10 oraciones por el año nuevo

2022 fue un año lleno de pruebas y dificultades para muchos. Aquí algunas ideas para orar por un mejor 2023.

Christianity Today January 10, 2023
Annie Otzen / Getty

1. Una oración para un nuevo comienzo:

Señor, gracias por otro año de vida y por tu fiel provisión durante 2022. Traemos ante ti todas las decepciones y el trabajo inacabado, y te pedimos tu misericordia, tu paz y tu gozo al mirar hacia el año 2023. Que nos deleitemos con el regalo de tu presencia mientras discernimos el camino que tienes preparado para nosotros.

2. Una oración por nuestros hábitos:

Señor, confesamos que pasamos gran parte del día distraídos, consumiendo las cosas que nos rodean. Nuestros hábitos a menudo carecen de intención y nos conducen a vivir vidas distraídas y centradas en nosotros mismos. Te pedimos que llames nuestra atención sobre las formas poco saludables en que invertimos nuestro tiempo, energía, pensamientos, talentos y dinero. Muéstranos los viejos hábitos que debemos abandonar y los nuevos que debemos poner en práctica. Por medio de tu Espíritu, conviértenos en personas más misericordiosas que te amemos a ti y a nuestro prójimo con mayor intencionalidad.

3. Una oración para sanar las relaciones:

Señor, hay muchas formas en las que fallamos en nuestras relaciones. Nos olvidamos de llevar las cargas del otro, recordamos las ofensas y juzgamos los motivos del otro. Ayúdanos a confesar los pecados que hemos cometido contra otros. Ayúdanos a perdonar y a buscar el perdón de los demás. Que tu Espíritu sane las heridas y traiga unidad a las relaciones dañadas, para que nos amemos unos a otros como tú nos amas.

4. Una oración por los que están cansados:

Señor, los últimos años han estado colmados de enfermedad, muerte, pérdida de empleos, aislamiento, ansiedad, miedo y división. Estamos cansados. En nuestro cansancio, confesamos nuestro cinismo y nuestro escepticismo y te pedimos que nos renueves. Danos ojos para ver la vida del reino que Cristo ha prometido, y llénanos de una esperanza que nos permita vivir cada día con generosidad, templanza y gozo.

5. Una oración por los solitarios:

Señor, tú eres el padre de los huérfanos y colocas a los solitarios en familias. Este año, ayúdanos a unirnos a ti en esa obra. Danos ojos para ver a los que se sienten solos entre los que nos rodean. Ayúdanos a fijarnos en los huérfanos, en las familias monoparentales, en los ancianos, en los encarcelados, en los que no tienen un hogar y en los refugiados que habitan entre nosotros. Amplía nuestra capacidad de ser hospitalarios con aquellos que anhelan un sentido de pertenencia y formar parte de una familia.

6. Una oración por los que sufren:

Señor, ayúdanos a recordar a aquellos que sufren entre nosotros y ayúdanos a ser fieles en nuestras oraciones por ellos y en el servicio a ellos. También te pedimos que fortalezcas a tus siervos, quienes se encuentran en diferentes partes del mundo, para que sean las manos y los pies de Jesús, especialmente en los lugares donde la guerra, la violencia, el hambre y la enfermedad están devastando a las familias y a las comunidades.

7. Una oración por nuestro prójimo:

Señor, ayúdanos a prestar mayor atención a nuestro prójimo este año. Que nos aprendamos los nombres de nuestros vecinos, de las personas que nos sirven el café y la gasolina cada semana, y de las familias con quienes nos encontramos en el parque. Recuérdanos ser una fuente de bendición, incluso en las formas más ordinarias y sencillas, mientras aprendemos a permanecer en tu amor y a extenderlo hacia nuestro prójimo.

8. Una oración por nuestro trabajo:

Señor, tú has colocado cristianos en todas las industrias y ciudades. Ayúdanos a administrar bien nuestro trabajo este año, no solo para el bienestar de nuestras familias, sino también para el florecimiento de los demás. Permítenos ser una presencia restauradora en nuestros lugares de trabajo. Ordena nuestras organizaciones para que reflejen tu creatividad, tu bondad y tu justicia. Ayúdanos a actuar con rectitud y generosidad con aquellos cuyo trabajo es a menudo marginado por la sociedad.

9. Una oración por la comunidad cristiana:

Señor, ayúdanos a no ser consumidores en nuestras iglesias locales, ni a pensar de forma transaccional sobre nuestros hermanos y hermanas en la fe. En cambio, muéstranos cómo nutrir una verdadera comunidad cristiana este año. Danos la iniciativa y la perspicacia para saber cómo cultivar un mayor amor por el pueblo de Dios. Ayúdanos a compartir nuestras vidas con los demás de tal manera que las personas que conozcamos sean atraídas a ti.

10. Una oración por nuestras manos y pies:

Señor, bendice nuestras manos para que te sirvan con mayor fidelidad. Guía nuestros pies para que sigan tus pasos, imitando el ejemplo que nos diste durante tu tiempo en la tierra. Ayúdanos a seguirte y a obedecerte. Capacítanos por medio de tu Espíritu para amarnos los unos a los otros con amor constante e intencional.

Dennae Pierre es codirectora de The Crete Collective, Surge Network y City to City North America. Sirve en Roosevelt Community Church en el centro de Phoenix, Arizona. Dennae y su esposo Vermon tienen cinco hijos.

Traducción por Sofía Castillo.

Edición en español por Livia Giselle Seidel.

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Luz del mundo, esperanza para las naciones

Epifanía | Una lectura de Adviento para el 6 de enero.

Mateo 2:10-11

Mateo 2:10-11

Christianity Today January 6, 2023
Stephen Crotts

Lea Mateo 2:1–12 e Isaías 49:6; 60:3

A lo largo de la historia, los humanos han levantado la mirada al cielo nocturno para buscar las señales de lo alto. Esa tendencia ha llevado a muchos a adorar las estrellas y los cuerpos celestes. En Génesis 1 no se utilizan los términos sol y luna; en cambio, son descritos como el astro mayor y el menor (v. 16), probablemente para evitar nombres que normalmente se evocaban en la adoración a los ídolos en el antiguo Cercano Oriente.

No obstante, Dios pronto usaría esa misma búsqueda humana de señales en las estrellas para revelar su pacto: le ordenó a Abraham que mirara y fuera testigo de las innumerables estrellas, presagiando la bendición de su descendencia a las naciones. Cientos de años después, sin embargo, cuando los hijos de Abraham fueron llevados al exilio en Babilonia, parecía que la oscuridad de las naciones había devorado la luz. Parecía que se había perdido la esperanza.

Pero en Mateo 2 encontramos un giro inesperado de redención. Nos encontramos con los magos —de una clase alta conocida por la astrología (y la idolatría) y que probablemente provenían de la misma región en donde había sido exiliado el pueblo de Dios—, cuyo estudio de los cielos les había conducido a la fe en la promesa de Abraham. ¿Se habían cumplido finalmente las historias transmitidas por Daniel y por los exiliados en Babilonia? Al aventurarse, posiblemente, al mismo viaje de 1500 kilómetros (900 millas) desde la antigua Babilonia hasta Jerusalén que los exiliados que regresaron habían recorrido tantos años antes, los magos buscaban respuesta a una sola pregunta: «¿Dónde está el que ha nacido rey de los judíos?» (v. 2).

Su búsqueda reveló un profundo anhelo espiritual: «Vimos levantarse su estrella y hemos venido a adorarlo». Su viaje fue un cumplimiento de la visión profética de Isaías y un presagio de lo que iba a suceder: «Yo te pongo ahora como luz para las naciones, a fin de que lleves mi salvación hasta los confines de la tierra» (49:6). El «astro menor» de la estrella dirigía a los magos hacia el «astro mayor» en el pequeño pueblo de Belén, lo suficientemente brillante como para iluminar a las naciones. La luz había venido al mundo, y la oscuridad no podría vencerla.

La luz de la Epifanía —la aparición de Dios en la llegada de Jesús— sigue ofreciendo esperanza a todas las naciones que andan a tientas por la oscuridad en busca de la verdad divina. Como nos demostraron los magos, ¡estas nuevas son demasiado buenas como para no compartirlas! Estos sabios de Oriente siguen enseñándonos que debemos viajar a lo largo y a lo ancho para compartir la noticia de que Jesús es la Luz del mundo y la esperanza para las naciones. Como nos dicen las Escrituras: «Ustedes son descendencia escogida, sacerdocio regio, nación santa, pueblo que pertenece a Dios, para que proclamen las obras maravillosas de aquel que los llamó de las tinieblas a su luz admirable» (1 Pedro 2:9).

