Theology

Los evangélicos necesitan una teología renovada de la Iglesia

La salida masiva de la Iglesia brinda una oportunidad para que nuestra tradición redescubra una eclesiología más duradera.

Christianity Today September 1, 2023
Ilustración por Mallory Rentsch / Source Images: Unsplash

La mayoría de las personas que dejaron de asistir a las iglesias evangélicas en los últimos años no son nones [término informal usado en inglés para referirse a las personas que afirman no tener ninguna afiliación religiosa] ni exevangélicos.

De hecho, muchos todavía se identifican como cristianos nacidos de nuevo con creencias cristianas perfectamente ortodoxas, según explican Davis y Michael Graham en su nuevo libro The Great Dechurching. Estos cristianos creen en la Trinidad, la expiación y la realidad de Jesús como su Salvador personal. [Enlaces en inglés].

Simplemente no van a la iglesia.

Podría ser fácil imaginar que los millones de personas que han abandonado la iglesia son una aberración cuyas identidades evangélicas resultan de algún modo sospechosas. A lo mejor no entienden realmente de qué se trata la fe cristiana, podríamos pensar.

Pero, ¿qué pasa si el propio Evangelicalismo es en parte culpable? ¿Qué pasa si el problema con los evangélicos que no asisten a la iglesia no es su comprensión errónea de la fe, sino más bien la propia falta de énfasis en la iglesia por parte de la teología evangélica?

En relación con otras formas de cristianismo, los evangélicos históricamente han mantenido una visión bastante baja de la Iglesia, en comparación con su visión elevada de la relación individual del creyente con Dios.

Mientras que los católicos durante siglos insistieron en que «no hay salvación fuera de la iglesia», los evangélicos tradicionalmente han insistido en que la salvación de una persona no tiene nada que ver con la afiliación a la iglesia o el sacramento de la iglesia. Mientras que algunos protestantes, como los luteranos y los anglicanos, han reservado un papel para el sacramento del bautismo en la salvación, muchos evangélicos han evitado esta teología sacramental.

El evangelicalismo estadounidense nació en avivamientos al aire libre que tuvieron lugar en el siglo XVIII, mismos que denunciaron a los ministros inconversos y llamaron a la gente a experimentar al Espíritu Santo y el don de la salvación fuera de los muros de la iglesia. El evangelista anglicano George Whitefield ministró a miles de personas al aire libre y tenía poca conexión con cualquier denominación establecida.

Whitefield no estaba solo. Aunque los evangelistas del Primer Gran Avivamiento fueron a menudo ministros ordenados (como lo fue Whitefield), su mensaje individualista de salvación personal trascendió y desafió las fronteras denominacionales, enfatizando una relación personal con Dios que no estaba mediada por la iglesia o el credo.

De manera similar, en el siglo XIX, la predicación de avivamiento continuó siendo impartida por evangelistas itinerantes, algunos de los cuales despreciaban abiertamente los ordenamientos de sus denominaciones, o bien, tenían una relación débil con la iglesia establecida.

Barton W. Stone, pastor de la Iglesia Presbiteriana Cane Ridge, donde comenzó el Segundo Gran Avivamiento, dejó su denominación presbiteriana después del avivamiento. Se lanzó por su cuenta, decidido a recuperar el cristianismo del Nuevo Testamento sin la carga de la supervisión denominacional o del credo aceptado.

Charles Finney, el evangelista más famoso del Segundo Gran Avivamiento pasó de iglesia en iglesia en una serie de pastorados que cruzaron líneas denominacionales para encontrar una iglesia que encajara bien con sus «nuevas medidas» y su teología arminiana.

Pero al menos los evangelistas del siglo XIX asistían regularmente a una iglesia local, a pesar de su incomodidad con las limitaciones denominacionales. Ese no fue el caso de muchos líderes evangélicos estadounidenses en el siglo XX.

Algunos se dieron cuenta de que a menudo podían alcanzar a los perdidos de manera más efectiva a través de ministerios paraeclesiásticos que a través de la iglesia local.

El más famoso de estos ministros paraeclesiásticos fue Billy Graham, cuyo ministerio de predicación internacional trascendió las líneas denominacionales. Graham animó a su audiencia a unirse a una iglesia local, pero su propia membresía estaba en una iglesia en Dallas, a casi mil millas de su casa en Montreat, Carolina del Norte.

Asistía con frecuencia a otras iglesias, especialmente a la congregación presbiteriana de la que era miembro su esposa, Ruth Bell, pero rara vez visitaba la de Dallas, de la que fue miembro durante 54 años.

«Si yo perteneciera a una iglesia bautista en mi vecindario [en Carolina del Norte], continuamente me pedirían que trabajara en los asuntos de la iglesia», explicó Graham. «Cuando estoy en casa asisto a la iglesia presbiteriana de mi esposa y, naturalmente, no me piden que haga nada».

Otros líderes evangélicos paraeclesiásticos de esa época expresaron incluso menos interés en asistir y servir activamente en una iglesia local.

Pat Robertson, el locutor de televisión que fundó la Regent University y la Christian Coalition, fue un ministro ordenado bautista del sur. Sin embargo, casi nunca asistió a la iglesia durante el apogeo de su carrera en los años 1980 y principios de los 1990. «Es aburrida», le dijo una vez a un periodista, cuando le preguntaron por qué no asistía a la congregación bautista de la que era miembro. «Nunca disfruté ir ahí».

Robertson creía firmemente en la importancia de la devoción cristiana, leía la Biblia durante una hora todos los días y pasaba mucho tiempo en oración. Pero, en su opinión, la asistencia a la iglesia era opcional.

Hoy en día, algunos evangélicos están poniendo un énfasis renovado en la importancia de la iglesia. Pastores como David Platt y Mark Dever, por ejemplo, insisten en que cada creyente es responsable de convertirse en miembro activo de una iglesia local.

Los evangélicos están leyendo de nuevo textos clásicos sobre el valor de la comunidad cristiana, como Life Together de Dietrich Bonhoeffer, y están escribiendo nuevos libros sobre el tema, como Rediscover Church: Why the Body of Christ Is Essential de Collin Hansen y Jonathan Leeman.

A medida que ir a la iglesia se vuelve más contracultural y menos conveniente en nuestro mundo frenético, estos mensajes son necesarios más que nunca. Como explica Bonnie Kristian, muchos creyentes carecen de un compromiso fundamental con la iglesia, es decir, la convicción de que «la participación rutinaria en la vida cristiana comunitaria es el lugar principal donde tiene lugar nuestra adoración y discipulado».

Pero para lograr que la gente regrese a los bancos, los evangélicos necesitan redescubrir una teología convincente sobre la iglesia, necesitan establecer una respuesta específicamente evangélica a la pregunta «¿Por qué la iglesia?» [enlace en español].

La razón de la existencia de la iglesia no puede ser simplemente la evangelización, ya que los ministerios paraeclesiásticos y los equipos misioneros suelen ser más eficaces en eso. No puede ser simplemente predicar la palabra de Dios, ya que algunas de las mejores predicaciones evangélicas a menudo han ocurrido en servicios de avivamiento no denominacionales y conferencias ministeriales paraeclesiásticas.

Si, la iglesia es la novia de Cristo, a quien Jesús redimió con su sangre, sabemos que es vital. Pero, ¿por qué?

Una respuesta evangélica es que la iglesia existe como una expresión local de la familia de Dios y es el plan de Jesús para entrenar a sus discípulos a amarse unos a otros y llegar a ser más como Él.

El amor no se puede practicar eficazmente en soledad. Podemos orar y leer la Biblia solos. Pero no podemos practicar el amor a otras personas si no tenemos una relación con ellas.

Pablo escribió el capítulo 13 de 1 Corintios a toda una congregación, no a un cristiano solo que vivía aislado. Hubo momentos en la vida de Pablo en los que estuvo aislado de la comunidad de creyentes y no pudo adorar con otros, como cuando estuvo en prisión. Pero incluso en aislamiento, oró fervientemente por otros discípulos y anhelaba reunirse con ellos.

No se pueden leer los primeros capítulos de 1 Tesalonicenses sin darse cuenta de que Pablo era un hombre que anhelaba intensamente estar con otros creyentes, orar con ellos y compartir sus alegrías y tristezas en su caminar con el Señor.

Como bien han señalado los evangélicos, el Espíritu de Dios y el don de la salvación no están definidos por los muros de la iglesia. Pero sin una comunidad corpórea de creyentes, nuestra capacidad para aprender a amar a otros seguidores de Jesús es limitada. Nos vemos obstaculizados en nuestra capacidad de experimentar la unidad con otros cristianos, unidad por la que Jesús oró justo antes de su crucifixión. Y es menos probable que experimentemos las bendiciones que conlleva ser parte de una expresión local de la Esposa de Jesús.

El evangelicalismo estadounidense primitivo puede haber sido una reacción contra los ministros inconversos y las iglesias espiritualmente muertas, pero nunca debió convertirse en un movimiento contra la iglesia misma. Y tal vez ahora, en medio de una salida masiva de la Iglesia, podamos redescubrir una teología evangélica sólida de la misma.

Daniel K. Williams es un historiador en la Universidad de Ashland y autor de The Politics of the Cross: A Christian Alternative to Partisanship.

Traducción por Sergio Salazar.

Edición en español por Livia Giselle Seidel.

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Mi amigo pastor coincide con la política fronteriza de Trump. También brinda refugio a los migrantes

Es políticamente conveniente tratar a los migrantes como «invasores». Pero aquí, en el oeste de Texas, la realidad es más complicada.

En El Paso, Texas, migrantes recién llegados desde Centroamérica hacen cola para recibir la cena en un refugio administrado por una iglesia.

En El Paso, Texas, migrantes recién llegados desde Centroamérica hacen cola para recibir la cena en un refugio administrado por una iglesia.

Christianity Today August 31, 2023
Mario Tama / Getty

«¿Sabes de algún trabajo para gente como yo?», pregunta Doris*, tecleando la frase en español en la aplicación de traducción de su teléfono.

[Las personas mencionadas en este artículo solicitaron que se protegiera su identidad y aceptaron que se usara solo la primera letra de su nombre. Para facilitar la lectura, se hará uso de nombres cambiados que comiencen con la misma letra.]

Gente como ella. Doris es venezolana, una de los millones de migrantes que han llegado a la frontera sur de Estados Unidos en los últimos años. Llegó con su marido tras un peligroso viaje, desesperada por que sus hijos tuvieran una oportunidad de tener el tipo de vida que yo doy por sentada para mi familia: comida todos los días, educación, electricidad y atención médica. Y ahora está sentada frente a mí en la mesa de mi cocina.

La conocí hace unos meses, poco después de que llegara a la ciudad. Un amigo mío, el pastor Eduardo*, acogía a inmigrantes en su iglesia, una congregación evangélica de Midland, Texas, en la que se habla inglés y español. El pastor Eduardo me contó que los migrantes acogidos por su iglesia habían recibido permiso del gobierno de Estados Unidos para entrar al país y solicitar asilo, pero que normalmente tienen que esperar seis meses o más para obtener un permiso de trabajo.

Mientras esperan, el pastor Eduardo, su esposa y su congregación proporcionan alojamiento y comida a algunos de los inmigrantes que carecen de otros contactos en Estados Unidos, y también les ayudan a encontrar trabajos remunerados con personas confiables para que los traten con justicia.

Escribo la siguiente pregunta para Doris en la aplicación de traducción de mi teléfono, aunque ya sé la respuesta: «¿Tienes permiso para trabajar aquí?». Ella niega con la cabeza. Hasta ahora, todos los inmigrantes a cargo del pastor Eduardo siguen esperando el permiso de trabajo.

Reflexiono sobre su primera pregunta: ¿Sabes de algún trabajo para gente como yo? Sabría cómo ayudar a Doris a encontrar un pediatra o a matricular a su hijo en la escuela. Podría ayudarla a encontrar un profesor de matemáticas o un agente inmobiliario. Pero aunque vivimos en la misma ciudad, vivimos en dos mundos diferentes. Y no sé cómo ayudarla a encontrar un trabajo regular, justo y seguro en el mundo que ella habita.

«Soy bendecida», empiezo a escribir, con mi lenguaje cristiano evangélico burbujeando por reflejo. Pero la palabra se ve sucia en mi pantalla. He escuchado a Doris cantar himnos en español. ¿Es la bendición de Dios la que nos ha puesto a cada una en nuestros respectivos lugares? Retrocedo e intento ser más precisa.

«Soy afortunada», corrijo. «Afortunada», digo en español. «Como nací aquí, no tengo experiencia en encontrar trabajos que no requieran un permiso legal, y no sé muy bien cómo ayudar».

Mientras le acerco el teléfono para mostrarle mi explicación en español, aparece un mensaje. Es un anuncio de campaña política: «Carrie, soy Amber, de Texans for Strong Borders. Texas se enfrenta a una invasión debido a la negativa de la administración Biden a asegurar la frontera».

Una invasión de gente como Doris.

Territorio en disputa. Ahí es donde a veces siento que vivo como seguidora de Cristo, en un lugar saturado tanto de cristianismo cultural como de verdadera y profunda fe en Jesús. En el oeste de Texas, como en gran parte de Estados Unidos, la inclinación política es predecible por el código postal, y las preferencias políticas pueden venir empaquetadas junto con la pertenencia a una iglesia. Puede ser fácil olvidar o ignorar la tensión de los valores en conflicto, incluso cuando la lealtad nacional consume lentamente la lealtad al Reino.

