Una cena difícil de olvidar

La esperanza y la ansiedad presentes en la última cena de Pascua de Jesús.

Come to the Table. Óleo sobre lino. 56 x 83”. 2014

Come to the Table. Óleo sobre lino. 56 x 83”. 2014

Christianity Today March 28, 2024
Kari Dunham

Al anochecer, llegó Jesús con los doce. Mientras estaban sentados a la mesa comiendo, dijo: «Les aseguro que uno de ustedes, que está comiendo conmigo, me va a traicionar».
—Marcos 14:17-18

¿Puedes recordar qué comiste ayer? Quizás fue una rodaja de pan en el desayuno o un sándwich en el almuerzo; sea lo que sea que hayas comido, seguramente ese alimento solo sirvió como una pausa para cambiar a la siguiente actividad de tu rutina. Mientras que la mayoría de las comidas representan una obligación rutinaria para llenar nuestro estómago, algunas comidas nos hacen reducir la velocidad y alimentan nuestras almas.

El recuerdo de una comida del 20 de noviembre de 1993 sigue alimentando mi alma hasta hoy. Era una noche fresca en la que lloviznaba, típica para esa época del año en Vancouver. Al final de un día cuidadosamente planeado para mejorar mis probabilidades de éxito, le propuse matrimonio a mi novia Toni. Después de que aceptara, celebramos con un delicioso plato de salmón. La comida nos dio la oportunidad de recordar cómo y por qué nos enamoramos. Fue un momento para tomar decisiones y compartir promesas.

En la intimidad de una velada con amigos queridos, Jesús organizó una comida de significado eterno. El relato de Marcos sobre la Cena del Señor sitúa la escena «el primer día de la fiesta de los Panes sin levadura, cuando se acostumbraba a sacrificar el cordero de la Pascua» (Marcos 14:12). La cena pascual conmemoraba la gran liberación de Israel de su esclavitud en Egipto. Con el tiempo, esta fiesta de conmemoración se convirtió en una de anticipación, despertando en el pueblo un anhelo por la liberación de la opresión romana. El acto de sacrificar el cordero pascual se realizaba cada año en el templo, pero su significado pronto se presentaría de una forma nueva durante la Cena del Señor.

La narración, sin embargo, pasa de la anticipación a la ansiedad. Jesús interrumpió la conversación de la cena diciendo: «Les aseguro que uno de ustedes, que está comiendo conmigo, me va a traicionar» (v. 18). Cualquier conversación agradable que se haya estado compartiendo a la mesa se habría detenido de golpe. Con esta cruda proclamación, la paz que simbolizaba una cena juntos quedó subvertida. Las comidas en comunión proporcionaban un tiempo y un lugar donde se ratificaban pactos, se profundizaban amistades, y donde incluso los enemigos podían dejar a un lado sus armas. Si cualquier forma de traición es mala, una traición en el contexto de semejante hospitalidad habría sido espantosa.

Mientras los discípulos procesaban sus palabras, «Jesús tomó pan y lo bendijo. Luego lo partió y se lo dio a ellos, diciéndoles: “Tomen; esto es mi cuerpo”. Después tomó una copa, dio gracias, se la pasó a ellos y todos bebieron de ella. “Esto es mi sangre del pacto que es derramada por muchos”, dijo» (vv. 22-24).

Normalmente, la bendición y la partición del pan habrían dado paso al siguiente plato de la cena; sería algo similar a dar las gracias y pasar el pan de pita. Sin embargo, las palabras de Cristo en el contexto de esta cena de Pascua, llena de anticipación sobre la redención y ansiedad personal, ritualizaron algo esencial sobre Dios, tanto para los discípulos sentados a la mesa, como para todos los que vinieron después de ellos. El fruto de la salvación se produjo en ese horrible madero, la vieja y áspera cruz donde sería colgado el cuerpo maltratado de Cristo. Y así, nosotros proclamamos «la muerte del Señor hasta que él venga» (1 Corintios 11:26).

Ciertamente, Jesús acalló el viento y las olas, y llamó a Lázaro de la tumba. Cuando regrese, toda rodilla se doblará y toda lengua confesará que Él es Señor (Filipenses 2:10-11). Tales visiones del poder divino infunden asombro y adoración. Pero Jesús se dio a sí mismo como un Salvador quebrantado y maltratado, a quien recordamos en la hospitalidad de la cena, y que fue vulnerable a la traición incluso en medio de la bendición. Podemos acudir a Él con sinceridad y sin miedo a nuestras propias heridas. Por sus heridas fuimos sanados, y por su sangre somos hechos plenos. En la Cena del Señor, cada vez que tomamos el pan y bebemos de la copa, nos detenemos para saborear el regalo divino del gozo que recibimos a través del sufrimiento de nuestro Salvador.

Reflexiona



1. Piensa en una comida memorable de tu vida. ¿Qué la hizo significativa y cómo te impactó emocional o espiritualmente?

2. ¿Cómo simboliza la Cena del Señor los aspectos esenciales de Dios y la obra redentora del sacrificio de Cristo?

Walter Kim es el presidente de la National Association of Evangelicals. Anteriormente fue pastor y capellán universitario.

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Siete pruebas, dos peligros y un libro que pasamos por alto

Los líderes de la iglesia se preocupan demasiado por los números y muy poco por Números.

Christianity Today March 27, 2024
Fuentes: Wikimedia Commons / Getty / Halfpoint Images

Es ampliamente reconocido que los pastores están demasiado interesados en los números. Ya sea que se trate de edificios, presupuestos, bautismos o el número de asistentes, si es algo que se puede medir, los líderes de la iglesia lo contabilizan. Muchos definen su éxito en función de aquellas cifras (o al menos lo hacían hasta que la pandemia hizo que esta práctica dejara de ser tan reconfortante).

Sin embargo, no es tan sabido que los pastores no están lo suficientemente interesados en Números. En docenas de conferencias sobre liderazgo en los últimos 15 años, solo he oído referencias a dos pasajes en este libro: la bendición de Aarón (Números 6) y la audacia de Josué y Caleb (Números 14). Aparte de esto, no hay nada más.

Esto no es un problema en sí mismo. Sin embargo, el Libro de Números es una mina de oro de sabiduría pastoral, que quizás tenga más cosas que ofrecer a los líderes de la iglesia hoy en día que cualquier otro libro del Antiguo Testamento aparte de Primera y Segunda de Samuel. Para los pastores en particular, merece la pena estudiarlo detenidamente. Lo digo por tres razones.

Una es tipológica. Desde la perspectiva de los apóstoles, el periodo de Israel en el desierto es un reflejo de donde la condición actual de la iglesia (1 Corintios 10; Hebreos 3-4; Judas). Es decir, hemos sido rescatados de la esclavitud, redimidos por medio del sacrificio y pasado por el bautismo en agua, pero todavía no hemos llegado a la tierra que mana leche y miel. No solo tenemos todas las bendiciones que se encuentran en Números —la presencia, la provisión y las promesas de Dios—, sino que también nos enfrentamos a problemas similares: quejas, orgullo, idolatría, inmoralidad, oposición y muerte.

Otro beneficio es ilustrativo. Aparte de David, ningún otro líder de las Escrituras nos es presentado como Moisés, con su vida interior expuesta, sus defectos, miedos, fracasos y frustraciones y las rivalidades dentro de su familia puestos al descubierto. Si David nos muestra las luchas de la espera y las tentaciones del dinero, el sexo y el poder, Moisés nos muestra los desafíos mundanos de la vida ordinaria de la congregación: las discusiones sobre la toma de decisiones y la sucesión del liderazgo; los mejores momentos de la bendición, la victoria y la provisión milagrosa al igual que el tedio cotidiano de la resolución de conflictos, los lamentos y el pecado.

Pero quizá el rasgo más llamativo de Números —en lo que respecta al ministerio pastoral— es la forma en que advierte acerca de los peligros opuestos en ambos extremos de lo que podríamos llamar el espectro de la confianza. A lo largo de la historia de Israel, y también de la historia de la Iglesia, el pueblo de Dios ha tendido a oscilar entre el exceso de confianza (orgullo, arrogancia, prepotencia) y la falta de confianza (incredulidad, temor, miedo). Las generaciones suelen oscilar de un extremo a otro, puesto que los jóvenes ven los defectos de sus antecesores y reaccionan de forma exagerada. Nuestra generación actualmente es testigo de este tipo de oscilación impulsada por ejemplos muy destacados de liderazgo abusivo y autoritario.

El Libro de Números pone de manifiesto ambos peligros de una manera notablemente compleja. Los estudiosos identifican siete grandes pruebas en Números. En la primera y la séptima, Israel se queja de sus desgracias (11:1-3; 21:4-9). En la segunda y la sexta, muestran falta de fe en que Dios les proporcionará alimentos (11:4-34) y agua (20:2-13). En la tercera y la quinta, desafían el liderazgo de Moisés, tanto por parte de Miriam y Aarón (12:1-16) como de Coré, Datán y Abirán (16:1-17:13). Y en la cuarta y principal prueba, Israel no logra entrar en la tierra prometida a causa de su incredulidad (13:1-14:38).

