esta comunidad, hay cientos de miles de comunidades como ésta», afirmó.

Miriam Moreno cree que abordar el tema de la contaminación por plásticos mediante un tratado internacional será un paso clave para ayudar a los países más pobres.

«Todo el mundo ha oído hablar de los problemas de los residuos plásticos y la contaminación», afirmó. «Todo el mundo tiene conocimientos técnicos. Pero algo que ha faltado es esa conexión para concientizar a la gente de nuestra responsabilidad como cristianos de cuidar la creación».

Una de las personas que representa a Tearfund en el INC-4 es Rich Gower, economista para la organización sin ánimo de lucro. Como organización que trabaja en poco más de los 50 países más pobres del mundo, han visto de primera mano cómo el plástico afecta desproporcionadamente a los que viven en la pobreza, dijo.

Se calcula que 2000 millones de personas en todo el mundo no cuentan con un método seguro para deshacerse de la basura. Como en El Rincón, en estos lugares no queda más remedio que quemar el plástico y otros residuos, o bien tirarlos en las esquinas y en vertederos abiertos.

«Los resultados [negativos] son variados y extremadamente perjudiciales: provocan humos tóxicos e inundaciones. Además, aumentan el riesgo de cáncer y otras enfermedades graves como cardiopatías, infecciones respiratorias y otras afecciones; y también generan emisiones [con impacto] climático», afirma Gower.

Un documento de investigación de Tearfund, titulado «No hay tiempo que perder», concluye que esta situación provoca la muerte de hasta un millón de personas al año.

El equipo de Tearfund en las negociaciones de la ONU está llamando a los gobiernos a presionar para conseguir un tratado que aborde plenamente el impacto de los residuos en las personas que viven en situación de pobreza, asegurándose de que cuatro cosas sean obligatorias en el acuerdo final:

  • Reducción: Metas legalmente vinculantes que busquen reducir la producción de plástico y ampliar las soluciones de reutilización.
  • Reciclaje: Acceso universal a la recolección y el reciclaje de residuos.
  • Respeto: Apoyo para los recolectores de residuos, incluida una transición justa.
  • Respuesta: Mecanismos que garanticen que las empresas y los gobiernos actúen.

Gower cree que los cristianos tienen un importante papel que desempeñar en el proceso.

«Cristianos de todo el mundo se han unido en la campaña de Tearfund contra la basura porque creemos que toda persona creada por Dios debe poder vivir una vida plena libre de basura», dijo. «La creciente crisis de los residuos está teniendo un enorme impacto en las vidas de las personas que viven en pobreza y también está dañando la hermosa creación de Dios».

La quinta sesión del Comité Intergubernamental de Negociación sobre la Contaminación por Plástico se celebrará del 25 de noviembre al 1 de diciembre. Si se llega a un acuerdo, el tratado sobre el manejo del plástico podría entrar en vigor en 2025.

Para recibir notificaciones sobre nuevos artículos en español, suscríbete a nuestro boletín digital o síguenos en Facebook, Twitter, Instagram o Telegram.

La alfabetización bíblica en una era posterior a la alfabetización

Siempre debemos ser personas de la Palabra, pero necesitamos una nueva comprensión de lo que significa tener una relación viva con las Escrituras.

Christianity Today May 3, 2024
Atahan Demir / Pexels / Edición por CT

Los cristianos son lectores. Somos «gente del Libro». Poseemos Biblias personales, traducidas a nuestras lenguas maternas y las leemos diariamente. Al pensar en un «tiempo devocional» matutino, nos imaginamos una mesa, una taza de café y una Biblia abierta con las esquinas dobladas, con pasajes resaltados y notas al margen. Para los cristianos, la lectura diaria de la Biblia es el estándar mínimo para la vida de fe. Algunos de nosotros podríamos pensar: ¿Qué clase de cristiano no alcanzaría este nivel mínimo?

Muchos nos sentimos identificados con esta visión de la fe. Ciertamente describe la forma en que yo fui criado. Y tiene sentido si pensamos en una foto instantánea de la iglesia cristiana en un momento y lugar específico de la historia (los evangélicos estadounidenses del siglo XX). Pero al pensar en una visión eterna de lo que significa seguir a Cristo, esta imagen se queda corta, y afectará seriamente nuestra capacidad de hacer discípulos en una cultura «posterior a la alfabetización», una cultura en la que la mayoría de la gente entiende los elementos básicos de la lectura, sin embargo, consumen abrumadoramente medios audiovisuales [enlaces en inglés].

Si miramos al pasado, podremos ver cómo esta idea del cristianismo centrada en la alfabetización fracasará en el futuro. Durante la mayor parte de la historia del cristianismo, la mayoría de los creyentes eran analfabetos. Leer la Biblia diariamente no era una opción porque leer no era una opción.

Esto no significa que las Escrituras fueran irrelevantes para la vida de los cristianos comunes. Sin embargo, las páginas sagradas no eran principalmente un asunto de devoción personal privada: eran un asunto público y se leían en la reunión del pueblo de Dios para el culto de adoración. La Biblia era el libro de la iglesia: un libro litúrgico, un libro cuyo hábitat natural era la voz del cuerpo de Cristo elevada en alabanza. Para escuchar la Palabra de Dios, te unías al pueblo de Dios. Quienes leían, lo hacían en voz alta para beneficio de todos.

En estos contextos, animar a alguien a leer la Biblia diariamente habría sido tan significativo como aconsejarle llenar el tanque de combustible de su avión privado. Al mirar en retrospectiva, la lección para nosotros es que lo que damos por sentado acerca de seguir a Cristo puede no ser cierto para todos los creyentes en todos los contextos. Lo que es apropiado o incluso necesario en nuestro tiempo y lugar puede no serlo para otros. El discipulado puede depender más de la tecnología y de las prácticas sociales de lo que a menudo creemos.

Consideremos, por ejemplo, los efectos de la imprenta, la educación pública y la alfabetización masiva en la iglesia. Los relatos del oscurantismo como una época en la que los líderes de la iglesia no permitían la alfabetización a menudo son imprecisos porque en realidad es imposible tener un público lector sin libros baratos, y es imposible tener libros baratos sin la imprenta. Los hábitos y propósitos de la lectura solo pueden tener lugar en una sociedad y en una cultura con un entorno moral y tecnológico enormemente complejo. Los hábitos de lectura que nos parecen necesarios en un momento y lugar serán innecesarios (si no imprudentes o absolutamente imposibles) en otro.

Además, no hay evidencia en las Escrituras que sostenga que la vida cristiana sea inherentemente una vida de lectura. ¿Cómo podría serlo, cuando cada libro del canon fue escrito en una época en la que la mayor parte del pueblo de Dios no sabía leer? Desde este punto de vista, nuestro énfasis en la lectura personal y privada de las Escrituras parece ser una innovación moderna que difiere, no solo de gran parte de la historia del cristianismo, sino también de la historia bíblica.

Por tanto, es un hecho que la alfabetización no puede ser sinónimo de un discipulado fiel. La pregunta es más bien: ¿Qué papel debe desempeñar la alfabetización masiva ya que se ha convertido en nuestra realidad social? En muchas tradiciones, la respuesta de la iglesia durante los últimos siglos ha sido poner una Biblia en manos de la gente tan pronto como sea posible, con la mayor frecuencia posible, y alentar la lectura de la Biblia como un componente central del caminar diario con Cristo. Los cristianos son lectores hoy debido a la extraordinaria visión y al trabajo incalculable de madres y padres en la fe, mismo que se remonta a una decena de generaciones atrás.

Para los que nos hemos beneficiado, la única respuesta adecuada es la gratitud. A menudo escucho chistes entre amigos sobre haber crecido entre juegos como el «versículo conocido» y «la memorización de los libros de la Biblia». Algunos afirman que todavía pueden enumerar a todos los reyes davídicos desde Salomón hasta el exilio. Estas bromas siempre están llenas de agradecimiento y tienen un toque de nostalgia. Es posible que hayan mirado esas prácticas con desdén hace 30 años, pero ahora, con sus propios hijos, recuerdan una infancia en la iglesia en la era analógica y se dan cuenta de cuánto se ha perdido.

La siguiente pregunta (¿Qué hemos perdido?) es perenne, pero últimamente se ha vuelto más aguda en relación con el estado de alfabetización de la próxima generación y su capacidad para interactuar con fluidez con un texto determinado. En un artículo para Slate de febrero de este año, Adam Kotsko hizo sonar una alarma con respecto a la comprensión de lectura de los estudiantes universitarios. En marzo, en Substack, Jean Twenge compartió una investigación empírica que respalda las preocupaciones de Kotsko.

Las estadísticas son desalentadoras. En 2021 y 2022, por ejemplo, 2 de cada 5 estudiantes del último año de educación secundaria [de aproximadamente 17 o 18 años de edad] de Estados Unidos informaron no haber leído un solo libro por placer durante el año anterior. Esta cifra es aproximadamente cuatro veces mayor que el resultado de 1976. Otros estudios sugieren cosas similares sobre los adultos estadounidenses, especialmente en el caso de los hombres.

Cada año, doy clases a cientos de estudiantes universitarios de todas las clases y especialidades, y estos informes concuerdan con mi propia experiencia. Mis estudiantes son en su mayoría evangélicos no denominacionales que asisten a una universidad cristiana privada de artes liberales en el oeste de Texas. Me gusta hacerles una encuesta anónima que plantea una sola pregunta: ¿Cuántos libros has leído de principio a fin? Mis únicas condiciones son que el libro no haya sido un libro asignado por un maestro y que fuera por encima del nivel de lectura de octavo grado (digamos, más difícil que Harry Potter). La mayoría de los estudiantes responden un número por debajo de cinco. Muchos enumeran dos, uno o cero.

Seguramente, hay muchas razones detrás de estos resultados. Como otros, me inclino a echarle la mayor parte de la culpa a la televisión, los servicios que transmiten programación en continuo, los teléfonos inteligentes y las redes sociales. Pero cualesquiera que sean las causas, esta es nuestra realidad.

La sociedad estadounidense ya no está compuesta por lectores de libros o de otras obras escritas que requieren una atención sostenida y racional —si es que alguna vez lo estuvo—. En palabras de Neil Postman, la cultura «tipográfica» nacida del protestantismo ya no existe, y esto es tan cierto dentro de la iglesia como fuera de ella.

La cuestión práctica, entonces, no es si este es nuestro mundo sino qué debemos hacer al respecto. ¿Cómo interactuamos con las Escrituras cuando la alfabetización masiva tal como la conocíamos ya no existe?

En uno de sus libros más recientes, Jessica Hooten Wilson escribe lo siguiente:

Contra la seducción de las pantallas, debemos volver al amor por el libro, comenzando y terminando con la Biblia, pero incluyendo otros libros que iluminen las Escrituras y nos muestren cómo vivir como Jesús en nuestro propio tiempo y lugar. La lectura debe ser una práctica espiritual diaria para el cristiano. Una vida de lectura contrarresta la malformación producida por las pantallas y la tecnología digital.

Asimismo, en un ensayo reciente en respuesta a Kotsko y otras elegías por la pérdida de alfabetización, Alan Jacobs escribe que «muchos padres están batallando» contra una infancia sin libros. En las iglesias evangélicas y las escuelas cristianas clásicas, los hábitos de lectura todavía se modelan, enseñan y «centran» en lo que significa ser creyente, prójimo, ciudadano. Primero en Wheaton College y ahora en Honors College de la Universidad de Baylor, Jacobs ve la huella que se dejó en estos estudiantes, que son producto de una peculiar subcultura para la cual «la lectura era una parte integral».

Como colega lector, maestro y padre de niños amantes de los libros, estoy lejos de disentir con la conclusión de Jacobs de que «la más extrema rendición no es inevitable. Pensándolo bien, después de todo, la resistencia no es inútil». Es posible educar a los niños para que sean lectores, enseñarles a amar la lectura. Mi objetivo con los estudiantes es el mismo: convertir a tantos como pueda del atractivo de la pantalla al amor por la página. De vez en cuando lo logro. ¡La lucha vale la pena, sin importar las probabilidades!

Sin embargo, me temo que nosotros, los educadores y los padres (y junto con nosotros, los pastores y ancianos) nos estamos enfocando tanto en el árbol que no estamos viendo el bosque. Recordemos la afirmación de Hooten Wilson: La lectura debe ser una práctica espiritual diaria para el cristiano. ¿Es esto cierto? Ya hemos visto que no puede ser cierto sin reservas. Pero, incluso teniendo en cuenta este contexto e intención, ¿es cierto?

No, no creo que sea así. Y lo mismo sucede con los estudiantes de Wheaton, Baylor y las academias cristianas clásicas. Estas son batallas nobles, pero siguen siendo escaramuzas menores en una guerra perdida; de hecho, una guerra que ya se ha perdido a nivel nacional. En general, los estadounidenses, chicos y grandes, no leen libros. Y todas las líneas de tendencia apuntan en la dirección equivocada.

De hecho, hagamos una pausa en esa última frase: «en la dirección equivocada». Esto traiciona mi propia clase y prejuicio. ¿Todos deben ser lectores, es decir, leer diariamente libros por placer? ¿Es la lectura una parte esencial de la buena vida? ¿Es una parte esencial de la vida cristiana?

No estoy muy seguro. Para ser claro, no puedo asegurar tener respuestas definitivas a estas preguntas. Lo que tengo son ideas tentativas que requieren una mayor exploración, sobre todo por parte de las iglesias y los educadores cristianos. Permítanme cerrar mi argumentación con algunas de ellas.

Primero, estamos en medio de un cambio tecnológico sísmico que ya ha sacudido el suelo bajo los pies de los cristianos. No debemos seguir fingiendo que el viejo mundo todavía está con nosotros. Esto incluye la naturaleza de la relación de los creyentes comunes con la Biblia.

En segundo lugar, los cristianos viven dentro de un entorno social más amplio. Si las formas en las que entendemos el discipulado diario dependen tanto de la tecnología como de la cultura en general, y esas influencias hoy son muy diferentes de lo que eran hace uno o dos siglos, entonces deberíamos esperar que las prácticas de discipulado también difieran. Esto no significa que seamos transigentes en cuanto a la doctrina, la necesidad de la disciplina espiritual o nuestro deber de amar a Dios y al prójimo. Significa más bien que nuestras disciplinas y deberes tomarán diferentes formas en diferentes circunstancias, y que debemos discernir cuidadosamente si nos aferramos a prácticas antiguas porque son realmente esenciales para nuestra fe (por ejemplo, la oración) o simplemente porque sentimos nostalgia.

En una cultura donde la mayoría de las personas no leen libros diariamente, la mayoría de los cristianos probablemente tampoco leerán diariamente el Libro de la iglesia [enlace en español]. Esto, a menos que creamos que la lectura privada e individual de la Biblia es tan fundamental, tan no negociable, que nuestras iglesias deberían dedicar recursos extraordinarios para convertirla en una posibilidad contracultural en la vida de cada creyente común y corriente.

