Pete Scazzero [enlaces en inglés] dirige el pódcast Emotionally Healthy Leader y es autor de varios libros, entre ellos The Emotionally Healthy Leader y Emotionally Healthy Discipleship. Scazzero fundó la iglesia New Life Fellowship en Queens, Nueva York, donde ha servido como pastor principal durante más de 26 años. Matthew LaPine, ministro cristiano y autor de textos sobre salud mental, habló con Scazzero acerca de un desafío apremiante que enfrentan hoy los pastores: reclutar y formar líderes en sus congregaciones.
Los pastores se sienten estresados y exhaustos emocionalmente, y muchos le han preguntado a CT cómo levantar y formar líderes en sus iglesias en este momento. ¿Cree usted que esa es la pregunta correcta que deberíamos plantear ahora mismo?
Yo creo que sí es la pregunta correcta. Cada líder necesita hacerse esa pregunta: ¿Cómo puedo desarrollar y formar líderes?
Hemos sido llamados a equipar a los santos para la obra del ministerio. Ahora mismo es una tarea enorme. Casi todas las iglesias con las que he hablado han perdido entre el 20 y el 40 por ciento de su gente. Y las personas que tienen ahora son nuevas. Así que están empezando de nuevo mientras construyen relaciones con un montón de personas. Esto lleva mucho tiempo; años, en realidad.
Pero hay un trabajo previo que se debe llevar a cabo. Primero, solamente podemos formar líderes a partir de quiénes somos antes de poder liderar a partir de lo que decimos y hacemos. No podemos dar lo que no tenemos. Debido a que el pastoreo ahora mismo es tan demandante, necesitamos prestar atención a la obra de Dios en nosotros. Necesitamos recargar fuerzas para poder liderar a partir de una copa que esté rebosante. Quizá eso signifique pasar días a solas con Dios, desarrollar nuevas reglas de vida, conseguir a alguien que nos dirija espiritualmente, empezar terapia o recibir alguna clase de capacitación avanzada. Debes evaluar: ¿qué necesito?
Lo segundo es que este momento está exigiendo una formación espiritual y un discipulado más robustos. La COVID-19 debió ser un llamado a despertar. En los últimos dos años muchas personas me han dicho que se han dado cuenta de la superficialidad de su discipulado, que los grupos pequeños no eran suficientes. Ya no podemos seguir diciendo que todo está bien solo porque tenemos a una multitud de personas en la sala.
La manera en la que hemos medido el éxito numéricamente es demasiado inadecuada. Tenemos que cultivar la madurez espiritual e integrar la salud emocional. No podemos separarlas. Es momento de tener humildad, curiosidad y apertura acerca de nuestros límites.
Esto también implica aceptar nuestra humanidad, y aceptar el dolor y la pérdida. Tendemos a medicarnos por medio de conductas adictivas. Negamos, suprimimos y minimizamos la pena.
Aceptar el duelo y la pérdida servirá para reorientar de qué modo medimos el éxito. Si estás de pie, si amas a Jesús, y si estás dirigiendo gente hacia Él como la única esperanza del mundo, entonces eres un éxito rotundo. No me importa que solo haya cinco personas en la sala. Lo estás haciendo de maravilla. Relájate.
En su libro Emotionally Healthy Discipleship [Discipulado emocionalmente sano] usted habla de la importancia de desarrollar «una teología de la debilidad». ¿Qué quiere decir con eso, y por qué es tan esencial?
Dicho de manera sencilla, una teología de la debilidad consiste en que el mismo Dios vino al mundo siendo débil; la naturaleza misma de la encarnación es débil. Jesús podría haber venido con un gran poder terrenal, pero no lo hizo. Él nos invita a establecer una relación de amor con Él, Él no la exige.
Necesitamos líderes que integren una teología de la debilidad en su discipulado. Muchas personas están agotadas. Una teología de la debilidad los refrescará y les dará perspectiva. Se ha terminado algo, pero Dios está en el trono. Está haciendo algo nuevo. Va a hacer su obra en nosotros. Podemos estar bien sin necesidad de tener el control de todo.
Aquí hay una invitación al silencio, a la quietud, y a esperar en Dios. Si solamente nos alimentamos de grandes eventos de alabanza, o si necesitamos de la alabanza del domingo para reavivarnos, como si eso fuera lo que va a ayudarnos a pasar la semana, eso no es suficiente. Tenemos que hacer discípulos.
La pregunta es: ¿Cómo recluto y formo líderes? ¿Cómo hago discípulos que sean serios? Comienza contigo mismo y empieza a juntar las piezas que faltan para llevar a tu gente a una profundidad real en la que sean transformados a fondo por Jesús.
