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‘Envíame a mí’: una lección de humildad

Isaías 6 me llenó de un celo capaz de cambiar el mundo. Pero necesitaba considerar todo el pasaje.

Christianity Today September 30, 2022
Ilustración por Abigail Erickson / Source Images: Unsplash

Yo soy parte de la generación que escuchó: «¡No desperdicies tu vida!», una generación de jóvenes en la iglesia que creían que su principal llamado era no conformarse con una vida cristiana mediocre.

Nunca olvidaré una conferencia para adultos jóvenes a la que asistí cuando tenía poco más de 20 años. En ella escuchamos un mensaje basado en Isaías 6 predicado con tal fervor que, incluso los que ya éramos salvos, volvimos a ser salvos. La pasión fue la prueba de nuestra salvación; el celo fue la evidencia de nuestra fe. «¡Envíame a mí!» era nuestro mantra, mientras que «transformadores del mundo» era nuestra identidad. Todos queríamos ser usados ​​por Dios, pero ninguno de nosotros quería doblar las sillas después del servicio.

Para cuando me estaba acercando a los 30, estaba tan agotada de tanto esforzarme por ser usada por Dios que me sentí, literalmente, usada por Dios. Usada y tan vaciada por Él que no me quedaba nada para dar a nadie, ni siquiera a mí misma. Golpeé mis puños contra el volante, gritándole improperios a Dios, mientras iba de camino a mi trabajo en una iglesia. Sollocé en el piso de mi habitación por la noche y aun así me presenté para servir en nuestro ministerio universitario. Le escribí a Dios pregunta tras pregunta en mis cuadernos y luego fingí haber encontrado las respuestas en estudios bíblicos. Yo era la definición de las tumbas blanqueadas de las que habló Jesús en Mateo 23:27, fingiendo estar limpias por fuera, pero pudriéndose por dentro.

Nos encanta la parte de Isaías 6 que dice: «Aquí estoy. ¡Envíame a mí!» (v. 8). Incluso amamos la visión de la sala del trono, los querubines y serafines volando de un lado a otro, cantando eternamente las alabanzas del Santo. Por supuesto que queremos servir al Señor Dios Todopoderoso. Por supuesto que queremos ser enviados por Él. Por supuesto que no nos atreveríamos a decir nada más al tener tal santidad a la vista.

Excepto que Isaías sí lo hace. Y si nos perdemos lo que dice Isaías justo antes de responder la pregunta del Señor, nos perderemos todo. Isaías se pone de pie ante la gloria divina y tiene un colapso: «¡Ay de mí, que estoy perdido! Soy un hombre de labios impuros y vivo en medio de un pueblo de labios blasfemos, ¡y no obstante mis ojos han visto al Rey, al Señor Todopoderoso!» (v. 5).

Cuando llegamos al final de nosotros mismos, comenzamos a ver que una fe construida sobre nuestras habilidades, dones, carisma o buenas obras es tan inestable como un castillo de naipes. Si no lo vemos, simplemente no podremos llegar al momento en el que decimos: «¡Envíame a mí!». Al menos, no de forma verdadera ni sostenible.

En algún momento en el camino chocamos con una pared en nuestra fe, un momento en el que nuestras preguntas y dudas se apilan de tal forma que parecen insuperables porque nuestro trabajo deja de parecer tan grandioso o gratificante.

Ahí es cuando vemos que la gloria que estábamos tratando de capturar era principalmente para nosotros. Y descubrimos que servir al Señor es más parecido a llevar una cruz que a estar de pie en un escenario.

Lore Ferguson Wilbert, A Curious Faith, Brazos, una división de Baker Publishing Group, © 2022. Usado con permiso del editor. http://www.bakerpublishinggroup.com/

Traducción por Sergio Salazar.

Edición en español por Livia Giselle Seidel.

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News

Falleció el hermano Andrés, quien llevó Biblias de contrabando a los países comunistas

El fundador de Puertas Abiertas dijo que no era un «evangélico de doble riesgo», sino un cristiano fiel que siguió la guía del Espíritu Santo.

El hermano Andrés (Anne van der Bijl), conocido como «el contrabandista de Dios».

El hermano Andrés (Anne van der Bijl), conocido como «el contrabandista de Dios».

Christianity Today September 27, 2022
Cortesía de Puertas Abiertas / ediciones por Mallory Rentsch

Anne van der Bijl, evangélico holandés conocido por los cristianos de todo el mundo como «el hermano Andrés» y quien introdujo Biblias de contrabando en los países comunistas más herméticos, falleció a la edad de 94 años [enlaces en inglés].

Van der Bijl se hizo famoso como «el contrabandista de Dios» cuando en 1967 fue publicado el relato en primera persona de sus aventuras misioneras, en las que relata cómo consiguió pasar los puestos de control de las guardias fronterizas con Biblias escondidas en su redondeado Volkswagen azul. El libro titulado God’s Smuggler (publicado en español como El contrabandista de Dios) fue escrito con la colaboración de los periodistas evangélicos John y Elizabeth Sherrill, y publicado bajo su nombre clave «Hermano Andrés». El libro vendió más de 10 millones de ejemplares y fue traducido a 35 idiomas.

El libro inspiró a muchos otros misioneros contrabandistas, atrajo fondos para Puertas Abiertas, el ministerio de Van der Bilj, y llamó la atención de los evangélicos sobre las penurias de los creyentes en países donde la fe y la práctica del cristianismo eran penalizadas. Sin embargo, Van der Bijl protestaba que la gente no entendía realmente su verdadero objetivo cuando se le presentaba como un héroe extraordinario. «No soy un evangélico de doble riesgo», solía decir. «Solo soy un hombre común y corriente. Lo que hice lo puede hacer cualquiera».

Nadie sabe cuántas Biblias llevó Van der Bijl a Polonia, Checoslovaquia, Yugoslavia, Alemania del Este, Bulgaria y otros países del bloque soviético en la década anterior al éxito de El contrabandista de Dios, mismo que le obligó a convertirse en líder y recaudador de fondos para Puertas Abiertas. Hay quienes estiman el número de Biblias en el rango de los millones. Un chiste holandés muy popular a finales de los años 60 decía: «¿Qué encontrarán los rusos si llegan primero a la Luna? Al hermano Andrés con un montón de Biblias».

El hermano Andrés.Open Doors International
El hermano Andrés.

Van der Bijl, por su parte, no llevó la cuenta y no creía que el número exacto fuera importante.

«No me importan las estadísticas», dijo en una entrevista de 2005. «No hacemos cuentas… Pero Dios es el contador perfecto. Él sí sabe».

Van der Bijl nació en los Países Bajos en 1928, hijo de un herrero pobre y una madre inválida. Tenía doce años cuando el ejército alemán invadió el país neutral en la Segunda Guerra Mundial, y pasó la ocupación, según contó a John y Elizabeth Sherrill, escondiéndose en zanjas para evitar ser obligado a servir en la guerra por los soldados nazis. Cuando la hambruna asoló el país en 1944, Van der Bijl, al igual que muchos holandeses, comió bulbos de tulipán para sobrevivir.

Después de la guerra, Van der Bijl se alistó en el ejército holandés y fue enviado a Indonesia como parte de las fuerzas coloniales que intentaban sofocar la lucha indonesia por la independencia. Estaba entusiasmado con la aventura hasta que empezaron los disparos y tuvo que matar a otros seres humanos. Según su propio relato, Van der Bijl participó en la masacre de un pueblo indonesio, matando indiscriminadamente a todos los que vivían allí.

Tras esa experiencia, le persiguió la visión de una joven madre y su niño lactante muertos por la misma bala. Empezó a llevar un extraño sombrero de paja en la selva, con la esperanza de que lo mataran. Van der Bijl adoptó el lema: «Hazte el listo y pierde la cabeza».

No consiguió que le dispararan en la cabeza, pero sí en el tobillo y, durante su convalecencia, empezó a leer una Biblia que su madre le había regalado. Cuando regresó a los Países Bajos, empezó a ir a la iglesia asiduamente y, a principios de 1950, entregó su vida a Dios.

«No había mucha fe en mi oración», dijo Van der Bijl. «Solo dije: “Señor, si me muestras el camino, te seguiré. Amén”».

Van der Bijl entregó su vida al ministerio y se fue a Escocia a estudiar en la escuela misionera de la Cruzada Mundial de Evangelización en 1953. En una entrevista con Christianity Today en 2013, recordó una lección esencial que aprendió de un oficial del Ejército de Salvación que enseñaba sobre la evangelización en las calles. El hombre mayor dijo que la mayoría de los aspirantes a convertirse en evangelistas se dan por vencidos demasiado pronto, ya que el Espíritu Santo solo ha preparado el corazón de una persona entre mil.

«Al instante mi corazón se rebeló. Pensé: “Qué desperdicio”», recordó Van der Bijl. «¿Por qué gastar mi energía en 999 personas que no iban a responder? Dios lo sabe y el diablo lo sabe y se ríe porque después de las primeras 1000 personas, me rindo desesperado».

Entonces decidió que le pediría a Dios que lo guiara hasta la única persona que estaba preparada para el evangelio. En lugar de gastar su tiempo calculando y trazando estrategias, seguiría la guía del Espíritu.

Poco después, sintió que Dios le hablaba a través de Apocalipsis 3:2: «¡Despierta! Reaviva lo que aún es rescatable». Van der Bijl comprendió que debía ir a apoyar a la iglesia en los países controlados por el comunismo. En 1955, realizó un viaje controlado por el gobierno a Polonia, pero consiguió escabullirse de su grupo para visitar algunos grupos de creyentes que se reunían de forma clandestina. En un segundo viaje a Checoslovaquia, notó que las iglesias de los países comunistas necesitaban Biblias.

«Le prometí a Dios que siempre que pudiera tomar una Biblia en mis manos, se la llevaría a estos hijos suyos detrás del muro que los hombres construyeron», recordó más tarde Van der Bijl, «a cada… país en el que Dios abriera la puerta durante el tiempo suficiente para que yo pudiera colarme».

El hermano Andrés en Yugoslavia.Open Doors International
El hermano Andrés en Yugoslavia.

En 1957, hizo su primer viaje de contrabando a través de la frontera de un país comunista, entrando en Yugoslavia con folletos, Biblias y porciones de la Biblia escondidas en su Volkswagen azul. Mientras observaba cómo los guardias registraban los coches delante de él, oró lo que más tarde llamaría «la oración del contrabandista de Dios»:

«Señor, en mi equipaje tengo Escrituras que quiero llevar a tus hijos al otro lado de esta frontera. Cuando estabas en la Tierra, hiciste que ojos ciegos vieran. Ahora, te ruego, haz que los ojos que ven sean ciegos. No dejes que los guardias vean las cosas que no quieres que vean».

Después de su éxito inicial en Yugoslavia, Van der Bijl siguió con más viajes y, finalmente, incluso contrabandeó Biblias al interior de la Unión Soviética. Reclutó a otros cristianos para que le ayudaran, y juntos desarrollaron estrategias para evitar la atención de los guardias fronterizos y la policía secreta. A veces los contrabandistas viajaban en parejas, disfrazados de recién casados que iban de luna de miel. A veces utilizaban cruces fronterizos alejados. Experimentaban con diferentes formas de ocultar las Escrituras en sus pequeños y discretos coches. Siempre seguían la guía del Espíritu Santo, y nunca nadie fue arrestado.

El contrabando de Biblias fue criticado por varias organizaciones cristianas, como la Alianza Mundial Bautista, la Junta de Misiones Extranjeras de los Bautistas del Sur y la Sociedad Bíblica Americana. Lo consideraron peligroso —especialmente para los cristianos que vivían en los países comunistas— e ineficaz. Las historias sensacionalistas eran buenas para recaudar dinero, alegaron los críticos, pero nada más que eso.

Los historiadores de la Guerra Fría han debatido el impacto del contrabando de Biblias en los regímenes comunistas. Francis D. Raška escribió que «probablemente fue importante», pero «la evidencia de las hazañas son poco sólidas y propensas a la exageración y al engrandecimiento personal». Según Raška, hay al menos algunas pruebas de que el KGB vigilaba de cerca la actividad de Van der Bijl y podría haber tenido informantes dentro de su red.

El hermano Andrés.Open Doors International
El hermano Andrés.

Tras el éxito de El contrabandista de Dios, Van der Bijl dejó el contrabando en manos de otros cristianos menos famosos. Redirigió su atención a la recaudación de fondos para Puertas Abiertas y a las oportunidades de ministerio en países musulmanes. Cuando Estados Unidos invadió Afganistán en 2001 e Irak en 2003, se convirtió en un crítico abierto del apoyo de los evangélicos estadounidenses a la guerra contra el terrorismo. Afirmó que los cristianos solo podían poner su confianza en las intervenciones militares si habían renunciado a la fe en las misiones.

A principios de la década de 2000, Van der Bijl preguntaba a los cristianos si habían orado por Osama bin Laden, líder de Al Qaeda. Cuando las fuerzas estadounidenses mataron a Bin Laden en 2011, expresó su tristeza.

«Creo que no hay nadie que sea inalcanzable. La gente nunca es el enemigo, solo el diablo», dijo Van der Bijl. «Bin Laden estaba en mi lista de oración. Quería reunirme con él. Quería decirle quién es el verdadero jefe del mundo».

Al momento de su muerte, el ministerio que Van der Bijl fundó ayudaba a los cristianos en más de 60 países. Puertas Abiertas distribuye cada año 300 000 Biblias y 1.5 millones de libros cristianos, material de capacitación y manuales de discipulado. El grupo también proporciona ayuda, desarrollo comunitario y terapias de consejería para el trauma, a la vez que aboga por los cristianos perseguidos en todo el mundo.

Cuando se le preguntó si había algo de lo que se arrepentía con respecto a la obra de su vida, Van der Bijl dijo: «Si pudiera volver a vivir mi vida, sería mucho más radical».

Traducción y edición en español por Sofía Castillo y Livia Giselle Seidel.

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Theology

Los exiliados ucranianos me mostraron la paz de Cristo

Descubrí en ellos una milagrosa perseverancia en medio de la tribulación.

Sophia Lee durante el reportaje en Polonia.

Sophia Lee durante el reportaje en Polonia.

Christianity Today September 27, 2022
Fotografías de Joel Carillet

Seis meses antes de que yo volara a Polonia con el objetivo de escribir un reportaje sobre los refugiados ucranianos, una camioneta atropelló a mi suegra, quien murió instantáneamente. Seis semanas antes de volar a Polonia, descubrí que tenía 23 semanas de embarazo.

