Cuando la misericordia de Dios parece una mala noticia

Cuando nos sintamos abrumados por la oscuridad que nos rodea, recordemos que nuestro Dios es paciente.

Christianity Today February 7, 2024
Forgiven Photography / Lightstock

Moisés conocía bien la paciencia de Dios. Imploró por Israel cuando ellos traicionaron al Señor con el becerro de oro. Durante años bregó con las quejas y la obstinación de los israelitas en el desierto. Ellos «provocaban al Santo de Israel» (Salmo 78:41), y aun así Dios los toleró, conteniendo su ira y negándose a aniquilarlos (Isaías 48:9). La paciencia de Dios es un distintivo definitorio y central de su carácter.

Sin embargo, esto no siempre fue un consuelo para Moisés. En vez de tener que seguir luchando con las quejas y los pecados de su pueblo, le pidió a Dios que lo matara de una vez (Números 11:15).

Moisés no está solo al sentir esta frustración. Enervado por el éxito de los que quebrantan la ley, los ladrones y los idólatras, el salmista pregunta: «¿Hasta cuándo habrán de ufanarse los malvados?» (Salmo 94:3). David exclama un lamento similar frente a las burlas de sus enemigos (Salmos 13:1). Abrumado por la oposición, se pregunta si acaso Dios saldrá a defenderlo. En las Escrituras, el pueblo de Dios encuentra consuelo en la paciencia de Dios con la misma frecuencia con la que se encuentran sorprendidos y molestos a causa de la misma.

Mi propia impaciencia con la paciencia de Dios bien podría ser una de las características que definen mi vida. Me preocupo y me pongo nervioso cuando veo una falsa enseñanza en la iglesia, ya sea el evangelio de la prosperidad o las herejías gnósticas modernas. Me obsesiono con las disputas que hay en medio de nosotros, así como la lucha continua por la reconciliación racial y la santidad. Me pregunto: ¿Por qué Dios permite que este desorden persista?

La sabiduría de Dios en la cruz a menudo nos parece locura (1 Corintios 1:18). En esencia, la cruz es una señal de la paciencia de Dios. Él no cuenta nuestros pecados, y no nos condena como nos merecemos (Romanos 3:25).

De hecho, la paciencia está conectada lingüística y conceptualmente a la pasión (passio). En la pasión de Jesucristo en la cruz, vemos la paciencia concreta de nuestro Dios trino encarnado en la historia.

Cuando las congregaciones locales se sintieron tentadas a llevar vidas licenciosas, animadas por falsos maestros que les enseñaban que Cristo no regresaría, Pedro les recuerda:

Pero no olviden, queridos hermanos, que para el Señor un día es como mil años, y mil años como un día. El Señor no tarda en cumplir su promesa, según entienden algunos la tardanza. Más bien, él tiene paciencia con ustedes, porque no quiere que nadie perezca, sino que todos se arrepientan.
(2 Pedro 3:8-9, NVI)

Puede que Dios sea paciente, pero no se retrasa. Como Señor trascendente de todo el tiempo, Él ha declarado desde tiempos antiguos lo que está por venir (Isaías 46:10). Solo sus ojos observan todo el tapiz de la historia. Como seres regidos por el tiempo, a nosotros nos parecerá como si viéramos solo la parte de atrás: un tapiz deshilachado. Pero sus tiempos son perfectos.

Porque Dios es misericordioso, Él espera. Él no traerá el juicio de los últimos días sino hasta que el evangelio haya sido predicado a todas las naciones (Mateo 24:14). Y por eso, como explica Hermann Cremer: «La historia del mundo avanza bajo la paciencia de Dios» probada en la pasión de Jesucristo.

Pero Cristo no soportó pacientemente la cruz solo para llevar al mundo a la iglesia. También buscaba santificar a la iglesia en medio del mundo (1 Pedro 2:24). A su tiempo, Cristo cumplirá su promesa de presentar a su iglesia sin mancha y radiante a pesar de todas las apariencias externas (Efesios 5:25-27).

Tal vez sea por esto que Pablo fue capaz de perseverar en pro de la iglesia, de no rendirse frente a la calumnia, el rechazo y el pecado flagrante de diferentes congregaciones. A veces perdía la esperanza incluso de la vida misma (2 Corintios 1:8). Pero Pablo comprendía que su tarea era regar y plantar: solo Dios puede traer el crecimiento (1 Corintios 3:9).

A la luz de la resurrección, Pablo anima a la iglesia: «Manténganse firmes e inconmovibles, progresando siempre en la obra del Señor, conscientes de que su trabajo en el Señor no es en vano» (1 Corintios 15:58). Su mandato no es una rara incongruencia, sino la aplicación práctica de todo lo que ya ha sido antes: la resurrección está llegando, ¡no se rindan!

La fe en la resurrección nos infunde confianza en que nuestro Dios paciente —Aquel que esperó tres días en la tumba— tiene el poder de traer una cosecha de vida incluso cuando todo lo que vemos es un campo sembrado de muerte (1 Corintios 15:42-43).

Derek Rishmawy es doctorando en teología sistemática en la Trinity Evangelical Divinity School. Escribe en línea en derekzrishmawy.com.

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La fama es una falsificación de la amistad

Deseamos ser conocidos y amados, pero no conseguiremos ese resultado con una comunidad falsa.

Christianity Today February 5, 2024
Illustration by Mallory Rentsch

Este fragmento está adaptado del boletín de Russell Moore. Puede suscribirse aquí [en inglés].

A diferencia de Macaulay Culkin, el niño de diez años que protagonizó la famosa película navideña Mi pobre angelito [en inglés Home Alone (Solo en casa)], su hermano menor Kieran Culkin rechazó muchas oportunidades para convertirse en un niño estrella. Aprendió por observación que no quería una vida de fama, sabiendo que podía conducir a cosas como el abuso de sustancias, batallas legales por custodia y otras similares [enlaces en inglés].

Es posible que nos sintamos tentados a ver las decisiones que famosos como los hermanos Culkin tomaron para sus vidas desde cierta distancia. Pero quizá estemos mirando más bien a un espejo colectivo. Hoy la fama no es algo que solo les sucede a las estrellas, sean niños o no. Gracias a la era de las redes sociales, muchos de nosotros nos estamos convirtiendo en «miniestrellas», con la única diferencia real del tamaño de nuestra audiencia.

Los «Archivos de Facebook» que se filtraron hace poco y que hablan de cómo opera la red social de forma interna, incluyen datos sobre el daño que el uso de Instagram inflige en la autoimagen de los adolescentes, especialmente de las chicas. Todo niño o adolescente se enfrenta al miedo a ser juzgado por sus compañeros. También temen sentirse excluidos de su grupo social. (Por esto mismo, pocos de nosotros alguna vez deseamos viajar en el tiempo a nuestros días en la escuela secundaria).

Sin embargo, el mundo de las redes sociales parece aumentar estas dinámicas, donde casi todo el mundo es seguido por una especie de paparazzi que nos expone y somete a la aprobación o la desaprobación de nuestros compañeros y conocidos y, a menudo, incluso de completos extraños.

El filósofo Alain de Botton defendía en su libro The School of Life [La escuela de la vida] que un modo de medir tu paternidad es preguntarle a tus hijos si aspiran a ser famosos. Él dice que la búsqueda de la fama es diferente a otras aspiraciones (también arriesgadas) de conseguir riqueza, poder o placer. El deseo de ser conocido, argumenta él, está ligado «al íntimo deseo de gustar y ser tratado con justicia y amabilidad por desconocidos».

«La fama es profundamente atractiva porque parece ofrecer beneficios muy significativos», escribe. «La fantasía funciona así: cuando eres famoso, allá donde vayas tu buena reputación te precederá. La gente pensará bien de ti porque tus méritos se han explicado de forma extraordinaria por adelantado».

De Botton dice después que «el deseo de fama tiene sus raíces en la experiencia del abandono: una herida», y añade que: «nadie querría ser famoso si, en algún momento del pasado, no le hubieran hecho sentir extremadamente insignificante».

Si soy famoso, continúa el argumento subconsciente, no tendré que enfrentar juicio o rechazo alguno. No solo mis padres me admirarán, sino que tendré una comunidad instantánea y segura. Sin embargo, dice de Botton, lo contrario es cierto: «La fama hace a la gente más vulnerable, no menos, porque los expone a un juicio ilimitado».

La fama siempre ha sido un atractivo, al menos para algunos seres humanos. No se necesita mirar más allá de las pirámides para llegar a esa conclusión. Sin embargo, la mayoría de las personas a lo largo de la historia humana comienzan su viaje de autodescubrimiento en presencia de una «audiencia» muy limitada: familia extendida, una tribu o una comunidad local.

Sin embargo, hoy en día, niños fácilmente impresionables están formando su identidad a través de los canales de las redes sociales, que abarcan a un público mucho más amplio. Los estudios muestran que aplicaciones como Instagram son un riesgo para la salud psicológica de los adolescentes, y no solo porque los niños pueden ser acosados en línea (aunque eso también ocurre). Aunque estos jóvenes reciban afirmación de parte de una colección de extraños en línea, casi siempre buscarán mantener esa atención en el futuro.

Es decir, incluso cuando alguien esté «ganando» en el juego de las redes sociales, el miedo al fracaso lo hace todo más intenso: como una estrella infantil con adorables hoyuelos en las mejillas que se preocupa por no volver a ser contratado cuando se convierta en un adulto desgarbado. Esta clase de presión ya es suficientemente mala cuando se está buscando hacer carrera en el cine, pero puede ser mucho peor cuando se trata de la vida de alguien fuera de la pantalla.

El peligro está ahí no solo para los que se sienten aplastados bajo el peso del juicio ajeno, sino quizá incluso más para las personas que han aprendido mecanismos de defensa para protegerse del juicio social. Algunos terminan como trols, atacando de manera preventiva a los que tienen el potencial de hacerles daño, mientras que otros pueden convertirse casi en sociópatas en cuanto a su insensibilidad con respecto a las opiniones de los demás. Con el tiempo, construyen un duro exoesqueleto de cinismo con el que pueden filtrar no solo el juicio de los extraños en línea, sino también el consejo de los amigos en la vida real.

No hay respuestas fáciles aquí, especialmente mientras avanzamos hacia la siguiente fase de la conectividad en el «metaverso» o sus equivalentes. Pero, como ocurre con la mayoría de cosas, creo que la respuesta correcta a la amenaza de la influencia de las redes sociales es tanto individual como colectiva.

Cada uno de nosotros necesita aprender cómo desarrollar un individualismo bíblico correcto, es decir, que Dios nos recibe en su reino, no de colectivo en colectivo, de nación en nación o de grupo en grupo, sino de uno en uno.

El mensaje de «debes nacer de nuevo» no solo fue dirigido de manera genérica a la humanidad o a los fariseos, sino de manera individual a un fariseo en particular llamado Nicodemo —quien tenía tanto miedo de perder su estatus frente a sus compañeros que se acercó a Jesús de noche (Juan 3)—. Cuando nos damos cuenta de que personalmente estamos delante del rostro de Dios —y que cada uno de nosotros rendirá cuentas ante el tribunal de Cristo—, solo entonces podemos ser liberados de los incontables minitribunales que se forman en torno a nuestras vidas diariamente.

Lo que nos libera no es solo la visión de un único tribunal, sino también la visión de Aquel que está sentado en ese tribunal. Es el tribunal exclusivo de Cristo. Él no es alguien que nos juzga según nuestros impresionantes logros, nuestras imágenes editadas o nuestro estatus según cierto sistema en las redes sociales. Jesús es el único que vino a buscarnos cuando estábamos perdidos… y después hizo una fiesta de celebración cuando nos encontró (Lucas 15:3-7).

Por eso es que Pablo pudo escribir a los corintios: «muy poco me preocupa que me juzguen ustedes o cualquier tribunal humano» (1 Corintios 4:3, NVI). (No le preocupaba siquiera su propio juicio). En cambio, se entregaba con confianza al juicio de un Cristo que realmente sabía quién era —un asesino en serie con celo religioso—, y lo amaba de todas maneras.

El lado comunitario de la solución es darse cuenta de que la amabilidad y la comunidad no pueden encontrarse de manera universal o genérica. En cambio, debemos buscar —como Seth Godin expone desde una perspectiva de mercado— «la audiencia más pequeña viable». Por eso Jesús nos colocó a todos en el contexto de un cuerpo de iglesia: un grupo de personas que realmente se reúnen alrededor de una mesa.

Alain de Botton bien señala que «no hay atajos para la amistad, que es lo que la persona famosa está buscando en realidad». En verdad no los hay. Como cristianos, sabemos que la verdadera compañía ocurre cuando nos reunimos alrededor del pan y el vino, la confesión y el arrepentimiento, la misión y el servicio; cuando nos reunimos con un grupo tangible de personas en cuya presencia uno puede aprender a amar y ser amado. No hay atajos para eso.

Quizá eso es lo que la iglesia tiene para ofrecer al mundo ahora mismo y de forma única: el mensaje de que no tienes que ser famoso para ser conocido. No tienes que ser perfecto para ser amado. No necesitas tener la razón para ser justificado. Quizá incluso los niños estrella pueden volver a ser de nuevo como niños pequeños. E incluso en un metaverso, ninguno de nosotros está solo en casa.

Russell Moore lidera el Proyecto de Teología Pública de Christianity Today.

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La iglesia puede reconocer y ayudar a quienes sufren depresión

Tres maneras en las que nuestras comunidades pueden brindar apoyo a quienes batallan con problemas de salud mental.

Christianity Today January 30, 2024
Milos Kreckovic / iStock

Al hablar en la Convención Nacional de los Demócratas en 2016, la cantante Demi Lovato aprovechó la poderosa plataforma para llamar la atención acerca de la necesidad del cuidado de la salud mental en Estados Unidos. «Al igual que millones de estadounidenses, yo vivo con una enfermedad mental», dijo [enlaces en inglés]. «Demasiados estadounidenses de todas las clases sociales no reciben ayuda, ya sea porque temen al estigma o porque no pueden permitirse el costo del tratamiento». [Enlaces en inglés].

«Enfermedad mental» es una categoría que suena aterradora y que abarca una amplia diversidad de luchas invisibles. Mira a tu alrededor un domingo. Lo más probable es que haya cristianos junto a ti que estén sufriendo silenciosamente un trastorno de ansiedad o de pánico, un trastorno bipolar (como el que Lovato padece), distimia o un cuadro depresivo mayor (como el que yo he sufrido). Ya sea por experiencia personal, o por medio de alguien que conozcamos, aquellos de nosotros que hemos padecido a causa de una batalla con la salud mental sabemos que recibir ayuda puede ser la parte más difícil.

En términos generales, las mujeres tienen el doble de probabilidades de experimentar problemas de salud mental debido a los grandes cambios hormonales que se producen en el embarazo y la menstruación. Según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés), el 30 % de las mujeres de entre 18 y 44 años de edad padecen depresión, y muchas de ellas no reciben la ayuda que necesitan. (Durante casi seis meses yo no recibí ayuda médica ni terapia a falta de un diagnóstico apropiado. E incluso después, mi proceso de recuperación se complicó por malos consejos, maltrato y malas decisiones acerca de en quién podía confiar).

Por desgracia, a muchos de los que hemos levantado la voz dentro de la comunidad de la iglesia se nos ha dicho que «debíamos orar más» o que «tuviéramos más fe». Estas sugerencias pueden parecen bienintencionadas, pero a menudo desmotivan y aíslan a los que tienen una necesidad desesperada de apoyo. «Es una reacción casi instintiva juzgar a las personas cuando se muestran vulnerables», escribió la actriz Kristen Bell acerca de su propia historia. «Pero no hay nada de debilidad en batallar contra una enfermedad mental. Es solo que vivir dentro de tu propio cerebro te resulta mucho más difícil que a otras personas».

