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Cientos de muertos en explosión en el único hospital cristiano de Gaza

La fatal explosión tuvo lugar en una conocida instalación dirigida por anglicanos (y anteriormente por bautistas del sur) «en medio de uno de los lugares más conflictivos del mundo».

Palestinos rescatan objetos del edificio del Hospital Bautista al-Alhi en la ciudad de Gaza, gravemente dañado por un ataque de bomba el 18 de octubre de 2023.

Palestinos rescatan objetos del edificio del Hospital Bautista al-Alhi en la ciudad de Gaza, gravemente dañado por un ataque de bomba el 18 de octubre de 2023.

Christianity Today October 20, 2023
Fotografía por Belal Khaled/Anadolu via Getty Images

Cientos de palestinos murieron el martes en una explosión en el patio del único hospital cristiano de Gaza. [Los enlaces de este artículo redirigen a contenidos en inglés].

El Ministerio de Salud palestino dirigido por Hamás, estimó el número de muertos en más de 500 y culpó a Israel del ataque en el Hospital Árabe al-Ahli en la ciudad de Gaza. Las Fuerzas de Defensa de Israel (en adelante FDI) dijeron que la explosión fue un lanzamiento fallido de un cohete desde la Jihad Islámica, un grupo militante alineado con Hamás. El miércoles, el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, de visita en Israel, hizo referencia a datos del Departamento de Defensa que respaldan el relato de Israel.

Al-Ahli fue fundado por misioneros anglicanos en 1882. Durante algunas décadas, a mediados del siglo XX, fue operado por las misiones de la Convención Bautista del Sur (Southern Baptist Convention, SBC) de los Estados Unidos. Actualmente depende de la Diócesis Episcopal Anglicana de Jerusalén.

Conocido coloquialmente como Al-Ma’amadani (o «el Bautista» en árabe), es uno de los 22 hospitales del norte de Gaza. Después de las órdenes de evacuación de Israel en la zona, cientos de palestinos se habían refugiado allí, y familias se habían refugiado en el patio donde tuvo lugar la explosión, según informes de la prensa.

«Estamos aquí como un instrumento en manos de Dios para mostrar el amor de Jesucristo a todas las personas. Estamos orgullosos de que en todos los conflictos este hospital estuviera allí para eliminar el sufrimiento de los heridos, de los pobres y para ayudar a quienes necesitaban [encontrar] un corazón compasivo», dijo la directora del hospital al-Ahli, Suhaila Tarazi, en su último comunicado a patrocinadores cristianos.

«Este hospital seguirá siendo un lugar de reconciliación, de amor. La historia de este hospital cuenta la historia de que todos somos hijos de un solo Dios, ya seamos cristianos, musulmanes o judíos».

Tarazi, una árabe cristiana de Carolina del Sur ha navegado en medio de altos niveles de desempleo, cortes de energía y disturbios durante sus 30 años en Gaza. Semanas antes de la guerra entre Israel y Hamás, el hospital cristiano ya estaba abrumado y carecía de fondos suficientes. Tarazi le dijo a un grupo que su jornada laboral comenzaba a las 8 am y terminaba a las 4 am.

«No tenemos dinero para pagar los salarios del personal a tiempo completo», afirmó. «El simple hecho de intentar conseguir el combustible que necesitamos para hacer funcionar los generadores añade otra carga de dificultades y sufrimiento aparentemente insuperables. Nos faltan medicamentos. Nos faltan suministros. Nos falta equipo médico importante. Nos falta personal. ¿Qué más podemos hacer sino trabajar todo el día y toda la noche? Estoy exhausta».

Antes de la explosión del martes, el hospital ya había sufrido daños. El Servicio de Noticias de la Comunión Anglicana informó que el hospital fue alcanzado el sábado por disparos de cohetes israelíes, dañando dos pisos de su centro oncológico e hiriendo a cuatro miembros del personal. Justin Welby, arzobispo de Canterbury, emitió un comunicado diciendo que el hospital se estaba quedando sin suministros médicos y no podía evacuar a sus pacientes gravemente enfermos y heridos.

El miércoles, Welby describió la explosión en el hospital como «una violación de la santidad y la dignidad de la vida humana».

«Es una violación de las leyes humanitarias, que es claro que hay que proteger hospitales, médicos y pacientes», afirmó. «Por esta razón, es esencial que actuemos con moderación al asignar responsabilidades antes de que todos los hechos queden claros».

Después de la explosión del martes en al-Ahli, aproximadamente 350 víctimas fueron enviadas a un hospital cercano, que ya estaba abrumado por el número de pacientes. El incidente desató protestas en los países árabes, donde los manifestantes exigen el fin de los ataques aéreos israelíes. Como resultado, Jordania canceló una cumbre planificada con Biden.

«En unidad inquebrantable, denunciamos con vehemencia este crimen con nuestra más enérgica condena. Los informes iniciales sobre la tragedia del hospital de la iglesia en Gaza nos han dejado sumidos en el dolor, porque representa una profunda transgresión contra los principios mismos de la humanidad. Los hospitales, considerados refugios sagrados según el derecho internacional, han sido profanados por las fuerzas militares», escribieron los Patriarcas y Jefes de las Iglesias de Jerusalén en un comunicado.

Con más de un millón de palestinos con instrucciones de huir de sus hogares, la gente está desesperada por conseguir suministros, alimentos y agua. Después de la explosión del hospital, Israel permitió que la primera ayuda humanitaria en 10 días ingresara a la Franja de Gaza desde Egipto.

Tras los ataques terroristas del 7 de octubre por parte de Hamás, múltiples ministerios judíos mesiánicos se han movilizado en otras partes de la región para ayudar a los miembros de las FDI y para formar un «centro de respuesta de emergencia y ayuda» para los israelíes que huyen de los ataques fronterizos. Como parte de su trabajo, recolectaron donaciones, distribuyeron suministros a los soldados y enviaron alimentos a las familias desplazadas.

A lo largo de su larga historia en Gaza, al-Ahli ha servido como una presencia cristiana en la región y también se ha visto atrapado en el fuego cruzado del conflicto.

Los misioneros anglicanos que abrieron el hospital en 1882 lo vieron como una oportunidad de alcanzar a los musulmanes (en su mayoría pobres, gente de campo y mujeres) con el evangelio, según una tesis de maestría del historiador de la medicina de Medio Oriente Carlton Carter Barnett III.

El personal del primer hospital leía periódicamente versículos de la Biblia y oraba con los pacientes. Ofrecían ciertas concesiones a los musulmanes que no querían morir «bajo un techo cristiano» sacándolos del hospital, no sin antes ofrecerles el mensaje de salvación por última vez. Los misioneros británicos tuvieron más éxito al compartir el evangelio con los estudiantes de la escuela primaria ubicada dentro del recinto hospitalario.

En 1954, la Junta de Misiones Extranjeras de la SBC (ahora Junta de Misiones Internacionales, IMB por sus siglas en inglés) compró el hospital, renombrándolo como Hospital Bautista de Gaza, y ofreció atención médica allí durante las siguientes tres décadas. Aunque el proselitismo era ilegal en Gaza, los misioneros de la SBC también vieron este trabajo como una buena oportunidad para la evangelización, abriendo la única escuela de enfermería de Gaza con un enfoque misionero en mente.

El Hospital Bautista de Gaza trató a los palestinos heridos en la crisis de Suez de 1956 y otros incidentes en la región. Durante el gobierno egipcio de Gaza de 1957 a 1967, el presidente egipcio Gamal Abdel Nasser visitó el hospital para expresar su agradecimiento por su trabajo.

Durante la Guerra de los Seis Días en 1967, el hospital continuó funcionando a pesar de estar en medio del conflicto. Muchas ventanas terminaron rotas y varias paredes derrumbadas, y un miembro del personal resultó herido. Los misioneros utilizaron la Iglesia Bautista de Gaza (el anterior santuario anglicano) para albergar camas de hospital adicionales, mientras que 500 personas se refugiaban en su interior.

A finales de la década de 1970, la SBC devolvió el hospital a los anglicanos, quienes lo colocaron bajo la Diócesis Episcopal Anglicana de Jerusalén. Los nuevos operadores dieron a la institución su nombre actual, Hospital Árabe al-Ahli, y el personal bautista continuó sirviendo allí hasta 1987, durante el cual fue una temporada de intenso sentimiento anticristiano, incluido un intento de asesinato por parte de la Hermandad Musulmana contra el director interino del hospital.

En 1980, un palestino arrojó dos granadas de mano desde detrás de la pared de un hospital, matando a tres personas, entre ellas un oficial israelí y un transeúnte árabe, y dejando a muchas otras heridas. En 1989, CT mencionó «el hospital Ali Arab administrado por el episcopal» como un ejemplo de asociación de palestinos cristianos con misioneros estadounidenses para ayudar a las víctimas de la violencia intensificada en la región.

La Iglesia Bautista de Gaza, que sigue siendo la única congregación evangélica en Gaza, solía reunirse en el recinto del hospital hasta que la segunda insurrección (intifada) hizo demasiado difícil tener una congregación inmediatamente al lado de la sala de emergencias, dijo Hanna Massad, un expastor de la iglesia que solía trabajar como técnico de laboratorio en al-Ahli.

«Lo que pasó ayer es difícil de imaginar», dijo. «Estas preciosas personas vinieron a buscar refugio porque pensaron que en un hospital cristiano estarían más seguros».

La Diócesis de Jerusalén administra las instalaciones médicas en Gaza, Cisjordania, Jerusalén, Jordania y el Líbano. Según la diócesis, el hospital ofrecía «algunos de los mejores cuidados médicos disponibles» en «medio de uno de los lugares más conflictivos del mundo», incluidos exámenes de detección de cáncer de mama gratuitos y el primer programa de formación de médicos en cirugía mínimamente invasiva de Gaza.

El líder bautista local, Bader Mansour, señaló que numerosos informes de noticias todavía se referían al hospital como «Hospital Bautista», a pesar del cambio en su liderazgo actual.

«Parece que algunos en Gaza todavía recuerdan el antiguo nombre y la contribución de los bautistas al servicio del pueblo de Gaza, que continúa hasta el día de hoy a través de la Iglesia Bautista en Gaza», escribió.

Durante el tiempo que Tarazi estuvo en el hospital ha sido testigo de la atención a cientos de niños que quedaron discapacitados por la violencia del conflicto entre Israel y Gaza de 2014. Hace cinco años, Tarazi enfrentó una fuerte disminución de la ayuda estadounidense a la agencia de las Naciones Unidas que atiende a los palestinos, lo cual redujo las camas disponibles en el hospital de 80 a 50.

Mientras tanto, la población cristiana de Gaza, que en ocasiones ha enfrentado la hostilidad y la violencia de sus vecinos musulmanes, se ha reducido a unas 1000 personas.

Desde los ataques del 7 de octubre de Hamás contra Israel, más de 1400 personas han muerto en Israel y más de 3000 en Gaza, según las autoridades.

«El árabe cristiano puede ser un mediador entre los judíos y los musulmanes, entre Occidente y Medio Oriente. Para nosotros, el cristianismo es paz y amor para todos», dijo Tarazi, como la citó Don Liebich en su compilación de ensayos Memos from the Mountains. «Pero tememos que Jesús no encuentre ni un solo seguidor cuando regrese. La Iglesia debería ayudar a los cristianos a permanecer allí. Esta es la tierra del cristianismo y de todos sus seguidores. Los cristianos deberían estar aquí para ayudar y dar un buen ejemplo del cristianismo».

Traducción por Sergio Salazar.

Edición en español por Livia Giselle Seidel.

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Argentina legalizó el aborto en 2020. ¿Influirá esto en el voto presidencial de los evangélicos?

El candidato emergente Javier Milei dice ser provida. Pero para algunos cristianos, sus posturas económicas pueden ser más atractivas que sus posturas morales.

El candidato presidencial Javier Milei (centro izquierda) interactúa con simpatizantes durante un mitin en Argentina.

El candidato presidencial Javier Milei (centro izquierda) interactúa con simpatizantes durante un mitin en Argentina.

Christianity Today October 19, 2023
Tomas Cuesta / Stringer / Getty

ACTUALIZACIÓN (20 de noviembre): Javier Milei ha sido elegido como nuevo presidente de Argentina tras obtener el 56 % de los votos frente al 44 % de Sergio Massa en la segunda vuelta el domingo pasado. Milei asumirá su nuevo mandato el 10 de diciembre.

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ACTUALIZACIÓN (22 de octubre de 2023): El libertario emergente Javier Milei obtuvo el 30 por ciento de los votos en las elecciones del domingo, con un programa que recortaría drásticamente los servicios estatales, cambiaría el peso argentino por el dólar estadounidense y sometería a referéndum la legislación del aborto en el país. Milei se enfrentará al candidato peronista y actual ministro de economía, Sergio Massa, en la segunda vuelta que tendrá lugar el 19 de noviembre. Massa causó sorpresa al obtener el 36 por ciento de los votos.

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SALTA, ARGENTINA. Empuñando una bandera amarilla con una cabeza de león, el logotipo de su candidato presidencial favorito, Alicia Ramos se apresuró a echar un vistazo a la enérgica figura que espera que transforme Argentina: Javier Milei, el autoproclamado libertario de cabello salvaje que actualmente es el candidato favorito a la presidencia del país.

Ramos, de 29 años, fue una de los cientos de jóvenes que asistieron a un mitin de Milei en la norteña ciudad de Salta, y recuerda el momento en que decidió apoyar al poco convencional candidato. Fue «cuando empezó a hablar de la dolarización y de la inflación y sobre que todo el país va a ser un país liberal», dijo, refiriéndose a la promesa de Milei de sustituir la moneda del país por el dólar estadounidense y utilizando la jerga argentina (el término «liberal») para referirse a una economía con mayor apertura de mercado.

Ramos, que es evangélica, ha descubierto que Milei también comparte algunos de sus valores morales, entre los cuales mencionó su descontento con la legislación sobre cuestiones de género y aborto, así como la política progresista del actual gobierno peronista del presidente Alberto Fernández y su vicepresidenta, la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner. El Congreso Nacional despenalizó el aborto en 2020 a pesar de la fuerte oposición de evangélicos y católicos del movimiento provida [enlaces en inglés]; Milei, por su parte, ha prometido someter a referéndum la cuestión del aborto [enlace en español].

«Ya es momento de que haya un cambio aquí en el país», dijo Ramos. Por otra parte, la oposición al aborto declarada públicamente por el candidato está empujando a «mucha, mucha gente» de su iglesia a votar por Milei, añadió.

A pesar del entusiasmo por Milei que Ramos ha observado en su iglesia, ninguno de los demás votantes evangélicos entrevistados por CT mencionó la perspectiva de Milei sobre el aborto como la razón por la que lo apoyarían. En cambio, de cara a las elecciones de este domingo 22 de octubre, la atención de los evangélicos, como la de muchos de sus conciudadanos argentinos, parece centrada en elegir al candidato que creen que puede sanear su economía, reducir la corrupción y recriminar a la élite política en puestos de poder.

Millones de argentinos se están volcando en masa hacia Milei, el excéntrico economista anarcocapitalista que promete un cambio radical en este país sudamericano rico en recursos y castigado por recurrentes crisis económicas.

En una sorpresiva victoria en las elecciones primarias de agosto, Milei superó a los candidatos de las dos principales coaliciones: Sergio Massa, del partido peronista Unión por la Patria que lidera el gobierno actual, y Patricia Bullrich, de la coalición más conservadora Juntos por el Cambio.

Milei espera repetir los buenos resultados en las elecciones del 22 de octubre y pasar a la segunda vuelta prevista para el 19 de noviembre —si es que no gana en la primera vuelta—.

Famoso por su cabello alborotado, sus gruesas patillas y su estilo de hablar vituperante, Milei es una figura controvertida y poco convencional en el escenario de la política y vida pública de Argentina.

Durante las dos últimas décadas, la política argentina ha estado dominada por el peronismo, el movimiento político fundado por el expresidente Juan Domingo Perón, que gobernó de 1946 a 1955, y brevemente de nuevo en la década de 1970. (El expresidente Mauricio Macri llevó la coalición Juntos por el Cambio al poder en 2015, pero no logró la reelección cuatro años más tarde tras fracasar en su intento de enderezar una economía tambaleante).

El gasto público se disparó bajo el gobierno peronista debido a una expansión de los servicios estatales y las prestaciones sociales, que los críticos tacharon de formación de un sistema clientelar mientras el país se recuperaba de una dolorosa suspensión de pagos [default] en 2001. Pero la inflación escaló y luego se disparó, mientras la moneda se devaluó a paso constante.

En fechas más recientes, el peronismo también ha impulsado cuestiones sociales progresistas como la ideología de género y un pujante movimiento feminista que realizó las marchas conocidas como «la Ola Verde» (por los pañuelos verdes que agitaban sus partidarios) para exigir el fin del acoso y los femicidios, así como la despenalización del aborto.