Rasool Berry es el pastor de la iglesia The Bridge en Brooklyn, Nueva York. También es el presentador del pódcast Where Ya From?

Reflexione sobre Mateo 2:1–12 e Isaías 49:6; 60:3.


¿Qué revela la visita de los magos acerca de la identidad y el propósito de Jesús? ¿De qué manera el Espíritu de Dios le anima a usted a responder a Jesús, la Luz del mundo?

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News

El Congreso estadounidense sigue siendo mucho más cristiano que el resto del país

Los legisladores cada vez se identifican menos con una denominación en particular, pero pocos afirman no tener una afiliación religiosa.

Christianity Today January 4, 2023
Win McNamee / Getty Images

Por primera vez en la historia del informe Faith on the Hill del Pew Research Center, es más probable que encuentres a un bautista dentro de los pasillos del Congreso de los Estados Unidos que fuera de él. [Los enlaces de este artículo redirigen a contenidos en inglés].

A medida que la afiliación a las principales denominaciones sigue disminuyendo, aumenta la diferencia entre las afiliaciones religiosas de los estadounidenses y las de sus representantes.

En el Congreso número 118, el 88 % de los legisladores se identifican como cristianos, en comparación con el 62 % de los adultos estadounidenses. Solo 1 de los 534 miembros del Congreso afirma no tener una afiliación religiosa (0.2%), frente al 29 % a nivel nacional.

En 2023, el número de bautistas en el Congreso —la identidad denominacional más popular— se mantuvo relativamente estable con un 13 %, mientras que la afiliación bautista disminuyó a nivel nacional al bajar al 11 %, en comparación con el 15 % de 2021.

Actualmente hay 57 bautistas en la Cámara de Representantes y otros 10 en el Senado, entre ellos los bautistas del sur Ted Cruz, Mitch McConnell, Lindsey Graham y James Lankford. Otros bautistas, como Raphael Warnock, proceden de denominaciones bautistas predominantemente afroamericanas, como la Convención Nacional Bautista Progresista.

Hasta 2008, el porcentaje de estadounidenses que se identificaban como bautistas siempre había superado a la representación bautista en el Capitolio. Asimismo, durante años, las principales tradiciones estuvieron sobrerrepresentadas en la Cámara de Representantes y el Senado, ya que los miembros del Congreso habían sido menos propensos que el resto de la población a identificarse con afiliaciones como la pentecostal y la no denominacional.

Recientemente, sin embargo, más legisladores cristianos eligen etiquetas genéricas en lugar de identificarse con una denominación concreta. En el Congreso de hoy, los representantes tienen casi el doble de probabilidades de llamarse a sí mismos protestantes de denominación «no específica/otra» (20 %) o «no denominacional» (2.8%) que la confesión más popular (la denominación bautista, con un 12.5%).

La tendencia es aún más fuerte entre los recién llegados al Congreso. Entre los 52 legisladores novatos que son protestantes, la mitad son protestantes de denominación «no específica» o «no denominacional», y muchos de ellos se identifican como evangélicos.

Eli Crane, congresista entrante por Arizona que pertenece a esa categoría, ha compartido su testimonio en una serie en Pray.com y ha hecho referencia a un periodo de formación bajo el liderazgo de Miles MacPherson en la iglesia The Rock Church, una congregación evangélica de San Diego.

Otro nuevo protestante en esta categoría, el representante de Misuri Mark Alford que asiste a la iglesia Evangel Church de Kansas City, publicó Proverbios 3:5-6 antes de la toma de posesión del lunes.

«Dame discernimiento, sabiduría y valor en las decisiones que tome aquí en Washington, y dame compasión y comprensión por… nuestros electores en casa», oró.

Mientras que los protestantes de denominación no específica ganaron once escaños en el Congreso y los protestantes no denominacionales sumaron tres, por su parte los grupos denominacionales mantuvieron el mismo número —tal como los bautistas y los luteranos—, u obtuvieron menos —como los metodistas, presbiterianos y episcopales—.

Cada uno de estos tres últimos grupos tiene menos miembros en este Congreso que en el anterior: los metodistas perdieron 4 miembros y bajaron a 31, los presbiterianos perdieron 1 miembro y bajaron a 25, mientras que los episcopales perdieron 4 y bajaron a 22. También hay 10 legisladores católicos menos en esta legislatura.

Aunque la composición religiosa del Congreso está empezando a reflejar el declive de las denominaciones y el auge del evangelicalismo no denominacional, aún le falta el otro componente principal del cambiante panorama religioso estadounidense: los llamados «nones», es decir, sin afiliación religiosa.

La congresista Kyrsten Sinema, de Arizona, sigue siendo la única miembro del Congreso que respondió no tener afiliación religiosa, una categoría que ahora comprende casi un tercio (29 %) de los adultos estadounidenses y es la afiliación de más rápido crecimiento del país. Otros 15 demócratas y un republicano eligieron no especificar su afiliación religiosa.

Algunas tradiciones cristianas más pequeñas recibieron un impulso de los líderes recién elegidos. Hay una cristiana ortodoxa más, la diputada Mary Peltola, quien es miembro de la Iglesia Ortodoxa Rusa y congresista demócrata por Alaska, con lo que el total de ortodoxos asciende a ocho.

Solo dos miembros del Congreso se identifican como reformados, y ambos son de Michigan. La legisladora novata y demócrata Hillary Scholten (cuya campaña de 2020 fue cubierta por CT) asiste a la Iglesia Cristiana Reformada de LaGrave Avenue, mientras que el titular republicano Bill Huizenga es exalumno de la Universidad Calvin.

Una nueva miembro, la diputada republicana de Florida Anna Paulina Luna, se identifica como cristiana y dice que fue «criada como judía mesiánica». Es la única judía mesiánica en el Congreso.

Traducción y edición en español por Livia Giselle Seidel.

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News

Tras tres meses, Matt Chandler fue restaurado a su pastorado

La iglesia The Village ofrece pocos detalles del proceso, pero afirma haber tenido éxito.

Los ancianos de la iglesia The Village oran sobre Matt Chandler y afirman su regreso al púlpito.

Los ancianos de la iglesia The Village oran sobre Matt Chandler y afirman su regreso al púlpito.

Christianity Today January 4, 2023
Screengrab / The Village Church

Matt Chandler regresó al púlpito de la iglesia de The Village el primer domingo de diciembre, y fue restaurado para servir en el ministerio por los ancianos de la iglesia de Texas poco más de tres meses después de que se tomara un descanso para lidiar con lo que uno de los ancianos denominó «algunas dificultades que se presentaron».

Unos minutos más tarde, Chandler, de 48 años, comenzó a predicar sobre el pecado.

«A mi entender, he caído de la gloria de Dios y Él me ha recibido con gracia», dijo. «A mi entender, soy incoherente y en mí hay espacios de hipocresía, y hay partes de mí que ni siquiera entiendo».

Tras citar Efesios 2:13-17, Chandler animó a la congregación a ver que la verdadera promesa de la Navidad es la reconciliación con Dios. Pero eso solo puede comenzar, dijo, si la gente reconoce su pecado, como él mismo hizo lo en ese mismo escenario a finales de agosto.

«Humillarnos ante el Dios viviente nos da una oportunidad para la paz», predicó durante el servicio transmitido en vivo. «Hay una parte en todo esto sobre la que tengo que asumir la responsabilidad. Puede que solo sea un uno por ciento, pero es mi uno por ciento. Perdónenme. Ahora tenemos una esperanza de reconciliación».

Aunque él reconoció su pecaminosidad de nuevo el domingo, Chandler no ofreció más detalles sobre la situación que condujo a su ausencia. A finales de agosto confesó una relación inapropiada por internet con una mujer con la que se estaba mensajeando por Instagram. Chandler dijo en aquel momento que el intercambio en curso no era ni sexual ni secreto —su mujer sabía de ello—, pero los ancianos de la iglesia, sin embargo, se preocuparon por «la frecuencia y la familiaridad» y, específicamente, «por una familiaridad que se desarrollaba con chistes tontos y bromas pesadas».

Una declaración [enlaces en inglés] de la iglesia en agosto dijo que los mensajes directos violaban su política para las redes sociales y que iban más allá de lo aceptable. Los ancianos determinaron que no es que Chandler no estuviera calificado para el ministerio, según la declaración, pero que había «cierta falta de salud en su vida».