Tenía un montón de cosas en la cabeza cuando me embarqué en el avión hacia Varsovia. Acababa de empezar un trabajo nuevo. El duelo de mi marido seguía en carne viva y a veces lo escuchaba llorar entre sueños con vívidos recuerdos de su madre. Ni mi esposo ni yo nos sentíamos preparados para convertirnos en padres en menos de tres meses. Y ahí estaba un pequeño bebé dando vueltas en mi panza, con giros y patadas tan turbulentos como mis pensamientos y emociones. Intenté orar en ese momento, pero todo lo que podía expresar era: «Oh, Señor, cuánto te necesito».

En tiempos de guerra y dificultades, buscamos historias de valor extraordinario y resiliencia. Como periodista cristiana, nunca estoy segura de qué esperar en mis investigaciones, pero sabía lo que anhelaba encontrar: testimonios poderosos, imágenes inspiradoras del evangelio en acción y declaraciones de fe dignas de ser citadas.

Me encontré con todas estas cosas cuando visité iglesias, centros de refugiados, estaciones de tren y pasos fronterizos. No fue difícil encontrar historias reconfortantes de los fieles: un pastor ucraniano de Zabki, una ciudad a las afueras de Varsovia, invitó a más de diez refugiados a quedarse con él y su familia en su casa diminuta. El día que visité el refugio de su iglesia, los niños refugiados ucranianos se reunieron en las escaleras para cantar un tierno himno ucraniano acerca de la protección, el perdón y la misericordia de Dios.

También vi pasos gigantes de fe. Prácticamente todas las iglesias de Polonia están ayudando a los refugiados ucranianos, pero la mayoría de ellas solo pueden ofrecer estancias a corto plazo. La iglesia de la ciudad de Cracovia se dio cuenta de que necesitaban una estrategia a largo plazo. Al principio, la iglesia comenzó a orar para albergar a 700 refugiados durante seis meses. Pero el pastor principal, Zbigniew Marzec, se preguntó: «¿Por qué solo 700? ¿Por qué no orar por 1000? ¿Por qué no expandir nuestra fe e ir a más, sin limitar a Dios?». Albergar a mil refugiados durante seis meses costaría cinco millones de dólares. Sin embargo, la iglesia decidió orar por los mil. Marzec se reía cuando me contaba su visión: «¡Y pensar que hace tres semanas luchábamos por comprar un equipo de sonido que costaba trescientos dólares!».

Sentí calidez en el corazón al escuchar declaraciones de fe seguras y precisas, al ver el sacrificio de cristianos orientados hacia su propósito mientras trabajaban en el frente de la guerra. Anhelaba esa expresión de fe para mí misma, especialmente cuando había tantas cosas inciertas y pesadas en mi propia vida.

Pero esa no fue la única expresión de fe de la que fui testigo en Polonia. No todos los cristianos con los que me encontré tenían un testimonio bien definido, particularmente los refugiados cuyas vidas habían quedado destrozadas por la guerra, por las pérdidas, y por un futuro amenazante de incertidumbre e inestabilidad.

Uno de los refugiados que conocí, Daniell, no pudo contener las lágrimas cuando recordó su horrible año antes de la guerra. Su primera hija había nacido con daño cerebral permanente a causa de negligencia en el parto. A veces ella sufría hasta trescientas convulsiones al día, y Daniell y su esposa habían pasado incontables noches sin dormir en un esfuerzo por mantener viva a su bebé. Debido a la enfermedad de su hija, evacuar Ucrania era prácticamente imposible, aun cuando el fuego de artillería y los bombardeos sacudían su casa. Gracias a la ayuda de otros cristianos, al menos fueron capaces de huir a Varsovia.

Daniell no me citó versículos de la Biblia acerca de que Dios haría que todas las cosas fueran para bien ni testificó sobre encontrar propósito en su sufrimiento aún presente. Él recordaba el año anterior con ojos demacrados: «Vivíamos como si ya estuviéramos muertos».

Sin embargo, también Daniell tiene una expresión de fe: una fe real y viva. Él continúa orando. No hace oraciones que sean «saltos de fe» declarando sanidad sobre su hija; sus labios se consumieron hace tiempo con oraciones que rogaban milagros. Y, aun así, él ora. Hay un nombre al que clama, aunque sus oraciones no sean apasionadas ni estén sazonadas con declaraciones de una profunda convicción y pasajes bíblicos. Ora porque, explica con sencillez: «No me puedo imaginar otro modo de vida». Su fe no está anclada en la misión, en un propósito o en lo milagroso. Es más bien como respirar, incluso cuando esa respiración a veces se convierte en sollozos.

Mientras yo entrevistaba refugiados, allá en Los Ángeles, mi marido se despertó una mañana solo y llorando. Era el cumpleaños de su madre. Ella amaba los cumpleaños. Siempre hacía todo lo posible para asegurarse de que todos se sintieran especiales en sus cumpleaños, y también le gustaba que pasara lo mismo con el de ella. Si hubiera estado viva, mi marido habría recibido un correo electrónico de su parte recordándole su cumpleaños. Esa mañana no llegó ningún correo.

Una de las luchas más difíciles para mi marido era la falta de sentido y lo repentino de la muerte. «Tu madre está en un lugar mejor con Jesús», murmuraba la gente. Palabras que no traían consuelo, sino ira y confusión. Pero ¿por qué? ¿Por qué ocurrió? ¿Por qué de este modo, sin una despedida ni un gran significado?

Esa era la expresión de fe de mi marido: él peleaba no solo con el duelo, sino con Dios mismo. No podía realizar su devocional diario acostumbrado. Todo lo que podía hacer era poner música de alabanza y escuchar palabras de alabanza y alegría para las que no tenía fuerza ni corazón para cantar él mismo.

En los meses que siguieron a la muerte de su madre, vi evolucionar la fe de mi marido. Su fe ya no es tan entusiasta ni tan segura como antes. Ahora es más simple, tranquila y humilde, pero, de muchas maneras, mucho más auténtica. Vi una expresión de fe similar en las historias de algunos refugiados. Una refugiada me contó que solía orar fervientemente en voz alta para que Dios detuviera la guerra. Había creído que la guerra se detendría en una semana o dos, pero cuando las semanas se convirtieron en meses y aumentó el número de cadáveres, su oración cambió. Ahora carga con las heridas de todo el dolor, y su tono y expectativas no son los mismos. Y, no obstante, sigue orando. Al igual que Daniell, al igual que mi marido, ella ora, aunque sea de manera corta y sencilla, porque Él está escuchando.

Durante mi último día en Polonia, visité el almacén de una iglesia en Varsovia que enviaba provisiones a las zonas de guerra de Ucrania. Fue un día tenso. Los rusos acababan de bombardear un importante puente hacia Cherníhiv, bloqueando el único paso a través del río. Mientras tanto, ellos tenían ocho camiones, cada uno de ellos lleno con cerca de 40 000 dólares de provisiones de emergencia, varados en una orilla del río. El equipo del almacén decidió construir balsas con 50 barriles que serían suficientemente robustas como para transportar a 160 refugiados y varias toneladas de comida hasta el otro lado del río.

Los voluntarios seguían discutiendo sobre esto cuando un misionero ucraniano de pelo blanco señaló a mi panza de siete meses de embarazo con una sonrisa: «¿Niño o niña?». Sonrió y después preguntó: «¿Podemos orar por ti y por el bebé? Nos encantaría orar. Es muy importante orar por una nueva vida».

Me tomó desprevenida. No esperaba que un ocupado grupo de ucranianos, asediados por el estrés y la logística de la guerra, detuvieran su día para orar por una extraña estadounidense. El misionero reunió a todo el mundo inmediatamente a su alrededor e hicieron un círculo, colocando sus manos sobre mis hombros, y comenzaron a orar al unísono en ucraniano, con voces en alto, manos alzadas y puños al aire. No tenía ni idea de lo que estaban diciendo, pero entendí sus corazones, y me empapé de todo ello: hermosas palabras de fe en una lengua extranjera, palabras de bendición, de amor y alegría por una nueva vida que hacían colisión con la presencia de la muerte y el duelo.

Me costó toda mi fuerza de voluntad no estallar en lágrimas. No había tenido mucho espacio mental y emocional para permanecer en silencio y orar. No me había dado cuenta de cuánto necesitaba esto: una expresión de fe declarada por otra persona sobre mí, para mí, a mí.

En el vuelo de regreso a Los Ángeles, sentí como si se hubiera roto un dique. Me había marchado con el corazón atribulado, pero ahora iba de regreso con el corazón lleno. Lo que había presenciado eran diversas expresiones de fe en el cuerpo de Cristo; cada una de ellas era rica, poderosa y viva a su propio modo, pero al entretejerse, retrataban la imagen de Cristo en toda su gloria y belleza. Y ahora, contemplando la gloria del Señor, ¿qué otra respuesta podía tener salvo ponerme a llorar?

Así que lo hice. En mi asiento de avión, oré: «Oh, Señor, tú eres bueno». Un lloro, y una alabanza. Y, en mi vientre, el bebé bailó. Se movió, se meneó, dio saltos y volteretas: su propia expresión de fe, supongo.

Sophia Lee es redactora global en Christianity Today.

Traducción por Noa Alarcón.

Edición en español por Livia Giselle Seidel.

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Theology

Una pequeña introducción moral a los ‘Los anillos de poder’ de Amazon

Que la historia de Tolkien acerca del reino de Númenor sirva de advertencia para nosotros hoy.

Christianity Today September 26, 2022
Copyright Amazon Studios / Photo by Ben Rothstein / Prime Video

Un demagogo carismático seduce a un poderoso imperio y gana poder con la promesa de restaurar la gloria pasada. Un pueblo traiciona sus principios fundacionales, apostatando de la fe de sus padres para perseguir sueños de inmortalidad. Su gran ciudad se tambalea al borde de la guerra civil. Un remanente fiel es perseguido y acusado de traición por una multitud empeñada en alcanzar la ruina.

No es un resumen de los profetas del Antiguo Testamento ni del New York Times de ayer, estas son algunas de las historias de El Silmarillion de J. R. R. Tolkien, la biblia del saber de la Tierra Media. Pasadas por alto durante mucho tiempo, las historias finalmente han encontrado su momento en el centro de atención.

El señor de los anillos: Los anillos de poder de Amazon ha llegado.

Con la reputación de ser el programa de televisión más caro jamás producido, el proyecto de mil millones de dólares es una adaptación de una parte muy pequeña de la obra de Tolkien. En la línea de tiempo ficcional creada por el autor, la historia de la Tierra Media se desarrolla a lo largo de tres eras. La mayor parte de El Silmarillion se refiere a la Primera Edad, mientras que la trilogía de libros y películas más famosa y querida, El señor de los anillos, cubre el final de la Tercera Edad. El nuevo programa de televisión de Amazon se establece justo en medio.

Tolkien no escribió casi nada sobre este periodo. Sin embargo, lo poco que elaboró ​​vibra con resonancia política. En las 23 páginas cortas de «Akallabêth», un capítulo de El Silmarillion, Tolkien habla de la gloria del reino de Númenor y también de su arrogancia y locura.

En la mitad del siguiente capítulo, «Los anillos de poder», Tolkien escribe sobre los anillos del mismo nombre y describe esencialmente la Tercera Guerra Mundial, un conflicto catastrófico tan destructivo que, aunque los buenos ganaron, el mundo nunca se recuperó.

Es una narrativa extraordinaria (y extraordinariamente relevante): una de pasión política, ambición, manipulación y engaño; intriga geopolítica; guerra religiosa; teodicea; y apocalipsis. Es una historia sobre aquellos que se abren camino hacia el liderazgo mediante el honor, el engaño o la conquista, y una historia de advertencia sobre la destrucción que pueden causar los hombres y mujeres ambiciosos cuando se les otorga un poder asombroso.

Si planea ver la serie, esto es lo que necesita saber sobre la historia en la que se basa y, si me lo permite, qué lecciones vale la pena extraer de ella.

El reino de Númenor

En el texto original de Tolkien, los numenoreanos eran marineros famosos, «sabios y gloriosos», altos y longevos. Aprendieron a hablar élfico, el idioma del aprendizaje, y «escribieron cartas, pergaminos y libros» en los que escribieron «muchas cosas de maravilla y sabiduría durante la marea alta de su reino».

Númenor es el reino original, del cual Gondor — mejor conocido por los lectores y espectadores de El señor de los anillos—, es la copia. Númenor es el centro imperial, mientras que Gondor es el reino en el exilio.

Los hombres y mujeres que luego se convirtieron en el reino de Númenor son famosos por su fidelidad a los dioses. Como recompensa, se les da un hogar, un reino insular frente a la costa de la Tierra Media, así como una era dorada de prosperidad y sabiduría.

En su grandeza, los numenoreanos visitan la Tierra Media. Al ver la pobreza y la ignorancia del «mundo abandonado», les dan a los hombres inferiores el regalo del imperialismo benévolo de Númenor, una intervención humanitaria que pretende elevar su condición y ayudar «en el orden de su vida».

Númenor, entonces, es la visión idealizada de un gran poder que hace uso de su grandeza para hacer justicia.

Pero la grandeza del reino se convierte en la fuente de su tentación. Después de miles de años de dicha y gloria, algunos de los numenoreanos comienzan a codiciar lo único que no tienen. «El deseo de la vida eterna, de escapar de la muerte y del final del deleite se hizo fuerte en ellos; y cada vez que su poder y gloria crecían, su inquietud aumentaba».

Caen presa del clásico pecado de la arrogancia.

Con el pueblo dividido, la mayoría de los numenoreanos y sus líderes se alejan de los dioses, aunque un pequeño remanente permanece fiel. El más grande de sus reyes está «lleno del deseo de poder ilimitado y del dominio exclusivo de su voluntad».

Aquí, la historia de Tolkien se desarrolla con el mismo ritmo de 1 y 2 Reyes, donde el pueblo cae cuando caen sus líderes.

Númenor comienza a despilfarrar su riqueza y poder, ya que «aquellos que vivieron se volcaron más ansiosamente hacia el placer y el desenfreno». En su orgullo y hedonismo, el imperio se vuelve rapaz, escribe Tolkien, «y ahora deseaban riqueza y dominio» (puesto que se les había negado la vida eterna) y «aparecían ahora más como señores, amos y recolectores de tributos que como ayudantes y maestros».

