News

Donde la fe de los ‘boomers’ es baja, la de la generación Z es alta

Lo que casi 20 000 personas de 26 países creen sobre Dios, Satanás y lo sobrenatural.

Christianity Today July 31, 2023
Ilustración por Abigail Erickson / Fuente de imágenes: Unsplash / Getty

Los países con más baby boomers que afirman creer en Dios tal y como se describe en los «textos sagrados» (como la Biblia, el Corán y la Torá) tienen menos probabilidades de contar con familiares de la generación Z que compartan su fe. [Los baby boomers son la generación nacida aproximadamente entre 1946 y 1964. La generación Z, entre 1996 y 2010].

Sin embargo, los países que tienen menos boomers que afirman tener esta fe tienen más probabilidades de tener miembros de la generación Z que sostengan esta creencia.

En una reciente encuesta de Ipsos Global Advisor que estudió a casi 20 000 adultos de 26 países, los investigadores descubrieron que en nueve países en los que menos de un tercio de los adultos creen en Dios tal y como se describe en los textos sagrados, la Generación Z tiene más probabilidades de mantener estas convicciones en comparación con los boomers [enlaces en inglés].

En Europa septentrional y occidental, la generación Z resultó ser más propensa que la generación boomer a decir que creían en el cielo, los espíritus sobrenaturales, el infierno y el diablo. No obstante, en lugares como Sudáfrica y la India, los boomers resultaron más propensos que los miembros de la generación Z a creer en estos aspectos del reino espiritual.

En la mitad de los países estudiados, los boomers también resultaron más propensos que los jóvenes a identificarse como cristianos.

Este estudio se realizó mediante entrevistas presenciales y por internet. Sin embargo, solo los grupos encuestados de Australia, Argentina, Bélgica, Canadá, Francia, Alemania, Gran Bretaña, Hungría, Italia, Japón, Países Bajos, Polonia, Corea del Sur, España, Suecia y EE. UU. pueden considerarse una muestra representativa de su población adulta en general.

«Las muestras de Brasil, Chile, Colombia, México, Perú, Singapur, Sudáfrica, Tailandia y Turquía son más urbanas, más educadas y/o más acomodadas que la población general», explica Ipsos. «Los resultados de la encuesta de estos países deben considerarse como un reflejo de las opiniones del segmento más “conectado” de su población. La muestra de la India, por su parte, representa a un amplio subconjunto de su población urbana, es decir, las clases socioeconómicas A, B y C en las metrópolis, y las clases urbanas de nivel 1 a 3 en las cuatro zonas».

Entre los países encuestados, el porcentaje de cristianos en la población en general obtuvo su resultado más alto en un país que obtuvo el 76 %. La mayoría de los países tienen mayorías cristianas, y más de dos tercios de los habitantes de Perú, Sudáfrica, México, Colombia, Polonia, Brasil, Italia y Argentina se identificaron como cristianos.

Sin embargo, las creencias y prácticas de los cristianos en estos países resultaron ser muy divergentes.

https://datawrapper.dwcdn.net/uK9Ok

Más de la mitad (64 %) de los peruanos encuestados afirmó orar fuera de un lugar de culto una vez al mes o más; sin embargo, menos de la mitad (37 %) afirmó asistir a un lugar de culto con la misma frecuencia. Y el porcentaje de personas en Perú que creen que la religión hace más daño que bien se redujo del 38 % en 2017 al 32 % en 2023.

Colombia sigue un patrón similar, donde más personas oran fuera de un lugar de culto (74 %) que las personas que asisten a un lugar de culto (44 %).

Las mismas tendencias también pudieron observarse en Brasil, donde el 70 % de la población afirmó ser cristiana. Los brasileños encuestados expresaron una fuerte asociación positiva con el papel de Dios en sus vidas. La gran mayoría afirmó que creer en Dios o en fuerzas superiores les permite superar las crisis (90 %), da sentido a sus vidas (89 %) y los hace más felices en general (88 %). La tasa de tolerancia religiosa del país también aumentó del 70 % en 2017 al 81 % en 2023.

De los 26 países encuestados, Sudáfrica expresó los niveles más altos de tolerancia (92 %) hacia otras religiones. También obtuvo el mayor porcentaje de personas (78 %) que oran fuera de un lugar de culto, aunque, al igual que Brasil y Colombia, solo alrededor de la mitad (51 %) asiste a un lugar de culto. Sudáfrica registró las asociaciones más positivas con el papel de Dios en la vida de las personas, ya que más del 80 % de los encuestados afirmaron que su creencia en Dios o en fuerzas superiores les ayuda a superar las crisis (89 %), da sentido a la vida (93 %) y los hace más felices (89 %).

La tolerancia religiosa en México pasó de 66 % en 2017 a 73 % en 2023. Y la creencia de que la religión hace más daño que bien bajó de 43 % en 2017 a 37 % en 2023. El número de personas que dijo que la religión los define como individuos aumentó de 31 por ciento en 2017 a 42 por ciento en 2023.

Aunque tres cuartas partes de los polacos afirman ser cristianos (75 %), solo alrededor de la mitad (52 %) dijo creer en Dios tal y como se describe en los textos sagrados. Y aunque la tolerancia religiosa aumentó en Polonia del 74 % en 2017 al 80 % en 2023, otras métricas con respecto a la religión se movieron a la baja en el mismo periodo de tiempo.

Por ejemplo, disminuyó el número de personas que dijeron creer en las siguientes categorías: que las prácticas religiosas son un factor importante en la vida moral de un ciudadano (bajó de 62 % a 48 %), que la religión hace más daño que bien (de 49 % a 44 %), que la religión define a una persona (de 54 % a 45 %) y que las personas que profesan alguna fe religiosa son mejores ciudadanos (de 36 % a 26 %).

La mayoría de los italianos se identifican como cristianos (68 %), pero menos de la mitad ora fuera de un lugar de culto al menos una vez al mes (37 %), y un porcentaje aún menor acude a un lugar de culto al menos una vez al mes (23 %). Del mismo modo, una minoría de italianos cree que la fe religiosa hace a alguien mejor ciudadano (34 %), que la religión define a una persona (48 %) y que las personas con fe religiosa son más felices (47 %).

Al igual que los italianos, menos de la mitad de los argentinos afirma orar fuera de un lugar de culto (42 %) y menos de una cuarta parte asiste a un lugar de culto (20 %). Aunque un poco más de dos tercios de la población afirma ser cristiana (68 %), solo la mitad afirma que cree en Dios tal y como se describe en los textos sagrados (53 %).

Aunque el cristianismo en Corea del Sur ha sido históricamente más sólido que en otras partes de Asia Oriental, entre los países encuestados, Corea del Sur obtuvo el mayor porcentaje de personas que afirmaron abiertamente no tener religión (53 %) y el mayor porcentaje de los que dijeron que no creen en Dios ni en ningún poder superior (44 %). De 2017 a 2023, la tolerancia religiosa de Corea del Sur también disminuyó del 65 % al 53 %.

Japón también mostró niveles bajos de interés religioso. El país obtuvo repetidamente un porcentaje bajo, si no el más bajo, para cualquier afiliación religiosa en todos los ámbitos, con solo un 2 % que afirmó ser cristiano. En este país, la probabilidad de creer que la religión hace más daño que bien aumentó en 26 puntos porcentuales entre 2017 y 2023, alcanzando el 52 %.

En Hungría, cuyo líder, Viktor Orbán, se ha convertido en paladín del nacionalismo cristiano, los cristianos constituyen la mayoría (58 %) de la población, si bien el 31 % afirma no profesar religión alguna. Menos de una cuarta parte de la población está de acuerdo en que la religión los define como individuos (15 %) y en que las personas con fe religiosa son mejores ciudadanos (16 %). El 6 % afirmó perder el respeto por las personas al descubrir que no tienen fe religiosa.

Entre los húngaros, algunas de estas categorías disminuyeron significativamente con respecto a la encuesta de 2017, incluyendo una disminución del 53 % ese año al 37 % en 2023 para el número de personas que creen que la religión hace más daño que bien. También se produjo un descenso del 29 % en 2017 al 15 % en 2023 en el número de personas que creen que la religión los define como individuos.

La mitad de los 26 países encuestados tienen mayorías que creen en el cielo. Pero solo 9 de ellos tienen mayorías que creen en el infierno, 12 tienen mayorías que creen en espíritus sobrenaturales y 9 tienen mayorías que creen en la existencia del diablo.

https://datawrapper.dwcdn.net/b0bNk

De todos los países encuestados, Perú tiene el mayor porcentaje de personas (79 %) que dicen creer en el cielo. También son mayoría los que dicen creer en el infierno (60 %), aunque esta cifra representa un descenso de casi 20 puntos porcentuales respecto a los que creen en el cielo.

Mientras que Brasil (79 %), Sudáfrica (78 %) y Colombia (78 %) también tienen altos porcentajes de personas que creen en el cielo, tienen porcentajes más bajos de personas que creen en el infierno, con un 66 %, 61 % y 58 %, respectivamente.

El 44 % de los belgas se identifican como cristianos. Pero de todos los países encuestados, tienen el menor número de personas que dicen creer en el cielo (22 %), los espíritus sobrenaturales (26 %), el infierno (16 %) y el diablo (18 %).

Entre los países no cristianos más religiosos de la encuesta se encuentran India, Tailandia y Turquía, con casi la totalidad de los habitantes de India (99 %) y Tailandia (98 %) que afirmaron ser religiosos.

A pesar de tener una población religiosa tan elevada, solo el 2 % de la población de la India afirma ser cristiana. La mayoría afirma creer en el cielo (54 %), pero menos de la mitad cree en el infierno (47 %), los espíritus sobrenaturales (43 %) y el diablo (41 %).

Del mismo modo, solo el 4 % de los tailandeses encuestados dijeron ser cristianos. Sin embargo, Tailandia tiene una gran mayoría de personas que asocian positivamente el papel de Dios en sus vidas: más del 80 % está de acuerdo en que creer en Dios o en fuerzas superiores les ayuda a superar las crisis (82 %), da sentido a la vida (85 %) y los hace más felices (88 %).

De los 26 países encuestados, Tailandia tiene el porcentaje más bajo (27 %) de quienes creen que la religión hace más daño que bien. Los tailandeses afirmaron creer en el cielo y el infierno por igual, con un 63 %, pero menos de la mitad de los encuestados dijeron creer en el diablo (40 %).

Aunque el 87 % de los turcos encuestados dijeron ser religiosos, solo el 2 % son cristianos. Turquía también tuvo mayorías significativamente altas de personas que creen en el cielo (78 %), los espíritus sobrenaturales (72 %), el infierno (76 %) y el diablo (76 %).

De 2017 a 2023, en cinco países (Hungría, Alemania, Corea del Sur, Polonia y Estados Unidos) se observó un descenso en los porcentajes de personas que creen que su religión los define como individuos y que creen que las prácticas religiosas son un factor importante en la vida moral de los ciudadanos de su país.

En general, la mayoría de las personas de todos los países encuestados se sienten cómodas cuando están rodeadas de personas con creencias religiosas diferentes a las propias. La tolerancia religiosa aumentó en nueve países de 2017 a 2023, de los cuales Francia registró el mayor aumento, del 63 % al 79 %. La tolerancia disminuyó en solo cuatro países, de los cuales Corea del Sur fue el que registró el descenso más significativo: del 65 % en 2017 al 53 % en 2023.

Traducción por Sofía Castillo.

Edición en español por Livia Giselle Seidel.

Para recibir notificaciones sobre nuevos artículos en español, suscríbase a nuestro boletín digital o síganos en Facebook, Twitter, Instagram o Telegram.

Theology

C.S. Lewis nos advirtió sobre los ‘encuentros cercanos’ del tipo evangélico

Si los ovnis son reales, hay que actuar con humildad antes de compartir el Evangelio.

C. S. Lewis planteó algunas preguntas que los cristianos deben preguntarse en caso de un primer contacto.

C. S. Lewis planteó algunas preguntas que los cristianos deben preguntarse en caso de un primer contacto.

Christianity Today July 29, 2023
Ilustración por Mallory Rentsch / Fuente de las imágenes: WikiMedia Commons / Getty

En abril, una familia de Las Vegas llamó al 911 para informar de unos disturbios en su patio trasero. La delincuencia no es poco común en la ciudad, así que eso no sorprendió demasiado al operador de emergencias. Entonces, el hombre al teléfono dijo: «No son humanos».

Los seres, dijo, medían 2.5 o quizás 3 metros de altura, y tenían ojos grandes y brillantes.

«Pensamos que son extraterrestres. Ojos grandes. Tienen ojos grandes. Como… no puedo explicarlo, y la boca grande», dijo. «Son completamente no humanos» [enlaces en inglés].

La policía acudió al lugar, pero no encontraron extraterrestres ni naves espaciales: solo a una familia asustada. Al salir de la casa, uno de los agentes dijo: «Si esos seres de 3 metros vuelven, no nos llamen, ¿queda claro?».

Las historias de encuentros cercanos han recibido cierta credibilidad en los últimos días por los informes oficiales de que tanto el Pentágono como la NASA están estudiando «fenómenos anómalos no identificados», el elegante título alternativo para los objetos voladores no identificados. Recientemente, un informante denunció que el gobierno estadounidense ha recuperado y ocultado en secreto «naves de origen desconocido».

Si hay extraterrestres en nuestro patio trasero colectivo, me gustaría saber: ¿De dónde vienen? ¿Cómo llegaron hasta aquí? ¿Son amistosos?

Y como cristiano, tengo otra pregunta: ¿Debería compartir el Evangelio con ellos?

