Theology

CT en español: El coronavirus y la iglesia

¿Qué dice la Biblia sobre COVID-19? ¿Qué debemos hacer en respuesta? Lea aquí.

Christianity Today April 5, 2020
Illustration by Mallory Rentsch / Source Images: Ezra Acayan / Stringer / Mario Tama / Staff / Getty Images / Nagesh Badu / Unsplash

Esta es una colección de artículos de CT, traducidos al español, sobre el coronavirus y el papel de la Iglesia para enfrentar este desafío:

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Theology

En Italia, he redescubierto el poder de tres tipos de oración

Los Salmos de lamento se sentían hiperbólicos antes de la pandemia. Pero en medio de 13 mil muertes, mi iglesia en Roma, cerrada por el confinamiento obligatorio, resuena más que nunca con el lamento de David.

Christianity Today April 2, 2020
Emanuele Cremaschi / Stringer / Getty Images

La pandemia ha cambiado la forma en que los cristianos italianos oran y viven su fe, en medio de una nación que se recupera de más de 13 000 muertes y 110 500 casos confirmados, superados solo por los Estados Unidos [al 2 de abril de este año].

Durante este periodo de aislamiento, ya no podemos reunirnos los domingos o en grupos semanales. Las reuniones sociales, los viajes y las bodas han sido suspendidos, así como la mayoría de las actividades. Si alguien es descubierto fuera de su casa sin una razón válida, puede recibir una multa muy alta.

Pero esta temporada de exilio nos ha ayudado a descubrir tres facetas de la oración que a menudo descuidamos en tiempos de abundancia.

1) Oraciones de lamento

Los salmos de lamento a menudo se sentían como una exageración apenas hace un mes. Por ejemplo, la queja de Asaf de que Dios ha hecho que su pueblo “beba lágrimas en abundancia” podría haber parecido excesivamente dramática; El grito de David a Dios de “¿Hasta cuándo esconderás de mí tu rostro?” era un sentimiento distante.

Pero a medida que la humanidad lucha por contener una pandemia que provoca miedo y ansiedad, el lamento parece tener una nueva relevancia para todos nosotros. En marzo de 2020, el Salmo 44 parece resonar perfecto:

¡Despierta, Señor! ¿Por qué duermes?
¡Levántate! No nos rechaces para siempre.
¿Por qué escondes tu rostro
y te olvidas de nuestro sufrimiento y opresión?

Estamos abatidos hasta el polvo;
nuestro cuerpo se arrastra por el suelo.
Levántate, ven a ayudarnos,
y por tu gran amor, ¡rescátanos!

[Salmo 44: 23-26, NVI]

Pocos cristianos occidentales han experimentado pobreza, injusticia o persecución. En consecuencia, nuestra adoración generalmente refleja los estados de ánimo de individuos talentosos en tiempos de prosperidad y paz: tradicionales y con compostura. Es verdad que sufrimos individualmente; sin embargo, rara vez nuestra adoración corporativa se alimenta de protestas y luto delante de Dios.

El lamento es sufrimiento convertido en oración. Es la oración de las personas que se sienten perdidas y desorientadas. Históricamente, ha sido la oración de las minorías, los pobres y los perseguidos —la oración de los pastores chinos en las celdas de la prisión y la de los esclavos negros cantando sobre la justicia y la venida de Cristo.

Si el lamento se sentía ajeno para la mayoría de los italianos hace un mes, los pastores han encontrado ecos inquietantes de historias bíblicas en lo que está ocurriendo actualmente en su propio país. “Ver esposas que no pueden realizar ritos, o despedirse de sus maridos moribundos, me recuerda cómo Jesús fue enterrado apresuradamente y las mujeres regresaron a la tumba para ungir su cuerpo”, me dijo Gaetano di Francia, director de la Unión de Iglesias Bíblicas Cristianas en Italia. “No haber podido despedirse producirá un dolor aún más profundo”.

El lenguaje del lamento será tal vez una de las lecciones que los cristianos aprendan de esta crisis. Puede ayudar a los creyentes a desaprender una espiritualidad del centro y aprender una espiritualidad de los márgenes (como nos recuerda el pastor Abraham Cho).

2) Oraciones de intercesión

Nunca he pasado tanto tiempo en oración intercediendo por los demás. Me da vergüenza confesar que, en el pasado, a menudo le decía a la gente: “Voy a orar por ti”, pero luego olvidaba hacerlo.

Ahora que el virus asola Italia, me han conmovido las imágenes de médicos exhaustos de trabajar de más, y personas que yacen en hospitales improvisados. Un miembro de nuestra iglesia cayó gravemente enfermo, pero la sala de emergencias lo rechazó porque está atendiendo demasiados casos del nuevo coronavirus.

No puedo reunirme con él ni imponerle manos debido al encierro obligatorio a nivel nacional, pero he estado orando por su recuperación. Como iglesia, oramos por los médicos, creamos un fondo común para ayudar a las personas con necesidades económicas y ayunamos por nuestro país.

La crisis causada por el coronavirus ha unido a los evangélicos italianos, quienes observaron un Día Nacional de Oración el domingo del 22 de marzo. “Pentecostales, reformados, wesleyanos, bautistas, congregacionalistas y otros se encontraron a los pies del Señor, unidos por el Espíritu Santo”, me dijo Giacomo Ciccone, presidente de la Alianza Evangélica Italiana.

“Es como si Dios hubiera preparado a líderes y denominaciones en todo el país para unirse en oración por la nación y por la iglesia”, me dijo Leonardo de Chirico, vicepresidente de la alianza. “Fue el evento más fácil de organizar: nadie necesitaba convencimiento; todos ya estaban ansiosos por participar”.

Mila Palozzi, una pastora en mi congregación, la Iglesia Hopera en Roma, está de acuerdo en que los evangélicos desean unirse.

“En la Tierra Prometida, Israel se entendía a sí mismo como una colección de tribus, pero en el exilio, como una sola nación”, me dijo. “También Italia: esta crisis está uniendo iglesias y denominaciones para orar como un solo cuerpo por nuestro país”.

Es un anticipo del espíritu de unidad e intercesión que se extiende por todo el mundo. Por ejemplo, el domingo del 29 de marzo, la Alianza Evangélica Mundial convocó un Día mundial de ayuno y oración.

3) Oraciones de silencio

Sin embargo, las noticias son tan sombrías y el sufrimiento tan global en estos días que podemos sentirnos abrumados en la oración. ¿Cómo pueden mis oraciones enfrentar este momento? Nuestra respuesta honesta puede ser: “Señor, estoy estupefacto. No sé qué decir”.

Cuando vi camiones del ejército conduciendo cadáveres para ser incinerados porque ya no hay espacio en los cementerios en algunas partes de Italia, me quedé sin palabras.

Pero esperar en el Señor es válido. Poner nuestra confianza en Él, ahora sin palabras, es una oración legítima. Cuando Pablo escribe sobre nuestra debilidad y sufrimiento presentes, agrega:

“No sabemos qué pedir, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras. Y Dios, que examina los corazones, sabe cuál es la intención del Espíritu, porque el Espíritu intercede por los creyentes conforme a la voluntad de Dios”. (Romanos 8: 26-27, NVI)

Cuando las palabras nos fallan, podemos quedarnos quietos y saber que Dios es Dios.

“Como familia, hemos elegido llenar nuestro silencio lleno de dudas con las promesas seguras de Dios”, me dijo Stefano Picciani, un predicador de la Iglesia Stadera en Milán. “La declaración de confianza de Asaf en el Salmo 73: ‘Pero yo siempre estoy contigo’, proporciona palabras para nuestras oraciones”.

Con derecho anhelamos volver a la normalidad y al culto corporativo. ¡Imagina las fiestas de la victoria y la unión de manos!

Cuando esta pandemia sea derrotada, muchos resonarán con la sensación de alivio del Salmo 126 (“El que con lágrimas siembra, con regocijo cosecha”) y la alegría del Salmo 150 (“Que todo lo que respira alabe al Señor”).

Pero junto con las celebraciones, seremos sabios al recordar las oraciones que pronunciamos en este momento de enfermedad. Que esta pandemia humille nuestros corazones y nos enseñe las oraciones de los débiles, los preocupados y los que no tienen palabras.

René Breuel es pastor fundador de Hopera, una iglesia en Roma, Italia, y autor de La Paradoja de la Felicidad.

Traducción por Livia Giselle Seidel

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Ideas

Cristianos, ‘aplanemos la curva’ pero sigamos siendo una ‘religión para los enfermos’

Los médicos reflexionan teológicamente sobre tres contribuciones cristianas distintivas a las preparaciones de COVID-19.

Christianity Today March 25, 2020
Illustration by Mallory Rentsch / Source Images: Trent Szmolnik / KTMD Entertainment / Unsplash / Mallika Wiriyathitipirn / EyeEm / Xesai / Getty Images

Durante la semana pasada, el mundo ha prestado toda su atención a la corona con espinas de proteínas de COVID-19. Es raro experimentar una inquietud global tan extendida, en la que todos nos encontramos pensando en lo mismo. En cierto modo, el ruido de la vida moderna ha sido desplazado por lo que C. S. Lewis llamó el "megáfono de Dios": el dolor.

Los pacientes están muriendo. La gente tiene miedo. Y nos encontramos atrapados entre el frívolamente arrogante ("El coronavirus es solo otra gripe") y el aprehensivamente paranoico ("Estamos al borde del colapso financiero"). Después del episodio del sábado del podcast “Experiencia italiana COVID19”, en el que intensivistas pediátricos estadounidenses y australianos hablaron francamente con especialistas en cuidados intensivos en las Unidades de Cuidado Intensivo de Italia, cada una de nuestras instituciones nos está preparando para las próximas semanas con una seriedad única— incluso para aquellos de nosotros en medicina familiarizados con el sufrimiento, el triaje y la incertidumbre.

Está bien estar temerosos —nosotros lo estamos también. Sin embargo, como cristianos que trabajamos ya sea dentro o fuera del espacio de atención médica, este es un momento en el que nuestra respuesta podría distinguirnos como personas que practican lo que alguna vez fue llamado por los primeros paganos "una religión para los enfermos".

Con ese fin, queremos compartir algunas de nuestras experiencias de la pandemia de COVID-19 como médicos y aprendices residentes, —y como becarios investigadores de la Beca de Teología, Medicina y Cultura en la Escuela de Divinidad de Duke, que reúne a aprendices médicos, teólogos y pastores para pensar teológicamente en el frente de batalla de la atención médica— a fin de resaltar las contribuciones cristianas únicas del arrepentimiento, la hospitalidad y el lamento en el marco de nuestros preparativos para el nuevo coronavirus.

El arrepentimiento en medio de la idolatría de la salud

La salud es un bien en nuestra sociedad, y por buenas razones. El profeta Jeremías habló de la promesa de Dios de traer salud y sanar heridas. En Eclesiastés se nos dice que nos deleitemos en la salud de nuestra juventud. El apóstol Juan oró por la salud de sus lectores.

Si bien es bueno perseguir y mantener la salud, sentimos que hemos convertido un "bien" en un "dios". De hecho, si bien el coronavirus es nuevo, este no representa un nuevo miedo. Simplemente revela una idolatría silenciosa y bien alimentada hacia la salud de nuestros cuerpos, y nuestra confianza en la capacidad de nuestras instituciones médicas para salvarnos. El Occidente está sintiendo cómo uno de sus más grandes ídolos tiembla.

El teólogo ortodoxo Jean-Claude Larchet llega al punto de argumentar que el personal clínico constituye una "nueva clase sacerdotal" de este ídolo, en la que los médicos y otros trabajadores de la salud ministran una nueva "salvación de la salud" a los fieles devotos. En A Theology of Illness (Una teología de la enfermedad), escribe que la medicina moderna "alienta a los pacientes a considerar que tanto su estado como su destino están completamente en manos del médico … y que la única forma en que pueden soportar su sufrimiento es buscar pasivamente en la medicina cualquier esperanza de alivio o curación".

La histeria que rodea al nuevo coronavirus y nuestra obsesión por "aplanar la curva" desenmascaran una creencia muy arraigada de que el hecho de que cualquiera de nosotros muera sería, primero, un suceso extraordinario, y segundo, un fracaso de los esfuerzos de nuestra sociedad para protegernos. No debería sorprendernos entonces que, en un esfuerzo por contrarrestar nuestra ansiedad, empleemos el lenguaje del control médico: "la morbilidad y mortalidad de los relativamente jóvenes y sanos es baja".