No hay información disponible sobre la mujer con la que Chandler hablaba o de si ella se sintió herida de algún modo a causa de la relación en línea. También se desconoce su perspectiva sobre la disciplina y el proceso de restauración. Ella no fue mencionada, ni siquiera de manera indirecta, en el servicio de ese domingo.

Josh Patterson, uno de los pastores principales, le dijo a la congregación que Chandler había sido disciplinado porque la iglesia tiene «estándares muy altos» para sus líderes.

Dijo que después de tres meses de ausencia y un proceso de disciplina y desarrollo, los ancianos afirmaban sin duda alguna la restauración de Chandler. El regreso de Chandler, dijo, le recordaba a cuando un atleta regresa después de una operación de rodilla.

«Ese atleta regresa al campo de juego quizá con un poco de timidez, pensando si la rodilla estará bien», le dijo a la iglesia. Luego se volvió hacia Chandler y le dijo: «Hermano, la rodilla está bien. A correr».

La restauración llega en un momento en que los Bautistas del Sur buscan establecer estándares para que los ministros regresen al púlpito después de un escándalo o de un fallo moral. El expresidente de la Convención Bautista del Sur, Johnny Hunt, fue restaurado al ministerio la semana pasada, seis meses después de que una investigación externa descubriera que la acusación de una agresión sexual de su parte era creíble.

Los ministros del equipo de cuidado espiritual de Hunt lo compararon con el hombre golpeado y herido a un lado del camino en la parábola del buen samaritano, sin expresar ninguna preocupación por la esposa del pastor que afirmó que Hunt la había agredido. Los cuatro hombres dijeron que, debido a que Hunt expresó «un quebrantamiento genuino y humildad ante Dios», podía regresar al ministerio. El actual presidente de la convención, Bart Barber, dijo que, si él tuviera el poder, apartaría del ministerio a Hunt definitivamente.

En la iglesia The Village, Patterson señaló la buena voluntad de Chandler para aceptar la disciplina de los ancianos y seguir su plan de restauración como evidencia de que Chandler está preparado para regresar al liderazgo.

«Ha trabajado ese plan con fidelidad; lo ha hecho con autenticidad, con sinceridad», dijo Patterson. «Ha tenido tres meses muy ocupados y ha sido fiel a la hora de hacer lo que los ancianos le han puesto por delante».

La iglesia ha declinado dos peticiones de Christianity Today para responder preguntas acerca del proceso de restauración. En el servicio del domingo en que Chandler fue restaurado a su puesto se ofrecieron pocos detalles. Chandler mencionó la visita a un neurólogo —fue diagnosticado con cáncer cerebral en 2009— y algunos trabajos «intensivos» sin compartir más información.

Según sus posts en Instagram, Chandler pasó parte del tiempo en un encuentro de hombres liderado por el pastor Jim Burgen, quién escribió un libro sobre liberarse de las malas decisiones.

«Un día te miras a ti mismo en el espejo y hay un monstruo devolviéndote la mirada», escribió Burgen. «Ya no eres quien solías ser. No eres quien quieres ser. No eres quien fuiste creado y diseñado para ser. En cambio, eres un dragón».

En octubre Chandler asistió a una gala de Acts 29 y habló en la velada de apertura. Más tarde, ese mismo mes, escribió sobre pasar tiempo en una cabaña en el río, pasear, practicar jiu-jitsu y orar las palabras del Salmo 27, «habitar en la casa del Señor todos los días de mi vida».

En noviembre, Chandler fue a cazar alces a Colorado, en un viaje organizado por Burgen. Publicó una fotografía de sí mismo con ropa de camuflaje, en la nieve, con un rifle sobre su hombro.

«Pasamos horas hablando de Jesús, el matrimonio, los niños y las cosas oscuras que pueden acosar a los hombres», escribió Chandler. Su publicación en Instagram le gustó a más de diez mil personas y varios comentarios le dijeron que esperaban verlo de regreso en el ministerio.

El domingo en que fue restaurado, Chandler agradeció a los ancianos por amarlo a él y a su familia, y por trabajar con él en su plan para apartarse por un tiempo y finalmente regresar.

«¡Qué valor tiene este grupo de hombres de Dios!», dijo él. «Qué valor… casi uso otra palabra y entonces me habría hecho volver al banquillo».

La iglesia se rio con el chiste. En otro momento la congregación alentó a Chandler con sus gritos de ánimo. «Ánimo, Matt», o «Tú puedes con ello, Matt», dijeron varias personas cuando parecía que el pastor se sobrecogía de la emoción.

Diez ancianos se reunieron alrededor de Chandler en el escenario antes de su sermón. Pusieron las manos sobre él mientras Patterson oraba. Él dijo que estaban marcando «un momento en el corazón de Matt para decirle “eres restaurado”».

Al final del servicio, la congregación agradeció a Chandler por sus veinte años de servicio. Su mujer y sus tres hijos se unieron a él en el escenario y la iglesia se puso en pie, dándole al pastor una gran ovación.

Traducción por Noa Alarcón.

Edición en español por Livia Giselle Seidel.

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El mapa de las Escrituras

Cinco maneras en que la geografía bíblica puede traer luz a nuestro entendimiento de la obra de Dios en la Tierra.

Christianity Today January 3, 2023
Iustración por Mallory Rentsch / Source Images: THEPALMER / Getty Images / Priscilla du Preez / Unsplash / WikiArt

¿Cómo podemos leer las Escrituras como personas de carne y hueso que vivirán con un Salvador de carne y hueso por toda la eternidad? Una respuesta inesperada a esa pregunta sugiere estudiar la geografía bíblica. Si la palabra geografía hace que le dé sueño, entiendo. Yo no conseguí aprobar las clases de lectura de mapas en ciencias sociales en segundo grado, lo que incitó mi desinterés por los mapas bíblicos durante los quince años siguientes. No fue sino hasta que comencé a enseñar una clase que incluía mapas en el currículo bíblico que comencé a darme cuenta de toda la luz que la geografía podía ofrecer.

Ahora sé que no solo es posible aprender la geografía de las Escrituras, sino que estudiarla ofrece beneficios espirituales y misionales. Trazar la obra de Dios en el mundo físico nos prepara para participar en su obra de resurrección en nuestras vidas y comunidades. Aquí tiene cinco razones para ello.

1. La geografía nos recuerda que Dios siempre ha estado obrando en el mundo físico.

Cuando leemos Génesis 25-33 con un mapa al lado de nuestras Biblias, nos damos cuenta de que Dios se muestra en momentos cruciales de la vida de Jacob: en Betel antes de que huyera a la tierra prometida y en Peniel antes de que volviera a entrar en ella, como ha señalado [enlaces en inglés] David W. Cotter. Jacob nombra estas ubicaciones «casa de Dios» y «rostro de Dios» para conmemorar sus encuentros con la presencia y el poder de la gracia de Dios durante estos momentos de vulnerabilidad. La revelación de Dios no es abstracta ni puramente espiritual. Está enraizada en importantes ubicaciones geográficas.

Desde Génesis, Dios ha estado entretejiéndose en el terreno de la historia, buscándonos y llamándonos a regresar a casa. El estudio de la geografía bíblica deshace la falsa dicotomía entre lo físico y lo espiritual al resaltar lugares específicos donde Dios se introdujo en nuestro mundo. Al trazar la misión de Dios sobre un mapa, recordamos que Dios siempre se ha esforzado por encontrarse con nosotros en el mundo físico, tanto ahora como en la eternidad (Apocalipsis 21:1-5).

2. La geografía nos ayuda a conocer a los personajes bíblicos como humanos de carne y hueso, y a notar que somos como ellos.

Traza el viaje de Rut y Noemí para huir de la hambruna en Moab hasta los campos de cebada de Belén, que literalmente significa «casa de pan». Si meditamos en los viajes de estas mujeres, es más probable que podamos empatizar con la amargura y el hambre que experimentaron, en vez de ignorar la breve anotación de que «las dos mujeres siguieron caminando hasta llegar a Belén» (Rut 1:19). Este contexto ahonda nuestra comprensión de la provisión de Dios para los cuerpos de Rut y Noemí, y no solo para sus almas.

Tomarnos en serio la encarnación de los personajes de la Biblia nos permite tomarnos también en serio nuestra propia encarnación. La geografía nos ofrece una manera de acordarnos de que nuestros cuerpos y sus circunstancias importan para el Redentor que tendrá un cuerpo para toda la eternidad.

