He llegado a mi punto de quiebre como pastor

Pero eso no tiene que significar relaciones quebrantadas con los demás.

Christianity Today February 12, 2022
Illustration by Mallory Rentsch / Source Images: Mission Media / Lightstock / Max Brouwers / Getty / WikiMedia Commons

Un nuevo estudio de Barna descubrió que el 38 por ciento de los pastores han considerado seriamente dejar el ministerio en el último año.

Yo soy uno de ese 38 por ciento.

Incluso en los mejores tiempos, el ministerio pastoral siempre se ha sentido como un llamado grande y pesado. Pero los acontecimientos de los últimos años en Estados Unidos han hecho que sea aplastante: la elección presidencial, los disturbios en torno a la injusticia racial y una pandemia mundial que ha cobrado la vida de más de 800 000 estadounidenses hasta febrero de 2022.

Nunca antes había considerado el tema de los protocolos de salud en el contexto de la iglesia. Sin embargo, hoy en día ser demasiado estricto con las pautas de salud podría dañar el bienestar de la iglesia, mientras que ser demasiado laxo podría quitarle la vida a un miembro de la congregación. Los pastores como yo tenemos que lidiar con la interminable conversación sobre los servicios en persona frente a los servicios en línea, y cómo servir a los feligreses sin dejar atrás a los inmunocomprometidos o discapacitados [enlaces en inglés].

Todo esto ha inyectado un grado paralizante de complejidad y controversia a cada situación que enfrento y a cada decisión que tomo. Y para empeorar las cosas, se siente como si todos estuvieran nerviosos, listos para alejarse ante el más mínimo indicio de que la iglesia no se alinea con sus perspectivas políticas o personales.

Normalmente, los pastores pueden depender de sus relaciones personales para navegar por una dinámica tan tensa. Pero la COVID-19 también nos ha quitado eso, obligándonos a depender de las llamadas telefónicas y las videollamadas, que no sustituyen la presencia física.

Las situaciones son complejas; las consecuencias, de peso; las críticas, implacables; y el camino a seguir, poco claro. Todo esto ha llevado a muchos pastores, incluyéndome a mí, al punto de quiebre.

Mientras contemplo la posibilidad de dejar el ministerio después de 20 años de servicio, he encontrado poco consuelo o consejo del mundo. Algunas personas dicen que debemos abstenernos de tomar decisiones precipitadas durante un momento tan tumultuoso, lo que podría ser un sabio consejo para aquellos que pueden manejar tal desapego emocional.

Otros sugieren exactamente lo contrario, diciendo que debemos llamar la atención a nuestra salida del ministerio, usándola como una oportunidad para ventilar públicamente cualquier agravio que hayamos sufrido como una forma de protesta, sin importar qué tipo de consecuencias relacionales podamos dejar atrás.

El consejo que he recibido es muy parecido a la temporada en la que nos encontramos: fragmentado, caótico y poco claro.

Pero he encontrado algo de paz en esta palabra que se encuentra en las Escrituras: jesed.

Jesed es una palabra hebrea que se usa en todo el Antiguo Testamento, como en el Salmo 13:5, que dice: «Pero yo confío en tu gran amor (jesed)» (NVI). Jesed no tiene un análogo directo en español, pero con frecuencia se traduce como «bondad amorosa» o «amor leal». Así es como Dios ama a su pueblo, con un amor fiel y duradero que trasciende las circunstancias y las estaciones.

Pero intrínseco a la idea de jesed está la práctica del recuerdo. Después de todo, uno no puede confiar en el amor inagotable de Dios sin pensar en los tiempos pasados ​​en los que el amor de Dios no falló.

Al considerar dejar el ministerio, me he detenido a pensar en el amor fiel de Dios en mi vida. No podría contar la cantidad de veces y situaciones en las que me sentí desesperado y sin esperanza, pero Dios demostró que me vio y cuidó de mí, así como de aquellos a quienes amaba.

A través del diagnóstico de cáncer de mi esposa, la primera y la segunda vez. A través del desempleo frecuente. A través de robos, angustia y fracaso.

Al recordar todos estos momentos, obtuve un regalo precioso: perspectiva, reconocí que a pesar de lo abrumadoramente difícil que ha sido este periodo, me he encontrado con otras situaciones difíciles antes, y el amor de Dios persistió a través de todas ellas.

Esto no significa necesariamente que no deba alejarme del ministerio, sino que no debo dejar que este periodo defina toda mi vida. Es decir, puedo o no ser pastor en el futuro, pero una cosa es segura: el amor de Dios perdurará a través de todo.

Los cristianos tienen un profundo cariño por estudiar las palabras que se usan en las Escrituras para decir amor: ágape, jesed y otras. Pero nuestra comprensión de estas palabras a menudo es incompleta, ya que se enfoca en cómo Dios nos ama. Ágape es una palabra griega que describe el amor incondicional de Dios por nosotros; jesed es la bondad amorosa de Dios para con nosotros.

Si bien esto es cierto, jesed tiene otra aplicación igualmente importante que a menudo pasamos por alto.

Por ejemplo, en el libro de Rut, donde nunca se menciona directamente a Dios, vemos usos frecuentes de la palabra jesed. Describe el cuidado que Noemí recibe de sus nueras y también la generosidad de Booz. Así es como describe Booz a Rut cuando ella comparte su afecto con él. Entonces, este amor leal e infalible no es solo algo que recibimos de Dios: jesed es también la forma en la que somos llamados a amar a los demás.

El primer aspecto de jesed me otorgó una paz más profunda; el segundo me proporcionó una dirección más clara. Sí, el cuidado amoroso de Dios por mí perdurará sin importar lo que suceda. Pero yo también debo amar a los demás de la misma manera, con un amor leal y duradero.

Esto puede ser dolorosamente difícil de hacer en nuestros puntos de quiebre. Muy a menudo, estos son los momentos en que nuestras relaciones pueden desmoronarse a medida que nos alejamos de los demás, física y emocionalmente. Y de todas las consecuencias dolorosas de tales transiciones, estas relaciones quebrantadas pueden perseguirnos por más tiempo y, a menudo, nos llevan a un lamento aún mayor.

Pero no tiene que ser así. Nuestros momentos de quiebre no tienen que resultar en relaciones quebrantadas. Podemos elegir jesed, es decir, persistir obstinadamente en amarnos unos a otros de la misma manera que Dios nos ama. Una vez más, esto no dicta necesariamente nuestras elecciones (ya sea que deje el ministerio o no). Esa decisión aún está ante mí.

Sin embargo, sin importar qué camino me sienta guiado a tomar, permaneceré comprometido con jesed: amar a los que me rodean y así cumplir el mandato de Jesús de amar a los demás de la misma manera en que Dios me ama a mí.

En esta temporada de profunda duda e incertidumbre, esta palabra me ha rescatado. Me ha liberado de estar atrapado y definido por esta única etapa de mi vida mientras trazo un camino claro hacia adelante que me permita mantener las manos limpias y un corazón puro.

Me ha rescatado tanto del miedo como de la amargura, recordándome que pase lo que pase, Dios siempre me amará, y que pase lo que pase, siempre debo amar a los demás.

Para ser honesto, no tengo claridad acerca de lo que el futuro depara para mí o para la iglesia. Quizás me aleje del ministerio, ahora o algún día por venir. Pero ahora sé que puedo hacerlo con la esperanza de un futuro que permanece conectado a mi pasado y un corazón que permanece listo para amar.

Peter Chin es pastor en Rainier Avenue Church y autor de Blindside By God. Él, su esposa y sus cinco hijos viven en el área de Seattle.

Traducción por Sergio Salazar.

Edición en español por Livia Giselle Seidel.

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Culture

La forma más peligrosa de deconstrucción

¿Y si algunos evangélicos presentan el «síndrome de desgaste» sin siquiera notarlo?

Christianity Today February 11, 2022
Illustration by Mallory Rentsch / Source Images: Boris Zhitkov / Getty / Pascal Meier / Unsplash / Shaun Menary / Lightstock

Este artículo fue adaptado del boletín de Russell Moore. Suscríbase aquí [enlaces en inglés].

Con todo lo que se ha hablado acerca de la «deconstrucción» en estos días, uno de los problemas es que muy pocas personas usan esa palabra con el mismo significado.

Para algunas personas, deconstrucción significa perder la fe por completo y convertirse en ateos, agnósticos o en personas espirituales pero no religiosas. Para otros, deconstruir significa seguir creyendo en Jesús, pero tener importantes dificultades con cómo las instituciones religiosas han fracasado.

Y también hay muchos para los que deconstruir significa mantener un compromiso permanente con el cristianismo ortodoxo, así como un sólido compromiso con la iglesia, pero deshaciéndose del bagaje cultural y político asociado a la etiqueta del evangelicalismo.

En un nivel, estos significados divergentes pueden sugerir que el término «deconstrucción» no significa una cosa en particular, es decir, no sin una gran cantidad de especificaciones. Esto es cierto hoy en día también de la palabra «evangélico» —ahora que lo pienso—.

Pero eso no significa que la deconstrucción sea un fenómeno menor de lo que pensamos. De hecho, creo que se podría argumentar que todo el cristianismo evangélico estadounidense se está deconstruyendo, al menos en algún sentido de la palabra.

Es solo que creo que hay más de una manera de deconstruir.

Por un lado, podemos ver que la deconstrucción ocurre en términos de instituciones. Alguien me preguntó hace unas semanas qué porcentaje de iglesias o ministerios creía que estaban divididos por los tumultos políticos y culturales que hoy en día arrasan casi todas las demás facetas de la vida estadounidense. Respondí: «Todas. El cien por cien».

No quiero decir que todas las iglesias estén en conflicto; muchas no lo están. Pero incluso las iglesias y los ministerios que no están en estado de guerra son conscientes del conflicto, y muchos están atentos, preguntándose si una sola palabra mal dicha o algún evento programado podría desencadenarlo.

Más allá de eso, a nivel de individuos y líderes, quizás no tenemos conciencia de que las formas más peligrosas de deconstrucción no son las personas que conocemos y que están dudando, escandalizadas o traumatizadas por lo que han visto en la iglesia. Hay una forma diferente de deconstrucción que realmente podría destruirnos.

Siempre pensé en el «síndrome de desgaste» [burnout] como una forma bastante banal de comunicar el agotamiento por exceso de trabajo. «Asegúrate de tomar unas vacaciones», suele aconsejarse. «No quieres presentar síntomas del síndrome de desgaste».

Sin embargo, en su nuevo libro, The End of Burnout [El fin del síndrome de desgaste], Jonathan Malesic sostiene que este síndrome es algo totalmente distinto. Es, en cambio, «la experiencia de sentir que las expectativas y la realidad en el trabajo tiran en direcciones opuestas». Para ilustrar su punto de vista, utiliza la metáfora de caminar sobre zancos.

Caminar sobre zancos, escribe, es una experiencia similar a la de mantener unidos los ideales y la realidad del trabajo. Cuando los dos zancos están alineados, uno puede mantenerlos juntos y avanzar. Eso no significa que sea fácil, pero es posible caminar. Sin embargo, cuando los zancos están desalineados, es decir, cuando el ideal y la realidad son radicalmente diferentes, la gente encuentra diferentes maneras de afrontar la situación, lo que puede llevar a alguna forma de síndrome de desgaste.

Algunos, afirma, pueden aferrarse a sus ideales mientras la realidad se aleja de ellos. En su caso, la metáfora tiene límites claros, porque su argumento es que ponemos demasiadas expectativas en nuestro trabajo y carreras, esperando que nos den un sentido y un propósito en la vida que en realidad son incapaces de lograr.

En el caso de la iglesia, sin embargo, nuestras expectativas no han sido demasiado altas, sino demasiado bajas. La iglesia está destinada a formar nuestro carácter y, si no a dar sentido a nuestra vida, al menos a orientarnos hacia ese sentido, mediante el culto, la misión y la enseñanza.

Sin embargo, algunos han visto detrás del velo un tipo de cristianismo que ni siquiera aspira a la santidad, el amor, la mansedumbre, la semejanza a Cristo, la renovación de la mente o a soportar las cargas mutuas, es decir, el tipo de iglesia que se encuentra en el Nuevo Testamento. Estas personas a menudo son llevadas al punto de agotamiento por la incongruencia de todo, tal vez cuestionando si se les mintió todo el tiempo.

Para algunos, sostiene Malesic, el zanco se tambalea cuando ignoran la realidad y se aferran a sus ideales de todos modos. Este es el tipo de mecanismo de adaptación que vemos en aquellos que hacen caso omiso de la crisis actual en la iglesia diciendo: «Bueno, piensa en todas las cosas buenas que están sucediendo» o «La mayoría de la gente no es así» o «La iglesia nunca estuvo destinada a estar conformada solo por personas perfectas».

Esas cosas son fáciles de creer, porque en cierto sentido todas son ciertas. Pero a menudo, especialmente en tiempos como estos, lo que realmente significan es: «No hables de estos asuntos en público; podemos resolverlos en privado, pero no queremos darle una mala reputación a Jesús». El problema es que Jesús nunca pidió que su Iglesia protegiera su reputación, especialmente encubriendo cuando se hace algo malo o peligroso en su nombre.

Pero más aún, como señala Malesic acerca del espacio laboral, la mentalidad que dice: «Si no hablamos de ello, simplemente desaparecerá» no puede sostenerse. Si nuestros ideales morales son fuertes pero nos tranquilizamos con una versión falsa de la realidad, acabaremos viendo a través de nuestros propios engaños. Y los demás ciertamente verán lo mismo.

Y cuando eso ocurre, se produce un tipo diferente de síndrome de desgaste: la frustración. Es decir, empezamos a perder la esperanza de que alguna vez se pueda hacer algo para arreglar las cosas.

Sin embargo, la forma más peligrosa de deconstrucción es la que vemos en las vidas de personas que nunca se imaginaron a sí mismos en un proceso de deconstrucción. Muchos de ellos parecen creer lo que siempre han creído, y siguen perteneciendo o dirigiendo las mismas instituciones de siempre.

De hecho, a menudo son ellos quienes denuncian acaloradamente a los que están en un proceso de deconstrucción, o quienes todavía se preguntan cómo y por qué pueden surgir frutos tan horribles de sistemas e instituciones que presumían de ser piadosos, de confianza y «confesionales».

Para algunas de estas personas, hay un tipo de deconstrucción o estilo de síndrome de desgaste totalmente distinto.

Malesic sostiene que esta forma de síndrome de desgaste se produce cuando los ideales y la realidad son tan divergentes que, al tener que elegir uno de los zancos al cual aferrarse, abandonan los ideales para conformarse con la realidad tal y como es.

Al principio, pueden encontrar todo tipo de razones por las que sus antiguos ideales eran demasiado irreales, aunque estas nuevas razones sean completamente incongruentes con lo que antes defendían. Se dice que las personas que esperan que la Iglesia esté a la altura de lo que Jesús exigió de ella «están tratando de ganarse el favor de las élites», o «no son realistas sobre cómo funciona el mundo», o «no ven lo que estaría en juego si no alineamos todas nuestras tropas alrededor de “las bases”».