Puede parecer una pregunta que solo un teólogo del futuro podría abordar, sin embargo, C. S. Lewis ya se planteaba esa idea décadas antes de que Estados Unidos y la Unión Soviética empezaran a competir por enviar gente al espacio.

La investigación de Lewis sobre las preguntas teológicas que plantearía un encuentro con extraterrestres comenzó cuando era niño. Le cautivaron H. G. Wells y las aventuras espaciales de ciencia ficción.

«La idea de otros planetas ejercía sobre mí una atracción peculiar y embriagadora, muy distinta de cualquier otro de mis intereses literarios», escribió Lewis en su autobiografía espiritual Cautivado por la alegría. «Era algo más tosco y más fuerte».

Tras su conversión al cristianismo siendo adulto, mantuvo su fascinación por el espacio exterior. En 1937, él y J. R. R. Tolkien lamentaron la falta de buenas historias de ciencia ficción, por lo que se comprometieron a resolver el problema ellos mismos. Tolkien escribiría un libro sobre viajes en el tiempo, mientras que Lewis se ocuparía del espacio. Ese mismo año, Lewis tuvo una conversación con un estudiante ateo que decía que la importancia de la humanidad estaría ligada a nuestra evolución durante la siguiente fase de «salto de planetas».

Eso le hizo pensar en la concepción de Wells sobre la bondad humana en La guerra de los mundos. Se dio cuenta de que ni el estudiante ni Wells entendían el estado caído de la humanidad.

Mientras que Tolkien nunca concluyó su parte del acuerdo, Lewis escribió una trilogía sobre el espacio, empezando por Más allá del planeta silencioso [Out of the Silent Planet]. La Tierra es llamada «el planeta silencioso» porque en la historia aparece aislada del resto de los planetas no caídos del sistema solar.

En opinión de Lewis, no debemos presumir ninguna supremacía moral con respecto a la vida en otros planetas. Habló más de ello durante una presentación ante líderes anglicanos en 1945.

«Si la Tierra ha sido especialmente buscada por Dios (cosa que no sabemos) eso no implica que sea lo más importante del universo», dijo, «sino solo que se ha desviado».

Un año después de que la Unión Soviética pusiera el Sputnik 1 en órbita alrededor de la Tierra en 1957, Lewis argumentó que el descubrimiento de vida en otros planetas no supondría un gran desafío para la teología cristiana. Pero sí admitió que el descubrimiento de extraterrestres podría plantear preguntas sobre la Encarnación. La idea de que Dios se hizo humano para redimir al mundo podría no tener sentido si también hubiera vida inteligente en muchos otros mundos.

Planteó cinco preguntas para ayudarnos a reflexionar sobre este problema.

1. ¿Existe vida animal o vegetal en algún otro lugar aparte de la Tierra?

Encontrar algas o plantas creciendo en Marte o a través de la galaxia no tendría ramificaciones teológicas significativas relacionadas con la Encarnación.

2. ¿Poseen estas criaturas un «alma racional»?

Si las criaturas descubiertas no tuvieran capacidad moral, entonces no tendríamos que preocuparnos demasiado sobre si la encarnación de Jesús sería eficaz para ellas.

«No tendría sentido ofrecer a una criatura… un don que, por su naturaleza, esa criatura fuera incapaz de desear o de recibir», escribió. «Enseñamos a leer a nuestros hijos, pero no a nuestros perros. Los perros prefieren los huesos».

3. ¿Comparten los extraterrestres la condición caída de los seres humanos?

Podría ser que los humanos fueran las únicas «ovejas perdidas» que el Buen Pastor necesitaba salvar. Lewis observó que los no cristianos «parecen pensar que la Encarnación implica algún mérito o excelencia particular en la humanidad. Pero, por supuesto, implica justo lo contrario: un demérito y una depravación particulares». Cristo vino a salvar a los pecadores. Si los extraterrestres no fueran pecadores, entonces no necesitarían a Jesús como nosotros.

4. Si están caídos, ¿Cristo murió por ellos?

Es posible imaginar que Jesús murió en el Calvario para salvar también a los pecadores de otros planetas. Pero eso podría llevar demasiado lejos nuestras ideas sobre la Encarnación, ya que Cristo se encarnó específicamente como ser humano. Quizás Jesús «se encarnó en otros mundos además de la Tierra y así salvó a otras razas distintas de la nuestra», dijo Lewis. Sabemos que el amor de Dios se extendió hasta nuestras almas perdidas y no deberíamos suponer que no iría más allá.

5. ¿Es el modo de redención que conocemos el único posible para que Cristo redima?

Al mismo tiempo, Lewis argumentó que nuestra visión de la salvación está moldeada por nuestra experiencia limitada. ¿Podría haber otros planes de redención para otros planetas? «Tanto las condiciones espirituales como las físicas podrían diferir mucho en mundos distintos», afirmó.

Esta pregunta, según Lewis, parte de «lo que no es meramente desconocido, sino totalmente incognoscible a menos que Dios lo revele». Sin embargo, la pregunta teórica podría convertirse en real con el descubrimiento de ovnis en Las Vegas o en cualquier otro lugar.

Si la respuesta a las cinco preguntas de Lewis es «sí», entonces nos queda la conclusión de que la redención del cosmos viene a través de la Encarnación de Jesús, lo que significa que viene a través de la humanidad.

«Esto sin duda daría al hombre una posición central», escribe Lewis. «Pero tal posición no implicaría ninguna superioridad nuestra, ni ningún favoritismo de Dios».

Tampoco nos otorga la responsabilidad de la evangelización intergaláctica. Lewis advirtió que no deberíamos asumir inmediatamente la responsabilidad de convertir a criaturas de otros mundos, puesto que hemos demostrado no ser dignos de confianza en el único planeta que hemos conocido. En nuestro estado caído, comparable solo a una pesadilla, nosotros, como humanidad, inevitablemente maltratamos a los extraños.

«El hombre destruye o esclaviza a todas las especies que puede», escribió Lewis. «El hombre civilizado asesina, esclaviza, engaña y corrompe al hombre salvaje».

No todo el mundo, por supuesto, trata inmediatamente de subyugar a todo extraño con el que se encuentra. Pero la historia nos ha enseñado, dijo Lewis, que los que se aventuren a salir al espacio y a entrar en contacto con estos extraterrestres teóricos «serán el aventurero necesitado y codicioso, o el experto técnico despiadado».

Para establecer el primer contacto, podríamos unirnos como cristianos y enviar primero misioneros como mejores emisarios del mensaje evangélico. Pero tampoco podemos confiar tanto en ese enfoque.

«“Armas y evangelio” se han combinado horriblemente en el pasado», dijo Lewis. «El santo deseo del misionero de salvar almas no siempre se ha mantenido bien diferenciado del arrogante deseo… de (como él lo llama) “civilizar” a los (como él los llama) “nativos”».

A medida que la salud de Lewis se desvanecía, la idea de que podríamos llegar a otros planetas se hacía cada vez más tangible para la humanidad. Tanto Estados Unidos como la Unión Soviética lanzaron naves para explorar Venus, y cinco meses antes de la muerte de Lewis, la Unión Soviética envió su primera nave espacial alrededor de Marte.

Aquellos encuentros con otros mundos fueron apasionantes. Como lo son los posibles encuentros en nuestros días, desde la llamada al 911 en Las Vegas, el testimonio ante el Congreso, o los astronautas que averiguan cómo establecer un puesto de avanzada en la Luna.

Pero Lewis, pensando en este futuro como teólogo, nos recuerda que debemos preocuparnos primero por nuestras propias limitaciones morales, y que debemos reconocer que nuestra capacidad de exploración no se puede aislar de nuestra capacidad de explotación.

Si la Gran Comisión nos lleva al gran cosmos, Lewis nos recordaría que caminemos humildemente sobre la superficie de otros planetas.

Aaron Earls escribe sobre fe, cultura y C. S. Lewis en The Wardrobe Door. También es redactor jefe de Lifeway Research.

Traducción y edición en español por Livia Giselle Seidel.

Para recibir notificaciones sobre nuevos artículos en español, suscríbase a nuestro boletín digital o síganos en Facebook, Twitter, Instagram o Telegram.

Books
Excerpt

¿De qué le sirve a un cristiano proteger una institución, si pierde su alma?

La ambición debe tomar un lugar detrás de la conciencia.

Christianity Today July 28, 2023
Ilustración por Ūla Šveikauskaitė

El difunto pastor Eugene Peterson, en una carta a su hijo, también pastor, escribió que el problema principal para el líder cristiano es asumir la responsabilidad, no solo de los fines, sino también de los «medios y formas» por medio de los cuales guiamos a las personas a perseguir esos fines. «Las tres tentaciones a Jesús por parte del diablo tenían que ver con formas y medios», escribió. «Cada una de las metas del diablo fue una meta excelente. El diablo estableció una visión insuperable. Pero las formas y los medios eran incompatibles con los fines».

Losing Our Religion: An Altar Call for Evangelical America

Losing Our Religion: An Altar Call for Evangelical America

272 pages

$14.20

Como dijo Peterson, el discipulado al que Jesús nos llama es uno «dirigido tanto de forma personal como colectiva, en el cual tanto el interior como el exterior son continuos. Una vida en la que seamos cuidadosos y atentos tanto al cómo como al qué».

Peterson sugirió que esto se debe a que «si vamos a vivir la vida de Jesús, simplemente tenemos que hacerlo a la manera de Jesús; después de todo, Él es el Camino, así como la Verdad y la Vida». No hay cláusulas que permitan un escape de emergencia de vivir a la manera de la cruz.

Lo que parece ser popular en este momento no es tanto el evangelio de la prosperidad, sino más bien el evangelio de la depravación. En este evangelio de la depravación, los llamados en torno al carácter o las normas morales no son confrontados con apelaciones de «¡No culpable!», sino que son desestimadas con respuestas del tipo «¡Sean realistas!».

Sin embargo, este evangelio de la depravación trata de atraernos. No importa si lo adoptamos directamente, con regocijo ante la crueldad y la vulgaridad, o si nos lleva al tipo de cinismo que simplemente no espera que llegue algo mejor.

En ese camino se encuentra el nihilismo. De pronto te encontrarás en situaciones —o es posible que ya hayas estado en una de esas situaciones— en las que tienes la responsabilidad de hacer que una institución rinda cuentas. Quizás sea en algo tan simple como en tu carácter de votante. Quizás solo te encoges de hombros y brindas tu consentimiento a cualquier persona que tu partido apoye. Sin embargo, con el tiempo, eso te cambiará. Tal vez sea en tu carácter de miembro de una iglesia, o como parte de alguna denominación o ministerio cristiano.

No confundas talento con carácter, ni en ti mismo, ni en cualquier otra persona. No debes esperar que tus líderes no tengan pecado. Pecarán, pero hay una diferencia entre un ser humano que peca y se arrepiente, y un claro patrón de corrupción. Si se trata de esto último, tendrás que preguntarte cómo abordarlo. ¿Deberás permanecer donde estás y tratar de efectuar un cambio? ¿O será mejor que te marches y encuentres un nuevo lugar para vivir y servir? No sé. Gran parte de eso depende de factores que a menudo simplemente desconoces. Te sugiero que te preguntes dónde están tus vulnerabilidades.

¿Eres el tipo de persona que normalmente abandona una situación inmediatamente? Si es así, encuentra todas las razones por las que deberías quedarte y hacer cambios antes de irte. ¿Eres el tipo de persona que tiende a adaptarse a las situaciones, ya sea por obligación, lealtad o nostalgia? Si es así, considera seriamente irte.

La rendición de cuentas de nuestras instituciones es importante. Ellas son las que nos forman en lo que consideramos «normal». Cuando un comportamiento terrible comienza a sentirse normal para ti, no eres el único que está en peligro.

La conciencia es más que un indicador interno que dice: «Haz lo correcto». La conciencia es una forma de saber (así como la razón, la imaginación y la intuición) que está profundamente arraigada en la psique humana.

La conciencia nos alerta sobre el hecho de que vivimos en un cosmos moralmente estructurado, y que nuestras vidas van en una línea de tiempo que nos está llevando hacia un día en que vamos a dar cuentas (Romanos 2:15-16); un día en que nos sentaremos en el tribunal ante Aquel que soportó, por nosotros, su propio tribunal (Juan 19:13).

Lo que esto consigue es equipar a una persona para tener una visión a largo plazo del universo y de su propia vida. Con una visión a corto plazo (digamos, unos cien años), uno podría concluir fácilmente que la ambición es el motor de la vida. Uno podría concluir, como lo hacen el salmista y Job, que los despiadados prosperan y que, por lo tanto, el camino a la prosperidad es a través de la crueldad. La conciencia, cuando funciona bien, dirige a la persona hacia una perspectiva más amplia, hacia el día en que todo rendirá cuentas y la vida de uno realmente comenzará.

Todo empieza con ser en lugar de hacer. Eso es precisamente lo que enfatizan los movimientos evangélicos de todo tipo. «Porque por gracia ustedes han sido salvados mediante la fe; esto no procede de ustedes, sino que es el regalo de Dios, no por obras, para que nadie se jacte» (Efesios 2:8-9). A esto le sigue inmediatamente esto: «Porque somos hechura de Dios, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios dispuso de antemano a fin de que las pongamos en práctica» (v. 10).

La moralidad es importante, pero la moralidad está enraizada en la vida, no al revés. Si alguien está en Cristo, sus pecados le son perdonados. Estás crucificado con Cristo y resucitado con Él. No hay nada que puedas ganar por ti mismo. Es por eso por lo que, en el mejor de los casos, el cristianismo evangélico ha señalado la moralidad —o en un lenguaje bíblico, la santificación— como una manifestación de lo que ya somos en Cristo, no como una forma de ganar el favor de Dios.