3. Leer geográficamente nos ayuda a relacionarnos con el entorno del texto de una manera activa.

La geografía nos invita a sumergirnos en el mundo de la Biblia y a hacernos preguntas mientras leemos. ¿Cuál es la ubicación de Belén con respecto a las grandes rutas comerciales y las fronteras? ¿Cuál es su elevación, sus recursos naturales y su modo de vida? ¿Qué otros sucesos bíblicos sucedieron allí? ¿De qué manera el contexto geográfico contribuye a nuestra comprensión de un pasaje bíblico específico? Estas preguntas se convierten en barandillas que encauzan nuestro estudio bíblico dentro del mundo físico, impidiendo que espiritualicemos o alegoricemos de más el texto.

Podemos incluir la geografía en nuestro estudio bíblico al esbozar mapas en los márgenes de nuestras Biblias, usando un atlas bíblico o un diccionario, registrando el kilometraje de los viajes de los personajes bíblicos, consultando colecciones de fotografía o video, o visitando por nosotros mismos los escenarios bíblicos. Si damos clases bíblicas, podemos incluir proyectos e ilustraciones basados en la geografía en nuestros mensajes, recordando que la organización visual de la información incrementa significativamente la participación y la retención de los oyentes. Estas estrategias activas honran el modo en que Dios nos ha creado y en el que un día nos resucitará.

4. Aprender geografía nos muestra el alcance de la misión de Dios.

¿Alguna vez has pensado en por qué Marcos incluye dos historias en las que Jesús alimenta a grandes multitudes (Marcos 6:30-44; Marcos 8:1-10)? Cuando navegué por el mar de Galilea, un instructor del de la Universidad de Jerusalén señaló que en tiempos de Jesús la orilla occidental era el lado judío, y la oriental era el lado gentil. Me sentí iluminada cuando me di cuenta de que Jesús alimentó a las multitudes tanto del lado judío como del lado gentil para demostrar que Él es el Pan de Vida para todas las personas.

Trazar las fronteras políticas del primer siglo alrededor del mar de Galilea trae luz al pueblo multiétnico de Dios. Este Mesías judío cruzó el lago hacia el distrito gentil, llevando el reino de Dios a más personas. Las referencias a «el otro lado del mar de Galilea» o «la otra orilla» sirven para mucho más que para simplemente desarrollar la trama: muestran el amor de Jesús por las naciones.

La conciencia geográfica también nos capacita para pensar misionalmente. Jesús le dijo a un antiguo endemoniado que se quedara en el lado gentil del lago y compartiera las buenas nuevas del reino con su comunidad (Marcos 5:19-20). Jesús le encargó a Pablo que dejara su comunidad e invitara a los gentiles al reino de los cielos, e hizo que se dirigiera hacia el Oeste para establecer comunidades cristianas en ciudades portuarias estratégicas (Hechos 9:15). Trazar sobre un mapa el llamado de Dios para individuos específicos nos recuerda que hay precedentes bíblicos tanto para quedarse como para marcharse. También nos inspira a relacionarnos intencionalmente con el paisaje en el que Él nos ha situado.

5. La geografía da forma a nuestra perspectiva del Dios crucificado y resucitado.

Leer el Antiguo Testamento con un mapa en la mano destaca el compromiso de largo plazo que Dios hizo para encontrarse con su pueblo en el mundo físico. El ministerio de Jesús continúa esta trayectoria, poniéndonos cara a cara con el Dios que tanto amó al mundo que murió para restaurarlo (Juan 3:16). «Y el Verbo se hizo hombre y habitó entre nosotros» nos suena más auténtico cuando estudiamos los lugares donde Él vivió, murió y se levantó de los muertos (Juan 1:14).

Estando cerca de Nazaret, el hogar de la infancia de Jesús, descubrí que Él había crecido en un pequeño pueblo judío muy conservador. Pensar en el escenario de su infancia, ya sea a través de un viaje o de un libro como In the Steps of Jesus [En los pasos de Jesús] de Peter Walker, nos presenta a un Jesús del primer siglo que era un rabí judío. La geografía es el vehículo que nos transporta a su mundo cultural para que podamos entender su vida y su ministerio de una manera más auténtica.

El hecho de que al momento de la crucifixión de Jesús «… la cortina del santuario del templo se rasgó en dos, de arriba abajo…» (Mateo 27:51), enfatiza su intención de dar la bienvenida a su pueblo para que habite con Él por la eternidad. Como señala la investigación de Barry Beitzel, las apariciones de su resurrección se expanden hacia fuera, desde Jerusalén hasta los confines de la tierra, resaltando así la misión global de Jesús (Hechos 1:8).

Durante una de esas apariciones en el camino a Emaús, Jesús guió a dos de sus discípulos en una discusión acerca de que el Mesías tenía que sufrir (Lucas 24:13-27). Sin que ellos lo reconocieran, el Salvador crucificado y resucitado viajaba con ellos, iluminando su propia identidad por todas las Escrituras.

En el camino le dieron sentido a su misión, y cuando se sentaron a la mesa reconocieron al Mesías. Cuando nos unimos a ellos en los caminos y los paisajes de las Escrituras nosotros también damos mayor sentido a la misión de Dios.

Leer la Biblia geográficamente es una disciplina espiritual que influye en nuestra teología de Dios, el reino que viene y nuestro papel en él. Cristo ha muerto y ha resucitado. Nosotros moriremos y resucitaremos. Habitaremos con Dios con cuerpos físicos en lugares físicos.

Al observar cómo las historias y los sermones de las Escrituras tienen su fundamento en paisajes de la Tierra, comprenderemos la misión de Dios en el mundo físico de una manera nueva y tangible.

Kelsa Graybill tiene un máster en exposición bíblica por la Talbot School of Theology y escribe sobre la intersección entre las Escrituras y la formación espiritual en kelsagraybill.com.

Traducción por Noa Alarcón.

Edición en español por Livia Giselle Seidel.

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History

¿Está orando por un avivamiento? La historia tiene mucho que enseñarnos

Los avivamientos del pasado nos retan a entrar en comunión con Dios de una manera agonizante y audaz.

Christianity Today January 2, 2023
Forgiven Photography / Lightstock

Entre 1949 y 1952, lo impensable tuvo lugar en un remoto lugar en Escocia, en las Islas Hébridas: un avivamiento. Aparentemente de la nada, un avivamiento espiritual se extendió por las islas Lewis y Harris, reemplazando la desesperación y la depresión que habían invadido los corazones de sus pobladores tras la Segunda Guerra Mundial por una fe ferviente y llena de celo santo por Dios. Algunos historiadores creen que este fue el último avivamiento genuino en el mundo occidental.

Tras haber encontrado un libro que detallaba el avivamiento de las Islas Hébridas, me intrigó saber cómo una comunidad que estaba en plena decadencia espiritual pasó por una transformación radical hasta llegar a una renovación asombrosa. Entonces, reservé un vuelo a Escocia, con la esperanza de conocer a alguien que pudiera recordar lo que sucedió en aquellos días. Para mi asombro, tuve la oportunidad de conocer a 11 testigos oculares, todos de más de 80 años, quienes aceptaron ser entrevistados en el santuario de la misma iglesia donde comenzó el avivamiento.

Abrigados contra la aridez invernal, mis nuevos amigos se calentaron con los recuerdos mientras sus lágrimas fluían libremente. Si bien admitieron que la predicación fuerte y otros factores habían jugado un papel en el avivamiento, todos coincidieron al describir algo más esencial en cuanto al mover del Espíritu Santo: una especie de postura espiritual entre aquellos que jugaron un papel central en el avivamiento.

Hablaron de una actitud de quebrantamiento y desesperación que motivaba a los cristianos en ese día; un espíritu de necesidad y audacia, una forma de oración que podía ser tanto atrevida como agonizante. Ellos la llamaron una oración «de dolores de parto», por cómo Pablo describió sus oraciones por los gálatas, «… por quienes vuelvo a sufrir dolores de parto hasta que Cristo sea formado en ustedes» (4:19, NVI).

Desde el día en que miré a los ojos de las personas que experimentaron el avivamiento que nosotros anhelamos desesperadamente volver a ver en nuestros días, he llegado a creer que el vínculo entre aquí y allá está en los corazones de hombres y mujeres dispuestos a recibir este don de «dolores de parto».