Al seguir esta estrategia, la gente empieza a despersonalizar a aquellos quienes los rodean. Y esto conduce al cinismo. Una vez que la institución es lo único que queda (llámese «el movimiento», «la causa», «la teología» o, peor aún, su propia posición y plataforma), en última instancia han derribado su propio carácter individual, el cual es necesario para proteger y construir esas instituciones.

Lo que es peor, es que al llegar a este punto también han asesinado la conciencia personal necesaria para escuchar el llamado al arrepentimiento. Uno puede ser fácilmente un defraudador en el mercado o en la arena política. Pero jugar a lo que «las bases» quieren o esperan de la iglesia de Jesucristo año tras año hace algo mucho peor, y no solo a la institución o a las vidas de los perjudicados, sino a las propias almas de los que juegan el juego.

Una vez que han reducido sus principios morales a solo aquellos que son útiles para mantener su propio lugar de pertenencia, esencialmente se han deconstruido a sí mismos.

Mientras observamos cómo el evangelicalismo en Estados Unidos se deconstruye de diversas maneras, me pregunto si lo que deberíamos hacer no es evitar el síndrome de desgaste, sino más bien buscar el tipo correcto de desgaste. Después de todo, las obras más milagrosas de Dios a menudo parecen llegar en el momento de nuestra mayor frustración, impotencia e incluso desesperanza.

El profeta Elías no estaba loco por creer que se encontraba en una situación sin esperanza. En su tiempo, el pueblo de Dios era cautivo de la idolatría y de un liderazgo vicioso, depredador y narcisista. Pero Elías tuvo que llegar al punto de escuchar a Dios diciéndole: ¿Qué haces aquí, Elías? (1 Reyes 19:9).

Juan el Bautista no estaba siendo irracional cuando envió a sus discípulos a preguntarle a Jesús: «¿Eres tú el que ha de venir, o debemos esperar a otro?» (Lucas 7:20). Y cuando los discípulos que iban de camino a Emaús le dijeron a su compañero de viaje —el recién crucificado Jesús—: «… nosotros abrigábamos la esperanza de que era él quien redimiría a Israel» (24:21), Jesús les reveló que sus esperanzas ya se habían cumplido de una manera que no habrían podido imaginar hasta ese mismo momento.

La cuestión no es si vamos a deconstruir, sino qué vamos a deconstruir.

¿Será la madera, el heno y el rastrojo, que están destinados a arder y consumirse (1 Corintios 3:12–13)? ¿O serán nuestras propias almas? A veces las personas que creemos que están «deconstruyendo» solo están afligidas y preguntándole a Dios dónde está en un momento como este. Eso ya ha ocurrido antes.

Por el contrario, a veces las personas que parecen más confiadas y seguras, aquellas que están escudriñando los límites de la herejía, son las que han dejado de creer en el nuevo nacimiento, en la renovación de la mente y en el tribunal de Cristo. Para ellos, todo lo que queda es una ortodoxia basada no en un Cristo vivo, sino en una marca de prestigio.

Y esa puede ser la deconstrucción más triste de todas.

Russell Moore dirige el Proyecto de Teología Pública en Christianity Today.

Traducción y edición en español por Livia Giselle Seidel.

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News

Las búsquedas de «coronavirus» en internet llevan a millones a escuchar de Jesús

Miles de personas han hecho clic para orar por salvación desde que comenzó la pandemia. ¿Este aumento es temporal o es el preludio de una era de mayor alcance del Evangelio en línea?

Christianity Today February 10, 2022
Illustration by Mallory Rentsch / Source Images: Kari Shea / Unsplash / Pearl / Lightstock

Esta es una versión revisada y corregida de la traducción publicada en abril de 2020.

Millones de personas preocupadas que han recurrido a Google debido a su ansiedad por la COVID-19 han entrado en contacto con evangelistas cristianos, lo que ha llevado a un aumento en las conversiones en línea durante el mes de marzo de 2020.

En Filipinas, una mujer llamada Grace encontró un sitio web [todos los enlaces redirigen a contenidos en inglés] sobre el miedo al coronavirus presentado por la organización de evangelismo en línea Global Media Outreach (GMO). «Por favor, ayúdeme a no preocuparme por todo», escribió en una conversación con un consejero voluntario. «Todo lo que está sucediendo ahora es muy confuso». El consejero le explicó que solo Jesús puede traer paz duradera, y Grace recibió a Jesús como su Salvador.

En Estados Unidos, un voluntario de la Asociación Evangelística Billy Graham (BGEA, por sus siglas en inglés) conversó en línea con una joven madre llamada Brittany, a quien le preocupaba que la COVID-19 le quitara la vida a ella y a sus hijos. El voluntario le ofreció paz y esperanza, y Brittany también aceptó a Cristo.

Tres de los mayores ministerios de evangelismo en línea —GMO, BGEA y Cru— reportan, de forma acumulada, al menos 200 millones de presentaciones del Evangelio en internet por año. Los tres dicen que el número de personas que buscan información en línea sobre cómo conocer a Jesús ha aumentado desde que el brote de la COVID-19 fue declarado pandemia a principios de marzo de 2020.

En la segunda mitad de marzo de 2020, la GMO registró un incremento del 170 % de clics en anuncios sobre hallar esperanza de los motores de búsqueda. Los clics en anuncios con mensajes sobre el miedo aumentaron un 57 %, y en aquellos sobre la preocupación, un 39 %. El número de presentaciones del Evangelio del ministerio en marzo, que alcanzó los 12.4 millones, representó un aumento del 16 % con respecto al mes promedio en 2019.

Este aumento reciente coincide con un hallazgo más amplio de un profesor de la Universidad de Copenhague: durante el mes de marzo, las búsquedas en internet relacionadas con la oración en 75 países se dispararon a los niveles más altos en cinco años.

«Estamos viendo cómo millones de personas cobran ánimo para hablar sobre la fe cuando se enfrentan al miedo», dijo Michelle Diedrich, directora del programa para aquellos abiertos a saber más de Jesús en la GMO, «y estamos esforzándonos para estar disponibles para ellos».

«No soy realmente una persona religiosa, pero no sé a quién recurrir si no es a Dios».

Los pastores, evangelistas y ministerios en línea tienden a contar una historia similar: la COVID-19 intensificó una tendencia que ya era significativa hacia el evangelismo en internet. A medida que la propagación del virus disminuya, buscarán determinar si el repunte en el testimonio en línea puede ser sostenido, y cómo podrían mejorar el discipulado para estos nuevos creyentes. Solo una fracción de los que llegan a la fe en línea participan en discusiones de seguimiento o reportan haberse unido a una iglesia local.

El evangelismo a través de 'electrones y avatares'

En marzo, la BGEA lanzó páginas de aterrizaje (landing pages) con recursos sobre el coronavirus en seis idiomas (inglés, español, portugués, coreano, chino mandarín y árabe). La asociación también lanzó campañas en las redes sociales con temáticas en torno al miedo.

En las primeras cuatro semanas, 173 mil personas visitaron los sitios web y más de 10 mil hicieron clic en un botón que indicaba que tomaron decisiones por Cristo, dijo Mark Appleton, director de evangelismo por internet de la BGEA. Estas cifras no incluyen la navegación en los sitios evangelísticos de la BGEA, entre los cuales están EnbuscadeJesus.net y PazconDios.net (en inglés SearchForJesus.net y PeaceWithGod.net), los cuales reciben casi 30 mil visitas por día en sus páginas en inglés. (CT informó en 2015 que las presentaciones en línea del Evangelio a través de la BGEA eran equivalentes a una cruzada diaria de Billy Graham).

Un visitante de la página del coronavirus, un joven de 17 años llamado Donmere, le dijo a un voluntario en el chat: «No soy realmente una persona religiosa, pero no sé a quién más recurrir si no es a Dios». Cuarenta y cinco minutos más tarde, Donmere se convirtió en seguidor de Cristo y le habían facilitado recursos de discipulado.

La conversión de Donmere se ajusta al perfil de las experiencias típicas de salvación en internet.

El pastor Mark Penick, en su tesis doctoral de 2013 en la Universidad Bautista de Dallas, estudió a los conversos que vinieron a Cristo a través del sitio evangelístico IAmSecond.com.. A través de entrevistas detalladas con 37 personas en 17 estados, Penick determinó que todos sus sujetos «experimentaron un dilema difícil de superar» ya sea un divorcio, la pérdida de un empleo o una crisis financiera que los dejó buscando respuestas y haciéndose preguntas. El 86 % dijo que encontrar un sitio web cristiano no estaba en sus planes, pero accedió a dicho sitio por «iniciativa propia» (a través de acciones como hacer clic en un anuncio o el resultado de un motor de búsqueda). Alrededor del 75 % tenía «problemas personales y de adicción» previos a sus conversiones en línea.

Hay pocos análisis académicos del evangelismo en internet —en su mayoría disertaciones y proyectos de doctorado sobre iniciativas evangelísticas específicas—, pero en 2014, el Centro de Investigación Pew encontró que testificar acerca del Evangelio de forma informal en línea era relativamente común. Uno de cada cinco estadounidenses dijo que compartían su fe en línea al menos una vez por semana y el 60 % dijo que veían publicaciones en línea donde se compartían temas religiosos al menos semanalmente.

En 2018, Barna Research informó que la mayoría de los cristianos están de acuerdo en que la tecnología está facilitando la evangelización y que el 58 % de los no cristianos dijeron que alguien había compartido su fe con ellos en Facebook. Otro 14 % escuchó un testimonio a través de otros canales en redes sociales.

Ed Stetzer, director del Centro Billy Graham para el Evangelismo en Wheaton College, dijo que los misionólogos generalmente tienen una visión favorable del evangelismo en internet.

«Históricamente, siempre hemos pensado que el evangelismo se hace con nuestros pies y nuestros rostros», dijo. «Vamos y compartimos. Pero la gente considera que está bien incluso si conlleva el uso de electrones y avatares» en el siglo XXI.

En Cru, el evangelismo también involucra emoticones. Entre las herramientas de evangelismo digital de Cru para los campus universitarios hay una encuesta que debe ser respondida con emoticones para iniciar una conversación espiritual. La presencia en línea de Cru también incluye aplicaciones móviles evangelísticas, presentaciones del Evangelio en varios idiomas, además de artículos en línea que utilizan las necesidades percibidas como puentes para transmitir el Evangelio. Uno de los sitios web evangelísticos más eficaces del ministerio, EveryStudent.com, recibió 56 millones de visitas el año pasado y registró 657 mil decisiones por Cristo.

En respuesta a la COVID-19, Cru ha añadido 52 nuevos recursos a sus sitios web. El consecuente aumento en el tráfico representa un ritmo sostenido que podría llevar al ministerio a sobrepasar por 20 millones el número total de visitantes del año pasado a EveryStudent.com en 2020, y el total de decisiones por Cristo por más de 300 mil.

El ministerio universitario InterVarsity USA reportó un aumento similar en el interés espiritual en el contexto de la COVID-19. A principios de abril, en un anuncio de recaudación de fondos en línea, el ministerio declaró: «Hemos visto más decisiones para seguir a Jesús por primera vez en la última semana que en cualquier otro momento del año pasado».

Un estudio realizado por el American Enterprise Institute sugirió que los jóvenes adultos a los que se dirigen ministerios como Cru e InterVarsity pueden estar más preocupados por el coronavirus, al menos en algunos aspectos, que sus contrapartes de generaciones mayores.

La encuesta encontró que el 53 % de jóvenes entre 18 y 29 años están preocupados por poder pagar los costos básicos de vivienda en medio de la pandemia. El 59 % de las personas de entre 30 y 49 años expresaron la misma preocupación, comparado con solo el 29 % de los estadounidenses mayores de 65 años. Personas de todas las generaciones dijeron que el brote de coronavirus les ha hecho sentirse más cerca de Dios, lo cual incluye el 14 % de personas que expresaron no estar afiliadas a ninguna religión.

A pesar del aumento registrado del interés religioso a medida que la COVID-19 se esparce por el mundo, sigue sin estar claro qué porcentaje del aumento del tráfico religioso en internet se debe a un mayor interés, y qué porcentaje representa solo un reemplazo temporal de las actividades religiosas en persona. Cru, por ejemplo, ha trasladado todas sus reuniones de evangelismo y discipulado a grupos en línea a través del software de videoconferencias Zoom. En un solo día a finales de marzo, Cru tuvo 746 llamadas por Zoom, en comparación con 474 en el mes de febrero antes de que el distanciamiento social comenzara formalmente en Estados Unidos.

Para el 29 de marzo de 2020, solo el 7 % de las iglesias estadounidenses tenían reuniones presenciales, y la mayoría las habían trasladado a reuniones virtuales, según una encuesta de LifeWay Research. Solo el 8 % de los pastores protestantes dijeron que no habían proporcionado sermones en línea ni servicios de adoración para sus congregaciones durante el mes de marzo.

La Gran Comisión pasa a ser digital

Independientemente de si el aumento del tráfico de internet es permanente o temporal, es evidente que el alcance del evangelismo en línea es global. Durante una semana en marzo, los recursos digitales de Cru fueron utilizados por personas de todos los países del mundo, dijo Mark Gauthier, vicepresidente de Cru.

Gracias a las herramientas en línea, el cuerpo de Cristo «tiene la capacidad de plantar iglesias en cada grupo de personas no alcanzadas» con menos gasto de recursos que nunca, dijo. «Este es uno de los mejores momentos en la historia de la Iglesia para el cumplimiento de la Gran Comisión».

Los puntos claves en materia de COVID-19 han recibido un enfoque especial en los esfuerzos de evangelización en línea. La BGEA lanzó una campaña en redes sociales en España dirigida específicamente a ese país, donde para abril de 2020 unas 120 mil personas habían dado positivo en las pruebas de coronavirus y casi 11 mil habían muerto. Durante la primera semana de la campaña, 93 mil personas vieron publicaciones dirigidas en Facebook por al menos 10 segundos. En tan solo una semana, más de mil personas tuvieron conversaciones por chat en inglés y en español con voluntarios de la BGEA.

Sammy Tippit, evangelista de la denominación de los bautistas del sur, a principios de 2020 tenía planes para evangelizar en Irán durante ese año, donde a la fecha se habían reportado 45 mil casos de COVID-19. A sus 72 años, Tippit ha sido testigo del poder del evangelismo por internet en los últimos cuatro años. Su viaje en línea comenzó predicando sermones evangelísticos a aldeas en la India a través de Skype. Esto lo condujo a un evento transmitido por Skype donde 10 mil indios se reunieron para ver a Tippit predicar a través de video y cinco mil indicaron su deseo de rendir su vida a Cristo.

Para llevar un seguimiento con esos nuevos creyentes, Tippit comenzó a hacer videos de discipulado de tres minutos y a compartirlos en las redes sociales. Los videos tuvieron éxito, y ahora una red global de socios del ministerio está preparándose para distribuir dos sermones de Tippit a sus amigos no cristianos el 30 y 31 de mayo. Los sermones serán traducidos a diez idiomas y serán compartidos a través de la aplicación de mensajería WhatsApp en cerca de 70 países, con una audiencia prevista de 10 millones de personas.

Una estación de televisión en Irán se enteró de este esfuerzo y se está asociando con Tippit para distribuir los sermones evangelísticos a otras 6 millones de personas.

