Dios no tenía que hacer nada por nosotros

Es fácil olvidar que incluso los dones más pequeños revelan una increíble abundancia divina.

Christianity Today May 3, 2023
Ilustración por Abigail Erickson / Source Images: Getty, Pexels, Unsplash

Es difícil recordar cuánto se nos ha dado.

Habría bastado con que Dios nos hubiera dado tres comidas al día y un mapa para el viaje. Habría bastado con tener la promesa del cielo. Habría bastado con tener un poco de aire para respirar, como una máscara de oxígeno de emergencia.

Pero en lugar de eso, el designio de Dios siempre fue la abundancia. Nos regaló canciones y olas marinas rompiendo en la playa. Le dio de comer a 5000 personas y se aseguró de que sobraran 12 cestas llenas. Con una palabra, ayudó a unos pescadores que no habían pescado nada en toda la noche y les proporcionó un botín tan pesado que rompió sus redes (Lucas 5:1-11).

La abundancia de Dios nos llama a la gratitud. Pero en los momentos de escasez, cuando nuestro mundo parece un desierto, cuando deambulamos entre la maleza del descontento y nos quejamos de lo que nos falta, el amor de Dios puede parecer limitarse a lo esencial. Podemos sentirnos atrapados en una hambruna de fe.

Si has pasado por una temporada de sufrimiento o estás en una ahora mismo, espera. El Pastor te llamará de nuevo a su presencia que todo lo satisface y pondrá una mesa de banquete (Salmo 23:1,5). Cuando tu voz resuene en el silo donde una vez estuvo almacenada tu fe, sigue buscando la provisión de Dios.

Aunque nuestra conciencia de la provisión de Dios puede llegar a intervalos, su generosidad hacia nosotros es constante. Él nos da su gracia conforme a sus riquezas, no conforme a nuestros fluctuantes sentimientos de gratitud o nuestra visión de las circunstancias actuales. «Ya conocen la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que, aunque era rico, por causa de ustedes se hizo pobre, para que mediante su pobreza ustedes llegaran a ser ricos» (2 Corintios 8:9, NVI).

Para los seres humanos, es natural querer más. Dios hizo nuestros corazones para la abundancia. Deseamos conocer más de la bondad de Dios particular y personalmente. Pero con frecuencia nos desviamos y perseguimos sucedáneos. Por eso la publicidad es tan eficaz: nos ofrece versiones falsas de aquello para lo que Dios nos creó para anhelar, manteniéndonos ocupados y distraídos.

La gracia no siempre llega del modo o en el momento que esperamos. Pero su llegada es siempre abundante. Es posible que tengamos que buscar pruebas que nos recuerden esta verdad cuando la providencia de Dios no coincide con nuestras expectativas. «Confía en el Señor de todo corazón, y no en tu propia inteligencia» (Proverbios 3:5).

Sin embargo, Dios no solo quiere que nos sintamos satisfechos cuando Él suple todas nuestras necesidades. Quiere que compartamos.

A Jesús le habría bastado con librarnos de nuestros pecados. Podría haber salvado nuestras almas y habernos dejado en una existencia empobrecida. Damos por sentado lo potente, lo vívida que es realmente la salvación: Jesús envió su Espíritu para animar a todas las personas a vivir una vida generosa, sin importar su situación. En la parábola de los dos hijos que contó Jesús, un padre organiza una fiesta para celebrar el regreso de un hijo que dilapidó su herencia (Lucas 15). Dios Padre recibe con agrado a todos sus hijos e hijas rebeldes.

Dios, descrito como el anfitrión de otra fiesta en Lucas 14:15-23, nos recuerda seriamente que quiere su casa llena para el banquete. Derrama su extravagancia sobre nosotros y quiere que rebose hacia los demás. «Así nosotros, por el cariño que les tenemos, nos deleitamos en compartir con ustedes no solo el evangelio de Dios, sino también nuestra vida. ¡Tanto llegamos a quererlos!» (1 Tesalonicenses 2:8).

La salvación es personal, pero no privada. Dios ve y busca, hasta los confines de la tierra, a los que el resto de nosotros hemos pasado por alto. Él levanta a los pobres, da cobijo a los vulnerables y nos llama a imitarlo en esto. Después de satisfacer su gran necesidad, Jesús llamó a sus amigos en la playa para que dejaran sus redes rebosantes y le siguieran, para convertirse en conductos de su misericordia desbordante.

Puede resultar fácil recordar nuestras pérdidas y olvidar la gracia. Sin embargo, está en la naturaleza de Cristo recordar ambas cosas. Dejó sus riquezas para asumir nuestra pobreza. Se hizo a un lado para que nosotros recordáramos y fuéramos recordados.

Fuimos hechos para dar generosamente y para dar gracias. Por eso dejamos las redes como lo hicieron los discípulos —nuestras penas y todo aquello a lo que nos hemos aferrado— para tomar lo que no se puede perder. Habría bastado con salvar nuestras almas, pero Dios nos ofrece mucho más. Nos llama a la alegría y nos regala canciones, la brisa del mar y un desayuno en la playa (Juan 21). El que era rico se hizo pobre para que pudiéramos tener todo esto.

Sandra McCracken es cantautora y escritora, y vive en Nashville, Tennessee. También es presentadora del pódcast The Slow Work, producido por CT.

Traducción y edición en español por Livia Giselle Seidel.

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Aun el trabajo más aburrido es bueno para el alma

No importa lo monótono, desapercibido, u ordinario que sea, nuestro trabajo puede transformarnos poderosamente y hacernos semejantes a Cristo.

Christianity Today May 1, 2023
Jill Chen / Stocksy

Esta es una versión corregida de la traducción publicada en abril de 2015.

Este artículo fue publicado en colaboración con la Conferencia Nacional de Liderazgo Cristiano Hispano (NHCLC, por sus siglas en inglés).

Antonio es un hombre de poco más de cincuenta años que trabaja en una finca de frutas y verduras en el condado de Dutchess, Nueva York. Desde que sale el sol hasta que se pone, seis días por semana, pasa cada hora cosechando guisantes [chícharos, arvejas] o manzanas, según la temporada del año. Por ese arduo trabajo le pagan ocho dólares por hora y sin paga por el tiempo extra. «Me siento cansado», le dijo al The New York Times el verano pasado. «En este momento, me duelen mucho las rodillas porque paso todo el día trabajando agachado o de rodillas». Igual que los millones de trabajadores en EE. UU. que cosechan la mayor parte de la comida que comemos, los días de Antonio son monótonos, largos y, al parecer, vacíos de significado espiritual.

Stephanie es una madre joven con cuatro hijos. Su día típico incluye despertar al amanecer, cambiar pañales, alimentar a uno de sus hijos mientras viste a otro, preparar el almuerzo para todos, lavar un par de cestos de ropa, cocinar la cena, y poner a dormir a los niños, todo antes de caer ella misma sobre la cama, exhausta. El cansancio se siente hasta en los huesos. ¿Acaso no hay cosas más importantes que debería estar haciendo? Se pregunta mientras lamenta que no tiene la energía para orar y estudiar. Muchos días, sufre en silencio y a solas.

Las historias de Antonio y Stephanie resuenan con todos los que luchamos por encontrar significado espiritual en nuestro trabajo diario. Y entre más tiempo pasamos sumergidos en nuestras rutinas, nuestras preguntas se vuelven más apremiantes: ¿De qué manera este trabajo está formando mi corazón y mi mente? ¿Está fortaleciendo mi relación con Dios y con mi prójimo? ¿Tiene alguna importancia en este mundo?

Para contestar estas preguntas, muchos líderes y escritores contemporáneos de la iglesia describen las maneras en que el trabajo —pagado o no— puede dar forma a nuestras comunidades y bendecir a nuestro prójimo. Y eso es muy cierto. Pero también encontramos respuestas enriquecedoras entre hombres y mujeres del siglo IV y V, quienes vivieron en el desierto de Egipto, Palestina y Siria. Allá en el desierto, las tareas más insignificantes toman un significado de mayor envergadura para el alma.

Papel de lija celestial

Para los grandes padres y madres del desierto, el trabajo manual era trabajo del alma. Tenía significado eterno, en parte porque Jesús lo honró en su vida encarnada al trabajar como carpintero. El trabajo manual también anticipaba la Segunda Venida, donde la nueva creación es la meta suprema de todos los propósitos de Dios (2 Pedro 3:13; Apocalipsis 21:1-4). Los monjes de la antigüedad creían que las tareas diarias podían transfigurar la vieja creación del mundo caído por el pecado y traer como resultado la nueva creación de la humanidad deificada por Cristo.

Las tareas del diario vivir eran como un papel de lija en las manos de Dios. Podían moldear el carácter, limpiar la impureza y transformar a una persona de tal manera que reflejara la belleza de Cristo. Para los monjes, «el lugar de trabajo» era un huerto espiritual. Veían el trabajo no solo como el lugar en que labramos la tierra, sino donde la tierra nos labra a nosotros.

Muchos de nosotros asumimos que la santidad se cultiva primordialmente escapando del trabajo monótono diario, tal como cuando nos vamos a algún retiro y nos alejamos de nuestra vida «normal». Si tan solo pudiéramos orar en quietud, entonces podríamos experimentar la santidad de Dios y llegar a ser más como Él. Algunos de los habitantes del desierto asumieron lo mismo, pero luego se arrepintieron.

Tomemos por ejemplo a Juan el Enano (339-409 d.C.). En una historia tomada de sus primeros días en el desierto, le dijo a su hermano mayor: «Me gustaría estar libre de toda preocupación, como los ángeles, quienes no trabajan sino que ofrecen alabanza a Dios sin cesar». Así que un día se quitó la capa y se fue al desierto.

Juan regresó una semana después. Cuando tocó a la puerta, su hermano le preguntó: «¿Quién eres?». «Soy Juan, tu hermano», dijo él.

Su hermano respondió: «Juan se volvió un ángel, y por lo tanto ya no se encuentra entre los hombres». Juan le rogaba diciendo: «Soy yo». Pero su hermano no lo dejó entrar, sino que lo dejó afuera angustiado hasta el siguiente día. Luego, abrió la puerta y le dijo: «Tú eres un hombre, y debes otra vez volver a trabajar para poder comer». Juan se postró frente a él y le dijo: «Perdóname».

Le tomó a Juan una semana de fracaso y una noche de fría meditación para aprender que, no importa qué tanto intentara escapar su mortalidad y su trabajo ordinario, seguía siendo un ser humano que necesitaba ganarse el pan.

La meta del trabajo, la meta de la vida

La palabra pocas veces aparece en la literatura de los padres del desierto, pero theosis o teosis, que significa ‘hacer semejante a Dios o deificación’, se encuentra en el corazón de su teología sobre el trabajo. Ellos creían que nuestra mayor vocación no es el tipo de trabajo que hacemos, sino el tipo de personas que llegamos a ser al hacer dicho trabajo.

La theosis se asocia principalmente con la Ortodoxia Oriental, pero también tiene resonancia entre los católicos y los protestantes de diferentes tipos. Significa que Dios creó a los humanos con el fin de que maduraran para llegar a ser cada día más y más como su Creador. Pero después de que Adán y Eva se desviaron de esta senda, Dios se hizo humano e hizo por nosotros lo que no podíamos hacer por nosotros mismos: en Cristo, Dios restauró nuestra unión perdida con Él mismo. Nosotros ahora podemos participar en la vida de Dios a través de la comunión con Cristo en el Espíritu Santo.

Nuestra mayor vocación no es el tipo de trabajo que hacemos, sino el tipo de personas que llegamos a ser al hacer dicho trabajo.

Esta unión transformadora ocurre a través de la adoración, la oración, la sumisión y las obras de amor. Por gracia, nos hacemos “divinos”, pero no en el sentido de que llegamos a ser el cuarto miembro de la Trinidad, o que adquiramos poderes divinos. Sino que, porque Dios se hizo humano en Cristo Jesús, nosotros podemos llegar a ser participantes de la naturaleza divina (2 Pedro 1:4). La theosis es un proceso que dura toda la vida y por medio del cual nos vestimos de la semejanza a Cristo mientras avanzamos «de gloria en gloria» (2 Corintios 3:18).

La theosis ofrece una manera antigua y poderosa para encontrar el propósito de Dios en nuestro trabajo diario. Nuestro lugar de trabajo no es tan solo un lugar para ganarnos la vida, sino que puede convertirse en un lugar de redención. No es que el trabajo nos redima por medio de las obras mismas, como si de alguna manera pudiéramos ganarnos la salvación por el simple hecho de ser buenos y honestos en todo lo que hacemos. Más bien, el trabajo de cada persona es una tarea sagrada que le ha sido dada por la Providencia, con el fin de poder llegar a ser semejante a Cristo. Nuestras tareas y nuestras relaciones diarias se vuelven las manos de Dios para formarnos y hacernos semejantes a la imagen de su Hijo amado. La theosis es la meta final del trabajo, así como la meta de la vida misma.

Desierto mortal y tareas diarias

Por definición, el desierto es un lugar de muerte. La vida es escasa y el agua limitada.

El desierto fue un lugar donde el pueblo de Dios se arrepintió y donde sus pecados fueron perdonados. En el Antiguo Testamento, Dios usó el desierto para poner a prueba el corazón (Deuteronomio 8:2). En el Día de la Expiación, el sumo sacerdote ponía sus manos sobre la cabeza del macho cabrío y lo mandaba a lo profundo del desierto, para nunca más regresar. En el Nuevo Testamento, el desierto es un lugar de guerra espiritual: «Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán y fue llevado por el Espíritu al desierto. Allí estuvo cuarenta días y fue tentado por el diablo. No comió nada durante esos días, pasados los cuales tuvo hambre» (Lucas 4:1-2, NVI).

Los padres y las madres del desierto entendieron estas imágenes bíblicas. Es por eso que el desierto y sus paisajes inhóspitos proveyeron el ambiente externo para fomentar la labor interna de la santidad. Su lugar de trabajo los llamaba a morir a sí mismos. Era un lugar donde Dios obraba en ellos y a través de ellos. A través de la guerra en el corazón, las pasiones eran conquistadas y el fruto del Espíritu crecía. Plantar verduras o tejer alfombras no eran simplemente una manera de ganarse la vida: era una manera de integrar el trabajo del alma con las tareas cotidianas.

El desierto y nuestros lugares de trabajo son más similares de lo que quizás nos hayamos dado cuenta. El lugar en el que laboramos es donde nuestro carácter se forma y somos hechos semejantes a Cristo. Gran parte de nuestro trabajo, especialmente las tareas más insignificantes, nos enseñan a arrepentirnos y a morir diariamente a nuestros pecados.

Lavar platos, limpiar la casa y cocinar los alimentos son las manos de Dios que forman un ramo de virtudes piadosas en el corazón del que hace los quehaceres de la casa. La theosis se desarrolla cuando al tener que lidiar con un cliente grosero en la tienda, el empleado aprende la gracia espiritual de la paciencia. Una naturaleza semejante a la de Cristo aparece silenciosamente en el corazón del doctor cuando sacrifica sus horas de sueño para ir en la madrugada a atender la emergencia de sus pacientes. Un obrero de fábrica gradualmente se convierte en una oración viviente mientras integra la monotonía de la línea de ensamblaje con el consejo de Pablo de «orar sin cesar» (1 Tesalonicenses 5:17). Nuestro lugar de trabajo es una arena donde nos entrenamos para transformar nuestro quehacer diario en causas espirituales. Con frecuencia nos convierte en grandes santos o en grandes pecadores.

Cuando yo era vendedor de carros, estas verdades llegaron a ser tan reales para mí que cuando salía de casa para ir al trabajo, llegué a decirle mi esposa: «Barb, ya es hora de que me vaya a mi monasterio. Dios me está esperando allí con el fin de trabajar en mi corazón y hacerme semejante a su Hijo».

Nuestra vida diaria es nada menos que una senda sagrada hacia el ser mismo de Dios. Nuestra más importante tarea espiritual, por lo tanto, se encuentra donde sea que nos encontremos. Ese es el lugar donde labramos la tierra de nuestro trabajo, y donde la tierra de nuestro trabajo nos labra a nosotros. Es donde Dios nos encuentra, nos transfigura, y nos guía de gloria en gloria. Nuestro lugar de trabajo es nuestro monasterio.

Bradley Nassif es profesor de estudios bíblicos y teológicos en North Park University en Chicago, y autor de Bringing Jesus to the Desert (Zondervan).

Edición en español por Livia Giselle Seidel.

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Culture

Nuestros servicios de adoración están convirtiendo la alabanza en ganancia secular

Con la consolidación corporativa de la música de alabanza, cada vez más entidades invierten en las canciones que se cantan los domingos por la mañana. ¿Cómo influirán en la Iglesia esos intereses económicos?

Christianity Today April 30, 2023
Ilustración por Matt Chinworth

Cuando el líder de alabanza Jonathan Anderson selecciona la canción «Lion and the Lamb» [«El León y el Cordero»] para el servicio de adoración del domingo, piensa en lo que significa para su iglesia multigeneracional de las Asambleas de Dios cantar sobre el regreso de Cristo y su victoria final: toda rodilla se doblará ante el León y el Cordero.