En sus declaraciones, Milei emplea un lenguaje hiperbólico, arremetiendo contra la «casta» política y aprovechando el profundo descontento con la corrupción de la clase política del país y las crisis económicas recurrentes en un país cuyo nivel de inflación roza el 138 % y donde la pobreza afecta al 40 % de la población. Milei acudió a un mitin de campaña con una motosierra para ilustrar su seria intención de recortar el gasto público.

«Los políticos van a decir lo que creen que la gente quiere oír. Javier Milei dice exactamente lo que piensa», afirma Martha Rodríguez, una líder de iglesia y activista provida de los suburbios de Buenos Aires.

Esa franqueza incluye la cuestión del aborto, que ha suscitado un enorme interés, ya que Milei se define a sí mismo como libertario. El mes pasado, Milei explicó a The Economist cómo su postura provida podía encajar con sus ideales libertarios.

«Se basa en una cuestión filosófica, que tiene que ver con el derecho a la vida», dijo. «La vida es un continuo que empieza en el momento de la fecundación y termina cuando uno fallece, y cualquier salto discreto en medio significa que esa persona murió».

Agregó: «Para mí, el aborto es un homicidio calificado agravado por el vínculo. Porque es verdad que la madre tiene derecho sobre su cuerpo, pero no tiene derecho sobre el cuerpo del niño, que es un cuerpo totalmente distinto, que tiene un ADN distinto. Por tanto, una persona tiene derecho sobre su propio cuerpo, pero no sobre el derecho del niño no nacido».

Sin embargo, según los pastores y analistas políticos entrevistados por Christianity Today, los temas sociales candentes rara vez influyen en las votaciones en Argentina. Hasta qué punto influirá el tema del aborto en las elecciones de 2023 sigue siendo motivo de debate.

En una encuesta de opinión realizada hace varias semanas entre los evangélicos, alrededor del 44 % de los encuestados dijo que votaría por Milei [enlace en español].

«[El aborto], básicamente, es el tema que más sedujo a los evangélicos por parte de Milei, más allá de que también hay otras cuestiones como las ideas económicas y su discurso contra la casta [política], aunque esto es de agrado en general de todos sus votantes», dijo Damián Sileo, un periodista evangélico que supervisó la encuesta.

«No sé si la posición provida es la que en este momento va a pesar», dijo Rodríguez con base en las voces que escucha en el comedor social de su iglesia, que atiende a 400 personas por día.

«Lo que sí va a pesar es el tema de la corrupción», explicó. «Tenemos un gobierno [que en] los últimos 20 años nos ha dejado en una pobreza profunda».

Otros líderes de iglesias de Argentina expresan un escepticismo similar, y señalan que, a diferencia del vecino Brasil, los evangélicos no se han organizado políticamente y que los cristianos de todas las denominaciones tienen un historial de apoyo a partidos de todo el espectro político.

«Es un argumento que usan los candidatos evangélicos como para querer atraer [votos], pero la verdad [es] que la gente no escoge a un gobernante por si está a favor o en contra del aborto», afirmó Norberto Saracco, pastor principal de la Iglesia Buenas Nuevas de Buenos Aires.

«Obviamente, mucha gente se va por el tema del aborto», dijo Christian Hooft, presidente de ACIERA (Alianza Cristiana de las Iglesias Evangélicas de la República de Argentina).

«Pero eso no significa que va a llevarse el voto evangélico», añadió. «[La gente no] vota solamente por el tema del aborto».

Dos de los principales candidatos presidenciales —Massa y Bullrich— se reunieron con ACIERA. Milei declinó el encuentro. Pero una persona afiliada al movimiento La Libertad Avanza de Milei insistió en que hay evangélicos que apoyan su candidatura.

«Veo que hay muchísimos cristianos que están apoyando a Javier Milei, [principalmente] porque es el único que defiende realmente los intereses y que no se avergüenza de creer en Dios», dijo Eugenia Rolón, influente evangélica y miembro voluntaria del equipo de redes sociales de Milei.

«Yo creo que cualquier persona que se diga ser cristiana debería apoyar a Javier Milei porque es al menos el único candidato con una plaza pública [que] cita la Biblia, [y que] sí está en contra del aborto, en contra de la ideología de género, en contra del marxismo cultural y en contra de la agenda 2030», añadió [enlaces en español].

Muchos evangélicos se movilizaron durante la década de 2010 y realizaron marchas agitando pañuelos celestes con la leyenda Salvemos las dos vidas cuando el debate sobre la despenalización del aborto llegó al Congreso. La despenalización fue derrotada por un estrecho margen en 2018; no obstante, en diciembre de 2020, la legislatura aprobó una medida que permite el aborto durante las primeras 14 semanas de embarazo.

Desde entonces, «hay muchos que sí han bajado la intensidad de la lucha», dijo Ana Valoy, pastora y analista política de la ciudad norteña de Tucumán, refiriéndose a la situación actual. «Se han desanimado, se han desalentado, y es comprensible porque ven que las legislaciones progresistas siguen avanzando», añadió. «Pero a nosotros [los que estamos más involucrados en el proceso] no nos desaniman, [sino que] nos compromete a seguir trabajando».

Aun así, algunos observadores afirman que el voto evangélico podría determinar el resultado de unas elecciones muy reñidas: algo que podría ocurrir este domingo. En las primarias de agosto, solo hubo tres puntos de diferencia entre los tres candidatos principales.

Los evangélicos representan el 15.3 % de la población, según un estudio realizado en 2019, frente al 9 % en 2008. (Argentina no recopila datos censales sobre afiliación religiosa). Sin embargo, el número de no creyentes está creciendo con más rapidez, con casi el 19 % de los argentinos que ahora no profesan ninguna afiliación religiosa.

Milei, al igual que muchos argentinos, creció en el catolicismo, aunque ha tachado al papa Francisco, que también es argentino, de «izquierdista repugnante» con «una afinidad por los comunistas asesinos». También criticó al papa por defender la «justicia social», un concepto del que se habla comúnmente en Argentina, especialmente entre los partidarios del peronismo que señalan la educación y la salud gratuitas como logros nacionales.

Más que inclinarse hacia el cristianismo, en los últimos años Milei ha abrazado el judaísmo, y recientemente comparó a su hermana y asesora más cercana, Karina Milei, con Moisés, y a él mismo con Aarón.

«Moisés era un gran líder, pero no era bueno divulgando [el mensaje]», dijo. «Y entonces Dios le mandó a Aarón para que [divulgara]. Bueno, Kari es Moisés y yo el que divulga».

Traducción por Sofía Castillo.

Edición en español por Livia Giselle Seidel.

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Tarde o temprano, la planta venenosa de Hamás se secará

Un cristiano palestino habla sobre el ataque de Hamás en Israel y cómo abordar las raíces del problema.

Simpatizantes del movimiento islamista Hamás.

Simpatizantes del movimiento islamista Hamás.

Christianity Today October 16, 2023
NurPhoto / Colaborador / Getty

Este artículo se publica bajo seudónimo para garantizar la seguridad del autor.

El 7 de octubre, Israel sufrió un atentado del nivel del ataque del 11 de septiembre por parte del Movimiento de Resistencia Islámica comúnmente conocido como Hamás que ha devastado a judíos y palestinos por igual. No hay palabras para describir la tristeza y el horror. Pero no debemos permitir que este terrible suceso nuble nuestra visión o nos empuje a la venganza contra civiles.

Preguntar siquiera si yo, cristiano palestino y ciudadano israelí, condeno esta violencia es insultante. Por supuesto que la condeno, y también quiero compartir con otros cristianos mi punto de vista sobre cómo podemos cortar el terrorismo de raíz, pensando no solo en la respuesta militar inmediata de Israel, sino también en cuestiones de más largo plazo sobre la justicia, la seguridad y la dignidad que Dios ha dado tanto a israelíes como a palestinos.

El brutal ataque de este mes contra civiles israelíes se produjo 16 años después de que Rami Ayyad, un trabajador de la Sociedad Bíblica Palestina en Gaza, fuera secuestrado y asesinado cuando radicales islamistas creyeron que estaba realizando una labor misionera. A pesar de las exigencias públicas de que los dirigentes de Hamás en Gaza encontraran a los criminales, nadie rindió cuentas por su muerte.

El asesinato de Rami sigue oficialmente sin resolverse al día de hoy, y algunos cristianos palestinos se marcharon de Gaza como consecuencia de aquella violencia. Al parecer, su secuestro y el asesinato fueron obra de una facción radical, y los dirigentes de Hamás no estuvieron dispuestos a enfrentarse a ellos ni a exigirles que rindieran cuentas.

Una década y media después, nos encontramos en otro ciclo de violencia, esta vez más feroz y complicado. La embestida de Hamás es una atrocidad a una escala sin precedentes, y la respuesta de Israel debe dar cuenta de unos 150 rehenes israelíes en Gaza y de un segundo frente de guerra en el norte del país, donde las fuerzas israelíes ya están luchando contra el Hizbolá libanés (respaldado por Irán y vinculado a Hamás).

Cuando empecé a escribir este artículo, los combates se libraban principalmente en el sur del país, alrededor de Gaza. Por la tarde, iba a tomarme un descanso y viajar a una reunión especial de oración para iglesias evangélicas más al norte. De pronto, sonó una sirena, señal de la infiltración de drones de Hizbolá. Hice algunas llamadas, e inmediatamente cambiamos los planes a una reunión virtual. Unos 50 cristianos se conectaron, y suplicaron a Dios a gritos que se detuviera el derramamiento de sangre. Más tarde, nos informaron que la sirena había sido una falsa alarma.

Tras conocerse el volumen de la catástrofe inicial, envié mensajes de ánimo y condolencias a varios amigos judíos, tanto mesiánicos como de otras ramas del judaísmo. Una respuesta llamó mi atención. Un amigo mesiánico me escribió que sospechaba que la respuesta israelí sería extremadamente dura, ya que el ataque de Hamás había despertado entre los judíos recuerdos del Holocausto.

Ese trauma histórico y el nuevo horror de la matanza de Hamás significan que Israel cumplirá la promesa del primer ministro Benjamin Netanyahu de «convertir en escombros todos los lugares en los que Hamás se esconde y desde los que opera». Debido al pequeño tamaño de Gaza, esto significa que todo el territorio terminará en ruinas y que morirá un enorme número de civiles inocentes.

Comprendo la necesidad de Israel de responder con represalias y también las voces que piden aplastar el régimen de Hamás. Pero oro para que los inocentes no resulten heridos; me preocupa que esa respuesta no aborde las raíces del problema en Gaza y que incluso pueda resultar contraproducente, prolongando el ciclo de violencia y odio. Resulta casi imposible hablar con prudencia en medio de tanto derramamiento de sangre. No obstante, lo intentaré.

Cuando miro hacia el futuro, hacia un tiempo después de que la violencia actual haya terminado, me pregunto cómo podemos hacer que sea inconcebible que los seres humanos se comporten de una manera tan brutal como lo hizo Hamás bajo el impulso de una agenda de fanatismo religioso.

Algunos cristianos creen que esta violencia es parte del islam. Yo no estoy de acuerdo. ¿Por qué los musulmanes religiosos de Malasia o Túnez, por ejemplo, no actúan así? No, aquí hay algo diferente. La planta venenosa de Hamás ha podido echar raíces en nuestro suelo gracias a las condiciones propiciadas por una postura errónea hacia los palestinos por parte del gobierno israelí.

Históricamente, algunos dirigentes israelíes han estado incluso dispuestos a fortalecer a Hamás como contrapeso a la secular y comparativamente moderada Fatah. Exfuncionarios israelíes han declarado a The New York Times y The Wall Street Journal que recibieron instrucciones de ayudar a Hamás a ser un «contrapeso» de Fatah. Haaretz ha informado que, en 2019, Netanyahu le dijo a miembros de su partido que «reforzar a Hamás» ayudaría a impedir la creación de un Estado palestino al «aislar a los palestinos de Gaza de los palestinos de Cisjordania».

Muchos palestinos quieren un Estado porque la situación de Gaza era apremiante incluso antes de que empezara esta guerra. Gaza está densamente poblada y es muy pobre. La mitad de la población vive en la pobreza y muchos están desempleados.

Gaza se encuentra ahora mismo bajo un «asedio total», pero ha estado bajo un bloqueo durante los últimos 16 años. Naciones Unidas informa de que el 95 % de los gazatíes ni siquiera tiene agua potable, y la mayoría cuenta con un servicio eléctrico inestable. Esta es la situación de los más de 2 millones de habitantes de Gaza. No tienen Estado ni perspectivas de cambio. Los palestinos de Gaza viven sin la dignidad básica a la que todos los seres humanos tienen derecho como hijos de Dios.

La situación de los palestinos de Cisjordania, dirigida por el Presidente Mahmoud Abbas de Fatah, no es mucho mejor que la de la Franja de Gaza. Allí, el gobierno israelí ha restringido cada vez más los movimientos de los palestinos y ha ampliado los asentamientos israelíes en los territorios en disputa. Algunos de los habitantes de esos asentamientos son también extremistas violentos, y solo en lo que va de este año se han registrado más de 700 ataques contra civiles palestinos.

La sensación de los palestinos de que nada va a cambiar solo ha aumentado ahora que Netanyahu ha estado a punto de alcanzar un acuerdo facilitado por Estados Unidos para normalizar las relaciones diplomáticas de Israel con Arabia Saudita, la tan deseada joya de la corona de los Acuerdos de Abraham. El acuerdo tenía como objetivo «aislar y suprimir la cuestión palestina», y Netanyahu había escrito anteriormente que el «camino hacia la paz» en Oriente Próximo «pasaría por alto» a los palestinos, a quienes no se les permitiría «vetar» el acuerdo. Con ello, Netanyahu esperaba poner fin al conflicto palestino-israelí sin acercarse siquiera al mínimo de lo que han pedido los palestinos.

Esta es la tierra en la que han conseguido prosperar los atroces movimientos ideológicos islamistas. En este ambiente de odio, racismo y violencia, Hamás ha explotado a los jóvenes con falsas promesas. Sin ningún horizonte de esperanza, los seguidores de Hamás en Palestina se hundieron en la oscuridad y ayudaron a Hamás a victimizar también a los israelíes.

Pero no tiene por qué ser así. Como cristianos, creemos en el poder de la redención. Con una esperanza real en el futuro de esta tierra, estos movimientos de odio se marchitarán. Para una paz duradera, debemos respetar la imagen de Dios en israelíes y palestinos por igual.

¿Es mucho pedir que no veamos esto como un juego de suma cero? ¿No deberíamos tanto israelíes como palestinos vivir con la dignidad que Dios desea para nosotros? Nuestro objetivo no debería ser solo la seguridad, sino también florecer juntos, no a expensas del otro.

Tamir Khouri es el seudónimo de un palestino cristiano y ciudadano israelí que vive en la región de Galilea en Israel.

Traducción y edición en español por Livia Giselle Seidel.

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Theology

Al hablar de Hamás, argumentar desde la postura de ‘ambas partes’ resultará siempre en un fracaso moral

Israelíes y palestinos son igualmente amados por Dios. Pero no hay ambigüedad moral sobre la maldad genocida de Hamás.

Familiares y amigos lloran la pérdida de un ser querido asesinado por Hamás en un festival.

Familiares y amigos lloran la pérdida de un ser querido asesinado por Hamás en un festival.

Christianity Today October 15, 2023
Amir Levy / Stringer / Getty

Este artículo ha sido adaptado del boletín de Russell Moore. Suscríbase aquí. [Enlaces en inglés].

En ocasiones, hay momentos de la historia que revelan en minutos lo que estuvo oculto durante décadas. Y a veces esos momentos de revelación llegan al oírse a uno mismo decir las palabras: «Sí, pero…» o «Pero, ¿qué hay de…?».

Sin embargo, la escena que ha seguido al atentado terrorista de Hamás contra Israel no es uno de esos momentos. En este caso, decir quién tiene la culpa —y quién no— no es ni fáctica ni moralmente difícil.

En este caso, hablar de «ambas partes» resulta una etiqueta imprecisa; algo similar a lo que sucede con los términos deconstrucción y evangelicalismo. Hay varios sentidos en los que apelar a ver «ambos lados» de la realidad es totalmente correcto. En primer lugar, ambas partes —todas las partes, de hecho— son seres humanos creados a imagen de Dios. Debemos preocuparnos por la vida y la muerte de israelíes y palestinos en Cisjordania, Gaza o cualquier otro lugar. Una vida israelí no tiene más valor a los ojos de Dios que una vida palestina, y viceversa.

«Ambas partes» también se usa acertadamente si nos referimos a quién resulta perjudicado por esta atrocidad, y la inevitable guerra que le seguirá. Hamás está matando y destruyendo el futuro tanto de israelíes como de palestinos, como escribió sabiamente la inimitable Mona Charen. Esa es una de las razones por las que no debemos pensar en esto como una guerra entre Israel y «los palestinos», sino, exactamente como Israel la definió, una guerra contra Hamás, en respuesta a un ataque despiadado y sin precedentes.

