Las raíces de la voz profética de raza negra

Por qué el Éxodo debe seguir siendo fundamental para la iglesia afroamericana.

Christianity Today August 21, 2020
Illustration by Matt Chinworth

Este es el último de una serie de seis ensayos de de una sección transversal en la que eruditos destacados analizan el lugar del «Primer Testamento» en la fe cristiana contemporánea. —Los editores

Cuando tenía 11 años, vi un documental sobre Martin Luther King Jr. y el movimiento por los derechos civiles llamado Eyes on the Prize [Ojos en el premio]. Imágenes de mujeres negras golpeadas por mangueras para incendios y cayendo al suelo en Birmingham pasaron delante de mis ojos. Perros de policía persiguiendo a la multitud. Rostros enfurecidos de gente blanca gritando insultos raciales contra niños negros que buscaban entrar en una escuela no segregada.

Crecí en la Hatchie Street Church of Christ, una pequeña iglesia negra en el suroeste de Tennessee, en la que escuché sermones y estudié lecciones de escuela dominical sobre la esclavitud israelita en Egipto. Después de ver Eyes on the Prize, me quedó claro que la suerte de los negros en Estados Unidos era la misma que habían tenido los israelitas en Egipto. Haber comprendido esto me inspiró a seguir en la tradición de Moisés, de los profetas del Antiguo Testamento y de los Jueces (a quienes podríamos llamar «luchadores por la libertad»), así como en el legado de Martin Luther King Jr. El Antiguo Testamento se yergue en contra del sufrimiento y la opresión que la gente negra sufre en Estados Unidos hoy en día, y la iglesia negra —cada vez más tentada hacia un evangelio de prosperidad y comodidades de clase media— necesita permanecer arraigada en este legado.

El poder del libro de Éxodo

La historia del éxodo ha tenido cierto poder de permanencia en la iglesia afroamericana porque esta narración habla directamente a los problemas que enfrentan sus congregantes. Los afroamericanos a través de las generaciones encontraron en el libro de Éxodo un Dios que escucha a los oprimidos que le claman:

Ciertamente he visto la aflicción de mi pueblo que está en Egipto, y he escuchado su clamor a causa de sus capataces, pues estoy consciente de sus sufrimientos. Y he descendido para librarlos de mano de los egipcios, y para sacarlos de aquella tierra a una tierra buena y espaciosa, a una tierra que mana leche y miel. (Éxodo 3:7–8, LBLA)

Los afroamericanos se sienten identificados al leer de un Dios que se opone a los poderosos que deshumanizan a los hijos de Dios. Ellos creen que Dios escucha sus oraciones de la misma forma en la que él escuchaba las oraciones de los israelitas: «Ciertamente he visto la aflicción de mi pueblo que está en Egipto». Este es un lenguaje de elección, e indica que los oprimidos son posesión de Dios. Este es el Dios de la historia, quien no solo conoce la ubicación de sus elegidos, sino que también conoce la calidad de su existencia y ve su esclavitud como una ilegalidad en el nivel divino.

Las congregaciones afroamericanas notan que Dios no sólo ve la miseria de sus elegidos; Él también escucha el clamor de su pueblo: «He escuchado su clamor a causa de sus capataces». Ver y oír lleva a Dios a actuar: «He descendido para librarlos». El Libro del Éxodo nos recuerda que la respuesta natural de Dios cuando los oprimidos sufren es actuar en su favor para liberarlos. Debido a que Dios conocía el dolor de los esclavos israelitas, Dios descendió a juzgar a los opresores y a liberar a los oprimidos. La importancia del Antiguo Testamento, y particularmente del libro de Éxodo, para la iglesia afroamericana es su afirmación de que nuestro Dios es un Dios que ve, oye y actúa a favor de los afligidos.

Por supuesto, los dueños de esclavos en la era previa a la Guerra de Secesión entendieron que los esclavos que conocieran la historia del éxodo encontrarían en ella un poderoso recurso teológico para imaginar su propia emancipación como un derecho divino. En consecuencia, además de evitar que muchos esclavos recibieran educación, los dueños de esclavos que eran cristianos y que se interesaron en convertir a sus esclavos, utilizaron la llamada «Biblia de los esclavos» titulada Partes de la Santa Biblia, seleccionadas para el uso de los Esclavos Negros, en las Islas Británicas de la India Occidental. Esta Biblia excluía casi el cincuenta por ciento del Nuevo Testamento y el noventa por ciento del Antiguo Testamento. No es de extrañar que casi todo el libro de Éxodo haya sido eliminado. Después de todo, no habría sido una exageración poner a los dueños de esclavos en el papel de Faraón, mientras que los esclavos afroamericanos podían fácilmente identificarse con los judíos esclavizados en Egipto. Los dueños de esclavos comprendieron lo poderoso que podría ser este libro —y resultó ser— entre las congregaciones afroamericanas.

Un legado de liberación

King, a quien muchos afroamericanos veían como el Moisés negro, definitivamente conocía el sufrimiento y la miseria de los negros. Nunca dejó que su excepcional educación dentro de un sistema educativo supremacista blanco lo cegara a la miseria negra. Al igual que Moisés, el encuentro genuino de King con el Dios de la liberación lo llevó a tomar medidas para liberar a su pueblo de la postura arrodillada que tenía ante el intimidante trono de la brutalidad blanca del Sur de los Estados Unidos.

En Never to Leave Us Alone: The Prayer Life of Martin Luther King Jr., Lewis Baldwin resalta la influencia del Antiguo Testamento en King, quien creía que los salmistas y profetas encarnaban el ideal bíblico de hombres de valor y de acción, sustentados primordialmente por la oración persistente. Baldwin escribe: «El líder de los derechos civiles aparentemente tenía una concepción bíblicamente informada de la oración, y encontró en estas y otras fuentes bíblicas hebreas ideas sobre la esencia de lo que significa orar, así como sustento para su visión de la oración como caminar con Dios y mantener una conversación diaria con Él». Como lo dijo Baldwin un poco más adelante: «Para King, la imperante necesidad de orar venía no solo de un claro sentido de finitud personal delante de Dios, sino también de una profunda conciencia basada en la experiencia religiosa afroamericana, especialmente en las tradiciones de la iglesia negra».

La profunda inmersión de King en la tradición profética del Antiguo Testamento entrenó intensamente su ojo para ver a las masas de afroamericanos pobres que se ahogaban en el océano de riqueza blanca. En lugar de que su educación de clase media en instituciones blancas lo anestesiara ante la difícil situación de quienes estaban atrapados en la miseria de la pobreza, King utilizó su educación para liberar el poder de su mente, y el espíritu de los profetas para desatar su lengua en defensa de los explotados.

Esta misma sensibilidad al sufrimiento de los desheredados estuvo profundamente presente en el mentor y confidente de King, Howard Thurman. En Jesus and the Disinherited, Thurman cuenta una historia sobre la noche en que su madre lo despertó para ver el cometa Halley cuando era aún niño. Maravillados y sin palabras, observaron desde su patio trasero al gran abanico de luz extenderse a través del cielo. Cuando Howard le dijo a su madre que temía que que el cometa golpeara la tierra, su madre interrumpió el silencio y dijo: «No nos pasará nada, Howard; Dios nos cuidará». Continúa escribiendo: «Muchas cosas he visto desde esa noche. Innumerables veces he aprendido que la vida es dura, tan dura como el acero de crisol; pero a medida que los años han avanzado, el majestuoso poder de las brillantes palabras de mi madre ha vuelto una y otra vez, marcando su canto rítmico en mi espíritu. Ahí se encuentran la fe y la conciencia que vencen el miedo y lo transforman en el poder de esforzarse, de lograr… y de no ceder».

Esta profunda convicción que Thurman heredó de su madre y de su abuela fue una convicción profundamente arraigada en el éxodo y en la tradición de los profetas. Los oprimidos no tenían otra fuente de poder a la que apelar en medio de su sufrimiento. Esta postura de voltear hacia arriba revela la expectativa implícita de que el Dios de liberación descenderá para atender la miseria de los desheredados.

De egipcios a cristianos de raza blanca

Por supuesto, la historia del éxodo no solo ayuda a los cristianos afroamericanos a interpretar su historia y experiencia de opresión. También les ayuda a interpretar a sus opresores blancos, muchos de los cuales se identifican como cristianos. A menudo, los cristianos blancos les dicen a los afroamericanos que no pueden entender la experiencia negra. Los cristianos blancos no pueden entender el sufrimiento de los negros porque no han experimentado servidumbre y explotación perpetuas. Para que los cristianos blancos entiendan la experiencia de la opresión negra, debe haber un deseo intencional de hacerlo.

El libro de Éxodo le dice a la iglesia negra que sus hermanas y hermanos cristianos blancos son como Moisés mientras vivía en la casa de Faraón como heredero privilegiado. La narración del éxodo da pocas indicaciones de que Moisés estuviera interesado en la liberación de sus hermanos israelitas antes de su misterioso encuentro con Dios. Ciertamente, la educación de un príncipe egipcio no incluyó aprender a preocuparse por los esclavos que construyeron los palacios y pirámides de Egipto. Así como Moisés había aprendido a ignorar los sufrimientos de su propio pueblo, muchos cristianos blancos han aprendido a ignorar la historia de la opresión de los afroamericanos. Incluso la mejor educación para gente blanca a menudo produce personas que dicen ser «ciegas a los colores», lo que equivale a ser ciego históricamente, es decir, en términos de la larga historia de opresión de la gente de raza negra.

Lo que los afroamericanos aprenden del éxodo, así como de los Profetas, de los libros escritos en el exilio y de los posteriores al exilio, es que Dios no está ciego a los colores. Dios escucha el clamor de los oprimidos, ve la opresión de la gente, y actúa. Cuando Moisés vió el sufrimiento de su pueblo, actuó decisivamente para su salvación. La verdadera compasión lleva a las personas a actuar en favor de los oprimidos, incluso hasta el punto de poner la propia vida en riesgo. Tal vez los cristianos de raza blanca han ignorado deliberadamente el sufrimiento de sus hermanas y hermanos de raza negra porque no quieren poner sus propias vidas en riesgo, o tal vez no quieren arriesgar la pérdida del afecto, la aceptación y el amor de otras personas blancas.

Volviendo a las raíces del éxodo

La disociación de los cristianos blancos del sufrimiento negro les ha hecho muy difícil comprender a la iglesia negra, la cual quedó impregnada con esta historia del Antiguo Testamento mientras luchaba por la libertad durante el movimiento por los derechos civiles. Sin duda alguna, el éxodo fue la historia más influyente que abrió el apetito por la libertad en medio de la opresión negra. Sin embargo, cuando el movimiento por los derechos civiles perdió a King, su líder espiritual, la siguiente generación comenzó a buscar entrada política en los mismos sistemas de opresión, que seguían bajo el control de la dominación blanca. King operaba como un profeta al margen del sistema de opresión, pero después de la muerte de King, la iglesia negra perdió gran parte de su orientación profética.

En lugar de continuar dirigiendo a la iglesia negra a la tierra prometida, muchos de los discípulos de King llevaron a la iglesia negra hacia atrás, de vuelta al palacio de política segura de Faraón, aunque con un estatus mejorado. La búsqueda del poder político y de las riquezas materiales comprometió la plena conexión de la iglesia negra con el poder espiritual divino que inspiró a King y a los profetas del Antiguo Testamento a arriesgar sus vidas resistiendo los sistemas políticos de opresión. A los predicadores negros les resultó más atractivo llevar a cabo el papel de políticos, que servir como profetas, comunicando la verdad con valentía a los sistemas dominantes de control político.

Estos profetas convertidos en políticos no se dieron cuenta de que el poder blanco no tenía compasión ni preocupación para aliviar el sufrimiento negro. Muchos líderes de la iglesia negra descubrieron que operar como políticos en lugar de profetas les valió la ayuda de buenas personas de raza blanca. Las voces proféticas negras que emergían fueron aceptadas en seminarios para blancos bajo la cobertura de becas minoritarias: treinta piezas de plata que finalmente domaron el espíritu profético que dio origen al movimiento por los derechos civiles. La tradición de predicación profética que una vez brindó un liderazgo valiente a la iglesia negra terminó por desvanecerse.

Muchos negros ascendieron a iglesias negras de clase media dirigidas por pastores entrenados en instituciones académicas blancas de clase media. Algunas iglesias negras de clase media comenzaron a seleccionar predicadores que se abstuvieran de ofender los sentimientos negros de la clase media. Mientras tanto, la iglesia negra de clase media se desconectó aún más de la clase negra baja. Poco a poco, la iglesia negra de clase media tuvo menos crítica profética de la estructura de poder blanco y estaba cada vez más agradecida con la agenda de supremacía blanca con disfraz religioso.

Sin embargo, otros cristianos negros de clase media utilizaron sus posiciones de influencia para la liberación de las masas negras empobrecidas. No es de extrañar que los sermones en estas iglesias estuvieran arraigados en la vasta extensión de las historias del Antiguo Testamento acerca de la liberación de Dios a los oprimidos por la esclavitud. Niños y niñas negros escucharon sermones sobre Moisés, Ester, Josué, Sansón, Débora, Daniel, Nehemías, David, Vasti, Gedeón, Rut, Isaías, Jeremías, Amós y Miqueas, personajes heroicos que lucharon contra sistemas opresivos que esclavizaban a su pueblo.

La iglesia negra, una vez arraigada en una rica tradición de predicar y orar el Antiguo Testamento, ahora muestra signos de estar estirada, casi dividida, entre la clase media y la clase baja. Como se muestra en el especial de PBS The Two Nations of Black America [Las dos naciones del Estados Unidos negro] desde hace más de dos décadas tenemos tanto la clase media negra más grande de la historia como la mayor clase baja negra de la historia. Los afroamericanos deben ahora prestar atención al otro lado del racismo blanco, es decir, el clasismo negro.

Marvin McMickle, en su libro Preaching to the Black Middle Class [Predicando a la clase media negra], ve esta división entre las clases media y baja negras como quizás el mayor desafío para el predicador en la iglesia negra. Algunas iglesias negras de clase media parecen estar más comprometidas con el sistema blanco de riquezas, que con una conexión con la clase negra baja. «Ay de los que viven tranquilos en Sión», escribe McMickle, citando Amós 6:1. Para que la iglesia negra de clase media tenga credibilidad en las calles, el púlpito negro debe abordar una vez más las necesidades de las masas negras.

Por supuesto, King no tenía miedo de usar el púlpito dondequiera que lo encontrara y utilizar imágenes de los libros de Éxodo, Isaías y Amós. Con una historia de predicadores como King y sus ancestros, la pregunta de hoy es: ¿Volverá la iglesia negra de clase media a voltear a ver la miseria de la clase baja negra oprimida? ¿Escuchará la clase media el clamor de los oprimidos y desarrollará estrategias para liberar a sus hermanas y hermanos del sufrimiento?

El Antiguo Testamento nos obliga a ser movidos hoy con compasión divina al mirar a las masas de los negros que sufren en esta nación. La iglesia negra de clase media debe reclamar su voz profética y regresar a los lugares de opresión, declarando libertad para los cautivos. Dios es un Dios de libertad, y todavía entra en sistemas de cautividad y rescata a las víctimas de la opresión, a quienes llama su pueblo. Mientras seguimos adelante, dejemos que nuestras mentes y bocas liberadas expresen las palabras que sacudirán los cimientos de la tiranía y enderecen los sistemas construidos sobre las espaldas del sufrimiento humano. La iglesia negra debe mantener el legado que heredó del Antiguo Testamento como una influencia liberadora, de acuerdo a los planes divinos, si es que desea funcionar una vez más como una institución que promueva la libertad, aún dentro de sistemas humanos injustos que todavía buscan esclavizar.

Jerry Taylor es profesor asociado de Biblia, misiones y ministerio, y es el director fundador del Centro Carl Spain para estudios raciales y acción espiritual en la Abilene Christian University.

Para recibir notificaciones sobre nuevos artículos en español, suscríbase a nuestro boletín digital o síganos en Facebook, Twitter, Instagram o Telegram.

El Antiguo Testamento lo dice todo

Las Escrituras hebreas colocan las luchas internas a plena vista y nos enseñan mucho sobre espiritualidad.

Christianity Today August 13, 2020
Illustration by Matt Chinworth

Este es el quinto de una serie de ensayos de una sección transversal en la que eruditos destacados analizan el lugar del «Primer Testamento» en la fe cristiana contemporánea. —Los editores

No soy teóloga del Antiguo Testamento, pero he amado el Antiguo Testamento durante mucho tiempo.

Yo solía pasar tiempo a solas con Dios diariamente, aún antes de que esta práctica se convirtiera en «requisito» para la vida cristiana. Durante esos momentos, me sentía natural e inexplicablemente atraída hacia el Antiguo Testamento. Tomaba mi Biblia y un cuaderno —y a veces una guía de estudio bíblico o un libro de poesía— y me perdía en ellos.

Los Salmos eran particularmente maravillosos para mí. Estaban llenos del mismo alboroto de emociones que estaba experimentando como adolescente: ira, tristeza, soledad, preguntas, anhelo, pasión, adoración y asombro. Cuando estaba inmersa en los Salmos, me sentía comprendida y reconfortada. Era como si alguien realmente me entendiera. Cuando leía las confesiones de David por su pecado, o sus cándidas imprecaciones contra sus enemigos, sabía que no había nada que no pudiera mencionar en la presencia de Dios. Nada estaba fuera de límite. Para una joven apasionada y melancólica, hija de un pastor y rodeada de un ambiente religioso conservador, ¡esto no era poca cosa! Los Salmos me ofrecieron un lugar dónde habitar y respirar. Amaba a Dios por lo que experimentaba con Él ahí.

