Dejando el patriarcado en el pasado

Las Sagradas Escrituras afirman una autoridad masculina generalizada, dice John Stackhouse—sólo que no para siempre.

Christianity Today October 9, 2015

Esta traducción fue publicada en colaboración con la Conferencia Nacional de Liderazgo Cristiano Hispano (NHCLC, por sus siglas en inglés).

¿Cuáles son los roles apropiados que Dios ha ordenado para hombres y mujeres—dentro de la iglesia, la familia, el lugar de trabajo, y la sociedad en general? Al contestar estas preguntas, los evangélicos conservadores a menudo se identifican a sí mismos como “complementaristas” (hombres y mujeres tienen distintos roles complementarios), mientras que sus colegas se identifican a sí mismos como “igualitarios” (hombres y mujeres colaboran en cumplir la responsabilidades que se les han asignado por igual a ambos).

John G. Stackhouse, Jr., erudito evangélico y comentarista canadiense, trasciende estos alineamientos familiares en su nuevo libro. Como un autoproclamado “igualitario conservativo,” se separa de las feministas liberales que rechazan las Sagradas Escrituras porque promueven un patriarcado eterno. Pero él también encuentra falla con los igualitarios evangélicos que reinterpretan numerosos pasajes para decir algo distinto a lo que la iglesia históricamente ha creído que ellos dicen.

En su libro Partners in Christ: A Conservative Case for Egalitarianism (IVP Academic), Stackhouse admite que varios pasajes en el Nuevo Testamento fomentan un punto de vista extensamente complementario. Él afirma, sin embargo, que una vez que una cultura ha dejado atrás los orígenes patriarcales, estos pasajes ya no se necesitan obedecer.

El libro identifica una doble tradición en la Escritura con respecto a la esclavitud y el estatus de la mujer. En cada caso, existen pasajes que parecen que bendicen al status quo, mientras otras palabras y temas señalan en direcciones de liberación. Stackhouse resuelve la tensión a través de ver las afirmaciones del estatus quo como temporales—destinadas a ser sustituidas, con el tiempo, por el mensaje más grande de libertad.

Stackhouse reconoce que la mayoría de igualitarios encontrarán su posición muy conservadora. En las culturas musulmanes convencionales, por ejemplo, él disuade a los cristianos de pregonar los derechos de la mujer intensamente, por el bien de preservar oportunidades evangelísticas. Ni tampoco los “complementaristas blandos” encontrarán en Stackhouse un aliado confiable, ya que insiste que los “pasajes problemáticos” de Pablo y Pedro quieren decir lo que la gran mayoría de cristianos en la historia entendieron que significaban: restricciones significativas en los roles de liderazgo de la mujer dentro y fuera de la iglesia, y sumisión a la primacía varonil en el matrimonio.

Stackhouse también descarta el método estándar de feministas bíblicas, que apuntan a las razones históricas, culturales, y lingüísticas para no tomar estos pasajes como patriarcales en su ambientación original. Él pregunta, ¿Por qué Dios permitiría a la iglesia malentenderlos totalmente por tan largo tiempo?

Hoy, al menos en el Occidente, Stackhouse nos haría deshacernos de los métodos complementaristas por la posibilidad de que ellos impidan la propagación del evangelio. Las mujeres que están apropiadamente dotadas y capacitadas deberán asumir la responsabilidad y liderar. Stackhouse tiene un catálogo excelente de las razones por las cuales las mujeres a menudo no logran liderar, aun cuando los varones quieren que lo hagan. Los hombres, él admite, a menudo tienen la culpa, porque insisten en que las mujeres se adapten a los estilos de liderazgo masculinos.

El análisis de Stackhouse siempre recompensa una cuidadosa consideración. Pero los desacuerdos de seguro surgen. Los complementaristas fuertes sin duda se opondrán a que Stackhouse no logra demostrar que los pasajes claves del Nuevo Testamento deben dejarse a un lado cuando las sociedades aceptan nuevas normas de género. Los igualitarios posiblemente apuntarán a las veces cuando los cristianos iban a la delantera en los esfuerzos de emancipación. Ellos advertirán que si los creyentes esperan a que las sociedades progresen más allá del patriarcado antes de apoyar a los derechos de la mujer, la espera será intolerablemente larga.

Con algunas excepciones (él ocasionalmente cataloga las opiniones opuestas como “ridículas”), Stackhouse escribe con un espíritu respetuoso, humilde. Él no pretende tener la última palabra en los roles de género y las relaciones de varón—hembra. Su libro Partners in Christ estimula a los creyentes a adoptar la posición con el menor número de problemas, en vez de uno que ate todos los cabos sueltos. Tan importante como es analizar (y debatir) el punto de vista de la Biblia sobre los roles de género, nuestros desacuerdos no nos deben prevenir de unirnos para amar, servir, y avanzar el reino de Dios.

Craig L. Blomberg enseña Nuevo Testamento en el Seminario Denver.

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