Hablar de «ambas partes» también es perfectamente apropiado cuando se trata de trabajar y esperar un futuro mejor tanto para los israelíes como para los palestinos. Eso excluye la aceptación irreflexiva de cualquier cosa que decida hacer el moderno Estado de Israel (¡Dios ciertamente no aceptó todo lo que hizo el Israel de la Biblia!). Excluye también corear la canción «From the River to the Sea» [Del río al mar] en Times Square en Nueva York, del mismo modo que excluye cualquier punto de vista o programa que suponga la erradicación total de Israel. Queremos que «ambas partes» (refiriéndonos aquí a israelíes y palestinos, no a Hamás) prosperen y coexistan.

Todo esto es muy diferente al tipo de lenguaje de «ambas partes» que se ha utilizado en algunas conversaciones sobre la moralidad del ataque de Hamás. Hamás atacó a civiles inocentes. Hamás masacró a jóvenes que bailaban en un festival de música. Hamás asesinó a ancianos, niños pequeños y bebés, al parecer de las formas más sádicas imaginables. No es necesaria ninguna «contextualización» para condenar esto: para reconocer a los israelíes (y a los palestinos inocentes) como víctimas, y a Hamás como el malhechor. Como dijo el presidente Biden: «Punto final».

He aquí una de las formas más rápidas de reconocer si has subcontratado tu conciencia a alguna ideología o secta. Si tu primera respuesta al ver una inmoralidad o injusticia obvia es alguna versión de: Bueno, obviamente eso es malo, y nadie lo apoya, pero ¿sabes lo que hicieron las víctimas?, entonces estás en un lugar moralmente peligroso. Así comienza la justificación del mal.

¿Cómo saber si ese eres tú?

No estoy muy de acuerdo con el filósofo John Rawls, pero una de las apropiaciones populares de su pensamiento puede ser útil en este caso.

El argumento del «velo de la ignorancia» pregunta qué tipo de orden político querrías construir si lo estuvieras planeando, completamente inconsciente de dónde terminarías situado en el sistema social. Si no supieras si serías extremadamente pobre o increíblemente rico, ¿qué tipo de red de seguridad social querrías? ¿Qué tipo de política fiscal?

Por supuesto, esto tiene sus límites. De hecho, no existimos como seres incorpóreos que planifican de antemano el mundo que van a habitar. Y nuestras imaginaciones van más allá de nuestra psique, por lo que son realmente capaces de engañarnos.

Por ejemplo, es fácil para mí decir hoy, en 2023, que yo me habría negado a luchar del lado de la Confederación si hubiera vivido en la época de mis antepasados. Pero no puedo saber cómo se habrían moldeado mi mente y mi conciencia si hubiera vivido en el Mississippi de 1861. Realmente espero que si hubiera vivido en la Alemania de los años 30, habría dado un paso al frente junto a Karl Barth, Dietrich Bonhoeffer y la Iglesia Confesante en contra del movimiento «cristiano alemán» moral y teológicamente degradado. Pero, ¿cómo puedo saber cómo me habría embrujado mi propio corazón si hubiera estado allí?

El ejercicio, por limitado que sea, puede ayudarnos a pensar si nuestras opciones pueden estar más condicionadas por supuestos culturales o ideologías políticas que por convicciones bíblicas y por la guía del Espíritu Santo. En una situación dada, trata de imaginar cómo reaccionarías si vieras que lo mismo está siendo hecho por (o en contra de) quien tú consideras «el otro bando». Toma una frase e intercambia los nombres implicados. ¿Responderías de forma diferente ante tal situación? ¿Por qué?

Una vez más, podemos engañarnos a nosotros mismos, pero al menos esto nos ayuda a detenernos, aunque solo sea por un momento, e interrogar nuestros propios motivos.

Vemos repetidamente en las Escrituras a los «profetas de la corte» que testificaban solo lo que el gobernante quería oír (1 Reyes 22:1-28), sin considerar las implicaciones morales. Y vemos lo que les ocurrió a los profetas que se rehusaron a hacer lo mismo, y que se aseguraron de que su «sí» fuera «sí» y su «no» fuera «no». Es posible, sin embargo, ser como estos profetas de la corte para nuestro propio corazón. Incluso podemos encontrarnos diciéndole a nuestra propia conciencia: «No vuelvas a profetizar en Betel, porque este es el santuario del rey; es el templo del reino» (Amós 7:13).

Se mire como se mire, no se puede justificar la matanza de civiles desarmados. No se puede justificar que se prenda fuego a cuerpos o que se decapite a bebés y niños pequeños. Hacerlo sería pasar por alto atrocidades morales evidentes para dar prioridad a una versión distorsionada del enfoque a fin de ver la postura de «ambas partes». Sería un fracaso moral.

Para aquellos de ustedes que son norteamericanos, no creo que muchos de nosotros hubiéramos respondido a los ataques del 11 de septiembre sugiriendo que nos pusiéramos del lado de Al Qaeda, o sugiriendo que «ambas partes» deberían haber pedido un alto al fuego. Y no muchos de nosotros habríamos respondido a lo sucedido en Pearl Harbor señalando que el Congreso de Estados Unidos realmente no debería haberlo provocado con la Ley de Préstamo y Arriendo.

Es verdad que hay muchas cuestiones moralmente ambiguas; por eso yo les daba a mis alumnos de ética estudios de casos en los que a veces ni siquiera yo sabía cuál era la respuesta «correcta». Incluso encontraremos situaciones en las que cristianos bíblicamente fundamentados y de la misma tradición teológica realmente no sabremos cuál es la decisión moralmente correcta. En esas situaciones, cuando tenemos bienes que compiten entre sí, es difícil ver cómo hacer lo correcto sin hacer también algo incorrecto.

Pero esta no es una de esas situaciones.

Hamás es una organización genocida malvada. Ellos y sus cómplices son los únicos responsables de sus actos. Sean cuales sean nuestras opiniones sobre la política en Oriente Medio, sean cuales sean nuestros pensamientos sobre estrategia militar, no tengamos miedo de decirlo. Y no olvidemos que la justicia y la misericordia de Dios vencen la maldad del hombre.

Russell Moore es editor jefe de Christianity Today, donde dirige el Proyecto de Teología Pública.

Traducción y edición en español por Livia Giselle Seidel.

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Los cristianos colombianos predicaron la justicia social. Practicarla es más difícil.

La cuna de la «misión integral» es también el epicentro de una crisis migratoria. Es difícil conseguir que las iglesias locales se involucren.

Christianity Today October 13, 2023
Foto ilustración por Mitchell McCleary / Fuente: Getty / Rogelio Figueroa / John Moore / Joe Raedle

Mauricio Miranda estaba cómodo. Durante 10 años había sido pastor de una iglesia pentecostal en el centro de San José de Cúcuta, Colombia. Su iglesia era modesta pero estaba consolidada, al igual que su vida. Todos los lunes se levantaba sabiendo lo que le esperaba: reunión el miércoles por la noche, servicio de culto el domingo, grupos de discipulado, preparar los sermones los otros días de la semana.

«Era una iglesia bastante normal y típica», dice Miranda. «La gente venía a las reuniones, yo predicaba, nos despedíamos y la gente volvía a sus casas».

Pero después de 10 años, Miranda estaba inquieto. «Sentía que no estábamos haciendo lo suficiente», recuerda. Pero no podía decir exactamente qué era «suficiente».

Cúcuta es el sexto municipio más grande de Colombia y limita con Venezuela. La iglesia de Miranda estaba a unos 20 minutos en coche del puente internacional Simón Bolívar, una estructura de 315 metros que es uno de los pasos fronterizos más transitados de Sudamérica y que genera hasta ocho mil millones de dólares al año en actividades comerciales.

En aquella época, la gente de ambos lados cruzaba el puente fronterizo con la misma tranquilidad con que se visita a un vecino. Los que crecieron en Cúcuta recuerdan que cruzaban el puente para comprar paletas heladas [polos] en las tardes calurosas. Los niños con uniforme escolar corrían por el puente para ir a la escuela. Familias venezolanas asistían a la iglesia en Colombia.

Sin embargo, en 2015, tras una serie de violentas disputas entre ambos países, la frontera fue cerrada. Un año después, cuando el puente fue reabierto a los peatones por un breve periodo, el tráfico ya no fluía en ambos sentidos. Para entonces, Venezuela había caído en una crisis humanitaria a gran escala. Casi 200 000 [enlace en inglés] venezolanos cruzaron el puente hacia Colombia en pocos días. Muchos de ellos cruzaban para abastecerse de suministros esenciales, pero a medida que la crisis empeoraba, cada vez más venezolanos comenzaron a quedarse en Colombia. En 2015, 31 000 venezolanos vivían en el vecino país. Para 2019, esa cifra llegó a casi 1.8 millones.

Mauricio MirandaFotografía por Ferley Ospina para Christianity Today
Mauricio Miranda

En agosto de 2016, Miranda decidió oprimir el botón de reinicio de su iglesia. Cada mañana, se encerraba en el dormitorio de su hijo, ponía música de alabanza y oraba: «Señor, ¿qué podemos hacer? ¿Adónde quieres que vayamos?».

En septiembre, Miranda recibió una respuesta. Los gobiernos de Colombia y Venezuela acababan de negociar una reapertura más permanente de la frontera al tráfico peatonal. Mucha gente va a cruzar el puente hacia Colombia, Miranda escuchó que Dios le decía. Ve, lleva pan y bebidas a la frontera, porque la gente tiene hambre y sed. Alquila un autobús y llévalos a la iglesia, porque necesitan oír la Palabra.

Cuando Miranda le contó a Isabelina, su esposa, lo que había oído, ella se resistió. «¿Dónde está el dinero para comprar pan? ¿Dónde está el dinero para alquilar un autobús?».

Miranda le hizo la misma pregunta a Dios: «Señor, hay otras iglesias que poseen más dinero y más gente. ¿Por qué enviarnos a nosotros si están ellos?».

Su congregación era pequeña, de apenas 60 personas, y tenía varios meses de retraso en el pago del alquiler. De hecho, Miranda llevaba seis meses de retraso en el alquiler de su propia casa. Los diezmos de la iglesia apenas alcanzaban para pagar el alquiler del autobús al puente.

Pero al igual que la viuda de Sarepta, que cocinó para el profeta Elías lo último que le quedaba de harina y aceite durante la sequía, Miranda preparó una comida. Todos los sábados por la tarde, él y varios miembros de la iglesia iban al puente Simón Bolívar con los brazos llenos de «pan cascarita», agua embotellada y sobres de jugo Frutiño en polvo.

Actualmente, la iglesia ya no está en el centro de Cúcuta. La congregación se trasladó a un almacén situado a cinco minutos a pie del puente. Ahora tienen un nuevo nombre que refleja su nueva misión: Iglesia para la Frontera.

Para miles de inmigrantes que con dificultades han cruzado la frontera —algunos después de caminar cientos de kilómetros, con los pies ensangrentados, las mejillas demacradas, los niños renqueando por el agotamiento y la desnutrición—, uno de los primeros sonidos que les ha dado la bienvenida en Colombia ha sido música de alabanza a todo volumen. La iglesia tiene como entrada una gigantesca cortina metálica. Cuando la cortina está levantada, los que pasan por allí pueden ver y escuchar todo lo que sucede adentro. Es imposible que los inmigrantes eviten la iglesia, y es imposible que la iglesia los evite a ellos.

Una calle del barrio frente a la Iglesia para la Frontera en Cúcuta, Colombia.Fotografía por Ferley Ospina para Christianity Today
Una calle del barrio frente a la Iglesia para la Frontera en Cúcuta, Colombia.

Miranda recuerda los ojos hundidos que lo miraban mientras predicaba. «Me sentía como un pastor hablando en un valle de huesos secos», dice. «Estaban tan desesperanzados, tan llenos de dolor y tristeza. Era como si estuvieran muertos. Más que predicar con palabras, sentía que debía atender sus necesidades físicas».

Antes de trasladarse más cerca del paso fronterizo, la iglesia de Miranda desconocía lo que sucedía en la frontera. Actualmente, interactúan con unos 300 migrantes venezolanos a la semana, repartiendo comida y agua, cortándoles el pelo y bautizándolos en una piscina inflable.

En este valle de huesos secos, Miranda ha sido testigo de cómo el Evangelio es encarnado. Su congregación sería irreconocible para quienes solo conocieron la iglesia antes de 2016. Si los primeros 10 años de su pastorado fueron como un rodaje detrás del escenario, los últimos siete años de ministerio en la frontera fueron como «una película de acción», dijo Miranda. «Antes teníamos una visión pequeña. Ahora tenemos una gran visión».

Desde la década de 1970, se ha producido un cambio de paradigma en el concepto evangélico de misión. En general, los evangélicos —aun cuando puedan estar en desacuerdo en algunos detalles— han abrazado en gran medida la idea de que, dado que Dios reina sobre toda la creación, la misión debe ser también integral, es decir, enfocarse tanto en las necesidades del alma como del cuerpo.

Esta paradigma, conocido como «la misión integral», es la razón de ser de conocidas organizaciones misioneras y de ayuda humanitaria como el Movimiento de Lausana, World Vision, Tearfund y Compassion International. «Estas ideas tienen una enorme influencia en la forma en que los evangélicos piensan hoy en día sobre sí mismos, sobre su prójimo y sobre su papel en el mundo», afirma David Kirkpatrick, historiador que escribió sobre el legado de la misión integral en su libro A Gospel for the Poor (Un evangelio para los pobres).

Algo menos conocido es que gran parte de este pensamiento se originó en América Latina. El término misión integral fue acuñado por el teólogo ecuatoriano C. René Padilla. Sostenía que la evangelización y la responsabilidad social son «inseparables» y «esenciales» para la misión cristiana, como «el ala derecha y el ala izquierda de un avión», una frase suya que a menudo se atribuye a John Stott.

El objetivo de la misión integral, en palabras de Padilla, no son las cifras ni la riqueza ni el poder: «Su finalidad es encarnar los valores del Reino de Dios y dar testimonio del amor y la justicia revelados en Jesucristo, por el poder del Espíritu, para la transformación de la vida humana en todas sus dimensiones, tanto a nivel individual como comunitario».

Padilla, que falleció en 2021, alcanzó la mayoría de edad como migrante en Colombia [artículo en español]. En 1935, cuando tenía apenas dos años, su familia se mudó allí en busca de trabajo. Como evangélicos en una región predominantemente católica, Padilla y su familia pasaron a formar parte de una minoría religiosa perseguida: milagrosamente salieron con vida de bombardeos e intentos de asesinato mientras sus padres intentaban evangelizar y plantar iglesias en Colombia. Esas experiencias de sus primeros años moldearon la teología de Padilla como estudiante en Wheaton College y, cuando regresó a América Latina durante la Guerra Fría, la región se había convertido en un ciclón de pobreza y disturbios civiles. La gente clamaba por justicia. ¿Qué guía y consejo podía ofrecer la Iglesia?

En aquel momento, un espíritu revolucionario corría por las venas de América Latina: Fidel Castro derrocó al gobierno cubano en 1959, justo cuando Padilla estaba terminando una maestría. De este contexto surgió la teología de la liberación, en gran medida entre los círculos católicos. El activismo y la literatura de izquierda proliferaron después de que los obispos de la Conferencia Episcopal Latinoamericana de 1968, celebrada en Medellín, Colombia, publicaran un documento en el que proclamaban la «opción preferencial de la Iglesia por los pobres» [enlace en español].

Mientras los estudiantes universitarios a su alrededor buscaban justicia y propósito en el marxismo y la teología de la liberación, Padilla buscó respuestas bíblicas en librerías y bibliotecas cristianas de América Latina. Pero solo encontró textos mal traducidos e irrelevantes, en su mayoría de fuentes norteamericanas.

«La única teología que conocemos es la que hemos heredado de una reflexión ajena a nuestra propia situación: un conjunto de conceptos poco relacionados con las cuestiones que nuestro propio mundo plantea a la vida cristiana», escribió Padilla en un ensayo de 1974 para CT [artículo en español]. En una carta de 1972 al teólogo y editor fundador de CT, Carl Henry, Padilla escribió: «Los jóvenes [hacen] preguntas sobre la actitud cristiana hacia un régimen marxista, mientras que los pastores [discuten] sobre el largo de las faldas que llevan las chicas en la iglesia. No tenemos ética social».

Padilla advirtió que, a pesar de los informes sobre el fenomenal crecimiento del protestantismo en América Latina, los cristianos de segunda y tercera generación podrían un día abandonar la iglesia cuando «comiencen a plantearse su responsabilidad frente la injusticia social, se vean incapaces de responder a los argumentos de sus amigos marxistas y, ya sea que cedan ante el marxismo, o emprendan la huida hacia un cristianismo individualista marcado por el conservadurismo político».