Ahora me doy cuenta de que estaba aprendiendo a orar, orando junto a los grandes oradores del Antiguo Testamento, aún más que de las enseñanzas del Nuevo Testamento (sin restar nada a su gran valor). Para mí, no era «Antiguo» en absoluto; era fresco y nuevo. Los escritores de los Salmos me dieron palabras cuando no las tenía, ayudándome a iniciar mis propias oraciones. Esta fue mi primera experiencia de lo que realmente significa ser moldeado espiritualmente por el Antiguo Testamento.

¿Qué es la espiritualidad cristiana?

¿Qué queremos decir cuando hablamos de ser «moldeados espiritualmente»? El término espiritualidad es un término bastante ubicuo y ambiguo en la cultura actual. Si prestamos atención, notaremos que hoy en día se utiliza para todo, desde la meditación hasta el alpinismo; desde el «flujo» que un jugador siente en la cancha de básquetbol hasta el estado inconsciente del artista atrapado en su arte; ir a un retiro silencioso o adorar en una catedral; practicar yoga o simplemente prestar atención a nuestra propia respiración. El lenguaje de la espiritualidad parece ser una cosa mal definida y amorfa, que significa una especie de sentimentalismo extraterrenal con inclinación hacia lo místico, y que a menudo tiene poco que ver con alguna deidad o afiliación religiosa.

Reclamemos este término y vamos a darle buen uso, ¿de acuerdo? En términos simples, la espiritualidad es el conjunto de formas en que los seres humanos buscan a Dios, la Verdad, la trascendencia personal y el significado final de la vida. Todos los seres humanos tienen cuerpo, alma y espíritu, y el espíritu es lo que nos da vida. Ahora bien, al hablar de espiritualidad cristiana, surge una perspectiva aún más clara. Bradley Holt, en su libro Thirsty for God [Sediento de Dios] aclara que en la tradición cristiana, el término «se refiere en primer lugar a la experiencia vivida». «Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu», escribe Pablo en Gálatas 5:25 (LBLA). «El punto de partida es el Espíritu de Cristo viviendo en la persona», dice Holt.

Desde una perspectiva cristiana, las palabras espiritual y espiritualidad significan ser «del Espíritu Santo», la tercera Persona de la Trinidad, enviada por Dios a petición de Jesús para ser nuestro defensor y consejero, y para guiarnos hacia la Verdad en la medida en que seamos capaces de soportarla. Como sostiene [enlaces en inglés] Philip Sheldrake en A Brief History of Spirituality [Una breve historia de la espiritualidad], en las cartas de Pablo, una «persona espiritual» (1 Corintios 2:14–15) es simplemente alguien en quien mora el Espíritu de Dios y que vive bajo la influencia de ese Espíritu.

Al definir la espiritualidad de esta manera llegamos al significado de la palabra raíz espíritu, un concepto bíblico que se refiere tanto al espíritu humano como al Espíritu divino. El Espíritu divino se refiere al Espíritu de Dios, quien actuaba en los asuntos humanos en el Antiguo Testamento, y que es el Espíritu Santo que mora dentro de nosotros ahora. Por lo tanto, la distinción de la espiritualidad cristiana es que es iniciada, animada y guiada por el Espíritu Santo. Esta característica la impregna con un cierto centro de gravedad que no se encuentra en otros usos más generales e imprecisos del término.

Orar con el Antiguo Testamento

Por definición, entonces, todos tenemos una espiritualidad, una manera de responder (o no) al Espíritu que nos ha sido dado. Si bien el punto de partida es el Espíritu de Cristo que vive dentro de cada cristiano, cada uno de nosotros tiene un estilo particular de ser un discípulo de Cristo, o, como lo dice Dallas Willard, una manera particular de estar «con Él, para aprender de Él, cómo ser como Él».

Diferentes tradiciones, denominaciones y órdenes religiosas encarnan y codifican muchas de estas distinciones de estilo. «Por ejemplo, los jesuitas, los luteranos y las [cristianas] feministas tienen una combinación particular de temas y prácticas que los hacen distintos», afirma Holt. «Es de vital importancia para la espiritualidad cristiana de hoy que tomemos una visión amplia de las tradiciones de la familia global de cristianos, y no simplemente poner en un pedestal la pequeña línea de tradición que nos resulta familiar desde nuestro hogar, congregación o grupo étnico. Observar y analizar las diferentes vertientes del cristianismo abrirá nuestros ojos a amplios recursos de espiritualidad y servirá de guía para que tomemos nuestras propias decisiones».

Si podemos aprender de lo mejor de un conjunto diverso de recursos secundarios, seguramente podremos redescubrir cómo el Antiguo Testamento —la mayor parte de la Escritura— podría dar forma a la espiritualidad cristiana hoy en día.

Considere, por ejemplo, que la oración es una expresión primaria de nuestra espiritualidad. El Diccionario Westminster sobre espiritualidad cristiana afirma con valentía que «la oración es más que súplicas o peticiones: es toda nuestra relación con Dios». Mi propia definición es que la oración es todas las formas en que nos comunicamos y comulgamos con Dios. Aprendemos a orar orando. Mirando hacia atrás en mis primeras experiencias con los Salmos, me doy cuenta de que eso es exactamente lo que estaba sucediendo. Estaba siendo formada espiritualmente al orar con el libro de oración judío —el mismo que Jesús y sus discípulos usaban como judíos practicantes—. ¡Qué pensamiento tan increíble!

Para la comprensión integral de los distintos géneros de oración, los Salmos son incomparables. Allí encontramos oraciones personales y oraciones comunitarias; oraciones de lamento y oraciones de acción de gracias; oraciones penitenciales que expresan profunda humildad y oraciones imprecatorias que invocan con valentía la ira y el juicio de Dios sobre los pecadores; oraciones espontáneas y liturgias del templo; doxologías que expresan gran certidumbre y oraciones íntimas que expresan dudas y preguntas profundas. No es de extrañar que históricamente, la práctica judeocristiana incluya leer y orar con los Salmos todos los días. Si esa fuera la única contribución del Antiguo Testamento a nuestra espiritualidad, sería suficiente; pero, por supuesto, hay mucho más.

Una invitación a la soledad y al silencio

Esos primeros encuentros con Dios en los Salmos fueron, tal vez, mi primera experiencia en la que mi espiritualidad —y no solamente mi teología— fue moldeada por el Antiguo Testamento. Pero eso no fue todo. Cuando tenía poco más de 30 años, llegó un día en que las palabras simplemente ya no funcionaban para mí y los libros de teología sistemática ya no me ayudaban a satisfacer el anhelo de conocer realmente a Dios. Además, estaba buscando un cambio real en mi vida, y las categorías del Nuevo Testamento simplemente no resonaban como solían hacerlo; de hecho, el activismo desenfrenado que caracterizó mi educación evangélica me había dejado desgastada y completamente agotada. Así que simplemente me retiré. Ni siquiera estaba segura de querer seguir siendo cristiana.

Lo único que sí sabía era que quería a Dios más de lo que quería ser cristiana (si es que eso tiene algún sentido), y es entonces cuando mi historia se cruzó con la de Elías en 1 Reyes 19. Ahí encontré a una persona con la que podía relacionarme, un líder espiritual que había llegado al final de sí mismo y de su capacidad para sostener lo que la vida de liderazgo requería. Después de un gran éxito (1 Reyes 18), encontramos a Elías huyendo, tratando de salvar su vida, habiendo dejado todo y a todos atrás, desplomado bajo un solitario árbol de enebro, pidiendo a Dios que le quitara la vida. Este es el tipo más profundo de soledad, de interioridad; y esa soledad comenzó a hacer su buen trabajo, a pesar de que Elías no sabía mucho al respecto.

Cuando me encontré con Elías, yo me encontraba en una situación similar internamente, aunque los detalles eran diferentes. En ese tiempo, nadie en el mundo evangélico hablaba de soledad y silencio. Así que cuando un líder espiritual comenzó a guiarme hacia estas prácticas, necesitaba desesperadamente un lugar en las Escrituras para aterrizar. Necesitaba saber que lo que estaba haciendo estaba dentro de los límites del cristianismo ortodoxo, y el Antiguo Testamento me mostró dónde encontrarlo.

La historia de Elías me dio el valor de soltar, y llevar mi propio viaje a la soledad y al silencio. Comencé a cultivar la soledad como un lugar de descanso en Dios, tal como Elías lo había experimentado. Con el tiempo, se convirtió en un lugar de encuentro con Dios, donde podía escuchar a Dios haciéndome preguntas; un lugar de paz donde el caos interior comenzó a asentarse y, finalmente, un lugar de atención donde pude recibir la guía y la sabiduría de Dios para mis próximos pasos. Nada de esto habría pasado sin la historia de Elías. A pesar de que estaba plenamente consciente del tiempo que Jesús pasó en el desierto y su significado, algo acerca de la humanidad cruda de la experiencia de Elías me atrajo de una manera refrescante.

Con el tiempo, regresé a mi vida en compañía de otros y, conforme a la voluntad de Dios, fui atraída nuevamente al ministerio activo. A medida que las demandas y los desafíos del liderazgo se intensificaron, clamé a Dios para que me mostrara a otra persona de las Escrituras que pudiera caminar conmigo, alguien que pudiera ayudarme a dar sentido a lo que les sucede a los líderes. Necesitaba entender por qué tiene que ser tan difícil, y aprender a ser sostenida durante el largo recorrido. Y Dios, que es fiel, me mostró a Moisés. En la historia de Moisés encontré una perspectiva detallada y profundamente espiritual sobre el liderazgo, superada solamente por Jesús mismo. De alguna manera, la historia de Moisés parecía incluir más de los elementos humanos involucrados en la lucha por permanecer fiel, y resonó profundamente conmigo en todos los sentidos.

Me preguntaba, ¿cómo lo hizo? ¿Cómo se sostuvo a largo del ministerio en medio de tales dificultades e implacables desafíos? Me di cuenta de que Moisés no parecía tener ninguna gran estrategia para el liderazgo. En cambio, observé un ritmo sagrado al que comencé a sentirme atraída. Era el ritmo sagrado de encontrar a Dios en la soledad y luego salir de ese encuentro y hacer exactamente lo que Dios instruyó. Para Moisés, el liderazgo era así de sencillo, y pensé: ese es un enfoque de liderazgo que realmente puedo imitar.

Hay mucho más que podría decir acerca de la compañía que Moisés me brindó a lo largo de toda mi vida como líder. Pero baste con decir que Dios ha utilizado la narrativa de la vida de Moisés en el Antiguo Testamento para mostrarme su experiencia de liderazgo desde dentro; para mostrarme lo que realmente se requiere para ser fortalecido en el alma de una manera continua.

Mostrar sin decir

En mi experiencia, las narraciones del Antiguo Testamento externan lo que es profundamente interno, extremadamente personal, e incluso misterioso acerca de la vida espiritual. Muestran, sin decirlo, lo que es encontrar al Dios viviente en medio de nuestra vida ordinaria y lo que sucede cuando respondemos. Ilustran lo que es cultivar una relación real con Dios que puede incluso implicar discutir con Dios hasta que Dios se enoje contigo.

La alabanza de David, y su intensa lucha con Dios (capturada en canciones, poemas y oraciones escritas) muestran, sin decirlo, lo que es realmente ser honesto con Dios, e indican que Dios lo acepta. El encuentro de Elías con Dios ilumina los poderosos resultados de la soledad que simplemente no podemos alcanzar de ninguna otra manera.

El recuento que encontramos en el Antiguo Testamento acerca del papel de Débora como profeta y juez en Israel, en un momento crucial de la historia de la nación, me mostró que Dios puede usar a cualquiera para hacer aquello que es necesario (Jueces 4). Como una mujer joven llamada al ministerio, yo necesitaba desesperadamente ver esto. También necesitaba recordar que habría hombres como Barac, que tendrían el valor de asociarse con mujeres líderes y que estarían dispuestos a compartir plenamente los riesgos y las recompensas de caminar juntos en territorios peligrosos, y compartir los encuentros con Dios.

Otro ejemplo es la ayuda que le brindó Elí a Samuel cuando este apenas estaba aprendiendo a escuchar y responder a Dios (1 Samuel 4). Esto demuestra el valor inestimable de la dirección espiritual en la vida de un líder espiritual en formación. Fue para mí como una fotografía instantánea que encontré en la Biblia, y que resultó crucial para mi propio llamamiento. Cuando Elí se dio cuenta de que la voz en la noche podría ser la voz de Dios llamando al pequeño, y la forma en que lo instruyó a responder si eso volvía a suceder, me parece que es una de las cosas más valiosas que un ser humano puede hacer por otro. Y no tienes que ser perfecto para hacerlo. Más tarde, cuando me di cuenta de que esto es exactamente lo que hacen los verdaderos líderes espirituales, me llené de un profundo deseo de sentarme con la gente y guiarlos de la misma manera.

Todas estas historias nos muestran experiencias profundamente personales con Dios, vistas desde dentro, de tal forma que podemos ver lo que de otra manera estaría oculto a nuestros ojos. Es como si iluminaran estas historias por dentro, invitándonos a ser abiertos, receptivos, y tal vez incluso a estar a la expectativa de que esas mismas cosas nos sucedan. Entonces, cuando pasemos por tales experiencias, sin conocimiento ni premonición alguna, las narraciones del Antiguo Testamento nos ayudarán a encontrar valor para dar un paso hacia el frente y decir: «Esto debe ser de lo que se trata. ¡Estoy dispuesto!».

Ruth Haley Barton es presidenta fundadora del Transforming Center, experimentada líder espiritual y autora de Strengthening the Soul of Your Leadership: Seeking God in the Crucible of Ministry (IVP Books).

Traducción y edición en español por Livia Giselle Seidel.

Para recibir notificaciones sobre nuevos artículos en español, suscríbase a nuestro boletín digital o síganos en Facebook, Twitter, Instagram o Telegram.

N. T. Wright: La pandemia debería hacernos humildes e implacablemente prácticos

No podemos saber con certeza por qué está sucediendo o cómo detenerla. Pero las Escrituras nos llaman a lamentarnos con el Espíritu de Dios y a ponernos a trabajar sirviendo a los demás.

Christianity Today August 7, 2020
Illustration by Rick Szuecs / Source images: RealPeopleGroup / Getty / Andre Ouellet / Unsplash / Cynoclub / Envato

Con noticiarios al aire las 24 horas del día, entrevistas con eruditos en salud pública y expertos describiendo los pros y los contras de las diferentes estrategias de lucha contra esta enfermedad, todos recibimos un exceso de información y perspectivas acerca de la pandemia. Sin embargo, todavía hay muchas preguntas que nos cuesta responder con total certeza: ¿Por qué sucedió esto? ¿Qué debemos hacer en respuesta? ¿Dónde está Dios en todo esto? En su nuevo libro, God and the Pandemic: A Christian Reflection on the Coronavirus and Its Aftermath [Dios y la pandemia: Una reflexión cristiana sobre el coronavirus y sus consecuencias], el teólogo y autor N. T. Wright muestra lo que las Escrituras dicen para dar respuesta a nuestra confusión e incertidumbre. Andy Bannister, director del Solas Centre for Public Christianity en Escocia, entrevistó a Wright acerca de su libro.

Muchos cristianos ya han escrito libros sobre la pandemia, desde John Lennox hasta John Piper, e incluso personas que no se llaman John. ¿Qué le inspiró a contribuir con su propio libro?

En marzo, la revista Time me preguntó si me gustaría escribir un artículo sobre la pandemia. Su título fue bastante provocativo: “El cristianismo no ofrece respuestas sobre el coronavirus. No se supone que debería hacerlo.” Me interesaba decir que esta situación nos lleva a Romanos 8, donde el Espíritu gime por nosotros con gemidos indecibles (v. 26). Es extraordinario que Pablo diga esto. Y lo que me dice es que tenemos que ser humildes frente a esto y no pensar que deberíamos tener todas las respuestas.

Después de que el artículo fue publicado, comencé a recibir comentarios. Recibí correos electrónicos de gente preguntándome: ¿Cómo puedes decir eso? Y también me enteré de lo que la gente decía en Twitter (yo nunca veo Twitter por mí mismo). Mientras tanto, constantemente escuchaba a la gente usando las Escrituras de forma inadecuada. El libro es un intento de explorar cómo las Escrituras, en la totalidad de su narrativa, realmente hablan de las circunstancias que estamos experimentando hoy.

Cuando la pandemia comenzó, a la mayoría de nosotros nos tomó por sorpresa. ¿Cree que la iglesia occidental ha vivido con comodidad y seguridad durante tanto tiempo que hemos olvidado cómo lidiar con la oscuridad, el sufrimiento y la crisis?

