Un mensaje cristiano se oculta detrás de la que podría ser la imagen más célebre de los Juegos Olímpicos de 2024.
El 29 de julio, en la tercera ronda de las competencias de surf de tabla corta, el brasileño Gabriel Medina se enfrentó al japonés Kanoa Igarashi, quien eliminó a Medina en las últimas Olimpiadas. En su segunda ola, Medina salió exultante de un tubo, con los dedos de ambas manos en alto, sugiriendo que los jueces debían ofrecerle un diez por su actuación. (Dos de los cinco jueces estuvieron de acuerdo; su puntuación final promedió 9.9).
Medina giró entonces hacia la izquierda, hacia el oleaje, y saltó de su tabla, levantando la mano derecha y señalando con el dedo índice hacia arriba. Esta fue la imagen que captó el fotógrafo de Agence France-Presse Jérôme Brouillet.
Los evangélicos brasileños reconocieron inmediatamente la señal.
«Es como si dijera: “No es a mí a quien deben mirar, es a Dios. Este momento de gloria no es mío, sino suyo”», afirmó João Guilherme Züge, historiador de la religión residente en el Museu Paranaense de Curitiba.
A diferencia de Estados Unidos, donde los jugadores de béisbol suelen señalar al cielo después de batear un jonrón por diferentes motivos —algunos para expresar gratitud a Dios, otros para honrar a sus seres queridos fallecidos—, el gesto de los atletas brasileños se ha asociado estrechamente con los jugadores cristianos.
El dedo levantado, señalando al cielo, ha sido la marca registrada de los atletas evangélicos brasileños durante más de 40 años, una de las numerosas muestras públicas de fe tras la gloria competitiva que ha ayudado a afirmar y establecer la identidad evangélica, especialmente cuando el movimiento cristiano evangélico estaba apenas en sus inicios.
Nadie parece recordar quién usó inicialmente el gesto, pero ganó popularidad en la década de 1990, principalmente a través de jugadores de fútbol, como Kaká, que levantaban el dedo índice después de sus proezas en el campo, sabiendo que la cámara los enfocaría después de marcar un gol.
A pesar de su omnipresencia, la intención espiritual del mensaje no ha trascendido necesariamente de los círculos evangélicos.
Renata Vasconcellos, presentadora del Jornal Nacional de TV Globo, el noticiario más visto de Brasil, comentó en antena la semana pasada que «Medina realmente tiene el derecho y la autoridad de considerarse el número uno», con lo que interpretó el dedo levantado de una manera muy diferente.
Por su parte, el carácter discreto de este gesto, casi genérico, también ha contribuido a su popularidad. Al igual que la Copa Mundial de Fútbol y otras competencias internacionales, los Juegos Olímpicos prohíben cualquier «tipo de manifestación o propaganda política, religiosa o racial… en cualquiera de las ubicaciones, sedes y otras áreas olímpicas».
Esta normativa ha obligado a los atletas que buscan una plataforma para compartir su fe a hacerlo discretamente, o a expresar su gratitud a Dios en entrevistas o publicaciones en las redes sociales. Por su parte, Medina subió la foto de Brouillet acompañada del texto de Filipenses 4:13: «Todo lo puedo en Cristo que me fortalece».
Los atletas evangélicos brasileños han sido creativos en sus expresiones de fe durante los Juegos Olímpicos de este año. La medallista de bronce en monopatín Rayssa Leal y el medallista de plata en marcha Caio Bonfim utilizaron el lenguaje de signos para referirse a Jesús.
Medina, tras perder en semifinales contra el australiano Jack Robinson, compartió una foto suya en blanco y negro con el subtítulo «Josué 1», con lo que hizo referencia al capítulo de la Biblia en el que Josué amonesta a los israelitas a ser «fuertes y valientes» al menos cuatro veces, y acompañó el mensaje con la canción «Ousado Amor», una versión en portugués de «Reckless Love» [conocida en español como «Amor sin condición»] de Cory Asbury. El 7 de agosto, subió una foto suya en el exterior del Louvre recreando su icónica foto, una vez más levantando el dedo índice.
En la década de 1980, cuando los evangélicos representaban solo el 6.5 % de la población brasileña, el «portero de Dios» João Leite y el delantero Baltazar fundaron Atletas de Cristo, un ministerio cuyo objetivo era movilizar a los atletas para que compartieran el Evangelio en todo el mundo. Desde el principio —y de forma espontánea, dice Züge— el dedo señalando al cielo en las celebraciones de los goles se convirtió en una marca del movimiento.