La moralidad, entonces, se opone al moralismo o al legalismo. Como dijo Martín Lutero: «No nos volvemos justos haciendo obras justas, sino que, habiendo sido hechos justos, hacemos obras justas».

La moralidad debe ser algo definido fuera de la persona y fuera de la situación. La Cruz es un juicio definitivo contra el pecado definido de forma objetiva. Lo mismo sucede con el infierno. El pecado tiene que ver no solo con lo que alguien está haciendo (aunque ciertamente incluye eso), sino también con el tipo de persona en la que se está convirtiendo. Todos tenemos diferentes puntos de vulnerabilidad, por eso los unos tenemos que llevar las cargas de los otros. Observa en tu propia vida dónde están esos puntos débiles. ¿Cuál es la ambición que te impulsa? ¿Quiénes son las personas a las que quieres agradar?

Una conciencia que no funciona está orientada por las prioridades de la ambición, la seguridad y la pertenencia. Así fue como Poncio Pilato terminó crucificando a Jesús. No fue porque estuviera conspirando para ver muerto al Mesías, sino porque «quería satisfacer a la multitud» (Marcos 15:15). Mateo escribe que Pilato «vio que no conseguía nada, sino que más bien se estaba formando un tumulto», así que se lavó las manos para desligarse del asunto (Mateo 27:24). Así es como sucede. Pilato vio que lo que estaba en juego era lo que estaba ganando o perdiendo, ya fuera en ese momento o en el transcurso de su vida. Definió su misión en términos de ambición y seguridad más que en términos de conciencia. Fue así como su conciencia se ajustó a su ambición, y no al revés.

Te puede pasar lo mismo, no importa si trabajas en el departamento de frutas y vegetales de una tienda de comestibles, en una firma de contabilidad, en un gremio de guionistas o como misionero. El instinto será siempre silenciar la conciencia porque no puedes permitirte aquello que te pida hacer —o no hacer—. Ese camino conduce al desastre.

El problema no es que pronto te encontrarás haciendo cosas de maneras que nunca deseaste, sino que no notarás en absoluto cómo estarás haciendo las cosas. Ni siquiera notarás que estás buscando el visto bueno de cualquiera que sea la multitud a la que quieres pertenecer, o de cualquier objetivo que quieras lograr. Solo después de que sea demasiado tarde verás que ya no te reconoces a ti mismo.

Ese clamor por ambición y pertenencia conducirá no a una ausencia de conciencia, sino a una conciencia mal dirigida, que siente vergüenza por lo que no es vergonzoso y no siente nada por lo que sí lo es. La formación del carácter también funciona de adentro hacia afuera. Jesús dijo: «El que es bueno, de la bondad que atesora en el corazón produce el bien; pero el que es malo, de su maldad produce el mal, porque de lo que abunda en el corazón habla la boca» (Lucas 6:45).

Una conciencia tranquila no conduce, como a menudo imaginamos, a la paz interior. Al menos no de inmediato. Una conciencia tranquila es una conciencia que está viva y, por lo tanto, vibra ante las indicaciones de arrepentimiento y redirección, así como ante las súplicas de misericordia. Sin embargo, a la larga, una conciencia tranquila conduce a la paz porque expulsa el miedo.

Si tu ambición es tu estandarte, estarás esclavizado a cualquier cosa que pueda quitarte esa ambición. Si tu pertenencia a un grupo o tribu es tu estandarte, entonces estarás aterrorizado por cualquier amenaza de exilio. Pero si tu misión se alinea con tu conciencia, y tu conciencia se alinea con el evangelio, entonces no tendrás necesidad de vivir con un miedo paralizante, y tampoco tendrás necesidad de vivir en defensa propia.

Por eso Jesús les dijo a sus discípulos: «Así que no les tengan miedo; porque no hay nada encubierto que no llegue a revelarse, ni nada escondido que no llegue a conocerse. Lo que les digo en la oscuridad, díganlo ustedes a plena luz; lo que se le susurra al oído, proclámenlo desde las azoteas» (Mateo 10:26-27).

Si eres consciente de que está por venir un Día del Juicio, no necesitas llamar a tu propio día del juicio ahora. Y si alguien te pide algo a costa de tu integridad, recuerda que el precio será demasiado alto.

Russell Moore es el editor en jefe de CT. Adaptado de Losing Our Religion: An Altar Call for Evangelical America por Russell Moore. Copyright © 2023, de acuerdo con Sentinel, un sello de Penguin Random House LLC. Usado y traducido con permiso.

Traducción por Sergio Salazar.

Edición en español por Livia Giselle Seidel.

Para recibir notificaciones sobre nuevos artículos en español, suscríbase a nuestro boletín digital o síganos en Facebook, Twitter, Instagram o Telegram.

News

Iglesias negras expresan preocupación por expulsiones de la SBC

Una carta de la Fraternidad Nacional Afroamericana de la denominación dice que el voto concerniente a Saddleback y Fern Creek podría «afectar de manera desproporcionada» a las congregaciones minoritarias.

Votación en una reunión anual de la SBC.

Votación en una reunión anual de la SBC.

Christianity Today July 25, 2023
Cortesía de RNS - Emily Kask

A principios de este año, los bautistas del sur expulsaron a cinco iglesias de la denominación protestante más grande del país por tener mujeres como pastoras.

Ahora, el líder de una comunidad de pastores afroamericanos bautistas del sur se pregunta si sus iglesias serán las siguientes.

En una carta presentada en la primera semana de julio, el presidente de la Fraternidad Nacional Afroamericana (NAAF, por sus siglas en inglés) de la Convención Bautista del Sur (SBC) pidió reunirse con el presidente de la denominación y dijo que las recientes decisiones de la SBC de expulsar a las iglesias con mujeres pastoras habían causado «división dentro de la SBC y podrían afectar desproporcionadamente a las congregaciones afiliadas a la NAAF».

«Muchas de nuestras iglesias asignan el título de “pastor” a las mujeres que supervisan los ministerios de la iglesia bajo la autoridad de un pastor principal masculino, es decir, pastora de niños, pastora de adoración, pastora de discipulado, etc.», escribió el reverendo Gregory Perkins, pastor de The View Church en Menifee, California, y presidente de NAAF [enlaces en inglés].

También dijo que una enmienda propuesta a la constitución de la SBC sobre excluir las iglesias con mujeres pastoras violaba la autonomía de las iglesias locales, una creencia vital de los bautistas.

Durante la reciente reunión anual de la SBC, los delegados de las iglesias locales, conocidos como mensajeros, votaron para afirmar la decisión de expulsar a la Iglesia Saddleback en el sur de California, una de las iglesias más grandes de la denominación, así como la Iglesia Bautista Fern Creek en Louisville. Esas dos iglesias habían apelado una decisión anterior tomada por el Comité Ejecutivo de la SBC que afirmaba que ya no estaban en «cooperación amistosa» con la convención.

Otras tres iglesias expulsadas (incluidas dos iglesias predominantemente negras donde mujeres habían sucedido a sus difuntos esposos en el pastorado) no apelaron.

Los mensajeros también votaron para cambiar la constitución de la SBC a fin de excluir a las iglesias con mujeres pastoras. La propuesta de reforma a dicha constitución solo permitiría que iglesias que afirman, designan o emplean «solo hombres como cualquier tipo de pastor o anciano calificado por las Escrituras» sean parte de la convención. El cambio debe ser ratificado en la reunión anual de la SBC de 2024 para que entre en vigencia.

«Esto puede indicar que las iglesias en la SBC que no creen que las mujeres deban ser pastoras principales, pero que permiten a las mujeres el uso de un título pastoral, o designan a una mujer para un rol pastoral, ya no sean bienvenidas en la SBC», escribió Perkins.

Entre las iglesias que sostienen la creencia de que las mujeres pueden liderar en roles de pastoras no principales se encuentra la iglesia de Perkins, que tiene una mujer en su personal con el título de «pastora». Escribió que muchas de las más de 4000 congregaciones de la NAAF también tienen esa opinión.

Perkins dijo que los líderes de la NAAF respetaron el proceso democrático de la SBC y que los mensajeros tenían derecho a votar en conciencia. Sin embargo, pidieron un tiempo de «oración y diálogo» para discutir las consecuencias de los votos en la reunión de la SBC.

La carta, enviada por correo electrónico, también se publicó en el sitio web de NAAF. Ese sitio web también incluye un enlace a un documento con más detalles sobre cómo las decisiones tomadas por la SBC podrían afectar a las iglesias. Ese documento insta a los pastores a tomar un papel activo en la discusión sobre el tema de las mujeres pastoras.

«Debe ser un participante activo en esta conversación y proceso de toma de decisiones, ya que tiene implicaciones de largo plazo para su iglesia y otras congregaciones afiliadas a NAAF», advierte el documento.

Si bien las iglesias de la SBC cooperan para financiar misiones, seminarios y otros ministerios, cada iglesia local es autónoma. Eligen a sus propios pastores, son dueños de sus propios edificios y controlan sus propias finanzas.

Perkins dijo que los cristianos que creen en la Biblia pueden llegar a diferentes conclusiones sobre cómo aplicar sus enseñanzas. Dijo que las iglesias deberían participar en un «diálogo vigoroso pero constructivo».

«Expulsar a iglesias que tienen ideas afines, que comparten nuestra fe en Jesucristo, nuestra creencia en la autoridad de las Escrituras, nuestro mandato de llevar a cabo la Gran Comisión y nuestro acuerdo de dar cooperativamente, y hacerlo con base en una decisión que tomó la iglesia local deshonra el espíritu de cooperación y los principios rectores de nuestra denominación», escribió.

La carta fue dirigida al presidente de la SBC y pastor de Texas, Bart Barber, con copia a los miembros de la junta y funcionarios de la NAAF, así como al personal del Comité Ejecutivo de la SBC.

Barber confirmó que había recibido la carta.

En los últimos años, la SBC ha pregonado el crecimiento de las congregaciones negras, hispanas y otras iglesias diversas de la convención. Sin embargo, varias iglesias negras de alto perfil han abandonado la SBC en los últimos años por cuestiones políticas y raciales.

Traducción por Sergio Salazar.

Edición en español por Livia Giselle Seidel.

Para recibir notificaciones sobre nuevos artículos en español, suscríbase a nuestro boletín digital o síganos en Facebook, Twitter, Instagram o Telegram.

Cómo alcanzar a tus vecinos LGBT con el evangelio

Cuando los cristianos viven en comunidad, los de fuera encuentran intimidad dentro de la familia de Dios.

Christianity Today July 18, 2023
Hinterhaus Productions / Getty

Algunos creen que vivimos en medio de una revolución moral en la que el «modernismo líquido» está inundando los baluartes y pilares de las culturas poscristianas. Otros califican este tipo de discurso de «alarmista» y creen que vivimos en los días del progreso feliz, donde por fin podemos hacer realidad el verdadero crisol del potencial humano. Nadie siente más esta tensión que los padres cristianos cuyos hijos están, por una temporada —o quizá por una temporada muy larga— sumergidos en la comunidad LGBT y sus valores. Puede resultar vergonzoso admitir ante los miembros de tu iglesia que estás dividido entre tu fe y tu hijo, y que temes perder una cosa por la otra.

O quizás sientas el peso de aquellos miembros de tu congregación que luchan con la atracción hacia el mismo sexo y son miembros fieles de tu iglesia que han abandonado el pecado y viven en castidad, pero aún se sienten divididos entre la cultura de la iglesia y la cultura del mundo. O tal vez tú mismo luchas con la atracción hacia personas del mismo sexo. Sin embargo, guardas silencio, y el mensaje de odio que escuchas de la gente de tu iglesia hace que guardes aún más silencio cada día. Si eres alguien que lucha con la atracción hacia personas del mismo sexo a la manera de Dios —abandonando el pecado y bebiendo en abundancia de la gracia divina— entonces eres un héroe de la fe. Nada menos.

Para todas estas cargas —parentales, comunitarias o personales— la Biblia tiene la respuesta: la práctica de la hospitalidad diaria, ordinaria y radical. Creo que si los cristianos vivieran comunalmente [en el sentido de vivir en comuna], entonces las personas que luchan con la atracción hacia el mismo sexo no se verían obligadas a salir de la iglesia en busca de intimidad, sino que encontrarían una intimidad real dentro de la familia de Dios.

¿Por dónde puedes empezar? Tú y la comunidad de tu iglesia pueden designar una casa donde vivan algunos miembros de la iglesia, y donde la gente pueda reunirse a diario. Y luego, empiecen a reunirse a diario. Y no solo por invitación. Que sea un lugar donde se ore y se lea la Biblia, y donde el día termine con una comida para todos; un lugar al que los no creyentes puedan ser invitados a escuchar palabras de gracia y salvación, donde niños de todas las edades sean bienvenidos, y donde los no creyentes y los creyentes partan el pan y compartan ideas hombro con hombro. Esta es la mejor manera que conozco de evangelizar a tus vecinos LGBT, y a cualquier otra persona.

La primera vez que pude ver el Evangelio amado y puesto en práctica fue en una casa como esta.

Como ya relaté en otra ocasión, llegar a la fe en Jesucristo en 1999 me provocó una colosal crisis de identidad. Cuando vine a Cristo tomé la decisión de terminar mi relación de pareja porque sabía que la obediencia a Cristo era un mandamiento. Pero no lo hice de corazón. Para nada. Y mi conversión a Cristo no cambió inicialmente mi atracción sexual por las mujeres. Lo que la conversión sí cambió fue mi corazón y mi mente. Mi mente ardía en deseo de leer la Biblia y de leer acerca de la Biblia.

