Lea la Palabra de Dios como un poema, no como un manual de instrucciones

Según Matthew Mullins, el método de enseñanza de la Biblia siempre conlleva más que información y guía.

Christianity Today June 30, 2021
Alex Boerner

La Biblia tiene mucho que decir sobre su propio propósito y autoridad. Entre los pasajes más famosos en este sentido se encuentra Segunda de Timoteo 3:16-17, donde Pablo escribe: «Toda la Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para reprender, para corregir y para instruir en la justicia, a fin de que el siervo de Dios esté enteramente capacitado para toda buena obra» (NVI).

Para Matthew Mullins, profesor adjunto de Inglés e Historia de las Ideas en el Southeastern Baptist Theological Seminary, versículos como estos son una guía indispensable sobre la forma en que los creyentes deberían leer la Palabra de Dios. Pero el problema surge, argumenta el autor, de una comprensión demasiado estrecha de palabras como enseñar, reprender, corregir e instruir, lo cual nos puede tentar a tratar la Biblia solamente como un manual de instrucciones acerca de lo que debemos creer y la manera en que debemos comportarnos.

En su libro Enjoying the Bible: Literary Approaches to Loving the Scriptures [Disfrutando la Biblia: Enfoques literarios para amar las Escrituras], Mullins muestra cómo el método de instrucción de la Biblia conmueve tanto la mente como el corazón. En otras palabras, funciona de manera similar a la poesía y otros tipos de literatura, porque instruye nuestras mentes a la vez que sacude nuestras emociones, y ambos efectos están tan íntimamente entrelazados que resulta casi imposible diferenciarlos. Jessica Hooten Wilson, autora e investigadora especializada en Teología y Literatura en la Universidad de Dallas, conversó con Mullins sobre la poesía como un umbral que conduce a un mayor goce de Dios y de su Palabra.

¿A qué público quiere llegar con este libro?

Estoy intentando llegar a todos aquellos que digan: «Quiero abrir este texto antiguo, diverso y grandioso y disfrutar cuando lo lea». Escribo a mis amigos y estudiantes cristianos evangélicos: personas que, al igual que yo, tienden a pensar en el propósito de las Escrituras como uno que prioriza la información y la instrucción por encima del deleite.

Y si soy sincero, también escribo el libro para mí mismo, como alguien que, a nivel visceral, disfruta más saturarse de Netflix que ahondar en la Biblia. Espero con más ansias el último álbum de mi banda favorita, que leer los Evangelios. Sé que no debería ser así, pero así es. Así que escribir este libro también fue un ejercicio espiritual.

En el título del libro usted usa la palabra disfrutar. ¿A qué se refiere con «disfrutar» la Biblia? ¿Puede uno disfrutarla de la misma forma en que disfruta Netflix?

Mi título original para el libro estaba en las líneas de «No puedes entender la Biblia si no amas la poesía». Era un poco más polémico que el título final. Pero básicamente, por «disfrutar» la Biblia quiero decir algo muy similar a experimentar placer en ella. Sin embargo, mi convicción no es que deberíamos disfrutar la Biblia como un fin en sí mismo. Lo ideal sería que, al aprender a disfrutarla, cultivemos un mayor deleite en Dios mismo.

¿Por qué piensa que a muchos creyentes les resulta difícil disfrutar la lectura de la Palabra?

Al igual que yo, la mayoría de mis estudiantes crecieron en iglesias donde la Biblia es altamente apreciada. En parte, esto sucede porque nos gusta creer que puede actuar como un manual de instrucciones y darnos una guía práctica de lo que debemos hacer en la vida: ¿Debo ir a la universidad? ¿Debo ir a esta iglesia, o a esa iglesia? ¿Debo casarme con esta persona, o con esa? Cuando recorremos la Biblia solo buscando respuestas a esos tipos de preguntas, nos privamos del gozo de la lectura. Estaremos constantemente ansiosos sobre si estamos leyéndola de forma correcta.

En mi introducción, hablo de cómo tendemos a pensar de la Biblia como una cosa unificada, cuando de hecho es una colección increíblemente diversa de géneros literarios y formas literarias. Por lo tanto, malinterpretamos la forma en que debemos leerla. Lo que intento hacer en el libro es cambiar nuestra comprensión de lo que la Biblia es, y también cambiar nuestra comprensión de lo que significa entenderla.

Si la Biblia no es un manual de instrucciones, entonces ¿qué tipo de libro es? ¿Y qué clase de enfoque deberíamos aplicar al leerla?

Yo diría que la Biblia no es solo un manual de instrucciones. Es cierto que incluso cuando leemos algunos de los pasajes más poéticos de los Libros de la Sabiduría, podemos obtener de ellos instrucción directa, al menos en ocasiones. Mi punto es que si solo buscamos lecciones prácticas de qué deberíamos hacer con nuestra vida, nos estaremos perdiendo de una dimensión gigantesca de lo que significa dejar que esos pasajes nos instruyan. No buscan solo instruir nuestro intelecto. También buscan instruir nuestros deseos y nuestras emociones. Es en ese momento cuando aparece el componente literario.

En mi introducción, uso el ejemplo de Salmo 119:105: «Tu palabra es una lámpara a mis pies; es una luz en mi sendero». Allí hay una clara instrucción intelectual: que debemos consultar la Palabra de Dios en tiempos de incertidumbre. Mi argumento es que si esta fuera la suma total de lo que el salmo quiere comunicar, entonces lo habría hecho con un lenguaje directo e imperativo. Pero en cambio, usa este maravilloso lenguaje poético y metafórico que nos infunde la idea de anhelo.

Ser instruido por este texto, entonces, es más que una cuestión de ser entrenado para saber qué hacer. Es también una cuestión de ser entrenado para desear el texto mismo, lo cual es una parte esencial de la «instrucción» que da. Lo que intento hacer es más radical que decir que la Biblia es instrucción, además de estas otras cosas (anhelo, deseo y deleite). Sostengo que la forma de instrucción de la Biblia en sí misma siempre implica estas otras cosas.

¿Cómo puede la lectura de la poesía entrenarnos para leer la Biblia con esta clase de deseo y deleite?

Nuestra dificultad con la poesía no es solo una señal de que no sabemos qué hacer con la Biblia. Es una muestra de que no siempre entendemos completamente la clase de criaturas que somos. La razón por la que la poesía es tan valiosa y efectiva para reeducar nuestros ojos y nuestros hábitos de lectura es que a menudo frustra nuestro deseo de reducir lo que hemos leído a un mensaje simple o a una orden clara.

Cuando estaba estudiando las partes poéticas de la Biblia por primera vez, detestaba ese elemento de frustración. Pero ahora, lo recibo con gusto. Pienso: «Quizás hay algo que no estoy viendo a simple vista. Quizás hay algo en mi lectura y en mi forma de pensar que necesita cambiar».

Los poemas exigen una atención mayor que en la prosa ordinaria. Cada vez que volvemos a un poema, siempre hay algo más, y algo más, y algo más. Si esto es cierto para un finito texto humano, es mucho más cierto para los textos bíblicos que han sobrevivido siglos y que continúan transformando radicalmente la vida de las personas.

Una de las prácticas sobre las que hace énfasis es la lectura contemplativa de la Biblia. ¿Qué pueden ganar los cristianos protestantes, que quizás no están familiarizados con tales tradiciones, al abordar las Escrituras de esta manera?

Desde pequeño me enseñaron a tener la Biblia en gran estima. Mi padre tenía una maestría en divinidad y trabajaba en una iglesia. Los domingos por la mañana, así como también los miércoles y domingos por la noche, escuchábamos la predicación expositiva de la Palabra de Dios. Asistí a una universidad bautista que era teológicamente conservadora y que veía la Biblia como autoridad. Esa es una parte de mi tradición que guardo con cariño.

Y aun así, como una persona que viene de esta tradición evangélica más conservadora, espero brindar algo como un umbral o primeros pasos hacia estas prácticas más meditativas y contemplativas, como lectio divina. Cuanto más cambiemos la manera en que entendemos la interpretación bíblica hacia un enfoque de leer la Palabra de la misma forma en que leemos poesía, más podremos contemplar su belleza y sentir su efecto en nuestras emociones, en lugar de solo indagar en ella en busca de instrucción.

Esto tiene el efecto agregado de que nos hace soltar nuestro apego a la certeza, aunque sea tan solo un poco, y nos convierte en lectores más humildes —aun cuando permanecemos completamente comprometidos a la autoridad de la Biblia.

Si la Biblia debería conmover nuestras emociones cuando leemos, entonces ¿cómo podemos saber si esas emociones son confiables? ¿No es posible que distorsionen nuestra comprensión en lugar de afinarla?

Ciertamente no quiero afirmar que la emoción es de alguna forma el fundamento de la comprensión. Tampoco creo que la verdad sea, de alguna manera, una receta compuesta de una medida de emoción, más una medida de imaginación, más todos estos hechos.

Habiendo dicho esto, sí creo que, a medida que leemos la Biblia, ciertos elementos de belleza y emoción entran en juego de formas prácticas y específicas. Cuando leemos una pieza de literatura, incluso la Biblia misma, las palabras sobre la página apelan a nuestra imaginación. Esto sucede para incontables lectores a través de diferentes contextos y experiencias de vida.

En mi opinión, es ahí donde se unen la verdad y la belleza. Una vez que nuestra imaginación ha sido encendida, somos capaces de conectarnos o identificarnos con las piezas literarias de forma tal que los sentimientos y el conocimiento quedan unidos inseparablemente. Y allí es donde ocurre la verdadera comprensión.

En el cristianismo moderno, sobre todo a través de la Ilustración, hemos heredado un marco demasiado racionalista. Mi intención es oponerme a dicho enfoque. No necesitamos dejar de lado nuestras emociones para entender las cosas. De hecho, dejarlas de lado podría obstaculizar ese mismo proceso.

La narrativa de las Escrituras está ubicada en tiempos y espacios distintos a los nuestros. ¿Cómo pueden la poesía y la literatura ayudarnos a identificarnos con lo desconocido?

Una de las funciones de la poesía y de la literatura es ayudarnos a conectarnos a través de diferentes experiencias porque nos invitan a identificarnos con mundos que son ajenos al nuestro.

En el libro, analizo el trabajo de Anne Bradstreet, una de las primeras poetisas puritanas. En el poema de Bradstreet The Author to Her Book (La autora a su libro), ella asemeja el trabajo de la escritura al trabajo de la maternidad. Aunque yo nunca he sido madre, en ocasiones he experimentado algo de la vulnerabilidad e inseguridad que Bradstreet describe sobre su trabajo tanto como autora como madre. Puedo identificarme con ella, aun cuando nuestras experiencias sean completamente diferentes. La buena literatura crea un ambiente que fomenta esos tipos de conexiones a través del tiempo y del espacio.

Es importante advertir que la empatía perfecta, es decir, ver el mundo desde el punto de vista de otra persona en una forma completa y profunda, es imposible. Así también, intentar identificarse con alguien a través de experiencias ampliamente divergentes de pronto puede llevarnos a obtener falsos paralelismos. A pesar de esto, la literatura sí posee un gran poder para proveer información a nuestra imaginación sobre cosas desconocidas.

Si pudiera dejarle a sus lectores una sola lección, ¿cuál sería?

Si pudiera desear un solo resultado, sería que la gente que lea este libro pueda experimentar un modo diferente de leer la Biblia. Lo que he descubierto en mi experiencia como profesor es que la poesía y la literatura nos pueden hacer mejores lectores de la Biblia.

Pero ese no es el punto final. Ser mejores lectores de la Biblia nos lleva a amar mejor a Dios y, a su vez, a amar mejor a nuestro prójimo.

Traducción por Sofía Castillo

Edición en español por Livia Giselle Seidel

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Pablo se asoció con mujeres para formar iglesias. Nosotros también lo haremos.

Por qué las mujeres de color son esenciales para las iniciativas de plantación de iglesias.

Christianity Today June 25, 2021
Nicolas Castro / Lightstock

El apóstol Pablo es el más grande apóstol y misionero plantador de iglesias que el mundo haya conocido. Decidió levantar iglesias en todo lugar donde no se conociera el nombre de Cristo. Con gran riesgo para su persona, entraba en ciudad tras ciudad para proclamar el evangelio y organizar a los conversos en iglesias.

Sin embargo, el gran apóstol no logró todo esto solo. Pablo siempre trabajó en equipo. Para deleite de algunos y consternación de otros, los equipos de plantación de iglesias de Pablo incluían mujeres. Cuando escribió a los cristianos de Filipos, les indicó que ayudaran a Evodia y Síntique. Pablo describe a Evodia y Síntique como mujeres que “que han luchado a mi lado en la obra del evangelio, junto con Clemente y los demás colaboradores míos, cuyos nombres están en el libro de la vida” (Filipenses 4:3, NVI).

Si bien Pablo no especifica su función exacta, estas mujeres trabajaron lado a lado como iguales con Pablo, y su trabajo no era auxiliar ni de apoyo, sino trabajo en el evangelio. Pablo las consideraba con el mismo título que a menudo usa para referirse a sus compañeros masculinos en el ministerio: “colaboradores” (Romanos 16:3; 1 Corintios 3:9; Filemón 1:24).

Como observa Michelle Lee-Barnewall en Ni complementaria ni igualitaria: “El enfoque en la autoridad, el liderazgo, la igualdad y los derechos tiende a conducir a respuestas de sí o no que no provocan cuestionamientos más profundos”.

A medida que los cristianos continúan debatiendo [enlaces en inglés] el papel de la mujer en el ministerio, debemos preguntarnos por qué la iglesia de hoy no tiene más equipos compuestos de hombres y mujeres como los de Pablo. Necesitamos preguntarnos por qué los debates típicos sobre las mujeres y sus roles terminan con mujeres excluidas de áreas de servicio que la Biblia no prohíbe en ninguna parte. Necesitamos hacer preguntas más profundas sobre cómo consideramos a las mujeres que sirven en equipos ministeriales.

Me temo que los debates contemporáneos oscurecen una verdad vital: las mujeres son esenciales para cumplir la Gran Comisión. Sus vidas y ministerios no son agradables, pero son necesarios, como bien lo ha observado con frecuencia la maestra bíblica Jen Wilkin. O como Aimee Byrd sostiene en No Little Women [Ningunas mujercitas], nuestras hermanas son “aliadas necesarias” en la obra que Dios le ha dado a la iglesia. Sin duda, las últimas palabras del Señor en Mateo 28:19–20 se aceptan como un mandato para toda la iglesia, tanto mujeres como hombres.