Estas iglesias no solo fundarían y apoyarían academias o escuelas de educación clásica. También se comprometerían a ser consistentemente contraculturales frente a todo el ecosistema de la tecnología digital: sin pantallas en el culto; sin IA en la predicación ; sin transmisión en línea; sin teléfonos inteligentes en el edificio; sin presencia en las redes sociales; sin usar aplicaciones en las clases bíblicas; nada más que Biblias físicas traídas de casa. Iglesias como estas tendrían una visión clara y no se engañarían sobre la naturaleza de la amenaza. No intentarían quedarse con el postre y comérselo también.

Estoy abierto a ese enfoque. Pero a menos que estemos dispuestos a llegar tan lejos, me parece que las iglesias del Occidente moderno deberían aceptar que vivimos en una era posterior a la alfabetización y, por tanto, debemos ministrar a gente que vive en tal contexto. Concretamente, esto significa aceptar que la mayoría de los miembros de la iglesia no son ni serán nunca lectores, y que esto no es un problema: que no los hace menos que otros creyentes, y que no impide su madurez en la fe y el servicio de Dios.

Aceptar esto tendría como resultado una visión diferente de la vida cristiana. Esto también nos haría mirar hacia el pasado, y nos haría pensar en tradiciones litúrgicas contemporáneas con modelos de culto heredados de una época premoderna en la que no había alfabetización. Aquellos de nosotros que vivimos en comunidades definidas por la lectura individual de la Biblia tenemos mucho que aprender de ellas.

Nuestras congregaciones no dejarían de centrarse en la Palabra de Dios. Pero estaríamos centrados de manera diferente a como lo hemos estado en el pasado. Quizás necesitemos más, mucho más, lectura oral, incluso memorización y representación, de las Escrituras en la asamblea. Quizás necesitemos una exposición más larga y detallada del texto del sermón. Quizás necesitemos volver a imaginar lo que puede significar la «alfabetización bíblica»: no necesariamente la lectura y relectura de la Biblia individualmente, sino una mente, imaginación y vocabulario llenos de historias, personajes y eventos de las Sagradas Escrituras.

O tal vez no. Estas sugerencias son provisionales, como dije. Estoy abierto a otras, como todos deberíamos estarlo. Pero lo que necesitamos son visiones alternativas. Los cristianos no siempre han sido lectores, y parece que en el futuro previsible la mayoría de los cristianos dejarán de ser lectores. Discernir una forma duradera de fidelidad a las Escrituras para este tiempo nuevo e incierto es uno de los desafíos apremiantes de nuestros días.

Brad East es profesor asociado de teología en Abilene Christian University. Es autor de cuatro libros, entre ellos The Church: A Guide to the People of God y Letters to a Future Saint: Foundations of Faith for the Spiritually Hungry.

Para recibir notificaciones sobre nuevos artículos en español, suscríbete a nuestro boletín digital o síguenos en Facebook, Twitter, Instagram o Telegram.

News

Si Panamá cierra el Tapón del Darién, ¿les importará a los evangélicos?

Los derechos de los migrantes han pasado desapercibidos para muchos cristianos panameños. Pero a medida que aumentan las presiones, algunos se pronuncian antes de las elecciones generales de este fin de semana.

Una mujer migrante lleva a su hija en hombros cerca del primer control fronterizo de la provincia de Darién, en Panamá.

Una mujer migrante lleva a su hija en hombros cerca del primer control fronterizo de la provincia de Darién, en Panamá.

Christianity Today May 2, 2024
Luis Acosta / Colaborador / Getty

El 5 de mayo, los panameños votarán para elegir a su nuevo presidente. El resultado de estas elecciones puede tener consecuencias para mucho más que sus 4.4 millones de residentes: podría cambiar la realidad migratoria de los cientos de miles de personas procedentes de Sudamérica, Asia y África que pasan por el país centroamericano en su camino a Estados Unidos.

Lidera las encuestas José Raúl Mulino, candidato de Realizando Metas, un partido populista de derecha fundado por el expresidente Ricardo Martinelli, quien recientemente fue sentenciado por lavado de dinero. Mulino ha prometido cerrar el paso en el Tapón del Darién, una densa zona selvática que los inmigrantes deben atravesar para entrar en Panamá tras cruzar la frontera con Colombia.

«Vamos a cerrar el Darién y vamos a repatriar a cada una de estas personas, respetando sus derechos humanos», declaró Raúl Mulino en abril.

Para muchos panameños, antes de 2022 no había crisis migratoria. Después de pasar por el Tapón del Darién, los migrantes atravesaban el país en autobuses del gobierno hasta la frontera con Costa Rica. Pero después de que un cambio en la política migratoria estadounidense enviara a muchos de vuelta a Centroamérica hace un par de años, cientos se han trasladado desde entonces a la Ciudad de Panamá y a un puñado de pequeñas ciudades. Los residentes han empezado a acusarlos de la delincuencia y de saturar sus sistemas de saneamiento.

Aunque los evangélicos se han mantenido en gran medida al margen, muchos líderes dicen que deberían haber hecho más.

«La iglesia no ve el problema de los refugiados como un problema propio», afirma el misionero panameño Robert Bruneau, líder regional de United World Mission. «Creen que es algo que debe hacer el Estado y no son conscientes de la gran oportunidad que tienen de servir con gracia y honor a un portador de la imagen de Dios».

Un viaje traicionero

Con su terreno rural montañoso y el control que ejercen desde hace tiempo las pandillas colombianas, el Tapón del Darién es uno de los pasos más traicioneros del arduo viaje que emprenden los migrantes que se dirigen al norte. Pocas comunidades habitan sus pantanos y selvas, lo que hace que sea una de las rutas migratorias más peligrosas del mundo.

Los inmigrantes comenzaron a atravesar la región en la década de 1990, cuando los ciudadanos colombianos empezaron a utilizar la selva para escapar de los grupos guerrilleros y huir hacia Panamá u otros destinos. En la década de 2000, los venezolanos comenzaron a atravesar Centroamérica y el Tapón del Darién en busca de refugio en Estados Unidos a través de la frontera con México. Desde 2014, más de 7 millones han salido del país. Hoy en día, migrantes de lugares tan diversos como Eritrea, Kirguistán, Haití, Nepal y China (que primero vuelan a Colombia o Brasil) usan la misma peligrosa ruta.

En 2011, menos de 300 migrantes cruzaron la frontera entre Colombia y Panamá de forma irregular. El año pasado, la cifra aumentó a 520 000. Tan solo entre enero y abril de este año, más de 135 000 migrantes irregulares han entrado en Panamá. Además, unos 120 000 niños cruzaron el Tapón del Darién el año pasado, muchos sin el acompañamiento de un adulto, y aproximadamente la mitad del total siendo menores de cinco años.

Los supervivientes que logran atravesar la selva llegan a campamentos establecidos por el gobierno panameño, a menudo con problemas de salud debidos al esfuerzo extremo, la desnutrición o enfermedades transmitidas por mosquitos o agua contaminada.

World Vision es una de las pocas organizaciones cristianas que atienden a los migrantes que pasan por el Tapón del Darién y trabaja con las iglesias para proporcionar alimentos, ropa, seguridad y orientación jurídica a quienes atraviesan la región.

«[Estas personas] no emigran por elección», dijo a CT Mishelle Mitchell, portavoz de World Vision para América Latina y el Caribe. «Huyen del hambre, la guerra y la pobreza, y merecen el derecho a ser respetados».

Nadie los ve, nadie los oye

Tras recuperarse en los campamentos, el gobierno ofrece a los migrantes dos formas de continuar su viaje: por unos 40 dólares estadounidenses, pueden viajar en autobuses privados hasta la frontera con Costa Rica; por 80 o 90 dólares pueden llegar hasta la frontera entre Costa Rica y Nicaragua. El viaje, que dura menos de un día, evita que los migrantes viajen a pie, algo habitual en la mayoría de los países centroamericanos. También los mantiene en gran medida fuera de la vista y de la conciencia colectiva, dice Gustavo Gumbs, un pastor evangélico que comenzó a trabajar con migrantes hace casi una década.

«La iglesia no había despertado al problema de los refugiados», afirma. «Incluso hoy hay quienes no son conscientes de los migrantes o no se movilizan para ayudarlos».

Los evangélicos representan el 22 % de la población del país, frente al 65 % de los católicos. Pero más de una docena de organizaciones católicas trabajan en la región del Darién, lideradas por Cáritas, el brazo internacional del Vaticano para los derechos humanos, la seguridad alimentaria y el desarrollo sostenible.

En una carta de marzo este año, el papa Francisco se dirigió a un grupo de migrantes que se reunieron con obispos y autoridades locales en Lajas Blancas, una ciudad cercana al Tapón del Darién, buscando encontrar un terreno común con ellos como hijo de migrantes italianos que fueron a Argentina «en busca de un mejor porvenir».

«Hermanos y hermanas migrantes, no se olviden nunca de su dignidad humana», escribió. «No tengan miedo de mirar a los demás a los ojos, porque ustedes no son un descarte, sino que también forman parte de la familia humana y de la familia de los hijos de Dios».

Gumbs creó la Fundación de Asistencia a Migrantes (FAM) cuando sintió que tenía la responsabilidad cristiana de ayudar a quienes veía que estaban en necesidad en Ciudad de Panamá.

«Tuvimos una explosión en el número de migrantes», dijo. «El gobierno admitió que no podía atender a todos».

En 2016, comenzó a recolectar de las iglesias donaciones de alimentos, ropa y artículos de higiene para llevar a los migrantes en Darién. Actualmente, más de 100 voluntarios viajan todos los días a la región para ayudar a los migrantes.

Durante años, los campamentos y el sistema de autobuses de Panamá hicieron que pocos migrantes interactuaran con la población local. Sin embargo, en 2022, los migrantes empezaron a regresar a otros países latinoamericanos tras el cambio en la política estadounidense. Muchos de ellos llegaron a Ciudad de Panamá.

«De repente, teníamos diez mil personas que alimentar», dijo Gumbs, quien recolectó comida de las iglesias y donaciones de otros cristianos para pagar los boletos de avión de los migrantes que regresaban a casa.

«Por primera vez en muchos años, todas las denominaciones se unieron para hacer algo juntas en Panamá», afirmó.

El éxito de la iniciativa llevó al gobierno panameño a reconocer los esfuerzos de la FAM, que ahora participa en debates sobre migración con organizaciones reconocidas internacionalmente, como ACNUR (Agencia de la ONU para los Refugiados) y la Cruz Roja.

«Como dice Mateo 5:16, aunque no sean creyentes, dan gracias a Dios cuando ven las buenas obras que hacemos», dijo.

Aun así, los cristianos panameños saben que la suma de sus esfuerzos ha sido modesta.

«Somos un país pequeño. Lo que podemos hacer es insuficiente; es como intentar detener una hemorragia con una curita», dijo Roderick Burgos, líder evangélico de servicios sociales.

Para los panameños, la afluencia de inmigrantes es incómoda. Las ciudades cercanas a la frontera con Colombia, que antes eran pueblos tranquilos, se han convertido en centros de refugiados que esperan los autobuses. Los lugareños suelen cobrar a los migrantes tres o cuatro veces más por la comida, dice Gumbs. A pesar de que Darién alberga numerosas especies en peligro de extinción, como jaguares, guacamayos y tapires, la basura procedente de la circulación de personas está por todas partes, lo cual amenaza aún más a los animales y su hábitat.

En 2020, las autoridades panameñas culparon a los migrantes de haber provocado incendios en albergues en La Peñita, cerca de la frontera con Colombia, y en Lajas Blancas, junto a la frontera con Costa Rica. En marzo de este año, 44 migrantes fueron detenidos tras una pelea que dañó parte de un centro de asistencia en San Vicente.

«La población en general está muy molesta [por el paso de tanta gente por el Darién]», dijo Jocabed Solano Miselis, misionera sirviendo a los pueblos indígenas de Panamá. «No es xenofobia, es el agotamiento de los recursos locales».

Una nueva situación

La migración no será un tema prioritario para la mayoría de los votantes evangélicos panameños, la mayoría de los cuales ven una conexión más fuerte entre su fe y una agenda socialmente conservadora. Estas convicciones han llevado a un número creciente de ellos a presentarse como candidatos a la Asamblea Nacional de Panamá y al gobierno municipal.

«Durante muchos años, las iglesias y los cristianos se mantuvieron alejados de la política, buscaron servir como intercesores», dijo el pastor César Forero del Centro de Restauración Familiar Nueva Vida en Ciudad de Panamá.

Sin embargo, en 2014, el gobierno anunció una nueva ley de educación sexual, y los evangélicos creyeron que abriría la puerta para que las escuelas enseñaran mensajes relacionados con la agenda LGBT. En el transcurso de dos años, se formaron grupos de presión y los evangélicos se unieron a los católicos para organizarse en oposición.

«Pensé que si no había unas 10 000 personas en una marcha, la ley se aprobaría», afirmó Burgos. «Tuvimos cerca de 300 000 manifestantes».

Después de que el gobierno diera marcha atrás en 2016, los cristianos panameños descubrieron una fuerza política que nunca antes habían imaginado. En las últimas elecciones generales de 2019, los candidatos empezaron a identificarse públicamente como evangélicos.

Ahora, en 2024, «muchos de los aspirantes están proponiendo políticas a favor de la familia», dijo Forero. Esto incluye tratar de introducir la prohibición del matrimonio entre personas del mismo sexo y abogar contra temas como el aborto y la eutanasia, ninguno de los cuales es legal en Panamá, y actualmente no hay propuestas que traten de legalizarlos.

En este sentido, Panamá ya cuenta con una de las legislaciones socialmente más conservadoras de América Latina. En febrero de este año, la Corte Suprema confirmó una decisión que afirmó que el matrimonio es entre un hombre y una mujer. En abril de este año, una coalición de organizaciones LGBTQ le pidió a los candidatos que firmaran un compromiso para ampliar los derechos de su comunidad, incluyendo el apoyo al matrimonio entre personas del mismo sexo. Siete de los ocho candidatos presidenciales se negaron a firmar el documento.

En la semana previa a las elecciones, la Alianza Evangélica de Panamá convocó un día de ayuno y oración el 1.º de mayo y pidió a los cristianos que juzgaran a los candidatos según varios criterios, entre ellos el temor a Dios, el historial de transparencia, la postura provida, la defensa de la familia tradicional, las soluciones concretas a cuestiones como la educación y el sistema de salud, la lucha contra la corrupción y el deseo de construir un país mejor. La corrupción, y los delitos relacionados con ella, parecen ser una de las principales preocupaciones de los votantes. El año pasado, el expresidente Martinelli, mentor del actual candidato Mulino, fue condenado a diez años de prisión por lavado de dinero.

En general, los evangélicos latinoamericanos suelen votar por candidatos de derecha, pero las encuestas públicas panameñas no incluyen una pregunta de afiliación religiosa, por lo que no está claro qué candidato recibirá más apoyo de los creyentes.

Sin embargo, para los cientos de miles de personas que cruzan la selva a pie, hay decisiones que son más urgentes, y los resultados de las urnas pueden marcar la diferencia.