Sus advertencias de hace casi 50 años fueron prescientes, y no solo para América Latina. La asistencia a la iglesia entre las generaciones más jóvenes está disminuyendo en todo el mundo, desde Estados Unidos a Corea del Sur o Kenia, y va acompañada de una mayor conciencia de las injusticias del mundo. Padilla insistió en que una respuesta práctica y teológica a la «situación concreta» de la sociedad es «parte esencial de la vida y misión de la Iglesia».

Sin ella, la Iglesia vacilará y se estrellará, como un avión con una sola ala.

Las migraciones y los desplazamientos son quizá las situaciones concretas más universales que ponen a prueba a las sociedades hoy en día. Por primera vez en la historia, más de 100 millones de personas han sido desplazadas debido a conflictos y crisis económicas. La inmigración está fracturando la política en Norteamérica y Europa. Y se está advirtiendo a las naciones que se preparen para un «siglo de turbulencia», en palabras de la periodista británica Gaia Vince, a medida que el cambio climático desencadene nuevas migraciones masivas.

Colombia es el epicentro de lo que Naciones Unidas llama «un movimiento sin precedentes a través de las Américas». El presupuesto operativo de la agencia de la ONU para los refugiados en Colombia es el mayor de la región, con 124.8 millones de dólares. Las Américas acogen al 20 por ciento de los desplazados del mundo, y cerca de la mitad de ellos se encuentran en Colombia.

Colombia ha recibido más de 2.4 millones de migrantes de la vecina Venezuela y ha concedido el estatus de protección temporal a cerca de 1.8 millones de ellos. Debido a sus permeables fronteras, Colombia es también un canal para cientos de miles de personas procedentes de lugares tan lejanos como China y Nepal, que pasan de largo en su camino para intentar cruzar el Tapón del Darién, una espesa barrera selvática entre Colombia y Panamá. Solo en 2022, unos 250 000 migrantes cruzaron a Panamá a través de la Selva del Darién, el doble que el año anterior [enlace en español]. La ONU prevé que este año esa cifra llegue hasta 400 000.

Todo esto está sucediendo en un país que está confundido por su propia crisis migratoria interna. Colombia es el segundo país del mundo con mayor número de desplazados internos: más de 6.7 millones desde 1985. Solo el año pasado, casi 69 000 personas se vieron obligadas a desplazarse, en su mayoría a causa de la violencia y las amenazas de grupos armados.

Para muchos cristianos de Colombia, la migración y el desplazamiento no son problemas humanitarios distantes, sino más bien donde el ministerio de la iglesia se concretiza.

«Recordamos que nosotros mismos hemos sufrido, y eso nos ayuda a responder», afirma Daniel Bravo, director de la Fundación Doulos, una organización sin fines de lucro que conecta a las iglesias que realizan un trabajo holístico comunitario entre los migrantes en Colombia y América Latina.

Bravo creció como hijo de pastor observando a sus padres servir a los desplazados internos. La misión integral era una parte natural del ministerio de sus padres; no fue hasta el bachillerato [secundaria, high school] cuando Bravo leyó sobre la misión integral de Padilla. Los escritos de Padilla le dieron el lenguaje para definir una teología que él ya vivía y respiraba. Lo mismo ha encontrado en la mayoría de las iglesias con las que trabaja: «Mucha gente está haciendo misión integral sin siquiera conocer el término».

En general, esas iglesias también son pequeñas, poseen pocos recursos y se encuentran en zonas rurales.

En San Juan de Urabá, una ciudad costera junto al mar Caribe, visité una iglesia que ayuda a los 2000 inmigrantes venezolanos que se han asentado allí. Centro de Restauración Príncipe de Paz es una congregación de unas dos docenas de personas, en su mayoría desplazados internos. La gente la llama «la iglesia sin muros», por su edificio al aire libre y sus brazos abiertos a los forasteros.

El pastor José Higinio Licona dijo que ayudar a los migrantes es instintivo: «Claro que sí». ¿Cómo no van a hacerlo? «Todos somos desplazados internos», dijo Licona. «Es algo natural que nos sale del corazón. Sabemos lo que es ser desplazado».

En 1992, un grupo de unos 50 desplazados cristianos quedó atrapado en una zona de guerra entre guerrilleros y paramilitares cerca del pueblo de Licona. Licona suplicó a las autoridades municipales que brindaran ayuda, pero «dijeron que traer a mucha gente a nuestro pueblo causaría un problema sanitario», recuerda Licona. Así que él y su padre utilizaron su propio dinero para alquilar un camión, recoger al grupo y llevarlo a San Juan de Urabá, y así fue como comenzó su ministerio como pastor. «No empecé predicando, sino ayudando a los demás».

Licona mismo huyó de los violentos grupos guerrilleros en su ciudad natal de Mulatico, en el noroeste de Colombia, en 1984. Cuarenta años después, no puede evitar llorar cuando habla de los cuerpos mutilados que eran mordidos por perros y picados por pájaros, y del hambre atroz que no lo dejaba dormir.

La familia de Licona poseía más de dos hectáreas de tierras de cultivo, donde ordeñaban vacas y cultivaban yuca y maíz. Cuando empezaron a ver extraños con uniformes verdes por el pueblo, la gente se encerró en sus casas. Una noche, cuando Licona regresó a casa de la iglesia, docenas de hombres uniformados y armados ya lo esperaban en su casa, tomando la limonada que su esposa había preparado. Lo invitaron a unirse a sus fuerzas.

Decidió que era hora de marcharse. Licona y su familia huyeron con unas pocas vacas, que luego vendieron. Licona recuerda que se subió a un árbol de guayaba y arrojó la fruta a su mujer, su única comida del día. Nunca recuperaron sus tierras.

Casi todos en la iglesia de Licona tienen historias similares de pérdida y dolor. Por eso, cuando hace tres años empezaron a llegar inmigrantes venezolanos a su pequeña ciudad, los miembros de la iglesia pusieron manos a la obra. Carnearon dos vacas y cosecharon 1000 libras de yuca (casi 500 kilos). Ayudaron a los inmigrantes a pagar un alquiler y a solicitar estatus de protección temporal. Organizaron cenas especiales con comida casera típica de Venezuela. Les ofrecieron un oído para escuchar y un hombro sobre el que llorar. Dieron de lo poco que tenían.

Para algunos inmigrantes venezolanos, esta iglesia fue su única fuente de ayuda. Marialejandra Pérez me contó que estaba embarazada y tenía un hijo de dos años cuando llegó a San Juan. Cuando comenzó la pandemia, su marido perdió su trabajo. Podrían haber pasado hambre si la iglesia no hubiera ayudado a su familia a arrendar una pequeña parcela de tierra para cultivar.

Magrey Vielma me contó que había sido desplazada dos veces, primero de Venezuela, y luego de una pequeña ciudad de Colombia donde había enfrentamientos entre grupos armados. Cuando llegó a San Juan, la iglesia la ayudó a conseguir pañales, comida caliente y mantas.

Aunque muchos migrantes venezolanos viajan a otros países como Estados Unidos en busca de mejores oportunidades, una mujer me dijo que nunca se había planteado esa opción: «Colombia ha sido buena con nosotros».

Yuleimar del Carmen Peña, una emigrante venezolana que vive en San Juan desde hace dos años, me contó que la iglesia de Licona la ayudó a pagar el pasaje de autobús a San Juan. El pastor la recibió en la estación de autobuses con una sonrisa. «Yo soy el testimonio de lo que Dios está haciendo aquí», dijo Peña mientras citaba Mateo 25 palabra por palabra. «Podemos ver a Dios a través de personas como el pastor … [las personas que ayudan a los migrantes] son la prueba de que Dios no nos ha abandonado».

No todas las iglesias de Colombia se han sentido obligadas a ejercer el ministerio con inmigrantes. Licona dijo que trató de convencer a otros pastores de San Juan para que ayudaran, pero hasta ahora siente que su iglesia está trabajando sola. «Lamentablemente, tengo que decir que otras iglesias no han entendido el verdadero evangelio», dijo. «Solo se preocupan de las necesidades espirituales de la gente, no de sus necesidades físicas».

En Necoclí, una remota ciudad turística junto al golfo de Urabá, vi el mismo letargo entre las iglesias. Necoclí es una de las últimas paradas de los migrantes que atraviesan Colombia hacia el norte antes de llegar al Tapón del Darién. En 2021, en el punto álgido de la crisis migratoria, unos 10 000 migrantes (cifra que equivale a la mitad de los 20 000 habitantes habituales de la ciudad) abarrotaban playas y hostales, y dormían bajo los cocoteros, a la espera de cruzar el golfo en barco y comenzar la travesía de 100 km (60 millas) a través de la traicionera selva que separa Colombia de Panamá. Los sistemas de electricidad y agua de la ciudad se colapsaron, y las autoridades locales declararon que la situación era una «calamidad pública». Algunas ONG, como la Cruz Roja, ofrecieron asistencia médica. Pero por lo demás, los migrantes estaban solos.

Según Euder Argumedo, pastor de la Iglesia Cristiana Catedral de la Fe, en Necoclí hay 17 iglesias evangélicas. Dice que su iglesia es una de las escasas tres congregaciones que han ayudado a los migrantes. «Las iglesias locales son apáticas. Piensan que [la crisis] no tiene nada que ver con ellas», afirma.

Algunos cristianos colombianos intentan cambiar esa mentalidad.

El Seminario Bíblico de Colombia, con sede en Medellín, puso en marcha su Proyecto Fe y Desplazamiento [enlace en español] en 1996 para movilizar a las iglesias evangélicas locales en torno a la atención de los desplazados internos. Con base en las ideas de la misión integral, el programa anima a las iglesias locales a utilizar sus propios recursos para ayudar a los desplazados internos a prosperar espiritual, social, psicológica, política, educativa y económicamente. Seis comunidades de todo el país están haciendo pruebas piloto con el plan de estudios del programa.

El director del proyecto, Christopher Hays, dice que esperaba que las iglesias de la capital, Bogotá, que son las que tienen congregaciones mejor formadas y están más cerca de los recursos y el poder, fueran las más eficaces. No obstante, estas congregaciones eran más propensas a abandonar el programa que las iglesias pequeñas, pobres y rurales. Hays sospecha que los habitantes de las zonas urbanas, acostumbrados a acceder más fácilmente a los recursos públicos, «esperan que el gobierno arregle las cosas», mientras que los habitantes de las zonas rurales han aprendido a no esperar la intervención de otros.

Migrantes acampan antes de atravesar la Selva del Darién.Getty / John Moore
Migrantes acampan antes de atravesar la Selva del Darién.

Un reto inmediato al que se enfrentó el Proyecto Fe y Desplazamiento fue conseguir que las iglesias se preocuparan. A pesar de ser la cuna de la misión integral, la iglesia latinoamericana ha tardado más en adoptarla que otras partes del mundo, afirma Hays. La mayoría de los evangélicos latinoamericanos son pentecostales, con una teología dispensacional de influencia estadounidense que hace hincapié en salvar almas.

«El reto no consiste tanto en ayudarles a ver que es un problema», dijo Hays. «El reto es más bien ayudarles a ver que es un problema que debería preocupar a la Iglesia, porque tienen una fuerte tendencia evangélica dualista» (es decir, restan importancia a las necesidades terrenales). Lo primero que necesitan estas iglesias es un «cambio de paradigma» en su teología, afirma Hays.

Pero la teología solo llega hasta cierto punto. La misión integral es más que un marco intelectual. Es una encarnación del Evangelio que, tal como se modeló en la vida, el ministerio y la muerte de Cristo en la cruz, conlleva un costo.

Durante diez años, Deiner Espitia fue pastor de una iglesia en un asentamiento de desplazados internos en las afueras de Puerto Libertador, una ciudad del norte de Colombia. A través de una asociación con Compassion International, su iglesia dirigía un centro comunitario que proporcionaba alimentos, servicios sanitarios y actividades para 350 niños unas tres veces por semana. Pero notaba el resentimiento y la desesperanza en los padres de los niños, y se preguntaba qué podía hacer la iglesia por ellos.

«El desplazamiento forzado genera un duelo silencioso», dijo Espitia. Él lo sabe: él mismo fue desplazado dos veces cuando fundó la iglesia. Según Espitia, los desplazados internos luchan contra la discriminación, el desempleo, la pobreza cíclica, la disfunción familiar y profundos traumas. Muchos depositan sus esperanzas en las reparaciones prometidas por el gobierno. Si éstas no se materializan, los desplazados internos a menudo parecen renunciar a la vida.

«Realmente lo pierdes todo. Pierdes las ganas de seguir. La esperanza se disipa», dice Espitia. Los desplazados vienen a la iglesia y cantan canciones de adoración e incluso sirven, «pero sirven esperando algo a cambio. Están enfadados. Aunque no hablan mucho de ello, el primer resentimiento es contra Dios. Y la pregunta siempre es ¿Por qué? ¿Dónde estabas?».

Espitia oró para que Dios le revelara lo que la Iglesia podía hacer por ellos. Entonces oyó hablar del Proyecto Fe y Desplazamiento. Su iglesia comenzó a ofrecer clases en 2016.

Al principio, decenas de familias de la comunidad se presentaron, esperando recibir algo a cambio. Pero no se les dio nada, y muchos desaparecieron. Solo unas 15 familias se quedaron y siguieron todo el programa.

Parte del plan de estudios es un juego llamado «Podemos», en el que los participantes enumeran sus habilidades, experiencias y capacidades individuales. El juego ayuda a las personas a identificar áreas en las que pueden servir y formas en las que podrían generar ingresos. El objetivo es hacerles pasar de un espíritu de derrota a uno de confianza y gratitud. Los participantes también estudian los relatos bíblicos que hablan de desplazamiento, para que puedan identificarse con personajes como Noemí y Rut, quienes también se enfrentaron a la pérdida y el desplazamiento.

La transformación fue asombrosa, dijo Espitia. En ocho meses, las familias que participaron en el programa habían creado sus propios negocios. Algunas que sabían pescar abrieron un negocio de pescadería. Otras, que antes tenían cultivos, consiguieron tierras y plantaron arroz, ñame y yuca. Una familia se dedicó a la apicultura. Otra abrió una pequeña tienda.

«El cambio fue muy rápido», dice Espitia. «Sus casas pasaron del plástico al ladrillo. Estaba claro que estos desplazados internos tenían un enorme potencial. Incluso como su pastor, no sabía de lo que eran capaces». Y no solo se liberaron de la pobreza física, dijo Espitia. En medio de la hostilidad y la soledad, las familias encontraron «la esperanza de que sí podemos florecer».

Luego, en 2019, Espitia fue desplazado por tercera vez.

La primera vez tenía 10 años. Grupos guerrilleros asesinaron a sus abuelos, tíos y primos, y secuestraron a su padre.

La segunda vez que fue desplazado, Espitia tenía 24 años y era propietario de una tienda. Los grupos paramilitares intentaron extorsionarlo. Un comerciante vecino se negó a pagarles y le dispararon a la puerta de Espitia. Entonces Espitia, su mujer y sus tres hijos salieron huyendo.

La tercera vez, sin embargo, fue la más dura.

El ministerio de Espitia con los desplazados internos por fin estaba floreciendo. Su mujer había encontrado un trabajo como auxiliar de enfermería. Estaban construyendo la casa de sus sueños. Y entonces denunció a un hombre de la comunidad por abusar sexualmente de una menor. Espitia recibió amenazas de muerte. El hermano del acusado, miembro de un grupo paramilitar, envió a alguien en moto a amenazar con una pistola a los hijos de Espitia en la escuela. Espitia no podía, en conciencia, retirar la acusación. Así que, una vez más, su familia huyó, dejando atrás su iglesia, una casa a medio terminar y el trabajo de su mujer.

Unos amigos invitaron a la familia a alojarse en el seminario de Medellín. Allí, por primera vez, Espitia se vio obligado a tomarse un descanso, mismo que ha durado años. Había estado brindando consejería a otros desplazados internos para ayudarlos a procesar su dolor y resentimiento. Finalmente se dio cuenta de que no había procesado del todo sus propios sentimientos. «Mi corazón estaba lleno de ira contra Dios», dice.

Después de cuatro años, él y su esposa siguen luchando con Dios para encontrar sentido a su lucha. «Estábamos haciendo muchas cosas por el Señor, por su reino», dice Espitia. «Justo cuando empezábamos a cantar, Dios nos cerró la boca». Sus tres hijos, que ahora tienen 18, 21 y 23 años, también han luchado por dar sentido a su fe.

Cuando conocí a Espitia en el seminario, él era estudiante allí, a un semestre de graduarse. En ese momento, estaba trabajando en su tesis sobre lo que las iglesias pueden hacer por los desplazados internos, no solo por los que se han asentado en comunidades, sino por los que han sido desplazados recientemente. ¿Cómo sería que estas personas también florecieran de verdad?

Esta vez no lo preguntaba solo como pastor. Se lo preguntaba a sí mismo.

Ya no es un héroe que salva a otros en la relativa comodidad de su propio ministerio. La relación de Espitia con Dios ha cambiado. También lo ha hecho su relación con su mujer y sus hijos.