La oraciones casuales son ajenas a las Escrituras

De vuelta a casa, una mirada a las Escrituras me convenció aún más de todo ello. Leí con ojos nuevos cómo Dios había escuchado el gemido de los hebreos (Éxodo 2:23) y las desgarradoras súplicas de Ana por un hijo (1 Samuel 1:15). Vi la resolución de Isaías de no darle «descanso al Señor» (Isaías 62:7, NTV) y la tenacidad de Jeremías para aferrarse a Dios «como el cinturón se adhiere a la cintura del hombre» (Jeremías 13:8–11, NVI). Encontré el lamento del salmista delante de Dios: «Atiende a mi clamor, porque estoy muy abatido» (Salmo 142:6, NBLA).

Todo esto parecía ser paralelo a las oraciones de Jesús, quien «ofreció oraciones y súplicas con fuerte clamor y lágrimas» (Hebreos 5:7, NVI) sobre Jerusalén (Lucas 19:41) y en Getsemaní (Lucas 22:44).

Este mismo tipo de oración ocurrió entre los discípulos antes de Pentecostés y en la súplica de Pablo a los romanos: «Les ruego, hermanos, por nuestro Señor Jesucristo y por el amor del Espíritu, que se unan conmigo en esta lucha…» (literalmente, «que agonicen conmigo») «… y que oren a Dios por mí» (Romanos 15:30). ¿Era esto —me preguntaba— algo de lo que el Nuevo Testamento quería decir al referirse a orar «en el Espíritu» (Efesios 6:18), quien «intercede por nosotros con gemidos indecibles» (Romanos 8:26, NBLA)?

Me enfrenté a la verdad de que, en la Biblia, la «oración casual» parece totalmente desconocida, es decir, la oración de la boca y no del corazón. La oración «de dolores de parto» —el tipo de agobio y clamor concentrado que describieron mis amigos en las Islas Hébridas— parecía más cercano al corazón de la oración en las Escrituras.

Una corriente de esta manera de orar fluye desde la iglesia primitiva hasta la Reforma. Agustín se refirió a sí mismo como el «hijo de las lágrimas de su madre». Al orar por la sanación de su amigo Philip Melanchthon, Martín Lutero escribió: «Ataqué [al Todopoderoso] con sus propias armas, citando de las Escrituras todas las promesas que pude recordar: que las oraciones debían ser concedidas, y le dije que si de ahora en adelante yo tendría fe en sus promesas, [Él] debía conceder mi oración».

Pero la oración «de dolores de parto» finalmente encontró una voz generalizada en los albores del Gran Despertar en Estados Unidos, presentada principalmente por Jonathan Edwards, el pensador más grande de la América colonial.

Oración dedicada e importuna

El epicentro del Primer Gran Despertar, Northampton, Massachusetts, estaba «lleno de la presencia de Dios… en casi todas las casas», informó Edwards. Él destaca a Phebe Bartlet, una pequeña de cuatro años, cuyas oraciones le parecieron inusuales a su madre, porque «su voz parecía ser como la de alguien sumamente dedicado e importuno».

Esta palabra, importuno es poco común hoy en día, pero captó para Edwards la naturaleza insistente y repetitiva de la oración «de dolores de parto», tal como sucede en las parábolas de Jesús en las que un hombre le pide pan a un vecino a medianoche (Lucas 11:5-8) y una viuda busca justicia de un juez insolente (Lucas 18:1-8).

La oración persistente también atrajo a Edwards hacia un joven misionero llamado David Brainerd, quien se convirtió en una especie de hijo adoptivo para Edwards y quien luego murió en su casa a los 29 años. Días antes de su muerte, Brainerd le dio a Edwards su diario, una mina de oro de oraciones «de dolores de parto» que Edwards editó y publicó. En este, Edwards descubrió una crónica ejemplar y sensata del tipo de oración que él creía que todo avivamiento requería. Las oraciones de Brainerd, comentó Edwards, «… parecían fluir de la plenitud de su corazón, profundamente impresionado con un sentido grande y solemne de nuestras necesidades… Y de la infinita grandeza, excelencia y suficiencia de Dios, en lugar de provenir simplemente de un cerebro cálido y fructífero».

Edwards observó que lo que distinguía la oración auténtica de los meros intentos de simular estas «buenas expresiones» externas era que tuvieran su origen en el «Espíritu de gracia y de súplica» (Zacarías 12:10). Él creía que esto era «nada menos que el propio Espíritu de Dios morando en los corazones de los santos». La dependencia del Espíritu Santo, sin embargo, no dejaba espacio para la demora o la inacción. Edwards exhortó a los cristianos a asumir la carga de la oración con urgencia, porque «el infierno está lleno de postergadores y gente bien intencionada».

Charles Finney, un líder clave en el Segundo Gran Despertar, entendió que esta oración urgente era como descubrir que nuestros seres queridos estaban atrapados en una casa en llamas. Este es el tipo de intercesión que puede apoderarse de nosotros, obligando a los peticionarios a orar en ferviente acuerdo con la forma en que Dios ve la necesidad.

Finney recordó en sus memorias a un amigo que se sintió tan abrumado por la emoción mientras oraba para dar gracias por los alimentos, que se disculpó, se levantó, y luego lo encontraron en la cama gimiendo en oración. Finney «dio por sentado que el trabajo necesitaría a un tipo poderoso [de oración]», y registra que, de hecho, «así fue».

Obviamente, orar así podía afectar la reputación de una persona, lo cual no era poca cosa para el mismo Finney. El gran avance en su propia conversión provino de enfrentar la vergüenza de que cualquier «ser humano me viera de rodillas delante Dios». Pero cuando la preocupación por las opiniones de los demás perdió su potencia, Finney se atrevió a orar hasta el punto de involucrar a las mujeres como líderes de las reuniones de oración, un paso considerado fanáticamente controvertido en ese momento. La audacia se convirtió en la consigna de Finney cuando exhortó a los ministros a mantener una «discusión constante con Dios con respecto a todo lo que necesitan para llevar a cabo la obra».

El espíritu de oración

La idea de la contienda y la lucha, tal como la que Jacob libró por la bendición de Dios (Génesis 32:22-32), o la de Epafras por los Colosenses (4:12-13), ilustraba claramente para Edwards y Finney el tipo de oración que planta la semilla para producir un avivamiento. Creían que no era irreverente ser obstinado y luchar con Dios. Ambos entendieron cómo el Espíritu a veces se cierne sobre una iglesia o comunidad, tal como lo hizo sobre el caos en la creación, concibiendo nueva vida. Pero era el papel de la iglesia orar para que esa nueva vida, esos nuevos nacimientos, se hicieran realidad. Se refirieron a la iglesia como la «madre de los convertidos» en la medida en que los intercesores oraban de una manera que podría sonar como una mujer en labor de parto.

El primer y el segundo Gran Despertar rebosaron de historias de agonía en la oración, de peticionarios que se volvieron implacables en el llanto de su corazón. Escribieron sobre sudor, jadeo, lágrimas y ayuno. Finney enfatizó que es necesario orar hasta que uno haya «orado tanto» como para asegurarse de haber sido escuchado… como para asegurarse de que [la petición] se ha resuelto en el cielo, y que se puede esperar pacientemente en la tierra.

Lo más importante para los líderes de los avivamientos fue que nada de esta audacia y determinación en la oración podría ser autogenerada. Una efusión del «espíritu de oración» era para ellos el don espiritual clave, el carisma esencial del avivamiento: Dios mismo, por su Espíritu, es el que proporciona el discernimiento y la fe, la energía y el lenguaje y el aliento mismo del avivamiento.

«A veces, la conducta de los inicuos lleva a los cristianos a orar…», escribió Finney, «… los quebranta, los entristece y los vuelve tiernos de corazón, de modo que pueden llorar día y noche, y en lugar de regañar a los inicuos, oran fervientemente por ellos. Es entonces que se puede esperar un avivamiento. De hecho, ya ha comenzado».

Los Grandes Avivamientos dejaron una gran bendición a su paso. Seis de las nueve universidades fundadas en los Estados Unidos durante la época colonial fueron el resultado de los avivamientos. También una teología estadounidense distintiva formada a partir de las reflexiones de Edwards. Las iglesias americanas se multiplicaron por cuatro durante el Segundo Gran Despertar. El movimiento misionero estadounidense se expandió. Y las oleadas de reformas sociales (en las cárceles, contra el trabajo infantil, por los derechos de la mujer, contra la esclavitud) se remontan a esos mismos avivamientos.