Al igual que yo, el pastor Eduardo nació y se crió en el oeste de Texas; sin embargo, la vida de su familia siempre ha serpenteado de un lado a otro de la frontera con la lánguida facilidad del propio Río Grande. Políticamente conservador, Eduardo es tan republicano de pura cepa como cualquier tejano del oeste. Es capaz de argumentar de forma convincente por qué la inmigración debería reducirse drásticamente y la frontera debería ser más segura.

Y aunque a Eduardo no le gusta la aspereza del expresidente Donald Trump, aprecia su dura postura sobre la inmigración, misma que considera más humana que las políticas de la administración Biden, que dan una bienvenida parcial, pero hacen casi imposible inmigrar de forma segura y legal.

En algún momento de nuestras vidas, Eduardo y yo compartimos una cómoda certeza en el famoso estribillo republicano: «Apoyo la inmigración, pero tienen que entrar legalmente». Parecía trazar una línea de demarcación clara e incluso moral a través de la crisis fronteriza con la precisión de un topógrafo. Blanco y negro. Lo correcto y lo incorrecto. Nosotros y ellos.

Pero ahora que los inmigrantes se sientan a la mesa de nuestra cocina, ambos hemos aprendido que es más complicado que eso. Algunos inmigrantes que Eduardo conoce obtuvieron permiso para entrar en Estados Unidos hace más de dos años y siguen esperando permisos de trabajo.

«Tienen que crear una subcultura para sobrevivir», me dice, describiendo la servidumbre moderna en la que están atrapados algunos inmigrantes. Las palabras de Eduardo penden entre nosotros, porque ambos sabemos que correríamos los mismos riesgos si eso fuera necesario para alimentar a nuestras propias familias.

«La inmigración nunca se ha abordado. Republicanos y demócratas no quieren tocar el tema», me dijo Eduardo, compartiendo que sus frustraciones políticas van en ambas direcciones. De hecho, la labor de ayuda que está llevando a cabo cruza suficientes zonas legales grises como para que los abogados nos aconsejaran a mí y a los editores de CT que mantuviéramos en el anonimato la identidad de Eduardo para protegerlo de posibles repercusiones legales.

El hecho de que un ministerio eclesiástico que ayuda a inmigrantes legales sea motivo de preocupación revela el cruel absurdo del actual proceso de asilo, mismo que muchos inmigrantes persiguen porque es la única vía de inmigración lícita y ampliamente disponible para trabajadores no calificados sin familia en Estados Unidos: permitimos que los inmigrantes entren en el país, pero no les damos permiso para trabajar.

Este limbo legal expone a los inmigrantes a peligros reales, como el tráfico de personas y los abusos laborales. Y al mismo tiempo, los obliga a navegar por un proceso de inmigración ineficaz y a menudo inexplicable, a pesar de que normalmente no hablan inglés, no pueden pagar un abogado, y es posible que ni siquiera sepan leer y escribir.

En lugar de abordar los problemas sistémicos de nuestras políticas de inmigración, los políticos de ambos bandos utilizan a los inmigrantes como forraje político, sin hacer nada por cuidar de estos portadores de la imagen de Dios. La dura realidad es esta: vivimos en un sistema en el que dependemos de la mano de obra ilegal y, sin embargo, demonizamos a quienes la proporcionan. Para tranquilizar nuestras conciencias, fingimos no ver, pasando por el otro lado del camino (Lucas 10:25–37).

El pastor Eduardo ahora ve a los inmigrantes de nuestra ciudad, y se ha comprometido a ayudarles, aunque este acto de lealtad al Reino sea también desobediencia civil. Sin embargo, como él mismo admite, pasó años ignorando a los inmigrantes que pasan por el oeste de Texas, confiado en su política y ocupado en su ministerio.

Entonces, el otoño pasado, Eduardo conducía por Ciudad Juárez, la ciudad mexicana vecina a El Paso, al otro lado del Río Grande, donde ayuda a pastorear otras tres iglesias. Junto al río, se encontró con un gran campamento de inmigrantes. A pocas manzanas del final de la línea de ferrocarril que muchos de ellos recorrieron en dirección hacia el norte, habían reclamado un estrecho trozo de grava entre el agua y una concurrida carretera mexicana. Al otro lado del río se divisaba el moderno perfil de El Paso; cerca, pero imposiblemente lejos de las improvisadas tiendas de lona y cartón de los inmigrantes. Sobre el campamento ondeaba una bandera venezolana.

Normalmente, habría pasado de largo. Pero esta vez, Eduardo se detuvo y se encontró a sí mismo preguntándole a Dios: ¿Cuál es nuestra parte en ayudarles? ¿Cómo nos has llamado para marcar la diferencia? Volvió a su casa en Midland y, durante las dos semanas siguientes, se despertó todas las noches entre las 3 y las 4 de la madrugada tras soñar con ovejas y cabras, migrantes, y el Pastor que protege y clasifica.

Cada noche, se despertaba con las palabras de Mateo 25:35–36 en su mente: «Porque tuve hambre y ustedes me dieron de comer; tuve sed y me dieron de beber; fui forastero y me dieron alojamiento; necesité ropa y me vistieron; estuve enfermo y me atendieron; estuve en la cárcel y me visitaron».

Cada noche, intentaba volver a dormirse con una clara instrucción de Dios reverberando en la quietud: No me preguntes por qué vinieron; pregúntame qué hacer ahora que están aquí.

Eduardo estaba cada vez más convencido de que «la Iglesia había quitado la mirada de lo realmente necesario», dijo. De que él había quitado la mirada de lo realmente necesario. «Nos habíamos vuelto tan metódicos en nuestra forma de hacer las cosas para Dios que habíamos perdido de vista su corazón por los que realmente lo necesitan».

Sus opiniones políticas sobre la inmigración siguen siendo las mismas. Pero el corazón de Eduardo ha cambiado. «Dios me dijo: “Quiero que seas mis manos. Mis pies. Mi boca. Mis ojos. Quiero que los ames. Que los abraces. Hazles sentir que tienen un refugio, una familia y un lugar donde aprender sobre mí”».

Con sus congregaciones asociadas en México y sus pastores, Eduardo pronto construyó un refugio en un edificio vacío cerca del campamento. Algunos miembros de la iglesia se ofrecieron para limpiar. Otros para cocinar. El primer día sirvieron espagueti a casi 300 migrantes y desde entonces han servido una comida cada día.

En una semana, los equipos de las iglesias instalaron cinco lavabos con agua potable fuera del edificio, dando a los migrantes un lugar donde bañar a sus bebés, lavarse las manos y cepillarse los dientes. En diez días, las iglesias construyeron duchas y baños; aunque los migrantes seguían viviendo en tiendas de campaña, eran menos los que tenían que defecar al aire libre.

A medida que el clima se volvía más frío, los voluntarios de las iglesias empujaban las mesas y sillas contra las paredes por la noche, llevando a unas 20 personas a dormir dentro a fin de protegerlas del frío. Cuando el gobierno mexicano empezó a tomar medidas enérgicas contra los migrantes que dormían al aire libre, renovaron una parte del edificio donde el tejado se había derrumbado para que más personas pudieran pasar la noche en el interior. Designaron espacios para mujeres solas y niños, familias, y hombres solos. Ahora, el edificio funciona como centro de día para cientos de personas, y como dormitorio para unas 130 personas cada noche.

En los primeros cuatro meses, el pastor Eduardo calcula que pasaron por su refugio casi 15 000 inmigrantes de Venezuela, Nicaragua, Honduras, Guatemala e incluso de países africanos. Y cuando algunos inmigrantes obtuvieron permiso para entrar en Estados Unidos pero no tenían adónde ir tras cruzar la frontera, Eduardo convirtió su iglesia de Midland en otro refugio: extendió colchones inflables en el piso de los salones de la escuela dominical, añadió una ducha a los baños existentes, preparó comidas en la cocina de la iglesia, e intentó ayudar a los inmigrantes a encontrar trabajo. Así conocí a Doris.

«Dudo si es el deber de cualquier persona privada fijar su mente en males que no puede evitar», escribió una vez C.S. Lewis. «Esto puede convertirse incluso en una evasión de las obras de caridad que realmente podemos hacer por aquellos a quienes conocemos».

El poder político de que disponen los cristianos estadounidenses hace que este sea un consejo difícil de seguir. Especialmente en posiciones de liderazgo o influencia, es fácil fijar nuestras mentes en males que no podemos evitar, marcar las plataformas políticas con un sello divino de aprobación y dejar que nuestro politiqueo sustituya —en lugar de complementar— nuestras responsabilidades cristianas concretas. Lo he lamentado muchas veces, especialmente en cuestiones como la inmigración, que parecen totalmente inextricables en la esfera política, pero que pueden abordarse de forma tangible en nuestras comunidades locales.

Pero hay un camino diferente, uno que he visto recorrer al pastor Eduardo este último año. Lo he visto bajar por la escalera del poder en lugar de subirla; lo he visto cambiar su certeza política por una humildad arrepentida; lo he visto amar a sus vecinos en lugar de desear que no estuvieran aquí. En lugar de afinar su postura personal sobre la política de inmigración de Estados Unidos, Eduardo se enfrenta a una cuestión más profunda y complicada: ¿Qué me pide el amor que haga?

Esto no significa que esté contento con nuestra política de inmigración —no lo está— ni que quiera fronteras abiertas —no las quiere—. Pero Eduardo ha llegado a comprender que esas preguntas no son su principal preocupación. Tampoco lo son para mí y, muy probablemente, no deberían serlo para usted. La mayoría de nosotros nunca estaremos en posición de dirigir la política de inmigración de Estados Unidos. Pero sí tendremos oportunidades de amar bien a nuestro prójimo.

En su boletín de despedida para The New York Times, la colaboradora de CT Tish Harrison Warren observaba que todos tenemos tendencia a «dar prioridad a lo lejano sobre lo próximo y a lo grande sobre lo pequeño. Podemos intentar tener todas las opiniones políticas correctas y aun así no amar realmente a nuestros vecinos reales: los que están a nuestro alrededor, en nuestras casas, en nuestros lugares de trabajo o en nuestros barrios».

Cuando nos ocupamos de debates políticos que no podemos resolver y reducimos el llamado de carne y hueso a amar al prójimo a un mero ejercicio filosófico, convertimos nuestras vidas, como escribió Warren, en una «abstracción»: una existencia digitalizada, aislada y deshumanizada. La encarnación de Jesús es diferente. Como dice Eugene Peterson en su versión de Juan 1:14: «La Palabra se hizo carne y sangre, y se trasladó al barrio».

Este es el camino también para nosotros. Debemos abrazar, como concluye Warren, las «realidades encarnadas, complicadas y tocables que nos rodean en nuestros barrios, iglesias, amistades y familias». Eso es lo que hizo el pastor Eduardo y, en el proceso, abrió las puertas para que los que estábamos a su alrededor batalláramos con la misma realidad complicada, a veces en nuestras propias mesas de cocina.

Es fácil etiquetar a Doris de «invasora» al enviar mensajes de texto robotizado para una campaña política. No es tan fácil cuando estás sentado frente a ella, observando cómo se masajea las sienes y descansa los ojos. En ese momento, no sé cómo reformar la ley de inmigración estadounidense. Pero sí sé que ella parece más una hermana que una amenaza.

*Nombres cambiados por motivos de privacidad.

Carrie McKean es una escritora que vive en el oeste de Texas, cuyo trabajo ha sido publicado en The New York Times, The Atlantic y Texas Monthly Magazine.

Traducción y edición en español por Livia Giselle Seidel.

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Books
Review

La manera en que los primeros estadounidenses leyeron la Biblia casi destruye su país

Mark Noll examina los efectos de haber leído las Escrituras bajo el enfoque de «primero la independencia».

Christianity Today August 30, 2023
Ilustración por Christianity Today / Fuente: WikiMedia Commons

Thomas Paine arrojó tinta empapada en gasolina sobre el espíritu ardiente de la independencia estadounidense al publicar su folleto Sentido común seis meses antes de la Declaración de Independencia en 1776. Tras la independencia del rey Jorge III, Paine afirmó: «El nacimiento de un nuevo mundo se acerca».

America's Book: The Rise and Decline of a Bible Civilization, 1794-1911

Este nuevo mundo nacería libre de un rey. Citando el Evangelio de Mateo, el Libro de los Jueces y 1 Samuel 8 (donde Israel exige ser gobernado por reyes como las otras naciones), Paine argumentó que «el Todopoderoso ha presentado aquí su protesta contra el gobierno monárquico». Common Sense fue un enorme éxito: logró vender más de 100 000 copias en apenas unos meses. El resto de la historia sobre 1776 es bien conocido: Estados Unidos hizo eco del llamado de Paine y proclamó su independencia.

Dieciocho años después, Paine escribió más consejos para sus devotos lectores. En 1794, publicó la primera de tres partes de La edad de la razón, en la que pregonaba sus creencias deístas sobre la Biblia. También fue un éxito de ventas inmediato. Paine declaró en la primera página: «Creo en un solo Dios, y nada más». Añadió: «No creo en… ninguna iglesia que yo conozca. Mi propia mente es mi propia iglesia… [Las iglesias son] invenciones humanas creadas para aterrorizar y esclavizar a la humanidad, así como para monopolizar el poder y las ganancias». Paine diseccionó la Biblia, libro por libro, y concluyó: «No escudriñéis el libro llamado Escritura, que cualquier mano humana podría hacer, sino la Escritura llamada Creación».