«Tenemos personas mayores a las que les encanta imaginar que ven el rostro de Dios, que esperan con impaciencia ese momento en que verán la belleza pura», dice Anderson, que sirve en la iglesia Bethel de Tallmadge, Ohio.

El cantautor Leeland Mooring (que toca con el grupo Leeland) empezó a componer la canción durante un evento de adoración. Él y los que lo acompañaban se sintieron profundamente conmovidos por la letra y la música a medida que la canción iba tomando forma.

Mooring declaró a NewRelease Today: «Estábamos llorando y no había un ojo seco en la sala… Dios me soltó todo el estribillo de la canción allí mismo».

Ocho años después de su lanzamiento, «Lion and the Lamb» [«El León y el Cordero»] sigue estando entre las 30 canciones de adoración contemporánea más cantadas en las iglesias los domingos, con grabaciones de bandas populares como Leeland, Shane & Shane y Big Daddy Weave.

La continua popularidad de la canción significa que las congregaciones elevan esas poderosas palabras en alabanza cada semana, tal como Mooring y sus coautores (los veteranos de la industria Brenton Brown y Brian Johnson, de Bethel Music) esperaban. Y cada vez que iglesias como la de Anderson cantan «Lion and the Lamb» [«El León y el Cordero»], el resultado es positivo —sobre todo si se transmite en directo— también para las empresas que administran las licencias de música cristiana, los sellos discográficos y los inversores privados, que ven en el sector cristiano una fuente de ingresos sin explotar.

Una parte de los derechos de autor de la canción de Mooring, que antes se pagaban continuamente a los creadores y a la discográfica, se vendieron en una subasta en 2020 como parte de un paquete de $900 000 dólares a un inversor privado. El paquete de canciones había ganado $156 393 dólares el año anterior, más de tres cuartas partes derivadas del uso de «Lion and the Lamb» [«El León y el Cordero»]. El inversor que hizo la oferta ganadora obtuvo una rentabilidad prevista por el sector de casi el 15 %.

Las palabras y melodías que animan los corazones a adorar cada domingo también son propiedad intelectual (PI) en el mercado, atrapada en una reciente oleada de adquisiciones en toda la industria musical. La actividad de los inversionistas se ha caído en «alimentar el frenesí», según el ejecutivo del sector Hartwig Masuch, donde los éxitos de alabanza y adoración son una pequeña parte de los miles de millones invertidos en PI y los ingresos derivados del pago de derechos de autor.

A medida que las iglesias de todo el mundo cantan, tocan y retransmiten en directo canciones como «Lion and the Lamb» [«El León y el Cordero»], «How Great Is Our God» [«Cuán grande es Dios»] y «10,000 Reasons» [«10 000 razones»], la popularidad de estas canciones ha empujado aún más la música cristiana en la industria musical general y en el vasto ecosistema económico que se ajusta para obtener beneficios en una nueva era.

Las tendencias hacia la adquisición de PI, las lucrativas giras por estadios y la consolidación corporativa han contribuido a impulsar unos ingresos récord en los dos últimos años: el sector de las giras obtuvo $6280 millones de dólares en 2022, y los ingresos por grabaciones en Estados Unidos alcanzaron un máximo histórico de $15 900 millones de dólares, cifra que ha venido a la alza por séptimo año consecutivo.

Muchos artistas cristianos, incluidos aquellos cuyas carreras y marcas se basan en la música de adoración, se están beneficiando de este crecimiento.

Ganar dinero con el género no es nada nuevo. La música cristiana ha reportado beneficios a los inversores estadounidenses durante siglos, desde que el librero Hezekiah Usher distribuyera en 1640 el Bay Psalm Book, el primer libro impreso en las colonias. Lo que es nuevo es la complicada red de demanda, creación y generación de dinero en la versión actual de la industria. Cuantas más entidades corporativas puedan beneficiarse de los éxitos de la música de alabanza y adoración, más se posicionan para introducir incentivos y ejercer presión en el camino.

En el panorama de la música de adoración, cada participante tiene sus prioridades: las iglesias buscan canciones que sirvan a sus congregaciones, los artistas crean música para ministrar a la iglesia, la industria proporciona una plataforma y encuentra formas de sacar provecho de los medios populares, mientras que los inversores buscan activos prometedores.

Desde escritores, intérpretes, agentes, publicistas, organizadores de giras, sellos discográficos, editores e inversores, todos buscan que las nuevas canciones de adoración se conviertan en éxitos, y que las de mayor éxito sigan siendo populares y rentables. Pero no todas estas personas tienen la misma influencia en la trayectoria de una canción, y no todo empuje hacia el éxito es moral o teológicamente neutro.

A medida que la música de alabanza y adoración se integra en el panorama económico de la industria musical dominante, ¿podrá mantener su propósito espiritual distintivo? ¿Influirán los poderosos incentivos del mercado —la fama, la celebridad y el éxito financiero— en la forma en que se producen y promocionan las canciones de adoración?

En las dos últimas décadas, la música cristiana contemporánea ha despertado un interés cada vez mayor en la industria del entretenimiento. Los artistas llenan los escenarios más grandes del país. En lugar de que los artistas cristianos canten éxitos seculares con otros artistas, las canciones de adoración se abren camino en la corriente principal: Justin Bieber interpreta «Jireh» y «How He Loves» con Chandler Moore; los concursantes de The Voice cantan «Oceans» [«Océanos»]; los programas de televisión Today y Fox and Friends presentan actuaciones de Taya, Maverick City Music y Hillsong United.

Los compositores y artistas de música de adoración «aman a la Iglesia y quieren ofrecer canciones que sirvan a la Iglesia», afirma Shannan Baker, investigadora postdoctoral en humanidades digitales del Centro de Estudios de Música Cristiana de la Universidad de Baylor. Pero los mejores artistas y compositores de hoy se enfrentan a la presión del mercado.

«Tengo mis dudas sobre el papel que el dinero puede desempeñar en la elevación de ciertas canciones de adoración», dijo Baker, al compartir su preocupación sobre la industria. «Es un negocio musical. El dinero impulsa la toma de decisiones en los niveles superiores».

El beneficio económico —especialmente el exceso financiero— no es un incentivo neutral y puede limitar el tipo de artistas que llegan a la cima.

«Para los evangélicos, el mercado siempre ha sido una forma de demostrar la bendición de Dios», afirma Adam Perez, profesor adjunto de estudios de adoración en la Universidad Belmont de Nashville, centro neurálgico y sede de la industria de la música cristiana. «La inversión es un indicador rezagado del éxito».

«Cada vez que alguien aumenta su acceso al capital, aumenta su acceso al poder», dijo. «Ahora bien, ¿cómo se ejercerá ese poder?».

Cada vez más empresas e inversores seculares han reconocido oportunidades de beneficio en artistas cristianos y sus canciones de éxito, sobre todo a medida que las grandes empresas consolidan su propiedad. Este interés ha dado lugar a grandes giras por estadios, antes reservadas a las estrellas del rock, y a subastas de derechos de autor para obtener ganancias de los éxitos de adoración.

Capitol Christian Music Group (CCMG), por ejemplo, ha adquirido los grandes sellos cristianos Sparrow Records, Hillsong Music y sixstepsrecords. CCMG forma parte de Universal Music Group, que tenía algo más del 37 % del mercado de la industria musical a finales de 2022. Entre sus artistas se encuentran Chris Tomlin, Hillsong United, Brooke Ligertwood, Crowder, Cody Carnes, Jesus Culture y Newsboys. El año pasado, afirmó tener el 60 % del mercado de las 10 canciones de adoración más utilizadas en las iglesias.

Estas canciones obtienen licencias para servicios de culto y eventos a través de Christian Copyright Licensing International (CCLI). La organización comenzó como un recurso para evitar que las iglesias violaran los derechos de autor al utilizar letras y música de artistas de alabanza y adoración.

Sin embargo, ahora la industria musical ha empezado a considerar la popularidad en CCLI como un indicador de la rentabilidad de una canción, ya que más de 250 000 iglesias de todo el mundo consiguen licencias para su música de adoración a través de este ministerio. Un anuncio de venta de los derechos de autor del paquete que incluía «Lion and the Lamb» [«El León y el Cordero»] mencionaba que dos tercios de las ganancias anuales podían proceder directamente de CCLI (es decir, $100 000 dólares), y que las ganancias eran estables.

El CCLI también clasifica las canciones en función de su uso semanal, tal y como lo informan las iglesias cubiertas por su protección de licencias. Según CCLI, «Lion and the Lamb» [«El León y el Cordero»] se encontraba entre las 30 canciones más cantadas en las iglesias en la primavera de 2023, ocho años después de su lanzamiento.

«Un éxito radiofónico cristiano genera algo de dinero durante un tiempo», afirma Andrew Osenga, director de artistas y repertorio de Integrity Music. «[Pero] las canciones [de adoración] que se mantienen vigentes generan muchos ingresos».

Además, la naturaleza «centrada en la canción» del mercado de la música de adoración juega a su favor. En un sector que cambia con rapidez (¿cuántas veces se paga por escuchar música?), los ingresos procedentes de escribir canciones y de los derechos de autor en este nicho han seguido siendo fuentes fiables de ingresos.

Osenga señaló que, desde el comienzo de la pandemia, los ingresos por derechos de autor de la música de adoración han aumentado sustancialmente debido al repentino aumento de iglesias que transmiten sus servicios en directo y publican grabaciones de sus servicios en YouTube. Antes de 2020, la mayoría de las iglesias cubiertas por el CCLI por el uso de canciones de adoración contemporáneas pagaban entre 170 y 215 dólares al año por la licencia. El derecho a transmitir legalmente las interpretaciones de esas canciones requería que las iglesias añadieran una nueva licencia de streaming, que puede costar otros 110 dólares al año, con base en una asistencia a la iglesia de 400 personas a la semana (el precio aumenta con el tamaño de la iglesia).

«Piensa en el número de servicios religiosos que se transmiten por medios digitales», dice Osenga. «Si “Good Good Father” [“Buen Padre“] se canta en miles de iglesias, muchas de las cuales transmiten sus servicios en directo, los ingresos de ese derecho de autor son enormes».

Las canciones de adoración no suelen tener una vida muy larga, pero algunas favoritas como «How Great Is Our God» [«Cuán grande es Dios»] e «In Christ Alone» [«En Cristo está mi salvación»] llegan al top 100 de la CCLI y se quedan allí. Un estudio reciente encontró que entre 2015 y 2019, la vida media de una canción de adoración fue de cuatro años. Entre 1995 y 1999, fue de 11 años.

Aun así, los artistas discográficos más exitosos han podido lograr éxitos de larga duración en las listas de CCLI, y sus canciones ahora aparecen en sitios como Royalty Exchange, donde los inversores pueden evaluarlas como activos financieros.

Históricamente, ha habido muy poco interés por los catálogos anteriores de artistas cristianos.

«A diferencia del mercado general», afirma el etnomusicólogo Andrew Mall en su libro de 2021 God Rock, Inc: The Business of Niche Music, «en el mercado cristiano hay comparativamente poca demanda (o incluso conocimiento) de música y artistas antiguos».

Pero Hipgnosis Songs Fund, una sociedad de inversión en derechos musicales respaldada por Blackstone, adquirió recientemente acciones de los catálogos anteriores de Third Day y Jason Ingram, productor y compositor que ha trabajado con Chris Tomlin, Matt Maher, Kari Jobe, Lauren Daigle, David Crowder y Christy Nockels. Hipgnosis es la misma entidad que adquirió los derechos del catálogo de Justin Bieber en enero de 2023 en un sonado acuerdo por doscientos millones de dólares.

El sitio web de Hipgnosis promociona a Ingram como una fuerza en la industria de la música cristiana que «ha ayudado a dar forma al género en un mundo de distribución moderna». Ingram coescribió «Goodness of God» [«Bondad de Dios»] de Bethel Music, primer lugar en el Top 100 de CCLI en 2023, así como otras dos entre las 10 primeras: «Great Are You Lord», de All Sons & Daughters, y «King of Kings», de Hillsong Worship.

En enero de 2022, la empresa privada de edición y gestión de talentos Primary Wave Music adquirió una participación en todo el catálogo editorial del artista de alabanza Matt Redman. Su canción «Blessed Be Your Name» ha pasado 20 años en el top 100 de CCLI.

«Es un buen acuerdo para ambas partes», dijo Andrew Osenga. (Redman ha firmado un contrato con Integrity Music, empresa para la que trabaja Osenga). Un artista como Redman o Ingram puede aceptar una compra, una suma global de una empresa dispuesta a apostar por que sus canciones le reporten ingresos adicionales. Es una forma inteligente de pagar una casa o enviar a los hijos a la universidad. Las ganancias de las futuras canciones que escriba seguirán siendo suyas.

El lenguaje utilizado por entidades como Primary Wave, Hipgnosis y Royalty Exchange deja al descubierto la motivación puramente financiera de su inversión en la música de alabanza. En un comunicado de prensa, Primary Wave describió su adquisición del catálogo de Redman como uno que continuaría «fortaleciendo su posición en el mercado basado en la fe».

El listado de Royalty Exchange para la subasta de 2020 del paquete de activos que incluía «Lion and the Lamb» incluso nombró a CCLI como una «fuente de ingresos notablemente única y lucrativa», cuyas «ganancias son bastante estables año tras año». El listado también aclaraba que el 78 % de los ingresos del catálogo procedían de «Lion and the Lamb», y se refirió a la canción como «la estrella de esta colección».

Los inversores pueden tener o no interés en el aspecto espiritual de la música, pero como sus beneficios dependen de que las congregaciones sigan utilizando las canciones, tienen un interés financiero en lo que las iglesias cantan los domingos por la mañana.

Es demasiado pronto para saber cómo influirán las relaciones entre los inversores y los catálogos de los artistas en el futuro uso o la trayectoria de las canciones de adoración exitosas. Sin embargo, dado que los inversores están dispuestos a beneficiarse del uso continuado de unas canciones y no de otras, quienes tengan interés en un éxito concreto podrían buscar formas de reintroducirlo y mantenerlo fresco en la mente de los congregantes, mediante versiones de otros artistas [covers], nuevas grabaciones de artistas populares o arreglos novedosos.

El mercado de los derechos de autor es solo un ejemplo de cómo los flujos de ingresos en la industria de la música de alabanza —y en la industria musical en general— han introducido nuevas partes interesadas, incentivos y presiones en el proceso. Para los artistas que son lo bastante populares como para atraer a grandes multitudes, las giras ofrecen la oportunidad de generar ingresos con menos interferencias de las discográficas y editoriales, que se llevan tajadas del trabajo grabado.

La industria cristiana refleja los incentivos financieros y las estructuras de la industria musical dominante, por lo que es lógico que los artistas cristianos dependan de las giras para obtener ingresos. A lo largo de las tres últimas décadas, a medida que los artistas de alabanza se han ido abriendo paso en los escenarios, las sedes para eventos más grandes han contribuido a que el público sea más consciente de la monetización de la industria. «Los oyentes cristianos se encuentran cada vez más con música de alabanza en contextos de entretenimiento que solían ser del dominio del pop/rock», escribió Mall.

La línea entre el entretenimiento y la adoración en estos contextos se ha vuelto más difusa, incluso cuando los artistas de gira enmarcan explícitamente las actuaciones como servicios o experiencias de adoración. Chris Tomlin, de gira en 2022 con Hillsong United, dijo a la Gospel Music Association: «Siempre digo que no hay nada como el sonido del pueblo de Dios, cantando las alabanzas de Dios, en la presencia de Dios, y poder experimentar eso noche tras noche es realmente un regalo».

Nombres famosos como Hillsong y Bethel organizan giras por estadios, a veces con paquetes VIP y experiencias como entrada anticipada, productos personalizados, asientos de primera y sesiones fotográficas. Y, al igual que Coldplay, Taylor Swift u otros artistas que se presentan en estadios, están sujetos a la reventa de entradas.

El año pasado, Elevation Worship tuvo que aclarar que una entrada de más de 1000 dólares en primera fila para su concierto no era el precio de etiqueta, sino un valor de reventa inflado.

La gira 2022 Chris Tomlin-Hillsong United que se realizó en el Target Center de Minneapolis, el United Center de Chicago y el Banc of California Stadium de Los Ángeles, ofrecía inicialmente la opción de comprar entradas VIP, pero en respuesta a la reacción de los fans en internet, la gira eliminó la opción VIP y la sustituyó por dos niveles de «paquetes de experiencia».

Chris Tomlin en el escenario en la gira Tomlin United Tour que incluyó a Hillsong United, el 11 de abril de 2022.AP
Chris Tomlin en el escenario en la gira Tomlin United Tour que incluyó a Hillsong United, el 11 de abril de 2022.

La «Experiencia Tomlin-United» incluía un asiento cerca del escenario, acceso anticipado al recinto, una oportunidad de foto en la pasarela, una «oportunidad de compra de mercancía antes del espectáculo», una «experiencia íntima en el escenario con Chris Tomlin y United» y «artículos de regalo únicos diseñados específicamente para los clientes VIP por los artistas».