Pero la preocupación de Finney por sus propios hijos nos recuerda que la oración «de dolores de parto» no es una fórmula ni una garantía, como si de alguna manera estuviéramos arrancando de la mano de Dios lo que queremos. Él oró fervientemente, incluso llorando públicamente, para que sus propios hijos vinieran a la fe. Eventualmente, lo hicieron, aunque no mientras él estaba vivo. El avivamiento que buscamos puede ser uno que nosotros mismos nunca veamos. Sin embargo, la oración afanosa sigue sembrando, incluso con lágrimas, para todos aquellos que un día cosecharán con cantos de alegría.

El fin de la oración casual

Debo admitir que todo esto ocasionalmente me ha dejado sintiéndome culpable por mis propias oraciones. ¿Quién de nosotros, si somos honestos, no siente en el fondo que podríamos orar más? ¿O que, de una forma u otra, deberíamos estar orando mejor?

Durante la mayor parte de mi vida, gran parte de la iglesia de América del Norte ha sufrido de una autopercepción defectuosa en la que de alguna manera cree que todo está bien, cuando no es así. Muy a menudo somos como Ester con toda una nación gimiendo desesperada, pero, como estamos cómodos en nuestro palacio, no nos damos cuenta de lo que sucede allá afuera. Las circunstancias de comodidad, o una sensación de orgullo de nuestra posición, pueden fomentar un aislamiento que separe nuestras oraciones del amor santo, que es, en última instancia, lo que la oración «de dolores de parto» es: el amor de Getsemaní. Todo tipo de factores como estos pueden interferir con nuestra empatía, audacia y tenacidad en la oración.

También podemos albergar el temor de que no obtendremos ningún fruto de nuestras oraciones. Este miedo subyacente de ser defraudados por Dios puede paralizarnos en oraciones defensivas destinadas principalmente a protegernos de la decepción. Incluso Pablo luchó con la forma en que Dios todavía podía estar obrando a través de la oración cuando parecía producir poco más que retraso y frustración (2 Corintios 12:7–9).

Estos factores son verdaderos obstáculos. Pero he llegado a la conclusión de que sentirse culpable por ellos es un incentivo muy efímero y, en última instancia, ineficaz para la oración. Mi encuentro con la oración «de dolores de parto» me acercó más a lo que creo que Dios está buscando. A medida que la esperanza del avivamiento se ha profundizado en mi corazón, mi disposición a orar por el mismo de manera menos casual ha crecido en al menos tres formas.

1. Más y menos preocupado

La forma en que oramos le importa a Dios. Así como solía decirles a mis hijos pequeños «no me hablen así» cuando eran irrespetuosos, Dios podría decir lo mismo de mis oraciones cuando tomo a la ligera la condición de mis relaciones o el discernimiento detrás de mis peticiones. Finney pidió a los peticionarios que busquen saber cómo ve Dios la necesidad antes de orar al respecto. Estoy aprendiendo que orar primero sobre mi oración, y buscar la ayuda del Espíritu para expresar los deseos de Dios son buenas maneras de comenzar a orar con menos indiferencia.

Sin embargo, esperar tal fervor de todas las personas con las que oramos no es realista. Ser menos casual en la oración requiere la humildad de también estar menos preocupado por lo que otros puedan pensar. «No me preocupa la reputación del metodismo, ni mi propia reputación, más que la reputación del Preste John», escribió una vez John Wesley. El avivamiento siempre ha sido anunciado por las peticiones de los inicialmente incomprendidos, los oscuros y los agobiados, aquellos que a menudo lloran mientras otros se relajan.

2. Oraciones más grandes y más pequeñas

Otro paso ha sido reconocer cuán casuales se vuelven mis oraciones cuando mi pedido es realmente alcanzable por medios humanos. Creyendo que la visión pequeña obstaculizaba la eficacia de la oración, Edwards incitó a los peticionarios a «ir y expresar todos sus deseos ante Dios en toda su extensión, sin tener miedo… Pero que sus peticiones sean tan grandes como sus deseos». Cuando me enfrenté a las insuperables dificultades de un mundo quebrantado, las lecciones del sufrimiento me desafiaron a orar en grande. El «dolor de parto» es la forma en que la oración puede sentirse y sonar cuando la intensidad de nuestra expresión coincide con la inmensidad de nuestra necesidad.

Sin embargo, a Finney le preocupaba que las grandes oraciones también pudieran volverse amplias, genéricas y cliché: «Dios, por favor bendice a nuestra comunidad». «Que nuestra iglesia siga tu voluntad, Señor». Cuando los cristianos oran juntos, deben «reunirse con un objetivo definido», exhortó Finney, «y buscar ese objetivo en oración ferviente». He encontrado que esa particularidad en la oración, para mí, se siente más arriesgada y requiere una mayor fe. Y cuando tengo más en juego en la solicitud específica, no presento mis peticiones de forma casual.

3. Asumir la desesperación elegida

A diferencia de nuestros hermanos en la época colonial, el declive espiritual generalmente no me conduce a días de ayuno. El miedo al juicio de Dios por el pecado no traspasa nuestros corazones como lo hizo en Estados Unidos del antebellum. No experimentamos persecución como la sufren los cristianos en otras partes del mundo, donde las lágrimas son el lenguaje de oración de la iglesia. Por lo tanto, si mi oración debe dejar de ser casual, implicará el propio esfuerzo de mi voluntad a fin de reconocer nuestra necesidad desesperada, y dejarme atrapar por ella; una postura interna de honestidad espiritual que desafía la comodidad de mis circunstancias.

Tal aguda conciencia de la realidad actual se quedará corta si solo permito que me haga parecer más perspicaz en mis conversaciones con los demás. Lo que importa es que la evaluación honesta de nuestros tiempos me mueva a buscar a Dios para vivir su amor por el mundo, expresado primero no en un púlpito, blog, artículo de revista o tuit, sino encerrado en mi aposento. Es mi elección asumir como propia la oración más antigua y desesperada de la iglesia: «Ven, Espíritu Santo».

El avivamiento sería demasiado glorioso y nuestra necesidad demasiado grande. Y nuestro Dios es demasiado digno como para conformarse con algo menos.

David R. Thomas es pastor en la Iglesia Metodista Unida y director ejecutivo de New Room, que conecta y une al pueblo de Dios para sembrar un gran avivamiento. Puedes contactarlo en newroom.co [enlace en inglés].

Traducción por Sergio Salazar.

Edición en español por Livia Giselle Seidel.

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Día de Navidad

Una lectura de Adviento para el 25 de diciembre.

Isaías 9:6-7

Isaías 9:6-7

Christianity Today December 25, 2022
Stephen Crotts

Lea Isaías 7:14 y 9:1–7

«Porque nos ha nacido un niño, se nos ha concedido un hijo; la soberanía reposará sobre sus hombros, y se le darán estos nombres: Consejero admirable, Dios fuerte, Padre eterno, Príncipe de paz. Se extenderán su soberanía y su paz, y no tendrán fin. Gobernará sobre el trono de David y sobre su reino, para establecerlo y sostenerlo con justicia y rectitud desde ahora y para siempre».

Isaías 9:6–7

Celebre el nacimiento de Jesús con gozo.

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La Navidad nos injerta en la poco tradicional familia de Dios

Tras perder a mi padre cuando era niña, aprendí a ver la Encarnación como mi verdadero linaje.

Christianity Today December 24, 2022
Ilustración por Mallory Rentsch / Source Images: WikiMedia Commons

De niña, me encantaba admirar las tarjetas de Navidad que mi familia recibía cada año. En la época anterior a las redes sociales, esas fotos que recibíamos cada año en el buzón me ayudaban a sentirme conectada con amigos y familiares a larga distancia.

Sin embargo, después de la muerte de mi padre, las tarjetas navideñas me recordaban lo que había perdido. Las fotos de familias sonrientes e intactas, acompañadas por sus alegres saludos, se sentían como sal en la herida. Las festividades siempre son duras para los afligidos. Pero para mí, añadían una capa de vergüenza a la pena que me acompañaba todo el año. Como niña dolida, lo intuía: puesto que nuestra familia ya no estaba completa, mis hermanos y yo ya no éramos material para tarjetas de Navidad. Por ese motivo, nunca volvimos a enviar una tarjeta navideña con nuestra foto tras la muerte de mi padre.

Nuestra fijación cultural con la familia nuclear adquiere un tono religioso en Navidad. Mezclamos a José, María y Jesús en el pesebre con nuestras propias nociones sentimentales de unión familiar. Invitamos a las familias a encender las velas de Adviento en la iglesia. Nos reunimos en torno a mesas familiares para celebrarlo. Con tanto bombo y platillo, es fácil suponer que «la paz en la tierra» viene exclusivamente en forma de una familia sana y completa delante de un árbol de Navidad.