Mi corazón, por su parte, se sentía reconfortado y animado por el tiempo que pasaba en casa de Ken y Floy Smith casi todos los días. Los Smith me acogieron. Pero es importante aclarar que no me convertí a fin de apartarme de la homosexualidad. Me convertí para apartarme de la incredulidad. Leer la Biblia a diario y disfrutar de la comunidad cristiana a diario me hicieron comprender algo: la unión con Cristo estaba surgiendo como un componente central de mi identidad, una identidad que competía con mi identidad sexual. Ken y Floy Smith me discipularon en lo que significa ser un portador de la imagen de Dios. Desde que me conocieron cuando era activista de los derechos de los homosexuales, me trataron como a una portadora de la imagen de un Dios santo, con un alma que durará para siempre.

La forma en que los Smith me evangelizaron a mí te puede dar una pauta sobre cómo evangelizar a tus vecinos y conocidos de la comunidad LGBT: recuérdales que el amor de Cristo es el único que no tiene fisuras. Este tipo de amor no se puede encontrar en un cónyuge o en una pareja. Solo Cristo nos ama de la mejor manera. Él asumió todo nuestro pecado, murió en nuestro lugar cargando con la ira de Dios, y resucitó victorioso de entre los muertos. Y sí, Cristo nos llama a ser ciudadanos de un mundo nuevo, bajo su señorío, bajo su protección y bajo su ley.

El pecado original explica por qué algunos luchan con la atracción hacia el mismo sexo y han luchado con esto desde el día en que recuerdan haberse sentido atraídos por alguien. Sabemos que todos nacimos en pecado original y que este ha dejado su huella en nuestros deseos más profundos. A medida que crecemos en Cristo, obtenemos la victoria para no seguir pecando; sin embargo, nuestros deseos pecaminosos no desaparecerán sino hasta que estemos en la gloria. Y nos encontramos de pie solo en Cristo resucitado; en su justicia, no en la nuestra. Y el Dios que nos ama lo suficiente como para morir por nosotros y vivir por nosotros, nos llama a llevar una cruz, arrepentirnos del pecado y seguirle. Los cristianos saben que las cruces no son maldiciones; no para el creyente.

Cristo coloca a los solitarios en familias (Salmo 68:6) y nos llama a vivir en una nueva familia por elección: la familia de Dios. Así que evangelizamos a la familia LGBT al vivir una vida diferente a la del resto: una vida sin egoísmo ni engaño. Nos contamos unos a otros la promesa del céntuplo de Marcos 10:28-30 y llevamos a la práctica esta verdad en nuestros hogares. Pedro le dijo a Jesús: «¿Qué de nosotros, que lo hemos dejado todo y te hemos seguido?». Jesús le respondió: «Les aseguro que todo el que por mi causa y la del evangelio haya dejado casa, hermanos, hermanas, madre, padre, hijos o terrenos recibirá cien veces más ahora en este tiempo (casas, hermanos, hermanas, madres, hijos y terrenos, aunque con persecuciones); y en la edad venidera, la vida eterna» (NVI).

Recibirá cien veces más.

El evangelio promete que nuestros vecinos que dejan la comunidad LGBT para seguir a Cristo recibirán la bendición del céntuplo de una nueva familia en Cristo. ¿De dónde vendrá este céntuplo? ¿Caerá del cielo? No. Viene no solo a través de la presencia de Cristo en nosotros, sino también a través de familias cristianas individuales y del cuerpo de Cristo que se encuentra en la iglesia local. Esto significa que, aunque hay soledad, no hay soledad crónica. Esto significa que los cumpleaños y los días festivos se pasan con la familia de Dios.

Esto significa que eres conocido y conoces a otros. Esto significa que vives una vida saturada de intimidad a la manera de Dios. Si la iglesia no está preparada para cumplir esta promesa del céntuplo, ¿a qué estamos llamando a nuestros amigos?

En una cultura de hospitalidad bíblica es posible desarrollar verdaderas amistades. Es ahí que hablamos de nuestras diferencias como personas que pueden ver el punto de vista del otro aunque no estemos de acuerdo.

Cuando nos encontramos con un vecino que se identifica con el espectro de vida y la identidad LGBT, nos comprometemos a escuchar y a tratar a cada persona que conocemos como un individuo. Entendemos que los pecados de identidad son profundos y arraigados.

Si realmente creyéramos que la sangre de Cristo es más espesa que la sangre de la biología, o que participar juntos de la Cena del Señor es el mayor vínculo de intimidad que las personas pueden tener, nos veríamos y nos trataríamos unos a otros de manera diferente. Dejaríamos de considerar a los solteros como personas a las que hay que arreglar o a las que hay que conseguirles una cita. Entenderíamos que el matrimonio bíblico apunta al matrimonio de Cristo y la Iglesia. Apreciaríamos que, aunque el matrimonio fue diseñado por Dios, Él no diseñó a todas las personas para el matrimonio bíblico. Al mismo tiempo, todos los cristianos están casados con Cristo, tienen unión con Cristo y encontrarán la plenitud solo en la Nueva Jerusalén.

Quienes deseamos evangelizar a la comunidad LGBT debemos responder a esta pregunta: ¿A qué estamos llamando a la gente? Si sabemos de dónde queremos llamar a la gente, pero no tenemos nada a qué llamarlos, solo estamos compartiendo la mitad del evangelio.

Rosaria Butterfield (doctora por la Universidad Estatal de Ohio) es autora, conferencista, esposa de pastor, madre que educa a sus hijos en casa y exprofesora titular de inglés y estudios sobre la mujer en la Universidad de Syracuse. Es autora de El evangelio viene con la llave de la casa y de The Secret Thoughts of an Unlikely Convert.

Este ensayo ha sido adaptado de Joyfully Spreading the Word: Sharing the Good News of Jesus ©2018. Utilizado y traducido con permiso de Crossway, un ministerio editorial de Good News Publishers, Wheaton, IL 60187, www.crossway.org.

Traducción y edición en español por Livia Giselle Seidel.

Para recibir notificaciones sobre nuevos artículos en español, suscríbase a nuestro boletín digital o síganos en Facebook, Twitter, Instagram o Telegram.

50 ateos encontraron a Cristo. Esta investigadora descubrió por qué

Jana Harmon pinta un cuadro detallado de las razones por las que los escépticos llegan a la fe.

Christianity Today July 12, 2023
Ilustración por Mallory Rentsch / Source Images: Getty

Los cristianos nos regocijamos cuando los ateos rinden su vida a Cristo; sin embargo, normalmente solo vemos el resultado final. A menos que conozcamos personalmente al escéptico, rara vez obtenemos una imagen detallada de lo que provocó que esa persona se abriera a la fe. En su libro Atheists Finding God: Unlikely Stories of Conversions to Christianity in the Contemporary West [Ateos encuentran a Dios: Historias poco probables de conversiones al cristianismo en el Occidente moderno], Jana S. Harmon, profesora del Instituto C. S. Lewis y presentadora del pódcast Side B Stories, presenta los hallazgos de sus conversaciones con 50 ateos que llegaron a la fe. Christopher Reese, editor de The Worldview Bulletin, habló con Harmon sobre su investigación y sus implicaciones con respecto a compartir el evangelio con los escépticos.

Atheists Finding God: Unlikely Stories of Conversions to Christianity in the Contemporary West

¿Cuáles fueron algunas de las creencias comunes que los ateos que entrevistaste tenían antes de su conversión?

En términos generales, ellos veían la creencia cristiana y a los creyentes a través de una lente negativa. Al no estar expuestos a formas genuinas de creer y vivir la fe, muchos desarrollaron su percepción del cristianismo a través de una perspectiva cultural distanciada y poco amistosa, lo que trajo como resultado caricaturas y estereotipos reduccionistas. Por otra parte, aquellos que tuvieron algún contacto con la religión o con personas religiosas, encontraron que el cristianismo era deficiente y poco atractivo. A menudo representaban la fe como supersticiosa, delirante y sin educación, irreconciliable con la ciencia y las formas contemporáneas de pensar y vivir. Los cristianos a menudo eran vistos como intolerantes, fanáticos, prejuiciosos e hipócritas.

Curiosamente, no tantos de estos exateos tenían buenas razones para justificar su propia perspectiva atea. Parecían saber con mucha mayor claridad contra qué estaban, que aquello que decían defender. Muchos habían descartado fácilmente a Dios y la fe sin un análisis cuidadoso de qué era exactamente aquello que estaban rechazando y aquello que estaban abrazando. Simplemente, asumieron una perspectiva basada en lo que escucharon a su alrededor, ya sea en la cultura circundante o de autoridades respetadas.

Para muchos exateos, las experiencias difíciles de la vida los habían convencido de que no podía haber un Dios bueno, presente o poderoso. Otros tenían objeciones comprensibles contra el dogma, la Biblia, la irreconciliabilidad percibida entre la ciencia y la fe, la «mala» religión y las «malas» personas religiosas, así como contra varias afirmaciones cristianas sobre la moralidad.

¿Detectaste algún patrón en las circunstancias que llevaron a estos escépticos a reconsiderar el cristianismo?

Casi dos tercios de los exateos con los que hablé pensaban que nunca dejarían su identidad y perspectiva atea. No buscaban a Dios ni estaban interesados en conversaciones espirituales. Entonces, ¿qué rompió sus muros de resistencia? En general, las personas no se sienten cómodas cuestionando sus propios puntos de vista hasta que algo altera el statu quo. Y en estos casos, hubo algún catalizador, alguna forma de insatisfacción que los hizo cuestionar su propio ateísmo o comenzar a mirar más de cerca al cristianismo.

Todos queremos dar sentido al mundo y encontrar satisfacción en nuestras vidas. La insatisfacción puede impulsar la búsqueda de algo más allá de lo que nuestra visión del mundo tiene para ofrecer. Diversos anhelos disruptivos pueden crecer dentro de una persona a medida que busca mejores explicaciones para comprender el mundo que lo rodea, o bien su propia vida.

¿Cuáles fueron algunos de los desafíos que enfrentaron tus entrevistados después de abrazar la fe cristiana?

Los estereotipos culturales desfavorables acerca de los cristianos abundan en la cultura occidental. En ese contexto, la conversión al cristianismo trajo consigo un gran costo social. Casi un tercio de los encuestados informaron respuestas negativas o rechazo de amigos y familiares. Descubrieron que su nueva fe estaba mal vista socialmente, o que era vergonzosa y relacionalmente alienante.

Un exateo recordó: «Honestamente, perdimos muchos amigos. Incluso cuando nuestras creencias eran muy liberales y, en cierto sentido, más estrechamente alineadas con el ateísmo que con el cristianismo en todo tipo de temas. Pero simplemente decir: “Vamos a ir a la iglesia este domingo” o “Jesús es Dios” trajo como resultado que muchas personas nos odiaran y ya ni siquiera nos hablaran por eso. Fue difícil». Aun así, su nuevo gozo y paz en Cristo lo sostuvieron en su nueva fe.

¿Hay alguna historia de conversión que te haya parecido particularmente sorprendente o conmovedora?

Cada historia de conversión es sorprendente y conmovedora. Sin embargo, para mí, las que más destacan son las historias de personas que llegaron a la fe contra toda probabilidad.

Tal es el caso de Jeffrey, por ejemplo. Él se convirtió en ateo después de una gran tragedia de su infancia en la que perdió a dos hermanos en un incendio en su casa. Su profundo dolor alimentó un odio virulento contra Dios e inestabilidad en su propia vida. Durante los siguientes 20 años, desarrolló fuertes argumentos para fundamentar su resistencia emocional a la fe. Cuando su esposa se convirtió inesperadamente al cristianismo, su ira contra Dios solo aumentó.

Una noche, su esposa lo llamó y le pidió que la recogiera en la casa de los cristianos que la habían llevado a Cristo. Jeffrey supuso que tendría lugar una discusión acalorada, pero, en cambio, recibió la más cálida hospitalidad. Sintiéndose valorado, se sintió atraído una y otra vez hacia una conversación significativa. Con el tiempo, sus muros de resistencia comenzaron a derretirse. Pronto experimentó amistad y confianza, y encontró respuestas a muchas de sus preguntas intelectuales. Con el tiempo dejó de resistirse a Dios, y encontró la paz y el gozo que no había tenido durante tanto tiempo.

Cuando se trata de compartir el evangelio con los escépticos, ¿qué lecciones podemos aprender de tu investigación?

En muchos sentidos, compartir el evangelio con los escépticos es similar a compartir el evangelio con cualquiera que no conozca a Cristo. Lo primero que hay que reconocer es que cada persona es única. El hecho de que te identifiques como ateo no significa que podamos suponer exactamente quién eres o qué crees. Las creencias siempre se forman y luego se mantienen en el contexto de nuestras propias historias de vida. Entonces, es importante tomarse el tiempo para escuchar las perspectivas individuales; escuchar lo que las personas creen y por qué lo creen. Esto no solo te permite valorar quiénes son y qué piensan; también revela preguntas personales que a menudo se esconden bajo la superficie de las objeciones intelectuales. Te brinda un camino para encontrarte con la persona justo donde está.

También es importante estar presente en la vida de los escépticos. Tu propia vida proporciona un ejemplo del cristianismo genuino en carne y hueso, y una potencial evidencia en contra de los estereotipos negativos. Estar presente en la vida de alguien te permite también estar disponible en los momentos de posible apertura al cristianismo.

