Culture

La gente dice que toda la música de alabanza suena igual. Puede que se refieran a otra cosa

Las quejas sobre el género emergente quizás tienen que ver con el descontento hacia la cultura que lo rodea.

Christianity Today December 7, 2023
Ilustración por CT / Source Images: Unsplash

La primera vez que impartí la materia Historia de la Música I, un alumno vino a mi oficina preocupado por un examen de audición que la clase iba a tener. «Esto es imposible», me dijo. «Toda la música suena igual».

Ese semestre habíamos estado estudiando desde la teoría musical de la Grecia antigua hasta la Pasión según San Mateo de Bach. Abordamos el canto gregoriano, la polifonía de Notre Dame, los madrigales renacentistas, las misas de la Contrarreforma y mucho más.

La música abarcaba siglos. Había obras en unísono vocal completo, otras con armonías intrincadas. Algunas estaban en latín, otras en alemán. Sin embargo, los estudiantes universitarios no pasan su tiempo escuchando cánticos y madrigales. No los culpo por decir que el examen era difícil, y sé que su aversión e incomodidad se deben sobre todo a la falta de familiaridad con esos géneros musicales.

Por eso, cuando oigo a alguien decir: «La música de alabanza contemporánea suena toda igual», pienso en mis alumnos de Historia de la Música, y me pregunto si en realidad a esa persona simplemente no le gusta mucho esa música.

¿Cómo suena la música de culto contemporánea? ¿Es justo decir que toda «suena igual»? [Enlaces en inglés].

«(Casi) el 100 % de la lista de 25 mejores canciones de alabanza están asociadas a un grupo reducido de megaiglesias», decía el título de un artículo de Worship Leader Research a principios de este año. La mayoría de las canciones de la lista fueron escritas o grabadas por artistas asociados a Elevation, Bethel, Hillsong o Passion, «los cuatro gigantes». Y muchas de estas canciones se han traducido a otros idiomas.

Debido a que tanta influencia se concentra en un pequeño grupo de creadores y organizaciones, el número de personas que componen la música de adoración más conocida es pequeño (y cada vez menor). Pero, ¿es correcto afirmar que esta concentración de influencia y popularidad significa que la música de culto contemporánea está empezando a sonar igual? ¿O simplemente suena como si formara parte del mismo género?

En los últimos 25 años, la música de alabanza contemporánea ha madurado hasta convertirse en un estilo musical y una fuerza industrial reconocible, con sus propias convenciones y características [enlace en español]. Hace unas décadas, la «música de alabanza» era considerada un subgénero de la música cristiana contemporánea, o bien, un conjunto de música dirigida principalmente a iglesias y líderes de alabanza y adoración.

Sin embargo, actualmente el género tiene características propias dentro del mundo de la música cristiana y de la industria musical convencional. De hecho, los álbumes de alabanza tienen su propia categoría en los Dove Awards, y la plataforma Spotify tiene varias listas de reproducción dedicadas a ese género. Al igual que la mayoría de los géneros, la música de alabanza contemporánea cuenta con un pequeño grupo de figuras influyentes («los cuatro gigantes») que producen sus éxitos más conocidos. Las canciones no suenan todas igual, pero sí suenan como si pertenecieran a un mismo género.

«En cada género musical hay marcadores distintivos», dijo Shannan Baker, miembro del equipo de Worship Leader Research y becaria postdoctoral en música y humanidades digitales en la Universidad Baylor. «Hay temas similares, recursos textuales como “romper cadenas”, pero cuanto más se adentra uno en la música, más puede distinguir las diferencias y las piezas que hacen que ciertos artistas sean únicos».

La crítica de «todo suena igual» es la crítica de menor esfuerzo contra cualquier género musical, y suele surgir de la antipatía. Decir «la música country suena toda igual» es una forma de decir «no me gusta la música country». Aquellos que no prefieren este género en particular probablemente se lo imaginan según sus propias percepciones generalizadas de características distintivas como el acento nasal, la steel guitar y algo en la letra sobre camiones o caminos de tierra.

Pero, como señala Baker, los que pasan más tiempo escuchando un género en particular pueden reconocer la diversidad dentro del mismo. Por ejemplo, entre las canciones de la lista de 25 temas que observaron los investigadores existe una clara variación musical. «This Is Amazing Grace» de Phil Wickham [en español, «Gracia sublime es»] es una canción animada con un patrón rítmico de 4/4 o four on the floor y su estribillo tiene un ritmo simple y fácil de cantar. La canción «Oceans» [en español, «Océanos»] de Hillsong UNITED, en cambio, es famosa por empezar con una estrofa y un estribillo con melodía tranquila y escaso acompañamiento de instrumentos, y a menudo es cantada en un tempo lento y flexible para mostrar la expresividad del vocalista.

El tema «Reckless Love» de Bethel Music y Cory Asbury [en español, «Amor sin condición»] está en clave menor y en un compás de 6/8, mientras que la enérgica «Glorious Day» de Passion [en español, «Glorioso Día»] comienza con un verso de guitarra tenue: Mi vergüenza me sepultó, y va creciendo en anticipación hasta cantar el estribillo con voz más fuerte: Y a la muerte venció.

Quizá parte del «todo suena igual» que algunos perciben en las canciones de alabanza se deba a la presencia de temas y verdades cristianas que comparten.

«Hay una esperanza subyacente que parte del evangelio mismo», escribió Nick Lannon, un pastor anglicano de Kentucky en su artículo para Mockingbird «Por qué toda la música cristiana suena igual (incluso cuando no es así)» [enlace en inglés]. «Los ritmos y las letras pueden cambiar, pero se tiene la sensación de estar escuchando la misma canción… y se puede reconocer al instante».

Lo que dice Lannon es cierto: los ritmos, las melodías y las letras varían —como sucede en cualquier género—, pero los temas como el amor, la gracia y la esperanza se mantienen constantes. Y aunque quizá no siempre aparezca el mismo conjunto de características musicales comunes, cualquier combinación de aquellas características puede situar una canción dentro del género.

Las canciones de alabanza contemporáneas suelen contener una clara demarcación entre verso y estribillo, un puente que apunta a un clímax, una estructura armónica sencilla y un uso intensivo de controladores y efectos de sonido de teclado que crean una base de textura desvanecida. La dinámica por terrazas (graduaciones de volumen) y el rango vocal sirven de guía tanto a los cantantes como a los oyentes para pasar de los momentos de un canto más tranquilo a prorrumpir con cantos de celebración (como sucede en «Glorious Day»).

Estos recursos y el lenguaje armónico no son exclusivos de la música de alabanza contemporánea; de hecho, el género toma muchos préstamos del pop, el rock y de la música country. Y en una grabación de alguno de los cuatro gigantes, no es seguro que la música de Bethel o Elevation sea reconocible al instante, a menos que sea reconocida por la voz de algún vocalista conocido como Kari Jobe.

Lo que distingue a la música de alabanza contemporánea como género es su propósito y función, que es facilitar la alabanza y la adoración. Y a medida que el género fue evolucionando, comenzó a reflejar las prácticas musicales de un tipo particular de comunidad de alabanza modelado por sus artistas más conocidos.

Por otro lado, en las grabaciones de música religiosa hay elementos audibles que indican a qué tipo de práctica religiosa y espacio de reunión están dirigidas, por ejemplo, si hay un coro de góspel o un órgano. La música de alabanza contemporánea del tipo de «los cuatro gigantes» toma prestado del pop y el rock tradicionales; el tipo de instrumentos presentes (sintetizadores o teclados, guitarra eléctrica, batería, bajo) indica al oyente que esta música está dirigida a iglesias que cuentan con equipo y una producción al estilo de una banda de rock.

Más allá de estos grandes grupos de música de alabanza, artistas conocidos como Keith y Kristyn Getty, Sovereign Grace o CityAlight componen música que utiliza una instrumentación similar, pero que se inspira en gran medida en las estructuras musicales y el estilo del texto de los himnos de los siglos XVIII y XIX. Aun así, la música de este segmento del nicho sigue posicionándose cómodamente dentro del género «música de alabanza contemporánea».

Alguien que afirme que «toda la música de alabanza suena igual» podría estar pensando más allá del sonido de las canciones y refiriéndose a una percepción más amplia de uniformidad o monocultura en torno a la alabanza contemporánea.

Todos los géneros musicales pueden nutrirse de y definirse en sus propias subculturas y comunidades que utilizan el conjunto de la música para proyectar una identidad. Lo mismo puede decirse, en cierta medida, de la música de alabanza contemporánea, cuyos seguidores también se sienten atraídos por las personalidades, la moda y la estética que la acompañan.

Para algunos líderes de alabanza y músicos de iglesia, la música de Bethel, Hillsong y otros artistas de alabanza conocidos ha sido asociada con una alabanza apasionada y llena del Espíritu. Esta música a menudo viene acompañada de medios visuales producidos profesionalmente en plataformas como YouTube e Instagram y, como resultado, las canciones quedan unidas a imágenes que indican a los espectadores qué tipo de experiencia de adoración puede crear la música: cómo se ve y se siente; cómo actuarán los adoradores.

Una encuesta realizada a líderes de alabanza reveló que más de la mitad de los encuestados afirmaron que a veces desearían que el estilo de alabanza y la cultura musical de su iglesia se parecieran más a los de estos artistas.

«No se trataba solo de querer que el grupo y la música sonaran de una determinada manera», dice Baker. «Se trataba de que querían que sus congregaciones participaran física y visiblemente [de determinada manera]».

Marc Jolicoeur, otro miembro del equipo Worship Leader Research y pastor de alabanza y artes creativas en New Brunswick, Canadá, dice que muchos líderes de alabanza aspiran a recrear algunos aspectos [por medio] de grabaciones de video y sonido porque han tenido experiencias profundas y de primera mano con la música (en conferencias o conciertos, por ejemplo), y quieren compartirlas con sus iglesias locales.

«Pensamos: quiero eso para mi gente, para mi iglesia local y mi congregación», dice Jolicoeur. Pero no se trata de querer una producción deslumbrante y una calidad profesional solo porque sí. Se trata del poder que reside en un determinado modelo y cultura de alabanza musical.

Para muchos cristianos estadounidenses, las conferencias de alabanza y los conciertos son lugares donde hemos experimentado un servicio de adoración conmovedor, dramático y emotivo. Por eso no es de extrañar que esos escenarios y la música que albergan se hayan convertido en modelos a los que aspiran tanto líderes como músicos.

La música de «los cuatro gigantes» y de otros artistas de alabanza conocidos no suena toda igual, pero ciertamente evoca esas deseables experiencias «elevadas» de alabanza.

Si en verdad existiera algún peligro de «uniformidad» en la música de alabanza más popular de hoy en día, tal vez sería la estrecha visión de lo que podría o debería ser un servicio de alabanza musical significativo. No todas las canciones suenan igual, pero las convenciones del género dependen cada vez más del acceso a grabaciones multipistas, un gran sistema de sonido y un equipo completo de músicos. Sin embargo, para la mayoría de las iglesias el culto del domingo por la mañana no se parece en nada a un concierto.

Los líderes que desean utilizar los éxitos de alabanza más conocidos se enfrentan al desafío de adaptar y reimaginar estas canciones para sus iglesias locales. El proceso requiere creatividad, flexibilidad y la voluntad de dejar de lado algunas de las asociaciones audiovisuales que pueden venir con una canción en particular.