«Creemos en la justicia de Dios, y la justicia tiene que ver con la dignidad de las personas, tanto de los ciudadanos como de los inmigrantes», dijo Solano Miselis.

Para recibir notificaciones sobre nuevos artículos en español, suscríbete a nuestro boletín digital o síguenos en Facebook, Twitter, Instagram o Telegram.

News

Santas limosnas: Nicolás Maduro corteja a los votantes evangélicos en Venezuela con regalos y dinero en efectivo

A medida que se acercan las elecciones presidenciales, el gobierno actual amplía programas que benefician a iglesias y pastores.

Una partidaria del gobierno viaja en la parte trasera de una motocicleta sosteniendo una imagen del presidente venezolano Nicolás Maduro.

Una partidaria del gobierno viaja en la parte trasera de una motocicleta sosteniendo una imagen del presidente venezolano Nicolás Maduro.

Christianity Today April 30, 2024
Ariana Cubillos / AP Images

En muchos países, los políticos intentan ganarse a los votantes religiosos destacando intereses compartidos entre su agenda y los temas que son prioridad para los fieles. Sin embargo, el gobierno que busca la reelección en Venezuela ha optado por ofrecerles a los pastores dinero en efectivo.

A menos de tres meses de las elecciones presidenciales de Venezuela, el actual presidente Nicolás Maduro está ampliando dos iniciativas dirigidas específicamente a la comunidad evangélica, que representa el 30.9 % de la población del país.

El «Bono El Buen Pastor», creado el año pasado, y el plan «Mi iglesia bien equipada» ofrecen recursos a los pastores y sus iglesias, incluyendo dinero en efectivo, sillas, materiales de construcción y equipos de sonido costosos, sin condiciones. «Mi iglesia bien equipada» forma parte de «Misión Venezuela Bella», un programa gubernamental que afirma invertir en espacios de recreación y arte, y que ha remodelado cerca de 3000 iglesias desde 2019.

A principios de marzo, Maduro reunió a 17 000 personas en un evento exclusivo para pastores en la ciudad norteña de Carabobo y anunció que 20 000 pastores adicionales se habían convertido en beneficiarios del programa «Bono El Buen Pastor», que entregaría transferencias mensuales de 495 bolívares (alrededor de $14 USD) a cada nuevo miembro. (El salario mínimo oficial en Venezuela es de 130 bolívares o $3.50 USD al mes).

Oficialmente, el gobierno dice que el programa tiene como objetivo brindar a los feligreses espacios dignos donde puedan practicar su fe. Sin embargo, hay quienes ven la generosidad del Estado con cierta sospecha.

César Mermejo, presidente del Consejo Evangélico de Venezuela y líder de la Federación de Iglesias Mizpa, calificó estos esfuerzos de Maduro como un intento de comprar el alma de los evangélicos.

«Como es normal en los procesos políticos, [los candidatos] buscan votos en cualquiera de los sectores de la sociedad», dijo. «Las iglesias evangélicas no escapan a esta realidad».

La búsqueda del apoyo de los evangélicos se remonta a la época de la revolución socialista de Hugo Chávez.

Si bien aquellos fuera de Venezuela podrían sorprenderse al ver a un gobernante socialista acercarse a los evangélicos, durante mucho tiempo el liderazgo político de este país ha recurrido a este grupo en busca de apoyo electoral.

En 2004, cuando se enfrentó a un referéndum sobre si debía permanecer en el cargo, el entonces presidente Chávez se acercó a los evangélicos. En un momento dado, se reunieron representantes de 2000 iglesias para pedir protección divina para el líder. En 2006, tras una serie de enfrentamientos con la iglesia católica, Chávez incluso se declaró evangélico.

Maduro, quien se desempeñó como vicepresidente a partir de 2012, asumió la presidencia en 2013 después del fallecimiento de Chávez tras meses de lucha contra el cáncer. Maduro continuó cortejando a las iglesias y a sus líderes en esfuerzos que al parecer llegaron a consolidarse como las dos iniciativas que ahora está ampliando.

El éxito de dichas iniciativas en las urnas es incierto, dice David Smilde, profesor de sociología en la Universidad de Tulane, quien ha estudiado la relación entre el «chavismo» (la ideología populista asociada con Chávez) y los evangélicos durante 30 años.

«No importa cuánto dinero gaste el gobierno venezolano [en estos programas]. No hay evidencia de que Maduro haya logrado controlar a los evangélicos», dijo a CT.

Para Smilde, la diversidad denominacional de la iglesia evangélica en Venezuela dificulta que esta sea manipulada por los políticos. «Los evangélicos tienen el libre albedrío en el centro de sus creencias. Esto incluye la libertad de votar por quien consideren que es mejor para su país», dijo.

Al frente de esta parte de la estrategia de reelección de Maduro está su hijo, Nicolás Ernesto Maduro Guerra, quien personalmente ha entregado sillas y equipos de sonido a iglesias, como algunos funcionarios del gobierno han publicado con entusiasmo en las redes sociales. En marzo, anunció un nuevo decreto según el cual Venezuela ya no gravaría a las nuevas organizaciones civiles religiosas, incluidos los impuestos sobre la apertura de nuevas iglesias.

«El presidente Nicolás Maduro continúa fortaleciendo la espiritualidad de nuestro pueblo y facilitando el trabajo amoroso por los más necesitados en cada rincón del país», escribió Maduro Guerra en Instagram.

Uno de los beneficiarios de estos programas gubernamentales ha sido el Ministerio Familiar Fe Renovada (también conocido como Miffer), que tiene su centro de operaciones en un antiguo edificio del centro de Caracas donado a la iglesia por el gobierno local.

El pastor de Miffer, Edgard Martínez, está agradecido por lo que los programas le han ofrecido y no cree que hayan perjudicado su capacidad de expresar su opinión políticamente.

«Creo que uno no puede maldecir aquellas cosas que son una bendición para uno», dijo. «Por haber recibido esta ayuda, no hemos abandonado el enfoque ministerial… A lo malo le diremos malo y a lo bueno le diremos bueno».

Pero el gobierno en curso no es el único culpable de querer manipular a la iglesia evangélica en estas elecciones.

Mermejo cree que los candidatos de la oposición no son inocentes y también están tratando de cortejar a las iglesias para obtener apoyo político.

«Para mí, lo más preocupante en ambos casos es la facilidad con la que el discurso opositor y gubernamental suelen crear las condiciones para lograr esta conquista, tratando de convertir al pueblo evangélico en “tontos útiles”», afirmó.

Por razones similares, Gabriel Blanco, pastor de Comunidad de Fe Valientes, una iglesia joven en Valencia, ha tratado de mantener la independencia de su iglesia.

«Oramos por las autoridades, bendecimos a las autoridades, pero hemos tomado la decisión de no involucrarnos en nada que tenga que ver con política ni recibir ayuda social del gobierno», dijo. «Gracias a Dios nuestra gente colabora para los eventos sociales que realizamos como iglesia, y de esta forma también mantenemos nuestra independencia».

Blanco también dirige el Festival Juventud Libre, una conferencia juvenil para la que ha contratado a artistas cristianos internacionales como Alex Campos, Christine D’Clario y Montesanto. Los políticos a menudo codician aparecer en eventos como este, que atrae a decenas de miles de jóvenes. Sin embargo, Blanco ha decidido que no vale la pena abrir el escenario a los líderes políticos.

«En nuestra organización siempre hemos resaltado que nuestros eventos son para enaltecer el nombre de Jesús y no son plataformas para enaltecer el nombre de un partido», dijo.

Martínez, por su parte, tiene argumentos para respaldar la decisión de su iglesia de recibir recursos del gobierno. Compara su caso con el de Nehemías en el Antiguo Testamento.

«Muchas veces el enemigo trabaja también para Dios sin darse cuenta. Así como Nehemías recibió ayuda del rey Artajerjes para reconstruir los muros de Jerusalén, nosotros estamos utilizando estos recursos en la reconstrucción moral de Venezuela», afirmó.

No obstante, a pesar del cortejo, es posible que Maduro no necesite el voto evangélico, en gran parte gracias a una reciente decisión de la Corte Suprema de Venezuela de prohibir las candidaturas de María Corina Machado y Leocenis García, dos de los principales candidatos de la oposición.

«El gobierno ha cometido dos actos deleznables», dijo García a CT. «Primero, un acto misógino al sacar a María Corina de la contienda, la única mujer que podía hacerles frente en estas elecciones. Y también un acto racista, al sacarme a mí, que era el único candidato negro en la contienda».

Este tipo de acusaciones de fraude se han vuelto cada vez más comunes durante las elecciones presidenciales en Venezuela.

En 2018, numerosos votantes boicotearon las elecciones y los observadores externos, incluidos los de Estados Unidos, afirmaron que las elecciones fueron fraudulentas.

Según una encuesta de marzo de la encuestadora venezolana Datanálisis, solo alrededor del 60 % de los venezolanos planea votar en las elecciones de 2024. De ellos, el 15 % dijo ser partidario del gobierno actual, el 36 % dijo ser partidario de la oposición y el 41 % dijo que no se identificaba con ninguno de los lados.

«Los evangélicos de los barrios más pobres apoyaron a Chávez cuando llegó democráticamente al poder en 1999», explicó el profesor Smilde. «Pero la crisis económica generada por el mal gobierno de Maduro lo ha convertido en un presidente tremendamente impopular. Por eso necesita desesperadamente a los evangélicos si quiere ganar la reelección sin dejar lugar a dudas».

La crisis económica y social en Venezuela ha estimulado el movimiento migratorio más significativo de toda América Latina en este siglo. Según la agencia de la ONU para los refugiados, ACNUR, en noviembre de 2023, había más de 7.7 millones de migrantes o refugiados venezolanos dispersos por todo el mundo, principalmente en América Latina y el Caribe. La población del país asciende ahora a 29.4 millones.

Un pastor por la presidencia

Tras la controvertida decisión de la Corte Suprema de retirar a Machado y García de la carrera, ocho candidatos compiten ahora por la presidencia de Venezuela. Entre ellos se encuentra Javier Bertucci, pastor evangélico y diputado a la Asamblea Nacional que se postula por segunda vez con el Partido Cristiano de centroderecha Esperanza para el Cambio. En 2018, Bertucci terminó en tercer lugar tras obtener más de un millón de votos, equivalente al 10 % del total.

En el pasado, Bertucci enfrentó procesos judiciales e incluso fue detenido brevemente tras ser acusado de contrabando. También estuvo implicado en el escándalo de los Papeles de Panamá, que expuso a personas del ámbito político y empresarial que operaban en paraísos fiscales extraterritoriales.

Bertucci señaló que, a través de las dos iniciativas, el gobierno se ha centrado en entregar ayuda a las iglesias en los barrios más pobres de las ciudades más grandes de Venezuela. Pero el hecho de que las iglesias acepten con entusiasmo estas donaciones no significa que ahora apoyen a Maduro, dice.

«Aunque los pastores reciben las cosas que [los políticos] les envían, en realidad no los están comprando», dijo. «[Los políticos] no logran traer a los pastores a su ideología política socialista».

Smilde cree que el gobierno venezolano está utilizando a Bertucci para dividir los votos de la oposición.

«[Bertucci] cree en lo que está haciendo y está convencido de que puede convertirse en el primer presidente evangélico de Venezuela», afirmó. «Sin embargo, Maduro está aprovechando su candidatura para tener un rival débil al que derrotar fácilmente el 28 de julio».

Bertucci tiene una respuesta para quienes lo critican por participar en estas cuestionadas elecciones.

«La oposición históricamente ha cometido un error al convocar a la abstención. Eso solo ha servido para facilitar la continuidad del socialismo», dijo Bertucci. «Las encuestas indican que más del 60 % de los venezolanos quieren salir a votar porque quieren un cambio de este nefasto gobierno. No participar sería fallarle a aquellas personas que creen en la posibilidad de un retorno a la democracia».

Independientemente de que Maduro sea reelegido o no en julio, las recientes estrategias lanzadas por el gobierno demuestran la importancia política de la población evangélica en Venezuela. Según una encuesta de Latinobarómetro, en 2023, la población evangélica del país creció más rápido que en cualquier otro país latinoamericano.

«Con la desaparición de la fe en los líderes políticos, tanto del gobierno como de la oposición, la gente se ha aferrado cada vez más a las creencias religiosas», dijo el excandidato presidencial García. «Eso es proporcional a los niveles de pobreza e inflación. Los políticos no pueden mover a nadie hoy, pero las iglesias sí».

Hernán Restrepo es un periodista colombiano que vive en Bogotá. Desde 2021, administra las cuentas de redes sociales de Christianity Today en Español.

Para recibir notificaciones sobre nuevos artículos en español, suscríbete a nuestro boletín digital o síguenos en Facebook, Twitter, Instagram o Telegram.

Cómo leer el Antiguo Testamento a través de los ojos del antiguo Egipto

Aprender sobre la tierra del Faraón nos ayuda a comprender al pueblo de Israel en su contexto.

Christianity Today April 27, 2024
pgaborphotos / Getty

Todos sabemos que la Biblia no fue escrita en una pizarra en blanco. Nos presenta un recuento de la vida y la época de pueblos antiguos, incrustados en un contexto histórico y cultural único, que fue influenciado en gran parte por su geografía.

Fuera de la Tierra Prometida, uno de los lugares de mayor importancia para los israelitas fue Egipto. El pueblo de Dios vivió allí durante unos 400 años, y Abraham y el profeta Jeremías viajaron allí. Incluso Jesús pasó sus primeros años en Egipto, llevado allí por sus padres cuando huyeron de Herodes. [Los enlaces de este artículo redirigen a contenidos en inglés].

Durante los últimos cuatro años, mientras escribía un comentario sobre el Libro del Éxodo, leí mucho sobre Egipto y me di cuenta de cuánto pueden enseñarnos los antiguos egipcios sobre cómo leer y comprender la Biblia en su contexto adecuado. Esto fue puesto de relieve durante el viaje de estudios que realicé el mes pasado con el Dr. James Hoffmeier, un renombrado egiptólogo. Visitar pirámides, templos, museos y tumbas en persona hizo que muchos pasajes familiares cobraran vida.

El Libro del Éxodo está lleno de referencias a la vida de los israelitas en Egipto, incluidas algunas palabras tomadas prestadas del egipcio y figuras particulares que resuenan en ese contexto.

Durante su larga estancia en Egipto, generaciones de israelitas habrían estado expuestas a ciertos elementos una y otra vez, y muchas de estas representaciones pictóricas influyeron en las imágenes propias de la Biblia. Después de todo, los autores bíblicos eligieron medios convencionales para comunicar verdades eternas sobre Yahvé [Jehová]. Estos conceptos visuales habrían tenido sentido para su audiencia y ahora, después de haber visto algunos de ellos con mis propios ojos, también tienen más sentido para mí.

A continuación se muestran seis ejemplos que me parecieron especialmente reveladores.