Cuando lo resumimos de esta manera, los dos peligros se pueden distinguir claramente. En la segunda, cuarta y sexta pruebas, el problema es la falta de confianza: la duda, la incredulidad, el temor y el miedo. En la tercera y la quinta, el problema es el exceso de confianza: el desafío, el orgullo, la arrogancia y el deseo de poder. La forma en que la narración va y vuelve de un extremo al otro sugiere que ambos peligros estarán presentes en Israel, y en la iglesia, en el futuro.

Esto representa una advertencia para los pastores: al momento de confrontar la incredulidad y el miedo, no se debe corregir desmesuradamente ni actuar como opresores autoritarios; al momento de responder a estos opresores autoritarios, no se debe corregir de una forma excesiva que pueda llevar al miedo o a la incredulidad. Las Escrituras, sin embargo, no tienen una postura fatalista como si estuviéramos condenados para siempre a oscilar entre dos extremos dañinos. En Lucas 4:1-13, Jesús mismo soportó las pruebas centrales que se mencionan en Números. Fue tentado a no confiar en la provisión de Dios en el desierto, a realizar milagros solo para presumir de su poder, y a tomar el poder y la autoridad antes de tiempo. Aun así, desafió al Tentador, y en su posición de líder se condujo con una fe humilde, sin miedo ni orgullo. En su gracia y por su Espíritu, nosotros también podemos hacer lo mismo.

Andrew Wilson es pastor de enseñanza en King's Church en Londres, Inglaterra, y es autor de God of All Things. Síguelo en Twitter @AJWTheology.

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La fantasía fatal

La traición de Judas revela el corazón de una esperanza mal orientada.

Death Is Vast As a Planet At Night. Óleo sobre lienzo. 20 x 25”. 2009

Death Is Vast As a Planet At Night. Óleo sobre lienzo. 20 x 25”. 2009

Christianity Today March 27, 2024
Catherine Prescott

Uno de los doce, el que se llamaba Judas Iscariote, fue a los jefes de los sacerdotes. «¿Cuánto me dan y yo les entrego a Jesús?», propuso. Decidieron pagarle treinta monedas de plata. —Mateo 26:14-15

«Podemos notar… que Él [Jesús] no fue visto nunca como un mero maestro moral. No produjo esa impresión sobre ninguna de las personas con las que se encontró. Produjo básicamente tres impresiones: odio, terror o adoración. Pero no hay el menor rastro de gente que expresara vaga aprobación». C.S. Lewis, Dios en el banquillo

No tenemos la opción de elegir qué versión de Jesús queremos adorar. Amamos su persona real y verdadera como es. Cualquier cambio o diferencia equivale a idolatría. Cualquier cambio o diferencia representa una fantasía. Cualquier cambio o diferencia siempre será inferior a aquello por lo que Jesús murió para darnos como herencia.

Hubo un hombre que siguió a Jesús, y fue contado como uno de sus discípulos. Fue enviado junto con otros para realizar obras que solo podían ser hechas por el poder de Jesús, y tenía la responsabilidad de administrar los recursos empleados para su ministerio. Sin embargo, en algún punto de aquellos tres años que caminó con el Mesías, cedió ante el mal de la decepción. Su vida, que llegó a su fin en Acéldama, o «campo de sangre» (Hechos 1:19), revela las limitaciones de nuestra perspectiva humana en contraste con la invitación de Jesús a confiar plenamente en él.

Alejémonos un poco de la conocida fatalidad de su historia, y observemos el entorno que, al parecer, lo rodeaba. ¿Cómo es que una vida que estuvo tan cerca de la Fuente de toda esperanza, belleza y gozo llegó a terminar con tanta angustia y desesperanza? ¿Será que el veneno de la comparación amargó su corazón? ¿Será que su imaginación fue cautivada por la ilusión de un rey heroico que derrocaría a un imperio opresivo? ¿O quizás vio una desconcertante contradicción en la inesperada respuesta de Jesús en defensa de María de Betania después de que ungiera sus pies con un aceite costoso?

Las fantasías nos atan a una percepción falsa de las cosas, y terminan ocupando el espacio que le corresponde a la fe y a la esperanza. Cuando las cosas no suceden como esperamos, nos vemos envueltos en un remolino de desilusión y decepción. Queremos echarle la culpa a alguien. Pero aunque puede ser tentador culpar a Dios por no producir el bien que imaginamos, si captamos un destello de verdad en el espejo, en realidad somos nosotros los que cedimos a la seductora atracción de la ilusión.

Cuando fue confrontado con la realidad de quién es Jesús, la lealtad de Judas a sus propios objetivos terminó cegándolo y privándolo de la historia que podría haber vivido. Jesús no llena nuestros casilleros: más bien, muchas veces destruye nuestras expectativas. Su reino está fundado en la verdad y la gracia, no en cumplir aquello que esperamos. En cada uno de sus pasos y decisiones, Él tiene en mente un plan, una razón y un objetivo.

La tristeza, el sufrimiento, la confusión, las expectativas no realizadas y las oraciones no contestadas suelen revelar los rincones más profundos de nuestro corazón. ¿Amamos a Jesús por quien Él es en realidad? ¿O amamos la fantasía que creamos de Él?

Jesús sí es el Rey que derrocó a un imperio opresivo, pero contrario a las expectativas de Judas, no se trataba del Imperio romano, sino del imperio del pecado, el odio y la muerte. Jesús no nos decepciona. Él es el Rey que hace añicos nuestros sueños más emocionantes para revelar a cambio una historia rica en posibilidades, fe y gozo.

La historia de Judas nos muestra la dolorosa realidad de la falsa promesa de la carne y de nuestro deseo por las ganancias de este mundo. Pero también levantamos nuestra mirada de la ilusión que creamos para nosotros mismos, y miramos a Aquel cuya vida produce en nosotros el deseo por cosas más profundas, más hermosas, más auténticas y más duraderas de lo que nuestras mentes pueden entender.

Cuando nuestras fantasías se rompen y nos sentimos expuestos, podemos alejarnos decepcionados, o podemos acercarnos vulnerables a Jesús, y dar lugar a que su naturaleza eterna destruya nuestra invención y sea nuestra verdadera esperanza de vida y resurrección.

Reflexiona



1. Piensa en verdades sobre Jesús que has identificado como difíciles de aceptar o con las que es difícil coincidir. ¿Cuáles fueron los aspectos de su persona con los que has tenido mayor dificultad?

2. Intenta imaginar cómo tu vida sería transformada si amaras a Jesús con todo tu corazón tal como Él es. ¿De qué maneras amarlo y aceptarlo de forma auténtica transformaría tus experiencias cotidianas y tu perspectiva?

Eniola Abioye vive en California y es misionera, cantautora y poeta, y ha colaborado con grupos como Upper Room, Bethel y Maverick City.

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El gaucho se robó la Pascua en Uruguay

Hace más de 100 años, el país más laico de América Latina abolió las fiestas cristianas. Desde entonces, los líderes de las iglesias locales han luchado por recuperarlas.

Durante Semana Santa, cada año se celebra un rodeo en Uruguay.

Durante Semana Santa, cada año se celebra un rodeo en Uruguay.

Christianity Today March 26, 2024
Xanfoto / Getty

Esta semana, millones de latinoamericanos asisten a diversos servicios religiosos para celebrar el Domingo de Ramos, el Jueves Santo, el Viernes Santo y el Domingo de Resurrección.

En Uruguay, van al rodeo.

Mientras sus vecinos de habla hispana y portuguesa conmemoran la muerte y resurrección de Cristo, los habitantes de este país de 3.3 millones de habitantes celebran la Semana Criolla, una serie de festivales en honor de la herencia gaucha del país. Muchos asisten a ver «la jineteada», el deporte nacional uruguayo, en la que los jinetes intentan aferrarse al lomo de un caballo indómito. Muy pocas de las actividades, que también incluyen música y bailes tradicionales, reconocen el calendario cristiano —excepto cuando se trata de comer asado criollo—.

Los vendedores ofrecen asado criollo durante toda la semana, excepto el jueves y el viernes: un guiño a la herencia católica del país.

«Es una de nuestras muchas idiosincrasias», dice Karina T., antropóloga de Montevideo. (CT solo usa la inicial de su apellido debido a la sensibilidad de su ministerio con los musulmanes). «Si le preguntas a alguien por qué come pescado en esos días, probablemente va a decir que es algo que los abuelos hacían. Pocos van a decir algo sobre religión. No lo saben».

Esta ignorancia es en cierto modo intencionada.

Uruguay fue uno de los primeros países del hemisferio occidental en separar constitucionalmente la Iglesia del Estado, y en ningún lugar es más evidente el laicismo que en el cambio de nombre de las fiestas cristianas. En 1919, el gobierno cambió jurídicamente el nombre del festejo del 25 de diciembre a «Fiesta de la Familia» y la Semana Santa por la «Semana de Turismo» (durante la cual la capital celebra la Semana Criolla).

El 6 de enero, conocido en otros lugares como Día de Reyes, pasó a ser el «Día de los Niños», y el 8 de diciembre, cuando los católicos celebran la Fiesta de la Inmaculada Concepción, se convirtió en el «Día de las Playas».

La intención de los legisladores uruguayos era «absorber» las fiestas cristianas y sacar a Cristo de las celebraciones. A excepción de la Navidad (cuando los cristianos organizan eventos al aire libre e intentan evangelizar más directamente a los no creyentes), el gobierno ha conseguido su objetivo en gran medida, afirma Marcelo Piriz, pastor de la Comunidad Vida Nueva de Montevideo. Él cree que la Navidad es el «Día D para las iglesias».