Los artistas cristianos suelen promocionar los conciertos de alabanza o las «experiencias de alabanza» como algo más que meras actuaciones, y el hecho de pronunciar un sermón o un mensaje breve puede hacer que el evento parezca un servicio religioso muy producido. Y a algunos les preocupa la perspectiva de pagar por asistir —o tener acceso VIP— a algo que se anuncia como un servicio de adoración.

«¿Deberíamos pagar alguna vez por asistir a un evento de adoración?», escribió el líder de adoración y compositor Tom Read, residente en el Reino Unido, en una columna para Premier Christianity sobre la gira Tomlin-United Tour en octubre de 2021. «Seamos honestos, hay una diferencia significativa entre pagar a un artista por su trabajo y comprar entradas VIP para poder tener una foto en una pasarela en un evento de adoración. Lo que es tan problemático aquí es aprovecharse de la adoración a Dios para la creación de fama y fortuna personales».

Winter Jam suele figurar entre las giras más populares de la industria musical en el primer trimestre del año. Los organizadores han mantenido bajos los precios de las entradas —solo 15 dólares en la puerta— con la esperanza de hacer de cada parada un acontecimiento evangelístico accesible. Pero quienes busquen una experiencia más exclusiva pueden adquirir acceso adicional uniéndose a Jam Nation, un club de fans escalonado con opciones para grupos e individuos.

Los asistentes que se unan a Jam Nation Max por $149.99 dólares, la opción de más alto nivel, obtendrán un encuentro y una foto con We The Kingdom y el artista Jeremy Camp, asientos en una «sección reservada exclusiva», descuentos en productos, una camiseta y entrada anticipada.

La exitosa gira ilustra la creciente difuminación de la distinción entre la música cristiana creada para el escenario (como los éxitos radiofónicos) y la música de adoración. Winter Jam no se anuncia explícitamente como un concierto o una experiencia de adoración, pero el adoración y una presentación del Evangelio forman parte del evento. La gira de 2023 incluyó a las populares bandas de adoración Thrive Worship y We The Kingdom.

La creciente consolidación de la música de adoración contemporánea popular bajo un menor número de empresas —entidades como CCMG— significa que la industria tiene un mayor incentivo para promover la música de adoración y que los artistas más famosos tienen más posibilidades de obtener ingresos sólidos.

También significa que CCMG tiene un incentivo para conseguir un mayor acceso al mercado de la música cristiana, especialmente los que buscan música de adoración.

CCMG es propietaria de Worship Together, un recurso en línea para líderes de alabanza que promociona música nueva, publica blogs y podcasts y organiza una conferencia anual. En la conferencia de 2023 actuarán Hillsong United y Cody Carnes, ambos artistas de CCMG.

A pesar de la implicación de actores como CCMG en la promoción y comercialización de la música de adoración, Andrew Osenga tiene fe en el compromiso de los compositores de servir a la iglesia y en el sentido de los fieles de qué música pertenece a sus santuarios.

«No queremos cantar un producto», afirma Osenga, exmiembro del grupo Caedmon's Call. «Queremos cantar una canción que sea genuina».

No le preocupa el aumento de la inversión empresarial en la música de adoración porque tanto él como los artistas con los que trabaja siguen considerando la composición de música de adoración como una vocación y una práctica espiritual.

«Se pueden ver intentos a corto plazo de monetizar [la adoración], pero se siente que vienen de fuera de la comunidad», reflexiona Osenga. «Es difícil fingir».

A principios de este año, el artista de adoración Dante Bowe le dijo a CT: «Si alguien se mete a escribir música cristiana por el dinero, está en el género equivocado», dado el riesgo y el sacrificio que implica.

«Muchos de ellos podrían escribir cualquier cosa o hacer cualquier cosa. Pero no lo han hecho», dijo Bowe, que antes cantaba con Maverick City Music y ahora está lanzando su propio sello. «Han tomado la decisión de servir a la iglesia a nivel local y mundial».

La consolidación bajo grandes conglomerados ofrece un nuevo acceso a la maquinaria de mercadotecnia y promoción de la industria musical, acceso que muchos en la industria han acogido con satisfacción.

Hace casi una década, la revisión de la industria realizada por la Gospel Music Association (GMA) promocionaba las asociaciones entre artistas cristianos y NASCAR, McDonald’s y Coca-Cola. La directora ejecutiva de la GMA, Jackie Patillo, expresó su optimismo ante la posibilidad de que el informe atrajera a nuevos socios comerciales al aportar pruebas fehacientes de que la música cristiana podía ser una herramienta eficaz de mercadotecnia. Desde entonces, no ha hecho más que aumentar su rentabilidad.

Pero el impulso de las asociaciones corporativas y los conglomerados musicales también ha ensanchado la brecha entre los creadores de éxitos en las listas de música de adoración y la gran mayoría de los compositores.

La mayoría de los compositores de música religiosa ven cómo sus derechos de autor disminuyen rápidamente a medida que sus canciones descienden en las listas del CCLI y dejan de utilizarse en las iglesias, si es que alguna vez llegan a ser tan populares. El CCLI tiene licencia para más de 450 000 canciones, la mayoría de las cuales nunca se han interpretado en un estadio ni se han escuchado en streaming cientos de miles de veces.

«Recibirás tu primer cheque por derechos de autor y quizá puedas llevar a tu mujer a tomar un café», dice Chris Juby, compositor de Resound Worship. «Sabes que lo has conseguido [el éxito] cuando el cheque paga una buena cena».

Juby, gerente de Jubilate Hymns Ltd., con sede en el Reino Unido, y director de adoración, medios de comunicación y artes de King’s Church Durham, espera que la consolidación corporativa en la música cristiana afecte también al abanico de temas teológicos presentes en la alabanza y la adoración de la iglesia.

«Los cantos de adoración llevan tanta carga litúrgica en el contenido del servicio de culto», dijo. «La gama de [música] que podría tener éxito a través de esos canales es mucho más estrecha que la gama de lo que la iglesia debería estar cantando».

Jonathan Powers, profesor adjunto de adoración y decano asociado de la escuela de misión y ministerio del Seminario Teológico de Asbury, comparte la preocupación de Juby.

«Mucha gente está obteniendo su teología de la música», dijo Powers, que recientemente editó el himnario wesleyano Our Great Redeemer’s Praise. «Hay una piedad que se forma con la música en la iglesia: ideas sobre quién es Dios, qué hace Dios».

Cuando se deja en manos de la promoción de la industria y de las fuerzas del mercado, los fieles cristianos no suelen obtener una gama tan amplia de expresiones, temas y doctrinas como en la confección de un himnario.

«¿Cuántas canciones de lamento aparecen en el Top 100 del CCLI?» dijo Powers, resaltando que es fácil encontrar canciones de adoración o alegría, pero mucho más difícil encontrar canciones que reflejen el verdadero lamento y dolor. El servicio SongSelect de CCLI puede clasificar las selecciones por temas, con 8658 canciones asignadas a «adoración» y otras 19 914 a «alabanza». No hay categorías para lamento o luto; «tristeza» tiene 336 canciones, «llanto» 35.

«Con un himnario, somos muy intencionados. Queremos asegurarnos de que estos temas están cubiertos. Queremos enseñar nuestra doctrina. Queremos usar esto para decir: “Esto es lo que Dios es”», dijo Powers. «Nuestra relación con Dios, el carácter de Dios, todas estas ideas se están formando durante el tiempo de adoración, pero creo que es de manera muy limitada cuando el mercado lo está impulsando».

Una parte importante de los fieles asisten ahora a iglesias en las que las letras de las canciones en las pantallas han sustituido a los himnarios, y la selección de canciones está influida por lo que los líderes escuchan en la radio, escuchan en internet y ven en las listas de éxitos de la CCLI.

Las canciones de adoración no generan dinero ni escalan posiciones en las listas de éxitos a menos que los líderes de las iglesias las consideren recursos teológicamente sólidos y valiosos. A medida que la industria busque ingresos estables, los expertos prevén que seguirá recurriendo a los compositores, artistas y marcas de alabanza que ya han demostrado ser rentables.

Así que, aunque se gane más dinero con las canciones de adoración, esta inclinación a ceñirse a lo que funciona reduce el modelo para nuevos artistas y canciones.

«Piensa en el limitado canon de canciones. Un testimonio limitado de la diversidad del Reino de Dios. Expresiones limitadas de la belleza, a causa de un sonido “moldeado por el mercado”», dice Nelson Cowan, director del Centro para la Adoración y las Artes de la Universidad de Samford. Los adoradores reconocen —y los líderes de adoración intentan recrear— el gancho de guitarra con retardo que Hillsong United perfeccionó poco después del año 2000 en canciones como «The Stand» y «Mighty to Save», y los estilos vocales distintivos de cantantes como Kari Jobe y Jenn Johnson.

«Este proceso de autorreplicación me resulta muy desalentador como líder de alabanza, pastor y teólogo», afirma Cowan.

La compositora Krissy Nordhoff, autora en 2010 de la exitosa canción «Your Great Name» («Tu gran nombre»), declaró a CT el año pasado que es más difícil que nunca que una canción llegue a oídos de alguien en el negocio, a menos que seas una figura reconocible o tengas contactos poderosos.

El modelo establecido por los líderes de adoración famosos se extiende al ámbito local, donde se espera que los líderes de adoración emulen todo, desde los efectos de guitarra y los estilos vocales hasta el atractivo físico y el gusto por la moda.

«Hay una sensación muy real de que yo nunca podría ser un buen líder de alabanza porque no puedo llevar esa imagen», dijo Powers.

En el avivamiento de la Universidad de Asbury en febrero, vio a los estudiantes de la generación Z rechazar a artistas famosos para dar lugar a líderes de adoración «sin nombre». Ese compromiso con la oscuridad y la humildad es difícil de mantener cuando nos enfrentamos a una industria poderosa con un interés aún mayor en elevar el trabajo creativo de un artista, incluso si ese trabajo fue creado para la gloria de Dios y no para la suya propia.

Mientras las canciones de alabanza y adoración se convierten en activos en el mercado y los nombres asociados a ellas atraen a multitudes a los estadios, las congregaciones locales siguen adorando fielmente, haciendo uso de canciones que conectan con el corazón de sus congregantes como herramientas para cantar corporativamente alabanzas a Dios.

La canción «Lion and the Lamb» [«El León y el Cordero»] sigue ministrando a congregaciones como la de Jonathan Anderson cada semana. La canción tiene un significado especial para Anderson: fue una de las primeras que aprendió como nuevo líder de alabanza hace años. Ha pasado a formar parte de la rotación musical habitual de su iglesia.

Mientras trabaja en su primer álbum, espera grabar una versión de esa misma canción, ya que ha trascendido su conexión con cualquier artista o grabación en particular. En cierto modo, ahora le pertenece a él y a su iglesia.

Y, sin embargo, con cada uso en el servicio de adoración y cada reproducción en Spotify y YouTube, la canción sigue generando ingresos. Demuestra ser una inversión inteligente. El profundo impacto de la canción en sus creadores y en quienes la utilizan para la adoración es exactamente lo que la ha hecho rentable. La industria y los inversores están tomando nota.

Kelsey Kramer McGinnis escribe sobre música de adoración para CT. Es musicóloga y doctora por la Universidad de Iowa, especializada en música en comunidades cristianas.

Traducción y edición en español por Livia Giselle Seidel.

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La visión evangélica del fin de los tiempos tiene un problema central

No deberíamos desechar la segunda venida de Cristo con extrañas teorías sobre cómo se desarrollará.

Christianity Today April 27, 2023
Ilustración por Mallory Rentsch / Source Images: WikiMedia Commons / Getty

En las últimas décadas, muchos cristianos se han esforzado por enfatizar que la fe en Cristo es más que un mero «pase» para la vida eterna. Esto ha dado lugar a una renovada atención en el significado de la fe en el aquí y ahora. Sin embargo, este esfuerzo también puede llevarnos a restar importancia a las referencias del Nuevo Testamento que hablan de una esperanza basada en un acontecimiento futuro: la segunda venida de Jesús.

Bright Hope for Tomorrow: How Anticipating Jesus’ Return Gives Strength for Today

Chris Davis, pastor de la Iglesia Bautista Groveton en Alexandria, Virginia, era de los que evitaban el tema de la Segunda Venida, por incomodidad con respecto a las especulaciones descabelladas y los debates polémicos que a veces inspira la escatología. Pero en una época en que la esperanza se agotaba, volvió a este tema y descubrió de manera renovada cómo nos ayuda a centrar nuestras esperanzas y deseos en Jesús. Este viaje de redescubrimiento culminó en un nuevo libro, Bright Hope for Tomorrow: How Anticipating Jesus’ Return Gives Strength for Today [Brillante esperanza para el mañana: Cómo anticipar el regreso de Jesús da fuerza para hoy].

J. Todd Billings, autor de The End of the Christian Life [El fin de la vida cristiana] y profesor de teología en el Western Theological Seminary de Holland, Michigan, entrevistó a Davis acerca de su libro.

Tu libro comienza con una historia. Tú habías sido pastor durante 10 años y habías experimentado varios problemas familiares y de salud. Tú y tu esposa ansiaban tomarse dos meses sabáticos que no parecían llegar lo suficientemente rápido. Escribes: «Nuestro objetivo diario era simplemente llegar a ese día en que el periodo sabático lo arreglaría todo».

¿Qué ocurrió cuando por fin llegó ese tiempo de descanso? ¿Y qué significa nuestra tendencia a esperar el momento en que, supuestamente, todo se arreglará?

Lo que ocurrió fue que no fuimos a nuestro periodo sabático sin compañía, sino que nos llevamos a nosotros mismos. Eso significó que muy poco cambió durante esos dos meses. Ojalá supiera por qué los humanos esperan que las cosas mejoren. Me gustaría pensar que es un sentido arraigado profundamente de que Dios está trabajando para hacer cosas nuevas en el mundo. Sin embargo, así como en nuestra cultura hemos extraído a la persona de Jesús de una antropología cristiana, creo que, en general, hemos extraído a Jesús de nuestra esperanza.

Martin Luther King Jr. dijo célebremente que «el arco del universo moral es largo, pero se dobla hacia la justicia», y podía decirlo como ministro cristiano. Pero ahora exhibimos esa cita en su monumento aquí en Washington, DC, sin ninguna referencia a Jesús. Creo que como seres humanos, por la razón filosófica que sea, tenemos la esperanza de que las cosas mejorarán sin que haya una verdadera lógica detrás.

Muchos cristianos hoy en día desconfían de la esperanza puesta en el futuro. Han oído a predicadores hablar de una fe preocupada por el aquí y el ahora en contraposición a una fe preocupada por la era venidera. Desde esa perspectiva, la esperanza en el futuro puede parecer irrelevante. Entonces, ¿qué significa para los cristianos ir más allá de simplemente decir que creen en el regreso de Cristo y encogerse de hombros?

Cuando se trata del regreso de Jesús, tenemos un problema del tipo de «desechar el grano junto con la paja». Y es comprensible. La escatología está en la lista corta de áreas donde la iglesia se desvía más escandalosamente hacia lo extraño. Se convierte en un circo, y también en un espectáculo secundario, en el que hemos hecho que la escenografía de la Segunda Venida sea más importante que el personaje principal, que es Jesús.

Yo mismo he sido culpable a veces de desechar el grano junto con la paja, y entiendo por qué otros sienten la necesidad de hacer lo mismo. No queremos asociarnos con las interpretaciones más extrañas del final de los tiempos. Mi invitación en este libro es volver a centrarnos en la persona de Cristo y encontrar un vínculo entre el ya de su presencia, que está con nosotros por el Espíritu, y el todavía no de su regreso. Creo que es muy posible vivir en ambos aspectos del Reino.

Deberíamos recordar las brillantes palabras de C. S. Lewis, en su libro Mero cristianismo, cuando dice que «los cristianos que más hicieron por el mundo presente fueron justamente los que más pensaron en el mundo venidero».

Otra barrera que veo para que los cristianos piensen y esperen en el regreso de Cristo es que el Día del Señor les da mucho miedo. ¿Cómo podemos pasar de ese lugar de miedo a una postura de esperanza?

A riesgo de caer en el tropo de «Jesús es mi novio» con el que muchos de nosotros crecimos en el grupo de jóvenes, creo que la metáfora de un compromiso que lleva al matrimonio es bíblica y útil. Nos recuerda que los comienzos de una relación de pacto hoy darán paso a una consumación que va mucho más allá de lo que podemos imaginar en términos de alegría, intimidad, pertenencia y florecimiento.

Mi esposa y yo vivíamos a 1000 millas de distancia cuando nos comprometimos, y la diferencia entre hablar por teléfono y estar realmente juntos «en nada se compara», por utilizar el lenguaje de Pablo en Romanos [8:18]. Por eso, si tomamos como referencia la comunión íntima con Cristo por el Espíritu, y nos damos cuenta de que estar con Cristo en persona será incalculablemente más glorioso, creo que podemos esperar su regreso con una esperanza profunda y duradera.

Haces referencia a cuatro imágenes bíblicas de Cristo cuando regrese: el novio, el rey guerrero, el juez y el resucitado. ¿Qué imagen te sorprendió más al hacer tu investigación y escribir el libro?

Por mucho, fue la imagen de Jesús como Juez. Este fue el capítulo en el que sentí que había llegado el momento de decir: es hora de asumir nuestras responsabilidades. Es hora de abordar los aspectos realmente desafiantes del regreso de Jesús.

