Church Life

El vibrante testimonio de las iglesias latinas

Las congregaciones hispanoamericanas tienden a ser jóvenes, vibrantes e intergeneracionales. La iglesia en general tiene mucho que aprender de ellas.

A group of Hispanic people worshipping.
Christianity Today October 10, 2024
Israel Torres / Pexels / Edits by CT

El lenguaje común de la adoración tiene una manera de capturar el corazón aun cuando la mente no lo pueda entender. Pensaba en esto mientras me secaba las lágrimas cuando un grupo de cristianos hispanohablantes cantaban apasionadamente a mi alrededor en la conferencia Sent Summit en Orlando el mes pasado.

Aunque mi español de turista no daba para entender las referencias a lo divino, yo sentía el significado de la canción en mi alma. Las voces resonaban para la gloria de Dios. Las palabras que no podía traducir expresaban la profundidad de nuestra depravación envuelta en el amor incondicional de Dios.

Si bien no compartimos ni el idioma ni la etnia, mi experiencia en el culto con pastores y líderes latinos en Estados Unidos me recordó que esta comunidad, como cualquier otra cultura, es importante para el reino de Dios. Y la iglesia en general tiene mucho que aprender de estos hermanos en Cristo sobre la fe, la comunidad y la resiliencia.

En primer lugar, mientras que muchas iglesias estadounidenses sufren la incapacidad de llegar a las generaciones más jóvenes, las iglesias latinas están nadando contra esa corriente. Aaron Earls, de Lifeway Research, ha descrito a las congregaciones hispanas como «más nuevas, más jóvenes y más eficaces en la evangelización que la iglesia protestante típica en los Estados Unidos», y señala que «la mayoría realiza sus servicios únicamente en español (53 %), mientras que el 22 % son bilingües».

Los jóvenes de familias inmigrantes en Estados Unidos suelen ser maestros para sus padres de diversas maneras, desde ayudarles a aprender inglés hasta enfrentarse a las complejidades de sistemas desconocidos como el de salud y el de educación. Esta dinámica hace que los jóvenes también sean parte integral de la vida de la iglesia. Las congregaciones latinas tienden a estar dispuestas a acogerlos, no como receptores pasivos de la fe, sino como participantes activos en su formación. A los jóvenes cristianos se les pide desde pequeños que ayuden a dirigir el culto, enseñen y sirvan como traductores.

Este ministerio intergeneracional inverso, en el que los jóvenes suelen ser quienes traen a sus familias al redil, demuestra tanto el dinamismo como la complejidad de una fe que trasciende las barreras de la edad. Tener que afrontar tantos roles a una edad temprana puede equipar de manera única a los cristianos para el ministerio, pero también es agotador y puede ser traumático, especialmente cuando ha sido marcado por la pobreza, la pérdida y la injusticia.

«No es necesario llegar a la generación Z; es necesario rescatarla», me dijo un líder latino joven durante una reunión en el Seminario Teológico Fuller en Pasadena en agosto. «Va a ser complicado». Pero este proceso de integración de múltiples generaciones, tan hermoso y complejo como es, es exactamente lo que las comunidades cristianas latinas están dispuestas a hacer.

Los pastores Josh y Noemí Chávez conversaron conmigo sobre cómo se ve esto en su ministerio intergeneracional en Long Beach, California. «Cuando comencé a pastorear, tenía poco más de 20 años. Pensar en los jóvenes era fácil. Era a la generación mayor a la que tenía que considerar intencionalmente», reflexionó Noemí. «Ahora que tengo más de 40 años tengo que pensar intencionalmente tanto en los jóvenes como en los mayores. La Gran Comisión está en el centro de la visión y la misión de la iglesia y, por lo tanto, como líderes, debemos pastorear con amor los corazones de cada generación y encontrar gozo en la expresión del mensaje del evangelio».