El templo del jardín

He leído anteriormente que la gente del antiguo Cercano Oriente diseñaba sus templos para que se vieran como jardines, pero durante mi viaje pude presenciar este fenómeno con mis propios ojos.

Muchos de los templos que visitamos presentaban pilares con forma de plantas de papiro. La famosa Sala Hipóstila del templo de Amón-Ra en Karnack tenía 134 enormes pilares en forma de papiro, tan grandes que siete personas apenas podían rodear con los brazos un solo pilar. En un extremo del pasillo, los capullos de papiro estaban cerrados, pero en el otro extremo, los pétalos de la planta estaban abiertos en plena floración. Cada pilar estaba decorado con relieves de colores brillantes (tallados en la piedra) con tintas hechas con polvos vegetales.

Los techos de los templos —o las secciones que se preservan— invariablemente presentaban pinturas de un cielo azul profundo con estrellas amarillas. Y aunque los templos estaban hechos enteramente de piedra, buscaban dar la impresión de ser jardines exuberantes, con representaciones de árboles y plantas como papiros y lotos comunes en todas partes.

No es de extrañar que el propio templo de Israel tuviera un techo de color azul intenso sostenido por sujetadores de oro que reflejaban la luz del candelabro (Éxodo 26:1-2, 6, 31-32). No es de extrañar que el candelabro dentro del templo tuviera el diseño de un árbol con ramas y capullos, y que del manto del sumo sacerdote de Israel colgaran granadas (Éxodo 25:31–40; 28:31–33). Un templo adornado como un jardín reconoce a Dios como Creador y reconoce el papel de Dios en el florecimiento del mundo natural.

Las alas de la protección

En los templos de Egipto, vimos criaturas aladas por doquier, a veces serafines y a veces otras deidades con alas extendidas que le ofrecían protección al faraón. La barca sagrada que llevaba la imagen divina estaba invariablemente flanqueada por protectores alados.

Estas imágenes me recordaron a los querubines bordados en las cortinas del tabernáculo y del templo de Israel (Éxodo 26:31) y los querubines de oro con las alas extendidas sobre el arca del pacto en el Lugar Santísimo (Éxodo 37:9, 1 Reyes 6:27). También tengo una idea más clara de por qué Booz dijo que Rut había buscado protección bajo las alas de Yahvé (Rut 2:12) y por qué el salmista hablaba de las personas que se refugiaban bajo las alas de Dios (Salmo 17:8; 36:7; 91:4).

El don del Espíritu

Quizás hayas notado que a la mayoría de las estatuas egipcias antiguas les falta la nariz. Si bien esto puede explicarse en parte porque la nariz es la porción más vulnerable de una estatua si esta se vuelca, también es cierto que la forma más rápida de desmantelar una estatua (e indicar que un faraón ya no tiene derecho a gobernar) es romperle la nariz.

El faraón Ramsés II recibe la vida.Cortesía de Carmen Imes.
El faraón Ramsés II recibe la vida.

Los egipcios creían que las almas entraban y salían por la nariz. Un faraón muerto sin nariz estaría doblemente muerto, no solo físicamente, sino espiritualmente; es decir, sin esperanza de resucitar. Los faraones hacían todo lo posible para proteger sus cuerpos a fin de que estuvieran intactos y, por lo tanto, fueran viables en la otra vida. Solían colocar sus momias en un ataúd que se colocaba dentro de un ataúd que se colocaba dentro de otro ataúd, como las muñecas rusas.

En muchas de las tumbas y templos funerarios que visitamos, vimos escenas talladas en piedra en las que una deidad ofrecía el ankh, o el símbolo de la vida al faraón, acercándolo a su nariz. Al recibir vida de la deidad después de su muerte, el faraón estaría espiritualmente animado para llevar a cabo la voluntad de los dioses.

Estas escenas en las que los faraones «recibían la vida» me recuerdan a Génesis 2, donde Dios sopló vida en el primer ser humano. Hoffmeier también señaló que cuando David oró en el Salmo 51:11 diciendo: «… ni me quites tu santo Espíritu» (NVI), probablemente no estaba preocupado por perder su salvación sino más bien por perder la legitimidad divina que sustentaba su gobierno. Recordemos que Dios había retirado su Espíritu de Saúl para quitarle así el reino (1 Samuel 15:23; 16:14); David no quería que le pasara lo mismo.

El brazo fuerte del faraón

Durante miles de años, los artefactos egipcios representaban a los faraones en su «postura de golpe», favorita para indicar su poder militar. Podemos ver un buen ejemplo de ello en la famosa Paleta de Narmer, de 3100 a. C. En ella, el faraón está de pie con una mano extendida detrás de la cabeza sosteniendo un mazo, y con la otra extendida al frente, sosteniendo el cabello de su enemigo derrotado.

Paleta de NarmerCortesía de Carmen Imes.
Paleta de Narmer

De lo que no me había percatado es de lo omnipresente que era esta imagen. La vimos en todos los templos, a veces decenas de veces. En el templo de Ramsés III, el primer pilar (muro de entrada) y cada pilar de la primera cámara muestran al faraón en esta pose, cada uno de los cuales representa a un enemigo diferente derrotado en sus manos. En esencia, la sala funciona como un resumen visual de los éxitos militares de Ramsés.

La representación no es solo pictórica, sino textual. En una de las paredes exteriores hay una inscripción sobre la escena que dice «el del brazo fuerte», indicando uno de los títulos preferidos del faraón: «El de los brazos fuertes».

¿Te suena familiar? A lo largo del Antiguo Testamento, Yahvé se refiere a Sí mismo como alguien con «mano fuerte y con brazo extendido», generalmente usado en referencia a las acciones de Dios durante el Éxodo. De hecho, la frase que se refiere al «brazo extendido» de Dios está reservada casi exclusivamente para contextos egipcios (Éxodo 6:6; Deuteronomio 4:34; 5:15; 2 Reyes 17:36; Jeremías 32:21).

En otras palabras, Yahvé planteó un desafío directo al Faraón y a sus adoradores, como si dijera: «¿Crees que tienes un brazo fuerte? ¡Solo mira lo que Yo puedo hacer!».

La vida cotidiana en el antiguo Egipto

Aparte de cómo estas imágenes simbólicas traen luz al texto bíblico, aprendí mucho de las obras de arte sobre la vida diaria, el trabajo y los roles de género de hombres y mujeres en el antiguo Egipto.

En las tumbas de los nobles y trabajadores, así como en los museos que albergaban los artefactos encontrados en esas tumbas, vi estatuas, pinturas y esculturas que representaban la fabricación de pan, cerveza, ladrillos, escultura y escritura, plantación y cosecha, curtido de cuero, escenas que representan el parto y más. Vi peines, paletas de maquillaje y joyas, herramientas para hilar y teñir lana y lino, así como modelos de telares antiguos. Vi herramientas de carpintero y cuchillos de pedernal, azadones y piedras de moler, una tienda de campaña cosida a mano, camas y sillas.

Los antiguos egipcios creían que una persona necesitaría en el más allá todo lo que necesitaba en esta vida. Esperaban trabajar en los campos del dios Osiris, por lo que abastecieron sus tumbas con una variedad de implementos prácticos como arados y palas, además de una cama, una silla y ropa. Por el contrario, los hebreos de aquella época se preocupaban principalmente por cómo se recordaría su «nombre» o reputación después de su muerte, y no decían casi nada sobre la vida después de la muerte, es decir, hasta los últimos períodos del Antiguo Testamento.

Mirando hacia el pasado, los egipcios tenían una fuerte convicción sobre la continuación de la vocación humana en la otra vida, similar en algunos aspectos a cómo concebimos ahora la Nueva Jerusalén, pero pasarían muchos cientos de años antes de que Dios revelara algún detalle al pueblo judío.

Estas son ideas que se pierden cuando ignoramos el contexto geográfico del Antiguo Testamento, y, sin embargo, gracias al clima seco y arenoso de Egipto, tenemos el privilegio de viajar más de 3000 años en el tiempo para vislumbrar una cultura bien conservada que moldeó profundamente a los israelitas y a todo el pueblo de Dios que vino después.

Carmen Joy Imes es profesora asociada de Antiguo Testamento en Biola University. Es autora de varios libros, incluido Portadores de su Nombre: La Importancia del Sinaí (disponible en español). Actualmente está escribiendo un comentario sobre el libro del Éxodo para Baker Academic.

Para recibir notificaciones sobre nuevos artículos en español, suscríbete a nuestro boletín digital o síguenos en Facebook, Twitter, Instagram o Telegram.

Los pacificadores se encuentran divididos en Tierra Santa

Muchos oramos por la paz de Jerusalén, pero la «paz» significa cosas muy distintas a ambos lados del conflicto.

Christianity Today April 23, 2024
Maya Levin para Christianity Today

Justo antes del amanecer del 7 de octubre de 2023, la esposa de Salim Munayer, Kay, lo despertó en su apartamento de Jerusalén. Su móvil no paraba de recibir alertas.

«WhatsApp se está volviendo loco», le dijo.

Munayer tomó su teléfono. Sus familiares comentaban ansiosamente que habían oído sirenas antiaéreas. Esto es algo habitual en Israel y suele durar poco. Pero esta vez, las alarmas no dejaban de sonar.

No tardó mucho en enterarse de lo que había ocurrido: los militantes de Hamás en Gaza estaban lanzando miles de cohetes contra Israel. Sobre el terreno, habían traspasado la frontera y estaban masacrando a cientos de civiles. Munayer se había despertado solo para enterarse del ataque terrorista más sangriento de la historia de su país.

Saltó de la cama y corrió a despertar a sus hijos.

Daniel Munayer, el segundo hijo de Salim, recuerda que su padre irrumpió en su habitación y gritó: «Daniel, está pasando. Es la guerra».

Daniel se puso las manos sobre la cabeza. «Oh, Señor, ten piedad. Señor, ten piedad».

Salim, de 68 años, es el fundador de Musalaha, una organización religiosa que busca la consolidación de la paz y que trabaja para restablecer las relaciones entre israelíes y palestinos utilizando lo que dice que son principios bíblicos de reconciliación. Daniel, de 32 años, es el director ejecutivo de la organización.

Fundada en 1990, Musalaha es la organización pacificadora cristiana más antigua y mejor conocida de Israel y Palestina. Su nombre significa «reconciliación» en árabe, y durante más de tres décadas su enfoque basado en la fe la ha diferenciado de otros grupos pacificadores seculares.

A ninguno de los dos les sorprendió que Hamás emprendiera un ataque contra Israel, aunque nunca previeron la sofisticación y brutalidad del ataque que asesinó a unos 1200 israelíes, ni la devastadora respuesta militar de Israel, que ha dejado más de 30 000 muertos en Gaza, muchos de los cuales son mujeres y niños. Salim llevaba años advirtiendo: «Vivimos en un statu quo violento. Si no se trabaja por la paz todos los días, el precio de la guerra será muy alto».

Hace un año, en un artículo de opinión dirigido a los cristianos, Daniel escribió en The Jerusalem Post: «No se dejen engañar cuando hay un cese al fuego. Los ingredientes para otro ciclo de violencia están siempre presentes. Es solo cuestión de tiempo». [Este artículo redirige a contenidos en inglés].

La gente no escuchó. Incluso Kay, se estaba cansando de escuchar las mismas advertencias una y otra vez. «Sigues diciendo que la situación es insostenible, pero las cosas siguen sin cambiar», le decía a su esposo Salim.

Pero las cosas seguían empeorando: el gobierno israelí se inclinaba cada vez más hacia la derecha de línea dura, el país estaba dividido en torno a la política del primer ministro Benjamin Netanyahu e Israel estaba estrechando relaciones con un número creciente de países árabes. Estaba claro que las necesidades y demandas de los palestinos iban descendiendo en la lista de prioridades de Israel.

El 7 de octubre hizo que muchos israelíes dejaran de buscar la paz. No obstante, la familia Munayer considera que la labor de Musalaha es más crítica que nunca. La prueba está en los escombros, dicen: la pacificación y la reconciliación no solo son importantes, sino esenciales. Sin embargo, Musalaha lleva más de treinta años predicando la paz y la reconciliación. ¿Puede ahora ofrecer algo que no haya ofrecido antes, cuando las relaciones entre israelíes y palestinos están en su peor estado? ¿Cuando «reconciliación» es una palabra sucia para muchos en ambos lados? ¿Siguen siendo pertinentes esfuerzos como los de Musalaha?

Pasé una semana en Israel y Cisjordania reuniéndome con cristianos palestinos y judíos mesiánicos que son pastores, líderes juveniles, líderes de la YMCA, guías turísticos, abogados y estudiantes. Muchos de ellos no son activistas profesionales por la paz, pero todos, por lo que pude observar, se toman en serio el Sermón de la Montaña de Jesús y se esfuerzan por encarnar ese llamado: «Dichosos los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios» (Mateo 5:9, NVI).

El problema es que hablé con más de veinte personas sobre lo que significa hacer la paz y obtuve casi el mismo número de respuestas diferentes. Ese es el enigma de Israel-Palestina: en términos generales, para los judíos, «paz» significa seguridad y protección duraderas de Israel; significa aplastar a Hamás, incluso a costa de importantes bajas humanas. Para los palestinos, «paz» significa recuperar sus tierras y la dignidad que perdieron tras la fundación del Estado de Israel. Significa luchar por la igualdad de derechos y libertades, lo que para muchos implica apoyar a Hamás, también a costa de importantes bajas humanas.

Incluso antes del 7 de octubre, la confrontación entre estos dos bandos iba en aumento. Es una realidad que persigue desde hace tiempo a los dirigentes de Musalaha. ¿Cómo se puede buscar la paz si ni siquiera se sabe en qué consiste en realidad?

Salim Munayer aprendió dos reglas mientras crecía en la antigua ciudad de Lod: No olvides tu historia, pero no hables de ella. «Esa solía ser mi casa», le decía su padre señalando un edificio municipal. «Allí cultivábamos olivos y naranjas». «Guarda silencio», le advertía su padre. «De casa a la escuela, de la escuela a casa, no hables con nadie».

Lod, que hoy alberga el aeropuerto internacional Ben Gurion, fue durante siglos una ciudad predominantemente árabe, hasta 1948, cuando las tropas israelíes la ocuparon y expulsaron a la mayoría de los árabes. El padre de Salim fue uno de los aproximadamente 200 cristianos locales que consiguieron quedarse tras buscar refugio en una iglesia, pero perdió su casa y sus tierras de labranza. Cuando Salim nació, en 1955, la población de Lod era 30 % árabe; el resto eran inmigrantes judíos que a su vez habían sido expulsados de los países árabes.

En la escuela, Salim aprendió la historia nacional a través de un prisma sionista, una visión que empezó a cuestionar desde que estaba en la educación secundaria. Una vez, un profesor le repitió lo que siempre le habían enseñado —que los judíos llegaron y crearon un jardín en un desierto estéril, que los árabes se marcharon aunque los judíos intentaron convencerlos de que se quedaran— y Salim alzó la voz.