¡Absolutamente! Estaba platicando con el líder de una iglesia sobre esto hace unas semanas, y él comentó: “Sabes, Tom, no sabemos lamentarnos bien. No estamos acostumbrados. Pero tampoco celebramos bien. Parece que solo buscamos la autocomplacencia.” Y creo que tiene razón. Sigo oyendo a los cristianos preguntando: “¿Podría ser este el fin del mundo?” Y quiero recordarles que cosas como esta han sucedido una y otra vez. Por ejemplo, en 1917 y 1918, hubo una gran pandemia por gripe española, durante la cual, las iglesias de algunas partes del mundo estuvieron cerradas durante un año. Olvidamos que ya hemos pasado por circunstancias similares en el pasado.

Además, la mayoría de las personas de mi generación, los baby boomers, quienes crecimos después de la Segunda Guerra Mundial, no hemos enfrentado una guerra en nuestro territorio. No hemos pasado por una pandemia. Claro, hemos tenido un par de crisis económicas, pero hemos logrado lidiar con ellas de una u otra forma. Así que hemos batallado, pero hemos seguido adelante asumiendo que nada malo podría suceder. Nos olvidamos de la historia.

Quedé fascinado cuando recientemente releí las cartas de Martín Lutero, una de las cuales cito en el libro. Lutero tenía que lidiar con este tipo de cosas con relativa frecuencia, ya sea él mismo, o cuando la gente de las ciudades vecinas clamaban: “¡Ayuda! Tenemos una gran epidemia. La gente se está muriendo. ¿Qué hacemos?” Lutero habla en sus cartas acerca de obedecer las reglas relativas al consumo de medicamentos, ayudar prácticamente donde sea posible, y asegurarse de no contagiar a los demás en caso de que exista el riesgo de ser infeccioso. Él era muy pragmático, diciendo efectivamente: así es como se debe enfrentar una situación como esta. No hagamos un gran alboroto teológico al respecto.

Su libro hace referencia a varios temas del Antiguo Testamento, especialmente de los Salmos y del libro de Job. Con respecto a este último, usted argumenta que “uno de los puntos clave del libro de Job es precisamente su carácter no resuelto”. ¿Cree que los cristianos de hoy parecen tener problemas con la ambigüedad porque carecen de una base más firme en el Antiguo Testamento?

Creo que el Nuevo Testamento también tiene un lugar para la ambigüedad. Hay muchos lugares en el Nuevo Testamento que terminan con una especie de puntos suspensivos y signo de interrogación; pero es porque eso se llama vivir por fe.

En general, creo que parte de nuestro problema es el racionalismo de los últimos dos o trescientos años en el mundo occidental, y que ha permeado en la Iglesia. Los racionalistas críticos del cristianismo han dicho cosas como: “¡Ajá, mira, la ciencia moderna nos muestra que el cristianismo es falso!” En respuesta, los cristianos racionalistas han dicho: “¡No, vamos a demostrarles cómo todo es completamente racional!” Eso puede llevarnos a querer tener la respuesta a todo, y por eso queremos decir cosas como: “Porque Dios es soberano, debe haberlo hecho deliberadamente o al menos haberlo permitido deliberadamente.” Creemos que deberíamos ser capaces de ver lo que Él está tramando. Pero realmente no creo que ese tipo de acceso nos haya sido dado.

Uno de mis momentos favoritos en el Nuevo Testamento está en la carta de Pablo a Filemón sobre el esclavo Onésimo. Escribe: “Tal vez Onésimo fue apartado de ti por un poco tiempo para que pudieras tenerlo de vuelta para siempre.” (1:15, PDT). En otras palabras, Pablo piensa que tal vez podría ser capaz de ver lo que Dios estaba tramando en esta situación. Pero no lo va a decir definitivamente.

Hay una humildad aquí que necesitamos profundamente. Ahora, nótese que esto podría convertirse en una actitud de “No sabemos nada, así que ¿a quién le importa?” Eso tampoco sería sabio, porque la Palabra nos da pautas. Pero conocer todos los detalles está, como dice el dicho [en inglés], “por encima de nuestro nivel salarial”. Es el trabajo de Dios. Por tanto, cuando Dios nos dice qué es lo que tenemos que hacer en una situación en particular, nuestro trabajo es hacerlo.

Cuando hablas de los Evangelios, enfatizas el ejemplo de Jesús frente a la tumba de Lázaro, llorando. ¿Qué le dirías a alguien que no es cristiano, que está luchando con el problema del sufrimiento y que pregunta: “¿De qué sirve un Dios que llora? Yo puedo llorar. Cualquiera puede llorar. Lo que necesitamos es acción; ¡necesitamos hacer algo! ¿Qué ayuda ofrece ver a Jesús llorando?”

Hay mucha acción en la historia, y la acción crece a partir de las lágrimas. Como suele ser el caso, de hecho, las lágrimas en los Evangelios a veces son el elemento crucial. Lo que muestran es que el Dios que hizo el mundo, que se hizo humano como Jesús de Nazaret, no está sentado arriba en alguna parte, mirando hacia abajo y diciendo: “Está bien, voy a resolver su desorden.” Más bien, él es el Dios que viene y se ensucia las manos, y cuyas manos fueron atravesadas para poder llegar a donde estábamos y rescatarnos de allí. Es profundamente reconfortante saber que cuando me estoy lamentando, como dice Pablo en Romanos 8, Jesús se lamenta conmigo, y el Espíritu Santo se lamenta dentro de mí. Y esta es una de las cosas que marca la fe cristiana como distinta de cualquier otra cosmovisión que yo conozca.

¿Qué tiene que enseñarnos el resto del Nuevo Testamento, y en particular el papel del Espíritu Santo, acerca de nuestra respuesta a la pandemia?

Romanos 8, que acabo de mencionar, es uno de los pasajes más grandiosos de toda la Biblia. Cuando trabajaba como obispo, si entrevistaba a la gente para algún empleo en la parroquia, a veces preguntaba: “¿Cuál es el texto bíblico que te llevarías a una isla desierta?” Y para hacerlo más difícil, yo añadía: “Ya tienes Juan 20 y Romanos 8, así que no puedes contestar esos. Son demasiado obvios.”

Romanos 8 está lleno de gloria. Está lleno de salvación. Está lleno de la obra del Espíritu. Sin embargo, es fácil dejarnos llevar, e imaginar que una vez que atravesamos las partes difíciles de Romanos 7, podemos emprender el vuelo hasta la afirmación de Pablo de que nada puede separarnos del amor de Dios (8:38–39). Pero todavía tienes que atravesar el oscuro túnel de Romanos 8:18–30, especialmente los versículos 26 y 27, que hablan del Espíritu intercediendo por nosotros en nuestra debilidad.

Cuando el mundo es un caos, como lo es en general, pero particularmente en momentos como estos, sería muy fácil imaginar a la Iglesia dando un paso hacia atrás y diciendo: “Qué lástima que el mundo esté en esta terrible situación. Pero nosotros al menos sabemos las respuestas”. Pero no, Pablo dice que cuando el mundo está gimiendo con dolores de parto, entonces incluso nosotros mismos —que tenemos las primicias del Espíritu, la nueva creación de Dios moviéndose dentro de nosotros— gemimos mientras esperamos nuestra adopción como hijos e hijas, la redención de nuestro cuerpo (Rom. 8:23).

Se podría decir: “Bien, así que la iglesia comparte el caos en el que está el mundo, pero seguramente Dios sabe lo que está haciendo”. Bueno, en cierto sentido, sí, Dios sabe lo que Dios está haciendo. Pero aquí llegamos al misterio del Dios trino, porque Pablo dice que en ese mismo momento, el Espíritu gime dentro de nosotros con gemidos indecibles. Además, aludiendo al Salmo 44, uno de los grandes salmos de lamento, Pablo dice que el Dios que examina el corazón conoce la mente del Espíritu, porque el Espíritu intercede por el pueblo de Dios según la voluntad de Dios (Rom. 8:27). En otras palabras, Dios Padre conoce la mente del Espíritu. Pero la mente del Espíritu es la mente que no tiene palabras para decir acerca de lo terribles que son las cosas en este momento.

Este es un asunto muy extraño. Pero lo que pienso que significa es esto: que para rescatar al mundo, Dios viene en la persona de su Hijo para tomar el peso del pecado sobre sí mismo. Y Dios viene en la persona del Espíritu para ser el que gime en la Iglesia, en el lugar donde el mundo está sufriendo. Así es como Dios se mueve por medio de esos dolores de parto, del estado actual de horror y vergüenza en el mundo hacia la salvación, la nueva creación total, que es lo que se nos promete.

La idea del Espíritu lamentándose y gimiendo me lleva de nuevo a algo que tocaste anteriormente: el lamento. A lo largo del libro dices que tenemos que “abrazar el lamento”. ¿Es algo que hasta cierto punto hemos olvidado en la iglesia moderna? Si es así, ¿cómo lo redescubrimos?

Sí, creo que algunos de nosotros lo hemos olvidado. Para aquellos de nosotros en una tradición donde usamos los Salmos todo el tiempo, nos ayuda bastante pasar a través del lamento con frecuencia. Cuando oro los Salmos todos los días, a menudo paso por uno de los salmos de lamento, y frecuentemente es justo eso lo que necesito, porque estas cosas malas que encuentro en los Salmos están sucediendo en mi vida.

En otras ocasiones, paso por los salmos de lamento cuando personalmente me siento muy alegre. Así que, como ejercicio espiritual, trato de pensar en la situación de las personas que conozco en todo el mundo: ya sea amigos míos o personas que he visto en la televisión o en las noticias, que están en una situación terrible ahora, personas en un horrible y escuálido campo de refugiados, o cualquiera que sea el caso. Entonces oro los salmos de lamento tratando de abrazar a esas personas en el amor de Dios.

Debemos recordar que el lamento no es sólo para la Cuaresma. También es parte del Adviento, cuando nos preparamos para la Navidad. Esas son temporadas que podemos usar para desarrollar liturgias de lamento que lleven el dolor del mundo a la presencia de Dios, usando salmos de lamento, como los salmos 22, 42 y 88, que prefiguran lo que Jesús oró en la cruz: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” (Mateo 27:46). A veces esas oraciones salen del otro lado hacia la luz. Y a veces, como el Salmo 88, simplemente no lo hacen. Se quedan en la oscuridad. Y hay una sensación de que Dios está con nosotros en esa oscuridad.

Hacia el final del libro, usted habla de la Iglesia y su respuesta a varias órdenes de cierre. Usted argumenta que nuestra voluntad de suspender las reuniones en persona y llevar a cabo servicios en línea puede haber reforzado accidentalmente la idea secular de que la fe es una actividad privada. ¿Cómo sugiere que naveguemos a través de la tensión entre el llamado al culto corporativo y la importancia de la salud pública?

Empiezo con el punto que Lutero hizo acerca de que no debemos propagar la infección. Eso sería irresponsable. Eso sería jugar con la vida de otras personas. Y si amamos el edificio de nuestras iglesias más de lo que amamos a nuestro prójimo, entonces ¡ay de nosotros! La verdad es que la mayoría de las iglesias en el Reino Unido son edificios antiguos, lo que hace que sea muy difícil limpiarlas a profundidad. Y esto es algo que tomo muy en serio.

Por otro lado, me preocupa que la iglesia en línea pueda fácilmente tentarnos a decir: “No necesitamos reunirnos en persona, porque estos son asuntos espirituales”.

Entonces, ¿puedes adorar a Dios en tu dormitorio, en pijama, tanto como en cualquier otro lugar? Bueno, en cierto sentido sí puedes. Pero el cristianismo es un deporte de equipo. Es algo que hacemos juntos. Pensemos, por ejemplo, en los frutos del Espíritu: amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y dominio propio (Gal. 5:22–23). Todas esas son cosas que hacemos juntos. No puedes practicarlas alejado de otros. Por lo tanto, entre antes podamos volver a reunirnos sabiamente, mejor.

En cuanto a recibir la Eucaristía, sí, podemos recibirla en la pantalla; pero también hay una sensación de ayuno, de privación, de exilio, porque el cuerpo de Cristo —la familia más grande del pueblo de Dios— no está físicamente presente con nosotros.

Durante mucho tiempo he pensado que la respuesta más importante al mal y al sufrimiento no son tanto las palabras, sino las acciones, incluso acciones que pueden ser costosas. Jesús es nuestro modelo en este sentido. Por lo tanto, a la luz del sufrimiento causado por la pandemia, ¿Qué deberían hacer los cristianos ahora? ¿Cómo deberíamos vivir?

Hay un pasaje fascinante en Hechos 11, donde los discípulos de Antioquía reciben mensaje de parte de un profeta diciendo que venía un periodo de hambruna (vers. 28). No responden: ¡Oh no! ¿Qué puede significar esto? ¿Estará Dios enojado con nosotros? ¿Significa que el Señor ya va a regresar? No. Son muy prácticos. Preguntan: ¿Quién va a estar en mayor riesgo? ¿Qué podemos hacer para ayudar? y ¿A quién debemos enviar? El resultado es que Pablo y Bernabé son enviados a Jerusalén con dinero para la iglesia pobre de ese lugar (v. 29–30).

Es similar al comienzo de Juan 9, la historia del hombre que nació ciego. Jesús fue implacablemente práctico y frenó a sus discípulos cuando le preguntaron de quién fue la culpa de que eso pasara, o si había un pecado que culpar (v. 3). En realidad no era culpa de nadie. La pregunta importante es qué es lo que Dios quiere que hagamos en respuesta.

Así que, en nuestro caso, debemos comenzar con nuestros vecinos, amigos y familiares, preguntando a quién podríamos ayudar, llevándoles alimentos, herramientas o suministros médicos. Tal vez nuestra iglesia podría involucrarse con algo como dirigir un banco de alimentos. En resumen, debemos preguntar: ¿Qué podemos hacer?

En su maravilloso libro Dominion: How the Christian Revolution Remade the World, el historiador Tom Holland señala que muchas cosas que la iglesia, y sólo la iglesia solía hacer, ahora han sido asumidas por la sociedad secular en general. Así, muchos médicos y enfermeras que no se consideran cristianos han adoptado esta gran responsabilidad de cuidar a otras personas, incluso cuando esto pone en riesgo sus propias vidas. Eso es algo noble.

Pero en el mundo antiguo, sólo los cristianos hacían eso. Así que, en cierto sentido, parte de ese ideal cristiano se ha extendido al mundo. Y debemos dar gracias a Dios por eso. Pero la Iglesia ha estado haciendo cosas como la medicina, el cuidado de los pobres y la educación desde el primer día. Están en lo profundo del ADN de la iglesia. Así que los cristianos deberían estar recuperando esa tradición y aferrándose a ella. Y no solamente cuando haya una pandemia en marcha.

Traducido por Livia Giselle Seidel

What do you think of this translation? Want to see CT do more?

Interested in helping us improve the quality and quantity? Share your feedback here.

This article is 1 of 150+ CT Global translations.You can also now follow CT in Spanish on WhatsApp and on Telegram.

News

Cómo ‘La bendición’ (‘The Blessing’) se hizo viral en todo el mundo

La bendición familiar del Antiguo Testamento ha sido cantada por 100 coros virtuales durante la pandemia.

Christianity Today July 31, 2020
Photo Courtesy of Elevation Worship / Edits by Mallory Rentsch

Apenas un par de semanas antes de que la pandemia por coronavirus cerrara los Estados Unidos, Kari Jobe y su esposo, Cody Carnes, se sentaron a escribir una canción junto con Steven Furtick y Chris Brown de Elevation Worship. Juntos, le pusieron música a una de las bendiciones más conocidas de la Biblia, Números 6:24–26:

El Señor te bendiga y te guarde; el Señor te mire con agrado y te extienda su amor; el Señor te muestre su favor y te conceda la paz.

Cuando presentaron “The Blessing” [“La bendición”] el 1 de marzo en un campus de la iglesia Elevation Church cerca de Charlotte, Carolina del Norte, Jobe dijo a los adoradores: “la letra de esta canción representa el corazón del Padre sobre nosotros como sus hijos, y los invito a recibir la canción como una bendición sobre ustedes y sus familias”.

No tenían idea de cuántos cristianos querrían oír y cantar esas palabras mientras la pandemia se extendía en los meses venideros. En solo cinco meses, “La bendición” se ha convertido en un superéxito en las listas de popularidad, y en una sensación viral al haber sido interpretada por más de 100 coros virtuales de todo el mundo.

“Debido a que esta canción se basa en las Escrituras, el mensaje es atemporal, y queríamos lanzarla lo antes posible, sabiendo el efecto que podría tener en los corazones y los espíritus de las personas inmediatamente, así como lo tuvo en los nuestros”, dijo Jobe a The Christian Beat. “Dios sabía que sería algo a lo que podríamos aferrarnos durante esta época de nuestras vidas, llena de incertidumbres e incógnitas”.

El video de 12 minutos de la presentación en vivo en la iglesia Elevation Church se estrenó el 6 de marzo y tiene más de 21 millones de visitas. Uno de esos primeros espectadores fue Alan Hannah, pastor asistente principal en la iglesia Allegheny Center Alliance Church en Pittsburgh, quien ayudó a organizar el primer coro virtual para interpretar la canción.

Inspirados en parte por los cantantes de estudio de Nashville cuyas grabaciones con teléfonos celulares de “It is Well With My Soul” obtuvieron 1,3 millones de visitas en YouTube, Alan Hannah y Jason Howard, pastor de la iglesia Amplify Church de Pittsburgh contactaron a varios líderes de adoración locales para participar, pidiéndoles que se grabaran cantando “La bendición”.