Para ser claros, la familia es un don de Dios que merece la pena celebrar y apoyar. Dios creó la familia en parte para enseñarnos a amar y a ser amados. El mundo necesita ver a las familias haciendo el duro y santo trabajo de la unión. Pero, como escribe el estudioso del Nuevo Testamento Esau McCaulley, «… nuestra imagen de la familia en Navidad —siempre bien vestida, rica, feliz e intacta— en realidad encuentra un incómodo espacio al lado del evangelio de la primera [Navidad]». [Los enlaces redirigen a contenidos en inglés].

La propia familia de Jesús no era precisamente material de postal navideña. Jesús no pasó su primera «Navidad» (es decir, su nacimiento) en un hogar acogedor con una familia tradicional, sino en un establo con una madre aún no casada y un padre adoptivo. Su infancia estuvo marcada por la vergüenza social del embarazo de su madre (Mateo 1:18-19), el terror del desplazamiento de su familia a Egipto (Mateo 2:13-15) y la dura realidad de la pobreza (Lucas 2:24).

Además, Jesús no llegó a la adultez para tener una familia tradicional. Permaneció soltero y célibe hasta su muerte.

Como perdí a mi padre cuando era todavía muy pequeña, he encontrado mucho consuelo en el hecho de que la historia familiar de Jesús sea tan compleja. Desde el momento de su concepción, Emmanuel demuestra que Él es Dios con todos nosotros, incluidos los marginados, los pobres, los solteros y los afligidos. La magia de la Navidad —es decir, de la cercanía de Cristo— es que pertenece precisamente a quienes parecen excluidos de ella. La propia familia de Jesús es una prueba de esta verdad.

Pero Jesús y sus padres —denominados en la historia de la Iglesia como «la sagrada familia»— también nos sirven como el modelo de un marco más amplio y nuevo que el propio Jesús inauguró. Cuando le preguntaron por sus lealtades familiares, Jesús enseñó: «… mi hermano, mi hermana y mi madre son los que hacen la voluntad de mi Padre que está en el cielo» (Mateo 12:50, NVI). Los padres humanos de Jesús fueron los primeros personajes de los Evangelios en demostrar esta obediencia.

El famoso «sí» de María al mensaje de Gabriel es lo que la convirtió en madre de Jesús. Consintió a la voluntad de Dios y la acogió de la forma más personal, carnal y costosa. Esto hace de María una persona única en la historia de la salvación, así como un ejemplo para todos los cristianos.

Del mismo modo, José obedeció el mandato angélico de tomar a María por esposa y acoger a su hijo como heredero (Mateo 1:18-25). La profunda humildad y actitud de servicio de José ilustran el reino contracultural de Dios, y siguen siendo un testimonio profético para nosotros hoy.

En su obediencia colaborativa a Dios, María y José vivieron juntos de la forma en que Adán y Eva debieron hacerlo. Su unión representa el comienzo de la humanidad redimida: la familia de Dios. En otras palabras, los protagonistas de la historia de Navidad no solo nos dan un modelo para la familia nuclear: nos dan un modelo para la Iglesia.

En mi propia infancia, durante y después de la muerte de mi padre a causa de cáncer, la iglesia se convirtió para mí en una sagrada familia, una comunidad que me engendró y me crió en la obediencia a Dios. Rodearon y apoyaron a mi madre mientras aprendía a criar a seis hijos como viuda. Los cristianos nos alimentaron, vistieron y, durante una temporada, nos dieron cobijo a mis hermanos y a mí. En particular, un puñado de hombres nos discipularon fielmente como padres espirituales. Su presencia constante me cambió la vida.

Tras todos los años que han pasado, la influencia de aquellos hombres me hace pensar en José, un hombre cuya paternidad no estaba limitada por la biología. Como escribe el Papa Francisco sobre el ministerio de José: «Los padres no nacen, sino que se hacen… Siempre que un hombre acepta la responsabilidad de la vida de otro, de alguna manera se convierte en padre de esa persona».

Jesús no vino a abolir la familia, pero sí vino a ampliarla. Vino para que pudiéramos compartir su filiación y sentarnos a su mesa familiar. Vino para convertir a los extraños en hermanos, y a los hombres y mujeres sin hijos en padres y madres espirituales. Esto no borra el dolor del distanciamiento familiar, el duelo o la soltería no deseada. Pero replantea ese dolor. Y debería replantear la forma en que todos los hogares cristianos entienden el ministerio de su vida en común.

En su libro Habits of the Household [Hábitos del hogar], Justin Whitmel Earley desafía a las familias nucleares a adoptar la hospitalidad como una forma de misión.

«No nos ocupamos de nuestro hogar porque nuestra responsabilidad sea con nuestra familia de sangre y con nadie más: eso es una forma encubierta de tribalismo», escribe. «Más bien, cuidamos de la familia porque es a través de ella como la bendición de Dios se extiende a los demás».

Al acercarse la Navidad, podemos reflexionar sobre el pequeño hogar no tradicional que extendió la bendición de Dios al mundo mediante el nacimiento de Cristo. Y podemos maravillarnos de cómo ese hogar se expande para incluirnos a cada uno de nosotros.

Me maravillo ante esta verdad cada vez que miro una imagen de la Sagrada Familia que tengo sobre mi escritorio. Me la regaló una amiga cuando yo estaba embarazada, y normalmente me inspira a orar por mi propio ministerio como madre de tres hijos. Pero, de vez en cuando, pienso en ella como un retrato de familia en el que, de algún modo, yo también estoy misteriosamente presente.

Dicho con mayor claridad, la familia humana de Jesús era y es distinta. Pero su familia espiritual incluye a los que han nacido no «… de la sangre, ni por deseos naturales, ni por voluntad humana, sino… de Dios» (Juan 1:12-13). Esta familia está formada por personas de todas las tribus, lenguas y naciones, y su destino es la comunión eterna con el Padre (Apocalipsis 7:9-10).

Hace unos años, en una Navidad especialmente difícil en la que lloraba la repentina pérdida de mi hermano, descubrí otra imagen en la que aparecía la Sagrada Familia. En un dibujo titulado «María y Eva», Eva está desnuda, apenada y enredada por la serpiente a sus pies. María está embarazada, vestida de blanco y pisando la cabeza de la misma serpiente.

Esa imagen se ha convertido en una especie de postal navideña personal. Me recuerda que no debo buscar la plenitud última en ninguna iteración de la familia nuclear, sino confiarme a mí misma y a mis seres queridos al Hijo que nos hace a todos hijos e hijas.

Ante la pérdida profunda y la soledad persistente, este linaje familiar inquebrantable nos sostiene. Nos enseña a vivir juntos como una comunidad de hermanos y hermanas hasta que venga el Señor. E inserta nuestro dolor en una esperanza más amplia de la reunión —y resurrección— que nos aguarda.

Hannah King es sacerdote y escritora de la Iglesia Anglicana de Norteamérica. Trabaja como pastora asociada en la iglesia Village Church de Greenville, Carolina del Sur.

Traducción y edición en español por Livia Giselle Seidel.

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Al ver a Jesús, lo supieron

Nochebuena | Una lectura de Adviento para el 24 de diciembre.

Lucas 2:30-31

Lucas 2:30-31

Christianity Today December 24, 2022
Stephen Crotts

Cuarta semana de Adviento: Emanuel


Mientras viajamos por los acontecimientos que rodean a la Natividad, contemplamos la encarnación. Jesús —el Dios Fuerte, el Príncipe de Paz, la Luz del mundo— se hizo carne y habitó entre nosotros. Como nos anunció la profecía de Isaías, Él es «Dios con nosotros». Jesús es Emanuel.

Lea Lucas 2:22–40

La paternidad es difícil, y ser padres por primera vez añade una carga de dificultad. Todo es nuevo: desde los primeros movimientos de vida en el vientre, hasta sostener y ver a un hijo por primera vez, pasando por el primer baño, la primera vez que toca la mano de sus padres, las primeras palabras, los primeros pasos. ¡Hay tantas primeras cosas!

Imagine lo que habrá sido para José y María cuando viajaron con su recién nacido desde Belén hasta Jerusalén. El viaje les habría costado varias horas a pie. Con obediencia fiel, viajaron por primera vez como padres primerizos, participando de la costumbre de dedicarse a sí mismos y a su hijo a Dios.