Y, sin embargo, es precisamente a la población opuesta —los relativamente ancianos y enfermos— a quienes los cristianos están llamados a prestar la mayor atención. El Salmo 82 y Romanos 15 dejan en claro que adorar nuestro propio bienestar descuida nuestro llamado hacia los débiles —aquellos con quienes Cristo se identifica repetidamente en todo el Nuevo Testamento. Es la arrogancia médica la que nos dice que el 99 por ciento de nuestra población muy probablemente sobrevivirá al coronavirus. Pero es el amor del pastor el que pregunta, sin vergüenza, "¿Y qué del 1 por ciento?”

La salud es algo bueno, pero no es algo supremo. No es algo que podamos dominar mediante biohacking o garantizar mediante nuevas vacunas —aún cuando es un don y un deber buscar dichas medicinas. Nuestra comodidad no debería radicar en el hecho de que estamos protegidos bajo la bandera de la paz epidemiológica. Nuestra comodidad radica en el hecho de que incluso si somos afectados por el coronavirus y morimos, nuestras vidas son conocidas y selladas en Cristo.

Hospitalidad en medio del distanciamiento social

El historiador Gary Ferngren señala en Medicine and Health Care in Early Christianity (Medicina y cuidado de la salud en el cristianismo primitivo) que el único cuidado para los enfermos durante una epidemia similar a la viruela en el año 312 d.C. fue proporcionado por cristianos. La iglesia incluso contrató sepultureros para enterrar a los que murieran en las calles.

Algo que hemos olvidado rápidamente, en la era de los antivirales y el equipo de protección personal, es el profundo miedo provocaba la posibilidad de enfermedades como esa. Si interactuabas con alguien con peste en 1350, o con gripe española en 1918, había una posibilidad real de contraerla y morir. La oración "y si muero antes de despertar, le ruego al Señor mi alma tomar" era una súplica verdadera, no un tropo nocturno.

El nuevo coronavirus ha traído un poco de ese miedo a nuestra vida diaria. Es un temor que se manifiesta en estanterías vacías de máscaras quirúrgicas y artículos de limpieza en los grandes almacenes y hospitales, e incluso xenofobia y crímenes de odio contra personas por su etnia percibida en relación con el origen de COVID-19 en China. Es evidente en nuestras bandejas de entrada llenas de cancelaciones y protocolos siempre actualizados.

Pero los cristianos son gente para quienes la hospitalidad hacia la minoría y las personas potencialmente infectadas es una virtud central, una que subyace la tradición cristiana e incluso la práctica de la medicina moderna, lo sepamos o no. Olvidamos que hubo un momento en que las personas no cuidaban incondicionalmente a los enfermos simplemente porque estaban enfermos. De hecho, la palabra hospitalidad (de la que obtenemos hospital) proviene del latín hospes que significa "anfitrión" o "invitado". El primer prototipo del hospital surgió de monasterios medievales en los que monjas o monjes católicos albergaban a extraños que necesitaban alojamiento y alimento. Estas instituciones medievales se centraron en la convicción de que servir al extraño que sufría era servir al mismo Cristo. Esa metáfora cliché para la iglesia, "un hospital para pecadores", disfrutó de una nueva profundidad.

Es por esta razón que el término ahora familiar "distanciamiento social" —el esfuerzo consciente para reducir el contacto interpersonal a fin de prevenir la transmisión viral— tiene a los cristianos preguntándose qué hacer. En medio de la larga tradición del Cristianismo de comunión y atención a los marginados, deberíamos esperar sentirnos incómodos ante la idea de evitar intencionalmente a los necesitados.

Y aunque hablar de cuarentena es ciertamente inquietante, podemos recordar que ha sido común durante algún tiempo recluir a los enfermos. De hecho, ya aislamos a los moribundos en los hospitales y a menudo los desplazamos permanentemente en hogares de ancianos. Vivimos en medio de una epidemia de soledad que ya está conduciendo a resultados adversos para la salud. Cuando surgen enfermedades que amenazan la vida, no debería sorprendernos que no tengamos idea de qué hacer. No hemos practicado para ello. No hemos criado a nuestros hijos alrededor de ello. La nuestra es una cultura que trata la muerte y el sufrimiento físico como una excepción a ignorar, en vez de como una eventualidad para la cual debemos prepararnos. El teólogo y especialista en ética Stanley Hauerwas lo expresa así:

Después de todo, el hospital es, ante todo, una casa de hospitalidad en el camino de nuestro viaje con finitud. Es nuestra señal de que no abandonaremos a los que se han enfermado. … Si el hospital, como suele ser el caso hoy en día, se convierte en un medio para aislar a los enfermos del resto de nosotros, entonces hemos traicionado su propósito central, y distorsionado nuestra comunidad y a nosotros mismos.

El poeta metafísico John Donne escribió: "Así como la enfermedad es la mayor miseria, la mayor miseria de la enfermedad es la soledad". Cualesquiera que sean las prácticas de cuarentena social que emprendamos, haríamos bien en recordar que nuestra era de aislamiento continuará, aún cuando esta práctica de "distanciamiento social" se desvanezca. Quizás esta pandemia sea una oportunidad para despertarnos a la realidad de que hemos estado rodeados de enfermos aislados mucho antes de que el nuevo coronavirus nos encontrara quedándonos en casa.

Al mismo tiempo, el distanciamiento social es algo que la iglesia puede realizar con caridad y valentía. Es un deber literalmente corpo-rativo ("corporal"), en el que tenemos la oportunidad de actuar por amor para proteger a los vulnerables entre nosotros, y en el que combinamos la ciencia de las enfermedades infecciosas con sabiduría práctica y humildad.

Tenemos la oportunidad de ser creativos en la forma en que nos acercamos y practicamos el “acompañamiento social” a aquellos que ya son propensos al aislamiento social: los ancianos, los enfermos y los discapacitados. Podríamos llevar la Eucaristía (la Santa Cena) a los enfermos con un atuendo protector, hacer llamadas a los que viven en hogares de ancianos (quienes estarán cada vez más aislados conforme se limiten las visitas a esas comunidades) y escribir cartas de oración. Uno de nuestros propios pastores espera organizar congregaciones a distancia, mientras continúa practicando la esterilidad con la que los sacerdotes ya están familiarizados mientras manejan la Comunión semanal.

Cuando ponemos a trabajar la imaginación cristiana, descubrimos prácticas como la de un estudiante de medicina que participó en el Programa de Vocación del Médico, creado por John Hardt en la Universidad Loyola de Chicago. Como los especialistas en ética cristiana Brett McCarty y Warren Kinghorn describen al estudiante: “En lugar de aplicar el desinfectante para manos sin pensar, imaginó a sus sacerdotes católicos lavándose las manos en preparación para manejar la Eucaristía. … A través de esta visión teológica, se preparó para encontrarse con Cristo en el cuerpo de un paciente enfermo”.

Lamento en medio de la ansiedad

Si bien el mundo lamenta la cancelación de eventos deportivos o el estancamiento de la economía (todas ellas cosas apropiadas para desanimarse), el Cristianismo reconoce que tanto el nuevo coronavirus como nuestra respuesta a él a través del distanciamiento social hacen que la iglesia sea algo menos que su ser íntegro. Si el distanciamiento social es algo que tenemos que hacer, no deberíamos hacerlo sin salmos de lamento.

Y el lamento será cada vez más importante en las próximas semanas. Los trabajadores médicos en Italia (quizás el sistema de atención médica comparativamente más cercano de América del Norte) tienen interacciones familiares muy limitadas con los enfermos en las unidades de cuidados intensivos. La mayoría de las familias no pueden ver los cuerpos de sus seres queridos después de la muerte. Tal como lo estamos aprendiendo de nuestros colegas intensivistas italianos, tal vez nos encontremos incapaces de hacer lo mejor para cada paciente y, en cambio, debamos equilibrar con lo que es mejor para toda la comunidad —algo que nos preocupa mucho a aquellos de nosotros en medicina acostumbrados a poder hacer todo lo posible. Todo esto tiene el potencial de provocar un gran dolor y agotamiento.

Es un tanto extraño que estemos en la temporada de Cuaresma. Tal vez deberíamos mirar el domingo de Resurrección con una esperanza renovada, no solo de tumbas abiertas sino de catedrales reabiertas. La Semana Santa en la época de COVID-19 —en la que recordamos el sufrimiento del Rey en su camino hacia el Gólgota— seguramente adquirirá un nuevo significado.

De hecho, es interesante que el coronavirus obtenga su nombre de un anillo de proteínas con púas en su superficie que se asemeja a una corona, de ahí el título de "corona". En muchos sentidos, el coronavirus está revelando las cabezas coronadas que ya adoramos: salud, autoprotección, medicina. Nuestra atención global y sostenida a COVID-19 demuestra lo que buscamos por ansiedad, control y miedo.

Por supuesto, sabemos que Jesús llevaba una corona diferente, una que nos llama a adorar no por ansiedad o control, sino por un amor que expulsa todo miedo. Esa corona no hace que este momento de coronavirus sea menos serio; sin embargo, nos dice dónde depositar nuestras ansiedades, a quién consolar y qué corona de espinas recordar.

Brewer Eberly es médico residente de medicina familiar de primer año en el Centro Médico para la Salud AnMed, un sistema de hospital comunitario en Anderson, Carolina del Sur.

Ben Frush es médico residente de medicina interna y pediatría de segundo año en el Centro Médico de la Universidad Vanderbilt y el Hospital para Niños Monroe Carrell Jr. en Vanderbilt, un sistema de hospital universitario de alto volumen en Nashville.

Emmy Yang es estudiante de medicina de cuarto año en la Escuela de Medicina Icahn en Mount Sinai.

Cada uno es miembro de la Beca de Teología, Medicina y Cultura de la Escuela de Divinidad de Duke. Las opiniones expresadas son las de los autores y no representan necesariamente las opiniones o políticas de las instituciones que representan.

Traducido por Livia Giselle Seidel

Church Life

¿Debería su iglesia dejar de reunirse para evitar el avance de COVID-19?

Un experto en salud mundial le comparte cómo tomaron la decisión tres iglesias de Seattle, y ofrece herramientas para que su congregación responda ahora.

Christianity Today March 19, 2020
Illustration by Mallory Rentsch / Source Images: Lauren DeCicca / Stringer / Getty Images

Mientras escribo esto, mi corazón se siente abatido. Acabo de pasar el segundo domingo de Cuaresma en mi sala de estar con mi esposa, viendo la transmisión del culto de adoración de mi iglesia. La iglesia estaba vacía porque el viernes pasado, el Departamento de Salud Pública del Condado de King en el estado de Washington envió un aviso a las organizaciones religiosas, recomendando cancelar todas las reuniones con 50 o más personas. Casi todas las iglesias en el área de Seattle ya han suspendido sus cultos de adoración presenciales y la mayoría de las otras actividades de la iglesia. Como la iglesia evangélica a la que asisto tiene más de 1,500 miembros, en cuatro cultos cada domingo, transmitimos nuestros cultos de adoración en vivo. Al mismo tiempo que este artículo se prepara para su publicación, el gobernador Jay Inslee llevó las medidas a otro nivel al prohibir las reuniones de más de 250 personas en tres condados metropolitanos, y la OMS declaró que COVID-19 es una pandemia.

Pero mi corazón no está afligido porque no pude reunirme con otros para adorar (por más que aprecie la alabanza congregacional). Está afligido porque puedo ver hasta dónde nos llevará la epidemia de COVID-19, mientras que la mayoría de los que están en nuestra sociedad e iglesias no lo ven. Hace diecisiete años estaba trabajando para la Organización Mundial de la Salud (OMS) en Beijing, cuando estalló la epidemia de coronavirus del SARS en China. Terminé liderando gran parte del apoyo de la OMS a China y trabajé 24/7 durante más de tres meses para ayudar a contener la epidemia. Vi de primera mano los efectos del SARS entre los chinos, los extraordinarios esfuerzos de distanciamiento social emprendidos por el gobierno y el costo que la sociedad pagó para contener dicha epidemia.

Después de trabajar para la OMS y más tarde para la Fundación Bill y Melinda Gates en China, mi esposa y yo nos mudamos a Seattle en 2015 para dirigir el trabajo de la fundación para controlar la tuberculosis en varios países. Durante un cuarto de siglo, he respondido a mi llamado como seguidor de Cristo para detener la propagación de enfermedades y trabajar para eliminarlas. Hoy atiendo a ese llamado al hablar con mis hermanos y hermanas en Cristo sobre tomar en serio esta epidemia y responder a ella.

Cuando COVID-19 se hizo público en China por primera vez en enero, no representaba un problema para la mayoría de las iglesias en Seattle. Sin embargo, generó muchas inquietudes entre las iglesias chinas del área, ya que el Festival de Primavera chino estaba ocurriendo y las personas iban y venían de China. A los miembros de la iglesia les preocupaba en extremo el ser contagiados por alguien que había viajado a China, y la cantidad de asistentes dominicales disminuyó a la mitad. El liderazgo de una iglesia evangélica china con mayoría étnica, me pidió mi ayuda y guía para formular su respuesta local como iglesia. Después, mi iglesia local, que atrae a numerosos feligreses de una amplia base geográfica, hizo la misma solicitud, al igual que una pequeña iglesia de la misma zona, la cual está muy comprometida con su comunidad con programas de servicio como grupos de Scouts, guarderías y trabajo juvenil.