Cerca de 30 iglesias contribuyeron a la versión final, que fue lanzada el Domingo de Resurrección. La idea era “reunirnos como iglesia y cantar esta canción sobre nuestra ciudad como una bendición en un momento de incertidumbre y miedo”, dijo Hannah.

Esta compilación lanzó una tendencia global. A las 24 horas de su estreno, “The Pittsburgh Blessing” [“La Bendición de Pittsburgh”] llamó la atención de Tim y Rachel Hughes, pastores principales en la iglesia Gas Street Church en Birmingham, Inglaterra.

Esta pareja de pastores se acercaron a las iglesias y ministerios de sus contactos para armar un coro virtual que representara al Reino Unido. “The UK Blessing” [“La Bendición del Reino Unido”] se estrenó el 3 de mayo. “Fue hermoso ver cómo todo se integró ”, dijo Tim Hughes a Premier Christianity.

Más de cien coros virtuales han creado versiones de la canción, declarando la bendición de Dios sobre ciudades, países y continentes enteros.

Más allá de los Estados Unidos e Inglaterra, se han realizado compilaciones en Australia, Birmania, Chile, Canadá, Francia, Ghana, India, Indonesia, Irlanda, Italia, Líbano, Madagascar, Malasia, México, los Países Bajos, Nigeria, Rumania, España, Singapur, Sudáfrica, Corea del Sur, Suecia, Vietnam y Zimbabue. “The Arab World Blessing” [“La bendición del mundo árabe”] cuenta con cantantes de 16 países de habla árabe, provenientes de Oriente Medio, el norte de Africa, la Península Arábiga, Egipto y Sudán del Sur.

El proyecto ha dado a las iglesias la oportunidad de unirse detrás de un mensaje común. En Australia, “es la primera vez que esto sucede”, escribieron los organizadores del coro. Trescientas iglesias participaron en el video, que presentaba imágenes del paisaje y la vida silvestre australiana, voluntarios que empacaban comida, bailarines y nativos.

En la ciudad de Nueva York, el video del coro virtual reconoció el papel de la ciudad como el epicentro de las muertes por COVID-19 y también las protestas de finales de primavera por las desigualdades raciales y la violencia. El video incluía imágenes de los lugares prominentes de la ciudad de Nueva York grabados con drones, yuxtapuestas con imágenes de hospitales móviles, médicos y manifestantes.

“The NYC Blessing” [“La bendición de Nueva York”] incluyó a 125 cantantes de 100 iglesias cantando en ocho idiomas, incluyendo algunas de las iglesias más grandes de la ciudad, tales como Christian Cultural Center y Redeemer Presbyterian.

El organizador del video, Bonny Andrews, fundador del ministerio Transform Cities, se trasladó de la India a la ciudad de Nueva York hace menos de un año. Antes de la cuarentena, él solía orar por la ciudad todos los días en su viaje en ferry. Él ve el proyecto como un acto de amor por la ciudad, en el espíritu de Jeremías 29:7, un canto de lamento y esperanza.

El objetivo del video, dijo Andrews, es inspirar a las ciudades de todo el mundo a cantar bendiciones sobre sus comunidades usando canciones que son exclusivas de sus culturas. “Queremos llenar el internet de canción, porque una canción puede ir donde un sermón no puede”, dijo.

Junto con las palabras de “La bendición” se han realizado muchos actos de bendición para las comunidades necesitadas. Las iglesias involucradas en "La bendición de Nueva York” han servido comidas a los miembros de la comunidad y han proveído mascarillas y equipo de protección personal para los trabajadores del sector salud.

Las 65 iglesias representadas en “La bendición del Reino Unido”, que van desde congregaciones católicas y ortodoxas hasta las Asambleas de Dios y la Iglesia de Inglaterra, han servido 400.000 comidas desde el comienzo de la cuarentena por COVID-19.

“La iglesia no se trata de un edificio. La iglesia está para servir a su comunidad, y por eso debe adaptarse. La iglesia no sólo proclama estas palabras sobre su comunidad, sino que las demuestra”, dijo Hughes.

Las iglesias irlandesas tomaron la idea y crearon un coro virtual con el matiz propio de la Isla Esmeralda. Más de 300 iglesias de todos los condados proporcionaron videos de miembros cantando “Be Thou My Vision".

“Queríamos honrar esa inspiración, y al mismo tiempo honrar la historia y la cultura únicas de nuestra isla. Así que elegimos una canción que resonaría en toda la isla, con cada denominación y agrupación cultural, una que podría ser utilizada como plataforma para cantar una bendición sobre nuestra tierra, sobre todos nuestros trabajadores esenciales y sobre todos aquellos que brindan cuidados”, escribieron los organizadores en la descripción de YouTube.

Las canciones de adoración normalmente tienen un avance lento, tomando meses para pasar de la popularidad en la radio cristiana a ser incorporadas en las listas de la iglesia. Pero “The Blessing”, ahora No. 2 en la lista de canciones más populares de Christian Copyright Licensing International, saltó a la cima gracias a los coros virales de YouTube. (CT también cubrió la fama global de la canción No. 1 en la lista, “Way Maker.”)

“La bendición” fue capaz de reproducirse rápidamente en tantos idiomas en parte porque las palabras son relativamente simples y fáciles de aprender o traducir. Repite el pasaje de Números 6 como su único verso, un coro de amén y tres puentes al final.

Desde que el video inicial de “La bendición” se estrenó en marzo, Bible Gateway ha visto un interés creciente en Números 6:24–26. La participación en el pasaje y las búsquedas relacionadas de “bendición” han crecido un 73 por ciento en todo el mundo con respecto al año pasado.

“He llorado tantas veces al ver a personas de todo el mundo declarando la bendición sobre sus familias, sus iglesias y sus naciones”, dijo Jobe. “Eso trae tanta paz, especialmente en una época de decepción, incertidumbre y miedo como la que todos hemos enfrentado este año”.

En mayo, Elevation Worship reconoció la fama global de “La bendición” al interpretar la canción con un coro global en vivo.

Traducido por Livia Giselle Seidel

Sigue a CT en español en WhatsApp o Telegram.
___

Editor’s note: What do you think of this translation? Want to see CT do more? Interested in helping us improve the quality and quantity? Share your feedback here.

You can also now follow CT on WhatsApp and Telegram (English accounts).

La nostalgia es espiritualmente peligrosa

Por qué no debemos adorar al becerro de oro de los días «pre-COVID».

Christianity Today July 30, 2020
Illustration by Rick Szuecs / Source images: Dragana991 / Getty / Elizeu Dias / Bundo Kim / Unsplash / Agung Pandit / Pexels

¿Recuerdas la víspera de Año Nuevo, cuando pensamos que 2020 sería nuestro año? Debates y memes similares iluminaron las redes sociales cuando el mundo se detuvo en los meses posteriores. Nuestro anhelo del pasado ahora impregna los rincones más mundanos de la vida, desde hacer una parada rutinaria en la cafetería o revisar las puntuaciones deportivas antes de ir a la cama, hasta ver los estantes apilados con papel higiénico en los supermercados. Extrañamos incluso las molestias diarias: los empujones para entrar al metro en hora pico, estar varado en el tráfico, y hasta el escándalo de la música de la fiesta de los vecinos.

Tampoco podemos evitar notar la devastación de nuestra nueva normalidad: individuos que viven solos, soportando largos periodos de tiempo sin contacto humano, o personas que pierden a sus seres queridos sin poder celebrar un funeral apropiado. Sin la calidez de la conexión directa, nos sentimos incapaces de compartir los momentos de alegría y de luto en la vida de las personas que nos rodean. Tal vez esa es la verdadera razón por la que nos sentimos nostálgicos: porque extrañamos regocijarnos con los que se regocijan y llorar con los que lloran, estando presentes en carne propia.

Desde los tonos cálidos de nuestros filtros de Instagram, la moda retro en nuestros escaparates, hasta los eslóganes políticos que capturan el imaginario colectivo, el anhelo nostálgico recorre la gama de experiencias humanas. En su forma común y corriente, la nostalgia puede proporcionar un tipo agradable de sensación de cierre: piense por ejemplo en las fotografías presentadas en una graduación o una boda. Pero esa misma nostalgia puede desenterrar sentimientos de pérdida que aún no hemos resuelto, y hacerlo de tal forma que nos sintamos tentados a recrear una versión arreglada y distorsionada del pasado. El anhelo de tiempos más sencillos emerge sin dificultad durante este presente tan disfuncional. Sin embargo, si no es atendida a tiempo, esa nostalgia puede desviarnos de forma alarmante.

Después de ser milagrosamente liberada de la esclavitud en Egipto, la casa de Israel había hecho un juramento solemne ante Dios de que obedecería los Diez Mandamientos, los cuales prohibían la adoración de otros dioses y de imágenes grabadas. Varias semanas más tarde, el pueblo acorraló a Aarón, el sumo sacerdote, y le exigieron que fabricara nuevos dioses para que ellos los veneraran (Éxodo 32:1). ¿Cómo sucumbieron tan rápido a la idolatría?

¿Habían dejado de creer en Yahweh? Esto parece improbable. Los israelitas habían sido testigos de señales maravillosas una tras otra: las diez plagas, la separación de las aguas en el Mar Rojo y pilares de nubes y de fuego guiando su camino. Ellos habían visto el poder de Dios. ¿Actuaron por miedo? Habían pasado 40 días desde que Moisés había subido al monte Sinaí. Nadie sabía cuándo volvería —o si volvería—. Tal vez la perspectiva de enfrentarse al desierto sin su líder los llevó al límite. Sin embargo, cuando Moisés reveló por primera vez los Diez Mandamientos, el pueblo sintió tal terror ante la presencia de Dios que temían por sus vidas (Éxodo 20:20). Tenían razones para temer a Dios más que al desierto.

Hay una explicación más prosaica para esta traición desconcertante: el pueblo de Israel había sido consumido por la nostalgia. A medida que la euforia de cruzar el Mar Rojo se hundió y la realidad de la vida en el desierto se asentó, el pueblo comenzó a anhelar el pan y los ollas de carne que tenían en Egipto. Así que Dios les dio maná (Éxodo 16:3). A medida que comían maná día tras día, su antojo se hizo más fuerte y más específico: pescado, pepinos, puerros, cebollas, ajo (Números 11:4-5). Así que Dios les dio codornices (Éxodo 16:12-13; Números 11:31-32). Pero su anhelo culinario había despertado algo más profundo. Languidecían por los ritmos estables y predecibles de la vida que habían conocido durante cuatrocientos años. Este anhelo los consumió hasta el punto de perder de vista por qué necesitaron ser liberados en primer lugar.

Entonces Moisés desapareció en el monte Sinaí. Su ausencia presentó la oportunidad de recrear [en su imaginación] esa vida anterior lo mejor que pudieron: la fiesta, la celebración, las costumbres religiosas. Aarón, el sumo sacerdote, recogió baratijas doradas que le dio la gente y que asociaban con Egipto, y las convirtió en un ídolo. Al día siguiente, la gente se perdió tan estridentemente en la juerga ante el becerro de oro, que el compañero de Moisés, Josué, confundió el ruido con el sonido de la guerra (Éxodo 32:17).

La debacle del becerro de oro fue el producto de memorias distorsionadas intencionalmente. Es comprensible que la casa de Israel extrañara la familiaridad, la rutina y los otros aspectos buenos de la vida que habían construido en Egipto. Su viejo mundo se había ido, y su nuevo mundo era un desierto de incertidumbre. Pero la nostalgia los consumió a tal grado que olvidaron cuatrocientos años de servidumbre, y rompieron el primer y el segundo mandamiento para conjurar un pasado idealizado y distorsionado. Perdieron su orientación moral a tal grado que Dios consideró desaparecerlos antes de la intervención de Moisés (Éxodo 32:11-14).

Y todo empezó con el anhelo de una buena comida.

¿Cómo puede algo tan aparentemente inofensivo como la nostalgia resultar tan peligroso espiritualmente? C. S. Lewis observa en Cartas del diablo a su sobrino que la obra del Espíritu [Santo] se desarrolla en el presente. Responder al Espíritu requiere «obedecer la voz presente de la conciencia, llevar la cruz presente, recibir la gracia presente y dar gracias por el placer presente». Una de las características definitorias del pecado, por lo tanto, es que rompe nuestra conexión con el presente. Lewis señala que la mayoría de los vicios, como el miedo, la ambición o la lujuria, nos tientan a obsesionarnos con el futuro. La nostalgia, en cambio, está orientada hacia el pasado. Puesto que nos empuja en la dirección opuesta de la mayoría de los otros vicios, tendemos a verlo como inocuo en comparación. Pero espiritualmente hablando, el hecho de que perdamos el contacto con el presente es más importante que cómo lo hacemos. Cuanto más tiempo un vicio nos impida enfrentarnos a los desafíos y apreciar las bendiciones de nuestro presente, más espiritualmente corrosivo se vuelve. Y precisamente porque se siente agradable e inofensiva, la nostalgia puede ser devastadoramente eficaz para sacarnos de sincronía con la obra del Espíritu durante largos periodos de tiempo.

Ceder ante las fantasías del pasado engaña al pueblo de Dios, robándole la oportunidad de cultivar la esperanza que vence la desesperanza.

En pequeñas dosis, la nostalgia puede reponernos: ¿quién no se ha sentido renovado después de recordar a viejos amigos? Pero la nostalgia desenfrenada nos hace aferrarnos al becerro de oro que nos recuerda el pasado, en lugar de reconocer los pilares de nube y fuego que nos guían a través de nuestro presente incierto. Como el salmista nos recuerda acerca de los ídolos: «Tienen boca, pero no pueden hablar; ojos, pero no pueden ver; tienen oídos, pero no pueden oír; ¡ni siquiera hay aliento en su boca!» El pasaje cierra con una advertencia: «Semejantes a ellos son sus hacedores y todos los que confían en ellos» (Salmo 135:16-18). La esposa de Lot se transformó en un pilar de sal porque miró hacia atrás en Sodoma (Génesis 19:26). Se volvió tan inerte y tan suspendida en el tiempo como el pasado imaginario que anhelaba. Espiritualmente hablando, arriesgamos el mismo destino cuando idolatramos un pasado mal recordado.

¿Cómo evitar que la nostalgia nos paralice espiritualmente? Debemos empezar por ser honestos con nosotros mismos. Lo que sea que nos dijimos que era «la vida normal» antes de 2020 ya no existe. Terminó cuando la epidemia se convirtió en pandemia; tal como Ahmaud Arbery, Breonna Taylor, y George Floyd exhalaron su último aliento. Ningún milagro económico u orden ejecutiva puede traerlos de vuelta, así como tampoco pueden devolvernos nuestro sentido de seguridad, ni nuestros ritmos y rutinas.

Enfrentar esta realidad puede ser doloroso. Debemos darnos espacio para procesar nuestra pérdida colectiva. El Espíritu puede transfigurar ese dolor en «tristeza divina» que lleve al arrepentimiento y a la salvación. Pero debemos estar abiertos a la obra del Espíritu, para no sucumbir al «dolor mundano» que trae la muerte (2 Corintios 7:10).

Como Lewis enfatiza, esta apertura al Espíritu es un proceso activo. ¿Cómo podemos poner en práctica «obedecer la voz presente de la conciencia, llevar la cruz actual, recibir la gracia presente y dar gracias por el placer presente»?

En nuestro entorno actual, las cruces son obvias. Los placeres pueden ser más difíciles de discernir, pero espiritualmente hablando, resulta vital reconocerlos y apreciarlos. He encontrado esos placeres al reconectar con viejas amistades a través de la pantalla de la computadora, o en los paseos diarios que mi esposa y yo tomamos para evitar la claustrofobia en nuestra pequeña ciudad de Nueva Jersey. Mientras deambulamos por las calles cercanas, nos detenemos y charlamos con los vecinos con mucha más frecuencia que antes. Ahora veo a los trabajadores del sector de servicios con nuevos ojos: a los empleados del supermercado, al cartero, a los conductores de camiones, a los recolectores de basura. Siento un nuevo aprecio por la forma en que hacen posible la vida moderna. Estoy aprendiendo a disfrutar de tareas cotidianas como cocinar y trabajar en el jardín. Estos nuevos placeres variarán de persona a persona, pero bien pueden ser el maná que nos sustente.

En tiempos como estos, las comunidades de fe pueden ofrecer algo mucho más edificante que la nostalgia: ofrecen esperanza. La esperanza, en su pleno sentido bíblico, surge de las dificultades: «el sufrimiento produce perseverancia; la perseverancia, entereza de carácter; la entereza de carácter, esperanza». Esta esperanza perdura precisamente porque es obra del Espíritu: «Esta esperanza no nos defrauda, porque Dios ha derramado su amor en nuestro corazón por el Espíritu Santo que nos ha dado» (Romanos 5:3-5). La esperanza echa raíces cuando el pueblo de Dios sigue la inspiración del Espíritu para enfrentar las pruebas presentes. La nostalgia, por el contrario, puede traer la tentación de deleitarnos en fantasmas de un pasado idílico en lugar de enfrentarnos a las dificultades del presente. Ceder ante las fantasías del pasado engaña al pueblo de Dios, robándole la oportunidad de cultivar la esperanza que vence la desesperanza.