Quizás muchas de nuestras iglesias son ineficaces en el avance de la Gran Comisión precisamente porque hemos dejado de lado a la mitad del Cuerpo de Cristo. En 2011, comencé a interceder por la participación sustancial de las mujeres en el trabajo ministerial. En ese momento, creo que veía los problemas con más claridad que lo que veía cualquier solución. Pero después de años de escándalos de abuso sexual e infantil y de respuestas evangélicas cada vez más misóginas, patriarcales y mezquinas hacia las mujeres, ese primer diagnóstico ahora parece anticuado. La necesidad de aumentar las oportunidades de liderazgo de las mujeres me parece más urgente que nunca.

Así que cuando plantamos la iglesia Anacostia River en 2015, nuestro primer ministerio como ancianos fue reunirnos mensualmente con las mujeres mayores de nuestra congregación, no solamente para discipularlas en el espíritu de Tito 2:1-3, sino también para darles la oportunamente de influir sobre nuestras vidas y ministerios.

Su sabiduría e intuición bíblicas han demostrado ser invaluables. Fueron las mujeres mayores las que sugirieron que los ancianos asistieran a las reuniones de mujeres para que estas pudieran tener un mayor acceso a los pastores. Asistimos no como maestros, sino como estudiantes y hermanos, beneficiándonos del compañerismo y los dones de nuestras hermanas. Las mujeres constituyen la mayoría de nuestros diáconos y brindan una guía invaluable a la iglesia. Nos hemos comprometido, Dios mediante, a hacer que nuestro próximo par de miembros del personal sean mujeres con salarios equitativos, la primera de las cuales debería ser contratada este verano.

No tenemos todo resuelto todo aún, pero los pastores y la congregación han tratado de hacer del florecimiento de nuestras hermanas una prioridad teológica y práctica. Eso ha significado deshacerse de las dudas basadas en el miedo que nos inclina más a restringir a las mujeres que a promoverlas. También ha significado tomar en serio cuán culturalmente influida está gran parte de la enseñanza del complementarismo, y recuperar las perspectivas de las mujeres en las comunidades de iglesias negras y morenas.

A decir verdad, nuestras hermanas suelen estar al frente del avance del Evangelio donde el trabajo es más difícil. Eso es cierto en el campo misionero, ya que diversos grupos, desde Misión para el Interior de África hasta YWAM [conocida como JUCUM, Juventud con una Misión en los países de habla hispana], informan que las mujeres constituyen el 80 por ciento de las personas solteras dispuestas a ingresar en el servicio misionero. También es cierto en los barrios negros y morenos más desfavorecidos, donde la membresía en las iglesias locales es predominantemente femenina, y muchas iglesias plantadas están encabezadas por mujeres.

En The Crete Collective [El Colectivo de Creta], una red de plantación de iglesias que se lanzó el año pasado para llegar a los barrios negros y morenos olvidados, también tomamos la decisión de priorizar el liderazgo de mujeres piadosas. Creemos que esta prioridad es una corrección necesaria a años de restricción extrabíblica en espacios cristianos conservadores, restricciones que a veces superan hogares e iglesias y se extienden a casi todas las áreas del esfuerzo cristiano.

Nuestra primera contratación a nivel ejecutivo es Dennae Pierre, quien no solamente aporta experiencia en la plantación de iglesias y el liderazgo de redes, sino también su perspectiva como latina cristiana e inmigrante. Dar prioridad al liderazgo de las mujeres también significa incluir más mujeres en la junta directiva a medida que crecemos. Y significa enfocar nuestra capacitación en equipos que invitan y dan la bienvenida a mujeres en lugar de apuntar únicamente a pastores masculinos y plantadores líderes.

Muchos esfuerzos de plantación de iglesias asumen un molde cultural blanco de clase media, pero cuanto más profundamente llevamos el evangelio a las comunidades pobres, olvidadas, negras y morenas, menos aporta ese modelo o satisface las necesidades de esas comunidades. En realidad, si no se examinan los supuestos culturales y de clase, incluso plantadores e iglesias bien intencionadas pueden dañar a las comunidades y verse obstaculizadas en sus esfuerzos por evangelizar y servir a sus comunidades.

En una época de problemas sociales y políticos marcadamente divisivos, necesitamos desesperadamente más liderazgo de las partes más diversas del Cuerpo de Cristo, especialmente de mujeres negras y morenas, de las comunidades de inmigrantes y de los pobres de entre nosotros.

Mujeres líderes como Christina Edmondson y Michelle Reyes han ayudado a que la plantación de iglesias sea más consciente y sensible a la salud mental, la competencia cultural, el antirracismo, la justicia y la misericordia, tanto dentro de sus iglesias locales como en la iglesia en general. Y un sinnúmero de mujeres que no tienen seguidores a nivel nacional han realizado el trabajo de evangelización, han dirigido el culto público, han brindado consejería bíblica, han ofrecido diversas formas de capacitación, han usado sus dones administrativos y simplemente se han puesto a disposición dondequiera que haya necesidades.

La presencia, la fe, el coraje y la perseverancia de nuestras hermanas en contextos difíciles proporciona el punto de apoyo más seguro que tenemos para llegar a las personas ignoradas. Nuestras hermanas pueden llegar mejor a los hogares encabezados por mujeres solas, que existen en gran número en los Estados Unidos. Pueden proporcionar un liderazgo y una atención más empática en comunidades llenas de traumas complejos y agudos. Y en un ambiente eclesial plagado de escándalos de alto perfil entre pastores, nuestras hermanas pueden ser una fuente muy necesaria de conocimiento, responsabilidad y salud en nuestra cultura de liderazgo.

Las disparidades actuales de financiación en la plantación de iglesias afroamericanas e hispanas también podrían apuntar a la necesidad de tener más mujeres en el liderazgo. Puede ser que el liderazgo y las habilidades, a veces no reconocidas y no remuneradas, de las mujeres negras y morenas proporcionen un subsidio oculto a la fundación de iglesias en contextos étnicos y, a veces, desatendidos.

Podemos beneficiarnos del liderazgo de las mujeres de todas estas formas y más, creamos o no que las mujeres puedan o deban ocupar el cargo de pastoras. El florecimiento de la mujer es bueno para el florecimiento de la iglesia y la comunidad.

Nuestras hermanas tienen mucho que enseñarnos si las escuchamos y les damos oportunidades genuinas de liderazgo. Apolos aprendió de Priscila y Aquila, los compañeros de ministerio y colaboradores de Pablo. La iglesia romana aprendió de Febe, a quien Pablo elogió como diaconisa y benefactora (Romanos 16:1-2). ¿De qué mujeres estamos aprendiendo hoy?

Thabiti Anyabwile es pastor de la iglesia Anacostia River y presidente de la junta de The Crete Collective.

Traducción por Iván Balarezo

Edición en español por Livia Giselle Seidel

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News

Cru se divide por temas raciales

Dentro de la organización misionera, críticos afirman que su enfoque acerca de la diversidad ha dependido de la teoría crítica de la raza y ha dado como resultado “una desviación de la misión”.

Founded in 1951 as Campus Crusade for Christ, Cru is headquartered in Orlando, Florida.

Founded in 1951 as Campus Crusade for Christ, Cru is headquartered in Orlando, Florida.

Christianity Today June 22, 2021
Photo courtesy of Guy Gerrard / Worldwide Challenge via Guardian PR

El debate sobre la teoría crítica de la raza ha aterrizado en Cru, uno de los ministerios paraeclesiales más prominentes del país. Una carta de 179 páginas ha agitado las tensiones que llevan años gestándose en silencio dentro de la organización al afirmar que hay un énfasis exagerado en temas de justicia racial.

Con el título “Seeking Clarity and Unity” [Buscando claridad y unidad, enlaces en inglés], el documento se presentó a Steve Sellers, presidente de Cru, en noviembre de 2020 y se difundió dentro de la organización antes de aparecer por primera vez en internet en mayo de este año. Sus autores, un grupo de miembros de base de Cru, plantean su preocupación de que la organización está dominada por “una cosmovisión de víctima y opresor”, dividiendo al equipo y restándole valor al verdadero evangelio.

“En la búsqueda [de la diversidad], sin darnos cuenta hemos adoptado un sistema de ideas no bíblicas que nos han conducido a la falta de unidad”, dice el documento. “Estos conceptos han creado desconfianza, desánimo y un sinnúmero de problemas más”.

Fundada en 1951 como Campus Crusade for Christ, la declaración de misión de Cru es “ganar, edificar y enviar discípulos multiplicadores centrados en Cristo” a través de sus conocidos ministerios universitarios y otros esfuerzos de evangelización. El reciente documento sugiere que hay un “vacío” entre lo que se afirma sobre la misión y su actual trabajo ministerial, y dice que el enfoque de Cru de tratar cuestiones de racismo y opresión ha conducido a “una desviación de la misión”.

El documento, contrario a la teoría crítica de la raza, dice que “al menos mil empleados” comparten estas preocupaciones y ofrece docenas de testimonios de trabajadores y donadores, aunque la mayoría de ellos son anónimos. Solo se menciona el nombre de once colaboradores, y no hay una lista completa de signatarios.

Cru sigue siendo, predominantemente, una organización blanca. De sus cerca de ocho mil empleados estadounidenses, el 22 por ciento se identifica como de raza negra, indígenas u otra gente de color, según los propios cómputos de la organización. Desde 2015 el ministerio ha puesto un énfasis creciente en la competencia cultural y la reconciliación racial.

Los líderes comenzaron a hablar del racismo más abiertamente durante las conferencias para el equipo, y el ministerio ofrece una formación para el personal llamada “Lentes” sobre la “unicidad” étnica y cultural. Ambos esfuerzos se señalaron en el documento como “enseñanzas sobre la justicia social”.

Varios testimonios anónimos han denominado la formación en competencia cultural de la organización como algo “político” y asegura que es “retórica contra los blancos estadounidenses”. Un miembro anónimo del equipo (al que se le menciona como Personal Minoritario n.º 30) dijo que la tendencia dentro de Cru y de la iglesia en general representa “una religión completamente nueva de racismo sistémico, privilegio blanco y sistemas de poder” que “etiqueta toda la teología cristiana como una ideología opresiva y racista de parte de los blancos”.

A lo largo del documento, los firmantes caracterizan el enfoque racial que adjudican al liderazgo de la organización como un “falso evangelio”, “no bíblico” y una amenaza para el evangelismo.

Perturbación de la unidad

Las personas dentro de Cru, tanto los autores del documento contrario a la teoría crítica de la raza como otros, han visto cómo el enfoque del ministerio en la raza ha provocado tensiones de larga duración que han escalado el último año. Lo que comenzó como una pequeña reunión cara a cara de cinco personas en la sede central de Cru en Orlando, Florida, para discutir el énfasis del ministerio en la justicia racial en enero de 2020, rápidamente creció hasta convertirse en una reunión semanal por Zoom con más de 350 empleados, blancos en su mayoría, en el escenario de la pandemia por COVID-19.

Dentro de ese grupo, sesenta personas se organizaron para escribir el documento contra la teoría crítica de la raza, con el telón de fondo de las llamadas a favor de la justicia racial que sacudieron el país tras los asesinatos de George Floyd, Ahmaud Arbery y Breonna Taylor en 2020.

Uno de los organizadores del grupo es Scott Pendleton, jefe del equipo del proyecto de la película sobre Jesús producida por Cru. A él le preocupa, como afirma el documento, que el énfasis en la justicia racial le reste valor a la obra evangelística de Cru.

“Podemos estar unidos y mostrarle al mundo que nos amamos los unos a los otros a través de nuestra identidad en Cristo”, dijo él. “No porque estemos tratando de desmantelar las estructuras racistas —aunque eso tiene su lugar—, sino al centrarnos en quienes somos en Jesús”.

Pendleton y los autores del documento dicen que comparten la preocupación por la necesidad de diversidad y reconciliación racial, pero que los esfuerzos durante los últimos cinco años en realidad han herido la antigua “unidad racial” de Cru. Pendleton dijo que algunos de los miembros del equipo que pertenecen a colectivos negros, indígenas o de color y que se unieron a la crítica fueron particularmente expresivos con sus preocupaciones.

Otros, sin embargo, creen que el impulso de la organización para subrayar la sensibilidad y la inclusividad étnica ha sido esencial en el crecimiento de su fe, ofreciendo pasos pequeños, aunque significativos, para enfrentarse a lo que se percibe como un problema más amplio dentro de Cru.

Darryl Smith fue uno de los muchos miembros del equipo a quienes el documento tomó por sorpresa. Smith ha sido parte de Cru desde 1996 y ha trabajado como director de unidad y diversidad para el ministerio durante los últimos cuatro años.

Smith dijo que ha dirigido varias iniciativas citadas y criticadas en el documento, aunque los autores no lo contactaron directamente para expresarle sus preocupaciones. Al ver que parte de la carta llamaba “mundana”, “engañosa” y “no bíblica” la formación de Cru en competencia cultural y sus esfuerzos para tratar los temas raciales, dijo que sintió como si “me hubieran dicho que mi misma presencia como hombre negro pudiera causar una desviación de la misión de Cru”.

El director nacional de Cru, Mark Gauthier, reconoció iniciativas como las de Smith en un video de marzo de 2021 compartido recientemente por la bloguera y académica Valerie Hobbs.

“La distribución del documento ha causado una brecha en la confianza entre algunos de los miembros de nuestro equipo, y en especial de los que pertenecen al colectivo de gente negra, indígena y de color. Aunque las preocupaciones del grupo puede sean bienintencionadas, la manera en la que se ha escrito el informe y la distribución de la información ha sido devastadora para muchos de los miembros de color. El documento cuestiona efectivamente todos los ámbitos en los que Cru ha estado hablando de diversidad”, dice él.

“Para los miembros negros, indígenas y de color de nuestro equipo, en particular, ha planteado la pregunta de si nos estábamos alejando… de si nos estábamos alejando o no de nuestra búsqueda bíblica de la unidad y la diversidad”, ha dicho. “Bien, en la medida en que la investigación plantea cuestiones reales, ya sea que nos gusten o no, es muy útil. Sin embargo, las implicaciones que se derivan del documento pueden llevar a uno a creer que gran parte de nuestras iniciativas a favor de la diversidad no son bienvenidas, son ineficaces y constituyen una desviación de la misión”.

Josh Chen, un director de área en Portland, ve el documento como un intento de “estrechar el alcance de la ortodoxia” al minimizar la importancia de la búsqueda de la justicia.

“Creo que el modo en que hemos hablado del evangelio durante décadas ha sido una contextualización del evangelio para la generación de los baby-boomers”, dijo Chen, quien ministra principalmente a jóvenes posgraduados. “Y a aquellos que están intentando realizar la dura tarea de reimaginar las buenas nuevas para esta generación se les juzga como antibíblicos”.

