Un truco fácil para saber si está leyendo bien la Biblia

Yo sabía que las Escrituras eran infalibles e inspiradas por Dios, pero no les había permitido guiarme a la devoción.

Christianity Today July 23, 2021
Illustration by Mallory Rentsch / Source Images: WikiMedia Commons

San Agustín dijo que hay una manera de verificar o comprobar si comprendemos o no la Biblia. Si la lee bien, dijo, producirá «un amor doble: a Dios y al prójimo».

De hecho, «quien encuentre allí (en la Biblia) una lección útil para la edificación de la caridad, aun si no ha dicho exactamente lo que el autor tenía la intención de demostrar en ese lugar, de ninguna forma se ha engañado, ni está mintiendo de ninguna manera». [Caridad o amor, en referencia a Primera de Corintios 13:1-3. Algunas traducciones dicen amor, otras caridad.]

Leí estas palabras en su libro Sobre la doctrina cristiana en el otoño del 2008 y supe que tenía un problema. Había pasado los dos años anteriores estudiando Exégesis Bíblica en Wheaton College Graduate School, y no estaba seguro de que toda mi formación en hebreo, griego y exégesis hubiera fomentado ese «doble amor» en mí. Entendía la importancia de la Escritura, sabía que era inspirada por Dios, pero ¿había permitido que me influenciara de la manera en que debía?

No pensaba que el problema fuera mi griego o hebreo. Sabía que tampoco lo eran las Escrituras mismas. Sospechaba que era mi teología.

Me enseñaron todos los versículos que explican cómo la Palabra es inerrante, infalible, inspirada y más cortante que una espada de dos filos, pero estas palabras parecían estériles y estáticas al describir el libro que sabía que era diferente a todos los demás libros. Las pruebas de la inspiración bíblica eran lo suficientemente sólidas, pero no tenía una imaginación social dinámica para animar mi vida cristiana hacia el estudio y la devoción.

Agustín tenía razón: debería amar más a Dios y a mi prójimo después de leer las Escrituras. Entonces, ¿cómo sería esto? ¿Habría un paradigma bíblico —y no solo versículos que sirvieran para fundamentar doctrina— que pudiera ayudarme? Encontré un camino a seguir en Juan 5.

En Juan 5:1-18, Jesús sana a un hombre en Betesda que estuvo enfermo durante 38 años. Fue en sábado, lo que generó controversia. Jesús respondió dando testimonios de quién es Él realmente. No testificó sobre sí mismo, ya que «Si yo testifico en mi favor, ese testimonio no es válido» (Juan 5:31, NVI). En cambio, como lo requiere Deuteronomio 19:15, llamó a testigos.

Primero, está Juan el Bautista, que «él dio un testimonio válido» (Juan 5:33). En segundo lugar, la «tarea que el Padre me ha encomendado que lleve a cabo… es la que testifica que el Padre me ha enviado» (Juan 5:36). En tercer lugar, Jesús dijo: «el Padre mismo que me envió ha testificado en mi favor» (Juan 5:37).

Finalmente, Jesús dijo que las mismas Escrituras apuntan a Él. Aquí, creo, Jesús ofrece un ajuste importante a mi punto de vista, (y creo que el punto de vista evangélico estándar) de lo que significa «entender correctamente las Escrituras».

Él dice: «Ustedes examinan las Escrituras porque piensan tener en ellas la vida eterna. ¡Y son ellas las que dan testimonio de Mí! … Porque si creyeran a Moisés, me creerían a Mí, porque de Mí escribió él» (Juan 5:39 y 46, NBLA).

No es suficiente decir simplemente que la Escritura es infalible. Debemos entender su propósito y referente último. Jesús está diciendo en este texto que sus contemporáneos no pudieron entender su ministerio, porque entendieron mal la naturaleza referencial de las Escrituras. Se trata de Él. Moisés y todos los profetas escribieron sobre Él. De la misma manera, malinterpretamos las Escrituras si pasamos por alto el hecho de que están testificando acerca del Cristo que vino, murió y resucitó.

Somos tan propensos a malinterpretar el propósito de la Escritura como las personas en el primer siglo, (o tal vez más).

Necesitamos recuperar el testimonio de la Biblia. Cualquier uso de la Palabra que no concuerde con su propósito testimonial será insuficiente, puesto que no alcanzará el propósito mismo de las Escrituras.

Recuperar esta teología de la Escritura como testimonio de Cristo podría cambiar nuestra vida cristiana de dos maneras. Primero, podría recordarnos que amamos la Biblia porque amamos a Jesús, y animarnos a sumergirnos de nuevo en las Escrituras.