«Mira por la ventana», dijo. «¿Ves esos naranjales? Eso era de mi familia. ¿Ves esa iglesia? ¿Esas casas? Todo eso le pertenecía a palestinos».

Mientras tanto, Salim se hizo una idea precoz de lo que podía ser la unidad. En la década de 1970, asistió a un estudio bíblico en casa de su tío en el que participaban tanto palestinos como judíos. Muchos judíos se estaban convirtiendo a Jesús en aquella época, y como Salim hablaba hebreo con fluidez, comenzó a dirigir los estudios bíblicos para estos jóvenes creyentes judíos. El grupo pasó de unos pocos conversos a un centenar. La experiencia fue formativa. Salim estudió teología en el Seminario Teológico Fuller de California y regresó a Israel en 1985.

Un año después, empezó a dar clases en el Bethlehem Bible College de Belén en Cisjordania. Esa fue la primera vez que Salim fue testigo de la vida de los palestinos bajo la ocupación. «Me sentí profundamente perturbado», recuerda. Fue testigo de cómo miembros de las Fuerzas de Defensa de Israel golpeaban a los palestinos, los obligaban a permanecer de pie bajo la lluvia y humillaban a padres delante de sus hijos. Vio a sus amigos israelíes —la misma gente cálida con la que había pasado tiempo en la universidad— transformarse en agresores irreconocibles vestidos con uniformes color verde oliva.

La primera intifada, que significa «sacudida» en árabe, comenzó en 1987 y duró seis años. Los palestinos protestaron principalmente contra la ocupación israelí mediante boicots masivos, barricadas y desobediencia civil, pero muchos también recurrieron a la violencia, como el lanzamiento de piedras y cocteles molotov.

Los alumnos de Salim en Belén le hacían preguntas que iban más allá de su formación teológica: ¿Debemos unirnos a las manifestaciones? ¿Podemos tirar piedras a los soldados? Los colonos judíos robaron los terrenos de mi familia diciendo que Dios les dio esa tierra. ¿Qué dice realmente la Biblia?

Mientras tanto, Salim también enseñaba a estudiantes judíos israelíes en un centro de estudios bíblicos de Tel Aviv en Jaffa que luchaban con sus propios problemas de identidad: ¿Cómo podemos ser judíos y creer en Yeshúa? ¿Cómo podemos llamarnos cristianos cuando los cristianos persiguieron a nuestro pueblo durante siglos? Salim pensó que sería edificante para sus estudiantes judíos y palestinos escuchar las luchas de identidad de unos y otros, así que en 1990 organizó una reunión.

«Fue un desastre», dijo Salim. Casi de inmediato, los estudiantes comenzaron a gritarse unos a otros. Ninguna de las partes se ponía de acuerdo sobre qué lenguaje utilizar para describir los eventos actuales. ¿Era una ocupación? ¿Resistencia? ¿Terrorismo? Hablar de teología (¿Qué dice la Biblia sobre la tierra de Israel?) solo empeoró las cosas. La conversación se desintegró. Era como si las dos partes leyeran Biblias completamente diferentes, incapaces de llegar a una narrativa compartida.

Salim pensó que quizá una reunión de pastores iría mejor. Invitó a catorce pastores, siete judíos y siete palestinos, a una iglesia de Jerusalén para hablar de los eventos actuales. «El resultado fue aún peor», me dijo. Eso inquietó a Salim. ¿No podría el cuerpo de Cristo encontrar una causa común en este asunto?

Por aquel entonces, un amigo que había conocido en el centro bíblico también se sentía convencido de la creciente lucha entre creyentes palestinos y judíos. Evan Thomas era un judío mesiánico de Nueva Zelanda que había emigrado con su esposa a Israel en 1983 para apoyar a la incipiente comunidad mesiánica del país.

Antes de la primera intifada, judíos y árabes habían alabado a Dios juntos. Pero era como si el conflicto hubiera levantado una alfombra y sacado toda la suciedad escondida debajo. «Estábamos frente a frente, en el frente de batalla», dijo Thomas. A los palestinos les enfurecía que sus correligionarios en la fe se unieran a las Fuerzas de Defensa de Israel y se alzaran en armas contra su pueblo; los judíos no podían entender cómo sus correligionarios podían apoyar la intifada, que consideraban violentamente antisraelí.

Salim MunayerOfir Berman para Christianity Today
Salim Munayer

Un día, después de clase, Salim se acercó a Thomas. «Estoy preocupado por el cuerpo de Cristo», le dijo. Los grupos laicos hablaban de acuerdos de paz y resolución de conflictos, pero nadie hablaba de reconciliación. Los cristianos se preocupaban por la salvación, pero pocos abordaban las cuestiones críticas que los dividían. Salim propuso crear una organización religiosa para abordar ambas cuestiones. ¿Se uniría Thomas a él?

«Debemos hacerlo», respondió Thomas. «Debemos empezar inmediatamente».

Salim llamó a otra judía mesiánica que conocía desde la secundaria, una mujer llamada Lisa Loden que había emigrado a Israel desde Estados Unidos con su esposo en 1974 tras sentir la fuerte convicción de ser «luz y testigo».

Antes de que Salim la llamara, Loden ya estaba dolida por las desigualdades que veía entre palestinos y judíos. Vio las diferencias en los presupuestos de los municipios árabes y judíos de Israel. Vio la discriminación laboral que sufrían los palestinos israelíes. Oyó lo que algunos judíos decían de los palestinos: que eran sucios, incivilizados e indignos de confianza.

Luego conoció a algunos cristianos de Cisjordania. Un joven palestino le preguntó sin rodeos: «¿Por qué viniste a nuestra tierra?».

Esto lanzó a Loden a un inquietante viaje de investigación sobre la Nakba («catástrofe» en árabe), el nombre dado a la violenta desposesión y desplazamiento de los árabes en Palestina durante la guerra de 1948. Por eso, cuando Salim le preguntó si estaba dispuesta a unirse a él y poner en marcha un programa Musalaha para mujeres, ella dijo que sí de inmediato. «Fue una respuesta a nuestras oraciones», recuerda.

Desde el principio, Musalaha fue una colaboración intencional entre creyentes palestinos y judíos. El primer reto fue reunir a judíos y palestinos sin provocar peleas verbales. Necesitaban algo creativo, algo que desconectara a la gente del conflicto y los obligara a verse mutuamente como seres humanos vulnerables.

«Desesperados, tuvimos que hacer algo drástico», dijo Salim. Así que crearon una experiencia de retiro y llevaron a los primeros participantes al desierto en camello. Allí, rodeados de oscuridad y arena, el «encuentro del desierto» pareció funcionar. Durante cuatro días, judíos y palestinos se reunieron en torno a una hoguera y hablaron de su fe, sus familias y sus historias. Compartieron tiendas bajo un cielo salpicado de diamantes. Hicieron senderismo y oraron en las dunas. Y escucharon incómodos el dolor de los demás.

«El desierto es un lugar neutral», dice Salim. «El desequilibrio de poder desapareció en el desierto. Destruyó el concepto de “nosotros” y “ellos”».

Los encuentros en el desierto, que han continuado durante décadas —aunque ahora se encuentran en pausa a causa de la guerra—, buscan ser solo el principio. Musalaha ve la reconciliación no como un evento puntual, sino como un proceso gradual y continuo. Después de un encuentro en el desierto —que los líderes llaman la etapa de «aleluya y hummus»— se anima a los participantes a abrirse sobre sus diferencias en talleres, seminarios y viajes. Comparten sus quejas y sufrimientos en reuniones cara a cara. Discuten temas de identidad, tratando de entender cómo se ven a sí mismos, afirmar lo que los distingue de los demás y confirmar el valor de todos por igual como miembros del cuerpo de Cristo. Los participantes que lo deseen pueden ir más allá, analizando críticamente y confesando su propio papel en la injusticia y buscando la defensa de sus derechos.

En un principio, se trataba de un enfoque novedoso para abordar el conflicto palestino-israelí. La primera década de Musalaha estuvo llena de entusiasmo y optimismo. El proceso de paz de Oslo en la década de 1990 despertó esperanzas de que israelíes y palestinos pudieran algún día coexistir pacíficamente, y las reuniones de Musalaha bullían de buenos sentimientos de que Cristo podría ser el puente que uniera sus diferencias.

Daniel Munayer nació en aquellos años. Recuerda a su padre convirtiendo el sótano de su pequeño apartamento en una oficina improvisada con dos escritorios y un sofá, y encerrándose allí a investigar y escribir planes de estudio y preparar conferencias. Su madre hacía callar a los niños cuando hacían ruido.

Sin embargo, en la segunda década de Musalaha, la burbuja estalló. Las negociaciones para un acuerdo de paz entre el primer ministro israelí, Ehud Barak, y el presidente de la Autoridad Palestina, Yaser Arafat, fracasaron. La segunda intifada, un levantamiento islámico mucho más sangriento, estalló en el año 2000, dejando más de 3000 palestinos y 1000 israelíes muertos. La mayoría sintió que también destruyó la posibilidad de que se establecieran dos Estados, con una Palestina independiente.

A principios de la década de 2000, Israel comenzó a erigir lo que hoy es una barrera de 440 millas de hormigón y alambre de púas en Cisjordania, dividiendo físicamente a los dos pueblos. Los israelíes lo consideraron una medida de seguridad necesaria. Los palestinos vieron la medida como una segregación racial y una usurpación ilegal de parte de su territorio. (La barrera se construyó hasta 11 millas más allá de la Línea Verde, frontera internacionalmente reconocida entre Israel y el territorio palestino).

Daniel tomó conciencia clara de su identidad como «el otro». Como palestino israelí, él es parte de una minoría; como cristiano, de una doble minoría. Daniel y sus tres hermanos asistían a escuelas judías donde eran los únicos palestinos. Sin embargo, sus primos árabes los veían como «los primos blancos que hablan inglés», porque su madre es británica. Pero cuando viajaban a Inglaterra, sus rasgos oscuros destacaban.

Los hermanos Munayer también se sentían excluidos por su comunidad religiosa internacional. Los cristianos que visitaban Tierra Santa parecían más interesados en relacionarse con «el pueblo elegido» que con ellos, dijo Daniel.

Daniel MunayerOfir Berman para Christianity Today
Daniel Munayer

Mientras tanto, los hermanos escuchaban lo que los judíos decían de los palestinos, lo que los palestinos decían de los judíos y lo que los cristianos de fuera decían de la Tierra Prometida. En cierto modo, los hermanos eran los típicos hijos de fundadores, que evaluaban el ministerio de sus padres como participantes y como observadores arraigados en múltiples culturas. Como jóvenes adultos, solían intercambiar ideas sobre la literatura que leían: la teología de la liberación analizada por James H. Cone, Gustavo Gutiérrez y Naim Ateek, y el colonialismo de los colonos analizado por estudiosos como Edward Said, Mahmood Mamdani y Frantz Fanon.

Lo que leían tocaba los nervios de su experiencia como cristianos palestino-israelíes. Discutían enérgicamente estos temas durante la cena, en los viajes en coche y mientras bebían whisky con su padre. Y presionaban a Salim con preguntas difíciles: ¿Dónde encajan la liberación y la justicia en la reconciliación? ¿Cómo nos reconciliamos con nuestros vecinos, cuando nos colocan en un sistema que nos oprime y deshumaniza?

A medida que se deterioraban las relaciones entre israelíes y palestinos, también crecía una ruptura dentro de Musalaha, algo que sigue siendo un punto delicado para Salim y Daniel. En la última década, la organización cayó de la gracia de la mayoría de los judíos mesiánicos.

Aparte de su campamento anual de verano para niños, Musalaha ya no tiene más participantes judíos mesiánicos. Los Munayer me dijeron que se debe a que la organización no promueve la política y la teología sionistas. Thomas, el pastor judío mesiánico que formó parte de la junta de Musalaha durante 29 años, dijo que la confianza se erosionó cuando la organización se involucró con Christ at the Checkpoint (CATC), una conferencia bienal celebrada por el Bethlehem Bible College.

La primera CATC se celebró en 2010 como «una oportunidad para que los cristianos evangélicos busquen en oración una concienciación adecuada sobre cuestiones de paz, justicia y reconciliación», según el sitio web de la conferencia. También critica fuertemente el sionismo cristiano.

La mayoría de los judíos mesiánicos consideraron que la CATC no solo estaba equivocada, sino que era peligrosamente antisemita. Acusaron a la CATC de dar espacio a oradores que abrazan el supersesionismo (la idea de que la Iglesia ha sustituido a Israel en el pacto y los planes de Dios), como Sami Awad, director ejecutivo de Holy Land Trust, y Mitri Raheb, fundador y presidente de la Universidad Dar al-Kalima de Belén. One for Israel, el ministerio de medios de comunicación del Israel College for the Bible, calificó a CATC de ser un «programa político palestino unilateral y antiisraelí» que «promueve la destrucción del Estado judío en la tierra de Israel».

En 2012, grupos mesiánicos de todo el mundo publicaron una declaración conjunta contra la CATC: «Reconocemos y estamos profundamente preocupados por la lucha de los cristianos palestinos. A lo que nos oponemos es a una conferencia que es explícitamente propalestina y antisraelí, que pretende promoverse como una conferencia sobre la paz y la reconciliación». Cualquier esfuerzo por la paz y la reconciliación entre judíos y no judíos, concluía la declaración, «debe reconocer que los dones y el llamado de Dios hacia nuestro pueblo judío son irrevocables y siguen vigentes hoy en día».

El CATC invitó a Musalaha a hablar sobre la reconciliación. Tanto Salim como Thomas aceptaron, aunque Thomas recibió más tarde feroces críticas —e incluso amenazas de muerte— por ello. Pero en aquel momento, Thomas se sintió obligado a asistir. «¿Cómo no iba a estar allí?», dijo. «Soy un alto portavoz de la reconciliación. Ese es el tipo de lugar en el que debería hablar».

Pero mirando atrás, Thomas califica su decisión de presentarse en el CATC como un «grave error». La participación de Musalaha, dice ahora, fue un «momento decisivo» y «un absoluto ultraje y ofensa a toda la comunidad mesiánica». Una vez que Musalaha perdió la credibilidad de los judíos mesiánicos, «entonces perdimos a uno de nuestros socios más importantes».

Loden también estuvo en la junta de Musalaha durante 29 años hasta que renunció en 2019. A lo largo de los años, vio a las mujeres en Musalaha construir amistades. Por primera vez, muchas mujeres judías aprendieron sobre la Nakba y muchas mujeres palestinas aprendieron sobre el Holocausto y sobre los judíos que huyeron a Israel después de que muchos países les cerraran sus puertas.

Pero algunas mujeres judías también acudieron a Loden frustradas. «Aquí siempre somos las culpables», le decían. «Siempre somos las que pedimos perdón». «¿Qué hay de todos los atentados suicidas palestinos y los ataques con cohetes?», preguntaban.

«Sentían que no había un sentimiento mutuo de que ambos pueblos habían sufrido», dijo Loden. Muchas mujeres judías abandonaron el programa.