Si los pastores se comprometen a esta clase de discipulado, ¿cuál será su fruto en cinco o diez años? ¿Y cómo contrasta esto con un enfoque apresurado que se centra ansiosamente en conseguir un repunte en las cifras de asistencia?
Si solamente quieres volver a tener las cifras de antes, no creo que vayas a desarrollar discípulos sanos. Esa no era la estrategia de Jesús. Él se invirtió a sí mismo a fin de formar el liderazgo de doce personas, y dentro de esos doce, tres en específico, y uno de los doce no funcionó. Fue realmente difícil, pero a largo plazo funcionó.
No fuimos llamados a construir una multitud: fuimos llamados a construir una iglesia. Y construimos una iglesia haciendo discípulos.
Si invertimos bien en las personas, el crecimiento es orgánico; va de abajo hacia arriba. No tengo que fabricarlo, ni esforzarme para hacer que ocurra. Si estamos dispuestos a frenar y realmente comenzar a invertir en las personas, descubriremos que Dios está obrando.
Pasé mis primeros años en el ministerio «haciendo que ocurrieran cosas». Preparaba programas y hacía que los números de la iglesia crecieran. Seguía las cifras muy de cerca. Pero no era orgánico, de abajo hacia arriba, no era un crecimiento que comenzara desde la raíz.
La imagen bíblica del crecimiento es la agricultura. Va por temporadas. Es lento, pero poderoso. Y siempre es Dios quien trae el fruto. Nosotros solamente creamos las condiciones necesarias para que la gente conecte con Jesús y crezca. Es Dios quien va a encontrarse con ellos.
Los pastores de congregaciones pequeñas se enfrentan a desafíos únicos al formar líderes mientras luchan con el estrés de la viabilidad y el número limitado de voluntarios potenciales. ¿De qué manera en las iglesias pequeñas es diferente el reclutamiento y la formación de líderes en comparación con las iglesias grandes?
Siempre buscamos las mismas cualidades, ya sea en una iglesia grande, pequeña o mediana. Buscamos personas que sean fieles, dispuestas y enseñables. El mayor desafío es crear un espacio en el que puedas hacer este trabajo. Hay muchas cosas urgentes que exigen de nuestro tiempo y esfuerzo, por lo que en realidad no tenemos tiempo para invertir en las personas.
Mi esposa y yo siempre dirigimos un grupo en nuestro sótano. Todos los años escogíamos entre 12 y 18 personas. Invitábamos al grupo a nuestra casa e invertíamos tres horas por la noche cada dos domingos. También pasábamos juntos algunos fines de semana. Era muy intenso. Pero, con el paso de los años, Dios nos bendijo con muchos líderes y pastores que surgieron de aquel sótano.
Aunque resulte difícil de creer, creo que es más difícil en una iglesia grande. Hay una demanda mayor de que tú mantengas la maquinaria en marcha.
Busca a Jesús y libérate de todos esos tentáculos que te empujan a ser esa clase de persona funcional y programática que simplemente cumple con un cargo. El discipulado requiere ir al meollo de la encarnación con las personas.
Las características fiel, dispuesto y enseñable describen una red muy amplia en la que muchos tendrían cabida. Pero ¿cómo elige usted a la gente que llega a su sótano? ¿Cómo pueden los pastores elegir en quién invertir?
Son las personas las que son guiadas para ser formadas por ti. Hay muchas grandes iglesias, ministerios y líderes en nuestra ciudad. Hay personas que ofrecen mucho más de lo que yo hago. Pero Dios trae a ciertas personas que realmente quieren estar conmigo. Siempre es un milagro, ¿cierto? Pero eso es lo que busco.
Jesús escogió a doce personas de un lugar perdido que no parecía gran cosa. Pero estaban dispuestos a aprender y a ir a cualquier parte con Jesús. Las personas que son así no son solo enseñables, están hambrientas. Están dispuestas.
Yo no busco carisma. De verdad que no. Puedo contar historia tras otra de «líderes carismáticos» que no salieron bien parados porque les faltaban muchas otras cosas, como la capacidad de aprendizaje, la humildad o la apertura. Pero ha habido muchas personas que nunca esperé que se convirtieran en líderes importantes, y lo hicieron porque su carácter resultó ser extraordinario. Fueron personas que lideraron a partir de su carácter más que a partir de sus dones.
Me gustaría hablar de los riesgos de reclutar líderes, especialmente en el contexto de las iglesias pequeñas. ¿Cuándo no se debe contratar o reclutar a un líder? ¿Cómo se enmienda un error en algo así?