Como explica Mark Noll en America’s Book: The Rise and Decline of a Bible Civilization, 1794–1911, figuras como Paine fueron fundamentales al dar forma al compromiso de Estados Unidos con la independencia, lo que a su vez dio forma a la manera en que sus habitantes se relacionaron con la Biblia. En la mente de Paine, y en la mente de muchos de sus contemporáneos, los estadounidenses tenían derecho a usar la Biblia como quisieran, siempre y cuando no mordieran la mano que los alimentaba con su libertad, es decir, la independencia.

Una herramienta para guiar a ciudadanos independientes

Noll es un destacado historiador del cristianismo estadounidense que pasó 27 años en Wheaton College antes de terminar su carrera en la Universidad de Notre Dame. America’s Book es una continuación de su publicación de 2016 In the Beginning Was the Word: The Bible in American Public Life, 1492–1783, que examinó el impacto de la Biblia en la política estadounidense desde Cristóbal Colón hasta la firma del Tratado de París. America’s Book desarrolla varios temas explorados en el trabajo anterior de Noll: la influencia de Paine, el predominio de la Biblia King James, la tendencia de los estadounidenses a imaginarse a sí mismos como un tipo de Israel, su hábito de utilizar las Escrituras para apoyar los principios republicanos y democráticos, y la intersección de la esclavitud con todo esto y más.

Noll organiza sus 30 capítulos en seis partes. La primera parte sienta las bases para ayudar a los lectores a comprender el primero de los dos argumentos principales de Noll: el compromiso de Estados Unidos con la independencia dio forma a cómo los estadounidenses utilizaron la Biblia desde el principio.

¿Cómo se gobierna una nación de ciudadanos libres e independientes? Noll explica que parte de la respuesta está en la «confianza voluntaria en las Escrituras», con especial énfasis en «voluntaria». Agrega: «Si bien las Escrituras siguieron siendo indispensables para la religión personal y el orden de la iglesia, también se convirtieron en la herramienta para garantizar el bienestar de un pueblo libre en una sociedad libre». En los primeros años de Estados Unidos, la Biblia era una herramienta para guiar a ciudadanos independientes. Noll cita a uno de los primeros historiadores de la Biblia en Estados Unidos, quien escribió en 1844: «Nada más que la Biblia puede convertir a los hombres en sujetos de la ley por voluntad propia; primero deben consentir con su sumisión al gobierno de Dios antes de que puedan rendir una obediencia voluntaria a los requisitos de los gobiernos humanos».

La segunda parte muestra cómo la Biblia apareció prácticamente en todas partes en la nueva república. Los pueblos, las montañas y los niños estadounidenses recibieron nombres bíblicos y, a menudo, del Antiguo Testamento, a fin de acoger la idea de Estados Unidos como un nuevo Israel. Mientras tanto, una asombrosa cantidad de Biblias King James llenaron las iglesias y los hogares, con la ayuda de la creación de la Sociedad Bíblica Estadounidense.

El segundo argumento principal de Noll surge en la tercera y cuarta partes del libro: el enfoque de acercamiento a la Biblia que priorizaba la independencia, que usaba los pasajes de las Escrituras como prueba, y el razonamiento que proclamaba «solo la Biblia» terminó fracturando a Estados Unidos cuando sus políticos, pastores y ciudadanos no pudieron ponerse de acuerdo sobre lo que la Biblia enseña acerca de la esclavitud. Estas fracturas se hicieron evidentes en el Compromiso de Missouri (1820), el intento de levantamiento de Denmark Vesey (1822), la revista Liberator de William Lloyd Garrison que hacía un llamado a la emancipación inmediata (1831), la revuelta de esclavos de Nat Turner (1831) y las rupturas entre metodistas y bautistas del norte y del sur (1845). La interpretación independiente de la Biblia permitió la reinterpretación de John Smith en El Libro de Mormón (1830), los cálculos del momento del regreso de Cristo basados en la Biblia del Movimiento Millerita (1843) y nuevos puntos de vista sobre los derechos de la mujer.

El clímax del libro llega cuando Noll muestra que el fracaso de Estados Unidos en ponerse de acuerdo sobre lo que la Biblia enseña sobre la esclavitud fracturó a la nación por completo en la Guerra Civil. Como explica Noll, «cuando los argumentos sobre las Escrituras y la esclavitud sacaron a la luz opiniones contradictorias sobre lo que revelaba el sentido común, la teología protestante estadounidense comenzó a dividirse, como sigue estando dividida hasta el día de hoy».

Noll proporciona detalles exhaustivos de las lecturas de la Biblia usadas para presentar argumentos a favor y en contra de la esclavitud. Admite que incluso cambió de opinión con respecto a qué lado proporcionaba argumentos más fuertes en esa época. En su libro de 2006 The Civil War as a Theological Crisis, Noll había sostenido que la postura a favor de la esclavitud ganó un mayor apoyo debido a su simplicidad. Su libro actual examina de nuevo evidencia previa y hace uso de nuevos materiales, cuyo peso lo convenció de que el argumento antiesclavista debería haber sido suficiente para triunfar.

Admiro que Noll, como académico de alto nivel, haya estado dispuesto a reconsiderar la evidencia y revertir su conclusión anterior. Y hace bien en especificar lo que podría haberles dicho a los intérpretes de la Biblia del Antebellum con respecto a la esclavitud, explicando «cuál podría haber sido el arma más fuerte en su arsenal»: si «los estadounidenses afirmaban seguir solo la Biblia, o incluso la Biblia como el principal testigo junto con otras autoridades, y las Escrituras casi no contenían ejemplos de esclavos africanos, y ninguna directriz creíble de que solo los africanos deberían ser esclavizados, los argumentos a favor de la esclavitud no deberían haber disfrutado de la importancia que obviamente disfrutaron».

Influencia decreciente

Las dos partes finales del libro (5 y 6) documentan el lugar que tuvo la Biblia en los 50 años posteriores a la Guerra Civil. Noll argumenta que el lugar o estatus de la Biblia declinó en Estados Unidos porque los protestantes blancos «crearon una percepción popular de que la religión no tenía nada confiable o coherente que decir sobre el mayor problema estadounidense del siglo XIX», es decir, la esclavitud. Cerca de los albores del siglo XX, mientras algunos protestantes insistían en la naturaleza infalible de la Biblia como punto de partida hermenéutico, cada vez menos estadounidenses escuchaban. Entre el aumento de la inmigración de grupos no protestantes y la catástrofe de la Guerra Civil, Noll escribe: «Los protestantes blancos de habla inglesa ya no controlaban el espacio público».

En 1911, se celebró el 300 aniversario de la creación de la Biblia King James en Londres, Nueva York y Chicago. Las conmemoraciones incluyeron comentarios del primer ministro británico, los embajadores nacionales, el presidente William Howard Taft y el rey Jorge V. Al echar la vista atrás, sus palabras funcionaron como elogios por el papel destacado que la Biblia desempeñó una vez en Inglaterra y Estados Unidos. Noll cree que cerca del comienzo del siglo XX, «un gran número también se alejó por completo de la guía religiosa a favor de las autoridades sociales o la preocupación total por la vida en este mundo».

Hay muchos temas de reflexión en el carnoso libro de Noll de más de 800 páginas. Mientras lo leía, formulé tres preguntas que espero que los escritos futuros de Noll puedan discutir, o bien, inspirar a otros a responder.

Noll argumenta correctamente que los estadounidenses formularon sus argumentos, buenos y malos, «no porque fueran estúpidos, sino porque vivían con un universo diferente de suposiciones». Entonces, primero pregunto: ¿cómo pueden los estadounidenses ser más conscientes de cómo nuestras suposiciones actuales sobre la democracia y la independencia influyen en la forma en que usamos e interpretamos nuestras Biblias? Segundo, ¿cómo podría una nueva generación de estadounidenses cultivar la virtud cristiana si la historia nos ha demostrado que es poco probable que lleguemos a un consenso sobre la interpretación de las Escrituras? Y tercero, ¿podría Noll continuar su proyecto en un tercer libro que comience después de 1911 para ayudarnos a comprender el enfoque con el que los estadounidenses se han acercado a la Biblia en el último siglo? Espero que lo haga.

Sean McGever es director de área de Young Life en Paradise Valley, Arizona, y profesor adjunto en Grand Canyon University. Brinda conferencias, enseña y ministra en los Estados Unidos, Canadá y el Reino Unido. Sus libros incluyen Born Again: The Evangelical Theology of Conversion in John Wesley and George Whitefield.

Traducción por Sergio Salazar.

Edición en español por Livia Giselle Seidel.

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Theology

Los teólogos occidentales necesitan a los no occidentales, y viceversa

Las particularidades de cada cultura pueden ayudar a comprender y proclamar mejor el Evangelio.

Christianity Today August 26, 2023
Ilustración por Christianity Today / Source Images: Unsplash

El crecimiento mundial del cristianismo ha dado lugar al florecimiento de perspectivas teológicas. Sin embargo, muchos teólogos occidentales están poco familiarizados con los teólogos que trabajan en contextos no occidentales. Stephen T. Pardue, profesor de Asia Graduate School of Theology, aborda este problema en su nuevo libro Why Evangelical Theology Needs the Global Church. J. Nelson Jennings, editor de la revista Global Missiology, habló con Pardue sobre las bendiciones de colaborar con teólogos del mundo mayoritario.

Why Evangelical Theology Needs the Global Church

Why Evangelical Theology Needs the Global Church

208 pages

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Usted creció en Estados Unidos, pero ha pasado muchos años viviendo y dando clases en Filipinas. ¿Cómo ha influido ese contexto en su forma de pensar sobre la teología y la Iglesia mundial?

Como la mayoría de las personas culturalmente híbridas, no podría desenredar los entresijos de cómo he sido formado. Un gozo al escribir el libro fue poder reflexionar sobre estas complejas realidades, que a menudo se ignoran o se sobresimplifican en los libros de teología. En mi libro, intento ir más allá de estos reduccionismos; por ejemplo, hablar de teologías «orientales» y «occidentales», como si todos los teólogos de estas categorías pensaran igual. Espero que los lectores se sientan invitados a considerar cómo la pluralidad cultural del pueblo de Dios nos ayuda a escuchar más plenamente las Buenas Nuevas.

Citando el título de su libro, ¿por qué la teología evangélica necesita a la Iglesia mundial?

Necesitamos la aportación de toda la Iglesia para prosperar. Esto significa no limitarse a celebrar la creciente diversidad de la Iglesia por vagas razones de cortesía o corrección política, sino desarrollar un marco coherente sobre cómo la cultura puede informar nuestra teología sin socavar su enfoque principal: el Dios trino revelado en las Escrituras.

Uno de mis grandes temas es que las partes «más jóvenes» de la Iglesia del mundo mayoritario constituyen un recurso teológico que no ha sido valorado lo suficiente. Al mismo tiempo, el objetivo no debería ser simplemente invertir el desequilibrio e ignorar las contribuciones de las iglesias norteamericanas o europeas.

Podemos profundizar en nuestra perspectiva teológica prestando atención a la apasionante labor que se está llevando a cabo en las iglesias del mundo mayoritario, reconociendo al mismo tiempo que necesitamos a todo el cuerpo de Cristo: al este, al oeste, al norte y al sur. Y lo que es más importante: esto incluye prestar atención no solo a todas las iglesias de hoy, sino también aprender de los cristianos de generaciones anteriores.

Usted sostiene que la teología siempre surge dentro de un contexto cultural determinado. ¿Cómo concilia esta creencia con la profesión de fe evangélica de la naturaleza eterna e inmutable de Dios?

Los evangélicos tienen razón al asegurar que hacer teología implica escuchar la voz de Dios: algo fuera de nosotros que nos habla. El problema es que hemos utilizado esta convicción como licencia para restar importancia a la influencia de la cultura y el lenguaje en la reflexión teológica. Tendemos a dejar de lado la cultura y reservarla para el final del proceso teológico, por así decirlo. Hemos destilado varias «verdades intemporales» y ahora tenemos que expresarlas de formas culturalmente comprensibles.

Sin embargo, esta no es la estrategia de Dios para comunicarse con nosotros, ya que esta incorpora los medios, el lenguaje y las prácticas adoptadas de la antigua cultura grecorromana y del Oriente Próximo. Tenemos el mandato divino de hacer que el Evangelio se sienta como en casa en todas las culturas, y eso implica no solo traducirlo bien, sino también reconocer cómo la cultura puede ayudarnos (y potencialmente perjudicarnos) en este proceso.

En las conversaciones actuales sobre la relación entre la teología evangélica y la cultura, se oyen ecos de conversaciones anteriores sobre la teología evangélica y la tradición de la Iglesia. ¿En qué sentido siguen estas conversaciones trayectorias similares?

Hace unas décadas, la mayoría de los evangélicos no consideraban la tradición de la Iglesia como un recurso teológico. Había libros de texto que apenas hacían referencia a lo que creían los cristianos de generaciones anteriores. Pero más recientemente, los teólogos evangélicos han llegado a abrazar la tradición como un recurso crucial para abordar las cuestiones teológicas a las que nos enfrentamos hoy.