Nuestra vida cómoda y estructurada ha dado paso a una nueva temporada en el desierto. El desierto nos inquieta profundamente y nos obliga a enfrentarnos con la incertidumbre de nuestra vida. El maná que Dios proporciona en temporadas como estas no sabe a lo que estamos acostumbrados. Pero nos nutre de maneras que la rica comida de nuestra vida anterior no podría. A medida que nuestras crisis actuales continúen, nos veremos muy tentados a recrear un pasado idealizado y selectivamente recordado, en lugar de atender las necesidades e inquietudes del presente. Sin embargo, el pueblo de Dios debe disciplinarse para poner su enfoque en el aquí y el ahora, porque ahí es donde se desarrolla la obra del Espíritu, haciendo todas las cosas nuevas.

Jeremy Sabella es profesor de religión en Dartmouth College. Es autor de An American Conscience: The Reinhold Niebuhr Story (Eerdmans, 2017).

Traducción al español por Livia Giselle Seidel.

What do you think of this translation? Want to see CT do more? Interested in helping us improve the quality and quantity? Share your feedback here.

You can now follow our best articles on our new Telegram channel. Come join us!

J. I. Packer: Cómo aprendí a vivir gozosamente

Un avejentado sabio llamado Eclesiastés domó mi cinismo juvenil.

Christianity Today July 23, 2020

Esta es una versión revisada y corregida de la traducción publicada en septiembre de 2015.

Este artículo fue publicado en colaboración con la Conferencia Nacional de Liderazgo Cristiano Hispano (NHCLC, por sus siglas en inglés).

A los cristianos nos gusta preguntarnos unos a otros cuál es nuestro libro favorito de la Biblia. Descubrir la manera en que las personas experimentan las Sagradas Escrituras —especialmente aquellos que escriben libros sobre la Biblia— es de interés natural para nosotros. Cuando me preguntan cuál es mi libro favorito, yo respondo que es el libro de Eclesiastés. Si las personas fruncen el ceño y me preguntan por qué, les doy dos razones.

Primero, hay un placer especial en leer a un escritor con quien uno se identifica. Y es esa la impresión que tengo respecto al autor de este libro, quien se refiere a sí mismo como Qohelet —palabra en hebreo que significa “el que convoca” y que se tradujo al griego como Ekklesiastes: “hombre de asamblea”. Lo veo como un ciudadano contemplativo de la tercera edad, un maestro público de sabiduría, un lexicógrafo y profesional del estilo. Como lo muestra su testimonio oficial —o el testimonio dado acerca de él en tercera persona (ambas opciones son válidas)— en 12:10, este hombre tomó muy en serio su labor como instructor y se esforzó por comunicarse de una manera memorable. Si se trata del Salomón histórico o de alguien que se hizo pasar por él —no con el fin de engañar, sino con el fin de comunicar su mensaje de la manera más eficaz— no lo sabemos a ciencia cierta. De lo que sí estoy seguro es que cada punto alcanzaría su máximo potencial si en realidad proviniera del verdadero Salomón en los últimos años de su vida.

Quien sea que haya sido, Qohelet era un realista acerca de las muchas formas en que este mundo nos lleva por caminos sinuosos. Pero, aunque temperamentalmente inclinado al pesimismo y al cinismo, yo pienso que lo que lo salvó de caer en cualquiera de estos dos cráteres de desesperanza fue una fuerte teología del gozo.

Qué tanto concuerda esto con la forma en que la gente me percibe a mí, no lo sé, pero esta es la manera en que quisiera verme a mí mismo, y la razón por la que aprecio a Eclesiastés como a una alma gemela. (Una de las diferencias principales, por supuesto, es que su línea de pensamiento ocurre en su totalidad dentro del marco de referencia del Antiguo Testamento).

Segundo, al mirar atrás al tiempo de mi conversión al cristianismo en mi adolescencia tardía, recuerdo que Eclesiastés me brindó sabiduría que necesitaba desesperadamente. Cuando Jesucristo tomó control sobre mí, yo ya iba rumbo a convertirme en un cínico. Pero por la gracia de Dios, fui domado hasta lo más profundo, y veo a Eclesiastés —el hombre y el libro— como quienes hicieron la mayor parte de esa labor.

Los cínicos son personas que se han vuelto escépticos sobre la bondad de la vida, y quienes miran mal las afirmaciones de sinceridad, moralidad y valor. Desechan dichas declaraciones como si fueran huecas y critican los programas que logran mejoras. Sintiéndose decepcionados, desanimados y dolidos por sus experiencias en la vida, su orgullo herido les prohíbe pensar que otros pudieran ser más sabios y pudieran estar haciendo las cosas mejor que lo que ellos mismos las han hecho. Por el contrario, se ven a sí mismos como realistas valientes, y a todos los demás como necios autoengañados. Los adolescentes confundidos fácilmente caen en el cinismo, y eso era precisamente lo que yo estaba haciendo.

Crecí en un hogar estable e hice un buen papel en la escuela, pero, siendo introvertido, siempre fui tímido y algo torpe en público. Me fue prohibido participar en cualquier tipo de deporte o juego en equipo a causa de un hueco que tengo en mi cabeza —literalmente sobre el cerebro—, secuela de un accidente que sufrí en la calle a la edad de 7 años. Por años, tuve que cubrir el hoyo, donde no había hueso, usando una placa de aluminio asegurada a mi cabeza con cinta elástica. Nunca pude lograr que mi cuerpo aprendiera a nadar o a bailar.

Ser una rareza aislada fue algo doloroso para mí como lo hubiera sido para cualquier adolescente, así que desarrollé un sarcasmo auto protector, me conformé con esperar poco de la vida, y me convertí en un amargado. El orgullo me llevó a defender la verdad cristiana en debates escolares, pero sin ningún interés en Dios o un verdadero deseo de someterme a Él. De cualquier forma, convertirme en un verdadero cristiano —a diferencia de uno nominal— trajo muchos cambios, y Eclesiastés, particularmente, me mostró cosas sobre la vida que yo no había visto antes.

Aprendiendo a vivir

Esperándome en las páginas de Eclesiastés estaba una perspectiva de la realidad muy distinta a mi cinismo juvenil.

Eclesiastés es uno de los cinco libros de sabiduría del Antiguo Testamento. Se ha dicho que los Salmos nos enseñan cómo adorar; los Proverbios, cómo comportarnos; Job, cómo sufrir; el Cantar de los Cantares, cómo amar; y Eclesiastés, cómo vivir. ¿Cómo? Con realismo y reverencia, con humildad y control, con serenidad y contentamiento, en sabiduría y en gozo.

Aquellos que no han leído más allá del capítulo 3 quizás piensen que Eclesiastés solo da voz a un sentimiento de desconcierto y tristeza al describir la situación de las cosas. Pero 2:26 ya va más allá de eso: “A la persona que le agrada, Él le ha dado…gozo” (LBLA). En Eclesiastés, el gozo es un tema central, y es una bendición tan grande, y otorgada con tanta gracia, como lo es, por ejemplo, en Filipenses.

Eclesiastés es una meditación fluida sobre el tema del diario vivir. Tiene dos partes. Cada una de ellas es una cuerda de unidades separadas, yuxtapuestas sin conectores y de forma un tanto suelta, pero que, sin embargo, se unen lógica y teológicamente por medio del tema del que se trata. Y uniéndolo todo, están tres imperativos recurrentes:

  • Reverenciar a Dios: En Eclesiastés, al igual que en Proverbios, temer significa “confiar, obedecer y honrar,” no “estar aterrorizado” (3:14; 5:7; 7:18; 8:12–13; 12:13).
  • Reconocer las cosas buenas de la vida como regalos de Dios y recibirlas de esa manera, disfrutando de ellas (2:24–26; 5:18–19; 8:15; 9:7–9).
  • Recordar que Dios juzga nuestras obras (3:17; 5:6; 7:29; 8:13; 11:9; 12:14).

Existen dos rasgos unificadores más. El primero es la frase sujetalibros, “Vanidad de vanidades, dice el Predicador … Todo es vanidad”—las palabras de apertura en 1:2 y las palabras de clausura en 12:8. Vanidad significa literalmente “vapor” y “niebla”, y aparece más de un par de docenas de veces para comunicar vacío, falta de sentido, falta de valor y haber perdido el camino. “Correr tras el viento” —es decir, tratando de agarrarlo— es una imagen con un significado paralelo (1:14,17; 2:11,17,26; 4:4; 6:9). Ambas metáforas apuntan a un esfuerzo infructífero, del cual el mundo está lleno, dice el autor.

El segundo rasgo unificador es la frase “bajo el sol.” Especifica el punto de partida y señala la perspectiva de no menos de 29 veredictos acerca de las cosas cuando son analizadas en términos de este mundo, sin referencia a Dios.

La primera mitad de Eclesiastés, capítulos 1-6, es en efecto una vereda cuesta abajo “bajo el sol”, rumbo a lo que podría llamarse “la oscuridad de la vanidad”. El orden natural, la sabiduría en sí misma, la auto indulgencia desinhibida, el trabajo arduo, hacer dinero, el servicio público, el sistema judicial y la religiosidad pretenciosa —son todas sondeadas para encontrar qué significado, propósito o satisfacción personal producen.

La razón del sondeo nos es dada: Muy dentro de todo corazón humano, Dios ha puesto “eternidad” (3:11) —un deseo de saber, tal como lo sabe Dios, la manera en que todo encaja con todo lo demás para producir valor, gloria y satisfacción duradera. Pero la investigación fracasa: Solo trae como resultado la frustración de no haber llegado a ningún lugar. ¿La implicación? Esta no es la manera de proceder.

La segunda parte, los capítulos 7-12, es un tanto discursiva —hasta podría decirse que serpentea. Se esfuerza por mostrar que a pesar de todo, la búsqueda y la práctica de una sabiduría industriosa, modesta y callada es abundantemente digna y no hay manera de embarcarse en ella demasiado temprano en la vida. Después de comparar la vejez con una casa que se despedaza (12:1-7), el escritor se eleva a una solemne conclusión:

La conclusión, cuando todo se ha oído, es ésta: teme a Dios y guarda sus mandamientos, porque esto concierne a toda persona. (v.13)

La última frase es elusiva: puede ser que su enfoque sea el deber, o bien que la frase conlleve el pensamiento “la completitud del ser humano,” tal como lo expresa la versión Dios Habla Hoy:

Honra a Dios y cumple sus mandamientos, porque eso es el todo del hombre. Dios habrá de pedirnos cuentas de todos nuestros actos. (12:13-14) [énfasis añadido]

¿De qué manera, pues, debemos finalmente formular la teología de gozo que corre a través del libro entero y lo sostiene? El regocijo en Cristo y en la salvación del creyente, como lo deja ver el Nuevo Testamento, va más allá. Pero al celebrar el gozo como un bondadoso regalo de Dios, y al reconocer el potencial de gozo de las actividades y las relaciones diarias, Eclesiastés pone el fundamento correcto:

Nada hay mejor para el hombre que comer y beber y decirse que su trabajo es bueno. Esto también yo he visto que es de la mano de Dios. (2:24)

Alabo el gozo. (8:15) [Traducción propia]

Goza de la vida con la mujer que amas, todos los días de tu vida fugaz que Él te ha dado bajo el sol, todos los días de tu vanidad, porque esta es tu parte en la vida y en el trabajo con que te afanas bajo el sol. (9:9)

Ser demasiado orgulloso como para disfrutar lo que puede ser disfrutado es una falta atroz, y una falta que clama por corrección inmediata. Debo reconocer, tal como lo tuve que aprender hace mucho tiempo, que el remedio para el cinismo es descubrir cómo, bajo Dios, las cosas ordinarias pueden traer gozo.

J. I. Packer es profesor de teología en el Regent College y autor de más de 40 libros, incluyendo su libro de mayor venta Knowing God [El conocimiento del Dios Santo].

Revisado por Livia Giselle Seidel

Sigue a CT en español en WhatsApp o Telegram.
___

Editor’s note: What do you think of this translation? Want to see CT do more? Interested in helping us improve the quality and quantity? Share your feedback here.

You can also now follow CT on WhatsApp and Telegram (English accounts).

Theology

J. I. Packer, autor de ‘El conocimiento del Dios Santo’, murió a los 93 años

El influyente teólogo evangélico dejó una lección final para la iglesia: Glorificar a Cristo en todos los sentidos.

J. I. Packer

J. I. Packer

Christianity Today July 18, 2020
Courtesy of Crossway

[Read in: English | Portuguese | French | Chinese: Simplified or Traditional | Korean | Indonesian ]

James Innell Packer, más conocido por muchos como J. I. Packer, fue uno de los líderes evangélicos más famosos e influyentes de nuestro tiempo. Murió el viernes 17 de julio, a la edad de 93 años.

J. I. Packer nació en un pueblo a las afueras de Gloucester, Inglaterra, el 2 de julio de 1926.

Proveniente de humildes orígenes, nació en una familia que él consideraba como clase media baja. El ambiente religioso en su hogar y en su iglesia local era el anglicanismo nominal, ajeno a la creencia evangélica en Cristo como Salvador (algo que Packer no escuchó en su iglesia natal). Cuando era aún niño, Packer tuvo una experiencia que cambió su vida. A los siete años, un bully lo persiguió hasta fuera del patio de la escuela y hacia la transitada London Road en Gloucester, donde fue arrollado por una camioneta que transportaba pan, sufriendo una grave lesión en la cabeza. Llevó una cicatriz visible en el costado de su cabeza por el resto de su vida. Sin embargo, Packer no se quejó y aceptó lo que la providencia le trajo desde la infancia.

Mucho más importante que ese accidente fue su conversión a Cristo, que ocurrió a las dos semanas de su matriculación como estudiante en la Universidad de Oxford. Packer entregó su vida a Cristo el 22 de octubre de 1944, cuando asistió a un servicio evangelístico organizado por el grupo InterVarsity en ese campus. Aunque Packer era un estudiante serio que cursaba un título en Estudios Clásicos, el verdadero latido de su vida en Oxford era espiritual. Fue en Oxford que Packer escuchó por primera vez conferencias de C.S. Lewis, y aunque nunca se conocieron personalmente, Lewis ejercería una poderosa influencia en la vida y el trabajo de Packer. Cuando Packer dejó Oxford con su tesis doctoral en Richard Baxter en 1952, no comenzó inmediatamente su carrera académica, sino que pasó un período de tres años como ministro parroquial en los suburbios de Birmingham.

Packer tuvo una vida profesional variada. Pasó la primera mitad de su carrera en Inglaterra antes de mudarse a Canadá para la segunda mitad. En Inglaterra, Packer ocupó varios puestos docentes en colegios teológicos en Bristol, durante los cuales tuvo un interludio de una década como director de la Latimer House en Oxford, un centro de intercambio de intereses evangélicos en la Iglesia de Inglaterra. En ese papel, Packer fue uno de los tres líderes evangélicos más influyentes en Inglaterra (junto con John Stott y Martyn Lloyd-Jones). El traslado de Packer al Regent College en Vancouver en 1979 conmocionó al mundo evangélico, pero amplió la influencia de Packer por el resto de su vida.

Aunque Packer era un hombre humilde que repudió la ética del éxito, su vida en realidad se lee como una historia de éxito. Su primer libro, El fundamentalismo y la Palabra de Dios (publicado en 1958) vendió 20.000 ejemplares en su primer año y ha estado consistentemente en imprenta desde entonces. En 2005, la revista Time nombró a Packer como uno de los 25 evangélicos más influyentes. Cuando Christianity Today llevó a cabo una encuesta para determinar los 50 mejores libros que han formado a los evangélicos, el libro de Packer, El conocimiento del Dios Santo (Knowing God) obtuvo el quinto lugar. Su fama e influencia no fueron algo que él se propuso lograr. Se negó firmemente a cultivar un grupo de seguidores. Por el contrario, Packer dejó su huella con su máquina de escribir (la cual utilizó para escribir sus libros y artículos a lo largo de su vida).

J. I. Packer desempeñó tantos papeles que podemos pensar en él como si hubiera tenido múltiples carreras. Se ganó su sustento enseñando y era conocido por aquellos que eran sus estudiantes como profesor. Pero el mundo en general conoce a Packer como autor y orador.

La fama de Packer como orador rivalizaba con su estatura como autor. En ambas esferas, su generosidad era insuperable. Ningún público o recinto era demasiado pequeño para obtener el mejor esfuerzo de Packer. Su carrera editorial fue un caso ejemplar de alguien que aceptó prácticamente todas las solicitudes que se le hicieron. Su libro emblema, El conocimiento del Dios Santo, (que ha vendido un millón y medio de copias) comenzó como una serie de artículos bimestrales solicitados por el editor de una pequeña revista evangélica. Su primer libro, El fundamentalismo y la Palabra de Dios, comenzó como una charla a un grupo de estudiantes (el editor pidió un folleto, pero Packer escribió un libro). Tal vez nadie en la historia ha escrito más avales y prefacios a los libros de otros que Packer.

Tanto en su publicación como en su discurso, Packer era famoso como un erudito puritano, pero también era un hombre dedicado a la iglesia que decía que su enseñanza estaba dirigida principalmente a la educación de los futuros ministros, y que pasó innumerables horas sirviendo en comités eclesiásticos. Durante un cuarto de siglo, la participación de Packer en Christianity Today le dio una plataforma como ensayista, recurriendo con frecuencia a temas de crítica cultural. Packer tuvo una carrera como "controversialista" (por necesidad más que por elección, me confió). A pesar de este título, Packer constantemente se autoidentificó como teólogo, y por lo tanto, podemos considerar que esa fue su vocación primaria.

