Ayuda idónea: la interpretación más común de estas palabras es imprecisa

Leer correctamente estas palabras proporciona un buen lugar para iniciar la conversación sobre los roles de género en la Iglesia.

Christianity Today October 10, 2022
Ilustración por Christianity Today / Source Images: WikiMedia Commons / Getty

En un reciente estudio, LifeWay Research preguntó a los pastores protestantes estadounidenses si sus congregaciones permitían a las mujeres asumir seis funciones específicas de liderazgo [enlaces en inglés].

Las opiniones sobre la predicación estaban previsiblemente divididas, pero aproximadamente «9 de cada 10 pastores dicen que las mujeres pueden servir en el ministerio de niños (94 %), como líderes de comités (92 %), en el ministerio de adolescentes (89 %) o compartir espacios como maestras de estudios bíblicos para adultos (85 %) en sus iglesias», según Aaron Earls. Un porcentaje menor (64 %) dijo que las mujeres podían servir como diaconisas.

La cuestión de dónde puede servir una mujer en la iglesia «se ha debatido durante siglos con eruditos bíblicos de distintas denominaciones que han llegado a conclusiones diferentes sobre lo que significan las Escrituras», dijo Scott McConnell, director ejecutivo de Lifeway Research.

En particular, la primera parte de la Biblia desempeña un papel clave. Generaciones de cristianos han considerado los relatos de la creación de Génesis 1 a 3 como el paradigma de los roles de género. «Todo el debate bíblico gira en torno a Génesis 1–3», dice Raymond C. Ortlund Jr.

Las palabras «ayuda idónea» de Génesis 2:18 han sido durante mucho tiempo un punto de inflexión en estos debates. Algunos las utilizan para argumentar que el papel principal de la esposa es apoyar el liderazgo de su marido. Otros usan este argumento para justificar fuertes opiniones sobre la sumisión y el servicio femeninos. Y otros han interpretado la idea de la forma más suave posible, diciendo: «Dios hizo al hombre como un líder con gracia y a la mujer como una ayudante esencial en el matrimonio».

Pero, ¿y si nos hemos equivocado al interpretar esas palabras? El matiz de servilismo que a menudo conllevan no se encuentra en ninguna parte de las Escrituras. Y nuestra interpretación errónea nos ha metido en problemas en la forma en que vemos los roles masculino y femenino.

El punto de vista más exacto, al menos como yo lo veo, es significativo tanto para los que se encuentran en el campo complementario como en el campo igualitario. Todos tienen algo que ganar de prestar una mirada más cercana y cuidadosa al texto del Génesis y a lo que dice, a saber, que la «ayuda idónea» es, de hecho, una socia de pleno derecho en la obra que Dios le asignó a los humanos.

Es posible argumentar que el pasaje más importante para entender la condición de persona es Génesis 1:26-28. Dios crea al hombre y a la mujer como corona de la creación. Se nos designa como «imagen de Dios», un estatus que en un contexto del antiguo Cercano Oriente significa que los humanos representan físicamente la presencia de Dios en la tierra.

En Génesis 1, ese estatus se expresa a través del dominio, una tarea que se otorga al ser humano sin tener en cuenta el género. Los hombres y las mujeres deben dominar o gobernar juntos en nombre de Dios, manteniendo el orden y asegurando el florecimiento de la creación.

Resulta sorprendente, sin embargo, que Dios no le diga a los humanos que se dominen unos a otros. El trabajo en equipo es el modelo establecido.

Es esencial tener presente esta base al pasar la página de Génesis 2, donde se vuelve a contar la creación de los humanos de una forma más íntima. Al hombre colocado en el jardín de Dios se le asigna un trabajo: cultivarlo y cuidarlo (Génesis 2:15).

Pero ese hombre tiene un problema: está solo. Aunque muchos animales pueblan el jardín, ninguno de ellos es adecuado para brindarle compañía. Si el hombre hubiera necesitado a alguien que recibiera órdenes, podría haber elegido un buey o una mula. Si hubiera necesitado una sombra, podría haber elegido un perro. Pero ninguno de ellos puede ayudarle a cumplir sus responsabilidades en calidad de compañero de pleno derecho, y ninguno de ellos puede hacerle rendir cuentas con respecto a mantener los límites que Dios ha establecido.

