Theology

C.S. Lewis nos advirtió sobre los ‘encuentros cercanos’ del tipo evangélico

Si los ovnis son reales, hay que actuar con humildad antes de compartir el Evangelio.

C. S. Lewis planteó algunas preguntas que los cristianos deben preguntarse en caso de un primer contacto.

C. S. Lewis planteó algunas preguntas que los cristianos deben preguntarse en caso de un primer contacto.

Christianity Today July 29, 2023
Ilustración por Mallory Rentsch / Fuente de las imágenes: WikiMedia Commons / Getty

En abril, una familia de Las Vegas llamó al 911 para informar de unos disturbios en su patio trasero. La delincuencia no es poco común en la ciudad, así que eso no sorprendió demasiado al operador de emergencias. Entonces, el hombre al teléfono dijo: «No son humanos».

Los seres, dijo, medían 2.5 o quizás 3 metros de altura, y tenían ojos grandes y brillantes.

«Pensamos que son extraterrestres. Ojos grandes. Tienen ojos grandes. Como… no puedo explicarlo, y la boca grande», dijo. «Son completamente no humanos» [enlaces en inglés].

La policía acudió al lugar, pero no encontraron extraterrestres ni naves espaciales: solo a una familia asustada. Al salir de la casa, uno de los agentes dijo: «Si esos seres de 3 metros vuelven, no nos llamen, ¿queda claro?».

Las historias de encuentros cercanos han recibido cierta credibilidad en los últimos días por los informes oficiales de que tanto el Pentágono como la NASA están estudiando «fenómenos anómalos no identificados», el elegante título alternativo para los objetos voladores no identificados. Recientemente, un informante denunció que el gobierno estadounidense ha recuperado y ocultado en secreto «naves de origen desconocido».

Si hay extraterrestres en nuestro patio trasero colectivo, me gustaría saber: ¿De dónde vienen? ¿Cómo llegaron hasta aquí? ¿Son amistosos?

Y como cristiano, tengo otra pregunta: ¿Debería compartir el Evangelio con ellos?

Puede parecer una pregunta que solo un teólogo del futuro podría abordar, sin embargo, C. S. Lewis ya se planteaba esa idea décadas antes de que Estados Unidos y la Unión Soviética empezaran a competir por enviar gente al espacio.

La investigación de Lewis sobre las preguntas teológicas que plantearía un encuentro con extraterrestres comenzó cuando era niño. Le cautivaron H. G. Wells y las aventuras espaciales de ciencia ficción.

«La idea de otros planetas ejercía sobre mí una atracción peculiar y embriagadora, muy distinta de cualquier otro de mis intereses literarios», escribió Lewis en su autobiografía espiritual Cautivado por la alegría. «Era algo más tosco y más fuerte».

Tras su conversión al cristianismo siendo adulto, mantuvo su fascinación por el espacio exterior. En 1937, él y J. R. R. Tolkien lamentaron la falta de buenas historias de ciencia ficción, por lo que se comprometieron a resolver el problema ellos mismos. Tolkien escribiría un libro sobre viajes en el tiempo, mientras que Lewis se ocuparía del espacio. Ese mismo año, Lewis tuvo una conversación con un estudiante ateo que decía que la importancia de la humanidad estaría ligada a nuestra evolución durante la siguiente fase de «salto de planetas».

Eso le hizo pensar en la concepción de Wells sobre la bondad humana en La guerra de los mundos. Se dio cuenta de que ni el estudiante ni Wells entendían el estado caído de la humanidad.

Mientras que Tolkien nunca concluyó su parte del acuerdo, Lewis escribió una trilogía sobre el espacio, empezando por Más allá del planeta silencioso [Out of the Silent Planet]. La Tierra es llamada «el planeta silencioso» porque en la historia aparece aislada del resto de los planetas no caídos del sistema solar.

En opinión de Lewis, no debemos presumir ninguna supremacía moral con respecto a la vida en otros planetas. Habló más de ello durante una presentación ante líderes anglicanos en 1945.

«Si la Tierra ha sido especialmente buscada por Dios (cosa que no sabemos) eso no implica que sea lo más importante del universo», dijo, «sino solo que se ha desviado».

Un año después de que la Unión Soviética pusiera el Sputnik 1 en órbita alrededor de la Tierra en 1957, Lewis argumentó que el descubrimiento de vida en otros planetas no supondría un gran desafío para la teología cristiana. Pero sí admitió que el descubrimiento de extraterrestres podría plantear preguntas sobre la Encarnación. La idea de que Dios se hizo humano para redimir al mundo podría no tener sentido si también hubiera vida inteligente en muchos otros mundos.

Planteó cinco preguntas para ayudarnos a reflexionar sobre este problema.

1. ¿Existe vida animal o vegetal en algún otro lugar aparte de la Tierra?

Encontrar algas o plantas creciendo en Marte o a través de la galaxia no tendría ramificaciones teológicas significativas relacionadas con la Encarnación.

2. ¿Poseen estas criaturas un «alma racional»?