Y también su misión ha cambiado. Ahora está más arraigado en su vulnerabilidad y en la persona de Cristo. Espitia vive su propio tema: lo encarna. Tiene una comprensión más integral de lo que significa dejar que el Evangelio transforme la vida humana en todas sus dimensiones y de lo que significa, como él lo describe, «florecer en medio del desierto».

Si Mauricio Miranda, el pastor de la iglesia fronteriza de Cúcuta, estaba cómodo hace siete años, ahora nadie en su iglesia lo está.

Todo alrededor de la Iglesia para la Frontera es un caos. En la puerta principal, la gente se acurruca en colchones de cartón. A una manzana de distancia, las motocicletas tocan el claxon y los taxis chirrían al cruzar el puente que ha sido reabierto al tráfico de vehículos. Hombres y mujeres jóvenes golpean las ventanillas de los coches ofreciendo trabajo manual y sexo a cambio de dinero. Guerrilleros armados y otros grupos criminales patrullan la frontera y vigilan la iglesia, que ha sido asaltada en múltiples ocasiones.

Cuando llegó la pandemia, la economía colombiana se hundió y muchos colombianos perdieron sus empleos. Era el peor momento para que un país se enfrentara también a millones de inmigrantes cruzando la frontera.

Miranda utilizó su propio dinero para comprar alimentos y bebidas cuando la iglesia empezó a repartirlos en octubre de 2016. Luego, los miembros de la iglesia empezaron a contribuir. Poco después, una panadería donó pan, y otra tienda ofreció añadir una caja de bebidas por cada caja que Miranda compraba. Una pareja de San Antonio, Texas, ayudó a recaudar fondos para comprar el almacén que se convirtió en la Iglesia para la Frontera.

Pero Iglesia para la Frontera es algo más que un edificio religioso: es un centro de distribución de alimentos, una microempresa, una escuela, una clínica médica y un salón de fiestas para quinceañeras. Los dólares estadounidenses ayudaron a comprar máquinas de coser para poner en marcha una empresa de costura y zapatería para mujeres venezolanas. Una iglesia de Houston patrocina un programa de educación y alimentación para 80 niños venezolanos que no pueden asistir a la escuela.

Operación Bendición trajo equipos médicos para tratar a migrantes venezolanos enfermos y, después de que los equipos de trabajo sudaran a chorros en el almacén mal ventilado, la organización ayudó a instalar aire acondicionado.

«Lo instalaron dos semanas después de que la iglesia de la frontera abrió sus puertas», cuenta Miranda riendo. «Cuando estábamos en el centro de Cúcuta, tardamos 10 años en instalar un aparato de aire acondicionado. Y en esta iglesia, ¡nos llevó dos semanas!».

Al principio, Miranda mantuvo abiertos tanto el edificio del centro como el de la frontera. Pero en 2019, la iglesia del centro se trasladó permanentemente a la frontera. Cinco familias —casi la mitad de la congregación— abandonaron la iglesia en señal de protesta, si bien regresaron poco tiempo después.

En los últimos siete años, Miranda calcula que su iglesia ha atendido a más de 70 000 migrantes venezolanos.

Una de ellas es Emily, una joven de 18 años a la que Mauricio e Isabelina Miranda conocieron cuando no tenía hogar y dormía bajo un árbol. Emily tenía entonces 14 años, estaba delgada por la desnutrición y cubierta de suciedad. Su madre vendía drogas en Venezuela y una hermana mayor trabajaba como prostituta en Colombia. La iglesia la acogió. Cuando Emily cumplió 15 años, Isabelina le organizó una fiesta de quince años y la vistió con un vestido y zapatos nuevos.

Esa fue la primera fiesta de quince años de la iglesia para una niña inmigrante. Desde entonces, ha celebrado 25 más.

Ahora Emily es profesora en la escuela de la iglesia y vocalista principal en el equipo de alabanza. Si solo la vieras en el escenario, nunca te darías cuenta de que es sumamente tímida. Levanta las manos y se golpea el pecho mientras adora a Dios. Salta, baila y grita, y sus gruesos rizos rebotan alrededor de su cara. Si se oyen cantos fuertes y alegres en el puente Simón Bolívar, lo más probable es que se trate de Emily.

Y los jóvenes de la Iglesia para la Frontera, esos jóvenes que René Padilla temía que la Iglesia pudiera perder cuando estaba forjando sus ideas sobre la misión integral hace medio siglo, son testigos de todo ello. Diana Martínez, una estudiante universitaria de 18 años, recuerda aquellos primeros años cuando la iglesia estaba en el centro de Cúcuta. Tenía unos 10 años cuando su padre se unió a Miranda para llevar pan y agua al paso fronterizo.

A lo largo de los años, ha visto a gente entrar en la iglesia luciendo como si la vida los hubiera desechado. Recuerda a una venezolana que llegó a la iglesia sucia, desaliñada y abatida. Se ganaba la vida recogiendo basura. Durante meses y años, Martínez fue testigo de su transformación. Empezó a maquillarse. Tenía ropa limpia. Ya no tenía que rebuscar en los contenedores de basura para sobrevivir. Su semblante también cambió: ahora había esperanza. Y alegría.

«Eso tiene un impacto en mi fe», afirma Martínez. «Aquí ves a la gente transformarse. Veo con mis propios ojos cómo Dios puede transformar vidas cuando le abrimos nuestros corazones, y por eso puedo decir con certeza que sí, Dios transforma vidas».

Su pastor no tiene por qué preocuparse de que esta joven universitaria abandone su fe o su iglesia, el lugar donde ve milagros.

«¿Por qué iba a hacerlo?» dice Martínez. «Quiero quedarme en esta iglesia hasta que Jesús vuelva».

Sophia Lee es redactora global de CT.

Traducción y edición en español por Sofía Castillo y Livia Giselle Seidel.

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News

En medio de la guerra entre Israel y Hamás, los cristianos locales buscan la ira justa y la esperanza del Evangelio

Mientras el terrorismo causa miles de muertos, evangélicos palestinos y judíos mesiánicos comparten asombro, dolor y oraciones por la paz y la justicia.

Izquierda: Víctimas fatales de las fuerzas israelíes que se enfrentaron a los militantes islámicos de Hamás. Derecha: Destrozos en Gaza causados por los ataques aéreos de Israel.

Izquierda: Víctimas fatales de las fuerzas israelíes que se enfrentaron a los militantes islámicos de Hamás. Derecha: Destrozos en Gaza causados por los ataques aéreos de Israel.

Christianity Today October 12, 2023
picture alliance / Ahmad Hasaballah / Stringer / Getty / Edición por CT

Este artículo fue publicado originalmente en inglés el 11 de octubre de 2023.

Con al menos 1200 israelíes y 1100 palestinos abatidos, no es solo el impresionante número de víctimas de la guerra entre Israel y Hamás lo que ha indignado al mundo, sino también la brutalidad de Hamás.

Más de 200 jóvenes fueron asesinados en un festival de conciertos, pueblos y granjas fueron asaltados y aterrorizados, y se calcula que 150 rehenes están bajo amenaza de muerte si no cesan los ataques aéreos israelíes sobre la franja costera.

Como es improbable que cesen, el número de víctimas seguramente aumentará.

Israel ha llamado a filas a 360 000 reservistas, preparados para iniciar una campaña terrestre en Gaza. En consonancia con la estrategia militar de hacer frente al terrorismo con una fuerza abrumadora, los conflictos anteriores en la asediada franja de 25 millas (40 km) han arrojado cifras impactantes, incluidos los enfrentamientos de 2014 que se saldaron con 73 muertos israelíes y 2100 palestinos.

Mientras tanto, muchos israelíes han vivido atemorizados. Desde la retirada unilateral israelí de Gaza en septiembre de 2005, la Biblioteca Virtual Judía ha contabilizado 334 muertes por terrorismo y al menos 20 648 cohetes y morteros lanzados contra territorio israelí.

En medio de estos crudos recuentos, hay señales de equilibrio entre los creyentes locales a ambos lados de la división étnica. Christianity Today entrevistó a tres judíos mesiánicos, tres evangélicos palestinos y dos cristianos de Gaza que actualmente se encuentran fuera de dicho territorio.

Asombro compartido

«El nivel de odio y maldad que se manifiesta en estos actos es realmente estremecedor», dijo Eli Birnbaum, director de una rama de Judíos para Jesús [Jews for Jesus] en Tel Aviv y Jerusalén. «No se parece a nada que hayamos visto en décadas y ha conmocionado profundamente a la población».

Los ataques en su barrio han sido tan intensos, dijo, que la gente permanece dentro de sus casas. En constante comunicación con familiares, amigos y 50 miembros del personal a tiempo completo, dijo que su comunidad está haciendo todo lo posible para mantenerse conectada y ofrecer aliento.

El sábado del atentado, la congregación de Birnbaum se reunió para orar. Sin saber qué hacer, distribuyeron guías de oración en las que pedían que los rehenes regresaran sanos y salvos. Algunos miembros se limitaron a encender velas.

Judíos para Jesús recogió suministros para las familias desplazadas y los soldados en la frontera.

Al menos un judío mesiánico ha muerto por su nación. David Ratner fue llamado héroe de guerra por su comandante, tras salvar las vidas de cinco compañeros soldados cuando su puesto fue asaltado por 400 combatientes de Hamás. Tras recibir un disparo en el cuello, continuó en combate durante las ocho horas siguientes [enlaces en inglés].

Birnbaum le aconsejó a sus hijos que se mantuvieran firmes al resistir la tentación del odio. Desafió a los israelíes a buscar justicia sin venganza, y pidió a todos que de verdad se preocupen por judíos y palestinos por igual, y que oren también por Gaza y su liberación de Hamás.

«¿Qué podemos hacer para representar al Señor cuando nuestra nación está en crisis?», preguntó. «Por favor, oren por nosotros, para que elijamos sabiamente cómo hacer brillar su luz en un lugar muy oscuro en estos momentos».

Grace Al-Zoughbi, educadora teológica de origen palestino, también busca esa luz.

«La iglesia está tratando de aferrarse a cualquier atisbo de esperanza que pueda encontrar», dijo. «La situación es profundamente inquietante, las atrocidades espantosas».

También se sintió conmocionada por los disparos de cohetes, que cayeron desde la dirección opuesta, cerca de su casa en Belén. Las familias corrieron a la tienda de comestibles para abastecerse, temerosas de una escalada. Representante de una población ya de por sí en apuros y que se encuentra bajo un bloqueo, afirmó que la pérdida de turismo devastará aún más la economía, mientras la Iglesia intenta ayudar en la medida de lo posible.

Su reacción inmediata fue la oración ferviente por el fin del conflicto.

«Señor, toma todo el mal, aplástalo como cristal y tritúralo hasta reducirlo a nada», suplicó Al-Zoughbi. «En esto mantenemos nuestra esperanza, en que un día pronto tus caminos prevalecerán».

Pidió a los creyentes de ambos bandos que actuaran como pacificadores. Pidió a los cristianos internacionales que evitaran «tergiversaciones malignas». Y para sí misma, se centró en el Salmo 122: Pidan por la paz de Jerusalén: “Que vivan en paz los que te aman…”.

Distancia compartida

Hanna Massad, expastor de la Iglesia Bautista de Gaza, se dirigió al breve salmo que sigue: Ten piedad de nosotros, Señor, ten piedad. Estamos cansados de tanto desprecio (123:3).

Tras 30 años de servicio siendo el primer pastor nacido localmente, Massad se marchó después de la violencia de 2007 que incluyó ataques a su iglesia, así como el secuestro y asesinato de un joven trabajador de la librería cristiana afiliada. Ha experimentado la militancia de primera mano y comprende el miedo israelí.

Ahora es ciudadano estadounidense y, además de recibir consejería semanal para el trauma a través de Zoom, y de interactuar casi a diario con los miembros de su iglesia, viaja tres veces al año a Gaza para distribuir ayuda y brindar aliento.

Su última visita terminó hace dos semanas, con un trato israelí ligeramente mejor de lo normal, dice. En busca de reciprocidad con Estados Unidos para la entrada sin visado, las autoridades fronterizas han facilitado los trámites para los ciudadanos que tienen doble nacionalidad estadounidense-palestina. Al pasar por Jericó, la espera de seguridad fue solo de una hora esta vez.

«No nos tratan con la misma dignidad», dijo Massad, «sino según el documento que llevamos».

Para la mayoría de los palestinos, continuó, el trato es humillante. Bajo bloqueo desde 2007, el 50 % de la población de Gaza está desempleada, el 65 % vive por debajo del umbral de pobreza y solo 17 000 de sus 2.3 millones de habitantes pueden buscar trabajo en Israel. El número vacila en función de los cambios en las políticas, y el trato que reciben en los puestos de control es mucho más intenso. El resto está atrapado.

«Es una gran prisión», afirma Massad. «Y normalmente, en cada visita [encuentro] las cosas un poco peor que antes».

Y ahora, con la guerra, Israel ha declarado que cortará el suministro de electricidad y agua de Gaza. La frustración se acumula. Mientras que su padre anhelaba un Estado palestino, Massad dijo que ahora que tiene 60 años se pregunta si alguna vez sucederá. Pero los cristianos locales no apoyan la violencia de ninguno de los bandos.

«Esta no es la dignidad que buscamos», afirma Massad. «Nuestro ejemplo es Jesús. Y cuando alguien se encuentra de verdad con Él, Dios llena ese corazón de amor por toda la humanidad».

Incluso cuando el hogar de uno es destruido.

El apartamento de la familia del poblador de Gaza Khalil Sayegh fue alcanzado por un cohete israelí. Ahora se refugian en una de las tres iglesias de la franja, desplazados junto con otras 250 000 personas refugiadas en escuelas u otras instalaciones. La Organización Mundial de la Salud pidió el establecimiento de un corredor humanitario.

«Salieron a duras penas», dijo, «puesto que asumieron que su hogar era su opción más segura».

Actualmente en Estados Unidos, Sayegh forma parte de la Iniciativa Ágora para trabajar conjuntamente con otros palestinos e israelíes en la promoción de una cultura de democracia constitucional. Dice que le complace ver que los estadounidenses condenan los atentados de Hamás. Al mismo tiempo, dice que se sintió decepcionado al ver que el sufrimiento de su pueblo se desestimaba con tanta facilidad.

El texto bíblico de consuelo de Sayegh es el Salmo 73, donde el salmista casi cede ante la envidia de los malvados prósperos: Tú destruyes a los que te son infieles. Para mí el bien es estar cerca de Dios. He hecho del Señor Soberano mi refugio.

Y en esta paz, su mensaje es claro.

«No cedan al odio, al tribalismo ni a la venganza», dijo Sayegh. «Trabajen duro para poner fin no solo a esta sangrienta ronda de violencia, sino a la injusticia estructural de la ocupación, para que podamos vivir en paz».

Ira compartida

Jaime Cowen, abogado judío mesiánico, se siente indignado por los cambios estructurales que amenazan a Israel y que precedían a la guerra. Desde su regreso como primer ministro con una coalición de extrema derecha que incluye a antiguos terroristas judíos, dijo, Benjamin Netanyahu ha dividido al país tratando de poner patas arriba el sistema judicial israelí.

Y mientras trataba de presentarse a sí mismo como un pacificador con el mundo árabe en general, Netanyahu inflamó aún más a la marginada comunidad palestina en su propio país al autorizar más asentamientos ilegales.

«Algo tenía que pasar, y esta vez ha pasado», declaró Cowen en un video. «Es un momento muy peligroso para el país».

Él ora por la rápida derrota de Hamás, cuyo ataque puede haber estado motivado por el deseo de frustrar el acercamiento de Netanyahu a Arabia Saudita. Pero la verdadera amenaza está en el norte, dijo, con los miles de misiles de precisión de Hezbolá listos para alcanzar las ciudades israelíes más lejanas. Cuando acabe esta guerra, Cowen quiere que el gobierno dimita y que una comisión determine las causas de los «colosales» errores de esta administración en materia de inteligencia y preparación militar.

«Hasta entonces, hay una profunda tristeza y rabia», dijo, «por la horrible pérdida de vidas de familias judías inocentes».

Los evangélicos palestinos se han ofrecido como voluntarios para ayudar. La Convención de Iglesias Evangélicas de Israel anunció que cualquier creyente mesiánico desplazado es bienvenido a quedarse con sus familias miembros.

«¿Qué podemos aportar como cristianos y ciudadanos árabes palestinos de Israel en un momento como éste?», predicó el presidente de la convención, Botrus Mansour, en su iglesia en Nazaret. «La respuesta es Jesús».

Desde su segura localidad del norte —solo necesitaba comprobar que su refugio estuviera listo— planeaba predicar un mensaje sobre la administración de la iglesia antes de que la guerra cambiara su enfoque. Dedicó gran parte del servicio a la oración, y animó a los fieles con una cita de Francisco de Asís: «Hazme un instrumento de tu paz». A pesar de los difíciles sentimientos que les embargan, los cristianos deben ser pacificadores.