Al trabajar con estas iglesias, cada una con distintos enfoques de participación en el Reino, aprendí que una respuesta sólida de la iglesia requiere una comprensión adecuada de cómo el COVID-19 se propaga y nos afecta, cómo protegernos a nosotros mismos y a los demás del contagio, y cómo evaluar de manera adecuada los riesgos que enfrentamos en nuestras comunidades.

Entendiendo cómo el COVID-19 se propaga y nos perjudica

Varios factores se han unido para propiciar que el COVID-19 invada nuestras comunidades de manera efectiva y sin advertencia.

Primero, es difícil saber si alguien tiene el COVID-19 o solo un resfriado común. Ochenta por ciento de las personas con COVID-19 tienen síntomas leves como fiebre, tos, escurrimiento nasal y cansancio general, lo que coincide con el resfriado común. Esto implica que una persona puede portar y transmitir el virus sin siquiera saberlo.

En segundo lugar, no se tiene que estar cerca de una persona infectada para contagiarse. Las personas infectadas pueden toser y generar pequeñas partículas respiratorias que aterrizan en superficies cercanas. O bien, si la persona tiene el virus en sus manos puede depositarlo en la manija de una puerta al abrir. Debido a que estos virus pueden permanecer vivos por varias horas en las superficies, las personas que tienen contacto con esa superficie y luego se tocan la nariz o los ojos pueden infectarse.

En tercer lugar, alrededor del 20% de las personas infectadas desarrollan una enfermedad más grave y requieren hospitalización; 3% de todos los infectados mueren. Sin embargo, el virus es particularmente agresivo entre los ancianos y las personas con enfermedades crónicas, lo que resulta en una tasa de mortalidad mucho más alta para esta población vulnerable.

Por lo tanto, este virus es particularmente difícil de controlar ya que a la gran mayoría de los que están infectados no les preocupa, lo que facilita su transmisión de persona a persona causando el mayor daño a los más vulnerables.

A esta dificultad se suma el hecho de que actualmente no tenemos suficientes kits de prueba de diagnóstico para esta infección. Ahora mismo en Seattle, apenas hay pruebas suficientes para las personas que ingresan al hospital con neumonía. Aunque pronto habrá más pruebas disponibles, debemos lograr que la disponibilidad de las pruebas en Seattle sea tal, que cualquiera que desee la prueba pueda obtenerla. Solo entonces conoceremos el tamaño real de este brote, lo cual es necesario para contenerlo.

¿Cómo protegernos a nosotros mismos y a otros del COVID-19?

A estas alturas, probablemente nos haría bien tener buenas noticias. Y afortunadamente, sí las hay.

Primero, sabemos que es posible protegernos a nosotros mismos y a otros del contagio. Las medidas son tan sencillas que subestimamos cuán efectivas pueden ser: lavarse las manos con frecuencia, evitar tocarse la cara, ser amigables sin dar la mano, mantenerse alejados de las personas enfermas y quedarse en casa cuando uno está enfermo.

No hay que temer cuando alguien tose cerca de nosotros. Si esa persona no está tosiendo en nuestra dirección y está a más de seis pies de distancia, los virus no pueden llegar a nosotros porque se encuentran en grandes gotas respiratorias que caen al suelo. El virus no flota ni circula en el aire.

En segundo lugar, el virus puede ser derrotado. En todo el mundo, hay muchos ejemplos de cómo el COVID-19 ingresa a una comunidad pero no llega a establecerse, todo gracias a que las personas aplican principios básicos de salud pública. No hay nada emocionante en la identificación y rápido aislamiento de los casos infecciosos y sus contactos, pero funciona. Sin embargo, debe aplicarse de manera agresiva y efectiva desde el principio.

Desafortunadamente, lo que vemos una y otra vez es que la respuesta llega tarde. Para cuando el virus se afianza en la comunidad, vencerlo requiere un distanciamiento social mucho más agresivo. Creo que este virus ya está firmemente establecido en muchas de nuestras comunidades. Y aun así, muchas iglesias se muestran reacias a actuar. Cuando un brote se descontrola, como en China, Corea del Sur y el norte de Italia, son necesarias medidas extremas de distanciamiento social, como el cierre de emergencia de ciudades o regiones. Sin duda, el costo social de tal distanciamiento extremo es alto, sin mencionar el costo económico.

Se necesitan herramientas sencillas para formular una respuesta

Como parte de nuestra misión en este mundo, la iglesia puede ser un elemento crucial para prevenir la enfermedad y proteger al vulnerable. Somos parte integral de nuestra comunidad y se forman muchos contactos sociales a través de nuestra iglesia. Si podemos reconocer las primeras señales de un brote local de COVID-19, entonces podemos liderar la protección de aquellos dentro y fuera de nuestras iglesias. Pero mi trabajo en múltiples esfuerzos para controlar enfermedades, me ha enseñado que no basta con convencer a la gente de actuar. Las personas necesitan tener herramientas sencillas para tomar acción.

Las iglesias en los Estados Unidos navegan territorio desconocido en relación a cómo responder a esta epidemia. Todos seguiremos aprendiendo a medida que la epidemia evoluciona. Pero a partir de mi reciente experiencia, aquí hay dos herramientas sencillas para ayudar a las iglesias a tomar decisiones en tiempo real: 1) un método sencillo para evaluar el tipo de acciones que una iglesia debe tomar en función del riesgo de contagio en su localidad, y 2) un marco de referencia que puede ayudar a las iglesias a desarrollar un plan específico para prevenir contagios e incrementar el distanciamiento social. Estas medidas pueden ser implementadas tan pronto como sea necesario.

¿Cómo determinar el nivel de riesgo y la respuesta de su iglesia?

A medida que crecen los casos de COVID-19, observamos mucha ansiedad e incertidumbre en cuanto a lo que una iglesia debe hacer. Sin embargo, la forma de respuesta se puede basar en principios epidemiológicos sólidos. Yo utilizo la imagen del semáforo para ayudarle a las iglesias a pensar en el riesgo de contagio que enfrentan y el tipo de acciones que deben tomar (ver la figura). Después de todo, la transmisión total de este virus ocurre localmente. Sus medidas de acción no se deben basar en lo que sucede a 50 millas de distancia, sino en lo que está pasando en su comunidad específica.

Su iglesia está en la zona de “luz verde” porque no hay ningún caso conocido de COVID-19 en su comunidad. En este caso: ¿qué debería estar haciendo su iglesia?

  • Implementar todas esas medidas aburridas pero efectivas de salud pública como lavarse las manos y quedarse en casa si uno está enfermo.
  • Educar a su iglesia sobre el COVID-19: los síntomas, cómo se extiende, cómo afecta a los adultos mayores y a aquellos con enfermedades crónicas, y qué se puede hacer para protegerse del contagio.
  • Abrir la discusión dentro de la iglesia y hacer planes concretos para modificar, cancelar o sustituir actividades de la congregación según sea necesario. El liderazgo de la iglesia debe estar involucrado en este proceso. Ahora es el momento para prepararse y establecer un buen fundamento para lo que la iglesia pueda enfrentar en el futuro.

Debido a la gran movilidad de la gente y la facilidad de viajar, muchas comunidades han comenzado a ver el COVID-19 en personas que vinieron de otro lugar. Tan pronto como un caso que se generó en otra comunidad entra a la tuya, su iglesia pasa a la “zona amarilla”. Si nadie entra en contacto con esta persona infectada, no habrá más transmisión del COVID-19. Cuando existan uno o más contactos infectados, pero nadie más en la comunidad se contagió, quiere decir que la transmisión no ha alcanzado a la comunidad en general. La iglesia sigue en la zona amarilla. En este momento ¿qué debería estar haciendo su iglesia?

  • Si su iglesia no ha concretado un plan de respuesta, hágalo ahora.
  • Comience a implementar este plan de respuesta, modificando algunas actividades para reducir el riesgo e informe a toda la iglesia.
  • Establezca un sistema a través del cual pueda comunicar de manera rápida, a toda la congregación, cualquier cambio en las actividades de la iglesia.
  • Esté muy atento y en comunicación constante con el departamento de salud pública local en relación a nuevos casos que pudieran mover a su comunidad e iglesia a la zona de “luz roja”.

Su iglesia estará en la zona de “luz roja” en el momento en que alguien de su comunidad, que no ha viajado recientemente a otro lugar se contagie, sin que se le pueda relacionar con algún otro caso. Esto eleva la alarma porque quiere decir que hay una transmisión del virus en la comunidad que no ha sido detectada previamente. Los epidemiólogos le llaman transmisión comunitaria. Una comunidad se encuentra también en la zona roja cuando hay múltiples generaciones de transmisión dentro de la comunidad conectados a un caso importado. En el momento en que su iglesia se encuentre en la zona roja, debe hacer lo siguiente:

  • Implementar medidas de distanciamiento social y proteger a los grupos vulnerables.
  • Al crecer la transmisión comunitaria, descontinuar más y más actividades, incluyendo los cultos de adoración. Migrar si es posible a reuniones vía internet o a grupos pequeños de adoración.
  • Estar atentos a recomendaciones e instrucciones de las autoridades de salud pública locales. Puede ser que les pidan limitar sus reuniones sociales.

Cómo tomar decisiones en relación a las actividades de su iglesia

En mi trabajo con las iglesias de Seattle, encontré que al planear su respuesta al COVID-19, todas habían batallado con diversas opiniones en relación a qué actividades cancelar o modificar. Desarrollé una estrategia para ayudarles. Usando una tabla, enlistamos las actividades de la iglesia, pensamos en las posibilidades de contagio del virus durante cada actividad, evaluamos los riesgos, aportamos modificaciones o sustitutos y entonces tomamos decisiones para cada situación (ver ejemplo en el cuadro anterior).

La clave es encontrar la forma en que se transmite el virus durante cada actividad, ya sea de forma directa o indirecta. Tomemos en cuenta las formas en que el COVID-19 se transmite. Al evaluar el riesgo de una transmisión directa, pregúntese: ¿Qué tan probable es que la gente tosa, estornude o genere partículas de respiración hacia otros? ¿Qué tan probable es que haya contacto directo de manos? Actividades como cantar, hablar en lugares cerrados, saludarse de mano y darse abrazos incrementan el riesgo. Para reducirlo, considere aumentar la distancia entre las personas. De preferencia que sea más de seis pies (1.8 metros).

Al evaluar el riesgo de transmisión indirecta, pregúntese: ¿Qué tan probable es que las personas toquen superficies infectadas? Actividades que involucran tocar superficies (como las charolas o alfolíes de la ofrenda, los platos de la Santa Comunión, Biblias y máquinas de café) aumentan el riesgo. Para disminuirlo, anime a la gente a lavarse las manos con frecuencia y a utilizar gel antibacterial.

Considere la edad de los grupos involucrados al planear qué actividades modificar o cancelar. El riesgo es más severo para los ancianos y para aquellos con enfermedades crónicas, por lo que es necesario proteger a este grupo del contagio.

Recuerda, la decisión sobre qué actividades de la iglesia modificar, cancelar o sustituir depende en gran manera del nivel de transmisión comunitaria (ver la figura). Si el nivel es bajo, se puede solo modificar algunas actividades sin cancelar ninguna. Pero conforme incrementa el nivel de transmisión comunitaria, es mejor cancelar actividades porque es mucho más probable que una persona sin saber que está infectada entre en la iglesia. Finalmente, siga las recomendaciones de salud pública.

Utilizando esta tabla como marco de referencia, un pastor dijo: “Determinamos que el ministerio de niños era de alto riesgo porque los chicos tienen mucho contacto entre sí y no podemos controlarlo. Si se contagian entre ellos, pueden llevar la infección consigo a casa, a sus padres y abuelos. Además, muchos de nuestros maestros son adultos mayores y no queremos que se enfermen. Así que, rápidamente decidimos cancelar la escuela dominical de los niños”.

Un adulto mayor dijo: “Nuestro coro tiene miembros de todas las edades. Pero el ensayar, estar parados en filas y cantar durante la alabanza, implicaba un nivel de riesgo de transmisión medio a alto. Así que decidimos sustituir el coro con un cuarteto, en especial porque algunos miembros del coro son adultos mayores”.