Ella tiene razón: luchar contra una enfermedad de cualquier clase hace vulnerable a una persona, y un cerebro enfermo pone a esa persona en un estado particularmente vulnerable, debido a que a menudo es imposible discernir el problema desde dentro. El cerebro enfermo no puede ver el cerebro enfermo. Lo más común es que alguien que se encuentra en medio de un episodio depresivo o un ataque de pánico apenas si puede emitir un grito de ayuda.

Como personas que viven en una comunidad cristiana, deberíamos estar dispuestos a ofrecer un conocimiento práctico y un apoyo misericordioso a las personas que están experimentando una crisis de salud mental. Con eso en mente, aquí explico tres maneras en las que creo que cada iglesia se coloca en una mejor posición para ayudar:

1. Fe en algo mejor.

«Ten fe en que al otro lado de tu dolor hay algo bueno», dijo Dwayne Johnson «La Roca», en Oprah Presents Master Class. Expresó que deseaba que alguien le hubiera transmitido esta idea durante un momento bajo de su vida en el que «lloraba constantemente». Su mensaje es similar al de la campaña «It gets better» [«Todo mejora»]; sin embargo, muchas personas que sufren depresión u otras enfermedades mentales saben que a veces todo empeora. Todo el mundo necesita una razón para seguir intentándolo. He estado en suficientes grupos de terapia y consultas médicas como para saber que la única razón por la que la gente sigue buscando respuestas frente a la desesperanza incapacitante es porque creen que algo ayudará: los medicamentos, los doctores, las relaciones, la terapia, o a veces la pura libertad de vivir en lo más bajo del abismo.

Sin embargo, he visto los mejores resultados cuando las personas ponemos nuestra fe no solo en los doctores, la medicación o las terapias, que tienen sus límites, sino también en Dios. Él es la razón de que yo todavía crea que hay «algo bueno» al otro lado de mi dolor.

Si sabes de alguna persona en tu iglesia que está sufriendo como me sucedió a mí, acompáñala. Ora por ella. Evita clichés baratos como «ten fe» y ofrece en cambio apoyo práctico: contacta a esa persona regularmente, recuérdale que no está sola, o pregúntale por su tratamiento, ya que es un modo de reconocer ante ella que su enfermedad es real.

2. Resiliencia.

Los mileniales consumen más antidepresivos que cualquier otra generación. Según los CDC, a más del seis por ciento de las personas de entre 18 y 39 años se les han prescrito antidepresivos. Los de mi generación bien nos podríamos definir como los que estamos «atrasados» en nuestras carreras (el 40 por ciento de los desempleados son mileniales), en los salarios y en nuestras vidas personales (nos casamos tarde y algunos volvemos a mudarnos con nuestros padres). No es de extrañar que estemos deprimidos. Además de todo eso, las horas que pasamos en terapias, en consulta con psiquiatras o lidiando con los síntomas de un trastorno (o con los efectos secundarios de la medicación) a menudo parecen tiempo «perdido». Para luchar con mis problemas de salud mental he gastado mucho tiempo y dinero, así como capital emocional y relacional: todos ellos recursos que creo que podría haber empleado mejor en otra parte. Encuentro consuelo al saber que el cristianismo ofrece una promesa de restauración mayor que cualquier pérdida (Joel 2:25; Job 42:10-17). En la Biblia a menudo las personas caen, sus vidas se caen a pedazos y, aun así, Dios las levanta de nuevo.

Con esto en mente, si te encuentras con alguien de tu iglesia que esté batallando con pensamientos suicidas o cualquier otra forma de desesperanza, lo primero es afirmar su dolor, y después ofrecerle la gracia del optimismo.

3. La perspectiva ‘estacional’.

«Por ahora» es el mantra que mi terapeuta me dio para superar los episodios depresivos y los días difíciles. Eclesiastés 3 proporciona un mantra similar: «Hay un tiempo para todo». La salud mental también se compone de temporadas. Yo estoy ahora mismo en una temporada de antidepresivos y, aunque puede que sea cíclico, espero que finalmente termine. Para la mayoría de las personas, las circunstancias cambian, las reacciones del cerebro cambian, y la terapia apropiada también cambia junto con la situación. Con los problemas de salud mental, mantener una perspectiva de largo alcance es clave para sobrevivir. Lo más difícil y lo más importante que hay que hacer es, simplemente, perseverar.

Si alguien cerca de ti está pasando por un episodio de salud mental aislado o por un problema crónico, anima a esa persona a dar nombre a la temporada en la que se encuentra, recuérdale que las temporadas cambian, y camina a su lado cuando se enfrente al día a día.

«No creo que [mi problema] esté arreglado», compartió Lovato en el documental de MTV sobre su «recuperación» en un centro de tratamiento. «La gente cree que eres como un coche en un taller. Vas, te arreglan y te vas. Esto conlleva un arreglo continuo».

Así como en la salud espiritual, la salud mental es una necesidad constante para todo ser humano. Aunque los que batallamos con ello somos cada uno responsables de nosotros mismos, también descansamos en el poderoso apoyo de nuestra comunidad para estar seguros de que podemos obtener el cuidado que necesitamos. Comienza con la concientización dentro de cada iglesia local. Del mismo modo que cada vez más personajes seculares se atreven a hablar públicamente, los cristianos deberían dar un paso al frente para ser, como dice Lovato, «la prueba de que puedes vivir una vida normal y empoderada [aun] con una enfermedad mental».

La Biblia está llena de exhortaciones a cuidar de los más vulnerables entre nosotros: aquellos que claman por misericordia y sienten que no tienen dónde ir. Los que nos enfrentamos a una crisis de salud mental estamos entre los más vulnerables. Necesitamos su reconocimiento. Necesitamos sus oraciones. Necesitamos su presencia. Y necesitamos ser parte de la comunidad de la iglesia, especialmente mientras luchamos por encontrar una medida adicional de gracia.

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Apocalipsis tiene buenas noticias para hoy, no un plan estratégico para el futuro

Para conseguir una imagen más clara de este misterioso libro, cambiemos el enfoque de la predicción a la misión.

Christianity Today January 29, 2024
Ilustración por Jeffrey Kam

Durante gran parte de mi vida traté el libro de Apocalipsis como si fuera una medicina de mal sabor. Sabía que probablemente tenía algo bueno para mí, pero lo esquivaba siempre que encontraba oportunidad.

Foretaste of the Future: Reading Revelation in Light of God's Mission

Foretaste of the Future: Reading Revelation in Light of God's Mission

InterVarsity Press

256 pages

$26.96

Esto se debe, en gran medida, al modo en que aprendí a leer Apocalipsis. De adolescente, junto con mi grupo de jóvenes, vi una película que mostraba gráficamente los horrores de ser dejados atrás en la tierra después de que los verdaderos cristianos escaparan al cielo. Me aterrorizó. Más tarde exploré libros de profecía que intentaban unir los puntos entre los sucesos actuales en Oriente Medio y las descripciones de la Biblia del fin de los tiempos. Me confundieron. Así que dejé de intentar entender el Apocalipsis. De hecho, se convirtió en el apéndice del cuerpo de mi Biblia. La mayor parte del tiempo, lo ignoraba con alegría; pero si en algún momento me causaba muchos problemas, podría prescindir de él.

Incluso después de estudiar para el ministerio cristiano, me faltaba seguridad para predicar o enseñar sobre el Apocalipsis. Era demasiado místico, demasiado violento, demasiado raro. Sus visiones fantasiosas parecían tener poco que decir ante los problemas prácticos de la vida cristiana diaria. A lo sumo, advertían: «Más vale que estés preparado, ¡porque el fin puede llegar en cualquier momento!».

No era el único. A lo largo de los años solo he escuchado pequeños fragmentos de predicaciones sobre Apocalipsis, con excepción, de vez en cuando, sobre las partes «seguras», tales como los mensajes de Cristo a las iglesias en los capítulos 2 y 3. En gran medida, el mensaje vivificador de Apocalipsis permanece en silencio para la iglesia.

Una lente distinta

Al igual que ocurre con alguien que intenta usar las gafas equivocadas, mi problema estaba en la lente que estaba usando. Mi configuración predeterminada implicaba leer Apocalipsis a través de la predicción. Como muchos cristianos, veía Apocalipsis más que nada como un libro de presagios sobre lo que va a pasar en el futuro. Las visiones de Juan servían como una especie de escenario para los eventos del fin de los tiempos, como la batalla de Armagedón o el gobierno del anticristo en la tierra. Al leer a través de esa lente, me resultaba difícil encontrar las buenas nuevas de Apocalipsis para el pueblo de Dios en el presente.

Pero ¿y si leyéramos Apocalipsis a través de una lente distinta? ¿Y si, en vez de usar la lente de la predicción, lo leyéramos a través de la lente de la misión?

Voy a explicarlo. Leer las Escrituras a través de una lente misional no consiste básicamente en localizar pasajes individuales que apoyen una misión transcultural de la iglesia. En cambio, consiste en lo que Dios está haciendo en el mundo para dar lugar a la salvación y la sanidad en todos los niveles, y en cómo el pueblo de Dios participa en ese amplio propósito.

Aplicar este principio a Apocalipsis significa que, en vez de intentar descifrar un plan estratégico para el fin de los tiempos, necesitamos descubrir de qué modo Apocalipsis testifica acerca de la enorme misión de Dios de redimir y restaurar a toda la creación —incluyendo a las personas— a través de Cristo, el Cordero sacrificado y resucitado. El Apocalipsis nos muestra el objetivo definitivo del amoroso propósito de Dios para el mundo que es hacer «nuevas todas las cosas» (Apocalipsis 21:5).

Pero eso no es todo. Apocalipsis también busca capacitar y motivar al pueblo de Dios para cautivarnos con lo que Dios está haciendo para traer integridad y redención al mundo. En vez de predecir el futuro en primer lugar, Apocalipsis nos llama a anticipar el futuro aquí y ahora. Permite que las comunidades cristianas encarnen la misión amorosa de Dios dentro de nuestras peculiares circunstancias de vida, a la vez que anticipamos el momento en que Dios finalmente haga nuevas todas las cosas.

Como explica el experto en Nuevo Testamento Michael Gorman, necesitamos leer Apocalipsis «no como un guion para el futuro, sino como un guion para la iglesia». Durante el resto de este artículo intentaré demostrar que una lectura misional de Apocalipsis es más fiel a la forma en la cual se presenta, al contexto al cual se dirige, al mensaje que proclama y a la esperanza que promete.

Una nueva visión del mundo

En primer lugar, consideremos la forma en que recibimos el libro de Apocalipsis. Al igual que con cualquier otro libro de la Biblia, tenemos que preguntarnos: «¿Qué clase de escrito es este?». Aunque Apocalipsis comparte aspectos tanto con la profecía bíblica (ver Apocalipsis 1:3) como con las cartas (1:4,9), sobre todo pertenece a una forma antigua de escritos conocida como literatura apocalíptica. Mucho más familiar para los primeros lectores de Juan que para nosotros, la literatura apocalíptica está repleta de visiones, símbolos e historias. Nos obliga a usar la imaginación, algo que a muchos de nosotros en Occidente, incluyéndome a mí mismo, nos cuesta mucho hacer.

Esta es la cuestión: las imágenes y los símbolos del Apocalipsis no fueron escritos para ser leídos literalmente. Esto expone una de las principales debilidades de usar una lente predictiva para interpretar el Apocalipsis. Aquellos que usan esta perspectiva pueden asumir, por ejemplo, que la infame «marca de la bestia» (Apocalipsis 13:16-17) debe referirse a alguna clase de implante físico o señal.

Pero, en Apocalipsis, la marca de la bestia en la mano o en la frente representa lo opuesto al sello de Dios en las frentes de sus siervos (Apocalipsis 7:3; 9:4). Ambas son señales de pertenencia, y simbolizan nuestra alianza con Dios y el Cordero, o con Satanás y la bestia. En vez de una marca visible a la vista, nuestras lealtades y estilos de vida muestran de qué nombre damos testimonio.

Las visiones poéticas de Apocalipsis tienen menos que ver con describir los sucesos del fin de los tiempos y más con llamar a las comunidades cristianas a reimaginar su mundo. A partir de los símbolos apocalípticos populares de su tiempo, Juan ofrece a los cristianos una visión transformada del mundo que habitan. Esta nueva forma de ver revela lo que Dios está haciendo en el mundo (la misión de Dios) y cómo podemos participar en ello (la misión de la iglesia). Richard Bauckham, erudito en el Apocalipsis, explica sabiamente que las visiones de Juan revelan el propósito final de Dios para la historia humana, de tal modo que el pueblo de Dios, tanto entonces como ahora, puediera reimaginar el presente a partir de esa perspectiva. En efecto, Juan dice: «Así es como son realmente las cosas, desde el punto de vista del futuro fin de los tiempos de Dios y de su trono celestial».

Veamos un ejemplo. En el capítulo 7, Juan visualiza una vasta multitud de personas de toda tribu, lengua y nación de pie frente al trono de Dios, alabándole día y noche (vv. 9-17). No se trata solo de una proyección de cómo será algún día «cuando todos lleguemos al cielo». Es una imagen que da forma a quiénes somos y por qué estamos aquí en el presente. Llama a la iglesia a convertirse en una comunidad en la cual las barreras que separan naciones, tribus, razas y culturas se disuelven, a pesar de las fuerzas polarizadoras que nos rodean. También nos da la vocación de invitar a personas de toda lengua y nación a unirse al coro de adoradores de Dios y del Cordero, en anticipación de lo que algún día seremos. Vivimos en un adelanto del futuro de Dios ahora.

Leer en su contexto

Si Juan invitó a sus lectores a ver el mundo de manera diferente, entonces tenemos que tomarnos en serio el contexto al cual se dirigía. En primer lugar, Apocalipsis apareció como una palabra dirigida a las iglesias locales en escenarios misionales específicos en Asia Menor y bajo el gobierno romano. El Apocalipsis las llama a encarnar las buenas nuevas del Cordero sacrificado y resucitado dondequiera que estén.

Y hacer eso donde estaban no era tarea fácil. Estos cristianos vivían en un mundo dominado por un Imperio romano que demandaba una lealtad radical, un mundo saturado con la religión civil del culto al emperador y la alabanza a los dioses locales que le daban legitimidad al césar. Todo, desde los festivales locales hasta las fiestas privadas de cumpleaños, se convertían en oportunidades para honrar al emperador. El culto imperial funcionaba como un contrato con la población de Asia Menor: den al césar lo que es del césar y los dioses les garantizarán paz, seguridad y prosperidad. No conformarse a esta norma era considerado «antipatriótico» y desleal. Los cristianos que se resistían se enfrentaban a la posibilidad de persecución, que iba desde la exclusión social y económica hasta una muerte violenta (Apocalipsis 2:10, 13).

Pero una amenaza aún mayor surgía desde dentro: la tentación a acomodarse a las normas y prácticas del imperio, quizá para evitar las consecuencias. No todas las iglesias respondieron a estas presiones externas e internas del mismo modo. Algunas permanecieron fieles ante al sufrimiento (Esmirna y Filadelfia), mientras que la mayoría no lo hizo. Por ejemplo, los cristianos de Pérgamo y Tiatira se involucraron en las prácticas idolátricas de la cultura romana predominante (2:14-15; 20-21). Los de Sardis y Laodicea eran culpables de autocomplacencia, debido a su orgullo y su prosperidad («Soy rico… y no me hace falta nada», Apocalipsis 3:17).

Cada una de estas iglesias, pues, debía leer el resto del Apocalipsis a la luz de su situación. Algunas necesitaban la seguridad de que Dios derrotaría al final todos los poderes que se les opusieran. Pero, para otras comunidades que habían cedido ante la presión, el recordatorio de Apocalipsis los sacudió como una descarga eléctrica. Juan les advierte que se arrepientan y abracen el camino del Cordero sufriente, o que se arriesguen a enfrentarse a «la ira del Cordero» (6:16).