Hoy, la mayoría de los participantes en los programas de Musalaha son judíos israelíes laicos, musulmanes palestinos y cristianos palestinos. Musalaha quiere trabajar con judíos mesiánicos, me dijeron los Munayers, pero el sentimiento no es mutuo. Y si de algo se arrepiente, dijo Salim, es de no haber actuado con suficiente rapidez para incluir a los no cristianos. ¿Por qué la reconciliación debe limitarse a los creyentes?

Ese cambio de actitud provocó la dimisión de Loden. «Mi pasión es ver al cuerpo de Cristo reconciliado, caminando juntos, viviendo el reino de Dios en medio de nosotros», me decía. «Musalaha en este momento no está trabajando en esa área».

Thomas se fue por razones un tanto diferentes. En 2019, mientras guiaba a jóvenes judíos mesiánicos y cristianos alemanes por el campo de concentración de Auschwitz, releyó Juan 17:21 y tuvo una epifanía: «Me di cuenta de que la reconciliación nunca fue diseñada para ser un fin en sí misma». El objetivo de la pacificación, dijo, es dar testimonio al mundo de que Jesús es el Mesías. Entonces compartió su interpretación con Salim, quien no estuvo de acuerdo. Thomas —cuyo corazón estaba con la comunidad mesiánica— ya sentía que se había vuelto irrelevante en Musalaha, dado su giro hacia los judíos seculares. Así que dimitió.

Musalaha no solo estaba perdiendo creyentes israelíes. También perdía participantes palestinos.

Saleem Anfous era un chico palestino espiritualmente hambriento de 16 años que estudiaba para ser sacerdote católico cuando estalló la segunda intifada. El conflicto despertó su conciencia social y quebró su fe. ¿Cómo podía servir como sacerdote a sus compatriotas palestinos, señalándoles a un Dios que aparentemente favorecía a los judíos y les permitía someter a su pueblo a bombardeos, desalojos, robos de tierras, vigilancia, toques de queda y puestos de control? Así que dejó el seminario y se alejó de su fe.

Entonces Anfous decidió estudiar periodismo en Bethlehem Bible College. Allí, por primera vez, escuchó respuestas bíblicas a sus grandes preguntas teológicas. Estaba reparando su relación con Dios, pero seguía hirviendo en odio contra Israel y frustrado con la Iglesia por no hacer lo suficiente. Un día, creó un cartel gigante con imágenes de niños palestinos muertos y escombros, y escribió en él en letras grandes: «¿Dónde estás tú en todo esto?». Lo colgó en un tablón de anuncios del vestíbulo de estudiantes y estuvo a punto de ser expulsado del campus.

Muchos no se lo tomaron en serio. Pero Salim sí. Vio en Anfous un fuego juvenil que podía llegar a ser poderoso si se dirigía correctamente. Unos meses después, buscó al estudiante en su dormitorio y le preguntó: «¿Te gusta viajar?».

«Sí».

«Se acerca un viaje al desierto de Jordania. ¿Quieres venir?».

«Claro».

Por aquel entonces, en 2004, Anfous sabía poco de Musalaha. Asistió porque respetaba a Salim y porque pensó que pasar el rato en el desierto con otros jóvenes sería genial.

En su primera noche en el desierto jordano, Anfous se sentó junto a un amable joven que resultó ser un judío mesiánico que estaba terminando el servicio militar obligatorio. Y entonces Salim le asignó a Anfous compartir tienda con otro judío israelí. Esa noche, Anfous no pudo dormir, pero poco a poco, fue bajando la guardia. ¿Por qué no dejar que Cristo fuera el puente? A través de Musalaha entabló amistades con judíos israelíes que duraron años.

Saleem AnfousMaya Levin para Christianity Today
Saleem Anfous

Entonces estalló la guerra de Gaza de 2014. Los militantes de Hamás lanzaron miles de cohetes y mataron a poco más de 70 israelíes, mientras que las Fuerzas de Defensa de Israel mataron a más de 2000 palestinos. Anfous vio que sus amigos judíos en Facebook publicaban mensajes de apoyo al ejército de Israel, lo que para él equivalía a vitorear la matanza de su pueblo. Pero sus amigos judíos dijeron que tenían que defenderse. Intercambiaron mensajes acalorados que inevitablemente desembocaban en debates teológicos. Así que Anfous canceló las amistades virtuales con todos los judíos que había conocido a través de Musalaha.

«No es que Cristo no sea suficientemente concreto», me decía Anfous años después en un restaurante de shawarma en Beit Sahour, a las afueras de Belén. «Al parecer, las bases que creíamos estar construyendo no eran lo bastante concretas». Sus diferencias eran demasiado profundas, dijo. «Cuando estos problemas saltan a la vista, no puedes ignorarlos. Hay que afrontarlos en verdad. Y cuando llegó el momento de afrontarlos, la amistad no fue suficiente».

Anfous representa a una generación de palestinos hartos de los intentos de reconciliación que no subrayan la importancia de liberar a Palestina de la ocupación. Dice que le importa la pacificación; su firma de correo electrónico dice: «Señor, hazme un instrumento de tu paz». Pero su definición de paz ha cambiado. ¿Qué sentido tiene la amistad, dice, si las partes son claramente desiguales y una de ellas se empeña en mantener la desigualdad del sistema? Ese tipo de pacificación «significa guardar silencio. Eso es debilidad. Este no es momento para la debilidad. Es hora de luchar por la justicia».

Durante cinco años, Anfous fue líder de jóvenes en la Iglesia Evangélica Immanuel, una de las mayores congregaciones evangélicas de Cisjordania. Le apasiona ayudar a las generaciones más jóvenes a reconciliar su fe con su identidad palestina, y observa con consternación cuando los jóvenes palestinos se alejan de la fe cristiana. «La Iglesia no cumple su papel de iglesia en la sociedad», afirma. «Y por eso, la generación más joven ha tomado rumbos completamente distintos».

Anfous también tuvo un conflicto con su pastor principal, Nihad Salman. Salman está de acuerdo en que Israel oprime a los palestinos bajo una ocupación «malvada». Él vive en ella. Pero su prioridad como líder espiritual es «llevar a la gente a adorar a Dios a pesar de la guerra, el dolor o el sufrimiento», dijo Salman. Hay suficientes personas que piden justicia social, dice, pero muy pocos pastores que lleven a los palestinos al gozo y la paz en Dios en medio de las dificultades. Para él, hacer la paz significa reconciliar a la gente con Dios. «Entonces», dijo, «inmediatamente se reconciliarán con su prójimo».

Esta visión de la pacificación resultó frustrante para Anfous. «De acuerdo. Pero yo ya estoy reconciliado con Dios», le decía a su pastor. «¿Qué me queda entonces? ¿Debo sentarme y esperar en el banco hasta que todos los demás se reconcilien con Dios? Siento como si todavía me trataras como a un niño pequeño cuando ya me he graduado».

Desencantado, Anfous abandonó la iglesia Immanuel y se unió a la Iglesia Evangélica Luterana de Navidad, cuyo pastor actual, Munther Isaac, es el director de Christ at the Checkpoint (CATC) y miembro de la junta de Musalaha desde hace mucho tiempo.

Isaac fue un defensor de la reconciliación durante dos décadas. Empezó a dirigir viajes de encuentro en el desierto a los 20 años. «Creía en ello», me dijo en la oficina de su iglesia en Belén. «Creía que el único camino verdadero hacia la paz es creer en Jesús. Si tenemos a Jesús, tenemos paz».

En los primeros años de CATC, Isaac insistió en que la conferencia incluyera a judíos mesiánicos. «Estaba tan dedicado a ello», recuerda, que conducía durante horas hasta las casas de los judíos mesiánicos para invitarlos. «No podemos hablar del conflicto sin la voz de ustedes», les decía.

Así que escuchar las críticas de los mesiánicos de que el CATC era propaganda política antisemita lo decepcionó mucho.

Con el paso de los años, Isaac empezó a preocuparse cada vez más por la pacificación tal y como él la entendía. La gente podía estar adquiriendo conocimientos sobre diferentes perspectivas, pero los palestinos aún no habían conseguido la libertad. De hecho, la posibilidad de un Estado palestino parecía más remota que nunca: en las últimas seis décadas, más de 750 000 colonos judíos, respaldados y apoyados por el Estado israelí, han erigido complejos fuertemente armados y atrincherados por toda Cisjordania, convirtiendo lo que debería haber sido un Estado palestino en una especie de queso suizo.

A Isaac también le preocupa la teología sionista, que considera una falsa teología que deslegitima la existencia y la dignidad de los palestinos, y defiende la ocupación israelí. Cree en la importancia de la reconciliación, pero empezó a preguntarse si no estaría simplemente satisfaciendo el deseo de la gente de sentirse mejor consigo misma sin hacer nada por resolver el conflicto.

Su punto de inflexión llegó en 2016, cuando se unió a un grupo de unos treinta cristianos palestinos y judíos mesiánicos en el marco de la Iniciativa de Lausana para la Reconciliación en Israel/Palestina. Isaac, Salim y Loden ayudaron a organizar la reunión.

Durante varios días, el grupo oró y adoró a Dios en un culto conjunto en Larnaca, Chipre, para buscar la unidad en torno al conflicto. Isaac hizo una presentación en la que defendió que la promesa de Dios a Abraham y a sus descendientes ya no se aplica solo a los judíos y a la tierra de Israel, sino a todos los hijos de Dios y a toda la tierra. Jesús, argumentó, estaba interesado en el reino de Dios, no en la tierra de Israel.

Uno de los participantes del grupo de Larnaca, Jamie Cowen, abogado judío mesiánico, recuerda haberse sentido «perturbado y desafiado» por la presentación de Isaac. «No estoy seguro de que estemos leyendo la misma Biblia. Era la clásica teología del reemplazo», dijo. Cowen expresó su desacuerdo con los puntos de Isaac, y otros intervinieron. El debate se acaloró, algunos alzaron la voz y, al final, nadie cambió de opinión.

Estas opiniones divergentes sobre la teología de Tierra Santa son la razón por la que tantos intentos de paz entre judíos creyentes y palestinos fracasan. Por eso, la mayoría de los judíos mesiánicos desconfían de conferencias como la CATC, aunque hagan declaraciones en contra del antisemitismo: para ellos, la frontera entre el antisionismo y el antisemitismo es demasiado delgada. La tierra que Dios le dio a sus antepasados es esencial para su identidad y su fe.

Sin embargo, para muchos cristianos palestinos, el sionismo es una «teología política etnocéntrica» que privilegia a un pueblo a expensas de otro. Su larga presencia histórica en la misma tierra por la que caminó Jesús es motivo de orgullo y testimonio de la fidelidad de Dios.

Que el grupo consiguiera redactar y firmar una declaración en la reunión de Chipre fue «algo milagroso», dijo Cowen. Debatieron durante horas sobre si incluir o no la palabra ocupación. Algunos participantes decidieron no firmar el documento, conocido como la Declaración de Larnaca, que afirmaba la unidad de los creyentes en Cristo y enumeraba varios desacuerdos clave entre las facciones judía y palestina.

Munther IsaacMaya Levin para Christianity Today
Munther Isaac

He oído a algunos tachar la Declaración de Larnaca de intrascendente. Pero fue relevante, al menos para algunas de las personas que la firmaron. Loden, quien ayudó a organizar el evento, llamó a la reunión un «momento histórico». En cualquier caso, las declaraciones nunca pretendieron cambiar las cosas, dijo. Más bien, «las declaraciones son la crónica de la historia». Que un grupo de judíos y palestinos influyentes se sentaran juntos, redactaran algo y lo firmaran era un logro histórico en sí mismo.

A pesar de sus desacuerdos, Cowen lo calificó como una experiencia «transformadora». «De todas las cosas que he hecho aquí desde que llegué a Israel, esa ha sido, por mucho, la más significativa en la que he participado». En Larnaca pudo comprender por primera vez la experiencia palestina, y después de la conferencia siguió leyendo a historiadores como Benny Morris, que cuestionaron sus suposiciones sobre la fundación de Israel. También hizo nuevas amistades: un abogado palestino-israelí que conoció en Larnaca lo invitó a la boda de su hijo.

La reunión de Larnaca también cambió la vida de Isaac. Volvió a casa enfermo física y mentalmente. Estaba agotado tras haber tenido que explicar, defender y debatir palabras y frases que para él no eran opiniones, sino realidades. Firmó la declaración solo porque se sintió presionado a hacerlo. Pero sentía que había puesto su nombre en algo que «legitimaba la racionalización de la opresión de mi pueblo».

Decidió que eso sería todo. «No quiero volver a hacer esto nunca más».

En 2021, cuando Isaac acudió a una reunión entre judíos israelíes practicantes, judíos alemanes y palestinos, escuchó con impaciencia a personas que compartían sus diferentes relatos. Entonces perdió los estribos.

«Estoy cansado de esto», le dijo al grupo. «No estamos hablando de los verdaderos problemas, incluido el hecho de que ustedes han usado la teología para justificar la ocupación. Ustedes forman parte del sistema que expulsa a mi gente y la sustituye por la suya. ¿Y así quieres venir a hacer las paces conmigo? ¡Por favor!».

Desde la reunión de Larnaca, Isaac ha desarrollado un enfoque muy diferente de lo que significa ser un pacificador. Sigue hablando con suavidad y amabilidad; da la impresión de ser un sacerdote manso. Pero es claramente franco, sin miedo a ofender. El primer paso hacia la paz, dice, es llamar a las cosas por su nombre. Utiliza con frecuencia términos electrizantes como «limpieza étnica», «apartheid» y «colonialismo».

Intentar ser neutral, mantener ambas perspectivas en tensión, no es hacer la paz bíblicamente, dijo. «Para mí, está claro que Dios toma partido, no por una etnia, sino por los oprimidos, los afligidos, los marginados. Y si Dios toma partido por este grupo de personas, nosotros también deberíamos hacerlo».

Algunas personas le han dicho a Isaac que ha cambiado. Dicen que es demasiado conflictivo; que su enfoque no va a funcionar. Él responde: «¿Funcionó el enfoque suave?».

En 2019, no mucho después de que Isaac modificara sus puntos de vista sobre el establecimiento de la paz, Daniel Munayer regresó a Israel después de haber estudiado en Estados Unidos e Inglaterra. Había rechazado ofertas de trabajo en Londres para volver porque creía en la importancia del trabajo de Musalaha.

Entonces, en 2020, un amigo de Cisjordania le dijo a Daniel algo que provocó un giro para Musalaha. Este amigo dijo que había disfrutado su participación en los programas de Musalaha y hacer amistad con judíos israelíes. Pero cuando terminó el programa, volvió a casa, a un campo de refugiados. «Quiero vivir en paz con los israelíes», le decía a Daniel. «¿Pero cómo puedo? No quiero vivir en esta ocupación. No quiero que mi hija crezca en este campo de refugiados. Y no veo ningún futuro para mí. ¿Acaso sus programas nos están impulsando hacia un futuro diferente?».