Cuando hablamos del legado dejado por una persona fallecida, pensamos engañosamente en términos de un legado especulativo póstumo que es imposible de predecir. El legado principal de J. I. Packer es la influencia que tuvo sobre los acontecimientos en la cristiandad y sobre la vida de las personas. Ese es su legado indiscutible, y destacaré lo que creo que es la forma más importante en que Packer afectó la dirección del cristianismo durante su vida.

El primer libro de Packer fue una defensa de la autoridad de la Biblia, y esto se convirtió en una pasión de por vida y una de las contribuciones más significativas de Packer a la iglesia evangélica. Packer tenía un compromiso extraordinariamente fuerte con la visión de que las palabras de la Biblia son las palabras mismas de Dios. Defendió la doctrina de la inerrancia de la Escritura cuando estaba fuera de moda. Publicó libros sobre la fiabilidad de la Biblia. Se desempeñó como editor general de la traducción inglesa de la Biblia English Standard Version, proyecto que consideró ser el mayor logro de su vida. J. I. Packer le dio a los evangélicos un fundamento firme sobre el cual pararse con respecto a la autoridad de la Biblia. Personalmente, ningún legado de Packer ha sido más importante para mí que éste, desde el momento en que saqué una copia de bolsillo de El Fundamentalismo y la Palabra de Dios de una estantería en una librería cristiana en mi ciudad natal como estudiante universitario.

Otra contribución importante que Packer hizo durante su vida fue la forma en que se convirtió en portavoz de los evangélicos conservadores frente a tendencias liberales. Cuando Packer miró hacia atrás a su década de liderazgo en el Consejo Internacional sobre Inerrencia Bíblica, lo hizo con satisfacción y habló de “mantener el frente [de batalla]” por la inerrencia bíblica. Esa metáfora se aplica a múltiples causas a las que Packer dedicó sus mejores esfuerzos. Packer ayudó a mantener el frente evangélico conservador en numerosas cuestiones teológicas, tales como la naturaleza de las Escrituras y su interpretación, los roles de las mujeres en la iglesia y la posición de la iglesia con respecto a la homosexualidad. Era un tradicionalista que miraba hacia el pasado en búsqueda de la verdad. En El conocimiento del Dios Santo, citó Jeremías 6:16, con su imagen de los “senderos antiguos… donde está el buen camino”, afirmando que su libro era un llamado a seguir esos senderos antiguos.

Otro tema unificador en la vida de Packer fue su elevación de la persona común, y esto también es parte de su legado. Packer nunca perdió el toque común que absorbió durante sus años de formación, y el mismo espíritu fue fomentado por su identidad como puritano moderno. Aunque Packer podía escribir textos especializados junto con los mejores, su vocación era escribir textos de nivel medio para las personas comunes. Estaba totalmente desprovisto de ambición por hacer avanzar su carrera. El título de un Festschrift publicado en su honor lo dijo perfectamente: Hacer Teología para el Pueblo de Dios. Cuando Alister McGrath calificó a Packer como un "teologizador" en lugar de un teólogo, Packer lo experimentó como “un verdadero descubrimiento”, el cual lo llevó a concluir que era “un catequista de adultos”, dedicado a la enseñanza sistemática de la doctrina para el cristiano ordinario. Packer no estaba tan dolido como algunos eruditos por no haber completado ni publicado nunca su teología sistemática porque él consideraba que sus escritos teológicos informales para las personas comunes eran su vocación.

Otra parte del legado de Packer durante su vida fue su ejemplar carácter cristiano que sirvió de modelo e inspiración para aquellos que lo conocieron. Su piedad era evidente en cada momento, y su presencia era una bendición para las personas que pasaban tiempo con él. Sus palabras fueron palabras de sabiduría. Era trabajador, pero al mismo tiempo, generoso con su tiempo. Al igual que los puritanos que él tanto amaba, Packer creía que la fe cristiana se basa en un pensamiento claro, a la vez que involucra la participación del corazón. J. I. Packer hablaba con precisión al mejor estilo británico, pero también exudaba calidez espiritual. Para aquellos que tuvimos la suerte de haberlo conocido, inmediatamente experimentamos a Packer como un espíritu afín en la fe y un compañero de viaje en el Camino. La auténtica nota espiritual era evidente.

Los escritos de Packer muestran lo que más le importaba, y lo que él también pensaba que la iglesia debía valorar más. Parte del legado de Packer fue así ayudar a los cristianos a establecer la agenda correcta y preocuparse por las cosas correctas. La lista de prioridades de Packer incluía la Biblia, la Iglesia, la teología correcta, la santidad en la vida y la vocación. La razón por la que Packer escribió sobre una gama tan amplia de temas no es sólo que tenía una mente activa y capacitada, sino también que le preocupaba que los cristianos pensaran correctamente en todos los temas que se relacionan con la vida. J. I. Packer tenía una pasión por la verdad en todas las esferas.

J. I. Packer también era un hombre de paradojas. Era un anglicano devoto de toda la vida, pero se movió con la misma facilidad entre los evangélicos inconformes y fue quizás más influyente en los círculos reformados. Era por excelencia británico, pero vivió la mitad de su vida adulta en Canadá, y en un giro adicional, su mayor esfera de influencia fue los Estados Unidos. Packer se convirtió en uno de los evangélicos más famosos de su época, pero nunca ocupó un puesto prestigioso en una universidad importante y nunca llenó un púlpito de alta visibilidad de forma permanente. Era un hombre apacible con una actitud tranquila, pero constantemente se encontraba en el centro de la controversia y a menudo era difamado.

Si preguntamos cómo fue que una persona tranquila, que se mantenía concentrada en sus propios asuntos, se hizo tan famosa e influyente, la respuesta es que la publicación de Packer fue el vehículo por el cual sus ideas fueron difundidas. Por lo tanto, su vida se erige como un tributo al poder de la palabra escrita y publicada. Con la fuerza de sus escritos, Packer se convirtió en un orador muy conocido también. Tanto en sus escritos como en sus discursos, su contenido siempre era reflexivo, lógicamente empaquetado, claro y sustancial, y rutinariamente sobrestimaba la cantidad de tiempo que tenía disponible para presentar la gran cantidad de material que había preparado.

El propio Packer atribuyó la fama y el éxito que logró a la providencia divina, y es obvio que este es el caso. Él no se propuso ser famoso. Simplemente hizo la tarea que se le había puesto delante y dejó el resultado en manos de Dios. Hablar con adolescentes en una sala de estar era para él una tarea, de la misma forma que lo era dirigirse a un auditorio lleno. J. I. Packer era sobre todo útil para el reino y su Rey.

Cuando se le preguntó al final de la vida cuáles podrían ser sus últimas palabras a la iglesia, Packer respondió: “Creo que puedo reducirlo a cuatro palabras: Glorificar a Cristo en todos los sentidos”. Eso puede servir como un epitafio para lo que Packer hizo en su vida y para lo que está haciendo ahora.

Leland Ryken es profesor emérito de inglés en el Wheaton College, donde enseñó durante medio siglo. Ha escrito una biografía de J. I. Packer, titulada J. I. Packer: An Evangelical Life.

Traducido por Livia Giselle Seidel

Sigue a CT en español en WhatsApp o Telegram.
___

Editor’s note: What do you think of this translation? Want to see CT do more? Interested in helping us improve the quality and quantity? Share your feedback here.

You can also now follow CT on WhatsApp and Telegram (English accounts).

Theology

Nuestro activismo debe reflejar la belleza de Dios

En medio de nuestro esfuerzo por tratar de hacer lo correcto, es fácil olvidarse de hacerlo de la manera correcta.

Christianity Today July 10, 2020
Image: Illustration by Rick Szuecs / Source image: Mike Von / Unsplash

Fuera de la oficina de un congresista estadounidense, cristianos sostienen carteles de protesta hechos en casa, mientras clérigos con sotana y alzacuellos asisten a una marcha para desafiar la separación de las familias que buscan asilo en la frontera entre Estados Unidos y México. Se unen a cánticos apasionados de «¡Quédense a los niños, deporten a los racistas!» y «¡Enciérrenlos!», refiriéndose a aquellos que trabajan para la Patrulla Fronteriza de Estados Unidos. Al protestar contra la espantosa e inhumana práctica separar a niños de sus padres, deshumanizan a otros, pidiendo que se les quiten sus derechos y se restrinjan sus libertades.

Dentro de las oficinas de una organización cristiana sin fines de lucro que proporciona asistencia legal a los inmigrantes, voluntarios de una iglesia local ayudan a los jóvenes inmigrantes con sus aplicaciones DACA. Estos jóvenes llegaron a los Estados Unidos con sus familias cuando eran aún niños y ahora se encuentran indocumentados, incapaces de vivir, trabajar o asistir a la universidad en los Estados Unidos sin la amenaza de la deportación. Los voluntarios conversan con los ansiosos inmigrantes mientras comparten con ellos rosquillas y café, a la vez que navegan por el complejo papeleo que les permitirá permanecer legalmente en sus comunidades.

Mientras que los cristianos en ambos escenarios pueden creer cosas muy similares sobre la inmigración, los dos grupos han optado por vivir sus convicciones de maneras dramáticamente diferentes. Pero, ¿qué nos hace reconocer inmediatamente la diferencia entre unos y otros? Sugiero que los cristianos en el segundo ejemplo están reflejando la belleza de Dios en la forma en que viven sus creencias sobre la inmigración. Creo que si bien Dios espera que el contenido de nuestras creencias sea justo, también quiere que la forma de nuestra fe sea hermosa. Hoy, estoy usando la inmigración como un ejemplo de cómo podemos evaluar críticamente nuestras creencias y preguntarnos si están mostrando la belleza de Dios en el mundo; sin embargo, el marco que propongo podría aplicarse a cualquier otra convicción cristiana, incluso a creencias con las que podríamos estar en desacuerdo.

La belleza del Señor

Antes de que podamos preguntarnos si nuestras creencias reflejan la belleza de Dios, tenemos que entender qué es la belleza de Dios, y por qué nosotros como cristianos debemos hacer que nuestro objetivo sea reflejarla en nuestras convicciones. Jonathan King, profesor de teología y autor de La belleza del Señor: La teología como estética, explica que «la belleza es inherente a Dios, y se refleja en todo lo que hace». Los salmistas escriben canciones de alabanza sobre la belleza de Dios. La única petición de David en Salmos 27:4 es «mirar la belleza del Señor». Isaías dice que la recompensa para los justos será ver a Dios en su belleza (33:17). El pastor y autor John Piper entiende la belleza de Dios como «la peculiar proporcionalidad, interacción y armonía de todos los atributos de Dios». En otras palabras, la belleza abarca la manera perfecta en que los atributos de Dios trabajan juntos, incluso cuando podrían parecer paradójicos. Atributos como la justicia y la misericordia de Dios, la bondad y la verdad, la santidad y la compasión exhiben una simetría y perfección que lo distinguen de nosotros.

Bíblica e históricamente, la belleza de Dios también ha estado estrechamente ligada a la gloria de Dios. Cientos de veces en las Escrituras, los autores bíblicos utilizan la palabra «gloria» para referirse a la abrumadora dignidad y belleza de Dios, y para comunicar que Dios está apartado de todos los demás seres en el universo. El propósito de Dios desde el Génesis hasta Apocalipsis es dar a conocer su gloria y belleza únicas en todo el mundo. Salmos 96:3 instruye a los que siguen a Dios a «declarar su gloria entre las naciones», y el libro de Juan sostiene que la afirmación fundamental del cristianismo es que en Jesús, Dios «se hizo carne» y nos reveló su gloria (Juan 1:14). King llama a la belleza de Dios la «expresión externa de su gloria» que es «expresada y perceptible como una cualidad estética de su gloria en su obra de creación, redención y consumación». La acción salvífica de Dios en el mundo no es sólo efectiva; también es hermosa.

Jonathan Edwards, el predicador estadounidense del siglo XVIII, escribió extensamente sobre la belleza de Dios. Él creía que cuando los cristianos somos salvos, Dios nos abre los ojos para ver su belleza de una manera que antes no podíamos ver, y hace que nuestros corazones «tengan un gusto único de la belleza y la dulzura de la excelencia suprema de la naturaleza divina». King se basa en esta afirmación y sugiere que reflejar la belleza de Dios en el mundo es una parte esencial de lo que significa para los cristianos imitar a Jesús y seguir su ejemplo. Cuando consideramos todo esto a la vez, la belleza de Dios puede definirse como la relación única entre sus atributos por medio de la cual realiza su obra en el mundo y revela su gloria. Pero, ¿por qué importa que nuestras creencias y las acciones que inspiran reflejen la belleza de Dios?

Hermosa creencia en la práctica

Al medir nuestras creencias y convicciones según el estándar de la belleza de Dios, podemos asegurarnos de que nuestras acciones reflejen el verdadero carácter de Dios en lugar de un solo aspecto de él. Mientras que los cristianos cantando «¡Quédense a los niños, deporten a los racistas!» pueden querer comunicar el dolor y la ira de Dios por la separación de las familias inmigrantes, no están reflejando el amor de Dios por todas las personas. Incluso si tienen éxito en arrojar luz sobre los horrores de arrebatar a los niños inmigrantes de sus padres, lo están haciendo de una manera que ciega al mundo a los atributos de gracia, misericordia y compasión de Dios.

En contraste, los miembros de la iglesia que están sirviendo a los jóvenes inmigrantes por medio de asistencia legal, son capaces de reflejar la simetría y la perfección del carácter de Dios, ya que demuestran el amor de Dios por los inmigrantes, a la vez que encarnan el respeto a las leyes gubernamentales. A medida que hacen su objetivo vivir sus convicciones sobre la inmigración bajo el brillo de la belleza de Cristo, el Espíritu Santo les faculta para expresar su amor desde el lugar de tensión que existe entre la santidad perdurable de Dios y su gracia infinita.

Es importante aclarar que la deficiencia de la protesta sobre inmigración antes descrita no es que sea impersonal, mientras que el segundo ejemplo es individualizado y particular. Hay muchas cosas hermosas que son impersonales. La naturaleza no puede hablarnos de manera audible e individual, sin embargo, la reconocemos como una declaración de la gloria de Dios y un reflejo de su belleza.

La diferencia entre nuestros dos ejemplos tampoco es el pragmatismo. Aunque el segundo ejemplo puede parecer probable que logre más bien que el primero, tratar de reflejar la belleza de Dios a medida que reflejamos nuestras creencias no se trata principalmente de utilidad. Cada uno de nosotros es creado a la imagen gloriosa y hermosa de Dios, por lo que, por supuesto, las personas se sentirán atraídas por aquellos que reflejan la belleza de su Creador en el mundo, pero no debemos perseguir creencias hermosas solo porque son pragmáticas. Lo que hace que las creencias hermosas sean tan valiosas es el hecho de que reflejan el carácter perfecto de Dios en contraste con todo lo que no es hermoso, independientemente de si siempre son eficaces para atraer a otros a seguirlo. Buscar manifestar la belleza de Dios en nuestras convicciones demuestra fidelidad, aún cueando no siempre sea tan fructífero como quisiéramos.

Jesús como nuestro ejemplo

En Jesús, nos encontramos con un modelo perfecto para vivir nuestras convicciones desde dentro del resplandor de la belleza de Dios. Justo después de su entrada triunfal en Jerusalén, Jesús predice de nuevo a sus discípulos su muerte inminente. Explica que un grano de trigo tiene que ser enterrado en el suelo y morir para que pueda reproducirse. Entonces ofrece una súplica espontánea y urgente: «¡Padre, glorifica tu nombre!» (Juan 12:28). El pastor y autor Eugene Peterson, en una evaluación de la oración de Jesús, reconoce que las «raíces de la gloria están en la muerte y el entierro».

Si queremos que nuestras creencias muestren la belleza de Dios y le traigan gloria, la muerte es necesaria. Tenemos que morir a nuestras nociones y suposiciones preconcebidas sobre cómo debemos vivir nuestras convicciones en el mundo. Tenemos que morir a nuestro temor al juicio de otros cristianos por ser «demasiado blandos». Tenemos que morir a nuestra deseo de tener la razón y mostrar cómo todos los demás están equivocados. Tenemos que morir a nuestro deseo de ser reconocidos por lo que creemos (ya sea que queramos ser reconocidos como separados del mundo y «radicales», o bien ser reconocidos como que encajamos con las normas morales modernas). Para que nuestras convicciones revelen la incomparable belleza y gloria de Dios, debemos seguir el ejemplo de Jesús, que en su vida y muerte modeló perfectamente la «hermosa creencia».

Mes tras mes, los voluntarios de la iglesia local en nuestro ejemplo ofrecen fielmente su tiempo para acompañar a jóvenes inmigrantes indocumentados a través del laberinto del complicado papeleo necesario para obtener permisos legales de trabajo y licencias de conducir para que puedan perseguir su «sueño americano». En otra ciudad estadounidense mediana, un pastor local siente la convicción en su corazón de que necesita enseñar a su congregación lo que la Biblia dice acerca de los inmigrantes y discipularlos para amarlos bien. Cuando el gobernador de su estado anuncia que se niegan a reasentar a los refugiados sirios en su estado, decenas de congregantes de la iglesia asisten a una protesta con pancartas con versículos bíblicos acerca de amar y recibir a los inmigrantes. Los miembros de la congregación también llaman a la oficina del gobernador para explicar por qué creen que su fe los obliga a acoger al extraño, y su pastor se une a un grupo de otros líderes religiosos para reunirse con el gobernador en persona. En lugar de caer en la tentación de deshumanizar a aquellos que se oponen a acoger a los refugiados, desarrollan prácticas de protesta y promoción que reflejan la belleza de Dios.