Ocurre lo mismo con nosotros. El modo en que escuchamos Apocalipsis depende en parte de nuestra condición y de nuestra necesidad espiritual. Apocalipsis todavía llama a las comunidades cristianas de todo el mundo a renunciar a los caminos de los imperios terrenales y a ser testigos fieles de Dios y de su amorosa misión.

Babilonia, el provocador símbolo al que Juan hace referencia en los capítulos 17 y 18, ofrece un excelente ejemplo de cómo Apocalipsis habla una palabra específica para su mundo. Juan utiliza este símbolo para fijar su punto de mira en Roma con determinación. Babilonia, al igual que Roma, descansa sobre «siete colinas» (17:9), y encaja en el perfil de «gran ciudad» que gobierna sobre la tierra (17:18). En el capítulo 18, Juan visualiza la explotación económica del imperio de Roma para satisfacer los costosos gustos de las élites. Al final de una lista de productos romanos de importación, Juan nombra «hasta de seres humanos, vendidos como esclavos» (18:13). Roma se hizo rica al comerciar con seres humanos como meras mercancías. No es de extrañar que Dios llame a su pueblo a que «salgan de [Babilonia]» (18:4), y dejen atrás el modo de pensar y vivir de Babilonia.

Babilonia, no obstante, de ninguna manera está encadenada a la antigua Roma. No menos que los ricos y arrogantes de Laodicea, debemos preguntarnos: «¿Dónde está Babilonia hoy?» y «¿Qué significa para nosotros salir de Babilonia?». ¿Dónde nos inclinamos ante el ídolo del consumismo o participamos en sistemas que explotan a los débiles para beneficio de los poderosos? No son simples cuestiones de ética; también son parte de nuestro testimonio frente a un mundo que mira.

Mantener el enfoque correcto

Leer Apocalipsis a la luz de la misión de Dios nos quita la carga de tener que ponernos el «sombrero pronosticador» e imaginarnos cómo las visiones de Juan encajan en alguna clase de guion del fin de los tiempos. En cambio, podemos centrarnos en los grandes temas de la historia de Apocalipsis sobre los inspiradores propósitos de Dios para el mundo. Estos incluyen los más grandes símbolos de Apocalipsis: el trono celestial y el Cordero sacrificado.

Ambos símbolos encuentran su enfoque más acertado en el núcleo teológico del libro, los capítulos 4 y 5. Allá, el trono de Dios representa, en palabras del experto en Nuevo Testamento Eugene Boring, «el control de misión del universo». Si Dios gobierna sobre cada rincón de la creación, entonces ningún otro poder, humano o espiritual, puede sabotear el propósito redentor de Dios para todos los pueblos y para todo el mundo.

¿De qué manera consigue Dios esta misión universal? Contra todo pronóstico, ¡por medio de un Cordero herido! El Cordero sacrificado se convierte en el símbolo definitorio de Apocalipsis y la lente mediante la cual hemos de entender el libro entero, incluyendo sus visiones del juicio. El Cordero desbloquea el magnífico plan de Dios de redimir a toda tribu y nación precisamente porque Él sufrió y murió (Apocalipsis 5:9-10).

Este símbolo no nos habla simplemente de que Dios trae restauración a toda la creación a través del Cristo resucitado. También nos muestra cómo sucede. La misión de Dios tiene forma de cordero. Dios desafía a todos los poderes de la oposición no por la fuerza bruta y la violencia, como el césar, sino a través de un amor sacrificial (Apocalipsis 12:11). Hoy los cristianos puede que se sientan tentados a cumplir los propósitos de Dios a través de la coerción y de «discriminar» a los demás: por ejemplo, al «reconquistar nuestro país para Dios». Pero esas técnicas de presión siguen siendo irreconciliables con un libro que hace del centro de la adoración universal a un Cordero ensangrentado.

Allá donde reside la esperanza

Tiroteos masivos. Un planeta en crisis. Ataques motivados por el racismo. Una pandemia mortal. Oleadas de refugiados de guerras sin sentido. No es de extrañar que muchos cristianos se sientan tentados a ser pesimistas con respecto al futuro.

Apocalipsis ofrece una esperanza genuina en medio de circunstancias sobrecogedoras. Pero esa esperanza no reside en escapar de este mundo y sus tribulaciones siendo raptados hacia el cielo, ni a través de la simple promesa de «un hogar en el cielo cuando morimos». Si leemos la visión culminante de Juan de la Nueva Jerusalén (Apocalipsis 21-22) a la luz de la misión de Dios, vemos un futuro que da forma al presente de manera profunda, trayendo esperanza a un mundo quebrantado.

La imagen de Juan de la Nueva Jerusalén revela el propósito definitivo de Dios para el mundo: el florecimiento de la humanidad y de toda la creación cuando la presencia de Dios empape toda la tierra. Pero la nueva creación arroja su luz hacia el presente, llamándonos a encarnar la vida de la Nueva Jerusalén en las mismas calles de Babilonia. ¿A qué se parece la esperanza de la Nueva Jerusalén? Veamos dos ejemplos.

Primero, la Nueva Jerusalén representa una comunidad sanadora. La misión de la nueva creación es traer «la salud de las naciones» (Apocalipsis 22:2). Esa plenitud toca cada herida que el pecado y el mal han infligido sobre la humanidad. Pero vivir como si fuéramos un avance del futuro nos llama a convertirnos en comunidades de esperanza y sanación en medio de las naciones del mundo hoy. He visto a uno de mis antiguos estudiantes ayudar a comenzar una red de estas comunidades en su área local en Alemania. Traen esperanza en una multitud de maneras a los refugiados, los jóvenes urbanos, los mayores, las personas sin hogar y los no religiosos. Recientemente intervinieron a favor de una trabajadora sexual llamada Emanuela, ayudándola a completar unos formularios que necesitaba con desesperación para obtener su seguro de salud, poniéndola en contacto con un gestor de deudas y dándole algo aún mayor: amor incondicional y amistad. En actos como este, la nueva creación irrumpe en la ciudad.

Segundo, Juan imagina una creación restaurada. Apocalipsis describe una Nueva Jerusalén que baja para unirse con una tierra transformada (Apocalipsis 21:2, 10). La ciudad que viene representa la armonía ecológica y el florecimiento de toda la creación. Si Dios tiene un futuro para la tierra, no podemos ignorar las grandes amenazas para el medio ambiente y el daño que provocan a la población más vulnerable del mundo.

Nuestra respuesta sin duda no solo incluye repensar nuestro estilo de vida en vistas de su efecto sobre la tierra de Dios, sino también reconocer que defender la creación representa un llamado misional legítimo, que merece nuestras oraciones y nuestro apoyo. La organización A Rocha International, por ejemplo, está marcando una diferencia en lugares como el bosque de Atewa en Ghana, donde la minería, la tala ilegal y la intrusión de la ganadería amenazan la gran biodiversidad de la región. Al mismo tiempo, la organización ayuda a asegurar el acceso a agua potable segura para cinco millones de ghaneses. El Apocalipsis nos invita a ser agentes de esperanza para las personas y para la creación.

Necesitamos quitarle el silenciador al libro de Apocalipsis. Si nos conformamos con leer a través de una lente predictiva, es probable que enturbiemos el penetrante y esperanzador mensaje que este libro tiene para la iglesia en su misión, tanto entonces como ahora. Leer Apocalipsis a la luz de la misión amorosa de Dios nos ayuda a escuchar el llamado del libro para nuestra época: un llamado a convertirnos en comunidades de contraste por medio de la alabanza y el testimonio; poniendo en práctica el ejemplo del Cordero sacrificado. Un llamado a olvidarnos de nuestra comodidad con el consumismo, la injusticia y las idolatrías de Babilonia. Un llamado a vivir como en un anticipo del futuro, cautivados por el propósito de Dios de hacer nuevas todas las cosas.

Dean Flemming es profesor emérito de Nuevo Testamento y misiones en la MidAmerica Nazarene University. Es el autor de Foretaste of the Future: Reading Revelation in Light of God’s Mission.

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Theology

Leer por amor al mundo

La mayoría de los cristianos se sienten cómodos con los clásicos. No obstante, la literatura contemporánea nos da señales de que nuestro prójimo está buscando redención y esperanza.

Christianity Today January 23, 2024
Ilustración por Mallory Rentsch / Fuente de imagen: WikiMedia Commons

En su introducción a La encarnación del Verbo [On the Incarnation] de Atanasio, C. S. Lewis afirma que los creyentes deberían leer «libros antiguos» con tanta frecuencia como los nuevos. «Si te unes a las once en punto a una conversación que comenzó a las ocho, a menudo no verás el verdadero significado de lo que se dice», escribe. Si bien los libros antiguos pueden ayudarnos a entender mejor nuestras realidades presentes al ofrecer perspectivas contrastantes del pasado, un libro nuevo que «todavía está a prueba», dice, aún debe ser «probado contra el gran cúmulo del pensamiento cristiano a lo largo de los siglos». [Enlaces en inglés].

En la línea argumentativa de Lewis, mucho se ha escrito sobre cómo y por qué los cristianos deberían leer literatura clásica de ficción. Jessica Hooten Wilson (Reading for the Love of God), Leland Ryken (A Christian Guide to the Classics) y Karen Swallow Prior (On Reading Well) abogan por la lectura de grandes libros, aquellos de la talla de Fyodor Dostoyevski, Jane Austen, y Charles Dickens, para una edificación tanto espiritual como intelectual.

«La lectura», dice Wilson, «debe ser una práctica espiritual diaria para el cristiano», y no solo la lectura de las Escrituras. A diferencia de nuestra —a menudo más superficial— relación con las pantallas, la lectura «nos pide algo», explica Wilson. «Cultiva» nuestra imaginación y «aumenta [nuestra] visión del mundo».

Leer los clásicos es, sin duda, una forma de beneficiarnos de los libros; pero, ¿hay también una ventaja en leer libros nuevos? ¿Qué valor espiritual podemos obtener del último ganador del Premio Pulitzer o Booker, o de las obras del premio Nobel del año?

Llegar demasiado tarde a una conversación es una forma de perderse algo. Pero también lo es elegir escuchar solo la primera parte de la conversación. Si un libro nuevo todavía está «en juicio», entonces la historia muestra que los cristianos, desde el apóstol Pablo hasta Eugene Peterson, ayudaron activamente a emitir veredictos sobre las obras de sus generaciones, no como jueces de rostro sombrío, sino como un jurado respetuoso y comprometido de sus colegas contemporáneos. En nuestros días, no debemos abdicar de nuestras posiciones.

La poeta Emily Dickinson, aunque famosa por ser cristiana y reclusa, tenía hábitos literarios que eran muy «del mundo». Vivió a finales del siglo XIX y, a pesar de la desaprobación de su padre, leyó con deleite a sus contemporáneos victorianos y románticos como Brontës, Dickens Walter Scott, William Wordsworth, Alfred Tennyson y Nathaniel Hawthorne. Muchos de estos autores, también cristianos, leyeron y también interactuaron con las obras de los demás.

Cuando leemos ficción contemporánea, —irónicamente— estamos en buena compañía histórica. En casi todas las épocas de la historia, los líderes del pensamiento cristiano han sido lectores lúcidos de las obras recién publicadas, y no solo de volúmenes abiertamente cristianos.

La escritora católica Flannery O’Connor, que vivió en la primera mitad del siglo XX en el sur de Estados Unidos, llenó sus cartas con comentarios sobre la ficción literaria de su época. Tuvo palabras concisas para sus contemporáneos en ambos lados del Atlántico, incluidos Henry Miller, Eudora Welty e Iris Murdoch. Sus críticas no siempre fueron positivas. Le resultaba difícil leer a Franz Kafka, por ejemplo, pero señaló con cierto aire caritativo que «leer un poco de él quizás te convierta en un escritor más audaz». Sin embargo, detestaba rotundamente a Ayn Rand, cuyo trabajo recomendaba tirar «en el bote de la basura más cercano».

¿Por qué escritores cristianos como Dickinson y O’Connor se sumergieron con tanta frecuencia en las corrientes de la ficción literaria contemporánea? O’Connor explica en su ensayo «Novelist and Believer» que la literatura «generalmente se fundamenta en el principio del pecado original, ya sea que el escritor piense en términos teológicos o no». Las obras de ficción, sin importar qué tan «seculares» fueran, la invitaban a pisar terreno teológico. También la invitaban a ver «la tragedia particular» de su época, algo que sentía que solo podía extraer de la ficción contemporánea.

Muchos otros académicos y escritores se han hecho eco de esa postura. El pastor y autor Eugene Peterson relata que William Faulkner, probablemente agnóstico, era «muy importante» para él por la forma en que Faulkner expuso «tanto el pecado como la redención con tanta habilidad». Marilynne Robinson, congregacionalista y autora de Gilead, por su parte, escribe sobre la conexión inquebrantable entre la literatura y la religión en When I Was a Child I Read Books. Ambas «parecen haber surgido juntas», reflexiona. Ambas «ponen en relación la vida humana, la causalidad y el significado, [haciendo] que cada uno de ellos sea en cierto grado inteligible en términos del otro».

De esta manera, la ficción contemporánea puede sacar a la teología de las cajas en las que la metimos, dándonos ojos para ver a Dios donde menos lo esperamos y restaurando nuestro sentido de misterio en el presente. «Las novelas aparentemente seculares pueden ser profundamente teológicas», como dice Andrew Tate en Contemporary Fiction and Christianity.

Esto no debería sorprendernos: si Dios ha puesto eternidad en el corazón de la humanidad (Eclesiastés 3:11) y ha hecho que todo en el mundo apunte hacia su gloria (Colosenses 1:16), entonces los grandes escritores pueden ayudarnos a ver su rostro con mayor claridad, aunque no sepan la verdad hacia la que dirigen nuestra mirada. El Verbo se hizo carne y, sorprendentemente, podemos vislumbrar recordatorios de su morada entre nosotros incluso en las páginas de los libros seculares recién impresos.

«Estoy harto de Flannery O’Connor», escribe Randy Boyagoda de la Universidad de Toronto en la revista First Things. «También estoy harto de Walker Percy, G. K. Chesterton, J. R. R. Tolkien, C. S. Lewis, T. S. Eliot, Gerard Manley Hopkins y Dostoyevski».

Cuando le pregunta a lectores cristianos reflexivos qué literatura les gusta, dice Boyagoda, de alguna manera estos se han convertido en «los únicos autores que mencionan». Los cristianos deberían ir más allá de este canon literario aceptado, insta, «dejar de lado a Flannery y sus amigos por un tiempo y dar un salto de fe hacia la ficción contemporánea», pero ¿qué nos encontraremos una vez que hayamos saltado?

Parte de la respuesta reside en la calidad de la ficción que elegimos. Las grandes obras literarias pueden tocar no solo la teología sino también la filosofía, la psicología, la cultura pop, la política, la sociología, la ciencia, la economía y todo lo que sustenta la sociedad humana. Aunque una obra de ficción puede hacer esto fuera de su época original (pensemos en la perdurable relevancia de William Shakespeare), una novela de nuestro tiempo puede abordar cuestiones actuales con una franqueza que los libros más antiguos no pueden igualar.

Esto es particularmente valioso ahora que llegamos al final del posmodernismo, un cambio cultural que el fallecido novelista David Foster Wallace anticipó hace casi 30 años. «La ironía y el sarcasmo son fantásticos para hacer estallar la hipocresía y exponer lo que está mal en los valores existentes», dijo Wallace en una entrevista de radio en 1997. «Son notablemente menos buenos a la hora de erigir valores de reemplazo o de acercarse a la verdad». No necesitamos solo «una avidez para diagnosticar y ridiculizar», como lo hace gran parte del posmodernismo, dijo Wallace, sino también un deseo de «redimir».