Creo que estamos al principio de algo similar con la cultura. Durante décadas, algunos evangélicos negaron que la cultura tuviera un papel formativo en el proceso teológico. Pero, cada vez más, los teólogos son conscientes de que la cultura importa. Es ineludible. Al igual que con la tradición, deberíamos ser más intencionales a la hora de implicarla [en la teología] con sabiduría.

El libro menciona que Dios «incluso [ha estado] dispuesto a arriesgarse a la confusión y el sincretismo», habiéndose «movido primero a aceptar los riesgos de una implicación cultural profunda». ¿Qué quiere decir con esto?

Para aclarar: no creo que sean riesgos desde la perspectiva de la soberanía de Dios. Pero la labor de implicar o involucrar la fe cristiana en la cultura sí conlleva algunos procesos arriesgados.

Cualquier misionero o traductor de la Biblia se ha encontrado con esta dinámica. Te planteas preguntas como «¿Cómo describimos a Dios?». Se puede intentar introducir una palabra completamente nueva, tal vez importando algo del hebreo, del griego o del inglés americano. Pero cuando los primeros cristianos llevaban el Evangelio a nuevos lugares, no importaban [conceptos] del exterior. En lugar de eso, los tomaban del interior de esa cultura, reconociendo el riesgo de que la gente pudiera confundir la concepción cristiana de Dios con conceptos que ya existían en su cultura. Y lo hicieron porque vieron a Dios hacerlo primero en las Escrituras.

Por supuesto, queremos ser sabios a la hora de asumir riesgos. Hacemos todo lo posible por señalar hacia el Dios trino de las Escrituras y no hacia algún otro concepto o deidad. Pero estamos obligados a meternos en este complicado proceso porque Dios lo ha hecho primero.

En su opinión, ¿por qué se ha pasado relativamente por alto la doctrina de la Iglesia en los debates sobre teología y cristianismo global?

Cuando pensamos en teología contextual, la doctrina que suele venirnos a la mente es la Encarnación. Y es natural: es el ejemplo más claro de Dios, quien está fuera de la cultura y del tiempo, entrando en la realidad humana en un lugar concreto. En Jesús, Dios habla con una particularidad notable: en una lengua determinada, incluso con un acento determinado.

Sin embargo, no creo que la Encarnación sea un buen modelo para entender lo que hacen los teólogos cuando proclaman las Buenas Nuevas en una nueva cultura. La Encarnación es un acontecimiento único en el que un Dios ajeno a la cultura viene y habita en ella. Pero como teólogos, nuestro punto de partida nunca está fuera de la cultura.

La Iglesia es esencial aquí, porque es el vehículo que Dios ha diseñado para reunir esta loca diversidad de la humanidad en un solo hogar. Especialmente en el Libro de los Hechos, vemos que este proceso en el que se mezclan diferentes culturas es en realidad el espacio divinamente ordenado a partir del cual la teología debe emerger. Y si ese es el caso, entonces la diversidad cultural de la Iglesia debe ser importante para la misión de la teología.

Me ha influido mucho el trabajo de Simon Chan, un teólogo asiático. A Chan le preocupan los esfuerzos de teología contextual que ignoran a la Iglesia. Es una tentación comprensible en el contexto asiático —donde los cristianos, en su mayoría, son una pequeña minoría—: buscar fuera de la iglesia espacios donde Dios podría estar actuando. Pero Chan argumenta que esto es una especie de callejón sin salida en cuanto a que ignora cómo los cristianos de estos lugares ya están permitiendo que su fe se familiarice profundamente con sus culturas locales. Si miramos ahí, podemos aprender a ver la iglesia como un terreno fértil para construir una teología contextual.

¿Qué es lo que más espera que los lectores obtengan de su libro?

Espero que aprecien no solo los argumentos teóricos, sino también los detalles concretos del trabajo de campo, es decir, del trabajo sobre el terreno. Espero que se centren en los estudios de caso, que esencialmente dicen: «Aquí está la recompensa; esto es lo que sucede cuando permitimos que la cultura tenga esta influencia formativa en la teología mientras mantenemos las Escrituras en el papel principal». Vengan y disfruten de lo que Dios está haciendo, y permitan que nutra a su propia Iglesia dondequiera que esta se encuentre.

Traducción y edición en español por Livia Giselle Seidel.

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Las turbas en Manipur destruyeron cientos de nuestras iglesias. Sin embargo, Dios nos llama a nosotros al arrepentimiento

¿Usaremos esta calamidad para escondernos de nuestros pecados?

Izquierda: Aldeanos inspeccionan los escombros de una iglesia saqueada e incendiada por una turba en Manipur. Derecha: La gente de Manipur ora por la paz.

Izquierda: Aldeanos inspeccionan los escombros de una iglesia saqueada e incendiada por una turba en Manipur. Derecha: La gente de Manipur ora por la paz.

Christianity Today August 25, 2023
Ilustración por Christianity Today / Source Images: Getty

Desde principios de mayo, más de 180 personas han perdido la vida en el estado de Manipur, en el noreste de la India. La mayoría de estas víctimas son cristianos de la tribu minoritaria Kuki-Zo y, a su vez, miles de estas comunidades han huido de la violencia para refugiarse en otras partes del estado o del país.

Manipur es un estado rodeado de colinas con un valle fértil en el centro. Los pobladores de la etnia meitei ocupan los distritos del valle, mientras que los distritos de las colinas son el hogar ancestral de las diversas comunidades tribales desde antes de la administración colonial británica. Tanto los distritos de las colinas como los pueblos tribales están protegidos por un acta especial de la Constitución de la India que restringe la propiedad de la tierra en las áreas tribales.

El conflicto actual comenzó cuando una protesta pacífica de la comunidad tribal contra los esfuerzos de los meitei por convertirse en una «tribu registrada» (con lo que también ganarían acceso a las tierras de las colinas) trajera como respuesta una serie de violentas represalias por parte de una turba radical meitei. La violencia fue alimentada aún más por mentiras explosivas difundidas presuntamente por la propia comunidad meitei, que rápidamente llegaron hasta la capital del estado, Imphal. Las turbas violentas comenzaron a saquear casas tribales, iglesias, instituciones educativas y hospitales, y atacaron a personas, incluidas mujeres y niños.

Soy pastor de la Convención Evangélica Bautista, y el siguiente es un relato de uno de nuestros pastores en Imphal, quien compartió conmigo sus experiencias cuando comenzó la violencia.

– Chinkhengoupau Buansing

Nota: Esta historia incluye relatos de violencia explícita.

En la tarde del 3 de mayo de 2023, recibimos noticias de enfrentamientos entre la comunidad tribal y los meiteis en un pueblo a unos 60 kilómetros (37 millas) de Imphal, la ciudad en la que vivíamos. La noticia nos sorprendió, pero no esperábamos que la violencia se intensificara tan rápidamente. En cambio, como cualquier otro miércoles por la noche, fuimos a la iglesia, donde nos reuníamos regularmente para orar por nuestros misioneros y sus campos de misión.

Alrededor de las 8:30 de la noche, después de que concluyó el servicio de la iglesia, escuchamos informes de que varias iglesias en Imphal habían sido incendiadas. Hay dos viviendas dentro del complejo de nuestra iglesia: la mía y la del custodio. Rápidamente reunimos a nuestras familias y nos mudamos de allí a lo que pensamos que sería un lugar más seguro. Pero pronto pudimos escuchar turbas gritando y casas ardiendo afuera. Pasamos la noche aterrorizados de que descubrieran dónde nos habíamos escondido.

A la mañana siguiente, regresamos con nuestras familias a nuestro alojamiento en el recinto de la iglesia y desayunamos. Pero hacia las 10 de la mañana escuchamos de nuevo hombres gritando y destruyendo casas. Para ese momento, la mayoría de los indígenas de nuestra zona ya habían huido de sus hogares. Algunos habían perdido la vida a manos de la turba sedienta de sangre.

Decidimos dirigirnos entonces hacia la casa de uno de los miembros de nuestra iglesia, un funcionario electo de la asamblea legislativa estatal (a quien llamamos «MLA»), con la esperanza de que las fuerzas de seguridad nos protegieran ahí. Pero en la casa del MLA, recibimos noticias de que incluso él había sido golpeado casi hasta la muerte.

Al darnos cuenta de que no encontraríamos seguridad allí, corrimos hacia el campamento paramilitar más cercano, uno de los muchos en Imphal debido a los numerosos grupos insurgentes. De camino vimos casas y autos quemados y saqueados que pertenecían a cristianos miembros de las tribus; no muy diferente de lo que hemos visto en Ucrania. Más tarde nos dimos cuenta de que la comunidad meitei había marcado con pintura las casas e incluso las dependencias gubernamentales donde vivían los indígenas meses antes de que estallara la violencia.

Algunos de los que huían me dijeron que vieron a una madre y a su hijo ser sacados de su automóvil y masacrados mientras iban de camino al mismo campamento. Los que iban delante no pudieron ayudarlos; todo lo que pudieron hacer fue presenciar el infierno que se desarrollaba ante sus ojos.

Incluso después de que llegamos al campamento, una multitud continuó acosándonos desde fuera. Durante los siguientes siete días, los meiteis se reunían alrededor del campamento y amenazaban con entrar y quemarlo todo. Mi hijo de tres años estaba tan asustado que no se movía, incluso cuando vio que un mosquito le picaba la mano. Recuerdo a un miembro de la iglesia que no pudo hablar durante días porque vio cómo mataron a machetazos a un compañero cristiano.

Más tarde me informaron que había alrededor de 7000 cristianos tribales en ese campamento. Había que racionar la comida y, aun así, no había suficiente para todos nosotros. Comenzaban a servir la cena a las 4 de la tarde y el último grupo recibía su cena a las 10 de la noche. Los platos y las cucharas escaseaban, y algunos de nosotros teníamos que comer en bolsas de plástico. Creo que ninguno de nosotros pudo bañarse adecuadamente durante el tiempo que estuvimos ahí.

En medio de este horror, en el campamento organizamos reuniones de oración y nos animamos unos a otros a mantenernos fuertes. Las denominaciones no tenían significado dentro del campamento: todos éramos uno bajo Cristo.

Espero que nuestros hermanos y hermanas cristianos de todo el mundo al menos puedan al menos vislumbrar nuestra situación. Hemos perdido a muchos de nuestros hermanos y hermanas cristianos. Fueron sacados de sus hogares, algunos fueron quemados vivos, algunos fueron apedreados hasta la muerte y algunos fueron dejados a morir en las calles.

Muchos en nuestra comunidad creemos que somos víctimas de un intento de genocidio patrocinado por el estado para aniquilar a la comunidad tribal cristiana en Manipur. Nos persiguen no porque seamos una amenaza para el estado o porque nuestra existencia amenace a los meiteis, sino porque quieren las tierras que nos han pertenecido durante generaciones. (Resulta que esta tierra tiene numerosos minerales preciosos). Es difícil para mí ver alguna posibilidad de que vivamos junto con la gente del valle. Han dejado claro que no quieren convivir con nosotros. La línea ha sido claramente trazada y la separación parece ser la única opción lógica para nosotros si queremos sobrevivir y prosperar como comunidad. Nos mantendremos firmes como cristianos, y viviremos o moriremos como cristianos.

¿Un tiempo para arrepentirse?

Aunque soy pastor, reconozco que en ocasiones he orado para que nuestros opresores sean pulverizados. Me alegré cuando escuché la noticia de que estos opresores estaban siendo asesinados a tiros.

Sin embargo, como he estado orando por esto, puedo decir con confianza que ya no guardo ese rencor. La justicia se hará de la manera que Dios considere mejor. La Biblia nos dice que la venganza pertenece a Dios (Romanos 12:19) y yo no la aceptaría de ninguna otra manera.

De esta forma, no estoy tan preocupado por los opresores como por los miembros de mi iglesia. He sido testigo de su fe inquebrantable en Jesucristo y de las muchas maneras en que Él los ha guiado a través de esta prueba. Pero también estoy convencido de que Dios nos está pidiendo que cambiemos nuestros caminos.

Desafortunadamente, dentro de Manipur, los cristianos de las tribus hemos tenido dificultad al priorizar la integridad. No hemos protegido las elecciones justas y libres en nuestra comunidad. No se puede negar que algunos de nuestros cerros están llenos de plantaciones de opio y que algunos de nosotros incluso nos hemos convertido en narcotraficantes.

Nunca debimos haber votado por el BJP, un partido que habitualmente prioriza a los hindúes a expensas de otras religiones, para liderar nuestro estado. Pero debido a la dependencia de nuestro estado de los fondos federales y la estrecha relación del BJP estatal con el gobierno nacional, los apoyamos, incluso cuando era muy claro que no debíamos haberlo hecho.

Somos una comunidad cristiana y debemos vivir como tal. Pero la mayoría de las veces, hemos elegido ignorar a Jesús y más bien hacernos amigos del mundo.

Lo que tenemos que hacer es mirar a nuestro Padre que está en los cielos, humillarnos ante Él, cambiar lo que hay que cambiar y esperar en Él. Como dice 2 Crónicas 7:14: «Si mi pueblo, que lleva mi nombre, se humilla y ora, y me busca y abandona su mala conducta, yo lo escucharé desde el cielo, perdonaré su pecado y restauraré su tierra». Siento que este pasaje es muy relevante para nosotros en este momento.