Aquella conversación atormentó a Daniel. «No podía quitármelo de la cabeza», dijo. Sentía que su amigo tenía razón. «Lo que está haciendo Musalaha es estupendo, pero podemos retocarlo y mejorarlo. Podemos hacerlo más relevante para nuestras realidades políticas».

Aquello se convirtió en una conversación acalorada entre Salim y sus hijos. Sus hijos le presentaron el reto de hacer un replanteamiento total de Musalaha. Si Israel es un proyecto de invasión colonial, le decían a Salim, eso debería cambiar la forma en que Musalaha aborda la reconciliación.

Tal vez, le decía Daniel a su padre, Musalaha no debería ocuparse tanto de la «coexistencia» como de la «corresistencia» no violenta. Deberían seguir trabajando en la reconciliación interpersonal, pero también en la reconciliación estructural, denunciando los sistemas que oprimen y hacen casi imposible la reconciliación interpersonal.

Salim escuchó y luchó. No era fácil pensar que podía haber malinterpretado el conflicto y que el trabajo de Musalaha podía haberse visto afectado por ello. Finalmente, tras investigar y reflexionar, Salim estuvo de acuerdo con Daniel.

Hoy se ha producido un cambio de guardia. El consejo de Musalaha está más alineado con esta nueva visión. En 2022, Salim volvió a su papel de asesor y Daniel se convirtió en el nuevo director ejecutivo.

Cuando conocí a Salim en la pequeña oficina de Musalaha, en una zona industrial de Jerusalén, estaba lleno de vida, con unos ojos avellana nítidos bajo un pelo canoso. Como siempre, no se andaba con rodeos.

Al principio, dijo Salim, había imaginado a los seguidores de Jesús, judíos israelíes y palestinos, haciendo la paz en Tierra Santa, el lugar al que Jesús vino, y en el que murió y resucitó. Qué testigo y testimonio serían del deseo de Dios de traer reconciliación al mundo.

«Ese era mi sueño», me decía Salim. «Y fracasamos».

Musalaha fomentó innumerables amistades entre israelíes y palestinos. Desarrolló una metodología teológica de reconciliación que se distinguía de otras organizaciones dedicadas a la construcción de la paz. «Pero fracasamos cuando se trató de la estructura política dentro y fuera de la iglesia», dijo Salim. «Los palestinos no tienen una condición de igualdad».

Sin embargo, aún tiene esperanzas.

«De verdad, de verdad, hasta hoy creo que nuestra identidad central en Cristo supera y enriquece nuestra identidad étnica. Creo que podemos —y yo crecí con esa posibilidad— que palestinos e israelíes pueden vivir unos con otros, si —si— son iguales». La paz no consiste solo en entenderse y conciliar las diferencias. La paz debe incluir justicia, liberación e igualdad.

Salim lleva mucho tiempo defendiendo la justicia y la igualdad en el establecimiento de la paz. Escribió sobre ello en 2014 en Through My Enemy’s Eyes, libro del que es coautor con Loden. Esto no es nuevo. Pero lo que ha cambiado es que Salim enmarca a Israel como un proyecto colonialista, y ha cambiado el uso de la palabra reconciliación como «corresistencia» contra la ocupación israelí. Se trata de cambios importantes en la visión y la misión de Musalaha: ahora ven a los palestinos como la parte más oprimida, animan a los palestinos a tomar la iniciativa y respaldan una solución política específica.

Tras el 7 de octubre, la mayoría de los judíos israelíes con los que hablé no estaban centrados en las embriagadoras teorías de la pacificación, sino en la conmoción y el trauma particulares del ataque de Hamás, que incluyó la violación de mujeres, el asesinato de niños y ancianos, y el hecho de que ataron a un padre y a su hijo y los quemaron vivos. Desencadenó la profunda ansiedad existencial de un pueblo que ha sido perseguido a lo largo de su milenaria historia.

Los cristianos palestinos que conocí no intentaron justificar lo que hizo Hamás. Pero los que viven en Cisjordania apenas si mencionaron el ataque, y hablaron en cambio de los bombardeos en Gaza. Todos los palestinos con los que hablé llamaron a la guerra de Gaza un «genocidio». Cuando les pedía explicaciones, sacaban sus teléfonos y me mostraban videos de casas derrumbadas, cadáveres de niños envueltos en telas blancas, y madres llorosas y cubiertas de cenizas. ¿Habría lanzado Israel cientos de bombas de 2000 libras si los militantes de Hamás se hubieran escondido en enclaves judíos? ¿Quién podría hacer esto y esperar que Gaza sobreviviera? «Si esto no es genocidio», me preguntó Anfous, «¿qué es?».

Tras el ataque, Musalaha publicó una «carta de lamentación» con respecto a la muerte de civiles israelíes y gazatíes, y a las acciones tanto de las Fuerzas de Defensa de Israel como de los militantes de Hamás. Pero algunas declaraciones de cristianos palestinos no han reconocido el papel de Hamás en el inicio de la guerra, ni han condenado lo que supuso el mayor asesinato masivo de judíos desde el Holocausto.

Y después de que se asiente el polvo, los judíos recordarán su silencio, dijo Thomas, exmiembro de la junta.

«Si no lo reconoces, a los ojos de la comunidad mesiánica, en cierto modo, lo avalas», dijo. «No siempre es justo, ni siempre es intrínsecamente cierto. Pero así es como se percibe».

Loden, que ahora tiene 77 años, siempre ha sido optimista. Ella ha defendido la paz y la reconciliación entre judíos y palestinos a pesar de que, desde que se trasladó a Israel, ha sido testigo de seis guerras. Pero este atentado la golpeó de forma diferente. El dolor la inmovilizó durante días.

«No sé si puede haber reconciliación», me dijo en su casa de Netanya, en el centro-oeste de Israel. «Llevamos muchos años hablando: “¿Podemos construir una narrativa que sirva de puente? ¿Podemos construir una teología que sirva de puente?”. Sin embargo, todos los esfuerzos por hacerlo se han disipado».

Está dispuesta a intentarlo de nuevo. Pero no ahora. «Hay momentos en los que se puede hablar de estas cosas y momentos en los que no. Este no es el momento».

Mientras tanto, el paradigma del colonialismo —la narrativa de que los colonos judíos blancos vinieron a colonizar a los indígenas morenos en lugar de asimilarlos— está ganando adeptos entre los palestinos como Anfous, y así es como ven la guerra actual: una agresión colonial destinada a acabar con la cultura y la pertenencia nativas.

Ese tipo de lenguaje puede cerrar cualquier diálogo sobre la paz y la reconciliación. Para muchos judíos, los «colonizadores europeos blancos» de los que se les acusa ser son más bien los que asesinaron a millones de judíos en el siglo XX. Señalan que la Torá es prueba escrita de que ellos también tienen una reivindicación histórica de la tierra. Dicen que el deseo de los palestinos de que los judíos salgan de esa tierra podría equivaler a un genocidio en sí mismo.

Daniel dice a los judíos israelíes: «No estoy sugiriendo que tengamos que borrar a Israel. Lo que digo es que tenemos que replantearnos los fundamentos de nuestro panorama político, para que todos podamos vivir aquí en igualdad de condiciones; que nuestros derechos y libertades se basen en nuestra ciudadanía, no en nuestro origen étnico o religioso. Quiero un país que esté a favor de todos sus ciudadanos».

Tras el 7 de octubre, participantes de ambos lados del conflicto le han preguntado a Daniel: «¿Tiene algún sentido la reconciliación después de todo esto?».

Pero esta guerra es exactamente el punto, argumenta Daniel.

«Tenemos que proporcionar marcos en los que la gente pueda mantener conversaciones y procesar sus emociones», dijo. «Porque si no, va a ser un estallido total de rabia e ira, y solo va a traer represalias y destrucción. Y ese ha sido el ciclo continuo».

Musalaha quiere tender un puente entre dos ideas aparentemente incompatibles, me dijo Salim. Quiere fomentar la reconciliación, y a la vez aceptar la narrativa de Israel como un proyecto colonial.

«Tengo muchas esperanzas», dijo. Él ve un despertar en Israel y en la comunidad internacional sobre la necesidad de encontrar una solución para Israel-Palestina tras años de dejar la cuestión de lado. Musalaha, dijo, es una voz profética.

La cuestión ahora es si otros lo verán así.

Mientras paseaba con Anfous por la Calle de la Estrella en Belén, recibió una llamada de Daniel. Intentaba convencer a Anfous de que le diera otra oportunidad a Musalaha. «Lee nuestro último boletín», le dijo Daniel. «Vamos en una nueva dirección. Esto va a cambiar las cosas».

«Ya veremos», dijo Anfous.

Sophia Lee es escritora global de CT.

Para recibir notificaciones sobre nuevos artículos en español, suscríbete a nuestro boletín digital o síguenos en Facebook, Twitter, Instagram o Telegram.

News

La lucha por la libertad religiosa a nivel internacional se expande

La reunión anual sobre la Libertad Religiosa Internacional resaltó que la persecución de las personas de fe en todo el mundo sigue en aumento.

Cumbre sobre la Libertad Religiosa Internacional en Washington, DC.

Cumbre sobre la Libertad Religiosa Internacional en Washington, DC.

Christianity Today April 22, 2024
Matt Ryb / Cumbre IRF

El mensaje que los defensores de la libertad religiosa internacional han estado proclamando todo el tiempo —que dar prioridad a la libertad religiosa es crucial para el florecimiento humano y para la estabilidad de las naciones— está ganando cada vez más popularidad. La cumbre sobre la Libertad Religiosa Internacional (IRF, por sus siglas en inglés) de este año refleja el crecimiento de su movimiento interreligioso a nivel global en los últimos cinco años.

La cumbre, celebrada durante la última semana de enero en Washington, DC, fue parte clave del creciente impulso por llamar más la atención sobre la persecución religiosa en todo el mundo, con sesiones que este año abordaron la crisis desde Nigeria hasta Nicaragua.

«En muchas de las crisis globales en todo el mundo, hay una dimensión de libertad religiosa», dijo Jeremy Barker, director del Equipo de Acción de Medio Oriente del Instituto de Libertad Religiosa, quien ha visto un aumento en el reconocimiento de la causa de la libertad religiosa internacional en los últimos cinco años. «No es algo marginal, sino generalizado».

El año pasado se cumplió el 25.º aniversario de la Ley de Libertad Religiosa Internacional de los Estados Unidos, que exige que el Departamento de Estado haga de la libertad religiosa un aspecto esencial de su política exterior. Desde entonces, Estados Unidos ha sido testigo de victorias públicas para la causa. El expresidente Donald Trump nominó a un embajador en materia de libertad religiosa internacional en un plazo de seis meses, algo que sus predecesores tardaron muchos más meses en hacer, y elevó la posición de la oficina de la libertad religiosa internacional dentro del Departamento de Estado.

La administración Trump también organizó las dos cumbres iniciales en la materia a manera de actos ministeriales organizados por el gobierno, mismas que fueron seguidas por otras naciones, incluidas Polonia, el Reino Unido y la República Checa. (La actual Cumbre sobre la Libertad Religiosa Internacional que tiene lugar en los Estados Unidos ahora está organizada por miembros de la sociedad civil). El exembajador en materia de libertad religiosa internacional, Sam Brownback, también supervisó el lanzamiento de la Alianza Internacional por la Libertad Religiosa o las Creencias (International Religious Freedom or Belief Alliance), un grupo focal internacional que ahora incluye a 37 países miembros. [Los enlaces de este artículo redirigen a contenidos en inglés].

En la cumbre de este año, el actual embajador en materia de libertad religiosa internacional de los Estados Unidos, Rashad Hussain, dijo que se asegura de que los funcionarios en la materia estén representados en las reuniones de política exterior del Departamento de Estado para resaltar cómo la libertad religiosa es un imperativo para la seguridad nacional.

«Los países y sociedades que protegen su libertad religiosa tienen más probabilidades de garantizar su seguridad y prosperidad, y los países que no protegen la libertad religiosa tienen menos probabilidades de ser estables», dijo Hussain. «Es una parte esencial de nuestra política exterior y vemos pruebas de ello en todo el mundo».

El movimiento también ha logrado avances en el escenario global, con líderes de otras naciones que se han ofrecido a organizar mesas redondas en materia de libertad religiosa siguiendo el modelo estadounidense, con el apoyo de la recién creada International Religious Freedom Secretariat.

«Se está empezando a reconocer que estos temas son un poco más generalizados», dijo Barker. «Ciertamente, desde el lado de la administración (altos funcionarios del Departamento de Estado, de USAID) están analizando la promoción de la democracia, la lucha contra el extremismo violento… y consideran que la libertad religiosa puede tener una opinión valiosa en esos espacios».

Mientras tanto, en todo el mundo se puede observar el deterioro de las condiciones de la libertad religiosa.

En su Lista Mundial de la Persecución 2024, Puertas Abiertas informó que más de 365 millones de cristianos viven en países que experimentan altos niveles de persecución o discriminación. La organización encontró que los 50 países obtuvieron puntajes lo suficientemente altos como para registrar niveles de persecución «muy altos». Está es la cuarta vez que esto sucede desde 1993, el primer año del informe.

Hay duros ejemplos de persecución de las minorías religiosas en todo el mundo. Estados Unidos ha reconocido genocidios por motivos religiosos en China contra musulmanes uigures y en Birmania contra musulmanes rohingya.

El informe anual de 2023 de la Comisión de Estados Unidos sobre Libertad Religiosa Internacional destacó las terribles condiciones en las que viven las minorías religiosas en muchos países, incluida la toma de Afganistán por los talibanes y el ascenso del nacionalismo hindú en la India, que dio lugar a leyes discriminatorias, turbas violentas, además destrucción de mezquitas e iglesias.

En la cumbre, Brownback dijo que la libertad religiosa es esencial para el florecimiento de los derechos humanos: «¡Y vaya que necesitamos algo de florecimiento! El gran proyecto global de derechos humanos ha sufrido un declive en los últimos 20 años a causa de la expansión de regímenes autoritarios y del uso de tecnología sofisticada».

La cumbre comenzó con un «día de lucha por los derechos» el lunes en el que asistentes de diversas religiones acudieron en masa al Capitolio para reunirse con legisladores.

Durante el martes y miércoles, más de 70 oradores discutieron el deterioro de la libertad religiosa en Nigeria, India, Ucrania, Medio Oriente, América Latina y otros lugares. También discutieron cómo los conflictos militares han exacerbado la represión religiosa, desde la invasión militar rusa en Ucrania hasta el conflicto de Nagorno-Karabaj entre Azerbaiyán y Armenia.

Las sesiones de trabajo analizaron las minorías religiosas en Medio Oriente, el uso de tecnología por parte de regímenes represivos, la guerra entre Israel y Hamás, y contaron con una sesión privada que mostró imágenes sin editar del ataque terrorista del 7 de octubre.

El evento anual se esfuerza por ser bipartidista y presenta a políticos de ambos lados que hicieron un llamado a que Estados Unidos haga más para hacer uso de sus poderes y presionar a los que actúan mal.