Solo un «puñado» de evangelistas está haciendo ministerio en línea a esa escala, dijo Tippit, presidente de la Conferencia de Evangelistas Bautistas del Sur. Pero «mucha gente que conozco» está «haciendo algo en Facebook» y llegando a cientos. Tippit planea capacitar a otros evangelistas para ampliar su alcance a través de internet.

El punto débil del evangelismo masivo

La mayor dificultad con el evangelismo en línea es el seguimiento. El año pasado, 60 mil personas indicaron cada día en los sitios web de la GMO que habían decidido seguir a Cristo (ya sea por primera vez o para renovar su compromiso), pero el ministerio solo fue capaz de rastrear a 5244 personas durante ese el año que se involucraron en una iglesia local después de comenzar su relación con Cristo. «Ese ha sido nuestro mayor desafío», dijo Diedrich.

Mientras la pandemia mantenga las puertas de las iglesias cerradas, los nuevos creyentes dependerán aún más de los recursos digitales para su discipulado.

De las 10 mil personas que indicaron decisiones de salvación durante la campaña de COVID-19 de la BGEA, unas 2030 solicitaron seguimiento. Para la BGEA, guiar a los nuevos creyentes a cursos de discipulado en línea representa una parte fundamental de ese seguimiento, además de alentarlos a involucrarse con una iglesia local. En marzo de 2020, el ministerio registró la inscripción de 3043 personas en cursos de discipulado, un 37 % más que la inscripción mensual promedio. Cru observa que alrededor del 40 % de las personas que registran decisiones de salvación a través de EveryStudent.com proceden al seguimiento en línea. Esto incluye completar una serie de lecciones de discipulado y la oportunidad de interactuar con alguien a través del chat para conversar sobre lo que el nuevo creyente está aprendiendo.

Sin embargo, la dificultad de dar seguimiento a aquellos que profesan la fe no es exclusiva del evangelismo por internet. El mismo problema ha afectado a las cruzadas y otras formas de evangelismo masivo, dijo Stetzer.

«Este ha sido el punto débil de todos durante los últimos cien años», dijo. Sin embargo, «no debemos alejarnos porque este es el desafío. Debemos tratar de abordarlo» con «vínculos más fuertes con las iglesias locales».

A pesar del desafío de seguimiento, los beneficios del evangelismo en línea parecen superar los inconvenientes. Los misionólogos señalan la disposición de los que buscan conversar sobre asuntos espirituales con mayor profundidad debido al anonimato que ofrece la comunicación en línea. Por lo general, las personas también confiarán en el consejo bíblico de sitios web que parezcan profesionales y de buena reputación. Asimismo, el testimonio vía internet crea oportunidades menos estresantes para los cristianos que intentan evangelizar por primera vez y que pueden vacilar al compartir su fe en persona.

Un voluntario de la BGEA en línea informó: «He vivido frente a la casa de mi vecino por 10 años, y un día simplemente fui y compartí el Evangelio con él por primera vez porque había comenzado a evangelizar en internet y así aprendí a tener conversaciones con la gente», relató Appleton.

Como punta de lanza en el evangelismo en línea en 2020 se celebró el Día Mundial de Alcance global 2020. Esta celebración, realizada el 30 de mayo, fue llevada a cabo principalmente a causa de la pandemia por COVID-19 y la creciente naturaleza digital del mundo. La coalición internacional de organizadores se propuso la meta de movilizar a 100 millones de creyentes para evangelizar a mil millones de personas en todo el mundo en el mes de mayo de ese año.

Los principales métodos evangelísticos incluyen publicar testimonios personales en línea y luego compartirlos con amigos a través de texto o redes sociales. (La Convención Bautista del Sur ha lanzado una campaña similar, con ajustes realizados debido a la pandemia, llamada Who’s Your One?).

Si cada cristiano enviara una presentación del Evangelio a una persona en línea y le preguntara a esa persona su opinión al respecto, «… veríamos a mucha gente teniendo la oportunidad de conocer a Cristo, y veríamos mucho fruto», dijo Gauthier.

David Roach es escritor en Nashville.

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Books
Review

La conversión religiosa es increíblemente personal. Pero también invita al escrutinio público.

Tal como lo ilustra un nuevo libro sobre conversiones de alto perfil, aquellos que descubren la fe, o cambian a una distinta, no pueden optar por pasar desapercibidos.

Christianity Today February 8, 2022
Illustration by Mallory Rentsch / Source Images: Therese Westby / Sincerely Media / Unsplash

Cuando era niño, en una ocasión nuestra iglesia organizó un coro de niños para un evento especial. No me gustaba estar frente al público y que todos me miraran, así que, a pesar de que todos mis hermanos eran parte del coro, pedí permiso para no participar.

Cuando llegó el día especial, todos los niños de la iglesia se levantaron y subieron al escenario. Todos se dieron la vuelta. Y me miraron directamente. Yo era el único que no estaba en el coro y tal parecía que yo también tenía un reflector apuntando a mi rostro.

No pude evitar pensar en ese recuerdo mientras leía el nuevo y fascinante libro de Rebecca L. Davis, Public Confessions: The Religious Conversions That Changed American Politics [Confesiones públicas: Las conversiones religiosas que cambiaron la política estadounidense]. Ella cuenta las historias de personas que encontraron la fe, cambiaron de fe y pasaron por el proceso increíblemente personal de experimentar algo trascendente y declararse diferentes.

Una y otra vez, los estadounidenses convertidos en su narración descubren lo que yo descubrí el día del coro de niños: no puedes optar por pasar desapercibido. Incluso las decisiones personales son, en parte, públicas. Esto es especialmente cierto cuando el acto individual va en contra del público y en dirección opuesta a la multitud.

Límites a la reinvención

Davis muestra que, durante la Guerra Fría, una serie de conversiones notables provocaron una controversia pública feroz, incluso frenética. En el proceso, escribe, «las afirmaciones de la autenticidad religiosa» se trasladaron «al centro de los debates políticos en los Estados Unidos». Cuando celebridades menores y mayores, incluidos escritores, artistas, atletas y políticos, pasaron por transformaciones religiosas, «sus historias fueron expuestas en el escenario de la imaginación pública», lo que planteó preguntas «sobre si y cómo los diferentes tipos de fe anclaron o socavaron las libertades estadounidenses».

Las conversiones pusieron a prueba la idea que tiene Estados Unidos de sí mismo. Si bien es cierto que una parte central del sueño americano siempre ha incluido la posibilidad de reinventarse y la libertad de diseñar la vida propia de una manera que parezca significativa, la realidad, sin embargo, conlleva algunos límites.

Los inmigrantes que llegaron por Ellis Island gozaron de la libertad de elegir un nuevo nombre. Sin embargo, en la mayoría de los casos, sus nombres fueron «editados» para adaptarse mejor a las expectativas culturales de una sociedad predominantemente angloparlante. Generaciones de padres estadounidenses les han dicho a sus hijos: «algún día podrías llegar a ser presidente». Sin embargo, la dura verdad es que la mayoría de esos niños no llegaron siquiera a las asambleas electorales de Iowa. Y en un país donde la libertad de religión está garantizada por la Primera Enmienda, todos podemos profesar nuestro credo preferido. La identidad religiosa que usted elija, sin embargo, nunca es solo un asunto privado entre Dios y usted.

Davis no dice cómo los límites de las posibilidades culturales de conversión han dado forma a Estados Unidos. Para eso, sin embargo, uno puede recurrir al destacado libro de Lincoln Mullen de 2017, The Chance of Salvation: A History of Conversion in America [La oportunidad de salvación: Una historia de la conversión en los Estados Unidos].

Davis tampoco explica realmente el alcance de Public Confessions y por qué las conversiones que ocurrieron entre 1940 y 1970 deberían verse como más interesantes que las ocurridas en otros momentos de la historia. No es que no haya conversiones controvertidas hoy: considere las declaraciones del tramposo político Roger Stone en las que afirma que ha nacido de nuevo [enlaces en inglés]; la declaración del rapero Kendrick Lamar de «ser israelita»; o el niño de los suburbios de Pensilvania que se convirtió al islam y luego se unió a ISIS. El libro también podría haber mirado más atrás y encontrado muchas conversiones interesantes a explorar. No hay nada malo en analizar solo cuatro décadas, pero el lector merece alguna explicación acerca de por qué se eligió ese enfoque.

La debilidad más seria de Public Confessions, sin embargo, es que tiene un subtítulo engañoso. Este, de hecho, no es un libro sobre The Religious Conversions That Changed American Politics (las conversiones religiosas que cambiaron la política estadounidense). No hay una narración del antes y el después, ningún relato de cómo la política fue de un modo y luego de otro. Sea quien sea el editor o publicista que eligió este subtítulo realmente no le hizo un favor a Davis. Ella no está especialmente interesada en el cambio político —y lo que a ella le interesa es aún más interesante—.

Creencia creíble

Public Confessions se centra en la forma en que se debatieron estas conversiones de celebridades y cómo los estadounidenses evaluaron la autenticidad de esa fe recién descubierta. La pregunta que surge constantemente en el libro es cuándo y por qué una nueva creencia se considera creíble.

La historia que cuenta la conversión de Sammy Davis Jr. al judaísmo es un ejemplo perfecto. Me pareció absolutamente inquietante.

Davis fue un actor de raza negra que pasó su vida en la industria del entretenimiento; comenzó en el vodevil a los tres años y actuó en su primera película a los seis. Como adulto, se dio a conocer como una estrella de club nocturno que podía cantar, bailar e imitar a Louis Armstrong y Humphrey Bogart con la misma habilidad. La fama, sin embargo, lo dejó sintiéndose vacío. En 1954 intentó suicidarse saliéndose de una carretera mientras conducía. Durante su recuperación en un hospital de Los Ángeles, un amigo le dio un medallón que tenía una estrella de David judía en uno de los lados. La asió con tanta fuerza que cortó la palma de su mano, dejándole una cicatriz.

La experiencia llevó a Davis a explorar el judaísmo y se convirtió formalmente seis años después. Tal como él lo interpretó, se trató, más que de una transformación, de un regreso a casa. Sintió que, en cierto modo, siempre había sido judío y que había descubierto su «verdadero yo» en las tradiciones y prácticas que siguen los judíos para conectarse con Dios.

La mayoría de la gente no le creyó; encontraban todo muy dudoso. Algunos dijeron que solo estaba tratando de engañar a los jefes judíos en la industria del entretenimiento (mezclando un poco de antisemitismo con denigración en contra de Davis), mientras que otros lo acusaron de traicionar su identidad negra.

«Las razones que dio no suman nada», escribió una persona en la revista Ebony. «Creo que lo que realmente está tratando de hacer es dejar de ser un negro».

Los amigos de Davis en el entretenimiento pensaron que su conversión era una broma y trataron la combinación de su raza y su fe como un chiste. Uno dijo que quería darle un regalo de Navidad a Davis, «pero ¿qué puedes darle a un tipo que lo es todo?» Otro dijo que, en Alabama, «no sabrían qué quemar sobre el césped» [Lea más sobre la quema de cruces aquí].

Si Davis tenía algún sentimiento de alienación antes, su conversión solo lo intensificó. Se aferró a su fe y por eso fue maltratado y menospreciado por todos lados.

Sin embargo, los estadounidenses aceptaron bien a otros conversos judíos. Como explica Davis, la autora del libro, las actrices Marilyn Monroe y Elizabeth Taylor se convirtieron en la década de 1950 cuando estaban en el proceso de casarse con hombres judíos, y todos actuaron como si eso fuera lo más natural del mundo. No hubo preguntas, ni bromas maliciosas.

Yo podría argumentar que cada converso debe ser tratado con credulidad, si no por cortesía, al menos porque es difícil saber si las afirmaciones de fe de alguien son realmente sinceras. Si yo hubiera sido uno de los primeros seguidores de Jesús, ¿habría visto la traición en el corazón de Judas? ¿O la de Pedro? ¿Y habría tenido el discernimiento para ver cómo esas dos historias terminarían de manera tan diferente? No lo creo.

Pero Davis argumenta que a veces se requiere escepticismo. Los evangélicos —Davis menciona Christianity Today en particular— han aceptado históricamente algunas historias bastante dudosas de transformación e incluso las han promovido con entusiasmo sin demostrar preocupación alguna sobre si las historias eran ciertas.

Los cristianos se apoderaron con entusiasmo de Child of Satan, Child of God [Hija de Satanás, Hija de Dios], un libro de memorias de la asesina convertida Susan Atkins. Al parecer, no presentaron ninguna pregunta sobre si la mujer que cayó bajo el dominio del líder de secta Charles Manson y se embarcó en una serie de asesinatos bajo la influencia de las drogas en el sur de California —en un intento de provocar una guerra racial apocalíptica— podría haber usado una historia de conversión para manipular la opinión pública.

El pornógrafo Larry Flynt, de manera similar, profesó haber nacido de nuevo mientras enfrentaba cargos por obscenidad. Su conversión le ganó algunos amigos evangélicos de alto perfil que instaron a las personas a no ser cínicas acerca de la nueva fe que él había hallado. Cuando Flynt le dijo al New York Times que, por supuesto que continuaría produciendo pornografía, un evangelista rechazó las críticas con la excusa de que «se trataba tan solo de un bebé cristiano».

Todo el mundo está mirando

Como historiadora, Davis no presenta una explicación acerca de cómo conseguir la cantidad adecuada de escepticismo o la forma correcta de ser crédulo. En cambio, se propone a sí misma la tarea de describir cómo las personas han creído o no las confesiones de conversión, y las estrategias que usaron para «distinguir el artificio de la realidad». Estas conversiones, honestas o no, «provocaron conversaciones nacionales sobre qué elementos de identidad podría elegir una persona y cuáles no, o al menos no podría elegir de manera creíble».

El punto, tal como lo interpreto, es notar cómo las conversiones siempre son parcialmente públicas. Y cómo las afirmaciones de fe (y especialmente de cambio de creencias) son siempre en parte provocativas. Public Confessions ofrece a los lectores amplias oportunidades para preguntarse en quién creen y por qué, así como qué podría hacer que sus propias profesiones de fe sean creíbles para un mundo que observa.

Recuerdo que después de ese coro especial de niños, otro niño de la iglesia que también se llamaba Daniel se acercó y me preguntó por qué no había cantado. Le dije que simplemente no quería. Casi gritó: «¡No sabía que se podía hacer eso!».

La historia de Public Confessions sugiere que esa no es una respuesta poco común a la conversión. Si yo creo que Dios amó tanto al mundo que dio a su único Hijo, y que por eso debo amar a mis enemigos, practicar la resurrección constantemente y aferrarme a mi fe en que la verdad nos hará libres, debo aceptar también que todos están mirándome.

Daniel Silliman es editor de noticias de Christianity Today. Es autor de Reading Evangelicals: How Christian Fiction Shaped a Culture and a Faith.

Traducción por Sergio Salazar.

Edición en español por Livia Giselle Seidel.

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Las dos palabras francesas para ‘esperanza’ me han ayudado a enfrentar la pandemia

En este tiempo de incertidumbre, esto es lo que he aprendido de dos palabras similares con significados opuestos.