Lo que le falta al hombre es, pues, un ʿēzer kenegdô, «una ayuda adecuada».

Entra la mujer en escena. Ella resuelve el conflicto argumental de Génesis 2 ofreciendo lo que ningún animal del jardín podía ofrecer: una compañía plena. Para algunos cristianos, esta sección ofrece evidencia para dos afirmaciones clave:

Primero: Dios designó a los hombres para dirigir y tener autoridad sobre las mujeres.

Segundo: Las mujeres están hechas para apoyar el liderazgo de los hombres al seguirlos.

Sin embargo, estas suposiciones comunes no resisten el escrutinio. El aspecto central de la historia no son las diferencias entre el hombre y la mujer —si bien son importantes— sino su similitud esencial y su condición de igualdad ante Dios.

La mujer es como el hombre de una manera que ninguna otra criatura lo es. Ella procede de su propio cuerpo —así como todo hombre futuro procederá del cuerpo de una mujer—, lo que sugiere su misteriosa conexión. Ella «es adecuada» para él (hebreo kenegdô, Génesis 2:18, 20). Y ella cumple el papel de compañera para apoyar lo que Dios le encargó al hombre hacer. Juntos poblarán la tierra y juntos la gobernarán.

Entonces, ¿por qué llamarla «ayuda» del hombre? ¿No implica eso que él es el jefe?

En las traducciones al inglés de Génesis 2:18 (NIV, NLT, ESV, NRSV, NASB), la palabra usada es «ayudante», y sugiere que el hombre toma la iniciativa y la mujer está presente en un papel de apoyo. Es la recepcionista del director general, la animadora del quarterback o la enfermera del cirujano.

A lo largo de la historia, a menudo las mujeres han desempeñado papeles como estos, y han aportado mucho al hacerlo. Sin embargo, este modelo pasa por alto algo de la palabra hebrea ʿēzer.

¿Qué tipo de ayuda ofrece ʿēzer? ¿Quiénes son los ʿēzers en la Biblia?

El resto del Antiguo Testamento utiliza la palabra ʿēzer principalmente de dos maneras. En primer lugar, se refiere a los soldados aliados que ayudan en la batalla. (Véase, por ejemplo, Josué 1:14 o 1 Crónicas 12:1-22.) En segundo lugar, se refiere a Dios como la ayuda de Israel. (Véase Génesis 49:25; 2 Crónicas 32:8; Salmo 10:14; Isaías 41:10-14).

Claramente, en esos pasajes, aquel que «ayuda» no tiene un papel servil. En todo caso, es lo contrario. Dios suministra lo que le falta a Israel. Como explica la estudiosa del Antiguo Testamento Mary Conway, «la frase kenegdo se traduce mejor como “correspondiente a él”, un término que implica habilidad e igualdad, más que subordinación o inferioridad».

De hecho, la palabra ʿēzer aparece como sustantivo común más de 90 veces en el Antiguo Testamento, pero nunca se refiere a lo que los siervos o subordinados hacen por sus amos.

Si estás en peligro de perder una batalla, lo que necesitas es un ʿēzer, es decir, otro escuadrón de tropas o una intervención divina que venga a ponerse a tu lado para reforzar a tu debilitado ejército.

¿Qué significa esto para las mujeres? El hombre no necesita una secretaria, una compañera o alguien que cumpla sus órdenes. Más bien necesita una compañera de pleno derecho en el trabajo de dominar la creación, así como para dar mantenimiento al jardín y protegerlo de los intrusos. Él necesita una mujer.

La palabra «ayudante» no hace justicia al papel que Dios diseñó para la mujer en Génesis 2. «Aliada necesaria» o «compañera esencial» podrían ser mejores formas de traducir esta palabra.

Como miembro de pleno derecho del movimiento evangélico, es un misterio para mí cómo muchos segmentos de nuestra comunidad han arraigado en general su doctrina sobre los roles de género de Génesis 3 y no en Génesis 2. Es cierto que Génesis 3 presenta la jerarquía de género: «… tu deseo será para tu marido, y él tendrá dominio sobre ti» (Génesis 3:16, NBLA).