Cuando esto se consigue con éxito, ese testimonio crea un rico tapiz de fe que honra la tradición y al mismo tiempo acoge la novedad y la innovación. Y muchas congregaciones de habla hispana también son un tapiz cultural que sirve como lugar de encuentro para personas que vienen de múltiples países, con diferencias reales en pensamiento, expresión y, especialmente, en opiniones políticas.

Contrariamente a la idea errónea que se tiene en la actualidad, la comunidad evangélica latina no es un bloque de votantes monolítico. Los votantes hispanos en Estados Unidos tienen una amplia gama de ideologías políticas, incluso en materia de inmigración. Si bien muchas iglesias predominantemente blancas son políticamente homogéneas, los ministros latinos me dijeron que ven una diversidad de opiniones políticas en sus congregaciones.

Esta capacidad de mantener la unidad en el culto es particularmente sorprendente y contracultural en el clima polarizado de hoy, y representa un modelo valioso de cómo priorizar la fe y la comunidad por encima de los desacuerdos políticos. Estas congregaciones hispanas son prueba de que es posible debatir sobre política y seguir partiendo el pan juntos.

«La iglesia enviada es una iglesia diversa», afirmó Gabriel Salguero. «Es un reflejo del Reino de Dios». Salguero, junto con su esposa Jeannette, son los fundadores de la Coalición Evangélica Latina Nacional y de la iglesia The Gathering Place en Orlando. Durante décadas, han guiado a pastores y miembros de iglesias de casi todos los continentes y ámbitos sociales, y él ve las diferencias ideológicas como una fortaleza, no simplemente como un obstáculo que superar.

«La iglesia necesita esta diversidad, incluso la diversidad de pensamiento», comentó Salguero en la cumbre de Orlando. «Si todos pensamos exactamente lo mismo, no estamos pensando todos».

Con una gran diversidad de generaciones y de opiniones, ¿qué podría mantener unidas a estas comunidades en Cristo? La respuesta corta es el Espíritu Santo… y el café.

Mientras que el servicio brinda inspiración, el café posterior brinda comunión. Al terminar el servicio de culto, las conversaciones acompañadas de un cafecito, un café con leche o un pan dulce brindan oportunidades cruciales para construir relaciones y formar una comunidad. Este es el lugar donde los nuevos miembros de la congregación pueden presentarse, los jóvenes pueden establecer vínculos, los mayores pueden recordar el pasado y los pastores pueden ofrecer una atención integral.

Este compromiso de estar presente con las personas en su vida cotidiana refleja una profunda comprensión del valor cultural de la familia, lo que conduce a un profundo cuidado de los demás.

Ese modelo de atención es cada vez más importante a medida que la iglesia en general enfrenta los desafíos de la disminución de la asistencia, las brechas generacionales y la relevancia cultural. La iglesia latina en Estados Unidos nos recuerda que el evangelio no es solo un mensaje para predicar, sino una vida para vivir: en comunidad, a través de las generaciones, abrazando la diversidad, superando los desafíos y siempre abiertos a las cosas nuevas que Dios está haciendo.

«Las iglesias hispanas siguen siendo una fuerza impulsora en la revitalización de la fe en Estados Unidos», me dijo Enid Almanzar, presidenta de la Coalición Evangélica Latina Nacional (National Latino Evangelical Coalition), después de la cumbre. Ninguna iglesia o grupo étnico es perfecto, por supuesto. Ninguna comunidad está exenta de las cicatrices que deja el esfuerzo por parecerse más a Cristo.

Sin embargo, en estos tiempos complejos, la iglesia latina ofrece ser un faro de esperanza a los creyentes en Estados Unidos y más allá, mientras se esfuerza por ser la iglesia que nuestro mundo necesita tan desesperadamente. Al igual que Pablo, al escribir a los corintios sobre las iglesias en Macedonia, quiero «que se enteren de la gracia que Dios ha dado» a estos hermanos creyentes (2 Corintios 8:1) para que puedan ser beneficiarios de su ejemplo de fe.

Nicole Massie Martín es la directora de impacto de Christianity Today.

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