Christianity Today February 2, 2022
Illustration by Rick Szuecs / Source images: Ninno JackJr / William Rouse / Sven Mieke / Unsplash / peeterv / Getty

Esta es una traducción del artículo ganador del primer concurso de ensayo de Christianity Today en francés. Conozca más sobre el concurso, el trabajo de CT en varios idiomas y vea los ensayos ganadores escritos originalmente en portugués, español e indonesio.



A mediados del año pasado, tuvimos el placer de anunciar un concurso de ensayo en cuatro idiomas: español, portugués, francés e indonesio. El concurso en francés tuvo un gran recibimiento entre nuestros lectores y estamos profundamente agradecidos con todos aquellos que nutrieron este certamen con sus valiosos ensayos. Los ensayos recibidos fueron revisados meticulosamente por nuestros equipos editoriales en cada idioma, y después fueron evaluados de forma anónima por un equipo de jueces. Hoy nos complace compartir el ensayo ganador en francés.

¡Felicidades, Syntyche Dahou!

Ofrecemos nuestro sincero agradecimiento a los jueces de este proyecto:

• Maxime Pierre-Pierre, Haití: Pastor y profesor, Séminaire de Théologie Évangélique de Port-au-Prince.
• Alphonse Teyabe, Camerún: Pastor, investigador y consultor de comunicación.
• Marie-Noëlle Yoder, Suiza: Pastora, profesora y directora de la sección francófona del Centro de Formación de Bienenberg.

Gerente de medios globales: Morgan Lee (Hawái, EE. UU.)
Director editorial en francés: Léo Lehmann (Bélgica)

Después de una conversación con un colega al que conozco por ser bastante ambicioso, estas palabras se quedaron resonando en mi mente: «¡Mejor vivir bien en el difícil presente con mis recursos que seguir ahorrando para un futuro incierto! ¿Quién sabe qué pasará? Al ritmo que van las cosas, el mundo puede acabarse mañana».

La pandemia de COVID-19 ha llevado a muchos a pensar que es difícil, si no imposible, seguir soñando y creyendo en un futuro mejor.

Al igual que mi colega, vemos que muchas personas a nuestro alrededor renuncian a sus planes. Muchos se ven afectados por diversas formas de depresión que no les permiten mirar hacia el horizonte; algunos incluso se han suicidado por falta de perspectivas, o porque no podían imaginarse vivir sin los familiares cercanos que la pandemia se llevó trágicamente. Muchas esperanzas se han desvanecido.

En mi país, Benín, varias organizaciones se han visto obligadas a reducir las horas de trabajo y, con ello, el número de empleados. Algunas familias tienen dificultades para cubrir sus necesidades básicas y diversos productos hoy son difíciles de conseguir.

Y hay más por venir. «El desempleo mundial superará los 200 millones de personas en 2022», anunció el año pasado la Organización Internacional del Trabajo. ¿Cómo no perder la esperanza ante todo esto?

Dos tipos de esperanza

La lengua francesa tiene la particularidad de contar con dos sustantivos derivados del verbo espérer que significa «esperar»: espoir y espérance. Ambos pueden referirse a aquello que se espera. En este sentido, la palabra espoir suele referirse a un objeto incierto. Alguien que expresa que espera que ocurra algo con esta palabra no está seguro de que sucederá («Espero que mañana haga buen tiempo»). Espérance, en cambio, describe algo que, con razón o sin ella, se espera con certeza. A menudo se refiere a un objeto filosófico o escatológico («tengo esperanza en la bondad de los seres humanos»; «tengo esperanza en el regreso de Jesucristo»).

Cuando hablamos de espoir y espérance, hablamos de dos tipos diferentes de objetos esperados. La diferencia es importante porque ambos términos comúnmente también hacen referencia al estado de ánimo del que espera. Y este estado de ánimo será diferente precisamente según el objeto esperado.

Tener espoir en estos tiempos difíciles puede ser algo bueno, pero no es suficiente. Este tipo de esperanza puede verse decepcionada fácilmente y desvanecerse cuando nuestros deseos y expectativas no se cumplen.

La espérance, en cambio, es más profunda que la capacidad de desear el fin de una crisis o un futuro sin sufrimiento y dolor. Para enfrentarnos a las pruebas de la vida, necesitamos en nuestro corazón la paz y la alegría que nos proporciona la espera de una felicidad segura. Eso es la espérance: una disposición estable y profunda que proviene de la fe en que aquello que esperamos en verdad llegará.

Si hemos creído en el Hijo del Dios vivo, entonces tenemos esa esperanza. Nuestra esperanza se basa en las promesas infalibles de nuestro Dios, que conoce los planes que tiene para nosotros, sus hijos: «planes de bienestar y no de calamidad, a fin de darles un futuro y una esperanza» (Jeremías 29:11). Jugando con los dos significados de la palabra esperanza, podríamos decir que la esperanza de la realización de sus promesas (el objeto esperado) nos llena de esperanza (estado de ánimo).

Dios es la fuente de nuestra esperanza. Esto nos tranquiliza y nos brinda una sensación de certeza. Pero, ¿cómo podemos vivir esta esperanza en tiempos de prueba?

La esperanza, una forma de vida

Hace unos meses, mi hermana acababa de terminar un curso de capacitación en un país donde el número de víctimas de la pandemia no dejaba de aumentar. Estaba a punto de regresar cuando varios gobiernos decidieron cerrar los aeropuertos. Exiliada en una tierra extranjera y en un país bajo la presión de la pandemia, a pesar de las preocupaciones y de los proyectos en riesgo, ella decidió confiar en Dios.

«Un desconocido me ayudó a contactar con uno de los organizadores de la capacitación a la que había asistido. Él, a su vez, me puso en contacto con un hombre de Dios que me proveyó un techo. Los momentos de meditación, de oración y la oportunidad de compartir con mi hermana a distancia y con la familia que me acogió, fueron un verdadero apoyo para mí en esos momentos de pánico generalizado», declaró tras su regreso.

Vivo con mi hermana desde hace casi seis años. Hemos enfrentado muchos retos juntas. Las preocupaciones de una siempre se convierten en las oraciones de la otra. Finalmente pudo volver y recuperar su trabajo, pero los cinco meses que estuvo fuera para esta capacitación y su posterior confinamiento en el extranjero, con todas las incertidumbres que implicaron, fueron una verdadera prueba de fe para mí también.

Pero gracias a nuestra esperanza en el Señor me fue posible superar la soledad y nos mantuvimos firmes a pesar de los desafíos financieros y profesionales.

Cuando prestamos atención a la fidelidad de Dios, aprendemos a hacer de la esperanza nuestro modo de vida, tanto en los tiempos de gozo como en las dificultades. Y eso nos prepara.

Cada uno de nosotros enfrenta diferentes tipos de pruebas, con diferentes niveles de intensidad. Muchos han sido sometidos a pruebas mucho más severas que las nuestras durante esta temporada de crisis, y muchos han visto sus expectativas caer desmoronadas. Pero lo que mi hermana y yo hemos vivido a nuestra escala ha llamado mi atención sobre la importancia crucial de la esperanza. La esperanza del tipo espérance.

En un artículo de CT titulado «La nostalgia es espiritualmente peligrosa» [enlace en español], Jeremy Sabella señala: «En tiempos como estos, las comunidades de fe pueden ofrecer algo mucho más edificante que la nostalgia: ofrecen esperanza. La esperanza, en su pleno sentido bíblico, surge de las dificultades: “el sufrimiento produce perseverancia; la perseverancia, entereza de carácter; la entereza de carácter, esperanza”. Esta esperanza perdura precisamente porque es obra del Espíritu: “Esta esperanza no nos defrauda, porque Dios ha derramado su amor en nuestro corazón por el Espíritu Santo que nos ha dado” (Romanos 5:3-5). La esperanza echa raíces cuando el pueblo de Dios sigue la inspiración del Espíritu para enfrentar las pruebas presentes».

La esperanza demuestra su profundidad cuando permanece activa en medio de las pruebas. La esperanza de la que habla la Biblia, la esperanza que Cristo ha puesto en nuestros corazones a través del Espíritu Santo, es un apoyo constante, una base firme que nunca fallará.

Testigos de la esperanza en tiempos de prueba

La esperanza no nos protege de las pruebas y dificultades de la vida, pero nos ayuda a superarlas con serenidad y alegría. La Escritura también nos lo recuerda.

«Contra toda esperanza, Abraham creyó y esperó, y de este modo llegó a ser padre de muchas naciones…» (Romanos 4:18). ¿Quién podría esperar concebir un hijo a los 100 años con una esposa de 90 años? ¡Abraham lo hizo! ¿Quién puede esperar todavía un futuro sin dolor y sufrimiento? Nosotros podemos. Para un cristiano, la esperanza en tiempos difíciles es un signo de plena confianza en el Dios que prometió que hará nuevas todas las cosas.

Job, habiéndolo perdido todo y viviendo una situación casi indescriptible, expresó su verdadera esperanza con confianza y perseverancia cuando dijo: «Yo sé que mi redentor vive, y que al final triunfará sobre la muerte» (Job 19:25). El resto de la historia de Job muestra cómo su esperanza fue recompensada (Job 42:10).

En medio de las tormentas más feroces imaginables (rechazo, persecución, etc.), el apóstol Pablo tampoco perdió la esperanza. Tanto cuando las situaciones le fueron favorables como cuando no, él creyó y esperó con paciencia y alegría el futuro glorioso que le esperaba. Fue también en medio de estos sufrimientos que escribió varias cartas a los cristianos de diferentes ciudades para animarlos a mantener y desarrollar su esperanza en el Señor.

He aquí un fragmento dirigido a los cristianos de Roma, que también pasaban por momentos difíciles: «Que el Dios de la esperanza los llene de toda alegría y paz a ustedes que creen en él, para que rebosen de esperanza por el poder del Espíritu Santo» (Romanos 15:13).

Esperando juntos

En nuestro país, como en muchos otros, el tiempo que hemos pasado en confinamiento ha propiciado que los cristianos nos reunamos en línea para exhortarnos y animarnos mutuamente. En una ocasión preguntamos: ¿Cómo se vería una comunidad en la que todos esperan juntos? Una hermana en Cristo respondió: «¡Se vería como una torre fuerte, un ejército inquebrantable!».

Sí, una comunidad llena de esperanza es una verdadera fuente de apoyo y soporte para el mundo ante las pruebas y las dificultades. Ofrece solidez ante la desesperación y el desánimo. Es una luz que brilla en la oscuridad.

Me alegra ver que, al igual que el apóstol Pablo, muchas comunidades cristianas siguen empeñadas en compartir el reconfortante mensaje de la esperanza, a pesar de las limitaciones a las que se enfrentan. Agradezco haber leído a cristianos como Jay Y. Kim, Kelli B. Trujillo [enlaces en español] y Anne Lécu [enlace en francés] y muchos otros que han tomado la pluma para llevar su mensaje de esperanza al mundo. La línea de testigos de la esperanza no se ha extinguido.

Todos estamos pasando por esta crisis global a la vez que hacemos frente a nuestras dificultades personales cotidianas. Todos nos vemos afectados de una u otra manera, y algunos de forma verdaderamente trágica. Pero la actitud con la que enfrentamos todo esto es crucial.

Mi oración es que, sea cual sea la oscuridad que atravesemos, nuestra esperanza en el Señor Jesucristo permanezca siempre viva, activa y práctica. Puede que no sea fácil, pero juntos «mantengamos firme la esperanza que profesamos, porque fiel es el que hizo la promesa» (Hebreos 10:23).

Syntyche D. Dahou trabaja como auxiliar administrativa. Participa en el Groupe Biblique des Elèves et Etudiants du Bénin (GBEEB), movimiento miembro de la Fraternidad Internacional de Estudiantes Evangélicos, IFES, por sus siglas en inglés. Le apasiona la literatura cristiana y tiene un gran interés en el ministerio a través de las publicaciones cristianas.

Traducción y edición en español por Livia Giselle Seidel.

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Theology

El cosmos está más poblado de lo que crees

Cómo una antigua oración y una bebé recién nacida cambiaron mi perspectiva sobre los ángeles.

Christianity Today January 31, 2022
Illustration by Jared Boggess / Source Images: WikiMedia Commons / Laureen March / Getty

Durante casi quince años me olvidé de la existencia de los ángeles.

No fue que decidiera dejar de creer en ellos. Simplemente, no pensaba en ellos, y si lo hacía era un pensamiento pasajero acerca de lo cursi que suele ser su descripción.

Redescubrí a los ángeles mientras acostaba a una bebé a dormir.

Cuando mi primera hija nació, una noche me di cuenta, para mi sorpresa, de que sin darme cuenta había desarrollado el hábito de pedirle a Dios que enviara a sus ángeles a protegerla.

En aquel entonces trabajaba en la Universidad Vanderbilt y me había hecho asidua visitante de una cafetería y librería ortodoxa griega cerca del campus. Me encantaba su belleza silenciosa, sus libros antiguos y su chili de vegetales. Llegué a conocer al padre Parthenios, un sacerdote de la Iglesia greco-ortodoxa de Antioquía, y a su esposa (a la que todos conocían como «presbítera» o simplemente como «la esposa del sacerdote»), quienes operaban juntos el lugar. Una tarde, hacia el final de mi embarazo, la presbítera me entregó el ícono de un ángel y me dijo que era para la nueva bebé. Aprecié su amabilidad, pero no me conmovió de forma especial en términos espirituales. Soy protestante, después de todo. En aquel momento no sentía un escepticismo particular hacia los íconos o hacia los ángeles, pero tampoco sentía una gran conexión con ellos. No obstante, colgué la pequeña figura de madera en la habitación de mi hija.

Meses más tarde, cuando oraba por mi hija antes de acostarla a dormir, le señalaba hacia el ícono y pedía que los ángeles estuvieran cerca y la protegieran. No sé qué cambió en mi mente o en mi corazón. La única explicación que tengo es que la imponente responsabilidad —y también el amor y la vulnerabilidad— de la maternidad abrieron mi corazón para pedir ayuda donde pudiera encontrarla.

Sentía intensamente la pequeñez y la fragilidad de mi hija en este cosmos gigante y sabía que toda la pasión de mi amor maternal no era suficiente para mantenerla a salvo. Yo también era pequeña y frágil. Pero, con todo y todo, en nuestra casa ordinaria en la vasta oscuridad de la noche, llegué a creer que no estaba sola.

Las cosas raras

El libro de oración común contiene varias oraciones llamadas Completas (reciben este nombre las oraciones que se hacen al final del día en la Liturgia de las Horas). Una de las plegarias incluye la línea: «A tus ángeles manda que guarden a los que duermen». Esta Completa nos desafía a creer en un cosmos muy poblado.

Como hijos de la Ilustración occidental, hemos vaciado el cosmos de vida sobrenatural, del mismo modo que la industria vació de cañas el Cabo Cañaveral. Ahora, nuestro valor predeterminado, aunque sea inconsciente, es imaginar el cosmos como un mar vacío por el cual navegamos solos y a la deriva. No está lleno de encanto ni plagado de misterios. Y, por supuesto, tampoco está sobrepoblado de ángeles.