Pendleton le contó a Christianity Today que él y su grupo, que se compone de personas mayores, se sienten “dolidos” por las tensiones ocasionadas por la carta. “Queremos diversidad. Solo queremos ser fieles y hacerlo de un modo que se alinee con las Escrituras. Y sé que [aquellos que están en desacuerdo con nosotros] también lo quieren. Esto lo hace todo más complicado”.

Debate sobre la teoría crítica de la raza

La llegada de la teoría crítica de la raza a la primera fila del discurso público conservador, tanto dentro como fuera de la iglesia, ha sido reciente y rápida. Se originó en la década de 1970 como una teoría legal ad hoc que sugería que las desigualdades de poder están profundamente enclavadas en la sociedad y se fusionan con las líneas raciales, y se ha convertido en un frecuente punto de encuentro entre los expertos conservadores y republicanos.

El pasado noviembre, los seis presidentes de los seminarios de la Convención Bautista del Sur publicaron una declaración diciendo que la teoría es “incompatible” con el mensaje de la denominación, y provocaron que al menos cuatro pastores negros rompieran con la denominación. Oklahoma, Idaho y Tennessee, estados con legislaturas de mayoría republicana, recientemente prohibieron que se enseñara dicha teoría en las escuelas, y hay casi una docena de estados que han introducido una legislación similar.

El documento contra la teoría crítica de la raza compartido con los líderes de Cru saca su definición del término de un artículo del pastor John MacArthur, junto con recursos de apologetas contra la teoría como el químico teórico Neil Shenvi y el ateo James Lindsay. No menciona a los importantes expertos en esta teoría como el fallecido profesor de la Universidad de Harvard Derrick Bell o la profesora de derecho de la UCLA Kimberlé Crenshaw.

“Es una obra de propaganda”, dijo Matt Mikalatos, antiguo director de programa que ayudó a organizar la conferencia del equipo de Cru. “No está informando nada. No está diseñado para compartir los dos puntos de vista. Está diseñado para hacer avanzar una agenda muy específica”.

Muchos consideran la conferencia del equipo de 2015 como un punto de inflexión, cuando los oradores trataron el tema de la justicia y de la diversidad étnica más directamente. Mikalatos dijo que los organizadores querían asegurarse de que la conferencia fuera “importante y transformadora” para todos los asistentes, en vez de tener un programa para los miembros de la mayoría.

“Eso significa que la mayoría que está acostumbrada a tener todo el programa para ellos todavía tendrían cosas que les gustarían, pero otra persona, de un espectro teológico diferente, también se sentiría representada”, dijo.

La conferencia, misma que el documento de crítica asegura que “fue entregada a los comunicadores más radicales de la justicia social y la teoría crítica de la raza”, ofreció conferencias que incluían a Christena Cleveland —en aquel momento columnista de Christianity Today y profesora en la Duke Divinity School—, así como Andy Crouch, Francis Chan y John Perkins.

Algunas conferencias posteriores incluyeron a un grupo de cristianos nativos americanos que dieron la bienvenida al equipo a su tierra, un mensaje de la pastora Joyce Emery (la primera pastora a la que se le cedió la tarima en el evento bianual) y una llamada al arrepentimiento corporativo contra el racismo de la coach cristiana en competencia cultural Latasha Morrison, autora de Be the Bridge [Sé el puente].

“He aprendido mucho al escuchar las experiencias de mis hermanos y hermanas en Cristo que forman parte de la minoría, y me he dolido con sus experiencias”, dijo Pendleton. “Fue un mensaje que muchos de los empleados en la mayoría cultural necesitaban oír, pero después de cinco años repitiendo [el mismo mensaje] una y otra vez, no ha habido un mensaje de juntarnos para perdonarnos unos a otros”.

Los líderes principales de Cru dijeron que la teoría crítica de la raza no ha sido parte de las discusiones internas del liderazgo, y Gauthier señaló que la organización “no sostiene ni enseña ninguna ideología mundana”.

Revisión de los marcos bíblicos

Gauthier dice que se espera que en los próximos meses Cru divulgue un documento sólido hablando de la estructura teológica de la organización.

“No tenemos un marco bíblico claramente definido para saber cómo enfrentarnos a esto”, dice Gauthier. Destacó la importancia de cimentar el ministerio de la organización en la ideología bíblica, un énfasis que reconoce que puede que se haya perdido en su intento por combatir el racismo.

Aunque algunos temas son difíciles de discutir, particularmente entre un grupo que abarca múltiples generaciones, él espera que un énfasis mayor en las instrucciones directas de la Biblia con respecto al racismo ayude a los empleados de ambos lados de la discusión a encontrar un terreno común.

El documento contrario a la teoría crítica de la raza no es la única carta que ha circulado por el espacio virtual de Cru durante el último año. Tras la designación de tres individuos blancos para ocupar posiciones de alto liderazgo (incluyendo a Gauthier, que previamente había trabajado como director ejecutivo de Cru), una carta pública titulada “A Humble Request for Leadership Process Transparency & Organizational Fidelity” [Una humilde petición de transparencia en el proceso del liderazgo y de fidelidad organizacional] se publicó en el muro de mensajes en la página de trabajo de Facebook de la organización en octubre de 2020. Después de llamar a los ascensos “oportunidades perdidas” para elevar a líderes no blancos, la carta fue borrada y editada por 14 miembros del equipo, todos los cuales aparecen como firmantes en el documento.

En la carta (que se menciona en el documento contra la teoría crítica de la raza como “la revuelta del equipo”) se les pide a los líderes de Cru que muestren más transparencia en sus procesos de selección, y al mismo tiempo ofrece pasos concretos sobre cómo los nuevos contratados “deberían trabajar para combatir cualquier opresión contra gente negra o indígena”. En contraste con el documento contrario a la teoría crítica de la raza, que era en su mayoría anónimo, este documento lo firmaron 574 miembros del equipo públicamente.

“De muchas maneras, el documento [Buscando claridad y unidad] resultó dañino, porque fue muy sigiloso”, dijo Nich Beebee, un miembro del equipo que firmó el borrador inicial de la carta “Una humilde petición”. “No tenías ni idea de quién formaba parte más allá de los pocos que estaban al frente”.

Según Pendleton, los que han contribuido al documento contra la teoría crítica de la raza han permanecido en el anonimato principalmente porque muchos tenían “miedo” de que se les asociara con el grupo, y algunos se presentaban en las reuniones de Zoom con nombres falsos y con la cámara apagada.

Tensiones en ambos lados

Gauthier dijo que ambos documentos “capturan las tensiones que tenemos que enfrentar al perseguir nuestra misión”.

Los miembros del equipo contaron a CT que las publicaciones en el grupo de trabajo de Facebook subrayan las amplias divisiones de la organización. Tras el asesinato de George Floyd, el presidente de Cru, Steve Sellers, abordó el tema abiertamente en el foro acerca de cómo responder a la tragedia. “Si denuncio esto específicamente, por qué no también todos los demás ejemplos de racismo”, escribió. “¿Por qué no me manifiesto pública y explícitamente contra el pecado del aborto, los horrores de las mujeres traficadas o el asalto a la visión bíblica de la sexualidad humana?”.

Algunos comentaron que la publicación cayó en saco roto, provocando el sentimiento de “todos los pecados importan”.

Mientras estas tensiones se han ido haciendo cada vez más evidentes, los desacuerdos por el manejo de Cru de las cuestiones de justicia y diversidad han provocado que tanto líderes veteranos como recién reclutados renunciaran a sus cargos.

En una carta pública, Rasool Berry, miembro del equipo desde hace diecinueve años, escribió que “una avalancha de resistencia al trabajo de competencia cultural, justicia e integración de la fe” fue una de las razones para su renuncia a principios de este año. Citó al podcast Pass the Mic y su movimiento #LeaveLoud, una iniciativa que anima a los cristianos negros a compartir sus historias acerca de abandonar espacios evangélicos, como inspiración para su carta pública.

Dan Flynn, director de campus y miembro del equipo junto con su esposa, Paula, durante más de treinta años, optaron por dejar sus puestos en 2019 debido a su preocupación por el nuevo “valor central del movimiento wokeness” de la organización. En un testimonio personal, escrito en la carta contra la teoría crítica de la raza, Flynn cita una reciente conferencia de ponentes femeninas y el fracaso de Cru a la hora de “educar” a los empleados acerca de los roles de género tradicionales después de que una antigua miembro del equipo declarara públicamente su homosexualidad en 2019. (En aquel momento ella dijo que era célibe “por el bien de su ministerio” con Cru, aunque decidió dejar la organización varios meses después).

La trabajadora Jocelyn Chung, que llevaba dos años en la organización, publicó su propia carta de renuncia a principios de este año, señalando que perdió a personas que apoyaban su ministerio y que se vio obligada a cambiar a una jornada parcial después de “abrazar un evangelio más holístico” que enfatizaba “la peligrosa complicidad de la iglesia estadounidense con el supremacismo blanco, el nacionalismo cristiano y la desigualdad sistémica”.

Cru no es el único grupo paraeclesial centrado en las misiones que enfrenta un escrutinio de su respuesta a recientes cuestiones sociales. InterVarsity recibió críticas en 2015 después de invitar a Michelle Higgins, del ministerio Faith for Justice, para que hablara del movimiento Black Lives Matter en su conferencia de Urbana. Higgins recibió amenazas de muerte tras su charla e InterVarsity se vio obligada a clarificar que ellos “no respaldaban todo” el movimiento de Black Lives Matter.

La organización Navigators lanzó una declaración similar expresando su deseo de “empoderar a la gente de color”, aunque se distanciaban del movimiento Black Lives Matter después de publicar un cuadrado negro durante un “apagón” de las redes sociales que hubo después del asesinato de George Floyd, provocando preguntas acerca de la posición de la organización en cuanto a la justicia racial.

Las organizaciones paraeclesiales, históricamente, han ofrecido a cristianos de todas las denominaciones un espacio para colaborar en cuestiones consideradas de primera necesidad. Sin embargo, según van creciendo las tensiones culturales, la viabilidad de tales colaboraciones sigue poniéndose a prueba.

“Los ministerios a gran escala requieren una generosidad, un amor y una capacidad para aceptar la incomodidad que nosotros, en el evangelicalismo, aún no tenemos dominado”, dijo Mikalatos. “Y, de muchas maneras, Cru es en parte un reflejo del evangelicalismo”.

Curtis Yee es periodista de fe y cultura radicado en Sacramento, California.

Traducción por Noa Alarcón

Edición en español por Livia Giselle Seidel

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Pastores y padres de jóvenes tienen un problema de comunicación acerca del propósito central de la iglesia

El sociólogo Christian Smith dice que la mayoría de las mamás y los papás estadounidenses ven el Cuerpo simplemente como un centro de recursos para sus hijos.

Christianity Today June 21, 2021
Illustration by Mallory Rentsch / Source Images: Annie Spratt / Tuyen Vo / Unsplash / Mixetto / Getty Images

Todos los buenos padres buscan “enseñar al niño el camino en que debe andar” (Proverbios 22:6, LBLA), pero a veces se encuentran atrapados entre "no provoquéis a ira a vuestros hijos" (Efesios 6:4) y “el que escatima la vara odia a su hijo” (Proverbios 13:24). Dar en el blanco en la crianza cristiana de los hijos es difícil, se mire por donde se mire.

Cómo las madres y los padres religiosos equilibran la creciente autonomía de sus hijos con un sólido discipulado es el tema de un nuevo libro: Handing Down the Faith: How Parents Pass Their Religion on to the Next Generation [Transmitiendo la fe: cómo los padres transmiten su religión a la próxima generación], de Christian Smith, profesor de la cátedra William R. Kenan Jr. en Sociología de la Universidad de Notre Dame, y Amy Adamczyk, profesora de Sociología en el John Jay College of Criminal Justice de la City University de New York (CUNY).

Lyman Stone, un demógrafo especialista en fertilidad y familia, habló con Smith sobre dónde se conecta esta investigación con el Estudio Nacional de Juventud y Religión (NSYR, por sus siglas en inglés), por qué la fe de los jóvenes adultos es más consumista que nunca y cómo los padres y los pastores de jóvenes a menudo hablan sin escucharse mutuamente cuando se trata de sus esfuerzos por discipular a la próxima generación de creyentes.

(Haga clic aquí para ver una entrevista complementaria con Melinda Lundquist Denton, investigadora del NSYR y coautora de Back Pocket God).

A nivel personal, ¿cuál fue su reacción a los hallazgos de la investigación?

Yo diría que empezamos a entender la importancia de los padres cuando estábamos estudiando a los adolescentes en el Estudio Nacional de Juventud y Religión, que comenzó en el año 2000. Pero hay dos cosas que nos sorprendieron mucho.

La primera sorpresa al hablar con padres religiosos en los Estados Unidos es cuán similarmente hablan sobre por qué quieren criar a sus hijos religiosamente, cuál es el valor de ser religioso y cómo quieren dirigir su crianza en la religión.

En el campo de estudio de la Sociología hay mucho énfasis en la diferencia y la diversidad, y esperábamos encontrar todas estas formas diferenciadas en las que los padres de diversas tradiciones y estructuras de clases sociales hablarían sobre la paternidad. Pero resulta que todos dicen básicamente las mismas cosas; incluso los budistas, musulmanes, hindúes y mormones tienen una forma similar de entender la crianza religiosa.

Christian SmithIllustration by Mallory Rentsch / Portrait Courtesy of Christian Smith
Christian Smith

Por otra parte, algo que no fue sorprendente pero que vale la pena señalar es que la mayoría de los padres piensan que lo realmente importante de criar a sus hijos en la fe es que será bueno para ellos en este mundo. Hay muy poca referencia a la salvación o la eternidad. Tiene un enfoque muy “mundano”, es decir, “los niños serán más felices y tomarán mejores decisiones”. De modo que creo que los padres religiosos tienen una lógica orientada de forma inmanente, no trascendente.

La otra gran sorpresa fueron las opiniones de los padres sobre sus congregaciones religiosas. Escuchamos con frecuencia que la mayoría de los padres que no tienen un papel activo en la iglesia solo quieren dejar a sus hijos en la misma y que esperan que los ministros de jóvenes se ocupen de la religión. Pero descubrimos que los padres en realidad solo quieren que la iglesia sea amigable y que tenga un buen ambiente, pero sí creen que es su trabajo ocuparse de las cosas relacionadas a la religión. Descubrimos que parece haber un desequilibrio entre lo que el clero y los ministros de jóvenes piensan sobre la participación de los padres y la forma en que los padres en realidad describen esa participación.

¿Cuál es la conexión entre este libro y el Estudio Nacional de Juventud y Religión?