Adaptar la música a la iglesia local y a sus particularidades siempre ha sido la tarea de un pastor de música o de un líder de alabanza. Además, según Jolicoeur, encontrar el equilibrio entre los ideales o el afán por la excelencia en la producción musical y la habilidad para reconocer las necesidades de cada congregación forma parte de su llamado.

Los líderes de alabanza «solo quieren crear un ambiente en el que la gente tenga libertad para sentir a Jesús».

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News

Daddy Yankee invita a sus fans a ‘seguir a Jesucristo’ en su último concierto

La superestrella de la música latina y cantante de «Despacito» anuncia su retiro con una sorprendente revelación y una frase que resuena profundamente con los cristianos puertorriqueños: «Cristo los ama y Cristo viene».

Daddy Yankee durante su concierto «La Meta» en el Coliseo de Puerto Rico José Miguel Agrelot el 30 de noviembre de 2023 en San Juan, Puerto Rico.

Daddy Yankee durante su concierto «La Meta» en el Coliseo de Puerto Rico José Miguel Agrelot el 30 de noviembre de 2023 en San Juan, Puerto Rico.

Christianity Today December 5, 2023
Gladys Vega/Getty Images

Los admiradores de Daddy Yankee sabían que el concierto del domingo por la noche en su natal Puerto Rico iba a ser el último de los casi 30 años de carrera de la superestrella de la música latina. Sin embargo, el último concierto de su gira «La Meta» tuvo un final inesperado que dejó atónitos a los fanáticos y causó conmoción en los medios de comunicación en español.

Además de la despedida prevista para el quinto concierto de la gira del cantante en la isla que comenzó el jueves por la noche en el Coliseo de Puerto Rico, hubo una poderosa declaración del creador de éxitos como «Gasolina» y «Despacito». Raymond Ayala, el artista de 46 años conocido como Daddy Yankee, anunció que su decisión de retirarse estaba totalmente motivada por su decisión de convertirse en un seguidor de Cristo.

Ayala se convirtió en la estrella más reciente de la escena musical urbana, especialmente del reguetón, en testificar haber tenido un encuentro con Jesús como su Salvador.

Otro artista puertorriqueño, Farruko, también había hecho un anuncio similar sobre su conversión en un concierto en Miami en febrero de 2022, mismo en el que se negó a cantar la letra de su éxito «Pepas» y le pidió perdón a sus admiradores por las letras de sus canciones. A siete conciertos de terminar su gira, anunció que le devolvería el dinero a quienes no quisieran escuchar su mensaje de Jesús.

Héctor Delgado, quien antes se presentaba con el nombre artístico «El Father» y ahora dirige un ministerio en Puerto Rico, también abandonó el escenario del reguetón puertorriqueño en 2008 a causa de su conversión.

Los tres artistas dejaron el mundo de la música en la cúspide de sus carreras y de la fama mundial. La gira de despedida de Daddy Yankee, generó 125 millones de dólares tan solo en 2022.

«Mi gente, este día para mí es el más importante de mi vida y se los quiero compartir, porque no es lo mismo vivir una vida de éxito que una vida con propósito», dijo Daddy Yankee ante un estadio lleno de admiradores frenéticos que habían ido a celebrar a su ídolo.

«Por mucho tiempo yo intenté llenar un vacío en mi vida que nadie pudo llenar. Trataba de rellenar y buscar un sentido a mi vida. En ocasiones aparentaba estar bien feliz, pero faltaba algo para hacerme completo», dijo, «y les tengo que confesar que ya esos días terminaron».

«Alguien pudo llenar ese vacío que sentía por mucho tiempo. Me pude dar cuenta que para todos yo era alguien, pero yo no era nada sin Él», continuó Daddy Yankee, antes de mencionar a Cristo.

«Ahora el que me conoce por Daddy Yankee, que diga: “Daddy Yankee en Cristo, Raymond Ayala en Puerto Rico”. Se acabó una historia y va a comenzar una nueva historia, un nuevo comienzo», dijo. «Todas las herramientas que tenga en mi poder —como la música, las redes sociales, las plataformas, un micrófono—, todo lo que Jesús me entregó, es ahora para el reino».

«Muchas gracias, Puerto Rico, y espero que ustedes caminen conmigo en este nuevo comienzo y espero que se les grabe algo bien importante: no sigan a ningún hombre. Yo soy un humano. A todas las personas que me siguieron: sigan a Jesucristo. Él es el camino, la verdad y la vida».

Antes de bajar del escenario, Daddy Yankee declaró: «Cristo los ama y Cristo viene».

Esa frase final resuena profundamente en Puerto Rico porque durante décadas fue el mensaje central de la predicación de uno de los evangelistas más conocidos de la isla fallecido en 2013: Yiye Ávila, quien se había dedicado al fisicoculturismo antes de convertirse en evangelista y que llegó a ser comparado con Billy Graham.

Sin embargo, Ayala [Daddy Yankee] no se acercó al Evangelio como un completo desconocido. En su pasado había antecedentes de una sólida base cristiana, y tiene un hermano que actualmente es un pastor evangélico.

De hecho, cuando oró agradeció la misericordia de Dios por permitirle viajar por el mundo, alcanzar la riqueza y seguir vivo. También dijo que espera que esa misma misericordia le permita evangelizar el mundo desde Puerto Rico.

https://www.instagram.com/p/C0a5YMJgfGz/

«Por fin llegué a la meta. Soy libre. ¡Amén!», declaró Ayala antes de abandonar el escenario.

En un espectáculo de drones durante el cierre del concierto se pudo ver una cruz rosa gigante y el mensaje: «Cristo viene».

Delgado, quien pasó a dirigir la Iglesia Maranatha en Río Grande, reaccionó con entusiasmo a la noticia de que otro excolega se acercó al evangelio, y señaló que Daddy Yankee fue quien había sembrado primero en él una semilla sobre Cristo.

«Nunca olvidaré que fuiste el primero en hablarme del evangelio de Jesús. Solo le pido a Dios que te dé fortaleza y sabiduría para que puedas ejecutar todo lo precioso que Dios tiene para ti y tu familia», escribió Delgado.

Farruko compartió su alegría por la noticia, pero pidió en sus redes sociales que no «vengan a meterle el pie» a Daddy Yankee como lo hicieron con él cuando se convirtió. «Gloria al Padre, hay fiesta en el reino», escribió en Instagram.

Las conversiones públicas de estrellas de Puerto Rico no son necesariamente sorprendentes. Además de estos famosos, Vico C, pionero del rap y el hiphop puertorriqueños, confesó a Cristo como su Salvador y más tarde grabó un álbum de canciones cristianas.

Asimismo, cantantes del género de la música salsa —como Richie Ray, Bobby Cruz, Ismael Miranda y Domingo Quiñones— también anunciaron sus conversiones durante sus carreras.

«Bienvenido a casa, hermano Raymond», escribió Redimi2, un artista dominicano de reguetón cristiano. «Aunque ya conocía la noticia, me volví a emocionar hasta las lágrimas al verte confesarlo públicamente».

Keropi Sánchez, uno de los humoristas más famosos de Puerto Rico, también expresó su alegría por la noticia.

«Así como nos alegramos al enterarnos de esta conversión, que también nos alegremos por cualquiera que venga a los pies de Cristo, ya sea famoso o no».

Con información adicional de Jhonny A. Neito Ossa.

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Culture

La Navidad es el mito que sucedió de verdad

La Encarnación cumple las esperanzas de todas las culturas.

Christianity Today December 5, 2023
WikiMedia Commons

Cada año, en el Día de Todos los Santos, mi esposa y yo solemos compartir algunas historias de los creyentes que más nos han impactado. Este año, compartí con mi familia la historia de la conversión de C. S. Lewis.

Durante algún tiempo, Lewis había estado tambaleándose al borde del precipicio de la fe, incapaz de resolver sus desacuerdos intelectuales con el cristianismo. En un paseo nocturno por Oxford con sus amigos Hugo Dyson y J. R. R. Tolkien, decidió compartirles su objeción esencial.

Todo lo importante, dijo Lewis, pertenece al ámbito del mito. [Enlaces en inglés].

Lewis sentía una gran afición por la mitología nórdica desde sus años de juventud en Irlanda del Norte. Para él, el mito consistía en tratar de dar sentido a las cosas, mientras que la historia consistía en hechos irrepetibles que pueden ser recogidos y analizados de forma empírica. La gran tragedia de la existencia humana era que el mito y la historia no se cruzaban ni podían hacerlo nunca.

Así como el pensador alemán G. E. Lessing que vivió antes que él, Lewis describió el «foso desagradable» entre la historia y la teología. Sin importar cuán radiante hubiera sido su vida, un hombre llamado Jesús que había vivido dos mil años nunca podría llegar a ser más que una figura inspiradora.

Las respuestas de Dyson y Tolkien lo sacudieron. En el caso de este hombre, dijeron, el mito se había convertido en realidad. Todo lo eterno y místico —la magia profunda del mundo— era real y estaba encarnado en la persona de Cristo. Él no era un personaje meramente histórico, sino el Dios Creador, encarnado para salvar a los seres humanos que había creado.

Con esa respuesta, Lewis fue capaz de hacer encajar las piezas. Como le escribió más tarde a su amigo Arthur Greeves, «la historia de Cristo es simplemente un mito verdadero: un mito que actúa sobre nosotros del mismo modo que los demás mitos, pero con la tremenda diferencia de que sucedió de verdad».

A través del Hijo de Dios, se produjo una verdadera unión matrimonial entre el cielo y la tierra. Dios abrazó la materia en la persona de Jesús. La Encarnación ocurrió en un lugar, pero fue «difundida» y «testificada» en todos los lugares, como escribió el académico y sacerdote jesuita Henri de Lubac.

En aquella «infinitud reducida a un bebé», como lo expresó Gerard Manley Hopkins, el descenso de Dios a la carne humana no consistió simplemente en dignificar a la raza humana o en estar con nosotros en nuestras alegrías y tristezas. Más bien, el cielo descendió a la tierra para que las cosas de la tierra pudieran ascender al cielo.

La idea de una unión entre el cielo y la tierra llama mi atención porque toma una postura claramente no individualista. Requiere poseer una aguda comprensión de la persona humana. En palabras del sociólogo Christian Smith, como occidentales modernos, muchos de nosotros vivimos y nos conducimos con una comprensión distorsionada de la persona como si se tratara de un «individuo autónomo, autodirigido y orientado terapéuticamente».

No obstante, si tan solo seguimos la línea de pensamiento de Lewis sobre el mito, inmediatamente podemos ver la insuficiencia de esa visión individualista. Las personas somos, parece decir Lewis, los mitos que nos han formado. Somos las historias que hemos heredado, que dan forma a lo que esperamos y definen nuestro concepto de lo que significa una buena vida. La idea de que el mito se convierte en hecho es una idea que otorga un valor real a la cultura, ya que los mitos solo surgen dentro de las culturas.