Pero cuando exploramos cómo anticipaba Pablo el regreso de Jesús como juez, no encontramos a un Pablo temeroso. Al contrario, ¡le da la bienvenida! Lo vemos en sus cartas a la iglesia de Corinto. Los corintios hicieron una crítica adolescente y desinformada de su padre espiritual, Pablo. Y eso lo destrozó.

Sin embargo, Pablo basó todo su sentido de aprobación en el ministerio en el momento en que Jesús lo juzgaría. En el contexto de ser duramente criticado por sus hijos espirituales, Pablo anticipaba ansiosamente el momento en que Jesús brillaría su luz sobre todos sus motivos y acciones, y «entonces cada uno recibirá de Dios la alabanza que le corresponda», como dice en 1 Corintios 4:5.

¡Eso me impactó! Y en el contexto de la dificultad ministerial, eso me animó profundamente.

Con frecuencia le recuerdas a tus lectores que, en lo que se refiere a la esperanza en el regreso de Cristo, es «por el Espíritu que saboreamos ahora esta esperanza». ¿De qué manera necesitamos una teología renovada del Espíritu Santo para encarnar la esperanza en el regreso de Cristo?

Muchos de nosotros crecimos con un lenguaje que describe a Jesús viviendo en nuestros corazones. Pero esto puede hacernos olvidar que Jesús está en el cielo y que el medio por el que Jesús habita en nuestros corazones es a través de su Espíritu. El Espíritu Santo es indispensable para la esperanza. Porque es por el Espíritu que saboreamos la presencia de Cristo con nosotros ahora, como el anticipo, las primicias, la garantía de nuestra herencia final, que será estar en la presencia de Jesús a su regreso.

En el libro digo que la esperanza explícita a la que miramos es la alegría inexpresable y gloriosa de nuestra comunión cara a cara con Jesús a su regreso. El Espíritu Santo es el medio a través del cual podemos saborear esa alegría ahora.

Una sección del libro explora algunas de las maneras en que podemos cultivar la esperanza en el regreso de Cristo, como Iglesia, a través de diversos ritmos y prácticas. Entre ellas se incluyen la reunión, el ayuno y el descanso. ¿Cuáles de ellas crees que los evangélicos, especialmente, necesitan recuperar hoy?

Creo que, entre estas prácticas, las que menos practican los evangélicos son el ayuno y el descanso sabático. Para mí, personalmente, cuando practico el descanso sabático, tengo que recordarme a mí mismo que estoy descansando para anticipar que cuando Jesús regrese, tendrá lugar la redención del trabajo, la consumación del gobierno de Dios y nuestro deleite eterno en su presencia.

Al mismo tiempo, el Nuevo Testamento enseña explícitamente que nuestros ritmos de reunión deben tener un sabor escatológico. En Hebreos 10:25, se habla de la Iglesia diciendo: «No dejemos de congregarnos, como acostumbran hacerlo algunos, sino animémonos unos a otros, y con mayor razón ahora que vemos que aquel día se acerca» [énfasis añadido].

Así como muy probablemente descuidamos el ayuno y el descanso sabático, también descuidamos el aspecto de reunirnos semanalmente los domingos que incluye recordarnos unos a otros nuestra esperanza en el regreso de Jesús.

Por lo tanto, mi deseo sería que recuperáramos las disciplinas que hemos dejado de lado. Además, quiero que recuperemos el propósito de nuestra reunión, que en parte consiste en recordarnos unos a otros, en términos similares a los que usó Caleb, que si el Señor se complace en nosotros, nos librará (Números 14:8).

Traducción y edición en español por Livia Giselle Seidel.

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Theology

Las personas son más que su cosmovisión

Como cristianos, a menudo nos definimos por nuestra ideología, pero Jesús nos llama a tener un sentido más profundo de identidad.

Christianity Today April 25, 2023
Ihor Malytskyi / Unsplash

Este artículo ha sido adaptado del boletín de Russell Moore. Suscríbase aquí. [Los enlaces de este artículo redirigen a contenido en inglés].

A veces una palabra perfectamente buena pierde tanto su significado que debería dejarse de lado, al menos temporalmente. Llamar a alguien «fundamentalista» en 1923, cuando la palabra designaba a los cristianos que creían en lo sobrenatural, era algo muy distinto a lo que significa en 2023, cuando transmite un sentido de militancia sectaria.

Hace varios años, me di cuenta de que otra buena palabra había perdido su significado: «cosmovisión».

«Todo el mundo tiene una cosmovisión», solíamos escuchar. Era y es cierto, por supuesto, que la rejilla a través de la cual vemos la realidad da forma a lo que somos. Pero con los años, me he cansado de escuchar la palabra «cosmovisión» como una lista de controversias de la guerra cultural actual, con el punto de vista cristiano «correcto» adjunto.

También estoy cada vez más convencido de que la conversación que gira en torno a la «cosmovisión» presupone algo que no me parece cierto ni bíblico: la creencia de que las personas adoptan axiomas cognitivos y los aplican a sus vidas. Cualquiera que haya tratado con personas reales sabe que lo contrario se da con mucha más frecuencia. He visto a innumerables personas con «cosmovisiones bíblicas» dar marcha atrás en un instante cuando sale a la luz que estaban involucrados en una aventura extramatrimonial.

El prólogo de Tim Keller a una nueva traducción de Personality and Worldview [Personalidad y cosmovisión] de J.H. Bavinck (Crossway) analiza muchas de mis reticencias. Algunos de ustedes bostezarán ante la sola mención de un teólogo reformado holandés fallecido hace mucho tiempo, pero el libro vale su precio aunque sea solo por el prólogo de Keller y la introducción escrita por su traductor y editor, James Eglinton. Ambos señalan la diferencia crucial entre una «visión del mundo» y una «cosmovisión».

Una de las cosas que argumentan es que, mientras que todo el mundo tiene una «visión del mundo», muy pocas personas tienen una «cosmovisión».

Eglinton define una «visión del mundo» como «un conjunto de intuiciones sobre el mundo formadas en los individuos por su entorno familiar y doméstico, sus profesores y su educación, y la amplia cultura en la que viven», combinadas con «la idiosincrasia del temperamento de cada persona». Esa combinación única permite a alguien tener un «marco de referencia viable con el que vivir día a día».

En otras palabras, no solo vemos el mundo en términos de proposiciones que afirmamos y negamos o basándonos únicamente en nuestro entorno social y cultural, sino también en nuestra personalidad.

Esa es una de las razones por las que a mucha gente le encanta averiguar su número de eneagrama o su tipo de Myers-Briggs, o incluso hacer uno de esos cuestionarios en línea de «¿Qué personaje de Marvel eres?».

Esas cosas pueden proporcionar, si no otra cosa, una metáfora para describir por qué mi esposa y yo reaccionamos de manera tan diferente cuando nos enteramos de que un amigo está en el hospital después de sobrevivir a un accidente automovilístico.

Si pudieras ver globos con los pensamientos de ella sobre su cabeza, verías algo parecido a: «Tenemos que reunir gente para proveer comidas para su familia y averiguar cómo podemos ayudar a llevar a sus hijos al colegio».

Mientras que mi globo de palabras diría: «La vida es corta y frágil. La muerte viene por todos nosotros…», antes de desviarse hacia el Salmo 104, algunas citas de Walker Percy y la letra de la canción «He went to Paris» de Jimmy Buffett.

Ella y yo sacaríamos casi la misma puntuación en todo si nos aplicaran un «cuestionario de cosmovisión» en lo que respecta a nuestros principios y valores. Crecimos a pocos kilómetros el uno del otro, en la playa. Podríamos resumir esas diferentes formas de reaccionar diciendo: «Yo soy un cuatro en el eneagrama, ella es un dos». Incluso así, nos damos cuenta de que los seres humanos somos un misterio y ninguno de nosotros puede «ser explicado» completamente como una «cosmovisión» o como un «tipo de personalidad», ni siquiera a nosotros mismos.

Desde el punto de vista de Bavinck, aunque todo el mundo necesita una «visión del mundo» —es decir, supuestos y pautas básicos para vivir—, muy pocas personas han desarrollado lo que él llamaría una «cosmovisión», que es un sentido más definido e intencional del significado de la vida.

Mucha gente vive toda su vida sin cuestionar sus suposiciones básicas o las de su grupo más cercano. Sin embargo, algunas personas —a menudo durante una crisis— se hacen la pregunta: «Pero, ¿qué significa todo esto?».

Frederick Buechner dijo una vez que hay un momento de quietud en cualquier servicio religioso, cuando el predicador abre la Biblia para leer, y al menos algunos individuos de la congregación esperan oír la respuesta a una sola pregunta: «¿Es verdad?».

Una cosa es pensar que la Biblia nos da buenos principios para dirigir nuestras vidas, adquirir experiencias espirituales, argumentar nuestras disputas sobre «valores»; o ayudarnos a ser mejores cónyuges, padres o ciudadanos.

Otra cosa muy distinta es preguntarnos: «¿Qué significa que todo, ya sea visible o invisible, esté unido por la Palabra de su poder?», «¿qué significa para mí realmente que exista un Dios en el que vivo, me muevo y existo?» y «¿qué cambiará en mi vida si es verdad que Jesús me ama y lo sé porque la Biblia me lo dice?».

A diferencia de la forma en que se utiliza la palabra «cosmovisión» en la mayoría de los contextos cristianos populares, una cosmovisión no es un conjunto definitivo de abstracciones con las que uno está de acuerdo, y que luego simplemente aplica a diversas interrogantes relacionadas con la verdad. Se trata, entre otras cosas, de darse cuenta de qué historia es verdadera y qué historia estamos viviendo. En cuanto a la historia cristiana, la trama no se resuelve a corto plazo.

Cuando los discípulos se exasperaron con Jesús en la orilla del mar, después de que pasara de alimentar a las multitudes a hablar de comer su carne y beber su sangre, no obtuvieron de Jesús un primer ejemplar del Libro de los Hechos, ni mucho menos un discurso sobre las diversas opiniones acerca de la presencia de Cristo en la Eucaristía. Simón no tenía un primer borrador de 1 y 2 Pedro escrito en su cabeza. Jesús se limitó a decir: «¿También ustedes quieren marcharse?».

La respuesta de Pedro es más importante que un millón de «manuales de cosmovisión» que clasifiquen ordenadamente a los seres humanos en categorías. Se limitó a decir: «Señor, … ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna. Y nosotros hemos creído, y sabemos que tú eres el Santo de Dios (Juan 6:68-69).

En muchos sentidos, Pedro no podía ver el camino por el que iba, ni mucho menos tener una teoría exhaustiva del mundo que le rodeaba. Solo sabía que esa persona era el Camino. Sabía que, por más que usara las palabras incorrectas para explicarlo, seguiría esa voz hacia cualquier futuro impredecible al que le llamara. Dondequiera que fuera este Jesús es donde él quería estar.

¿Vivió consistentemente y de forma coherente con eso? No. Una de cada dos páginas de los Evangelios muestra a Pedro malinterpretando espectacularmente algo que Jesús hace, normalmente diciendo tonterías que Jesús corrige. Cuando se le halló frente a la hoguera después del arresto de Jesús, la «cosmovisión» de Pedro parecía ser: «Nunca lo conocí».

Pero Jesús no lo abandonó. Después de la crucifixión y resurrección, Jesús siguió a Pedro hasta el lugar de su primer encuentro mutuo cuando Pedro pescaba en Galilea. E incluso después de su reconciliación emocional, Pedro empieza a hacer preguntas tontas que Jesús se niega a responder. Sin embargo, las últimas palabras registradas de Jesús a Pedro fueron las mismas que las primeras: «Sígueme».

Tu vecino ateo es más que su cosmovisión. Independientemente de las discusiones que tengan en la cafetería, él es complejo y a menudo vive de forma incoherente con las abstracciones que sostiene, igual que tú. Quizá pueda darte quince razones por las que creer en Dios es tan tonto como creer en un monstruo de espagueti volador.

Aun así, puede que detrás de esa «cosmovisión» haya alguien asustado, solo y avergonzado. Y puede que también se pregunte: «¿Y si es verdad?» en esos momentos en los que su cosmovisión no parece «funcionar» — cuando mira a su bebé recién nacido, o está frente al Gran Cañón, o escucha el Salmo 23—. Y puede que a veces, por debajo de todos sus argumentos racionales, incluso espere que así sea.

Tú también eres más que tu cosmovisión. Por supuesto, los argumentos filosóficos ocupan un lugar importante en la historia de la Iglesia y en la búsqueda de la fe. Pero la «renovación de tu mente» a la que te llama la Biblia no consiste principalmente en aprender puntos de debate, sino en recordar primero las misericordias de Dios. Y así te ofrecerás a ti mismo, una y otra vez, como «sacrificio vivo, santo y agradable a Dios» (Romanos 12:1-2). En este empeño interviene todo tu ser —tus afectos, tus intuiciones y tus anhelos—, no solo tu razón.

Por eso, la mayoría de nosotros, en nuestro lecho de muerte, no recurriremos a axiomas y argumentos, sino a los himnos que aprendimos a cantar, a las historias que llegamos a saber que eran verdaderas, y a las personas que dieron testimonio con sus palabras de una luz que brillaba en la oscuridad, una palabra que se hizo carne —incluso si lo hicieron en formas imperfectas y fragmentadas—.

Quizá en ese momento ni siquiera podamos ver con nuestros ojos físicos. Pero seguiremos conociendo el Camino al que queremos ir, que está donde sea que Él esté. No es una cosmovisión que pueda resolver todas las preguntas y ganar todas las discusiones, pero es suficiente para una vida terrenal, y para la vida que venga después.

Russell Moore es el editor jefe de Christianity Today y dirige su Proyecto de Teología Pública.

Traducción y edición en español por Livia Giselle Seidel.

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Parkinson: El don que no quería

He pasado muchos años escribiendo sobre el dolor y el sufrimiento. Ahora pasaré años aprendiendo a vivir con una discapacidad física.

Philip Yancey

Philip Yancey

Christianity Today April 21, 2023
Cortesía de Philip Yancey

En mi autobiografía, Where the Light Fell, cuento la historia de mi hermano mayor, a cuya sombra crecí. Marshall fue bendecido con un cociente intelectual que excedía todas las tablas de medición, y unas capacidades musicales insólitas, que incluían un oído absoluto y una memoria auditiva que le permitían tocar cualquier música que hubiera escuchado.

Todo cambió en 2009, cuando un infarto cortó el flujo de sangre a su cerebro. Un día estaba jugando golf; dos días después yacía en una sala de cuidados intensivos, en coma.

Una cirugía cerebral poco común fue lo único que pudo salvar la vida de Marshall, y así comenzó su nueva identidad como persona discapacitada. Como si hubiera tenido que repetir su infancia, le llevó un año aprender a caminar y varios años poder hablar usando frases más largas que unas cuantas palabras. Se esforzó mucho, teniendo que lidiar con un brazo derecho inútil y una condición del habla llamada afasia. Ahora lleva con orgullo una camiseta que dice: «Afasia: Sé lo que quiero decir, pero no puedo decirlo».

De mi hermano aprendí los desafíos de la discapacidad. La irritación de ser incapaz de expresar las palabras. La falta de dignidad de necesitar ayuda con actividades como darse una ducha y vestirse. La paranoia de saber que hay amigos tomando decisiones sobre él a sus espaldas.

En público, los extraños desvían la mirada, como si él no existiera. Solo los niños son directos. «Mamá, ¿qué le pasa a ese hombre?», dicen antes de que les chisten para que se callen; los más atrevidos se acercan a su silla de ruedas a preguntarle directamente: «¿No puedes caminar?».

La frustración llegó a ser tan grande que Marshall investigó cuántas pastillas de Valium y Ambien tenía que tomar para suicidarse, y después se las tragó con casi un litro de whisky. Gracias a Dios, su intento de suicidio fracasó, y terminó en un psiquiátrico. Desde entonces y con la ayuda de muchas horas de terapia, ha ido poco a poco rehaciendo su vida, y ahora se las arregla para vivir solo y conducir un coche adaptado.

Hace un año, mientras esquiaba en Colorado, le di instrucciones precisas a mi piernas para que giraran cuesta abajo, pero me desobedecieron. Choqué contra un árbol, rompí una de mis botas y el esquí, y me lastimé la pantorrilla izquierda. Fue extraño. Mi cerebro había dado órdenes, y las piernas sencillamente lo ignoraron.

Durante los siguientes meses aparecieron otros síntomas. Mi forma de caminar y mi postura cambiaron. Mi escritura, que ya era pequeña, se hizo incluso más diminuta y descuidada. Algunas noches tenía leves alucinaciones mientras dormía. Cometía más errores cuando mecanografiaba en un teclado. Mi penoso juego de golf se volvió aún peor. Le mencioné una posibilidad a mi médico de cabecera, quien me respondió: «Estás muy sano, Philip. No puedes tener la enfermedad de Parkinson». (Consigan siempre una segunda opinión).