Cuando comenzamos el estudio, no teníamos idea acerca de los padres. Ese no era el enfoque. Pero a lo largo del estudio, quedó muy claro cuán importantes eran los padres en la formación de sus hijos. Nos dimos cuenta de que lo que hacen los padres con los adolescentes realmente importa más que los medios de comunicación, la escuela o los amigos. Si realmente queríamos resolver esto, teníamos que hacer un estudio centrado en los padres religiosos.

En el libro, usted dice que una parte central de su argumento es que la religión ha cambiado fundamentalmente de un “proyecto de solidaridad comunitaria” a un “accesorio de identidad personal”. ¿Puede explicar brevemente qué significa esto?

Esta es mi interpretación histórica de nuestros hallazgos, tratando de encontrar el mejor enfoque teórico posible acerca de lo que está sucediendo. La idea de un proyecto de solidaridad comunitaria es que en una época anterior en la historia de Estados Unidos, la religión era una experiencia colectiva basada en la comunidad. Era algo que la gente compartía en común y que tenía mucha más dinámica social. Los padres no tenían tanta carga en cuanto a promover la religión porque esta simplemente estaba presente en la comunidad. Sin embargo, ese mundo se ha disuelto con el tiempo.

Hay grupos aquí y allá, pero en términos generales, la religión se ha redefinido. Es algo individualista que puede o no ser parte de la identidad personal de uno, junto con otras características como la carrera, la orientación sexual o los pasatiempos. La fe religiosa puede ser una parte de ese sentido más amplio del yo individual. Puedes elegirla o no. Y el resultado es una gran presión para los padres.

A medida que las congregaciones piensan en este cambio, especialmente en el contexto de su oferta programada, ¿cuáles son las implicaciones?

Los padres miran a las congregaciones básicamente como centros de recursos, no como una forma de vida en comunidad. No son grupos de personas que encarnan una forma de vida alternativa o renovada. Son recursos. Mi percepción es que el clero comprende esto hasta cierto punto.

No quiero recetar nada, pero si las congregaciones buscan poder conectarse con los padres donde están y tal vez conducirlos a otro lugar, deben pensar en cuáles son los recursos que quieren los padres. Pero odio incluso hablar así: suena a mercadotecnia.

No, yo entiendo.

Pero sí, tiene implicaciones. Yo diría que la forma de pensar en términos de fidelidad es algo como esto: si lo que los padres solicitan no es exactamente lo que queremos ofrecer, no se puede simplemente ignorar a los padres.

Entonces, ¿cómo se crea un entorno que se encuentra con las personas ahí donde están, pero las atrae hacia algo más allá de eso, sin convertirse en un simple dispensario de recursos religiosos para las personas que quieren simplemente escoger y elegir?

Esto también tiene grandes implicaciones teológicas.

Un tema importante en sus entrevistas es que muchos o incluso la mayoría de los padres preferirían usar métodos indirectos de transmisión religiosa. No tanto “siente a su hijo y dele una clase acerca de la fe”, sino más bien algo como “muéstreles lo que está sucediendo y, por ósmosis, más o menos lo entenderán en el camino”.

Pero usted descubrió que la frecuencia con la que los padres sostienen conversaciones religiosas con sus hijos predijo claramente el éxito de la transmisión religiosa. ¿Qué opina de este desequilibrio? ¿Será que los padres religiosos están adoptando una mala estrategia?

No creo que se trate exactamente de un desequilibrio. En primer lugar, los padres eficaces simplemente son quienes son. No están diciendo: “Oh no, mi hijo tiene siete años, será mejor que empiece un entrenamiento religioso”. Están siendo quienes son auténticamente. Y parte de lo que son se caracteriza porque piensan en las cosas a través de su fe religiosa.

Algunos lo hacen de forma más intencionada que otros. Creo que aquellos que tienen más éxito en transmitir su fe a sus hijos, o bien son tan auténticamente religiosos desde un inicio, o bien son intencionales al decir: “Oye, debemos prestar atención a esto y no simplemente dejar que suceda”. En otras palabras, hay una forma de hacer algo por ósmosis que aún es intencional.

Lo que no funciona en absoluto (y lo que los padres no van a intentar de todos modos) es el enfoque de “siéntese y dele a su hijo una cátedra durante una hora a la semana”. Los padres están demasiado preocupados por la rebelión, por lo que están dispuestos a atender el tema de la transmisión religiosa como con guantes. Creo que la mayoría de los padres tienen la sensación de que les preocupa “exagerar”. Les preocupa hacer demasiado, ser demasiado directos, pero aún así presionan y promueven tanto como pueden.

Volvamos a lo que dijo sobre los padres que tienen expectativas bastante modestas de las congregaciones religiosas. Se ven a sí mismos como el actor principal en la formación religiosa de sus hijos. Pero si los ministros de jóvenes describen a los padres como muy poco comprometidos y los padres se ven a sí mismos como muy comprometidos, ¿qué podría explicar esta diferencia?

En primer lugar, debo decir que no hicimos una etnografía de los padres, es decir, no fuimos en coche a la iglesia con Susan y recogimos a sus hijos del grupo de jóvenes. Los resultados de nuestro estudio están basados en lo que informan los padres y los adolescentes en entrevistas y encuestas. Pero mi percepción de las cosas al estudiar esto a lo largo de los años es que probablemente se trate de una combinación de cosas. Es posible que los ministros de jóvenes quieran una inversión más directa de los padres, pero los padres simplemente no quieren hacerlo de esa manera.

Mi sospecha es que muchos ministros de jóvenes obtienen su información sobre los padres del adolescente. No van a salir a desayunar y tomar café con los padres. No estoy diciendo que los adolescentes mientan, pero los adolescentes obviamente van a dar su propia perspectiva sobre lo que está sucediendo en casa.

Además, es probable que parte de esto sean solo expectativas. Si lo contratan como ministro de jóvenes, usted está listo para hacer grandes cosas. Pero luego entra en una situación en la que las familias tienen sus rutinas establecidas. Y probablemente el resultado es una situación frustrante para un ministro de jóvenes, ¿verdad?

Tal vez, según su punto anterior, el clero o los ministros de jóvenes tienen en mente un tipo de religión diferente a la de los padres y realmente quieren que se comunique algo trascendente. Eso tiene que ver con el modelo cultural de paternidad que describiste, donde los padres ven la religión como una especie de entrenamiento moral para preparar a los niños para el viaje de la vida y, además, como una forma de construir la solidaridad familiar.

Además del entrenamiento moral, diría que la religión te da una especie de base de operaciones, un lugar al que regresar cuando las cosas van mal.

Así que eso es moral, pero también psicológico, emocional, mental y relacional. Lo cual, como me imagino que está usted a punto de señalar, dudo que eso sea lo que el clero aprendió en el seminario.

Como misionero y padre, encuentro este retrato aterrador para el futuro de mi hijo. Para mí, la idea de la religión como un guión psicológico, emocional y moral separado de cuestiones existenciales o fundamentalmente espirituales es preocupante. ¿Le sorprendió este hallazgo de su investigación?

En un nivel, sí fue sorprendente. Esperaba que al menos hubiera más mezcla. En otro nivel, después de haber estudiado la religión estadounidense durante décadas, no, no fue sorprendente. La religión estadounidense se ha vuelto muy terapéutica, consumista y orientada a este mundo.

Y usted planteó la cuestión del desequilibrio hace unos minutos, pero yo diría que este es el verdadero desequilibrio. No hay tantas diferencias de estrategia entre padres y ministros de jóvenes, sino acerca del propósito mismo de la iglesia. Creo que algunas de las personas que se encuentran reunidas en las congregaciones tienen ideas muy diferentes incluso acerca de lo que están haciendo allí. Lo que es fascinante, sociológicamente, es cómo pueden continuar ese desequilibrio durante años y no descubrir realmente las diferencias entre ellos, como si no se dieran cuenta: “Tenemos realidades totalmente distintas aquí”.

Por curiosidad, hice una encuesta entre mis seguidores de Twitter para conocer su opinión sobre algunos elementos del modelo cultural que usted describe.

Mis seguidores de Twitter no son una muestra representativa, pero encontré una gran mayoría que no estaba de acuerdo con la idea de que la exclusividad en la religión es mala, o que la paternidad consiste principalmente en ayudar a los niños a descubrir quiénes son. ¿Crees que hay subpoblaciones significativas que podrían resistirse conscientemente al modelo cultural que identificas?

Sí, supongo que diría dos cosas. Primero, los seguidores de Twitter de alguien que está obteniendo un doctorado en demografía, que es un misionero y escribe para Christianity Today no son el tipo promedio de padres religiosos estadounidenses. También creo que muestra el último punto que planteó: que, por supuesto, hay grupos de personas que no se conforman.

Pero, como ya lo comenté, nos quedamos impresionados con lo similar que hablan todos estos padres. Creo que es justo decir que existe este modelo dominante, pero no ha convertido a todo el mundo en un robot.

Es evidente que hay subpoblaciones que no creen en ese modelo cultural de crianza de los hijos. Y desde el punto de vista dentro de esa subpoblación, puede parecer que el mundo tiene todas estas personas fieles en él. Pero cuando miras una muestra nacional, la gran mayoría sigue siendo lo que describimos.

Eso tiene sentido para mí. Hablando de subpoblaciones interesantes, quería darle la oportunidad de hablar sobre el capítulo sobre grupos religiosos inmigrantes, que fue simplemente fascinante.

Estoy particularmente orgulloso de ese capítulo. No lo escribí yo, así que puedo decir eso. Yo diría que muchos evangélicos perciben el mundo como gente con al menos algo de educación universitaria, y mayoritariamente de raza blanca. Pero hay una gran parte del mundo que no cumple con estas características. Aunque el evangelismo se ha diversificado de cierta manera étnica y racialmente, creo que vale la pena tener en cuenta que el mundo es mucho más diverso de lo que nuestras experiencias individuales pueden transmitir. La sociedad cambia. Es interesante pensar en cómo ser fiel al entrar en contacto con estas diferencias.

Entonces, ¿cuál es la gran lección para las personas de fe?

Esta no es una conclusión nueva, pero refuerza lo que hemos sabido por un tiempo: la religión estadounidense realmente se ha transformado en una realidad individualista y consumista.

Me parece que eso nos reta a dar un paso atrás, reflexionar y tener conversaciones (difíciles) sobre cómo crear un puente que una todos estos diferentes tirones y empujones, para que no compremos el modelo cultural de la mayoría a ciegas, pero que tampoco nos volvamos radicales sin remedio.

Traducción y edición en español por Livia Giselle Seidel

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News

Aun los pastores son pesimistas sobre el futuro de las denominaciones

A medida que crece la identidad no denominacional, hoy en día los pastores evangélicos son menos propensos a considerar que dichas afiliaciones sean vitales. Muy pocos creen que su importancia se mantenga firme en los próximos 10 años.

Christianity Today June 16, 2021
Elisa Schulz / Lightstock

Mientras muchas denominaciones protestantes se preparan para llevar a cabo sus encuentros nacionales este verano, la mayoría de los pastores creen que formar parte de una denominación aún es vital para su iglesia, pero dudan que la importancia de ese tipo de vínculos dure siquiera otra década.

Un estudio de Lifeway Research [enlace en inglés] preguntó a los pastores protestantes su opinión sobre la importancia de las denominaciones y cuál creen que será el futuro de las mismas en los próximos diez años.

“En la iglesias protestantes de los Estados Unidos sigue habiendo escisiones y disputas dentro de estos grupos, a la vez que surgen nuevas redes locales y nacionales no denominacionales, y se multiplica el número de iglesias que no pertenecen a una denominación, convención o conferencia”, dijo Scott McConnell, director ejecutivo de Lifeway Research. “Esto nos lleva a cuestionar si los que están dentro de las denominaciones protestantes siguen viendo valor en ellas”.

Conexiones continuas

Casi 8 de cada 10 pastores protestantes (78 %) cuya iglesia pertenece a una denominación o grupo similar a una denominación dicen que personalmente consideran vital ser parte de una denominación. De ellos, el 53 % respondió estar “muy de acuerdo”, según la firma de investigación con sede en Nashville. Uno de cada cinco está en desacuerdo (20 %), mientras que el 2 % no está seguro.

Los pastores creen que sus congregaciones comparten su opinión sobre los vínculos confesionales. Un porcentaje similar (77 %) dice que su congregación cree que es vital para su iglesia formar parte de una denominación, aunque son menos los que respondieron estar muy de acuerdo (44 %). De nuevo, el 21 % está en desacuerdo y el 2 % no está seguro.

“Mientras que las conexiones de algunas denominaciones son completamente voluntarias, las de otras están profundamente arraigadas en sus políticas”, dijo McConnell. “Sin embargo, comunicar la importancia o los beneficios de relacionarse con la denominación de esta manera no puede darse por sentado. Uno de cada cinco pastores no ve ese valor hoy en día”.

Algunos pastores son más propensos a creer que mantener un vínculo con una denominación es vital para ellos personalmente. Los pastores más jóvenes (18-44) son más propensos a estar de acuerdo (83 %) en comparación con los mayores de 65 años (74 %). Los pastores blancos (80 %) también son más propensos que los pastores afroamericanos (63 %) a afirmar que ese vínculo es vital .

También hay diferencias dentro de las distintas corrientes confesionales. Los pastores de las denominaciones antiguas (92 %) son más propensos que los pastores evangélicos (76 %) a decir que formar parte de una denominación es importante para ellos personalmente. Entre los grupos denominacionales específicos, los luteranos (95 %) son los más propensos a estar de acuerdo, mientras que los pastores del movimiento restauracionista (31 %) son los menos propensos.

¿Desaparición de la denominación?

A pesar de que la mayoría de los pastores afirman la importancia personal y congregacional de estar vinculados a una denominación, la mayoría cree que ese valor disminuirá en la próxima década. Más de 6 de cada 10 pastores que actualmente están en una iglesia que forma parte de una denominación o grupo similar a una denominación (63 %) creen que la importancia de estar identificados con una denominación disminuirá en los próximos diez años. Alrededor de un tercio de los pastores (32 %) no está de acuerdo, y el 5 % no está seguro.

En la mayoría de los casos, los pastores más propensos a ver el valor en las conexiones denominacionales a nivel personal y de la congregación son los que más probablemente creerán que esa importancia continuará hasta 2030. Los pastores jóvenes (18-44) son los menos propensos a decir que la identificación con una denominación disminuirá en importancia en la próxima década (54 %).

“Muchos que predijeron la desaparición de las denominaciones protestantes en EE.UU., incluidos algunos pastores, no han resultado proféticos”, dijo McConnell. “El hecho de que los pastores más jóvenes sean menos pesimistas podría indicar que se avecinan días mejores para las denominaciones o, cuando menos, menos recuerdos de los peores días”.