Por lo tanto, una persona es algo infinitamente mayor y más sagrado que un individuo intercambiable. Cada uno está implicado en redes relacionales, narrativas, geográficas e institucionales que son esenciales para la identidad y el florecimiento personal. La Encarnación demuestra que estas formas culturales no son tan solo un accidente de la historia, ni son simplemente el resultado de la pecaminosidad humana. La intención de Dios es enderezar esas formas culturales torcidas con perspicacia y con cuidado hasta que expresen la forma de integridad que él diseñó para ellas.

Lewis reconoció todo eso. Sin embargo, aquí tengo que reconocer que Lewis era un inglés propio de su tiempo y es ahí donde me parece necesario marcar cierta distancia. Su cristianismo tenía un matiz distintivamente inglés. Pero si él tenía razón, entonces la Encarnación significa que no hay una cultura que sea distintivamente cristiana. Los mitos que preparan el camino a Cristo no son mitos únicamente nórdicos o grecorromanos. El cristianismo no es una religión blanca ni occidental. Tampoco necesita ser expresada exclusivamente en lenguas occidentales.

Llegamos a entender esto al estudiar a la Iglesia global. Las redes de movimientos de la diáspora y la inmigración están impulsando el resurgimiento del cristianismo en lugares marcados por el poscristianismo. Bien sabemos que la migración y la mezcla de culturas han sido motores importantes de la expansión del evangelio a lo largo de la historia. Como Andrew Walls afirmó una vez, el cristianismo es siempre una encarnación: una traducción a una cultura ya existente que subvierte y atrae a las personas de esa cultura hacia Cristo. Es precisamente esta «capacidad de traducción infinita» de la fe cristiana lo que la distingue de otras religiones del mundo.

En mi experiencia como latino que creció y aún sigue sirviendo en contextos predominantemente blancos y anglófonos, me ha sorprendido descubrir que Jesús es honrado y glorificado por músicos pentecostales dominicanos como Lizzy Parra y Ander Bock. Me ha asombrado conocer a hermanos anglicanos de Nigeria que adoran a Jesús con una energía y una intensidad que me llenan de esperanza en la obra viva y activa del Espíritu Santo. Mi fe se ha ensanchado luego de que me encontrara con iraníes que lo perdieron todo y que perseveran en seguir a un Jesús que habla farsi.

En todas estas expresiones culturales, podemos ver el cumplimiento de la profecía de Isaías: que todas las naciones correrán a Sión (Isaías 2:2; 60:3). Cristo es el anhelo de todas las naciones, porque Él ha estado obrando en todos los pueblos, sembrando gracia en preparación para su venida. Como dijo Lewis, el Señor está presente en los «sueños buenos» de cada pueblo. Son los mitos de cada pueblo los que los preparan para recibirlo cuando vuelva.

La Encarnación abarca todos los aspectos de la existencia humana. Es una parte esencial de la esperanza que celebramos en Navidad. No hay cultura humana para la que Jesús sea un extranjero. Los mitos —los mitos de todas las naciones— se hicieron realidad en Jesucristo. Es difícil negar el poder de la Encarnación cuando vemos comunidades vibrantes de cristianos que no lucen como nosotros ni suenan como nosotros alabando el nombre de Jesús.

Sabemos que Cristo vino a salvar a toda la humanidad. Esto es lo que recordamos cuando encontramos a Cristo en el pesebre.

Jonathan Warren Pagán es un ministro anglicano que vive y sirve en Austin, Texas.

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El carácter humilde de nuestro Rey

Las audaces proclamaciones de un gran líder.

Christianity Today December 3, 2023
Phil Schorr

Pero tú, Belén Efrata,
pequeña entre los clanes de Judá,
de ti saldrá el que gobernará a Israel;
sus orígenes son de un pasado distante,
desde tiempos antiguos.

Por eso Dios los entregará al enemigo
hasta que tenga su hijo la que va a ser madre
y vuelva junto al pueblo de Israel
el resto de sus hermanos.

Él se establecerá y los pastoreará
con el poder del Señor,
con la majestad del nombre del Señor su Dios.
Vivirán seguros, porque él dominará
hasta los confines de la tierra.

– Miqueas 5:2-4

Las profecías del Antiguo Testamento nos recuerdan que siempre ha estado grabado en piedra que de Belén surgiría un gobernante eterno. Como un anuncio proclamado desde los tejados para llegar a los oídos de toda la ciudad, Miqueas 5:2 anuncia: «Pero tú, Belén Efrata, pequeña entre los clanes de Judá, de ti saldrá el que gobernará a Israel; sus orígenes son de un pasado distante, desde tiempos antiguos».

Con esta audaz proclamación, está claro que Dios no quería que la noticia de este nacimiento se mantuviera en secreto, sino que se difundiera por toda la tierra con denuedo. Sí, el Ungido, del que se decía que descendería de la línea davídica, venía en efecto a salvar a los israelitas de aquello que no podían soportar por sí mismos.

Imagínense cómo se sentía la espera en tiempos del profeta: después de todo, el Anciano de Días estaba en camino. Tanto los creyentes curiosos como los soñadores debieron vivir con gran expectación. ¿Cómo será este Rey? ¿Con qué sabiduría nos bendecirá para sacarnos del exilio? ¿Cómo se dará a conocer este Rey cuando por fin llegue?

En consonancia con su naturaleza, Jesús asume el papel de un Gran Pastor que agracia a sus ovejas con su dulce presencia que combina fuerza y seguridad. Hay algo profundamente tranquilizador en tener un Salvador que me guía como un pastor lo hace con las ovejas: saber que me guía por el camino que debo seguir en vez de por el que yo imagino que es mejor. Todos somos propensos a extraviarnos del camino seguro y a alejarnos de su corazón.

El Gran Pastor cubriría a Israel con su disposición de majestad y honor en nombre del Padre. Se mantendría firme como el máximo guarda de sus vidas, y los conduciría con valentía y audacia a los pastos eternos. Esto era algo que el pueblo de Dios no solo anhelaba, sino que necesitaba desesperadamente: un refugio seguro donde pudieran hallar descanso. Miqueas 5:4 nos da certeza de la santa salvaguardia que Cristo traerá: «Él se establecerá y los pastoreará con el poder del Señor, con la majestad del nombre del Señor su Dios. Vivirán seguros, porque él dominará hasta los confines de la tierra».

Como ovejas suyas, Él nos ha concedido abundante prosperidad y protección. Es más, los habitantes de esta tierra encontrarán que el Gran Pastor «será nuestra paz» (v. 5). ¿Cómo será esto? Podríamos imaginarnos un rebaño de ovejas dóciles descansando libremente bajo la sombra de un árbol mientras Él está de pie cerca, con el cayado en la mano, asegurando total serenidad en su presencia. Su paz introduce el shalom eterno en todos los ámbitos de la vida. Ni siquiera todas las fuerzas asirias atacando a Israel en todos los frentes serían capaces de atravesar la puerta (v. 5). En verdad, no hay lugar más seguro que estar envuelto en el amoroso señorío de nuestro Creador. Solo ahí podremos florecer, sin amenazas, para siempre.

Reflexiona



1. ¿De qué manera el carácter humilde de nuestro Rey desafía nuestra comprensión de los misteriosos planes de Dios?

2. ¿De qué manera abrazar a Jesús como nuestro Gran Pastor transforma nuestra vida cotidiana y nuestras relaciones interpersonales?

Alexis Ragan es escritora e instructora de ESL, apasionada por las misiones globales.

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‘En este mundo afrontarán aflicciones’. ¿Aceptaremos que esto incluye también a nuestros hijos?

Cuando era una madre joven, intentaba hacer todo bien. Ahora busco menos el «éxito» y confío más en la gracia de Dios.

Christianity Today December 1, 2023
Ilustración por Mallory Rentsch / Source Images: Getty / Unsplash

L o hicimos todo bien. Como padres cristianos, revisamos todas las listas de pasos para criar niños en los caminos del Señor. Les enseñamos la diferencia entre el bien y el mal. Les hablamos de Jesús. Los llevamos a la escuela dominical. Llegamos a tiempo a la iglesia.

Por supuesto, ninguno de nosotros es un padre perfecto. Pero ver a un hijo atravesar profundas luchas espirituales puede resultar desorientador, sobre todo cuando hemos hecho todo lo que ha estado a nuestro alcance para evitarlo, a menudo con un fervor alimentado por nuestra propia y humilde historia espiritual. Hemos aprendido lecciones dolorosas con Dios y queremos evitar que nuestros hijos tengan que aprenderlas también.

Pero no funciona así. No podemos evitar que nuestros hijos tengan dificultades y, si lo intentamos, corremos el riesgo de impedirles que experimenten la plena verdad y belleza del evangelio.

Crecí en lo que algunos llamarían un «contexto familiar desestructurado». No obstante, yo también lo llamaría feliz. Mi mamá trabajó duro y mis abuelos vivieron con nosotros durante algunos de esos años. Aun así, con esos antecedentes, cuando mi esposo y yo empezamos a tener hijos, nos propusimos criarlos perfectamente, al igual que muchos padres primerizos.

Con una confianza comparable a la de los estudiantes de primer año de seminario, revisamos todos los versículos de la Biblia sobre la paternidad, el orden y la disciplina, y creamos con ellos una ecuación que pensamos daría como resultado una crianza perfecta. Nuestros hijos iban a ser asombrosos porque nosotros íbamos a ser padres asombrosos. Estábamos siguiendo el Libro a la perfección.

No hay nada como la arrogancia de los jóvenes inexpertos, aunque, en retrospectiva, nuestro problema iba más allá de la juventud y el orgullo. Habíamos adoptado una visión del evangelio de la prosperidad y la habíamos aplicado a la vida familiar, incorporando principios de «salud y riqueza» al proceso de crianza. Más que en el área del dinero o el bienestar físico, el área donde deseábamos el éxito más profundamente era en nuestra familia, y ahí es donde el falso «evangelio del éxito» se arraigó en nuestras vidas.

En ese momento, no lo habríamos identificado como una enseñanza legalista o del evangelio de la prosperidad. Lo habríamos llamado «bíblico». Pensábamos que si conseguíamos hacer bien esto de la «vida cristiana», no tendríamos que depender tanto de la gracia de Dios. La gracia sería simplemente nuestro respaldo en días inusuales, para los obstáculos imprevistos.

En ese momento no nos dimos cuenta de que cuando tomamos principios de la Biblia y los despojamos de Cristo y su redención y perdón, se convierten en algo completamente distinto. Adoptamos la postura de Adán y Eva sosteniendo el fruto del conocimiento del bien y del mal, pensando que, si pudiéramos saber qué hacer y qué no hacer, entonces no dependeríamos tanto de la gracia de Dios.

Esto fue especialmente evidente en la forma en que abordamos el Libro de Proverbios. «Instruye al niño en el camino correcto y aun en su vejez no lo abandonará» (Proverbios 22:6). Tratamos versículos como este como garantías y no como descripciones del bien que Dios quiere para nosotros. Buscamos construir la salvación con nuestras propias manos, tal como solemos hacer los humanos.

Y eso tenía sentido, porque los Proverbios son buenos. Pero éramos demasiado propensos a juzgar algo como «bueno» en función de si nos daba los resultados que queríamos en el plazo esperado.