Una marca distintiva de los cristianos que dan prioridad a la naturaleza primaria de las Escrituras como testimonio será su inmersión en las Escrituras porque aman a aquel de quien testifican. Somos increíblemente privilegiados de tener el testimonio escritural completo de la persona y obra de Cristo, incluidos los evangelios y el testimonio apostólico completo del Nuevo Testamento. Como Thomas Cranmer oró con elocuencia hace tanto tiempo, debemos «leer, marcar, aprender y digerir internamente» las Escrituras.

En segundo lugar, podríamos seguir los pasos de Juan el Bautista, quien fielmente dio testimonio de Cristo como dijo Jesús en Juan 5:33.

Recuerdo el famoso retablo de Isenheim, pintado por Matthias Grünewald. En él, Juan el Bautista está representado en la crucifixión (una imagen descabellada y maravillosamente anacrónica, ya que Juan fue decapitado mucho antes de la muerte de Cristo), y él está de pie a un lado, con un dedo huesudo apuntando a Jesús. Allí encontramos las palabras: «Él debe crecer, pero yo debo disminuir».

¿Qué hay en su otra mano? Una Biblia abierta. Este, creo, es el patrón que se supone que debemos imitar. Como Juan, con las Escrituras en una mano y señalando a Cristo con la otra, somos hechos para dar testimonio de Cristo. Toda nuestra lectura, estudio, lucha, debate, vida y hasta nuestra muerte puede estar animada por esta tarea: testificar de Cristo.

Y luego, como nos enseña Agustín, es fácil comprobar si hemos comprendido bien las Escrituras: ¿Tengo un doble amor por Dios y por mi prójimo?

Si no tengo caridad…

Traducción por Sergio Salazar

Edición en español por Livia Giselle Seidel

Para recibir notificaciones sobre nuevas traducciones en español, síganos en Facebook, Twitter, Instagram o Telegram.

Benny Hinn es mi tío, pero el evangelio de la prosperidad no es para mí

Como parte del imperio familiar, vivía en el lujo. Luego empezaron a surgir las dudas.

Christianity Today July 21, 2021
Tom Kubik

Esta es una versión revisada y corregida de la traducción publicada en septiembre de 2017.

Hace casi 15 años, parado en una playa a las afueras de Atenas, Grecia, me sentía completamente confiado en mi relación con el Señor y mi trayectoria ministerial. Viajaba por el mundo en un jet Gulfstream privado, trabajando en el ministerio del «evangelio» y disfrutando de todo lujo que el dinero podía comprar. Después de un vuelo cómodo y mi comida favorita (lasaña) hecha por nuestro chef privado, nos preparamos para un viaje ministerial descansando en el suntuoso hotel Grand Resort Lagonissi. Orgulloso de mi propia villa con vista al mar de poco más de 2000 pies cuadrados [185 m2] con piscina privada, me senté a descansar sobre las rocas a la orilla del mar y me regocijé en la vida que estaba viviendo. Después de todo, yo estaba sirviendo a Jesucristo y viviendo la vida abundante que él prometió.

No sabía que la costa en la que me encontraba era parte del mar Egeo, las mismas aguas que el apóstol Pablo navegó mientras difundió el evangelio de Jesucristo. Había un solo problema: no estábamos predicando el mismo evangelio que Pablo.

Estilo de vida lujoso

Crecer en el imperio de la familia Hinn era como pertenecer a algún híbrido entre la mafia y una familia real. Nuestro estilo de vida era lujoso, nuestra lealtad era impuesta y nuestra versión del evangelio era un gran negocio. Aunque Jesucristo era parte de nuestro evangelio, era más un genio mágico que el Rey de Reyes. Frotándolo de la manera correcta —dando dinero y teniendo suficiente fe— él liberaría su herencia espiritual. El objetivo de Dios no era su propia gloria sino nuestra ganancia. Su gracia no tenía como objetivo liberarnos del pecado, sino hacernos ricos. La vida abundante que ofrecía no era vida eterna: era para vivirla ahora. Vivíamos el evangelio de la prosperidad.

Mi padre era pastor en una pequeña iglesia en Vancouver, Columbia Británica. Durante mi adolescencia, viajaba casi dos veces al mes con mi tío, Benny Hinn. La teología de la prosperidad pagaba increíblemente bien. Vivíamos en una mansión de 10 mil pies cuadrados [casi mil m2] custodiada por una portón privado, conducíamos dos vehículos Mercedes Benz, íbamos de vacaciones a destinos exóticos y comprabamos en las tiendas más caras. Además de eso, compramos una casa con vista al mar que costó 2 millones de dólares en Dana Point, California, donde otro Mercedes Benz se unió a la flota. Las bendiciones fluían en abundancia.