Aunque es imposible saber si esas predicciones probarán ser ciertas dentro de diez años, los pastores compartían opiniones similares en 2010, según un estudio anterior de Lifeway Research [enlace en inglés].

En las preguntas sobre la importancia denominacional, el número de personas que están muy de acuerdo ha disminuido ligeramente en comparación con 2010, pero el número total de quienes afirman estar de acuerdo se ha mantenido prácticamente sin cambios. Hace una década, el 76 % de los pastores vinculados a una denominación dijeron que consideraban vital ser parte de una denominación para ellos en lo personal, y el mismo porcentaje (76 %) dijo creer que su congregación sentía lo mismo.

En 2010, el 62 % creía que la importancia de estar identificado con una denominación iba a disminuir en la actualidad. En la encuesta más reciente, el porcentaje total de los que auguran que un declive se aproxima se acerca al 63 %, pero hoy son menos los que tienen un alto nivel de confianza en su predicción. Hace una década, el 28 % estaba muy de acuerdo en que la importancia disminuiría. Hoy, ese mismo porcentaje ha bajado al 19 %.

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Es posible que los pastores sean más pesimistas sobre el futuro de sus denominaciones que los miembros de sus comunidades. Un estudio de 2015 [enlace en inglés] de Lifeway Research sobre la opinión de los estadounidenses sobre las denominaciones encontró que la mayoría estaba abierta a formar parte de iglesias conectadas con los principales grupos cristianos. Sin importar la denominación, menos de la mitad de los estadounidenses, incluso los no religiosos, respondieron “no es para mí” cuando se les preguntó respecto a una iglesia conectada con determinada denominación.

Cuando se les preguntó si tenían una opinión favorable o desfavorable, o si no estaban lo suficientemente familiarizados como para formarse una opinión sobre denominaciones específicas, los porcentajes favorables fueron más altos que los desfavorables para cada grupo, y cada denominación tuvo porcentajes desfavorables por debajo del 28 %.

Aaron Earls es un escritor para Lifeway Christian Resources.

Basado en una encuesta realizada en 2020 a 1 007 pastores protestantes por teléfono y en línea, con un 95 por ciento de confianza en que el error de muestreo no supera más o menos el 3.4 por ciento. Para más información, vea el informe completo o visite LifewayResearch.com.

Traducción y edición en español por Livia Giselle Seidel

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«Id y haced discípulos». Pero primero, detengámonos.

El primer paso crucial del ministerio comienza con el Espíritu Santo.

Christianity Today June 13, 2021
Ali Yahya / Unsplash

Hace doce años, yo era una líder de ministerio llena de energía y dirigía el programa de evangelización a estudiantes universitarios en la Universidad del Estado de California en Fresno. Anhelaba ver sus vidas transformadas por Jesús de la manera en que él había transformado la mía. Pero en mi afán, presioné a una estudiante en particular para que explorara su fe en conexión con su identidad étnica como mexicoamericana. Cuando ella dijo que no estaba interesada en crecer en esa área, lo malinterpreté como falta de capacidad para aprender, en vez de como un «ahora no» del Espíritu Santo. Eventualmente, la confianza se rompió y ella dejó nuestro grupo para unirse a otro ministerio. Yo tenía el corazón destrozado. ¿En qué me había equivocado?

Años más tarde, me convertí en coordinadora de alcance a estudiantes latinos para la zona de California central y Las Vegas. En esa época, sabios mentores latinos me discipularon para que me concentrara en escuchar la voz del Señor. Me animaron a tomar tiempo para orar con los estudiantes y escuchar el anhelo del Señor para sus vidas. Esta vez, comencé a ver el ministerio con un enfoque diferente. Escuché y esperé al Espíritu Santo para recibir estrategia y visión. Al paso de tres años, habíamos alcanzado a más de cien estudiantes latinos en nuestro ministerio.

¿Cuántas veces hacemos la obra del ministerio a partir de nuestras propias percepciones o impulsos en lugar de confiar en la guía del Espíritu Santo —por mucho tiempo que nos lleve discernir—? Esperar es contracultural; es antitético al ritmo de nuestra vida diaria. La era tecnológica en la que vivimos valora la eficiencia y la urgencia. Como cultura, aborrecemos la espera. El mundo en que vivimos no está diseñado para ayudarnos a detenernos y reflexionar sobre la presencia de Dios en un momento dado. Escuchar y esperar, por tanto, son disciplinas que debemos ejercitar con regularidad, especialmente cuando se trata de asociarnos con el Espíritu Santo.

He aprendido, y sigo aprendiendo, que escuchar al Espíritu Santo es el primer paso en el ministerio. Es nuestro primer acto de amor.

Escuchar a nuestro guía

El Espíritu Santo no es un «eso» o una fuerza lejana. El Espíritu Santo es una persona, el tercer miembro de la Trinidad. «Espíritu» es el nombre de la persona divina que Jesús prometió que vendría a los creyentes después de que él ascendiera (Juan 14:15-17, NVI). «Espíritu» es el nombre de la persona divina que se movía sobre las aguas durante la creación (Génesis 1:2). El Espíritu Santo estuvo presente desde el principio y lo estará hasta el final del mundo (Mateo 28:20). El Espíritu Santo tiene muchos otros nombres en las Escrituras, tales como Consolador, Consejero, Aliento, Viento, Vida y Espíritu de Verdad.

Aunque las distintas tradiciones cristianas entienden los dones encarnados del Espíritu de diferentes maneras, Pablo deja claro que en los distintos dones y ministerios dirigidos por el Espíritu entre el pueblo de Dios, «en todos actúa el mismo Dios» (1 Corintios 12:6). El Espíritu Santo otorga a cada creyente cristiano el don de asociación con Dios. Así como Jesús es descrito como un amigo de los creyentes, el Espíritu Santo puede ser descrito como un guía útil. Podemos estar seguros de que, cuando escuchamos, esta persona de la Trinidad está presente con nosotros: susurrando, hablando, compartiendo, guiando y amando.

Esperando con esperanza

Cuando me mudé a San Antonio, donde ahora sirvo, mi nuevo equipo y yo pasamos los primeros siete meses escuchando al Señor y esperando su visión para nuestra zona. Al principio, esta espera fue difícil: fue un periodo de inquietud y pesadez. La preocupación intentaba colarse y la presión interna para que por fin estableciéramos una visión cautivadora iba en aumento. Pero en determinado momento, mi postura cambió hacia la espera con esperanza en lugar de miedo. No es casualidad que en español, las palabras «esperar» y «esperanza» provengan de la misma raíz. La esperanza es la espera con fe. Esperar con esperanza cultivó una paz, una confianza y una dependencia del Señor que poco a poco se convirtió en una visión clara, centrada en el amor a Dios y a su pueblo.

Cuando buscamos asociarnos con el Espíritu Santo en la misión, es esencial esperar por la guía del Espíritu con esperanza. Dos ejemplos bíblicos de personas que esperaron con esperanza hasta recibir la instrucción del Espíritu Santo llaman especialmente mi atención: Ana y Elías.

Ana, en Lucas 2:36-38, era una profeta de Dios de 84 años de edad y que esperaba la redención de Israel. Durante muchos de esos años vivió como viuda, adorando y ayunando día y noche. Cuando Ana vio a María y a José en el Templo sosteniendo al niño Jesús, se acercó a ellos y comenzó a alabar a Dios. Fue capaz de reconocer quién era Jesús porque vivía en la presencia de Dios; su espíritu se conectaba con su Espíritu cada día mientras oraba.

Esperó durante años con esperanza. Esperó con una visión centrada en la redención de Israel, fruto de décadas de oración y adoración. Mientras otros no entendían, Ana sabía que la redención no vendría de los falsos mesías que intentaban derrocar a sus opresores. Los años de espera, escucha y asociación con el Espíritu Santo la prepararon para reconocer al Salvador. Cuanto más tiempo nos asociemos con el Espíritu Santo en la misión, más fácil será distinguir su verdad de las falsas narrativas.

Elías se aferró a la esperanza en medio de las dificultades. Considera la desesperación que sintió Elías después de que todos los demás profetas de Israel fueron asesinados (1 Reyes 19). Jezabel prometió matar a Elías también, por lo que corrió para salvar su vida, solo para luego pedirle al Señor que le quitara la vida. Dos veces durante este tiempo un ángel ministró a Elías y le proporcionó comida y bebida. En lugar de seguir corriendo, Elías eligió ir al monte Horeb, el mismo lugar donde Moisés había escuchado al Señor. Tal vez en su desesperación, Elías recordó que el monte Horeb era un lugar de esperanza, un lugar donde el Señor habla.

Elías tardó 40 días y 40 noches en llegar allí. Durante el viaje, me imagino que pensó mucho, se dio cuenta de muchas cosas, discutió, escuchó y habló con Dios. Para cuando llegó, Elías había cultivado esperanza suficiente como para volver a escuchar la voz de Yahweh. El Señor le preguntó a Elías qué estaba haciendo allí, y luego lo condujo a través de una serie de eventos diseñados para enseñarle a escuchar atentamente (vv. 10-13). Primero vino el viento, luego un terremoto y después un incendio, pero el Señor no estaba en ellos. Entonces Elías experimentó la presencia de Dios a través de un suave susurro, una voz que volvía a preguntar: «¿Qué haces aquí, Elías?».

Nótese que el Señor le hizo a Elías la misma pregunta dos veces (vv. 9 y 13), pero fue solo la segunda vez, después de haber aprendido a escuchar, que el Señor le dio más instrucciones a Elías sobre su misión. Tal vez la transformación ocurrió mientras Elías esperaba por la presencia del Señor. Tal vez el Espíritu de Dios le estaba enseñando a Elías discernimiento.

Dios puede manifestarse de manera poderosa, como Elías lo había experimentado en su propio ministerio, pero tal vez era hora de que Elías escuchara la voz del Señor como un suave susurro. Como Elías, podemos experimentar el fracaso del ministerio, dudar de nuestra vocación o sentirnos tentados a abandonar. Pero el Espíritu Santo nunca nos dejará correr tan lejos que ya no estemos en su presencia. El suave susurro del Espíritu está ahí; podemos aprender a escuchar y a esperar con esperanza.

Dirigir con amor

Asociarse con el Espíritu Santo en el ministerio implica cultivar un profundo amor por Dios y su pueblo. Aquellos de nosotros que esperamos presentar el evangelio en nuestro actual zeitgeist cultural haríamos bien en tomar nota de las preocupaciones que otros tienen sobre las misiones y la evangelización. Aunque hayamos aprendido formas útiles de compartir nuestra fe, algunos de nuestros oyentes pueden seguir sintiéndose dolidos e incluso alejados del evangelio por la forma en que el cristianismo ha sido presentado en el pasado. Hay que recordar la historia de la colonización y aprender de ella, para no repetir algunos de los mismos errores. Debemos reconocer y recordar dónde los esfuerzos de evangelización comienzan a ir por el camino equivocado. Nuestro testimonio cristiano se pierde cuando abandonamos el amor como centro de nuestra Gran Comisión.

El amor no se manifiesta conquistando y enseñoreando a otros. El amor no se considera a sí mismo mejor que el otro, sino que ve al otro como amado por el Creador. El Espíritu Santo nos ayuda a cultivar un amor profundo y piadoso. Este amor divino es el fruto natural de la vida del Espíritu en nosotros. Pero si no nos asociamos con el Espíritu, podemos estar llevando a cabo la obra del ministerio por otras motivaciones, aún si es inadvertidamente, como el deseo de ser espiritualmente «exitosos» o una compulsión de trabajo impulsada por la culpa. La frustración, la impaciencia, el culpar a otros, la falta de humildad o la falta de capacidad para aprender de otros y del Señor pueden ser indicadores de que el amor de Dios no está en el centro de nuestra misión.

Aquellos que son los receptores de nuestros esfuerzos ministeriales saben inmediatamente cuando una persona está sirviendo auténticamente por amor o por otro tipo de motivación. La gente no quiere ser proyectos de evangelización o el próximo objetivo de alcance. La gente quiere ser conocida. La gente quiere ser amada. La gente quiere ser vista. La gente quiere asociarse. Los ministerios que empoderan a los que sirven encarnan el ministerio que Jesús modeló.

Considere cómo Cristo dio poder a la mujer en el pozo para que fuera a contar su testimonio a su pueblo (Juan 4). En asociación con el poder de Dios, ella compartió su historia y muchas personas llegaron a creer como resultado. La asociación centrada en el amor a Dios y sus amados es el modelo de ministerio más poderoso, duradero y transformador de vidas que podemos ofrecer.

Todos estamos llamados a la hermosa invitación de Mateo 28: «Vayan y hagan discípulos de todas las naciones…» y estamos equipados con la poderosa promesa de Emmanuel: «Y les aseguro que estaré con ustedes siempre, hasta el fin del mundo». Le dije que sí a Jesús porque quería estar con Él. Literalmente, quiero caminar con él todos los días. No le dije que sí para poder dirigir un ministerio. Eso es una bendición residual después del mayor regalo: estar en la presencia de Aquel que me conoce plenamente y me busca.

Jesús nos manda a permanecer en su amor (Juan 15:9). Una vez que aprendemos a permanecer, a habitar en Él, podemos seguir su mandato de amarnos unos a otros porque hemos conocido y experimentado su amor por nosotros. Por este amor, la gente sabrá que somos sus seguidores (Juan 13:34-35). El amor fomentado por el Espíritu es la clave de nuestra evangelización.

Jesús nos promete el Espíritu Santo. No tenemos que luchar para que el Espíritu Santo nos vea; no tenemos que competir por el amor del Espíritu. Como Ana, podemos cultivar ritmos de oración diarios para alejarnos de la cultura de la urgencia y la eficiencia, y para entrar en relación con el Espíritu de Dios en el presente. Tal como lo aprendió Elías, asociarse con el Espíritu Santo es cultivar una postura dispuesta a escuchar los suaves susurros del Creador. Asociarse con el Espíritu Santo es un acto de amor. Es el primer paso del ministerio.

Noemi Vega Quiñones es la directora de ministerio para la InterVarsity Christian Fellowship en la zona sur de Texas . Es coautora de Hermanas: Deepening our Identity and Growing Our Influence (InterVarsity Press).

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Si su hijo abandona la iglesia, no pierda la esperanza, pero actúe con rapidez.

Hay una ventana de oportunidad para atraer a los jóvenes adultos de vuelta a la iglesia aún después de que han decidido abandonarla, dice la socióloga Melinda Lundquist Denton.