Para cuando llegó el otoño de 2022, vivía como en un túnel del tiempo. Tareas simples como abotonarme una camisa me llevaban el doble de lo habitual. Me sentía como si un alienígena que se movía en cámara lenta y sin coordinación hubiera invadido mi cuerpo. Cuando otras personas comenzaron a darse cuenta, supe que tenía que hacerme un chequeo médico.

En la red de mi seguro médico no había neurólogos disponibles en seis meses, así que cambié mi plan de seguro a uno con una red más amplia, y una amiga me ayudó a ingresar a sus instalaciones de última generación, conectadas a una universidad. El mes pasado recibí la confirmación de un diagnóstico de Parkinson, una enfermedad degenerativa que interrumpe las conexiones entre el cerebro y los músculos. Comencé un tratamiento de dopamina junto con terapia física.

Cuando comencé a informarles a unos cuantos amigos cercanos, temía que ahora hubiera adquirido una etiqueta nueva: no solo Philip, sino Philip-con-Parkinson. Así sería como la gente me vería, pensaría y hablaría de mí.

Yo quería reiterar: «Sigo siendo la misma persona por dentro, así que, por favor, no me juzguen por cosas externas como la lentitud, los tropiezos y los temblores ocasionales». De hecho, en protesta acuñé una nueva palabra: dislabeled [desetiquetado], en vez de disabeled [discapacitado]. He visto a otra gente juzgar a mi hermano por su bastón, su brazo marchito o su timidez para hablar, sin ser conscientes del ser humano complejo y valiente que existe detrás de la pantalla de estos elementos externos.

Entonces, menos de una semana después de mi diagnóstico, la realidad se abrió paso a la fuerza. Como queriendo demostrar que nada había cambiado en realidad, decidí intentar jugar el nuevo deporte de pickleball, una especie de mezcla entre tenis y ping-pong. A los cinco minutos me agaché a por una pelota, tropecé y me caí hacia delante. El reflejo para parar mi caída llegó muy tarde y aterricé de cara contra el suelo.

Tras ocho horas de espera en una sala de urgencias llena de gente, me di cuenta de que no podía negar que me había unido al heterogéneo montón de personas heridas y discapacitadas que visitan un lugar así un miércoles por la noche. Después de todo, no estoy desetiquetado.

De aquí en adelante haré algunos cambios. Nada de saltar de peña en peña en alguna de las montañas de más de cuatro mil metros de altura de Colorado. Nada de carreras kamikazes en bicicleta de montaña. ¿Patinaje sobre hielo? Probablemente no. Y desde luego, ¡no más pickleball!

Como si fuera una vista previa comprimida de la vejez, una discapacidad significa dejar ir cosas habituales que damos por sentadas. Ni siquiera debería subir escaleras sin utilizar un pasamanos, y caminar es el ejercicio más seguro que puedo hacer… siempre y cuando levante los pies y no los arrastre. Así como tuve que ir más despacio cuando caminaba junto a mi hermano, ahora otros deben ir más despacio a mi lado.

Un amigo que escuchó la noticia me envió una referencia del Salmo 71, que comienza con estas palabras: «En ti, Señor, me he refugiado; jamás me dejes quedar en vergüenza».

Aunque el poeta escribió sobre circunstancias muy diferentes —asediado por enemigos humanos en vez de por una enfermedad neurológica— las palabras «jamás me dejes quedar en vergüenza» me impactaron. Otros salmos (como el 25, el 31 y el 34) repiten también esa extraña frase.

A la discapacidad parece acompañarla cierta medida de vergüenza. Hay una vergüenza innata en incomodar a otros por algo que no es ni tu culpa ni tu deseo. Y también cierta vergüenza en que algunos amigos bienintencionados reaccionen de forma exagerada: algunos te tratarán como si fueras una antigüedad endeble y terminarán tus frases cuando te detengas un segundo para pensar una palabra.

Aunque sigo experimentando solo síntomas leves, ya puedo anticipar la vergüenza de cómo estos podrán empeorar: babeos, lapsus de memoria, arrastrar las palabras y temblores en las manos. Una señal de alarma: el otro día abrí un boletín de noticias y por error leí «Medicación diaria» en vez de «Meditación diaria».

A veces la vergüenza puede conducir a la acción. Después de mi diagnóstico, seis amigos me escribieron diciendo que habían observado algo raro en mí, pero no lo habían mencionado. Solo dos se arriesgaron a ser tan sinceros como un niño. Mientras cenábamos en un restaurante, uno de ellos dijo: «¿Te estás volviendo lento, Philip?», con lo que se ganó una mirada de reproche de mi esposa. Otro, más abierto, me preguntó: «¿Por qué caminas como un viejo decrépito?». Estos dos comentarios me animaron a intensificar mi búsqueda de un neurólogo.

«No me rechaces cuando llegue a viejo; no me abandones cuando me falten las fuerzas», añade el Salmo 71. Esa oración expresa la súplica silenciosa de todas las personas con discapacidad; un grupo que ahora me incluye a mí. Los CDC (Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades, por sus siglas en inglés) calculan que el 26 por ciento de la población de los Estados Unidos califica como discapacitada. Ahora que me he unido a ellos, intento pasar por alto los factores externos —como hago instintivamente con mi hermano— y mirar a la persona que hay dentro.

En el primer mes de reconocimiento de mi discapacidad me he vuelto mucho más consciente de mí mismo, algo que puede ser bueno o malo. Tengo que prestar más atención a mi cuerpo y a mi estado de ánimo, sobre todo mientras me adapto a la medicación y descubro mis limitaciones físicas. Necesito encontrar una rutina de ejercicio que sea segura y desafiante. Sin embargo, no quiero obsesionarme con una parte de mi vida ni dejar que la enfermedad me defina.

Hace poco, la revista Time publicó un ensayo de un activista discapacitado que escribió un libro sobre «el orgullo de la discapacidad». Una nueva generación que se expresa abiertamente lleva la etiqueta de discapacitado como una medalla de honor. Algunos miembros de la comunidad sorda, por ejemplo, desprecian los eufemismos como «personas con problemas de audición» y se niegan a recibir procedimientos médicos que puedan restaurar su oído.

Por el contrario, yo admito que me encantaría que el Parkinson desapareciera mágicamente de mi vida. Montaría una hoguera de pastillas, cancelaría el pedido del bastón y desempolvaría mi equipamiento para escalada. Sin embargo, no tengo esa opción —y quizá los activistas de la discapacidad solamente se estén centrando en aceptar la realidad de que algunas cosas no se pueden cambiar—.

Aunque todavía me rechina el raro eufemismo de «personas con capacidades diferentes», ahora lo entiendo mejor. La frase apunta al hecho de que la vida es patentemente injusta y que las personas no son iguales en sus capacidades. Mi hermano una vez fue capaz de tocar conciertos de piano mientras yo seguía batallando para dominar las escalas. Comparados con Tom Brady o Venus Williams, todos somos discapacitados atléticamente. Y aunque puede que el Parkinson elimine parte de mis actividades físicas favoritas, puedo disfrutar de otras que quizá un tetrapléjico envidiaría.

No hay dos seres humanos que tengan las mismas capacidades, la misma inteligencia, apariencia y trasfondo familiar. Podemos responder a esa desigualdad con resentimiento, o de algún modo aprender a abrazar los dones y «discapacidades» únicas para nosotros.

En mi carrera de escritor he entrevistado a presidentes de Estados Unidos, estrellas de rock, atletas profesionales, actores y otras celebridades. También he escrito perfiles sobre pacientes de lepra en India, pastores encarcelados por su fe en China, mujeres rescatadas del tráfico sexual, padres de niños con raros trastornos genéticos, y a muchos que sufren de enfermedades mucho más debilitantes que el Parkinson.

Al reflexionar sobre los dos grupos, esto es lo que destaca: con algunas excepciones, aquellos que viven con dolor y fracaso tienden a ser mejores mayordomos de las circunstancias de su vida que aquellos que viven con éxito y placer. El dolor redimido me impresiona mucho más que el dolor eliminado.

Este último giro en mi vida implica una enfermedad que podría resultar incapacitante, o tal vez una mera inconveniencia; el Parkinson tiene un amplio espectro de manifestaciones. ¿Cómo debería prepararme?

Tuve el privilegio de conocer a Michael Gerson, columnista del Washington Post y redactor de discursos de la Casa Blanca, quien vivió con Parkinson durante años antes de sucumbir al cáncer. Un colega dijo de él: «En el punto más alto de su carrera utilizaba su influencia para cuidar de los más vulnerables, encabezando la campaña para enfrentar el SIDA en África. En su peor momento físico, nunca se quejó, sino que se centró en agradecer por la vida que había vivido».

Esa es mi oración. Después de una infancia complicada, he tenido una vida rica, llena, maravillosa, con más placer y plenitud de la que jamás hubiera soñado o merecido. Mi omnicompetente esposa por ya 52 años se toma mi salud y mi bienestar como un desafío personal.

Hace dieciséis años, cuando yacía en una camilla rígida con el cuello roto después de un accidente de tráfico, Janet condujo durante una tormenta de nieve para rescatarme. Ella ya estaba rediseñando mentalmente nuestra casa en caso de que necesitara prepararla para vivir con un paralítico. Ella muestra esa misma lealtad fiera y generosa ahora, incluso cuando se enfrenta a la posibilidad del demandante papel de cuidadora.

Mi futuro está lleno de interrogaciones, y no estoy ansioso sin razón. Tengo unos cuidados médicos excelentes y el apoyo de mis amigos. Confío en un Dios bueno y amoroso que a menudo elige revelar esas cualidades suyas a través de sus seguidores en la tierra.

He escrito muchas palabras sobre el sufrimiento y ahora he sido llamado a ponerlas en práctica. Deseo ser un mayordomo fiel en este último capítulo.

Philip Yancey es autor de muchos libros, que incluyen el más reciente, su autobiografía Where the Light Fell.

Traducción por Noa Alarcón.

Edición en español por Livia Giselle Seidel.

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Falleció Charles Stanley, el predicador de obstinada fe de Ministerios En Contacto

El pastor de la Primera Iglesia Bautista de Atlanta vivió bajo el lema «obedece a Dios y déjale a Él todas las consecuencias».

Charles Stanley

Charles Stanley

Christianity Today April 18, 2023
Ilustración por Christianity Today / Source Images: Cortesía de In Touch Ministries

Charles Stanley recibió una vez un puñetazo en la cara por su iglesia. El pastor de larga trayectoria y predicador elogiado que falleció el martes a los 90 años, luchó denodadamente por liderar su congregación bautista del sur, lo que le ganó una reputación de fiel obstinación, de compromiso con seguir la voluntad de Dios y de una vida de devota oración.

Repetía con frecuencia el lema de su vida, que aprendió de su abuelo: «Obedece a Dios y déjale a Él todas las consecuencias». Ese tipo de obediencia no se logra sin un costo, decía Stanley, pero Dios recompensa la fe obstinada.

«El abuelo me dijo: “Charles, si Dios te dice que atravieses con la cabeza un muro de ladrillos, dirígete al muro”», escribió en sus memorias de 2016, “‘y cuando llegues, Dios hará un hueco en él’” [enlaces en inglés].

Stanley fue pastor de la Primera Iglesia Bautista de Atlanta durante 51 años. Comenzó como ministro asociado en 1969, cuando la megaiglesia tenía 5000 miembros, y permaneció en el púlpito hasta 2020, cuando tenía unos 15 000 miembros. También predicaba a diario por radio y televisión a través de Ministerios En Contacto (In Touch Ministries), que fundó en 1972, y fue considerado por muchos como uno de los mejores predicadores de su generación, junto con Charles Swindoll y Billy Graham.

El hijo de Stanley, Andy, es también pastor de una megaiglesia en Atlanta y un predicador muy reconocido. Ambos fueron el único dúo padre-hijo que clasificó en las listas de Lifeway Research y del Seminario Teológico George W. Truest de los predicadores en vida con mayor influencia.

Stanley fue uno de los miembros fundadores tanto del Moral Majority como de la Christian Coalition, sirvió como presidente de la Southern Baptist Convention (SBC) en un momento clave durante la tensión entre conservadores y moderados, y escribió más de 50 libros.

El predicador nació en 1932 en Dry Fork, Virginia, del que más tarde diría que era un pueblo tan pequeño que no aparecía en el mapa. Su padre, también llamado Charles, murió cuando Stanley tenía solo nueve meses.

Su madre, Rebecca Hardy Stanley, consiguió trabajo en una fábrica textil en plena Gran Depresión, con el que ganaba unos 9 dólares a la semana. Cuando no tenía que trabajar, llevaba a su hijo a una iglesia pentecostal y le enseñaba a leer la Biblia y a orar.

«Todavía puedo oír su voz diciendo mi nombre a Dios, y diciéndole que quería que yo lo siguiera en lo que Él me llamara a hacer», dijo Stanley.

A los 12 años, Stanley aceptó a Jesús como su salvador. Dos años después, discernió que Dios lo estaba llamando a predicar y decidió dedicarse al ministerio.

Rebecca se volvió a casar cuando Stanley era adolescente. Su segundo marido era alcohólico y abusivo. El joven Stanley intentó pelearse con su padrastro, e incluso una vez le sacó un cuchillo. Le suplicó a su madre que se divorciara, pero ella siguió comprometida con la unión debido a su fe.

Esta experiencia con la violencia tuvo un impacto en el resto de la vida de Stanley, según recordó más tarde.

«Me sentía muy, muy incómodo a menos que estuviera al mando», dijo. «Era muy, muy combativo y muy, muy competitivo. Llevé a mi ministerio el espíritu de supervivencia. Lo haces o mueres. Haces lo que sea necesario para ganar, sin importar de lo que se trate».

Stanley asistió a la Universidad de Richmond con una beca por la que su madre había orado, donde conoció y se casó con una estudiante de arte de Carolina del Norte, Anna Margaret Johnson. Se casaron en 1955.

Tras graduarse del Southwestern Baptist Theological Seminary, Stanley se hizo cargo de una iglesia bautista en el estado natal de su nueva esposa, predicaba en la Fruitland Baptist Church y enseñaba en el Fruitland Baptist Bible Institute (ahora Fruitland Baptist Bible College). Se trasladó a Fairborn, Ohio; Miami, Florida; y a Bartow, Florida, antes de aceptar el llamado para ser ministro asociado en la prominente megaiglesia bautista del centro de Atlanta en 1969.

El pastor principal dimitió dos años después, y se le pidió a Stanley que asumiera la responsabilidad hasta que se encontrara un sustituto. Él mismo solicitó el puesto, pero el comité de búsqueda votó 5-2 en su contra.

Sin embargo, a medida que avanzaba la búsqueda, la asistencia dominical empezó a aumentar, las donaciones también, y cada vez más miembros de la iglesia sugerían que Stanley asumiera el pastorado. Varios diáconos —sutilmente y luego no tan sutilmente— presionaron a Stanley para que dimitiera.

Stanley se negó.

«Había gente que quería deshacerse de mí», dijo. «No podían darme una razón. Solo decían que lo único que predicaba era sobre cómo obtener la salvación, la venida de Jesús y cómo ser lleno del Espíritu Santo. Me reí y pensé: “¡Dios, espero que eso sea verdad!”».

Stanley provocó más conflictos cuando destituyó a algunos maestros de la escuela dominical ante las objeciones del superintendente de la escuela dominical, quien dijo que el pastor no tenía autoridad para tomar esa decisión.

Un diácono denunció la «desnuda hambre de poder» de Stanley, según la información publicada en el Atlanta Constitution, y varios líderes dijeron que se sentían «inquietos» por la «pasión desmedida del pastor por el poder político» y la «extravagante confianza en su comprensión de la voluntad de Dios».

En una acalorada reunión de la iglesia, a uno de los miembros de la junta se le escapó una mala palabra.

Stanley le dijo: «Debes tener cuidado con tu lenguaje».

El miembro de la junta le respondió: «No, tú tienes que contenerte», y luego golpeó con el puño a Stanley en la cara.

Andy, que tenía 13 años en ese momento, estaba mirando desde un banco delantero. Dijo que su padre no se inmutó al recibir el golpe. Tampoco tomó represalias, ganando así la discusión y obteniendo una victoria moral.

«Vi a mi padre poner la otra mejilla», escribió más tarde Andy Stanley, «pero nunca se dio la media vuelta y echó a correr».

Cuando los miembros de la iglesia celebraron una reunión de tres horas para decidir si mantenían a Stanley, la mayoría votó que sí. La iglesia votó entonces a favor de nombrar a Stanley pastor principal.

Esperó una semana para anunciar si aceptaba o no el cargo. Un total de 36 de los 59 diáconos de la iglesia dimitieron.

Stanley llevó su misma tenacidad a la Southern Baptist Convention cuando fue elegido presidente en 1984. Sus partidarios esperaban que fuera él quien resolviera la lucha entre los conservadores y los moderados de la denominación. Sus oponentes temían lo mismo. Incluso un presidente de un seminario llegó a pedir una «guerra santa» contra los conservadores, incluido Stanley, que insistían en una mayor uniformidad teológica en la denominación, en detrimento de la autonomía de las congregaciones.

Los conservadores dijeron que estaban deteniendo el decaimiento liberal, especialmente en los seminarios y en las organizaciones de política pública de la denominación. En su primer año como presidente, Stanley apoyó medidas que impedían a las congregaciones ordenar mujeres. En aquel momento, había 13 pastoras en la SBC y más de 220 ordenadas.

