Prisionero de la esperanza: Una entrevista con Desmond Tutu

Por qué el arzobispo sudafricano cree que el mal, la muerte y la injusticia nunca tendrán la última palabra.

Christianity Today January 13, 2022
AP/Wide World

El arzobispo sudafricano Desmond Tutu [fallecido el 26 de diciembre de 2021, obituario en inglés] pasó la mitad de su vida en el frente de lucha contra el apartheid y fue uno de los líderes más prominentes del movimiento.

En 1986, el premio Nobel se convirtió en el líder espiritual de la Iglesia Anglicana de Sudáfrica al ser nombrado arzobispo de Ciudad del Cabo. Su posición le ayudó a evitar gran parte de la represión que sufrieron otros de sus colegas contrarios al apartheid.También le permitió asumir el liderazgo interino mientras muchos de ellos estaban en el exilio o entre rejas.

A partir de 1990, cuando muchos prisioneros fueron liberados y se levantó la prohibición de los partidos políticos, el arzobispo Tutu mantuvo un perfil bajo. Sin embargo, al momento de esta entrevista realizada en 1992, estaba más comprometido que nunca con la justicia y la reconciliación bíblicas, y auguró que la batalla estaba lejos de terminar. La noche antes de hablar con Thomas Giles y Timothy Jones de CT, Tutu asistió al funeral de 42 personas masacradas en junio en Boipatong en medio de la violencia que interrumpió las conversaciones sobre una democracia multirracial.

Publicamos esta entrevista traducida al español en homenaje a la vida de Desmond Tutu.

¿Qué papel ha jugado la fe en su vida, y cómo le ha conducido a luchar contra el apartheid?

He llegado a comprender que el valor de una persona no deriva de cosas externas, como los logros, el estatus o la raza. El valor de cada uno es intrínseco y viene de ser creados a imagen de Dios. Dios valora su propia imagen en la humanidad incluso después de la caída.

Dios también ha enviado a su hijo para subrayar aún más nuestro infinito valor. Él dice: «Ustedes son tan valiosos que yo los liberaré de las garras del Diablo… no con cosas perecederas como el oro y la plata, sino por medio de la preciosa sangre de mi Hijo».

Por si eso no fuera suficiente, Dios dice: «Yo los santificaré por medio del don de mi Espíritu Santo». Así que los seres humanos son valiosos no solo porque han sido creados a imagen de Dios y se les ofrece la redención por la preciosa sangre de nuestro Salvador, sino también porque pueden convertirse en tabernáculos del Espíritu Santo.

El tratar a un hijo o una hija de Dios como si fuera menos que eso es como escupir en la cara de Dios. No es que la injusticia y la opresión sean un error, o un mal sin más: son claramente blasfemias. Y esta es la pasión que tenemos. Nos sentimos inspirados no por la política o cualquier otra clase de ideología, sino por nuestra fe. Si somos seguidores de Jesucristo y aceptamos las implicaciones de nuestra fe, no tenemos otra opción que oponernos a la opresión, la injusticia y el mal.

¿Cuál es la base bíblica para el activismo político en favor de los oprimidos?

Es toda la naturaleza de Dios. Él es un Dios de gracia. Y gracia significa que Él obra en favor de aquellos que no se lo merecen, aquellos que no tienen ningún derecho sobre Él. Lo vemos desde el mismo comienzo, en Éxodo, cuando interviene a favor de una turba de esclavos que no ha hecho nada para merecerse su intervención.

¿Qué es la verdadera religión? En Isaías 1, Dios dice: «No voy a aceptar una religión que consista únicamente en observancias externas. Si quieren arrepentirse de todo el mal que han hecho, muéstrenlo haciendo justicia: y no simplemente a cualquiera, sino a la viuda, al huérfano, al extranjero, a los que tienen menos voz de todos».

¿Y cuál es el verdadero ayuno? En Isaías 58, Dios dice: «El ayuno que yo quiero no es que sean como una caña quebrada y se maten de hambre, sino que suelten las cadenas de los prisioneros».

Cuando Dios interviene de manera decisiva en la vida de los seres humanos, no lo hace como un espíritu desencarnado, se convierte en un ser humano; esto también nos da una pista de cómo debemos obrar. Al elegir los padres terrenales para su Hijo, no eligió a los grandes y poderosos, sino a una muchacha de pueblo casada con un carpintero. Jesús no nació en el hogar de un rey, sino en un establo. Y muy pronto este niño se convirtió en un refugiado. Él se identifica con los menos importantes de cualquier comunidad.

Hay personas que piensan en términos de una dicotomía entre lo secular y lo sagrado. Pero Jesús no dice: «Solo me preocupa la parte espiritual de ustedes, que son sus almas», sino, más bien: «Me preocupa todo de ustedes. Cuando tienen hambre, los alimento. Cuando están enfermos, los sano. Cuando son pecadores, perdono sus pecados».

¿Podemos llevar el activismo demasiado lejos?

Podemos pensar fácilmente que tenemos línea directa con Dios y que nuestras perspectivas meramente humanas tienen una aprobación divina.