Un pastor principal dijo: “Estaba recibiendo llamadas y correos de parte de líderes de ministerios, acerca de qué hacer con las actividades. Fue de gran ayuda enlistarlas todas y evaluar el riesgo de transmisión, todo de una vez. Así pudimos comparar el riesgo de una actividad con el de otra. Esto nos ayudó a tomar decisiones consistentes acerca de cada una de las actividades y pudimos comunicar con claridad las razones de cada decisión. Eso fue de gran ayuda para nuestro equipo”.

Al desarrollar el plan de respuesta de su iglesia, comuníquelo a los miembros de la congregación. La ansiedad de algunos va a disminuir cuando sepan que su iglesia está haciendo un plan. Ellos entenderán mejor las razones detrás del proceso de decisión de la iglesia y se sentirán seguros sabiendo que está basado en un buen criterio. Desarrolle un proceso de comunicación porque a veces las decisiones se tienen que hacer al momento y después comunicarlas a la congregación de manera clara y efectiva.

Su iglesia necesita tener un plan de respuesta ahora

Reflexionando acerca de nuestra reciente experiencia en Seattle, estoy impactado por la rapidez con la que el brote se ha esparcido. El COVID-19 va a azotar a muchas comunidades fuerte y rápido. No hay tiempo que perder. Debido a que nuestras actividades eclesiásticas pueden facilitar la transmisión de este virus, nuestras iglesias deberían “primero, no hacer ningún daño”. Es un dictamen que aprendí en la escuela de medicina. Usando las herramientas descritas arriba, las cuales están basadas en el entendimiento actual sobre este virus, nuestras iglesias pueden tener listo un plan de respuesta que nos proteja rápidamente y a los más vulnerables entre nosotros. Al implementar dicho plan, nuestras iglesias pueden ayudar significativamente a frenar el avance de esta epidemia y reducir sus daños en la sociedad.

El modelo presentado aquí está cimentado en principios sólidos de epidemiología y buena salud pública para la toma de decisiones, pero carece de una respuesta empática y de involucramiento con los que tienen el virus y están sufriendo sus efectos más serios. Espero que después de entender cómo se dispersa el virus y el daño que causa, su plan de respuesta también incluya maneras de servir con compasión a aquellos que están enfermos, cuidar de los más vulnerables y convertirnos en una congregación más sensibilizada y comprometida con las necesidades del mundo.

Daniel Chin es un médico con 25 años de experiencia en salud pública global, especializado en medicina pulmonar, cuidados críticos y epidemiología. En 2003, dirigió gran parte del proyecto de la OMS para detener la epidemia del SARS en China.

Nota del Editor: Para obtener información actualizada de los casos de COVID-19, siga este mapa de la Universidad de Washington o este mapa de la Universidad de John Hopkins. Es probable que el número real de casos sea más alto que los representados debido al contagio comunitario o los casos leves que no se han confirmado. Sin embargo, el autor y experto en salud global Daniel Chin señala que es muy probable que dichos casos ocurran donde ya hay un brote del virus. Por lo tanto, aquellas áreas sin casos o con un número bajo de casos, no están en la misma categoría de riesgo que otras, como el estado de Washington y Nueva York. Por lo tanto, asumiendo que el número de casos aumentará a medida que continúen las pruebas, los lugares con menor riesgo deberían planificar una respuesta desde ahora.

Theology

Siete lecciones que nos da la iglesia de Singapur para cuando el coronavirus nos alcance

Consejos de cristianos de la “Antioquía de Asia” sobre cómo su congregación puede sobrevivir (y prosperar) en medio del brote de COVID-19.

Christianity Today March 11, 2020
Illustration by Mallory Rentsch / Source Images: Courtesy of Cornerstone Community Church / Faith Community Baptist Church / City Harvest Church / Grace Assembly of God

En las tiendas se han agotado los desinfectantes, comida enlatada, papel higiénico y agua. Hay pleitos por la venta limitada de mascarillas. Enojo emerge a medida que las congregaciones siguen reuniéndose para el culto, provocando acusaciones de falta de “responsabilidad social”.

El virus que causa la COVID-19 se propagó rápidamente de Asia a Europa y a América del Norte durante la semana pasada, trayendo consigo un nivel de pánico y angustia que no se había visto en los últimos años, permeando desde los supermercados, el mercado de valores y hasta la iglesia local. La cuenta global ahora asciende a más de 125 000 infectados y más de 4 600 muertos.

Las iglesias en Singapur, la nación que Billy Graham llamó la “Antioquía de Asia”, ya han transitado por la preocupación que ahora azota al mundo. El 7 de febrero, el gobierno del estado-nación elevó el nivel de riesgo en su escala de evaluación nacional de Amarillo a Naranja, indicando “alteración moderada” a la vida diaria, y en particular, a grandes reuniones de personas.

El 7 de marzo se cumplió un mes de la alerta Naranja en Singapur, donde se han registrado 166 casos y cero muertes por el virus. Esto significa que durante el último mes, las iglesias locales, que representan aproximadamente a 1 de cada 5 singapurenses, han sido orilladas a un periodo extendido de autoevaluación, reflexión y acción.

El proceso no ha sido sencillo, pues ha incluido el caso de un pastor afectado por el coronavirus (y posteriormente dado de alta), denominaciones completas suspendiendo sus cultos, el cierre de centros de atención preescolar en las iglesias y (a pesar de ser una nación que hace cumplir estrictamente la armonía religiosa) fuertes y muy públicas disputas en redes sociales sobre cómo los líderes de la iglesia están manejando la situación.

Para ayudar a las iglesias en los Estados Unidos, Italia, Brasil y otros países que ahora enfrentan decisiones con las que las iglesias de China, Corea y Singapur ya han lidiado por semanas, aquí hay siete lecciones que la iglesia de Singapur ha aprendido durante el último mes:

1) La forma de adoración de su iglesia cambiará. Aférrese a lo que es sagrado y suelte todo lo demás.

Las congregaciones se manejan por hábitos y costumbres. Las iglesias se han edificado sobre tradiciones, liturgias y un orden de culto. Con el tiempo, la línea de cada iglesia entre lo que es fundamental para la fe y lo que es meramente una respuesta institucional se vuelve borrosa.

Para que la celebración de la Comunión sea considerado como santa, ¿se tiene que usar vino real y pan sin levadura? Si no impones las manos sobre alguien, ¿siguen siendo efectivas las oraciones de sanidad? ¿Tiene que reunirse físicamente una iglesia para considerarse como una congregación?

Cada iglesia y cada miembro de su iglesia, tendrá diferentes puntos de vista sobre preguntas que no se discuten a menudo. El brote de COVID-19 nos presenta la necesidad de realizar un inventario doctrinal.

Todos los equipos de ministerio y los directivos de las iglesias en Singapur se han reunido muchas veces durante el mes pasado para discutir lo que es no negociable ante los ojos de Dios.

“La mayor lección para mí ha sido navegar el camino entre el miedo y la sabiduría”, dice el pastor Andre Tan de The City Church. “Es difícil, ya que el miedo con frecuencia se disfraza de sabiduría. ¿Hasta dónde son las medidas de precaución buen juicio y en qué punto se convierten en miedos irracionales y ansiedad?

“Fue un camino difícil de transitar, porque teníamos que transmitir seguridad a nuestros miembros al implementar las medidas de salud recomendadas, pero sin sucumbir al ambiente cultural de miedo, ansiedad y auto-protección”, dijo Tan a CT. “Al comunicar cualquier mensaje nos aseguramos de no solo dar las medidas de precaución sino también compartir la visión de cómo ser el pueblo de Dios en este tiempo”.

En términos prácticos, la respuesta de una iglesia será diferente dependiendo de su doctrina, contexto local y número de casos sospechosos de COVID-19. No hay una respuesta correcta. Todos estamos buscando las respuestas más apropiadas en circunstancias extraordinarias.

Las precauciones que las iglesias de Singapur han tomado para continuar con sus reuniones incluyen:

  • Tomarle la temperatura a los que asisten a los cultos de adoración y a otras reuniones más pequeñas.
  • Solicitar declaraciones sobre viajes recientes y registrar los datos de contacto de los asistentes para facilitar el seguimiento de las personas si es necesario.
  • Suspender las reuniones de los grupos más vulnerables, como ancianos y niños.
  • Suspender la Santa Cena o buscar alternativas como usar pan y vino preenvasados.
  • Dejar de usar himnarios para limitar los puntos de contagio y en vez de eso, utilizar pantallas de proyección.

Algunos han optado por suspender sus cultos por completo. La arquidiócesis católico romana en Singapur tomó la sorprendente decisión de suspender Misa en sus 32 parroquias a partir del 15 de febrero. Aconsejaron a los congregantes continuar cumpliendo con sus obligaciones espirituales sintonizando los sermones en línea, pasando tiempo en oración y leyendo la Palabra en sus casas. (La Iglesia católica, que representa aproximadamente el 7 por ciento de los 5.8 millones de personas en Singapur, ha anunciado que las misas se reanudará el 14 de marzo).

2) Sea un líder fuerte. Sus congregantes necesitarán guía.

“En momentos de crisis, las personas buscan liderazgo”, dijo Ian Toh, pastor de la Iglesia 3:16. “La primer responsabilidad del líder es mantener la calma. El pánico limita la perspectiva, lo cual es fatal para la toma de decisiones. Un liderazgo sólido le recuerda a las personas que Dios tiene el control de cada situación y que nunca hay razón para el pánico”.

Toh le dijo a CT que su equipo de liderazgo descubrió que su función era “enseñar la Biblia, ministrar y alentar a los temerosos”. El proceso los llevó a estar de rodillas buscando sabiduría divina en una situación sin precedentes.

“La mayor lección que aprendí al lidiar con COVID-19 fue acerca de la necesidad de humildad en mi rol como líder en la iglesia”, dijo Toh. “Hay tanto que no sé y tengo que aprender. Y eso aumenta mi deseo y necesidad de buscar el rostro del Señor cada día”.

A medida que el virus continúa propagándose a nivel mundial, los líderes de la iglesia alrededor del mundo deben estar conscientes de que su rebaño los observa atentamente. La fidelidad que muestren repercutirá más allá de COVID-19.

“Un líder de alto rango me dijo una vez: ‘Las acciones de un líder son una declaración teológica’”, dijo Rick Toh [sin relación], pastor de Yio Chu Kang Chapel. “Como líderes, necesitamos tener una postura teológica acerca de todo. Necesitamos procesar nuestros temores ante Dios y dejar que nuestras acciones sean inspiradas por la fe y guiadas por una teología sólida. Que la doctrina y no la enfermedad ni los decretos terrenales guíen nuestras decisiones”.

3) No hay mejor momento para mejorar la tecnología de su iglesia.

Si bien el gobierno de Singapur ha dicho que es “poco probable” que el nivel de alerta de riesgo escale a Rojo, las iglesias locales han estado investigando sobre cómo mejorar en su capacidad de grabar videos y transmitir en vivo, en preparación para la posibilidad de un cierre de emergencia.

Al ver la necesidad, varios grupos han desarrollado sitios y seminarios web para las iglesias con consejos gratuitos sobre cómo mudarse a la transmisión en vivo.

Por ejemplo, la Sociedad Bíblica de Singapur se asoció con ThunderQuote, una empresa emergente fundada por cristianos que ofrece servicios web, para lanzar Streams of Life, un centro de recursos en línea que enlista diferentes opciones para transmitir en vivo clasificadas por nivel de dificultad.

“Es un momento maravilloso para que la ecclesia ejercite la sabiduría práctica y explore métodos creativos para el ministerio”, afirma el equipo de Streams of Life en su sitio web.

De manera similar, el Instituto Bíblico Singapore dirigió un taller de “Introducción a la transmisión de mensajes instantáneos y videos en vivo”, mientras que el ministerio de exploración digital Indigitous se asoció con profesionales de Tecnologías de la Información de diferentes iglesias para organizar un seminario web titulado “¿Así que quieres transmitir en vivo tu reunión dominical?” ofrecido a través de la plataforma de videoconferencias Zoom.

Los equipos audiovisuales y de alabanza en las iglesias también están enfrentando el desafío que representan los derechos de autor en las transmisiones en vivo. Muchos grupos de alabanza locales han otorgado permiso, de manera explícita, para que las iglesias reproduzcan sus canciones sin temor a transgredir los derechos de reproducción.

En Awaken Generation, fundada por Calvin y Alarice Hong, están “muy conscientes” de que pagar licencias de transmisión en vivo puede representar un gran problema para las iglesias pequeñas. “Dado el trasfondo de las cosas, sentimos que no es el momento de exigir de manera estricta el cobro de las tarifas de derechos de reproducción en las transmisiones en vivo”, dijo el grupo de adoración a CT. “Así que fue un honor ofrecer estas canciones para este uso”.

“Fueron escritas por y para la gente de nuestra nación, y es un honor verlas como una ofrenda mientras la nación se une para interceder y romper las barreras del temor”.