El segundo año, tras superar la oposición para ser reelegido con el 55 % de los votos, Stanley utilizó su poder presidencial y su habilidad para las maniobras parlamentarias para nombrar a una lista de conservadores en importantes juntas bautistas.

Sin embargo, la mayor lucha del ministerio de Stanley fue la de salvar su matrimonio y permanecer en el púlpito tras su divorcio.

Anna Stanley solicitó el divorcio en 1993, sin dar explicaciones y utilizando solo las iniciales de la pareja, A. S. y C. S. La noticia se conoció de todos modos y causó un alboroto en la Primera Iglesia Bautista. La congregación nunca había permitido que un hombre divorciado sirviera en el ministerio, y Stanley había enseñado que los hombres divorciados estaban descalificados para el ministerio.

Stanley anunció desde el púlpito que la pareja no se estaba divorciando, sino que estaban separados y trabajando en su matrimonio. Anna modificó la demanda una semana después para pedir la separación formal en lugar del divorcio, y luego abandonó el caso.

Volvió a presentar la demanda en 1995.

«Estoy consternada por la negativa de mi marido a aceptar el estado crítico de nuestro matrimonio», declaró Anna Stanley al Atlanta Constitution. «En lugar de eso, ha hecho repetidos anuncios desde el púlpito de que se estaba avanzando hacia nuestra reconciliación, cuando en realidad ocurría todo lo contrario. No elijo contribuir a esta farsa».

No hubo acusaciones de infidelidad o comportamiento inmoral. Anna dijo que su marido hacía tiempo que había dejado claras sus prioridades, y ella no era una de ellas.

Varios líderes de la iglesia —que ahora tenía una asistencia semanal regular de unos 13 000 fieles— querían que Stanley dejara el cargo, al menos temporalmente. Otros le presionaron para que dimitiera. Uno de ellos era Andy Stanley, quien pastoreaba un campus satélite de rápido crecimiento y era visto como el heredero aparente de First Baptist.

En años posteriores, el joven Stanley dijo que solo quería que su padre ofreciera su renuncia, dando a la iglesia la oportunidad de elegir mantener a su amado pastor. Su padre, dijo, no escuchó nada después de la palabra «dimitir».

Charles reaccionó con dureza y declaró a su hijo como enemigo. Andy abandonó First Baptist, se distanció de su padre, y pasó a fundar North Point Community Church, una megaiglesia sensible a aquellos que se encuentran en proceso de búsqueda y que llegaría a tener más de 40 000 fieles.

Charles Stanley describió este periodo como la época más dura y solitaria de su vida.

«Las primeras veces que fui al supermercado por la noche yo solo, a casa yo solo, a la casa vacía yo solo, fue duro. Pero pensé, bueno, Dios, aquí es donde estoy», dijo Stanley. «Mi mujer se marchó. Para un pastor, eso es un desastre. La iglesia te va a despedir porque siempre piensan lo peor. Bueno, mi iglesia no hizo eso. Dijeron: “Bueno, has estado aquí cuando te hemos necesitado. Ahora vamos a estar aquí para ti”».

La iglesia votó a favor de mantener a Stanley, aun si el proceso de separación continuaba. Cuando Anna solicitó el divorcio por tercera vez en el año 2000 y consiguió poner fin al matrimonio, un miembro de la junta anunció que Stanley continuaría como pastor titular. La congregación respondió a la noticia con una gran ovación.

Aunque algunos líderes evangélicos condenaron la decisión de Stanley de continuar en el ministerio como divorciado, diciendo que estaba socavando el testimonio moral de los evangélicos, en realidad poco cambió en la Primera Iglesia Bautista. En todo caso, dijo Stanley, su divorcio le hizo un ministro más eficaz.

«Fue Romanos 8:28. Dios sabía lo que hacía», dijo Stanley. «La gente me decía: “Antes no podía mirarte. Qué sabes tú de la soledad, el dolor, el sufrimiento y la pérdida. Ahora puedo mirarte porque ahora sé que sabes cómo me siento”».

Stanley se reconcilió con su hijo a través de consejería cuando los dos pastores de la megaiglesia fueron juntos a terapia. El mayor de los Stanley habló de la muerte de su padre, de la traumática relación con su padrastro y de su necesidad de mantener el control. Invitó a Andy a predicar en la Primera Iglesia Bautista en 2007. El sermón del joven Stanley giró en torno a un tema conocido: «El costo de seguir a Cristo».

La predicación de Charles Stanley fue muy elogiada en sus últimos años, especialmente por su sencillez, practicidad y eficacia. También hablaba con frecuencia de la importancia de la oración y de su propia práctica de arrodillarse a diario para hablar con Dios.

«Para mí, esa es la clave», dijo a Christianity Today. «Es la clave de todo. Porque lo que haces es reconocer a Dios en ese momento: necesitas su ayuda, su visión, su comprensión, su valor, su fe, lo que sea [que necesites]».

Cuando se le preguntó qué consejo daría a sus nietos, si se dedicaran al ministerio, o qué pondría en su lápida cuando muriera, Stanley volvió al lema sobre la fe inquebrantable: «Obedece a Dios y déjale a Él todas las consecuencias».

Le sobreviven su hijo, Andy; su hija, Becky Stanley Brodersen; y seis nietos. Anna Stanley falleció en 2014.

Traducción y edición en español por Sofía Castillo y Livia Giselle Seidel.

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Falleció George Verwer, quien dejó una pregunta para todos los cristianos: ‘¿Estás listo para ir?’

El fundador de Operación Movilización inspiró a un número incalculable de personas a proclamar el amor de Dios en todo el mundo.

George Verwer, Operación Movilización (OM)

George Verwer, Operación Movilización (OM)

Christianity Today April 15, 2023
Cortesía de Operación Movilización / edición por Rick Szuecs

George Verwer tenía una pregunta.

Cuando el joven de 18 años y su amigo terminaron de orar en un dormitorio en Maryville, Tennessee, Verwer miró a su compañero de universidad y le preguntó: «¿Y bien? ¿Estás listo para ir?».

Dale Rhoton se sobresaltó. Acababa de escuchar la idea de Verwer de que debían vender todo lo que tenían y usar el dinero para comprar un camión ese verano, llenarlo de ediciones en español del Evangelio de Juan y conducir hasta México, donde el 70 % de la gente no tenía acceso a las Escrituras. Acababan de orar al respecto.

«George», dijo, «lleva más tiempo que eso».

Verwer no veía por qué. El futuro fundador de Operación Movilización (OM) vio una necesidad espiritual. Ellos podían satisfacer esa necesidad. El resto no le importaba.

«Su única pasión en la vida ha sido ser un canal por medio del cual la gente se convierta en amigos de Jesús a largo plazo», escribió Rhoton más tarde. «Su zona de confort es salir de su zona de confort. Solo se siente realmente seguro cuando lo arriesga todo».

Ese «fervor Verwer» por las misiones, que lo acompañó el resto de su vida, movió a un número incalculable de cristianos a cruzar fronteras, culturas y continentes para proclamar las buenas nuevas del amor de Dios. OM se convirtió en una de las mayores organizaciones misioneras del siglo XX, enviando a miles de personas cada año en viajes de corta y larga duración. En la actualidad, OM cuenta con unos 3300 obreros de 134 países que actualmente están trabajando en 146 países. Se estima que otras 300 agencias misioneras se crearon a raíz de contactos con OM o por iniciativa de antiguos miembros de OM.

Verwer falleció el viernes a los 84 años de edad.

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Lindsay Brown, quien dirigió la Fraternidad Internacional de Estudiantes Evangélicos durante 40 años, lo recordó como un destacado líder misionero.

«Creo que OM no tiene parangón en cuanto a la variedad de actividades, agencias y líderes que ha engendrado», afirmó. «Y creo que George es el estadista misionero norteamericano más importante de los últimos 60 años. Ha tenido un ministerio extraordinario».

Verwer nació el 3 de julio de 1938, hijo de Eleanor Caddell Verwer y George Verwer Sr., un inmigrante holandés que trabajaba como electricista. Se crió en Wyckoff, Nueva Jersey, a las afueras de Nueva York. La familia pertenecía a una congregación de la Iglesia Reformada en América, pero el Sr. George Verwer asistía poco y, para el pequeño Verwer, la iglesia no era más que un club social.

El joven Verwer era atleta y Boy Scout, pero pasaba mucho tiempo detrás de las chicas y metiéndose en líos. Para los estándares de la época, la mayoría se consideraban «travesuras», pero Verwer también provocó un incendio en los bosques del condado de Bergen y, cuando aún era adolescente, entró en casa de alguien y fue capturado por la policía.

La noticia del incidente hizo que una cristiana local llamada Dorothea Clapp empezara a orar por Verwer, para que encontrara la fe en Jesús. Como él lo describió más tarde, ella lo puso en su «lista del Espíritu Santo» [lista negra].

Clapp también le envió a Verwer un Evangelio de Juan por correo. El libro no tuvo un impacto inmediato, pero tres años más tarde, Verwer sintió un impulso irresistible de asistir a una cruzada de Billy Graham en el Madison Square Garden. El 5 de marzo de 1955, él y unos cuantos amigos viajaron 30 millas (50 km) en autobús para escuchar el sermón de Graham. Al escuchar la invitación a entregar su vida a Cristo, Verwer pasó al frente. El mensaje de que Dios lo amaba y podía usarlo lo conmovió profundamente.

«Descubrí que Él podía usarme, no aplastando mi temperamento, ni exponiéndome como el miserable que era», escribió Verwer más tarde, «sino ofreciéndome amor y obrando a través del Espíritu Santo».

De vuelta en Nueva Jersey, inmediatamente se puso a trabajar para hablarle a otros de Jesús. Distribuyó mil ejemplares del Evangelio de Juan en su escuela y organizó una cruzada evangelística. Más de 100 personas se acercaron para entregar sus vidas a Cristo, según los informes de los periódicos locales de la época, entre ellas una persona muy importante para Verwer: su propio padre.

El joven Verwer no se dio cuenta en aquel momento, pero estaba claro que tenía un don para organizar y movilizar a los cristianos. Consiguió que cinco estudiantes de bachillerato [high school] compartieran sus testimonios y predicaran en su evento evangelístico. También consiguió que más de 30 adolescentes de su iglesia reformada holandesa participaran en un maratón de lectura de la Biblia, a pesar del escepticismo del pastor, quien le dijo a un periodista que al principio le preocupaba que los jóvenes no leyeran con el decoro adecuado.

Unos años más tarde, en la universidad, Verwer no solo vendió sus cosas para financiar un viaje misionero a México. Convenció a dos amigos, Rhoton y Walter Borchard, para que hicieran lo mismo.

Verwer, por supuesto, no sabía realmente lo que estaba haciendo, repartiendo tratados y Escrituras, e intentando montar una escuela bíblica por correspondencia en Monterrey. Cometió, como recordaría más tarde, algunos «errores bastante graves». Decidió que necesitaba más educación, por lo que se trasladó al Instituto Bíblico Moody de Chicago. Allí, cuando pensaba renunciar por completo a las misiones, escuchó al ministro evangélico Oswald J. Smith hablar en la capilla. Smith hizo hincapié en la importancia de estar donde Dios quiere que estés y dedicarte plenamente a Cristo.

Verwer se sintió convencido. Corrió por el pasillo —«casi como un loco»— y se arrepintió de su falta de amor.

«Dios me rompió el corazón», dijo. «Vi que las cosas en mi corazón no estaban bien, y supe que tenía que responder… Debo estar dispuesto a correr riesgos por el reino».

Más tarde, cuando instaba a los jóvenes a irse al extranjero durante un verano o unos años, hacía hincapié en su reticencia —y la persistencia de Dios— en hacer reír al público.

«Dios me vio», decía. «Un holandés testarudo. Y me dio una patada misionera. Desde entonces estoy en órbita».

George Verwer y el OM LogosOperación Movilización
George Verwer y el OM Logos

Verwer organizó un segundo viaje a México en 1958, y cuando conoció a su futura esposa, Drena Knecht, y se casó en 1960, su «luna de miel» fue también un viaje misionero a México. La pareja de recién casados estaba tan comprometida con su aventura evangélica que Verwer intentó ahorrar dinero para el campo misionero al intercambiar su tarta [o pastel] de bodas a cambio de un tanque lleno de gasolina en el viaje hacia el sur. El primer empleado de la gasolinera no pudo aceptarlo y simplemente les dio el combustible gratis. El segundo aceptó el intercambio.

Los Verwer pasaron seis meses en México y luego se trasladaron a España, que en aquella época estaba controlada por el dictador fascista Francisco Franco. El dictador había expulsado a los pastores protestantes, prohibido toda actividad de culto público y anuncios, y confiscado las Biblias protestantes. Sin embargo, Verwer se metió en problemas cuando emprendió un viaje a otro régimen totalitario, conduciendo hasta la Unión Soviética con un coche lleno de Biblias para distribuir. Las autoridades lo detuvieron y lo expulsaron del país.

Mientras Verwer era deportado a Austria y oraba sobre lo que debía hacer a continuación, le asaltó la idea de que no era un buen misionero, pero era bueno movilizando a otros. Observó cómo un grupo de turistas europeos abordaban un autobús rumbo a la URSS y se le ocurrió que eso era lo que él debía hacer: enviar a otros.

Al año siguiente, el ministerio, que entonces se llamaba Send the Light, organizó unos 2000 viajes misioneros de corta duración a países controlados por los comunistas. En 1963 se expandieron a países musulmanes y luego empezaron a movilizar misioneros a la India.

Peter Dance, uno de los jóvenes ingleses que llevó un camión lleno de literatura evangélica a Europa del Este y la India, recuerda que fue aterrador y estimulante.

«Tuve la sensación de que ya no había nadie que pudiera ayudarme, excepto Jesús», dijo. «Antes de cruzar esa frontera, tenía todo lo que necesitaba; incluso mi madre estaba allí si la necesitaba. Fui a la India muchas veces, y a pesar de los contratiempos y las dificultades, el Señor siempre me ayudó».

Christianity Today describió a aquellos primeros reclutas como «jóvenes contraculturales abiertos a la aventura», «peregrinos evangélicos» que eran «incluyentes, evangelizadores e itinerantes».

Veinticinco de ellos redactaron un manifiesto que Verwer publicó y distribuyó en iglesias, grupos juveniles y librerías cristianas de Estados Unidos y Europa.

«El Señor Jesucristo fue un revolucionario», decía. «¡Y nosotros somos revolucionarios! (…) En la esfera de la obediencia absoluta y literal a sus mandamientos reside el poder que evangelizará el mundo».

Verwer combinó el llamado a un compromiso total y radical con Cristo con la idea de una misión a corto plazo, rebajando las expectativas de servicio y facilitando que la gente se pusiera en marcha. Creía que Dios utilizaría a quienes estuvieran dispuestos, incluyendo a quienes no estuvieran listos para comprometerse durante años, a quienes no hubieran asistido a un instituto bíblico, e incluso a quienes hubieran arruinado sus vidas. Dios, después de todo, redimía los desastres. Dios actúa no solo a pesar de los errores humanos, sino en ellos y a través de ellos.

Siempre se mostró crítico con respecto a los «expertos en misiones» con teorías y métodos bien desarrollados. Verwer acabaría llamando a su enfoque «messiology» [un juego de palabras entre ‘missiology’, el estudio de las misiones; y ‘mess’, situación o estado de cosas confuso o lleno de dificultades]. Los cristianos siempre deben intentar evitar provocar confusión y caos, y algunos errores pueden ser espiritualmente devastadores. Pero, dijo, los que ponen su fe en Jesús no deben olvidar que Dios salva a los pecadores.

«Me encuentro con personas a las que, humanamente hablando, no les ha ido bien en la vida», escribió. «No están en el Plan A ni en el Plan B, sino en el Plan M. Cuando hablo con ellos, les recuerdo el gran alfabeto y les insto a abrazar la gracia radical y seguir adelante».

También sostenía que no había solo una forma correcta de proclamar el Evangelio. Los cristianos con mentalidad misionera necesitan experimentar, contextualizar y reevaluar continuamente lo que funciona.

«¿No tenemos 2000 años de pruebas de que Dios actúa de diversas maneras?», escribió. «¿No podemos aceptar que Dios obra de diferentes maneras entre diferentes grupos de personas? La obra de Dios es más grande que cualquier fraternidad u organización».

En ocasiones, Verwer se vio obligado a experimentar y cambiar rápidamente el modelo de OM. En 1968, cuando se vio obligado a salir de la India, OM decidió ceder el liderazgo a los indios y crear Operación Movilización India como una organización única que llegó a plantar miles de iglesias.

Otras veces, Verwer dio saltos de fe que no parecían necesarios en absoluto. En 1970, la organización misionera compró un barco. La historia oficial de OM señala que la idea de comprar un barco era «descabellada» y nadie en la organización tenía ni idea de cómo hacer esa compra —mucho menos de navegar con un barco a puertos de todo el mundo, donde pudieran regalar libros cristianos y hablar a la gente de Jesús—.

«Algunos pensaron que había perdido la cabeza», recordó Verwer más tarde.