Dios juzga lo que es bueno de manera diferente. Chad Bird, erudito del Antiguo Testamento, dice que usar los Proverbios como garantía es actuar como los amigos de Job, examinando a alguien que está sufriendo y tratando de descubrir qué proverbio no siguió del todo correctamente: Si hacemos todo lo correcto, ¡deberíamos estar bien! Encontremos la solución a tus fracasos. Quizás haya una pizca de sabiduría aquí que pueda solucionar la situación.

Job era un hombre justo y, sin embargo, los Proverbios no «funcionaron» para él. Hizo todo bien, pero aun así Dios permitió el sufrimiento, aparentemente sin explicación, y en los capítulos finales del libro Él mismo habla para decirles a Job y sus amigos cuán incorrectamente habían juzgado la situación.

A menudo, nos cuesta reconocer que Jesús no solo dijo que tal vez encontraríamos sufrimiento, sino que aseguró que sucedería (Juan 16:33). Eso es lo que el evangelio de la prosperidad ignora, y es comprensible: parece mucho más positivo y productivo centrarse en las partes de la Biblia que nos dan una sensación de control.

No queremos confiar en que Cristo ya venció al mundo. Queremos alegrarnos de que, bueno, al menos hicimos todo lo que pudimos. No queremos tanto la redención como la redención en nuestros propios términos, obtenida por nuestras propias manos.

A medida que nuestra cultura pasa de la crianza tipo helicóptero (sobreprotectora) a la crianza tipo cortadora de césped (donde los padres van más allá de la sobreprotección y buscan derribar todos los obstáculos para sus hijos), la tentación de aplicar el evangelio de la prosperidad a la crianza solo se vuelve más fuerte.

Sentimos como si hubiéramos fracasado de alguna manera si nuestros hijos enfrentan cosas difíciles. Sentimos como si hubiéramos fracasado si están luchando con su fe o con Dios. Empezamos a pensar que es nuestro trabajo desaparecer toda esa lucha, y olvidamos que en realidad nuestra tarea es estar con nuestros hijos y orar por ellos tanto en la lucha como en la alegría.

Y los padres no son los únicos que tienen esta sensación de fracaso. Recientemente hablé con una joven que dijo que se sentía presionada a ser feliz todo el tiempo. Sus padres seguían diciendo que solo querían que sus hijos fueran felices, así que cuando ella no era feliz, sentía que les estaba fallando.

«Solo quiero que esté bien tener un día en el que me sienta triste», me dijo. Esta chica quería tener la libertad de sentir toda la gama de emociones humanas sin decepcionar a sus padres, sin hacerles sentir que no habían hecho todo bien.

Por supuesto, un principio central del evangelio es precisamente que no podemos hacer todo bien, y es por eso por lo que necesitamos tan profundamente la redención de Dios. Recuerdo que una vez le abrí mi corazón a Dios cuando uno de mis hijos estaba pasando por un tiempo difícil. Lloré porque no podía hacer nada para arreglar ese dolor. Pero Dios me mostró entonces que, si tuviera la capacidad de eliminar todas las luchas de mis hijos, ellos nunca lo necesitarían a Él. Nunca tendrían motivos para clamar a Él por sí mismos.

Mis limitaciones ayudan a mis hijos a buscar y ver a Dios. Su poder se muestra en mi debilidad (2 Corintios 12:9), no en promesas mecánicas de prosperidad familiar, y este es un poder que mis hijos deben llegar a conocer por sí mismos. Aprender a confiar únicamente en la salvación de Cristo es a menudo una batalla diaria. Nuestros hijos deben luchar con esto por sí mismos y superar todas sus versiones de autojustificación, tal como lo hicimos nosotros.

Cuanto más tiempo soy madre, más me doy cuenta de que Dios está más dispuesto que yo a que mis hijos pasen dificultades. Siempre quiero saltarme la lucha, ignorarla y avanzar rápidamente para superarla. A menudo soy impaciente y no estoy dispuesta a caminar en medio del dolor.

Pero si podemos dejar de aplicar el evangelio de la prosperidad a la crianza, podremos abrazar el verdadero evangelio de un Dios que está con nosotros y a nuestro favor.

Podemos presentar este Dios a nuestros hijos, no un Dios que cuenta nuestros fracasos como padres o exige felicidad constante, sino un Dios compasivo que nos encuentra en nuestra lucha; que nos permite luchar con Él; que no nos pide que finjamos que las cosas están bien cuando no lo están; que nos permite, como dijo Martín Lutero, «[llamar] las cosas como lo que son realmente», incluso si se trata de algo incómodo o infeliz.

Por mucho que odiemos el hecho de que en este mundo tendremos aflicciones (y que nuestros hijos tendrán aflicciones también), podemos consolarnos con la honestidad, la paciencia y el amor de Dios. Y podemos mostrarles a nuestros hijos que así es Dios, mucho mejor de lo que jamás podría ser el ídolo mezquino y a menudo inepto del evangelio de la prosperidad.

¿Qué pasaría si instruir a los niños en el camino correcto no fuera simplemente enseñarles la diferencia entre el bien y el mal, y asegurarse de que asistan a la Escuela Dominical? ¿Qué pasaría si más bien consiste en enseñarles a confiar en la gracia de Dios, todos los días?

Gretchen Ronnevik es autora de Ragged: Spiritual Disciplines for the Spiritually Exhausted y copresentadora del pódcast Freely Given.

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La simplicidad de José era en realidad madurez espiritual

Dios confió a su único Hijo a un hombre que no podía proveer lo que su cultura esperaba.

Christianity Today November 30, 2023
Ilustración por Matt Chinworth

Durante la guerra civil de Burundi de la década de 1990, pasé varios meses en un abarrotado campo de desplazados internos: personas como yo que habían huido de sus casas pero no podían abandonar el país. Una de las experiencias más dolorosas fue ver la sana masculinidad de los padres hecha pedazos por el cambio en sus vidas.

Los que una vez fueron proveedores para sus familias, ahora tenían que confiar en la ayuda humanitaria para recibir comida. Habían sido privados de su libertad de movimiento y ahora eran incapaces de hacer lo que habían venido haciendo toda su vida (cultivar la tierra o hacer negocios). Algunos empezaron a consumir mucho alcohol para lidiar con la depresión.

Desde entonces he pensado en José, el esposo de María, quien también tuvo que huir y lidiar con la frustración de proveer sin estabilidad. Se podría haber vuelto como aquellos hombres. Podría haberse resentido contra los gobiernos locales y coloniales por la manera en la que lo habían privado de buenas opciones y lo habían llevado a trasladarse por toda la región. Podría haberse resentido contra Dios por pedirle que se casara con una mujer que —sus compañeros le habrían dicho— se merecía el divorcio y no su apoyo. Podría haber intentado compensar su masculinidad amenazada con una falta de cooperación o un legalismo de dominación.

Pero no es así como las Escrituras describen a José. Más bien vemos al hombre al que Dios seleccionó para criar a su hijo aceptando la inesperada guía de Dios, no con resentimiento, sino cooperando incondicionalmente con Dios a cada paso. He visto lo difícil que es. ¿Cómo pudo José lograrlo?

No sabemos mucho de José. Él es uno de los personajes bíblicos de quien se dice muy poco. No era un líder político, ni un gran profeta, y su nombre no estaría en la Biblia si no hubiera sido designado como guardián del Mesías. Aun así, su linaje habría sido un motivo de orgullo y una buena base para que él aspirara a una posición de honor. En el relato de Lucas de la visita del ángel a María, Gabriel afirmó que Jesús era el descendiente prometido de David, y que se le daría el trono de David y un reino que no tendría fin (Lucas 1:31-33).

El hecho de que Mateo, escritor judío de los Evangelios y discípulo de Jesús, presente a José como descendiente de David es significativo (1:20). Pone a José en el centro de atención del plan divino para la humanidad como el padre adoptivo del Mesías.

Los escritos apócrifos ofrecen una imagen de José como un hombre poco confiable, a menudo iracundo. Tanto el protoevangelio de Santiago como la Historia de José el carpintero afirman que José era un viudo con hijos de su anterior matrimonio. Esas historias sobre José apoyan la idea de que María fue virgen perpetuamente; sin embargo, a partir de las Escrituras no hay razón para pensar que José ya tuviera hijos: el relato de la natividad no menciona a nadie más que a María viajando a Belén con José, y a José se le pidió que huyera a Egipto solo con María y Jesús (Mateo 2:13-15).

Es mucho más probable que el José real y no apócrifo fuera un joven judío como cualquier otro, con cierta educación religiosa. Los escritos rabínicos sugieren que la edad acostumbrada para casarse en los tiempos de José era la adolescencia tardía. Así que seguramente José vivía con sus padres u otros familiares cuando el ángel le dijo que se casara con María. Después del nacimiento de Jesús, José tuvo cuatro hijos y un número desconocido de hijas con María (Mateo 13:55-56).

La Biblia insinúa que José era un hombre promedio, de un lugar promedio; un hombre de pueblo conocido por su profesión. La gente le llamaba «el carpintero» (13:55). Probablemente sus días eran de arduo trabajo.

Mientras que la cultura judía valoraba el trabajo no calificado, la realidad era totalmente diferente con los romanos, el poder colonizador que gobernó Palestina durante la vida de José. Desde la perspectiva romana, la carpintería era una profesión de esclavos. Así que José estaba lejos de contar entre las personas de mayor estatus.

Es posible que él hubiera nacido en ese nivel socioeconómico, pero también es posible que lo haya elegido voluntariamente. José vivió en una época difícil en la que los oportunistas podían colaborar con los romanos y disfrutar de una vida cómoda en lo material. Él no tomó el camino que eligió Mateo en un principio, cuando trabajó como recaudador de impuestos. Mateo, el escritor del Evangelio que más habla de José, podría haber visto la tentación de esa colaboración con más claridad. Y, aun así, José no fue innecesariamente poco colaborativo con los romanos. Fue a la ciudad de sus ancestros para el censo del gobierno, por ejemplo.

En este estilo de vida simple y útil, él se enfrentó a los poderes fácticos de aquel entonces que prosperaban por medio de la injusticia, la violencia y la corrupción. En esa confrontación, la espiritualidad de José se hizo más evidente, y claramente Dios se mostró de su lado.

De hecho, Dios está cerca de aquellos que, como José, son pobres, contritos de espíritu y tiemblan ante su palabra (Isaías 66:2). La simplicidad, como disciplina espiritual, nos ayuda a evitar la seducción del materialismo y nos capacita para centrarnos en las cosas que realmente importan. Los que practican la simplicidad pueden ser ricos sin ser materialistas y ser descendientes de un linaje de reyes sin competir con Herodes. Para ellos, la rectitud es mejor que la gloria del mundo.

Me parece que está claro que José fue capaz de guiar bien a su familia porque estaba abierto a Dios y a sus mensajeros de un modo que desafiaba al legalismo. La espiritualidad de José lo preparó para lo inesperado.

En culturas fuertemente patriarcales, normalmente los hombres esperan ser capaces de proveer para sus familias, muchas veces con una buena dosis de desapego emocional de sus esposas, y suelen esperar que sus planes personales sean los que dirijan a sus familias. Los hombres que son cabeza de familia pueden ser rígidos y resistirse a las conductas no convencionales. En mi cultura, por ejemplo, aunque los vientos de los derechos humanos llevan soplando durante más de dos décadas ahora, la mayoría de los hombres cristianos todavía luchan por deshacerse de las rígidas actitudes patriarcales y sus conductas, y algunos distorsionan la Biblia para justificarlas.