En cambio, muchas iglesias tienen dificultades con la Pascua y la Semana Santa. Aunque algunas congregaciones pueden organizar programas especiales, su alcance es limitado, a menudo debido a que se trata de iglesias pequeñas.

«El número promedio de miembros de una iglesia es de unas 50 personas. Una congregación de 100 personas sería una iglesia pequeña en otras partes de Latinoamérica, pero aquí es grande», afirma Facundo Luzardo, pastor bautista de la Iglesia Bautista Adulam de Las Piedras y profesor del Seminario Bíblico del Uruguay.

Estas cifras pueden reducirse aún más cuando la gente atiende al llamado de la «Semana del Turismo».

«Lo mismo sucede en la iglesia, muchos de los miembros prefieren otras actividades», dijo Piriz. «Pueden ir al campo, o los padres pueden ir a enseñar a sus hijos a pescar, por ejemplo».

En efecto, la desconexión entre Uruguay y el cristianismo se remonta a mucho tiempo atrás.

Hasta finales del siglo XIX, el país estaba escasamente poblado. «Ni siquiera los indígenas, los charrúas, tenían un sistema de creencias», afirma Pedro Lapadjian, pastor de la iglesia Esperanza en la Ciudad de Montevideo y autor de dos libros sobre la historia de los evangélicos en Uruguay.

La presencia de los católicos romanos, aparentemente omnipresentes en toda América Latina, llegó más tarde a la región. El primer obispo se instaló en 1878, más de 250 años después de que un obispo se instalara en la vecina Buenos Aires.

Aunque muchos uruguayos proceden de países con una fuerte presencia católica, como España, Italia y Francia, «muchos de los inmigrantes que recibimos en el país no tenían creencias firmes, o eran influenciados por las tendencias liberales o masónicas de la Europa del siglo XIX. Incluso muchos de los protestantes», afirma Lapadjian. «Los intelectuales buscaban sus puntos de referencia en la Francia revolucionaria».

Con el tiempo, el gobierno empezó a retirar los símbolos religiosos de la vida pública. El Estado se hizo cargo de cementerios gestionados anteriormente por la Iglesia católica y retiró cruces de escuelas y hospitales.

En 1907, Uruguay fue el primer país de América Latina en legalizar el divorcio. El país legalizó la eutanasia en 2009, y el matrimonio entre personas del mismo sexo y la producción y venta de cannabis en 2013. El aborto, por su parte, fue primero despenalizado en la década de 1930 y finalmente legalizado en 2012.

El protestantismo apareció en Uruguay a principios del siglo XIX gracias a los anglicanos, si bien centraron su ministerio principalmente entre las familias británicas que vivían en Montevideo. Luego llegaron los misioneros: primero los metodistas en 1835, luego los luteranos en 1846 y los presbiterianos en 1849. En la segunda mitad del siglo XIX desembarcaron nuevos grupos, pero su llegada coincidió con la creciente secularización del nuevo país soberano (Uruguay se independizó en 1825).

Actualmente, los evangélicos representan el 8.1 % de la población, según una encuesta de Latinobarómetro de 2021, frente al 4.6 % de 2019. Sin embargo, el 38 % de los uruguayos se definen como ateos o agnósticos.

Estas realidades demográficas determinan la forma en que los líderes evangélicos predican y llegan a sus comunidades. Cuando Lapadjian viaja para hablar en Chile, Bolivia o Colombia, suele bromear: «Voy a América Latina».

«Cuando predicas en América Latina, las personas ya tienen un conocimiento de Dios, de Cristo. Hay algo en común», dice. «Cuando predicas en un país laico, primero tienes que luchar para demostrar la existencia de Dios».

Luzardo define su patria como «un país agnóstico». Él dice que existe cierta curiosidad pública por religiones como el hinduismo o el budismo, pero la mayoría se muestra apática cuando se trata del cristianismo.

«Un uruguayo va a ser muy educado, va a escucharte. Pero no va a mostrar interés», dice Karina T.

Aunque los cristianos uruguayos participan en muchas de las festividades de la Semana Criolla, también encuentran formas de celebrar la Semana Santa.

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En la iglesia Comunidad Vida Nueva, Piriz organiza una pijamada para el grupo de jóvenes el Domingo de Ramos y lleva a los jóvenes a acampar. Algunos predicadores invitados ofrecen sus enseñanzas en servicios especiales el jueves, viernes, sábado y domingo.

Los niños que reciben comidas en el comedor comunitario recibirán huevos de Pascua. Se espera que en cada reunión haya unas 120 personas, el doble de la asistencia habitual a los servicios regulares. «En estas celebraciones, el reto es superar lo que somos», dijo Piriz, esperando que en los servicios haya más visitantes que miembros.

En la iglesia Esperanza en la Ciudad, la predicación de Lapadjian previa a la Semana Santa llamó a sus miembros a adoptar el lema «¡Vamos por Más!» y a servir a su comunidad. La iniciativa incluyó un llamado a donar al banco nacional de sangre, que perdió parte de sus reservas en enero cuando su edificio quedó parcialmente destruido por un incendio.

«La Pascua es donación de sangre, porque la sangre de Jesucristo fue derramada para el perdón de nuestros pecados», dijo.

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History

Leyendo la Biblia entre mujeres

Caricaturizar a Rajab y otros personajes femeninos de las Escrituras a menudo deja de lado su contribución.

Christianity Today March 26, 2024
Ilustración de CT / Fuente Imágenes: Wikimedia Commons / Unsplash

Hace varios años, me invitaron a escribir las notas para una nueva Biblia de estudio para mujeres. El proyecto fue inesperado y me pareció inusual, porque yo nunca había leído una Biblia de estudio para mujeres y era escéptica acerca de la necesidad de una. ¿Por qué no podemos todos leer la misma Biblia? Pero después de orar acerca de la oferta, me sentí impulsada a aceptar, con la esperanza de poder ofrecer algo de valor a las mujeres que adquirieran la Biblia. ¡No tenía idea de cuán transformador terminaría siendo el proyecto para mí!

En mis cuatro décadas trabajando en escuelas cristianas, iglesias y otros ministerios (y con tres títulos académicos en estudios bíblicos), nadie me había pedido nunca que leyera la Biblia como mujer y para mujeres. Nunca me había acercado a la Biblia preguntando: ¿Qué se van a preguntar las mujeres cuando lean esto? ¿Qué les va a molestar? ¿Qué captará su atención?

Debido a que mis pastores y profesores de teología eran todos hombres, y la mayoría de los libros que leí sobre la Biblia fueron escritos por hombres, aprendí a leer las Escrituras genéricamente, ignorándome a mí misma tanto como fuera posible para poder ver el mundo a través de sus ojos. Algunos de mis profesores consideraron la difícil situación de las mujeres o los roles de las mujeres, pero ninguno de ellos tenía experiencias de carne y hueso que les ayudaran a adentrarse en las historias bíblicas de mujeres. Esto no era su culpa y no hizo que sus enseñanzas fueran irrelevantes, pero sí hizo que mi comprensión de las Escrituras fuera incompleta.

Mientras releía el Antiguo y el Nuevo Testamento, centrándome tanto en las mujeres del texto como en las mujeres que lo leerían, muchas historias bíblicas cobraron vida para mí de una manera completamente nueva. Me vi obligada a luchar con pasajes difíciles que parecían difíciles para las mujeres. Pero mientras luchaba con estas historias con la ayuda de otros, descubrí ideas profundas sobre la bondad de Dios.

Leer a nombre de las mujeres también me sensibilizó sobre los personajes femeninos de las Escrituras que con demasiada frecuencia son marginados o caricaturizados con etiquetas unidimensionales como prostituta, hermana, seductora, viuda. Estas representaciones no son solo inexactas en ocasiones, sino que a menudo pueden distraer la atención de facetas más importantes de su carácter, como su coraje, lealtad, creatividad y determinación, así como de su contribución vital al plan de redención de Dios esbozado en la narrativa bíblica.

Uno de esos personajes es Rajab, a cuyo nombre nos apresuramos a agregar, la prostituta. La historia de Rajab a veces se reduce a una conclusión trillada: Dios está dispuesto a utilizar incluso a los pecadores más viles para lograr sus propósitos, ¡incluso a las prostitutas extranjeras! Sin embargo, su personaje aporta mucho más significado a la historia de Israel.

Rajab era ciudadana de Canaán, uno de los pueblos «enemigos» que ocupaban la Tierra Prometida a quienes Jehová [Yahvé] mencionó en su promesa al pueblo de Israel: «haré que tus enemigos te tengan miedo, se turben y huyan de ti» (Éxodo 23:27). El plan de Dios implicaba desmantelar el culto cananeo a Baal y otros dioses, de una forma u otra. Deberíamos encontrar sorprendente, entonces, que la primera conversación registrada con un cananeo en el libro termine con una promesa por parte de Dios de protegerla a ella y a su familia.