Los cristianos de ambas comunidades se unen a Dios en su dolor por la marginación de los inmigrantes en su país, y por la existencia de leyes y políticas injustas que atienden al miedo en lugar de alentar la fe. Los cristianos de ambas ciudades se regocijan cuando su activismo y servicio pueden ayudar a los inmigrantes vulnerables a encontrar pertenencia y seguridad en sus comunidades. Sus acciones a veces no logran el efecto por el que esperan y oran, pero debido a que se han comprometido a reflejar fielmente la belleza de Dios a medida que viven sus convicciones, saben que, independientemente de los resultados individuales, sus acciones seguirán viviendo como adoración.

A Dios le importa tanto lo que creemos como cómo vivimos nuestras creencias en el mundo. Creo que Él quiere que nuestras convicciones sean moldeadas por creatividad y que nuestras creencias más profundas sean asombrosamente bellas. Una buena manera de comenzar a pensar en cómo reflejar la belleza de Dios en nuestras creencias es examinar nuestras convicciones, especialmente aquéllas sobre temas controvertidos, y preguntarnos si la forma en que hablamos de ellas y actuamos sobre ellas enfatiza principalmente solo un aspecto del carácter de Dios. ¿Nuestra pasión por la verdad de Dios nos ha cegado a su bondad? ¿Nuestro celo por la justicia de Dios nos ha hecho perder de vista su gracia y misericordia? ¿Nuestro enfoque en la compasión de Dios nos ha llevado a restar importancia a su santidad? Una vez que hemos identificado alguna deficiencia, podemos trabajar para reintroducir esas características faltantes del carácter de Dios en nuestro discurso y en nuestras acciones a medida que cultivamos la hermosa creencia.

Todos tenemos convicciones diferentes, así que mi objetivo no es decirte qué creer. Mi oración es simplemente que sin importar cuáles sean nuestros puntos de vista morales, políticos o teológicos, nos esforcemos con todo nuestro corazón y con la ayuda de Cristo en reflejar la belleza de Dios en la forma en la que vivimos. ¿Tienes alguna convicción que necesite ser arrojada en el fuego del hermoso carácter de Dios? No puedo prometerte que será indoloro, pero puedo asegurarte que valdrá la pena. Llegar a ser más como Jesús siempre vale la pena.

Tabitha McDuffee es una escritora y estudiante que vive en el sur de California. Ella escribe en TabithaMcDuffee.com y está completando su Maestría en Estudios de Migración Forzada y Protección de Refugiados en la Universidad de Londres.

Traducido por Livia Giselle Seidel.

Síguenos en español: WhatsApp | Telegram

What do you think of this translation? Want to see CT do more? Interested in helping us improve the quality and quantity? Share your feedback here.

Cuando las personas que pastoreas te hieren

El pastor y autor Jared C. Wilson comparte lo que el primer afroamericano ordenado en Estados Unidos le enseñó acerca de enfrentar dificultades en el ministerio.

Christianity Today June 22, 2020

Cuando los amigos profesos de Dios abandonan a los ministros de Cristo, a menudo la situación es acompañada por circunstancias particularmente gravosas. El dulce consejo y la comunión que han tomado juntos se interrumpen, la confianza mutua se destruye, las partes se ven expuestas a tentaciones peculiares, y se vuelve difícil retener ese espíritu de perdón manifestado por el santo apóstol cuando todos los hombres lo abandonaron: “Ruego a Dios que no les sea tomado en cuenta.” — Lemuel Haynes, “El sufrimiento, apoyo y recompensa de los ministros fieles”

Lemuel Haynes es una figura histórica de la que quizás no hayas escuchado hablar, pero de quien desearías haber escuchado antes. Desde cualquier punto de vista, su vida fue notable. Haynes nació en 1753 y fue un trabajador no abonado de niño, un veterano de la Revolución Estadounidense y el primer hombre negro en los Estados Unidos en ser ordenado en el ministerio. Conocido por su mente aguda e ingenio rápido, Haynes era un poderoso predicador y abolicionista, tomando de su teología calvinista para argumentar que Dios tenía un plan soberano para poner fin a la esclavitud e integrar a las razas. La vida de Haynes fue todo menos fácil, y su ministerio en una iglesia a la que había dirigido durante 30 años terminó con su salida forzada. Entrevistamos al predicador y autor Jared C. Wilson acerca de cómo el legado de Haynes lo ha inspirado, y le ha enseñado a ver las dificultades del ministerio a la luz de la eternidad.

Debo admitir que no sabía quién era Haynes hasta que recientemente leí un artículo sobre él. ¿Tú cómo lo encontraste?

Cuando era pastor en Vermont, investiqué la historia de la zona y me topé con él. Haynes no era de Vermont, pero pasó 30 años pastoreando una iglesia en West Rutland. Yo estaba a unas cinco millas de donde él predicaba. Me di a la tarea de investigar la historia de la iglesia de Vermont, y él es una figura imponente en ese estado. Pero cuando empecé a leer sobre él, me di cuenta de que debería ser más conocido en la historia de la iglesia estadounidense. Él fue el primer afroamericano ordenado por un cuerpo religioso en los Estados Unidos y el primer pastor negro de una congregación mayoritariamente blanca. Eso sería raro hoy. Era inaudito entonces.

Tú escribiste: “Tuve un amigo que una vez dijo ‘enamórate de un tipo muerto’. Bueno, Haynes es mi hombre.” ¿Por qué sientes esta especial afinidad por Haynes?

Una razón es su fiel pastoreo. Era un devoto de la teología de Jonathan Edwards, así que estaba en esa tradición puritana estadounidense. Fue fuertemente influenciado por los avivamientos; incluso cita a Edwards y a George Whitefield en su sermón final a la congregación en West Rutland. Así que tenía toda esta teología, y también era simplemente un pastor fiel. La primera biografía sustantiva de él, escrita por Timothy Mather Cooley, está llena de maravillosas anécdotas, viñetas de cosas que Haynes hizo y dijo. ¡Era tan divertido! Tenía el ingenio de un Spurgeon. Me encantó que fuera un tipo de mentalidad política, pero siempre lo mantuvo fuera de su predicación en el púlpito. Su teología era muy rica. Predicaba como Edwards, con puntos dentro de los incisos. Y a diferencia de Edwards, que tiene el fantasma de la esclavitud sobre él, no hay asterisco después del nombre de Haynes. La gente pensaba bien de él. Su familia lo amaba. No se necesita hacer ningún filtro sobre su carácter.

Sin embargo, su vida no estuvo desprovista de controversia. Tuvo conflictos en la Iglesia West Parish Church en Rutland, Vermont. ¿Puedes explicarnos el contexto del último sermón de Haynes a esa congregación?

No sabemos exactamente qué fue lo que llevó a su renuncia/despido. Las razones por las que fue forzado a salir no están del todo claras. Públicamente lo atribuyó a algo así como que su tiempo de utilidad ya había pasado. Había algunos problemas de disciplina con los miembros de su congregación, y hubo un conflicto que tuvo con un diácono que duró por mucho tiempo. Un historiador menciona también que los gustos políticos estaban cambiando, de tal forma que había una sensación de que su estilo de ministerio y su política ya no estaban de moda. También es probable que el racismo haya jugado un papel importante. En privado, él comentó con algunos amigos que el racismo jugó un papel en su salida. Pero no mencionó eso en su sermón.

¿Cuáles son algunas de las cosas más conmovedoras que Haynes dijo en el sermón?

Lo predicó en mayo de 1818, pero no fue publicado sino hasta años después, por lo que probablemente se modificó ligeramente. La mitad es una exposición directa de Hechos 20:24, donde Pablo habla de terminar su carrera. Utilizó ese versículo para describir cómo debe ser un ministro fiel. El título del sermón era “El sufrimiento, apoyo y recompensa de los ministros fieles”. Dijo que ser pastor es involucrarse en el sufrimiento y el conflicto. Aproximadamente la mitad del sermón es una aplicación a su propio ministerio y una exhortación de despedida. Es lo más cercano que he visto a un sermón magistral.

He leído el último sermón de Edwards en Northampton, y si estaba herido —y tenía que haberlo estado—, no lo demostró. Pero Haynes es diferente. Menciona que su despido no fue por que haya sido infiel a su ministerio, sino por otros que le hicieron daño. Es un excelente modelo de un pastor que aborda las heridas y los conflictos públicamente, pero sin ser vengativo. Se preocupa por sus almas; por ejemplo, dice: “Ese hombre que no aprecia el valor de las almas, y no se ve profundamente afectado por su peligrosa situación, no está calificado para el oficio sagrado” y los guía hacia la gracia y la promesa del cielo.

Básicamente dice que todo esto se arreglará el último día. Y dice cosas como: “Aquellos de ustedes que estaban somnolientos en mis predicaciones, allá estarán completamente despiertos”. Es realmente genial. Pero no suena como un hombre amargado. Se lee como alguien que estaba dispuesto a abordar con confianza las circunstancias sin temor, y redirigirlas a la visión de la eternidad.

Hablemos de cómo su ejemplo te ha ayudado. ¿Cómo has manejado situaciones en las que has tenido que pastorear gente que te ha herido?

A menudo la gente te maltrata o te causa conflicto, pero no vienen directamente a ti. Escuchas que están diciendo cosas. El impulso pastoral es pasar por debajo de todo eso. A menudo se trata de situaciones que no tienen nada que ver contigo. Se trata de otra cosa. Así que yo intentaría llegar por debajo de la superficie para ver si es posible abordar el verdadero problema. Pero hay momentos en que es más difícil porque alguien ha pecado contra ti, y ni siquiera se arrepenten de ello. En un lugar que pastoreé, la situación se hizo aún más difícil porque aún no habíamos elaborado un código de disciplina para la iglesia. Yo había heredado un viejo conjunto de estatutos. Así que había personas con las que teníamos problemas, y yo no tenía forma de llamarlos a cuentas. Había personas a las que simplemente tenía que tolerar y orar para que sus corazones se volvieran. Fue muy difícil. Sentía que había hecho todo lo que podía hacer. Tuve que encontrar la forma de no permitir que su comportamiento afectara lo que pensaba de toda la iglesia.

Tengo que recordarme a mí mismo que llevar a cabo el servicio del ministerio con fidelidad a menudo despertará conflictos. Pero tengo que recordar que no estoy ahí para hacer relaciones públicas. No estoy tratando de complacer a un grupo de electores. Mi audiencia principal es el Señor. Hacia el final de su último sermón a la congregación de West Rutland, Haynes dijo: “La causa en la que los ministros de Cristo están involucrados bien debería motivarlos a perseverar en la fidelidad de su trabajo. Es ese querido interés por el cual todas las cosas fueron creadas, y la causa del Dios siempre bendecido en tres personas, por el cual el glorioso Redentor derramó su preciosa sangre, y ahora está suplicando." Si voy a ser fiel a las Escrituras y sus implicaciones para nuestras vidas, eso siempre va a generar polaridades. No puedo dejar que mis emociones sean gobernadas por otros.

Lo más hiriente para mí no era la gente a la que yo no le caía bien; sino la gente que no me apoyó. Aquellos que fueron pasivos. Estoy tratando de pensar en ellos con caridad. Pero eso es lo más difícil: la mayoría pasiva, incluidos otros líderes que solo se protegían a sí mismos. En privado eran muy comprensivos, pero luego, cuando estaban conmigo en una reunión en la que yo estaba siendo atacado, sólo se sentaban en sus manos. Eso me causó más dolor que ninguna otra cosa.

¿Hay algún momento en el que un pastor tiene que decir: “Ya basta”?

Sí. Tratar de trazar una línea dura es probablemente una cuestión de descontento e intuición pastoral. Tienes que considerar el impacto en tu familia. También tienes que recordar que cuidar de las personas que te lastiman implica corrección. No está bien adoptar un complejo de mártir y decir: “Todo está bien”, porque en cierto sentido, les estás permitiendo pecar.

Casi todas las cosas de las cuales me arrepiento de mi último servicio como pastor implicaron esperar demasiado tiempo y no ser lo suficientemente decisivo en los confrontamientos. En una reunión anual, la gente estaba arremetiendo e inventando cosas. Trataban de ver con qué podían hacerme perder el control. Normalmente trato de responder preguntas con tranquilidad y gentileza. O simplemente permanezco en silencio. Pero finalmente alguien dijo algo como “La gente está herida y nadie los está escuchando”.

Mientras estaba allí sentado, pensé en los chismes y las críticas anónimas que había estado soportando durante meses. Pensé en la forma en que ciertas mujeres que habían sido amigas de mi esposa habían dejado de hablar con ella sin dar explicación alguna, incluso cuando se les preguntó. Pensé en la mujer que había estado manipulando a la gente contra mi esposa. Ya había tenido suficiente. Pedí el micrófono y dije: “Todos aquí han sido escuchados menos yo”.

Dije: “Mi familia ha sido muy herida por la gente de esta iglesia. Si quieres hablar de personas heridas y no escuchadas, por favor inclúyeme entre ellos”. Mirando hacia atrás años después, me pregunto si debería haberlo dicho antes. Creo que eso podría atajado algunas cosas. Realmente no hizo una diferencia entre los que se habían vuelto en mi contra; por el contrario, probablemente los envalentonó. Y me llevó varios años decidir si había hecho lo correcto, pero he decidido que sí. Hay un momento en el que dejar que la gente te atropelle no es señal de nobleza, sino que le da a la gente libertad para pecar.

En mi último domingo en esta iglesia en particular, me encontré con alguien que nos había causado mucho dolor, tanto a mí como a mi esposa. Había hecho todo lo que pude para apelar a ellos. Me reuní con ellos con otro anciano de la iglesia, pero continuaron su campaña contra mí. Nunca fui lo suficientemente firme con ellos. Les permití tratarme como basura. En mi último domingo ahí tuvimos una especie de despedida. Se acercaron y dijeron: “Te deseamos lo mejor”. Yo les respondí: “No les creo”. Necesitaban escuchar que me habían causado un gran dolor. Siento que querían lavarse las manos y fingir que no me habían tratado mal, y yo no quise jugar ese juego. Llega un momento en que tienes que decir: "Ya basta". No de una manera vengativa, pero si te importan las almas de la gente, incluso de los que te están lastimando, tienes que decirles que dejen de pecar.

Siempre es difícil saber cuándo hacer eso. Tienes que hacer la pregunta de diagnóstico: ¿Estoy sirviendo principalmente al Señor o a la gente? A menudo ambos coinciden, y eso es genial. Pero a veces si predicas o lideras de cierta manera, eso causará problemas. Y no me refiero a ser un bully, o ser dominante, o aprovecharse de la gente. Obviamente eso está mal, ¡y la gente debe objetar a ese tipo de actitudes! Pero hay una cosa extraña que sucede en las iglesias donde la gente espiritualiza sus desacuerdos y decepciones. Los pastores tienen que decidir en algún momento si van a hacer lo correcto o lo popular, lo que los protege a ellos mismos. Ahí es cuando te das cuenta si en verdad eres un pastor o sólo un empleado. Si temes a Dios, no estarás tan preocupado por cuál será el resultado si priorizas a tu familia, o si tomas tus días de vacaciones, o si pones tus límites saludables. Pero esas cosas te pondrán a prueba.

¿De qué manera las acciones y palabras de Haynes han impactado tu comprensión del ministerio?

Ciertamente han reforzado mi visión de la escala de la eternidad. Me han recordado la sobrenaturalidad de la fe cristiana y, por extensión, del ministerio cristiano. Todo lo que Haynes predicó llevaba este gran sentido de la gloria de Dios y la gravedad de la eternidad. Cada momento que vivimos se compara o se contrasta con el Día Final. También me recuerda que debo vivir y ministrar de tal forma que, cuando tenga que rendir cuentas de mi vida, no tenga nada de qué avergonzarme. Al final, después de todo el daño o la injusticia, el Señor lo separará todo. Me recuerda acerca de la fidelidad a través de todos los altibajos. Pero creo que el mayor impacto es el recordatorio de cómo el ministerio se relaciona con la economía de la eternidad, la cual tenemos que mantener a la vista, incluso con las preocupaciones de nuestro contexto inmediato.

Drew Dyck es un editor colaborador de CT Pastors y autor de Your Future Self Will Thank You: Secrets to Self-Control from the Bible and Brain Science (Moody, 2019).

Traducido por Livia Giselle Seidel

What do you think of this translation? Want to see CT do more? Interested in helping us improve the quality and quantity? Share your feedback here.

You can now follow our best articles on our new Telegram channel. Come join us!

Ideas

Justicia tardía. Demasiado tardía.

President & CEO

Es hora de que la iglesia haga restitución por el pecado racial.