Pero esa dinámica proviene de las terribles consecuencias de la rebelión humana. Eva fracasó en su tarea de ayudar a Adán a cumplir su encargo de cuidar y vigilar el jardín. Un intruso astuto puso en duda la idoneidad de las órdenes de Dios, y marido y mujer se tragaron la mentira: anzuelo, sedal y plomada. El resultado fue una relación con Dios gravemente fracturada, al igual que su relación de pareja y su relación con la tierra que debían cuidar.

Sin embargo, nótese que la mujer era totalmente responsable de su propio pecado, y el hombre del suyo. Si Eva fuera una mera comparsa, Dios no se dirigiría a ella como agente moral pleno, responsable de su propia obediencia al mandato de Dios. Y si la culpa fuera únicamente de ella, el hombre no cargaría también con la culpa.

Mi punto es este: es un error ver Génesis 3 como un paradigma de las relaciones humanas y, especialmente, de las relaciones entre hombre y mujer. Este texto describe las consecuencias de la rebelión humana, no la intención original de Dios.

Dios anuncia que la mujer lo pasará mal porque su marido tendrá el dominio, no porque las cosas deban ser así, sino porque el pecado los llevó a un lugar de disfunción. Decidieron confiar en su propia sabiduría y no en la de Dios, y el resultado de ese error no fue nada bueno.

Dios no deseaba espinas, cardos y dominación masculina, como tampoco los futuros padres diseñan cuidadosamente un rincón de castigo para sus hijos antes de que nazcan. Por tanto, si queremos recuperar la visión de Dios sobre la creación, tenemos que apoyarnos en Génesis 1 y 2, donde hombres y mujeres están codo con codo como aliados en el trabajo que Dios diseñó.

¿Pero no fue Adán quien le dio su nombre a Eva? ¿Y nombrar no implica una jerarquía? No tengo plena certeza de que nombrar implique jerarquía. (Por ejemplo, Agar le da un nombre a Dios en Génesis 16:13.) Pero incluso si lo hace, como lo señala el profesor de teología Glenn Kreider, Adán nombra a Eva después de la caída, no antes (Génesis 3:20).

Con todo esto en mente, revisemos las dos suposiciones comunes sobre lo que enseñan estos capítulos:

Dios designó a los hombres y a las mujeres para dirigir juntos.

Las mujeres están hechas para apoyar el liderazgo de los hombres liderando con ellos.

No escuches lo que no estoy diciendo. No estoy negando que las mujeres deban ser siervas. La Biblia es muy clara al afirmar que todos nosotros, independientemente del sexo, debemos adoptar una postura de servicio en relación con los demás. Jesús fue el servidor de todos, y nos llama a todos a imitarlo.

Según el Libro del Éxodo, el servicio es la expresión esencial de la vocación de Israel. Toda esa historia se enmarca en el cambio significativo de pasar de servir al Faraón a servir a Yaveh (Éxodo 7:16).

Si pensamos en nuestra vida actual, esa vocación no ha caducado. El problema viene cuando volvemos a leer «servicio» en la palabra «ayuda» de Génesis 2:18 y lo aplicamos de forma desigual en función del género. Eso no se encuentra en Génesis 2. Decir lo contrario es violentar el texto.

Aunque estas ideas no son la última palabra de la Biblia sobre los roles de género, proporcionan un buen lugar para iniciar la conversación. Y es un lugar muy útil para empezar.

Carmen Joy Imes es profesora asociada de Antiguo Testamento en la Escuela de Teología Talbot de la Universidad de Biola y autora de Bearing God’s Name: Why Sinai Still Matters.

Partes de este artículo han sido adaptadas de Being God’s Image: Why Creation Still Matters de Carmen Joy Imes (InterVarsity Academic, 2023). Copyright © por Carmen Joy Imes. Publicado y traducido con permiso de InterVarsity Press, P.O. Box 1400,Downers Grove, IL 60515-1426. www.ivpress.com.

Speaking Out es una columna de opinión para invitados de Christianity Today y (a diferencia de un editorial) no representa necesariamente la opinión de la publicación.

Traducción y edición en español por Livia Giselle Seidel.

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