Christianity Today June 13, 2021
Illustration by Mallory Rentsch / Source Images: Tuyon Vo / Annie Theby / Milo Bauman / Unsplash

Hace casi dos décadas, un pequeño grupo de sociólogos se embarcó en un proyecto de investigación longitudinal llamado Estudio Nacional de Juventud y Religión (NSYR, por sus siglas en inglés). En el estudio organizado por la Universidad de Carolina del Norte en Chapel Hill y la Universidad de Notre Dame, los investigadores del NSYR hicieron un seguimiento de la vida religiosa de jóvenes estadounidenses durante un período de 10 años, desde la adolescencia temprana hasta la etapa conocida como adultez emergente. Para fines de este estudio, los participantes se clasificaron en: protestantes, católicos, otras religiones y sin religión. Sus conclusiones se recogen en tres libros: Soul Searching, Souls in Transition y A Faith of Their Own.

La culminación de este gigantesco proyecto se encuentra en el libro Back Pocket God: Religion and Spirituality in the Lives of Emerging Adults (Dios de bolsillo: la religión y la espiritualidad en la vida de los adultos emergentes), del que son coautores Melinda Lundquist Denton, profesora asociada de Sociología de la Universidad de Texas en San Antonio, y Richard Flory, director de investigación y evaluación del Centro de Religión y Cultura Cívica de la Universidad del Sur de California.

CT habló con Lundquist Denton sobre el dramático descenso de la asistencia a la iglesia entre los adultos jóvenes y lo que esto significa para el discipulado que se lleva a cabo en hogares, aulas y santuarios.

(Haga clic aquí para leer en español la entrevista complementaria con Christian Smith, coautor de Handing Down the Faith).

Antes de entrar en detalles, me gustaría conocer su opinión. Al mirar hacia atrás en todos estos años de investigación, ¿cuál es su visión y sentimiento respecto al futuro de la iglesia?

En este proyecto no estudiamos las congregaciones ni las iglesias. Nos fijamos en los individuos y en su relación con las iglesias. Dicho esto, podemos decir que hemos aprendido algunas cosas sobre eso al conversar con esta sección transversal de jóvenes. A grandes rasgos, creo que si este grupo de jóvenes sirve como indicador, el compromiso permanente y de por vida con las organizaciones religiosas va a ser cada vez más precario con el tiempo. Creo que la iglesia va a batallar para lograr mantener a las generaciones futuras. No creo que eso sea una noticia para nadie.

No, no lo es. Pero lo has visto de cerca.

No creo que sea una cuestión de: “Oh, sólo es relevante para entender a esta generación”. Creo que las relaciones dentro de las instituciones están cambiando en su conjunto, y los adultos emergentes no ven a la iglesia avanzando a la par con el ritmo de sus vidas. Así que hay varios elementos que se entrelazan y de los que podríamos hablar.

Hablemos de lo que usted llama la categoría “comprometida” de los adultos emergentes. ¿Cómo se subdivide exactamente ese grupo?

En el aspecto religioso, hacemos una distinción entre dos grupos: las personas que están regularmente comprometidas y la religión forma parte de su vida, y las personas que solo están marginalmente vinculadas a la religión. Y entre los regularmente comprometidos, hay dos subgrupos. Hay un grupo muy pequeño para el cual la religión es lo que llamamos “el motor de su vida”. Es la fuerza motriz de sus vidas; todo lo que hacen está informado por su fe y es parte de lo que motiva sus elecciones de vida, sus carreras y sus decisiones educativas. Es un grupo muy pequeño de personas. Encontramos a algunos de ellos, pero no a muchos.

Melinda DentonIllustration by Mallory Rentsch / Source Images: Portrait Courtesy of
Melinda Denton

Pero luego tienes este grupo de jóvenes religiosos regularmente comprometidos para el que su fe es parte de un paquete más grande. No es que su fe dirija el resto de sus vidas, es que la fe complementa el resto de sus vidas. Se ve más o menos de esta forma: “Tengo un trabajo, una educación, una familia y una fe, y todo encaja en esta versión de una vida buena”.

La religión es importante en la medida en que es una parte importante de este paquete más grande de sus vidas. Se ha convertido en algo más rutinario. Así que están dispuestos a mantener su compromiso. Van a la iglesia con regularidad y la fe forma parte de su identidad. Pero es una sensación diferente en cuanto al papel que esa fe tiene en relación con el resto de su vida.

Pero en las encuestas, ambos grupos aparecen como comprometidos religiosamente. Todos van a la iglesia con cierta regularidad, todos creen en Dios. Parecen iguales en las encuestas, pero es en nuestras entrevistas donde realmente escuchamos esta diferencia entre los comprometidos rutinarios con la religión como uno de los muchos aspectos de sus vidas, y los altamente comprometidos para quienes la religión es realmente la fuerza motriz de sus vidas. Consideramos que era importante hacer esa distinción; aunque a partir de los datos de la encuesta aparezcan en el mismo grupo, realmente hay una distinción.

Gran parte de su libro Back Pocket God se centra en aquellos que no han abandonado la fe y que, de hecho, podrían estar aumentando su nivel de compromiso. Háblenos un poco de lo que usted llama la “categoría alta estable”.

Hay un grupo de jóvenes que son religiosos o están comprometidos con su fe, siguen asistiendo regularmente a la iglesia y para los cuales la fe forma parte de su identidad. Y ese grupo parece ser estable a lo largo del tiempo.

Cuando decimos que su compromiso va en aumento, hay dos explicaciones para ello. La primera es lo que llamamos “desgaste”, es decir, la eliminación gradual de aquellos que formaban parte de este grupo al comienzo del estudio, pero que estaban menos comprometidos con su religión desde el principio. Así que, como grupo, parecen más religiosos porque se ha extraído a los individuos menos religiosos de ese grupo. Eso es sin duda parte de lo que ocurre, que el grupo en sí puede ser más pequeño, pero es porque se trata del núcleo comprometido.

También parece haber evidencia de que los que permanecen en ese núcleo comprometido se vuelven más comprometidos. A medida que pasan de la adolescencia a la edad adulta —y ese era precisamente el título del segundo libro: Una fe propia— tienen que pasar por este proceso de hacer suya esta fe. Deben preguntarse: “¿La mantengo o no?” Así que, con el tiempo, esa religión se va integrando en sus vidas.

Así que, debido a estas dos cosas, cuando comparamos a los protestantes evangélicos comprometidos de la cuarta ola (la última fase del estudio) con los protestantes evangélicos comprometidos de la primera ola (la primera fase del estudio), vemos ligeros aumentos en aspectos como la importancia de la fe y la creencia en Dios y ese tipo de cosas.

Parece que hay una especie de vacío en la parte de en medio del espectro. Así que cuando los cristianos nominales se van, los que permanecen en la iglesia están en el extremo superior del compromiso religioso.

Sí. Diré que no quiero exagerar esa historia, en cierto sentido, pero creo que es cierto. Yo no diría que eso significa que esas personas son apasionadas en su fe. Hay algunos, pero creo que el estándar ha bajado para todos.

Siguen en la parte de hasta arriba. Los que no se han ido están comprometidos. Dentro de ese grupo, hay un pequeño segmento para el que la fe es la fuerza motriz de sus vidas, y siguen profundizando en ella y por lo tanto se está convirtiendo cada vez más en un foco de atención para ellos.

Pero para la mayoría de las personas que permanecen en la iglesia, hay un aspecto instrumental en su compromiso religioso. El compromiso puede estar impulsado por el fervor religioso, pero más a menudo parece ser impulsado por la idea de “Esta es la vida que quiero vivir” o “La fe facilita la vida que he elegido”. Para algunos, forma parte de un paquete de vida más amplio. Es muy similar a la idea del “sueño americano”, y la religión es solo una parte del paquete. Pero dicho esto, están comprometidos con su fe debido a que están comprometidos con ese paquete.

Hay algo de pragmatismo en ello. Y el estándar es más bajo, así que los que están en el extremo estable alto siguen operando en un nivel más bajo que lo que habríamos esperado hace 20 o 30 años. ¿Cierto?

En términos de participación en la religión organizada, sin duda alguna las expectativas son más bajas para este grupo. Creo que comparativamente también. Hoy no existe la expectativa de que la gente esté en la iglesia cada vez que se abren las puertas, ni tampoco de ser muy activo en una congregación religiosa. Ese tipo de cosas.

Acabo de leer una cita del libro que dice: “Los informes de no asistir nunca a servicios religiosos han aumentado 33 puntos porcentuales en diez años, pasando del 18 % de la muestra en 2003 al 51 % de la muestra en 2013”. Eso es una notable caída en la asistencia a la iglesia.

Es correcto. Cuando miramos a todos los demás indicadores, no hay ese nivel de cambio. Es en la asistencia donde vemos el mayor cambio. Incluso yo, que he seguido este estudio de principio a fin, cuando vi ese 51 %, lo volví a calcular porque estaba segura de que no era correcto. Pensé: “Es enorme”. El 51 % de nuestra muestra nunca asiste a servicios religiosos. Eso significa que, básicamente, la mitad de todos estos jóvenes nunca han puesto un pie dentro de una congregación religiosa. Lo que por un lado no es tan sorprendente, pero es un cambio enorme, del 18 % al 51 % en diez años. Es dramático.

Es realmente dramático. Refleja el vaciamiento de la parte de en medio del que hablaba, pero desde el otro extremo del espectro.

Sí, hay un gran aumento de los que nunca asisten, y esos que nunca asisten provienen de las categorías de asistentes esporádicos. Los asistentes semanales se redujeron casi a la mitad, pero el mayor cambio se produjo entre los que nunca asisten.

A lo largo de los diez años de este estudio, se ha visto una correlación entre la asistencia a la iglesia y la importancia de la fe en la vida diaria.

Sí, hay una relación entre ambas cosas, si bien no son totalmente independientes la una de la otra. Y creo que es un tanto deshonesto pensar: “Está bien, esta generación puede alejarse de la religión organizada, pero seguirá teniendo esta vibrante vida espiritual interna”. No es así. Eso no está sucediendo. Puede que en las encuestas digan que Dios es importante para ellos, pero en la práctica diaria, formar parte de una comunidad religiosa es importante para desarrollar una vida espiritual cultivada.

Las prácticas y las perspectivas van juntas.

¿Qué significa esto para los líderes de opinión, los padres y los pastores?

Bueno, tal vez tengamos que reimaginar cómo debería verse la participación en la iglesia. Creo que nos estamos moviendo hacia la postura de “Si construyes un templo, ellos vendrán”. Pero eso no es verdad. Los jóvenes no están asistiendo. Y eso es importante.

La otra cara de la moneda es que hay una ventana de oportunidad. No se oponen a involucrarse, no se oponen a la fe y no se oponen a la religión. Hay escepticismo sobre la iglesia, pero no hay mucha animosidad hacia la iglesia. Así que lo que dijimos cuando eran jóvenes fue: “No renuncies a involucrarlos: ellos están dispuestos a comprometerse”.

No se trata de un grupo de jóvenes que ha dicho: “¿La iglesia? No quiero tener nada que ver con ella”. Más bien es que no está en la parte superior de su lista de prioridades. Por lo tanto, incluso cuando no están asistiendo o no están realmente comprometidos, hay una oportunidad de que vuelvan a involucrarse a ese nivel.

Lo que vemos es que la gente está pasando a la categoría de “no asistir nunca” o “no ser religioso en absoluto”, pero eso no ocurre de la noche a la mañana. Por lo tanto, hay un intervalo de tiempo en el que ya no participan regularmente, pero siguen estando abiertos a la religión.

Los adultos emergentes que has estudiado pueden declarar una lealtad a la fe, pero ¿pueden argumentar acerca de creencias doctrinales específicas?

En realidad no, pero para ser justos, los adultos tampoco pueden hacerlo.

Es cierto.

Hemos dicho desde el principio: “Aquí están todos nuestros hallazgos, pero por favor, noten que no estamos tratando de juzgar a este grupo de personas”. No creemos que sean los únicos que carecen de capacidad argumentativa. Ellos simplemente son el grupo de edad que estudiamos.

En la primera ronda del estudio, recibimos respuesta de la gente diciendo: “Bueno, tienen entre 13 y 17 años, por supuesto que no pueden presentar argumentos acerca de su fe”. Pero no parece tratarse de capacidad cognitiva. No parece ser por la edad. A medida que crecen, no se vuelven más elocuentes sobre su fe.

No parece que consideren como algo importante tener la capacidad de presentar argumentos para sustentar su fe. Sus respuestas son lo suficientemente buenas para ellos. Cada pocos años nos acercamos los jóvenes y les pedimos que expliquen su fe, pero aparte de eso, nadie les pide que presenten argumentos. Así que la capacidad de sustentar la fe con argumentos es algo que no hemos visto cambiar significativamente con el tiempo.

Teniendo en cuenta esta incapacidad para presentar argumentos doctrinales, ¿qué medidas compensatorias recomienda, si es que hay alguna?

En parte depende del contexto. No sé si la solución es diferente a lo que decíamos hace diez años, que es que esto es como una segunda lengua y se aprende por inmersión. Así que si no forma parte de lo que ocurre en nuestras congregaciones, y de lo que ocurre en nuestros hogares, con sus padres, si no están escuchando este idioma de forma regular, entonces no es algo que se pueda enseñar simplemente en una clase de catecismo o como algo independiente.

Es necesario formar parte de la cultura del grupo religioso para que lo puedan aprender. No estoy seguro de que sea efectivo decir: “Hagamos una capacitación o demos clases adicionales, o algo parecido”. Creo que tiene que formar parte de la cultura de la tradición religiosa. Y por cultura, me refiero a la cultura de la iglesia, pero también a la de la familia: la forma en que los padres hablan acerca de su fe.

Su colega Christian Smith acuñó este concepto, ahora bien conocido, de “deísmo terapéutico moralista”. ¿Cree que el concepto es más conocido ahora que hace diez años?

Lo vemos en la cuarta ola del estudio. De hecho, lo llamamos “deísmo terapéutico moralista 2.0”. En su concepción original, la idea es que Dios es como un mayordomo: hay un ser divino ahí afuera, y cuando lo necesito puedo tocar el timbre y llamar a sus servicios, y el objetivo de la vida es ser feliz. Pero ahora ha habido un cambio. La parte del deísmo se ha reducido un poco, y a eso se refiere el título del libro. Pasamos de Dios como mayordomo divino a Dios en mi bolsillo trasero, y el papel de Dios se ha vuelto aún más comprometido.

Así que creo que esos impulsos siguen ahí, con el papel de Dios reducido aún más a “solo cuando lo necesito”, o “cuando me es útil”. Es una perspectiva mucho más instrumental. Pero no creo que el cambio sea dramático; creo que es sólo una transformación de ese concepto original.

¿Y qué hay de la relación adyacente entre la iglesia y la plaza pública, entre la fe y la práctica de la fe en la política?