A lo largo de esos años nos enfrentamos a innumerables críticas tanto dentro como fuera de la iglesia. Dateline NBC, The Fifth Estate (un programa canadiense de noticias) y otros programas realizaron trabajos de investigación. Conocidos líderes del ministerio usaron la radio para advertir a la gente acerca de nuestras enseñanzas y los pastores locales dijeron a sus congregaciones que se mantuvieran alejados de los púlpitos ocupados por un «Hinn». En ese momento, yo creía que estábamos siendo perseguidos como Jesús y Pablo, y que nuestros críticos estaban celosos de nuestras bendiciones.

Dentro de la familia, no toleramos la crítica. Un día le pregunté a mi padre si podíamos ir a sanar a mi amiga de la escuela que había perdido su cabello a causa del cáncer. Él respondió que debíamos orar por ella desde casa en lugar de ir a sanarla. Pensé dentro de mí: ¿No deberíamos estar haciendo lo mismo que hicieron los apóstoles si tenemos el mismo don? En ese momento, no cuestioné nuestra capacidad para sanar, pero dentro de mí comenzaron a surgir dudas sobre nuestros motivos. Solo sanábamos a la gente en las cruzadas, donde la música creaba cierta atmósfera, el dinero cambiaba de manos, y la gente se acercaba a nosotros con la cantidad «correcta» de fe.

Surgieron otras dudas. ¿Qué sucede con los intentos fallidos de sanación? Aprendí que era culpa de la persona enferma por dudar de Dios. ¿Por qué hablamos en lenguas sin interpretación? «No apagues al Espíritu», me dijeron, «Él puede hacer lo que quiera». ¿Por qué muchas de nuestras profecías contradicen la Biblia? «No intentes poner a Dios en una caja». A pesar de las preguntas, confié en mi familia porque éramos muy exitosos. Decenas de miles de personas nos siguieron y millones llenaban los estadios anualmente para escuchar a mi tío. Curamos a los enfermos, realizamos milagros, nos codeamos con celebridades y nos hicimos muy ricos. ¡Dios debía estar de nuestro lado!

Antes de ir a la universidad, tomé un año de descanso y me uní al ministerio de Benny como asistente personal y catcher (alguien que se pone detrás de la gente para recibirlos cuando «caen en el espíritu»). Este era una especie de rito de iniciación en mi familia, ya que casi todos los sobrinos trabajaban para él en algún momento. Era una muestra de lealtad y gratitud. Ese año fue un torbellino de lujo: estadías en suites reales de 25 mil dólares por noche en Dubai, hoteles en la costa de Grecia, tours en los Alpes suizos, villas en el Lago Como en Italia, baños de sol en la costa dorada de Australia, compras compulsivas en Harrods en Londres, y numerosos viajes a Israel, Hawai y muchos otros lugares. El sueldo era muy bueno, volamos en nuestro Gulfstream privado, y conseguí comprar trajes hechos a mi medida. ¡Todo lo que tenía que hacer era recibir a la gente cuando se caía y aparentar ser espiritual!

Un versículo que cambió el resto de mi vida

Después de graduarme de la universidad y regresar a casa, conocí a mi esposa, Christyne. No tenía ni idea de que Dios la usaría para traer mi salvación. De hecho, mi familia y yo estábamos nerviosos porque ella no hablaba en lenguas. Nos propusimos arreglar ese problema haciéndola asistir a una de las cruzadas de Benny, pero no sucedió nada. Luego, asistió a un servicio en la iglesia de mi padre en Vancouver, pero tampoco funcionó. Finalmente, ella recibió un poco de entrenamiento en una conferencia para jóvenes, pero no logró más que murmurar unas cuantas sílabas. Realmente pensé que nunca podría casarme con ella a menos que algo cambiara.

Entonces, un día ella me mostró un versículo que yo nunca había visto: «¿Tienen todos dones para sanar enfermos? ¿Hablan todos en lenguas? ¿Acaso interpretan todos?» (1 Corintios 12:30, NVI). Me sacudió hasta lo más profundo de mi corazón. Ahí estaba, tan claro como el agua: no todo el mundo tiene que hablar en lenguas. Muy pronto comenzó para mí el efecto dominó. Otras creencias que había sostenido durante años no pasaron la prueba bíblica. Dejé de creer que el propósito de Dios era hacerme feliz, sano y rico. En cambio, vi que Él quería que viviera para Él, independientemente de lo que yo pudiera obtener de Él.

Mientras luchaba por entrar en el ministerio, recibí una llamada de un pastor y amigo que estaba plantando una iglesia en California, ofreciéndome una posición de pastor de jóvenes a tiempo parcial. Parecía un lugar perfecto para aprender y crecer, así que Christyne y yo empacamos y dimos un paso de fe como recién casados.