Incluso mientras echan humo de rabia en múltiples direcciones.

«La gente está enfadada por el brutal ataque de Hamás», afirma Mansour. «Pero también sienten que la violencia continuará mientras no haya una solución justa al conflicto».

Al igual que Cowen, ora para que Dios sustituya a los líderes actuales. Y también comparte una escritura reconfortante, Lamentaciones 3:22-23: Por el gran amor del Señor no hemos sido consumidos y su compasión jamás se agota. Cada mañana se renuevan sus bondades; ¡muy grande es su fidelidad!

Evangelio compartido

«Nada en esta situación es correcto o bueno», dijo Lisa Loden, judía mesiánica miembro del Instituto Belén de Paz y Justicia [Bethlehem Institute of Peace and Justice]. «Pero hay un fuerte deseo de que el Señor utilice estos acontecimientos para atraer a la gente hacia Él».

Residente en la ciudad costera de Netanya, al norte de Tel Aviv, Loden codirige una congregación de creyentes que ya ha organizado muchas reuniones de oración desde que comenzó la guerra. Pidieron la misericordia de Dios para los civiles tanto de Israel como de Gaza. Oraron por sus líderes, por los rehenes y por quienes perdieron a seres queridos.

Oraron por que el final del conflicto llegue pronto, por la justicia y por que los cristianos de ambos bandos no se desvinculen los unos de los otros. También lanzó una súplica a los creyentes de todo el mundo que están observando.

«No tomen partido rápidamente», pidió Loden. «Antes bien entablen un diálogo real y busquen una solución a este irresoluble conflicto».

Desde Ramala, el pastor Munir Kakish, presidente del Consejo de Iglesias Evangélicas Locales de Tierra Santa, habló de forma similar.

«Oren por ambas partes», dijo. «No podemos ver sus propósitos, pero Él es soberano».

Su iglesia estaba llena mientras dirigía un mensaje a sus estresados miembros sobre la oración, acompañado de himnos que hacían hincapié en la paz de Dios. Algunas familias emigraron de Gaza y están preocupadas por sus parientes que permanecen allí.

Mientras tanto, temeroso de que la incursión israelí en Gaza desencadene un levantamiento en Cisjordania y el consiguiente bloqueo de toda la ciudad, Kakish también se aseguró de abastecerse de productos y colaboró con una tienda de comestibles local para preparar paquetes de alimentos.

Puede que pronto haya muchas víctimas.

Sin embargo, su última palabra se refería a la geografía. La lucha por el territorio no tiene sentido.

«Si cualquiera de las partes ocupa el todo el territorio desde el Mediterráneo hasta el Pacífico, pero no tiene a Jesús, no es nada», dijo. «Siguen necesitando a Jesús».

Traducción y edición en español por Livia Giselle Seidel.

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News

Falleció Loren Cunningham, movilizador de viajes misioneros de corto plazo

El fundador de JuCUM (YWAM) tuvo la visión de «olas» de jóvenes llevando el Evangelio a todas las naciones.

Christianity Today October 10, 2023
Cortesía de Juventud con una misión / edición por Rick Szuecs

Loren Cunningham, el carismático visionario que inició Youth with a Mission (Juventud con una misión, JuCUM en América Latina; YWAM, por sus siglas en inglés) y movilizó a millones de jóvenes para viajes de corta duración, falleció el viernes por la mañana a la edad de 88 años.

Cuando tenía 20 años, Cunningham estaba orando y vio la imagen de un mapa, pero el mapa se movía. Las olas se estrellaban en las costas de todos los continentes, retrocedían y luego volvían a cubrir las costas. La imagen le pareció «una película mental», dijo después en su libro, y cuando miró más de cerca, las olas eran personas jóvenes, «chicos de mi edad e incluso más jóvenes», cumpliendo la Gran Comisión: «Vayan por todo el mundo y anuncien las buenas noticias a toda criatura» (Marcos 16:15, NVI).

Esta visión se convirtió en la idea central de JuCUM. La organización la describió como «un pacto fundacional de Dios, iniciado por Dios, que define el destino, para dar nacimiento a un nuevo movimiento misionero» [enlaces en inglés].

Según Cunningham, le llevó varios años comprender lo que había visto. Sin embargo, al final fue lo que lo capacitó para «desregular» las misiones, enviando más gente, más rápidamente, a más lugares donde pudieran «proclamar la verdad de Dios y mostrar su amor».

Actualmente, JuCUM opera en más de 2000 lugares de casi 200 países. La organización dejó de contar cuántos jóvenes enviaba a misiones de corto plazo en 2010, cuando la cifra total rondaba los 4.5 millones.

«Lo que me gusta del espíritu de JuCUM es la disposición a arremeter contra el infierno con una pistola de agua», dijo Steve Douglass a CT unos años antes de su fallecimiento, cuando era presidente de Campus Crusade for Christ International (en español Cruzada Estudiantil y Profesional para Cristo, ahora conocida internacionalmente como Cru).

Kris Vallotton, líder de la conocida iglesia carismática Bethel en Redding, California, dijo el viernes que JuCUM «[es] probablemente la mayor organización misionera en la historia del mundo». Dijo que Cunningham es «uno de los mayores héroes de la fe en la historia moderna».

El evangelista Franklin Graham compartió una valoración similar.

«Qué vida tan increíble vivió este hombre», escribió el presidente de Samaritan’s Purse en las redes sociales. «Loren dejó que Dios lo usara, y fue una fuerza movilizadora para el Evangelio durante décadas».

Cunningham nació el 30 de junio de 1935 en Taft, California, pero sus primeros recuerdos son de cuando se encontraba bajo una carpa en algún lugar de Arizona. Él, sus padres y su hermana mayor estaban haciendo ladrillos de adobe a mano para construir una pequeña iglesia pentecostal.

Un mensaje de Dios

Tom y Jewell Cunningham eran ministros ordenados de las Asambleas de Dios y evangelistas pentecostales de segunda generación. Jewell aprendió a predicar de niña cuando viajaba de un templete a otro por Oklahoma, Texas y Arkansas. Cuando la pareja se casó, vivían en su coche mientras predicaban en las calles de Tyler, Texas.

La pareja enseñó a sus tres hijos a sacrificar la comodidad personal por el evangelio y a escuchar a Dios personalmente. De adulto, Loren Cunningham recordaba haber aprendido que la guía del Espíritu podía ser una cuestión de vida o muerte. Una vez, su padre estaba predicando en la calle en un pueblo del sur de California cuando su madre dijo de repente: «Tenemos que irnos ya. ¡Dios ha dicho que tenemos que irnos ya!».

Mientras la familia se alejaba en el auto, un terremoto sacudió la ciudad y una pila de ladrillos cayó sobre la acera donde habían estado parados.

«Si Dios tiene algo importante que decirte, te hablará directamente», solía decir Jewell Cunningham.

El joven Cunningham escuchó la voz de Dios por primera vez cuando tenía seis años, y más tarde contaría que para la edad de nueve, era una experiencia habitual, a veces diaria. Cuando tenía 13 años, recibió un llamado al ministerio mientras oraba en una tienda de campaña en Arkansas con varios primos. Oraron durante varias horas un lunes por la noche y Cunningham sintió un toque de Dios.

«Dios se abrió paso y me dejó muy claro su llamado», dijo más tarde. «No tenía ninguna duda de que estaba llamado a predicar».

Para celebrar, su madre lo llevó a la ciudad y le compró zapatos nuevos, por lo que dice Romanos 10:15: «¡Cuán hermosos son los pies de los que anuncian la paz, de los que anuncian buenas nuevas!» (RVR1960). Ese jueves, Cunningham predicó su primer sermón en la iglesia de su tío.

Tuvo su primera experiencia en la obra misionera a los 18 años, cuando viajó a México en Semana Santa con un grupo de jóvenes para predicar por las casas y en la calle en un país predominantemente católico. Cunningham terminó el viaje en el hospital con disentería, pero lo consideró un éxito porque 20 personas se habían arrodillado en la calle para profesar que Jesucristo es el Señor.

Al año siguiente, Cunningham asistió al Central Bible College, una universidad de las Asambleas de Dios en Springfield, Missouri. Él y otros tres estudiantes formaron un cuarteto de música góspel llamado The Liberators, y viajaron por el país cantando y predicando. Durante un viaje al Caribe en 1956, tuvo su visión de las olas de jóvenes unos días antes de cumplir 21 años.

«Dios habla en tu idioma», le diría en broma al televangelista Pat Robertson en 2022, «y yo de adolescente era surfista en California, y vi estas olas».

Al principio, Cunningham pensó que tal vez la visión significaba que debía dedicarse a la enseñanza o a la formación de maestros. Se graduó de Central Bible College en 1957 con títulos en Biblia y educación cristiana, y después fue a la University of Southern California para una maestría en educación.

El fracaso de las escuelas bíblicas

Sin embargo, mientras Cunningham trabajaba en una tesis sobre las escuelas bíblicas, se desilusionó. Estudió a 72 instituciones de todo el mundo y descubrió que pocas, o casi ninguna, tenían un impacto significativo en la evangelización mundial. La mayoría de los graduados ni siquiera se dedicaban al ministerio, y mucho menos se convertían en misioneros capaces de llevar el Evangelio hasta los fines de la tierra.

Al mismo tiempo, Cunningham empezó a servir en el ministerio de jóvenes en las Asambleas de Dios en el sur de California, donde su padre era ahora superintendente adjunto y se centraba en la plantación de iglesias y las misiones. Pero Cunningham se desilusionó ahí también.

«Los jóvenes eran todos tan brillantes y apasionados», dijo a la revista Charisma en 1985. «Pero tuve que admitir que la mayoría de las actividades que planeaba para ellos eran superficiales. No llegaban al corazón de los jóvenes porque no presentaban ningún desafío. Eso es lo que todos anhelamos, sobre todo en la adolescencia y en los veinte: el gran desafío».

Cunningham descubrió que era bueno para despertar el interés en los jóvenes y para convencerlos de hacer cosas audaces por el evangelio, pero luego no había nada que ellos pudieran hacer. Las Asambleas de Dios decían que si querían ser misioneros, tenían que ir a la universidad y completar unos siete años de educación y capacitación.

«Para cuando terminen», se quejaba Cunningham, «la mayoría habrá olvidado su celo ardiente».

Comenzó a experimentar con las misiones a corto plazo, y llevó a unos 100 jóvenes pentecostales a Hawái durante las vacaciones de primavera de 1960. Hubo dificultades —muchos de los jóvenes consideraron el viaje como unas vacaciones de primavera—. Pero aun así, Cunningham se convenció de que este era el nuevo modelo para la evangelización global: los jóvenes, llenos de celo ardiente, harían viajes cortos, pagando sus propios gastos o recaudando sus propios fondos, y le hablarían de Jesús a todo el mundo.

Ese verano, Cunningham hizo un viaje para explorar lugares donde los jóvenes misioneros podrían ir. Fue a Japón, Hong Kong, Tailandia, Camboya, India, Pakistán, Egipto, Líbano, Jordania, Israel, Turquía, Grecia, Escandinavia y Gran Bretaña. Empezó a hacer grandes planes para 1961.

Sin embargo, los dirigentes de las Asambleas de Dios pensaron que sus planes eran demasiado grandes. La denominación le ofreció un sueldo para lanzar un programa de misiones juveniles, pero querían empezar de forma más modesta.

Como Cunningham recordó más tarde la conversación, le dijeron: «Puedes seguir con tu visión, Loren, pero llevarás un número más manejable, como 10 o 20 jóvenes al año».

Él protestó diciendo que su visión era «mucho, mucho más grande que 20 personas al año y mucho más grande que cualquier denominación». En línea con lo que sus padres le enseñaron acerca de escuchar a Dios personalmente, Cunningham decidió dejar las Asambleas de Dios y salir por su cuenta. JuCUM se constituyó oficialmente como organización en el estado de California en febrero de 1961.

Sin embargo, en los primeros años, JuCUM no consiguió que 20 jóvenes hicieran viajes misioneros de corto plazo al año. Ni siquiera 10.

Darlene Cunningham pone en marcha la visión

Cuando Cunningham conoció a una joven llamada Darlene Scratch en 1962, la organización misionera en dificultades enviaba apenas unos cinco jóvenes al año. Pero Darlene, que había soñado con el ministerio transcultural después de que su tío fuera encarcelado por su trabajo misionero en la China comunista, tuvo algunas ideas para poner en práctica la visión de JuCUM. Cunningham se casó con ella al año siguiente y la declaró, desde entonces, cofundadora de la organización.

«Nunca habría habido nada duradero sin Darlene», dijo.

En 1964, Darlene organizó un «verano de servicio» en las Bahamas y en República Dominicana. Se anotaron casi 150 jóvenes cristianos estadounidenses. Cuando regresaron a Estados Unidos en otoño para comenzar las clases en la universidad, dieron cuenta de miles de conversiones y algunas sanidades milagrosas.

JuCUM organizó más tarde viajes a México, Puerto Rico y las Islas Vírgenes. En 1966, enviaron 90 personas en 17 equipos en el Caribe y otros 25 en cinco grandes camiones postales que recorrieron México, Guatemala, Nicaragua y Honduras. Todos los misioneros eran jóvenes, recaudaron sus propios fondos y no dejaron que los requisitos de formación mermaran su celo.

Por supuesto, en aquellos primeros años hubo numerosos retos y muchos errores básicos. Más de un vehículo se quedó atascado en el barro de una carretera intransitable. Uno de los primeros folletos tenía un error en el nombre de Cristo en inglés, e invitaba a los jóvenes a pasar el verano «representando a “Chist [en lugar de Christ]». Los jóvenes de JuCUM aprendieron a confiar en Dios, a orar y a ingeniárselas.

Y de hecho, los informes sobre los desafíos atrajeron a más jóvenes.

«Van a dormir en el suelo, a comer comida diferente, a sufrir climas calurosos y pegajosos, y a estar rodeados de mosquitos», les decía Cunningham. «Van a llegar emocionalmente agotados y espiritualmente atacados. Pero es parte del crecimiento en el Señor».

Un laboratorio para la evangelización

En 1968, JuCUM tenía 30 empleados a tiempo completo y 1200 misioneros a corto plazo. A la organización le pareció que sería útil que los miembros recibieran un poco de capacitación, y abrió un instituto en un hotel en Suiza. Entre los primeros profesores se encontraban los padres de Cunningham, el apologeta evangélico Francis Schaeffer, el ingeniero mecánico y teólogo laico Harry Conn y el evangelista escocés Duncan Campbell.

«No es una escuela bíblica», explicó Cunningham, «sino un laboratorio de evangelización».

JuCUM abrió más escuelas, y llegó a dirigir la Universidad de las Naciones en más de 600 lugares. Un líder dijo que eran la «máquina de olas» que producía las olas de jóvenes que Cunningham había visto en su visión. Las escuelas ofrecen formación en evangelización, pero también títulos en deportes, ciencia y tecnología, educación, comunicación y arte.

Cunningham dijo que tuvo una revelación sobre siete aulas, cada una de las cuales correspondía a las siete esferas de la sociedad en las que los cristianos debían incidir para provocar el cambio.

Él fue a compartirle la visión a su amigo, el fundador de Cru, Bill Bright, en 1975. Pero antes de que pudiera comenzar a compartir su propia visión, Bright le dijo que él mismo había tenido una revelación, y procedió a presentarle una lista básicamente idéntica de siete esferas. Unas semanas más tarde, Cunningham escuchó a Schaeffer exponer un argumento muy similar sobre llegar a dominar estas siete esferas diferentes para Cristo: familia, religión, educación, medios de comunicación, arte, economía y gobierno.

La idea fue popularizada más tarde por el pastor de Bethel Bill Johnson y otros como el «Mandato de las Siete Montañas». Se convirtió en la base teológica para que muchos carismáticos estadounidenses abrazaran a Donald Trump [artículo en español].

Sin embargo, Cunningham no se involucró en la política. Él veía las siete esferas como un marco para el evangelismo y las «estrategias de la Gran Comisión».

Cuando Cunningham cumplió 50 años en 1985, JuCUM enviaba a más de 15 000 jóvenes en viajes de corto plazo cada año. El ministerio operaba en 1100 puntos en 170 países. Y aun así, el líder visionario estaba convencido, como escribió en su primer libro, de que esos jóvenes eran «solo una fracción de una fracción de lo que se necesitaba» y que «los obreros seguían siendo pocos, muy pocos».

Continuó enfocándose en crecer, en expandirse y en innovar.

Acusaciones de abuso espiritual

JuCUM se ha enfrentado a críticas por la forma en que trataba a las «olas» de jóvenes. En la década de 1980, un miembro del personal con mucha experiencia, Gregory Robertson, dijo que el ministerio era abusivo y manipulador. Afirmó que a los que no estaban de acuerdo con los líderes se les decía que se estaban rebelando contra Dios o incluso que estaban poseídos por demonios.