Cuando oigo a los adultos jóvenes hablar de la religión organizada y de la iglesia, les oigo decir: “Bueno, están como fuera de juego en todas estas cuestiones que son importantes para mí”. Y en ese bajo nivel en el que están comprometidos, no veo realmente que la religión los haga diferentes. En algunos casos, los empeora. Puedo ser una buena persona, puedo amar a mi prójimo, puedo ser hospitalario y puedo aceptar a otras personas. Puedo hacer todo esto sin religión”.

Así pues, existe la sensación de que la religión está fuera de contacto, o cuando menos no es realmente distinta. La cuestión es: ¿Cómo podemos abordar esos temas que son importantes para ellos de una manera distintiva, pero no que no los empuje hacia el aislamiento?

Es un gran enigma que los líderes de la iglesia y los padres deben analizar.

Sí. Tenemos que enfrentarnos a dos preguntas difíciles: ¿Qué puede ofrecer la iglesia que los adultos emergentes no puedan conseguir en ningún otro sitio? ¿Y cómo pueden tomar lo que la iglesia tiene que ofrecer sin que los separe del mundo en el que quieren participar?

Traducción y edición en español por Livia Giselle Seidel

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Mi caótica conversión

Como profesora lesbiana de izquierda, yo despreciaba a los cristianos. Pero, de alguna forma, me convertí en uno de ellos.

Christianity Today June 11, 2021
Photo by Jimmy Smith

Esta es una versión revisada y corregida de la traducción publicada en julio de 2013.

Este artículo fue publicado en colaboración con la Conferencia Nacional de Liderazgo Cristiano Hispano (NHCLC, por sus siglas en inglés).

La palabra Jesús se me atoraba en la garganta como un colmillo de elefante: por mucho que tosiera, no lograba expulsarla. Los que profesaban ese nombre provocaban tanto mi piedad como mi ira. Como profesora universitaria, estaba cansada de los estudiantes que parecían creer que “conocer a Jesús” era sinónimo de no tener necesidad de conocer ninguna otra cosa. Los cristianos, en particular, eran malos lectores, siempre buscando la oportunidad de insertar un versículo bíblico en una conversación como si se tratara de un signo de puntuación: para terminarla en lugar de profundizarla.

Tontos. Sin sentido. Una amenaza. Eso es lo que pensaba de los cristianos y de su dios Jesús, que en las pinturas parecía tan poderoso como un modelo de anuncio de champú.

Como profesora de letras inglesas y estudios de la mujer en vías de convertirme en una radical profesora titular, me importaba la moralidad, la justicia y la compasión. Ferviente defensora de las visiones del mundo de Freud, Hegel, Marx y Darwin, me esforzaba por estar del lado de los desvalidos. Valoraba la moralidad. Y probablemente podría haber soportado a Jesús y a su banda de guerreros si no hubiera sido por la forma en que otras fuerzas culturales respaldaban a la derecha cristiana. La ocurrencia de Pat Robertson en la Convención Nacional Republicana de 1992 me llevó al límite: “El feminismo”, se burló, “anima a las mujeres a dejar a sus maridos, a matar a sus hijos, a practicar la brujería, a destruir el capitalismo y a hacerse lesbianas”. Efectivamente. El megáfono del dogma cristiano mezclado con la postura política de los republicanos exigía mi atención.

Tras la publicación del libro con el que gané mi puesto como profesora titular, utilicé dicha posición para apoyar las previsibles lealtades de una profesora lesbiana de izquierda. Mi vida era feliz, significativa y plena. Mi pareja y yo compartíamos muchos intereses de vida: el activismo contra el sida, la salud y la alfabetización de los niños, el rescate del golden retriever y la iglesia unitaria universalista, por nombrar algunos. Incluso si se creyeran las historias de fantasmas promulgadas por Robertson y los de su calaña, habría sido difícil argumentar que mi pareja y yo no éramos buenas ciudadanas. La comunidad LGBT valora la hospitalidad y la aplica con habilidad, sacrificio e integridad.

Empecé a hacer investigación académica sobre la derecha religiosa y su política de odio contra los homosexuales como yo. Para ello, necesitaría leer el único libro que, en mi opinión, había desviado a tanta gente: la Biblia. Mientras buscaba a algún erudito de la Biblia que me ayudara en mi investigación, lancé mi primer ataque a lo que yo llamaba la impía trinidad de Jesús, la política republicana y el patriarcado, y lo hice escribiendo un artículo en el periódico local acerca de la organización cristiana evangélica Promise Keepers. Era el año de 1997.

Y yo era un desastre. No quería perder todo lo que amaba. Pero la voz de Dios cantaba una canción llena de amor y de esperanza en los escombros de mi mundo.

El artículo provocó que muchos me enviaran cartas en respuesta, tantas que puse una caja de cartón a cada lado de mi escritorio: una para el correo de odio, otra para el de los fans. Pero una carta que recibí desafió mi sistema de archivo. Era la carta del pastor de la Iglesia Presbiteriana Reformada de Syracuse, NY. Era una carta amable e inquisitiva. En ella, Ken Smith me animaba a explorar el tipo de preguntas que admiro: ¿Cómo ha llegado a sus interpretaciones? ¿Cómo sabe que tiene razón? ¿Cree usted en Dios? Ken no discutía con lo que yo afirmaba en mi artículo, sino que me pedía que defendiera las presuposiciones sobre las que lo había basado. No supe cómo responder, así que la tiré.

Más tarde, esa misma noche, la saqué de la papelera de reciclaje y la volví a poner sobre mi escritorio, desde donde me miró fijamente durante una semana, confrontándome a una división de cosmovisiones que exigía una respuesta. Como intelectual posmoderna, había adoptado la postura del materialismo histórico, pero el cristianismo es una visión sobrenatural del mundo. La carta de Ken perforó la integridad de mi proyecto de investigación sin que él lo supiera.

Amistad con el enemigo

Con esa carta, Ken inició un periodo de dos años durante los cuales no me llevó a su iglesia, sino que él trajo la iglesia a mí, una pagana. Yo ya había visto bastantes versículos bíblicos en pancartas en las marchas del orgullo gay. El hecho de que los cristianos que se burlaban de mí en el día del orgullo gay se alegraban de que yo y todos mis seres queridos nos íbamos a ir al infierno era tan claro como el azul del cielo. Pero eso no es lo que hizo Ken. Él no se burló. Se involucró. Así que cuando en su carta me invitó a que cenáramos juntos, acepté. Mis motivos en ese momento eran sencillos: seguramente esto será bueno para mi investigación.

Pero ocurrió algo distinto. Ken y su mujer, Floy, y yo nos hicimos amigos. Entraron en mi mundo. Conocieron a mis amigos. Hicimos intercambios de libros. Hablamos abiertamente de sexualidad y de política. No actuaron como si esas conversaciones los contaminaran. No me trataron como una página en blanco. Cuando comíamos juntos, Ken oraba de una manera que yo nunca había escuchado antes. Sus oraciones eran íntimas. Vulnerables. Se arrepentía de su pecado delante de mí. Agradecía a Dios por todas las cosas. El Dios de Ken era santo y firme, pero lleno de misericordia. Y como Ken y Floy no me invitaron a la iglesia, supe que podía formar una amistad con ellos con confianza.

Empecé a leer la Biblia. Leí de la misma manera en la que un glotón devora. La leí varias veces ese primer año en múltiples traducciones. En una cena que organizamos mi pareja y yo, mi amigo transexual J me acorraló en la cocina, puso su mano sobre la mía, y me advirtió: “Esto de leer la Biblia te está cambiando, Rosaria”.

Temblando, susurré: “J, ¿y si es verdad? ¿Y si Jesús es un Señor real y resucitado? ¿Y si es verdad que todos estamos en problemas?”.

J exhaló profundamente. “Rosaria”, dijo, “fui ministro presbiteriano durante 15 años. Oré para que Dios me sanara, pero no lo hizo. Si quieres, oraré por ti”.

Seguí leyendo la Biblia, luchando contra la idea de que estaba inspirada por Dios. Pero la Biblia llegó a ser más grande dentro de mí que yo misma. Se desbordó en mi mundo. Luché contra ella con todas mis fuerzas. Entonces, un domingo por la mañana, me levanté de la cama de mi amante lesbiana, y una hora más tarde me senté en una banca de la Iglesia Presbiteriana Reformada de Syracuse. Sabiendo que llamaría la atención por mi varonil corte de pelo, me recordé a mí misma que había venido a encontrarme con Dios, no a encajar. La imagen que inundaba mi mente, en la que me veía a mí y a todos los que amaba sufriendo en el infierno, vomitaba en mi conciencia y me prensaba con sus dientes.

Luché con todo lo que tenía.

Yo no quería esto.

No lo pedí.

Calculé los costos. Y no me gustó el resultado al otro lado del signo de igual.

Pero las promesas de Dios llegaron a mi mundo como un conjunto de olas. Un día del Señor, Ken predicó sobre Juan 7:17: “Si alguno está dispuesto a hacer la voluntad de Dios, sabrá si Mi enseñanza es de Dios o si hablo por Mí mismo.” (NBLA). Este versículo expuso las arenas movedizas en las que mis pies estaban atascados. Yo era una pensadora. Me pagaban por leer libros y por escribir acerca de ellos. Esperaba que en todas las áreas de la vida, el entendimiento viniera antes que la obediencia. Y quería que Dios me mostrara, en mis términos, por qué la homosexualidad era un pecado. Quería ser el juez, no el que es juzgado.

Pero el versículo prometía comprensión después de la obediencia. Luché con la pregunta: ¿Realmente quería entender la homosexualidad desde el punto de vista de Dios, o sólo quería discutir con Él? Esa noche oré que Dios me diera la voluntad de obedecer aún antes de entender. Oré durante mucho tiempo hasta que llegó el día. Cuando me miré en el espejo, me veía igual. Pero cuando miré dentro de mi corazón a través de el lente de la Biblia, me pregunté: ¿Soy lesbiana, o todo esto ha sido un caso de identidad equivocada? Si Jesús puede partir el mundo en pedazos y separar la médula del alma, ¿podrá hacer prevalecer mi verdadera identidad? ¿Quién soy yo? ¿Quién quiere Dios que sea?

Entonces, un día cualquiera, me acerqué a Jesús desnuda y con las manos abiertas. En esta guerra de visiones del mundo, Ken estaba allí. Floy estaba allí. La iglesia que había estado orando por mí durante años estaba allí. Jesús triunfó. Y yo era un desastre. Mi conversión trajo consigo un caos. No quería perder todo lo que amaba. Pero la voz de Dios cantaba una canción llena de amor y de esperanza en los escombros de mi mundo. Creí débilmente que si Jesús podía vencer a la muerte, podía enderezar mi mundo. Bebí, al principio tímidamente, luego apasionadamente, del consuelo del Espíritu Santo. Descansé en paz privada, luego en comunidad, y hoy en el refugio de una familia en la que uno me llama “esposa” y muchos me llaman “madre”.

No he olvidado la sangre que Jesús entregó por esta vida.

Y mi vida anterior acecha en los bordes de mi corazón, brillante e inmóvil como un cuchillo.

Rosaria Champagne Butterfield es la autora de The Secret Thoughts of an Unlikely Convert (Crown & Covenant). Vive con su familia en Durham, Carolina del Norte, donde su marido es pastor de la Primera Iglesia Presbiteriana Reformada de Durham.

Traducción y edición en español por Livia Giselle Seidel

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Lea las palabras de Dios. Después escriba las suyas.

La disciplina espiritual de escribir nuestras oraciones y reflexiones acerca de lo que leemos en la Biblia es una práctica con raíces profundas en la tradición cristiana.

Christianity Today June 1, 2021
Kelly Sikkema / Unsplash

Tres cuervos se pelean sobre un tejado frente a la puesta de sol, se lee en la entrada de mi diario del 22 de julio de 2019. ¡Señor, qué odiosa soy!

Además de una lista de peticiones de oración, esa es toda la anotación de ese día. Fuera de contexto, no tiene sentido. Pero leer estas dos frases ahora me retrotrae a aquella mañana calurosa de verano. El trío de cuervos pendencieros del tejado de mi vecino graznando y peleando, ignorantes del cielo pintado de lavanda y oro detrás de ellos. Al observarlos, me vi a mí misma en su comportamiento: mis quejas y mi parloteo en claro contraste con el telón de fondo del amor extravagante de Dios. Corrí a casa, inquieta, para escribir sobre la experiencia.

La práctica de escribir mis observaciones espirituales me pone en buena compañía. Los cristianos se han visto impulsados a escribir acerca de Dios y para Dios desde los primeros días de la iglesia. Aunque gran parte de los escritos de la iglesia a lo largo de los años han tenido como objetivo reflejar a Dios al resto del mundo, los cristianos también han escrito mucho para Dios y acerca de Dios en privado.

Los diarios de oración trascienden denominaciones y trasfondos. A lo largo de la historia, creyentes comunes y destacados han tomado la práctica de escribir diarios privados para Dios como una cuestión de gran importancia espiritual. Cotton Mather y Jonathan Edwards, ardientes puritanos, utilizaron sus diarios para registrar sus pecados y su vacilante proceso hacia la santidad. John Wesley heredó la práctica de escribir un diario de su devota madre, Susanna. Una pena en observación, de C. S. Lewis, surgió de las reflexiones personales que registró después de la pérdida de su esposa.

Las motivaciones para esta práctica varían. A menudo los puritanos escribían en diarios en un intento de crecer en santidad. John Beadle, clérigo inglés del siglo XVII, creía que la escritura de un diario era un modo en que los cristianos podían practicar para el momento final en que tuvieran que rendir cuentas delante de Dios de “todos nuestros caminos, y de todos los caminos que Él estableció para nosotros”. El monje trapense Thomas Merton creía que el acto de escribir sin testigos ni audiencia permitía la honestidad y la transparencia requeridas para presentarse delante de Dios.

Llevar un diario sigue siendo popular hoy en día. En el mundo secular se ha promovido como una herramienta terapéutica y una vía hacia el empoderamiento personal basado en el bienestar [enlaces en inglés]. En nuestra era digital muchos profesionales jóvenes han descubierto que los planificadores de papel y los diarios les ayudan a no estar “pegados a sus dispositivos”. Y los cristianos también continúan escribiendo. La práctica conocida en inglés como Bible journaling [que consiste en hacer anotaciones en los espacios en blanco de las Biblias impresas, o bien en una libreta, acerca de lo aprendido durante el estudio bíblico] enfatiza tanto el proceso como el producto e invita a los creyentes a encontrarse con las Escrituras a través de las anotaciones, la ilustración y la decoración. Esta práctica ha crecido en popularidad entre los creyentes: en 2020 muchas editoriales cristianas vieron que las ventas de biblias, libros y diarios creados para este fin aumentaron significativamente durante la pandemia.