Pero este no fue siempre el caso. La iglesia histórica imaginó un universo atiborrado de ángeles, y los antiguos líderes cristianos hablaban mucho de los ángeles: francamente, mucho más de lo que yo me siento cómoda hablando del tema. Santo Tomás de Aquino los llamaba «criaturas intelectuales» o «criaturas incorpóreas». En el siglo V, Dionisio Areopagita escribió: «Los ángeles se cuentan de mil en mil, de diez mil en diez mil… tan numerosos son en realidad los benditos ejércitos de seres trascendentes inteligentes que sobrepasan el frágil y limitado ámbito de nuestros números físicos». San Hilario de Poitiers escribió: «Todo lo que parece vacío está lleno de los ángeles de Dios, y no hay espacio que no esté habitado por ellos mientras se dedican a su ministerio».

Lo que se dio por hecho durante siglos —que el universo rebosa de vida divina— es algo que a mí me ha costado trabajo creer. Sin embargo, mi ambivalencia con los ángeles no se debe a la razón. Se debe más bien a mi falta de imaginación, una imaginación formada por una visión desilusionada del mundo: el océano vacío del cosmos.

Creer en lo sobrenatural, francamente, puede ser un poco vergonzoso en mis círculos urbanos. ¿Ángeles? ¿Como esas figuritas cursis que se alinean en las estanterías de tu tía? No es que rechazara la creencia en los ángeles; más bien, estos habían sido vaciados de toda realidad. Se habían vuelto tontos y sentimentales hasta el punto de convertirse en una parodia.

Los cristianos nos podemos sentir tentados a hacer que nuestra fe pierda el encanto. Intentamos apuntalarla con respetabilidad; sin embargo, el hecho es que todavía creemos en un montón de cosas raras. Si no aceptamos un cosmos encantado —las cosas raras— nos perderemos la plenitud de la realidad, la plenitud de Dios, y nunca aceptaremos el misterio de nuestras propias vidas. Para superar el misterio, debemos aprender a vadear las abundantes aguas del asombro.

Una puerta de entrada hacia lo sobrenatural

Es durante la noche que escuchamos los susurros de un cosmos repleto y nos preguntamos sobre las realidades espirituales ocultas. Nuestra imaginación vuela libre hacia todas las posibilidades: toda cultura sobre la tierra está llena de historias de fantasmas y otros espíritus que aparecen por la noche. Cuando oramos por la ayuda angélica en la tradición de las Completas, nos damos de bruces con la incómoda realidad de un universo que va más allá de lo que podemos ver, medir o controlar.

La oración en sí misma, de cualquier forma, nos desafía a interactuar con un mundo que va más allá de lo material, un mundo repleto de más misterios de los que podemos hablar en nuestro sofisticado mundo. En cierto sentido, la oración es algo completamente normal. Es común y diaria. Y, aun así, es una puerta de entrada hacia una realidad sobrenatural. Ya sea que adornemos la oración como un momento de silencio o la envolvamos con hermosas palabras escritas, aun así, en una cultura que imagina el mundo solo en tres dimensiones, la oración será inevitablemente carente de dignidad.

Cuando me convertí en sacerdote de una iglesia local, los fenómenos sobrenaturales se volvieron inevitables. Es común que los miembros de la iglesia se acerquen a un pastor de nuestro equipo pidiendo ayuda con respecto a un encuentro espiritual inexplicable. Médicos, profesores y empresarios —todos inteligentes y en plenas facultades— nos preguntan si podríamos ir a orar a sus hogares porque creen haber visto un demonio o han tenido alguna otra clase de experiencia inexplicable. En algún momento los sacerdotes aprendemos a responder a lo sobrenatural igual que un fontanero (plomero) respondería a una llamada por un desagüe atascado. Es parte del trabajo.

Pero, en última instancia, no fue el hecho de ser pastora o cualquier clase de experiencia extraña lo que me llevó a una creencia más profunda en lo sobrenatural. Fue la oración.

La oración expande nuestra imaginación acerca de la naturaleza de la realidad. Y a menudo precede a la creencia. La comprensión más popular de la oración entiende esto al revés. En gran medida, pensamos en la oración como una expresión de nosotros mismos: como un modo de expresar nuestra vida interior en palabras. Pero la oración, en realidad, da forma a nuestra vida interior. Si recitamos las oraciones que se nos han dado, sin importar cómo nos sintamos acerca de ellas o de Dios en ese momento, a veces encontramos, para nuestra sorpresa, que ellas nos enseñan cómo creer.

Tal es el caso especialmente en tiempos de sufrimiento y pena. En tiempos de profundo dolor en mi vida, la fe de la iglesia me ha llevado a cuestas. Cuando confesamos nuestras creencias en alabanza a Dios no decimos: «Yo creo en Dios el Padre…». En cambio, confesamos: «Creemos…». La creencia no es solo un sentimiento dentro de nosotros, sino una realidad externa en la que entramos. Cuando notamos que nuestra fe se tambalea, a veces todo lo que podemos hacer es descansar en la fe de los santos.

Las Escrituras, las canciones, los sacramentos y las oraciones de la Iglesia nos ofrecen un salvavidas en el dolor. Cuando deseamos conocer a Dios pero estamos demasiado débiles para caminar, estas prácticas nos levantan y nos cargan.

Un acto de rendición

Lo que más amo de orar por la protección angélica de Dios por la noche es que une la extrañeza cósmica de lo sobrenatural y la actividad humana más cotidiana: dormir.

Dormimos cada noche en nuestras camas comunes, en nuestras casas comunes y en nuestras vidas comunes. Y lo hacemos en un universo lleno a rebosar de misterio y asombro. Siempre dormimos en una habitación poblada, en nuestro cosmos poblado, así que pedimos cosas locas: que Dios envíe seres sobrenaturales inimaginables para que nos vigilen mientras babeamos sobre nuestras almohadas.

Cada día, nos guste o no, debemos entrar en vulnerabilidad para poder dormir. Algo o alguien podría hacernos daño. Alguien podría robarnos. Estamos a merced de los que nos rodean, y a merced de la noche.

Dormir nos recuerda lo indefensos que somos, incluso para el simple hecho de seguir vivos. En la tradición cristiana, dormir siempre se ha visto como un modo en el que practicamos la muerte. Tanto Jesús como Pablo hablaron de la muerte como de una clase de sueño. Nuestro descenso nocturno a la inconsciencia es un memento mori diario, un recordatorio de nuestra condición de seres creados, de nuestras limitaciones y de nuestra debilidad.

Sin embargo, por supuesto, nuestros cuerpos y cerebros no están inactivos durante el sueño. Todo un mundo de actividad tiene lugar dentro de nuestras cabezas. Soñamos. Nuestros cuerpos luchan con enfermedades. Formamos, filtramos y fortalecemos recuerdos de ese día. Los científicos nos cuentan que el aprendizaje realmente depende de nuestro sueño. La información que hemos adquirido durante el día se repite en el cerebro de manera subconsciente para que podamos absorberla.

Es particularmente relevante que todo esto ocurre sin nuestro conocimiento, consentimiento o control. Nuestros cuerpos requieren que dejemos de aferrarnos a la autosuficiencia y el poder si queremos prosperar. Entonces, tanto física como espiritualmente, debemos estar dispuestos a abrazar la vulnerabilidad si queremos aprender o crecer.

Cada noche, la revolución de los planetas, la actividad de los ángeles y la obra de Dios siguen adelante sin nosotros. Para los cristianos, el sueño es un acto de rendición: una declaración de confianza.

La ergonomía de la salvación

Hace algunos años mi padre tuvo un ataque cardíaco severo en un crucero. Mi hermano, mi hermana y yo recibimos un mensaje de nuestra madre haciéndonoslo saber, pero durante poco más de un día no pudimos conseguir más información. Finalmente conseguimos comunicarnos con el doctor del barco, quien nos explicó que lo iban a desembarcar y transferir a un hospital de Sudamérica. Pero, primero, el barco tenía que navegar toda la noche para llegar a la orilla.

Recuerdo estar acostada en la cama aquella noche pensando en mis padres meciéndose en un barco en medio de la noche. Sabía que no podía salvarlos, visitarlos y ni siquiera llamarlos. No había nada que pudiera hacer para que el barco fuera más deprisa. Y con esa aguda sensación de falta de poder, me quedé dormida rápidamente: igual que una niña que sabe que su trabajo no es hacer funcionar la Bolsa de Nueva York, puesto que apenas puede manejar su propio horario.

Al igual que la práctica de la oración, la práctica del sueño nos ayuda a descansar en el cuidado de Dios en momentos de extrema fragilidad, cuando no tenemos ninguna garantía de cómo o cuándo vendrá la mañana. Esta es la ergonomía de la salvación, la manera en que aprendemos a caminar en un mundo de oscuridad.

Hay más misterio en nuestros cerebros y nuestros dormitorios de lo que nunca podríamos determinar. Y aun así nos acostamos cada noche sabiendo que no estamos solos.

Extraído de Prayer in the Night, de Tish Harrison Warren. Copyright © 2021 por Tish Harrison Warren. Publicado por InterVarsity Press, Downers Grove, IL. www.ivpress.com. Usado y traducido con permiso.

Traducción por Noa Alarcón.

Edición en español por Livia Giselle Seidel.

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Theology

Los evangélicos han hecho de la Trinidad un medio para un fin. Es hora de cambiar eso.

Durante 2000 años, los líderes de la iglesia mantuvieron la misma doctrina trinitaria. ¿Cómo perdimos el rumbo?

Christianity Today January 31, 2022
Illustration by Jared Boggess / Source Images: Fotograzia / Digitalhallway / Laurence Monneret / Leo Patrizi / Getty

La historia de Ebenezer Scrooge, leída cada año en Navidad, nos hace meditar en nuestras motivaciones y en lo que realmente importa en la vida. ¿Qué podría ser peor que una vida ya vivida y cerca de su fin si está llena de remordimientos y atormentada por el pasado? Gracias al Fantasma de las Navidades Pasadas, Scrooge se llena de suficiente temor como para volver en sí mismo, apenas a tiempo para cambiar su forma de ser. Y vaya que cambió.

Pero no son únicamente las personas las que pueden verse atormentadas por el pasado; movimientos enteros y épocas históricas también pueden encontrarse en esta situación. A veces somos tan miopes que no podemos ver el panorama general de dónde hemos estado y hacia dónde nos dirigimos. Y así comenzamos a ser perseguidos por fantasmas… si tenemos la suerte de que un fantasma nos asuste.

Lewis Ayres, uno de los principales expertos de la actualidad en el tema de la Trinidad, nos dice [enlaces en inglés] que existe una gran división entre la doctrina bíblica ortodoxa de la Trinidad, que se remonta al Credo de Nicea, y la comprensión moderna de la Trinidad de los últimos cien años.

Sin embargo, esta Trinidad moderna ha extinguido a la Trinidad ortodoxa bíblica; incluso pretendió ser la Trinidad ortodoxa, hasta que quedó muy poco de la ortodoxia. No es simplemente, escribe Ayres, que «el trinitarismo moderno se ha enlazado mal con la teología que está a favor de Nicea». La situación es mucho peor: «Apenas si se ha enlazado en absoluto. Como resultado, el legado de Nicea permanece, paradójicamente, como el fantasma desapercibido en la fiesta trinitaria de la modernidad» (énfasis añadido).

No hace mucho tiempo, este fantasma pasó desapercibido en la fiesta trinitaria; sin embargo, ahora nos persigue: sus gemidos son cada vez más fuertes y su luz cegadora es tan brillante que ningún apagavelas puede apagarlo. Para ver por qué, debemos caminar por esta casa embrujada a la que llamamos cristianismo moderno y llegar a las habitaciones que explican y exponen el pasado reciente.

Pero no se deje engañar: es nuestro pasado reciente. También es mi pasado reciente. Una vez me enseñaron una visión moderna de la Trinidad como si fuera la visión bíblica de la Trinidad. Pero el Fantasma de la Ortodoxia Pasada seguía persiguiéndome.

Lo que descubrí en estas habitaciones encantadas será aterrador para nosotros: la Trinidad de la Biblia, nuestra Trinidad, ha sido manipulada más allá del reconocimiento. El invitado de honor en la fiesta trinitaria no es la Trinidad ortodoxa bíblica en absoluto. El desvío de la Trinidad es real. Y nosotros somos sus víctimas.

La Trinidad se vuelve social

Uno de los teólogos más influyentes del siglo pasado (y no es exageración) es Jürgen Moltmann, conocido por su creencia en un Dios que sufre. Resulta que dos Karls, (Karl Rahner y Karl Barth) le enseñaron la Trinidad cuando era estudiante. Pero Moltmann cree que sus mentores se equivocaron con la Trinidad: al comenzar con «la soberanía del Dios Único», ellos solo pudieron «hablar sobre la Trinidad como los “tres modos de ser” o los “tres modos de subsistencia” de ese Dios Único».

Es posible que Moltmann deteste más que ningún otro el trinitarismo de Barth puesto que este se enorgullece de la forma en que Dios se revela como Señor. Esta obsesión por el señorío únicamente puede ser el resultado de una preocupación individualista occidental por la única sustancia y monarquía divinas. Moltmann incluso critica el Credo de Nicea, ese estándar histórico de ortodoxia, como «ambivalente en lo que respecta a la cuestión de la unidad de Dios», porque «sugiere una unidad de sustancia entre el Padre, el Hijo y el Espíritu», con toda su charla acerca de que el Hijo es homoousios (de la misma esencia) del Padre, engendrado de la esencia del Padre desde toda la eternidad.

Moltmann se opone a este énfasis occidental en el señorío porque se deriva de un vínculo inquebrantable con el monoteísmo, una palabra terrible en opinión de Moltmann. La «unidad del sujeto absoluto se enfatiza hasta tal punto que las Personas de la Trinidad se desintegran en meros aspectos de un único sujeto»; este énfasis en la unidad conduce «involuntariamente pero inevitablemente a la reducción de la doctrina de la Trinidad al monoteísmo».

En contraste, él se ha «decidido a favor de la Trinidad». Nadie que se llame cristiano decide en contra de la Trinidad, entonces, ¿qué quiere decir exactamente Moltmann? «He desarrollado una doctrina social de la Trinidad, según la cual Dios es una comunidad de Padre, Hijo y Espíritu, cuya unidad está constituida por la morada mutua y la interpenetración recíproca».

Note qué palabra usaron los trinitarios sociales como Moltmann para definir la Trinidad: comunidad. La Trinidad es una comunidad o sociedad, una cooperación de personas divinas, cada una con su propio centro de conciencia y voluntad. Dado que cada persona en esta sociedad es igual, se distribuye la igualdad y se elimina la jerarquía.

Al redefinir la Trinidad como social, Moltmann ahora tiene la solución para los males que aquejan a la sociedad. Si su Trinidad social es el camino a seguir, entonces «encontramos el reflejo terrenal de esta sociabilidad divina, no en la autocracia de un solo gobernante, sino en la comunidad democrática de personas libres; no en el señorío del hombre sobre la mujer, sino en su reciprocidad igualitaria; no en una jerarquía eclesiástica, sino en una iglesia fraterna».

Innumerables filósofos cristianos de hoy han adoptado una visión social de la Trinidad, incluso a riesgo de caer en el triteísmo.