La huida a Egipto de Henry Ossawa Tanner.WikiMedia Commons
La huida a Egipto de Henry Ossawa Tanner.

José no era así. Lo vemos con claridad en su manera de tratar a María. Como hombre judío, José sabía lo que le sucedería a una chica que hubiera tenido sexo antes del matrimonio (Deuteronomio 22:13-21). El embarazo era la prueba más convincente de una mala conducta sexual. Legalmente, él habría estado en su derecho de denunciar a María.

Pero, para José, aquello que parecía pecado en María no la hacía una marginada. Él sabía que ella merecía amor y protección. La NVI combina con belleza la cultura religiosa judía de José y su propia espiritualidad en una frase: «Como José, su esposo, era un hombre justo y no quería exponerla a vergüenza pública, resolvió divorciarse de ella en secreto» (Mateo 1:19).

Aquí vemos que José no es el hombre debilucho y gruñón de la leyenda de la Navidad. Incluso antes de recibir el mensaje de Dios acerca de Jesús, José demostró amor por María, y su compromiso de proteger la dignidad de ella superó cualquier legalismo. La conducta de José retrata una masculinidad genuina y una justicia certificada por la Biblia.

La situación, por supuesto, no es lo que él se había imaginado en primer lugar. En un sueño un ángel le dijo a María que el embarazo tenía un origen divino. José desechó sus planes previos y accedió a obedecer de forma tan rápida y sencilla como María había aceptado el hecho de que estaba embarazada antes de casarse (Mateo 1:24; Lucas 1:38).

Una respuesta así de positiva a una circunstancia difícil y arriesgada habría sido imposible en una mente legalista y espiritualmente opaca. Un hombre legalista rápidamente habría despreciado el mensaje del ángel como una alucinación, porque parecía contradecir la ley. La espiritualidad de José era de tal clase que él era capaz de valorar la voluntad del legislador más que la ley, algo que eludían muchos de los teólogos y líderes religiosos más sofisticados (Mateo 15:3-9), por no mencionar a los discípulos de Jesús.

Cuando en otro sueño un ángel le ordenó a José que huyera a Egipto con María y el bebé, José obedeció y huyó (Mateo 2:13-14). Para muchos en la posición de José, el mandato podría haber parecido un sinsentido. Ellos esperaban un mesías poderoso y conquistador, no un bebé refugiado (Hechos 1:6).

Que José fuera capaz de dejar a un lado la mentalidad común en la época a causa de un sueño muestra que su espiritualidad era más profunda que el pensamiento religioso prevalente de la gente de su época. Él sabía cuando Dios le había hablado directamente. Vemos a un hombre simple de pueblo cooperando con Dios para preservar la vida del Mesías.

A menudo vemos la natividad como una celebración del consuelo y la inocencia. En Europa y Estados Unidos, la Navidad a menudo es un tiempo para pensar en lo acogedor. En mi país es una especie de celebración para niños entre los evangélicos.

¿Podría haber encajado José alguna vez en estas Navidades modernas? Es verdad que podemos decir que José tenía una humildad infantil como la que Jesús más adelante elogió (Mateo 18:4), y ciertamente su simplicidad y rectitud son una forma de inocencia. Pero José crió a Jesús en un tiempo turbulento. Quizá nuestras Navidades serían mejores si recordáramos que tanto la inocencia como la capacidad para reaccionar fueron características del padre que Dios escogió para guiar a su familia en medio del peligro, no solo para cuidar niños protegidos y seguros. Sin duda, José sabía lo violentos que podían ser los gobernantes romanos. Es posible que en los caminos hubiera pasado cerca de crucificados agonizantes que, al igual que su familia, eran una amenaza para el régimen.

Debido a la decisión política de un emperador a miles de kilómetros de distancia, Jesús nació en una Belén abarrotada: un dolor de cabeza logístico para José. Es posible que la pareja haya viajado con familiares que estuvieron a su lado cuando Jesús nació. Pero no se menciona nada de familiares que ayudaran a José a atender a María y al bebé. Cuando no hubo espacio para ellos en la habitación de invitados, José no tuvo los medios para proveer algo mejor (Lucas 2:4-7). Más adelante, otra decisión política y otro mensaje recibido por medio de un sueño llevaron a José a huir a Egipto con María y Jesús. Herodes no podía permitir que creciera un niño que tuviera el potencial de desafiarlo en el trono, y puso al bebé en la mira para asesinarlo.

La huida a Egipto (La fuite en Égypte) de James Tissot.Brooklyn Museum
La huida a Egipto (La fuite en Égypte) de James Tissot.

El miedo, la angustia y la sensación de impotencia debieron inundar el tierno corazón de José cuando cobró conciencia de la amenaza. Cualquiera que haya vivido una violencia masiva (como en el caso de una guerra civil) sabe la agonía de la posibilidad de perder a los seres queridos que viene acompañada de la incapacidad para protegerlos.

Cualquiera en el lugar de José se habría hecho preguntas existenciales y habría cuestionado su fe. ¿Tuvo la tentación de quitarse la vida, como les pasa a algunos cuando enfrentan una situación similar? ¿Pensó en migrar a un lugar más seguro y nunca regresar a Palestina? ¿Tuvo la tentación de volverse pasivo o fatalista? La combinación de peligro, duelo, aburrimiento, la falta de un trabajo significativo, una gran responsabilidad e incluso cargas mayores han conducido a muchos desplazados por la fuerza a reaccionar de esa manera.

Es la espiritualidad de José, bellamente mezclada con las dificultades que enfrentó, la que hace que esta sea una historia de esperanza. Seguramente consideró las palabras del ángel: «Levántate, toma al niño y a su madre, y huye a Egipto. Quédate allí hasta que yo te avise» (Mateo 2:13). Parte de esto era una orden, otra parte era una promesa: Dios estaba en control. Un día José y su familia regresarían. Los gobernantes egoístas y crueles no tendrían la última palabra en la vida de la familia de José.

Y, no obstante, José y su familia se encontraban en una situación delicada en la que necesitaban depender de Dios para tomar las decisiones más básicas. Una decisión errónea sería fatal. Cuando llegó el momento de regresar, el ángel le dio la señal a José (Mateo 2:19-20).

De nuevo la divinidad guió a José a tomar una decisión que era muy peligrosa. Cualquiera que haya sido refugiado lo reconoce. En el campo de desplazados donde yo viví, algunos hombres regresaron a sus vidas normales antes de que el área fuera segura y su impaciencia les costó la vida.

El mundo seguía siendo el mundo, incluso en un momento de descanso. Dios le aconsejó a José que no vivieran en Judea, sino en Galilea. No había una seguridad completa, ni un alivio total. Herodes estaba muerto, pero su hijo estaba en el poder (vv. 21-23). Dios no destruyó entonces a todos los malvados, pero tampoco permitió que frustraran sus planes.

Hoy, en algunos aspectos, el mundo es mejor que durante la época de José. Las organizaciones de derechos humanos pueden hablar por los débiles y ayudar a proteger sus vidas. Sin embargo, la humanidad sigue estando caída y, por lo tanto, muy lejos de ser perfecta. El número de desplazados por la fuerza en el mundo ha alcanzado el nivel más alto de los últimos 40 años. Guerras, terremotos, erupciones volcánicas, huracanes, pandemias y las decisiones de los gobernantes pueden destruir nuestra sensación de seguridad y estabilidad.

Dicho esto, nunca deberíamos olvidar que Dios está obrando y que está con nosotros incluso en nuestras horas más oscuras (Salmo 23:4-5). Además, Él ha prometido instruirnos en el camino que debemos seguir (Salmo 32:8) como instrumentos de su voluntad en la tierra.

Del mismo modo que Dios utilizó a José, así intenta usarnos para llevar a cabo sus propósitos para nuestra generación. Pero esto requiere que nosotros tengamos una clase de espiritualidad que trasciende las tradiciones denominacionales y las mentalidades legalistas. También debemos evitar cuidadosamente las trampas de la carne para seguir siendo sensibles a Dios mientras él se mueve en nuestro tiempo.

Así como Dios no permite que estas cosas nos separen de él, nosotros no deberíamos permitir que el peligro o la inseguridad —ni siquiera la muerte— nos detengan a la hora de cooperar con Él.

¿Cómo podemos hacerlo? No a través de complicadas estrategias, sino con una fe como la de José: una fe simple, infantil, dispuesta a depender de Dios en las decisiones que tomamos, a hacer lo que Él nos indique, y a ir donde Él nos conduzca sin quejarnos, sea cómodo o peligroso.

Acher Niyonizigiye es pastor de la Iglesia Comunidad Internacional Bujumbura, cofundador de la organización de liderazgo Greenland Alliance y autor de Be Transformed and Glorify God with your Life.

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Cuando los medios de comunicación se convierten en el ‘príncipe de la potestad del aire’

Para terminar con la desinformación y la opresión sistémica es necesario discipular a la nación entera.

Christianity Today November 22, 2023
Ilustración por Mallory Rentsch / Source Images: Unsplash / Pexels

En Filipinas, mi país de origen, las noticias falsas viajan rápido. Y no solo a través de las redes sociales, sino también a través de la comunicación de boca en boca difundida por marites, una palabra del idioma tagalo para referirse a las personas que cuentan chismes.

Esta es una palabra compuesta por mare, que significa «madrina» y que también se refiere a grupos de amigos en el vecindario, y la palabra inglesa latest. Esto se interpreta como: «Mare, ¿qué hay de nuevo?». Así que los chismes corren muy rápido, especialmente en comunidades urbanas pobres y densamente pobladas.

La tecnología ha acelerado y ampliado la difusión de información falsa más allá de lo que las conversaciones entre amigos jamás podrían lograr. Ocurre en Estados Unidos, en todo el Occidente, y también en países donde el gobierno influye o restringe los medios de comunicación.

Los analistas dicen que parte de la razón por la que el actual presidente de Filipinas, Ferdinand Marcos Jr., ha regresado al poder en compañía de sus aliados es la forma en que han podido utilizar las redes sociales masivamente para cambiar las historias del gobierno autoritario de su padre.

Los cristianos de todo el mundo han lamentado con razón la difusión de noticias falsas en sus comunidades, la prevalencia de las teorías de conspiración y el escepticismo hacia la posibilidad de llegar a conocer la verdad. Aquellos de nosotros que vivimos en lo que se conoce como «el mundo mayoritario» también somos sensibles a otra dimensión de este fenómeno: es más probable que veamos la realidad espiritual detrás de él.

Sentimos cómo lo demoníaco podría alojarse y atrincherarse en las tecnologías de los medios de comunicación: nuestra versión contemporánea de lo que Pablo llama el «príncipe de la potestad del aire» en Efesios 2:2 (NBLA).

El lenguaje de Pablo sobre «tronos, poderes, principados o autoridades» en Colosenses 1:16 (NVI) sugiere que lo demoníaco se manifiesta no solo en personalidades, sino también en fuerzas subhumanas (estructuras e instituciones) que esclavizan u oprimen a las personas.

La mentira suele ir acompañada de opresión, dice el libro de Jeremías. Cuando la verdad ha perdido su lugar en la plaza pública, «… “vives en medio de engañadores, que por su engaño no quieren reconocerme”, afirma el Señor» (Jeremías 9:6). Los que doblan la lengua para decir mentiras actúan con maldad.