Del mismo modo, ten en cuenta que puede tomar mucho tiempo para que alguien esté dispuesto a considerar seriamente a Dios o la fe. Requiere lo que un exateo llama «paciencia relacional». Mientras tanto, debemos preparar nuestra mente para la acción, como dice el apóstol Pedro (1 Pedro 1:13). Necesitamos ser capaces de abordar seriamente las grandes preguntas y los problemas difíciles para que cuando una puerta se abra y surjan las objeciones, estemos listos para participar de manera efectiva con respuestas profundas.

Finalmente, necesitamos ser constantes en la oración por aquellos que están lejos de Cristo. Es solo a través de la obra amorosa del Espíritu Santo que los corazones, las mentes y las vidas pueden llegar a cambiar. Nosotros solo tomamos parte en lo que Dios ya está haciendo y dependemos completamente de Él para que nos use de maneras que hagan brillar el evangelio.

¿Qué te gustaría que se quede en la mente de los ateos que leyeron tu libro?

Escribí este libro para dar una mirada honesta a cómo y por qué los ateos abrazan el ateísmo, después se abren al cambio, y finalmente se convierten al cristianismo. Mi esperanza es que cualquier ateo que lo lea aprecie por qué tantos ateos inteligentes y educados se han convencido de que la fe cristiana da más sentido a la realidad. Más que eso, espero que consideren seriamente las afirmaciones del cristianismo por sí mismos y se sientan inspirados por los tremendos cambios de vida detallados en las páginas del libro.

Traducción por Sergio Salazar.

Edición en español por Livia Giselle Seidel.

Para recibir notificaciones sobre nuevos artículos en español, suscríbase a nuestro boletín digital o síganos en Facebook, Twitter, Instagram o Telegram.

Nunca llegué a ser heterosexual. Tal vez ese nunca fue el objetivo de Dios

Por qué abracé la ética sexual de la Biblia antes de entenderla.

Christianity Today July 11, 2023
Ken Richardson

Esta no es una historia de alguien que era gay y se convirtió en heterosexual.

Pero tal vez me estoy adelantando. Volvamos hasta el principio. Mis padres se conocieron en una discoteca gay en San Francisco, California. Mi madre solo quería un lugar seguro para bailar. Mi padre era el guardia de seguridad. Nos abandonó a mi madre y a mí después de abusar físicamente de las dos. Ni siquiera supe de su existencia sino hasta que tenía 10 años, cuando mi madre ya se había vuelto a casar.

No recuerdo haber tenido una hora fija de ir a dormir durante mi infancia. Me permitieron ver películas de terror desde una edad temprana. En cuanto al sexo, nada estaba oculto. Siempre escuché bromas e historias y, cuando tenía 10 años, ayudé a mi madre a recortar imágenes de una revista para adultos para una despedida de soltera.

Conocí a mi primer novio a los 14 años. Nos reíamos de los chistes del otro, veíamos programas de televisión parecidos y nos llevábamos bien. Pero al poco tiempo él y yo rompimos, como hacen los adolescentes.

Un año después, conocí a mi primera novia en una clase de Historia de Europa. Ella iba en el último curso. Era guapa y popular. Como yo destacaba académicamente en la clase, me pidió que fuera a su casa a ayudarla a estudiar. Cuando nos encontramos en su casa, algo cambió. La conversación fluyó de forma fácil, rápida e inesperada. Me impresionó su belleza. Sentí una atracción parecida a la que otras chicas describían sentir por los chicos.

Durante la semana siguiente, empecé a preguntarme: «¿Está bien sentir esto por una chica?». Estaba vagamente familiarizada con la idea de que la gente que iba a la iglesia condenaba esas cosas, pero cuando intenté averiguar por qué, no encontré nada. Ni en mil años hubiera imaginado entender las enseñanzas de la Biblia sobre la sexualidad; mucho menos someterme a ellas.

El primer beso

Me propuse una meta: antes de que esta chica fuera a la universidad, me besaría. Mentí sobre mi pasado sexual, me coloqué estratégicamente en su camino e introduje temas a fin de que fluyeran los pensamientos románticos.

Mientras tanto, entablábamos una amistad profunda y verdadera. Fue la primera compañera con la que pude hablar de ideas, literatura y otros temas serios. Pronto dejó de ser solo un juego: me había enamorado.

El verano siguiente me preguntó qué quería de regalo para mi cumpleaños número 16. El corazón me latía con fuerza. Le dije que quería que me besara. El momento en que ocurrió, y los muchos momentos que siguieron, fueron como el levantamiento de un velo. El mundo que siempre había visto en blanco y negro estalló de repente en miles de colores deslumbrantes.

Dejar mi pequeño instituto local para ir a la Universidad de Yale fue más que espectacular: entré en un selectivo programa de humanidades para estudiantes de primer año, conocí gente fascinante de todo el mundo y disfruté de acceso a cantidades ilimitadas de alcohol. Parecía demasiado bueno para ser verdad.

Entonces me enteré de la noticia: mi novia me engañaba con un vagabundo sin estudios en Tahoe. Cuando llegaron las vacaciones de Navidad, decidí ir a visitarla, pero todo estaba helado, quieto, congelado. La mañana de Navidad, mientras yo leía el Quijote en su futón y ella tenía sexo con su novio en la otra habitación, me preguntaba en qué se había convertido mi vida.

En busca de Jesús en Google

De vuelta a Yale, en mi primera clase de filosofía, discutimos la famosa afirmación de Descartes, cogito ergo sum, «pienso, luego existo», y cómo influyó en su comprensión de la realidad y la naturaleza de Dios. Tras cierto rechazo inicial, empecé a preguntarme compulsivamente si Dios podía existir. De vuelta a mi habitación, empecé a buscar en Google términos religiosos como un estudiante de secundaria en busca de pornografía. Cuando entraba mi compañera de piso, cerraba de golpe la tapa de mi computadora portátil y fingía estar haciendo tarea de francés.

No sabría decir qué términos usé en aquellas búsquedas, pero en esa oleada de páginas web, empecé a descubrir a Jesús por primera vez. Es difícil describir las ideas preconcebidas que tenía; quizá frases como «conservador de la antigüedad» o «tradicionalista irreflexivo» transmitan algo del sabor. Sin embargo, los artículos y las Escrituras que encontré me dieron una impresión claramente diferente. Una y otra vez, vi cómo Jesús notaba, dignificaba y servía a personas que yo habría desechado. Pero me inquietaba la sospecha de que mi vida iba en contra de la suya.

En aquel entonces, conocí a dos chicas que estaban en una relación seria. Una de ellas se estaba formando para ser ministra luterana. Me interesó saber cómo podían conciliar sus vidas con Jesús y sus enseñanzas. Me aseguraron que cualquier apariencia de conflicto se debía a interpretaciones históricas erróneas de las Escrituras. Me pusieron un paquete en las manos y corrí a mi habitación para descubrir lo que la Biblia realmente decía sobre la sexualidad.

El paquete tenía una clara coherencia interna. Me gustó mucho. Pero cuando busqué los versículos bíblicos que decía presentar y explicar en detalle, me sentí frustrada. Estas interpretaciones revisionistas no concordaban con el significado llano de las palabras de la Biblia. Me sentí engañada y, con cierta repugnancia, tiré el paquete al suelo. Estaba claro que había sido una tonta al esperar que esta religión anticuada tuviera cabida para mí.

Unos días más tarde, estaba en la habitación de un amigo que había sido católico cuando me fijé en el lomo de un libro naranja con el nombre de Mero Cristianismo. No sabía nada de C. S. Lewis ni de este libro, pero el título me intrigó y decidí meterlo silenciosamente en mi bolso.

Leí y leí. Un día, mientras leía entre clase y clase en la biblioteca, lo cerré a mitad de capítulo y caí en la cuenta: Dios existe. Mi corazón y mi cabeza ya no podían negarlo. Sin embargo, junto con esta gloriosa certeza vino la admisión aterrorizada de mi propia maldad. Había mentido y engañado, había sido cruel, ¡incluso le había robado aquel libro a un dulce y confiado amigo! ¿Cómo iba a enfrentarme a un Dios puro y santo?

Pero cuando consideré lo que Jesús había hecho —sufrir la separación de Dios para que yo pudiera unirme a Él—, supe que sería una tonta si rechazaba su oferta. Mientras mi corazón se hinchaba de agradecimiento, apreté los ojos y oré, y ahí mismo me rendí delante de Jesús.

Una cuestión de confianza

El sábado siguiente, la fraternidad Yale Students for Christ [Estudiantes de Yale para Cristo] organizó una fiesta por el día de San Valentín. Todavía me sentía avergonzada por haber aceptado a Jesús, así que llegué tarde y fingí que había venido por mera casualidad. Cuando una chica de segundo año me preguntó por qué no me había visto antes, murmuré que acababa de convertirme al cristianismo dos días antes. Se quedó un poco atónita. Me acercó a otros estudiantes de primer año, que me invitaron a la oración del lunes por la mañana.

Fui. Me dieron una Biblia de bolsillo, respondieron a mis molestas preguntas y me invitaron al estudio bíblico que tendrían la noche siguiente. Fui con la Biblia en la mano. Dos jóvenes nos guiaron por un pasaje de Efesios. Era asombroso: gente real, examinando realmente la Biblia y aplicándola a sus vidas.

A lo largo de ese semestre, seguí a estos estudiantes como un patito, observando todo lo que hacían y decían. Sin embargo, haber elegido seguir a Jesús no había dado respuesta a todas mis preguntas. Específicamente, ¿qué iba a hacer con mi natural e inquebrantable atracción hacia las mujeres? Sabía que la Biblia era clara: lo que yo quería estaba fuera de los límites. Pero no entendía por qué. ¿Cómo podían el amor, la intimidad y el deseo de tener un compañero estar prohibidos por este Dios amoroso e íntimo que también buscaba el compañerismo?

Fue así que tuve que aprender mi primera lección de la vida cristiana: cómo obedecer antes de comprender. La vida me había enseñado que era necesario dominar completamente un concepto antes de poder asentir a él. ¿Cómo podía estar de acuerdo con algo tan costoso sin comprender la razón?

Al final, todo se reducía a la confianza. Sabía que Jesús era digno de confianza, porque había hecho un sacrificio mucho mayor. Había dejado la dicha, la comodidad, la alegría de amar y ser amado a la perfección, para vivir una vida dolorosa en la tierra. Asumió el dolor y la vergüenza de la muerte de un criminal y sufrió el rechazo del Padre, todo para que yo pudiera ser acogida. ¿Quién podría merecer más confianza?

La obediencia de la fe solo funciona cuando está arraigada en una persona, no en una regla. Impuesta por sí misma, una regla nos invita a juzgarla, sopesando su razonabilidad. Pero una regla que fluye de una relación allana el camino para una obediencia fiel. Cuando un niño no entiende la orden de su madre, el carácter de esta desempeña un papel importante en lo que sucede después. Una madre cruel y caprichosa probablemente encontrará resistencia. Pero una madre afectuosa y cariñosa inspira confianza, porque el niño sabe profundamente que ella está de su lado.

En una de las pruebas de confianza más dramáticas de las Escrituras, Dios le dijo a Abraham que sacrificara a su hijo Isaac. Si Abraham hubiera considerado este mandato de forma aislada, seguramente no habría obedecido. Sin embargo, Abraham era amigo de Dios. Cuando fue puesto a prueba, no dudó, porque conocía el carácter de Dios.

Dios había aparecido con la respuesta en la historia de Abraham, y yo sabía que aparecería con la respuesta en mi propia historia, pero, ¿cómo? ¿Quitaría mi atracción por las mujeres? Durante aquellos primeros años en la fe cristiana sostuve varias relaciones interpersonales con mujeres que fueron espirituales, liberadoras e íntimas, pero no eróticas. Sin embargo, en otros casos, la química personal y sexual me llevó de vuelta a los viejos patrones. ¿Por qué Dios no me arregló?

Poco a poco, llegué a comprender que «hacerme heterosexual» no era la respuesta. No existe un mandato bíblico a ser heterosexual. A través del estudio, las conversaciones y la oración, finalmente llegué a una verdad crucial: que el sexo no es es algo que Dios descubrió y luego cercó con restricciones arbitrarias, sino algo que Él hizo para enseñarnos y bendecirnos. Cuando sus enseñanzas iban en contra de mis instintos, renunciar a mis deseos se convirtió en una forma profunda de decir: «Confío en ti».

Esta confianza se estiró tanto que casi se rompe. Mi novia de la secundaria quería empezar de nuevo, pero yo no podía complacerla. Luego me enamoré de una chica que estaba próxima a graduarse de Yale, sin embargo, el amor por Jesús hizo que me alejara.

Alegría y sanidad

Dios guardó el mayor estiramiento para un momento de total desesperanza, después de que estúpidamente volví a tener relaciones sexuales con mi novia de la secundaria. Mientras me esforzaba por convencerme de que incluso entonces estaba perdonada, Dios trajo a un hombre a mi vida. Nos habíamos conocido el verano anterior en una misión cristiana. Éramos amigos, pero no me atraía. Él sabía todo sobre mi pasado.

Pidió venir a visitarme a Yale durante mi tercer año de universidad. Tenía la preocupante sensación de que tenía un interés romántico. Y efectivamente, llegó con flores. Le recordé que yo me había acostado con más mujeres que él. Pero no cedió: si Jesús me había perdonado, él no tenía por qué tener nada contra mí.

Luché con la situación. No me atraía sexualmente, pero admiraba su bondad, su calidez y nuestras prioridades comunes. ¿Estaba mal seguir viéndolo cuando no sentía lo mismo que en anteriores aventuras amorosas? ¿Sería nuestra relación una farsa piadosa? Sin embargo, pude ver que me amaba, que sería un buen marido y padre, y que me llamaría hacia Jesús. Incluso sentí que podríamos experimentar un amor físico genuino, aunque más aprendido que natural.