Moltmann se regocija de que las teólogas feministas ahora puedan luchar por la igualdad de los sexos gracias a que la Trinidad es una sociedad igualitaria de personas: Dios mismo ya no es patriarcal sino bisexual, lo que le da al matriarcado una voz divina. Moltmann también anima a un evangelio de la liberación. Gracias a la falta de jerarquía en la comunidad trina, ahora podemos defender la causa de los oprimidos en la sociedad frente al «monoteísmo político».

¿Está Moltmann solo en su agenda social? Resulta que él lanzó una cruzada social que fue tomada y emprendida por uno de sus propios alumnos, quien es a su vez uno de los pensadores más populares de la actualidad: Miroslav Volf.

La Trinidad es nuestro programa social

Volf es de Croacia, pero ha sido influyente en Estados Unidos. Gran parte de su carrera se ha dedicado a la teología política y pública, por lo que no sorprende que Volf tenga algo que decir sobre la Trinidad y la sociedad. De hecho, el título de su libro lo dice todo: After Our Likeness: The Church as the Image of the Trinity (A nuestra semejanza: La iglesia como imagen de la trinidad).

Volf está igualmente convencido de que la doctrina histórica de la Trinidad debe ser modificada o incluso rechazada, al menos si la Trinidad ha de servir como modelo para la iglesia y la sociedad, lo cual debe ser. La Trinidad, al menos en cierto sentido, debe ser nuestro programa social. Con su objetivo puesto en la iglesia en particular, Volf concluye que debe haber una correspondencia directa entre el tipo de comunidad que vemos en la iglesia y la Trinidad.

Debemos entender a qué estaba respondiendo Volf. Algunos trinitarios sociales dijeron que el secreto de la Trinidad era redefinir el ser de Dios como comunión. En lugar de definir el «ser» de la Trinidad como lo hizo la Gran Tradición, como una esencia con tres modos de subsistencia, se argumentó que el «ser» se refiere a las relaciones interpersonales de amor o comunión que las personas tienen entre sí. Y así como hay jerarquía en la Trinidad, con el Padre en la cima, también hay jerarquía en la iglesia, argumentó este grupo, con el obispo en la cima.

Volf también es un trinitario social. «¡Amén!», dice a las relaciones interpersonales y sociales de amor. «¡Amén!», dice al ser como comunión. Pero la comunión trinitaria es de igualdad en lugar de jerarquía, y dado que la Trinidad es el paradigma para la iglesia y la sociedad, entonces también la política de la iglesia debe reflejar tal igualdad. La autoridad descansa en la reunión de todos, no en un solo patriarca u obispo en la cima. En una palabra, la iglesia debe ser tan congregacional como la Trinidad y la Trinidad tan congregacional como la iglesia.

Con toda esta charla sobre la iglesia, no se pierda el verdadero problema: para cumplir con la agenda de la iglesia, la Trinidad ha sido redefinida. Pero tampoco se pierda la ironía: los trinitarios sociales están llegando a conclusiones opuestas; unos quieren jerarquía, otros quieren igualdad.

Para ver tal revisionismo con claridad cristalina, viajemos a Brasil y conozcamos a un teólogo cuyo nombre suena similar a Miroslav Volf. Su nombre es Leonardo Boff. Lo que es tan único acerca de Boff es esto: él cree que la Trinidad es el prototipo, no solo para la iglesia, sino también para la política. Desde hace mucho tiempo, Boff ha sido una voz que habla sobre la teología de la liberación, especialmente en América del Sur.

Los teólogos de la liberación leen la Biblia y concluyen que su mensaje principal es la promesa y la esperanza de que los oprimidos de la sociedad serán liberados de sus opresores. El evangelio no es el plan del Dios trino de enviar a su Hijo o Jesús entregando su vida en sustitución por la nuestra, tomando la pena por nuestro pecado para que podamos ser perdonados y recibir la vida eterna. Más bien, el evangelio es la liberación social y política, poniendo en libertad a los marginados de la sociedad de aquellos que están en el poder.

Entonces, ¿por qué murió Jesús? «El Hijo encarnado murió como protesta contra las esclavitudes impuestas a los hijos e hijas de Dios», escribe Boff en Trinity and Society [La Trinidad y la sociedad]. Esa redefinición del evangelio supone una redefinición de la Trinidad, sin duda.

La redefinición de la Trinidad comienza cambiando la definición ortodoxa de persona por una moderna: «La noción moderna de persona es básicamente la de ser-en-relación; una persona es un sujeto existente como centro de autonomía, dotado de conciencia y libertad». En esta frase, Boff resume el trinitarismo social. Pero Boff anticipa una objeción: si esta redefinición moderna de persona se aplica a la Trinidad, ¿cómo podría no resultar en triteísmo? Boff está convencido de que escapa a esta herejía porque «el énfasis se pone en la relación, la completa apertura de una persona para con la otra».

Al redefinir a una persona como alguien que está en relación con los demás, Boff luego redefine la Trinidad como una sociedad y una comunidad. Boff busca ayuda en la sociedad humana. «La sociedad no es solamente la suma total de los individuos que la componen, sino que tiene su propio ser entretejido a partir de los hilos de las relaciones entre individuos, funciones e instituciones, que en su conjunto conforman la comunidad social y política». El resultado: «La cooperación y la colaboración entre todos producen el bien común».

Así es también, pues, con la Trinidad: es una sociedad divina donde los individuos son personas en relación unos con otros, personas que cooperan y colaboran como lo haría una comunidad humana. La sociedad humana es un «indicador» de la Trinidad, y la Trinidad es el «modelo» para la sociedad.

La Trinidad es una «visión comunitaria»: «Dios es una comunidad de Personas y no simplemente el Uno; la unidad de Dios existe en forma de comunión (común-unión)». Tal comunidad significa que hay «reciprocidad total» entre el Padre, el Hijo y el Espíritu, una «relación de amor» entre ellos.

El evangelicalismo no es una excepción

Pero espere, el Fantasma de la Ortodoxia Pasada no ha terminado. Los evangélicos también han contribuido a el desvío de la Trinidad.

Por ejemplo, innumerables filósofos cristianos de hoy han adoptado una visión social de la Trinidad, incluso a riesgo de caer en el triteísmo. Proponen una Trinidad social donde el Padre, el Hijo y el Espíritu son «centros distintos de conocimiento, voluntad, amor y acción». ¿Qué define a las personas como personas? Son «centros distintos de conciencia», escribe Cornelius Plantinga. Juntos forman una «comunidad» o «sociedad», de modo que «la Santísima Trinidad es una sociedad o comunidad divina y trascendente de tres entidades totalmente personales y divinas». Con tal énfasis en las distintas voluntades y centros de conciencia, la histórica y sencilla afirmación de Nicea ya no servirá más.

Otros son aún más audaces. William Lane Craig y J. P. Moreland argumentan que el «compromiso central» del trinitarismo social es este: «En Dios hay tres centros distintos de autoconciencia, cada uno con su propio intelecto y voluntad». Tres voluntades, tres centros de autoconciencia: este es el ADN mismo del trinitarismo social. De otra manera, no hay Trinidad. Rechazando la afirmación clásica de la simplicidad divina, concluyen: «Dios es una sustancia inmaterial o alma dotada de tres conjuntos de facultades cognitivas, cada una de las cuales es suficiente para constituir una persona en sí misma, de modo que Dios tiene tres centros de autoconciencia, intencionalidad y voluntad».

Sin embargo, también sienten la presión de explicar por qué tres voluntades y centros de conciencia no son triteísmo. Incluso reconocen que su punto de vista contradice muchos de los credos de la iglesia, incluido el Credo de Atanasio. Sin embargo, encuentran consuelo en apelar a la sola Scriptura.

Los teólogos evangélicos tampoco son una excepción. Tomemos como ejemplo a Stanley Grenz, uno de los pensadores evangélicos más renombrados del siglo pasado. La Trinidad es una realidad social, dijo Grenz, y la marca que define a esta comunidad es el amor. El amor es el atributo de Dios que todo lo controla y la marca definitoria de la sociedad a la que llamamos Trinidad, uniendo a las personas en unidad. Su comunión benévola, ligada en particular por el Espíritu Santo, es lo que mantiene unidas a las personas como un solo ser.

Pero se necesita dedicación propia: cada persona debe estar comprometida con las relaciones de amor cooperativo y social. Grenz reprende a la Gran Tradición por enfatizar el ser de Dios, un ser con tres modos de subsistencia. Según Grenz, eso crea una cuarta persona. En cambio, debemos definir a las personas como aquellas que buscan relaciones de amor eterno entre sí.

El movimiento del Nuevo Calvinismo tampoco es inmune al trinitarismo social, por mucho que piense que lo es. Los evangélicos como Wayne Grudem y Bruce Ware también han redefinido la Trinidad como una sociedad de personas definidas por «roles» y «relaciones» sociales, que cooperan entre sí como agentes distintos.

En el siglo XX, los trinitarios sociales redefinieron a las personas como relaciones de reciprocidad y amor abnegado para apoyar la igualdad en la sociedad, especialmente entre los sexos.

Pero Grudem y Ware reflexionan que esta sociedad de relaciones en la Trinidad está definida por una jerarquía funcional. El Hijo, por ejemplo, está subordinado a la autoridad suprema y absoluta del Padre dentro de la Trinidad inmanente, una visión novedosa conocida como EFS (subordinación funcional eterna) (siglas en inglés). Su agenda social se muestra tan fuerte, si no más fuerte, que la de los trinitarios sociales que les precedieron, cuando luego argumentan que la autoridad-sumisión dentro de la Trinidad —englobada por la Divinidad eterna— es el paradigma y prototipo de la jerarquía en la sociedad, especialmente de las esposas que se someten a sus maridos en el hogar.

¿Renacimiento o partida?

Muchos de los que han experimentado el resurgimiento del interés en la Trinidad han llegado a la conclusión de que ha habido un renacimiento del pensamiento trinitario. A pesar de la actitud desdeñosa del liberalismo protestante de la vieja escuela, la Trinidad importa después de todo. A través de la «resucitación cardiopulmonar doctrinal», la Trinidad ha sido resucitada, y nunca ha sido más relevante para la sociedad.

Pero la Trinidad que han resucitado no es ni la ortodoxa ni la bíblica. Para ser franco, no revivieron la Trinidad ortodoxa, sino que la mataron solo para reemplazarla con una Trinidad completamente diferente: una Trinidad social, una que puede ser moldeada, incluso manipulada, para adaptarse a la caja de la sociedad. Con la llegada del siglo XXI, ahora es notorio que hay tantas Trinidades como teólogos modernos, y con cada nueva Trinidad llega un nuevo programa social.

Las búsquedas de la Trinidad al final no se tratan de Dios sino de mí y de mi agenda social. Como escribe Karen Kilby, la Trinidad es ahora un «pretexto»: afirmamos tener una nueva «percepción de la naturaleza interna de Dios», pero únicamente para que «podamos usarla para promover regímenes sociales, políticos o eclesiásticos». He experimentado esto de primera mano. Dentro de los círculos evangélicos, tanto en el aula como en la iglesia, contemplar y alabar a la Trinidad no es un objetivo final (como debería ser), sino que la Trinidad se emplea simplemente como un medio para otros fines.

No estoy solo en tal conclusión. Con un análisis detallado del pensamiento moderno, Stephen Holmes expresa un lamento con la misma sobriedad: «La explosión del trabajo teológico que pretende recuperar la doctrina de la Trinidad que hemos presenciado en las últimas décadas, de hecho malinterpreta y distorsiona la doctrina tradicional tan gravemente que es irreconocible. … [Estas son] desviaciones completas de la tradición anterior, no resurgimientos de esta».

El desvío de la Trinidad es real. No únicamente nos hemos alejado de la Trinidad bíblica y ortodoxa, sino que hemos manipulado la Trinidad para cumplir con nuestras agendas sociales.

Adaptado de Simply Trinity: The Unmanipulated Father, Son, and Spirit de Matthew Barrett (Baker Books, una división de Baker Publishing Group, 2021). Usado y traducido con permiso.

Traducción por Sergio Salazar.

Edición en español por Livia Giselle Seidel.

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El presupuesto de la iglesia no es para construir santuarios modernos

Soy un pastor de Latinoamérica y con frecuencia veo a nuestras iglesias relegar la compasión por la comunidad a un segundo término.

Christianity Today January 31, 2022
Illustration by Rick Szuecs / Source images: Adl21 / Getty / Tajmia Loiacono / Unsplash

A mediados del año pasado, tuvimos el placer de anunciar un concurso de ensayo en cuatro idiomas: español, portugués, francés e indonesio. El concurso en español tuvo un gran recibimiento entre nuestros lectores y estamos profundamente agradecidos con todos aquellos que nutrieron este certamen con sus valiosos ensayos. Los ensayos recibidos fueron revisados meticulosamente por nuestros equipos editoriales en cada idioma, y después fueron evaluados de forma anónima por un equipo de jueces. Hoy nos complace compartir el ensayo ganador en español con nuestro público de habla hispana e inglesa.

¡Felicidades, Roy Soto! Si quieres saber más sobre cómo escribir para nosotros, envíanos un correo electrónico a christianitytodayES@christianitytoday.com.

Ofrecemos nuestro sincero agradecimiento a los jueces de este proyecto:

• Luis Fajardo, España: Director General de Sociedad Bíblica, anciano de la Asamblea de Hermanos en Valladolid, España y profesor de Hebreo Bíblico.
• Harold Segura, Colombia: Pastor, teólogo y Director del Departamento de Fe y Desarrollo de World Vision para América Latina y el Caribe.
• Gonzalo Chacón, Costa Rica: Pastor, misionero con indígenas centroamericanos y profesor invitado en el seminario ESEPA (Escuela de Estudios Pastorales).
• Noa Alarcón, España: Escritora y traductora especializada en teología y ciencias bíblicas con estudios de Filología Hispánica y Hebrea.
• Óscar Fernández, Panamá/El Salvador/Costa Rica: Licenciado en Teología y Doctorante en Estudios Sociorreligiosos; Coordinador para América Latina y el Caribe de Academias de Proclamación Global; miembro de la junta directiva del ministerio RREACH (Ramesh Richard Evangelism and Church Health) para la capacitación de pastores.

Gerente de medios globales: Morgan Lee (Hawái, EE. UU.)
Directora editorial: Livia Giselle Seidel (México/EE. UU.)
Coordinadora de proyectos: Sofía Castillo (Argentina)

Al leer los evangelios, es evidente en cada página que Jesús sintió profunda compasión por el sufrimiento de las personas, y siempre buscó dar respuesta tanto a sus necesidades físicas como espirituales. Esto quedó en evidencia aún desde la profecía de Isaías acerca de su venida:

El Espíritu del Señor omnipotente está sobre mí, por cuanto me ha ungido para anunciar buenas nuevas a los pobres. Me ha enviado a sanar los corazones heridos, a proclamar liberación a los cautivos y libertad a los prisioneros (Isaías 1:61, NVI).

En Isaías 58 podemos ver el corazón de Dios con una claridad peculiar. Dios habla con repudio acerca de los actos religiosos que no provienen de un corazón que ama a Dios por sobre todas las cosas, y al prójimo como a sí mismo.

