¿Están la teología y la práctica de la interpretación bíblica evangélicas demasiado atrapadas en tradiciones eurocéntricas? Un número cada vez mayor de intérpretes bíblicos, tanto del sexo femenino como de razas distintas a la raza blanca, continúan rechazando lo que consideran una comprensión patriarcal y sexista de las Escrituras que refuerza presupuestos culturales que han sido históricamente propios de la raza blanca.
¿Una interpretación bíblica ‘objetiva’?
En mi ensayo sobre hermenéutica y exégesis hago referencia al desarrollo de enfoques de estudio de las Escrituras que complementan y a veces contradicen los métodos histórico-críticos que han cobrado protagonismo a través de los estudiosos europeos del siglo XIX y comienzos del XX. El enfoque histórico-crítico enfatiza el estudio del lenguaje, el trasfondo cultural y la forma literaria. Los investigadores formados en dicho enfoque a veces llegan a la conclusión de que solo hay una manera de comprender un pasaje, y que su comprensión es lo que pretendía transmitir el autor original. Sin embargo, buscar comprender a los autores bíblicos de una manera pura, objetiva e imparcial puede ser en sí misma un reflejo de las propias presuposiciones del intérprete.
Greg Carey observa que los investigadores que son hombres de raza blanca han disfrutado del privilegio de que sus preguntas, sus suposiciones y perspectivas sobre un pasaje bíblico se hayan recibido como las perspectivas correctas (y, quizá, las únicas). El privilegio que viene con ser blanco se relaciona íntimamente con la norma tradicional de los estudios bíblicos. Carey escribe:
«exégesis». (…) La noción clásica de la exégesis da por sentado un proceso de interpretación fijo, racional y universal. También promueve cierta clase de desapego, como si el intérprete fuera una mente incorpórea, libre de las restricciones del contexto y de la vida diaria.
Todo el mundo trae sus propios prejuicios a la Biblia. Aunque debemos tratar de discernir de qué modo los primeros oyentes de la Biblia comprendían lo que escuchaban, haremos bien al recordar que nuestra lectura está influida por quiénes somos, así como por nuestro lugar de origen y nuestras experiencias en la vida.
Una interpretación bíblica ‘colonizada’
En su libro Twelve Lies That Hold America Captive: And the Truth That Sets Us Free [Doce mentiras que tienen atrapado a Estados Unidos, y la verdad que nos libera] el pastor Jonathan Walton describe una clase de cristianismo distorsionado por el colonialismo. Walton afirma [enlaces en inglés]:
El colonialismo creó una falsificación de la fe a la que yo llamo Religión Tradicional Blanca Americana (WARF, por sus siglas en inglés). Es un conjunto de creencias y prácticas basadas en la raza, la clase, el género y la jerarquía ideológica que segrega y clasifica a todas las personas bajo un Cristo de piel blanca, labios delgados y cabello rubio.
Los problemas del «cristianismo colonizado» son más profundos que las prácticas populares de la fe. Como hombre afroamericano, profesor de seminario y pastor, he experimentado de primera mano el modo en que el cristianismo colonizado puede llevar a comprender mal a Dios, la humanidad, la salvación e incontables convicciones teológicas más. El cristianismo colonizado ha alimentado la opresión, la esclavitud, el racismo, el sexismo y otros males atroces a lo largo de la historia.
Pensemos en el ejemplo del encuentro de Jesús junto al pozo con una mujer samaritana (Juan 4:1-42). Por un lado están los intérpretes que ven a la mujer como promiscua y evasiva. Ella ha tenido cinco maridos y actualmente «vive en pecado» (una descripción que escuché de muchos predicadores a lo largo de mi vida) con un hombre con el que no está casada. Ella iba a buscar agua a mediodía (vv. 6-7) para evitar a las mujeres respetables que sacaban agua en las horas más frescas del día. Cuando Jesús hizo referencia a sus muchos maridos, ella cambió el tema a la división entre judíos y samaritanos en cuanto a la adoración a Dios (vv. 17-20). Durante mis años de seminario, me enseñaron que la mujer cambió de tema porque su estilo de vida vergonzoso había sido expuesto. Las interpretaciones tradicionales, especialmente desde la Reforma protestante, veían a la mujer más como zorra que como víctima; más como una persona sexualmente inmoral que como una persona atrapada en ciertas circunstancias de la sociedad.