El Estado y otras instituciones poderosas tienen el poder de engañar a las masas a través de los medios de comunicación y las redes sociales. No es casualidad que lo primero que hagan los déspotas para consolidar el poder sea amordazar a la prensa.

En una época de desinformación masiva, los cristianos deben luchar por la verdad. La manera en que debemos involucrarnos con el «príncipe de la potestad del aire» es llevando a la plaza pública las normas de Dios para la sociedad y articulándolas de manera persuasiva.

Una ‘comunidad hermenéutica’

La participación en la vida política y social de un país no significa simplemente poner a cristianos en cargos públicos o ganar posiciones de poder para promover nuestros valores y nuestra agenda al estilo de la derecha religiosa en Estados Unidos. Más bien, significa crear un entorno social e intelectual que defienda la coherencia de los valores cristianos y dé forma al comportamiento en la vida pública.

Como lo expresa el escritor T.S. Eliot:

(…) Las creencias de los gobernantes serían menos importantes que las creencias a las que estarían obligados a conformarse. Y un estadista escéptico o indiferente [con respecto a la fe] que trabaje dentro de un marco cristiano, podría ser más eficaz que un estadista cristiano devoto obligado a ajustarse a un marco secular. (…) No es el cristianismo de los estadistas lo que importa en primer lugar, sino que estos sean limitados por medio de las tradiciones y el carácter del pueblo que gobiernan a un marco cristiano dentro del cual puedan llevar a cabo sus ambiciones.

¿Cómo podemos crear un entorno así?

En primer lugar, construimos intencionalmente lo que yo llamo una «comunidad hermenéutica», compuesta por aquellos que, como la tribu de Isacar (1 Crónicas 12:32), pueden discernir los tiempos y dar orientación sobre cómo influir e impactar efectivamente en la sociedad.

Testificar, en el sentido paulino, es llevar «cautivo todo pensamiento para que obedezca a Cristo» (2 Corintios 10:5). Desafortunadamente, este mandato misional ha sido dejado de lado por la enorme energía puesta en proclamaciones superficiales del evangelio que pasan por lo que llamamos «evangelización». Entrenamos a los creyentes para que usen la Biblia en asuntos como cómo ser salvos, pero no en cómo se puede aplicar todo el consejo de Dios a los muchos problemas que enfrentamos todos los días.

Es cierto que el tipo de educación que permite a las personas involucrarse en los problemas del ámbito público requiere una atención centrada en aquellos con talentos y experiencia profesionales relevantes, abriendo sus mentes a la relevancia del evangelio para toda la vida. Es hora de que testifiquemos y traigamos al centro de la vida de la iglesia a los artistas y los científicos, a aquellos con dones que pueden comunicarse creativamente con el mundo exterior.

La importancia de tal comunidad hermenéutica me quedó grabada en el apogeo de la lucha contra el régimen autoritario del expresidente filipino Ferdinand Marcos. Algunos líderes evangélicos en Filipinas criticaron repetidamente a mi organización, el Instituto de Estudios sobre la Iglesia y la Cultura Asiáticas (ISACC, por sus siglas en inglés), por ser parte de la oleada de resistencia contra la continuación del gobierno de Marcos.

ISACC es una pequeña comunidad de científicos sociales, profesionales del desarrollo, escritores, artistas y un puñado de pastores y teólogos. Estábamos convencidos de que los resultados de las elecciones anticipadas de 1986 que proclamaron ganador a Marcos eran fraudulentos. Él ya no tenía derecho a gobernar nuestro país.

Organizamos una protesta junto con otros movimientos. Luego, los líderes evangélicos etiquetaron esto como «rebelión» y siguieron haciendo referencia a Romanos 13:1-7, que habla de estar sujetos a las autoridades gobernantes.

Pero nuestra lectura de la época difería mucho. Nuestro discernimiento fue que el texto relevante para esos tiempos no era Romanos 13, como pensaban la mayoría de los evangélicos, sino Apocalipsis 13. Hay momentos en que el estado deja de ser un siervo y en su lugar asume las proporciones de una bestia (Apocalipsis 13:5-8), y por eso hay que resistirlo.

Nuestra lectura tanto de la época como del texto relevante triunfó.

Después de la Revolución del Poder Popular de 1986, algunos líderes de la iglesia comenzaron a preguntar: ¿Cómo es que ISACC parece tener el dedo en el pulso de dónde está nuestra gente, pero no lo hemos notado?

Para que no perdamos nuestras señales históricas, debemos formar una masa crítica de líderes de pensamiento jóvenes que puedan leer los signos de los tiempos con precisión, y aplicar creativamente las Escrituras al analizar y confrontar los temas candentes de nuestros días.

Discipular naciones

En segundo lugar, se nos dice que discipulemos naciones, no solo individuos. Debemos crear nuevos sistemas que afirmen la vida dentro de nuestras culturas.

Esto no se logra principalmente mediante la construcción de estructuras alternativas bautizadas como «cristianas», ni con medios de comunicación «cristianos» o escuelas «cristianas», sino penetrando en nuestras culturas y en las instituciones existentes. Afirmamos o hacemos crítica de nuestras costumbres y tradiciones, y las volvemos a Cristo y los valores del reino.

La gran protesta que levantamos contra Marcos puede haber ocurrido hace 37 años, pero seguimos luchando con bestias igualmente siniestras en nuestros días.

Por ejemplo, hay un resurgimiento del autoritarismo en muchos países donde se suponía que se había restaurado la democracia. Persiste el culto al caudillo o al hombre fuerte mítico.

Parte de la explicación es la falta de congruencia entre los valores operativos de la cultura y las estructuras de gobierno establecidas. Como lo expresa el sociólogo guatemalteco Bernardo Arévalo: «Tenemos el hardware de la democracia, pero el software del autoritarismo».

El cambio necesita un software de valores que respalde el hardware de las estructuras e instituciones que implementemos.

Crear patrones culturales de apoyo que hagan que nuestros sistemas funcionen requiere discipular a toda una nación. El proceso comienza —pero no termina— con la transformación interna de los individuos. Tal cambio se traducirá en las «buenas obras, las cuales Dios dispuso de antemano a fin de que las pongamos en práctica» (Efesios 2:10), y que más tarde irradiarán a la sociedad en general.

El historiador y misionólogo Andrew Walls, al rastrear el salto del cristianismo desde el judaísmo hasta que penetró en la cultura y las formas de pensamiento griegas, explica cómo la Biblia involucra culturas y transforma el tejido social de las naciones:

La Palabra debe pasar a todas esas formas distintivas de pensamiento, esas redes de parentesco, esas formas especiales de hacer las cosas, que dan a una nación su sentido de comunidad, su coherencia, su identidad. [La Palabra] tiene que viajar a través de los procesos mentales y morales compartidos de una comunidad.

Al llevar la Palabra al ámbito público, liberamos a las personas de lo que Pablo llama «las fortalezas» de la mente (2 Corintios 10:4). Las fortalezas, en la forma que Pablo usa el término, no son principalmente territorios de poderes espirituales, sino la red de mentiras que habitan en nuestras mentes, que moldean la conciencia de una sociedad y que mantienen nuestras culturas en esclavitud.

Testificar implica destruir las barreras intelectuales que se oponen a la fe en Cristo. Y significa difundir la Palabra y llevar «cautivo todo pensamiento para que obedezca a Cristo» (2 Corintios 10:5).

Desafortunadamente, hemos reducido nuestro testimonio a pronunciar formulaciones evangélicas preenvasadas que asumimos funcionarán de una cultura a otra y que realmente no conectan con los corazones y las mentes de nuestra gente. También es desafortunado que aquellos de nosotros que somos receptores de teologías desarrolladas en Occidente hayamos tendido a pasar por alto la naturaleza cultural y encarnacional de nuestro testimonio.

Una obra transformadora

Hoy en día, la pobreza masiva ha provocado la erosión de los valores del pueblo filipino. La presión económica hace que nuestros burócratas entreguen su integridad y que nuestros trabajadores en el extranjero se conviertan en contrabandistas y transportistas de drogas en lugares remotos. En tagalo lo llamamos kapit sa patalim, y se refiere a cómo las personas se atreven a asir con fuerza la hoja de un cuchillo afilado, incluso si les corta las manos, solo para obtener oportunidades de sobrevivencia.

Pero el cambio puede ocurrir y extenderse a través de las estructuras que organizan nuestra vida común. Así sucedió con la iglesia primitiva, la cual a través de su práctica y testimonio bajo persecución, consiguió romper las barreras de clase, raza y género para finalmente desgarrar el tejido social de la civilización greco-romana, una sociedad que había nacido sobre las espaldas de la esclavitud.

La batalla por el alma de un pueblo comienza con la mente. La gente sigue al «príncipe de la potestad del aire» hasta que la Palabra se abre paso. Y a medida que el evangelio penetra y transforma nuestros modelos mentales de cómo funciona el mundo, las comunidades pueden avanzar hacia nuevos patrones culturales.

Melba Padilla Maggay es escritora y antropóloga social. Se desempeña como presidenta de Micah Global y anteriormente fue presidenta del Instituto de Estudios sobre la Iglesia y la Cultura Asiáticas (ISACC, por sus siglas en inglés).

Speaking Out es la columna de opinión de los invitados de Christianity Today y (a diferencia de un editorial) no necesariamente representa la opinión de la publicación.

Traducción por Sergio Salazar.

Edición en español por Livia Giselle Seidel.

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Vengan pastores, cansados y cargados

Aprendamos a caminar bajo el peso de los muchos «sombreros» del ministerio.

Christianity Today November 21, 2023
Ilustración por Daniel Liévano

Después de años de trabajar como maestra, mi esposa Lisa, regresó a la escuela de posgrado para convertirse en terapeuta. Nuestra iglesia había abogado durante mucho tiempo por el apoyo a la salud mental y manteníamos una lista de referencias para los feligreses que necesitaran consejería profesional. Incluso habíamos desarrollado una beca generosa para ayudar con el pago de honorarios por consulta. Entonces, cuando Lisa estableció su nuevo consultorio, me entusiasmó recomendarle a varios de nuestros feligreses.

Lisa rápidamente se opuso a ser incluida en nuestra lista de referencias. «Seguramente no podré atender a la mayoría de las personas de nuestra iglesia. No usaré más de un sombrero con ninguno de ellos. No es ético».

Me sorprendió, pero me explicó: «No puedo ser la esposa del pastor y a la vez ser consejera [profesional], o compañera de adoración y terapeuta».

Los estudiantes de consejería profesional estudian la ética de las relaciones duales. Se les enseña a usar solo un «sombrero» relacional con un cliente y a tener mucho cuidado en las interacciones fuera de sus sesiones, incluso en las redes sociales. En las raras ocasiones en que un terapeuta debe usar dos sombreros con un cliente, el consejero está capacitado para prestar especial atención a cómo las otras interacciones influyen en la relación terapéutica.