Paso a paso, Jesús me fue abriendo los ojos a un tipo de amor humano que no había visto antes: uno impregnado de compromiso y alegría espiritual; uno que no se limitaba simplemente a la pasión. Una vez más, obedecí antes de comprender. Me casé con aquel joven antes de enamorarme realmente de él, porque primero amaba a Jesús.

Esta es la coyuntura típica en la que la gente saca conclusiones precipitadas. Ha habido gays y lesbianas que me preguntan si alguna vez me atrajeron las mujeres en realidad. Cristianos heterosexuales han declarado con orgullo que Dios curó mi homosexualidad. Han intentado utilizarme como mascota de algo que en realidad no represento.

La verdad es que, incluso después de 10 años de matrimonio, cuando siento atracción por alguien que no es mi cónyuge, esa persona es una mujer. Aun así, mi matrimonio ha sido un lugar de alegría y sanación. Cuando la gente me pregunta cuál es mi orientación, mi respuesta más honesta es «casada», con las mismas bendiciones y cargas que tienen otros creyentes casados, y con la misma fuente de esperanza y poder: el Espíritu Santo.

Nunca insistiría en que el matrimonio es el camino normal o «correcto» para todos (ni siquira para la mayoría) de los cristianos atraídos por personas del mismo sexo. La heterosexualidad no es el objetivo final, sino la fidelidad a Dios y la alegría que proviene de una relación con Él. Para muchos creyentes, la fidelidad a Dios implicará un compromiso con el celibato de por vida. Pero a menos que la Iglesia proyecte una visión de vida familiar plena y gozosa dentro de sí misma, el celibato parecerá un callejón sin salida. No podemos decir no a algo bueno a menos que estemos diciendo sí a algo aún mejor.

La comunidad que Dios llama a la Iglesia a ser —una comunidad de intimidad, afecto, verdad y gracia— es su herramienta para mantenernos, formarnos y prepararnos para estar en su presencia para siempre. Ya sea que Dios nos guíe al matrimonio o a la soltería, toda historia de transformación en Cristo está destinada a suceder dentro de esta comunidad.

Por eso esta no es la historia de cómo me convertí en heterosexual, cosa que nunca ha sucedido realmente y no viene al caso. Esta es la historia de cómo estoy alcanzando mi plenitud, cosa que sigue ocurriendo todos los días.

Rachel Gilson es directora de desarrollo teológico de Cru Northeast. Puedes leer su blog en rachelgilson.com.

Traducción y edición en español por Livia Giselle Seidel.

Para recibir notificaciones sobre nuevos artículos en español, suscríbase a nuestro boletín digital o síganos en Facebook, Twitter, Instagram o Telegram.

History

Cuando la mejor herramienta de lectura bíblica empeoró la lectura de la Biblia

Las inesperadas consecuencias de las concordancias ofrecen una advertencia a los cristianos de hoy.

Christianity Today July 7, 2023
Ilustración por Michał Bednarski

Abro mi Biblia en 1 Pedro 2:8: «… una piedra de tropiezo y una roca que hace caer». Cuando digo «abro», quiero decir que saco mi teléfono, presiono el ícono de la Biblia y escribo el versículo en una barra de búsqueda.

Si presiono de nuevo sobre el texto, puedo subrayar la frase. Puedo resaltarla, e incluso recortarla y guardarla en otro archivo para reflexionar sobre ella en otro momento, aislada de su contexto. En mi aplicación de la Biblia, también hay un pequeño recuadro gris que parece una burbuja de diálogo de un cómic, y si lo toco, se abre para mostrarme una referencia: Isaías 8:14. No tiene un hipervínculo que dirija a ese versículo, así que en lugar de saltar al profeta, la tecnología que tengo en la mano me anima a cerrar el recuadro y seguir leyendo 1 Pedro: «Tropiezan al desobedecer la palabra».

A medida que entramos en la tercera década de lo que el crítico literario Sven Birkerts ha llamado «leer en una era electrónica» y la alfabetización bíblica alcanza nuevas cifras bajas [enlaces en inglés], ¿qué impacto tiene esta herramienta en nuestra práctica de lectura de la Biblia? ¿Cómo influye en nuestras interpretaciones de las Escrituras?

Existe un largo debate sobre la interpretación correcta de la sola Scriptura. Pero ningún heredero de la Reforma la ha interpretado en el sentido de que debamos leer las Escrituras sin ninguna ayuda externa. Los protestantes, de hecho, han adoptado innovaciones a lo largo de la historia que han buscado aumentar la interacción con las Escrituras, así como la comprensión de las mismas, que van desde traducciones en lenguaje cotidiano hasta Biblias de estudio, comentarios, ediciones ilustradas y compendios, por no mencionar las aplicaciones de teléfonos inteligentes.

Sin embargo, no hace falta albergar sospechas profundas con respecto al progreso para cuestionarse si las herramientas que utilizamos para leer la Biblia podrían, de alguna manera, modificar nuestra forma de leer. Y si afirmamos que produce un cambio, ¿es para bien o para mal?

Mi propia investigación sobre la historia del dispensacionalismo sugiere que, en ocasiones, nuestras herramientas de lectura de la Biblia han llegado a cambiar nuestra lectura hasta tal punto que incluso han cambiado lo que significa leer la Biblia literalmente.

Ha habido una variedad de puntos de vista cristianos que intentan describir cómo sería tomar un enfoque literal de las Escrituras. Literal puede referirse a un énfasis en la inerrancia de la Biblia, a creencias sobre la historicidad de ciertos pasajes, a una comprensión particular del cumplimiento de las profecías (que no sería precisamente literal, sino simbólico), o bien, a la opinión de que un pasaje debe ser leído de la forma más clara posible y por eso es importante entender los géneros [literarios] y la forma en que el texto fue recibido originalmente. Para los dispensacionalistas, la lectura literal se basaba en las «cadenas de palabras», es decir, en conectar los versículos a través de «eslabones» del uso de las palabras y darle a las palabras clave —tales como piedra en el versículo mencionado anteriormente— el mismo tratamiento en cualquier pasaje de la Biblia donde sean usadas. Esta forma de abordar el texto no se habría popularizado sin el desarrollo de las concordancias.

Si nos remitimos a la historia, las concordancias bíblicas se remontan al siglo XIII, cuando 300 monjes dominicos bajo la dirección de Hugo de Saint-Cher elaboraron un índice alfabético que seleccionaba las palabras que consideraban más importantes de la Biblia Vulgata en latín. Aunque fue una poderosa herramienta de lectura para los biblistas, su concordancia era rudimentaria en comparación con los estándares actuales. Las concordancias medievales que se publicaron posteriormente enumeraron cada aparición de una mayor cantidad de palabras.

Con la Reforma, surgió la demanda de obras similares en lenguas vernáculas. La primera concordancia del Nuevo Testamento en lengua inglesa apareció en la década de 1530, aunque no fue muy útil antes de que la publicación de la Biblia del rey Jacobo (King James Version o KJV, por sus siglas en inglés) en la década de 1600 hiciera que las Escrituras estuvieran ampliamente disponibles.

La KJV obtuvo una excelente concordancia en 1737, cuando Alexander Cruden, librero y erudito que tendía a recluirse, terminó de catalogar más de 77 000 palabras. Esta tarea le llevó 26 años y varias visitas a una institución psiquiátrica, pero finalmente terminó y publicó su exhaustiva obra maestra: la Concordancia de Cruden, misma que se sigue imprimiendo hasta la fecha.

La herramienta de Cruden para la lectura de la Biblia a menudo era usada a la par de otras nuevas herramientas, como la Biblia Políglota de Bagster, que ofrecía a los lectores 60 000 referencias cruzadas en varios idiomas impresas una al lado de la otra, y nuevos comentarios, como el Comentario a la Biblia Completa de Thomas Scott. Con todo esto, para el siglo XIX los lectores de la KJV disponían de un sinnúmero de herramientas que les ayudaban a entender la Biblia de maneras nuevas.

La aparición de estas nuevas y poderosas herramientas hizo posible que los lectores habituales pudieran, por primera vez, hacer referencias cruzadas con cualquier palabra de la Biblia. La piedra de 1 Pedro podía relacionarse con la que Moisés golpeó en Éxodo 17:6, la que Daniel describió como cortada «no por manos humanas» (NTV) en Daniel 2:34, y la que Jesús menciona que haría polvo a aquel sobre el que caiga en Mateo 21:44 (NVI). Las referencias cruzadas crearon un nuevo contexto interpretativo, que podía ser muy personal o comunitario, dependiendo de cómo se utilizaran esas herramientas de lectura.

En Estados Unidos, este enfoque de las Escrituras llegó a denominarse «Método de Lectura de la Biblia». Extendió al público más amplio lo que normalmente era el área de estudio de eruditos o pastores bien formados. Los lectores podían seleccionar una palabra clave en inglés para estudiarla y luego examinar todos los usos de esa palabra, y extrapolar el significado de un texto a partir de los ejemplos recopilados.

A menudo, la gente estudiaba de esta forma en grupos, lo cual fomentaba un estudio bíblico intensivo que alimentaba las reflexiones teológicas. Por ejemplo, un grupo podía examinar la palabra esperar en el Salmo 27:14 (NTV), y relacionarla con la súplica de Jacob en Génesis 49:18, luego conectarla con la esperanza escatológica de Pablo en Romanos 8:19, donde «la creación espera» (NTV); y después discutir sobre cómo esperar la liberación de Dios es un tema profundo que recorre la Biblia de principio a fin. El contexto y la narración bíblicos podían determinar quién está siendo liberado por Dios en cada pasaje, y qué características tenía esa liberación, pero al mismo tiempo, estas interpretaciones estaban condicionadas por las circunstancias personales de los lectores y sus propias presuposiciones culturales.

La Biblia de Referencia Scofield fue un pilar fundamental para millones de cristianos inmersos en el Método de Lectura de la Biblia. Esta versión fue muy popular y se distribuyó ampliamente entre algunos cristianos. Cyrus I. Scofield, ministro estrechamente relacionado con Dwight L. Moody, incluyó en su Biblia de referencia extensas notas a pie de página en las que explicaba su teología, que se basaba en un intrincado sistema de referencias cruzadas y concordancias que ocupaban una columna en el centro de cada página de la Biblia. La editorial Oxford University Press publicó la Biblia de Scofield por primera vez en 1909, y sigue imprimiéndose en la actualidad. Además de los comentarios en cada página, Scofield incluyó un índice de concordancias de más de 150 páginas e instrucciones para enseñar a los lectores a construir cadenas de palabras. Explicaba que las cadenas de palabras «conducirían al lector desde la primera mención clara de una gran verdad hasta la última». Y en caso de que el lector no lo entendiera, un resumen de Scofield consolidaría el significado en esa última referencia.

En su aplicación más sofisticada, la lectura de la Biblia con la ayuda de concordancias permitía a la gente experimentar la unidad de las Escrituras. Como explicó otro escritor dispensacionalista de principios del siglo XX, Isaac Massey Haldeman, «un estudio inteligente y satisfactorio de la Biblia» requiere una concordancia para percatarse de la «unidad de diseño» que insufla a los 66 libros. Las concordancias permitían a los lectores laicos experimentar la unidad de las Escrituras, aun cuando restaran importancia o dejaran de lado el contexto histórico, la autoría humana, las lenguas originales, los detalles lingüísticos y, a menudo, la narrativa misma.

Algunos cristianos conservadores, como R. A. Torrey, colega de Moody, llamaron al Método de Lectura de la Biblia el enfoque «científico» de las Escrituras. Haldeman describió las concordancias y las referencias cruzadas como «instrumentos» y «herramientas» que, si se utilizaban correctamente, producían resultados repetibles.

Hoy en día no es común pensar que los autodenominados fundamentalistas pregonen la ciencia, pero los estadounidenses de principios del siglo XX abrazaban la ciencia como el árbitro definitivo de la verdad en todas las áreas de la vida. A medida que la creciente crítica de la bíblica parecía socavar la autoridad de las Escrituras en el mundo académico, este marco interpretativo basado en la concordancia se desplegó para apuntalarla científicamente.

Uno podría haber esperado que los fundamentalistas que buscaban leer la Biblia de forma literal se enfocaran más en cómo los primeros cristianos recibieron y aprendieron las Escrituras en su contexto; sin embargo, la herramienta que utilizaron para su lectura de la Biblia los empujó, en cambio, en esta otra dirección «científica».

También preparó el terreno para un nuevo movimiento teológico que llegó a conocerse como «dispensacionalismo». Este se desarrolló a partir de las enseñanzas de los Hermanos Exclusivistas, en concreto del líder angloirlandés John Nelson Darby, quien enseñaba que la humanidad estaba dividida en tres partes: Israel, la iglesia y las naciones. Las naciones no tenían un pacto con Dios, pero la iglesia e Israel sí, por lo que las Escrituras debían «dividirse correctamente» en las partes que se dirigen a Israel y las partes que se dirigen a los cristianos.

Para Darby, lo que hacía que «cada pasaje bíblico encajara en su lugar» era la «comprensión espiritual recibida por parte del Espíritu Santo de las cosas del cielo y nuestra conexión con ellas, y de las cosas de la tierra y nuestra separación de ellas».

Ese enfoque de la Biblia se centraba a menudo en la profecía, un género de las Escrituras que Darby no creía que estuviera dirigido a sus lectores originales, sino que estaba orientado al futuro, y que predecía acontecimientos que aún no habían sucedido en la historia humana, en su mayoría relacionados con Israel. Según este enfoque, para entender las Escrituras es necesario saber cómo una piedra puede ser un cimiento (Efesios 2:20), una piedra de tropiezo (Romanos 9:32-33) y algo que caería sobre la gente y la haría polvo (Mateo 21:44), y cómo todo eso se refería tanto a Jesús, como a una secuencia de acontecimientos (literales o simbólicos) que le iban a suceder a Israel.