Los 7 500 miembros de Bible Study Fellowship en Singapur han mantenido sus conferencias y debates semanales a través de Zoom.

Faith Community Baptist Church (FCBC) eligió suspender las reuniones semanales a partir de mediados de febrero como un acto de responsabilidad social. “Esta decisión fue muy difícil de tomar”, dijo el pastor principal Daniel Khong. “Constantemente nos replanteamos nuestra decisión para asegurarnos de que no era una respuesta motivada por el temor y que estábamos sopesando todos los aspectos. Pero el edificio principal de nuestra iglesia se encuentra en el corazón de un vecindario con una población de aproximadamente 46 000 personas. Con la densidad poblacional de esta área, podríamos convertirnos en un foco de contagio importante”.

Un resultado inesperado: el cambio a la transmisión en vivo parece haber fortalecido la comunidad en la iglesia, dijo Khong a CT.

“Muchas de nuestros grupos celulares se reúnen en hogares para ver la transmisión del culto. Deliberadamente terminamos nuestros cultos más temprano para que las células puedan salir y orar por su vecindario. Muchos nos han dicho que ahora sienten un sentido de responsabilidad por el bienestar espiritual de su comunidad y algunos incluso han tenido la oportunidad de compartir el evangelio con las personas que están conociendo”.

Los miembros de FCBC ahora están en un proceso de reconsiderar su entendimiento de lo que es la iglesia, dijo Khong. “La iglesia de hoy debe ser un pueblo con propósito que esté dispuesto a ir más allá de los límites del ‘lugar’ o el ‘programa’”.

4) No hay mejor momento para aumentar los esfuerzos de oración.

Todos los días a las 12 horas a partir del Día de San Valentín, suenan las campanas en la histórica Catedral de San Andrés en el corazón del distrito cívico de Singapur. También suenan las alarmas en todos los teléfonos de la isla. Es una señal para los creyentes de que es hora de detener lo que están haciendo y tomar un momento para orar ante la amenaza de COVID-19.

“Para un momento como este, la unidad es la clave”, dijo LoveSingapore, un movimiento local que promueve la oración y la unidad de la iglesia, al anunciar su iniciativa PraySingapore@12. “Creemos en el poder de ponerse de acuerdo para orar. En un momento como este, necesitamos que cada creyente se levante y que juntos busquemos a Dios a favor de Singapur. Un acto profético, como el sonar de las campanas de la iglesia, convoca a los fieles a la acción cuando su pueblo o ciudad se ven amenazados”.

En un esfuerzo similar, las Asambleas de Dios de Singapur han invitado a todas sus iglesias a orar unidos cada día a las 7 p.m., en una iniciativa que se ha denominado COVID–19:00.

“Es crucial que en tiempos de crisis, la iglesia se levante y muestre un estándar”, dijo Dominic Yeo, director general de Singapur y secretario de la Comunidad de Asambleas de Dios a nivel mundial. “Como sal y luz, la iglesia necesita mantenerse firme en el Señor para que otros puedan ver la esperanza que profesamos”.

5) Espere reacciones negativas, desde el exterior y el interior de la iglesia.

Los comentarios instigadores sobre raza y religión están prohibidos en Singapur en virtud de la Ley de Sedición y la recién actualizada Ley de Mantenimiento de la Armonía Religiosa. Sin embargo, dado que dos brotes de coronavirus se formaron en iglesias y que se nos ha asociado negativamente con la secta Shincheonji, responsable de gran parte de la propagación del virus en Corea del Sur, la iglesia en general ha estado bajo escrutinio a medida que los cristianos continúan reuniéndose en grupos relativamente grandes.

La crítica es desafortunada pero inevitable. No se puede esperar que los no cristianos entiendan los dogmas y las enseñanzas de nuestra fe.

Pero la crítica más dolorosa es la que viene de los mismos cristianos acerca de cada decisión que sus líderes tienen que tomar. Si deciden suspender los cultos se les critica por falta de fe. Si deciden continuar reuniéndose se les cataloga como “socialmente irresponsables”.

Si está pastoreando una iglesia en un área donde ha habido un brote de COVID-19, prepárese para una inimaginable presión en todos los niveles: desde su junta directiva, sus colaboradores y hasta aquellos que ocupan las bancas. Cada quien responderá con base en sus propias convicciones de fe y opiniones de salud pública. Prepárese para profundizar en la oración como nunca antes. Prepárese para la realidad de que sus decisiones no complacerán a todos.

Y prepárese para perder miembros pase lo que pase. Las iglesias en Singapur han reportado una disminución del 20 al 30 por ciento en la asistencia, y un porcentaje aún mayor si consideramos la cancelación de reuniones para ancianos y niños.

Un consuelo, que encontramos en la experiencia de la iglesia en Singapur, es que también es probable que se sorprenda gratamente por la cantidad de miembros que se acercarán para ofrecer su servicio voluntario durante los cultos o para bendecir a la comunidad que los rodea.

Las crisis muestran el verdadero carácter de un cristiano. La ansiedad en torno a la pandemia le permitirá discernir el estado espiritual real de su rebaño, dijo el pastor Benny Ho de Faith Community Church en Perth, Australia, y miembro del comité de LoveSingapore.

“Si respondemos a esta crisis correctamente, puede llegar a ser un momento decisivo de discipulado para nuestra nación”, dijo Ho. “Ante el peligro inminente, nuestras prioridades se reordenan. Esta es una gran oportunidad para tener conversaciones profundas en relación a lo que motiva nuestra vida. ¿Estamos solo existiendo o realmente viviendo? ¿Estamos enfocados en lo correcto? ¿Nos mueven las motivaciones correctas? ¿Nos gobiernan los valores bíblicos o los del mundo? ¿Estamos viviendo para lo que realmente importa?”

6) Ama a tu prójimo. Las buenas obras te llevarán lejos en medio de un pueblo lleno de temor.

Si bien, gran parte de la respuesta del mundo secular al virus ha sido impulsada por el miedo y enfocada a salvaguardar la propia vida, los pastores en Singapur están de acuerdo en que esta pandemia presenta una oportunidad que Dios ha dado para ser luz en medio de la oscuridad del momento. Sin embargo, para que esto suceda, la iglesia debe mirar más allá de la preocupación por sí misma y despertar a la oportunidad.

“Después de implementar las medidas necesarias en la iglesia, nos dimos cuenta de que esta crisis representa una oportunidad para ayudar y alcanzar a la comunidad”, dijo Lim Lip Yong, pastor ejecutivo de Cornerstone Community Church.

Después del periodo inicial de adaptación a la nueva normalidad, las iglesias han empezado a observar cómo se ha visto afectada su comunidad local. Las necesidades son prácticas, (como educar sobre salud pública a los ancianos) y emocionales (por el ambiente de pánico e incertidumbre que predominó desde la aparición de los primeros casos confirmados a nivel local).

“Una de las áreas en que queríamos influir era en el ambiente de la comunidad”, dijo Lim a CT. “Al comienzo del brote, las personas actuaban con miedo. En Singapur, las compras de pánico se apoderaron de muchas personas. Los trabajadores del sector salud eran expulsados del transporte público por temor a que hubieran estado en contacto con pacientes con el virus. Los comentarios de discriminación contra los ciudadanos chinos abundaban.

“Nunca podremos eliminar por completo estos elementos negativos de la sociedad”, dijo, “pero lo que sí podemos hacer es asegurarnos de que se generen más cosas positivas que negativas”. Así que enviamos a nuestra gente para ofrecer cuidados, ser amables y caminar la segunda milla para ayudar”.

Entre otros esfuerzos, el equipo pastoral y los miembros de esta iglesia se han acercado a los trabajadores migrantes (quienes han perdido su fuente de ingreso debido a la cancelación de varios proyectos por el temor al virus), y a los taxistas cuyo trabajo se ha visto gravemente afectado, ya que las personas han optado por quedarse en sus casas.

Del mismo modo, otros cristianos en Singapur han promovido muchos actos de amor y bondad, que incluyen:

  • Una canción de esperanza escrita por un niño de 12 años.
  • Bendecir a los encargados del servicio de limpia local.
  • Dar a los trabajadores migrantes cubrebocas y vitaminas de forma gratuita.
  • Escribir miles de tarjetas a mano para animar a los que trabajan en el sector salud.
  • Organizar una campaña de donación de sangre para ayudar a los bancos de sangre locales que se han quedado sin suministros, debido a que la mayoría de las personas evitan ir a los hospitales.

Los virus se propagan rápidamente, reconoció Lim. “Pero la amabilidad también es contagiosa”.

¿Quiénes son los más afectados en su área? ¿Aquellos enfermos por el virus? ¿Aquellos cuyos trabajos han sido interrumpidos por miedo al virus? ¿Aquellos emocionalmente cansados ​​de lidiar con la situación? Muchas de las puertas de estas personas estarían cerradas a la iglesia, si no fuera por esta situación. Los cristianos en Singapur han encontrado nuevos caminos para incursionar con actos de amor en tiempo del coronavirus.

7) En medio de las malas noticias, las Buenas Nuevas de Jesucristo son más relevantes que nunca.

“El mundo está infectado por un virus que es mucho peor que todos los virus que hemos conocido a lo largo de la historia. Ese virus es el pecado”, dijo Edmund Chan, mentor de liderazgo de la Iglesia Evangélica Libre Covenant.

“Este virus infecta al 100 por ciento de la humanidad. No hay inmunidad. No hay sobrevivientes ni esperanza. Nadie se escapa”.

“El mundo necesita un Salvador. El mundo necesita salvación”.

Los encabezados que recuentan las muertes locales y globales en aumento son recordatorios diarios de nuestra mortalidad, lo que nos obliga a mirar más allá de la rutina y considerar lo que hay después de la muerte.

Memento mori: algún día todos moriremos, ya sea por COVID-19 o de otra manera.

Es urgente que su iglesia mire más allá de las dificultades actuales y busque oportunidades para compartir la esperanza que tenemos en Cristo Jesús.

“Necesitamos conversar sobre temas más profundos”, dijo Ben K. C. Lee, pastor de la Iglesia RiverLife. “¿Es el propósito de nuestra existencia y tiempo en esta tierra, preservar nuestra vida por el mayor tiempo posible? ¿Es ocuparnos en cosas temporales como riquezas materiales y comodidades? ¿O es cumplir el deseo de Jesús, de que las moradas que nuestro Padre ha preparado en su casa, se llenen hasta desbordarse?”

Esto comienza con una expresión visible y pública de la victoria y la esperanza que tenemos en Jesús. Los tiempos de temor son una oportunidad única para compartir la razón de nuestra fe, dijo Chua Chung Kai, pastor de la Iglesia Evangélica Libre Covenant.

“No vivimos como aquellos sin esperanza. ¡De eso se trata el evangelio! Pero tenemos amigos, vecinos y familiares que no conocen esta esperanza. Puede ser que esta crisis los lleve a hablar sobre sus miedos y preocupaciones”, dijo Chua a CT. “Como escribió el profeta Daniel en el Antiguo Testamento ‘Los entendidos resplandecerán como el resplandor del firmamento; y los que enseñan la justicia a la multitud, como las estrellas a perpetua eternidad’ (Daniel 12:3)”.

El pánico es tangible. Pero el amor de la Iglesia también lo puede ser, dijo Chua.

“Estos son momentos de evangelio. Podemos difundir el amor, no el miedo ni el virus. No desperdiciemos esta epidemia”.

Edric Sng es fundador y editor de los sitios web cristianos Sal & Luz y Thir.st y pastor en la iglesia Bethesda (Bedok-Tampines) en Singapur.

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Ideas

¿Se considera fidelidad huir de una epidemia? Lo que Martín Lutero nos enseña acerca del coronavirus

La reflexión pastoral del reformador alemán sobre la Peste Negra, puede guiar a estudiantes de medicina, como yo, y a cristianos en China, o en cualquier lugar donde el virus de Wuhan se ha esparcido.

Christianity Today March 4, 2020
Mallory Rentsch / Source Image: Betsy Joles / Stringer / Getty Images

Desde su epicentro en Wuhan, China, el reciente brote de coronavirus está generando pánico e interrumpiendo los viajes y el comercio alrededor del mundo. Al primero de marzo, más de 3,000 personas han muerto en China y más de 95,000 han sido infectados en 75 países, un número mayor al de la epidemia de SARS en marzo de 2003.

Los ciudadanos en Wuhan, una ciudad principal en el centro de China, comparable a Chicago, se encuentran bajo un cierre de emergencia ordenado por el gobierno. Las actividades públicas se han detenido, incluyendo las celebraciones para el año nuevo chino (que comenzó el pasado 25 de enero). Los cristianos chinos, en Wuhan y en toda China, han enfrentado decisiones difíciles en cuanto a regresar a sus hogares a visitar a sus familiares (como millones de chinos tienen por costumbre durante las fiestas del año lunar), huir del país o incluso seguirse reuniendo para los servicios dominicales regulares.