Josué a menudo tiene mala reputación por representar a un Dios violento que tiene sed de sangre cananea; no obstante, la historia de Rajab nos recuerda que no debemos leer el libro de manera absoluta. Para dimensionar correctamente nuestras expectativas, comencemos con las instrucciones específicas de Dios sobre qué debían hacer exactamente los israelitas cuando entraran a la tierra: «Derribarás sus altares, harás pedazos sus piedras sagradas y sus imágenes de la diosa Aserá y prenderás fuego a sus ídolos» (Deuteronomio 7:5). No encontrarás sangre en estos versículos, ya que la destrucción que Dios instruye no está dirigida contra las personas, sino contra las piedras que adoraban.

En cuanto a los propios cananeos, a los israelitas se les prohibió casarse con ellos o hacer tratos con ellos. La razón de esta prohibición no fue racial sino religiosa: «porque ellas los apartarán del Señor y los harán servir a otros dioses» (v. 4). Ese pueblo estaba herem, o «fuera del alcance» de los israelitas. El plan A de Dios era expulsar a los cananeos de la tierra (lo cual no sería posible si estuvieran muertos). Sí, hubo cananeos que murieron cuando los israelitas entraron en la tierra, pero matarlos no era el objetivo: desmantelar su adoración pagana y preservar la fidelidad de los israelitas sí lo era.

En la película de DreamWorks de 2010 Cómo entrenar a tu dragón, una aldea vikinga invierte una enorme cantidad de energía para defenderse y protegerse contra los ataques de los dragones. Sus hijos incluso aprenden a matar dragones en la escuela. Pero cuando un muchacho del pueblo (acertadamente llamado Hipo) se encuentra con un dragón herido (un «Furia Nocturna» al que llama Chimuelo), no lo mata, sino que se hace su amigo e incluso construye una prótesis para su cola a fin de ayudarlo a volar nuevamente. El comportamiento de Hipo es considerado imprudente e incluso es acusado de traición contra su pueblo. Domar dragones no era el plan. Tampoco lo era «domesticar» a los cananeos.

Entonces, ¿por qué se libró Rajab de la destrucción que vendría en la batalla de Jericó?

Comencemos por el principio de la historia, cuando Josué envió dos espías a explorar a Jericó y sus alrededores antes del ataque (Josué 2:1). Irónicamente, dadas las instrucciones de Dios de no tener relaciones sexuales con los cananeos, estos espías se refugiaron en la casa de una prostituta llamada Rajab. Es posible que una casa de mala reputación haya sido el único establecimiento de la ciudad donde los visitantes podían rentar una habitación, o quizás era el lugar más seguro para pasar desapercibido y evitar la atención indebida.

De cualquier manera, el rey los descubrió y exigió a Rajab que entregara a los espías. Ella, en cambio, los escondió y mintió para protegerlos, enviando a los hombres del rey en una búsqueda inútil. A cambio de su seguridad, los espías le prometieron a Rajab que ella y su familia se salvarían en la batalla inminente. Pero la pregunta aquí es, ¿los espías israelitas ignoraron flagrantemente las instrucciones de Dios con respecto a los cananeos? ¿O es Rajab un caso especial?

El factor clave a considerar es la lealtad de Rajab a Jehová e Israel en lugar de al rey de Jericó. Su soliloquio a los espías es una de las declaraciones de fe más poderosas que salen de labios de un extranjero en toda la Biblia hebrea: «Yo sé que el Señor les ha dado esta tierra», les dijo. «Por eso un gran terror ante ustedes ha caído sobre nosotros; todos los habitantes del país han perdido el ánimo a causa de ustedes. Tenemos noticias de cómo el Señor secó las aguas del mar Rojo para que ustedes pasaran, después de haber salido de Egipto» (Josué 2:9-10).

Rajab contó las victorias de Israel sobre Sijón y Og, los reyes amorreos que se negaron a dejarlos pasar pacíficamente en su camino hacia la Tierra Prometida. Ella concluyó: «Por eso estamos todos tan amedrentados y descorazonados frente a ustedes. Yo sé que el Señor su Dios es Dios arriba en el cielo y abajo en la tierra» (v. 11).

El testimonio de Rajab es inequívoco: reconoce a Jehová como la deidad suprema. Sus palabras hacen eco del cántico de Moisés y Miriam en Éxodo 15, que anunciaba:

Las naciones temblarán al escucharlo; la angustia dominará a los filisteos. Los jefes edomitas se llenarán de terror; temblarán de miedo los jefes de Moab. Los cananeos perderán el ánimo, pues caerá sobre ellos pavor y espanto. (vv. 14-16)

Para todos los efectos, Rajab ya no es cananea. Ella ha declarado lealtad al Dios de Israel. Salvar a Rajab se alinea con la promesa de Dios a Abraham en Génesis 12:3: «Bendeciré a los que te bendigan».

Volviendo a la ilustración de nuestra película, Rajab es el dragón desdentado, y los espías son el Hipo en el plan de Israel para expulsar a los cananeos. Pero el escritor del Libro de Josué no considera que el comportamiento de los espías sea problemático. De hecho, muestra a Rajab como una heroína y los israelitas, a cambio, le salvan la vida. Y sabemos que la historia de Rajab termina, con un «felices para siempre» porque se casa con un miembro de la comunidad israelita. Curiosamente, Salmón, el marido de Rajab, era nieto de cuarta generación de una mujer cananea, lo que podría haber influenciado su perspectiva sobre los «extranjeros».

Más tarde, Rajab y Salmón tuvieron un hijo, Booz, que se convirtió en bisabuelo del rey David después de casarse con Rut, una viuda moabita, otra extranjera «fuera de alcance» que se convirtió en israelita (ver Rut 4:18-22; Mateo 1:2-6). A través de su lealtad al Dios de Israel, estas mujeres se vuelven no solo periféricas en la historia de Israel sino centrales en ella. Rajab, al igual que Tamar, Miriam, Séfora y tantas otras, no son solo accesorios sino instrumentos primarios en el plan de Dios para la redención tal como se narra en las Escrituras.

Al igual que Tamar la cananea (Génesis 38), Jael la quenita (Jueces 4) y Rut la moabita (Rut 1–4), Rajab se convierte en un modelo de fe y una aliada del pueblo de Dios. Al salvar a los espías israelitas, humaniza al «otro» y participa en la realización del plan divino de Jehová. Rajab es un brillante ejemplo de aquello que es posible: un mundo en el que aquellos destinados a la destrucción pueden unirse al pueblo de Israel en su adoración al único Dios verdadero.

Quizás no debería sorprendernos, entonces, que Rajab aparezca en el Evangelio de Mateo como una antepasada de Jesús, quien también eligió salvar y «domesticar» a aquellos que alguna vez fuimos enemigos de Dios, aunque nosotros también estábamos destinados a la destrucción.

Carmen Joy Imes es profesora asociada de Antiguo Testamento en la Universidad de Biola. Contribuyó con notas a dos Biblias de estudio para mujeres, la primera de las cuales se publicará el 7 de mayo de 2024. Every Woman's Bible (NLT), Tyndale House Publishers.

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El Antiguo Testamento predice la Crucifixión. Pero, ¿qué hay de la Resurrección?

Incluso antes de la venida de Cristo, el mensaje del «tercer día» recorre las Escrituras.

Christianity Today March 26, 2024
Ilustración de Christianity Today / Fuente de imágenes: WikiArt / Getty

Si te pidieran que resumieras el Evangelio en una frase, ¿qué pasaje elegirías? Supongo que en cualquier lista de candidatos tendría que figurar 1 Corintios 15:3-5.

El evangelio, dice Pablo en esos versículos emblemáticos, es «que Cristo murió por nuestros pecados según las Escrituras, que fue sepultado, que resucitó al tercer día según las Escrituras, que se apareció a Cefas y luego a los doce» (NVI). Fundamentalmente, el Evangelio es la vida, muerte, sepultura y resurrección de Jesucristo en cumplimiento de las Escrituras. Es más que eso, sin duda, pero no menos.

Sin embargo, hay un problema. Es relativamente fácil identificar los pasajes que anuncian el sufrimiento y la muerte de Cristo por los pecados. Los cuatro Evangelios invocan un gran número de ellos, al igual que el Salmo 22, Isaías 53 y Zacarías 12:10-14. Pero, ¿qué tenía Pablo en mente cuando dijo que Jesús «resucitó al tercer día según las Escrituras»? ¿Hay algún versículo oculto en algún lugar de la Biblia hebrea que lo prediga?

Incluso mi Biblia de estudio se queda perpleja. Si bien normalmente rebosa en referencias cruzadas, el único texto del Antiguo Testamento que sugiere aquí es Oseas 6:2 («Después de dos días nos dará vida nuevamente; al tercer día nos levantará»), que parece estar hablando de Israel en su conjunto. Hay textos probatorios claros de la Crucifixión, como Isaías 53, pero ningún equivalente de la Resurrección, y mucho menos de la resurrección al tercer día.

Sin embargo, esto no se debe a que la idea de resucitar al tercer día no aparezca en ninguna parte de las Escrituras; de hecho, está en todas partes en las Escrituras, y aprender a identificarla puede enseñarnos a leer la Biblia con más atención, lo que, la mayoría de las veces, significa escuchar estribillos y ecos en una sinfonía, en lugar de buscar frases en Google para encontrar una coincidencia exacta.