Darby promovió las concordancias, pero era muy estricto a la hora de mantener separado el significado «terrenal» del «celestial» de determinados versículos. Esto complicaba el Método de Lectura de la Biblia que estaba en boga entre los cristianos estadounidenses más deseosos de adoptar las enseñanzas de Darby.

Los estadounidenses que no estaban inmersos en los mismos supuestos de los Hermanos Exclusivistas insistían en que las distinciones de Darby podían descubrirse a partir del propio Método de Lectura de la Biblia. Tal como James Brooks, uno de los divulgadores estadounidenses más importantes de Darby, quien aseguró a los lectores: «El lenguaje usado en la profecía es tan simple y tan fácil de entender como cualquier otra parte de las Escrituras». Las concordancias, que catalogaban palabras y no significados, contribuían a hacer que eso pareciera cierto.

La subsiguiente historia del desarrollo del dispensacionalismo —en gran parte desarrollada en el contexto estadounidense— muestra cómo los lectores posteriores intentaron basar las enseñanzas de Darby en una lectura simple del texto para alinearlas más con el Método de Lectura de la Biblia. Pero la lectura «simple» no parece tan simple, por supuesto, sin la tecnología que animó a la gente a leer de esa manera.

Después de varias generaciones de eruditos externos que fueron minando el dispensacionalismo, y de que el dispensacionalismo popular —como las novelas de la serie Dejados atrás— haya socavado su credibilidad, ese forma de estudiar la Biblia ha ido perdiendo aprobación. El dispensacionalismo está en declive, y el Método de Lectura de la Biblia actualmente no suele enseñarse en seminarios o universidades cristianas.

Sin embargo, los instintos de lectura popularizados por el Método de Lectura de la Biblia aún persisten, y tienen un poderoso efecto en quienes los practican. Todavía hace que los lectores sientan como si las Escrituras se abrieran, como si vieran por primera vez en las oscuridades de la Biblia y no hubiera necesidad de lenguaje especializado ni de una formación histórica. Con un poco de práctica y una concordancia, cualquier lector puede hacerlo por sí mismo, e incluso puede afirmar que esta es la forma de leer la Biblia literalmente.

Y las concordancias todavía existen, por supuesto. Son herramientas valiosas que a menudo damos por sentadas. Pueden ser increíblemente útiles para leer la Biblia cuando se usan correctamente. Han sido sustituidas en gran medida por herramientas más eficaces para los lectores habituales de la Biblia. Puedo hacer una búsqueda de palabras en mi aplicación o tal vez hacer clic en un enlace que me lleva de una parte de la Biblia a otra.

Esta forma de concebir la Biblia —como un texto que contiene hipervínculos— entusiasma al popular psicólogo canadiense Jordan Peterson. En una de sus conferencias sobre la Biblia en YouTube, compartió un gráfico creado por el científico informático Chris Harrison que mostraba las más de 65 000 referencias cruzadas de las Escrituras. Peterson se maravillaba de que, si uno siguiera cada una de esas referencias, «viajaría a través de ellas para siempre. Nunca llegaría al final». Sin embargo, las ideas e interpretaciones derivadas de ese viaje dependerán por completo del camino que uno elija tomar. Esta variedad infinita es atractiva para Peterson, pero debería resultar menos atrayente para los cristianos comprometidos con la unidad y la coherencia de las Escrituras.

En este tiempo de herramientas digitales ilimitadas para extraer nuevos significados de las Escrituras, deberíamos ser cautos sobre la forma en que nuestra tecnología de lectura moldea y da nueva forma al contexto del texto. Ciertamente no leemos el texto de las Escrituras por sí solo, y las herramientas que elegimos como acompañamiento pueden moldear y deformar nuestra lectura de la Biblia. Pueden hacernos creer que estamos leyendo de forma sencilla y literal cuando en realidad, con un poco de distancia crítica, más bien se trata de un proceso por medio del cual rompemos y rehacemos los contextos para adaptarlos a nuestros sistemas.

No creo que eso sea lo que ocurre cuando abro mi aplicación de la Biblia. La tecnología parece más neutral que eso. Pero la historia sugiere que es algo por lo que deberíamos preocuparnos.

Daniel G. Hummel es autor de The Rise and Fall of Dispensationalism: How the Evangelical Battle Over the End Times Shaped a Nation (Eerdmans).

Traducción por Sofía Castillo.

Edición en español por Livia Giselle Seidel.

Para recibir notificaciones sobre nuevos artículos en español, suscríbase a nuestro boletín digital o síganos en Facebook, Twitter, Instagram o Telegram.

Books
Review

Elisabeth Elliot fue una figura imperfecta a la que Dios utilizó de forma extraordinaria

La viuda del famoso cristiano martirizado en Ecuador dejó un legado tanto inspirador como controvertido.

Christianity Today July 5, 2023
Ilustración por Ūla Šveikauskaitė

Elisabeth Elliot fue una de las evangélicas más extraordinarias y controvertidas de la época posterior a la Segunda Guerra Mundial. Cualquiera que esté mínimamente vinculado a la comunidad misionera estadounidense conoce la conmovedora y trágica historia de Elisabeth y su primer marido, Jim Elliot, asesinado en Ecuador por miembros de la tribu Waorani en 1956.

Elisabeth Elliot: A Life

Elisabeth Elliot: A Life

Crossway

624 pages

$24.60

Y lo que es aún más sorprendente, Elisabeth Elliot y Rachel Saint (cuyo hermano Nate también murió en el ataque) se fueron a vivir entre los waorani en 1958. Antes de regresar a Estados Unidos, Elliot se había convertido en una de las evangélicas más conocidas de los Estados Unidos. La cobertura de la muerte de Jim Elliot y de la perseverancia de su viuda en el campo misionero apareció en importantes medios nacionales como la revista Life.

Elisabeth Elliot: A Life, el libro recién publicado de Lucy S. R. Austen, es una biografía digna de su tema, que profundiza en la vasta correspondencia y otros escritos de Elliot para presentar un retrato excepcionalmente detallado, y a veces conflictivo. Alrededor de tres cuartas partes del libro cubren la historia de Elliot hasta 1963, cuando regresó de Sudamérica a los Estados Unidos. Para entonces, Elliot ya era una autora de superventas, cuyos libros ya clásicos Through Gates of Splendor (1957) [publicado en español como Portales de esplendor] y Shadow of the Almighty: The Life and Testament of Jim Elliot (1958) [publicado en español como La sombra del Todopoderoso: La vida y el testamento de Jim Elliot] se convirtieron rápidamente en lectura habitual entre los evangélicos.

Los biógrafos de figuras como Elliot siempre tienen dificultades para encontrar el tono adecuado. Algunos autores cristianos optan por un enfoque hagiográfico, presentando a sus personajes bajo una luz de santidad e inspiración. En los últimos años, un número creciente de autores iconoclastas —especialmente académicos— se han ido al otro extremo, vilipendiando a figuras evangélicas que un día fueron veneradas, y tachándolas de irredimibles por su complicidad en diversos pecados.

Austen se sitúa felizmente en el juicioso punto medio de este espectro. La suya es una postura de simpatía crítica. A veces es evidente que su tema le resulta frustrante. Austen habla sin reservas, especialmente de Jim Elliot, a quien muestra tanto como un valiente misionero, como un pretendiente vacilante (en el mejor de los casos) en su ridículamente prolongado noviazgo con Elisabeth. Para Austen, su problema radicaba en la forma en que la cultura evangélica de la posguerra dio a los jóvenes una visión ingenua del discernimiento de la voluntad de Dios.

Gran parte del libro relata cómo Elliot, a través de repetidas y en gran medida inexplicables crisis de sufrimiento, creció en sabiduría sobre lo que significa seguir verdaderamente al Señor. Nos aferramos a Dios por su carácter y por lo que logró por medio de la muerte y resurrección de Cristo, no por la paz o la prosperidad que podamos obtener en este mundo.

Desde este punto de vista, la vida de Elliot refuta las creencias cristianas comunes que dicen que si obedecemos, todo irá bien. Por el contrario, Elliot concluye que Dios «nunca ha prometido resolver nuestros problemas. No ha prometido responder a nuestras preguntas». Y sin embargo, Elliot nos recuerda que solo Dios tiene palabras de vida eterna. ¿Adónde más podemos ir?

Elisabeth (Howard) Elliot nació en 1926 en el seno de una familia de misioneros estadounidenses que servían en Bélgica. Por su parte, Jim Elliot y su familia eran miembros acérrimos de la iglesia de los Hermanos de Plymouth [Plymouth Brethren]. Los Hermanos, un movimiento protestante primitivista que se remonta a la década de 1820 en Irlanda e Inglaterra, dejaron una profunda huella en la piedad de Elisabeth y Jim.

La iglesia manifestaba una combinación especial de santidad, iniciativa laica, celo misionero y apocalipticismo. Uno de los fundadores de los Hermanos fue John Nelson Darby, uno de los primeros exponentes clave de los calendarios proféticos del premilenialismo dispensacional. Los Hermanos también produjeron al sumamente influyente pionero del cuidado de huérfanos y de las «misiones de fe», George Müller, quien argumentaba que los misioneros nunca debían solicitar ayuda financiera, sino confiar en que Dios proveería meticulosamente para todas las necesidades.

Elisabeth Howard parecía destinada a una carrera misionera, incluso antes de conocer a Jim Elliot en Wheaton College. Su relación sentimental fue intensa y a menudo desconcertante, de un modo que puede resultar familiar a los graduados de universidades cristianas. Llegaron a niveles de intimidad emocional y afecto físico cada vez más profundos, pero, durante años, Jim se mantuvo firme en decir que no había recibido el visto bueno de Dios para proponerle matrimonio. Austen parece considerar este tipo de piedad exasperante e hiperindividualista.

Durante su noviazgo, la toma de decisiones de Elisabeth y, sobre todo, de Jim, parece regirse principalmente por los sentimientos y los textos de prueba. En un pasaje típico, Elisabeth escribió que nadie podía decirle «a otro lo que Dios quiere que haga». Al discernir la voluntad de Dios, Dios haría que «las circunstancias, el testimonio de la Palabra y tu propia paz mental coincidieran». Jim enmascaraba su indecisión sobre Elisabeth con sentimientos piadosos sobre esperar en el Señor. A veces se autocondenaba por su excesiva emotividad. En una exclamación reveladora, escribió que no entendía qué había en «amarla que me convierte tanto en una condenada mujer». En su opinión, los hombres no debían dejarse llevar por sentimientos románticos.

A veces, los Elliot parecen piezas de museo de la cultura evangélica de la posguerra. Sin embargo, Dios utilizó a estos jóvenes para hacer cosas extraordinarias en Ecuador. Su valor y celo excepcionales los convirtieron quizá en los misioneros ejemplares más inspiradores del siglo XX.

Sospecho que nuestra incomodidad con las biografías de cristianos con defectos tiene que ver con nuestra visión exaltada de las personas que Dios usa en el ministerio. En la versión de Austen, los Elliot no eran más que cristianos comunes y corrientes, afectados por la inconstancia, la arrogancia cultural y el pecado. Pero también sugiere que si Dios está detrás de todo lo bueno que surge de las misiones y el ministerio, entonces no deberíamos escandalizarnos al descubrir defectos obvios en nuestros héroes de la fe. Quizá sean más parecidos a nosotros de lo que imaginamos. Si Dios pudo usarlos, quizá también pueda usarnos a nosotros.

La propia Elliot se sintió cada vez más contrariada por las expectativas estereotipadas que los evangélicos estadounidenses tenían de los misioneros. Cuando regresó de Sudamérica, se lanzó al «ruedo de las conferencias», una vocación (junto con la escritura) que ocupaba la mayor parte de su tiempo. Todo el público sabía que la muerte de Jim y de los «mártires de Auca» había sido trágica, pero muchos parecían esperar que Elisabeth resumiera su experiencia en una historia perfectamente alineada en la que Dios finalmente hizo que todas las cosas fueran para bien. Querían oír que su profunda pérdida tenía sentido y que encajaba perfectamente en el gran designio de Dios.

Esta expectativa era quizá previsible. Pero el público de Elliot no vivió lo que ella: no tuvo que enfrentarse a su soledad, a sus desgarradores sueños recurrentes sobre el regreso de Jim, ni a una hija pequeña que perdía poco a poco el recuerdo de su padre muerto. ¿Cómo podía explicar Elliot al público estadounidense que le costaba aceptar la muerte de Jim? Del mismo modo, ¿cómo podría explicar que dejó de trabajar con los Waorani en parte por diferencias irreconciliables con Rachel Saint? Como señala Austen, ella y Saint fueron dos de las misioneras «por las que más se oró en la historia». Y, sin embargo, simplemente no consiguieron llevarse bien.

La perspectiva de Elliot sobre las misiones y la vida cristiana normal se volvió más compleja tras su regreso a Estados Unidos. Su experiencia de pérdida se hizo aún más dolorosa con la muerte de su segundo marido, Addison Leitch, a causa de cáncer. Amigos y familiares oraron por la sanación de Leitch, o al menos por su paz. Ella escribió con franqueza que no consiguieron ni lo uno ni lo otro. Él murió en agonía cuatro años después de su boda.

Por aquel entonces, Elliot (que conservó el apellido de Jim) empezó a escribir y hablar sobre los roles de género en el matrimonio y la Iglesia. Se convirtió en defensora del complementarismo (la idea de que Dios ha asignado a hombres y mujeres funciones diferentes pero complementarias).