Pero ¿es correcto que los seguidores de Jesús huyan de una epidemia cuando la gente está sufriendo y muriendo?

En el siglo XVI, los cristianos alemanes le pidieron al teólogo Martín Lutero que respondiera a esta misma pregunta.

En 1527, menos de 200 años después de que la Peste Negra matara a casi la mitad de la población de Europa, la plaga resurgió en el mismo pueblo de Lutero, Wittenberg, y en ciudades aledañas. En su carta “Sobre si se debe huir de una plaga mortal”, el célebre reformador sopesa las responsabilidades de los ciudadanos ordinarios durante el contagio. Su consejo sirve como una guía práctica para los cristianos que enfrentan brotes de enfermedades infecciosas en la actualidad.

En primer lugar, Lutero argumentó que cualquiera que se encuentra en un rol de servicio a otros, tiene el compromiso vocacional de no huir. "Aquellos en el ministerio", escribió, “deben mantenerse firmes ante el peligro de muerte”. Los enfermos y desahuciados necesitan un buen pastor que los fortalezca, los consuele y les administre los sacramentos. Para evitar que les sea negada la eucaristía antes de morir. Oficiales públicos, incluyendo alcaldes y jueces, deben quedarse y mantener el orden cívico. Servidores públicos, incluyendo médicos y policías pagados por el gobierno, deben continuar con su labor profesional. Incluso los padres de familia y tutores tienen un llamado vocacional hacia sus hijos.

Lutero no limitó el cuidado de los enfermos a los profesionales de la salud. En un momento donde Wuhan enfrenta escasez de camas de hospital y personal, su consejo es especialmente relevante. La ciudad, una de las más grandes de China con una población de alrededor de 11 millones, está en proceso de construir rápidamente dos nuevos hospitales para ingresar a las crecientes multitudes de pacientes con coronavirus. Ciudadanos laicos, sin ningún entrenamiento médico, podrían encontrarse en la situación de cuidar a los enfermos. Lutero desafía a los cristianos a ver oportunidades para atender a los enfermos como si estuvieran cuidando a Cristo mismo (Mateo 25:41-46). Del amar a Dios emerge la práctica del amor a nuestro prójimo.

Sin embargo, Lutero no anima a sus lectores a exponerse a sí mismos al peligro de manera imprudente. Su carta insiste de manera constante en dos bienes en aparente contradicción: honrar lo sagrado de la vida propia y honrar lo sagrado de aquellos en necesidad. Lutero deja claro que Dios brinda a los humanos la tendencia hacia la autoprotección y confía en que ellos cuidarán de sus cuerpos (Ef. 5:29, 1 Cor. 12:21-26). “Todos nosotros dice Lutero tenemos la responsabilidad de protegernos de este veneno lo mejor que podamos, porque Dios nos ha mandado a cuidar de nuestro cuerpo”. Él defiende las medidas de salud pública como las cuarentenas y la búsqueda de atención médica cuando esté disponible. De hecho, Lutero plantea que no hacerlo, es actuar con imprudencia. Así como Dios ha dotado de un cuerpo a los humanos, también ha brindado las medicinas de la tierra.

¿Y si un cristiano aun así desea huir? Lutero afirma que esto, de hecho, es una fiel respuesta del creyente, siempre que su prójimo no esté en peligro inmediato y que deje sustitutos para “cuidar de los enfermos en su lugar y atenderlos”. Notablemente, Lutero también recuerda a sus lectores que la salvación es independiente de estas buenas obras. Por último, deja la tarea a los “cristianos devotos…de tomar su propia decisión y conclusión”, ya sea huir o quedarse durante las plagas. Confía en que llegarán a una decisión fiel al orar y meditar en las Escrituras. La colaboración en el cuidado de los enfermos emana de la gracia, no de la obligación.

No obstante, Lutero mismo no tenía temor. A pesar de las exhortaciones de sus colegas universitarios, él se quedó atrás para ministrar a los enfermos y desahuciados. Instó a sus lectores a servir a su prójimo sin temer a “un pequeño brote”.

A pesar de que los hijos de Dios enfrentan sufrimientos terrenales, aquellos que proclaman tener fe en Cristo comparten la promesa celestial de ser libres de la enfermedad y el sufrimiento. En una carta abierta que hace un llamado a la oración por parte de cristianos alrededor del mundo, un pastor anónimo de Wuhan afirma: “La paz (de Cristo) no está para quitarnos del desastre y la muerte, sino para tener paz en medio del desastre y la muerte, porque Cristo ya venció estas cosas”. Tanto Lutero como el pastor de Wuhan expresan la realidad del dolor, pero reconocen que la muerte y el sufrimiento no tienen la última palabra.

Esta semana, mis abuelos en China me enviaron un mensaje diciendo que están bien, pero que están viviendo “como ratas” en su departamento, saliendo solo cuando es necesario. Curiosamente, en el Zodiaco chino, el 2020 es el año de la rata; el animal que esparció pulgas portadoras de plagas a través de Europa en el siglo XIV.

Mis abuelos viven al oeste de Wuhan en la provincia de Sichuan, donde se han confirmado más de 100 casos de coronavirus. No puedo evitar pensar en ellos y en mis otros familiares que hoy viven en China. Con la intención de enviarles mascarillas, sabiendo que se terminaron en muchas tiendas en Asia, mis papás y yo descubrimos esta semana que incluso en las tiendas de Estados Unidos se han agotado.

En un ambiente de pánico por el brote, vuelvo a la carta de Lutero para buscar guía. Como estudiante de medicina y futuro médico, tengo un claro compromiso vocacional de cuidar a los enfermos, ya sea que tengan coronavirus, tuberculosis o influenza. Sí, tomaré mis precauciones, por supuesto. Pero Lutero me recuerda, que ellos también son individuos merecedores de recibir cuidados.

“¿Cuándo te vimos enfermo?” preguntaron los justos en la parábola de las ovejas y los cabritos, a lo que Jesús respondió: “De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos pequeñitos, a mí lo hicisteis” (Mateo 25:39-40). Si el coronavirus invade nuestras comunidades o, más bien, cuando lo haga, ¿responderemos con fidelidad?

Emmy Yang es becario de teología, medicina y cultura en Duke Divinity School y estudiante de medicina en la Icahn School of Medicine at Mount Sinai.

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Theology

Los Inmigrantes en la Navidad: Un Cuento por Max Lucado

En medio de las fiestas navideñas, los padres primerizos huyen del peligro.

Christianity Today December 23, 2019
Illustration by Rick Szuecs / Source Images: Getty / Unsplash

La luz de la luna era lo único que iluminaba. Solo se escuchaban jadeos y resoplidos. José iba por delante. El camino era estrecho. No quería que su esposa se tropezara. Ella cargaba al bebé. Él se había ofrecido a llevarlo, pero ella se negó.

—Está dormido, —explicó ella.

—Que descanse, —asintió él.

Así que se apresuraron. José a la cabeza. Todas sus pertenencias metidas en la mochila que él le había comprado a un vendedor ambulante en San Salvador. Ya habían pasado varias semanas. ¿Cuántos trenes desde entonces? ¿Cuántos kilómetros? ¿Cuántas noches frías?

Miró por encima de su hombro. Sus ojos se encontraron con los de ella. ¿Acaso estaba sonriendo?

—Esta mujer es … algo especial, —se dijo. Volvió a poner atención al camino, sus pantalones de mezclilla se raspaban con los mezquites a la orilla del camino.

Habían dejado atrás al pueblo. En el pueblo había un granero. Ahí dentro yacían, todavía en su lugar, la paja recolectada y el comedero abandonado que había servido como cuna para su bebé.

El niño gimió. José se detuvo.

—Está bien, —le aseguró María antes de que José tuviera tiempo de preguntar.

Continuaron.

El sendero desembocaba en un río cuya agua había ido a parar al estanque de algún rancho. El ancho y seco cauce del río les permitió caminar juntos, lado a lado. No había espinas, por lo que se podían mover más rápido. Él levantó la mochila. Ella aseguró al niño. Les habían dicho que un camino de asfalto estaba cerca.

Después de una docena de pasos, escucharon disparos.

A José ya le habían advertido del peligro. Justo esa mañana, cuando algunos hombres calentaban sus manos sobre el fuego en el barril de cinco galones, los escuchó hablar del cártel.

—Toma al bebé y vete, —le instaron con urgencia. —Estos hombres son violentos.

José se apresuró a regresar al granero para contarle a María, pero ella estaba profundamente dormida. Decidió dejarla descansar. Cuando ella se despertó al mediodía, su rostro estaba pálido. Amamantó al niño y volvió a quedarse dormida. Mientras, José vigilaba la puerta.

Un viejo granjero sabía que estaban usando su granero como refugio. Les trajo café, frijoles y una cobija para el niño.

—¿Sabes algo acerca de las pandillas? —le preguntó a José.

María escuchó y se levantó del catre.

—Deberían irse, —les dijo el granjero.

Pero José quería esperar.

—Solo un día más, o dos. Hasta que estés más fuerte, —le dijo a María, aunque sabía que ella tenía suficiente fuerza para los dos. Nada la inquietaba. Este repentino viaje. El nacimiento en el establo. Ella era la fuerte.

Ella asintió con la cabeza y se estiró sentada sobre el catre. El sol se estaba ocultando y el frío empezaba a colarse entre las paredes. Él prendió una fogata en el suelo, se sentó junto a ella y apretó las rodillas contra el pecho. Se aventuró a tocar la mejilla de ella. Ella no se movió. Su largo cabello era como seda sobre su rostro. Tan joven. Tan confiada.

Él se estiró y cerró los ojos. El sueño tardó en llegar, pero finalmente lo envolvió. Un mensajero vino a él. Era alto y estaba lleno de luz. Era el mismo mensajero que había hablado con él nueve meses atrás, cuando la primavera estaba en el aire y había una boda en sus planes. Pero luego vino el misterioso embarazo de María. Si no hubiera sido por este visitante a medianoche, José la habría dejado.

Esta noche, el mensajero vino de nuevo.

—El niño corre peligro. Se va a derramar sangre. Es hora de irse.

José se despertó sobresaltado. Sabía que no tenía opción.

Sacudió a María para despertarla:

—Toma tus cosas.

Sin decir palabra, ella se puso de pie. Agarró sus pocas pertenencias y las metió en la mochila. José levantó la tapa de una vieja caja de herramientas y sacó los regalos. Unos extraños los habían traído. Habían viajado desde muy lejos para ver a su hijo. Ahora, José viajaría tan lejos como fuera necesario para protegerlo. La amabilidad de esos extraños financiaría el viaje.

Empacó los regalos y miró al otro lado del granero. María se inclinaba sobre su hijo.

—Shhh, —le dijo, y lo cargó.

Momentos después los tres salieron por la puerta y corrieron por la calle estrecha. En pocos minutos llegaron al lecho del río, donde escucharon el estallido de los disparos. Una mujer gritó. Un bebé lloró. María tiró de la manga de José.

—¡Tenemos que irnos! —dijo ella.

Sí, ella tenía razón. El tiempo apremiaba. La seguridad se encontraba a varios kilómetros de distancia, si es que la alcanzaban. Se apresuraron. El cauce del río se convirtió en un camino de un solo carril. Vieron unos faros que se acercaban. José saludó con la mano. Una pick up se detuvo. José señaló la parte trasera. El conductor asintió. La joven familia se subió apretándose uno contra el otro.

El bebé lloró. María le dio leche. José miró al cielo mexicano. Las estrellas centelleaban como diamantes. Por un momento, no corría, estaba descansando. ¿Tendrían algún día una hacienda? ¿Una casa propia, al menos?

María dormitaba. Su cabeza cubierta con la capucha yacía inmóvil sobre su hombro. El camión cayó en un bache y ella despertó. Avanzaron sin decir palabra durante una hora. El cielo negro se tornó gris y luego dorado. A la primera luz del día, el camión se detuvo al costado de la carretera.

—Es lo más lejos que puedo llevarlos. Pasando la próxima colina está lo que buscan.

José le agradeció al hombre y le dio una moneda. Luego ayudó a su familia a descender. El rostro de María estaba entizado por el polvo de la carretera. Su hijo tenía los ojos abiertos, mirando al cielo y luego a su madre. Los tres partieron hacia el último tramo de su escape. Un paso cansado tras otro, los llevó a la cima de la colina. Cuando llegaron a la cresta, se detuvieron asombrados. El río debajo estaba bordeado de tiendas de campaña, fogatas y personas.

José tomó al recién nacido.

—Yo lo llevo el resto del camino.

María miró a los refugiados.

—¿Estaremos a salvo, José?