En las Escrituras, el primer ejemplo de vida que surge de la tierra al tercer día aparece en el capítulo inicial del Génesis. En el tercer día de la creación, la tierra hace brotar plantas y árboles frutales, y éstos llevan semilla «según su especie» (Génesis 1:12), con capacidad para seguir produciendo vida en las generaciones siguientes.

A partir de ese momento, una «semilla» que resurge para dar vida en el tercer día se convierte en una pauta. A Isaac, el hijo destinado a la muerte en el monte Moriah, le es concedida la vida en el tercer día (Génesis 22:1-14, ver v.4). Lo mismo sucede con el rey Ezequías (2 Reyes 20:5). También con Jonás (Jonás 1:17). Los hermanos de José son liberados de la amenaza de muerte al tercer día (Génesis 42:18), al igual que el copero del Faraón (40:20-21). El pueblo de Israel, casi muerto de sed en el desierto, encuentra agua vivificante al tercer día (Éxodo 15:22-25). Y al llegar al Sinaí, Dios manda a Moisés a decirle al pueblo «que se preparen para el tercer día, porque en ese mismo día yo, el Señor, descenderé sobre el monte Sinaí, a la vista de todo el pueblo» (Éxodo 19:11). Cuando el pueblo judío había sido condenado a muerte, la reina Ester entra en presencia del rey al tercer día, él decide perdonarle la vida a ella, y consigue sacar a su nación de muerte a vida (Ester 5:1).

Así pues, cuando Oseas habla de que Israel resucitará al tercer día, Él no está sacando un número al azar de la nada. Él está reflejando un tema bien establecido que tiene su origen en el primer capítulo de la Biblia. Como dice Oseas:

¡Vengan, volvámonos al Señor!
Él nos ha despedazado,
pero nos sanará;
nos ha herido,
pero nos vendará.
Después de dos días nos dará vida nuevamente;
al tercer día nos levantará,
y así viviremos en su presencia. (Oseas 6:1-2)

Esto es exactamente lo que ocurrió el Domingo de Resurrección. Él no solo resucitó, sino que resucitó al tercer día, de acuerdo con las Escrituras. Él es el árbol frutal capaz de dar nueva vida según su especie. Él es el Hijo único, destinado a la muerte y devuelto a su Padre con vida tras haber demostrado lo profundo que es el amor del Padre. Él es el nuevo Jonás, vomitado de las profundidades al cabo de tres días para predicar el perdón a los gentiles. Él es la nueva Ester, que da un vuelco a la suerte de su pueblo intercediendo en la sala del trono celestial, encontrando el favor del Rey, conquistando a sus enemigos y, en última instancia, dándoles descanso.

Al tercer día, prometió Oseas, Dios nos restaurará para que podamos vivir en su presencia. Él ya lo ha hecho. Así que, ahora, podemos.

Andrew Wilson es pastor de enseñanza bíblica en la King’s Church de Londres y autor de Remaking the World.

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La adoración exagerada

La gracia para dar cuando la generosidad parece absurda.

Offertory. Acrílico sobre lienzo. 32 x 26"

Offertory. Acrílico sobre lienzo. 32 x 26"

Christianity Today March 26, 2024
Susan Savage

Ella hizo lo que pudo. Ungió mi cuerpo de antemano, preparándolo para la sepultura. Les aseguro que en cualquier parte del mundo donde se predique el evangelio, se contará también, en memoria de esta mujer, lo que ella hizo. —Marcos 14:8-9

Si hay algo que me encanta es dar o recibir un regalo inesperado. Recientemente, cada vez que recibía a un invitado en casa, cuando nos despedíamos, le regalaba cosas que he apreciado mucho, como teteras, ropa e incluso algunas de mis joyas. He sentido la emoción y la libertad que se encuentran en el acto de regalar cuando se trata de cosas con un valor real. Pero esta forma de dar tan extravagante e inesperada rara vez procede de una generosidad natural. Hay una gracia sobrenatural en acción, como la gracia que vemos en la historia de la mujer con su frasco de alabastro (Marcos 14:3-9).

Sé que es un fruto de la gracia porque he pasado la mayor parte de mi vida con una mentalidad de escasez: la idea de que no hay suficiente para todos, y que sería mejor ahorrar lo poco que tengo. Cuando leo el relato de la mujer que ungió a Jesús en los días previos a su crucifixión, mi espíritu resuena con un fuerte «¡sí!» y seco mis lágrimas asombrada por este acto trascendental de adoración. Pero confieso —y me estremezco al hacerlo— que mi carne sigue teniendo la misma respuesta que los que estaban en la sala y comienzo a juzgar la extravagancia de la mujer.

Cristo defiende a la mujer frente a las críticas de su despilfarro y comportamiento indecoroso explicándole a sus discípulos que ella lo ha preparado para la sepultura (v. 8). También les dice que su acto de devoción y sacrificio servirá para siempre como señal de las Buenas Nuevas, y que ella será recordada cada vez que se proclame el evangelio en todo el mundo (v. 9). La mujer que ungió a Jesús vació lo que podría haber sido su posesión más preciada y derramó su tesoro en honor del Dios encarnado. Ungió al Verbo antes de su sepultura, y creó así un recordatorio tangible de Jesús como el Ungido: el Mesías esperado por mucho tiempo (Isaías 61:1-3).

Puedo imaginarme que Jesús todavía estaría sutilmente perfumado con aquel aceite cuando fue llevado ante Pilato. Seguramente todavía tenía el dulce aroma amaderado del nardo en el cabello y en la barba como una unción persistente. Me pregunto si, mientras Jesús cargaba su cruz, los espectadores percibieron la fragancia, más allá del olor a sudor y sangre. Quizá notaban una dulzura en el aire mientras Cristo ascendía al Gólgota. Me pregunto si los hombres clavados en sus propias cruces a ambos lados de Jesús percibieron el aroma.

En el judaísmo antiguo, la señal de la unción estaba reservada en gran medida a los reyes. El osado acto de esta mujer no solo reconocía a Cristo como Rey de Reyes y Señor de Señores, sino que también prefiguraba lo que Cristo haría dos días más tarde, cuando se derramó de forma total, amorosa y aparentemente insensata en la cruz. Cuando se entregó como sacrificio, Jesús logró lo que nunca podríamos haber hecho por nosotros mismos. Lo que a veces puede parecernos una insensatez, es en realidad una muestra de fidelidad, y lo que nos parece un derroche, es adoración.

Mi generosidad es más una disciplina espiritual que una virtud. No puedo presumir de mi dadivosidad, puesto que el acto de dar a otros es opuesto a la voluntad de mi carne. Dios, en su bondad, me invita a dar generosamente y me da el poder de su Espíritu para hacerlo. Me he dado cuenta de que, al enseñarme a dar cosas materiales, está sanando una parte de mí que aún cree que no habrá suficiente. Así que me jacto de esta debilidad, y me regocijo aunque a veces siga oyendo las voces dirigidas a la mujer de Betania:

«¿Cómo te atreves a hacer eso?».

«Esto es una irresponsabilidad. Eres una irresponsable».

«Estás regalando algo que no puedes permitirte. ¿Y para qué?»

Luego llega Jesús, mi defensor: «Ella ha hecho una obra hermosa conmigo … Ella hizo lo que pudo». Y esas voces guardan silencio.

Reflexiona



1. ¿Cuál sería tu respuesta sincera a la generosidad escandalosa de la mujer que ungió a Jesús? ¿A quién te parecerías más en la sala?

2. ¿De qué forma ser generosos en abundancia desafía nuestros instintos de autopreservación económica o social?

Hannah Weidmann es cofundadora de Everyday Heirloom Co., una marca dedicada a embellecer a las mujeres como amadas de Dios a través de métodos atemporales de manualidades y narración de historias.

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Un poder hecho posible mediante el sacrificio

El mensaje del Domingo de Ramos sobre el asno, el león y el cordero.

Hall. Óleo sobre papel. 2018

Hall. Óleo sobre papel. 2018

Christianity Today March 24, 2024
Claire Waterman

Cuando lo tomó, los cuatro seres vivientes y los veinticuatro ancianos se postraron delante del Cordero. Cada uno tenía un arpa y copas de oro llenas de incienso, que son las oraciones del pueblo de Dios. —Apocalipsis 5:8

Para entender mejor el marcado contraste presente en el Domingo de Ramos —Jesús, el Rey, yendo por las calles de Jerusalén montado en un humilde burro— recurriremos al libro de Apocalipsis. En el capítulo 5, Juan describe una dramática escena en la que Dios presenta un libro que no puede ser abierto porque nadie es digno de abrirlo. El apóstol se siente abrumado por la impotencia de la situación y la imposibilidad de romper los siete sellos. Entonces un anciano le dice a Juan que deje de llorar: «el León de la tribu de Judá, la Raíz de David, ha vencido para abrir el libro y sus siete sellos» (v. 5, LBLA).

Puedo imaginarme al anciano haciendo esta declaración con voz de estruendo y señalando hacia el trono, y a todos los presentes en el cielo esperando ver a un león rugiente y llameante, irrumpiendo con un despliegue de tremendo poder. Imagino ojos que miran a un lado y a otro, brillantes y expectantes, al principio ignorantes de la criatura que se ha adelantado desde el trono. Entonces ven al que es digno, no como un león, sino como un cordero sacrificado, degollado, con sangre cayendo por su pecho, tiñendo la pura y blanca lana de un rojo carmesí intenso.