Poco después de unirme al equipo, Dios puso la grieta final en mi sistema de creencias falsas, y la verdad surgió a borbollones como una ola de gracia. Uno de mis primeros encargos fue predicar sobre Juan 5:1-17, la sanación en Betesda. Mientras estudiaba para el sermón, mi amigo pastor me dio un comentario bíblico confiable. El Espíritu Santo se hizo cargo del resto. ¡El pasaje dice que Jesús sanó a un solo hombre en medio de una multitud, el hombre no sabía quién era Jesús, y el hombre fue sanado al instante!

Esto dejó en harapos tres creencias que yo antes atesoraba. ¿Es siempre la voluntad de Dios sanar? No, Jesús solo sanó a un hombre en medio de una multitud de enfermos. ¿Es verdad que Dios solo cura a las personas si tienen suficiente fe? No, este hombre lisiado ni siquiera sabía quién era Jesús (y mucho menos podía tener fe en él). ¿La sanación requiere un sanador ungido, música especial y una colección de ofrendas? No, Jesús sanó instantáneamente con un mero mandato. Lloré amargamente por mi participación en la codiciosa manipulación del ministerio, y por mi vida de falsas enseñanzas y creencias, y le di gracias a Dios por su misericordia y gracia a través de Jesucristo. Mis ojos estaban completamente abiertos.

Estoy agradecido de que mi esposa estuvo dispuesta a cuestionar mi insistencia en que ella hablara en lenguas, y de que mi pastor me amó lo suficiente como para discipularme y ayudarme a salir de la confusión del evangelio de la prosperidad. He visto cómo Dios usa el evangelismo y el discipulado para transformar almas perdidas en santos que han sido encontrados por Dios. La mayor habilidad de un cristiano es su disponibilidad. Cuando el pueblo de Dios está dispuesto a dar un paso de fe y decir la verdad en amor, las vidas son transformadas y Dios es glorificado. Usted nunca sabe a quién Dios va a salvar a través de su fidelidad.

Costi Hinn es pastor ejecutivo en la Mission Bible Church en el Condado de Orange, California.

Traducción y edición en español por Livia Giselle Seidel

Para recibir notificaciones sobre nuevas traducciones en español, síganos en Facebook, Twitter, Instagram o Telegram.

Por qué no debemos abandonar a nuestros amigos cuando no están de acuerdo con nosotros

El afecto puede mantenernos unidos, aun si las ideas no lo hacen.

Christianity Today July 21, 2021
Illustration by Mallory Rentsch / Source Images: Josue Escoto / Unsplash / Khoa Vo / Pexels / MirageC / Getty Images

Mi esposo y yo teníamos poco tiempo de casados ​​cuando nos mudamos a Minnesota, donde teníamos exactamente cero amigos. Eso tardó algo en cambiar. Mis clases en el seminario no comenzaron de inmediato, y ambos trabajábamos desde casa, de modo que no había compañeros de trabajo ni compañeros de clase que se compadecieran de nosotros. Fueron meses solitarios. Soy naturalmente reservada, y el eslogan «Minnesota Amable» no significa «Minnesota de veras quiere hacer una estrecha amistad con usted».

Luego encontramos nuestra iglesia y, gracias a ella, encontramos también más buenos amigos que lo que nos habíamos imaginado. Estos amigos han limpiado nuestras aceras, han tejido suéteres para nuestros hijos y nos han hecho banquetes.

También son amigos con los que tenemos grandes desacuerdos tanto en teología como en política; desacuerdos que hemos ventilado extensamente, a veces con ira, a veces con lágrimas. «En el papel, estamos muy separados», observó un amigo durante nuestra letanía de eventos de despedida. Sin embargo, compramos casas en el mismo vecindario para poder estar cerca todo el tiempo.

No menciono estas amistades para presumir. Después de todo, yo solo represento a un lado. Pero hay algo que celebrar aquí. Las relaciones en nuestros tiempos con demasiada frecuencia viven o mueren dependiendo de lo que dice el periódico. La amistad es siempre voluntaria, pero en nuestra sociedad posmoderna tendemos cada vez más a tratar nuestras amistades como alianzas ideológicas, vínculos muy contingentes, espacios para afirmar mutuamente nuestras elecciones y pensamientos en común, y como oportunidades para el beneficio propio.

Un controvertido artículo del New York Times [todos los enlaces de este artículo redirigen a contenidos en inglés], por ejemplo, proporcionaba una explicación aprobatoria de cómo «deshacerse de las relaciones insatisfactorias y que no llenan» y dedicar mayor esfuerzo a los amigos que «nos hacen sentir mejor con el mundo y con nosotros mismos».