La miró por unos momentos antes de responder. El sol naciente le daba un tono naranja a su rostro.

—Si Dios quiere, mi amor.

—Sí, —asintió ella—, si Dios quiere.

La familia se dio la vuelta y comenzó a caminar hacia la frontera.

***

“Cuando ya se habían ido, un ángel del Señor se le apareció en sueños a José y le dijo: ‘Levántate, toma al niño y a su madre, y huye a Egipto. Quédate allí hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo’” (Mateo 2:13).

Según la agencia para refugiados de la ONU, 70.8 millones de personas son desplazadas por la fuerza en todo el mundo, incluidos 25.9 millones de refugiados. En esta temporada, cuando los cristianos celebramos a la familia de refugiados más famosa, elevemos nuestras oraciones y ofrezcamos ayuda.

Max Lucado es pastor en San Antonio, Texas y uno de los autores con más éxito de ventas. Este cuento también está disponible en su blog.

Ideas

¿Debería la Evangelización Ser la Prioridad del Cristiano en el Ámbito Laboral?

CT Staff

Los expertos aconsejan sobre el Foro Mundial del Trabajo del Movimiento Lausana.

Christianity Today June 25, 2019
Hero Images / Getty Images

Esta semana, el Movimiento de Lausana ha reunido a 700 líderes cristianos de 109 países en Manila para su Foro Mundial del Trabajo. Entre los muchos temas en discusión se encuentra el lugar donde el evangelismo debe ubicarse entre las prioridades de los cristianos en el ámbito laboral.

¿Es el ministerio en el ámbito laboral principalmente sobre el evangelismo? Respuestas ordenadas de “sí” a “no”:

Gea Gort, misióloga y autora de BAM Global Movement (Países Bajos):

¡Sí! Porque cada cristiano tiene una misión, ya que heredamos el “ADN” de nuestro Señor Jesucristo. La misión de reconciliar al mundo, en y por medio de Cristo, para volver a la intención original de Dios. Esa es la Buena Noticia; eso es evangelización. Reconciliar y restaurar personas, así como vecindarios, sistemas y formas de pensar. Esto se logrará en el trabajo y a través de nuestro trabajo, es decir, si buscamos intencionalmente y con seriedad la revelación de Dios con respecto a todos los aspectos de nuestro trabajo. Una y otra vez, he sido testigo de esto en mi área de investigación, los negocios como misión. Nuestro mensaje, con y sin palabras, se vuelve poderoso y convincente cuando está respaldado por nuestras actitudes, nuestra cultura empresarial y nuestras acciones en el trabajo. Entonces toda nuestra vida cuente una historia. Y debemos recordarnos a nosotros mismos que no estamos solos en nuestro esfuerzo evangelístico: Dios desea moverse y darse a conocer durante la semana en el mercado y en nuestros edificios de oficinas, ya que todo le pertenece.

Joseph Vijayam, CEO de Olive Technology y Catalizador para Tecnología de Lausana (EEUU/India):

El ministerio en el ámbito laboral tiene que ver con compartir el evangelio con palabras y acciones, que es evangelización, pero también tiene que ver con vivir una vida que dé testimonio del fruto del evangelio. En otras palabras, es tanto la evangelización intencional, que es el “hacer”, como la vida no intencional, que es el “ser”. Tanto el ser como el hacer apuntarán a Cristo y su evangelio. En ese sentido, sí, tiene que ver con la evangelización, aunque no siempre es intencional y ciertamente no se limita a la definición estricta de hablar persuasivamente acerca de la salvación. Un ministro en el ámbito laboral es un embajador del evangelio en todo momento, y según esa definición, se involucra principalmente, aunque no exclusivamente, en la evangelización.

Francis Tsui, presidente de una firma de inversiones (Hong Kong):

Jesús nos enseñó a orar: “Venga tu reino, hágase tu voluntad, en la tierra como en el cielo”. Todos los creyentes deben prestar atención a este llamado dondequiera que estén. En el lugar de trabajo, los creyentes deben vivir la presencia del Jesús encarnado como su propósito y su vocación. Jesús leyó del libro de Isaías para pedir que lleven buenas noticias a los pobres, los cautivos, los ciegos y los oprimidos (Lucas 4:18-19). Nosotros, de la misma forma, debemos proclamar buenas noticias a estas personas en nuestro lugar de trabajo. El propósito de las buenas noticias que se proclaman es llevar la presencia de Jesús a cualquier circunstancia en que podrían estar las personas, para que puedan encontrarse con Jesús donde estén y experimenten su compasión, amor y pertinencia en sus contextos. Cuando hagamos eso, se producirá la “evangelización”. La evangelización no se trata solo de recitar el evangelio, llamar a la conversión o producir una transformación espiritual. En nuestro lugar de trabajo, los creyentes debemos ayudar a las personas a encontrarse con Jesús, dejar que él hable a sus vidas y ver cómo la relación reconciliada con Jesús bendice la nueva vida de manera pertinente e integral. Es mucho más dinámico e impactante que nuestra comprensión convencional de la evangelización.

Kina Robertshaw, oradora del FMT (Reino Unido):

Todo depende de lo que significa la evangelización para nosotros. Mi comprensión de la evangelización es compartir la buena noticia de Jesús en palabra y acción. Damos testimonio a los demás a través de nuestras palabras y nuestros hechos. Debe haber coherencia entre ambos. No podemos hacer fieles seguidores de Jesús a menos que nosotros mismos seamos fieles seguidores. En mi investigación, al entrevistar a 50 empresarios cristianos en el Reino Unido, encontré cuatro respuestas diferentes a la pregunta de si creían que su trabajo estaba contribuyendo al reino de Dios. Todos dijeron que sí, pero se veían haciéndolo de diferentes maneras. El primer grupo, haciendo del mundo un lugar mejor al proporcionar un excelente producto o servicio. El segundo grupo, a través de la incorporación de valores cristianos y altos estándares de ética empresarial a su empresa. El tercer grupo, compartiendo abiertamente su fe con las personas en el lugar de trabajo. El cuarto grupo, a través de donaciones generosas a causas benéficas y cristianas. El tercer grupo era claramente el más directamente evangelístico. Pero las respuestas de los demás son todas importantes en términos de respaldar lo que decimos. Nuestras palabras son cruciales, pero necesitan ser apoyadas por nuestras acciones; solo entonces la evangelización es la máxima prioridad del ministerio en el ámbito laboral.

Willy Kotiuga, obrero bivocacional en 25 países y presidente del equipo del programa del FMT (Canadá):

¡La gente viene a Cristo cuando se sienten amada, no cuando es sermoneada! ¿Tratamos de convencer a las personas para que “firmen un contrato” con Dios para obtener un boleto al cielo, o caminamos con ellas cuando entran en una relación de pacto dinámico con el Dios vivo? Estamos llamados a hacer discípulos proactivamente, no a convertir personas. ¿Estamos tan atascados y fijados en métodos “evangelísticos” que no invertimos en crear entornos laborales que sean propicios para descubrir a Dios? Mi carga de tener que “evangelizar” desapareció cuando comencé a orar a diario: “Dios, ayúdame a llevar a todos los que conozco hoy un paso más cerca de la fe personal en Jesucristo”. El viaje de fe no se reduce a un evento único. Si la evangelización es solo proclamación de la Palabra, entonces nunca debería ser la más alta prioridad del ministerio en el ámbito laboral. Pero si la evangelización incluye trabajar el suelo, influir en las estrategias empresarial, preparar los corazones de las personas para descubrir la realidad amorosa de Dios a través de la gracia, entonces debería ser la más alta prioridad. Sin embargo, en base a la comprensión estrecha actual de la evangelización en uso hoy en día, no es una prioridad.

Wendy Simpson, presidenta de Grupo Wengeo (Australia):

No. Si un plantador de iglesias comenzara una iglesia sin ninguna intención de incluir un ministerio de niños, la gente se horrorizaría. Hoy en día, el ministerio de niños se considera un ministerio vital de la iglesia, pero no siempre fue así. Como persona de negocios, anhelo el día en que las iglesias locales consideren esencial equipar y liberar a los trabajadores en su llamamiento. La máxima prioridad del ministerio en el ámbito laboral debe ser levantar catalizadores para promover el lugar de trabajo como un ministerio clave dentro de las iglesias locales. ¿Cómo puede la iglesia mundial verdaderamente esperar lograr la Gran Comisión y crear discípulos de 24 horas al día y 7 días a la semana si no ha desarrollado su enseñanza sobre cómo los cristianos integran concretamente su fe a las actividades que ocupan la mayor parte de sus vidas diarias? Los trabajadores anhelan descubrir el propósito de Dios en su trabajo diario. Creo que, a medida que la iglesia local muestre a los trabajadores cómo integrar a su vida laboral disciplinas espirituales como la meditación, la oración, el ayuno, la sencillez, la confesión, la adoración y la celebración, el mundo comenzará a ver un cristianismo auténtico y atractivo. Si los cristianos domingueros son el resultado deseado, no hay necesidad de un ministerio en el lugar de trabajo. Si nuestro mandato es un discipulado de toda la vida, tenemos una necesidad urgente de un ministerio en el ámbito laboral en nuestras iglesias.

Aprendiendo con la Familia

Cómo un profesor que pasó lista marcó la diferencia.

Christianity Today October 10, 2018

Este artículo fue publicado en colaboración con la Conferencia Nacional de Liderazgo Cristiano Hispano (NHCLC, por sus siglas en inglés).

En mi primer día de seminario, me senté en una sala de conferencias en espera de que comenzara la cátedra introductoria a la historia de la iglesia moderna de los EE. UU. Aunque el tema sonaba interesante, yo estaba especialmente ansioso por aprender de la profesora. Tenía fama de ser una profesora increíble, que se preocupaba por los estudiantes, y una de las profesoras más rigurosas de la institución. También sabía que era latina, no me di cuenta de la importancia de ello hasta que empezó a pasar lista.

La Rev. Daisy L. Machado, PhD, comenzó a leer los nombres de los estudiantes, uno por uno. A los pocos minutos, dijo, "Jorge Rodríguez".

Cuando la Dra. Machado mencionó mi nombre, ese fue uno de los momentos más profundos de mi carrera educativa. Ella pronunció el nombre que mis padres me dieron, Jorge Rodríguez, con todos los acentos e inflexiones apropiados en español. Tuve que hacer una pausa antes de decir "presente" —mi nombre nunca antes había sido pronunciado correctamente durante mi años en la universidad.

Como persona de color, mi cosmovisión constantemente tropieza con los planes de estudios dominantes, las políticas y las creencias que tienden a ser moldeadas por la cultura de la mayoría anglosajona. Que mi nombre ha sido casi siempre mal pronunciado es simplemente un ejemplo. Cuando se pasa lista y un nombre se dice incorrectamente, o cuando el profesor hace una escena para preguntar cómo pronunciar un nombre que nunca antes ha visto, el alumno es marcado inmediatamente como "otro", intencionalmente o no. Cuando un nombre se identifica como extranjero antes de que se le identifique como nombre, la identidad principal del alumno es como extranjero.

Pero cuando la Dra. Machado pronunció mi nombre correctamente, ella me reconoció como familia.

Este reconocimiento como familia continuó en la forma en que la Dra. Machado llevó a cabo su curso. Su plan de estudios en la historia de la iglesia de los EE. UU. no comenzó con el Mayflower y los peregrinos. Su primera cátedra fue sobre los imperios de los olmecas, las estrategias políticas de los mayas y las medicinas de los arahuacos. En esa cátedra, ella intencionalmente describió la belleza, la fuerza, la complejidad, los desafíos, las alegrías y la tristeza de los pueblos indígenas —los antepasados de las comunidades latinas.

La Dra. Machado enseñó sobre la trata transatlántica de esclavos del sufrimiento y la resistencia militante de los igbo, los yoruba y los pueblos indígenas de África; sobre la expansión hacia el oeste de los Estados Unidos desde la perspectiva de los comanches y los mexicanos que lucharon por su tierra; sobre mujeres que se convirtieron en curanderas y personalidades nacionales cuando dirigían avivamientos en una nación floreciente. Al elegir contar las historias de mi gente y de las personas como yo, la Dra. Machado me honró. En la forma en que la Dra. Machado organizó el espacio educativo me empoderó como latino para pensar en mí y en mi pueblo como personajes activos en la historia que me estaba enseñando, y que ahora, se volvía también mi propia historia.

Un programa para la Familia

Como he trabajado con estudiantes graduados latinos desde esa clase, ha quedado claro que mi experiencia con la Dra. Machado fue única. Muchos de estos estudiantes en los seminarios y las universidades sienten que las escuelas no están estructuradas para ellos. Raramente ven el contenido y las personas que los reflejan a ellos y a sus comunidades. No es hasta que llegan a una organización como para la que yo trabajo, el Programa Hispano de Verano, que empiezan a verse a sí mismos en su propia educación.