Décadas más tarde, está surgiendo un nuevo movimiento filosófico con miras a la redención que describió Wallace: el metamodernismo. Como se explica en «Notes on Metamodernism», un ensayo de 2010 de los teóricos culturales Timotheus Vermeulen y Robin van den Akker, este marco es una síntesis, por una parte, del idealismo del modernismo y, por otra, de la apatía y el escepticismo del posmodernismo. La actitud metamoderna es «una especie de ingenuidad informada, un idealismo pragmático».

En otras palabras, si la posmodernidad es la bola de demolición de la modernidad, entonces la metamodernidad es el individuo simultáneamente irónico y sincero que mira los escombros y se pregunta: ¿Adónde vamos a partir de aquí? El metamodernismo utiliza herramientas posmodernas como el cinismo para deconstruir y cuestionar el mundo, pero también señala la posibilidad de conexión y significado, lo que conduce a algo parecido a la esperanza.

Es posible que el metamodernismo solo imite vagamente el Evangelio y, por supuesto, es posible que la mayoría de la gente nunca sepa qué es el metamodernismo. Pero este tipo de etiqueta filosófica de alto nivel a menudo captura algo real e importante sobre nuestra sociedad y las preguntas más profundas que se plantean los individuos dentro de ella. Decir que estamos entrando en la metamodernidad es otra forma de decir que nuestro prójimo está buscando señales de redención y anhelan esperanza. La lectura de la literatura contemporánea nos da una visión general de esos anhelos; una visión a gran escala de las preguntas fundamentales para las cuales nuestra fe tiene la respuesta definitiva.

La literatura contemporánea también nos ayuda a escuchar más a nuestro prójimo. Los estadounidenses se encuentran cada vez más en grupos, aislados de personas diferentes a ellos. El periodista Bill Bishop escribe en The Big Sort que hemos pasado décadas organizándonos en comunidades demográficamente homogéneas, viviendo cada vez más entre personas que adoran, gastan, aprenden, votan y lucen como nosotros. Y una encuesta de 2022 realizada por el Public Religion Research Institute descubrió que los amigos más cercanos de los estadounidenses son, en su abrumadora mayoría, personas de su propia raza.

Ficción literaria contemporánea


Recomendaciones del equipo de CT



Original Prin by Randy Boyagoda
Trust by Hernán Díaz [En español, Fortuna]
All the Light We Cannot See by Anthony Doerr [La luz que no puedes ver]
LaRose by Louise Erdrich
Crossroads by Jonathan Franzen [Encrucijadas]
Homegoing by Yaa Gyasi [Volver a casa]
Exit West by Mohsin Hamid [Bienvenidos a occidente]
This Other Eden by Paul Harding
Klara and the Sun by Kazuo Ishiguro [Klara y el Sol]
Demon Copperhead by Barbara Kingsolver [Demon Copperhead]
Pachinko by Min Jin Lee [Pachinko]
My Year of Rest and Relaxation by Ottessa Moshfegh [Mi año de descanso y relajación]
Family Furnishings by Alice Munro
The Overstory by Richard Powers [El clamor de los bosques]
The Covenant of Water by Abraham Verghese [El pacto del agua]
Sing, Unburied, Sing by Jesmyn Ward [La canción de los vivos y los muertos]
The Nickel Boys by Colson Whitehead [Los chicos de la Nickel]

*Los títulos disponibles en español aparecen entre corchetes.


De los editores:

Al igual que otras formas de arte y entretenimiento contemporáneos, algunos de estos títulos incluyen lenguaje, sexo, violencia, prejuicios raciales u otros elementos de maneras que no se alinean ni reflejan los puntos de vista de Christianity Today o de su personal. Recomendamos estos libros no como un respaldo a todos los elementos que contienen, sino como obras de arte que ayudan al lector a involucrarse con cuestiones culturales cruciales de nuestros días, así como con preguntas permanentes sobre la condición humana y la verdad eterna de Dios. Para obtener más información sobre nuestra filosofía hacia el contenido de este tipo de literatura, consulte «Why We Review R-Rated Films» de Alissa Wilkinson.

El canon occidental ha estado históricamente dominado por autores masculinos blancos, lo que significa que los clásicos, en este sentido, no ampliarán las conversaciones actuales de muchos cristianos. Pero las aulas seculares y las editoriales están trabajando activamente para poner en el centro a voces históricamente marginadas, ampliando así la gama de autores e historias que llenan los estantes de las librerías y bibliotecas.

Para el creyente, elevar voces diversas y previamente silenciadas puede ser un acto constructivo de esperanza, una prefiguración de lo que Apocalipsis describe como «… una multitud tomada de todas las naciones, tribus, pueblos y lenguas; era tan grande que nadie podía contarla. Estaban de pie delante del trono y del Cordero» (7:9), y un reflejo de la enfática preocupación de la Biblia por los marginados. De este modo, leer literatura contemporánea es comprender mejor el corazón de Dios, amante de las naciones y de los oprimidos, que levanta a los débiles y se preocupa con ternura por los marginados.

«Solo puedo responder a la pregunta “¿Qué debo hacer?”», escribe el filósofo Alasdair MacIntyre en After Virtue, «si puedo responder a la pregunta previa: “¿De qué historia o historias formo parte?”». Nuestras historias no solo están arraigadas en el pasado; se están desarrollando incluso ahora. Leer literatura contemporánea nos ayuda a involucrarnos con las historias del mundo en que vivimos, dar sentido a las polaridades que nos rodean, y escuchar las voces de aquellos que Dios tiene cerca de su corazón (Isaías 40:11). En las páginas de libros nuevos, nuestro amor por Dios (y su amor por nosotros) puede cruzarse con las tragedias particulares de nuestros días y con posibilidades particulares de redención.

«Las historias, personajes, motivos y referencias bíblicas impregnan toda la literatura [occidental]», escriben los eruditos literarios Jo Carruthers, Mark Knight y Andrew Tate en Literature and the Bible.

¿Pero es esto cierto también para la ficción literaria contemporánea?

Si las tendencias demográficas actuales se mantienen, los cristianos serán una minoría en Estados Unidos dentro de un par de décadas, y ese único dato no incluye el panorama completo del declive del cristianismo en Occidente. Muchas universidades cristianas están ahora en crisis; las denominaciones se están fracturando por cuestiones como el matrimonio homosexual; y las tasas de asistencia a la iglesia están cayendo, especialmente entre los jóvenes, los solteros y los liberales.

En 1900, casi el 95 por ciento de Europa profesaba ser cristiano, pero en 2022, por primera vez en siglos, menos de la mitad de la población de Inglaterra y Gales se autoidentificó como creyente. Y según datos de 2018 del Pew Research Center, los cristianos no practicantes y los no afiliados religiosamente superan con creces a los cristianos que asisten a la iglesia en todos los países de Europa occidental.

En este contexto, no sorprende que el cristianismo sea retratado de manera menos obvia o positiva en gran parte de la literatura occidental contemporánea.

La fe cristiana, que «durante siglos se filtró en todos los rincones de nuestra sociedad», ahora figura en la ficción literaria como «algo entre una lengua muerta y una resaca», sostiene el escritor Paul Elie en The New York Times. Es como «estatuas dejadas en un edificio antiguo, desconcertando a los nuevos ocupantes» o «un país para los viejos».

«Si se puede decir que algún fragmento de nuestra cultura es poscristiano, es la literatura», continúa Elie. «¿Adónde se ha ido la novela de fe?».

Este cambio puede facilitar que los cristianos promuevan la lectura de «libros antiguos», muchos de los cuales fueron escritos en culturas que, al menos superficialmente, estaban alineadas con los valores, la cosmovisión y la cultura cristiana. (Aunque, como me comentó recientemente un profesor de literatura clásica, los libros antiguos tampoco son «seguros»).

Pero si bien la «novela de fe» ya no tiene el mismo aspecto que en el pasado, no ha desaparecido por completo. Como nos recuerda Robinson, la conexión entre religión y literatura no se rompe fácilmente. La literatura actual puede abordar nuestras cuestiones teológicas y ontológicas sobre Dios, el pecado y la redención de manera indirecta, tal vez a través de la crítica u omisión de las creencias cristianas tradicionales, o bien, transmitiendo un incipiente anhelo por lo divino.

No debemos tomar ese anhelo a la ligera; el apóstol Pablo, quien describió a toda la creación como «gimiendo» por Dios, ciertamente no lo hizo (Romanos 8:22). Aprender de la ficción literaria contemporánea es similar a que Pablo hablara en el Areópago usando líneas de poetas paganos (Hechos 17). Él también se dirigía a una cultura que ignoraba los símbolos y motivos cristianos.

Al igual que Pablo, podemos ser llamados a viajar fuera de Jerusalén y hacia el corazón de Grecia, como peregrinos y extranjeros en una cultura donde las historias cristianas se están desvaneciendo lentamente o ya están olvidadas; una cultura que desarrolla amnesia hacia Dios. Como lectores, podemos responder a la pregunta de Elie sobre dónde se puede encontrar la fe en las novelas actuales de la misma manera que él finalmente lo hace: las encontramos donde podemos.

Cuando estaba en la universidad, mis compañeros y yo hablábamos de Vladimir Nabokov, Virginia Woolf, Chang-Rae Lee y Chinua Achebe. Aunque yo era creyente, no muchos de mis profesores o compañeros de clase (o los autores de los libros que leíamos) se identificaban como tales. Aun así, había algo religioso en la intensidad con la que estudiábamos estos textos. Al igual que Robinson, creíamos que a través de la literatura podríamos de alguna manera encontrar significado, así como nuestro lugar en el mundo. A menudo sentí la presencia de Dios presionando sobre nosotros: la realidad más allá de las verdades que entreveíamos en esas páginas.

Incluso ahora, cada vez que leo, pienso en esos amigos y profesores, junto con todos los que han probado la belleza, la verdad y la bondad, pero aún no conocen su fuente. Escucho la voz del Pastor que dice: «Tengo otras ovejas que no son de este redil, y también a ellas debo traerlas» (Juan 10:16), y estoy agradecida de que Dios nos atrae a Él no solo con [prédicas de] fuego y azufre, sino también con belleza y bondad. Estoy agradecida de que Dios extienda su gracia hacia las palabras ficticias con su verdad y gloria.

Leer libros nuevos es una manera de acercarnos al latido del corazón de nuestro Dios, quien ha llenado su mundo de cosas hermosas y nos hizo a su imagen para apreciar todo lo bello.

Cuando se hace con oración y ojos de fe, la lectura de la literatura contemporánea puede ser un ejercicio para aguardar el día en que la esperanza eclipse la oscuridad actual. Puede ser un ejercicio de búsqueda de nuestro Señor.

Sara Kyoungah White es correctora de textos en Christianity Today.

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Su trabajo consiste en verificar la legitimidad de los hechos cuando los cristianos experimentan lo peor

Es investigador de Puertas Abiertas en África Oriental y su trabajo ha tenido un efecto poco previsible en su fe.

Christianity Today January 19, 2024
Ilustración por Christianity Today / Fuente: Pexels

Hace casi dos décadas, Fikiru se unió a un grupo de oración y estudio de la Biblia en su ciudad natal en África Oriental, una experiencia que lo llevó a aceptar a Cristo como su salvador personal. Pero Fikiru pronto descubrió que otros cristianos de la zona se oponían vehementemente a su conversión y a la del resto de su comunidad. Tras varios meses, estos cristianos acusaron a los demás de blasfemia, obligaron a sus cónyuges a divorciarse de ellos, a sus familias a desheredarlos y, en algunos casos, los golpearon y los mataron.

En los días posteriores a esta persecución, varios miembros del personal de Puertas Abiertas [Open Doors], el grupo mundial de activismo y defensa en materia de persecución contra los cristianos, pasaron por allí un domingo.

«Nunca los habíamos visto antes», dijo Fikiru. «Nunca habíamos oído hablar de ellos».

Pero Puertas Abiertas había oído hablar de su iglesia y de lo mucho que estaban sufriendo. Trajeron consigo un mensaje sencillo para Fikiru: no estás solo.

Al cabo de un par de años, Fikiru (CT utiliza un seudónimo por motivos de seguridad) aceptó un trabajo en Puertas Abiertas.

«Intento devolver el amor y la preocupación que me mostraron cuando yo mismo era un creyente perseguido», dijo el analista de investigación para África Oriental que abarca desde Eritrea hasta Mozambique. «Hago este trabajo con pasión y espíritu».

Fikiru habló recientemente con Morgan Lee, editora gerente global para CT sobre cómo verifica los hechos de las denuncias de persecución, el sorprendente impacto que este trabajo ha tenido en su fe y cómo cuida a los miembros del personal que están agotados por este trabajo.

¿Cómo ayudas al personal que está agotado o ha sido traumatizado de segunda mano al escuchar tantas historias de devastación, destrucción y violencia?

Oración. Uno de nuestros valores fundamentales hace hincapié en que somos personas de oración. Sabemos que servimos al Señor y que estas personas sufren por su fe. No caminan solas, y nuestro Señor siempre estará con ellas. Conocer esta verdad nos animará siempre a seguir caminando. Entregamos todas nuestras cargas y desafíos [delante de Él] para que Él intervenga.

También ofrecemos sesiones informativas para el personal y los ayudamos a poner en marcha planes de autocuidado. A nuestro personal de primera línea, es decir, aquellos que interactúan directamente con creyentes perseguidos, los animamos a diario a encontrar comunidad en el ministerio y en nuestras oficinas. Es importante tener gente a tu alrededor que comprenda y comparta las cargas que llevamos en nombre de la iglesia perseguida, porque no hay mucha gente que comprenda o comparta estas cargas.

Los tiempos devocionales regulares en las oficinas y departamentos, y la oración regular también apoyan al personal que puede estar luchando con un evento o con un incidente de persecución. No puedes hacer este trabajo y no tener algunas preguntas difíciles para Dios; pero afortunadamente, Él es paciente y misericordioso con nosotros y, a medida que nos revela cómo está obrando todas las cosas para su bien, nuestra fe y nuestra relación con Dios se fortalecen.

¿Qué aspecto de tu trabajo ha sacudido tu fe?

Como nosotros escuchamos acerca del sufrimiento interminable de nuestros hermanos y hermanas, a veces tenemos momentos en los que nos sentimos abatidos emocionalmente. (Entre los peores están los casos de violencia sexual contra mujeres jóvenes y el maltrato a ancianos vulnerables). Pero no se trata de nosotros. Se trata de la Iglesia que sufre. A veces podemos sentir que el trato injusto que reciben nuestros hermanos cristianos es demasiado. Pero sabemos que son fuertes y fieles. La manera en la que muestran resiliencia nos anima a seguir caminando con ellos.

¿Cómo contribuye tu trabajo a la Lista Mundial de la Persecución de Puertas Abiertas?

Anualmente, recopilamos datos sobre la persecución en todos los países de nuestra región y los analizamos, integrando esta información con las perspectivas de distintos líderes y expertos de todo el país. Puntuamos a cada país en una serie de categorías y luego lo enviamos al centro [de procesamiento] mundial, donde utilizan nuestro análisis para dar a cada país una puntuación final. [Nota del editor: Puedes leer más sobre la metodología de Open Doors en inglés aquí, o una versión abreviada en español aquí].

Cuando recopilamos datos, intentamos disponer de información diversificada. Queremos que nuestros colaboradores nos den perspectivas de contextos específicos de todo el país en lo que se refiere a la persecución, y no basarnos solo en uno o dos individuos. Por supuesto, el número de colaboradores variará según el tamaño del país, ya se trate de Etiopía, con 120 millones de habitantes, o de Yibuti o Comoras, países que tienen menos de un millón de habitantes. Muchos son líderes de iglesias o profesionales, así como personas que tienen experiencia en una amplia gama de cuestiones del país.

Después de recopilar los datos y recabar información, no desaparecemos. Vamos a los afectados por la persecución y les decimos: «Esto es lo que nos dice la Biblia, y así es como vamos a responder a ello. Y no están solos». No queremos que el enemigo los desanime para que se retracten de su fe.