«Esto no debería ser una cuestión partidista», dijo el presidente de la Cámara de Representantes, Mike Johnson, republicano de Luisiana, sobre la brutalización por parte de China de los musulmanes uigures, que han sufrido tortura, reeducación, trabajos forzados y encarcelamiento en campos de internamiento. También condenó los informes de sustracción de órganos a budistas tibetanos y practicantes de Falun Gong.

La representante Debbie Wasserman Schultz, expresidenta del Comité Nacional Demócrata y miembro del Comité de Asignaciones de la Cámara, dijo que ha hecho un esfuerzo por priorizar una financiación sólida para los esfuerzos internacionales liderados por Estados Unidos para promover la libertad religiosa para todos, incluidos aquellos que no practican ninguna fe.

«Durante mi tiempo en el Congreso, he visto un inmenso progreso en los esfuerzos de nuestro gobierno para responsabilizar a los regímenes represivos y brindar justicia a los oprimidos», dijo.

El exvicepresidente Mike Pence argumentó que Estados Unidos debería presionar a los regímenes opresivos a través de los acuerdos comerciales existentes, y en su momento señaló a Nicaragua.

«Ha llegado el momento de que Estados Unidos le deje claro a Nicaragua que no toleraremos acciones y represión contra líderes eclesiásticos y religiosos en Nicaragua sin consecuencias», dijo en la cumbre. Desde 2004, Nicaragua tiene un acuerdo de libre comercio con Estados Unidos.

El gobierno de Nicaragua ha tomado medidas enérgicas contra católicos y evangélicos desde 2018, cerrando ministerios, encarcelando a líderes de la iglesia y deportando al clero católico. Un sacerdote que había estado encarcelado bajo el régimen de Daniel Ortega habló detrás de un biombo sobre la persecución.

«Somos la economía más poderosa del mundo», dijo Pence. «Y debemos dejarle claro a Nicaragua que debe respetar la libertad religiosa de las personas de todas las religiones o nuestra relación cambiará».

Pence también hizo un llamado para que Estados Unidos que imponga presión económica a China a causa del genocidio en curso de musulmanes uigures en la región de Xinjiang del país, según es reconocido por Estados Unidos.

Otro panel destacó la «doble persecución» que enfrentan las mujeres. Lou Ann Sabatier, una veterana consultora de comunicaciones y cofundadora de la Alianza de Mujeres por la Libertad de Religión o Creencias, señaló que la persecución proviene, no solo del gobierno o de actores no estatales, sino también de comunidades y familias, haciendo invisible la opresión.

Las mujeres de religiones minoritarias experimentan persecución desde su red de relaciones cercanas en la esfera doméstica, señalaron los panelistas: son obligadas a casarse, abusadas físicamente para forzar conversiones, sometidas a violencia sexual y violaciones, y privadas del apoyo familiar si intentan convertirse.

El informe de 2023 de Open Doors en materia de género señaló que el abuso sexual «puede ser la forma más común de perseguir a mujeres y niñas cristianas» en todo el mundo.

Cada asistente u orador entrevistado por Christianity Today mencionó el deterioro de las condiciones en Nigeria. Ahí, más de 50 000 cristianos han muerto en los últimos 14 años debido al ascenso de Boko Haram, el Estado Islámico de la provincia de África Occidental y los extremistas fulani, según un grupo nigeriano de derechos civiles, la Sociedad Internacional para las Libertades Civiles y el Estado de Derecho.

Open Doors también coincidió en que el país más mortífero para los cristianos durante el último año fue Nigeria. Más de 4100 cristianos fueron asesinados en esta nación de África occidental el año pasado, lo que representa más del 80 % de los cristianos asesinados en todo el mundo. Se considera que el informe de Open Doors hace estimaciones conservadoras sobre el número de cristianos asesinados por su fe.

«Nadie conoce el número real, pero es realmente alto y supera las cifras oficiales», dijo a CT Jeff King, presidente de International Christian Concern. «Sabes, la gente entra después de estos ataques y se encuentra con personas que se esconden entre los arbustos durante días. Salen corriendo de sus casas, o salen corriendo de noche, o les disparan y los acuchillan. Entonces el conteo es mayor… Es un genocidio que avanza lentamente».

King ha abogado por los cristianos víctimas de persecución desde 2003. Su próximo libro, The Whisper, es un devocional centrado en lo que los cristianos perseguidos y los mártires pueden enseñarle a la iglesia.

«Tendemos a pensar en [los perseguidos] como nuestros primos muy pobres. Pero eso no es todo», dijo King. «Son familia. Pero son en realidad nuestros parientes más ricos y están muy por delante de nosotros».

King dijo que los testimonios de los cristianos perseguidos le han enseñado «lo que significa ser un cristiano».

«Nuestros hermanos y hermanas en la iglesia perseguida tienen sus doctorados en sufrimiento», dijo. «Fueron a seminarios llamados tortura, encarcelamiento, resistencia. Estos son los seminarios más eficaces del mundo para hacerte profundizar en Dios».

Para recibir notificaciones sobre nuevos artículos en español, suscríbete a nuestro boletín digital o síguenos en Facebook, Twitter, Instagram o Telegram.

El trabajo del pastor no consiste en cambiar mentalidades

No podemos controlar a nuestra gente, y tratar de hacerlo solo causará daño.

Christianity Today April 19, 2024
Edición por Christianity Today. Fuentes: Getty / Anthony Saint James / Chrispecoraro / Wikimedia Commons

Es martes, son las 2 de la madrugada y estoy completamente despierta.

Normalmente, puedo culpar a mis hijos por este tipo de cosas, ya sea porque tuvieron un mal sueño, o porque quieren algo de comer, o porque se les olvidó contarme un chiste que escucharon en la escuela. Cosas urgentes. Pero no esta noche. Esta noche es peor. Lo que me despertó no fueron mis hijos, sino la ansiedad provocada por un conflicto en la iglesia que pastoreo junto con mi esposo, Ike. Una decisión que tomamos no fue del agrado de alguien a quien amamos y con quien tenemos una relación cercana; alguien que conoce a nuestra familia y a nuestros hijos; alguien que ha estado en la misión con nosotros por causa del evangelio. Esta persona y su familia están tan molestos que amenazaron con irse.

Tan pronto como mis ojos se abren en la oscuridad, los pensamientos que han estado dando vueltas en mi cabeza durante días vuelven otra vez:

Tal vez si les explicara este pasaje de las Escrituras…

Quizás si lo abordara desde esta perspectiva teológica…

Tal vez si compartiera el sabio consejo que recibimos de los expertos de nuestra congregación…

Tal vez si escucharan las historias de personas heridas en nuestra iglesia…

Los pensamientos siguen y siguen.

A lo largo de mi tiempo en el ministerio, ocasionalmente he experimentado noches de insomnio inducidas por conflictos, pero, como le ha sucedido a muchos pastores, he notado un marcado repunte en los últimos años. En 2020, cuando los líderes de las iglesias en Estados Unidos enfrentaron el triple golpe de la pandemia, la tensión racial a nivel nacional y una elección presidencial que causó gran polarización, el ambiente dentro de nuestras iglesias cambió con ello. El aire de nuestros santuarios quedó contaminado por un profundo partidismo, lo que significó que cada decisión, cada declaración, cada sermón y cada publicación de los pastores en las redes sociales se interpretara a través de un filtro político. Escenarios similares han tenido lugar en muchos países alrededor del mundo.

Como el riesgo de caer en malentendidos se volvió tan alto, mi esposo y yo dedicamos mucho tiempo y pusimos especial atención en explicarlo todo y darnos a entender. Nos esforzamos por explicar las Escrituras que guiaban nuestras decisiones y fuimos transparentes acerca de las voces llenas de sabiduría a quienes estábamos escuchando. Sabíamos que esto sería necesario para infundir confianza en nuestra gente (y normalmente así sucedía); sin embargo, este enfoque también nos enseñó una dura lección.

Lo que hemos aprendido en los últimos dos años es que no importa la exégesis bíblica que uses, no importa el respaldo teológico al que apeles; no importan los datos, los expertos o tu propio historial de integridad. Simplemente no puedes convencer a la gente de algo que ellos no quieren creer.

¿Por qué? Porque la información no es tan poderosa como creemos.

En A Failure of Nerve: Leadership in the Age of the Quick Fix, el autor y terapeuta familiar Edwin Friedman describió nuestra influencia limitada de esta manera: «El malentendido colosal de nuestro tiempo es la suposición de que proveer entendimiento y perspectiva funcionará con personas que no están motivadas para cambiar».

Por mucho que deseemos que sea diferente, la información tiene mucha menos influencia de la que creemos. Descargar los «hechos» en el cerebro de otros no va a hacer que cambien de opinión mágicamente —no obstante, seré la primera en admitir que esto no me ha impedido intentarlo—. Siempre que hay personas en mi iglesia o en mi vida personal que «necesitan ser corregidas» (según yo), salgo inmediatamente con todos los argumentos que puedo emplear para persuadirlos. En segundos, puedo reunir cien puntos de conversación diferentes para convencerlos de la verdad —si tan solo pudiera sentarme con ellos para explicarlos—.

Pero Dios me está mostrando que no estoy simplemente intentando guiarlos, sino que en realidad estoy tratando de controlarlos. He caído en el error de confiar en que el conocimiento, la información y la verdad de la Palabra de Dios funcionarán como las riendas de un caballo, dirigiendo instantáneamente a otros en la dirección que quiero que vayan.

Sin embargo, el tiempo y la experiencia me están enseñando que estoy sobreestimando gravemente mi propio poder de convencimiento. Jesús mismo insinuó el poder limitado de nuestros argumentos al concluir algunas de sus enseñanzas más difíciles con la afirmación: «El que tiene oídos, oiga» (Mateo 11:15). La implicación es que algunos no escucharán. No entenderán, no porque no puedan, sino simplemente porque no lo harán. Ningún número de argumentos, por muy convincente que sea la evidencia o precisa la lógica, los hará cambiar de opinión. No si no desean cambiar de opinión.

Las investigaciones han demostrado que esto es cierto. Cuando utilizamos la información para cambiar la opinión de alguien, en algunos casos puede incluso tener el resultado contrario. El efecto contraproducente es un término utilizado en psicología para describir cómo las personas se comprometen más firmemente con una postura cuando se les presenta información que contradice sus propias creencias.

En lugar de ver la evidencia objetivamente y ajustar sus creencias en consecuencia, algunas personas afianzan aún más sus creencias erróneas. Otros estudios han demostrado que este fenómeno es probable que ocurra especialmente cuando la creencia está ligada a la identidad. Cuando una nueva información se siente como una amenaza a la propia identidad o forma de vida, uno está mucho más motivado para rechazarla.

Gracias a los últimos años de ministerio, Ike y yo hemos aprendido a discernir entre quienes son receptivos y quienes no lo son. Las suposiciones de mala fe sobre nuestros motivos o la falta de curiosidad genuina sobre nuestras decisiones son señales seguras de que nuestras explicaciones serán en vano.

Sin embargo, incluso discernir la falta de una verdadera receptividad no siempre frena mis ilusiones de influencia. A pesar de toda la experiencia que dice lo contrario, sigo teniendo una creencia profundamente arraigada en mi propia capacidad de convencer. Puedo pasar días reflexionando sobre el argumento perfecto, con todos los hechos y perspectivas posibles, hasta que me convenzo que no podrán ser refutados. Pero si hiciera esto en la vida real (abordar a la gente como abogada en lugar de como pastora) sería terriblemente contraproducente. Y ha sucedido. Como todas las formas de control, no funciona. Solo me producirá más ansiedad y tensará aún más mi relación con ellos.

Identificar esta lucha por el control me ha ayudado mucho de dos maneras específicas. La primera se refleja bien en la frase Si lo llamas por su nombre, podrás controlarlo. La tensión en mi cuello, espalda y mandíbula; la espiral de mis pensamientos llenos de ansiedad; y el insomnio que sigue son señales reveladoras de que estoy tratando de controlar algo que Dios no me ha dado para controlar. Nombrar esta tentación me ayuda a replantear lo que realmente está sucediendo: no estoy simplemente tratando de pastorear a mi gente, estoy tratando de controlarlos.

En segundo lugar, esta comprensión sobre el control ha enfatizado la prioridad de escuchar como clave para el ministerio pastoral. Nuestra cultura se ha polarizado cada vez más, en parte porque estamos experimentando el «efecto contraproducente» a escala social. Cuando intentamos controlarnos unos a otros con argumentos o intentos de persuasión, a menudo alejamos aún más a nuestros disidentes. En un ambiente como este en el que hay tanto ruido, la práctica de «estar listos para escuchar, pero no apresurarse para hablar» no solo es bíblicamente fiel (Santiago 1:19), sino también es un imperativo misional.

Tanto de manera estructurada como espontánea, Ike y yo buscamos escuchar a nuestros feligreses de manera intencional, especialmente a aquellos que puedan estar descontentos o enojados. Estos tiempos en que nos enfocamos a escuchar sirven como testimonio contracultural en una sociedad fracturada por sus problemas de control.

Confrontar mi constante tentación a ejercer control sobre otros ha sido crucial para mi propia salud espiritual como pastora. No podemos controlar a nuestra gente, e intentar hacerlo solo causará daño. Cuando encontramos los límites de nuestra influencia, podemos hacer una de dos cosas: resistir, o reconocer la situación como una oportunidad para dejar de lado una carga que nunca debimos soportar. Los límites de nuestra persuasión no son siempre una señal de la Caída. A menudo, son una señal del orden correcto de las cosas. Nos recuerdan que es hora de tomar el yugo más ligero y confiar plenamente en el Espíritu Santo —el único que realmente puede mover los corazones e iluminar las mentes—, para que haga el trabajo pesado por nosotros.

Sharon Hodde Miller sirve como líder en la iglesia Bright City en Durham, Carolina del Norte, junto con su esposo, Ike. Obtuvo un doctorado por medio de una investigación sobre las mujeres y sus vocaciones. Su último libro es The Cost of Control.

Partes de este artículo están adaptadas de The Cost of Control de Sharon Hodde Miller (Baker Books, una división de Baker Publishing Group, © 2022). Usado y traducido con permiso.

Para recibir notificaciones sobre nuevos artículos en español, suscríbase a nuestro boletín digital o síganos en Facebook, Twitter, Instagram o Telegram.

Apple PodcastsDown ArrowDown ArrowDown Arrowarrow_left_altLeft ArrowLeft ArrowRight ArrowRight ArrowRight Arrowarrow_up_altUp ArrowUp ArrowAvailable at Amazoncaret-downCloseCloseEmailEmailExpandExpandExternalExternalFacebookfacebook-squareGiftGiftGooglegoogleGoogle KeephamburgerInstagraminstagram-squareLinkLinklinkedin-squareListenListenListenChristianity TodayCT Creative Studio Logologo_orgMegaphoneMenuMenupausePinterestPlayPlayPocketPodcastRSSRSSSaveSaveSaveSearchSearchsearchSpotifyStitcherTelegramTable of ContentsTable of Contentstwitter-squareWhatsAppXYouTubeYouTube