El Programa Hispano de Verano capacita a líderes latinos, académicos y pastores a través de cursos intensivos de verano. Fundado por Justo González, esta organización ha proporcionado clases acreditadas de dos semanas en teología, ética, historia, sociología, estudios bíblicos, cuidado pastoral y liturgia durante casi 30 años. Nuestro programa está diseñado para estudiantes hispanos, algunos de los cuales son los únicos latinos en sus respectivas instituciones, pero también les da la bienvenida a los participantes no latinos para que aprendan con nosotros.

Nuestros estudiantes toman clases, adoran, comen, juegan y estudian juntos. Además de involucrarse en un estudio riguroso con los mejores investigadores académicos y recibir tres créditos de postgrado, los estudiantes se van empoderados y orgullosos de quiénes son y de los pueblos de las que provienen. Durante su tiempo juntos, los estudiantes no tan sólo están aprendiendo teorías y teologías, sino que también son tratados como familia por sus nuevos colegas.

Al elogiar el programa, los estudiantes aprecian el tener profesores que se parezcan y se oigan como ellos —de tal manera que ellos y ellas pueden también imaginarse algún día poder enseñar. También mencionan cómo su identidad como latinos y latinas se ha solidificado a través de las historias, teologías y perspectivas cautivadoras que surgen de su comunidad. Los estudiantes se sienten empoderados al participar en cultos ecuménicos donde pueden relacionarse con Dios de maneras que los conectan con sus antepasados y a las oraciones de sus abuelas.

Además, como organización ecuménica que sirve a seminarios y escuelas de estudios superiores en todo el país, el Programa Hispano de Verano atrae a estudiantes de todo el espectro teológico. Los estudiantes que leen la Biblia a través de un lente histórico-crítico deben aprender con los estudiantes que leen las Escrituras literal o alegóricamente. Los estudiantes que luchan con cuestiones de género y sexualidad deben aprender con los estudiantes que se sienten muy cómodos en su identidad sexual. Y los estudiantes que crecieron ricos deben aprender con estudiantes que crecieron pobres. Verdaderamente, el escuchar a alguien distinto a uno es difícil, pero finalmente los estudiantes aprenden lo que es ser familia dentro de un entorno académico diverso. Para algunos, esta es la primera vez que eso sucede.

Señales de esperanza, espacio para el crecimiento

El Programa Hispano de Verano es sólo uno de los muchos programas de educación teológica dirigidos por y para la comunidad latina, entre ellos, la Iniciativa Teológica Hispana, la Asociación para la Educación Teológica Hispana y las facetas del Foro de Exploración Teológica. Estos programas les permiten a los estudiantes de color a tener acceso a recursos invaluables y a experiencias educativas. Tal potencial proviene del liderazgo latino, así como también de las decisiones curriculares y de política. Estos programas son eficaces no tan sólo porque las personas de color los administran, sino también porque los líderes —negros/negras e hispanos/hispanas— toman decisiones que forman una educación rigurosa y al mismo tiempo también forman organizaciones que unen a la gente.

Muchas instituciones de mayoría anglosajón todavía están aprendiendo a cómo motivar y apoyar a los estudiantes, profesores, administradores y miembros de las juntas directivas que son latinos. En las aulas, aún queda trabajo por hacer para mostrar que la historia es más que el canon occidental tradicional. Los líderes institucionales recién están comenzando a implementar nuevas políticas de contratación y prácticas de empleo equitativo y a tener expectativas y estándares que tengan en cuenta la situación única de los profesores, el personal y los estudiantes hispanos. Como ellos mismos admiten, están en una curva de aprendizaje elevada.

Pero las instituciones ya están haciendo tales cambios. Fuller Theological Seminary está poniendo fondos y apoyo institucional detrás de sus programas en estudios hispanos. Vanderbilt University Divinity School invitó a la Dra. Machado a presentar sus prestigiosas cátedras Cole sobre el tema de los santos fronterizos. La Oblate School of Theology, la Universidad de Boston, el Graduate Theological Union y otros ponen apoyo financiero e institucional detrás de programas como el Programa Hispano de Verano y la Iniciativa Teológica Hispana.

Aunque no siempre tengamos los recursos necesarios, las familias latinas, los pastores y los líderes de la comunidad saben lo que nuestras comunidades necesitan para ser educadas. Sabemos cómo incluirnos los unos a los otros como familia y luchar con nuestras diferencias mientras buscamos el apoyo mutuo. Sabemos cómo dirigir organizaciones que promueven la vida, no tan sólo para nuestra gente sino para todos aquellos que eligen acompañarnos. Confío en que nuestras comunidades continuarán prosperando porque siempre hemos estado en la lucha —en la vanguardia de la lucha por la vida.

Jorge Juan Rodríguez V es hijo de dos inmigrantes puertorriqueños que llegaron a los Estados Unidos un año antes de su nacimiento. Tiene títulos de Gordon College y Union Theological Seminary, y está cursando un doctorado en historia religiosa moderna en Union, sobre las Américas de los siglos XIX y XX. Puede seguir el trabajo de Jorge en www.jjrodriguezv.com y en Twitter @JJRodV.

Los mentores marcan la diferencia

La universidad es difícil, pero no tienes que lidiar con todo eso sola o solo.

Christianity Today October 10, 2018

Este artículo fue publicado en colaboración con la Conferencia Nacional de Liderazgo Cristiano Hispano (NHCLC, por sus siglas en inglés).

A los 17 años de edad, yo no tenía ninguna aspiración profesional, aparte de asistir a la universidad. En mi último año de preparatoria, me enlisté en el ejército, planeando usar el GI Bill para pagar mi educación. Un amigo cercano, también un estudiante de primera generación (un término que luego aprendería), estaba haciendo lo mismo, así que simplemente seguí su ejemplo.

Unas semanas antes de mi graduación de la preparatoria, una maestra de matemáticas y una consejera escolar me brindaron algunos consejos muy necesarios, mostrándome otras maneras de pagar la escuela. Logré cancelar mi compromiso con el ejército y empecé mis estudios universitarios en un community college. Pagué la colegiatura y los cargos adicionales con la ayuda de seis fuentes: (1) Un programa de la Junta de Gobernadores (ahora llamada California Promesa Grant), eliminó el pago de los cargos adicionales (2) una beca Pell federal, (3) una beca Cal B, (4) ayude del programa the Education Opportunity Program’s book, (5) boletos gratis para el transporte público, y (6) el programa de trabajo dentro de la universidad (work study). En ese momento, no tenía idea de lo que significaba navegar el proceso de todos esos programas, pero los consejeros y los profesores gentilmente me guiaron en el trayecto.

En dos años, completé un plan de estudios de honores y los requisitos de transferencia para asistir a la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA). Su paquete de ayuda económica motivó mi decisión de inscribirme, a pesar de haber sido aceptada también en la escuela que había sido la primera en mi lista de preferencia —UC-Berkeley. Ya que no tenía un plan económico claro para el transporte de ida y vuelta al norte de California, me sentí abrumada, ya que para entonces me estaba sosteniendo sola económicamente.

Siendo latina de primera generación, por primera vez me di cuenta de que era pobre cuando me transferí a UCLA. No fue la variedad de subvenciones y empleos que necesitaba mientras vivía en el este de Los Ángeles; eran los bolsos de Gucci y otros artículos de lujo que llevaban otros estudiantes. Aun así, tenía sed de conocimiento y me concentré en mi nueva meta: ayudar a otros a perseverar en la universidad. Parte de mi deseo estaba arraigado en el egoísmo —me sentía solitaria siendo una de un de un puñado de estudiantes latinas y latinos en los salones de clase. Pero también quería devolver algo a mi comunidad.

Durante mi trayecto en la universidad, descubrí que me encantaba aprender. También aprendí que quería que otros como yo tuvieran menos dificultades durante la universidad. Varios consejeros académicos me animaron a continuar mis estudios, y tres años después comencé un programa de maestría. Mientras trabajaba para obtener mis títulos, tuve la oportunidad de regresar a mi escuela preparatoria para desempeñar diversos papeles, entre ellos, oficial de inscripción, tutora, asesora universitario y pasante profesional de postgrado. Luego trabajé para los programas Early Academic y California Student Opportunity and Access. A través de estos programas ayudé a los estudiantes a prepararse para la universidad.

Aprovechar el capital social

Recientemente, en el 2016 terminé mis estudios de doctorado en política educativa y contexto social en la Universidad de California en Irvine (UC-Irvine). Mi investigación exploró cómo proporcionar oportunidades y recursos de educación superior para estudiantes de primera generación de bajos ingresos. Las probabilidades están en contra de las poblaciones que no están representadas como debieran en la universidad que luchan por el éxito académico. Debido a que viví esta experiencia, sé —no solo porque las estadísticas me lo dicen— lo que uno tiene que luchar para que el sueño de entrar a la universidad y graduarse se vuelvan una realidad.

En mis estudios de investigación, estaba especialmente interesada en cómo la habilidad en las matemáticas afectó las trayectorias de mi comunidad. La investigación convencional ha demostrado que las matemáticas predicen la matrícula universitaria. En mi investigación, sin embargo, descubrí que a pesar de las bajas habilidades matemáticas, una parte considerable de los hispanos se matricula en la universidad. Según mi investigación, las relaciones con los maestros fueron fundamentales para animar a los estudiantes de nuestra comunidad a matricularse en la universidad.

El Departamento de Educación de los EE. UU. concluyó en su informe del 2016 "Advancing Diversity and Inclusion in Higher Education" que las oportunidades universitarias y la movilidad social disminuyen para los estudiantes minoritarios; es más difícil para ellos aplicar, ser admitidos, inscribirse, persistir en la universidad y finalmente graduarse. Y eso es, si logran llegar a la universidad. Estamos viviendo en comunidades socioeconómicamente aisladas, donde, como escribió Ronald Brownstein del Atlantic en "The Challenge of Educational Inequality", "las disparidades raciales en los resultados educativos siguen siendo imponentes". Esto deja a la juventud latina en una necesidad desesperada de mentores con capital social. Mi historia es típica de muchos estudiantes de primera generación de origen de la clase obrera. Sin padres que entienden la educación superior, o que tienen los recursos para proporcionar apoyo emocional o económico, los estudiantes tienen que resolver todo por su cuenta, a menos que alguien (mentor o mentora) les pueda ofrecer apoyo, como sucedió en mi caso.

Según el Public Policy Institute of California, es probable que enfrentemos una escasez de obreros con educación universitaria para el año 2025. Por ejemplo, se proyecta que los sectores laborales de más rápido crecimiento en California serán la ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas (STEM, por sus siglas en inglés) y campos relacionados con la salud. Pero, de acuerdo con un informe de la Campaña Universitaria del 2016, no hay suficientes graduados proyectados en estos campos. Con orientación, oportunidades y financiamiento específico, los estudiantes de familias necesitadas de primera generación podrían llenar fácilmente la brecha en estos campos.

Encontrar maneras de apoyar

Después de casi 20 años de trabajar en esta área, he aprendido que los estudiantes no están definidos por las estadísticas. Ahora trabajo como administradora de éxito estudiantil para una organización innovadora sin fines de lucro. Brindamos apoyo financiero más allá de las subvenciones para las cuales los estudiantes ya califican. También ofrecemos mentores que los ayudan a lidiar con la universidad. Después de que los estudiantes completan su primer año, se les asigna un entrenador de carrera. El proceso no siempre es perfecto; muchos estudiantes tienen que interrumpir sus estudios o cambiar de dirección debido a problemas económicos, conflictos familiares u otras tensiones. Pero mientras más personas haya que apoyen a los estudiantes, mejores serán sus perspectivas.

No siempre tuve claros mis objetivos profesionales. Estaba cegada por apresurarme a terminar la universidad. Mi madre y mi padre terminaron sólo la educación primaria en México, pero siempre aspiraron a más. A pesar de sus bajos logros académicos, trabajaron duro para proveer e inspiraron mi educación. Sin embargo, no estaban equipados para acompañarme en mi trayecto en la universidad. Como resultado, tuve que depener de otros para obtener apoyo. He llegado a comprender el beneficio de una educación universitaria, y mis experiencias han moldeado mi vocación sirviendo en una carrera que fomenta la equidad y el acceso a la educación superior y aun más.

Alma L. Zaragoza-Petty actualmente trabaja en el área de Los Ángeles como especialista en retención de estudiantes de primera generación en la educación superior. Ella es coanfitriona de The Red Couch Podcast, un comentario social y político. Es experta en política educativa y contexto social.

Como ella prefiere el término Latinx, la decisión editorial de usar latinos e hispanos en este artículo fue hecha por Christianity Today .

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