¿Cómo verificas la información?

Dos cosas son importantes para nosotros en Puertas Abiertas: en primer lugar, queremos mostrar nuestro amor, compromiso y preocupación por los creyentes que sufren; en segundo lugar, queremos asegurarnos de que nuestra información es exacta y oportuna.

Cuando se trata de incidentes concretos, tenemos que determinar si se hicieron realmente con el propósito de atacar o negar los derechos de los cristianos a vivir en igualdad de condiciones con sus conciudadanos.

Así que, como he dicho antes, intentamos cotejar y diversificar nuestras fuentes. Revisamos la investigación existente sobre un país, incluidas las fuentes primarias y secundarias. Acudimos a nuestros colaboradores. Hay ocasiones en las que pueden presentarnos nueva información o contexto en un país determinado. No nos precipitamos. Intentamos comprender realmente lo que ocurrió y por qué.

Esto es un reto porque los gobiernos y otros responsables de la persecución intentan poner en duda la información diciendo que no conocemos el contexto. Por supuesto, la mayoría de los perseguidores no dirán que persiguen a los cristianos a causa de su fe. Por eso examinamos una situación desde tantos ángulos. Queremos ser precisos y asegurarnos de que se trata de algo que ha ocurrido a causa de la fe en Cristo. No podemos decir que el país trata de tal o cual manera a sus ciudadanos cristianos si no hemos hecho una evaluación exhaustiva.

Aunque hacemos hincapié en la exactitud y la calidad, también intentamos ministrar a estas personas que realmente están sufriendo persecución, y también buscamos mostrarles amor.

¿Cuál es la parte más difícil de tu trabajo cuando se trata de recopilar y verificar la información?

Proteger la seguridad de nuestras fuentes es un reto. Queremos tener tanta información como sea posible, y queremos que esté corroborada por diversas fuentes. Pero estos objetivos también conllevan el riesgo de exponer a las personas.

En última instancia, la mayoría de los datos están disponibles para ayudar a analizar la situación en un país, pero hacer públicos los detalles del incidente es demasiado peligroso. En algunos de los contextos, puede que parezcamos herméticos y como que no entramos en más detalles porque nos preocupan nuestras fuentes.

Queremos contar los testimonios de aquellos creyentes que nos contaron una historia entre lágrimas y que están compartiendo algo que te conmoverá para que se lo cuentes al resto del mundo. Pero cuando haces eso, puede causarles un dolor adicional.

Lo que sí quiero que entiendan los lectores cuando lean este informe es que todas estas cifras son de personas que son cristianas: madres, hermanos, padres e hijos que se enfrentan a la vida cotidiana con incertidumbre. Los números y las cifras te están hablando de las lágrimas de tu hermano o hermana en una parte del mundo a quien no se le permite simplemente practicar su propia fe. Yo animaría a la gente a pensar en ellos, a hablar de ellos y a orar por ellos.

¿Qué tipo de impacto ha tenido tu trabajo en tu fe?

Aliento. La gente nos hace a menudo esta pregunta a mí y a mis colegas porque estudiamos y oímos historias tristes de nuestros hermanos y hermanas.

Cuando conoces a estos valientes hombres y mujeres de Dios que son perseguidos solo por su fe, solo porque se identifican con otra forma de fe aparte del grupo religioso dominante, cuando comparten contigo una historia tras otra, y cuando terminan y te dicen, a pesar de todo esto: «Estamos contentos de conocer a Cristo y seguiremos adorándole, aunque nos nieguen nuestros derechos, nos ataquen físicamente o nos maten, confisquen o destruyan nuestras propiedades; todo ello nos hará más fuertes. No renegamos de nuestra fe», obtenemos valor y motivación en nuestra vida personal y en nuestro ministerio.

A veces pensamos que estamos en un lugar mejor, pero estas personas en ese contexto son muy fuertes. Tenemos mucho que aprender de ellos.

¿Qué casos de persecución contra cristianos en África Oriental te gustaría compartir de manera especial?

Permítanme empezar por Mozambique, donde los cristianos se enfrentan a amenazas diarias del extremismo islámico. El grupo quería establecer el Estado Islámico en el norte del país y han tomado como objetivo al gobierno, a los soldados y a los propios musulmanes moderados.

Los cristianos son un objetivo, porque cuando atacan, el Estado Islámico primero verifica cuál es tu fe. Si se enteran de que eres cristiano, te atacarán duramente. Esta situación ha dificultado la vida normal de los cristianos, y muchos de ellos se han visto desplazados. Como saben que la insurgencia los atacará, muchos se han marchado en masa. Miles y miles de cristianos han huido, junto con musulmanes moderados.

En Eritrea, los cristianos se enfrentan desde hace más de 20 años a una grave persecución. Los cristianos eritreos no pueden reunirse y orar; no pueden confesar abiertamente su decisión de seguir a Cristo. Si son encarcelados, no pueden ser sometidos a juicios adecuados. La cárcel puede significar vivir en un contenedor o en una pequeña celda durante muchos años sin justicia.

Hace solo unos días, el gobierno eritreo volvió a detener a cristianos. Siempre que los encuentran orando juntos, los acorralan y los envían a la cárcel. Pero a la familia de la persona detenida, nadie le dirá qué ocurrió ni por qué.

Por último, Sudán. El año pasado, en abril, estalló la guerra en Sudán. Antes de esa guerra, había entusiasmo y esperanza entre los observadores y algunos ciudadanos de que el país se convirtiera algún día en un lugar mejor para el ejercicio de la libertad religiosa y los derechos.

Desde que empezó la guerra, muchas iglesias han sido atacadas, bombardeadas e incendiadas. La semana pasada, el 12 de enero, bombardearon una iglesia en la importante ciudad de Wad Madani. El presunto grupo armado confiscó todo lo que había en el recinto y luego le prendió fuego.

Por supuesto, los combates entre ambas fuerzas no son abiertamente religiosos. Ambos bandos son militantes islámicos. Por un lado están los militares, y por otro las Fuerzas de Apoyo Rápido, es decir, la gente que trabajaba a las órdenes de Bashir, el antiguo régimen.

Los cristianos que ya sufren a causa de su fe se ven aún más perjudicados porque sus familiares que no son cristianos pueden haberlos condenado al ostracismo, y encontrar alimentos y protección en un país en guerra es difícil. Muchas personas han sido desplazadas y los pastores desplazados ya no pueden cuidar de sus congregaciones, y también huyen para salvar su vida y su seguridad.

¿Hay alguna conversación que hayas mantenido con un cristiano perseguido que te haya inspirado?

Hablé con uno de los pastores sudaneses que por poco muere en el bombardeo de su iglesia en Jartum, la capital. Llevaba muchos años en el ministerio y pagó un precio muy alto por su decisión de declarar públicamente su fe y luego su [trabajo en el] ministerio. Pero cuando se produjo aquel atentado, se sintió muy triste. Se sintió impotente: no fue capaz de ayudar a su congregación ni de proteger a su familia o su propia vida.

Lo conozco desde hace muchos años y mantenemos un contacto regular en relación con la oración. Me dijo: «Fikiru, solo puedo pedirte que ores por mí y por las personas a las que sirvo. No puedo saber durante cuánto tiempo seguiré vivo o si estaré a salvo. La situación está empeorando». Lo que me conmovió fue que en todos los años que estuve en comunicación con él, apenas si mencionó orar por sí mismo; siempre oraba por la gente a la que sirve. Esto me dice cuánta presión pesa sobre los hombros de los pastores y líderes.

Otra historia es de Tanzania, un país donde la influencia islámica está creciendo en ciertas partes del país. Ahora mismo, cada vez que una persona de origen islámico decide convertirse en cristiano, sus padres y su familia la persiguen. Una señora nos contó que era uno de los miembros preferidos de la familia, que su padre la quería mucho y que su madre y sus parientes la apoyaban hasta que decidió seguir a Cristo.

En cuanto se enteraron de su decisión, empezaron a golpearla y atacarla. Cuando la visité, tenía heridas en los brazos causadas por los machetazos. Su intención era matarla.

«Fikiru», me dijo, «lo hicieron para detenerme. Pero aunque pierda su apoyo y vaya a perder la vida, seguiré adorando y sirviendo al Señor».

Esta fue una historia profundamente conmovedora para mí. Aunque hay muchas historias tristes sobre creyentes y cristianos perseguidos en nuestra región, también hay un lado alentador: que estas personas están decididas a pagar cualquier precio, de cualquier forma.

Nosotros, como cristianos, debemos orar por estas personas, decirles que no están solas, y luego hablar en su favor a cualquier lugar [o institución] que pueda ejercer algún tipo de influencia sobre los perseguidores, ya sea el gobierno o agentes no estatales, y pedirles que los dejen en paz y les permitan llevar una vida decente.

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Colombia se convirtió en el país sudamericano donde es más difícil ser cristiano

Oficialmente, el país protege las libertades religiosas mejor que la mayoría de la región. Pero la realidad es más compleja.

Guerrilleros del Ejército de Liberación Nacional patrullan cerca del río Baudo, en Colombia.

Guerrilleros del Ejército de Liberación Nacional patrullan cerca del río Baudo, en Colombia.

Christianity Today January 18, 2024
Daniel Muñoz / Colaborador / Getty

Rodrigo es un pescador cristiano que vive con su esposa en el departamento del Chocó, una región selvática próxima a la frontera que Colombia comparte con Panamá y que es conocida por ser uno de los lugares donde más llueve en el planeta.

El poblado en el que habitan es tan remoto que no tiene calles pavimentadas, y la presencia de la policía y otras autoridades colombianas es escasa. Los habitantes recorren los caudalosos ríos Atrato, Baudó y San Juan principalmente en lancha motora, y Rodrigo mantiene a su familia vendiendo gasolina, según relató a Puertas Abiertas, quien contó su historia por primera vez.

A pesar de la aparente necesidad de un negocio como el suyo en la zona, Rodrigo y su familia están aislados. Su comunidad, mayoritariamente indígena, los ha rechazado a causa de su fe, y los ha excluido social y económicamente por negarse a participar en los rituales animistas habituales entre los nativos. Este aislamiento también ha puesto a Rodrigo en una situación más vulnerable ante los grupos guerrilleros y paramilitares que dominan la región, quienes amenazan periódicamente con cerrar su negocio si no paga extorsiones, un delito presente en todo el país, pero que afecta de manera especial a los cristianos.

La historia de Rodrigo refleja dos de las principales razones por las que Colombia ha sido el país más peligroso de Sudamérica para ser cristiano en los últimos cinco años, según la Lista Mundial de la Persecución (LMP) de Puertas Abiertas. En la lista de este año de los países donde es más difícil ser cristiano, el país ocupa el puesto 34 a nivel mundial. ¿Cómo se ha convertido un país de larga tradición democrática y mayoría católica en uno de los lugares más peligrosos para los creyentes en el hemisferio occidental?

Gran parte de la bien conocida violencia de Colombia se remonta a 1948, cuando el candidato presidencial liberal Jorge Eliécer Gaitán fue asesinado, desencadenando una tragedia nacional conocida como «El Bogotazo» y un recrudecimiento de la violencia política. Tras la muerte del candidato, surgieron grupos guerrilleros liberales —alimentados por la ideología comunista de la Revolución Cubana— que sembraron terror en las zonas rurales.

En la década de 1980, con el auge del narcotráfico, los grupos guerrilleros se convirtieron en aliados de los narcotraficantes. Pero tras la caída de capos de la droga como Pablo Escobar en la década de 1990, tanto estos grupos como sus oponentes, los grupos paramilitares, tomaron control total del negocio del narcotráfico. Como informó Christianity Today en 1998, no pocas veces los líderes cristianos fueron víctimas de secuestros, asesinatos y desplazamientos.

«Colombia es un país en el que existen dos realidades. Por un lado, hay mucha libertad en las grandes ciudades, y los cristianos de allí ni siquiera son conscientes de la persecución que se produce en las zonas rurales del país», dijo Ted Blake, director de Puertas Abiertas en España. «[Pero] en esas zonas rurales hay grupos armados —guerrilleros o paramilitares— que no permiten que se haga nada sin su aprobación, misma que se obtiene con el pago de “vacunas” [dinero de extorsión]».

La segunda forma de persecución en las zonas rurales de Colombia, según Puertas Abiertas, la llevan a cabo los grupos indígenas que tienen autonomía para establecer sus propias normas en los territorios que les han sido cedidos. Con frecuencia, estas normas prohíben la conversión a la fe cristiana, y se castiga con la expulsión de la comunidad, la expropiación de tierras o la exclusión económica.

La persecución de los cristianos en las comunidades indígenas es más evidente en el departamento del Cauca, al sur del país, cerca de la frontera con Ecuador. La población indígena mayoritaria en esa región supera las 200 000 personas. Los que se atreven a abrazar la fe cristiana (aproximadamente unos 14 000), han sufrido el despido de sus trabajos, desplazamiento forzado y otros tipos de exclusión social. «Como no masticamos la hoja de coca, ni participamos en los bloqueos de carreteras organizados para protestar contra el gobierno colombiano, ni hacemos conjuros con hierbas, nos desplazan», explicó el pastor evangélico Rogelio Yonda Trochez a la BBC en 2012.

Pero la violencia ejercida por los grupos de narcotraficantes y la opresión de las comunidades indígenas no son los únicos elementos que contribuyen al ambiente tóxico que viven los cristianos colombianos. Según Puertas Abiertas, la intolerancia secular ha aumentado y ha impedido que algunos cristianos compartan sus convicciones sobre el aborto, el matrimonio y la libertad religiosa.

En 2021, miles de colombianos de todo el país salieron a la calle para protestar por el aumento de los impuestos y el retraso en la distribución de la vacuna contra el COVID-19. Cuando los líderes cristianos se negaron a protestar o se pronunciaron en su contra, algunos manifestantes vandalizaron iglesias, entre ellas la megaiglesia de Bogotá El Lugar de Su Presencia.

¿«Inconsistencias en la metodología»?

Desde 1991, cuando la Constitución reconoció por primera vez las libertades de religión, conciencia y culto como derechos fundamentales en el país históricamente católico, la legislación colombiana en la materia ha sido considerada una de las más avanzadas en la región.

En consecuencia, las autoridades nacionales han visto con escepticismo los informes más recientes de Puertas Abiertas.

«La violencia en Colombia ha afectado a múltiples iglesias y creyentes», declaró a CT Lorena Ríos, exdirectora de la Oficina de Asuntos Religiosos del Ministerio del Interior (y ahora senadora por el partido cristiano Colombia Justa Libres). «Sin embargo, la causa de la violencia no siempre se ha debido a cuestiones de fe, sino más bien a situaciones del entorno, ya sean políticas (participación o apoyo a un candidato), de liderazgo social (pastores que denuncian la corrupción o amenazas de grupos), o cuestiones personales (negocios y deudas). Pero no se debe exclusivamente a una cuestión de persecución por ser cristianos».

De hecho, en 2021, bajo el mandato de Ríos, la Oficina de Asuntos Religiosos, publicó una refutación formal contra las afirmaciones de Puertas Abiertas, expresando su preocupación por lo que describió como «inconsistencias en la metodología» de Puertas Abiertas a la hora de evaluar los niveles de persecución religiosa en Colombia. En ese informe, el gobierno colombiano cuestionaba por qué el país había pasado del puesto 41 al puesto 30 en la LMP de 2021.

«Esta brusca variación no tenía sentido, porque 2020, debido a la pandemia, fue un año en el que se produjeron menos ataques contra los cristianos en el país», afirmó Ríos, y añadió que «incluso [Puertas Abiertas] admitió que, debido a las restricciones impuestas por COVID-19, 2020 no había sido un año típico en la recolección de datos».