De forma más tajante, Marie Kondo, una gurú de la organización, ofrece una guía en su sitio web para «limpiar» las relaciones. Si, después de una introspección, «usted determina que los valores de la otra persona son fundamentalmente diferentes o están en conflicto con los suyos, debería considerar dejar esa relación», aconseja.

El individualismo posmoderno no es nada nuevo, pero durante décadas nuestros círculos sociales se han vuelto cada vez más pequeños. Los hogares se encogen y las organizaciones locales están en declive desde hace tiempo. El círculo social se reduce solamente a mí y a los pocos con quienes elijo, por ahora, pasar mi tiempo. Y puede ser solo «por ahora» si la alianza deja de ser mutuamente beneficiosa.

La amistad en este modelo es demasiado ligera, algo de lo que se puede prescindir si se convierte en más problemas que los que vale, arrojándola por la borda como a Jonás: para calmar la tormenta. Si un amigo hace o profesa algo incorrecto, algo que se cree inadecuado, grosero, dañino o frustrante, especialmente si implica algún peso moral real, o algo teológico o político, probablemente haya que deshacerse de él; tal vez incluso denunciar su ignorancia, mala conducta o error en algún espacio público para que todo el mundo sepa que usted no es así y que no aprueba ese comportamiento. No es coincidencia que más de una cuarta parte de los estadounidenses informen haberse alejado de un familiar cercano.

Entiendo esta mentalidad. Las relaciones con serias diferencias sobre asuntos importantes a menudo son tensas, mientras que puede ser maravilloso tener un amigo que esté de acuerdo con uno en las grandes cuestiones de cómo es el mundo y qué se debe hacer al respecto. La simplicidad de las relaciones bien avenidas, en las que no hay que preguntarse si se ha dejado sin cumplir alguno de los deberes para conservar al amigo, es relajante y necesaria.

Pero tener un amigo que no está de acuerdo con uno en cosas importantes también puede ser maravilloso, porque se ayudan mutuamente a madurar (Proverbios 27:17). A veces también puede ser difícil y moralmente caótico. Pero si renunciamos a ese tipo de amistad en nuestro afán de tener aliados políticos, ¿dónde terminamos?

Probablemente muy cerca de donde estamos ahora. La epidemia de soledad de nuestra sociedad es ampliamente reconocida y luchamos por tener conversaciones significativas sobre temas importantes. Aproximadamente cuatro de cada cinco estadounidenses informan que han tenido pocas o ninguna conversación sobre la fe en el último año, y muchos mencionan el deseo de evitar «tensiones o discusiones», así como el temor de ofender como una razón para no participar.

Somos igual de cautelosos con otras conversaciones sustanciales, como la política: «El estadounidense promedio tiene solo cuatro contactos sociales cercanos», escriben Nicholas A. Christakis y James H. Fowler en su libro Connected (2011). «Lamentablemente, el 12 por ciento de los estadounidenses informa que no tiene a nadie con quien discutir asuntos importantes o pasar el tiempo libre. En el otro extremo, el cinco por ciento de los estadounidenses informa que cuenta con ocho de esas personas». (Según ese estándar, supongo que yo exagero).

Esta reticencia tiene sentido si su objetivo es evitar el rechazo, pero no es así como la amistad debería funcionar, en particular la amistad cristiana. El vínculo debe ser más fuerte (Eclesiastés 4:9-12), capaz de resistir la tensión del desacuerdo, e incluso la discusión y la ofensa (1 Pedro 4:8-10).

Recientemente revisé las famosas reflexiones de C. S. Lewis sobre la amistad en su obra Los cuatro amores. La amistad, reconoce, es en realidad voluntaria y no está ligada a la obligación que conllevan otras relaciones cercanas. «No tengo el deber de ser amigo de nadie y ningún hombre en el mundo tiene el deber de ser el mío», escribe Lewis. «La amistad es innecesaria, como la filosofía, como el arte, como el universo mismo, porque Dios no necesitaba crear. No tiene valor de supervivencia; más bien es una de esas cosas que le dan valor a la supervivencia».

Pero luego volví a lo que él escribe sobre otro tipo de amor, que Lewis llama «afecto». Este amor, dice, tiene que ver con la familiaridad. No se elige de forma particular, y tiende a darse por sentado. Sin embargo, «puede penetrar en los otros amores y colorearlos por completo y convertirse en el medio mismo en el que operan día a día. Quizás no se llevarían muy bien sin él», escribe. «Hacer un amigo no es lo mismo que volverse afectuoso. Pero cuando un amigo se ha convertido en un viejo amigo, todas esas cosas sobre él que originalmente no tenían nada que ver con la amistad se vuelven familiares y queridas gracias a la familiaridad».