No es difícil ver la intención de Tolkien en este juego de moralidad política. El Reino Unido, así como Númenor, era un reino insular que se veía a sí mismo como un imperio benévolo. Pero cuando Tolkien elaboró ​​El Silmarillion en el siglo XX, el imperio decaía día a día y la sociedad occidental parecía cada vez más materialista y secular.

Fue una época de pesimismo para miembros de la élite occidental como Tolkien, quien veía un mundo cada vez más hostil a la herencia cultural con la que había crecido. Una nostalgia por la gloria pasada impregna su obra.

La historia de Sauron

Si eso fuera todo, el «Akallabêth» no sería extraordinario, no sería apto para una adaptación televisiva de mil millones de dólares, y sería indigno del otro trabajo de Tolkien. Pero la imaginación católica de Tolkien le dio más perspicacia psicológica y ambición espiritual.

La historia no es un llamado neoreaccionario para la renovación de la civilización occidental o el imperialismo británico. Es mucho más pesimista que eso. Tolkien tiene un personaje en la historia que llama a la renovación y la grandeza nacional. Sin embargo, quizás con la Segunda Guerra Mundial todavía fresca en la memoria, pone ese llamado en boca de su villano.

En la historia de declive cultural y espiritual de Númenor entra un demagogo engañoso: nada menos que el propio Sauron. Aunque se le representa como un ojo en llamas en lo alto de su torre en El señor de los anillos, en este cuento anterior es un personaje que camina y habla, «astuto de mente y boca», con «adulación dulce como la miel… siempre en su lengua».

Dicho de otra manera, Sauron es un influenciador profesional. Con la ayuda de los anillos de poder, se abre camino en los consejos del rey a través de promesas de «riquezas incontables… para que el aumento de su poder no tenga límite».

Sauron juega hábilmente con el miedo a la muerte de los numenoreanos, prometiéndoles alturas de poder cada vez mayores al tomar de los dioses lo que es legítimamente suyo. El rey numenoreano se aparta «totalmente de la lealtad de sus padres» y trata a los numenoreanos que permanecen fieles como rebeldes, ofreciéndolos como sacrificios humanos en el templo recién construido de Sauron. El imperio numenoreano, ya rapaz, ahora es brutal y violento.

En esta parte de la historia, Tolkien parece transmitir una conexión natural entre el poder, la demagogia y la violencia. Un gran poder atrae naturalmente al estafador, que gana influencia halagando a la mafia y apelando a sus instintos básicos. A su debido tiempo, el poder aliado a la demagogia siempre conduce al derramamiento de sangre, tanto en casa como en el extranjero.

Las lecciones de Númenor

El final de «Akallabêth» es impactante y apocalíptico, contado más como una parábola o un mito que como una simple ficción. Sauron persuade al rey numenoreano para que le declare la guerra a los dioses, invada su morada y les arrebate la vida eterna por fuerza de las armas.

El rey, que se ha vuelto loco por la vejez y la arrogancia, conduce su armada a través del mar. En respuesta, los dioses parten el mar por la mitad y ahogan la armada, el propio reino de Númenor y la mitad de la Tierra Media. Es el apocalipsis contado por los condenados. (Reto a Amazon a poner eso en la pantalla).

La combinación de alusiones paganas y bíblicas (Atlántida y Faraón, el Imperio romano y los reinos de Israel y Judá) es típica de Tolkien. Al basarse en fuentes dispares en el canon occidental, toma prestado un sentido de peso histórico e importancia religiosa. También pinta en un lienzo tan vasto que la historia se siente importante y vigorosamente trágica.

En este paisaje oscuro, Tolkien ofrece un rayo de esperanza. En «Los anillos de poder» (el capítulo final de El Silmarillion), el remanente fiel huye de Númenor antes de su destrucción, establece Gondor y lidera la última alianza de elfos y hombres en una desesperada guerra final contra Sauron. (Como referencia, esta es la gran batalla desde el prólogo hasta la versión cinematográfica de El señor de los anillos y es probable que sea la escena final de Los anillos de poder dentro de cinco temporadas).

Los buenos ganan, pero es demasiado tarde para que cualquier victoria valga ese nombre. Sauron es derrotado, pero casi todos los héroes mueren, el mundo queda arrasado y el anillo de Sauron sobrevive.

¿Fue inútil el esfuerzo? Conocemos el final de la historia: después de una larga demora, Sauron y su anillo finalmente son vencidos, aunque los fieles numenoreanos nunca lo ven.

Aquí, entonces, está la lección final de Tolkien, y la que debemos tener en cuenta al ver Los anillos de poder en el contexto de la iglesia de hoy:

En cualquier era de hedonismo, demagogia, rapacidad y violencia (incluida la nuestra), es posible que aquellos en el remanente fiel nunca vean su victoria final o los frutos de su sacrificio. Pero siguen luchando, porque saben que, al final de la historia, la providencia reivindicará sus esfuerzos. A la luz de eso, solo podemos preguntarnos si estaremos entre el remanente o entre los condenados.

«Es un cuento de hadas, aunque triste, como todos los cuentos de la Tierra Media», les dice Aragorn a los hobbits en La comunidad del anillo.

Como veterano de la Primera Guerra Mundial, Tolkien entendió la caída del mundo, el orgullo del género humano, y las tentaciones del poder de forma tan profunda que sabía que no debía darle un final feliz a ninguno de sus cuentos.

La brillantez de Peter Jackson fue mantenerse fiel a Tolkien y terminar su trilogía de El señor de los anillos más como una tragedia que como una fantasía. Cuando la mayor parte del entretenimiento comercial sigue la demanda de resoluciones completas, es atrevido contar una historia madura sobre un mundo quebrantado y condenado al juicio, donde todos los héroes tienen fallas y cada victoria terrenal es condicional.

También es inspirador porque es realista, incluso si viene vestido con elfos y magos. Cuanto más se adhiera Los anillos de poder de Amazon a estas verdades, mayor será su contribución, no solo para nuestro entretenimiento, sino también para nuestra edificación.

Paul D. Miller es profesor en la Universidad de Georgetown y miembro investigador de la Comisión de Ética y Libertad Religiosa.

Traducción por Sergio Salazar.

Edición en español por Livia Giselle Seidel.

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News

Convención Bautista del Sur: ERLC nombra nuevo presidente

Brent Leatherwood se queda al frente de la entidad bautista del sur tras la sentencia «Dobbs» y un importante informe de abusos en la denominación.

Brent Leatherwood en la reunión anual de la SBC en junio de 2022.

Brent Leatherwood en la reunión anual de la SBC en junio de 2022.

Christianity Today September 15, 2022
Adam Covington / Baptist Press

El líder interino de la Comisión de Ética y Libertad Religiosa (ERLC, por sus siglas en inglés), Brent Leatherwood, será su próximo presidente.

Durante el año pasado, Leatherwood sirvió como presidente interino, dirigiendo el brazo de política pública de la Convención Bautista del Sur (SBC, por sus siglas en inglés) durante un período histórico que incluyó la revocación de la sentencia Roe v. Wade, así como movimientos históricos para la denominación al llevar a cabo reformas en respuesta a los casos de abuso. El consejo de administración de la ERLC aprobó por unanimidad su nombramiento el martes.

Leatherwood, que ha sido miembro del personal de la ERLC durante cinco años, fue jefe de personal bajo el anterior líder interino, Daniel Patterson, y vicepresidente de asuntos externos bajo el expresidente de la comisión, Russell Moore, que dejó su puesto y la SBC en 2021. (Moore es ahora editor en jefe de Christianity Today) [enlace en español].

Al igual que durante el liderazgo de Moore, la ERLC ha seguido siendo un tema de debate en la SBC, cuyas 48 000 iglesias operan de forma independiente y cooperativa. Para algunos bautistas del sur, los esfuerzos de cabildeo y capacitación de la ERLC en torno a cuestiones como la libertad religiosa y la santidad de la vida representan una forma importante de testimonio y compromiso. Los críticos, sin embargo, creen que la ERLC y sus líderes han adoptado posturas que no representan a la denominación en general [enlaces en inglés].

En la reunión anual que tuvo lugar en junio, tal como sucedió en años anteriores, se votó en contra de una propuesta que proponía retirar el financiamiento a la ERLC. El expresidente de la ERLC, Richard Land, dijo a la convención: «No puedo imaginar un momento en el que desfinanciar a la ERLC pudiera ser más dañino para la Convención Bautista del Sur».

Leatherwood también enfrentó oposición cuando presentó una visión para las campañas provida en la era «posterior a Roe», pero no estuvo de acuerdo con una minoría abolicionista que quería criminalizar el aborto. «No van a conseguir que yo diga que quiero ver a las madres detrás de las rejas», dijo desde el escenario.

La ERLC también ha sido parte de la respuesta al problema más destacado al que la SBC se ha enfrentado en los últimos años: su respuesta a los casos de abuso. La ERLC había lanzado la iniciativa y conferencia Caring Well en el año 2018 para ayudar a capacitar a las iglesias sobre cómo responder a los sobrevivientes de abuso.

La investigación externa [enlace en español] sobre el Comité Ejecutivo de la SBC, publicada en un informe de 288 páginas en mayo de este año, reveló cómo sus líderes entraron en colisión con la ERLC con respecto al tema del abuso, incluyendo la censura de materiales producidos por la ERLC que describían una «crisis» de abuso sexual en la SBC.

«Es esencial que resistamos el impulso de reaccionar a la defensiva, o desde una postura de autoprotección, o de protección a una institución, en lugar de [proteger] a preciosos individuos hechos a la imagen de Dios. Ya sea en una iglesia o en una entidad, debemos fomentar un entorno en el que los supervivientes [de abuso] confíen en que serán recibidos, escuchados y apoyados», escribió Leatherwood en mayo.

«Es imperativo que las historias de los sobrevivientes sean recibidas con la misma compasión que Jesús mostró hacia los marginados o vulnerables», argumentó.

El año pasado, la ERLC comenzó una «auditoría y evaluación de los abusos sexuales dentro de la SBC», independiente de la investigación del Comité Ejecutivo.

Leatherwood tiene un historial de trabajo para el Partido Republicano en Tennessee y en el Capitolio en Washington, DC.

Cuando pasó del mundo de la política a la ERLC, dijo: «Me he dado cuenta de que la política fluye río abajo desde la cultura. Así que, si realmente quiero marcar la diferencia, tengo que ser activo río arriba».

En las últimas semanas, Leatherwood ha dirigido la ERLC mientras esta se unió a un informe amicus que defiende los derechos de libertad religiosa de la Universidad Yeshiva, ha alzado la voz sobre el maltrato de los uigures en China y ha aplaudido las restricciones al aborto recientemente promulgadas en Tennessee.

Leatherwood dijo que se sentía «honrado y humilde» de convertirse en el próximo presidente. «El verdadero liderazgo comienza como servicio», dijo en un comunicado. «Ese ha sido el corazón que he traído cada día a la ERLC durante los últimos 12 meses. Y es ese mismo corazón el que seguiré trayendo al comenzar este nuevo capítulo».

En un tuit de Liam Adams se lee: «Los miembros del consejo de administración de la ERLC oran por su nuevo presidente».

También destacó la importancia de la cooperación de la ERLC con las iglesias, las convenciones estatales y otras entidades.

Los bautistas del sur han visto aumentar los niveles de donaciones, fomentando su trabajo misionero en el transcurso de la pandemia; sin embargo, la membresía anual y los bautizos han disminuido año tras año durante más de una década, perdiendo más de un millón de miembros en un lapso de tres años, según los informes de la SBC.

Traducción y edición en español por Livia Giselle Seidel.

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Culture

El mejor ministerio es el que se hace fuera del edificio de la iglesia

Para ver a Dios actuar, tenemos que salir de nuestras cuatro paredes.

Christianity Today September 14, 2022
Charlie Foster / Unsplash

Muchas iglesias pueden relatar experiencias de haber sido expulsadas de su edificio.

A nosotros nos ocurrió lo contrario. A nosotros nos metieron en un edificio.

Nuestra iglesia multiétnica del centro de la ciudad llevaba algún tiempo reuniéndose en torno a las mesas del patio de una escuela pública. Nuestro barrio alberga la escuela más pobre del distrito. Recibíamos a la gente de la calle, comíamos con ellos y celebrábamos nuestro servicio religioso al aire libre.

Sin embargo, un residente de un apartamento cercano empezó a escribirnos cartas, molesto por el ruido. Nos disculpamos, bajamos el volumen y oramos. Unos domingos más tarde, este mismo residente estaba sacando la basura cuando la predicación sobre Romanos 8 cautivó su atención. Se detuvo y escuchó todo el sermón, parado junto a un contenedor de basura en el callejón. Después, dobló la esquina y, llorando, nos dijo que había oído a Dios hablarle al corazón.

Unas semanas más tarde, mientras yo predicaba, alguien gritó por encima de la pared que hacíamos demasiado ruido. Una señora del servicio dijo que él sería el siguiente. Me disculpé por el ruido, le hice una seña a nuestro técnico de sonido y seguí predicando. Sin embargo, al día siguiente, recibimos la noticia del director de la escuela de que finalmente tendríamos que empezar a utilizar el auditorio por el que habíamos venido pagando.

Pero estábamos lejos de dejar de hacer iglesia en espacios públicos.

Aire libre

En un momento dado temí que si nos aventurábamos a ocupar los espacios públicos, nos tacharían de locos o de bichos raros. Nunca me ha gustado hacer que los cristianos parezcamos más locos de lo que estamos, así que evitaba llevar la iglesia fuera de las cuatro paredes. Pero al final decidí que, en lugar de «tener un alcance», el servicio de la iglesia sería el alcance. Es radical y es arriesgado; pero es eficaz, y me ha llevado casi 20 años llegar hasta aquí.

La culpa es de Europa. Al embarcarme hacia Europa quince años atrás como misionero de plantación de iglesias, tuve mi primer contacto con el ministerio al aire libre cuando serví como evangelista en la legendaria iglesia de Martyn-Lloyd Jones. Los ancianos querían que predicara los sábados por la mañana en la plaza pública. Al principio me pareció incómodo, pero no pude quitarme de encima la convicción de que, al igual que Wesley, Whitefield y William Booth, tenía que haber algo para nuestro tiempo que llevara la iglesia a la gente, en lugar de esperar que la gente viniera a la iglesia. A partir de ahí, experimenté con grupos públicos de discusión en campus universitarios y pubs, y finalmente puse en marcha una iglesia en un Starbucks.