Un activismo basado en la religión, en sí mismo, no es necesariamente algo bueno. Han sido los fanáticos religiosos los que han causado parte de los mayores daños en el mundo; muchas de las guerras mundiales han sido iniciadas o acuciadas por la religión; y una gran parte de los prejuicios y la tiranía del mundo actual tienen una base religiosa.

También corremos el riesgo de ser intolerantes. El activismo puede significar descartar a aquellos que sostienen un punto de vista diferente como si estuvieran fuera de los límites. Cuando nos identificamos con una buena causa, debemos también mantener una distancia adecuada y conservar el respeto por los que están al otro lado.

¿Cómo equilibra usted los aspectos espirituales y políticos de su vida?

Yo no tengo la sensación de que haya tensión entre ambos. He llegado a aprender que la espiritualidad es algo absolutamente esencial en una vida cristiana auténtica. Así era con casi todos los siervos de Dios. Sus encuentros con Dios no servían para el autoengrandecimiento, sino para el bien de los demás. Te encuentras con Dios en una zarza ardiendo para ser enviado al Faraón y redimir a los cautivos.

Estos patrones se ven en la vida de nuestro Señor; ves un ritmo en la desvinculación y el compromiso. Él pasaba noches enteras en oración, y entonces se daba generosamente a sí mismo en beneficio de los demás. Reponía constantemente sus fuentes de sustento espiritual. Yo también he aprendido a reponer las mías.

¿Cuáles son las prioridades personales para su iglesia y su país?

La iglesia tiene que ser el instrumento de Dios para la extensión de su reino en cualquier escenario. Incluso en sistemas democráticos, aquellos que forman el gobierno no se transforman en dioses. Son mortales, y serán tentados por las lisonjas del poder. Al mismo tiempo, siempre habrá personas sin voz, marginados que sientan que están a kilómetros de distancia de los pasillos de poder y que no cuentan para nada. Y la iglesia tiene que estar ahí en su favor. Tiene que declarar vigilantemente a los que están en el poder: «Así dice el Señor».

También debe ser un agente de reconciliación. La gente suele vaciar de significado esa palabra, convirtiéndola casi en un término de abuso. Piensan que reconciliación significa gritar «paz, paz» donde no hay paz: no creen que también significa confrontación. Pero la verdadera reconciliación confronta a las personas con la maldad del pecado: el pecado político, el personal y el estructural.

En nuestro entorno, reconciliación significa llamar a los que se han beneficiado del apartheid a la confesión y la penitencia por el daño que han infligido. Entonces, aquellos que han sido perdonados deben mostrar la autenticidad de su contrición. Debe haber restitución siempre que sea posible.

Debemos también ayudar a que la gente no se amargue y no busque venganza. Y somos nosotros los que hemos de ser una especie de ayuda audiovisual de cómo debería ser la sociedad humana.

¿Cómo puede la iglesia lograr eso?

La iglesia tiene que servir como modelo del hecho de que Jesucristo es nuestra paz: que Él, en realidad, ha quebrado el muro divisorio. Las facciones enfrentadas ya no están en guerra. Ya no hay griego ni judío, hombre ni mujer, esclavo ni libre. Somos uno en Cristo.

Juntos hemos de trabajar para transformar nuestra sociedad en una que diga que los seres humanos importan más que las cosas y los beneficios. Nuestra sociedad debe establecer una prima mayor por compartir en vez de acumular, por cooperar en vez de competir.

¿Qué pasos deberían dar los cristianos en los EE. UU. hacia la reconciliación racial?

Ustedes no deberían desalentarse demasiado. En realidad, en conjunto, han tenido una maravillosa capacidad de autocrítica. Sí, a menudo la gente intentó hacer la vista gorda, pero cada vez más personas son conscientes de que algo estaba mal, de que había una enfermedad. Y reconocer que hay una enfermedad es tan importante como la cura.

Pero también es importante que escuchen lo que los agraviados —aquellos a los que se ha discriminado— están diciendo en realidad. No debemos ser de los que dicen: «Este es el daño y esta es la cura» como sabelotodos infalibles. Escuchemos lo que ellos identifican como daño y qué se puede hacer para rectificarlo.

¿Cómo podemos apoyar a nuestros hermanos y hermanas de Sudáfrica?

Nosotros dependemos muchísimo de su amor y sus oraciones, y apreciamos profundamente lo que la gente ha hecho a ese respecto. Muchos de ustedes en sus iglesias han presionado a sus legisladores y empresarios para que impusieran sanciones que funcionaron. Aquellas sanciones nos han traído hasta aquí. Una de las presiones que deberían continuar ejerciendo es imprimir en el gobierno sudafricano la idea de que está siendo observado para que haga algo para que termine la violencia.

¿Tiene esperanza cuando mira hacia adelante?

Siempre tengo esperanza. Un cristiano es un prisionero de la esperanza. ¿Qué podría tener menos esperanza que el Viernes Santo? Y entonces, en la Pascua, Dios dice: «A partir de ahora ninguna situación es intransfigurable». No hay situación de la cual Dios no pueda extraer bien. El mal, la muerte, la opresión, la injusticia… nunca más tendrán la última palabra, a pesar de la apariencia de todo lo contrario.

Traducción por Noa Alarcón.

Edición en español por Livia Giselle Seidel.

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