Creo que Dios quiere que nos arrepintamos de todas las formas en que nos hemos rebelado contra Él y nos hemos desviado de sus sendas. Al decir esto, no estoy diciendo que nosotros tengamos la culpa. Más bien, quiero que nosotros, la comunidad cristiana tribal, salgamos de esta prueba más fuertes y más felices en Cristo.

Templos de Dios

Después de unos días en el campamento, el oficial al mando nos informó que organizaría las evacuaciones para llevarnos al aeropuerto. Empecé a ponerme en contacto con los miembros de mi iglesia; algunos estaban en el mismo campamento, mientras que otros habían huido a otros campamentos.

Después de arreglar los boletos de avión para aquellos que planeaban volar desde Manipur, también reservé boletos para mí y mi familia. Hasta ahora, la mayoría de nosotros hemos encontrado nuevos hogares, mientras que algunos de nosotros todavía vivimos en campamentos administrados por organizaciones filantrópicas tribales.

Sigo asombrado por la gracia y la providencia con la que Dios nos ha guiado. Hace unos meses, huíamos para salvar nuestras vidas. Perdimos todas nuestras propiedades y algunos de nosotros incluso perdimos a nuestros seres queridos. Pero aquí estamos, aún alabando a Dios y aún esperando un futuro mejor. Hemos perdido mucho, pero no lo hemos perdido todo.

Hasta donde yo sé, hoy en día quedan pocos edificios de iglesias en pie en Imphal. Nuestra iglesia sigue en pie, si bien es cierto que los meiteis la saquearon y convirtieron el edificio en un centro comunitario, y la oficina del pastor en un templo. Quitaron la cruz del edificio de la iglesia y pusieron su bandera en su lugar.

Sin embargo, el acto mismo que los hace sentirse victoriosos es el acto que nos hace a los cristianos darnos cuenta de que nunca podemos ser derrotados. Destruyen edificios hechos por humanos e izan sus banderas sobre edificios que creían que representaban nuestra fe.

Pero si tan solo supieran lo que Dios considera su templo. Huimos de nuestros hogares sin nada más que la ropa que llevábamos puesta. Sin embargo, aquí estamos, templos de Dios, adorándolo todavía.

Traducción por Sergio Salazar.

Edición en español por Livia Giselle Seidel.

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News

Expertos en la lucha contra la trata de personas opinan sobre la exitosa película ‘Sonido de libertad’

Ministerios y representantes de las fuerzas de seguridad expresan su opinión. Y algunas salvedades.

Tim Ballard (Jim Caviezel) es un exagente de Seguridad Nacional que emprende una misión especial en ‘Sonido de libertad’.

Tim Ballard (Jim Caviezel) es un exagente de Seguridad Nacional que emprende una misión especial en ‘Sonido de libertad’.

Christianity Today August 23, 2023
Cortesía de Angel Studios

En un campo repleto de franquicias como Indiana Jones, el inesperado éxito de taquilla de este verano ha sido una película sobre el tráfico sexual de menores: Sonido de libertad [Sound of Freedom]. Basada en la historia de Tim Ballard, fundador de Operation Underground Railroad, esta película de bajo presupuesto ha recaudado 45 millones de dólares desde su estreno el 4 de julio [enlaces en inglés].

La película cuenta la historia de Ballard (Jim Caviezel, quien interpretó a Jesús en La Pasión de Cristo de 2004), un agente del Departamento de Seguridad Nacional encargado de perseguir y detener a pedófilos, quien se siente frustrado con su trabajo. Lo que él realmente quiere es rescatar a los niños víctimas del tráfico sexual, pero en un momento dado dice: «La mayoría de esos niños están fuera de Estados Unidos».

Deja su trabajo y se lanza a la aventura, viajando por México y Colombia en la búsqueda de unos hermanos que han caído víctimas de la trata. Él y su equipo intentan montar un club sexual en una isla al estilo de Epstein para atrapar a los traficantes y rescatar a los niños.

No es una película explícitamente saturada de una temática de fe, salvo por la parte en la que Ballard cita Marcos 9:42 («Más le valdría que le ataran al cuello una piedra de molino…») mientras detiene a un pederasta. El verdadero Ballard es miembro de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días.

No obstante, la película ha atraído al público cristiano preocupado por la trata de personas. La película es distribuida por Angel Studios, la misma compañía que distribuyó The Chosen [Los elegidos] (desde mayo, Lionsgate distribuye The Chosen). Sonido de libertad había estado estancada desde que su distribuidora Fox Latin America la abandonara en 2019. Ballard dijo en una entrevista con Fox News que estaba visitando el set de The Chosen cuando conoció a los ejecutivos de Angel Studios: «Hicieron el acuerdo en cinco días».

En la vida real, la organización contra el tráfico de personas de Ballard, Operation Underground Railroad (OUR), se dio a conocer por el tipo de operaciones dramáticas de rescate que se muestran en la película. Ballard también dirige la organización Nazarene Fund, que ha rescatado a yazidíes y, tras la salida del ejército estadounidense de Afganistán en 2021, ha dirigido operaciones privadas de transporte aéreo para rescatar a afganos perseguidos y sacarlos del país.

El personal con experiencia en ministerios que luchan contra la trata de personas entrevistado por CT reconoce que se trata de una película, por lo que es natural que la historia sea dramatizada. Pero también quieren que el público entienda que muchas de las actividades de lucha contra la trata dentro de Estados Unidos son distintas de las que aparecen en la película.

Antes de la película, las organizaciones ya habían encontrado voluntarios que tenían la idea de realizar rescates dramáticos.

«No vamos a derribar puertas. No vamos a cargar gente sobre nuestros hombros», dijo Jeff Shaw a CT. Shaw es el director de programas de Frontline Response, una organización cristiana contra el tráfico de personas con sede en Atlanta que opera en Georgia y Ohio. Shaw quedó «impresionado» por la película y se la recomienda a la gente, pero tiene algunas salvedades: «Incluso las víctimas de la trata de menores que han sido “secuestradas”, la mayoría de las veces se resisten a ser rescatadas, porque no están en ese espacio psicológico. Es por eso que gran parte de nuestra capacitación consiste en “desprogramar” a nuestros voluntarios para que sepan cuáles deben ser sus expectativas sobre cómo va a responder la gente y cómo luce en realidad el tráfico sexual».

Los expertos explicaron a CT que las operaciones de rescate sí se llevan a cabo, pero suelen ser una pequeña parte del trabajo en la lucha contra la trata de personas. En Estados Unidos, los ministerios que luchan contra la trata realizan una labor menos dramática: ofrecen comidas calientes en las calles, disponen de casas seguras que ofrecen rehabilitación y recuperación a largo plazo, educan y apoyan a los niños en riesgo de explotación, capacitan a los empleadores para identificar la trata y colaboran con las fuerzas del orden. A veces, el trabajo de los ministerios se parece más a la lucha contra la pobreza, la recuperación de adicciones y la construcción de relaciones interpersonales.

«Es estupendo que [la película] sensibilice», afirma Suzanne Lewis-Johnson, exagente del FBI y cristiana que trabajó en casos de tráfico de menores en Ohio durante una década. «Pero si nos centramos demasiado en cómo nos imaginamos el tráfico de personas, nos perderemos la realidad. Tendemos a basar nuestros programas y enfoques en la anomalía… Vamos a pasar por alto lo que tenemos delante de nuestras narices si pensamos que se trata de esta gente en el extranjero moviéndose a través de redes».

Los secuestros repentinos de niños como los que se muestran en la película ocurren, dice, pero no son típicos. Según las estadísticas de Polaris, una organización que lucha contra el tráfico de personas y que gestiona la Línea Nacional de Tráfico de Seres Humanos de Estados Unidos, los traficantes dentro de los Estados Unidos suelen negociar con personas que conocen. Polaris describe los «tres tipos principales de reclutadores» como familiares o cuidadores, parejas íntimas y empleadores.

«Hemos tenido sobrevivientes que nos han dicho: “No sabía que era víctima de la trata porque no se parecía a lo que se ve en las películas”», dijo Beck Sullivan, director de programas de Restore, una organización contra la trata que trabaja en la ciudad de Nueva York. Sullivan también cree que la película es buena para concienciar, y aprecia el texto final de la película que señala que Estados Unidos es uno de los mayores consumidores de sexo infantil, lo que demuestra que el problema de la demanda es interno. Pero, «es importante que la gente se informe sobre cómo [opera la trata] en su propia ciudad».

Algunos de los métodos de lucha contra el tráfico de personas que se muestran en la película —la creación de una isla a la cual Ballard y su equipo le piden a los traficantes que lleven a los niños, o un personaje que compra niños que son víctimas del tráfico sexual para liberarlos— podrían, inadvertidamente, crear más demanda de tráfico de niños y agravar el problema.

«No puedes evitar hacerte la pregunta: “¿Han ido a llevarse a más niños de sus familias en sus comunidades para venir a satisfacer esta demanda?”», dijo Shaw, de Frontline Response. «Es complicado».

Shaw vio la película en una sala de cine abarrotada y, mientras estaba sentado, pensaba en lo que harían después los millones de personas que la han visto.

«¿Qué puede hacer este público que ve esta película sobre algo que está ocurriendo en Centroamérica y Sudamérica para activarse localmente?», dijo. «No vamos a ir a la selva tropical en un bote de motor para… rescatar niños».

Él espera que la gente busque organizaciones contra la trata de personas dentro de sus comunidades. Recordó el documental sobre tráfico sexual de 2011, Nefarious, que provocó una avalancha de apoyo y voluntariado para las organizaciones contra el tráfico de personas. Después de que se estrenara esa película, recuerda el lleno total de los cursos de capacitación en Frontline, y que se contrató a personas «tan rápido como pudimos» para realizar tareas como divulgación o atención telefónica.

Muchas de esas personas se convirtieron en voluntarios a largo plazo, pero cuando llegó la pandemia de COVID-19, algunos voluntarios constantes se retiraron. Y aunque Frontline todavía cuenta con muchos voluntarios dispuestos a prestar un día de servicio de vez en cuando, la organización no ha recuperado a algunos de esos voluntarios constantes de los que depende.

Shaw espera volver a ver el efecto de Nefarious: «corazones quebrantados, que Dios llame a la gente al trabajo y que luego se comprometan con él».

«Creo que, como cristianos, queremos salvar a todo el mundo, en lugar de ir a encontrar a la gente ahí donde está», afirma. «Tal vez [los sobrevivientes de la trata] abandonan el hogar seguro y vuelven, y luego vienen seis veces más antes de decidir quedarse. Se trata realmente de estar preparado para dejar que ese proceso se desarrolle en el tiempo de Dios».

Bob Rodgers es el director general del ministerio contra la trata Street Grace, que se centra en ayudar a los niños de Georgia, Tennessee y Texas. Street Grace ha colaborado con OUR en el pasado. En su opinión, la película está bien hecha, pero muestra una «pequeña parte» de lo que puede ser la trata de personas.

«Estamos agradecidos por la película y por la atención que atrae hacia el tema, pero es importante que la gente se dé cuenta de que eso no es necesariamente como el tráfico luce en Houston o DC», dijo. «Se trata de niños de nuestras comunidades que son comprados y vendidos por personas de nuestras comunidades». No critica la película —«no se rodó para que fuera un tema nacional o local»—, pero él quiere que el público sepa lo que hacen las organizaciones nacionales.

Street Grace, por ejemplo, se centra en el uso de la tecnología para interrumpir la demanda de explotación sexual infantil y tiene programas a largo plazo para mantener a los niños fuera de las situaciones de trata. En un día normal, Street Grace imparte capacitación a empresas, habla con las fuerzas de seguridad e instruye a niños en academias de liderazgo juvenil sobre técnicas de liderazgo, límites saludables y cómo protegerse a sí mismos en internet.

Rodgers espera que la película haya despertado el interés de la gente, y piensa que llegó en un momento importante. La pandemia «lo trastocó todo, y la trata y la explotación sexual crecieron exponencialmente cuando el mundo entero se vio empujado a la red», afirmó. En su opinión, a los grupos de lucha contra la trata les ha costado mucho seguir el ritmo de «los malos» en internet.

Lewis-Johnson, la exagente del FBI que ahora es Directora General de No More Trafficking, dejó la agencia en parte porque quería poder hablar al público cristiano sobre cómo luce realmente la trata.

«Queremos hacer algo grande y gigantesco», afirma. Pero la lucha contra el tráfico «requiere que todos hagamos lo que parecen cosas pequeñas, de forma consistente, juntos».

Según ella, las operaciones de rescate llevadas a cabo por personas inexpertas pueden fracasar porque los traficantes saben engañar: «Intentan que el bueno parezca el malo». Y se ha encontrado con organizaciones sin ánimo de lucro bienintencionadas que han gestionado mal las situaciones de trata porque no tenían experiencia: por ejemplo, al comprar un pasaje para que una mujer volviera con su tratante. En los casos de trata, «estás intentando armar un rompecabezas y no tienes la imagen de la caja ni sabes cuántas piezas hay», dice.

«La realidad es que hay más maldad en el mundo de lo pensamos», afirma Lewis-Johnson. «Ningún ser humano es la respuesta por sí mismo. Por lo que he visto, sé que hay un Dios bueno que está conteniendo a la gente [para que no haga el mal]… Si nos humillamos y oramos, veremos cómo cambia la situación».