Ministrar en las fronteras posmodernas y poscristianas de Europa hizo que el libro de los Hechos cobrara vida para mí. La razón es sencilla: un mundo poscristiano es muy parecido a un mundo precristiano. Hechos 5:42 dice que los apóstoles se reunían «en el templo y de casa en casa». Muchos han interpretado erróneamente que los «patios del templo» son sinónimo de los edificios de la iglesia. Sin embargo, los patios del templo eran mucho más públicos.

Al predicar en los patios del templo, los apóstoles practicaban el arte perdido del ministerio en el espacio público, en lugares abiertos. Yo solía leer el libro de los Hechos y preguntarme por qué lo que yo hacía como ministro a tiempo completo no se parecía en nada a lo que hacían Pablo y los Apóstoles. Los líderes van al seminario, aprenden teología, exégesis de textos y entretejen homilías y, sin embargo, se gradúan sin poder hacer lo que hicieron los Apóstoles: llevar el mensaje del Evangelio a una comunidad. Muchos están llenos de miedo y tienen grandes dificultades al hablar con la gente más allá de los límites del estacionamiento de la iglesia.

De vuelta al futuro

Regresar de Europa para ministrar de nuevo en Estados Unidos fue como desembarcar de una máquina del tiempo. Gran Bretaña está unos 60 o 70 años más avanzada en el camino poscristiano que Estados Unidos. Quizá ésta sea una de las razones por las que C.S. Lewis es tan relevante para los cristianos estadounidenses contemporáneos: estamos respirando la misma atmósfera cultural de decadencia espiritual de la Gran Bretaña de mediados del siglo XX, la época en que Lewis escribió. Lewis escribía para una cultura en la que la cristiandad estaba perdida, las iglesias estaban en declive y la gente necesitaba ser convencida para creer.

Yo capacito a los plantadores de iglesias para que ejerzan su ministerio en espacios públicos, con el fin de prepararlos para un futuro en el que —estoy convencido— el modelo de iglesia que atrae a la gente se tambaleará. Cada vez hay menos gente dispuesta a entrar en el edificio de una iglesia. Antes de ir a Europa, mi versión de la capacitación de líderes para el futuro habría sido ayudarles a hacer más de lo que no funciona, aunque una versión más elegante, más fría y más moderna de lo que no funciona. Los habría capacitado para atraer a más gente o para brindar servicios con mayor excelencia. Todo eso era estupendo para las décadas de 1980 y 1990, pero cada vez es menos eficaz en nuestra cultura.

Muchas iglesias se están preparando para un futuro que no llega. Nuestras estrategias parten del principio de que el día de mañana utilizaremos los edificios que hemos construido hoy. Pero si Europa es un indicio de hacia dónde van las cosas, donde los edificios ornamentales de las iglesias se están convirtiendo en clubes nocturnos, mezquitas y almacenes de alfombras, nuestros edificios también pueden fallar. Al igual que los búnkeres subterráneos de la Guerra Fría enterrados por todo Estados Unidos, muchas de las fortificaciones de la iglesia serán inútiles cuando el futuro que anticipamos no se materialice. En Europa, todos los bastiones de la religión se convirtieron en barreras para la cultura que los rodeaba, y demasiados de nosotros en América vamos por el mismo camino.

Para prepararnos para el mañana debemos hacer lo que hicieron los apóstoles: llevar la iglesia a las calles, a las salas de conciertos, a los cafés, a las cervecerías o a cualquier lugar en el que un areópago esté enclavado en la encrucijada cultural.

No estoy diciendo que reunirse al aire libre sea una bala de plata para todos los males del futuro. Siempre necesitaremos instalaciones tradicionales para atender eficazmente a determinadas personas. Pero el porcentaje de personas a las que se llega con ese enfoque disminuirá. Ya lo ha hecho. El futuro del ministerio pertenece, no a quienes pueden atraer a una multitud, sino a aquellos que pueden penetrar en ella; a aquellos que pueden infiltrarse en una comunidad desde dentro, en lugar de dirigir el tráfico a un edificio ubicado en la parte más alejada de la ciudad.

He aquí algunas formas que he encontrado para escapar de las cuatro paredes de la iglesia y dedicarme al ministerio en mi barrio.

1. Abandona el ministerio de escritorio

Necesitamos más policías de ronda y menos policías de oficina. Charles Spurgeon hablaba de los ministros que estaban desconectados de su cultura como «sintiéndose como en casa entre libros, pero en mar abierto entre los hombres». ¿Cómo iba yo a alcanzar a los perdidos tomando café solo con los cristianos y produciendo homilías?

Dios me sacó de mi estudio poco después de unirme a la iglesia de Martyn-Lloyd Jones, cuando secó mi apoyo misionero tras los eventos del 11 de septiembre. Me vi obligado a aceptar un trabajo de fábrica en una cadena de montaje rodeado de las mismas personas a las que intentaba alcanzar. Después de haber sido comisionado como «el evangelista» durante más de un año, no había visto a una sola persona seguir a Jesús como resultado de algo que yo hubiera hecho. Sin embargo, eso empezó a cambiar en la fábrica. La verdad es que el empleado promedio entra en contacto con más personas antes del mediodía del lunes que el pastor promedio en toda una semana. Así que pronto, yo ya no tenía ese problema.

La necesidad fue la madre de la invención. Tuve que ser creativo y emprender aventuras audaces, tales como visitar pubs y clubes nocturnos armado con una cámara de vídeo y dejar que la gente me contara sus historias. Aquellas calles violentas a altas horas de la noche en la ciudad siderúrgica de Port Talbot, Gales, me enseñaron mucho. La gente contaba sus historias y lloraba mientras yo filmaba. Esa fue mi primera aventura fuera de mi estudio, y desde entonces ha sido difícil regresar a él.

2. Busca espacios públicos

Desde que comenzó este viaje, hemos lanzado ministerios en los parques y proyectos de Long Beach y San Pedro en California. Hemos hecho noches de micrófono abierto en la cafetería gay local. Hemos cometido muchos errores, y la curva de aprendizaje ha sido empinada. Hemos aprendido que antes de hacer una noche de micrófono abierto es necesario comprar una ronda de bebidas a cuenta de la casa. Tampoco es una buena idea poner demasiados cristianos en la mesa.

Seguimos aprendiendo, pero seguimos avanzando hacia lo más profundo. Nuestro liderazgo está debatiendo actualmente la renovación de una gasolinera ubicada en una esquina en el corazón del gueto. Cada iglesia que plantamos en un espacio público tiene un aspecto diferente, porque no somos lo suficientemente inteligentes como para saber qué hacer en cada situación. Tenemos que encontrar el mercado de ese barrio y depender de Dios para que nos guíe.

3. Confía en el Espíritu

La respuesta de la iglesia británica a los cambios traídos por el posmodernismo consistió, en gran medida, en renovar su teología, su moral y su culto, todo ello en vano. En lugar de convertirse en algo más atractivo para aquellos que no van a la iglesia, se quedó estancada de tal forma que no valía la pena escuchar su mensaje. El enfoque laxo con respecto a Dios hizo que la iglesia no mereciera la pena ni la gasolina ni el tiempo. No había experiencia de Dios allí. El festejado había salido de la fiesta.

Durante años me senté en los bancos de la iglesia oyendo a los misioneros hablar de que Dios actuaba poderosamente en el extranjero, pero preguntándome por qué nunca lo veíamos. Ya no me lo pregunto. Los misioneros no deberían tener todas las mejores historias. Ahora, las personas que sirven con nuestros equipos cuentan esas historias. Mi teoría es que cuanto más avanzas en primera línea, más experimentas lo que lees en el libro de los Hechos. Al fin y al cabo, ¿por qué iba a venir el Consolador a los que no necesitan consuelo?

El Espíritu Santo da poder a aquellos que salen de su zona de confort y se ponen en un lugar donde necesitan de su poder. A decir verdad, la iglesia promedio no necesita realmente al Espíritu Santo para gran parte de lo que se hace en una típica mañana de domingo. Salir en la arriesgada empresa de las misiones es deslizarse hacia la obra del Espíritu Santo; es un billete para un asiento en primera fila de lo que Dios está haciendo en el mundo.

Hemos aprendido que hacer iglesia en espacios públicos repele a los consumidores, pero atrae a los discípulos. Esos discípulos se convertirán en la próxima generación de líderes, y seguirán reproduciéndose. La próxima vez que una iglesia sea expulsada de un edificio, debería considerar que tal vez por fin está donde siempre debería haber estado.

Peyton Jones es el fundador de New Breed Church Planting y autor de Church Zero (David C. Cook, 2013).

Traducción y edición en español por Livia Giselle Seidel.

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Books
Review

El autismo se entiende desde dentro

En un relato sincero sobre la vida en el espectro, un profesor de la Universidad de Taylor nos invita a ver sus «deficiencias» como dones.

Christianity Today September 12, 2022
Ilustración por Jianan Liu

Las palabras son poderosas, y a menudo lo son de forma sutil. Las etiquetas, por ejemplo, nos ayudan a distinguir las cosas, y una parte importante de la ciencia consiste en crear etiquetas para características recién descubiertas de la realidad. Pero el etiquetado se complica en el ámbito de las ciencias humanas, especialmente cuando tratamos con diferentes tipos de personas.

Nunca olvidaré el consejo que recibí de uno de los profesores de mi programa de doctorado en psicología: nunca nos referimos a las personas con esquizofrenia como «esquizofrénicos», dijo, porque eso parece restar a su valor como seres humanos al reducirlas a ser lo mismo que su trastorno. Esto resonó con mi creencia cristiana de que las personas con esquizofrenia están hechas a imagen y semejanza de Dios.

En todo caso, las etiquetas son aún más poderosas en el mundo actual. Para muchos, sirven como marcadores de identidad en un paisaje político y cultural cada vez más fluido. El poeta y profesor de inglés de la Universidad Taylor, Daniel Bowman Jr., ilustra esta dinámica en su libro On the Spectrum: Autism, Faith and the Gifts of Neurodiversity [En el espectro: Autismo, fe y los dones de la neurodiversidad]. El libro, una serie de fascinantes y conmovedoras «memorias en forma de ensayo» escritas por un evangélico inusualmente reflexivo y transparente, pretende replantear nuestro pensamiento sobre el autismo sugiriendo nuevas etiquetas para describirlo. [Los enlaces de este artículo redirigen a contenidos en inglés].

Bowman desafía ciertos estereotipos que mucha gente asocia con el autismo, lo que hace que el libro sea inusualmente convincente, a riesgo de que esto pueda hacer del autor un portavoz hasta cierto punto controvertido de la comunidad autista. Sin embargo, es precisamente su singular grado de autoconciencia lo que le permite ofrecer algunas descripciones asombrosas de lo que supone ser autista.

Bowman habla con sinceridad acerca de la ansiedad social, las alteraciones de la función ejecutiva, la tendencia a alejar a los demás, las crisis periódicas y la vergüenza. Estos relatos ofrecen una valiosa ventana a los tipos particulares de sufrimiento que padecen, cuando menos, algunas personas con autismo.

Llevar la etiqueta

Los ensayos de Bowman giran en torno a algunos temas comunes. Según él, pertenecer al espectro autista es una forma legítima de ser humano, trágicamente clasificada como patología e incomprendida por la «mayoría neurotípica» (los que no tienen autismo). El libro invita a los lectores a escuchar las voces de los propios autistas para entenderlos realmente, y para entender así el autismo «desde dentro».

Bowman defiende que la belleza, el arte y la literatura contribuyen significativamente al florecimiento humano, especialmente cuando surgen de fuentes inesperadas, como los marginados. El libro, que pone de relieve su propia manera de usar las palabras, experimenta con diferentes géneros, incluyendo algunas entrevistas y una carta que escribió a dos queridos mentores (aunque, lamentablemente, en el libro no hay poesía). Pero Bowman hechiza con sus relatos, que constituyen la mayor parte del libro.

Especialmente conmovedor resulta su relato de cómo se fue dando cuenta de que él podría ser autista (un diagnóstico que no confirmó profesionalmente sino hasta 2015). Bowman sintió un alivio palpable cuando descubrió la verdad, porque esto daba sentido a los patrones de sufrimiento que había experimentado a lo largo de su vida. Desde su diagnóstico, Bowman ha asumido el autismo como una parte fundamental de su identidad.

Creo que él diría que esto le ha permitido ver lo bueno de su condición y percatarse, lo más plenamente posible, del potencial que Dios le ha dado. La alegría que irradia ahora al compartir sobre el autismo es contagiosa, y debería animar a otros como él a compartir sus propias historias.

Esto nos lleva a una de las mayores sorpresas del libro, al menos desde mi punto de vista: Bowman acoge activamente la etiqueta de «autista». De hecho, incluso prefiere hablar de «autistas» en lugar de la designación más general (y, en mi opinión, más respetuosa) de «personas con autismo». Aprecia profundamente que sus amigos tengan en cuenta su autismo, porque significa que le apoyan como autista.

En opinión de Bowman, este tipo de reconocimiento directo va en contra del enfoque dominante del autismo en la actualidad, mismo que él llama «paradigma de la patología». Tal como Bowman lo ve, tendemos a ver a los autistas a través de una lente reductora —un prisma objetivo y científico que magnifica las capacidades físicas, sociales y emocionales de las que pueden carecer—. Esto, argumenta, refleja los prejuicios de la mayoría neurotípica, la cual considera el autismo simplemente como un trastorno psicológico.

Desde dentro de esta mentalidad, el autismo implica un conjunto de síntomas negativos, a menudo definidos y evaluados por observadores insensibles, no autistas, que experimentan malestar al ser expuestos a ellos. También podríamos llamar a esto el «paradigma científico», dado su origen en el estudio empírico y el tratamiento del autismo.

Con toda probabilidad, alguna variante del paradigma científico sigue prevaleciendo entre muchos de los que trabajan con personas con autismo en la actualidad (tal como lo hacía entre la mayoría de mis profesores de psicología). Pero Bowman cree que este enfoque solo agrava la alienación que ya suelen sentir los autistas. Al centrarse en los problemas del autismo y no en las personas autistas en sí, y al esforzarse por gestionar y minimizar los síntomas, bien puede parecer un plan para controlar a los autistas en beneficio de la mayoría neurotípica.