La metodología de Puertas Abiertas ha evolucionado desde 1993, año en que comenzó la medición. Actualmente se basa en una serie de cuestionarios que se aplican tanto a la población cristiana como a la no cristiana de cada país, y luego la información se puntúa en una escala de 100 puntos en función de los niveles de persecución y es auditada de forma independiente por el International Institute for Religious Freedom [Instituto Internacional para la Libertad Religiosa].

«Medimos los niveles de opresión de los cristianos en cinco ámbitos: vida privada, esfera familiar, esfera social, esfera nacional y esfera eclesiástica. También tenemos en cuenta la violencia corporal o material que sufren los cristianos», declaró Blake.

Colombia no está en la lista a causa de sus leyes. Está en la lista porque cristianos han sido asesinados a causa de su fe y porque las iglesias han sufrido ataques, afirma.

Persecución en América Latina

Tras entrar en la lista de los 50 países con mayores niveles de persecución en 2019 (en el puesto 47), Colombia llegó a ocupar el puesto 22 en la LMP de 2023, con lo que se convirtió en la nación más peligrosa para los cristianos de toda América Latina. Aunque este año el país ocupa el puesto 34, su puntuación solo ha bajado de 71 puntos en 2023 a 68 puntos en 2024.

El país latinoamericano más peligroso según la LMP 2024 es Cuba (puesto 22, con una puntuación de 73), seguido de Nicaragua (puesto 30, con una puntuación de 70), debido a la obsesión del dictador Daniel Ortega con la Iglesia católica, a cuyos líderes califica de opositores a su régimen. Después de Colombia se encuentra México (puesto 37, con una puntuación de 68).

«Las formas de persecución en Colombia y México son muy similares», afirma Blake. «Los grupos de narcotraficantes extorsionan, secuestran y asesinan a líderes cristianos en ambos países, mientras que los grupos indígenas ejercen presión excluyendo económica y socialmente a los cristianos».

Venezuela (puesto 67, con una puntuación de 53) ya no está entre los 50 primeros, a pesar de las suposiciones que puedan tenerse sobre el hecho de que su gobierno autoritario y socialista haga más difícil profesar libremente la fe cristiana.

Mientras florece la persecución, incluso en países históricamente cristianos, ¿qué puede hacer la iglesia mundial?

Hablar claro, dice Blake.

«Jesús nos enseñó que quien lo siga será perseguido. Es algo que debemos esperar que ocurra», afirma. «Más bien, alza tu voz en dos sentidos: pide a Dios que fortalezca a los cristianos de tal modo que se mantengan firmes en medio de la adversidad; también, levanta tu voz ante los gobernantes, para que intervengan en defensa de los derechos de los cristianos que sufren tantas injusticias».

Hernán Restrepo es un periodista colombiano que vive en Bogotá. Desde 2021, gestiona las cuentas de redes sociales de Christianity Today en español.

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News

Los 50 países donde es más difícil seguir a Jesús en 2024

El último informe sobre la persecución de los cristianos describe el creciente peligro que representan los militantes islámicos y los regímenes autocráticos, desde Nigeria hasta Nicaragua.

Christianity Today January 17, 2024
Illustration by Kumé Pather

Casi 5000 cristianos fueron asesinados por su fe el año pasado. Casi 4000 más fueron secuestrados.

Casi 15 000 iglesias fueron atacadas o cerradas.

Y más de 295 000 cristianos fueron desplazados a la fuerza de sus hogares a causa de su fe.

El África subsahariana, que hoy en día es el epicentro del cristianismo mundial, sigue siendo el foco de la violencia contra los seguidores de Jesús, según la Lista Mundial de la Persecución 2024 (LMP). El más reciente recuento anual de Puertas Abiertas enlista los 50 países donde es más peligroso y difícil ser cristiano.

Las preocupantes cifras de cristianos asesinados y secuestrados por su fe son en realidad inferiores a las del informe del año pasado. Sin embargo, Puertas Abiertas subraya que son cifras que representan el «mínimo absoluto». Atribuye ambos descensos a un periodo de calma previo a las últimas elecciones presidenciales en Nigeria. No obstante, Nigeria se unió a China, India, Nicaragua y Etiopía como los países que registran un aumento significativo en el número de ataques a iglesias. [Enlaces en inglés].

En total, 365 millones de cristianos viven en naciones con niveles de persecución o discriminación muy altos, es decir, 1 de cada 7 cristianos en todo el mundo. En otras palabras, esto representa 1 de cada 5 creyentes en África, 2 de cada 5 en Asia y 1 de cada 16 en América Latina.

Y por cuarta vez en 30 años de seguimiento, las 50 naciones que integran la lista obtuvieron una puntuación tan alta como para registrar niveles de persecución «muy altos» en la matriz de más de 80 preguntas de Puertas Abiertas. También lo hicieron otros 7 países que no entraron en la lista de los 50. Siria y Arabia Saudita, por su parte, entraron en el nivel de persecución «extrema», elevando el número de países en este nivel a 13.

El propósito de la clasificación anual de la LMP es servir como guía para que los cristianos sepan cómo orar, provocar una ira más efectiva, y mostrarle a los creyentes perseguidos que no están olvidados.

La versión 2024 de la lista abarca el periodo comprendido entre el 1 de octubre de 2022 y el 30 de septiembre de 2023, y se ha recopilado a partir de informes de base elaborados por obreros de Puertas Abiertas en 25 bases nacionales, que apoyan el trabajo en 70 países. La metodología es auditada por el International Institute for Religious Freedom [Instituto Internacional para la Libertad Religiosa].

Cuando la lista fue publicada por primera vez en 1993, solo 40 países obtuvieron una puntuación lo suficientemente alta como para justificar su seguimiento. Este año, 78 países alcanzaron el umbral de la LMP.

¿Dónde se persigue más a los cristianos hoy en día?

Corea del Norte ocupa el primer puesto, como lo ha hecho todos los años con excepción de 2022, cuando fue desplazado brevemente por Afganistán. El resto de los 10 primeros permaneció igual, aunque intercambiaron sus posiciones: Somalia (puesto 2), Libia (puesto 3), Eritrea (puesto 4), Yemen (puesto 5), Nigeria (puesto 6), Pakistán (puesto 7), Sudán (puesto 8), Irán (puesto 9) y Afganistán (puesto 10).

El país más mortal para los cristianos fue Nigeria, con más de 4100 cristianos asesinados por su fe, número que representa el 82 % del conteo mundial total. La región subsahariana de Puertas Abiertas situó a 26 países en la LMP, 13 de ellos en el nivel «extremadamente alto». En Malí (puesto 14) y Burkina Faso (puesto 20) las fracturas en la seguridad gubernamental fueron atribuidas a los yihadistas, mientras que el número de ataques a iglesias aumentó considerablemente en Etiopía (puesto 32).

Puertas Abiertas clasifica a cada nación en una escala de 100 puntos. Se registraron aumentos de más de 4 puntos en Omán (4.2), Burkina Faso (4.8), Nicaragua (5.3), Argelia (6.1) y Laos (6.6). Omán ascendió del puesto 47 al 31, aunque los datos concretos de sus estadísticas de violencia se mantienen ocultos por motivos de seguridad. En su segundo año en la lista, Nicaragua subió del puesto 50 al 30, debido a la abierta hostilidad del gobierno contra la Iglesia. Argelia subió del puesto 19 al 15, debido a que las autoridades intensificaron una campaña contra la iglesia protestante, de la que solo permanecen abiertas 4 de un total de 46 iglesias.



1. Corea del Norte
2. Somalia
3. Libia
4. Eritrea
5. Yemen
6. Nigeria
7. Pakistán
8. Sudán
9. Irán
10. Afganistán
11. India

A pesar de que Laos subió del puesto 31 al puesto 21, también fue reportado como una buena noticia.

«Nunca vi una conexión más clara entre una iglesia en crecimiento con una oposición creciente, lo que resulta en puntuaciones más altas», dijo un investigador de Puertas Abiertas. «Encuentro consuelo en que los versículos bíblicos que predicen esta conexión hoy siguen siendo verdad».

Colombia fue el único país de los 50 de la lista que registró un descenso de al menos 2 puntos (2.5), pasando del puesto 22 al 34. También se observó una mejora significativa en Vietnam (que bajó del puesto 25 al 35), Indonesia (del puesto 33 al 42) y Turquía (del puesto 41 al 50).

Otras señales de esperanza se observaron en Malí, donde los ciudadanos aprobaron una nueva constitución que reconoce claramente a su minoría cristiana y que podría conducir a un eventual retorno del gobierno civil. Y en el estado de Karnataka en la India, un partido de la oposición derrotó al nacionalista Bharatiya Janata Party (BJP, en español Partido Popular Indio) con la promesa de revocar las leyes locales contra la conversión.



1. Nigeria
2. Pakistán
3. India
4. (Nombre no revelado)
5. Eritrea
6. Malí
7. Myanmar (Birmania)
8. Bangladés
9. República Centroafricana
10. República Democrática del Congo (RDC)

Sin embargo, en términos generales, India mantuvo su posición en el número 11, ya que los ataques contra casas cristianas se duplicaron hasta contabilizar 180, la cifra de muertes de cristianos se multiplicó por nueve hasta llegar a 160, y los ataques contra iglesias y escuelas cristianas aumentaron de 67 a 2228. Sumado al cierre de unas 10 000 iglesias en China (puesto 19), estos dos países representaron casi el 83 % de todos los incidentes de violencia contra iglesias en 2023.

Sin embargo, Nicaragua tuvo un aumento general del 8.3 % en la puntuación general, lo cual representó el aumento más rápido de todas las naciones de la LMP. Puertas Abiertas declaró que no se trata del inicio de una nueva tendencia, sino que las restricciones legislativas «hechas a medida» de la nación centroamericana sobre la libertad religiosa, la confiscación de propiedades cristianas y la detención o el exilio de líderes religiosos es una prueba de que Nicaragua está más «en sintonía» con la Cuba comunista (que ascendió desde el puesto 27 al 22).

Los impulsos autoritarios han sido importados en otros lugares, mientras China y también Rusia (que no está clasificado pero sí vigilado por Puertas Abiertas) extienden su influencia, especialmente en África. El mayor comprador de tecnología de vigilancia de Pekín (entre muchos otros) es Nigeria, mientras que el Grupo Wagner de Moscú ha hecho incursiones en Burkina Faso, Malí, República Centroafricana (puesto 28) y Mozambique (puesto 39) con asistencia en seguridad.

No hay nuevos países entre los 50 de la lista de este año.

¿Cómo se persigue a los cristianos en estos países?

Puertas Abiertas hace un seguimiento de la persecución en seis categorías —incluida la presión social y gubernamental sobre individuos, familias y congregaciones—, y tiene un enfoque especial en las mujeres.

Cuando la violencia se aísla como categoría, los 10 países con mayores niveles de persecución cambian drásticamente: solo Nigeria permanece [véase la lista del recuadro].

Los martirios disminuyeron en más de 600 con respecto al año pasado, ya que Puertas Abiertas contabilizó 4998 cristianos asesinados por su fe durante el periodo que cubre la LMP. Pero a pesar de que la cifra representa una baja del 11 %, el número de víctimas sigue siendo la tercera más alta desde el récord de 2016 de 7106 muertes. El 82 % del total correspondió a Nigeria, seguido de la República Democrática del Congo, con 261 cristianos asesinados, y en tercer lugar la India, con 160 cristianos asesinados.



1. Nigeria: 4118
2. República Democrática del Congo: 261
3. India: 160
4. (Nombre no revelado): 100*
5. Uganda: 55
6. Myanmar: 34
7. Burkina Faso: 31
8. Camerún: 24
9. República Centroafricana: 23
10. Colombia: 16

*Estimado |

Puertas Abiertas es conocida por favorecer una estimación más conservadora que otros grupos de defensa, que a menudo cuentan el número de martirios en cifras que rondan los 100 000 al año.

Cuando las cifras no pueden verificarse, las estimaciones de Puertas Abiertas se dan en números redondos de 10, 100, 1000 o 10 000, mismos que se supone son más altos en realidad. Asimismo, es posible que no se proporcionen algunas tabulaciones nacionales por motivos de seguridad, lo que da lugar a una designación «NN» para Afganistán, Bután, Malasia, Maldivas, Corea del Norte, Omán, Somalia y Yemen.

Bajo esta rúbrica, un país cuyo nombre no fue revelado ocupa el cuarto lugar, seguido de Uganda con 55 asesinatos registrados, Myanmar (Birmania) con 34, Burkina Faso con 31, Camerún con 24, la República Centroafricana con 23, y Colombia con 16.

Una segunda categoría registra los ataques contra iglesias y otros edificios cristianos, como hospitales, escuelas y cementerios, ya sean destruidos, clausurados o confiscados. El número total aumentó siete veces hasta llegar 14 766 incidentes —que superó el máximo previo alcanzado en el informe de 2020 con 9488 incidentes—, fue encabezado por China e India, seguidas por Nigeria (750), Nicaragua (347), Etiopía (284) y Ruanda (12). Sudán, Burkina Faso, Níger y Angola completan la lista de 10, cada uno con un recuento simbólico de 100 ataques.

En la categoría de cristianos detenidos sin juicio, arrestados, condenados y encarcelados, el número se redujo a 4125, por debajo del máximo histórico de 6175 del informe de 2022, pero sigue siendo el tercer total más alto desde que esta categoría comenzó a registrarse.

Puertas Abiertas divide esta cifra en dos subcategorías, con 3329 creyentes detenidos, lo que representa un aumento del 6 %. India se sitúa a la cabeza con 2085 casos, seguida de Eritrea con 322 e Irán con 122. Un país sin nombre, Pakistán y China registraron simbólicamente 100 cada uno, mientras que Laos con 65, Cuba con 45, Nicaragua con 38, y Libia con 31, completaron las primeras diez posiciones.



1. China: 10 000*
2. India: 2228
3. Nigeria: 750
4. Nicaragua: 347
5. Etiopía: 284
6. Ruanda: 120
7. Sudán: 100*
8. Burkina Faso: 100*
9. Níger: 100*
10: Angola: 100*
11. Myanmar: 100*

*Estimado |

Sin embargo, en la subcategoría de creyentes encarcelados, la cifra de 796 supuso un descenso del 43 % respecto a los 1388 del periodo anterior. India se situó a la cabeza con 247, mientras que un país sin nombre, Eritrea, Pakistán y China registraron un total simbólico de 100 cada uno.

El número de cristianos secuestrados disminuyó de 5259 a 3906, pero aún así representó el segundo total más alto desde que se registra esta categoría. Nigeria representó el 83 % del total con 3300 casos, mientras que Pakistán, la República Centroafricana y el Congo registraron un total simbólico de 100 casos.

La categoría considerablemente más numerosa fue la de los desplazamientos, con 278 716 cristianos obligados a abandonar sus hogares o a esconderse por motivos religiosos, contabilizando más del doble que el año pasado (124 310). Otros 16 404 cristianos se vieron obligados a abandonar sus países, frente a los 14 997 del año pasado. Myanmar (Birmania) y Nigeria encabezaron la lista con 100 000 desplazamientos internos contabilizados de forma simbólica, seguidos de India, con 62 119. Myanmar también encabezó la lista con un número simbólico de 100 000 desplazamientos internos, así como la lista de refugiados con un número simbólico de 10 000, seguido de Nigeria, Irán, un país sin nombre, Bangladesh y el Congo, con 1000 refugiados.

Puertas Abiertas ha declarado que varias categorías fueron especialmente difíciles de contabilizar con precisión, la más alta de las cuales fueron los 42 849 casos de abusos físicos y mentales, incluidas palizas y amenazas de muerte. (El recuento del año pasado fue de 29 411 incidentes.) De las 75 naciones evaluadas, a 48 se les asignaron números simbólicos. Nigeria, Pakistán e India registraron cada uno un total simbólico de 10 000, con una nación sin nombre, Eritrea, Mali, Myanmar, Bangladesh, República Centroafricana y Congo completando las diez primeras posiciones con un total simbólico de 1000 cada uno.