Traducción y edición en español por Livia Giselle Seidel.

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Capellanes evangélicos en Ucrania se juegan la vida para orar

Pastores se alistan para ministrar dentro del ejército a fin de ayudar con las necesidades físicas y espirituales mientras continúan los combates.

Christianity Today August 20, 2023
Joel Carillet

De todos los peligros de la guerra, no pensé en el exceso de velocidad. Al menos, no hasta que estuve en el vehículo de unos capellanes evangélicos que iban saliendo de la ciudad sitiada de Bakhmut, Ucrania. Es lógico. Un coche lento es un objetivo fácil. Nosotros no íbamos en un coche lento.

Pero la velocidad es también un testimonio de la urgencia que sienten estos capellanes. Hay mucho que hacer. No hay suficientes horas en un día. Y la necesidad crece con la guerra.

Antes no había capellanes en el ejército ucraniano. A veces, pastores y sacerdotes se integraban en una unidad como civiles, pero no era nada formal. Eso cambió con la invasión. Enfrentarse a una crisis existencial como nación ha hecho que muchos ucranianos recurran a la religión. Los combates en las ciudades, los suburbios y el campo han hecho que los soldados piensen en la eternidad, lo que ha llevado a muchos a solicitar capellanes. Hay gente hambrienta, dolida y sola. Los capellanes no van a conducir despacio.

El Servicio Ucraniano de Capellanía se creó en marzo. Los primeros 30 que recibieron capacitación eran una mezcla de ortodoxos ucranianos, católicos de rito oriental y evangélicos. Solo alrededor del 2 % del país es evangélico, pero muchos pastores bautistas, pentecostales y de iglesias libres de todo el país se han ofrecido como voluntarios para servir como capellanes.

En julio, el ejército ucraniano contaba con 160 capellanes oficiales. Y sigue habiendo muchos más voluntarios.

Vasily Povorozniuk, pastor de la iglesia Compass de la ciudad de Zhytomyr, es voluntario. Recorre más de 800 kilómetros hasta el frente de guerra para atender a los soldados y a las personas que viven cerca de las cambiantes líneas de batalla. Povorozniuk es un exmilitar que dice que Cornelio —el centurión romano enviado por un ángel al apóstol Pedro en Hechos 10— es el modelo para su ministerio. Fue un soldado, su familia y sus amigos quienes pudieron llevar el mensaje de Jesucristo a los paganos, afirma Povorozniuk. ¿A cuántos no cristianos pueden llegar él, su familia y sus amigos en Ucrania si están dispuestos a no preocuparse demasiado por su seguridad?

En muchos viajes se le han unido diáconos de su iglesia, y ahora algunos de ellos realizan visitas al frente de guerra por su propia cuenta, además de atender al creciente número de viudas y a sus hijos.

Capellanes de diferentes iglesias evangélicas se unen para recorrer cientos de kilómetros con una furgoneta llena de suministros. Ofrecen víveres a las personas que encuentran en zonas devastadas por la guerra.Joel Carillet
Capellanes de diferentes iglesias evangélicas se unen para recorrer cientos de kilómetros con una furgoneta llena de suministros. Ofrecen víveres a las personas que encuentran en zonas devastadas por la guerra.

Cuando Povorozniuk y otros capellanes se dirigen a Bakhmut para una visita de tres días, van sin un itinerario definido. Visitarán a la familia de un pastor local que decidió no evacuar y les llevarán provisiones. Harán una visita pastoral a un miembro de la iglesia que vive en un pueblo cercano. Y ayudarán a quien vean por el camino.

La parte trasera de su furgoneta está llena de alimentos y otros artículos de primera necesidad, y cuando se cruzan con un civil —a menudo una persona mayor— se detienen y le entregan una bolsa de artículos a través de la ventanilla. Cuando pasan junto a un par de soldados que luchan por arreglar un neumático destrozado, se detienen para ver si el de repuesto de su propio vehículo será útil para solucionar el problema. Cuando pasan junto a un tanque en el que la tripulación está arreglando un problema mecánico, se detienen para saludar y ofrecer un bocadillo.

También ministran en un punto de estabilización, donde se atiende a los soldados heridos antes de enviarlos a hospitales más alejados del frente de guerra. Llevan comida y suministros, e instalan una cafetera. Cuando los médicos o los soldados les piden que oren, les ponen una mano sobre el hombro y oran. Cuando declaran muerto a un soldado y, bajo un árbol, lo despojan de su equipo de invierno y sus botas antes de meterlo en una bolsa para cadáveres, ellos se colocan junto al cuerpo y ayudan a los presentes a elevar unas palabras a Dios.

Estarán de vuelta en sus respectivas ciudades a tiempo para ir a la iglesia el domingo. Esta es otra de las razones de la velocidad. Imagínese servir en una iglesia en su ciudad, luego conducir mil kilómetros (casi 700 millas) para ministrar en una zona de guerra, y después volver a conducir la misma distancia para regresar a su propia iglesia el domingo por la mañana.

En ese vehículo lleno de capellanes evangélicos, pensé que cuando nos alejáramos del frente de guerra y nos encontráramos lejos del peligro, reduciríamos la velocidad. Pero nunca lo hicimos. Ellos nunca lo hacen.

Capellanes evangélicos en un punto de estabilización ministran a los heridos y a los médicos con oraciones y suministros.Joel Carillet
Capellanes evangélicos en un punto de estabilización ministran a los heridos y a los médicos con oraciones y suministros.
Actualmente hay unos 160 capellanes oficiales en el ejército ucraniano. Muchos de ellos son pastores evangélicos.Joel Carillet
Actualmente hay unos 160 capellanes oficiales en el ejército ucraniano. Muchos de ellos son pastores evangélicos.

Zhenia Yevheniy Bondarenko ha servido como voluntario capellán desde principios del conflicto armado que inició en 2014, cuando los separatistas respaldados por Rusia se apoderaban del territorio en el este de Ucrania. En aquellos primeros días, era simplemente un pastor de iglesia que llevaba comida y ofrecía sus oraciones al personal militar en solitarios puestos de avanzada y de control, situados no muy lejos de su ciudad natal. Casi una década después, algunos de los oficiales subalternos a los que había ministrado ahora son altos mandos del ejército, y su relación continúa. También lleva en el corazón a los muchos que ya no están.

Al conducir por la campiña entre Mykolaiv y Kherson, Bondarenko habla del ministerio a los soldados en la guerra: el aterrador estruendo de los bombardeos y lo que implica estar con soldados en circunstancias tan violentas y frágiles.

No había capellanes oficiales en el ejército ucraniano antes de la invasión rusa. El primero se unió oficialmente en marzo de 2023.Joel Carillet
No había capellanes oficiales en el ejército ucraniano antes de la invasión rusa. El primero se unió oficialmente en marzo de 2023.
Zhenia Yevheniy Bondarenko es voluntario capellán desde 2014.Joel Carillet
Zhenia Yevheniy Bondarenko es voluntario capellán desde 2014.

En estas aldeas gravemente dañadas, Bondarenko ha entablado relación con muchos civiles. Se detiene en una casa junto con su equipo para colocar una cubierta provisional en un tejado destruido. Se detiene en otra para entregar víveres. En una tercera, se detiene para verificar por qué una mujer a la que conoció y ayudó hace meses dejó de responder a sus mensajes.

Su único hijo, un soldado, fue asesinado el año pasado, y ella se trasladó a esa región para estar cerca de su tumba. Ahora, Bondarenko teme que a ella también le haya ocurrido algo. Encuentra la casa, aparca el coche, llama a la puerta y le abre una pareja de ancianos. Le dicen que ha muerto en un accidente.

De muchas maneras, los capellanes son testigos de la tragedia. La llevan consigo mientras se dirigen a toda velocidad a su siguiente parada para orar con alguien más.

«El lema de los capellanes es “Estar ahí”, la presencia de Dios», dijo a Associated Press uno de los primeros capellanes oficiales de Ucrania. «Esta es la misión del capellán».

Joel Carillet es un fotógrafo independiente que vive en Florida.

Traducción y edición en español por Livia Giselle Seidel.

Ministros evangélicos se sirven la comunión unos a otros en una conferencia para capellanes voluntarios.Joel Carillet
Ministros evangélicos se sirven la comunión unos a otros en una conferencia para capellanes voluntarios.

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La libertad religiosa no tiene por qué empeorar la polarización

Si se hace bien, puede facilitar nuestra convivencia.

Christianity Today August 18, 2023
Ilustración por Mallory Rentsch / Source Images: WikiMedia Commons

En términos generales, los estadounidenses apoyan la libertad religiosa. No obstante, están profundamente polarizados acerca de hasta dónde debe extenderse el derecho natural y constitucional de los individuos a responder a sus concepciones de lo divino. Y, desafortunadamente, los estadounidenses tienden a ser reacios a extender la libertad religiosa con amplitud, sobre todo a puntos de vista que no les agradan.

Creo que eso es triste. La libertad religiosa es para todos y debe ser apreciada por todos. También es irónico —como argumento en mi nuevo libro, Religious Liberty in a Polarized Age— porque históricamente, el propósito social central de la libertad religiosa era reducir el miedo y la ira que sienten las personas cuando se les amenaza con ser sancionadas por vivir de acuerdo a su devoción religiosa. [Los enlaces de este artículo redirigen a contenidos en inglés].

El miedo y la ira produjeron ciclos de represalias violentas en la Europa de los siglos XVI y XVII entre los protestantes, y entre católicos y protestantes. En respuesta, los estadounidenses adoptaron los principios de la libertad religiosa. El padre fundador James Madison lo llamó el «verdadero remedio» para la «enfermedad» de los conflictos religiosos y su amenaza para «la salud y la prosperidad» de la nación.

Afortunadamente, los conflictos actuales entre progresistas y conservadores son menos violentos. Sin embargo, también vemos ciclos de coerción, miedo, resentimiento y represalias. También vivimos en una época en la que la respuesta de las personas a las «preocupaciones fundamentales» varía mucho y, a menudo, son entendidas como contradictorias. Los progresistas a veces buscan obligar a las personas o grupos religiosos conservadores a apoyar los matrimonios entre personas del mismo sexo o los procedimientos transgénero en violación de sus conciencias. Los cristianos conservadores a veces buscan asegurar privilegios para el cristianismo, forzando el reconocimiento de parte de aquellos que no son cristianos. Y las religiones minoritarias, en particular el islam y las religiones de los nativos americanos, a menudo encuentran que sus prácticas religiosas son severamente restringidas, vigiladas, e incluso tratadas con sospecha.

La libertad religiosa puede ser una respuesta a la polarización que empuja a las personas cada vez más hacia campos opuestos y hostiles. Puede contrarrestar ciclos de miedo y represalias en una sociedad donde las personas creen cosas diferentes. Pero, para lograr esto, la libertad religiosa debe tener tres características.

En primer lugar, debe ser fuerte. Debe proteger la capacidad de las personas, no solo de tener determinadas creencias, sino también de vivirlas de manera consistente. Esto tiene que incluir entornos públicos, incluidas las escuelas, los servicios sociales y el lugar de trabajo.

En segundo lugar, la libertad religiosa debe ser igual para todas las religiones. La libertad religiosa solo tiene sentido si protege a quienes necesitan protección. Esto incluye a los conservadores religiosos, cuando las personas son hostiles hacia ellos. Y también incluye a musulmanes, sijes, testigos de Jehová y todos los demás.

Finalmente, la libertad religiosa debe considerar otros intereses importantes que compiten entre sí, incluidos los intereses de no discriminación. Proteger la libertad religiosa reducirá el sufrimiento y el miedo, pero esto no sucederá si llega al extremo de permitir serias imposiciones sobre los demás. Con un análisis cuidadoso, los tribunales, las legislaturas y los órganos administrativos pueden llegar a conclusiones que maximicen estos objetivos.

Cada vez hay más pruebas de que una fuerte libertad religiosa puede obtener apoyo bipartidista si es definida y defendida con imparcialidad y con sensatez. La académica y defensora Asma Uddin, quien enfatiza que los musulmanes y los evangélicos tienen intereses comunes en torno a la libertad religiosa, describe cómo el politólogo Andrew Lewis encuestó a 1100 personas en 2018 sobre si apoyarían el derecho de un proveedor a negarse a diseñar un pastel de bodas para personas del mismo sexo.

Los liberales se opusieron a ese derecho, descubrió Lewis, pero fueron menos reacios cuando se les presentó primero el caso de un camionero musulmán que decidió negarse a entregar cerveza o alcohol (es decir, cuando fueron «preparados»). Fueron más receptivos al reclamo evangélico, en palabras de Uddin, «una vez que vieron el problema desde la perspectiva del caso de la libertad religiosa de los musulmanes», es decir, una vez que se dieron cuenta de que el mismo principio defiende a una minoría con la que simpatizan.

