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Desafíos que enfrenta una mujer hispana al liderar una organización ministerial

Hay varias lecciones que las mujeres hispanas debemos aprender de Ester al estar viviendo en este país que hemos adoptado como nuestro.

Christianity Today April 6, 2017
Imagen: Kamira / Shutterstock

Este artículo fue publicado en colaboración con la Conferencia Nacional del Liderazgo Cristiano Hispano (NHCLC, por sus siglas en inglés).

Soy mujer y latina. Dirijo un ministerio cristiano internacional que sirve en todos los lugares en donde se habla español. Porque soy mujer miro la vida desde la perspectiva femenina, lo que significa que a veces lloro, que me enternece un bebé, que me gusta tener flores cerca de mí, que mis decisiones generalmente son más guiadas por mis emociones que por mi racionalidad, en fin, no puedo dejar de lado quien soy al expresarme y desenvolverme en la vida. Pero, también soy latina lo que significa que disfruto la música nuestra, los colores nuestros y especialmente relacionarme a través de largas conversaciones que sabemos cuándo empiezan, pero nunca cuando terminan. Soy mujer y latina viviendo y sirviendo en un ministerio que se radica en un país que no es el mío. Acá he aprendido que además soy hispana y eso me hace diferente de otras mujeres aun sin serlo. El ser hispana me da un “apellido” que me identifica con una cultura, idioma e incluso conexiones que quiero que se preserven para las futuras generaciones.

El ser hispana en un país que no es latino y ejercer un liderazgo en un ministerio multinacional trae tremendos desafíos. Estos desafíos son a veces culturales asociados al machismo propio de ser latinos, a veces son de género pues existe la idea de que la mujer por su femineidad no puede ejercer funciones propias de un jefe sobre hombres y mujeres, e incluso a veces son desafíos culturales internos producto de la manera en que fuimos formadas en nuestro hogar pues la mujer latina/hispana aprende que es ella la que sirve la mesa y calienta las tortillas mientras que el hombre espera para ser servido.

Muchas veces en el ejercicio profesional dentro de este ministerio donde el Señor me ha puesto como mujer hispana, en un país que no es el mío me hace identificarme con la historia de la reina Ester en el Antiguo Testamento. Ella también era mujer ejerciendo un tremendo liderazgo que no buscó, en un país que no era el suyo. El color de su piel, las costumbres, el idioma, las comidas e incluso la ropa que se usaba en su país de adopción eran distintos al del país donde ella creció y se formó como mujer.

Pero estaba en este lugar “para un tiempo como este”. Ester 4:14

Creo que hay varias lecciones que las mujeres hispanas debemos aprender de Ester al estar viviendo en este país que hemos adoptado como nuestro. Algunas de ellas, las puedo enumerar así:

Primero: Debemos reconocer que Dios tiene un plan para nuestras vidas, no importa donde estemos ni cuán diferente nuestro entorno sea a lo que reconocemos como nuestro. Dios quiere usarnos para su gloria no importa donde estemos ni cual sea nuestro trasfondo.

Segundo: Debemos tener fuerza para responder a los desafíos que se nos presentan. Ester dijo luego de que se le presentara el gran desafío de defender a su pueblo: “Y si perezco, que perezca”. Ester 4:16. A veces estos desafíos están relacionados con nuestra cultura o con nuestra condición de mujer, pero cualquiera que sea debemos ser fuertes y valientes para responder sabiendo que Dios nos llama y capacita para ejercer lo que Él espera de nosotras.

Tercero: La oración y el ayuno traen claridad a nuestras decisiones. Es interesante que la palabra Dios nunca es mencionada en el libro de Ester, sin embargo, Su presencia es visible a través de toda su narración. Ester necesitaba tomar una decisión muy importante y luego actuar conforme a ella, por lo que llama a quienes la conocían a acompañarla en estas disciplinas espirituales tan necesarias cuando se ejerce liderazgo. En mi propia experiencia sé que no podría seguir adelante si no tomara tiempo para detenerme y venir ante el Señor frente a las decisiones pequeñas y grandes que debo tomar para el bien de nuestro ministerio. La realidad es que estas decisiones pueden afectar las vidas de las personas que interactúan conmigo directamente, pero también a personas que no conozco y que quizás nunca conoceré. Por lo que lo único que me da tranquilidad es saber que puedo orar y depender del Señor.

Cuarto: Dios nos usa a todos para cumplir sus propósitos. No importa donde estemos, el color de nuestra piel ni menos nuestro género. Esto me emociona mucho pues me muestra a un Dios todopoderoso que toma a alguien como yo para ponerlo en el lugar que él piensa que pueda servir mejor y usarlo para su Gloria.

Ester fue una muchacha que fue sacada de su país y llevada a otro lugar lejos de su familia, donde su color de piel, idioma y comidas eran tan diferentes, para ser usada por Dios “en un tiempo como este”. ¡Que parecida a nuestra propia historia como mujeres hispanas!

Creo que nosotras también somos llamadas a preservar nuestra diversidad cultural, a tomar los grandes y pequeños desafíos con fuerza, a confiar en nuestras habilidades y ayudar a las generaciones que vienen detrás nuestro a conocer nuestra historia y por, sobre todo, también a depender de Dios por sobre todas las cosas.

Raquel Contreras es chilena, abogada y desde hace tres años directora general de Editorial Mundo Hispano/Casa Bautista de Publicaciones.

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