Bowman, por el contrario, prefiere el «paradigma de la neurodiversidad», que parte de la perspectiva de los autistas y considera el autismo como una cuestión de diferencia neurológica, no de anormalidad. Por ejemplo, los defensores de la neurodiversidad interpretarían el balanceo de ciertas partes del cuerpo (que los autistas llaman «stimming») como un mecanismo de afrontamiento calmante y útil. Bowman lamenta la falta de curiosidad y empatía de la mayoría neurotípica hacia los miembros de la comunidad autista.

Muchas de las sugerencias de Bowman son útiles para contrarrestar las pautas arraigadas de sesgo e ignorancia. Pero otras se apoyan en un terreno más inestable. Un profesor contemporáneo que Bowman cita afirma que «el comportamiento de las personas [autistas] no es aleatorio, desviado o extraño». Según otro, «el concepto de “cerebro normal” o de “persona normal” no tiene más validez científica objetiva, y no sirve para nada más, que el concepto de “raza superior”».

Tales declaraciones pueden interpretarse caritativamente como un esfuerzo por socavar el estigma del autismo y contrarrestar los sentimientos de vergüenza entre las personas del espectro. Pero también parecen claramente engañosas, especialmente en lo que respecta a las formas más graves de autismo. El propio Bowman se esfuerza por ayudar a los lectores a comprender los desafíos únicos a los que se enfrenta.

Es importante recordar que el trastorno del espectro autista, tal como lo define la American Psychiatric Association [Asociación Estadounidense de Psiquiatría] en su manual de diagnóstico estándar, varía mucho en sus manifestaciones.

En un extremo del espectro están las personas de «mayor funcionamiento» con «menor necesidad de apoyo». En el otro extremo están las personas de «menor funcionamiento» con «mayor necesidad de apoyo», una categoría que abarca discapacidades intelectuales graves (por ejemplo, adultos con una edad mental inferior a cuatro años), graves dificultades con el lenguaje y la comunicación, y patrones de comportamiento autolesivo (morderse, golpearse la cabeza o arrancarse el pelo) que pueden causar daños corporales permanentes.

La mayoría de los padres de niños que sufren de esta forma se sentirían desconcertados por las apelaciones benignas a la «neurodiversidad». Están agradecidos por los avances terapéuticos, y no tienen ningún problema en calificar el autismo como un trastorno. Pero no parece que sea una cuestión de que un «bando» tenga razón y el otro esté equivocado. Dadas las grandes variaciones entre las personas que se encuentran dentro del espectro, parece natural que algunos de sus defensores se centren en conseguir diagnósticos precisos y tratamientos eficaces para los trastornos más graves, mientras que otros se centren en hacer frente a los estereotipos y estigmas que frenan a algunos autistas.

Debilidad perfeccionada

La fe cristiana desempeña un papel central (si no exclusivo) en la historia de Bowman. Aunque puede relatar numerosos episodios en los que se sintió estigmatizado en la iglesia a causa de su autismo, no duda en afirmar, con Pablo, que el poder de Dios se perfecciona en la debilidad (2 Corintios 12:9).

Sin embargo, la perspectiva cristiana sobre el sufrimiento y la debilidad humanos contiene riquezas que ni los puntos de vista neurodiversos ni los neurotípicos pueden igualar por sí mismos. La Escritura nos dice que Cristo vino «no para los sanos», sino para «los enfermos» (Lucas 5:31). Prometió descanso a «todos los que están cansados y agobiados» (Mateo 11:28). Jesús declaró que los «pobres de espíritu» son bienaventurados (Mateo 5:3), porque en su reino «muchos de los primeros serán últimos, y los últimos, primeros» (Marcos 10:31).

Esta inversión de los valores ancla la idea cristiana de la redención. En Cristo, todas nuestras debilidades comparativas se convierten en ocasiones para que su gloria brille aún más, y se nos invita a reinterpretarlas a la luz de su muerte y resurrección. Esto significa que, como cristianos, no negamos la debilidad, y aceptamos que lo normal incluye ciertas capacidades físicas, mentales y emocionales. Sin embargo, también estamos llamados a protestar cuando se privilegia a las personas con estos rasgos por encima de las que no los tienen, especialmente cuando ese tipo de jerarquía se manifiesta dentro de la iglesia. Y estamos llamados a seguir el ejemplo de Dios de elevar lo bajo y lo menospreciado. Como nos recuerda Pablo, «Dios escogió lo insensato del mundo para avergonzar a los sabios, y escogió lo débil del mundo para avergonzar a los poderosos» (1 Corintios 1:27).

Es fácil entender que algunos tengan la tentación de negar sus discapacidades y trastornos, o de disfrazarlos como formas diferentes del bien. Pero verlas desde el punto de vista de Dios nos ayuda a apreciar tanto las cargas reales que imponen como la gloria que revelan.

Aceptar nuestras discapacidades y trastornos lleva tiempo, quizá incluso toda la vida. Y requiere abundante amor y apoyo de los demás. Para mí, aquí es donde el libro de Bowman me envía un mensaje directo y hasta cierto punto incómodo . El hecho de que yo crea que todos estamos hechos a imagen y semejanza de Dios no siempre significa que yo trate a todo el mundo en consecuencia, ni que busque relaciones teniendo en cuenta esta verdad. Me da un poco de vergüenza decir que, a pesar de mi formación psicológica (o tal vez a causa de ella), nunca he considerado realmente el valor de comprender el mundo que habitan los autistas.

Por ello, siento un sentimiento de gratitud hacia Bowman por atraer a este lector neurotípico a su mundo y desafiar algunas de mis ideas preconcebidas. Gracias a su libro, tengo la esperanza de que la próxima vez que me encuentre con un autista, seré un poco más curioso, conectado y compasivo.

Eric L. Johnson es profesor de psicología cristiana en la Universidad Bautista de Houston.

Traducción y edición en español por Livia Giselle Seidel.

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News

Falleció la reina Isabel II, monarca británica que puso su confianza en Dios

Durante sus siete décadas de reinado, habló regularmente de la importancia de su fe personal.

Christianity Today September 8, 2022
Joe Giddens - by WPA Pool/Getty Images / edits by Mallory Rentsch

La reina Isabel II, la monarca más longeva de la historia británica, falleció a los 96 años [enlaces en inglés].

A lo largo de su reinado sin precedentes, la reina Isabel II habló con frecuencia de su fe cristiana personal. Cuando pronunció su primer discurso de Navidad en 1952 —una tradición iniciada por su abuelo, el rey Jorge V—, la reina pidió oración por su coronación que tendría lugar poco después.

«Quisiera pedirles a todos, sea cual sea su religión, que oren por mí en ese día», dijo, «para que Dios me dé sabiduría y fuerza para cumplir las solemnes promesas que haré, y para que pueda servirle fielmente a Él y a ustedes, todos los días de mi vida».

Como una de las líderes más conocidas y célebres del mundo durante más de siete décadas después de esa Navidad, la reina demostró cómo es posible mantener una fe cristiana personal, privada, inclusiva y compasiva mientras se sirve en un papel público y global que recibe un intenso escrutinio de prácticamente todos los sectores.

La reina Isabel II heredó responsabilidades religiosas como defensora de la fe y gobernadora suprema de la iglesia de Inglaterra, títulos conferidos al monarca británico reinante desde que Enrique VIII renunció al papado en 1534. En su coronación en 1953, Su Majestad juró «mantener y preservar la inviolabilidad del establecimiento de la Iglesia de Inglaterra, así como su doctrina, culto, disciplina y gobierno, tal y como la ley lo establece en Inglaterra».

Entre sus funciones estaba el nombramiento de arzobispos, obispos y decanos de la Iglesia de Inglaterra con la asesoría del primer ministro. En 1970, se convirtió en la primera soberana en inaugurar y dirigirse en persona al sínodo general de la Iglesia, práctica que continuó cada cinco años tras las elecciones diocesanas.

Tres semanas después de su coronación, la reina mantuvo el precedente histórico y juró sostener la Iglesia de Escocia, haciendo honor a su deber de «preservar el asentamiento de la verdadera religión protestante tal y como lo establecen las leyes hechas en Escocia». La Iglesia de Escocia es presbiteriana y solo reconoce a Jesucristo como «Rey y Cabeza de la Iglesia», por lo que la reina carece de título oficial y de participación como miembro regular.

Más que una tradición

Sin embargo, la fe de la reina era más que el producto de una deferencia cortés a la tradición histórica. A lo largo de su reinado, expresó la importancia de su fe y la recomendó a sus súbditos.

«Para mí, las enseñanzas de Cristo y mi propia responsabilidad personal ante Dios constituyen el marco en el que trato de conducir mi vida», dijo en el año 2000. «Yo, al igual que muchos de ustedes, he obtenido un gran consuelo en tiempos difíciles de las palabras y el ejemplo de Cristo».

En 2002, la reina sufrió un doloroso año de pérdidas personales cuando fallecieron su hermana, la princesa Margarita, y la Reina Madre. En su discurso anual de Navidad de ese año, habló de cómo su fe la había sostenido.

«Sé cuánto confío en mi propia fe para que me guíe en los buenos y en los malos momentos», dijo. «Cada día es un nuevo comienzo. Sé que la única manera de vivir mi vida es tratar de hacer lo que es correcto, tener una visión a largo plazo, dar lo mejor de mí en todo lo que ocurra en el día, y poner mi confianza en Dios».

La reina extendió constantemente su influencia para reconocer y celebrar la diversidad religiosa y la tolerancia en Reino Unido, la Mancomunidad de Naciones y en todo el mundo. Los mensajes de Su Majestad en Navidad y en el día de la Mancomunidad a menudo abordaron el tema de la armonía interconfesional y la tolerancia respetuosa. Líderes de diversas religiones y denominaciones asistieron regularmente a las ceremonias reales, incluidas las bodas y los servicios de acción de gracias, por invitación de la reina y su esposo, el duque de Edimburgo.

Para celebrar su Jubileo de Diamantes en 2012, la reina asistió a una recepción multiconfesional en el placio de Lambeth, presidida por el Arzobispo de Canterbury, en la que participaron los líderes de ocho confesiones de Reino Unido, entre ellas el budismo, el judaísmo, el islam y el hinduismo. En este acto, la reina dijo: «La fe desempeña un papel fundamental en la identidad de millones de personas, ya que proporciona no solo un sistema de creencias, sino también un sentido de pertenencia. Puede actuar como impulso para la acción social. De hecho, los grupos religiosos tienen un significativo historial de asistencia a los más necesitados, como los enfermos, los ancianos, los solitarios y los desamparados. Nos recuerdan las responsabilidades que tenemos más allá de nosotros mismos».

Los esfuerzos de la reina fueron reconocidos en 2007 por Three-Faiths Forum, una organización dedicada a fomentar relaciones tolerantes y duraderas entre personas de todas las confesiones y creencias. Esta organización concedió a Su Majestad el Sternberg Interfaith Gold Medallion, el cual es otorgado a personas que han contribuido a promover la paz y la tolerancia entre personas de distintos credos.

Heredera presuntiva

Nacida el 21 de abril de 1926, Isabel Alejandra María Windsor fue la primogénita de los duques de York y la primera nieta del monarca reinante, el rey Jorge V, quien al parecer estaba encantado con la niña, atenta y bien educada, conocida por la familia como Lilibet. El padre de Isabel accedió al trono en 1936 con el nombre rey Jorge VI cuando su hermano, el rey Eduardo VIII, abdicó para casarse con Wallis Simpson, que estaba divorciada.

Como heredera presuntiva, Isabel recibió clases privadas y sirvió en el Servicio Territorial Auxiliar durante la Segunda Guerra Mundial. En 1947 se casó con Felipe Mountbatten, de linaje real griego y danés. Su unión duró 73 años, hasta el fallecimiento del último en 2021, y tuvieron cuatro hijos: Carlos, príncipe de Gales y heredero natural, Ana, princesa real, Andrés, duque de York, y Eduardo, conde de Wessex. Además de sus hijos, a la reina le sobreviven ocho nietos y doce bisnietos.

Desde el principio de su reinado, la reina citó constantemente referencias de las Escrituras, especialmente en sus transmisiones anuales de Navidad.

«¿A qué mayor inspiración y consejo podemos recurrir», preguntó, «que a la verdad imperecedera que se encuentra en esta casa del tesoro, que es la Biblia?».

En su discurso de 2016, Su Majestad explicó: «Miles de millones de personas hoy siguen las enseñanzas de Cristo y encuentran en Él la luz que guía sus vidas. Yo soy una de ellas porque el ejemplo de Cristo me ayuda a ver el valor de hacer obras pequeñas con gran amor, sin importar quién las haga o cuál sea su confesión de fe».

Su relación con Billy Graham

Su amigo y confidente Billy Graham dio fe del amor de la reina por la Biblia, así como de la fuerza y profundidad de su fe cristiana, en su autobiografía, Just As I Am.

«Nadie en Gran Bretaña ha sido más cordial con nosotros que Su Majestad la reina Isabel II», escribió Graham. «Casi todas las ocasiones en las que he estado con ella han sido en un entorno cálido e informal, como un almuerzo o una cena, ya sea a solas o con algunos miembros de la familia u otros amigos cercanos».

Rara vez divulgaban sus encuentros o usaban su amistad en términos profesionales, pero ambos disfrutaron de una amistad que perduró durante más de 60 años hasta el fallecimiento de Graham en 2018. Él escribió: «Siempre la noté muy interesada en la Biblia y su mensaje».

El amor de la reina por la Biblia y su mensaje del Evangelio la llevó a participar en la publicación de un libro especial en conmemoración de su cumpleaños número noventa. Titulado The Servant Queen and the King She Serves [La reina sirviente y el Rey a quien sirve] y escrito en coautoría por Catherine Butcher y Mark Greene, esta descripción de la fe cristiana de Su Majestad fue publicada por la Sociedad Bíblica Británica, para la cual la reina desempeñaba la función de patrona, junto con las entidades HOPE y el London Institute for Contemporary Christianity (Instituto de Londres para el Cristianismo Contemporáneo, LICC por sus siglas en inglés).

Su Majestad escribió personalmente el prólogo, en el cual agradece a los lectores sus oraciones y buenos deseos. «He estado —y sigo estando— muy agradecida con … Dios por su amor inagotable. Ciertamente he visto su fidelidad», escribió.

El libro fue distribuido en miles de iglesias de todo Reino Unido y en muchos países de la Mancomunidad antes del cumpleaños de la reina en 2016. El libro fue tan popular que Sociedad Bíblica tuvo que imprimir 150 000 ejemplares adicionales para cubrir la demanda.