Christianity Today June 17, 2020

“La voz de la sangre de tu hermano clama a mí desde la tierra.” -Génesis 4:10 (LBLA)

Nosotros en Christianity Today amamos profundamente a la iglesia. Servir a la novia de Cristo, hacer crecer su amor por Dios y contar la historia de su obra redentora y transformadora en el mundo es el corazón mismo de lo que hacemos. No nos deleitamos en la historia de su pecado, pero no podemos amar bien a nuestros hermanos y hermanas si no podemos contar la verdad de su historia. Y no podemos contar la verdad de su historia si no podemos confesar nuestra participación en ella. La Biblia es honesta acerca de los defectos y errores incluso de las personas más notables y, por lo tanto, debemos seguir su ejemplo.

Dos pecados originales han plagado a esta nación desde su formación: la destrucción de sus habitantes nativos y la institución de la esclavitud. Ambos surgieron de la incapacidad de ver a personas de otras razas como iguales. Como bien lo dijo el obispo Claude Alexander, el racismo estaba en el líquido amniótico del que nació nuestra nación. Había un virus presente en el medio ambiente que nutrió el desarrollo de nuestro país, nuestra cultura y nuestra gente. El virus del racismo infectó nuestra iglesia; nuestra Constitución y nuestras leyes; y nuestras actitudes e ideologías. Y nunca lo hemos derrotado por completo.

Los primeros esclavos llegaron a estas costas antes que los peregrinos, antes de que hubiera un Massachusetts o un Connecticut. La esclavitud se había desarrollado durante 113 años para el año en que George Washington nació, y durante 157 años para cuando se escribió la Declaración de Independencia. Nueve de nuestros primeros presidentes eran dueños de esclavos. La esclavitud significó que esposos y esposas, padres e hijos, fueran separados violentamente y nunca se volvieran a ver. Hombres blancos violaban repetidamente a cientos de miles de niñas y mujeres negras. En el libro American Slavery As It Is, publicado en 1839 por Theodore Weld y Angelina Grimké con un registro exhaustivo de fuentes documentales, se describe que los esclavos:

Son con frecuencia azotados con gran severidad, frotados con pimienta roja en su carne lacerada, o bien con salmuera caliente, trementina o aguarrás, vertidos sobre las heridas para aumentar la tortura; que a menudo son desnudados, con la espalda y las extremidades cortadas con cuchillos, magulladas y destrozadas por cientos de golpes con palos… que a menudo son cazados por sabuesos y derribados como bestias, a veces siendo desgarrados en pedazos por los perros; que a menudo son suspendidos por los brazos y azotados y golpeados hasta que se desmayan, y a veces cuando despiertan son golpeados de nuevo hasta que se vuelven a desmayar o a veces hasta que mueren; que sus orejas a menudo son cortadas, sus ojos noqueados, sus huesos rotos, su carne marcada con hierros calientes; que son mutilados o quemados hasta la muerte a fuego lento.

Esta es la institución que perduró sobre el suelo estadounidense durante casi 250 años. Nos estremecemos cuando pensamos no sólo en el tormento físico, sino en el sufrimiento social, en la sensación de humillación y abandono, y en el hecho de que la sociedad blanca alrededor de los esclavos era a menudo sorda a sus gritos y no los veía como humanos y dignos de amor. Y aún nos sorprendemos por la profunda herida que esto dejaría en la conciencia colectiva de una nación. En el periodo histórico conocido como Antebellum, la esclavitud fue uno de los motores más poderosos de la creación de riqueza en la historia de nuestro pueblo. Generó un gran capital económico y cultural, lo que significó comunidades prósperas, nuevas oportunidades para el empleo y la inversión, y la creación de instituciones educativas que apoyaron la investigación y la innovación, y que crearon nuevos niveles de calidad de vida. Sin embargo, dejó a los afroamericanos completamente desolados.

Sólo alrededor del 42 por ciento de los cristianos de raza blanca creen que la historia de la esclavitud sigue afectando a los afroamericanos en la actualidad; sin embargo, la esclavitud era un síntoma del virus, no el virus en sí. Incluso después de la abolición de la esclavitud, la ideología que se había formado alrededor de la misma y que la sustentó por tanto tiempo, perduró. El síntoma pasó. El virus persistió por mutación.

El colapso de la Reconstrucción y el ascenso de la política de segregación racial conocida como Jim Crow impusieron una nueva etapa de opresión en el Sur hasta 1965. Dado que los propietarios de las plantaciones todavía necesitaban mano de obra barata después de la Guerra Civil, estos explotaban a sus aparceros y agricultores inquilinos, y a menudo los trataban tan brutalmente como antes. Los linchamientos aterrorizaban a las familias de raza negra y aplicaron un régimen de dominación y control, mientras que los legisladores sureños encontraban formas cada vez más creativas para evitar que los negros votaran, o se defendieran a sí mismos y a sus propiedades. En el norte también, especialmente cuando un gran número de negros huyeron de la opresión del sur buscando trabajo en fábricas de las ciudades del norte, la discriminación sistemática en los mercados de la vivienda y del trabajo, hizo prácticamente imposible que los afroamericanos obtuvieran financiamiento para lograr la propiedad de una vivienda, o que acumularan alguna clase de riqueza generacional.

Muchas políticas progresistas sólo profundizaron la brecha social y económica entre negros y blancos. Las leyes de seguridad social en la era del New Deal excluyeron efectivamente a la gran mayoría de los negros de la asistencia federal para la jubilación, y el proyecto de ley GI fue completamente ineficaz para lograr que pudieran obtener propiedades, y sólo escasamente eficaz en financiar la educación universitaria para los veteranos de raza negra que regresaban de la guerra. Las políticas establecidas y los prejuicios sociales orillaron a los negros a vivir en barrios de pobreza cada vez más profunda y de la cual muy pocos podían salir. Los jóvenes crecían en ambientes llenos de violencia y delincuencia, desempleo, descomposición familiar, adicción y desesperanza, y no podían asegurar una educación de calidad, un hogar u oportunidades justas en el mercado laboral. Todo esto por no mencionar el colapso del sistema de justicia penal estadounidense en la segunda mitad del siglo XX, que llevó al comienzo de una etapa de encarcelamiento excesivo, y a enfrentamientos cada vez más violentos entre los departamentos encargados de hacer cumplir la ley y las comunidades a las que sirven.

Otros han contado esta historia con mayor detalle. Nosotros creemos que es importante seguir contándola en las páginas de Christianity Today. El resultado de la historia es una brecha catastrófica en la distribución de las riquezas: La mediana del patrimonio neto de las familias negras en los Estados Unidos hoy en día es una décima parte del patrimonio neto medio de las familias blancas. El 62% de los niños negros nacidos entre 1955 y 1970 fueron criados en barrios pobres, en comparación con el 4% de los niños blancos durante el mismo periodo. Los resultados para la generación nacida entre 1985 y 2000 fueron aún peores, con un 66% de los niños negros criados en barrios pobres, en comparación con el 6% de los niños blancos.

La única manera de explicar la historia anterior es la persistencia de los prejuicios raciales y su consagración dentro del aparato de gobierno. Permítame tomar prestada una metáfora de la académica Wendy Doniger y aplicarla de forma distinta. Dos exploradores entran en una cueva repleta de las telarañas más elaboradas. Uno de ellos no puede localizar una araña, y por lo tanto se niega a creer que existe. Ves las telarañas, responde el otro: La araña está implícita. El prejuicio racial es la araña implícita que ha tejido la red de políticas, prácticas, desigualdades y abusos que han limitado a los estadounidenses negros durante cuatrocientos años.

***

¿Qué papel desempeñó la iglesia?

Por supuesto, algunos cristianos de raza blanca se esforzaron considerablemente y se arriesgaron mucho para abolir la esclavitud, y muchos derramaron su sangre en la guerra que emancipó a los esclavos en los estados del sur. Cuando es correctamente interpretada, la Biblia como centro de la iglesia ha sido una fuerza enorme, no sólo para la redención de los pecadores, sino también para el avance de la justicia y la caridad. Pero las excepciones fueron muy pocas. Una multitud de comunidades cristianas, incluidas comunidades evangélicas, guardaron silencio frente a la esclavitud o incluso fueron cómplices de ella.

De hecho, el término "complicidad" no es lo suficientemente fuerte. Aunque lo lamentamos muy profundamente como personas que amamos la iglesia, puede ser que el pecado más monstruoso de la iglesia blanca en Estados Unidos fue dar forma a una teología de superioridad racial con el objetivo de legitimar e incluso alentar la institución de la esclavitud. Muchos cristianos blancos argumentaron que la esclavitud no sólo era permisible, sino beneficiosa, en la medida en que llevaba el Evangelio y la cultura a un pueblo ignorante. Incluso en vísperas de la Guerra Civil, algunos predicadores espolearon la causa secesionista argumentando que era parte de la “confianza providencial” de Dios en los estados del sur “conservar y perpetuar la institución de la esclavitud doméstica tal como existe ahora”. Como Dios había ordenado la jerarquía racial, ¿quiénes eramos nosotros para revocarla?

Muchos de los mismos ministros que defendieron la esclavitud en el sur en la época del Antebellum también defendieron los sistemas racistas que siguieron después de la Guerra Civil. Muchas denominaciones protestantes se dividieron a medida que sus ramas sureñas defendían la esclavitud y la supremacía blanca antes y después de la guerra. Hubo ministros cristianos y líderes laicos que participaron en linchamientos, en el Ku Klux Klan y en la defensa de la segregación. Aunque un número cada vez mayor de evangélicos apoyó el movimiento por los derechos civiles, muchos evangélicos, con sólidas creencias en el individualismo, estaban mal equipados para reconocer y desmantelar las formas en que las desigualdades raciales se habían sistematizado en el gobierno y el mercado.

Incluso después de que la institución de la esclavitud flaqueó, la teología perduró. Pronunció la aprobación divina sobre el sesgo racial y racionalizó innumerables medios para hacer cumplir los prejuicios contra los afroamericanos. Bryan Stevenson lo argumenta bien:“El gran mal de la esclavitud estadounidense no era la servidumbre involuntaria; era la ficción de que los negros no eran tan buenos como los blancos y no eran iguales a los blancos; que eran menos evolucionados, menos humanos, menos capaces, menos dignos, y merecían menos que los blancos”. Las iglesias blancas no sólo eran cómplices de escribir esta ficción: le dieron la firma de Dios.

El nombre de Phalaris no es muy recordado en el siglo XXI, pero en la antiguedad clásica era infame. Phalaris, el tirano de Agrigentum en la isla de Sicilia, es conocido por un espantoso instrumento de tortura: un toro de bronce, ahuecado en el interior y colocado sobre fuego. Mientras las víctimas eran forzadas a entrar en el toro y asadas vivas, las fosas nasales del toro convertían los gritos de los moribundos en gemidos sonoros que llenaban el palacio de música. Podías haber sido convidado a una fiesta sin saber que tu entretenimiento venía de la agonía de otros.

Las generaciones de hoy pueden decir que nosotros no inventamos el toro de la injusticia racial. Pero nos hemos beneficiado de ella. La resiliencia, la creatividad, la industria y la fe indomable de los afroamericanos a pesar de todo lo que han sufrido no es nada menos que milagrosa. Todos nos hemos beneficiado, no sólo de su trabajo, sino también de sus innovaciones y emprendimiento, su arte y música, sus películas, poesía y libros, sus himnos y su predicación. La transformación del sufrimiento negro en abundancia económica para Estados Unidos, así como su arte, pasión y genialidad, ha enriquecido nuestra fiesta en el palacio. Tal vez podamos decir con toda honestidad que nosotros no sabíamos lo que nuestros hermanos y hermanas estaban sufriendo. Ahora sí sabemos. Así que ahora sólo queda una cosa por hacer: bajar los trinches y sacar a nuestros hermanos y hermanas del vientre del toro.

***

Estas son realidades dolorosas en un mundo complejo. Estados Unidos ha sido una fuerza extraordinaria para el bien, un poderoso defensor de la democracia, los derechos humanos y las oportunidades económicas. Los ideales que defiende han sacado a cientos de millones de personas de la pobreza y la opresión, y sus tecnologías, innovaciones y arte han cambiado la vida de prácticamente todas las personas del planeta. Del mismo modo, la iglesia estadounidense ha avanzado la causa del evangelio de Jesucristo de innumerables maneras, ya sea enviando misioneros, traduciendo la Biblia o apoyando y albergando ministerios que llevan luz y vida a todos los rincones del mundo; sin embargo, históricamente y con demasiada frecuencia, el evangelismo estadounidense ha guardado silencio, ha sido cómplice e incluso ha sido un defensor de la desigualdad racial. Como escribió Alexander Solzhenitsyn, “La línea que separa el bien y el mal no pasa a través de los estados, ni entre las clases, ni entre los partidos políticos, sino justo por en medio de todo corazón humano, y a través de todos los corazones humanos.”

Entonces, ¿cómo debemos responder?

Dos narrativas bíblicas han estado en nuestras mentes. El primero (de Hechos 10) se refiere al apóstol Pedro, que creía que como judío no debía asociarse con personas de otras naciones. Judío y gentil, él pensaba, deben permanecer divididos. Sin embargo, Dios le muestra en una visión que no debe llamar inmundo lo que Dios ha purificado. Entra en la casa de un gentil llamado Cornelio, predica el Evangelio y Dios libera su Espíritu Santo. Este es un momento decisivo en la difusión del Evangelio a los no judíos, cuando Pedro reconoció que lo que él pensaba que era justo era realmente injusto.

Del mismo modo, es hora de que los evangélicos blancos confesemos que no hemos tomado el pecado del racismo con la gravedad y seriedad que merece. El profundo dolor y la ira por la muerte de George Floyd es acerca de mucho más que la brutalidad policial. Se trata de una sociedad y una cultura que permitieron el abuso y la opresión de los afroamericanos una y otra vez. Hemos sido parte de esa sociedad y cultura, y a veces hemos sido los últimos en unirnos a la lucha por la justicia racial. El propio registro de Christianity Today en este sentido es mixto. En general, los neo evangélicos creían que era suficiente predicar el mensaje de salvación y confiar en que la justicia seguiría por inercia. Pero no lo ha hecho. Lo que pensábamos que era justo, era injusto en realidad. Nos arrepentimos de nuestro pecado.

Pero el arrepentimiento no es suficiente. La otra narrativa bíblica que viene a la mente es la historia de un recaudador de impuestos en Jericó. Zaqueo era un colaborador de la autoridad romana, y al añadir sus propias tarifas de extorsión, saqueó la riqueza de sus vecinos y se enriqueció. Jesús lo encontró y conmocionó a la multitud al ir a su casa. La salvación llegó a la casa de Zaqueo ese día. Proclamó: "Mira, Señor: Ahora mismo voy a dar a los pobres la mitad de mis bienes y, si en algo he defraudado a alguien, le devolveré cuatro veces la cantidad que sea" (Lucas 19:8).

Zaqueo no había diseñado personalmente el injusto sistema fiscal romano. Pero tampoco lo había denunciado; él había participado en él y se había beneficiado del mismo. Así que Zaqueo no solo se arrepintió de sus acciones: hizo restitución. Estableció lo que podríamos llamar un “fondo de Zaqueo” para restaurar lo que pertenecía a sus vecinos. ¿Estamos dispuestos a hacer lo mismo? Las vidas de los negros importan. Importan tanto que Jesús sacrificó todo por ellos. ¿Estamos dispuestos a sacrificarnos también?

Tal vez el país no está listo para hacer reparaciones. Pero la historia de la injusticia racial exige una respuesta personal y corporativa. Quizá la iglesia pueda liderar el camino en la restitución bíblica. Sé que existe un “fondo de Zaqueo” en Atlanta, donde los cristianos que creen que los afroamericanos han sido sometidos a cuatro siglos de injusticia y saqueo, están empezando a hacer su humilde parte para hacer restitución. Un comité mayoritariamente negro asigna los fondos para apoyar a líderes negros en ascenso, ya sea dentro de la iglesia como en el mercado. No será suficiente, pero será algo. ¿Y si hubiera fondos de Zaqueo en cada ciudad y los creyentes dieran sacrificialmente, para que nuestros hermanos y hermanas pudieran ser restaurados y para que nuestros vecinos pudieran ver una vez más el amor de Cristo que venció al mundo?

Tenemos esperanza. Creemos en el Dios que trae restauración donde hay quebranto y vida donde hay muerte. Creemos que el amor es más fuerte que la muerte. Hemos servido en iglesias de todos los colores, y hemos visto al Espíritu de Jesús obrando.

La novia de Cristo es hermosa, y puede superar esta plaga. Hagamos nuestra parte.

Timothy Dalrymple es el presidente y CEO de Christianity Today.

Traducido por Livia Giselle Seidel

What do you think of this translation? Want to see CT do more? Interested in helping us improve the quality and quantity? Share your feedback here.

You can now follow our best articles on our new Telegram channel. Come join us!

Apple PodcastsDown ArrowDown ArrowDown Arrowarrow_left_altLeft ArrowLeft ArrowRight ArrowRight ArrowRight Arrowarrow_up_altUp ArrowUp ArrowAvailable at Amazoncaret-downCloseCloseEmailEmailExpandExpandExternalExternalFacebookfacebook-squareGiftGiftGooglegoogleGoogle KeephamburgerInstagraminstagram-squareLinkLinklinkedin-squareListenListenListenChristianity TodayCT Creative Studio Logologo_orgMegaphoneMenuMenupausePinterestPlayPlayPocketPodcastRSSRSSSaveSaveSaveSearchSearchsearchSpotifyStitcherTelegramTable of ContentsTable of Contentstwitter-squareWhatsAppXYouTubeYouTube