Pero OM compró un barco holandés llamado Umanak, lo rebautizó Logos, y finalmente navegó 230 000 millas náuticas, a 250 puertos diferentes, ministrando a 6.5 millones de personas. El ministerio añadió un segundo barco en 1977.

Este enfoque «duro y siempre listo» del ministerio no siempre funcionó. El Logos encalló en 1988, con una carga de 125 000 dólares en libros cristianos. Para mayor disgusto de Verwer, varios misioneros de OM resultaron heridos o murieron en accidentes de tráfico vehicular en todo el mundo. A veces tenían problemas con las autoridades locales. Y algunas de las ideas de Verwer eran malas.

«Tengo demasiadas ideas, me desborda la creatividad», dijo a un grupo de estudiantes de Moody. «Nuestra visión en el ministerio cristiano se mezcla con el ego… Les diré que me he metido en algunas situaciones embarazosas».

Verwer también luchó contra el pecado y la duda. Se llamaba a sí mismo un «reincidente natural». Pero al final, su amor por Jesús y su pasión por hablarle a la gente de todo el mundo del amor de Dios por ellos superó todo lo demás. Uno de sus ayudantes, que llegó a ser pastor en Chicago, dijo que Verwer encarnaba el tipo de amor divino descrito en Juan 3:16.

George VerwerOperación Movilización
George Verwer

«No sé si hay alguien que ame a todo el mundo tanto como George —al menos en lo que se refiere a los seres humanos— y que desee que tengan una relación con Jesús», dijo Mark Soderquist.

Verwer, por su parte, pensaba que la parte más importante de la vida cristiana era el amor.

«No hay más enseñanza bíblica que el amor, y aparte del amor no hay enseñanza bíblica», escribió. «No eres ortodoxo si no eres humilde. No eres “creyente en la Biblia” si no amas».

Verwer dimitió como director de OM en 2003, cediendo el liderazgo a Peter Maiden. Sin embargo, siguió hablando a grupos de jóvenes cristianos de todo el mundo. Sacaba un globo terráqueo inflable gigante, se ponía su característica chaqueta de globo terráqueo y les hacía, una y otra vez, una versión de la pregunta que le hizo a su amigo de la universidad cuando solo tenía 18 años.

«¿Y bien? ¿Estás listo para ir?».

«Si pasas dos años en el extranjero», decía Verwer, «es muy probable que nunca vuelvas a ser el mismo cuando regreses. Habrás visto cómo Dios responde a la oración y cómo el Espíritu Santo cambia vidas, y habrás vislumbrado lo que Dios está haciendo en todo el mundo».

A Verwer le sobreviven su esposa, Drena, y sus tres hijos, Ben, Daniel y Christa.

https://vimeo.com/816046979

Traducción y edición en español por Livia Giselle Seidel.

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Theology

‘¿Por qué necesitamos la Iglesia?’ es la pregunta equivocada

La congregación local no tiene como propósito el servicio a la comunidad, la devoción privada ni el entretenimiento.

Christianity Today April 12, 2023
Fotografía e ilustración por Mitchell McCleary

Quien hace las preguntas equivocadas, obtiene las respuestas equivocadas. En mi disciplina, la teología, quizá el error más común sea dar la respuesta correcta a la pregunta equivocada.

Quizá sea injusto llamar «preguntas equivocadas» a los debates habituales sobre cosmología, teodicea y milagros. En la medida en que se formulen de buena fe, esas preguntas pueden generar perspicacia. Pero a menudo animan a los humanos a seguir haciendo y respondiendo preguntas humanas sobre Dios.

La teología propiamente dicha debería incitar a los seres humanos a pensar, como dijo Tomás de Aquino, en pos de Dios; a tratar de hablar de Dios como Dios es, a buscar las «incalculables riquezas de Cristo» (Efesios 3:8).

Es decir, la teología no significa otra cosa que familiarizarse, a través de las Escrituras y el culto de la Iglesia, con el Dios que solo puede conocerse «por un espejo, veladamente» (1 Corintios 13:12, NBLA).

Buscar el conocimiento de Dios y de la fe cristiana a través de la lente de la incognoscibilidad de Dios no es el punto de partida más cómodo, ni tampoco el más común. Algunos lo sienten como una evasiva; otros, como si yo estuviera sugiriendo que hay incertidumbre en su fe. A otros les parece demasiado flácido, incluso perezoso, cuando hay miles y miles de palabras que se han escrito sobre la doctrina cristiana que insinúan: ¿No es mejor intentar resolver todos los problemas potenciales de la fe cristiana?

Mi respuesta es que el objetivo de la teología cristiana, al menos para mí, es la creencia cristiana, no una conclusión de lo que se puede decir o de lo que se puede indagar. La comprensión total y la creencia no son lo mismo.

Al final del libro de Juan, Jesús se aparece a sus discípulos tras su resurrección. Han vuelto al mar de Tiberíades para dedicarse a la pesca. Este hecho es desgarrador en sí mismo. En otro tiempo fueron pescadores que abandonaron su profesión para seguir al Señor, el que salvaría a Israel. Lo siguieron renunciando a su medio de subsistencia por un tiempo, pero esta fidelidad pareció terminar con la muerte de Aquel a quien amaban.

Este tiempo entre la muerte de Cristo y la Ascensión representa una pausa significativa en la tradición cristiana. Cristo ha muerto, Cristo ha resucitado, pero lo que esto significa para los discípulos aún no se ha revelado del todo. Llegados a este punto, se plantean interrogantes sobre el significado de la presencia del resucitado entre ellos: ¿Cuál será el poder, o la agencia, por la que llevarán el mensaje de Cristo?

Así que vuelven a su antigua profesión —la pesca— y pasan toda la noche en el mar. No pescan nada. Pueden imaginarse la tristeza, incluso la desesperación, de una noche así. Han visto morir a su Señor, y con él sus esperanzas de la renovación de Israel. Algunos de ellos lo han visto resucitado, pero aun así, el Cristo resucitado estuvo con ellos solo brevemente, y de una forma bastante diferente. Y ahora, sus intentos de volver a su antigua fuente de provisión también se ven frustrados. ¿Qué mensaje proclamarán? ¿Qué tienen para ofrecer al mundo? ¿Cómo se alimentarán siquiera? Todas estas preguntas están, por el momento, sin respuesta.

Podemos imaginar su confusión. Habían creído que el Señor era el Mesías prometido. Los judíos de la época de los discípulos creían que el Mesías volvería y traería un reino mesiánico terrenal. Creían que esto tendría ramificaciones políticas inmediatas para sus vidas en el imperio romano. Cuando, por el contrario, Jesús fue crucificado como enemigo del Estado, su marco de referencia se hizo añicos. Los ecos de esta angustia pueden oírse en las palabras de los hombres de Emaús: «… nosotros esperábamos que Él era el que iba a redimir a Israel» (Lucas 24:21).

Esperábamos.

La decepción en esta afirmación está cargada de significado, a punto de estallar en un sentimiento de pérdida, e incluso de dolor. Es cierto que la muerte de Cristo había defraudado las expectativas de muchos que esperaban que su vida diera paso a una nueva teocracia, a un nuevo reino de Dios en la tierra. Pero esa pregunta —¿Cómo puede salvar a Israel el que ha muerto?—, era, por el momento, la pregunta equivocada.

Una pregunta que escucho a menudo estos días es por qué la iglesia local es importante. Creo que es la pregunta equivocada.

Los cristianos desafectos quieren saber por qué deben asistir a la iglesia cuando ha encubierto tanto daño. Pastores y líderes quieren saber cómo comunicar, especialmente a los adultos jóvenes, todo lo bueno que la iglesia tiene que ofrecer.

Estamos en un crisol que debería quemar las respuestas erróneas sobre la iglesia. Dos años de confinamiento y cierres de iglesias a causa de la pandemia llevaron a muchas congregaciones a trasladar sus servicios de culto a internet. Los servicios religiosos se transmitían en vivo y se podía acceder a ellos desde la sala de casa. La comunión a veces se tomaba en la mesa de la cocina, o no se tomaba en absoluto. La música se transmitía virtualmente. Y los cristianos se reunían —si lo hacían— con sus familiares más cercanos para celebrar el culto.

Sería erróneo sugerir que tales adaptaciones no constituyen un servicio de culto. De hecho, el salmista dice: «Los cielos cuentan la gloria de Dios», y el Señor mismo afirma: «Porque donde dos o tres se reúnen en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos» (Salmo 19:1; Mateo 18:20, NVI). El instinto de que Dios puede encontrarse en las salas de estar, en la naturaleza e incluso en un televisor no es erróneo. Toda la tradición cristiana insiste en que a Dios no le estorba nada y puede estar cerca de la gente a través de la materia, incluso cuando se transmite por paquetes de datos a una pantalla. En efecto, Dios habita con su pueblo, reunido en los hogares de todo el mundo.

Pero también sería incorrecto llamar a esa presencia «iglesia». La Iglesia no es la presencia guiadora y consoladora de Dios en el corazón de cada uno, ni tampoco es el consuelo y la corrección tan reales que pueden llegar cuando un grupo de cristianos se reúne para orar. Tampoco es lo que llamamos la reunión ocasional de cristianos para cantar y estudiar en casas o alrededor de mesas en todo el mundo.

En la Biblia, la preocupación de Dios al crear la Iglesia no es formar personas, sino formar un pueblo. Dios llamó a Abraham para ser una bendición para las naciones; Dios llamó a David para ser rey de Israel, no simplemente a ser un hombre según el corazón de Dios. De la misma forma, los jueces condenaron el pecado de los líderes de Israel para que la nación pudiera ser conducida a la santidad.

Este modelo en el que vemos a Dios hablando, instruyendo y corrigiendo a individuos para el servicio de un pueblo santo es la historia de la obra de Dios en medio del pueblo de Dios. Todo tipo de encuentros cristianos y reuniones de cristianos pueden ser vías para la obra de gracia de Dios entre su pueblo; sin embargo, no todas estas reuniones son «iglesia».

La principal tentación a la hora de definir la iglesia es articular sus fines. La pregunta equivocada que solemos hacernos sobre la Iglesia es por qué es importante. Pero puede que no «importe» de la manera que esperamos.

En cuanto preguntamos por qué la iglesia «importa», caemos en la tentación de identificar sus beneficios concretos o su contribución a la sociedad. El sociólogo de la religión Peter Berger sostiene en The Sacred Canopy que las religiones se ofrecen ahora en el mercado de experiencias entre las que los individuos pueden elegir. Si Berger tiene razón, las religiones son una de las muchas opciones que los estadounidenses y otros habitantes de sociedades igualmente secularizadas pueden elegir para aliviar su conciencia, calmar su ansiedad o producir resultados morales. Ésos serían los objetivos de la iglesia. Pero el alma es una realidad notablemente ineficaz, y a medida que el cuidado de la misma se vuelve opcional, la prioridad de su cuidado disminuye.

Si funciona en una especie de mercado, la iglesia debe presentarse en el mercado como algo que la gente pueda desear. Una vez hecho esto, resulta muy difícil imaginar a la iglesia (o a cualquier religión) como algo distinto de un bien que produce resultados y que la gente puede elegir [entre otras opciones].

También se hace muy difícil para los líderes religiosos no comportarse como si estuvieran mercadeando estos resultados a los individuos. Quizá la iglesia esté llena de gente más moral que otros clubes. Quizá tenga mejor música. Tal vez tenga líderes muy jóvenes y modernos.

Pero, ¿qué ocurre cuando la iglesia no es más moral, más entretenida o más atractiva? ¿Qué ocurre cuando muestra una profunda pecaminosidad, formas de culto anticuadas y personas que se cansan unas de otras? A menudo, las personas disponen de otras opciones mejores si lo que buscan es buena compañía o entretenimiento.

A veces, las iglesias intentan demostrar que son importantes al aportar algo bueno a una comunidad o al atender un problema. El problema aquí no es que el servicio voluntario sea malo: es, por supuesto, un verdadero fruto del evangelio. El problema es que si se considera que el objetivo de la iglesia es la transformación social, el voluntariado para United Way podría ser igual de eficaz —si no más—.

Si el producto de la iglesia se identifica como el beneficio social, sería sensato que un cristiano decidiera ser voluntario un martes por la noche y saliera a almorzar en lugar de ir a la iglesia el domingo. Al fin y al cabo, United Way tiene resultados más claros, y el café también podría ser mejor.

Servir a la comunidad local y atender los problemas de injusticia es una vocación grande e importante. Pero uno no necesita a Jesús para hacerlo.

Si el éxito se mide por el crecimiento, a la iglesia le va bastante mal. Las iglesias se están reduciendo, y la asistencia a la iglesia —especialmente entre los adultos jóvenes— ha disminuido significativamente.

¿Y quién podría culparlos? Si el éxito consiste en mantener un conjunto de valores, muchos perciben que los líderes y miembros de la iglesia violan dichos valores repetidamente. Hemos dicho a nuestra sociedad que la Iglesia debe ser una fuerza del bien en el mundo y que los cristianos deben ser personas moralmente superiores. La Biblia dice que los cristianos serán identificables por su amor (Juan 13:35).

Incluso los líderes de la iglesia parecen decepcionados por ella. Una proporción elevada y creciente de pastores reportan importantes niveles de agotamiento y, tras gestionar las presiones de los últimos años, citan un inmenso estrés, soledad, divisiones políticas, desesperanza y conflicto sobre el futuro de sus iglesias.

Si ni la iglesia ni sus líderes son los mejores en ninguna de las cosas que hacen, podría parecer que la iglesia rara vez es necesaria: es redundante.

Cuando nos preguntamos qué bien social puede proporcionar la iglesia, o cómo podemos posicionarnos en el mercado del mundo, estamos haciendo las preguntas equivocadas.

Hace más de 30 años, Stanley Hauerwas y William H. Willimon escribieron un libro titulado Resident Aliens. En él, su preocupación era que la Iglesia estaba perdiendo la oportunidad de una nueva aventura: una aventura como cristianos radicalmente peculiares que viven en el exilio.

Los autores afirmaban que, como el cristianismo formaba parte de la experiencia americana, resultaba difícil discernir qué era lo que la Iglesia tenía de exclusivamente cristiano. Las iglesias exhortaban a la gente ser «buenas personas», a no mentir ni defraudar en los impuestos y a ayudar al prójimo cuando estuviera en apuros. Ninguna de estas amonestaciones exigía creer en la Resurrección.

Lo que Dios pedía, sin embargo, no era un pueblo moral o poderoso, sino peculiar. Ahora bien, es cierto que parte de la peculiaridad de la Iglesia debe manifestarse en una cierta moralidad. Pero la moralidad en sí no es peculiar de esta manera en particular. Lo que hace peculiar a la Iglesia es su conocimiento de sí misma como llamada por Dios a ser su representante en la tierra, a estar marcada por prácticas poco manejables e inconvenientes como el perdón, la hospitalidad, la humildad y el arrepentimiento. La iglesia está marcada de tal manera por sus reuniones congregacionales, así como en el bautismo y la comunión, recordando la muerte del Señor y proclamándola hasta que venga.

Una Iglesia peculiar es aquella que se da cuenta de que existe para dar testimonio de otro mundo, uno en el que la Ascensión no es solo un lamento, sino una invitación a vivir un momento nuevo en el que el Hijo está realmente sentado a la derecha del Padre. Su testimonio de otro reino, una mancomunidad en el cielo (Filipenses 3:20-21), es lo que justifica su existencia.

Esto no quiere decir que las iglesias deban poner toda su preocupación en sí mismas y distanciarse de sus comunidades. La iglesia tiene una ética social implícita, como analiza Hauerwas, y se guía por el llamado de Jesús a imitarlo en el amor al prójimo y la preocupación sacrificial.

Pero la comunidad de la iglesia toma forma a partir de su culto de adoración, que da testimonio de otro mundo en el que el Señor es Rey. Los autores concluyen: «La iglesia, como el conjunto de quienes han sido llamados por Dios, encarna una alternativa social que el mundo no puede conocer por sí mismo».

Hablé con mi amiga Sarah Hinlicky Wilson, pastora luterana estadounidense que ahora sirve en Japón. Sarah es teóloga de formación, pastora y expatriada. Servir en Japón le ha dado un punto de vista único sobre los desafíos del ministerio de la iglesia en un contexto secular. Según Wilson, Estados Unidos es «ignorantemente cristiano». Existe un consenso cultural de que cuidar de los pobres es bueno (aunque sigue habiendo diferencias sobre cómo hacerlo), se valora a los débiles y marginados, y hay un amplio consenso en que toda vida es valiosa: ideas cristianas que no todas las sociedades comparten.

«Japón no es postcristiano», afirma Wilson. «Nunca ha sido cristiano». Dice que los pobres y los indigentes a menudo pueden depender totalmente de los servicios gubernamentales para obtener ayuda. «Desde mi punto de vista, en Japón, todas las necesidades básicas de un diácono han sido cubiertas desde hace mucho tiempo».

Pero ella nota los signos de pobreza espiritual en una sociedad consumista: «Me parece que la gente está sola, tiene muy pocas relaciones significativas, [y] ninguna relación seria con ningún poder superior», dice Wilson. «Lo que la gente necesita es a Dios». Esto es algo que solo la iglesia puede proporcionar.