Cumpliendo su juramento

Parte princesa y parte papa, tutora y bisabuela, diplomática y discípula, la reina se caracterizó siempre por una serenidad perseverante mientras estabilizaba a su nación y a la Mancomunidad durante periodos tumultuosos de cambios históricos y avances tecnológicos.

«En definitiva, la monarquía señala más allá de sí misma a la majestad de Dios», escribió Ian Bradley, profesor de la Facultad de Divinidad de la University of St Andrews. «[La monarquía] promueve las facultades humanas de reverencia, lealtad y adoración, todas ellas dadas por Dios. Recibe su verdadera aprobación y autoridad desde lo alto y no desde abajo».

La reina Isabel II fue una monarca con todas esas características. Mientras tendía un puente entre los siglos XX y XXI, entre la modernidad y la postmodernidad, Su Majestad reconoció su fe personal en Dios y su creencia en Cristo como su ancla en medio de las muchas tormentas por las que atravesó, ya fueran públicas o privadas. Incluso hasta el momento final cumplió sus sagrados votos de coronación delante de Dios, viviendo con fidelidad y sirviendo a los que le fueron confiados.

Dudley Delffs es autor de The Faith of Queen Elizabeth.

Traducción por Sofía Castillo.

Edición en español por Livia Giselle Seidel.

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News

Grupo de misioneros compra yate de lujo

Y otras noticias breves de los cristianos de todo el mundo.

Christianity Today September 1, 2022
Imagen de yate cortesía de GBA Ships

La primera línea de cruceros modernos que se centró principalmente en Asia ha cerrado tras las dificultades financieras provocadas por la pandemia de la COVID-19, y ha vendido el último de su flota de yates de lujo a una organización misionera alemana. Los demás barcos de la línea Star Cruises, la cual pertenece a la empresa Genting Hong Kong, fueron vendidos para su desguace. Pero el Taipan, atracado en Malasia, fue adquirido por GBA Ships (anteriormente conocida como Gute Bücher für Alle [Libros buenos para todos]), que opera en colaboración con Operación Movilización (OM). GBA Ships visita entre 15 y 18 ciudades portuarias al año, y proporciona asistencia y acceso a libros cristianos. Se espera que la restauración del yate de 31 años y de 85.5 metros de longitud dure entre 12 y 18 meses. Será rebautizado como Doulos Hope.

China: Cristiano escapa campo de internamiento

Un cristiano de 43 años que estuvo detenido en los campos de internamiento de Xinjiang junto a dos docenas de uigures musulmanes ha escapado del país, y ha llegado a Estados Unidos con su esposa y su hijo. Ovalbek Turdakun, de la etnia kirguís y que trabajaba como traductor de kirguís a mandarín, se convirtió en objetivo del brutal programa de asimilación del gobierno chino después de que se casara con una nativa de Kirguistán. Fue detenido durante 10 meses y luego fue liberado repentinamente. La familia huyó a Estados Unidos con la ayuda de un investigador miembro de la Fundación Memorial de las Víctimas del Comunismo, de un canadiense experto en vigilancia, de un analista de la consultora McKinsey, de una familia de cristianos estadounidenses y del fundador de China Aid, Bob Fu. Abogados de derechos humanos presentarán el relato de primera mano de Ovalvek Turdakun sobre la represión del gobierno chino ante la Corte Penal Internacional.

Australia: Récord de bautismos en levantamiento de cruz

Un récord de 130 aborígenes fueron bautizados por los ancianos de familias y los líderes tribales en una ceremonia del levantamiento de la cruz realizada en la Tierra de Arnhem Occidental, en el extremo noreste del Territorio del Norte de Australia. El levantamiento de la cruz se ha convertido en algo significativo para los cristianos de los pueblos originarios, ya que es considerada como un momento para renovar un pacto entre la tierra y Dios, y para preparar a la gente para la inmersión. La práctica se remonta al movimiento de relocalización de los años setenta, cuando muchas familias aborígenes regresaron a sus tierras ancestrales.

Ghana: Iglesias plantan árboles

La organización cristiana de ayuda humanitaria Compassion International y 17 iglesias se unieron para plantar 4000 árboles a fin de combatir los efectos del cambio climático. El grupo espera plantar 15 000 árboles más de acacia, moringa, aguacate (palta) y otras especies en veinte puntos del país. Abraham Satunia, un líder de las Asambleas de Dios, dijo que la quema de combustibles fósiles ha alterado el orden medioambiental, y que se ha convertido en una amenaza para la vida humana. La temperatura media anual en Ghana ha subido un grado centígrado desde 1960, según el Banco Mundial, y ahora hay unos 48 días más de calor y 12 más de frío cada año. Se prevé que el decurso del cambio climático aumente la temperatura media anual entre uno y tres grados para 2060, lo que provocaría una disminución del 20 por ciento de las lluvias y causaría sequías cíclicas.

Nigeria: Se discute causa de muerte de cantante de gospel

La cantante de gospel Osinachi Nwachukwu falleció repentinamente a los 42 años, y su familia discrepa sobre la causa de su muerte. Su marido y mánager, Peter Nwachukwu, dijo que sufría en secreto de cáncer de garganta. Sus cuatro hijos, sin embargo, dijeron a la policía que era víctima de violencia doméstica. Actualmente Peter Nwachukwu está en la cárcel, enfrentándose a 23 cargos de violencia doméstica y «homicidio culposo». El éxito «Ekwueme» de Osinachi Nwachukwu, una de las cantantes de gospel más conocidas de Nigeria, tiene 77 millones de visitas en YouTube.

Noruega: Cruz iluminada genera conflicto entre vecinos

Un hombre de 72 años afirma que la cruz iluminada de una iglesia evangélica luterana representa un riesgo para la salud porque puede «reabrir viejas heridas» para las personas que asistieron a las escuelas de aquella iglesia entre 1955 y 1990. La Sociedad de la Iglesia Evangélica Luterana, una pequeña denominación con unos 3300 miembros, ha pedido disculpas por los castigos corporales que se realizaban en sus escuelas, y afirmó que ese asunto no tiene nada que ver con la cruz de la iglesia de Skien, que fue construida en 2021.

Italia: Andy Warhol atrae romanos a la iglesia

Una iglesia evangélica en Italia atrajo a cientos de visitantes al exponer una obra menor del difunto artista pop Andy Warhol. La iglesia, Chiesa Evangelica Breccia di Roma, ofreció su espacio para una exposición de arte titulada «Prints & Multiples» como una forma de amar a sus vecinos y atraer la atención de sus vecinos a la activa congregación evangélica que opera en el corazón de Roma. La serigrafía de flores de Warhol —firmada en el reverso con un sello que dice: «Coloque su propia firma», seguido de una línea en blanco— fue vendida en una subasta por unos 10 000 dólares.

República Dominicana: Obispo pentecostal solicita revisión de ley de privacidad de la iglesia

El líder de las iglesias pentecostales de República Dominicana pidió al poder legislativo que expertos de su congregación revisen un proyecto de ley sobre el derecho a la privacidad, el honor, el buen nombre y la imagen. El obispo Reynaldo Franco Aquino dijo que el proyecto de ley no ha sido sometido a una examinación pública adecuada, «por lo que se ha desatado una polémica que parece no tener fin». La legislación propuesta, a la que se oponen los defensores de la libertad de prensa, facilitaría las demandas por difamación. No está claro si se aplicará también a los usuarios y plataformas de redes sociales.

Estados Unidos: Pocas mujeres dirigen iglesias bautistas igualitarias

Las mujeres ordenadas que ocupan puestos de liderazgo representan solo un 7 % de las iglesias de la Cooperative Baptist Fellowship, que se separó de los bautistas del sur en 2002 debido a la discusión acerca de las mujeres y sus cargos en el ministerio. Un estudio presentado en la asamblea general de 2022 mostró que el número total de mujeres en puestos de liderazgo o copastorado en las 1400 congregaciones de la denominación ha disminuido desde 2015. Las mujeres que participaron en el estudio dijeron que se enfrentaron a obstáculos como normas más estrictas, salarios más bajos, acoso sexual, preguntas inapropiadas en las entrevistas y que los hombres obtuvieran crédito por su trabajo. «Después de compartir mi primer sermón», dijo una pastora bautista, «un congregante le preguntó a mi esposo si él lo había escrito por mí».

Traducción por Sofía Castillo.

Edición en español por Livia Giselle Seidel.

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Huyeron de Ucrania. Y Ucrania los siguió

Tras escapar de los misiles rusos, algunos creyentes exiliados han encontrado un nuevo propósito al ayudar a los refugiados.

Izquierda: Un cohete incrustado en el asfalto de una carretera rural entre las poblaciones de Piskivka y Kukhari, al noroeste de Kyiv [Kiev]. Derecha: Pasajeros esperando el tren en una estación abarrotada en Lviv [Leópolis], Ucrania.

Izquierda: Un cohete incrustado en el asfalto de una carretera rural entre las poblaciones de Piskivka y Kukhari, al noroeste de Kyiv [Kiev]. Derecha: Pasajeros esperando el tren en una estación abarrotada en Lviv [Leópolis], Ucrania.

Christianity Today August 31, 2022
Fotografías por Joel Carillet

Eran las 2:30 de la madrugada del 24 de febrero cuando Maksym Maliuta se quedó por fin dormido. Aquella noche había estado discutiendo con un compañero de clase que restaba importancia a las advertencias de una invasión de Ucrania por parte de Rusia diciendo que eran simplemente «pánico de los medios occidentales». No, insistió Maksym, las señales eran evidentes: Vladimir Putin estaba preparando una gran operación militar.

Maksym había dormido apenas dos horas cuando sonó el teléfono. Su primo llamó para decirle que llovían los ataques aéreos rusos sobre las ciudades de toda Ucrania. Maksym buscó en internet y encontró un video de misiles haciendo explosión en Kharkiv [Járkov], la segunda ciudad más grande de Ucrania. Luego fue a la habitación de sus padres para despertarlos y contarles la noticia: Putin estaba atacando su país.

Cuando Maksym fue hasta el cuarto de baño para lavarse, el impacto finalmente lo golpeó de lleno en la cara y comenzó a temblar. La posibilidad de una invasión rusa se había cernido sobre su conciencia desde que tenía diez años, cuando Rusia se anexionó Crimea en 2014. Y, aun así, le parecía irreal que estuviera pasando, «como una pesadilla que finalmente se hizo realidad».

Debería haber sido un alivio que los Maliuta se encontraran, de hecho, a medio continente de distancia de su hogar en Kyiv [Kiev].

El padre de Maksym, Ruslan, trabaja para un ministerio evangélico internacional, y siempre que gente fuera de Ucrania le preguntaba lo que pensaba al respecto, Ruslan respondía: «La guerra es posible, pero poco probable».

Sin embargo, a mediados de enero, mientras estaba en una caminata de oración, Ruslan comenzó a preguntarse si, como padre de cinco hijos, debía preparar un plan de evacuación, solo por si acaso. Se puso en contacto con un amigo que tiene un chalet en las montañas suizas. Ese amigo le ofreció el chalet como refugio temporal para su familia, pero le aconsejó: «Si yo fuera tú, pensaría en venir pronto».

Hasta entonces, la idea de dejar Ucrania había sido hipotética. Pero, según Ruslan y su esposa Anya oraban, sintieron una inquietante sensación de que no debían esperar. Tenían que irse pronto.

A los pocos días los Maliuta amontonaron sus pertenencias en la furgoneta familiar y se dirigieron a Suiza con sentimientos encontrados. Ruslan no estaba seguro de qué esperar: podía ser que regresaran a casa al cabo de un mes o que no volvieran a verla nunca más. Anya esperaba regresar en dos semanas.

Maksym, su hijo mayor, con dieciocho años, era el más pesimista: él temía que la guerra estallara en cualquier momento, que las bombas golpearan Ucrania antes incluso de haber salido del país. Cuando finalmente cruzaron la frontera húngara, sintieron alivio, y después tristeza. «Tenía la fuerte sensación de que no íbamos a regresar a casa por mucho tiempo», dijo Maskym.

Ruslan Maliuta (derecha) y su hijo Maksym (izquierda) visitando el refugio en la Iglesia Bautista de Chełm de Polonia.Fotografía de Joel Carillet para Christianity Today
Ruslan Maliuta (derecha) y su hijo Maksym (izquierda) visitando el refugio en la Iglesia Bautista de Chełm de Polonia.

Un mes después, cuando la invasión comenzó, los Maliuta se habían mudado temporalmente a un piso de alquiler al sur de Francia debido a un conflicto de fechas en el chalet. Habían convertido su estancia en unas minivacaciones al lado del mar, donde hacían excursiones y paseaban por la playa. Pero, desde casi tres mil kilómetros de distancia, llegó la noticia de la guerra como una nube de tormenta que absorbió la belleza y la calidez de la costa francesa.

Durante horas, Ruslan y Maksym estuvieron clavados frente a sus dispositivos, viendo cómo su país se convertía en humo y escombros. Parecía surreal. Ruslan reconoció un edificio que había sido destrozado por un misil: estaba a poca distancia del hospital donde habían nacido sus cinco hijos. Un amigo los llamó para contarles que estaba huyendo de Kyiv con su esposa y su hijo, sin tener ni idea de a dónde iban. Cuando un camión de la basura se detuvo cerca de su casa haciendo un gran ruido, Ruslan saltó de miedo.

Cuando finalmente la familia salió a pasear para tomarse un descanso de las noticias, Ruslan observó a las personas felices en la playa, sin comprender nada, sintiendo que miraba la vida a través de una pantalla. «Teníamos la clara convicción de que la vida había cambiado».

Para decenas de millones de ucranianos, el 24 de febrero partía el tiempo en dos eras: antes y después. Para Ruslan y Maksym, las semanas que siguieron parecieron una pesadilla sin fin. Pero la familia tenía que tomar una decisión: ¿cómo iban a responder? ¿En quiénes se convertirían en esta nueva era?

Ruslan recordó a Viktor Frankl, psiquiatra y superviviente del Holocausto, que una vez dijo que aquellos que encontraban significado y propósito eran capaces de sobrevivir los horrores de los campos de concentración, mientras que, tanto los que se aferraban a un optimismo irreal como los que se entregaban a la desesperación, estaban condenados.