Lo correcto habría sido que Jesús se mostrara como el León de la tribu de Judá, en concordancia con la forma en que el anciano había anunciado su venida, sin embargo, no lo hace. Aparece como una de las criaturas menos amenazadoras de la tierra. Accesible. Humilde. Manso.

Este concepto del poder demostrado a través de la moderación y el sacrificio se extiende a través de las páginas de las Escrituras. Jesucristo revela continuamente su majestad en la humildad: el Rey de Reyes hizo su entrada en el mundo, no en un palacio, sino en un establo que apestaba a desechos animales. No manifestó su gloria primero a Herodes el Grande, sino a unos humildes pastores. No eligió ser el mentor de los miembros de la élite académica, sino de personas comunes. No se unió a las altas esferas de la sociedad, sino a los desvalidos, a fin de mostrarle a sus perplejos discípulos la naturaleza de un reino al revés.

Este es el Mesías que entra en Jerusalén montado en un burro y observa a los que tienden palmas delante de Él. No se dirige a los salones del poder para derrocar a Roma y satisfacer las expectativas de victoria militar de la multitud, sino al templo, el centro del culto judío, para confrontar nociones equivocadas de lo que significa servir a Dios. Jesús no sucumbió a los elogios de la multitud ni buscó un trono terrenal. Por el contrario, encontró su trono en un instrumento romano de tortura y ejecución, en obediencia al Padre, para que nosotros pudiéramos ser limpiados y reconciliados con Dios.

Jesús encarnó la intención original de Dios presentada en los capítulos 1 y 2 del Génesis: que la humanidad ejerciera dominio sobre la tierra a fin de dar vida, como un jardinero se esfuerza por cultivar la fecundidad y la belleza a través de sus esfuerzos. Adán y Eva fracasaron en esta tarea, por lo que era necesario que surgiera un nuevo tipo de ser humano: uno que aplastara la cabeza de la Serpiente, pero que también resultara magullado en el proceso. Jesús fue un siervo sufriente; un león que también era un cordero. Es el Dios de incomparable autoridad que se pondría el vestido de un siervo y lavaría los pies de quienes un día lo abandonarían. Uno que cabalgaría hacia Jerusalén en la semana de su ejecución para escuchar la aclamación de una multitud, para días después enfrentarse a otra que exigiría su crucifixión. Le vemos llorar sobre la multitud inmediatamente después de su entrada triunfal, preocupado por los que le rodeaban, aun cuando su propia vida corría peligro (Lucas 19:41). Jesús estaba completamente seguro en el afecto y la provisión del Padre. Veía más allá del velo de la muerte hacia la Resurrección, y por eso fue capaz de soportar la traición, la flagelación y el horror de la cruz.

Como seres humanos imperfectos, atraídos por el aplauso y temerosos del dolor, a menudo intentamos encarnar el poder del león; sin embargo, somos seguidores de un león que se hizo cordero. Que este Domingo de Ramos sigamos los pasos de nuestro maestro, recorriendo el camino del sacrificio de la cruz para que otros puedan encontrar la vida que se encuentra en la sangre de nuestro Salvador.

Reflexiona



1. Aunque era poderoso, ¿por qué Jesús eligió ser humilde al servir a los demás?

2. ¿Estoy utilizando mis recursos, capacidades e influencia para servir a los demás? Si no es así, ¿cómo puedo dar un paso práctico esta semana para usar el poder para servir?

Mick Murray ha trabajado en el ministerio pastoral durante más de 15 años con Antioch Community Church en Waco, Texas.

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Todos los días de esta semana son santos

Los cristianos tienen muchas razones para celebrar desde el Domingo de Ramos hasta el Domingo de Resurrección.

‘Vía Crucis’ de Saint-Jean-Baptiste au Béguinage

‘Vía Crucis’ de Saint-Jean-Baptiste au Béguinage

Christianity Today March 23, 2024
WikiMedia Commons

De niña, mi gemela y yo organizábamos a menudo elaborados concursos de repostería durante las vacaciones de Semana Santa. Un año, hice una tarta de Pascua con tres cruces de chocolate y una corona de espinas, y los decoré en grandes charcos de sangre de mermelada.

Claro, era innecesariamente horripilante, y no me sorprende que las esponjosas magdalenas de pollitos que preparaba mi hermana fueran las preferidas. Sin embargo, la verdad es que desde muy joven he evitado la propensión a evitar la crudeza de la Pascua. Para mí, su carácter sangriento es la razón misma por la que la Cruz trae tanta esperanza.

Muchos cristianos de todo el mundo celebrarán el Domingo de Ramos este fin de semana para conmemorar la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén. Hace unos 2000 años, multitudes de judíos extendieron ramas de palma en la vía pública para dar la bienvenida a su «Mesías», el rey conquistador que creían que derrocaría al gobierno romano y los liberaría de su hostil ocupación.

Aunque hoy en día muchos oprimidos siguen necesitando desesperadamente este tipo de liberación física, el viaje de Jesús no terminó ahí. Por el contrario, su camino hacia Jerusalén culminó en la cruz, lo que trajo un tipo de liberación totalmente distinto.

El Domingo de Ramos marca el comienzo de la Semana Santa, los días previos a la traición, muerte y resurrección de Jesús. Es un periodo del antiguo calendario eclesiástico en el que los cristianos esperan con gozo la victoria del Domingo de Resurrección.

Pero también es un tiempo de gran dolor, marcado por el sufrimiento, la traición y el quebrantamiento. Y, por eso, habla con fuerza a aquellos cuyos países, relaciones o situaciones de salud mental son cada vez más inestables. En un mundo que necesita desesperadamente esperanza, no podemos pasar por alto la angustia de la Semana Santa y pasar directamente al triunfo de la Pascua.

Los primeros días de la Semana Santa insinúan una inminente fatalidad.

El Lunes Santo marca el día en que Jesús maldijo a la higuera por no producir fruto y luego volcó las mesas del templo. Al día siguiente, Martes Santo, Jesús siguió enseñando en Jerusalén, desafiando a los líderes religiosos e informando a los discípulos de su inminente crucifixión. La indignación mostrada por los maestros de la ley prepara el escenario para los siguientes días de la vida de Jesús.

El Miércoles Santo es un día especialmente oscuro, que hace referencia a la traición de Judas Iscariote. La falsedad de Judas habría sido inmensamente dolorosa para Jesús. Él no era un observador distante en la periferia, sino uno de los principales discípulos de Jesús: un amigo íntimo y compañero de viaje. Esta tragedia se agrava cuando Judas lamenta más tarde su decisión de contribuir a la muerte de Jesús pero, sabiendo que era incapaz de revertirla, opta trágicamente por acabar con su propia vida.

Sin embargo, incluso en los momentos más oscuros, hay esperanza. Las primeras palabras de Jesús desde la Cruz fueron «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen» (Lucas 23:34). Quizá Jesús estaba le asegurando a su amigo (entre otros) que no todo estaba perdido: que, por muy profunda que sea nuestra depravación, siempre existe la promesa de la transformación.

Algunas iglesias y tradiciones celebran una comida de Jueves Santo, recreando la última cena de Jesús con sus discípulos. Allí, al compartir la comida y la bebida, Jesús informó a sus seguidores que su cuerpo sería partido y su sangre derramada, por ellos y por muchos.

Más tarde, esa misma noche, en el Huerto de Getsemaní, cuando su muerte se acercaba y muchos decidieron abandonarlo, el sudor de Jesús cayó como gotas de sangre (Lucas 22:44). Algunos especulan con la posibilidad de que hubiera padecido hematohidrosis, una condición médica poco frecuente en la que los capilares que rodean las glándulas sudoríparas se rompen en caso de angustia y trauma extremos.

Viernes Santo puede parecer un nombre inapropiado para un día marcado por el derramamiento de sangre, el sufrimiento y la muerte. Pero lo ostensiblemente malo alcanza lo bueno, ya que el cuerpo quebrantado de Jesús en la cruz se convierte en la fuente de la redención de la humanidad. C. S. Lewis escribió en Mero Cristianismo: «Su muerte ha lavado nuestros pecados, y… al morir Él inutilizó la muerte misma». La cruz, que era un instrumento de muerte —una muerte lenta, vergonzosa y brutal—, se convierte finalmente en un símbolo de vida.

Sin embargo, en nuestro intento de pasar rápidamente del horror del Viernes Santo al gozo del Domingo de Resurrección, muchos de nosotros descuidamos el Sábado Santo, el último día de la Semana Santa.

La Semana Santa del año pasado entrevisté al profesor John Swinton, antiguo enfermero psiquiátrico reconvertido en teólogo práctico, quien afirmó que el Sábado Santo nos impide desarrollar una teología de la gloria, que pasa por alto el sufrimiento de la muerte y se dirige directamente a la Resurrección. Nos recuerda que algunas personas están pasando por momentos oscuros y que debemos sentarnos con ellas en su desesperanza, llorando con los que lloran (Romanos 12:15).

El Sábado Santo nos incita a tomarnos en serio el sufrimiento. También nos asegura que no luchamos solos. A lo largo de su vida, Jesús sufrió dolor en todos los niveles posibles: físico, psicológico y espiritual. Aunque esto no elimina en absoluto nuestro propio dolor, la imagen bíblica nos muestra que, sea lo que sea con lo que nos encontremos —enfermedad física, lucha por la salud mental o duda espiritual—, Jesús ha estado allí. Él no solo conoce las profundidades de las emociones humanas, sino que también las ha experimentado.