Sin embargo, esto no hace que la evangelización sea una tarea fácil en Japón. De hecho, la crisis de soledad de Japón precedió a la de Estados Unidos. El aislamiento de las personas, la falta de lazos familiares y la obsesión por el trabajo son epidémicos.

«Pero es difícil conseguir que consideren la posibilidad de ir a la iglesia o incluso que noten cuál es el problema», afirma Wilson. Así de desatendida está la idea de la atención espiritual.

Si las iglesias estadounidenses sienten el reto de demostrar su valor a una cultura preocupada por las necesidades sociales y materiales, el reto de Wilson en Japón es demostrar el valor del espíritu humano. Está respondiendo a la pregunta correcta. No es que las necesidades espirituales sean las únicas que tiene la gente. Es que las necesidades espirituales son las que solo la iglesia puede satisfacer. En sus palabras: «¿Cómo persuadir a la gente de que todo lo que tienes que ofrecer es el Evangelio?».

Las observaciones de Wilson encajan bien con las preocupaciones de Willimon y Hauerwas. En ambos países, la atención de la gente se desvía de las realidades espirituales. La «reivindicación de la realidad» de la Iglesia no niega que los retos del mundo sean apremiantes, que el mal sea real o que esté ganando terreno. No se retrae, ni es ignorante, ni se desentiende políticamente. Pero dice que el Señor es Rey mientras las naciones se enfurecen y los pueblos conspiran en vano (Salmos 2:1).

No es que las necesidades espirituales sean las únicas que tiene la gente. Es que las necesidades espirituales son las que solo la iglesia puede satisfacer.

En The Great Passion, Eberhard Busch hace referencia a un suceso en la vida de Karl Barth, cuando una granada hizo explosión en el techo de una iglesia durante un servicio. A pesar de ello, siguieron cantando el «Magnificat». Barth alabó este hecho y dijo que la iglesia tenía claras sus prioridades.

A menudo me preguntan si estoy «pidiendo demasiado» al insistir en que el culto de la iglesia forme a las personas de esta manera tan rigurosa. Pero me parece que este tipo de exigencia es lo único que, en última instancia, hace que el cristianismo sea creíble. Si el cristianismo es verdad, merece la pena jugarse la vida. Si no lo es, es mejor elegir otra cosa.

Cuando la Iglesia se preocupa por defenderse del mundo, acaba por volverse incoherente. La única manera de ser la Iglesia es hablar el peculiar lenguaje de la paz, del perdón, del arrepentimiento y de la resurrección.

Cuando no hacemos nuestro trabajo, la Iglesia se vuelve comprensible para el mundo, pero pierde su misión. Deja de ser peculiar, aunque ahora sea coherente con una cultura que es cualquier cosa menos cristiana. Necesitamos esa fricción, esa pregunta imposible sobre cómo funciona la iglesia, ese desconcierto sobre lo que hace la iglesia, porque lo que hace es a menudo inconcebible para los que están fuera de ella.

Hoy en día, la Iglesia corre el riesgo de limitarse a reinstaurar las políticas y los resultados sociales favorecidos por el mundo. Seguirá haciendo girar sus ruedas para anunciarse y reclutar a personas que esperan algo similar a formar parte de la junta de una organización local sin ánimo de lucro. A menos que recuerde su tarea —perpetuar el culto de adoración a Dios— perderá por completo su identidad.

Debemos resistir la tentación de hacer las preguntas equivocadas sobre la iglesia. Debemos negarnos a justificar la existencia de la iglesia afirmando qué bien ofrecemos, cuál es nuestra contribución, o si podemos prometer que nuestra gente resistirá la tentación, si rechazará el uso indebido del poder o si su gente nunca se hará daño mutuamente.

La iglesia importa porque solo allí se dice la verdad sobre el mundo; porque solo allí se proclama al Señor como Rey.

A veces los pastores locales me preguntan qué pueden hacer para atraer a los jóvenes a su iglesia. Yo les digo que no hay buenas ideas para tal fin; de hecho, incluso formular la pregunta significa que malinterpretarían mi respuesta.

El único que atraerá a la gente a la iglesia es el Espíritu. La iglesia debe ocuparse de definir con claridad cuáles son las fronteras del mundo al ser un pueblo llamado por el Espíritu.

Como escribió Emmanuel Célestin Suhard: «Ser testigo no consiste en hacer propaganda, ni siquiera en agitar a la gente, sino en ser un misterio viviente. Significa vivir de tal manera que la propia vida no tendría sentido si Dios no existiera». Significa ser peculiar frente a un mundo que busca la próxima solución o medida provisional. Significa entonar un canto de alabanza cuando el peligro está cerca.

Los discípulos en el mar de Tiberíades habían terminado una larga noche de pesca. No habían pescado nada. Jesús salió a su encuentro, aunque al principio no lo reconocieron.

Tiren la red a la derecha de la barca, les dijo. Lo hicieron y recibieron abundancia de peces. Jesús había hecho un fuego a la orilla y les dio de desayunar (Juan 21:1-14).

En aquel momento, lo que importaba no era el cómo de la Resurrección, ni el por qué de su dolor, ni el qué hacer con su situación. Lo que importaba era alimentarse de Cristo, como amigos suyos.

En ese momento, los discípulos no se hicieron la pregunta equivocada. En lugar de eso, comieron y dieron testimonio de aquel cuyas obras registradas no tendrían cabida en el mundo entero (v. 25).

Pescaron porque obedecieron sus mandatos. Esta es la única justificación de la Iglesia que merece la pena.

Kirsten Sanders (doctora por la Universidad de Emory) es teóloga y fundadora de Kinisi Theology Collective.

Traducción y edición en español por Livia Giselle Seidel.

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Theology

¿Por qué la resurrección de Jesús es tan importante para los cristianos palestinos en Israel?

El amanecer de un nuevo reino anuncia la esperanza de reconciliación y el alivio de la opresión.

Christianity Today April 10, 2023
Source images: Toa Heftiba / Unsplash / Statens Museum for Kunst / CCO / Edición por CT

Durante la Semana Santa, consideramos cómo la cruz de Cristo reconcilia a la humanidad con Dios. Pero para los cristianos palestinos que viven en Israel y que enfrentan opresión y discriminación de manera regular, la Resurrección y su poder para reconciliar a judíos y gentiles ofrece una esperanza suprema.

«La resurrección de Cristo es la prueba definitiva de que el mundo puede cambiar», dijo el teólogo palestino israelí Yohanna Katanacho.

Los cristianos palestinos celebran la Pascua tanto en fechas orientales como occidentales. Aproximadamente 160 000 cristianos palestinos actualmente tienen ciudadanía israelí, y alrededor de un tercio de ellos vive en Cisjordania y Gaza [enlaces en inglés].

Katanacho nació en 1967 y creció en medio de la guerra árabe-israelí que duró décadas y que avivó el odio y la enemistad entre judíos y árabes. Tras haber sido un defensor del ateísmo, Katanacho aceptó a Cristo a la edad de 19 años y ahora es decano académico y profesor de estudios bíblicos en Nazareth Evangelical College en Israel.

El libro de Katanacho, Reading the Gospel of John through Palestinian Eyes, explora las reinterpretaciones que hizo Juan del judaísmo tradicional a la luz de Cristo. «Juan ve que tener a Cristo es la bendición más grande que jamás haya existido, y sin Cristo, no tenemos nada (Juan 3:36). Como resultado, el espacio, el tiempo, la historia, la identidad y la tierra se releen a la luz de la centralidad de Cristo», dijo Katanacho.

Geethanjali Tupps, editora de libros globales, habló con Katanacho sobre el significado de la resurrección de Jesús en la Pascua para los creyentes palestinos y cómo su lectura del evangelio de Juan desafía a la iglesia mundial.

¿Cómo llegó usted a la fe cristiana?

Mi familia era católica romana, pero me volví ateo cuando era adolescente. Cuando tenía 19 años, tuve una experiencia con Dios que me cambió la vida. A las 3 a. m., escuché el sonido de campanas sonando. Cuando me desperté, no podía mover las manos ni las piernas. Estaba aterrado. Traté de liberarme con todas las ideas que me pasaron por la mente, pero no funcionó. A las 5 a. m. le dije a Dios: «Si esto es de ti, te prometo que te buscaré». En el momento en que dije eso, pude moverme de nuevo.

Después de esta experiencia, comencé a visitar una pequeña iglesia de la Alianza Cristiana y Misionera en la Ciudad Vieja de Jerusalén. Mientras estaba allí, le dije a Dios: «¿Cómo es que eres el Dios de Israel y no el Dios de los palestinos?». Oré para entregarle a Dios mi mente y mi corazón, y luego soñé con un rostro que llenó mi corazón de paz y tranquilidad. Cuando desperté, sentí que alguien susurraba en mis oídos: «Yohanna, esta es la diferencia entre la gracia y las obras. Si quieres seguirme por tu propio esfuerzo, no puedes. Pero si estás en Cristo, estás protegido y Él es mi regalo para ti».

Las barreras en mi mente comenzaron a derrumbarse y así comenzó mi viaje espiritual. En vez [seguir] defendiendo el ateísmo, comencé un estudio bíblico en la Universidad de Belén y, a partir de entonces, otros ministerios cristianos comenzaron a aparecer en otras universidades palestinas.

¿Qué lo llevó a enfocar su erudición en el Evangelio de Juan?

Cuando las personas de todo el mundo leen el Evangelio de Juan, lo ven como un antisemita. Eso es injusto porque, en primer lugar, Juan era judío. Este es un debate judío interno entre los judíos que siguieron a Jesucristo y los judíos que no lo hicieron. Juan necesita ser vindicado en esa área, y su mensaje necesita ser escuchado más claramente.

La idea detrás de mi libro surgió cuando hice la pregunta: «¿Cómo batalla Juan con su propia identidad? Noté que el Evangelio de Juan tiene un gran enfoque en cuestiones relacionadas con la identidad en las declaraciones «Yo soy» (Juan 6:35; 8:12; 10:7,11; 11:25; 14:6; 15:1).

Como palestino con ciudadanía israelí, lucho con mi identidad en medio de una mayoría judía. Quiero celebrar las múltiples identidades que Dios ha diseñado para mí. Sin embargo, en realidad, estas identidades están en conflicto debido a agendas políticas y valores culturales que son incompatibles con las Escrituras. Mis múltiples identidades como palestino, israelí y seguidor de Jesús hacen que algunas personas se sientan incómodas y, en consecuencia, buscan silenciar las partes de mi identidad que no les gustan.

Estudiar el Evangelio de Juan les brinda a los cristianos palestinos como yo la oportunidad de explorar los estratos de complejidad inherentes a nuestras identidades. Juan era un seguidor de Jesucristo en un contexto mayoritariamente judío. Yo soy un cristiano que vive en medio de una mayoría judía en Israel. Ambos luchamos con nuestra identidad y cómo llevar vidas misioneras en nuestros contextos particulares, lo que implica desarrollar relaciones arraigadas en amar a Dios y al prójimo, y llevar el reino del amor a un mundo lleno de odio.

¿Qué eventos de la Semana Santa explora en su libro?

Escribo sobre las realidades sociopolíticas de la Crucifixión en el Viernes Santo. En muchos círculos evangélicos, la Cruz representa la redención. Pero la Cruz también tiene otras dimensiones teológicas importantes, como la forma en que sirve como símbolo de pacificación.

Donde Roma trató de marcar el comienzo de la paz con la espada durante la Pax Romana (en latín, que significa «paz romana»), Cristo lo hizo al morir en la cruz. Donde Roma introdujo la paz al silenciar las voces proféticas y perpetuar la injusticia, la paz de Cristo ofrece el perdón al transformar los corazones de los opresores y abrir las puertas para la reconciliación con Dios (Lucas 23:34,47).

¿Qué formas de opresión enfrentan los palestinos que viven en Israel?

Somos tratados como ciudadanos de segunda clase. Enfrentamos leyes opresivas e injusticia estructural. Si usted es un ciudadano israelí palestino y se casa con un palestino de los territorios palestinos, su cónyuge no puede adquirir la ciudadanía israelí; ni siquiera una tarjeta de identificación. Esto hace que sea extremadamente difícil para ellos trabajar u obtener cobertura médica del gobierno israelí.

Israel no ha establecido un solo pueblo o ciudad árabe desde su fundación. Algunas de estas ciudades en la región del Negev no han sido reconocidas por el gobierno israelí desde que se fundó Israel en 1948. Las ciudades palestinas-israelíes reciben fondos limitados, aunque la gente paga impuestos en su totalidad. Como resultado, la infraestructura de las ciudades palestinas-israelíes es deficiente. No cuentan con servicios médicos, educativos o gubernamentales. Las casas de las personas son demolidas con frecuencia porque son vistas como viviendas ilegales.

Al pensar en los eventos de la Semana Santa, ¿qué mensaje tienen para su realidad actual?

Jesús trató con el Imperio romano al sacar a la luz su inclinación por la violencia en la cruz. Él mostró la maldad de ellos al sufrir con los que sufren, como se ve con los ladrones que fueron crucificados junto a Él (Lucas 23:32-43).

Jesús apoyó a las mujeres, los pobres y los marginados no solo empoderándolos o sanándolos, sino también creando un mundo nuevo. El poder de este nuevo mundo es la resurrección. A través del sufrimiento de Cristo en la cruz llegamos a este momento de resurrección. Vemos que la esperanza y la transformación son posibles.

La Resurrección puso fin a la enemistad entre judíos y gentiles. El amanecer de esta nueva «civilización» terminó con un reino en el que hay ciudadanos de segunda clase y creó un reino donde todos los habitantes son ciudadanos de primera clase. Tanto los judíos como los gentiles son iguales en Cristo.

La resurrección de Jesús me anima a ver cómo el amor, la misericordia y la igualdad apuntan a esta nueva «civilización», de la cual los cristianos son misioneros. ¿Cómo podemos ofrecer justicia y perdón verdadero para allanar el camino hacia la reconciliación? Lo hacemos sufriendo con los que sufren injustamente y luchando contra la injusticia porque lastima tanto a los judíos como a los palestinos.

¿Por qué su libro es importante para la iglesia mundial?

Mi libro invita a la iglesia global a reflexionar no solo sobre el Evangelio de Juan sino también sobre la teología contextual de los ciudadanos palestinos de Israel, particularmente en los temas de igualdad e identidad.

Las discusiones geopolíticas a menudo se centran en la creación de dos estados separados, uno para los árabes palestinos y otro para los judíos israelíes. Pero más del 20 por ciento de los ciudadanos israelíes son palestinos. Cuando hablo hebreo con mis vecinos judíos, mi acento revela que soy un ciudadano palestino de Israel. Si surgiera una amenaza de bomba en Israel, yo también estaría bajo amenaza, pero no sería considerado ciudadano israelí sino palestino. Parte de mi identidad estaría bajo ataque.

La misma situación sucede con Pedro. Cuando Pedro va a Jerusalén, su acento revela sus raíces galileas (Mateo 26:73). Pedro siente la tensión de ser galileo entre los judíos de Jerusalén. Entonces, niega su identidad cultural y lingüística, lo que lo lleva a negar sus normas éticas y, en consecuencia, a negar a Cristo.

Esto tiene un valor contextual y misional: ¿cómo podemos afirmar nuestras identidades lingüísticas y culturales, y afirmar a Cristo al mismo tiempo? ¿Qué debo hacer como ciudadano palestino de Israel y cómo puedo evitar que mi fe cristiana sea marginada? Estas son preguntas legítimas para mí.

¿Por qué su libro es importante también para los lectores palestinos?

Los judíos quieren que Jesús sea judío. Los palestinos quieren que Jesús sea palestino. Creo que ambos enfoques son nacionalistas y nos impiden adorar a Jesús como nuestro Señor y Salvador.

Prevalece la creencia de que el estado de Israel es para personas étnicamente judías. Esto excluye a las personas que no son judías, incluso si son ciudadanos israelíes. Esta no es la visión del Evangelio con respecto al judaísmo de Jesús.

El judaísmo de Jesús puede entenderse escatológicamente. Él redefine el judaísmo de manera inclusiva y encarna sus esperanzas más profundas. Él es el ser humano perfecto que representa una humanidad amorosa y acogedora, en lugar de una exclusivamente etnocéntrica.

El Antiguo Testamento soñaba con tener la ley escrita en el corazón de Israel (Jeremías 31:33), lo que se refiere a conocer a Dios profunda y personalmente. Este sueño está encarnado en Jesús. Los autores del Nuevo Testamento como Pablo entendieron que el judaísmo de Jesús es escatológico cuando dijo que la circuncisión no es «meramente externa y física», sino que requiere una transformación interna donde nuestros corazones sean circuncidados por el Espíritu (Romanos 2:28-29).

El judaísmo escatológico de Jesús no es una amenaza para los palestinos. Es un judaísmo que invita a palestinos e israelíes a ser uno en Cristo, en lugar de un judaísmo exclusivo que expulsa a personas de otras etnias. Esto es lo que la iglesia necesita proclamar desesperadamente.

Traducción por Sergio Salazar.

Edición en español por Livia Giselle Seidel.

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