Una vez que a una persona le ha sido asignado un cargo o responsabilidad, es realmente complejo sacarlo de ahí. Si es posible, es bueno tener un periodo de prueba. Debes tener tiempo para conocer a la persona mientras hace solo parte del trabajo, de ser posible. Lo bonito de una iglesia pequeña es que hay muchas más oportunidades para hacer esto.
No le des a una persona un cargo simplemente para que haga algo. Es peligroso. Estás administrando poder y dándoselo a las personas. Debes vigilar que tengan la humildad y la capacidad de aprendizaje para estar en esa posición.
Pero si has puesto a alguien en una posición que no es adecuada, le debes a esa persona y a la iglesia la honestidad para tener una conversación sincera, con respeto y amabilidad. Ser «buena gente» no es amoroso. Encuentra un modo de sacarlos de ese cargo, porque es tu error, no suyo. Pero cuando su identidad o su falso yo están atados a esa posición… vaya, es difícil.
La parte más difícil del liderazgo es el riesgo y el desafío de colocar a personas en posiciones de poder. Y, en cierto modo, es más difícil en una iglesia pequeña porque cuando una persona se va o sale de un cargo, esto tiene un efecto en todo el cuerpo.
¡Puede ser que una cuarta parte de la iglesia esté emparentada con esa persona!
¡Exacto! Así que es mejor tener mucho cuidado. Recuerda: una iglesia es un sistema familiar. Tú, como líder, tratas de cultivar un sistema familiar saludable. Necesitas pensar en esto todo el tiempo. Debes soltar a la gente lentamente a fin de que sirvan. Es mejor no tener a nadie en cierto cargo por un tiempo que ocuparlo con una persona que puede ser que no sea la persona que Dios eligió.
Conlleva pensarlo mucho; conlleva oración. Conlleva una espiritualidad lenta. La iglesia rápida no existe. Una iglesia que ha crecido hasta tener unos cuantos miles de personas en tan solo un año es una que simplemente tiene una multitud, pero no tienen una iglesia. Construir una iglesia es un parto lento. No puedes correr.
Presionar para que vaya más rápido es algo que proviene de tu carne. Suele ocurrir que proviene de tu sombra. Cuando me apresuro, sé que algo está mal dentro de mí, que me he apartado de una unión de amor con Jesús.
Ahora mismo estoy utilizando esta pequeña prueba: me pregunto, ¿Me estoy relajando en Jesús? Si voy con prisas, si voy corriendo, si doy opiniones rápidas y hablo mucho, entonces sé que no me estoy relajando con Jesús. Cuando no te relajas en tu tiempo y espacio con Jesús, entonces cometes un montón de errores.
Terminas con una gran cantidad de lo que llamamos «dolor sucio». Siempre cometeremos errores porque somos imperfectos. Pero existe un dolor limpio y un dolor sucio. Con el dolor sucio te apresuras; no reflexionas, no eres prudente, no te tomas el tiempo que deberías.
El dolor limpio es el sufrimiento que acompaña al evangelio. O puede suceder cuando alguien te deja, o cuando alguien que has formado se marcha para liderar otra iglesia. Y es bueno. Es sufrimiento que proviene de seguir a Cristo, especialmente como líder.
¿Qué palabras de aliento bíblico ofrecería a los pastores en esta época?
Yo les diría 1 Corintios 15:58: «Por lo tanto (…), manténganse firmes e inconmovibles, progresando siempre en la obra del Señor, conscientes de que su trabajo en el Señor no es en vano».
Hay momentos en los que en lo único que piensas es en renunciar. Piensas: No puedo continuar. Haré lo que sea. Trabajaré por el salario mínimo. Hay algo que decir acerca de permanecer fiel durante las épocas en las que no puedes sentir nada, cuando estás en un valle, cuando es la noche oscura del alma, cuando no hay mucho fruto en el árbol, como en Habacuc capítulo 3.
Mis palabras de aliento para pastores y líderes son estas: permanece con Jesús. Sirve como líder. Hay un tipo de sufrimiento que viene con ello. Pero te prometo que Dios va a encontrarse contigo. Aguanta durante esas épocas en las que sientes que todo lo que hay en ti pide que abandones la carrera. Quédate ahí y consigue recursos para que tengas algo que ofrecer. Un día mirarás atrás y dirás: «La época más transformadora de mi vida salió de mis fracasos, mis desgracias, y cuando pensé que todo estaba patas arriba». Permanece con Dios, porque Él va a hacer algo en ti y a través de ti.
Traducción por Noa Alarcón.
Edición en español por Livia Giselle Seidel.