Mucha gente conoce el versículo más breve de la Biblia: «Jesús lloró» (Juan 11:35). Sin embargo, la mayoría de las traducciones del griego original no reflejan bien este pasaje. En otras partes, en los versículos 33 y 38, la misma palabra griega para «llorar» transmite una emoción gutural profunda, que también podría traducirse como «Él resopló como un caballo furioso». Él no solo estaba apenado por la muerte de su amigo Lázaro: estaba furioso porque sabía que la vida no estaba destinada a ser así, ni lo sería para siempre.

Cuando nos sentimos frágiles, perdidos y solos, un cuento de victoria recubierto de azúcar no resuena con nuestro dolor. Necesitamos una esperanza concreta que haya sondeado las profundidades de la desesperanza, sudado sangre y experimentado una muerte atroz, pero que también declare que ese no es el final de la historia.

El viernes es bueno porque el Domingo de Resurrección está a la vista. Si Jesús resucitó de entre los muertos, entonces la muerte no tiene la última palabra. La Semana Santa y los eventos que condujeron a la crucifixión de Jesús nos aseguran que somos amados, que no estamos solos en nuestro dolor y que somos dignos de ser rescatados.

Durante la pandemia de COVID-19, sufrí un aborto espontáneo y, en ese momento, las manos llenas de clavos y el cuerpo ensangrentado de Jesús me hablaron con más fuerza que nunca. Y cuando más tarde concebí y di a luz a una niña, le pusimos por nombre Edén Gracia para que sirviera de recordatorio de que la pérdida no es el final de nuestra historia. Por muy rotas que estén ahora nuestras vidas, nunca debemos perder la esperanza de la restauración prometida por Dios.

En El Retorno del Rey, de J. R. R Tolkien, el hobbit Samwise Gamgee le pregunta a Gandalf: «¿Todo lo triste va a resultar falso?». Para nosotros, la respuesta es sí. La resurrección de Jesús nos ayuda a dar sentido a la Cruz, pero también nos proporciona una salida a nuestro sufrimiento. Es decir, apunta a una realidad futura sin más dolor, en la que todo lo triste dejará de ser verdad.

Ruth Jackson es presentadora del pódcast Unapologetic, es productora y presentadora de Premier Unbelievable y copresentadora de The CS Lewis Podcast con el profesor Alister McGrath.

News

Las iglesias hispanas en Estados Unidos harían más si tuvieran más recursos

Sus pastores son en su mayoría evangélicos, a veces bivocacionales, y están ansiosos por contar con más trabajadores y recursos para servir mejor a sus comunidades.

Christianity Today March 22, 2024
SDI Productions / Getty Images

Los pastores de las iglesias protestantes hispanas de Estados Unidos tienen una inmensa gratitud por el papel que desempeñan, pero muchos se enfrentan a dificultades económicas. Sus congregaciones reflejan diversos estilos de servicio de culto y adoración, pero tienen en común un deseo de alcanzar y servir a sus comunidades.

Lifeway Research se asoció con numerosas denominaciones y redes de iglesias para encuestar a pastores protestantes hispanos de Estados Unidos en un estudio patrocinado por Lifeway Recursos, Billy Graham Evangelistic Association y Samaritan’s Purse. Este estudio es la continuación de un estudio de Lifeway Research publicado el año pasado sobre pastores protestantes hispanos de Estados Unidos enfocado en las congregaciones y su alcance evangelístico.

«La respuesta de pastores y líderes sobre el primer estudio que hicimos el año pasado fue abrumadora», dijo Giancarlo Montemayor, director de publicaciones globales para Lifeway Recursos. «El objetivo con este segundo estudio es profundizar en algunos de los matices de la iglesia hispana en EE. UU., como la adoración y sus esfuerzos de alcance. También queríamos prestar mucha atención a las necesidades particulares de los pastores que sirven en estas comunidades, quienes a menudo luchan con cuestiones culturales y políticas que no están presentes en una iglesia de habla inglesa».

Perspectivas pastorales

El pastor protestante hispano promedio comparte muchas similitudes con otros pastores protestantes, aunque también tiene algunas características únicas. Los pastores participantes son en su inmensa mayoría evangélicos, con un 82 % que se identifica como tal, frente a un 17 % que se declaran protestantes tradicionales o de línea principal.

Siete de cada diez tienen algún tipo de educación superior, incluido un 44 % que tiene un título de posgrado. En cuanto a su formación teológica, casi la mitad ha realizado cursos de formación en institutos bíblicos (47 %) o en seminarios (46 %). Más de un tercio ha obtenido un máster en un seminario (38 %) o ha tomado cursos en un instituto bíblico (34 %). Una cuarta parte (25 %) ha realizado cursos de una escuela de la iglesia, mientras que el 12 % ha obtenido un doctorado de un seminario. Muy pocos (3 %) dicen no tener formación teológica formal.

La mitad de los pastores protestantes hispanos de EE. UU. (51 %) dicen que trabajan a tiempo completo en su iglesia. Tres de cada 10 (30 %) sirven bivocacionalmente, el 13 % son voluntarios, el 6 % trabajan a tiempo parcial y el 1 % son interinos.

De los que son bivocacionales, el 88 % trabaja 20 horas o más en su trabajo externo, incluido el 51 % que trabaja al menos 40 horas fuera de la iglesia. Los pastores bivocacionales dicen que lo hacen principalmente porque es una necesidad económica para sus familias (79 %). La mitad (48 %) dice que tiene un segundo trabajo porque ayuda económicamente a la iglesia. Tres de cada 10 (30 %) trabajan externamente porque su familia necesita contar con un seguro. Menos de una cuarta parte dicen que lo hacen para identificarse mejor con la población a la que quieren alcanzar (23 %) o porque se sienten llamados a ser bivocacionales (21 %). Casi 1 de cada 5 (18 %) dice que tiene un trabajo fuera de su iglesia porque disfruta trabajar.

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La mitad (52 %) de los pastores protestantes hispanos dicen que su cónyuge también trabaja para ayudar económicamente a la familia, incluido un 29 % que dice que esos ingresos adicionales son esenciales y un 23 % que dice que esos ingresos facilitan las cosas económicamente para sus familias. Pocos (6 %) dicen que su cónyuge trabaja pero que esos ingresos no son esenciales. Casi 2 de cada 5 (38 %) dicen que su cónyuge no necesita un trabajo remunerado para ayudar a solventar los gastos de su familia.

«Las fuentes de formación de los pastores de las iglesias hispanas son más diversas que los seminarios por sí solos», dijo Scott McConnell, director ejecutivo de Lifeway Research. «Del mismo modo que algunos no pudieron ser estudiantes a tiempo completo para prepararse para el pastorado, muchos deben mantener un empleo además de su función de pastor para proveer económicamente para sus familias».

A los pastores protestantes hispanos de EE. UU. también se les hicieron preguntas similares a las del reciente estudio de Lifeway Research Greatest Needs of Pastors (Mayores necesidades de los pastores), para determinar sus problemas más apremiantes. Sin embargo, las preguntas y opciones aplicadas surgieron de entrevistar específicamente a pastores protestantes hispanos.

Se preguntó a los pastores por los retos de su vida familiar, su bienestar emocional y físico, la dinámica de la congregación y sus necesidades personales. La mayoría identificó tres problemas concretos que, según ellos, requerían atención: la apatía o la falta de compromiso de las personas de su congregación (72 %), el balance entre el trabajo y el hogar (58 %), la práctica constante de ejercicio físico (57 %) y dedicar tiempo a relajarse y divertirse fuera del trabajo (50 %).

Cuando afrontan problemas, los pastores protestantes hispanos de EE. UU. son los más propensos a recurrir regularmente a su cónyuge. La mitad (51 %) dice que comparte abiertamente sus luchas con su cónyuge al menos una vez al mes. Más de un tercio (37 %) recurre a otro pastor. Alrededor de una cuarta parte habla con un amigo íntimo (26 %) o un mentor (24 %). Un porcentaje menor comparte sus luchas con otro líder de la iglesia (13 %), un consejero (7 %) o un grupo de estudio bíblico de la iglesia (6 %). Casi 1 de cada 5 (18 %) dice que no comparte abiertamente sus luchas con ninguna de estas personas en su vida.

Independientemente de los retos, los pastores protestantes hispanos de EE. UU. creen que dirigir una iglesia les ha beneficiado de varias maneras. Más de 4 de cada 5 dicen que han recibido un impacto positivo como pastores al ver de cerca la transformación de la vida de otras personas (85 %), experimentar un disfrute personal al utilizar sus dones en el servicio a otros (84 %), aumentar su dependencia de Dios (83 %) y ver un crecimiento espiritual personal (83 %). Un poco menos dijeron que habían visto un impacto personal positivo ayudando a sanar a familias y matrimonios (79 %), estableciendo conexiones significativas con otros (79 %) y experimentando disfrute o satisfacción personal al ejercer su ministerio (78 %). Menos del 1 % dice que no ha tenido ninguna de estas experiencias, mientras que el 62 % de los pastores dice que ha experimentado las siete.