El afecto, he comenzado a sospechar, es lo que les falta a muchas de nuestras relaciones. Su ausencia es la razón por la que no las llevamos muy bien, por qué luchan por soportar la presión de la polarización política, la división teológica y otras diferencias ideológicas. Quizás por eso estemos perdiendo el afecto en esta época de transición irritable y aislante: porque no permanecemos en las relaciones el tiempo suficiente para que este se acumule. Siempre hay otra persona, lugar o publicación en redes que compite por nuestra atención.

Ese contexto es el que me tiene tan agradecida por el afecto que hemos podido acumular en Minnesota ahora que nos preparamos para partir. Creo que es lo suficientemente sólido como para que cuando hablemos de nuestros «viejos amigos», no nos refiramos a «antiguos conocidos» sino a «familiares».

THE LESSER KINGDOM [El reino menor]. Una visión profética, ecléctica y humilde de temas de actualidad, políticas públicas y eventos políticos con pensamientos sobre el compromiso fiel.

Bonnie Kristian es columnista de Christianity Today, editora colaboradora de The Week, miembro de Defense Priorities y autora de A Flexible Faith: Rethinking What It Means to Follow Jesus Today (Hachette).

Traducción por Iván Balarezo

Edición en español por Livia Giselle Seidel

Para recibir notificaciones sobre nuevas traducciones en español, síganos en Facebook, Twitter, Instagram o Telegram.

Por qué definir el chisme es importante en la respuesta de la Iglesia contra el abuso

¿Hemos domesticado demasiado la lengua? Los cristianos se esfuerzan por recuperar una comprensión bíblica de la crítica saludable en contraposición a los rumores dañinos.

Christianity Today July 14, 2021
Illustration by Andrea Ucini

Heather Fulk no puede recordar si siquiera había oído hablar de la política de «cero chismes» de Dave Ramsey antes de que su esposo, Jon, fuera despedido de la compañía del gurú financiero cristiano en mayo de este año.

Pero aquellos dentro de Ramsey Solutions, y los millones que siguen sus enseñanzas sobre el liderazgo, saben que tiene poca tolerancia a la negatividad entre posiciones. Ramsey define el chisme [enlaces en inglés] como «discutir cualquier cosa negativa con alguien que no puede ayudar a resolver el problema». Eso significa que la crítica tiene que ir directamente al liderazgo; quejarse con otros empleados es «deslealtad».

Las personas que trabajan en Ramsey pueden tener sus quejas, desde cosas pequeñas como criticar a los oradores invitados en sus devocionales semanales hasta preocupaciones más grandes acerca de su lugar en la empresa— pero deben tener cuidado de no compartirlas con otros empleados que puedan reportarlos.

«Tienes un poco de precaución al entrar en nuevas relaciones para darte cuenta de quién es una persona segura, dijo un exempleado que salió de la compañía este año y pidió no ser nombrado por temor a represalias.

Para algunos, la reticencia se extiende más allá de la empresa. «Sienten que hablar con sus cónyuges o hablar con amigos también es chisme», dijo otro.

Saben que no deben hacer lo que Heather Fulk hizo. En los primeros meses de la pandemia el año pasado, ella compartió en su página personal de Facebook su preocupación por la reapertura de la oficina de «la compañía de Jon». Un compañero de trabajo reportó la publicación de tan solo tres oraciones a Ramsey Solutions, y el esposo de Fulk fue despedido en menos de un mes.

En la entrevista de salida, la directora de recursos humanos de Ramsey confirmó que la publicación en las redes sociales fue la razón de su decisión, según una grabación. Su esposo comentó: «Obviamente no estamos de acuerdo en la definición de la palabra chisme».

Después del despido de su esposo, ella recibió una carta en la que se le solicitaba «cesar y desistir», por lo que mantuvo vagas las actualizaciones a sus amigos de Facebook, diciendo que podían enviarle un mensaje si querían saber por qué su esposo ya no estaba en Ramsey.

Ella todavía estaba procesando su culpa por lo sucedido cuando una líder de su iglesia se le acercó. Fulk asumió que le iba a ofrecer apoyo, y las dos se reunieron en el pórtico de su casa. En cambio, la líder desafió su reciente publicación: «Parecía que solo querías chismear», le dijo, según Fulk.

Los cristianos tienen razón al prestar atención a las advertencias de las Escrituras sobre chismes, secretos y mentiras. Sin embargo, la iglesia estadounidense también ha visto un patrón de líderes que hacen referencia a tales enseñanzas para silenciar y desacreditar a las víctimas y a los denunciantes.

