Church Life

Eusebio ora a petición del presidente

Cómo una respuesta astuta forjó el camino hacia una mayor influencia.

Fotografía de Alex Azabache

Christianity Today April 7, 2022

Los nombres de esta historia se han cambiado para proteger a la comunidad

Eusebio Quispe se sintió fuera de lugar y sumamente incómodo. El aymara del altiplano andino estaba sentado en un banquete junto con alcaldes y concejales de todo el gran estado boliviano de La Paz. También estaba presente el hombre que había solicitado la reunión: Evo Morales, entonces presidente de Bolivia. Como primer jefe de estado indígena de la nación sudamericana, Morales inspiraba el respeto y el temor de todos los pueblos nativos del altiplano, los valles y las selvas.

Mientras se servía la sopa, el primer tiempo del banquete, Morales —un aymara— dijo en voz alta, un poco a tono de broma: «¿No deberíamos orar? ¿No hay cristianos en este grupo?».

Algunas personas se rieron titubeantes, pero un alcalde señaló directamente a Eusebio y dijo: «¡Ahí está tu hombre!».

Eusebio sintió pánico. Aun así, sabía lo que tenía que hacer. Se levantó…

Los aymaras han tenido una presencia importante en Bolivia y Perú, su país vecino, durante más de un milenio. En la actualidad, unos 2.5 millones de aymaras se reparten por el escarpado altiplano, a unos 12 000 pies [3000 m] sobre el nivel del mar.

Tras la llegada de los primeros misioneros protestantes que permanecieron en el país a principios del siglo XX, los aymaras se mostraron receptivos a las Buenas Nuevas. Los misioneros cuáqueros llegaron por primera vez en la década de 1930 y empezaron a predicar y a formar iglesias entre los aymaras. En la actualidad, la rama de la Iglesia Los Amigos, a la que Eusebio pertenece, cuenta con unas 200 congregaciones aymaras.

Los misioneros del grupo The Friends [Los amigos] reconocieron hace décadas que la iglesia boliviana era independiente y que ya no necesitaba una presencia extranjera, así que se marcharon.

La iglesia aymara sigue siendo fuerte. Bolivia tiene ahora el segundo mayor número de cuáqueros del continente americano, solo después de Estados Unidos. Pero, ciertamente, no está exenta de conflictos. Algunos se derivan de la naturaleza de ser aymara, que es ampliamente reconocida en la sociedad boliviana como una cultura de conflicto. Y otros se derivan del impacto temprano de los misioneros.

Los primeros misioneros estadounidenses llegaron a Bolivia tras el vibrante movimiento de avivamiento metodista de Estados Unidos, y trajeron consigo sus doctrinas y normas de comportamiento. La cultura aymara favorece la formalidad, las normas y los procedimientos establecidos, lo que desde el principio favoreció que asimilaran bien esta fe importada.

Aunque la mayoría de estos énfasis fueron positivos y produjeron el fruto de una iglesia creciente, algunos resultaron problemáticos. Entre ellos estaba la enseñanza de que los cristianos deben separarse del mundo, una doctrina verdadera desde el punto de vista teológico, pero que puede convertirse en falsa cuando se lleva al extremo.

Los aymaras tienen una cultura comunitaria, en la que tanto la comunidad como la familia extensa desempeñan un papel importante. Cuando un niño aymara llega a la edad adulta, entra en una red de obligaciones comunitarias. Estas oportunidades de servicio de un año de duración continúan surgiendo a medida que un aymara progresa a lo largo de la vida.

El problema para los cristianos aymaras es que las obligaciones de su cultura incluyen numerosas fiestas en las que se espera que practiquen actos rituales y borracheras. Un buen líder se encarga de suministrar el licor para la reunión. Además, estos tiempos de servicio requieren la participación en sacrificios animistas a los espíritus que, según se cree, protegen a la comunidad.

Debido a estos aspectos dudosos, las primeras enseñanzas protestantes exigían que los cristianos aymaras rechazaran por completo su servicio comunitario. Esto produjo una grave tensión entre la iglesia y la comunidad.

A lo largo de los años, los individuos de las denominaciones evangélicas han respondido a esta tensión de diferentes maneras. Algunos creyentes se han negado completamente a participar; de ellos, algunos han sufrido persecución, incluida la pérdida de propiedades. Muchos otros han anunciado que se retirarán de la iglesia durante sus años de servicio para poder cumplir con todas sus obligaciones. Algunos de ellos regresan a la iglesia cuando concluyen esos años, se confiesan públicamente, reciben el perdón y se reintegran a su congregación. Otros, no vuelven nunca.