Pero estas prácticas no deberían confundirse con el proceso que llevó a Jonathan Edwards a lamentarse en su diario: “¡Qué pronto caigo! ¡Oh, qué débil, qué enclenque, incapaz de hacer nada por mí mismo!”. La rica y compleja tradición de la escritura cristiana privada no solo lleva un registro de la relación individual con Dios, sino que también desafía al escritor a reflexionar sobre esas notas y crecer en santidad.

Como registro de una relación, escribir como práctica espiritual es más que una lista de anotaciones o una práctica puramente autorreflexiva. En cambio, sirve como recuerdo de la presencia de Dios en una vida individual y en un tiempo en particular, y de la presencia o la ausencia del escritor en relación con Dios.

Cuando los cristianos escriben acerca de la presencia única de Dios en sus vidas, están obedeciendo el mandato de Dios de registrar lo que han visto (Apocalipsis 1:19) y se involucran en un acto encarnado de recuerdo que refleja otros actos de las Escrituras: el apilar piedra sobre piedra, el sorbo de una copa, el mordisco de un pan. A lo largo del Antiguo Testamento Dios encomienda constantemente a sus profetas que escriban sus palabras para que puedan recordarlas (Isaías 30:8, Jeremías 30:2, Habacuc 2:2).

En otras palabras, mi nota sobre tres cuervos en un tejado registró mi encuentro único y personal con Dios en un mundo donde, de no haberlo escrito, el consumo constante de información y entretenimiento me habría conducido a olvidarlo o a volverme ciega ante su significado.

Es importante notar que esas anotaciones deben desafiarnos a ser transformados por el aprendizaje. Escribir acerca de tres cuervos no se trata de mí. No se trata tampoco de los cuervos. Se trata de crear espacio, al escribir sobre los cuervos, para que Dios me transforme.

El propósito de los escritos cristianos privados no es empoderar o deificar el yo y sus deseos, característica que coloca esta práctica en claro contraste con la escritura secular del bienestar que asegura que “expulsa la energía negativa” o que “sana [al escritor] de dentro hacia afuera”. Más bien, el escritor cristiano escribe para poner en práctica ver de una manera diferente, para poner en práctica lo que significa encontrarse con Dios en el día a día y, al reflexionar sobre ese encuentro, crecer en santidad, tanto en apariencia como en conducta.

Por supuesto, una práctica más ligera de Bible journaling o el enfoque secular de escritura basada en el bienestar puede que resulten más gratificantes y accesibles de forma inmediata que regresar a la práctica más rigurosa de escribir como una disciplina espiritual. Pero esta forma de escritura es posible y gratificante en sí misma. A continuación veremos tres puntos de entrada a esta práctica.

1. Escritura reflexiva sobre la Biblia

Los creyentes pueden comenzar su viaje hacia la escritura reflexiva con una inmersión más profunda en el Bible journaling. El truco consiste en ir más allá de solo enfocarse en un pasaje en particular de las Escrituras, y pasar más bien a hacerse preguntas que lo conecten con experiencias de vida: ¿Qué pide de mí este pasaje? ¿Cómo me desafía? ¿Qué debo considerar cuando examino mi vida a través de los lentes de este versículo?

Al igual que en el Bible journaling, este ejercicio lleva al escritor a las Escrituras, pero va más allá al pedirle que se involucre en ellas del mismo modo que lo hacían los primeros cristianos que escribían diarios: utilizando las Escrituras para examinar con rigurosidad su vida diaria y su crecimiento en santidad.

2. Escritura de oraciones

Escribir nuestras oraciones puede ser un punto de entrada accesible a la escritura como práctica espiritual. Casi todos los cristianos que escribían diarios oraban sobre el papel, ya fuera escribiéndole directamente a Dios, transcribiendo sus peticiones o meditando en la grandeza del carácter y las obras de Dios. Nosotros podemos también orar de todos estos modos, o podemos redactar abiertamente oraciones que atiendan una necesidad, un deseo o un pensamiento en particular.

Esta práctica beneficia particularmente a aquellos que prefieren orar “con sus propias palabras”, pero que, en tiempos de mucho estrés o ansiedad, encuentran difícil componer una oración. Escribir nuestras oraciones no solo proporciona palabras para ese uso futuro, sino que también sirve como monumento a la presencia y el apoyo de Dios. Regresar a oraciones respondidas y a la obra de Dios en nuestras vidas, meses o incluso años después, puede ayudarnos a profundizar nuestra fe.

3. Escritura centrada en Cristo

La escritura diaria sin guía tiene su lugar en la práctica espiritual cristiana. A diferencia del enfoque secular de la práctica de la escritura, la cual sirve meramente para descargar emociones negativas o afirmar y empoderar el yo, la escritura centrada en Cristo trae ante Dios los pensamientos y los sucesos del día como un modo de invitar a Dios a dialogar sobre la vida diaria, y como un modo de invitar a Dios a la vida diaria.

Resulta que incluso los diarios de cristianos reconocidos son a veces sorprendentemente mundanos, con discursos sobre las tareas diarias y las preocupaciones, intercalados con intentos de oraciones y meditaciones de las Escrituras. Este formato no es fortuito: escribirle a Dios para introducirlo en nuestro mundo normal nos ayuda, cuando entramos en él, a ponerlo a Él en el centro.

En el mejor de los casos, escribir como práctica cristiana nos lleva más lejos que el Bible journaling y, en contraste con las prácticas seculares, nos saca de nosotros mismos y nos lleva a la presencia del Cordero para reorientar nuestra percepción del mundo. Y cuando eso ocurre, como escribe Thomas Merton, “el mundo entero y todos los incidentes de la vida tienden a ser sacramentos: señales de Dios, señales de Su amor obrando en el mundo”.

Tres cuervos en un tejado, después de todo, no son una invitación a la santidad. Pero escribir acerca de ese encuentro y traerlo delante Dios sí puede serlo.

Brandy Bagar-Fraley vive y escribe en Columbus, Ohio. Obtuvo su doctorado en Lengua Inglesa en la Universidad de Ohio y actualmente trabaja para la Universidad de Flanklin.

Traducción por Noa Alarcón

Edición en español por Livia Giselle Seidel

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La generación Woodstock me tragó y me escupió

Un verano en una comuna hippie me hizo abandonar la contracultura de los 60. Dios me encontró en mi desilusión.

Christianity Today June 1, 2021
Doug Levy

El año 1968 fue trascendental para mí. En todo el país, la revolución estaba en el aire. Yo era un estudiante de arquitectura de primer año en Boston, sin nada que me impidiera convertirme en un radical.

Crecí en una iglesia congregacional de corte liberal, a la que asistíamos mi hermana y yo con mi madre. Durante mi primer año de bachillerato [high school], mi madre —a instancias de mi tío, miembro de los Gedeones— llegó a la fe genuina en una iglesia bautista donde se predicaba el Evangelio. (Mi padre, un católico caduco, y mi abuela también llegaron a conocer a Jesús allí).

En cuanto a mí, seguí sin mostrar interés alguno por el cristianismo. Para cuando me fui a la escuela de arquitectura, ya estaba empezando a caer en la contracultura de los años 60. Educado por mi iglesia liberal y por la escuela pública para creer que podía ser una buena persona sin abrazar las afirmaciones sobrenaturales de la Biblia, pronto acepté el relativismo moral y espiritual que reflejaba la mezcla de religiosidad oriental y optimismo estadounidense de la contracultura. Creía que todas las religiones se dirigían a la misma cumbre gloriosa.

Me uní a la Resistencia de Boston, un grupo estudiantil que promovía la oposición no violenta a la guerra de Vietnam y al reclutamiento para la misma. Estuve presente en una masiva manifestación contra la guerra en el Jardín Público de Boston en la que el icono de la contracultura, Abbie Hoffman, se refirió al edificio John Hancock como una “aguja hipodérmica en el cielo”. Estábamos seguros de que nuestro movimiento era tan importante como la Revolución Americana. Éramos una vanguardia preparada para cambiar el curso de la civilización occidental.

Ilusiones rotas

En 1970 abandoné la universidad para unirme a una comuna en Oregón. Casi todos los hippies soñaban con peregrinar a la Costa Oeste. Además, las montañas del noroeste del Pacífico resultaban particularmente atractivas para mi lado aventurero. Durante mi verano allí, fuimos de excursión, acampamos y escalamos entre las Tres Hermanas de la Cordillera de las Cascadas. También disfrutamos de muchas discusiones profundas sobre la religión oriental y el sentido de la vida.

Sin embargo, la vida en la comuna resultó ser profundamente desmoralizante. Por decir lo menos, desvaneció mi ingenua confianza en la bondad inherente de la humanidad. A pesar de mi supuesto rechazo a la moral dominante, ciertas actitudes residuales sobre la ética sexual y la responsabilidad personal simplemente se negaron a morir. Uno de mis compañeros hippies llegó a llamarme “puritano”, cosa que en ese lugar no era ningún cumplido.

Por ejemplo, seguía creyendo que el sexo estaba destinado al matrimonio, o al menos a las relaciones serias. Pero esa norma se incumplía en todas partes. También creía en la ética de trabajar duro y ser responsable de mis propios gastos. Pero muchos miembros de la comuna esencialmente vivían a expensas de sus padres, estilo de vida que se manifestaba en su negligencia crónica en tareas como lavar los platos o limpiar el baño. Aunque fumaba marihuana y me permitía un viaje psicodélico ocasional, mi comportamiento era bastante tranquilo para los estándares de la comuna.

El punto de ruptura, para mí, llegó durante un festival de música de una semana conocido como Vortex I. Financiado conjuntamente por la contracultura de Portland y el gobierno de Oregón, pretendía desviar la atención de una aparición del presidente Nixon y ponerle una cara pacífica al movimiento antiguerra. Pero la profundidad de la depravación que presencié allí me convenció de que tenía que alejarme.

Volví a la zona de Boston en el otoño de 1970 profundamente deprimido. Había ido a Oregón en busca de amor y paz, pero ahora sentía que el peso de mis ideales se derrumbaba. Fue una época oscura para muchos entusiastas comprometidos con la contracultura. Janis Joplin, que cantaba el blues como nadie, y Jimi Hendrix, que nos hipnotizaba con un fenomenal trabajo de guitarra, habían muerto recientemente por sobredosis.

Desilusionado con la vida en la contracultura, me hundí en un período de cinismo. Una sensación de desesperanza de la humanidad se cerró sobre mí como una niebla espesa. Unas cuantas incursiones en el misticismo oriental me dejaron con un enorme vacío del alma. Sólo el I Ching (o Yi Jing), un antiguo manual de adivinación chino, ofrecía algún rayo de esperanza. (Un amigo me había advertido que sus poderes estaban más allá de la influencia ordinaria de la literatura religiosa).

El I Ching consta de varios “cambios”, u oráculos, que prometen una guía individual basada en el supuesto orden del cosmos (el Tao). Pero en lugar de leerse en un orden secuencial, como lo haría un cristiano leyendo un devocional diario, los usuarios del I Ching lanzan seis varillas de milenrama (tallos de hierba medicinal), y el patrón resultante determina el texto que leen.

Un día lancé mis monedas de un centavo —el sustituto americano de las varillas de milenrama— y me encontré con una combinación insólita. Todos los centavos salieron cara, los seis. En el marco del I Ching, esto equivalía a seis líneas horizontales superpuestas, un patrón que simbolizaba el encuentro del cielo y la tierra. El oráculo correspondiente predijo un encuentro con alguien que me guiaría en el futuro, afirmando: “El movimiento del cielo está lleno de poder”.

Un lema en mi anuario de bachillerato prometía: “Él es el arquitecto de su propio futuro”. Sin embargo, estaba descubriendo el poder mucho mayor de los propios movimientos del cielo. Dios estaba utilizando la falsa religión para atraerme hacia la verdad.

La verdad liberadora

Varios días después, me senté en mi habitación desesperado, dándome cuenta de mi propia condición desesperada: yo era el problema. No “la clase dominante”, ni mis amigos hedonistas de Oregón. Mi corazón estaba oscuro por el egoísmo. Sabía que estaba viviendo para mi propio placer y satisfacción. Volteé a ver una imagen de Jesús que había recibido de un amigo de la comuna. En su mente, Jesús era el gurú por excelencia.

La foto mostraba a Jesús sonriendo benignamente. Pero su corazón sangrante me recordó de la Crucifixión. Entonces me di cuenta: Jesús había muerto por pecadores como yo.

Casi inmediatamente, busqué mi Biblia y me dirigí por casualidad al libro de Jonás, donde leí:

Jonás se fue, pero en dirección a Tarsis, para huir del Señor. Bajó a Jope, donde encontró un barco que zarpaba rumbo a Tarsis. Pagó su pasaje y se embarcó con los que iban a esa ciudad, huyendo así del Señor. Pero el Señor lanzó sobre el mar un fuerte viento, y se desencadenó una tormenta tan violenta que el barco amenazaba con hacerse pedazos. (1:3-4, NVI)

Este era yo: huyendo de un Dios cuya gracia dejó que la generación de Woodstock me tragara y me escupiera, todo para poder llamar mi atención.

A partir de ese momento, leí la Biblia con voracidad, y rápidamente me afiancé de Juan 8:31-32: “Jesús se dirigió entonces a los judíos que habían creído en él, y les dijo: —Si se mantienen fieles a mis enseñanzas, serán realmente mis discípulos; y conocerán la verdad, y la verdad los hará libres”. Yo quería contarle a todo el mundo la libertad que había hallado en las buenas nuevas de Jesucristo. Así que busqué la comunión con otros cristianos, incluidos algunos estudiantes de Harvard en mi cooperativa de Cambridge. Y conducía hasta New Hampshire la mayoría de los domingos para adorar en la iglesia de mi madre.

Mi hambre espiritual e intelectual me llevó a estudiar con Francis Schaeffer en su L'Abri Fellowship en Suiza. Allí descubrí la rica herencia de la teología reformada, que a su vez me lanzó al Seminario Teológico de Westminster y a 40 años de ministerio en la Iglesia Presbiteriana Ortodoxa.

El fervor revolucionario de los años sesenta no hizo más que sumirme en la desesperación. Ahora, gracias a Cristo, mi esperanza está construida sobre roca sólida, no sobre arena movediza.

Gregory E. Reynolds es pastor emérito de la Iglesia Presbiteriana Amoskeag en Manchester, New Hampshire. Es autor de The Word Is Worth a Thousand Pictures: Preaching in the Electronic Age y editor de Ordained Servant: A Journal for Church Officers.

Traducción y edición en español por Livia Giselle Seidel

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