Uno de los primeros miembros del equipo en el ministerio de Ravi Zacharias en mencionar internamente preocupaciones sobre el comportamiento de su fundador en el extranjero fue penalizado [enlace en español] por «difundir rumores». De las mujeres que presentaron acusaciones de mala conducta sexual contra el fundador de la Iglesia Willow Creek Community Church, Bill Hybels, se dijo que tenían una campaña para derribar la iglesia con «acusaciones falsas».

En la década desde el lanzamiento de su libro Resisting Gossip [Resistir el chisme], el pastor Matthew Mitchell también ha notado el patrón. Hace dos años, Mitchell escribió en una publicación de blog que le preocupaba que los líderes controladores usaran su libro para derribar a los críticos dentro de sus iglesias.

A medida que los movimientos #MeToo y #ChurchToo han llevado las perspectivas de las víctimas a la vanguardia, Mitchell le dijo a CT que ha tenido más oportunidades de considerar «lo difícil que es dar un paso al frente y hablar cuando alguien en posición de autoridad te ha maltratado, y luego tener la presión adicional de ser acusado de chismoso». El instinto de tachar de mal comportamiento a quienes expresan sus preocupaciones puede ser una luz roja de que existe una cultura de abuso.

Pero la respuesta, de acuerdo con Mitchell y otros expertos, no es que la iglesia deje de predicar y enseñar contra los peligros de los chismes. Por el contrario, debe comenzar con la comprensión correcta de lo que es el chisme en primer lugar.

William Vanderbloemen, cuya compañía consulta con empleadores cristianos sobre la contratación y la cultura en el lugar de trabajo, dice que cada vez más de sus clientes están agregando cláusulas de «cero chismes» a sus manuales, particularmente a medida que las redes sociales le dan a las personas un mayor alcance para transmitir información potencialmente dañina. Para hacer cumplir las reglas, tienen que navegar por las fronteras subjetivas de lo que cuenta como chismes o establecer parámetros para el término desde el principio.

«Llamarlo simplemente una “necesidad de oración” no impide que sea un chisme, porque así es como se enmascara», dijo Vanderbloemen, quien fue pastor en Houston.

El chisme y Mateo 18

Según Karen Ehman, conferencista del ministerio Proverbs 31 y autora de Keep It Shut [Manténla cerrada], la Biblia no nos ofrece una sola definición para esta palabra y usa múltiples palabras para referirse a lo que nosotros llamamos chisme. En el Antiguo Testamento, los términos típicamente se refieren a una persona —un «cuentacuentos» o «alguien que comercia secretos»— en lugar de a una acción en sí. Los términos del Nuevo Testamento para chisme, dice, se refieren al discurso vacío, al parloteo (1 Timoteo 6:20) y a susurros (2 Corintios 12:20).

«De algún lado hemos obtenido este concepto de que “hablar a espaldas de alguien” es chisme, pero la verdad es que tal vez lo sea, o tal vez no», dijo Ehman, quien pasó cinco años estudiando lo que las escrituras dicen acerca del discurso y del habla para frenar su propio hábito de meterse en problemas con las palabras. «Si lo que estoy diciendo es cierto, y no lo estoy haciendo de una manera calumniosa o maliciosa, entonces no es realmente un chisme. Eso es simplemente hablar de alguien cuando no está presente».

Para los cristianos, el chisme no es tanto una categoría de discurso, sino más bien la motivación detrás de lo que se dice. A veces los chismes son alimentados por nuestro propio egoísmo y adoración fingida: queremos atención y ser vistos como los que estamos al tanto. A veces la falta de amor hacia los demás es el motivo, un deseo de representarlos incorrectamente, o de revelar un secreto que dañaría su reputación.

Decir que cualquier información negativa o sensible es un chisme es impreciso.

«A veces tenemos que decirle a otra persona algo malo que sabemos que es cierto sobre alguien que no está presente para advertirles con respecto a esa persona, porque queremos evitar que sean lastimados de la misma manera», dijo Mitchell, citando la línea de Pablo en Segunda de Timoteo 4 sobre el daño hecho por Alexander el herrero. Pablo escribió: «Tú también cuídate de él, porque se opuso tenazmente a nuestro mensaje» (v. 15, NVI).

Como parte de un movimiento hacia una mejor transparencia, confianza y responsabilidad, las instituciones cristianas están analizando más cuidadosamente si han ofrecido vías para aquellos que con razón quieren hablar para decir la verdad, revelar el pecado y proteger a otros del daño.

De alguna manera, el trabajo remoto durante la pandemia de COVID-19 obligó a los empleadores cristianos a comunicarse más claramente y a generar más confianza, según Al Lopus, CEO del instituto Best Christian Workplaces.