El apoyo a las demandas de libertad religiosa también crece cuando se aclaran los factores limitantes clave de los casos. Por ejemplo, con respecto a las pequeñas empresas y las bodas entre personas del mismo sexo, el Instituto de Investigación de Religión Pública (PRRI, por sus siglas en inglés) le pregunta a los encuestados en términos generales si las empresas deberían poder «negarse a proporcionar productos o servicios a personas homosexuales o lesbianas» y encontró, como era de esperarse, que claramente una mayoría de hasta el 65 por ciento «se ha opuesto consistentemente» a esa premisa. Pero cuando Becket Fund preguntó si un proveedor puede rechazar una actividad específica relacionada con las bodas, (por ejemplo, un restaurante judío ortodoxo que se niega a atender una recepción, o un diseñador de sitios web que se niega a crear un sitio de bodas), encontró que alrededor del 70 por ciento apoya la libertad religiosa. Y, en los casos reales, ha sucedido que involucran servicios específicos. Los que acudieron a los tribunales, de hecho, proporcionaron otros «productos y servicios a personas homosexuales o lesbianas».

Hay más evidencia de que la libertad religiosa puede contar con un amplio apoyo incluso en este período actual de polarización. El último año se han visto dos casos alentadores de un apoyo bipartidista a la libertad religiosa.

En primer lugar, el bipartidismo prevaleció cuando el Congreso aprobó la Ley de Respeto al Matrimonio [Respect for Marriage Act] en diciembre de 2022. La ley protege a los matrimonios civiles entre personas del mismo sexo y exige que los estados reconozcan los matrimonios contraídos en otro estado. Esa es una póliza de seguro para parejas del mismo sexo que temían que la Corte Suprema pudiera anular su decisión Obergefell, que sostenía que los estados deben reconocer los matrimonios entre personas del mismo sexo. Simultáneamente, la ley protege a las organizaciones religiosas con objeciones al matrimonio homosexual. Deja claro que no disminuye sus derechos ni su elegibilidad para los beneficios del gobierno; también reconoce que las creencias tradicionales sobre el sexo y el matrimonio se basan en premisas «decentes y honorables» y «merecen el debido respeto». El Congreso protegió los matrimonios entre personas del mismo sexo y dejó registro de su rechazo a la equiparación de las creencias en el matrimonio entre hombres y mujeres con las creencias racistas contra el matrimonio interracial.

Algunos conservadores religiosos encontraron estas protecciones insuficientes y se opusieron a la ley. Pero predigo que los opositores terminarán usando estas disposiciones para reforzar la protección de sus propias organizaciones.

En segundo lugar, una Corte Suprema unánime sostuvo en junio que la ley federal requiere que los empleadores se adapten a las prácticas religiosas de los trabajadores, a menos que dicha adaptación cause costos «sustanciales» o interrumpa las operaciones del empleador. La decisión, Groff v. Dejoy, rechazó un estándar mucho más débil que muchos tribunales habían articulado durante décadas. Groff fortalecerá la protección para todas las religiones: cristianos o judíos que se oponen a trabajar en sábado; musulmanes que buscan descansos razonables para realizar sus oraciones diarias; sijes y otros que requieren permiso para usar barbas o tocados religiosos. El caso involucró a un cristiano, pero la decisión protegerá efectivamente la práctica religiosa de muchas, muchas personas, incluidas las de las religiones más marginales de la sociedad. Es exactamente el tipo de decisión que nos permite vivir juntos, aunque tengamos diferencias significativas.

Por supuesto, quedan muchos casos de división aguda. El bipartidismo en la Corte se desmoronó en 303 Creative v. Elenis, donde una mayoría de 6 a 3 sostuvo que la diseñadora de sitios web Lorie Smith podía negarse a proporcionar sitios web para bodas entre personas del mismo sexo y seguir brindando sus servicios para bodas entre hombres y mujeres. Debido a que los sitios de bodas personalizados de Smith celebran cada matrimonio específico, dijo el Tribunal, exigirle que creara sitios para bodas entre personas del mismo sexo la obligaría inconstitucionalmente a expresarse de manera inconsistente con sus creencias, o bien renunciar a una fuente importante de negocios.

La decisión es correcta, aunque analizarla requiere cierto cuidado. En mi libro argumento que, al sopesar los intereses de la Primera Enmienda y la no discriminación, los tribunales y las legislaturas deben brindar una amplia protección a las organizaciones sin fines de lucro con base religiosa. Tales organizaciones notifican sus creencias y requerimientos a posibles clientes o empleados en materia religiosa y, en la mayoría de los casos, esas personas pueden encontrar alternativas.

Las pequeñas empresas que brindan bienes y servicios ordinarios también merecen protección, porque las personas tienen un fuerte interés en vivir de acuerdo con sus creencias en sus lugares de trabajo y en sus profesiones, ya que ocupan gran parte de su tiempo, energía e identidad. Pero las protecciones deben ser más estrechas y cuidadosamente definidas. También es importante que todas las personas tengan acceso a bienes y servicios sin la inseguridad constante de que los proveedores puedan rechazarlos. Y los rechazos pueden ocurrir más a menudo porque los proveedores comerciales ordinarios, a diferencia de las entidades religiosas, no notifican que sus creencias pueden afectar la provisión de bienes o servicios.

Por lo tanto, yo argumento que las exenciones comerciales deben limitarse a las pequeñas empresas, las cuales involucran personalmente al individuo creyente que se opone solo a una práctica específica y no a servir a las personas LGBT en general, donde existen muchos proveedores alternativos. En estos casos, los intereses de la Primera Enmienda están en su punto más fuerte, y los intereses de no discriminación están lejos de ser los más fuertes.

Smith, la diseñadora de sitios web, encajaba en esa categoría. El estado estipuló que ella proporcionaría sitios web específicos y personalizados que celebraran el matrimonio de cada pareja en particular; en este caso, una regla de no discriminación la obligaría a entrar en conflicto con sus creencias. El estado también estipuló que ella debería proporcionar sitios web para clientes LGBT que no estuvieran relacionados con bodas, y que había «numerosos» proveedores alternativos de sitios de bodas para tal caso.

Smith prevaleció con razón. Pero las exenciones comerciales deben definirse cuidadosamente, y la opinión de la Corte se quedó corta en un par de aspectos. Un ejemplo significativo: debido a que Smith demandó antes de ingresar al negocio de las bodas, no hubo un registro completo de litigios sobre el grado de expresividad de su trabajo, sino solo las estipulaciones de que sería «expresivo» y «hecho a la medida». Eso dificulta sacar conclusiones de lo que significa la palabra «expresivo» en casos futuros, como para un vestido de novia o un diseñador de joyas.

Además, aunque existían numerosos proveedores alternativos, la Corte no dijo expresamente que esto fuera necesario para su decisión. El problema podría ser importante en áreas rurales con proveedores limitados, donde una negativa podría limitar significativamente el acceso de una pareja a ciertos servicios nupciales.

La resolución 303 Creative es correcta, pero es posible que las decisiones posteriores deban moderar algunos de sus pasajes para garantizar que no socave las leyes contra la discriminación en general.

Las reglas de no discriminación con exenciones religiosas significativas pueden proteger a ambas partes en nuestros debates polarizados y reducir su sensación de amenaza. La Ley de Respeto al Matrimonio enseña que es más probable que se obtenga una protección para los reclamos de mi parte si también hago lugar para los de la otra parte. Los conservadores pueden apoyar que las personas LGBT merecen igualdad de trato en muchos contextos (empleo, vivienda, servicios comerciales, etc.) sin estar de acuerdo con su comportamiento. Los progresistas pueden apoyar la libertad religiosa en muchos contextos sin estar de acuerdo con los puntos de vista conservadores.

Las leyes de igualdad transgénero se complican por otros problemas: los efectos en la práctica de deportes femeniles y la operación de los refugios para mujeres víctimas de violencia doméstica, así como las intervenciones médicas antes de la adultez. Pero las preocupaciones por la libertad religiosa no tienen por qué bloquear la promulgación de leyes fundamentales contra la discriminación, si, y solo si, existen exenciones religiosas significativas.

De esta y otras formas, la libertad religiosa puede volver a cumplir su propósito histórico de reducir el sufrimiento, el miedo, el resentimiento y el conflicto.

Thomas C. Berg ha abogado por la libertad religiosa de los cristianos evangélicos y otras religiones durante tres décadas. Imparte clases en la Facultad de Derecho de la Universidad de St. Thomas (Minnesota), donde dirige la Religious Liberty Appellate Clinic.

Traducción por Sergio Salazar.

Edición en español por Livia Giselle Seidel.

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¿Qué mensaje envía la superproducción de las iglesias?

Lo que el reciente videoclip viral de J. D. Greear dice de todos nosotros.

Christianity Today August 16, 2023
Kseniia Rastvorova / Unsplash

La semana pasada, el pastor J. D. Greear, expresidente de la Convención Bautista del Sur (SBC, por sus siglas en inglés), provocó una tormenta en las redes sociales cuando un fragmento de 27 segundos de su sermón dominical se hizo viral en Twitter (ahora X) [enlaces en inglés].

En el videoclip, Greear le reprocha a algunos miembros de su iglesia, The Summit, que lleguen tarde, se vayan temprano y, en general, sean poco amistosos. «Honestamente, es una de las cosas que me irrita», dice, mientras mira directamente a la cámara y adopta un tono de «charla real». «Ustedes tratan a la iglesia como un espectáculo religioso». Luego, señalando a sus espectadores en línea, dice: «Cuando la gente dice que la iglesia… se siente como una gran producción, ustedes son el problema».

El video pasa a un ángulo de cámara más amplio en el que se le ve de pie en un escenario grande y bien equipado, frente a un público sentado en butacas de cine y flanqueado por al menos dos enormes pantallas de alta definición, en una de las cuales aparece el propio pastor. El clip subtitulado añade la supuesta reacción del público: «uh-oh», y luego «whew», como un aparente intento de suavizar el golpe.

El video apareció en la cuenta de Twitter de Greear y poco después fue eliminado, pero no antes de que otro usuario lo volviera a publicar con el comentario: «Bruh. Mira dónde estás parado».

La implicación era obvia: el entorno del pastor no encajaba muy bien con su discurso. La plataforma en la que estaba predicaba un sermón diferente al de su severo mensaje acerca del amor. El medio parecía contradecir el mensaje.

En esencia, estoy de acuerdo con el mensaje verbal de Greear de que la iglesia no es un espectáculo; creo que la mayoría de los cristianos coincidirían. Pero cuando la cámara se aleja, aparece un mensaje diferente: la iglesia es un espectáculo.

La iglesia de Greear, como muchas otras en Estados Unidos hoy en día, tiene múltiples campus, cientos de empleados y miles de asistentes semanales. La iglesia probablemente tiene un equipo dedicado a producir el servicio: un productor que dirige los cortes de video, y operadores de cámara que hacen acercamientos y panorámicas.

Los sermones duran casi exactamente 45 minutos y se suben rápidamente a una landing page que incluye recursos como una guía del sermón para niños y un enlace al pódcast. Y es casi seguro que Greear no haya cortado el clip de 27 segundos y ni lo haya publicado él mismo en Twitter. Es probable que haya un equipo de redes sociales dedicado a ello.

Sin duda, hay razones válidas para muchas de estas decisiones organizacionales, ya que se necesita mucho personal y recursos para gestionar una megaiglesia. Pero cuando los críticos se quejan de que la iglesia se siente como una superproducción, tal vez algunos de los elementos anteriores envían este mensaje más que cualquier otra cosa.

Y aún no hemos llegado a la polémica en Twitter. El clip se compartió originalmente con los 115 000 seguidores de Greear, quizá con la esperanza de enfatizar su mensaje original de que «la iglesia no es un espectáculo». Se esperaba que fuera un mensaje con el que todo el mundo estaría de acuerdo. Pero el comentario añadido cuando fue retuiteado («Mira dónde estás parado») reveló un mensaje muy diferente: algo parecido a «¡Mira qué hipócrita es este pastor/iglesia!».

El pastor del video estaba enfadado con sus miembros, y ahora el público está enfadado con él. Y gran parte de este enfado se debe a que no vemos cómo el medio da forma al mensaje. Sí, se supone que la iglesia no es una producción, pero esas grandes pantallas hacen que lo parezca. Y sí, Greear puede no ser tan provocador como parece, pero ese videoclip ciertamente lo hace parecer.

Todos los pastores y usuarios de las redes sociales haríamos bien en considerar los medios que utilizamos y reconocer cualquier mensaje involuntario que pudiéramos estar enviando. Como creyentes, debemos tener cuidado de garantizar que el mensaje del Evangelio no se distorsione a causa del medio a través del cual se predica, y debemos garantizarlo en todos los niveles: desde el sermón hasta el santuario; desde las estructuras de personal y el gasto presupuestario hasta la presencia de la iglesia en las redes sociales.

Hay una forma mejor de hacer las cosas, y el propio videoclip nos ofrece algunas pistas.

Contrariamente a lo que sugieren los subtítulos del video, el público no dice realmente «uh-oh» ni «whew» al final del video. Lo que realmente se escucha es algo de risas y luego aplausos. Podría tratarse de una risa incómoda, pero quizá se deba a que el público conoce la personalidad de su pastor. Saben cómo se exalta con ciertas cosas, y tal vez que utiliza la hipérbole más de lo que debería. ¿Quién sabe? Yo no lo sé. Nunca he ido a su iglesia.

Después de ver el videoclip en Twitter, entré en el sitio web de su iglesia y escuché su argumento más amplio con respecto a esa sección del video (que empieza en el minuto 39). Al hacerlo, descubrí que el fragmento está, en cierto modo, sacado de contexto. Parece que Greear intentaba dejar clara una idea con su agresividad, por lo que concluyó el segmento diciendo: «Oye, Santiago es contundente. Yo también puedo ser un poco contundente». (No se equivoca. Tanto Santiago como Jesús dijeron cosas que ofendieron a sus oyentes).