La advertencia de Lisa aclaró algo con lo que yo había estado batallando durante años. Los pastores usan muchos «sombreros» relacionales con los feligreses. Es una realidad inevitable de la vocación. La mayoría de las otras vocaciones requieren una sola relación única: visitamos al médico para obtener ayuda médica, al mecánico para reparar el automóvil, al terapeuta o consejero para obtener ayuda emocional. Pero debido a que el ministerio de la iglesia tiene múltiples niveles, los pastores deben cumplir múltiples roles para ser efectivos. Esta complejidad relacional es un desafío único en el ministerio.

Un peso agotador

A veces, estos roles y relaciones superpuestos son molestos, pero relativamente inocuos, como cuando yo llego a la fiesta de un miembro de la congregación. La risa se detiene y alguien dice: «Bueno, iba a contar ese chiste, pero el pastor está aquí». En momentos como este, los pastores se dan cuenta de lo difícil que es para algunos feligreses verlos como seres humanos. Por el contrario, imaginan un letrero sobre nuestras cabezas que dice: «Oficial enviado por Dios para vigilar tu libertad condicional».

Imagina a una pastora el día de Navidad. Ella organiza la cena de Navidad con algunos amigos, pensando que su sombrero de pastora está colgado en el armario. Entonces su amiga dice: «Oye, aprovechando que estás aquí… no cantamos suficientes villancicos durante el servicio de Nochebuena. Y no soy la única que opina esto; varios otros comparten mi opinión. Solo pensé que querrías saberlo».

Detén ese pensamiento allí mientras saco mi sombrero de pastora, el que casi nunca me quito, piensa ella. El que está manchado por una intensa temporada de cuidado pastoral que culminó en un maratón de Nochebuena de 13 horas. Además, recuérdame por favor prenderle fuego al sombrero de «amigos con miembros de la iglesia» de una vez por todas.

Este cambio rápido de sombreros puede ser más que inocuo: puede agotar a los pastores. Se espera que los pastores tengan un conjunto de habilidades inusualmente amplio, y algunas de las capacidades requeridas se contradicen activamente entre sí. Es común que un pastor organice una reunión de la junta de líderes, prepare un presupuesto, hable con un miembro del personal de la iglesia sobre sus metas y el desarrollo profesional, organice un funeral y se siente a hablar con alguien que entró a la iglesia pidiendo dinero, todo en el mismo día.

Siento este agotamiento con mayor profundidad cuando termino de predicar un sermón y paso inmediatamente a escuchar a los feligreses contarme sus penas después del servicio. Mi cuerpo todavía siente la adrenalina y la vulnerabilidad de la predicación, y mis pensamientos giran rápidamente sobre lo que dije y cómo podría haberlo dicho mejor. Pero antes de que tenga tiempo de concentrarme, alguien está pidiendo oración porque recientemente recibió un diagnóstico de cáncer, o por interminables problemas con un hijo adulto. Mi sombrero de predicador es rápidamente reemplazado por mi sombrero de guía espiritual.

Y no es solo el cambio de sombrero lo que dificulta las cosas. En algunas relaciones pastorales, tenemos que usar múltiples sombreros superpuestos. La presidenta del consejo de ancianos es una maravillosa persona, y es un placer servir con ella. Pero nuestra relación es complicada porque ella es mi jefa y yo soy su pastor. Me enorgullece llamarla a ella y a su esposo mis amigos, pero estas dinámicas enredadas complican las cosas para todos.

En la obra de William Shakespeare Enrique IV, Parte 2, el personaje principal dice: «Inquieta yace la cabeza que lleva una corona». No tengo experiencia de primera mano con coronas, pero ¿serán tan pesadas y difíciles de manejar como una pila de 20 sombreros?

¿Qué vamos a hacer con todas estas relaciones superpuestas y conflictivas? Como pastores, no tenemos la opción de evitar las relaciones duales como lo hacen los terapeutas. ¿Podemos mitigar el peso y el cansancio que conlleva esta vocación polifacética?

Amistades ministeriales: sombreros superpuestos

La mayoría de los sombreros del ministerio se pueden clasificar en dos pilas generales, los que usamos según nuestras capacidades y los que usamos según las expectativas. La pila de las capacidades podría incluir sombreros como consejero, predicador, experto en la Biblia, visionario, gerente de personal, reclutador, director espiritual y recaudador de fondos. La gran variedad de habilidades requeridas es suficiente para dejarnos molidos.

Sin embargo, en mi experiencia, los sombreros de la pila de capacidades no son los más pesados. Los sombreros que generan más ansiedad y conflicto son los que uso debido a las expectativas que tengo sobre mí mismo o que otros tienen de mí. Espero ser un predicador estrella, un servicio de atención abierto las 24 horas del día y un experto en cosas que nunca he hecho antes, como una campaña importante. Otros pueden verme como un partidario político, como una proyección de su disfunción o como el departamento de quejas.

Pero hay un sombrero con el que todos los pastores deben lidiar que desafía la categorización, el de amigo.

¿Pueden los pastores tener amistades verdaderas y vivificantes dentro de sus congregaciones? Cada célula dentro de mí quiere responder: «¡Sí, por supuesto!». Pero en lugar de eso debo decir: «Depende. Procede con precaución».

¿A cuántos miembros de la congregación sus amigos los critican regularmente por su desempeño laboral? La gente no se queda después de un servicio cuestionando las calificaciones de la ingeniería civil de Pedro o debatiendo las habilidades de Daniela como agente de seguros. Pero todos se sienten bastante cómodos analizando el último sermón del pastor o la decisión de liderazgo que tomó.

Luego, por supuesto, hay personas que necesitan estar cerca del pastor de una manera poco saludable. Una vez, un nuevo miembro de la iglesia me dijo: «Solo me quedo en una iglesia si el pastor y yo somos amigos cercanos». ¡Qué cosa! Yo ya tenía suficiente tiempo en el ministerio como para saber que la mejor respuesta para esto era dejar que se decepcionara de mí tan pronto como pudiera. «Si tu única lente para involucrarte en la iglesia es tu amistad conmigo, entonces dudo que te involucres mucho. Espero que puedas encontrar el camino a una iglesia en la que simplemente puedas crecer y servir». Se quedó unos meses y luego se mudó a la siguiente iglesia, en busca del amigo influyente que tanto necesitaba.

Además, los pastores pueden olvidar que no importa qué sombrero se pongan en un momento dado, incluido el sombrero de amigo, la mayoría de las personas aún verán el sombrero de pastor asomándose por debajo. Hace años, estaba realizando una campaña importante y le pedí a una pareja casada que consideraba buenos amigos que se ofrecieran como voluntarios en el equipo de planificación. Después de unos días de silencio, el esposo finalmente respondió que ellos no podrían ayudar. Pero accidentalmente también reenvió la correspondencia entre él y su esposa discutiendo mi solicitud. Uno de los correos electrónicos de su esposa decía: «La última vez yo le dije que no, ahora es tu turno».

Esa correspondencia privada me ayudó a ver que mis amigos de la iglesia también enfrentan un desafío en el manejo de mis múltiples roles relacionales. Cuando pienso en amigos de la iglesia que critican mis sermones, puedo caer en la autocompasión. Pero me ayuda a considerar la perspectiva de mis amigos: ¡Después de todo, soy el único en el grupo de amigos que se sube a un escenario para llevar a cabo un monólogo con ellos todas las semanas!

Sí, los pastores pueden disfrutar de amistades dentro de la iglesia. Pero los pastores sabios recuerdan que incluso sus amigos más cercanos dentro de la iglesia están navegando en una relación dual con ellos. Y para la mayoría de los feligreses, podría ser mejor seguir siendo una persona amigable que un amigo.

El remedio más simple para la complejidad de las amistades ministeriales es invertir en relaciones de un solo sombrero fuera de la iglesia. El pastor y autor Glenn Packiam habla de que un pastor tiene la necesidad de una serie de relaciones que requieran un solo sombrero, y que todas desempeñen diferentes roles en la vida del pastor. Packiam compara esto con el grupo central de La Comunidad del Anillo de J. R. R. Tolkien. Frodo tenía un verdadero amigo en Sam, un sabio juicioso en Gandalf, un sanador en Elrond, etc. Estoy seguro de que todos hemos escuchado sobre las alarmantes estadísticas de soledad y agotamiento en el ministerio. Desafortunadamente, a menudo los pastores todavía descuidan la inversión adecuada en estas relaciones necesarias de un solo rol.

En mi asesoramiento a otros pastores, los insto a hacer un inventario rápido de sus relaciones de un solo sombrero. ¿Cuántas tienen? ¿Qué papel juega cada relación? Y ¿cuánto tiempo invierten en cada una? Mi propia vida pastoral se ha visto poderosamente aliviada por mi inversión intencional en estas relaciones de un solo rol fuera de mi iglesia. Me han dado una nueva habilidad para cultivar relaciones más sanas dentro de mi iglesia.

Suposiciones erróneas y expectativas exageradas

Dedico gran parte de mi tiempo capacitando a otros pastores para que aprendan a notar, nombrar y disipar la ansiedad crónica. Este tipo de ansiedad se diferencia de otras formas como el trauma o el duelo porque surge de suposiciones, expectativas y creencias falsas. Tenemos suposiciones erróneas sobre nosotros mismos y expectativas poco razonables sobre nuestros niveles esperados de competencia vocacional, los cuales conducen a creencias insostenibles que generan ansiedad crónica. Desafortunadamente, las suposiciones y expectativas no son asuntos privados. De buena gana las colocamos los unos sobre los otros. La ansiedad crónica es la única forma de ansiedad que es contagiosa.

Por ejemplo, un joven pastor me dijo recientemente que después de uno de sus sermones, una nueva familia vino a conocerlo. Se acababan de mudar a la ciudad y estaban ansiosos por encontrar una iglesia como la anterior. «Nuestro último pastor fue el mejor predicador que jamás hayamos escuchado», dijeron. «Nadie exponía las Escrituras como él lo hacía».

Su expectativa, aunque inocente, infectó las suposiciones de este pastor acerca de sí mismo como un joven plantador de iglesias. Si este joven pastor no tiene cuidado, esta infección de ansiedad crónica formará la falsa creencia de que tiene que predicar de cierta manera para mantener feliz a la gente. Él apilará sombreros sobre su cabeza que Dios jamás le dijo que se pusiera.

La expectativa en sí no es mala: se nos debe exigir un estándar alto y las personas deben esperar ciertas cosas de nosotros. Pero la continua presión vocacional de los pastores se magnifica cuando la gente coloca sobre ellos expectativas irrazonables e inalcanzables. Algunas personas piensan que saben cómo dirigir una iglesia simplemente porque asisten a una. Otros tienen la creencia subconsciente de que Dios está de su lado sin importar la opinión que expresen. Sus expectativas pueden infectar las nuestras y generar un estrés tremendo.

Pocas cosas provocan tanta ansiedad como las cosas que nos exigimos a nosotros mismos. Algunos pastores creen que siempre deben hacer todo perfectamente bien todo el tiempo. Otros sienten que siempre deben estar ahí para aquellos que sufren, sin importar el daño a su propio bienestar. Algunos están motivados por complacer a las personas: ningún crítico puede expresar una opinión negativa sin que estos pastores intenten ganarse al detractor. Y aún otros esperan que cada sermón que predican sea el mejor que hayan dado. Ninguno de estos sombreros de expectativas pertenece al ropero del pastor: simplemente no encajan.