Y luego están los creyentes que toman el camino difícil, quienes se las arreglan tanto para servir a sus comunidades como para mantener su testimonio cristiano. Eusebio es uno de ellos.

Eusebio es miembro de la Iglesia Los Amigos de Ch’ojasivi en el altiplano. De joven, poco después de su conversión en 1975, se trasladó a La Paz para asistir a una escuela bíblica con la esperanza de convertirse en pastor. Después de graduarse, se casó y volvió a su comunidad, sirviendo unos años como pastor de su iglesia.

Cuando Eusebio decidió cumplir con su tiempo obligatorio de responsabilidad comunitaria, le pidió a los miembros de su congregación que lo apoyaran y oraran por él, y les dijo que estaba determinado a no comprometer sus creencias.

Durante ese primer año, descubrió que podía aplicar a su nueva función las habilidades administrativas que había aprendido en la escuela bíblica (por ejemplo, la importancia de hacer las cosas con cuidado y en orden, seguir las normas y reglamentos establecidos, apegarse a una cuidadosa contabilidad financiera, etc.). Esto contrastaba con la forma en que los líderes anteriores habían llevado a cabo estas tareas. Otros líderes de la comunidad se dieron cuenta de ello y le brindaron su aprobación. 

Su trabajo marcó la diferencia y Eusebio descubrió una nueva vocación de servicio a su comunidad. Continuó voluntariamente año tras año, desempeñando diferentes funciones, ascendiendo en la escala de responsabilidades hasta convertirse finalmente en líder a nivel provincial. En el momento de mi entrevista con él en 2018, había dedicado más de 30 años a este tipo de servicio.

Dado que el trabajo comunitario exige tanto tiempo, Eusebio consideró necesario renunciar a sus funciones de liderazgo en la iglesia, incluido su pastorado. Sin embargo, su iglesia reafirmó su vocación y siguió brindándole apoyo, a diferencia de muchas congregaciones de otros pueblos. Eusebio ha sido capaz de mantener una asistencia fiel al culto. Comenzó la práctica de venir todos los domingos a las 5 de la mañana para orar hasta que comenzara el servicio. A veces otros se unían a él, pero a menudo oraba solo.

Eusebio mantuvo su compromiso con un fuerte testimonio cristiano durante su servicio comunitario, una tarea nada fácil dadas las expectativas y presiones. Desde el principio, Eusebio hizo saber que era un cristiano evangélico, que no era rico y que no podía destinar mucho dinero a patrocinar las fiestas; también les informó que no bebería ni compraría alcohol para las mismas. Una vez, cuando le tocó el turno de patrocinar una fiesta, se negó a hacerlo pero, a cambio, ofreció una comida para toda la comunidad después de la reunión, alternativa que resultó mucho más costosa, pero que fue ampliamente apreciada por la comunidad. 

Puesto que nunca estuvo dispuesto a ceder y gracias a su compromiso con el trabajo duro y la honestidad, Eusebio es respetado en su pueblo y la región circundante, y a menudo le piden que ore al principio de las reuniones y eventos. Entre las contribuciones tangibles que ha hecho a Ch’ojasivi figuran la construcción de una clínica y una estación de policía, la colaboración con un comité de reforestación para crear un vivero y su trabajo como profesor de música en un instituto de bachillerato durante cuatro años.

En el banquete con los alcaldes de las provincias y el presidente, después de que Eusebio oró por los alimentos, Morales entabló una conversación con él y le preguntó a su compañero aymara desde cuándo era cristiano. Morales le compartió que su abuela lo llevaba a una iglesia bautista cuando era niño. Morales recordaba especialmente “He decidido seguir a Cristo” como una canción que le gustaba cantar de niño. Cuando el camarero sirvió las bebidas, Morales pidió que a Eusebio le sirvieran una soda.

El testimonio de Eusebio no es solo uno de negación —es decir, el rechazo a beber alcohol, a participar en fiestas paganas o a llevar ofrendas a los espíritus—, sino un compromiso de servir con honestidad e integridad, aportando lo mejor de su educación y sus capacidades para mejorar la vida en su comunidad.

Le interesa profundamente que la iglesia le enseñe a los jóvenes formas positivas de cumplir con sus responsabilidades comunitarias. Eusebio se une a un buen número de otros teólogos y líderes cristianos aymaras que están reconociendo la naturaleza integral del evangelio, quienes, junto con la predicación de la palabra de Jesús y el establecimiento de iglesias, la atención a los pobres y el servicio a sus comunidades, son también parte del avance del reino de Dios en la tierra.

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