El ayuno que he escogido, ¿no es más bien romper las cadenas de injusticia y desatar las correas del yugo, poner en libertad a los oprimidos y romper toda atadura? ¿No es acaso el ayuno compartir tu pan con el hambriento y dar refugio a los pobres sin techo, vestir al desnudo y no dejar de lado a tus semejantes? (vv. 6-7).

Jesús predicó el arrepentimiento, proveyó un nuevo nivel de interpretación del Antiguo Testamento y anunció las Buenas Nuevas de salvación. Y, al hacerlo, también predicó el cuidado y la atención del necesitado, sanó a los enfermos y proveyó alimento para el hambriento. (Lucas 10:25-37; Marcos 6:30-44; Marcos 8:1-9; Juan 5:1-18; Mateo 8:1-4).

Jesús incluso dijo que quienes no realicen estas obras no heredarán el reino de los cielos (Mateo 25:35-46).

En este ensayo no se intenta comparar los argumentos que fundamentan una visión meramente social o meramente teológica del Evangelio, sino que se da por sentado que la iglesia a nivel global ha llegado a cierto acuerdo general acerca de la bidimensionalidad del Evangelio. Como bien demostró el legado de René Padilla por medio de su modelo, misión integral, la acción social y la evangelización son como «las dos alas de un avión».

El Evangelio carece de profundidad si se presenta solo con palabras pero no lleva consigo la evidencia del poder de Dios obrando en su iglesia, transformándola y guiándola a llevar a cabo acciones que demuestren el amor de Cristo de forma tangible.

Sin embargo, las iglesias evangélicas en América Latina con frecuencia han determinado que las acciones sociales motivadas por la compasión por el prójimo están destinadas a quedar relegadas siempre a un segundo peldaño.

Durante décadas, nuestros predicadores y ministros han enseñado que las iglesias existen exclusivamente para mandar almas al cielo, olvidando que las Escrituras afirman que en Cristo, Dios reconcilió consigo todas las cosas (Colosenses 1:20). Este sesgo teológico, junto con una falta general de pasión por el Evangelio, ha convertido a muchas iglesias en instituciones enfocadas en sí mismas, que buscan poco más que su propia supervivencia.

Partiendo de esta lógica, la gran mayoría de las iglesias priorizan los gastos internos y aquellos que son considerados necesarios para aumentar la comodidad y favorecer el crecimiento de la iglesia, tales como el pago de salarios, alquileres, gastos corrientes, etc. En iglesias con mayores recursos, incluso se prioriza gastar en lujos con los que la mayor parte de la población mundial —e incluso, muchos de sus mismos congregantes— ni siquiera sueñan: aire acondicionado, grandes pantallas, sistemas de sonido sofisticados o una cafetería dentro del edificio de la iglesia con cómodos asientos de piel.

En estas iglesias, la lógica que ha permeado profundamente su estructura interna es que esos gastos son prioritarios, y solo si hay algún excedente, entonces se considerará asignar esos recursos a causas sociales o a atender las necesidades de la comunidad inmediata.

Como pastor en una zona rural en América Latina, llevo más de dos décadas explorando diferentes escenarios y contextos de la iglesia, y con frecuencia encuentro a creyentes que están agotados y hastiados de las mismas prácticas insípidas en las que sus iglesias han caído, así como de burocracias institucionales que, dentro de la misma iglesia, limitan la puesta en práctica del Evangelio.

En diferentes iglesias y regiones, me he encontrado con historias en las que las iniciativas que buscan que la iglesia tenga una mayor influencia en su comunidad inmediata son ahogadas por la presión que ejerce la jerarquía y la política denominacional, o la forma en la que la iglesia ha venido operando desde su formación.

Si bien es cierto que muchos de estos líderes eclesiales son conscientes del llamado a las misiones y a la acción social que el Evangelio demanda de manera imperativa, la dura verdad es que la mayoría prefiere mantener el statu quo y no agitar las aguas con prácticas que saquen a la iglesia de su zona de confort.

Entonces, ¿quién puede iniciar un cambio positivo para que las comunidades sean transformadas por medio del Evangelio?

Puedo atestiguar que muchas veces son los miembros de las iglesias, aquellos que no necesariamente tienen títulos en estudios teológicos ni tampoco gozan de los privilegios de liderazgo; gente común y humilde de corazón, quienes han logrado interiorizar la misión que Jesucristo ha encomendado a su Iglesia y que, sin complejos ni temores, están dispuestos a obedecer al llamado y convertir sus propias comunidades en campos misioneros.

Debo afirmar que en el tiempo que llevo trabajando en el campo misionero, a pesar de los sinsabores, también he disfrutado ver y ser parte de ministerios que lograron ejercer un cambio efectivo, y crecieron orgánicamente hasta convertirse en expresiones de amor y servicio para sus comunidades.

En incontables ocasiones, al terminar una conferencia o consultoría, se me han acercado mujeres y hombres, con lágrimas en los ojos, diciéndome: «Eso que usted dice ha estado en mi corazón, siempre. Le he dicho a mis pastores muchas veces que le demos abrigo a los indigentes en las bodegas vacías de la iglesia, y su respuesta siempre es: “El templo no es para eso”. Por eso, yo decidí abrigarlos en el garaje de mi casa».

En Nicaragua, una pareja pidió muchas veces el apoyo de su iglesia para organizar una misión local con el objetivo de dar de comer a los adultos mayores en condición de calle, sin embargo, la respuesta del pastor fue: «Primero lo primero. Primero debemos destinar nuestro presupuesto a los salarios y gastos de la iglesia. Nunca sobra para los pobres».

Tras recibir esta respuesta, ellos decidieron salir de esa congregación e iniciar lo que hoy es una iglesia asombrosa y misionera, donde alimentan a niños, adultos mayores, mujeres adolescentes y gente en condición de calle. La iglesia desarrolló también un sistema para generar sus propios recursos.

Si esta pareja hubiera permanecido en la congregación en la que se encontraba originalmente, donde los recursos ya estaban etiquetados aun antes de su llegada, su llamado a las misiones habría muerto, o peor aún, como sucede en miles de iglesias, tal vez habrían reprimido su vocación ante el temor de ir «en contra del siervo de Dios», un título que en ciertas iglesias se usa de forma exclusiva para denominar a líderes y pastores.

En la Biblia podemos encontrar muchos ejemplos de cómo cualquier seguidor de Cristo puede ser guiado por Dios para iniciar un pequeño cambio, una chispa que el Espíritu de Dios puede usar y multiplicar para su gloria. Pensemos en los cuatro que llevaron al paralítico a los pies de Jesús (Marcos 2:1-12), o en el jovencito que ofreció los pescados y panes para el milagro de la multiplicación (Juan 6:1-15).

En muchas iglesias he visto levantarse a hombres y mujeres que ya no soportaron más el peso de su llamado por los desvalidos; que tuvieron el valor de obedecer a Dios antes que a los hombres y que, llenos del Espíritu Santo, han hecho su iglesia fuera de los templos, y han sido las manos de Jesús en las heridas de los más necesitados.

Me parece que este paradigma y modelo —tan antiguo como la Iglesia misma— debe inspirar y guiar a las iglesias para ser la luz de Cristo dentro de sus comunidades. Tal vez la iglesia primitiva tuvo el mayor impacto que ha tenido la iglesia jamás precisamente porque sus miembros dependían exclusivamente de la guía y el poder del Espíritu Santo, y no tenían que luchar por preservar instituciones o prácticas definidas por hombres.

En la iglesia donde sirvo hoy, Comunidad Cristiana Shalom en Costa Rica, mucho de lo que hoy sucede ha surgido de la iniciativa de cientos de voluntarios que viven el Evangelio. Muchos de nosotros venimos de iglesias en las que se nos dijo que la iglesia está para solo compartir el Evangelio de salvación, pero no para servir a la comunidad. En muchos casos, anhelar esa interacción con la comunidad era juzgado como una búsqueda de «amistad con el mundo».

El Señor nos llamó a ser una iglesia diferente, donde no vemos el templo como un fin en sí mismo. Desde un inicio buscamos mostrar a Cristo viviendo en nosotros por medio de nuestro servicio a los demás, y nos dimos a conocer en la comunidad recogiendo basura y limpiando ríos. Hoy trabajamos con adultos mayores, con personas que sufren abuso y con aquellos que se encuentran en situación de calle. El Señor fue quien nos unió, y hoy somos un grupo mixto formado por personas que provienen de muy diversos orígenes, pero que tenemos en común el compromiso de cumplir el llamado del Señor a encarnar a Cristo en la comunidad.

Los líderes eclesiales debemos tener siempre un oído abierto a escuchar las pasiones misioneras de los congregantes de las iglesias donde servimos. A veces olvidamos que muchas veces se trata del llamado que el Espíritu Santo ha puesto en sus corazones. Debemos escuchar estas voces y, en oración, abrir todas las puertas para el desarrollo y el crecimiento de todas estas ideas y oportunidades para llevar el Evangelio.

Me temo que si las iglesias evangélicas no salen de su zona de confort para encarnar el Evangelio que predican, terminarán por convertirse en simples monumentos, como ya le ha sucedido a la iglesia en diferentes contextos y momentos en la historia. Jesús dijo: «Ustedes son la sal de la tierra. Pero, si la sal se vuelve insípida, ¿cómo recobrará su sabor? Ya no sirve para nada, sino para que la gente la deseche y la pisotee» (Mateo 5:13).

Que nuestro papel consista en ser canales para la transformación de las comunidades a través de hombres y mujeres simples, pero empoderados por el Espíritu Santo.

De no hacerlo, muchos se quedarán en sus catedrales de sal insípida, mientras que al otro lado de la acera se encontrará un seguidor de Cristo predicando incansablemente el Evangelio, sirviéndose solo de una toalla y una vasija de agua.

Roy Soto es Licenciado en Teología y pastor de la Iglesia Comunidad Cristiana Shalom en Costa Rica.

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Lecciones de soltería que aprendí de los primeros cristianos

La historia del celibato cristiano es más complicada de lo que nos gustaría pensar.

Christianity Today January 24, 2022
Illustration by Mallory Rentsch / Source Images: WikiMedia Commons

Recientemente, los cristianos se han remontado, tanto en sus pensamientos como en las redes sociales, a la Iglesia primitiva en lo que respecta a la soltería y la sexualidad. Gran parte de la conversación se centra en las prácticas espirituales del celibato en el pasado y en las afirmaciones sobre lo que los primeros líderes de la Iglesia enseñaban sobre la soltería.

Algunos sugieren [enlaces en inglés] que los primeros líderes de la iglesia «derribaron» con entusiasmo la centralidad del matrimonio dentro de la iglesia. Otros sostienen que la forma en que entendemos hoy el «don de la soltería» es un legado directo de los apóstoles y de los primeros siglos de la Iglesia.

Como amante de la historia, teóloga práctica y mujer cristiana que nunca se ha casado, quizás no esté de acuerdo con todas las suposiciones, pero me alegra profundamente que se haya revitalizado el debate sobre cómo podemos ver las antiguas ideas sobre la soltería bajo una nueva luz. Después de todo, la historia de la Iglesia es nuestra historia, y esa era antigua está llena de ideas fascinantes (y también de enigmas) sobre la soltería, muchas de las cuales siguen siendo relevantes para los debates sobre la fe y la vida de la Iglesia en la actualidad.

Las lecciones que podemos aprender de la Iglesia antigua sobre la soltería son muchas y poderosas, pero no son ni simples ni sencillas. De hecho, los líderes de la Iglesia primitiva no nos ofrecen un relato único sobre la soltería. Sin embargo, cuando examinamos la historia cristiana del celibato en sus propios términos, la conversación arroja algo mucho más complejo e interesante.

Entonces, ¿cómo podemos acercarnos a este pasado con honestidad?

En primer lugar, una metodología histórica adecuada implica observar los detalles y matices del pasado, en lugar de simplemente pintarlo a grandes rasgos.

Debemos tener en cuenta que lo que conocemos como la época de la Iglesia primitiva abarcó casi 500 años y múltiples continentes. Durante ese tiempo y espacio, hubo una gran diversidad de pensamiento respecto a la soltería cristiana. Hubo muchos acuerdos, pero también fuertes desacuerdos.

Por ejemplo, consideremos la respuesta al exmonje del siglo IV, Joviniano, quien se atrevió a sugerir que «las vírgenes, las viudas y las mujeres casadas que han pasado una vez por el lavatorio de Cristo (…) tienen el mismo mérito». Esta afirmación de igualdad de los cristianos en Cristo, independientemente de su estado civil, contribuyó a que Joviniano fuera declarado hereje en múltiples sínodos de la Iglesia primitiva a lo largo de su vida.

También inspiró numerosas y largas críticas por parte de autores patrísticos, como el padre de la iglesia primitiva Jerónimo (quien instó «al lector que no se perturbe si se ve obligado a leer la nauseabunda basura de Joviniano») e incluso san Agustín (quien agradeció que la iglesia «se opusiera a este monstruo de forma muy consistente y enérgica» y quien tomó medidas «con toda la capacidad que el Señor le dió» para impedir que Joviniano «difundiera secretamente venenos»).

O bien, consideremos que la vida de los cristianos solteros en el área oriental del imperio era notablemente diferente a la del área occidental. Durante más o menos medio milenio, cada región desarrolló sus propias justificaciones teológicas y expresiones prácticas de la soltería cristiana.

Estos son solo dos ejemplos de cómo la comprensión de la Iglesia primitiva de lo que hoy llamamos soltería era realmente compleja y nada sencilla.

En segundo lugar, involucrarse con el pasado depende de un firme compromiso con la comprensión del dinamismo de la historia.

En la reciente repopularización evangélica del término «celibato», las discusiones contemporáneas a menudo definen el celibato como un compromiso con un tipo particular de soltería muy específico, de por vida, y tal vez formalizado.

Algunos de los que hacen esta afirmación consideran que ese tipo de celibato es un legado directo de la práctica histórica antigua. Sin embargo, en su contexto original, la palabra «celibato», procedente del término latino caelebs, significaba simplemente «no casado», que es el equivalente funcional de nuestro término soltero.

Más aún, antes de que se establecieran las comunidades monásticas (que es lo que solemos tener en mente cuando pensamos en el celibato hoy en día), había una gran variedad de individuos solteros que incluían maestros itinerantes, habitantes solitarios del desierto, miembros de sectas ascéticas, sacerdotes célibes, vírgenes que permanecían en casa, viudas y viudos, y más.

Las primeras expresiones de la vida cristiana soltera no solo eran mucho más variadas, sino que algunas de ellas se consideraban teológicamente problemáticas.

Un ejemplo son los encratitas, una secta cristiana del siglo II que hacía hincapié en la autodisciplina a través de la práctica de no comer carne, no beber vino y, sobre todo, no tener relaciones sexuales. Una de las piedras angulares del encratismo era su rechazo total al matrimonio.

El movimiento fue popular durante un tiempo, pero a principios del siglo III, algunos de los primeros padres de la Iglesia, como Ireneo y Clemente de Alejandría, se opusieron activamente a los encratitas. Sostuvieron que prohibir el matrimonio (y el sexo dentro de él) era herético. Como señaló David Hunter en su libro Marriage, Celibacy, and Heresy in Ancient Christianity [Matrimonio, celibato y herejía en el cristianismo antiguo], «la “ortodoxia” cristiana implicaba ahora la aceptación del matrimonio y el repudio del encratismo radical».