Como pastores, haríamos bien en practicar el difícil arte de la diferenciación del yo: notando cuando estamos viviendo bajo expectativas internas y externas insostenibles, y definiendo claramente una capacidad y alcance de tamaño humano para nosotros mismos. Debemos aprender a tamizar nuestras propias falsas expectativas y creencias. Debemos tirar los sombreros que no pertenecen a nuestras cabezas y cambiar el tamaño de los que nos quedan hasta debajo de las cejas.

Pastor, ¿esperas más de ti mismo que lo que Dios espera de ti? He encontrado que una pregunta simple es útil para traer alivio a esto: ¿Qué pasaría si yo fuera tan ________ conmigo mismo como lo es Dios?

Por ejemplo, ¿qué pasaría si fuera tan amable conmigo mismo como lo es Dios? Esta pregunta me ayuda a ver que el «evangelio» en mi interior es siempre más duro que las Buenas Nuevas de Jesús.

Aprender a vivir como pastores de tamaño humano no es algo natural para nosotros. A menudo usamos el versículo que dice «Todo lo puedo en Cristo que me fortalece» (Filipenses 4:13) como una licencia para el autoabuso y el agotamiento. Pero el pastoreo es lo suficientemente complejo sin que agreguemos más sombreros al montón que ya tenemos.

Las bendiciones dinámicas del ministerio pastoral

Nosotros, los pastores, nunca tendremos relaciones de un solo sombrero con nuestros feligreses, ni deberíamos intentarlo. Pero sí podemos mitigar el peso de los múltiples sombreros aprendiendo a reconocerlos, prestando atención al cambio rápido de uno a otro, cultivando relaciones de un solo sombrero fuera de nuestra iglesia, e identificando y rechazando expectativas poco realistas.

Podemos envidiar a los consejeros y terapeutas con sus vocaciones concisas y relaciones de un solo rol, no obstante, el ministerio pastoral es un llamado asombroso. Ninguna otra vocación nos abre tan plenamente a la maravilla y el misterio de Dios, y a la sagrada tarea del cuidado del alma. Nos pagan por estudiar las Escrituras, disfrutar de Dios frente a la gente, atender a las almas de nuestros feligreses a lo largo de los años, visualizar tangiblemente el reino de Dios llevado a cabo localmente y hacer algo por los lugares más quebrantados de la sociedad.

Muchas personas en mi congregación han compartido su dolor, arrepentimiento, duda y pecado conmigo, pero también comparten su sanación, alegría, esperanza y hambre espiritual. Usar múltiples sombreros puede ser agotador, pero no conozco otra vocación que experimente la vida abundante como la de un pastor. Es una vocación compleja, maravillosa, agotadora, estimulante y santa.

Steve Cuss sirve en el equipo pastoral de Discovery Christian Church en Colorado. Sus libros incluyen Managing Leadership Anxiety: Yours and Theirs y The Expectation Gap: The Tiny, Vast Space between Our Beliefs and Experience of God.

Traducción por Sergio Salazar.

Edición en español por Livia Giselle Seidel.

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Él no nos dejará heridos

La difícil tarea de la fe encarnada.

Christianity Today November 21, 2023
Phil Schorr

Se abrirán entonces los ojos de los ciegos
y se destaparán los oídos de los sordos;
saltará el cojo como un ciervo,
y gritará de alegría la lengua del mudo.
Porque brotarán aguas en el desierto
y torrentes en el sequedal.
La arena ardiente se convertirá en estanque,
la tierra sedienta en manantiales burbujeantes.
Las guaridas donde se tendían los chacales
serán morada de juncos y papiros.

– Isaías 35:5-7

No es fácil habitar nuestro cuerpo y confiar en la obra del Espíritu al mismo tiempo. La enfermedad, la discapacidad y el abuso forman parte de nuestra realidad, y se apoderan urgentemente de nuestra atención. A menudo, nuestra mente se llena de pensamientos vertiginosos, obsesionados con nosotros mismos, y nuestros propios males monopolizan nuestra atención.

Queremos alivio: un lugar donde nuestras almas resecas encuentren agua; donde podamos superar las limitaciones de nuestros cuerpos. Clamamos por rescate y pedimos venganza por las injusticias que han sufrido nuestros cuerpos. Esperamos ver a Cristo en manantiales brotantes, pero nos distraemos con la arena ardiente bajo nuestros pies.

El profeta Isaías reveló la promesa de Dios en el lenguaje de la sanidad. Sí, el Mesías traerá la paz espiritual, pero no pasará por alto los cuerpos heridos de los redimidos. Él nos guiará a Sion con alabanza y nos conducirá al brillante amanecer de nuestra esperanza. Él no nos dejará heridos.

Aunque conocemos la promesa, somos propensos a errar, siguiendo nuestro propio camino de incredulidad. La redención de Cristo toma a menudo una forma distinta de la que imaginábamos, y nosotros, como Juan el Bautista, nos preguntamos si hemos de esperar a otro rey. ¿Acaso pusimos nuestra esperanza en la persona equivocada? ¿Tal vez no es quien creíamos que era? Anhelamos que llegue nuestro rescate, y que traiga consigo un cambio tangible a nuestra realidad. La respuesta de Jesús a la pregunta de Juan va en esos términos: «Los ciegos ven, los cojos andan, los que tienen alguna enfermedad en su piel son sanados, los sordos oyen, los muertos resucitan y a los pobres se les anuncian las buenas noticias» (Mateo 11:4-5).

Él es la salvación que profetizó Isaías. La sanidad que sale de su mano atestigua su divinidad. Israel esperaba la venida de un Salvador que sanaría los quebrantos tanto físicos como espirituales. Esa esperanza se hizo realidad en el nacimiento de un niño. Sus milagros durante su estancia en la tierra fueron los primeros signos de esa tan esperada sanidad. Y, sin embargo, seguimos esperándolo, desgarrados y frágiles.

En lugar de dejar que nuestra debilidad desaliente nuestra devoción, levantamos los ojos llenos de expectativa hacia Aquel que puede salvar. Esta temporada, haremos eco de las esperanzas del antiguo Israel cuando cantemos: «Oh ven, oh ven, Emmanuel». Llegará un momento en que la totalidad de esta profecía será nuestra realidad. Caminaremos por el camino santo con los redimidos. El gozo y la alegría eternos estarán sobre nuestras cabezas, y todo dolor saldrá huyendo.

Hasta que eso suceda, recordamos al niño nacido en Belén, que vino a abrirle los ojos a los ciegos y a anunciar las Buenas Nuevas a los pobres, y que volverá para reunir y salvar al pueblo de Dios. Él traerá la retribución divina por los agravios y la sanidad de nuestras heridas, y entonces seremos restaurados. «Digan a los de corazón temeroso: “Sean fuertes, no tengan miedo. Su Dios vendrá…”» (Isaías 35:4).

Reflexiona



1. Las palabras proféticas de Isaías y el ministerio de sanidad de Jesús, ¿cómo nos reconfortan y nos dan esperanza en nuestras propias luchas contra limitaciones físicas, enfermedades o injusticias?

2. ¿Cómo podemos animarnos unos a otros a permanecer firmes y fuertes en la fe, a pesar de las pruebas y los desafíos que afrontamos?

Beca Bruder es jefa de redacción de la revista Comment.

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La visita a la sinagoga que lo cambió todo

Cómo la llegada de Jesús alivia nuestra ansiosa espera.

Christianity Today November 21, 2023
Phil Schorr

«El Espíritu del Señor está sobre mí,
por cuanto me ha ungido
para anunciar buenas noticias a los pobres.
Me ha enviado a proclamar libertad a los cautivos
y dar vista a los ciegos,
a poner en libertad a los oprimidos,
a pregonar el año del favor del Señor».

Luego enrolló el libro, se lo devolvió al ayudante y se sentó. Todos los que estaban en la sinagoga lo miraban detenidamente y él comenzó a hablarles: «Hoy se cumple esta Escritura en presencia de ustedes».

– Lucas 4:18-21

No hace mucho, una de mis amigas llevó a mi hija al centro comercial junto con su familia. Yo estaba agradecida por una mañana de trabajo sin interrupciones, y estaba a punto de ir a recogerla cuando oí sonar el teléfono de mi esposo. Era el marido de mi amiga: «Hubo un tiroteo en el centro comercial. Ya hablé con mi esposa: ella y las niñas están bien, pero las tienen retenidas en el local y aún no las dejan salir».

Llegué al centro comercial en un tiempo récord y, mareada por la urgencia, enfrenté la espera más dura de mi vida. Esperé a recibir noticias de la policía; esperé para poder hablar con mi amiga y saber qué había pasado. Esperé a tener a mi hija en mis brazos; esperé para poder inspeccionar sus heridas; esperé para poder aliviar sus miedos y los míos.

El miedo urgente resuena en tantas cosas que nos rodean, ya sea directamente, en la vida de nuestros seres queridos, o en el torrente de información sobre guerras, enfermedades, corrupción y violencia. La necesidad es urgente, pero ¿dónde está nuestra esperanza? Mientras lucho por mantener a raya la desesperanza, imagino cómo se habría sentido la antigua comunidad judía mientras esperaba su liberación y la llegada del Mesías. Habían transcurrido 400 años desde la última vez que escucharon un mensaje de Dios, y estaban sometidos a una opresión abrumadora y a un cautiverio aplastante. Debieron de preguntarse si Dios se había olvidado de ellos y si realmente llegaría un Salvador.

Y entonces, un día, un hombre llamado Jesús entró en la sinagoga y se levantó para leer del rollo del profeta Isaías:

«El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para anunciar buenas noticias a los pobres. Me ha enviado a proclamar libertad a los cautivos y dar vista a los ciegos, a poner en libertad a los oprimidos, a pregonar el año del favor del Señor». (Lucas 4:18-19)

No obstante, Jesús aún no había terminado. No se limitó a recordarles acerca de un futuro que podían esperar. En lugar de eso, hizo una proclamación asombrosa que los habría dejado boquiabiertos: «Hoy se cumple esta Escritura en presencia de ustedes» (v. 21).

Jesús hizo el anuncio oficial de que Él estaba marcando el inicio del reino de Dios. Cuando lo seguimos, ya no caminamos con desesperanza a causa de las malas noticias de nuestro mundo. En cambio, miramos a Jesús sentado en su trono. Podemos confiar en su promesa de redención, incluso cuando nos enfrentamos a circunstancias horribles en nuestras propias vidas, como el día que esperé a mi hija en el centro comercial.

Cuando por fin vi su rostro y pude abrazarla, sentí un alivio y un gozo sin precedentes. Me recordó que Dios no ha terminado. Que este no es el final. El Rey está aquí, y el jubileo eterno está cerca.

Reflexiona



1. ¿En qué medida esta historia de urgencia y temor coincide con tus propias experiencias de espera, anhelo de liberación y esperanza en situaciones difíciles?

2. Cuando Jesús proclamó el cumplimiento del anuncio mesiánico de Isaías, declaró que el reino de Dios había llegado. Como seguidores de Jesús, ¿de qué manera esta proclamación nos capacita para enfrentar los retos y la oscuridad de nuestro mundo con esperanza y acción?

Kristel Acevedo es autora, profesora de la Biblia y directora de formación espiritual en Transformation Church, en las afueras de Charlotte, Carolina del Norte.

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