Se calcula que en 2023 fueron atacados un total de 21 431 hogares y propiedades de cristianos, así como 5740 comercios y empresas. De estos últimos, solo 17 de los 42 países registraron cifras concretas, con los 1572 casos de la India seguidos de una cifra simbólica de 1000 para Nigeria, Burkina Faso y la República Centroafricana. De los hogares cristianos, el número simbólico de 10 000 de Nigeria fue seguido por los 5878 de India, y el número simbólico de 1000 dado a Pakistán, Myanmar, República Centroafricana y Congo.

Las categorías específicas relacionadas con las mujeres también fueron difíciles de contabilizar con precisión para los investigadores de Puertas Abiertas. Los casos de violación y acoso sexual aumentaron de 2126 a 2622 contabilizados, encabezados por Nigeria, con un conteo simbólico de 1000, seguida de Siria, con un conteo simbólico de 500. Los matrimonios forzados con no cristianos disminuyeron de 717 a 609, encabezados por Pakistán, Irán y un país sin nombre, con cifras simbólicas de 100 cada uno.

¿Por qué se persigue a los cristianos en estos países?

La motivación principal varía según el país, y comprender mejor las diferencias puede ayudar a los cristianos de otras naciones a orar y abogar más eficazmente por sus asediados hermanos y hermanas en Cristo.

Puertas Abiertas clasifica las principales fuentes de persecución cristiana en ocho grupos:

Opresión islámica (30 países): Esta es la principal fuente de persecución a la que se enfrentan los cristianos en más de la mitad de los países de la lista de vigilancia, incluidos 7 de los 10 primeros en total. La mayoría de los 30 países son oficialmente musulmanes o tienen mayoría musulmana; sin embargo, 6 tienen mayoría cristiana: Nigeria (puesto 6), RCA (puesto 28), Etiopía (puesto 32), Mozambique (puesto 39), RDC (puesto 41) y Camerún (puesto 43).

Paranoia dictatorial (11 países): Esta es la principal fuente de persecución a la que se enfrentan los cristianos en 11 países, sobre todo en naciones de mayoría musulmana —Siria (puesto 12), Uzbekistán (puesto 25), Bangladesh (puesto 26), Turkmenistán (puesto 29), Tayikistán (puesto 46) y Kazajstán (puesto 47)—, pero también en Corea del Norte (puesto 1), Eritrea (puesto 4), Myanmar (puesto 17), Cuba (puesto 22) y Nicaragua (puesto 30).

Opresión comunista y poscomunista (3 países): Esta es la principal fuente de persecución a la que se enfrentan los cristianos en tres países, todos ellos de Asia: China (puesto 19), Laos (puesto 21) y Vietnam (puesto 35).

Nacionalismo religioso (2 países): Esta es la principal fuente de persecución a la que se enfrentan los cristianos en dos países, todos en Asia. Los cristianos son el principal objetivo de los nacionalistas hindúes en la India (puesto 11) y de los nacionalistas budistas en Bután (puesto 36).

Delincuencia organizada y corrupción (2 países): Esta es la principal fuente de persecución a la que se enfrentan los cristianos en Colombia (puesto 34) y México (puesto 37).

Opresión de clanes (2 países): Esta es la principal fuente de persecución a la que se enfrentan los cristianos en Yemen (puesto 5) y Jordania (puesto 48).

Intolerancia secular (0 países) y proteccionismo confesional cristiano (0 países): Puertas Abiertas realiza un seguimiento de estas fuentes de persecución, pero ninguna de ellas es la principal en ninguno de los 50 países de la lista 2024.

¿Cómo se compara la Lista de Vigilancia Mundial con otros informes sobre persecución religiosa?

Puertas Abiertas considera razonable calificar al cristianismo como la religión más perseguida del mundo. Al mismo tiempo, ha señalado que no existe documentación comparable para la población musulmana del mundo.

Otras evaluaciones de la libertad religiosa en el mundo corroboran muchas de las conclusiones de Puertas Abiertas. Por ejemplo, el último análisis del Pew Research Center sobre las hostilidades gubernamentales y sociales hacia la religión reveló que los cristianos sufrieron acoso en 155 países en 2020, más que cualquier otro grupo religioso. Los musulmanes fueron acosados en 145 países, seguidos de los judíos en 94 países.

El desglose corresponde a los datos de Open Doors. China, Eritrea e Irán se situaron en el ranking de Pew de los 10 países que más acoso gubernamental sufren, mientras que India, Nigeria y Pakistán se encuentran entre los 10 que más hostilidad social experimentan. Afganistán y Egipto se situaron en ambas.

La mayoría de las naciones de la lista de Puertas Abiertas también aparecen en la lista anual del Departamento de Estado de Estados Unidos que nombra y avergüenza a los gobiernos que han «participado o tolerado violaciones sistemáticas, continuas y atroces de la libertad religiosa».

Su lista de primer nivel de Países de Especial Preocupación (CPC, por sus siglas en inglés) incluye a Myanmar (Birmania, puesto 17 en la Lista Mundial de 2024), China (puesto 19), Cuba (puesto 22), Eritrea (puesto 4), Irán (puesto 9), Corea del Norte (puesto 1), Nicaragua (puesto 30), Pakistán (puesto 7), Rusia (que salió de la Lista Mundial en 2022), Arabia Saudita (puesto 13), Tayikistán (puesto 46) y Turkmenistán (puesto 29). Su Lista de Vigilancia Especial de segundo nivel incluye a Argelia (puesto 15), Azerbaiyán (sin clasificación, pero supervisada por Puertas Abiertas), la República Centroafricana (puesto 28), Comoras (puesto 45) y Vietnam (puesto 35).

El Departamento de Estado también enumera las Entidades de Especial Preocupación, o actores no gubernamentales que producen persecución, todos ellos activos en países de la lista de Puertas Abiertas. Entre ellas figuran Boko Haram e ISWAP en Nigeria (puesto 6 de la LMP), los talibanes en Afganistán (puesto 10), Al-Shabaab en Somalia (puesto 2), Hayat Tahrir al-Sham en Siria (puesto 12), los houthis en Yemen (puesto 5), el Grupo Wagner por sus actividades en la República Centroafricana (puesto 28), e ISIS-Gran Sahara y Jamaat Nasr al-Islam wal Muslimin en el Sahel.

Por su parte, la Comisión Estadounidense para la Libertad Religiosa Internacional (USCIRF, por sus siglas en inglés) recomendó en su informe 2023 las mismas naciones para la lista CPC, con la adición de Nigeria (puesto 6), India (puesto 11), Siria (puesto 12) y Vietnam (puesto 35). Para la lista de vigilancia del Departamento de Estado, el USCIRF recomendó los mismos países excepto Comoras, con la adición de Egipto (puesto 38), Indonesia (puesto 42), Irak (puesto 16), Kazajstán (puesto 47), Malasia (puesto 49), Sri Lanka (no clasificado pero vigilado por Puertas Abiertas), Turquía (puesto 50) y Uzbekistán (puesto 25).

Todas las naciones del mundo son objeto de seguimiento por parte de los investigadores y el personal de campo de Puertas Abiertas, pero se presta seguimiento puntual a 100 naciones y un enfoque especial a las 78 que registran niveles «elevados» de persecución (puntuaciones superiores a 40 en la escala de 100 puntos de Puertas Abiertas).

CT informó previamente en español de las clasificaciones de la LMP para 2023, 2022, 2021, y en inglés en 2020, 2019, 2018, 2017, 2016, 2015, 2014, 2013, y 2012, incluyendo un reporte especial sobre dónde es más difícil creer.

Lee el informe completo de Puertas Abiertas sobre la Lista Mundial de la Persecución 2024 aquí.

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No hagamos que la crisis de liderazgo de la iglesia sea aún peor

Necesitamos renovar nuestra imaginación espiritual mientras reconocemos los casos de abuso.

Christianity Today January 10, 2024
Illustration by Wenjia Tang

De muchas maneras, se trata de una vieja historia. Desde el rey David hasta Ted Haggard, vemos a líderes llegar al poder solo para descubrir una pecaminosa sensación de privilegio y la oportunidad de ser indulgentes con ella. Y, por lo general, alrededor de ellos hay personas que lo permiten, personas que lo facilitan, y otros dispuestos simplemente a mirar hacia el otro lado.

Sin embargo, hay algo diferente en el momento presente. Lo que una vez se escondió en las sombras de suites corporativas, estudios de grabación y clases pastorales, ahora se expone en blogs y redes sociales. Los supervivientes de abuso están conectándose entre sí, contando sus historias y reuniéndose de maneras que no se pueden ignorar.

Pasé gran parte de 2020 y 2021 investigando y contando la historia de la iglesia Mars Hill de Seattle [enlace en inglés], donde detrás de las escenas de éxito descansaba una abusiva cultura de manipulación y control, todo orientado en torno a la idea de que el crecimiento espiritual y numérico de la congregación estaba ligado a un líder que era demasiado grande para caer.

Al contar la historia de Mars Hill, hemos escuchado una y otra vez de parte de los oyentes cómo estos eventos tienen inquietantes paralelos en una variedad de contextos. Muchas iglesias y ministerios encontraron el éxito al organizarse alrededor del talento y la visión de un solo líder. Y cuando surgieron los conflictos o los problemas de carácter, todos los incentivos se alinearon a favor del líder.

A medida que siguen saliendo a la luz estas historias —y las vemos emerger de iglesias de todas las formas, tamaños y orientaciones teológicas posibles— se está expandiendo a través de la iglesia cierto cinismo hacia el liderazgo y la autoridad. El beneficio de la duda que muchos pastores recibieron en el pasado se ha erosionado.

Como resultado, los pastores y otras personas están comenzando a poner resistencia, planteando su preocupación por las falsas acusaciones y los procesos derivados. Muchos pastores se sienten atrapados entre la sensación de que la iglesia necesita este momento de reconocimiento, y una constante ansiedad de que haya oportunistas intentando derribarlos. Pero, si no somos cuidadosos con nuestra respuesta, reforzaremos la lógica que provocó esta crisis de carácter en primer lugar.

La crisis del liderazgo de la iglesia no está pasando sin más frente a un telón de fondo de innumerables fracasos morales. También existe en una compleja neblina de fe y duda que el filósofo Charles Taylor ha descrito como «desencanto». Según Taylor, la modernidad ha transformado los fundamentos de la moral y la imaginación espiritual, introduciendo una constante corriente subterránea de duda.

En parte, esto se debe a que le hemos dado una explicación material prácticamente a todo. No culpamos a los demonios por la enfermedad ni a los dioses furibundos por el trueno: señalamos a los gérmenes y a los sistemas de presión meteorológica. El enamoramiento se ha visto reducido a un impulso para perpetuar las especies.

Escuchar estas historias da como resultado un modo automático en el que nuestros pensamientos acerca de lo espiritual, lo sobrenatural o lo trascendente se elevan sobre nosotros para terminar golpeándose la cabeza en un techo de incertidumbre. Incluso después de sentirnos atraídos hacia Jesús, nos acercamos a Él con una imaginación espiritual desencantada. Esto es así tanto para pastores y líderes de la iglesia como para cualquier otro. Estamos atrapados por la duda, e incluso inmersos en ella: nos encontramos rodeados de historias e ideas que nos dirigen hacia un mundo donde es difícil e incluso incómodo imaginarse a Dios obrar de maneras invisibles alrededor de nosotros, aunque anhelemos creerlo.

Esto es lo que hace tan seductor el fenómeno del pastor carismático, especialmente (aunque no necesariamente), cuando alcanza el estatus de celebridad. Aparecen ante nosotros con esa aparente certeza espiritual que a nosotros nos falta o con la que luchamos. Entonces, al presentarse como personalidades inspiradoras, desafiantes o entretenidas —dentro y fuera del escenario—, pueden sacudir nuestras emociones e imaginaciones de tal manera que hacen que experimentemos algo trascendente: algo que se parece muchísimo a un encuentro con Dios.

Esta clase de trascendencia que viene después del encantamiento es reconfortante. No solo silencia nuestras dudas acerca de Dios; también silencia nuestras dudas acerca de los humanos. Piensa, por ejemplo, en cómo un político que sabes que te está mintiendo —o, al menos, haciendo promesas que finalmente es incapaz de cumplir— puede ponerte la piel de gallina o emocionarte hasta las lágrimas.

No estoy diciendo que estemos tratando de manufacturar la trascendencia para esconder nuestras faltas. Pero la trascendencia nos atrae y queremos que las personas se sientan atraídas por ella en nosotros. Lo he visto en mi propio trabajo como líder de alabanza, intentando crear experiencias trascendentales.

Me recuerda a la leyenda de una misionera que de repente se encontró en el campo, sintiendo nostalgia de su tierra y desanimada. Un día se sentó junto a un estanque y escuchó cantar a un grupo de mujeres que lavaban la ropa y los platos con el agua hasta las rodillas. La canción era simple y hermosa, una sola frase se repetía una y otra vez, y aunque ella aún no hablaba su lengua, la conmovió hasta hacerle llorar con la sensación de la presencia de Dios.

Cuando recogían todo para marcharse, ella se acercó a una de las mujeres y le preguntó por la canción.

—¿Se la enseñaron los otros misioneros?

—Sí. Fue una de las primeras que nos enseñaron —dijo ella.

—¿Qué significan esas palabras?

—Significan: «Si hierves el agua, no te contagiarás de disentería».

Una imaginación desencantada puede dar forma a una iglesia de muchas maneras. En un esfuerzo por superar esas condiciones de duda, el ministerio puede convertirse rápidamente en una empresa que busca competir en el mercado.

Esa es una de las razones por las cuales los evangélicos han convertido en fetiche la clase de liderazgo que suele verse en las empresas de Fortune 500. Necesitamos maestros en técnicas —mercadotecnia, branding, entretenimiento, gestión— que puedan «funcionar» sobre la imaginación y las emociones de manera similar a la música, y que puedan ser completamente efectivas en la ausencia del Espíritu de Dios.

El efecto secundario, por supuesto, es que esto invita a los males del mercado a entrar a las salas de juntas de nuestras iglesias: exigencias de lealtad a todo costo, que los trabajadores sean prescindibles y reemplazables, y un sistema de relaciones públicas y gestión de la imagen necesarias para idolatrar a un fundador o CEO.

Esto no quiere decir que todo aquel que lidere según estas características sea un corrupto, y sin duda no quiere decir tampoco que Dios no se muestre en ellos. Por supuesto que lo hace. Pero estas herramientas son increíblemente poderosas, y cobran un precio cuando se convierten en el principio organizativo central de nuestras organizaciones. El abuso espiritual, el narcisismo, el acoso y el control se pueden manifestar prácticamente en cualquier iglesia, sin importar la forma de gobierno, la denominación, la perspectiva teológica o la cultura.

En mi opinión, el hilo conductor que une las historias de estas iglesias no es simplemente una cuestión de carácter, por muy importante que esto sea. Muy a menudo pasamos por alto la corriente subterránea del desencanto. Dejamos que los malos líderes se queden porque, en respuesta a nuestro instinto de «duda por defecto», hemos creado condiciones en las cuales el carácter no es una exigencia para el puesto. Queremos a alguien que pueda hacernos sentir algo.

Esto me lleva de vuelta a los pastores que sienten ansiedad por las falsas acusaciones y la erosión de la confianza que está teniendo lugar en este momento. He visto propuestas de políticas y procedimientos, propuestas de lo que organizaciones como CT deberían o no publicar, y advertencias acerca de aquello a lo que los miembros de la iglesia deberían o no prestar atención. En lo que yo creo que es el ejemplo más extraño, un escritor que ocupa la oficina de pastor principal en una iglesia con un presupuesto multimillonario, que vende libros por millares y habla en el escenario principal de algunas de las conferencias más grandes del evangelicalismo, se lamentaba porque los líderes ya no tienen la plataforma o la oportunidad de contar sus historias.