«Estamos viviendo una época de grandes cambios», dice Ruslan. «No sabemos lo que vendrá, pero tenemos que estar preparados en nuestra relación con Dios, nuestras prioridades y las cosas fundamentales: comprender quiénes somos, y lo que significa estar preparados para lo que venga».

Nadie está nunca completamente preparado para la guerra, ni siquiera los que toman precauciones.

Sobre el papel, Julia Sachenko estaba más preparada que la mayoría. Ella lidera la rama ucraniana de A21, una organización global contra el tráfico de personas. Debido a que Sachenko y su equipo trabajan para un grupo internacional, al equipo de seguridad de A21 le preocupaba que, si los rusos ocupaban Ucrania, pudieran argumentar sospechas de que Sachenko y su equipo fueran espías. A21 aconsejó al equipo de Sachenko, incluyendo a sus cónyuges e hijos, que salieran de Kyiv y se reubicaran en una casa de campo a 25 millas (40 km) de la capital.

El 12 de febrero todo el personal se mudó a esa casa y comenzaron a trabajar juntos sin saber qué esperar. Cuando no parecía que algo fuera a suceder, se pusieron nerviosos, echando de menos sus hogares. Sachenko los convenció de quedarse hasta el 25 de febrero. Pero el día 24, las tropas rusas entraron en Ucrania.

Sachenko y su equipo empacaron rápidamente. Ella tenía dos maletas: una llena de ropa para ella y sus hijos; la otra, llena de documentos del trabajo. Su marido la ayudó a llevar a sus dos hijos, de cuatro y seis años, hasta su Volkswagen Tiguan. Veían los misiles volar sobre sus cabezas. Se despidieron con un beso. Ya habían acordado que, si pasaba algo, él, como pastor en Kyiv, se quedaría con su congregación, mientras Sachenko llevaría a los niños a la seguridad de Polonia.

Frente a sus hijos, Sachenko intentó fingir que se trataba de una aventura en carretera. Pero apenas podía ver el camino a través de las lágrimas. Un miembro de su equipo que iba con ella en el vehículo leía el Salmo 91 una y otra vez: «Yo le digo al Señor: “Tú eres mi refugio, mi fortaleza, el Dios en quien confío”».

Personas cruzando hacia Polonia desde Ucrania en la frontera de Medyka, Polonia.Fotografía de Joel Carillet para Christianity Today
Personas cruzando hacia Polonia desde Ucrania en la frontera de Medyka, Polonia.

Más de seis millones de refugiados [enlaces en inglés] han huido de Ucrania, mientras que más de siete millones se han desplazado internamente —alrededor de una cuarta parte de la población entera del país—, una escala de sufrimiento humano y desplazamiento forzado que, según Naciones Unidas, «excede en gran manera el peor escenario planeado».

Sachenko es una entre los más de tres millones de refugiados que han cruzado la frontera hacia Polonia, un país de 38 millones de personas donde los refugiados ucranianos pueden obtener permiso de trabajo, seguridad social gratuita, escuelas y ayudas para familias con hijos. La gran mayoría de ellos son mujeres y niños que llegan traumatizados, sin pertenencias y sin empleo. Muchos dicen que planean regresar a casa. Pero, aunque la guerra terminara hoy, a algunos les llevaría meses y años regresar mientras Ucrania reconstruye su economía y su infraestructura, y retiran los campos de minas que fueron esparcidos como confeti por su territorio.

Incluso cuando ha parecido que la guerra amaina —como ocurrió a principios de abril, cuando los militares rusos se retiraron de las regiones del norte para centrar los ataques en el sur y el este—, muchos refugiados dijeron sentirse atrapados como en un limbo. No saben cuándo será seguro regresar a casa ni qué hacer mientras tanto.

Sachenko todavía estaba en el coche cuando se dio cuenta de lo que iba a hacer exactamente durante su exilio.

Les tomó a ella y a su equipo dos días y dos noches pasar el paso fronterizo de Hrushiv a Budomezh. La fila de coches allá era de más de tres kilómetros de largo. Sachenko estimó que avanzaban cincuenta centímetros cada veinte minutos. Aunque sus hijos dormitaban irregularmente en el asiento trasero, ella se pellizcaba a sí misma para seguir despierta en la oscuridad. Hicieron sus necesidades detrás de unos arbustos que hedían a excrementos humanos, y comieron galletas y chocolate hasta que un hombre de la zona les ofreció sopa de remolacha caliente, té y huevos cocidos.

En el puesto fronterizo, Sachenko se sintió sobrecogida por la enorme y caótica multitud, la mayoría mujeres con niños arrastrando maletas y mochilas. La gente se empujaba, los niños lloraban y gritaban, los maridos y padres se despedían abrazando a sus familias mientras los guardias fronterizos alejaban a los hombres ucranianos, la mayoría de los cuales tenían prohibido abandonar su país en caso de que fueran requeridos para luchar.

Sachenko vio a extranjeros en coches privados ofreciendo viajes hacia toda Europa. Después de diez años trabajando contra el tráfico de personas, estaba entrenada para ver las señales de riesgo. Muchos de esos extranjeros actuaban con amabilidad y compasión, ¿pero cuántos serían unos depredadores lanzándose sobre una camada de víctimas desesperadas y vulnerables dispuestas a aceptar cualquier ayuda?

Ella reconoció en ese momento una necesidad crítica: una que su equipo estaba preparado para suplir de manera única. Sachenko y su equipo hablaban ucraniano y comprendían la mentalidad de los refugiados de guerra, puesto que ellos mismos se habían convertido en refugiados. Ahora se encontraban allí, entrando en un país que estaba recibiendo más refugiados ucranianos que ninguno.

Cuando finalmente cruzaron a Polonia, el rostro de quien los recibía no era extraño: el pastor de la Iglesia Zoe de Varsovia los había esperado en la frontera durante dos días en un clima bajo cero. Cuando el equipo de Sachenko llegó a Varsovia, la Iglesia Zoe había reservado habitaciones de hotel para ellos y pronto les conseguiría un apartamento.

La hija de uno de los miembros del equipo había cumplido ocho años mientras cruzaban la frontera, y el hijo de Sachenko había cumplido siete, así que la familia del pastor preparó una tarta de chocolate, regalos y huevitos de chocolate para los niños: un pequeño gesto que puso alegres tanto a los niños como a los adultos.

Pero la mente de Sachenko no podía dejar de pensar en los refugiados vulnerables que no tendrían un equipo de bienvenida esperándolos. Se comprometió a quedarse en Polonia al menos seis meses para hacer lo que pudiera por ayudarlos.

«No creo que Dios nos trajera a Polonia por casualidad», dijo Sachenko a su equipo. «Estamos aquí para un momento como este».

Tenían trabajo que hacer.

«Para un momento como este».

He escuchado esta frase a menudo durante mi reportaje. Puede que la guerra no tenga sentido, pero la respuesta cristiana tiene implicaciones profundas y eternas. «La iglesia siempre ha predicado: “Ama a Dios, ama a las personas”, dice Czeslaw Kusmider, pastor en Przemyśl, Polonia, cuya congregación trabajó contrarreloj para hospedar a más de cuarenta refugiados por noche. «Ahora Dios está diciendo: “Quiero comprobar el amor que dicen que tienen por mí y las personas”. Ya no lo estamos diciendo: lo estamos haciendo».

Los pastores polacos dicen que no saben de ninguna iglesia en Polonia que no esté ayudando de algún modo a los ucranianos. En muchos pueblos las iglesias han sido las primeras en responder: ellas han recogido a los refugiados en la frontera, los han alimentado, vestido y hospedado; han ayudado a inscribir a sus hijos en las escuelas; los han conectado con las iglesias de otras ciudades; han orado por ellos; y los han bautizado. Aunque a muchas iglesias les faltan los recursos de las agencias gubernamentales y los grupos de ayuda internacionales, cuando se alían entre ciudades, países y denominaciones como si fueran una red de ferrocarriles, son capaces de actuar instantáneamente, prestando sus servicios con suavidad y eficacia, sin sentirse abrumados por la burocracia gubernamental.

Muchas iglesias de Polonia tienen congregaciones pequeñas; algunas apenas pueden permitirse un ministro a tiempo completo. La Iglesia Luz de Dios de Lublin, por ejemplo, solo tiene treinta miembros, la mayoría de ellos estudiantes universitarios o recién graduados. Cuando los visité, estaban hospedando a sesenta refugiados por noche en cuatro lugares diferentes.

¿Cómo puede una iglesia de treinta miembros hospedar a un grupo que les dobla el tamaño? Jan Lukasik, de 22 años, sonríe mientras flexiona su brazo: «Tenemos una fe muy fuerte en Dios». Lukasik y su esposa ucraniana, Ania, se casaron en enero. Desde el 24 de febrero el teléfono celular de Ania no ha dejado de sonar con mensajes de refugiados ucranianos. Ella dejó su trabajo como psiquiatra infantil para servirlos a tiempo completo. El día que conocí a los Lukasik en uno de los refugios dirigidos por la iglesia, el teléfono de Ania sonaba cada pocos minutos. «Putin me arrebató a mi esposa», bromeó Jan un poco en serio.

Una familia en un refugio de la Iglesia Luz de Dios en Lublin, PoloniaFotografía de Joel Carillet para Christianity Today
Una familia en un refugio de la Iglesia Luz de Dios en Lublin, Polonia

La Iglesia de La Luz de Dios tiene reuniones de oración cada tarde en sus cuatro refugios: habitaciones en edificios de oficinas y un apartamento. Los voluntarios comparten el evangelio u ofrecen oraciones siempre que pueden. Ania dijo que al principio le ponía nerviosa que la gente estuviera resentida con Dios, preguntándose por qué Él había permitido que estas cosas horribles sucedieran. Pero nadie lo ha hecho, y nadie ha rechazado el ofrecimiento de oración.

«En momentos de muerte y sufrimiento», dice ella, «Dios es la única esperanza. Vemos todo el mal que nos rodea, pero también vemos a Dios en las personas: gente que no es rica ni poderosa, pero aun así hace todo lo que puede por compartir el amor de Dios».

En toda Polonia las iglesias han doblado su tamaño. «Todo el mundo es creyente ahora», dice Andrii Kokhtiuk, pastor en Ząbki, una ciudad al norte de Varsovia. «Están clamando a Dios. El terreno está maduro para crecer y plantar».

Algunos cristianos sienten que Dios está utilizando a los refugiados ucranianos para bendecir a los polacos. Menos del 0.1 por ciento de la población polaca se identifica como cristiana evangélica, y aunque la mayoría se identifica como católica romana, menos de la mitad asisten regularmente a misa, y muchos ven el catolicismo solo como parte de la cultura polaca.

Mientras tanto, Ucrania ha sido una incubadora de megaiglesias evangélicas, seminarios, organizaciones de beneficencia y misiones desde la década de 1990, después de la disolución de la Unión Soviética. Aunque muchos países europeos se secularizaron, las iglesias ucranianas enviaron miles de misioneros a Rusia, al centro de Asia y Europa. Ahora muchos de estos evangélicos están siendo dispersados en un éxodo masivo desde Ucrania. «Somos misioneros involuntarios para toda Europa», dijo Kokhtiuk.

Jonasz Skrzypkowski, cuyo padre pastorea la Iglesia Bautista de Chełm en la ciudad de Chełm en Polonia, a 15 millas (25 km) al oeste de la frontera con Ucrania, dijo que le sorprendía la fe de los refugiados. Conoció a una pareja de más de sesenta años que cruzó la frontera desde Irpin con sus dos nietas. Se acababan de comprar una casa con los ahorros de toda su vida, pero el fuego de artillería ruso había destrozado esa casa como si fuera una galleta. La pareja no sabía dónde ir. «Pero Dios conoce nuestro camino», dice Skrzypkowski que le dijeron. «Ellos no dejan de decir “Alabado sea el Señor, alabado sea el Señor”. No tienen resentimiento, ni culpan a Dios. ¿Se lo pueden imaginar?».

La Iglesia Bautista de Chełm fue la primera de su zona en abrir un centro para refugiados. El primer día acudieron veinte personas. El segundo, 120. El tercer día y todos los demás de las siguientes semanas, llegaron 200 personas. Al principio, la congregación de 80 miembros estaba inquieta. Ya era bastante difícil pagar las facturas de la iglesia. ¿Cómo podrían pagar los gastos de cientos de refugiados?

«Así que dimos un paso de fe», dice Skrzypkowski. Utilizó su tarjeta de crédito para comprar colchones nuevos. La pequeña iglesia sirvió 350 comidas calientes al día por medio de la ayuda de restaurantes locales y vecinos. Gracias a las donaciones, la iglesia envió cinco camiones a Ucrania llenos de comida y víveres que tenían un valor de 40 000 dólares cada uno. El presupuesto anual total de la iglesia es de 50 000 dólares.

Bancos amontonados en el santuario de la Iglesia Bautista de Chełm para hacer espacio para las camas.Fotografía de Joel Carillet para Christianity Today
Bancos amontonados en el santuario de la Iglesia Bautista de Chełm para hacer espacio para las camas.

«Dios nos cambió completamente», dijo Henryk, el padre de Jonasz y pastor de la iglesia. «Despertamos de nuestra vida cómoda. Ahora comprendemos de verdad lo que significa ser el cuerpo de Cristo».

El día que conocí a Jonasz, parecía exhausto. Se dejó caer en los escalones frente al púlpito con un quejido. Había pasado mucho tiempo desde la última vez que se sentó. Pero también parecía esperanzado. «Oramos para que Dios use al pueblo de Ucrania», dice, «al igual que Dios usó la diáspora judía de Jerusalén para hacernos llegar el evangelio a nosotros».

Los ucranianos me contaron que están sobrecogidos y animados por la efusión de apoyo y compasión de parte de otros países. Cuando Ruslan y Maksym Maliuta viajaron a Polonia para presentarme a las iglesias y ministerios que ayudan a los ucranianos, miraron a su alrededor con asombro. Allá donde mirasen en el Aeropuerto Chopin de Varsovia veían a personas expresando su apoyo a Ucrania, la bandera nacional amarilla y azul, señales y carteles ofreciendo ayuda a los ucranianos y trabajadores sociales con chalecos brillantes hablando ucraniano. Incluso los asistentes de vuelo de su avión polaco se habían colocado la bandera ucraniana en la solapa. «Se sintió un poco como estar en casa», reflexionó Ruslan.