El complementarismo moderno se cristalizó en oposición al emergente feminismo cristiano de los años sesenta y setenta. Austen no ofrece muchos antecedentes sobre por qué Elliot se convirtió en una destacada complementaria, aparte quizá de su trasfondo confesional y su lectura de C. S. Lewis, a quien a veces citaba al respecto. El realismo nada sentimental de Elliot también alimentó su dura crítica contra todo lo que ella consideraba «cristianismo mundano». Para ella, el feminismo significaba transigir con los valores del mundo, y lo tachaba de infiel e insensato.

Sus posturas sobre la sumisión de la mujer en el matrimonio, el liderazgo masculino en las iglesias y la pureza sexual antes del matrimonio convirtieron a Elliot en una figura infame en los círculos cristianos progresistas. Lo más controvertido fue que Elliot habló con regularidad en eventos patrocinados por el Institute in Basic Life Principles [Instituto de Principios Básicos de la Vida] de Bill Gothard, que era popular entre los complementarios y los cristianos que educaban en casa. Cuando Elliot comenzó su relación con Gothard a mediados de los noventa, ya existían acusaciones públicas de larga data sobre el abuso de poder y el acoso sexual en serie de Gothard a sus empleadas. (La junta directiva de Gothard confirmó muchas de estas acusaciones en 2014).

Elliot, como muchas mujeres conservadoras prominentes, también manifestó ciertas contradicciones en medio de su defensa del complementarismo. Aunque insistía en que solo los hombres calificados podían servir como pastores, enseñaba a audiencias eclesiásticas que normalmente incluían a hombres adultos. Junto con su segundo marido, se unió a la Iglesia Episcopal, una de las denominaciones más inflexibles en cuanto a la ordenación de pastoras. Elliot también basó su argumento a favor de la sumisión de la mujer en la doctrina de la «subordinación funcional eterna», o la idea de que el Hijo de Dios existe eternamente en una relación de subordinación al Padre, una postura que incluso muchos teólogos complementarios rechazan por considerarla poco ortodoxa.

Al final, Austen retrata a Elliot como una persona compleja y llena de defectos, pero a quien Dios utilizó de forma poderosa, especialmente en la causa de las misiones. «Para Elisabeth Elliot», concluye Austen, «el fundamento de la vida era la confianza en el amor de Dios». No se trataba de un simple lugar común rodeado de un halo de piedad. Era una firme convicción nacida de repetidas experiencias de sufrimiento similares a las de Job. Podemos esperar que su historia siga inspirando el discipulado radical y el servicio misionero, a la vez que fomenta la confianza en que, en palabras de Austen, «todas las cosas en el cielo y en la tierra quedarán finalmente arregladas».

Thomas S. Kidd es profesor investigador de Historia de la Iglesia en el Midwestern Baptist Theological Seminary. Su libro más reciente es Thomas Jefferson: A Biography of Spirit and Flesh.

Traducción y edición en español por Livia Giselle Seidel.

Para recibir notificaciones sobre nuevos artículos en español, suscríbase a nuestro boletín digital o síganos en Facebook, Twitter, Instagram o Telegram.

History

El movimiento más diverso de la historia

El cristianismo ha sido un movimiento multicultural, multirracial y multiétnico desde sus inicios.

Christianity Today July 3, 2023
Unsplash

Conocí a Senganglu Thaimei (Sengmei, para sus amigos) en Nueva Delhi, India. Nacida en la tribu Rongmei en el extremo noreste de la India, enseña literatura inglesa en la Universidad de Delhi y escribe historias que reimaginan los cuentos de su tribu a través de los ojos de las mujeres marginadas. A Sengmei le apasiona la preservación de la cultura tribal, cosa que es muy necesaria. Las tribus Naga fueron alcanzadas por misioneros occidentales en el siglo XIX. La cristianización trajo la occidentalización. Hoy, más del 80 por ciento de los rongmei son cristianos y las tradiciones tribales están decayendo.

Confronting Christianity: 12 Hard Questions for the World's Largest Religion (The Gospel Coalition)

Para muchos, esto sería una evidencia entre muchas de que el cristianismo es una religión occidental blanca exportada a la fuerza a otras culturas y que deja un rastro de destrucción cultural a su paso. Pero la historia completa de Sengmei añade capas de complejidad a la escena. Criada en un hogar no religioso, ella comenzó a seguir a Jesús cuando era adolescente gracias al testimonio de un amigo de su tribu. Hoy, ella es una cristiana apasionada y su esposo (de una tribu afín) es pastor de una iglesia multiétnica.

Además, mientras hablábamos de la historia de su tribu, Sengmei me advirtió que no les diera demasiado crédito a los misioneros occidentales. Los occidentales solo dejaron a un puñado de conversos Naga, y fueron ellos quienes luego evangelizaron efectivamente a sus tribus. Y aunque Sengmei lamenta profundamente las formas en que la cultura occidental se empaquetó ilegítimamente con el cristianismo, es igualmente clara al hablar de los efectos positivos de la cristianización, especialmente para las mujeres de su tribu.

Visité la India para reunirme con doce académicos cristianos. Diez procedían de las tribus Naga. En total hablaban siete lenguas indígenas. Pero cuando se trataba del cristianismo, hablaban con una sola voz. El antropólogo cultural y miembro de la tribu Naga, Kanato Chophy, lo expresó de la manera más radical cuando dijo: «Debemos abandonar esta idea absurda de que el cristianismo es una religión occidental».

Diverso desde el principio

Siglos de arte occidental que representa a Jesús como un hombre de piel clara pueden hacer que algunos de nosotros olvidemos que Él era un judío del Medio Oriente que vivió bajo el opresivo dominio romano y cuyos seguidores fueron llamados «cristianos» por primera vez en Antioquía, cuyas ruinas se encuentran en la actual Turquía. El cristianismo no vino de Occidente.

Pero tampoco estaba limitado a su cultura de origen. La vida y las enseñanzas de Jesús escandalizaron a sus hermanos judíos precisamente por traspasar sus fronteras raciales y culturales. Por ejemplo, el héroe de la parábola del buen samaritano provenía de un grupo étnico odiado. Jesús instruyó a sus discípulos: «Vayan y hagan discípulos de todas las naciones» (Mateo 28:19). Ellos comenzaron inmediatamente.

En Hechos, vemos al Espíritu Santo dando poder a los apóstoles para evangelizar a personas «procedentes de todas las naciones de la tierra» (Hechos 2:5), incluidas aquellas de los actuales Irán, Iraq, Turquía y Egipto (Hechos 2:5–11). Este movimiento del Espíritu a fin de que los apóstoles se comunicaran en el idioma del corazón de los que escuchaban es una evidencia, entre muchas, de que el cristianismo es un movimiento multicultural y multilingüe. De hecho, ¡la Biblia misma es multilingüe!

El Antiguo Testamento está en hebreo y el Nuevo Testamento en griego. Pero la lengua materna de Jesús era el arameo, y los judíos palestinos del primer siglo accedían principalmente a las Escrituras hebreas a través de traducciones al arameo. Vemos rastros del primer lenguaje de Jesús en Marcos, cuando resucita a una niña (Marcos 5:41), cuando sana a un hombre sordo (7:34) y cuando clama a su Padre en la cruz (15:34). El cargo criminal publicado en la cruz («Jesús de Nazaret, Rey de los judíos») fue escrito en tres idiomas: arameo, latín y griego, para incluir los idiomas relevantes de la época (Juan 19:20). Pero no hay un único lenguaje del cristianismo.

La diversidad de la iglesia primitiva

Es un error común pensar que el cristianismo llegó por primera vez a África a través de misioneros blancos en la era colonial. En el Nuevo Testamento, conocemos a un hombre africano altamente educado que se convirtió en seguidor de Jesús muchos siglos antes de que el cristianismo penetrara en Gran Bretaña o América. En Hechos 8, Dios dirige al apóstol Felipe al carro de un eunuco etíope. El hombre era «alto funcionario encargado de todo el tesoro de la Candace, reina de los etíopes» (Hechos 8:27). Felipe escucha la lectura que el etíope iba leyendo del Libro de Isaías, e inmediatamente después le explica que Isaías estaba profetizando acerca de Jesús. El etíope inmediatamente acepta a Cristo y pide ser bautizado (Hechos 8:26–40).

No sabemos cómo respondió la gente cuando el eunuco etíope llevó el evangelio a casa. Pero sí sabemos que en el siglo IV, dos hermanos esclavos precipitaron la cristianización de Etiopía y Eritrea, lo que condujo a la fundación del segundo estado oficialmente cristiano del mundo. También sabemos que el cristianismo echó raíces en Egipto en el primer siglo y en el segundo siglo se extendió a Túnez, Sudán y otras partes de África.

Además, África engendró a varios de los primeros padres de la iglesia, incluido uno de los teólogos más influyentes en la historia cristiana: el erudito del siglo IV Agustín de Hipona. Del mismo modo, Iraq fue el hogar de una de las comunidades cristianas más antiguas del mundo, misma que perduró hasta que fueron diezmados por la persecución. Y volviendo a la patria de Sengmei, lejos de ser alcanzada solo en la era colonial, la iglesia en la India reclama un linaje que se remonta al primer siglo. Si bien esto es imposible de verificar, el destacado erudito Robert Eric Frykenberg concluye: «Parece seguro que hubo comunidades cristianas bien establecidas en el sur de la India a más tardar en los siglos III y IV, y quizás mucho antes». Por lo tanto, el cristianismo probablemente echó raíces en la India siglos antes de la cristianización de Gran Bretaña.

Cada tribu, lengua y nación

Muchos de nosotros asociamos el cristianismo con el imperialismo occidental blanco. Hay razones para esto, y algunas de ellas son bastante feas y lamentables. Pero la mayoría de los cristianos del mundo no son ni blancos ni occidentales. De hecho, el cristianismo es cada día menos blanco y occidental.

Hoy en día, el cristianismo es el sistema de creencias más grande y diverso del mundo, que representa la distribución racial y cultural más uniforme, con un número aproximadamente igual de personas que se identifican a sí mismos como cristianos en Europa, América del Norte, América Latina y el África subsahariana. Más del 60 por ciento de los cristianos viven en el Sur del globo terrestre, y el centro de gravedad del cristianismo en las próximas décadas probablemente será cada vez menos occidental.

Según el Pew Research Center, para 2060, el África subsahariana podría albergar al 40 por ciento de las personas que se identifiquen a sí mismos como cristianos. Y aunque China es actualmente el centro mundial del ateísmo, el cristianismo se está extendiendo allí tan rápidamente que China podría tener la población cristiana más grande del mundo para el año 2025, y podría ser un país de mayoría cristiana para 2050, según el sociólogo Fenggang Yang de la Universidad de Purdue.

Para ser claros, el hecho de que el cristianismo haya sido un movimiento multicultural, multirracial y multiétnico desde sus inicios no excusa las formas en que los occidentales han abusado de la identidad cristiana para aplastar a otras culturas. Después de la conversión del emperador romano Constantino en el siglo IV, el cristianismo occidental pasó de ser la fe de una minoría perseguida a estar vinculada al poder político de un imperio, y el poder es quizás la droga más peligrosa de la humanidad.

Pero, irónicamente, nuestro hábito de equiparar el cristianismo con la cultura occidental es en sí mismo un acto de parcialidad occidental. El último libro de la Biblia pinta un cuadro del fin de los tiempos, en el que «apareció una multitud tomada de todas las naciones, tribus, pueblos y lenguas» adorando a Jesús (Apocalipsis 7:9). Esta fue la visión multicultural del cristianismo desde el principio. A pesar de todos los giros equivocados que tomaron los cristianos occidentales en los últimos 2000 años, cuando observamos el crecimiento de la iglesia a nivel mundial hoy en día, no es una locura pensar que la visión apocalíptica finalmente podría realizarse. Entonces, prestemos atención a la teología bíblica, la historia de la iglesia y la sociología contemporánea de la religión y, como dijo mi amigo Kanato Chophy, abandonemos esta idea absurda de que el cristianismo es una religión occidental.

Rebecca McLaughlin tiene un doctorado de la Universidad de Cambridge y una licenciatura en teología del Oak Hill College de Londres. Rebecca es cofundadora de Vocable Communications y exvicepresidenta de contenido en Veritas Forum. Contenido adaptado de Confronting Christianity: 12 Hard Questions for the World’s Largest Religion por Rebecca McLaughlin, ©2019. Usado y traducido con permiso de Crossway, un ministerio editorial de Good News Publishers, Wheaton, IL 60187. www.crossway.org

Traducción por Sergio Salazar.

Edición en español por Livia Giselle Seidel.

Para recibir notificaciones sobre nuevos artículos en español, suscríbase a nuestro boletín digital o síganos en Facebook, Twitter, Instagram o Telegram.

Apple PodcastsDown ArrowDown ArrowDown Arrowarrow_left_altLeft ArrowLeft ArrowRight ArrowRight ArrowRight Arrowarrow_up_altUp ArrowUp ArrowAvailable at Amazoncaret-downCloseCloseEmailEmailExpandExpandExternalExternalFacebookfacebook-squareGiftGiftGooglegoogleGoogle KeephamburgerInstagraminstagram-squareLinkLinklinkedin-squareListenListenListenChristianity TodayCT Creative Studio Logologo_orgMegaphoneMenuMenupausePinterestPlayPlayPocketPodcastRSSRSSSaveSaveSaveSearchSearchsearchSpotifyStitcherTelegramTable of ContentsTable of Contentstwitter-squareWhatsAppXYouTubeYouTube