Todo sucedió siguiendo la tradición hasta que apareció el justo y devoto Simeón. Él había estado esperando por la liberación de Israel, y al entrar en los patios del templo experimentó una primera vez. En ese momento, Dios cumplió su promesa de que Simeón viviría para ver al Mesías. Al ver al bebé Jesús, Simeón lo supo.

Y no solamente lo vio, también lo sostuvo en brazos. En ese momento, él entendió tangiblemente que la salvación de Dios anunciada por los profetas no sucedería solo a escala global, sino también en lo íntimo y personal. La salvación en sí misma estaba encarnada en el bebé que se acurrucaba y se movía en sus brazos. Cuando Simeón adoró y habló de la salvación de Dios, María y José se quedaron maravillados, posiblemente recordando las instrucciones del ángel de que debían llamar a su hijo Jesús, un nombre que hablaba de la salvación de Dios.

Mientras Simeón hablaba con María, Ana se acercó a ellos y confirmó el canto profético de alabanza de Simeón cuando ella misma comenzó a alabar a Dios. Durante décadas, la vida entera de Ana se había centrado en adorar a Dios, orar y ayunar. Al ver a Jesús, Ana lo supo. Sabía que este era el niño que habían estado esperando para la redención del pueblo de Dios, así que habló de Jesús a todo el que estaba dispuesto a escuchar. La luz prometida a las naciones había llegado.

En María y José, en Simeón y Ana, vemos ejemplos de lo que significa la devoción a Dios y la vida justa. Vemos obediencia y fe, disciplina y dedicación, anticipación y alabanza. Ellos vieron a Emanuel. Ellos sostuvieron en brazos a Emanuel. Conocieron a Emanuel. Hablaron de Emanuel.

Mientras celebramos a Emanuel en este tiempo de Adviento, caminemos en fiel obediencia como María y José. Pongamos en práctica el ser devotos, justos y adoradores como Simeón. Oremos, ayunemos y hablemos de Jesús a todos los que quieran escuchar como hizo Ana. No hay redención en ningún otro nombre.

Kristie Anyabwile es autora de Literarily: How Understanding Bible Genres Transforms Bible Study y editora de His Testimonies, My Heritage (publicado en español como Sus testimonios, mi porción).

Reflexione sobre Lucas 2:22–40.


¿Qué es lo que más le llama la atención de las historias de Simeón y Ana? ¿De qué modo sus vidas —y las de María y José— lo animan e inspiran a usted en esta Nochebuena?

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La Navidad es alegría para los quebrantados de corazón

Gracias a Jesús, aun los afligidos tenemos esperanza.

Christianity Today December 23, 2022
Ilustración por Christianity Today / Source Images: Unsplash

La Navidad siempre ha sido el día más especial del año para mi familia.

Disfrutamos del Año Nuevo, la Pascua, el Día de Acción de Gracias y otras fiestas que se nos presentan a medida que pasamos las páginas del calendario. Pero la Navidad siempre ha tenido algo especial, con sus celebraciones bien establecidas, sus prácticas llenas de fe y las tradiciones que hemos adoptado.

Sin embargo, hace poco aprendimos una difícil lección: que los días más especiales también pueden ser los más dolorosos y que las penas a menudo se amplifican en épocas festivas.

Hace solo dos años, mi hijo Nick nos fue arrebatado inesperadamente. Era un estudiante universitario que progresaba adecuadamente en sus estudios, un prometido que esperaba con ilusión su próxima boda, un hijo fiel y un hermano cariñoso. Pero entonces, en un instante, nos fue arrebatado y nuestro mundo se hizo añicos.

No pasa un solo día sin que él esté en nuestros corazones y en nuestras mentes. No pasa un día sin que lo echemos de menos y le lloremos profundamente. No pasa un día sin que anhelemos oír su voz y ver su sonrisa.

Y a medida que se acerca este día tan especial, sentimos que ese anhelo crece y ese dolor se hace más profundo, porque sabemos que en Navidad sentiremos aún más su ausencia. Será imposible ignorarlo o pasarlo por alto, pues habrá menos regalos bajo el árbol, una silla menos alrededor de la mesa y una bota navideña ausente frente a la chimenea. Sabemos que, de todos los días, este será el que más echaremos de menos.

Esta Navidad cae en domingo y, por supuesto, nos reuniremos con el resto de nuestra iglesia para celebrar el día con un servicio de culto, cantos, oraciones, escrituras y predicaciones. ¿Cómo podríamos celebrar mejor la Navidad que así? Mi hija mayor y su marido estarán en la ciudad y se unirán a nosotros. Mi hija menor también estará con nosotros.

¡Qué no daríamos por adorar juntos como una familia entera, intacta y reunida! ¡Qué no daríamos por pasar esta Navidad como hemos pasado tantas otras, con todos sentados cantando y maravillándonos juntos del prodigio del día y de todo lo que representa!

Pero, a pesar de todo esto, no carecemos de esperanza ni de alegría. Aunque sabemos que la Navidad será un día de tristeza, también estamos convencidos de que será un día de felicidad. Debe ser un día de felicidad, pues, ¿cómo podríamos no estar alegres en Navidad?

Si la Navidad fuera solo una ocasión para que nuestra familia se reúna y nos disfrutemos unos a otros, entonces podríamos perder toda esperanza. Pero es mucho más que eso. La Navidad conmemora un acontecimiento histórico de enorme importancia: no solo el nacimiento de un niño, sino el advenimiento de nuestra esperanza.

Es en Navidad cuando recordamos a Jesucristo y la narración de su nacimiento: un bebé nacido de una joven desconocida, en un oscuro pueblecito de una oscura provincia del poderoso Imperio romano. Y, sin embargo, toda esa oscuridad no puede desmentir el hecho de que este niño era especial, pues era el propio Hijo de Dios.

Hay mucho en la fe cristiana que es único, pero seguramente nada es más único que esto: que Dios entró en el mundo y se convirtió en un ser humano de carne y hueso. Hablamos a menudo y con razón de que Jesús murió en una cruz. Profesamos que mediante su muerte salvó a su pueblo, y mediante su resurrección promete un futuro en el que todo mal será reparado y todo dolor será consolado.

Pero para que Jesús muriera tuvo que vivir, y para que Jesús viviera tuvo que nacer.

Deberíamos detenernos a considerar a uno de los oscuros personajes de los primeros años de la vida de Cristo y que a menudo pasamos por alto. Simeón era un anciano, descrito en la Biblia como justo y devoto. El niño Jesús fue llevado a Jerusalén, y allí lo vio Simeón y supo que aquel niño era el Salvador.

Tomando al niño en sus brazos, dijo: «Según tu palabra, Soberano Señor, ya puedes despedir a tu siervo en paz. Porque han visto mis ojos tu salvación, que has preparado a la vista de todos los pueblos…» (Lucas 2:29-31, NVI).

Ahora que Simeón había visto a Jesús —lo había visto con sus ojos y lo había tenido en sus brazos—, estaba dispuesto a partir y morir en paz.

Y ahora que hemos visto a Jesús —lo hemos visto con los ojos de la fe y lo hemos tenido en nuestros corazones— estamos preparados para vivir y preparados para morir; preparados para soportar y preparados para partir. Las palabras de Simeón son nuestras palabras y su confianza es nuestra confianza.

Si nosotros tenemos esperanza como familia, es una esperanza arraigada y cimentada en la Navidad. Si tenemos esperanza en que nuestro interrumpido círculo familiar será reparado y restaurado, nuestra esperanza comienza con el nacimiento de Jesucristo. Si tenemos la esperanza de que llegará un día en que se aliviarán todas nuestras penas y se secarán todas nuestras lágrimas, es la misma esperanza que amanece en la mañana de Navidad, celebrando el día en que Jesús nació para salvar este mundo.

Por eso, aunque lloremos en Navidad, no lloramos sin esperanza (1 Tesalonicenses 4:13). Aunque lloremos, no lloramos sin consuelo. Aunque sea un día de tristeza, también es un día de alegría, porque la Navidad es justo lo que necesitamos en nuestros momentos más difíciles y en nuestros días más oscuros.

La Navidad es alegría para los corazones rotos. En Navidad, los rayos de luz atravesaron por primera vez la oscuridad, cuando la esperanza amaneció tras una noche larga e insoportable: la mañana en que nació Jesús.

Tim Challies vive con su familia en los suburbios de Toronto y tiene un blog diario en Challies.com. Es autor de Seasons of Sorrow: The Pain of Loss and the Comfort of God.

Traducción y edición en español por Livia Giselle Seidel.

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