Más recientemente, exmiembros de JuCUM han publicado videos en las redes sociales en los que afirman haber sufrido abuso espiritual.

«Estas cosas pasan en todas las bases», dijo una mujer. «Su capacidad para “escuchar la voz de Dios” siempre es considerada como superior a tu propia conexión con el Espíritu Santo».

JuCUM no dio una respuesta oficial a las acusaciones, pero un líder en el Reino Unido dijo que es probable que algunos líderes jóvenes hayan actuado de manera inapropiada.

«Eso sucede cuando estamos comprometidos con el llamado de movilizar a los jóvenes en todo el mundo», dijo el líder en ese momento. «[Los líderes jóvenes] van a cometer algunos de los errores que yo cometí cuando tenía 18, 19 y 20 años».

También señaló que el abuso ocurre en muchos contextos, y argumentó que el historial de JuCUM era mejor que el de la mayoría.

El modelo descentralizado del ministerio deja la supervisión en manos locales. Las quejas no iban a Cunningham, puesto que él no gestionaba la capacitación o el trabajo en la escuela local, sino que se centraba en el panorama general. Su trabajo, tal como él lo veía, consistía en abrir las compuertas a posibles misioneros.

En 1999, Cunningham viajó a Libia y con eso se convirtió en el primer misionero en ir a todas las naciones del mundo, así como a 150 islas y territorios.

Cuando el COVID-19 y luego el cáncer limitaron sus viajes en los últimos años de su vida, Cunningham empezó a utilizar la plataforma Zoom para hablar con personas de todos los continentes. A menudo hablaba de la necesidad de más traducciones de la Biblia en más idiomas, y exhortaba a la gente a «vivir “completamente” para Jesús».

«Ha sido una gran vida», dijo. «Mi consejo para cualquiera sería… ten un propósito. Ten un llamado. Asegúrate de que lo haces por Dios y por sus propósitos. Él es amor y debes mostrar su amor».

A Cunningham le sobreviven su esposa Darlene y sus hijos Karen y David. Se prevé celebrar un servicio memorial en Hawái el 4 de noviembre.

Traducción por Sofía Castillo.

Edición en español por Livia Giselle Seidel.

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Cuidado con nuestra Torre de Babel

La historia de Génesis 11 habla sobre el orgullo, pero no en la forma en que creemos.

Christianity Today October 9, 2023
Ilustración por Jared Boggess

En esta serie, eruditos bíblicos reflexionan sobre un pasaje en su área de especialización que ha sido formativo en su propio discipulado y continúa hablándoles hoy.

Mientras crecía en la iglesia, el relato de la Torre de Babel (Génesis 11:1–9) siempre despertó mi curiosidad. Una de las pocas imágenes en mi Biblia era una representación de la torre de Babel, y pasé muchos sermones reflexionando sobre ella. La imagen era colorida y vibrante, representando una escena animada y llena de personas; un escenario de la industria humana: humo que salía de innumerables hornos, bueyes y hombres que transportaban pesadas cargas de ladrillos, y trabajadores que usaban andamios y cuerdas para construir una estructura de varios pisos de altura.

Años más tarde, en mi trabajo de doctorado, decidí hacer mi disertación sobre este pasaje que tanto había estimulado la imaginación popular, pero que había sido desatendido en los medios académicos. Es una historia increíble; fundamental, pero a menudo incomprendida. Es una de esas historias que asume un gran conocimiento cultural por parte del lector, sin el cual intuitivamente impondremos suposiciones modernas que pueden conducir a una interpretación sesgada.

Hoy, y durante siglos en el pasado, la interpretación común de este pasaje ha sido que los constructores estaban tratando de asaltar los cielos, en una escena no muy diferente de los Titanes de la mitología griega, con cualquier variedad de intenciones dependiendo de la imaginación del intérprete. Fueron juzgados culpables del grave pecado del orgullo y, según algunas lecturas, de negarse a llenar la tierra, desobedeciendo así el mandato de Génesis 1:28. La lección inevitable advierte contra los peligros del orgullo desmesurado, la arrogancia de la ambición y la necedad de la desobediencia.

Sin duda, los humanos son culpables de tales comportamientos caprichosos; sin embargo, según esta interpretación, la torre se reduce a una metáfora de rebelión y extralimitación.

Sentía que faltaba algo importante.

Finalmente, llegué a la conclusión de que tal lectura de este pasaje, a pesar de su amplia aceptación en la interpretación cristiana y judía tradicional, no se sostiene cuando se somete a un escrutinio minucioso, incluido el conocimiento reciente obtenido de los antiguos textos mesopotámicos. Esta historia es sobre algo más.

Ambas ofensas potenciales de los constructores, a saber, el orgullo y la desobediencia, comienzan a parecer explicaciones inestables cuando se les examina de cerca. Génesis 11:4 dice: «Y dijeron: “Vengan, edifiquémonos una ciudad y una torre cuya cúspide llegue al cielo. Hagámonos un nombre, no sea que nos dispersemos sobre la faz de toda la tierra”» (RVA-2015).

Las personas «se hacen un nombre» a través de cualquier cosa que les haga ser recordados por las generaciones futuras. Hacernos de un nombre es una frase que habla de honor y reputación admirable. En el Antiguo Testamento, se usa con mayor frecuencia para referirse a Dios haciéndose un nombre, un gran nombre que realza su reputación (ver Isaías 63:14; Nehemías 9:10). En algunas ocasiones, se refiere a Dios haciendo un nombre para alguien (como Abram en Génesis 12:2 o David en 2 Samuel 7:9 y 1 Crónicas 17:8). Siempre es algo positivo.

Génesis 11 es el único momento en las Escrituras donde las personas están haciendo un nombre para sí mismas, pero eso no significa que sea inherentemente un acto ofensivo. Cuando agregamos información que encontramos en otros textos antiguos del Cercano Oriente (como La Epopeya de Gilgamesh y La Epopeya de Etana), aprendemos que querer hacerse un nombre es un esfuerzo honorable, caracterizado por buenas acciones y grandes logros. La forma más común en que las personas se hacían un nombre en el mundo antiguo era teniendo hijos; sus descendientes eran los que los recordarían cuando se fueran. No tenemos evidencia para corroborar la idea de que «hacerse un nombre» era inherentemente algo malo en el mundo antiguo, aunque en la cultura actual podemos estar inclinados a pensar en ello como un acto egoísta. En el mundo antiguo era algo similar a dejar un legado.

Cuando dirigimos nuestra atención a su deseo de no dispersarse, nuevamente encontramos poca evidencia de ofensa. Génesis 1:28 es explícitamente una bendición, no una orden de esparcirse la cual estos constructores luego desobedecen. Una bendición no puede ser desobedecida porque no conlleva ninguna obligación. Es cierto que, gramaticalmente, el versículo es un imperativo, pero en hebreo, los imperativos tienen muchas funciones además del mando. En este versículo, llenar la tierra es una cláusula de resultado que indica un permiso ilimitado para ser fructíferos y multiplicarse.

Es cierto que en Génesis 11 las personas no quieren dispersarse, pero eso no es lo mismo que no querer llenar la tierra. Son familia, y las familias se resisten a la dispersión. Vemos la misma renuencia en la historia de Abram y Lot (Génesis 13). En Génesis 11, la renuencia a dispersarse es lo que los motiva a buscar una solución, misma que encuentran lógicamente en la urbanización.

Si querer un legado (hacerse un nombre) y el deseo de comunidad (renuencia a dispersarse) son algo normal e inobjetable, entonces nos queda comenzar desde cero para descubrir de qué se trata este pasaje. Si limitamos el relato de la Torre de Babel a una lección moral sobre el orgullo o la desobediencia, nos perderemos la comprensión más profunda que nos ofrece sobre Dios y nuestra relación con Él. Comenzar con una investigación del mundo antiguo puede proporcionar una nueva dirección.

Al comenzar mi investigación, surgieron dos elementos importantes para iluminar este pasaje de las Escrituras y revitalizar su interpretación. La primera es que casi todos los intérpretes ahora reconocen que torres como la descrita aquí se llaman zigurats y, lo más importante, ahora saben por qué se construyeron.

Los zigurats no eran construidos para que las personas ascendieran al cielo, sino para que el dios descendiera del cielo.

En la antigua cultura del Cercano Oriente, los zigurats eran una parte importante de un complejo de templos. Eran construidos junto a los templos y eran considerados espacios sagrados reservados para los dioses. No eran construidos para que las personas ascendieran al cielo, sino para que el dios descendiera del cielo. La idea era que la torre o zigurat proporcionara una vía por la cual el dios pudiera hacer una gran entrada al templo donde sería adorado.

Una vez que tenemos esa información, no podemos evitar notar que, en el centro mismo del relato, en Génesis 11, Dios desciende (v. 5), pero no está complacido. Las personas no pretendían hacerse un nombre para sí mismas debido al orgullo; probablemente creían que se harían un nombre al proporcionar un medio para que Dios descendiera y fuera adorado. Entonces, ¿cuál es el problema aquí? ¿Por qué Dios está disgustado? Además, dado que no estamos construyendo zigurats hoy, ¿qué significaría este pasaje para nosotros ahora?

Aquí debemos tener en cuenta el otro elemento que hemos aprendido sobre los zigurats. Se creía que el dios bajaba y entraba en el templo para recibir adoración, y en el antiguo Cercano Oriente, la adoración consistía en rituales diseñados para satisfacer las supuestas necesidades de los dioses. Los babilonios, entre otros, creían que los dioses tenían necesidades (comida, vivienda, ropa, etc.) y que los dioses habían creado a las personas para satisfacer esas necesidades. Eso es todo lo que les importaba a los dioses.

La práctica religiosa en este sistema no estaba definida por la fe o la doctrina, ni por la ética o la teología: se definía esencialmente como el cuidado y la alimentación de los dioses. El resultado de esta mentalidad era una codependencia en una relación simbiótica entre dioses y humanos que era completamente transaccional: las personas cuidaban de los dioses, y los dioses protegían a las personas y les brindaban prosperidad. El éxito se encontraba al encontrar el favor de un dios, y ese favor se encontraba al satisfacer sus necesidades; de hecho, todos sus caprichos. Deidades mimadas hechas para ciudades florecientes.

Esto nos ayuda a ver por qué las personas en Génesis 11 creían que construir la ciudad con su torre los llevaría a «hacerse un nombre». Harían que un dios estuviera en deuda con ellos, florecerían y su fama se extendería: serían personas favorecidas por un dios.

El problema no era que quisieran hacerse un nombre. El problema es que para lograrlo, sacarían provecho de su relación con Dios. Y eso es algo con lo que podemos identificarnos. La construcción de espacios sagrados debería estar motivada por querer engrandecer el nombre de Dios, no el nuestro. ¿Cuántos de nuestros grandes esfuerzos en la iglesia: nuestros programas, nuestros proyectos de construcción, nuestros pódcasts de gran alcance, nuestras grandes multitudes se centran en nuestra gloria y éxito, y no en los de Dios?

En mi deseo de ser un intérprete atento y fiel, he aprendido que las narraciones en la Biblia no se leen mejor si se leen de forma aislada. Los narradores las entrelazan conforme a sus propósitos literarios y teológicos. El relato de la Torre de Babel concluye la secuencia de narraciones de Génesis 1–11 y también sirve como conector con los muy diferentes tipos de narraciones que siguen en el resto del libro.

Génesis 1 establece la presencia de Dios en la Creación, un punto que se aclara en Éxodo 20:8–11. Cuando Dios descansó en el séptimo día, no simplemente cesó (shabbat en hebreo) su trabajo; más bien, tomó su asiento en su trono («su reposo»; ver Salmo 132:14). El relato del Jardín del Edén describe personas que viven en un espacio sagrado. Regularmente nos lamentamos de que su acceso a la presencia de Dios haya sido cortado en Génesis 3.

Lo que podemos perder de vista es que en el capítulo 11, los constructores están lanzando una iniciativa para restablecer la presencia de Dios entre ellos. Solo después de muchos años de estudio hice la conexión de que, después de que Dios rechaza la iniciativa equivocada y egoísta del hombre para buscar su presencia, el siguiente capítulo lanza lo que se erige como la iniciativa de Dios: el pacto ofrecido a Abram.

De manera sorprendente para la visión del mundo antiguo, este pacto no se basa en la idea de que Dios tiene necesidades. Él ofrece el mismo tipo de beneficios a Abram que se creía que los dioses ofrecían en el mundo antiguo: ofrece engrandecer el nombre de Abram. Pero hay una diferencia increíble: esta oferta no se basa en un transaccionalismo codependiente, sino que ofrece una forma diferente de estar en relación con Dios.

Aunque las narraciones en Génesis 1-11 a menudo se ven como «historias de ofensas», una lectura alternativa sugerida por el teólogo J. Harvey Walton es que representan estrategias inadecuadas mediante las cuales las personas intentan establecer un orden para sí mismas a través de medios comunes en el mundo antiguo. Ser como Dios (Génesis 3), establecer una familia (Génesis 2), desarrollar la civilización (Génesis 4), construir ciudades y aprovecharse del favor de Dios resultan inadecuados para establecer un orden duradero. Dios había hecho a los humanos a su imagen para trabajar junto con Él a fin de traer el orden que Él mismo diseñó. Sin embargo, los humanos decidieron que preferirían ser contratistas independientes que traerían orden para sí mismos.

Génesis 1–11 rastrea modelos inadecuados para alcanzar el orden, de manera similar a la que Eclesiastés usa para rastrear modelos inadecuados a fin de resolver la falta de sentido. En contraste con estos intentos humanos de encontrar el orden, Génesis ofrece el pacto como el medio para establecer el orden.

Esta comprensión forma un fuerte vínculo entre Génesis 1-11 y Génesis 12-50 acerca de cómo los intentos inadecuados de la humanidad sirven como preludio del único camino exitoso: una relación con Dios a través de un pacto no basado en la necesidad mutua. Se trata de un pacto que eventualmente restablece la presencia de Dios (en el tabernáculo y el templo); un pacto que Dios provee como el medio para traer orden a través de su pueblo.

Si hay una ofensa en Génesis 11, se encuentra en las motivaciones egoístas de las personas que piensan que podrían beneficiarse y construirse una reputación mimando a Dios. Pero quizás aún más importante es la idea de que, una vez más, los intentos de los pueblos de producir orden por sí mismos por sus propios esfuerzos y para su propio beneficio están condenados al fracaso. Dios ofrece el único camino al orden, y es a través de una relación adecuada con Él. Él es la fuente y el centro del orden. Así ha sido siempre, y así será siempre.

A la luz de esta exégesis del texto bíblico y la comprensión de su antiguo contexto del Cercano Oriente, ¿cómo debemos pensar en el relato de la Torre de Babel? ¿Cómo puede nuestro entendimiento del mismo extenderse a través de nuestras vidas como seguidores de Jesús?

Los planes y propósitos de Dios siempre han sido estar en relación y morar entre las personas que Él creó.

Ciertamente, este pasaje nos lleva a darnos cuenta de que, tan a menudo como nuestro acercamiento a Dios apesta a transaccionalismo, tal pensamiento no merece cuartel en nuestra comprensión de nuestra relación con Él. La ganancia potencial en esta vida o en la próxima nunca debe ser el principal motivador de nuestra fe: Dios es digno, y eso por sí mismo debería ser suficiente para que nos comprometamos con Él en todos los aspectos de la vida. Diariamente, me desafía la realidad de que Dios no necesita mis dones, mi atención, mis oraciones, mi adoración o mi compañía. Yo estoy en deuda con Él, no Él conmigo.

Además, debemos reconocer que así como la civilización y la cultura pueden ser instrumentos del orden, también pueden ser perjudiciales. No podemos confiar en ellos para poner orden en nuestras vidas o en nuestro mundo. Encontramos descanso (orden) al tomar el yugo de Cristo, no al tener todas nuestras inseguridades y pruebas resueltas a nuestra satisfacción.

Este pasaje, y todo el libro de Génesis, también nos recuerda que Dios ha planeado desde el principio estar con nosotros. Necesitamos tener una teología de Emmanuel —Dios con nosotros, que refleja su deseo y nuestro privilegio—. Emmanuel no es solo una historia de Navidad. Los planes y propósitos de Dios siempre han sido estar en relación y morar entre las personas que Él creó. Esto se inició en el Jardín del Edén y se reflejó en el propósito del templo. Explotó en una nueva realidad en la Encarnación y alcanzó alturas inimaginables en Pentecostés, cuando Babel se revirtió y las personas se dispersaron por todo el mundo, esta vez no como resultado de un proyecto fallido, sino con la presencia de Dios dentro de ellos.

Anhelamos la culminación de estos planes y propósitos en la nueva creación: «¡Aquí, entre los seres humanos, está el santuario de Dios! Él habitará en medio de ellos y ellos serán su pueblo; Dios mismo estará con ellos y será su Dios» (Apocalipsis 21:3, NVI).