Además de su trabajo diario con un ministerio infantil y juvenil global llamado OneHope, Ruslan lidera un equipo de trabajo especial sobre Ucrania para la Alianza Evangélica Mundial (AEM). Hasta ahora, la AEM está apoyando económicamente a unas veinte denominaciones y redes de iglesias evangélicas en Ucrania, Polonia, Eslovaquia, Moldavia, Rumanía y Hungría, con base en las conexiones de Ruslan. Esa obra, sabe él, habría sido mucho más difícil, o incluso imposible, si siguieran en Ucrania, preocupados por la supervivencia de su familia bajo el asedio.

Cuando nos encontramos en Polonia, en marzo, estaba allá oficialmente para la AEM. Pero él y Maksym también tenían objetivos personales: anhelaban algo de alivio de su sensación de impotencia y lejanía. «Todo el mundo —todos los ucranianos que no están en Ucrania— sienten la culpabilidad del superviviente», me contó Maksym. «Sientes que todo tu país está sufriendo, y tú no estás ahí».

A lo largo del viaje, lo vi revisar constantemente diversos canales de la aplicación de mensajería Telegram, leyendo silenciosamente acerca de un hospital y una escuela en Mariupol que fueron bombardeados, y acerca del superviviente del Holocausto de 96 años de edad que fue asesinado en Kharkiv [Járkov]. Absorbió la información sintiéndose un tanto insensible. Lógicamente, comprende las calamidades de la guerra, pero la realidad no lo impactó sino hasta que se encontró de pie en un almacén de suministros de emergencia para zonas de guerra en Ucrania.

Allí, los voluntarios que llevaban chalecos amarillos que decían: «Ora por Ucrania» empaquetaban suministros médicos y kits de primeros auxilios que irían para los soldados ucranianos del frente de guerra. Usaban maquinaria para cargar palés de carne enlatada, aceite para cocinar, trigo sarraceno, harina, azúcar y pañales en camiones de tres metros. Casi todos estos voluntarios eran ucranianos, muchos refugiados. Ahí fue cuando Maksym comprendió la magnitud de la guerra: toda esta comida era para personas reales. Para su gente.

Cuando estalló la guerra, la Iglesia Pentecostal para Ucrania en Varsovia, una iglesia de inmigrantes ucranianos, recibió tantas donaciones de la gente local y de otras iglesias en Europa que las cajas y los embalajes se esparcían por todo el espacio del local alquilado de la iglesia. Antes de llegar a enviar un solo camión a Ucrania, Oleksandr Demianenko, el pastor, sabía que tendrían que alquilar un almacén.

Ese almacén es ahora un bullicioso centro de reunión de ucranianos de todas partes del mundo. Refugiados, misioneros, ministros y voluntarios de Ucrania, Norteamérica, Estonia, los Países Bajos y España: una diáspora antes esparcida ahora se congrega en este edificio de Varsovia por medio de una identidad, una fe y una misión comunes.

Los primeros días de la guerra, las oraciones de Demianenko consistieron en gran medida en lágrimas. Lloró durante tres días bajo el peso de la muerte, el sufrimiento y la desesperanza. Canceló los servicios regulares de la iglesia y llamó a su congregación a orar. Era tiempo de prepararse para la acción.

Desde el 24 de febrero, los teléfonos celulares de los miembros de la iglesia no han dejado de sonar con llamadas y mensajes de iglesias de Ucrania pidiendo ayuda. «Ni siquiera podía ir al baño», me dijo un diácono. Ha calculado que ha recibido más de cinco mil mensajes en un mes.

Oleksandr Demianenko ora antes de una comida en su almacén de VarsoviaFotografía de Joel Carillet para Christianity Today
Oleksandr Demianenko ora antes de una comida en su almacén de Varsovia

La iglesia desarrolló rápidamente un sistema logístico para su almacén. Hicieron un equipo de coordinación. Mantuvieron una lista con las solicitudes que recibían de los líderes de las iglesias, misma que se movía rápidamente mientras respondían a las necesidades enviando víveres y organizando transportes para evacuación. Calcularon el costo de cada camión lleno de suministros y lo redujeron pidiendo los productos directamente a las fábricas. También movilizaron una red de iglesias desde Europa hasta Norteamérica para que enviaran donaciones y víveres al almacén, proporcionaran transporte para las evacuaciones y ofrecieran cobijo a los refugiados. La mayoría de los días, Demianenko está en el almacén desde la mañana hasta la medianoche, reuniéndose con líderes de iglesia y coordinando las rutas de cada día para los camiones de reparto.

«Nunca habíamos visto nada así», dice. «Antes, cada cual peleaba por su propio pan. Ahora, todo el mundo se pelea por dar pan». Esto, declara él, «es extraordinario y sobrenatural. Esto es Dios». Su rostro se ilumina mientras ofrece una gran sonrisa. «Y solo es el comienzo. Seremos diferentes después de esto. Cambiaremos», se golpea el corazón, «aquí».

Demianenko dice que cree que Dios lo llamó a Polonia en preparación para esta crisis. «Yo no me quería mudar a Polonia», recuerda. Estaba cómodo en Ucrania. Era propietario de una casa, tenía un buen ministerio, tres niños pequeños y una esposa que tampoco se querían mudar a Polonia. «Pero Dios me dijo: “Tú no lo entenderás ahora, pero en su momento lo entenderás”. Todo lo que sabía era que teníamos que prepararnos para algo».

Eso fue hace cinco años. Demianenko plantó una iglesia en Varsovia, y después otras 17 más por toda Polonia. Para cuando comenzó la guerra, toda esta red de iglesias «se volvieron hacia el lado correcto», dice Demianenko. «Estábamos preparados porque ya estábamos muy bien conectados».

Pero deja claro que la misión original de su iglesia no ha cambiado: «Seguiremos a Jesucristo. Difundiremos el evangelio hasta que Cristo regrese. Cumpliremos la voluntad de Dios. Amaremos a nuestros enemigos… incluso a los rusos».

Los recordatorios diarios de la guerra perforan la vibrante energía del almacén. El día que conocí a Demianenko le acababan de informar que las fuerzas rusas supuestamente habían bombardeado los camiones que habían salido de su almacén cerca de Borodyanka, al noroeste de Kiev. Un conductor murió; otro estaba herido y finalmente murió después en el hospital, me dijo. Un refugiado, voluntario en el almacén, hacía poco había recibido la noticia de sus familiares en Mariupol: su sobrino había salido para buscar comida para bebés y aparentemente se había cruzado con la artillería rusa. Su familia recogió las partes de su cuerpo y lo enterró en el patio de la casa.

Estas historias y los titulares incesantes golpearon de lleno a los Maliuta cuando recibieron una llamada de un familiar a finales de abril: una prima de la esposa de Ruslan, Anya, había muerto en Mariupol, quizá tras derrumbarse un edificio. También habían muerto dos de los hijos de ella tras recibir disparos de los soldados rusos, según los informes.

Cuando la gente discute sobre los pros y contras de forzar una zona de exclusión aérea o de aplicar sanciones desde Occidente, Ruslan sacude la cabeza: «A mí ya me dan igual las discusiones teóricas».

Cuando se mueve por los sofisticados rascacielos y los gigantes centros comerciales de estilo occidental en Varsovia, Ruslan recuerda lo que su país ha perdido: «Esta podría haber sido Ucrania dentro de unos años».

En la Estación Central de Ferrocarril de Varsovia, Ruslan permanece quieto durante mucho tiempo en un balcón del segundo piso, mirando a las masas de refugiados necesitados. La estación de tren solía evocar la anticipación de la aventura y las vacaciones. «Pero aquí puedes sentir la aprehensión», dice Ruslan. «Ninguno de ellos está aquí por gusto».

Sus necesidades son cruciales y a largo plazo, lo que hace que a algunos les preocupe cómo responderá la sociedad polaca, que ya cruje bajo el peso de casi tres millones de refugiados en el país.

«No soy demasiado optimista», dice el obispo Marek Kaminski, que lidera la Iglesia Pentecostal de Polonia, una denominación de 275 iglesias.

Kaminski fue muy claro al expresar su opinión acerca del apoyo a los refugiados en 2015 durante la crisis de migración, cuando Polonia, junto con Hungría, cerraron sus fronteras a los refugiados que venían de África y Oriente Medio. Las encuestas de opinión mostraban entonces que unas tres cuartas de la población polaca desaprobaban recibir a los refugiados. Hoy están respondiendo de manera muy diferente con los ucranianos, con quienes comparten una cultura, un lenguaje y un trasfondo similares. Actualmente, gran parte de la población polaca y de los líderes se sienten «movidos a compasión», señala Kaminski, pero ¿qué ocurrirá cuando las buenas emociones desaparezcan?

«En un nivel personal y como sociedad, queremos amar a nuestros invitados, pero nuestras vidas han cambiado tanto que no queremos que suceda». Aun así, el evangelio llama a los cristianos a una clase diferente de vida, dice.

En enero, Kaminski predicó un sermón llamando a su iglesia a convertirse en una «iglesia apostólica». Animaba a las iglesias de Polonia a orar globalmente. «Es el momento de que dejemos de preocuparnos solo de nosotros mismos. Es el momento de mirar a otras personas». No se dio cuenta de que estaba siendo profético. Y añadió: «Ahora, dos meses después, todo el mundo está orando por Ucrania. Dos meses después, se han formado millones de relaciones entre las naciones… Nos convertimos en una iglesia apostólica. Esta es nuestra misión apostólica».

En Varsovia, Julia Sachenko también está ocupada con una misión: y su vida ha cambiado para ser algo que ella nunca quiso. Funcionalmente, es una madre soltera, una refugiada que lidera campañas internacionales para la concienciación y la prevención del tráfico de personas para los refugiados ucranianos. A veces, en medio del día, Sachenko se sobresalta con una dosis de surrealismo: ¿Se trata de un sueño? ¿Realmente estoy en Varsovia, separada de mi marido porque mi país está en guerra, mientras hay gente que está muriendo y siendo traficada?

A veces, Sachenko solo quiere una larguísima siesta. «Pero nos damos cuenta de que no podemos descansar justo ahora. No es momento de que descansemos». Ella cree que su equipo tiene las habilidades, la experiencia y la capacidad específicas que Europa necesita ahora mismo. Si el equipo de A21 se tomara un descanso, el alivio y la liberación seguramente vendrían de otros lugares, «¿pero qué pasaría con nosotros?», dice ella, refiriéndose a Ester 4:14. «Dios nos ha preparado para un momento como este, ¿y si no hiciéramos nada? Ni siquiera quiero estar en esa posición».

Una noche, después de leer los informes de violencia indiscriminada en las regiones de alrededor de Kyiv, Sachenko le contó a su marido lo sobrecogida que se sentía. Él le recordó el pasaje en Mateo 24, cuando Jesús les dijo a sus discípulos que no se alarmaran por las guerras o los rumores de guerra. «Nos habíamos acostumbrado a un cristianismo cómodo», le dijo.

Lo que está pasando es terrible, pero hace que su esposo esté más seguro de servir y amar a los que siguen vivos. «Y yo pienso: Tiene razón. Tiene mucha razón», dice Sachenko.

Una madre ucraniana y sus hijas en un refugio de una iglesia pentecostal de Varsovia.Fotografía de Joel Carillet para Christianity Today
Una madre ucraniana y sus hijas en un refugio de una iglesia pentecostal de Varsovia.

Tanto para Ruslan como para Maksym, la vida en la era después del 24 de febrero también ha cambiado. Maksym ha dejado de leer obsesivamente las noticias. Está tratando de encontrar una nueva normalidad: dando paseos diarios, cumpliendo las tareas de la escuela. Está en contacto con amigos de Ucrania, no solo intercambiando hechos y noticias, como se ha dado cuenta de que había estado haciendo, sino que ahora busca escuchar lo que está pasando en sus vidas.

Durante su primer día en Polonia los Maliuta recogieron al primo de Maksym, que acababa de cruzar la frontera ese día. Ruslan había intentado ayudar a la familia de su hermano a salir de Ucrania, pero su sobrino, que cumpliría los 18 en dos semanas, no podía esperar mucho más antes de correr el riesgo de ser encarcelado por marcharse. Ahora comparte habitación con Maksym en Suiza.

Durante la cena, mientras Maksym y su primo charlan con emoción, riéndose y bromeando, me acuerdo de que Maksym solo es un estudiante de 18 años. Es fácil olvidarse de lo joven que es realmente, de cuánto le ha robado la guerra de ese optimismo de la juventud de tener toda la vida por delante. Antes del 24 de febrero, su vida tenía estabilidad. Tenía familia y hogar, una rutina de clases y trabajo, amigos y planes de verano, sueños profesionales. «Pero, ahora, no sé qué pasará mañana», dice. En agosto su familia tendrá que dejar el chalet suizo. Pero ¿adónde irán?

Aunque luchan contra la culpabilidad del superviviente, el duelo y el miedo, tanto Maksym como Ruslan creen que están aquí por una razón. Ruslan dice que le anima ver a los cristianos de Ucrania haciendo lo que debería hacer la iglesia de un país en guerra. Le anima ver a los cristianos de Europa haciendo lo que deberían hacer por los expatriados, los extranjeros, las viudas y los huérfanos. Y le anima saber que él también tiene un papel que jugar: «Estamos donde Dios nos quiere. Es un recordatorio de que Él está al mando… Él decide dónde tenemos que pararnos cada uno de nosotros, y nuestra mejor respuesta es decirle “sí”. Es una pequeña parte de lo que Dios está haciendo en toda la iglesia, pero me siento bendecido de que Maksym y yo seamos capaces de unirnos a otros».

Tal vez esa sea la razón por la que, en el almacén de Varsovia, a pesar de la presencia pesada de la guerra, también sea tangible otra presencia, una de esperanza y anticipación: e incluso de alegría. Mi última noche allí, mientras cenamos Domino’s Pizza y helado napolitano, Demianenko animó a su grupo de voluntarios a que siguieran insistiendo con fe: «El Espíritu Santo nos está haciendo más semejantes a Jesucristo. Cuando nos parecemos a Jesús, estamos mostrando a otros el camino a Jesús. No lo comprendemos todo, pero seguimos confiando en Jesús».

Un voluntario dijo en voz alta: «¡Dios es bueno!».

El grupo le respondió a coro: «¡Todo el tiempo!».

«¡Dios es bueno!».

«¡Todo el tiempo!».

Sophia Lee es escritora global de CT.

Traducción por Noa Alarcón.

Edición en español por Livia Giselle Seidel.

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