Atletas de Cristo capacitó a los atletas para que se vieran a sí mismos como embajadores de su fe y los animó a predicar y compartir sus testimonios dondequiera que fueran. (Esta estrategia dio como fruto, por ejemplo, que el portero brasileño Alisson Becker bautizara a su compañero del Liverpool Roberto Firmino en 2020).
Atletas de Cristo también tuvo un enorme éxito al elevar la autoestima de los evangélicos brasileños. Un momento clave se produjo durante la final Brasil-Italia de la Copa Mundial de la FIFA 1994. Cuando ninguno de los dos equipos marcó un gol en el tiempo reglamentario ni en el tiempo extra, el partido se fue a una tanda de penaltis. Brasil ganó en el último lanzamiento.
«La mejor imagen de aquel Mundial fue cuando la estrella italiana Roberto Baggio falló su lanzamiento y el guardameta brasileño Taffarel, que había parado un tiro anterior, cayó de rodillas en oración, señalando hacia el cielo», explica Züge.
Tales testimonios impactaron a los evangélicos brasileños.
«Cuando los cristianos veían al jugador hacer una gran jugada, marcar un gol en un partido importante y luego celebrarlo con el dedo señalando al cielo, se sentían representados», afirma Reinaldo Olécio Aguiar, sociólogo y pastor de la Primeira Igreja Presbiteriana Unida de Vitória. «Aun sabiendo que formaban parte de una minoría [en aquella época], podían verse victoriosos».
Probablemente, Taffarel había recibido algunas instrucciones sobre cómo utilizar este logro de triunfo atlético como una oportunidad misional.
«Desde el principio, Atletas de Cristo supo cómo utilizar los medios de comunicación», afirma Züge. «Los atletas recibieron capacitación sobre cómo dar un testimonio en 30 segundos y cómo aprovechar una entrevista en vivo por televisión».
Este momento también cambió la forma en que los atletas evangélicos eran percibidos por sus compañeros de equipo.
«Antes de eso, todos se burlaban de nosotros», dijo Anselmo Reichardt Alves, un exjugador que se convirtió en pastor y capellán del equipo brasileño. «Decían que éramos bebés porque no tomábamos [alcohol] con ellos. También cuestionaban nuestra masculinidad porque no salíamos con varias mujeres a la vez».
Ver a las superestrellas expresar abiertamente su fe también inspiró a los evangélicos que enfrentaban críticas por intentar vivir su propia fe y evitar tradiciones populares como el Carnaval.
«Nuestras acciones eran como un espejo para otros cristianos; viendo los partidos, ellos también aprendían a demostrar su fe sin miedo», afirma Züge. «La gente se abrió más a hablar de Dios. [Decían:] “Si los jugadores pueden hacerlo, ¿por qué yo no?”».
Esta audacia también puede haber inspirado a los atletas contemporáneos a ser audaces en su fe.
«Los deportistas que dan gracias a Dios por sus victorias no son nada nuevo, pero el gran número que lo ha hecho en estas Olimpiadas es digno de mención, especialmente en Francia, que ha insistido en que sus propios atletas respeten las leyes laicistas del país», escribió la comentarista de The Guardian Emma John.
Atletas de Cristo ha sido criticado en ocasiones por animar a los atletas victoriosos a compartir su fe de manera que puede insinuar que sus logros son el resultado de tener más fe que los demás. Algunos han señalado que suelen pasar por alto las historias de los perdedores, muchos de los cuales también tienen una relación personal con Dios.
«¿Qué diría yo si hay cristianos fieles en ambos bandos [en un partido]?», dijo Aguiar.
Este fue el caso en los Juegos Olímpicos de París durante un combate por la medalla de bronce en judo femenino de 52 kilos entre la brasileña Larissa Pimenta y la italiana Odette Giuffrida. (CT destacó su historia en su cobertura de lo más destacado de los Juegos Olímpicos).
Tras ganar el combate y hacerse con el bronce, Pimenta se quedó llorando en la lona. Giuffrida se acercó y la abrazó. «Levántate», le dijo a Pimenta, según contaron ambas atletas más tarde, «todo el honor y toda la gloria se la tienes que dar a Él».
Giuffrida compartió más tarde en las redes sociales que recordaba la noche en que Pimenta la llevó por primera vez a un servicio de culto de la iglesia después de que empezaran a entrenar juntas. «Desde ese día, nuestras vidas han cambiado. Y hoy, estamos aquí, independientemente de lo que pasara en aquel tatami, independientemente de la victoria o la derrota, dándole las gracias a Él en una final olímpica, delante del mundo, por todo», escribió.
«Y eso es lo bonito. Puedo sentirme sincera, puedo sentir que Él está a mi lado».