Sin embargo, las investigadoras del sexo femenino ven el encuentro con una luz diferente. Frances Gench observa a la mujer samaritana como «el primer personaje en el Evangelio de Juan en tener una conversación teológica seria con Jesús». Jesús habla con la mujer de una oferta de vida eterna (v. 14) en el contexto de la enemistad entre judíos y samaritanos. Él continúa con la indagación sobre su situación terrenal, invitándola a reconocerlo como profeta y finalmente como el Mesías (v. 26). La mujer se involucra en una conversación teológica seria con Jesús con respecto a la verdadera adoración, el Espíritu y la verdad, que después conduce a que sus hermanos samaritanos reciban testimonio acerca de Jesús.
En cuanto a lo de sacar agua al mediodía, existen innumerables razones que podrían explicar por qué una mujer necesitaría sacar agua a mediodía sin dar por hecho nada negativo acerca de su carácter o sus motivos. Mitzi Smith señala que el mediodía «puede que fuera una hora inusual para sacar agua (…) pero la gente hace lo que tiene que hacer cuando es necesario hacerlo». Los estudiosos continúan señalando la posición relativamente impotente de la mujer en la sociedad, particularmente con respecto al matrimonio, dado que el matrimonio era una fuente primaria de seguridad para las mujeres.
Tras haber aprendido esa perspectiva tradicional en el seminario, cuando compartía el evangelio, yo daba por hecho que la gente estaba escondiendo su pecado, como se me enseñó que había hecho la mujer samaritana. Esperaba que la gente fuera evasiva al conversar conmigo, así que minimizaba sus preguntas teológicas. Sin embargo, con el paso del tiempo, cada vez me sentía más cómodo al cuestionar lo que había aprendido sobre la mujer samaritana, así como las interpretaciones de otros pasajes de las Escrituras. Comencé a escuchar mejor a los que querían conversar conmigo acerca de Jesús, tratando de conocerlos y de escuchar sus circunstancias en vez de asumir lo peor.
Lectura en un caleidoscopio
La interpretación bíblica sucede mejor en una comunidad multifacética: antigua al igual que moderna, global y cada vez más diversa. La interpretación debería ser caleidoscópica en tanto que debería reconocer e incluso celebrar los diferentes colores y culturas involucradas en la misma. La interpretación caleidoscópica a veces desafía a los eruditos más conservadores y tradicionales, pero lo hace solo principalmente al usar las mismas herramientas hermenéuticas de estudio, escarbando en la historia, el lenguaje y la cultura en búsqueda de una mayor comprensión.
Sin embargo, nuestras lentes, es decir, nuestras perspectivas, nacidas de nuestro lugar en el mundo, influyen en nuestra interpretación. Estas lentes influyen en las preguntas que le hacemos al texto y afectan a las perspectivas teológicas que extraemos de las Escrituras. Un número cada vez mayor de autoras y autores que no son de raza blanca nos están ayudando a leer la Biblia con una mayor conciencia del mundo que hay detrás del texto, algo que solo puede hacer más amplia y profunda nuestra comprensión teológica.
La lectura caleidoscópica nos invita a ser humildes, comprensivos y pacientes, así como curiosos. No estamos leyendo para discernir quién está «dentro» y quién está «fuera», ni para probar quién «tiene razón» y quién «se equivoca». En cambio, leemos para ser cada vez más conscientes de quién es Dios, quiénes somos nosotros, y lo que significa ser más como Cristo. Recordemos que, más que la mera información, el objetivo es la transformación,. Debemos aprender a buscar mayor colaboración en nuestros estudios, y a encontrar cada vez más maneras de leer y prestar atención a las voces de cristianos de todo el mundo, así como de la gente marginada dentro de nuestro propio país.
Los caleidoscopios ofrecen una visión multicolor, pero también pueden desorientarnos. Las imágenes cambian y se vuelven complejas. En vez de rechazar la desorientación, hacemos bien en abrazarnos a ella y, como ocurre con un caleidoscopio, descubrir la belleza de la luz que brilla a través de todos esos reflejos de color. Cualquier posible incomodidad sirve para recordarnos que no somos los primeros ni los únicos en leer la Biblia. La incomodidad es parte del viaje hacia la madurez. Cuando leemos las Escrituras como parte de una comunidad global de seguidores de Cristo, aprendemos a amar a Dios y a nuestro prójimo con todo el corazón.
Dennis R. Edwards es columnista de Christianity Today.