‘Porque tuve hambre’: el versículo que los evangélicos de Brasil no pueden olvidar

¿Seremos recordados por nuestras aspiraciones políticas o por alimentar a los hambrientos?

Christianity Today February 1, 2023
Ilustración por Mallory Rentsch / Source Images: WikiMedia Commons / Unsplash

Está leyendo la traducción al español del ganador del Segundo Concurso Anual de Ensayo de Christianity Today en portugués. Obtenga más información sobre este certamen y el trabajo multilingüe de CT, y consulte los ensayos ganadores escritos originalmente en chino, francés, indonesio y español.

El censo de 2010 de Brasil reveló que los evangélicos en el país habían llegado a ser casi una cuarta parte (22.2 %) de la población total. Muchos esperan que este número sea aún mayor en el próximo censo. Según las estimaciones más optimistas, para 2040 la población evangélica de Brasil sobrepasará a la población católica (quienes según los datos de 2010 representaban el 64.4 % de la población).

Con el aumento del número de evangélicos, esta comunidad tiene la oportunidad de pensar en el legado que dejará en Brasil. ¿Qué impacto concreto debería tener su presencia en el país? O quizá, más importante, ¿cómo cambiarán las vidas de los que más sufren como resultado de la expansión de la influencia de los evangélicos?

Con el crecimiento del número de evangélicos, espero que el impacto de nuestro testimonio cristiano en el país también crezca. Pero debemos elegir cuál será el enfoque de nuestro testimonio. ¿Aumentar nuestros números en las salas de poder? ¿O proclamar el reino y cuidar de los que sufren?

El hambre en Brasil y en la Biblia

El pasado julio, Brasil regresó al mapa del hambre de Naciones Unidas, seis años después de haberlo abandonado por primera vez. Hoy hay al menos 61 millones de brasileños que sufren alguna clase de inseguridad alimentaria, y un 4 % de la población sufre de hambre crónica. Los datos son alarmantes, sobre todo porque Brasil es uno de los mayores productores globales de comida. Hay una gran cantidad de comida, pero no llega a las mesas de todos. [Los enlaces de este artículo redirigen a contenidos en portugués e inglés].

El hambre es un problema global, una parte de la historia humana desde tiempos inmemoriales. El hambre y la inanición se muestran numerosas veces en la Biblia, junto con la provisión de Dios. En Génesis 46 la mano de Dios es evidente al llevar a Jacob y a sus hijos a ir a Egipto. El país estaba gobernado por un José al que creían muerto, quien, con un movimiento estratégico, había convertido Egipto en el gran granero del mundo.

Este tema se repite en la parábola del hijo pródigo (Lucas 15:11-32). En esta parábola, Jesús menciona una hambruna extrema que asola la región a la cual el hijo caprichoso ha huido después de gastarse toda su parte de la herencia. Vemos la misericordia del padre con ese joven que estaba sufriendo los efectos del hambre, tanto física (por la escasez de comida) como espiritualmente (por la separación de su padre).

En Deuteronomio 15 Dios enseña a su pueblo acerca de los años de perdón de deudas, en los que los acreedores debían perdonar a sus deudores. Aquí vemos que a Dios le importa que su pueblo mantenga estándares de vida decentes para todos, y que nadie sufra carencia al proveer para sus necesidades esenciales. El versículo 11 da una clara instrucción con respecto a esto: «Por eso te ordeno que seas generoso con tus hermanos hebreos y con los pobres y necesitados de tu tierra» (NVI).

Las crisis y la inseguridad económica, social, energética y alimentaria son fruto de la caída. Pero eso no significa que Dios haya perdido el control de la historia o de que haya abandonado a la humanidad a su propio sufrimiento. Entonces, si Dios no nos ha abandonado al dolor, ¿cuál debería ser el papel del cristiano frente al sufrimiento?

La creciente influencia de los evangélicos (como resultado de su crecimiento numérico) ha llevado a muchos dentro de la iglesia a sentirse seducidos por los sueños de poder y control y, con esto, a olvidarse del enfoque principal de su testimonio: el amor. Sin embargo, la iglesia en Brasil no debe alimentar una visión triunfalista del crecimiento y la influencia.

Los cristianos no hemos sido llamados, rescatados, salvados y apartados por el Señor para implementar un sistema de poder. Pablo deja claro en Filipenses 3:20 que «somos ciudadanos del cielo». Nuestra responsabilidad es proclamar el reino, no solo predicando la Palabra, sino también cambiando la realidad del curso del pecado para desplegar la belleza y grandeza del Señor.

El hambre es un ejemplo de los efectos devastadores del pecado. Hasta que llegue ese tiempo perfecto en el que viviremos en el futuro reino de Dios, seguiremos batallando con el pecado y el sufrimiento. Más allá de cumplir nuestro papel como ciudadanos, necesitamos comprender nuestro papel como siervos de Dios. Al hacerlo, debemos comprender lo que Dios ha hecho a través de sus siervos en el mundo, en armonía con su propósito perfecto. Hay algunos ejemplos especialmente buenos del testimonio cristiano.

Testimonio cristiano en medio de los que sufren

Hace diez años, Georg Emmerich, pastor metodista, abrió la Igreja nas Ruas (Iglesia de las Calles) en Natal, Rio Grande do Norte, un estado empobrecido en el noreste de Brasil. Emmerich creía que la iglesia estaba muy limitada al permanecer dentro de sus cuatro paredes, cuando su ministerio realmente debía comenzar fuera de ellas.