Si las criaturas descubiertas no tuvieran capacidad moral, entonces no tendríamos que preocuparnos demasiado sobre si la encarnación de Jesús sería eficaz para ellas.

«No tendría sentido ofrecer a una criatura… un don que, por su naturaleza, esa criatura fuera incapaz de desear o de recibir», escribió. «Enseñamos a leer a nuestros hijos, pero no a nuestros perros. Los perros prefieren los huesos».

3. ¿Comparten los extraterrestres la condición caída de los seres humanos?

Podría ser que los humanos fueran las únicas «ovejas perdidas» que el Buen Pastor necesitaba salvar. Lewis observó que los no cristianos «parecen pensar que la Encarnación implica algún mérito o excelencia particular en la humanidad. Pero, por supuesto, implica justo lo contrario: un demérito y una depravación particulares». Cristo vino a salvar a los pecadores. Si los extraterrestres no fueran pecadores, entonces no necesitarían a Jesús como nosotros.

4. Si están caídos, ¿Cristo murió por ellos?

Es posible imaginar que Jesús murió en el Calvario para salvar también a los pecadores de otros planetas. Pero eso podría llevar demasiado lejos nuestras ideas sobre la Encarnación, ya que Cristo se encarnó específicamente como ser humano. Quizás Jesús «se encarnó en otros mundos además de la Tierra y así salvó a otras razas distintas de la nuestra», dijo Lewis. Sabemos que el amor de Dios se extendió hasta nuestras almas perdidas y no deberíamos suponer que no iría más allá.

5. ¿Es el modo de redención que conocemos el único posible para que Cristo redima?

Al mismo tiempo, Lewis argumentó que nuestra visión de la salvación está moldeada por nuestra experiencia limitada. ¿Podría haber otros planes de redención para otros planetas? «Tanto las condiciones espirituales como las físicas podrían diferir mucho en mundos distintos», afirmó.

Esta pregunta, según Lewis, parte de «lo que no es meramente desconocido, sino totalmente incognoscible a menos que Dios lo revele». Sin embargo, la pregunta teórica podría convertirse en real con el descubrimiento de ovnis en Las Vegas o en cualquier otro lugar.

Si la respuesta a las cinco preguntas de Lewis es «sí», entonces nos queda la conclusión de que la redención del cosmos viene a través de la Encarnación de Jesús, lo que significa que viene a través de la humanidad.

«Esto sin duda daría al hombre una posición central», escribe Lewis. «Pero tal posición no implicaría ninguna superioridad nuestra, ni ningún favoritismo de Dios».

Tampoco nos otorga la responsabilidad de la evangelización intergaláctica. Lewis advirtió que no deberíamos asumir inmediatamente la responsabilidad de convertir a criaturas de otros mundos, puesto que hemos demostrado no ser dignos de confianza en el único planeta que hemos conocido. En nuestro estado caído, comparable solo a una pesadilla, nosotros, como humanidad, inevitablemente maltratamos a los extraños.

«El hombre destruye o esclaviza a todas las especies que puede», escribió Lewis. «El hombre civilizado asesina, esclaviza, engaña y corrompe al hombre salvaje».

No todo el mundo, por supuesto, trata inmediatamente de subyugar a todo extraño con el que se encuentra. Pero la historia nos ha enseñado, dijo Lewis, que los que se aventuren a salir al espacio y a entrar en contacto con estos extraterrestres teóricos «serán el aventurero necesitado y codicioso, o el experto técnico despiadado».

Para establecer el primer contacto, podríamos unirnos como cristianos y enviar primero misioneros como mejores emisarios del mensaje evangélico. Pero tampoco podemos confiar tanto en ese enfoque.

«“Armas y evangelio” se han combinado horriblemente en el pasado», dijo Lewis. «El santo deseo del misionero de salvar almas no siempre se ha mantenido bien diferenciado del arrogante deseo… de (como él lo llama) “civilizar” a los (como él los llama) “nativos”».

A medida que la salud de Lewis se desvanecía, la idea de que podríamos llegar a otros planetas se hacía cada vez más tangible para la humanidad. Tanto Estados Unidos como la Unión Soviética lanzaron naves para explorar Venus, y cinco meses antes de la muerte de Lewis, la Unión Soviética envió su primera nave espacial alrededor de Marte.

Aquellos encuentros con otros mundos fueron apasionantes. Como lo son los posibles encuentros en nuestros días, desde la llamada al 911 en Las Vegas, el testimonio ante el Congreso, o los astronautas que averiguan cómo establecer un puesto de avanzada en la Luna.

Pero Lewis, pensando en este futuro como teólogo, nos recuerda que debemos preocuparnos primero por nuestras propias limitaciones morales, y que debemos reconocer que nuestra capacidad de exploración no se puede aislar de nuestra capacidad de explotación.

Si la Gran Comisión nos lleva al gran cosmos, Lewis nos recordaría que caminemos humildemente sobre la superficie de otros planetas.

Aaron Earls escribe sobre fe, cultura y C. S. Lewis en The Wardrobe Door. También es redactor jefe de Lifeway Research.

Traducción y edición en español por Livia Giselle Seidel.

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