«Aunque muchos se han dado cuenta de las dificultades muy reales a las que se enfrentan los pastores en EE. UU., los pastores de las iglesias hispanas se apresuran a centrarse en los aspectos positivos», dijo McConnell. «Muchos de los miembros de las iglesias hispanas trabajan largas horas y sus pastores suelen hacer lo mismo. En medio de estos retos, los pastores han crecido espiritualmente y disfrutan sirviendo a otros».

Servicio de culto y adoración

En cuanto a los tipos de servicios de culto y adoración que dirigen los pastores protestantes hispanos de EE. UU., destaca la variedad potencial. Lo más probable es que digan que su estilo de adoración se describiría como una combinación de tradicional/contemporáneo (30 %), pentecostal (23 %), contemporáneo (22 %) o tradicional (15 %). Pocos ven sus servicios de adoración como litúrgicos (3 %), posmodernos/emergentes (2 %) o contemporáneos urbanos (2 %).

Durante esos servicios, lo más probable es que los asistentes escuchen canciones de alabanza escuchadas en la radio cristiana contemporánea (64 %). Casi la mitad de los pastores dicen que su iglesia utiliza coros de alabanza (49 %) o himnos (46 %), mientras que alrededor de un tercio presenta canciones escritas por líderes de alabanza hispanos (35 %) o canciones con ritmo latino (31 %).

Como parte del servicio de adoración, es más probable que las iglesias coloquen las letras de las canciones en una pantalla (90 %) que himnarios (18 %). Alrededor de la mitad presentan notas del sermón en la pantalla (53 %) o muestran un vídeo (49 %). Los instrumentos más utilizados son la guitarra (78 %), el piano o el teclado (77 %) y la batería (71 %). Pocos utilizan un órgano (8 %), mientras que la mitad dice utilizar algún otro instrumento (51 %).

«Los servicios de culto y adoración en la iglesia hispana dentro de EE. UU. suponen un reto considerable porque tratas con primeras, segundas y terceras generaciones de inmigrantes que tienen necesidades específicas [diferentes] entre sí», dijo Montemayor. «Un creyente inmigrante de primera generación probablemente necesitará un servicio completamente en español, mientras que la segunda y tercera generación pueden haber perdido algunas de las características culturales y lingüísticas de sus padres, prefiriendo un sermón en inglés, pero canciones en español».

Los servicios de las iglesias protestantes hispanas de EE. UU. presentan muchos de los mismos elementos que otras iglesias protestantes y a menudo los repiten cada semana. Casi todas las iglesias tienen un sermón (99 %), lectura de las Escrituras (96 %) y cantos congregacionales (95 %) cada semana. Alrededor de 9 de cada 10 dicen que su servicio semanal incluye la oración pastoral (93 %), el saludo a los asistentes (91 %) y la oración de intercesión por los enfermos y necesitados (87 %). Alrededor de 7 de cada 10 también incluyen cada semana una invitación a responder al llamado del Evangelio [o llamado al altar] (72 %), lectura congregacional (70 %) e historias para niños (69 %).

Otros elementos son más esporádicos o dependen de cada congregación en específico. Casi 2 de cada 5 (38 %) dicen que la congregación recita una oración cada semana, pero el 45 % dice que eso nunca ocurre en su iglesia. El 38 % de las iglesias protestantes hispanas de EE. UU. dedica un tiempo a los testimonios semanalmente, el 25 % mensualmente, el 13 % trimestralmente, el 16 % menos de una vez al trimestre y el 9 % nunca. En un puñado de congregaciones, la recitación de credos ocurre semanalmente (15 %), mensualmente (4 %), trimestralmente (5 %) o con menos frecuencia (10 %), pero 2 de cada 3 pastores (66 %) dicen que nunca ocurre en su iglesia.

Casi todas las iglesias protestantes hispanas de Estados Unidos incluyen regularmente la participación en la Cena del Señor (99 %) y el bautismo (97 %), pero sus ritmos para hacerlo varían. La frecuencia más popular para la Cena del Señor es mensual (58 %), seguida de trimestral (22 %), semanal (12 %) y menos de una vez al trimestre (7 %). Los bautizos son menos frecuentes, ya que casi la mitad afirma que se celebran en su iglesia menos de una vez al trimestre (47 %) y un número ligeramente inferior afirma que la frecuencia suele ser trimestral (39 %). Son menos los que dicen que tienen bautizos mensuales (7 %) o semanales (4 %).

Servicio a la comunidad

A las iglesias protestantes hispanas de EE. UU. no solo les preocupa lo que ocurre dentro de sus edificios. Servir a su comunidad es una prioridad. Casi todos los pastores (99 %), incluido el 88 % que está totalmente de acuerdo, afirman que es importante que su iglesia muestre el amor de Dios a su comunidad de manera que satisfaga las necesidades tangibles de las personas.

Los pastores están divididos en cuanto a quién buscan ministrar con sus proyectos de servicio o ministerios de servicio en curso: el 46 % dice que a todas las personas de su comunidad, y el 46 % dice que a todas las personas hispanas de su comunidad. Pocos (6 %) dicen que se centran específicamente en los nuevos inmigrantes hispanos.

«La iglesia hispana en EE. UU. se caracteriza por satisfacer necesidades tangibles de los miembros de su comunidad mediante el servicio», dijo McConnell. «Algunas iglesias hispanas tratan de satisfacer las necesidades de todos los que las rodean, mientras que otras se centran en servir a los hispanos por razón de idioma o afinidad».

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Cuando se les preguntó específicamente cómo sirvieron a la comunidad el año pasado, el 92 % dijo que sí hacían algo. La mayoría dijo que ofrecía consejería matrimonial (60 %) y daba de comer a los necesitados (53 %). Muchos proporcionaron ropa a los pobres (44 %), dieron material para el regreso a clases de los niños (43 %), ayudaron a la gente a encontrar empleo (39 %), ayudaron a los ancianos (31 %) y ayudaron a personas a encontrar vivienda (29 %). Menos dijeron que su iglesia apoyaba a las escuelas locales (21 %), proporcionaba ayuda a las madres de recién nacidos (17 %), ayudaba a las víctimas de catástrofes (17 %), se reunía con personas en prisión (13 %) o proporcionaba ministerios o grupos de rehabilitación o adicción (11 %). Pocas iglesias acogieron a personas sin hogar (9 %), dieron clases particulares a escolares (8 %), ofrecieron programas extra curriculares (6 %) o se ofrecieron como voluntarias para proporcionar acogimiento familiar (3 %).

En cuanto a la atención a los inmigrantes, el 89 % de los pastores protestantes hispanos de EE. UU. afirmaron que su iglesia está preparada para atender a los nuevos inmigrantes de su comunidad. En términos concretos, el 75 % identificó una forma de servir a los inmigrantes en el último año. Más de la mitad (54 %) dijeron que satisfacían necesidades de información. Alrededor de 2 de cada 5 los trasladaron o transportaron (41 %), y les ayudaron con cuestiones jurídicas y de inmigración (37 %). Una cuarta parte (24 %) dijeron que enseñaban administración de dinero, mientras que el 18 % ofrecían clases de inglés como segunda lengua o mentoría y el 9 % enseñaban habilidades laborales.

Aunque el 70 % de los pastores están de acuerdo en que siempre tienen los recursos que necesitan para apoyar los ministerios que consideran esenciales, también indican que probablemente podrían hacer más si tuvieran más. La mayoría afirma que entre los retos importantes para servir a su comunidad se encuentran la necesidad de entrenar a más personas (56 %), la falta de recursos económicos (52 %) y la falta de suficientes trabajadores para salir a servir (51 %). Poco menos de la mitad señalan la falta de recursos para ofrecer ayuda jurídica en materia de inmigración (49 %), no contar con líderes que asuman la responsabilidad (47 %) y la dificultad para dedicar el tiempo necesario (44 %). Menos dicen que no disponen de instalaciones (31 %), que muchas personas de la iglesia se encuentran entre las que necesitan ayuda (30 %) y que carecen de conocimientos sobre oportunidades de empleo y vivienda (23 %).

Nueve de cada diez pastores protestantes hispanos de EE. UU. (86 %) dicen que los esfuerzos de enseñanza, evangelización y discipulado de su iglesia se han visto impactados por su servicio comunitario. Alrededor de 3 de cada 4 dicen que su iglesia ha podido mostrar el amor de Dios a su comunidad (73 %). La mayoría afirma que su servicio ha dado lugar a la visita de nuevas familias a su iglesia (63 %), al establecimiento de nuevas amistades con personas de la comunidad (58 %) y que personas acepten a Cristo como Salvador (56 %). Muchos (44 %) dicen que el servicio de la iglesia en la comunidad ha aumentado la apertura de la gente a debatir y escuchar lo que la iglesia tiene que decir. La mayoría de los pastores (53 %) dicen que su trabajo en la comunidad les ha dado oportunidades de compartir el mensaje del evangelio ocasionalmente, mientras que el 38 % dice que sus proyectos de servicio siempre incluían una presentación del evangelio.

«Mi oración es que la iglesia mundial pueda utilizar este estudio para informar mejor sus decisiones sobre cómo llegar a la comunidad hispana y ayudar a las iglesias que ya están haciendo el trabajo pesado», dijo Montemayor.

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