Cuando el número de personas sin hogar comenzó a crecer en Natal, Emmerich y otros creyentes decidieron comenzar un proyecto que tenía como objetivo servir comidas diarias y ofrecer un servicio de baños portátiles en la comunidad. Desde 2013 han proporcionado 40 000 comidas y 10 400 baños.

A mediados de 2020, él y otros voluntarios instalaron lavabos en varios lugares por todo Natal para que la gente sin hogar pudiera lavarse las manos y estuvieran más protegidos en la lucha contra la COVID-19. Además de estas acciones, la iglesia está inmersa en ministerios de evangelización y discipulado, y ayuda a los que luchan contra las adicciones para que entren en rehabilitación.

Sinvaldo Queiroz fundó Casa da Vida, un ministerio de Vitória da Conquista, en Bahia, también en el noreste del país, que proporciona alojamiento para pacientes pobres que viajan largas distancias para recibir tratamiento en el hospital de la ciudad. Él y su congregación bautista también han organizado eventos como Juntos pela Bahia en respuesta a las inundaciones provocadas por las fuertes lluvias de finales de 2021 y principios de 2022. En colaboración con la Alianza Evangélica Brasileña, recibieron voluntarios de las iglesias de todo Brasil para distribuir agua y comida, mostrando compasión y solidaridad. Para Queiroz, lo que marca una importante diferencia es el poder del testimonio comprometido de las comunidades de fe centradas en el evangelio y que comprenden la integridad de la misión, aunque no siempre sea medible.

Muchas organizaciones cristianas también están implicadas en obras de compasión. El año pasado, la Junta de Misiones de la Convención Bautista Brasileña distribuyó más de 600 cestas de comida básica, así como botellas de agua mineral y leche, a familias de bajos ingresos afectadas por tres desastres naturales. World Vision se asoció con 500 iglesias y más de 1200 líderes religiosos para servir a los más pobres de Brasil. «Tenemos que reforzar el mensaje de Cristo de cuidar de los pobres en nuestras iglesias», dice Thiago Crucciti, director nacional de Visão Mundial Brasil. «Los cristianos debemos salir y servir a los vulnerables allá donde estén».

El proyecto Cristolândia, un ministerio que ayuda a las personas que batallan con adicciones, es otro gran ejemplo. (El nombre es un juego de palabras con la palabra peyorativa Cracolândia, de «crack», que se suele utilizar para describir las zonas con grandes concentraciones de drogadictos). Creado por la Junta de Misiones de la Convención Bautista Brasileña en 2009, la organización tiene ahora más de 40 unidades en nueve estados.

Al igual que el hambre, las drogas son otro ejemplo de la devastación del pecado. Iniciativas como Cristolândia, que ofrecen tanto apoyo como evangelización, deberían replicarse en las iglesias de todo Brasil. Lo que debería unir a los cristianos es Cristo, la proclamación de su evangelio y su presencia en medio del sufrimiento. Después de todo, Él es «Dios con nosotros»: Emanuel.

Más evangélicos, más amor, más impacto

El hambre, la adicción, la violencia y otros problemas similares son síntomas del pecado: señales de una sociedad que está enferma y alejada de Dios. Aunque estos males no son exclusivos de Brasil, la población evangélica tan grande del país debería ser más activa en buscar su alivio. Esto no solo incluye orar, hacer campaña por políticas públicas o supervisar el uso correcto de los recursos públicos, sino también implementar, dentro de nuestras comunidades y organizaciones locales, proyectos que anuncien el Reino y alivien el sufrimiento.

Un buen lugar para comenzar es evaluar cada área de nuestra vida desde una cosmovisión cristiana y comprender que no podemos ignorar el impacto que tiene el pecado a nuestro alrededor. Con este fin, Gerson Pacheco, exdirector de ChildFund Brasil, defiende que la proclamación del evangelio y la transformación social han de ir de la mano, pero son dos intervenciones distintas.

Según Pacheco, los evangélicos cumplen el mandato de proclamar el evangelio, pero no prestan tanta atención a cuestiones como el hambre y la pobreza. Asegura que la iglesia evangélica brasileña, en términos generales, no es consciente de los datos de pobreza en el país y no trabaja con ellos. Debido a que la iglesia no usa estos datos, no adopta una metodología y no hace planificación, la mayoría de sus proyectos se limitan al mero asistencialismo. Por lo tanto, sus esfuerzos no generan una transformación duradera ni un impacto social.

La transformación social implica no solo programas enfocados al bienestar, sino también al cuidado y la sostenibilidad, algo que requiere conocimientos, tiempo y dedicación. No es suficiente con plantar. Si queremos cosechar fruto y obtener sostenibilidad en nuestras iniciativas y eficacia en nuestro testimonio, también debemos regar, fertilizar y podar.

El Brasil evangélico tiene mucho que aprender en términos de testimonio. Y eso comienza supliendo las necesidades básicas de la gente que nos rodea.

«Porque tuve hambre, y ustedes me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; fui forastero, y me dieron alojamiento; necesité ropa, y me vistieron; estuve enfermo, y me atendieron; estuve en la cárcel, y me visitaron» (Mateo 25:35-36).

Lucas Meloni es periodista en Rádio Trans Mundial (RTM) y coordinador de comunicaciones de la Primera Iglesia Bautista de São Caetano do Sul. Estudia en la Facultad Teológica Bautista de São Paulo (FTBSP) y es el autor de Escritos de um Suburbano.

Traducción de portugués a inglés por Paul Connolly.

Traducción de inglés a español por Noa Alarcón.

Edición en español por Livia Giselle Seidel.

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