Implícitas en estas soluciones se encuentra la urgencia pragmática de gestionar y terminar con esta crisis lo antes posible. Muchos líderes eclesiales se están apartando temporalmente del escenario para buscar maneras de mitigar su exposición, a menudo aferrándose a herramientas y técnicas de gestión que están en el mismo cajón que las otras que han usado para construir su imperio disfuncional. La autoridad quiere justificarse a sí misma, a menudo a través de expresiones de poder.

«Pero entre ustedes no debe ser así», dijo Jesús (Marcos 10:43, NVI). El resultado de su liderazgo y su autoridad fue la crucifixión: el Dios encarnado fue acusado falsamente, golpeado y perforado para llevar consigo los pecados del mundo. Alabamos a un Dios que sabe lo que es el sufrimiento.

Esto reformula no solo cómo hablamos acerca de nuestros líderes, sino cómo hablamos de los que se han dejado formar y deformar por ellos. Los supervivientes de diversas formas de abuso han emergido de todos los rincones de nuestra cultura y han contado sus historias, a la vez que ha surgido un nuevo lenguaje para hablar acerca de ellos. Términos como trauma y vulnerabilidad se han convertido en sinónimos útiles: pero hay una diferencia entre el poder de poner nombre a una experiencia y el poder de redimirla. Nombrar algo nos ayuda a reconocerlo, a dolernos, y a integrarlo en el concepto que tenemos de nosotros mismos.

Redimirlo significa que no nos conformamos solo con identificar lo que se ha perdido, sino que buscamos recuperarlo. Salmos 56:8 nos cuenta que Dios pone nuestras lágrimas en un frasco y guarda un registro de nuestro dolor. Esto significa que nunca hemos sufrido a solas, y ninguna de nuestras penas ha pasado al olvido. Él toma nuestras lágrimas y en la cruz llora con nosotros.

La cruz es donde el verdadero Líder, el verdadero Señor, revela su carácter perfecto. Pero también revela, en el momento más trascendente de la historia, que el objetivo de Jesús no es tratar de provocar sentimientos en los demás. Tampoco es demostrar estoicamente una verdad atemporal. El sentimiento más auténtico tuvo lugar cuando Jesús «cargó con nuestras enfermedades y soportó nuestros dolores» (Isaías 53:4).

Por eso el liderazgo cristiano consiste en asumir cargas, incluyendo el riesgo. El riesgo de ser culpados por los errores de los demás. El riesgo de ser expulsados por hacer lo correcto cuando incomoda a las personas equivocadas. El riesgo de ser acusados falsamente.

Pero nosotros no somos Jesús y, por tanto, los pastores también necesitan prepararse para recibir acusaciones contra ellos que sean verdad. El problema puede que no sea la forma de gobierno de la iglesia, o que la gente esté pasando demasiado tiempo en el material equivocado, o que se hayan reunido alrededor de personalidades desagradables de internet; puede que el problema sea lo que hicimos o lo que dejamos sin hacer. Y si no podemos imaginar que ese sea el caso, es hora de recordarnos el dolor de la cruz.

La cruz significa encontrarnos con este momento cultural con lágrimas propias, no para evocarlas en otros, sino más bien por el bien de los otros. Son lágrimas de lamento por el modo en que el abuso ha empañado el testimonio de la iglesia y ha fracturado su unidad. Son lágrimas de duelo compartido por las víctimas y los supervivientes de abuso espiritual, físico y emocional en la iglesia. Y lágrimas de arrepentimiento por la forma en que hemos contribuido a este paisaje de quebrantamiento.

Pero tenemos esperanza. Sin importar qué más surja de esta época de reconocimiento en la iglesia, si la iglesia responde con fe y arrepentimiento, podremos ver nacer algo mejor y más hermoso.

Después de todo, si morimos con Cristo, también viviremos con Él (Romanos 6:8). Después de la cruz viene la resurrección.

Mike Cosper es el director de pódcasts de Christianity Today.

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News

Los menonitas aprendieron a prosperar en América Latina

Cómo una denominación conocida por su modo de vida tradicional y sus convicciones pacifistas se ha extendido por toda la región.

Un grupo de inmigrantes menonitas en la sala de espera del Aeropuerto Internacional Jorge Chávez en Lima, Perú.

Un grupo de inmigrantes menonitas en la sala de espera del Aeropuerto Internacional Jorge Chávez en Lima, Perú.

Christianity Today January 8, 2024
VW Pics / Colaborador / Getty

Los céspedes cuidadosamente podados y las casas esmeradamente mantenidas del pueblo de Filadelfia podrían formar parte de cualquier barrio próspero de Europa o Norteamérica. Sin embargo, se encuentran en la zona rural de Paraguay y la mayoría pertenecen a comunidades menonitas conservadoras. Conocidos por su modo de vida tradicional y sus convicciones pacifistas, los menonitas se ha extendido rápidamente por toda América Latina.

Paraguay, un país sudamericano sin salida al mar, alberga una de las mayores comunidades menonitas de América Latina. En un país de tan solo seis millones de habitantes y con una extensión territorial similar a la de California, los menonitas paraguayos destacan por ser algunos de los mayores terratenientes, además de dominar las industrias láctea y agrícola.

Llegados a América Latina hace apenas un siglo desde Canadá, Estados Unidos y Europa, la experiencia menonita está marcada por las migraciones frecuentes, así como por la habilidad de los creyentes para echar raíces y preservar su cultura.

«Creo que es justo decir que siempre ha habido un impacto en todos los lugares a los que han llegado los menonitas», dijo Delmer Wiebe, teólogo menonita que creció cerca de Filadelfia. «Una ética de trabajo muy desarrollada siempre ha dejado huellas profundas y ha traído muchos cambios. Dios ha bendecido el esfuerzo. Y esa bendición se ha transformado a menudo en ayuda social y comunitaria».

Los menonitas que hablan bajo alemán o plautdietsch, como comunidad sociorreligiosa, remontan sus orígenes a la Europa occidental del siglo XVI. Sin confundirlos con los amish, que también son anabaptistas, los menonitas deben su nombre al holandés Menno Simons (1496-1561) y surgieron a raíz de la Reforma protestante, uniéndose en torno a los ideales de no violencia, el bautismo de adultos y el aislamiento de las tentaciones mundanas.

Al trasladarse de los Países Bajos a Alemania y Ucrania, los menonitas se aferraron a la ahora arcaica lengua del bajo alemán, huyeron de la obligación de servir en ejércitos nacionales y rendir juramentos civiles, y se rehusaron a unirse a los sistemas educativos nacionales. Hoy en día, los menonitas han encontrado refugio y prosperidad en varios países de América del Norte y del Sur.

En América Latina en particular, los Menonitas de la Antigua Orden se han asentado en países donde las costumbres sociales siguen siendo más cercanas a sus propios valores conservadores. Algunos menonitas en Estados Unidos siguen viviendo de manera tradicional, mientras que otros han adoptado tecnologías y estilos de vida más populares. (En años recientes, algunas iglesias menonitas se han dividido a causa de los debates sobre el matrimonio entre personas del mismo sexo y otras cuestiones que todavía no han afectado las comunidades de la Antigua Orden ni en Estados Unidos ni en los países latinoamericanos).

Las colonias menonitas más conservadoras rechazan el uso de neumáticos de goma en los tractores, la electricidad y los teléfonos, entre otras cosas. Las colonias más progresistas, sobre todo en Paraguay, consideran normal el uso de teléfonos inteligentes, televisores o camionetas. A veces hay diversidad dentro de las colonias, con algunos miembros que tienen puntos de vista totalmente opuestos sobre la educación, el trabajo, el uso o rechazo del idioma español y, más en general, los vínculos con el mundo exterior.

Los estudiosos creen que México tiene el mayor número de menonitas de América Latina, aunque su expansión allí se ha visto limitada por conflictos sobre el acceso a los recursos hídricos. Como porcentaje de la población total, las comunidades de Paraguay, Bolivia y Belice son más significativas, y son visibles principalmente en el campo.

Según el Congreso Mundial Menonita (MWC, por sus siglas en inglés), el 10 % de los 2.13 millones de personas que pertenecen a iglesias arraigadas en la Reforma Radical del siglo XVI en Europa viven en América Latina y el Caribe. Sin embargo, esta cifra no incluye a algunos de los grupos más tradicionalistas, como los Menonitas de la Antigua Colonia y los Menonitas de la Antigua Orden, que constituyen muchas de las comunidades en Latinoamérica y que no forman parte del MWC, según Karla Braun, portavoz de dicha organización.

La expansión menonita en América Latina comenzó en la década de 1920, cuando un grupo de menonitas abandonó las praderas de Manitoba para dirigirse a los desiertos del norte de México, según escribieron Yann le Polain de Waroux y sus coautores en el artículo «Pioneros piadosos: La expansión de las colonias menonitas en América Latina».

Desde entonces, los menonitas han creado más de 200 colonias agrícolas en toda América Latina, abarcando nueve países y siete biomas. Los cálculos de le Polain y su equipo muestran que las colonias menonitas cubren hoy una superficie superior a la de los Países Bajos, habiéndose expandido mediante la conversión de tierras no cultivadas a la agricultura en zonas remotas.

En Belice, 14 colonias menonitas representan un porcentaje de la población de no poca importancia. Este minúsculo país de 400 000 habitantes vio sus primeros colonos menonitas en 1955: comunidades mexicanas que buscaban escapar a las peticiones de un control más estricto del grupo dentro de ese país.

Sin embargo, para la década de 1970, muchos menonitas de Belice ya se estaban trasladando a Paraguay y Bolivia, temerosos de la creciente modernización y de la escasez de tierras.

En su artículo, le Polain identificó 65 colonias menonitas en México, el primer país latinoamericano que abrió sus fronteras al grupo, y aún más colonias (90) en Bolivia, donde el primer asentamiento menonita se fundó en 1954. Allí, los creyentes encontraron tierras y aceptación por parte de las autoridades locales, lo que ha permitido a algunos grupos mantenerse más cerca de sus raíces originales.

«En Bolivia, las comunidades menonitas más grandes son muy conservadoras», afirma Rebecca Janzen, académica de la Universidad de Carolina del Sur (USC, por sus siglas en inglés), que ha estudiado las colonias menonitas de la región y tiene parientes en varias de ellas. «Las comunidades más grandes allí no aprenden español, no utilizan tecnología eléctrica (…) En México, hay algunas personas que asistieron a la universidad; en Bolivia, eso es mucho más raro».

El aislamiento de los menonitas en Bolivia, de hecho, contribuyó a una serie de dramáticas violaciones que asolaron Manitoba, una de sus comunidades, alrededor de 2009. Los violadores, también menonitas, presuntamente utilizaban drogas caseras y se aprovechaban del desconocimiento de la víctima de la legislación local y de la lengua española. El largometraje Women Talking (Ellas hablan) de 2022 se inspiró en el caso.

Janzen señala que la expansión menonita en Latinoamérica y otros lugares se ha visto impulsada por las altas tasas de fertilidad. Las familias menonitas suelen ser muy numerosas y, a menudo, las nuevas colonias se crean por la falta de tierras para nuevos hogares, más que por conflictos con las autoridades civiles. Esto está llevando a algunos menonitas latinoamericanos a buscar nuevas tierras en África, con países como Angola como posible foco de expansión futura de la fe.

La conversión a la fe menonita también es posible, aunque resulta difícil incluso cuando los candidatos están dispuestos a acatar las limitaciones sobre el uso de la tecnología. Los menonitas suelen ser reacios a aceptar forasteros en sus comunidades, ya que están unidos por lazos familiares de siglos de antigüedad. Además, la necesidad de aprender el bajo alemán, las costumbres menonitas y la frecuente ausencia de orientación para esos posibles conversos representan grandes barreras.

Por ejemplo, añadió Janzen, los horarios de los servicios religiosos menonitas no se dan a conocer. Además, suelen celebrarse en bajo alemán, con cánticos específicos que pueden resultar muy difíciles de aprender y seguir para gente nueva, dijo.

Los menonitas sí llevan a cabo actividades misioneras y evangelísticas, mismas que a menudo tienen el efecto de acercar a las comunidades indígenas y aisladas a la fe cristiana, incluso si estas no se convierten en menonitas.

«Esta actividad misionera está completamente separada de las colonias», dijo le Polain. «Cuando llevan a cabo actividades misioneras y cooperación, se trata de gente diferente haciéndolo, con objetivos diferentes».

De todos los países latinoamericanos colonizados por menonitas, Paraguay ofrece un claro ejemplo de expansión menonita tanto mediante la conversión como mediante el crecimiento demográfico de las colonias preexistentes.

Delmer Wiebe, hijo algunos de los primeros menonitas en su país, es jefe de departamento de la Universidad Evangélica del Paraguay, creada en la década de 1990 en la capital, Asunción, con la ayuda de la comunidad menonita. De los otros cinco miembros de la junta directiva del departamento, dos son menonitas no étnicos convertidos a la fe.

Uno de ellos es Rogelio Duarte, profesor de teología que se convirtió en menonita hace 50 años. Calcula que en Paraguay hay entre 45 000 y 50 000 menonitas, tanto étnicos como conversos.

«La influencia menonita en Paraguay es importante tanto desde el punto de vista económico y educativo, como religioso y social, especialmente a través del trabajo con los grupos étnicos nativos», dijo Duarte. «Es una de las mayores denominaciones del Paraguay».

La Universidad Evangélica es solo uno de los muchos proyectos de inspiración menonita que buscan tener un impacto positivo en uno de los países más pobres de Latinoamérica. Otros son un hospital de caridad en las afueras de Asunción, un programa menonita de construcción de comunidades y una fundación que brinda tratamiento para enfermedades oculares entre los paraguayos en situación de pobreza.

En los llanos del Chaco, una región escasamente poblada en el occidente de Paraguay, los menonitas representan una parte importante de la población. Filadelfia, un pequeño poblado de unos 20 000 habitantes fundado por los menonitas, es el mayor asentamiento de toda la región.

Sin confundirla con la ciudad de Pensilvania, Filadelfia es en muchos sentidos un escaparate de los esfuerzos ministeriales de los menonitas de Paraguay. Con un museo y un hospital que incluye una clínica oftalmológica especializada, se ha convertido en una atracción para los no menonitas cautivados por el estilo de vida limpio y saludable de la ciudad, y como señala Janzen de la USC, éste es un atractivo importante para los menonitas en toda Latinoamérica.

«En Paraguay, he conocido a algunos jóvenes que iban a una iglesia (menonita) de mentalidad más abierta que tenía servicios de culto en español», dijo Jenzen. «Alguien conoció a su esposo en OkCupid; no obstante, luego vas a un restaurante y tienes toda la comida que cocinaba mi abuela en aquella época. Es una combinación extraña».

Esta combinación ha hecho que los menonitas tengan un papel más destacado en Paraguay, así como mayores tasas de conversión y un impacto social positivo. También ha hecho que los menonitas sean más visibles, por lo que a veces han sido víctimas de grupos paramilitares que secuestran buscando el pago de un rescate. Además, según le Polain, también está provocando un descenso en las tasas de fertilidad, especialmente en las colonias que han dejado atrás las prácticas más tradicionales.

En definitiva, los menonitas han tenido que acomodarse a las circunstancias cambiantes de cada lugar en el que se han asentado, y sus relaciones con los distintos Estados y sociedades siguen evolucionando, afirmó Ben Goossen, profesor de origen menonita de la Universidad George Mason.

«En la actualidad, América Latina sigue siendo un lugar de gran importancia y atracción para los menonitas de muy diversos orígenes y prácticas de fe», añadió Goosen. «Y es un hecho que la región seguirá siendo un centro floreciente y en expansión de la vida menonita en el futuro previsible».

Traducción y edición en español por Livia Giselle Seidel.

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