El relato de la Torre de Babel juega un papel en Génesis para ayudarnos a entender lo que significa ser un seguidor de Dios: ser alguien que ha elegido ser un participante en los planes y propósitos de Dios. No es de extrañar que esto sea lo que Jesús le pidió a sus seguidores: renunciar a sus propios deseos y caminos para seguirlo. Su nombre debe ser santificado, no el nuestro; que se haga su voluntad, no la nuestra; que venga su reino, no el nuestro.

Personalmente, tengo el desafío de ser un verdadero seguidor de Jesús al adoptar estas perspectivas sobre la naturaleza de mi fe y la razón de mi compromiso con Cristo. La historia bíblica que me fascinó cuando era niño continúa hablándome muchas décadas después, aunque ahora entiendo su mensaje en términos muy diferentes. Personalmente, me siento desafiado a vivir como un verdadero seguidor de Jesús, y a recordar diariamente que mi fe no se trata de mí, sino del Dios al que busco servir.

John Walton es profesor de Antiguo Testamento en Wheaton College y autor de numerosos libros, incluyendo Ancient Near Eastern Thought and the Old Testament y Wisdom for Faithful Reading: Principles and Practices for Old Testament Interpretation.

Traducción por Sergio Salazar.

Edición en español por Livia Giselle Seidel.

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Theology

El universo no es un espectáculo de terror

Vivimos en un mundo atormentado por el pecado y el sufrimiento. Pero también es un mundo que apunta hacia una gloria inimaginable.

Christianity Today October 6, 2023
Ilustración por Mallory Rentsch / Source Images: Unsplash

Este artículo ha sido adaptado del boletín de Russell Moore. Suscríbase aquí. [Enlaces en inglés].

Rara vez paso suficiente tiempo en la aplicación antes conocida como Twitter como para llegar a enfadarme por cualquier cosa; sin embargo, lo hice la semana pasada.

Una amiga mía publicó una petición de oración por su hijo, hospitalizado por esquizofrenia, con la que lleva luchando mucho tiempo. La mayoría de las respuestas fueron lo que cabría esperar: muestras de cariño y preocupación.

Una, sin embargo, fue la de un cristiano que le dijo a mi amiga que podía resolver el problema fácilmente: quitándole la televisión, la música y los videojuegos «seculares». Esa respuesta sería repulsiva en sí misma, pero entonces fui y miré algunos de los otros mensajes de esta persona.

En uno de ellos, de hace algún tiempo, advertía a la gente sobre pensar en asuntos como el Holocausto. Citaba a un famoso músico cristiano que fue a Auschwitz y perdió su fe en Cristo. Es mejor pensar en las cosas bellas y puras.

Incluso los amigos de Job tenían mejores consejos. Sí, muchas personas han perdido la fe —o nunca han llegado a tenerla— porque no podían conciliar la idea de un Dios bueno con las atrocidades y el sufrimiento que ven en el mundo. Pensemos, por ejemplo, en los escalofriantes argumentos que Dostoyevsky puso en boca de Iván Karamazov. Sin embargo, la ignorancia voluntaria ante el mal no es una respuesta cristiana a estas cuestiones.

Si esta postura no fuera más que las divagaciones de una persona cualquiera en internet, no le habría dado mucha importancia. Pero el sentimiento expresado en esa cuenta —aunque ahí fue expresado de manera cruda y grosera— es el que muchas personas adoptan sin darse cuenta: si me quedo quieto y no pienso en el mal que acecha en el mundo, entonces desaparecerá.

Hace unas semanas, unos amigos y yo hablábamos del Libro de Job, tras haber leído juntos la traducción de Robert Alter. Les mencioné algo que ya señalé en uno de los primeros números de mi boletín: cómo el libro de Job despertó la imaginación del joven Stephen King.

En 2020, King —quizás el escritor estadounidense más famoso de ficción de terror desde Lovecraft— dijo en una entrevista de la National Public Radio con Terri Gross que, tras haber crecido en una iglesia metodista, le fascinaba cómo gran parte de lo que ocurre en el libro de Job tiene lugar «tras bastidores». Usted y yo, como lectores, podemos ver la conversación entre Dios y el enemigo sobre la vida de Job, pero él no.

Esa lectura llevó a King a preguntarse si existe, de hecho, un mal fuera de nosotros o más allá de lo que creamos para nosotros mismos. «La Biblia intenta mostrar las dos cosas», dijo.

Como cristiano, yo diría que la Biblia intenta mostrar las dos cosas porque las dos cosas son reales. Hay un mal fuera de nosotros, y a veces vemos la repugnante enormidad de ese mal. Parece que lo sabemos intuitivamente, y por eso todas las culturas cuentan historias de terror e intentan idear formas de distraernos para que no veamos ese horror. También sabemos que hay mal dentro de nosotros, y por eso todas las culturas tienen categorías de culpa, vergüenza, injusticia o expiación.

Pero es más que esto. La Biblia habla de ambas maneras, aparentemente contradictorias, sobre el cosmos que nos rodea. «Dios miró todo lo que había hecho y consideró que era muy bueno», nos dice el Génesis (1:31, NVI). El apóstol Juan, en cambio, escribe que «sabemos que somos hijos de Dios y que el mundo entero está bajo el control del maligno» (1 Juan 5:19).

¿No parece que todos nosotros —incluso los que rechazan la idea de una revelación sobrenatural— sabemos intuitivamente que ambas realidades son ciertas, y que si negamos cualquiera de ellas, nos estamos mintiendo a nosotros mismos?

Algunos cristianos descartan el problema del mal haciendo tanto hincapié en los decretos de Dios que, como escuché decir a un pastor calvinista hace más de 25 años, «acaban empujando el mal hasta el corazón de Dios», contradiciendo directamente que el Dios que conocemos se revela en Jesucristo «lleno de gracia y de verdad» (Juan 1:14). Otros, deseando proteger a Dios de acusaciones de injusticia, intentan explicar el mal de formas que recuerdan terriblemente a los consejeros de Job, aquellas personas a quienes Dios mismo repudió.

En el debate de nuestro grupo sobre Job, uno del grupo —un sabio pensador judío— respondió a las críticas de quienes han escrito a lo largo de los siglos que el libro no ofrece una respuesta satisfactoria al problema del mal. Señaló que el libro de Job no trata el problema del mal: trata de los límites de la sabiduría humana. Dios no responde a las quejas de Job con un silogismo, sino con su presencia.

El mal es real. El sufrimiento es real. No podemos comprenderlo, y quizá por eso se le llama «el misterio de la maldad» (2 Tesalonicenses 2:7). La cuestión, sin embargo, es si el mal es normal, o si nuestros deseos e imaginaciones aciertan al indicarnos que esto no debería ser así.

El novelista John Updike escribió una vez: «Si Dios no existe, el mundo es un espectáculo de terror». Admitió que hay muchas pruebas de que el mundo es un espectáculo de terror: «deslizamientos de tierra, plagas, masacres, caídas de aviones y una incesante carnicería», por no hablar de la universalidad de la muerte.

Sin embargo, al final Updike se convenció no solo de los horrores del mundo, sino de la existencia de Dios:

Sin embargo, esta y todas las malas noticias merecen ser contadas porque nuestra expectativa general es buena: una visión instintiva de salud y paz subyace a nuestras historias de horror. La existencia en sí no se siente horrible; más bien se siente como un éxtasis, y solo tenemos que estar quietos para llegar a experimentarlo. El hábito y la costumbre han pintado el oro puro con una pintura opaca que, sin embargo, puede rascarse para revelar la base brillante. Según nuestra intuición, el mundo es bueno, lo que confirma la valoración de su Creador, tal como se relata en el primer capítulo del Génesis.

Lo que dice Updike es cierto. Por otro lado, la bondad última del mundo y de Dios no puede significar que ignoremos el mal. La tierra no es solo el lugar de los antiguos hábitats del Edén y Belén. También es el lugar del Gólgota.

El apóstol Pablo no nos dijo que la vida en Cristo implicaría una tranquila ignorancia de la crueldad y el horror del mundo. De hecho, nos dijo que la creación misma gime y que, por el Espíritu, nosotros también «gemimos interiormente, mientras aguardamos nuestra adopción como hijos, es decir, la redención de nuestro cuerpo» (Romanos 8:23). A veces se trata de «gemidos que no pueden expresarse con palabras» (Romanos 8:26). De hecho, lo que el Espíritu suscita es en sí mismo un grito: un grito que dice «¡Abba! ¡Padre!» (Romanos 8:15).

Jesús no niega que caminemos por el «valle de sombra de muerte», ni tampoco nos da una hoja de ruta y un calendario detallado para ese viaje. Simplemente nos dice que estará con nosotros.

No nos dice que en el mundo no hay nada que dé miedo. Más bien nos dice que lo que nos persigue, en última instancia, es bondad y misericordia (Salmo 23).

Normalmente no podemos ver eso en un mundo que, de hecho, a menudo parece una historia de terror. Pero, como dice Pablo, si parte de lo que significa ser transformados según la imagen de Cristo es esperar, «¿quién espera lo que ya ve?» (Romanos 8:24).

Vivimos en un mundo atormentado por el pecado, la muerte y el sufrimiento. Vivimos en un mundo que es un anuncio de una gloria demasiado grande para que podamos imaginarla. Ambas cosas son verdad. Si olvidamos cualquiera de las dos, nos habremos convertido en un pueblo de algo distinto a la Cruz; en un pueblo de alguien distinto a Cristo.

Russell Moore es el editor jefe de Christianity Today, donde dirige el Proyecto de Teología Pública.

Traducción y edición en español por Livia Giselle Seidel.

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Theology

La educación teológica no va a la par del crecimiento global de la iglesia

Muchos seminarios siguen en posiciones de privilegio. Entretanto, la mayoría de los líderes de las iglesias locales necesitan capacitación.

Una Biblia en una reunión de alabanza en África.

Una Biblia en una reunión de alabanza en África.

Christianity Today September 29, 2023
Rob Birkbeck / Lightstock

Recientemente recibí una carta escrita a mano por un pastor de la India.

Su nombre es Roy. Yo no conocía a este caballero y nunca habíamos intercambiado correspondencia. De alguna manera encontró la forma de contactarme, y me habló de las dos congregaciones que dirige en Andhra Pradesh y de su gran deseo de estudiar la Biblia.

El final de su carta me sacudió: «No tengo dinero».

Roy no es el único. Innumerables líderes pastorales en todo el mundo están ansiosos por dirigir fielmente sus iglesias, pero carecen de acceso a la capacitación. Este es especialmente el caso en contextos mundiales mayoritarios en América Latina, África y Asia, donde el evangelio continúa creciendo rápidamente, con cientos de nuevas congregaciones que nacen diariamente.

Fundada en 1846, la Alianza Evangélica Mundial (WEA, por sus siglas en inglés) ahora representa iglesias de más de 130 países y estima que 50 000 nuevos creyentes son bautizados cada día. Estos creyentes necesitan líderes pastorales que estén capacitados para dirigir eficazmente a sus congregaciones.

El desafío se pone de relieve cuando lo comparamos con Estados Unidos, donde hay un pastor capacitado por cada 230 personas. En comparación, las iglesias del mundo mayoritario tienen un pastor capacitado por cada 450 000 personas.

Este colosal desequilibrio en el liderazgo solo se expandirá a medida que la iglesia del mundo mayoritario continúe creciendo. La educación teológica ya está teniendo dificultades para responder a la demanda y, a menos que algo cambie, la brecha solo aumentará en el futuro.

Si queremos satisfacer las necesidades de capacitación de miles de pastores como Roy, debemos reiniciar la tendencia mundial. La educación teológica, sin importar su forma, tiene una larga historia de fragmentación, y la mayoría de los programas operan de forma aislada, sin un sentido de colegialidad. Lamentablemente, esta postura introspectiva hace que la capacitación sea aún menos accesible para los ministerios locales, debilitando la capacidad colectiva de preparar líderes para la iglesia del Señor.

La educación teológica necesita una nueva postura.

Esto quedó en clara evidencia en noviembre pasado en Esmirna, Turquía. La 18.ª consulta del Consejo Internacional para la Educación Teológica Evangélica (ICETE, por sus siglas en inglés), lanzada por primera vez por la WEA en 1980, reunió a aproximadamente 500 líderes de 80 países, que representan a más de 290 ministerios de capacitación en todo el mundo, a fin de dilucidar un enfoque global integrado para las demandas de liderazgo de la iglesia, tanto en el presente como en los años venideros.

Al unir una red de casi mil seminarios de todas las regiones del mundo, ICETE ha sido visto históricamente como un paraguas de servicios para los sectores formales de la educación teológica. Los ejemplos estadounidenses incluyen Lancaster Bible College, Wesley Biblical Seminary y Moody Bible Institute, junto con sus homólogos internacionales como la Escuela de Posgrados en Teología de Etiopía, el Seminario Teológico Asiático y Bethlehem Bible College.

Pero en los últimos tres años, nuestra base se ha expandido significativamente para incluir la educación teológica no formal y menos estructurada. De hecho, en ese momento no teníamos ninguna de estas instituciones.

Recientemente, ICETE ha dado la bienvenida a ministerios de capacitación como el Consorcio Internacional de Liderazgo con sede en Cru, la Coalición Internacional de Capacitadores de Pastores (TOPIC) (por sus siglas en inglés) y la Red de Asociaciones de Crecimiento de Programas de Formación para Líderes de las Iglesias en toda Asia, con el objetivo de honrar su deseo de beneficiarse de nuestra interconexión global. Esto incluye crear relaciones con los seminarios tradicionales para compartir con estudiantes no formales las herramientas y cursos cortos a menudo asociados con la educación superior, como comentarios bíblicos, teología simplificada y homilética innovadora.

Además, muchos de estos programas quieren garantizar un control de calidad, validado bajo la guía de líderes académicos. Al elevar su credibilidad, los programas no formales ofrecen caminos, no solo hacia una mayor eficacia ministerial, sino también hacia una educación más rigurosa.

Hoy en día, casi la mitad de nuestros miembros asociados son instituciones no formales.

El aspecto formal de la educación teológica también ha acogido con satisfacción una mayor interacción. En todo el mundo, los seminarios han luchado por operar con toda su fuerza, especialmente después de la pandemia de COVID-19, y han disminuido gradualmente su capacidad para comprender y satisfacer las necesidades contextuales del liderazgo de la iglesia.

A través del diálogo con líderes no formales que generalmente están más estrechamente conectados con la vida de la iglesia, los seminarios se vuelven más conscientes de la realidad diaria dentro de las iglesias y pueden ajustar sus programas para producir más graduados preparados para el campo. Inspirado por la conferencia ICETE, el Seminario Bíblico Shalom en India ya ha colaborado con organizaciones paraeclesiásticas para crear un nuevo curso para el liderazgo eclesiástico de la próxima generación.

En todo el mundo, líderes de todas las regiones y de todo tipo de ministerios están cada vez más convencidos de que, sin importar cuál sea la tarea que tengan por delante, es demasiado grande para cualquiera de ellos por sí solo. El tema en la reunión de Esmirna fue «Educación teológica formal y no formal: más allá del diálogo», y ya vemos indicios de una renovación práctica.

En Nigeria e India se están elaborando normas para medir la eficacia de la formación espiritual. Se han iniciado programas de liderazgo pastoral oral en Sudán del Sur, Uganda y Etiopía, y pronto lo harán en Tanzania y Senegal. Y se están estableciendo centros de colaboración regional en América del Sur y África para vincular a socios en contextos locales similares.

También se le ha pedido a ICETE que reúna a líderes clave para discutir y garantizar la calidad a través de microcredenciales y la educación teológica basada en la competencia. A medida que estos enfoques innovadores se perfeccionen aún más, abrirán nuevas oportunidades para certificar un número más amplio de programas, fortaleciendo la colaboración entre diversos sectores de la educación teológica.

En cada región representada por ICETE, escuchamos informes sobre cómo nuestra conferencia estimuló una reflexión seria que ya ha fijado nuestra agenda para la próxima consulta global en marzo de 2025: ¿Cómo puede toda la educación teológica unirse para equipar a la próxima generación?

Aunque sabemos que el Señor Jesús construirá su Iglesia en última instancia, durante la era presente debemos hacer todo lo posible para acompañar este esfuerzo a fin de que la Iglesia se fortalezca para permanecer en la misión hasta el regreso de Cristo. No podemos continuar con una educación teológica desconectada y fragmentada, y esperar satisfacer las necesidades de líderes eclesiales como Roy en la India, y muchos otros como él. La renovación ha comenzado y el ICETE servirá para cultivarla.

En la noche inaugural de nuestra semana en Esmirna, dirigí a las personas a repetir conmigo la siguiente petición: «Señor, que nuestra consulta no se mida por nuestros números, sino por nuestra reciprocidad en un objetivo común: fortalecer la iglesia de Cristo».

Que esta sea nuestra oración constante.

Michael Ortiz es el director internacional de ICETE.

Traducción por Sergio Salazar.

Edición en español por Livia Giselle Seidel.

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