No obstante, así como vimos el contexto más amplio del videoclip, tenemos que entender los contextos que creamos: los edificios, las características, el personal y los sistemas. Todos ellos pueden comunicar mensajes que quizá nunca hayan sido intencionales, pero que estamos enviando de cualquier manera.

En lo que todo el mundo parece estar de acuerdo es en lo que Greear intentaba decir en su sermón: «La iglesia debe ser hospitalaria». Aunque en este video se puso de manifiesto el borde afilado del argumento de Greear, su deseo más profundo es que su iglesia demuestre un tipo de hospitalidad radical que esté dispuesta a desvivirse por conectar con la gente, especialmente con los que están solos. Esto es algo que yo también aplaudiría.

Si las iglesias quieren ser conocidas por su hospitalidad, debemos preguntarnos: ¿Cómo construimos edificios, instalamos elementos, diseñamos sistemas y organizamos al personal para enviar ese mensaje? Muchos pastores e iglesias fieles están batallando precisamente con esta pregunta.

Tal vez, sin querer, hemos construido iglesias que a veces envían un mensaje equivocado. Pero si queremos empezar a construir iglesias más hospitalarias, ¿qué deberíamos comenzar a hacer de una manera distinta?

Adam Graber es consultor en teología digital y copresentador del pódcast Device & Virtue.

Traducción y edición en español por Livia Giselle Seidel.

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No finjamos que la ley de Uganda en materia de homosexualidad es cristiana

No todo pecado es un crimen. Además, las Escrituras no pueden aplicarse fuera de su contexto.

Protesta contra la ley antihomosexualidad en Uganda.

Protesta contra la ley antihomosexualidad en Uganda.

Christianity Today August 14, 2023
Themba Hadebe / AP Images

Este artículo fue adaptado del boletín de Russell Moore. Suscríbete aquí [enlaces en inglés].

En estos días de turbulencia en las redes sociales y extremismo alimentado por troles, no es inusual que un político sea atacado digitalmente por ser demasiado débil y por «no ser realmente uno de nosotros» en una cantidad aparentemente infinita de temas.

Aun así, uno podría sorprenderse al ver al Senador Ted Cruz (republicano por el estado de Texas, quien no es conocido por repudiar a los extremistas de su base), ser etiquetado en varias plataformas de redes sociales como una persona suave, débil y transigente. Algunos incluso sugirieron que Cruz estaba rechazando la mismísima Palabra de Dios por su idea radicalmente «progresista» de que Uganda no debería criminalizar la homosexualidad y ejecutar a quienes la practican.

Normalmente, una controversia en las redes sociales es el más efímero de los seudoeventos. Las personas que quieren hacerse notar publican cosas impactantes e incluso ridículas («¡Oigan todos! No solo Target se ha vuelto woke [concienciado]; ¡boicoteemos también a Chick-fil-A!») para llamar la atención, sabiendo que serán denunciados y retuiteados, con lo que ampliarán su alcance. Piensan que el número de retuits y seguidores les darán de alguna manera la pertenencia y el significado que anhelan. A menudo, lo mejor es ignorar tales cosas en el espíritu de Proverbios 26:4, que dice: «No respondas al necio según su necedad, o tú mismo pasarás por necio» (NVI).

A veces, sin embargo, su tipo de troleo puede conducir a dos fines catastróficos que deberían preocupar a todos los que seguimos a Cristo: el asesinato injusto de seres humanos hechos a imagen de Dios y, al mismo tiempo, el falso testimonio sobre lo que el evangelio cristiano realmente es.

Un caso reciente es la ley firmada por el presidente de Uganda, Yoweri Museveni, que no solo prohibe la homosexualidad, sino que también exige una «rehabilitación» tipo terapia de conversión para las personas homosexuales que son arrestadas, y además requiere una especie de cultura de vigilancia en la que los ciudadanos son penalmente responsables si no entregan a aquellos que saben que son homosexuales. Pero lo más escalofriante de todo es que la ley impondrá la pena de muerte en categorías consideradas como «homosexualidad agravada».

Por supuesto, los regímenes represivos violan los derechos humanos todo el tiempo y en todo el mundo, y existen grandes límites sobre lo que otras naciones pueden hacer al respecto. Pero en este caso, muchos se preguntan si el problema principal es que Uganda está sacando la Biblia de contexto.

Algunos de los que critican a Cruz, especialmente por su categorización de la ley de Uganda como «horrible» y «equivocada», argumentan que el problema del senador es realmente con Dios. Después de todo, dicen, ¿no señala la Biblia que «si alguien se acuesta con otro hombre como quien se acuesta con una mujer, comete un acto abominable y los dos serán condenados a muerte, de la cual ellos mismos serán responsables» (Levítico 20:13)?

Soy un cristiano evangélico comprometido con la inspiración verbal de la Biblia, lo que significa que creo que cada palabra de la misma es exactamente lo que Dios quiso que fuera, por el poder del Espíritu. También estoy comprometido con la inerrancia de las Escrituras; es decir, que la Palabra de Dios habla con la verdad. El punto de vista de Jesús sobre la Biblia resuelve esos puntos para mí: «la Escritura no puede ser quebrantada» (Juan 10:35).

También soy un cristiano que está de acuerdo con las enseñanzas tanto de las Escrituras como de la Iglesia (ortodoxa, católica y protestante, de los últimos dos mil años), acerca de que el matrimonio es un pacto de una sola carne entre un hombre y una mujer, y que la expresión sexual fuera de ese pacto está mal.

Y, sin embargo, mi rechazo a la violencia del estado de Uganda en esta ley no es a pesar de esos compromisos, sino precisamente a causa de ellos.

Uno no honra la autoridad de las Escrituras si oscurece su significado. Levítico 20 condena explícitamente casi todas las formas de inmoralidad sexual, tales como el sexo prematrimonial, el sexo extramatrimonial y casi cualquier otro tipo de expresión sexual fuera del matrimonio. Los pecados sexuales se mencionan junto con las prácticas ocultistas, la nigromancia y maldecir a los padres.

Por supuesto, esto es consistente con el resto del testimonio bíblico (independientemente de lo que uno piense de su autoridad). Sin embargo, las penas de muerte que vienen con esas violaciones se sitúan en un contexto muy específico en la historia de la redención. Dios reveló que el código civil teocrático, así como sus castigos, tenía un propósito: separar a su pueblo del resto de las naciones para prepararlos para entrar a heredar la tierra prometida (Levíticos 20:26).

Citar tales pasajes de la ley civil del antiguo pacto como un mandato para un estado civil fuera de ese pacto es una mala interpretación que no encaja con ninguna enseñanza histórica y apostólica del cristianismo. De hecho, ese tipo de razonamiento está en línea con aquellos que argumentan en contra de cualquier contenido ético de la fe cristiana al decir: «Sí, bueno, si la Biblia fuera cierta, entonces tampoco podríamos comer mariscos».

En el momento en que uno escucha esto, uno sabe que, o bien el argumentador no está al tanto de las distinciones entre el antiguo pacto y el nuevo pacto en las leyes ceremoniales y alimenticias (mismo que es un énfasis central en el Nuevo Testamento), o no está argumentando de buena fe. La misma lógica aplica a aquellos que dicen: «Bueno, los miembros de la iglesia en el Libro de los Hechos tenían sus posesiones en común» como argumento para el totalitarismo comunista impuesto por el estado de Lenin, Stalin o Mao.

En la iglesia del Nuevo Testamento, los apóstoles resolvieron la cuestión de la Ley en un Concilio en Jerusalén. No borraron, como algunos podrían argumentar, el contenido moral de la Ley del Antiguo Testamento. Por ejemplo, los cristianos, ya fueran judíos o gentiles, aún debían abstenerse de la inmoralidad sexual (Hechos 15:20). Pero la comunidad del nuevo pacto no hizo una reconstrucción del código del Antiguo Testamento respecto a las sanciones penales por violaciones de la santidad.

De hecho, tenemos ejemplo tras ejemplo en los que Jesús y los apóstoles enseñaron lo contrario. Creo que es Escritura auténtica el pasaje de Juan en el que Jesús detiene la lapidación de una mujer adúltera: «Aquel de ustedes que esté libre de pecado, que tire la primera piedra» (Juan 8:7). Sé que algunos cristianos creen que es una adición textual posterior, pero incluso si eso fuera cierto, la postura de Jesús hacia los pecadores fue consistente a lo largo de los Evangelios.

Al escribir a la iglesia de Corinto, el apóstol Pablo reprendió un ejemplo de inmoralidad sexual mencionado explícitamente en el texto de Levítico 20 que habla de tener relaciones sexuales con la esposa de un miembro de la familia. Pablo también citó: «… quiten al malvado de entre ustedes» (1 Corintios 5:13, RVA-2015), un texto que se usó en la ley civil del Antiguo Testamento para denotar la pena de muerte (Deuteronomio 13:5; 17:7; 22:21).

Sin embargo, Pablo no usó este lenguaje para pedir ninguna sanción penal por parte del estado, y ciertamente no la ejecución. En cambio, usó el «ustedes» del nuevo pacto para aplicarlo a la iglesia, no al estado. Y a la iglesia no se le da el poder de la espada (Mateo 26:52; Romanos 13:1-7; 2 Corintios 10:4).

Además, Pablo señala específicamente en su carta que la iglesia no juzga a los de afuera. La iglesia local debe sacar a una persona sexualmente inmoral (si finalmente no se arrepiente) de la membresía de su comunidad, pero esto no significa que deba dejar de asociarse con aquellos que hacen las mismas cosas en el exterior: «¿Acaso me toca a mí juzgar a los de afuera? ¿No son ustedes los que deben juzgar a los de adentro?» (1 Corintios 5:12).

La palabra juzgar aquí no significa hacer evaluaciones morales de lo que está bien y lo que está mal, sino más bien identificar quién es responsable ante quién. En otras palabras, el mundo no es responsable ante la iglesia. La iglesia es responsable ante la iglesia, e incluso entonces, no con sanciones físicas o penales, sino con los medios espirituales de la Palabra y el sacramento.

El fallecido y venerado teólogo bíblico presbiteriano Edmund P. Clowney señaló las desastrosas consecuencias de aquellos que usan la Biblia sin poder situar sus textos en su contexto histórico en el plan de redención. De hecho, dijo que usar la Biblia como una colección de ejemplos morales, desvinculada de la historia más amplia del propósito de Dios de resumirlo todo en el Cristo crucificado y resucitado, conduce a una situación en la que la historia bíblica es «un enredo caótico».

«Aquellos que solo encuentran en la Biblia relatos morales recopilados se sienten constantemente avergonzados por las buenas obras de los patriarcas, jueces y reyes», escribió en Preaching and Biblical Theology. «Seguramente no podemos modelar nuestra conducta diaria en la de Samuel cuando despedaza a Agag, o en la de Sansón cuando se suicida, o en la de Jeremías cuando predica [a favor de] la traición».

«Se han producido terribles consecuencias cuando la ceguera con respecto a la historia de la revelación se ha asociado con el valor de seguir ejemplos mal interpretados», escribió Clowney. «Los herejes han sido cortados en pedazos en el nombre de Cristo, y se han cantado salmos imprecatorios en los campos de batalla».

En la revelación de su propósito, Dios ciertamente demostró su juicio a través de la espada de Samuel, el autosacrificio de Sansón, y otros casos, pero ese momento en la historia de la redención no es donde estamos situados ahora. «Cristo no ha dado ahora la espada, sino las llaves a los que tienen autoridad en su nombre», escribió Clowney. «La santificación del nombre de Dios en la disciplina espiritual de la iglesia refleja, en nuestra situación, la obediencia teocrática de Samuel».

Malinterpretar esto es el equivalente a concluir que uno debe sacrificar un cordero en la mesa de la comunión de la iglesia durante una serie de sermones sobre Levítico. En este momento de la historia Dios no nos ha encargado someter al mundo con violencia, sino dar testimonio de Aquel a quien envió: «Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para salvarlo por medio de él» (Juan 3:17).

No todo pecado es un crimen. Igualar todo pecado con un crimen, sin la autoridad para hacerlo, es en sí mismo un pecado contra Dios: tomar el nombre del Señor nuestro Dios en vano. Si la visión cristiana histórica del matrimonio y la familia es verdadera, buena y hermosa —como creo que lo es—, entonces demostramos esa verdad, bondad y belleza a nuestro prójimo incrédulo a través de nuestro testimonio, no con amenazas de muerte.

Liberar la violencia de la ejecución, el encarcelamiento y la vigilancia ordenados por el Estado en contra de los homosexuales y lesbianas ugandeses es un acto condenable de autoritarismo y una violación de los derechos evidentes e inalienables a la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad. Hacer tal cosa es una cuestión de poder, no de convicción. No demuestra un compromiso con la autoridad de la Biblia sino un rechazo de la misma.

Llámalo como quieras, pero ni por un momento digas que eso es cristiano.

Russell Moore es el editor jefe de Christianity Today, donde dirige el Proyecto de Teología Pública.

Traducción por Sergio Salazar.

Edición en español por Livia Giselle Seidel.

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