Por muy incómodo que sea esto para nosotros como lectores modernos de la historia, simplemente no hubo un enfoque inequívoco o una práctica singular del «celibato» dentro de la iglesia primitiva.

En tercer lugar, involucrarse con el pasado requiere una cuidadosa exploración de la continuidad y la discontinuidad históricas.

Debemos reconocer que el contexto cultural actual de la soltería es notablemente diferente al de la iglesia primitiva. Por ejemplo, los cristianos solteros de hoy tienen un grado de autonomía personal en sus decisiones sobre cuándo, por qué y con quién casarse. Esta independencia matrimonial habría sido inimaginable para nuestros pares de la antigüedad. Para ellos, el matrimonio era esencialmente una construcción social y una necesidad económica, a menudo iniciada por sus mayores u otros miembros de la familia, sea que les gustara o no el acuerdo.

De hecho, la mayoría de los cristianos solteros de los primeros siglos no eran adultos vírgenes «nunca casados», sino más bien maridos y esposas que habían enviudado. En otras palabras, ¡el estado célibe de larga duración surgió en gran medida de matrimonios anteriores!

Incluso cuando empezaron a desarrollarse prácticas más formalizadas de celibato consagrado, la elección de comprometerse con esa vida se consideraba un lujo poco frecuente y a veces incluso autoindulgente. Este privilegio solo estaba al alcance de las élites sociales y económicas que podían permitirse dar la espalda a las expectativas de sus familias.

Aunque podríamos tener la tentación de trazar una línea recta entre la soltería de ahora y la del pasado, hay mucha más discontinuidad que continuidad. Por supuesto, esto no significa que el pasado no pueda proporcionar ninguna perspectiva potencial para el presente.

Pero sí sugiere que muchas de las cuestiones a las que se enfrentan los creyentes de hoy no son las mismas a las que se enfrentaban nuestros antiguos hermanos cristianos. Y como lectores prudentes de la historia, debemos tener cuidado de no superponer con arrogancia nuestras preocupaciones actuales sobre las prácticas del pasado.

Por último, abordar el pasado en sus propios términos significa que debemos ser completamente honestos sobre nuestras motivaciones.

Cuando hablamos hoy de la soltería cristiana, debemos ser sinceros ─tanto con nosotros mismos como con los demás─ sobre cuál es nuestro propósito al apelar al pasado. ¿Buscamos simplemente encontrar aliados históricos convenientes para reforzar nuestras convicciones preexistentes?

En su libro Theology as Retrieval [La teología como recuperación], los autores David Buschart y Kent Eilers llaman a este instinto defectuoso retracción o reducción. Esta estrategia está motivada por el deseo de fortificar en última instancia las trincheras que ya hemos cavado y en las que hemos plantado firmemente nuestros pies y nuestra bandera.

O quizás, ¿estamos tan desilusionados con la situación de la soltería en la iglesia en el presente que queremos empezar de cero? En otras palabras, ¿deberíamos depositar todo el pasado en el presente? Esto es lo que Buschart y Eilers llamarían repristinación. Se trata de una visión nostálgica del pasado a través de una lente de color rosa.

¿Qué debemos hacer entonces? Si no debemos utilizar el pasado para retraer o reducir nuestro presente, ni repristinar el pasado en nuestro presente, entonces ¿de qué nos sirve la historia, especialmente cuando se trata de pensar en la soltería dentro de la vida y la comunidad cristianas?

Nuestra motivación para comprender cómo pensaban nuestros antepasados sobre la soltería cristiana en relación con Dios y con los demás debería ser lo que los historiadores llaman ressourcement [volver a la fuente], es decir, el esfuerzo por estudiar nuestra historia con el firme compromiso de comprenderla realmente en sus propios términos. Es decir, deberíamos ver el pasado como un rico recurso al cual podemos recurrir para entender, vivir y celebrar la soltería en el presente.

Pero algo no menos importante es el hecho de que este enfoque significa un compromiso para discernir activamente la historia de la Iglesia de acuerdo con otra norma completamente diferente, que no está basada en términos humanos, sino en los términos que Dios mismo ha definido a través de las Escrituras.

Las prácticas históricas del celibato monástico pueden ser relevantes para la forma en que podemos pensar en «vivir» la soltería cristiana en comunidad hoy en día. De hecho, los escritos de muchos de los primeros padres de la Iglesia elevaron el valor de la soltería de una manera que hoy nos parece absolutamente maravillosa (¡y desconocida!).

Pero antes de que podamos apreciar el pasado como un recurso para el presente, debemos hacer un exhaustivo estudio bíblico. Al considerar si debemos adoptar ciertas conclusiones o aplicar principios espirituales del pasado, debemos examinar cada perspectiva a la luz de la Palabra de Dios.

En primer lugar, honramos la enseñanza de las Escrituras de que el cuerpo de Cristo, experimentado dentro de nuestras comunidades eclesiásticas locales, es nuestra principal fuente de identidad familiar (1 Corintios 12:12). De la misma manera, nos resistimos a cualquier interpretación generalizada de que los primeros cristianos rechazaban por completo la importancia del matrimonio (porque no lo hacían).

Por último, debemos buscar entender cómo y por qué los antiguos creyentes pensaban como lo hacían, y si sus conclusiones están respaldadas por las Escrituras.

En muchos comentarios modernos sobre el «don de celibato» (1 Corintios 7:7), hay quienes defienden una única interpretación de un pasaje concreto de las Escrituras como «la forma en que siempre ha sido interpretado». Pero para ser genuinos en nuestro esfuerzo por considerar la historia como un recurso importante, debemos asegurarnos de que realmente siempre fue interpretado de esa forma o que solo ha sido interpretado de esa manera.

Y cuando se trata del «don de celibato», a menudo no había una única interpretación estándar. Pero aun en los momentos o lugares en los que la hubo, debemos estar convencidos a partir de la Palabra de Dios de que tanto los lectores antiguos como los modernos lo hayan entendido correctamente.

Como historiadores, sabemos que la historia es un recurso valioso. Sin embargo, como cristianos, finalmente solo tenemos un recurso inestimable. Y al final, es solo a través de la lente de la Escritura, interpretada por el Espíritu de Dios, que podemos discernir cómo y por qué la historia de la soltería en la iglesia realmente tiene importancia y es relevante en nuestro contexto actual.

Danielle Treweek es autora teológica, conferencista y directora fundadora de Single Minded. Su investigación de posgrado sobre la soltería será publicada por InterVarsity Press en 2022.

Traducción por Sofía Castillo.

Edición en español por Livia Giselle Seidel.

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No, la libertad religiosa no envía a las personas al infierno

Por qué los cristianos deberían apoyar la idea de que nuestro gobierno se mantenga al margen de los asuntos religiosos.

Christianity Today January 21, 2022
Image: Illustration by Rick Szuecs / Source images: Lenny Acompanado / Chris Nguyen / NeonBrand / Unsplash / Michael Judkins / Pexels

Este artículo fue adaptado del boletín de Russell Moore. Suscríbase aquí [enlaces en inglés].

A comienzos de enero resurgió en Twitter un viejo video en el que John MacArthur, pastor de la iglesia Grace Community Church de Los Ángeles, anunciaba que no apoyaba la libertad religiosa. En el video, MacArthur argumentó que apoyar la libertad religiosa promueve la idolatría y empodera al reino de las tinieblas; que «la libertad religiosa es lo que envía a las personas al infierno».

Algunos informes sostienen que la cita está fuera de contexto, ya que es parte de un argumento más amplio. Aun así, este tipo de argumento contra la libertad religiosa es familiar, generalmente en referencia a la religión de otra persona.

Hace años, un pastor me dijo que la libertad religiosa es esencialmente la afirmación de las palabras de la serpiente: «Ciertamente no morirán» (Génesis 3:4). Otorgar libertad religiosa a las religiones falsas, afirmó, es el equivalente a permitir que los profetas de Baal tengan un lugar propio en el Monte Carmelo.

Estas son ciertamente declaraciones de una fuerte convicción, como si se tratara de proposiciones de verdad bíblicas a las que la única respuesta apropiada debería ser un fuerte «¡Amén!». Por supuesto, solo hasta que uno realmente escucha lo que se dice y lo escucha como lo que es: liberalismo teológico.

Después de todo, la libertad religiosa, (ya sea como la articularon los primeros bautistas británicos, los anabaptistas perseguidos de la era de la Reforma o los evangelistas coloniales estadounidenses y sus aliados) nunca ha consistido en un pluralismo que dice: «Tú crees en Baal; yo creo en Dios: ¿qué diferencia hace?».

La pregunta sobre el tema de la libertad religiosa es quién debería tener el poder regulador sobre la religión. Si piensas que la religión no debería ser regulada por el estado, entonces crees en la libertad religiosa.

Es por eso que las denominaciones con la palabra «libre» en su nombre (como los metodistas libres, por ejemplo) —junto con aquellos que creen en la necesidad del arrepentimiento personal y la fe— han sido los defensores más fervientes de la libertad religiosa para todos.

Estos grupos de personas entienden que el evangelio según Jesús no es una afirmación externa de una creencia genérica, proveniente de un corazón que no ha sido transformado. No es aceptar el cristianismo como boleto de ingreso a la sociedad.

Más bien, el evangelio según Jesús significa que «hay un solo Dios y también un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre» (1 Timoteo 2:5). Uno puede ponerse de pie ante Dios en el juicio solamente mediante la unión con Jesucristo crucificado y resucitado. Y uno únicamente puede entrar en unión con Cristo por gracia a través de la fe (Romanos 3:21-31).

Esa fe, tal como la definieron Jesús y sus apóstoles, no proviene del poder o la autoridad de una nación o un gobernante; ni siquiera de una estructura religiosa. Si ese fuera el caso, Juan el Bautista no habría necesitado predicar el arrepentimiento a los descendientes de Abraham (Mateo 3:10). Además, el apóstol Pablo no podría haber encontrado falta en aquellos que servían a los dioses falsos escogidos por sus tradiciones nacionales o familiares (Hechos 17:22–31).

Por el contrario, el evangelio se dirige a cada persona —una por una—, como un individuo que comparecerá ante el tribunal de Cristo, que rendirá cuentas individualmente y a quien se le ordena creer personalmente en el evangelio y arrepentirse de su pecado (Romanos 10:9-17).

Como Jesús le dijo a Nicodemo de noche: «De veras te aseguro que quien no nazca de nuevo no puede ver el reino de Dios, dijo Jesús» (Juan 3:3).

¿Y cómo ocurre este nuevo nacimiento, es decir, la recepción personal de Cristo por la fe? No sucede por el cambio de un escudo familiar ni por voto del consejo de la ciudad, sino a través del Espíritu Santo que abre el corazón; «… mediante la clara exposición de la verdad…» (2 Corintios 4:2), recomendándose a sí misma a cada conciencia.

Algunos de los viejos liberalismos y evangelios sociales de varios tipos preferían un mensaje diferente: un evangelio que cambiara las apariencias y no exigiera el arrepentimiento personal y la fe. Bajo tal evangelio, si un país era «cristiano», entonces sus ciudadanos también lo eran. Mientras el gobernante de uno fuera «cristiano», entonces uno podría considerarse parte de la iglesia. Si la moralidad de uno estaba adecuadamente regulada, ya sea por la ley o por la costumbre social, entonces uno era un buen cristiano.

Y todo eso estaría muy bien si no hubiera un infierno. Pero si Jesús está diciendo la verdad de que hay un juicio por venir, y que nadie llega al Padre, sino por Él (Juan 14:6) (ese «llegar al Padre» significa no solo un comportamiento externo sino la fe en Él, v. 6:40), entonces ningún edicto legal o presión social podría regenerar un corazón humano. Tales cosas no pueden convertir a una persona en un verdadero cristiano. Ese no es el evangelio de Jesucristo.

La libertad religiosa es una restricción al poder del Estado para erigirse en mediador entre Dios y la humanidad. No es una afirmación de idolatría, de la misma forma que decir: «El gobierno no debería quitarte a tu bebé y criar a tus hijos» no te convierte en un mal padre. Decir que los padres deben criar a sus hijos y no el gobierno, no significa que todos sean buenos padres. Simplemente, significa que, los padres deben criar a sus hijos, en lugar del estado (excepto en situaciones únicas y extremas).

La libertad religiosa no significa que la religión de todos sea verdadera. Lo que sí significa es que Dios juzga el corazón y que las personas realmente deben creer en su corazón que Jesús es el Señor, en lugar de decir: «Señor, Señor» simplemente porque la ley así lo exige.

Si no hay libertad religiosa, entonces los asuntos de mayor importancia no están a consideración de los individuos, sino solo de las mayorías. Si vivieras en Dinamarca en el siglo XIX, estaría decidido que eres luterano. Si vivieras en la Unión Soviética en el siglo XX, estaría decidido que eres ateo marxista. Si vivieras en la Arabia Saudita del siglo XXI, serías musulmán, sin hacer pregunta alguna. Esa podría ser una forma usada por el estado para adoctrinar a sus ciudadanos, pero no es el evangelio de Jesucristo.

Si la libertad religiosa estuviera mal, las mayorías no solamente decidirían la afiliación religiosa, sino que también dictarían qué se permite y qué no al desviarse de esa afiliación religiosa.

¿Alguien realmente cree que la ciudad de Los Ángeles adoptaría el cristianismo dispensacionalista calvinista? Nadie cree eso, incluido —o tal vez, especialmente— John MacArthur (quien pasó casi dos años yendo y viniendo a los tribunales del estado de California litigando sobre la libertad de reunión de su iglesia a pesar de las regulaciones de por la pandemia de COVID-19, presentando precisamente argumentos basados en la libertad religiosa).

Si California decidiera que la religión oficial del estado fuera el budismo zen, yo estaría dispuesto a apostar a que Grace Community Church no dejaría de predicar el Evangelio. Y no deberían. Eso es libertad religiosa. Y apostaría también que, si el estado de California votara en su legislatura que todos los ciudadanos del estado son buenos cristianos, Grace Community Church no dejaría de llamar a sus vecinos a arrepentirse y creer en Cristo personalmente. Eso es libertad religiosa.

Creemos en la libertad religiosa no porque creamos en la libertad en sus propios términos, sino porque creemos en la exclusividad de Cristo y en el poder del Evangelio. Creemos que hay un Nombre bajo el cielo por el cual debemos ser salvos, y ese nombre no es césar, ayatolá ni secretario adjunto para asuntos cívicos.

Creemos en la libertad religiosa porque conocemos lo que Jesús nos ha dado para luchar contra el reino de las tinieblas: la espada del Espíritu, que es la Palabra de Dios. Creemos en la libertad religiosa porque no hay sustituto civil para el evangelio de Cristo.

Creemos en la libertad religiosa porque queremos persuadir a nuestro prójimo de que deben reconciliarse con Dios, no para evitar que sean multados por un gobierno terrenal, sino para que encuentren la vida eterna en el reino celestial. Para que no terminen en el infierno.

Russell Moore dirige el Proyecto de Teología Pública en Christianity Today.

Traducción por Sergio Salazar.

Edición en español por Livia Giselle Seidel.

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