Las iglesias cristianas, los ministerios y las empresas quieren crear una cultura positiva en el lugar de trabajo donde se espera que los empleados demuestren los frutos del Espíritu, pero eso no significa evitar la negatividad por completo.

«Motivamos a nuestros socios ministeriales a crear un ambiente donde las personas se sientan libres de expresar sus opiniones», dijo Lopus, y agregó que la comunicación abierta también hace que las organizaciones sean más innovadoras. «Existe algo que podríamos llamar “conflicto saludable” cuando la gente no está de acuerdo en torno a temas e ideas».

Los cristianos frecuentemente son etiquetados como «chismosos» por discutir el comportamiento pecaminoso de otra persona sin ir a ellos directamente de acuerdo a los lineamientos de Mateo 18.

«He pensado mucho acerca de esa acusación referente a los chismes», dijo Sandra Glahn, quien ayudó a una iglesia a cuidar a una serie de mujeres a proceder con sus historias de abuso sexual y acoso por parte de sus diáconos. «Cuando uno tiene en cuenta el poder diferencial, la guía bíblica que se puede aplicar más directamente es la Primera Epístola a Timoteo, donde el apóstol le dice a su protegido: “No admitas ninguna acusación contra un anciano, a no ser que esté respaldada por dos o tres testigos. A los que pecan, repréndelos en público para que sirva de escarmiento”» (1 Timoteo 5:19-20).

Para enfrentar casos de abuso por parte de líderes en entornos eclesiásticos se debe involucrar a otras personas, en lugar de hacer que una víctima se reúna con su presunto abusador a solas.

«Los dos o tres deben tener una conversación antes de la confrontación. Esa conversación no es un chisme», dijo Glahn. «Los dos o tres también podrían necesitar consejería espiritual. Eso amplía aún más el círculo. Esa conversación grupal tampoco es un chisme».

Estas conversaciones no sólo son permisibles, sino que también representan una forma de rendición de cuentas.

«Hemos visto, particularmente en los últimos años, a personas en posiciones de poder que han sido capaces de dañar a otros, a veces en el transcurso de muchos años, y salirse con la suya, en parte porque las víctimas estaban aisladas y no sabían de su mutua existencia, y en parte porque la organización protegió a sus líderes de críticas que en realidad eran apropiadas», dijo Stephen Witmer, un pastor de Massachusetts que ha escrito sobre los chismes en la iglesia.

Quién es invitado a ese círculo es importante. Ya sea planteando grandes preocupaciones o simplemente pequeñas críticas, los cristianos deben buscar a alguien que pueda hacer más que simplemente escuchar las historias.

«Cuando hablamos con un tercero sobre un problema que percibimos en alguien, debemos considerar a ese tercero como un participante involucrado, no un receptor pasivo, y, por lo tanto, elegirlos con cautela», dijo Witmer. «Tal vez nos ayuden a pensar qué decir cuando nos acercamos a la persona. Tal vez vayan con nosotros a hablar con la persona. No deberían ser simplemente los receptores de las historias contadas».

Para las víctimas que han mantenido sus experiencias en silencio por miedo, que lo han pensado y se han preocupado y se culpan a sí mismas hasta el punto de que están al límite de su capacidad espiritual, ese pequeño grupo de oyentes de confianza puede ser un salvavidas. También puede proveer evidencia de un patrón de abuso, una comprensión simultáneamente desgarradora y reconfortante de que, a pesar del aislamiento que sintieron en silencio, no están solos.

«Cuando lo llaman chisme, cuando no permiten procesar y desempacar lo sucedido, no hay probabilidad de que entonces nadie entienda lo que les está sucediendo», dijo Melissa Hogan, una de las más de una docena de exempleados y cónyuges de Ramsey Solutions que hablaron con CT. «Necesitas eso. Necesitas gente cerca de ti».

En otras palabras, no es solo el jefe o el departamento de recursos humanos quienes pueden administrar bien tus preocupaciones; también es la persona a tu lado que puede escuchar o decir: «Yo también».

El exmarido de Hogan, Chris Hogan, era una de las principales personalidades de Ramsey Solutions, y la compañía supervisó un «proceso de restauración» cuando la pareja tuvo dificultades matrimoniales a causa de la infidelidad de él. Dave Ramsey le dijo a su personal en el 2019 que Melissa Hogan se acercó a él y, enojada, «acusó a Chris de hacer todo tipo de cosas», luego la compañía se mantuvo del lado de Chris durante lo que Ramsey llamó «un divorcio desagradable». Chris Hogan salió de la compañía en marzo por «acciones y comportamientos» que no iban «en línea con los valores fundamentales de Ramsey Solutions».

Melissa Hogan dice que «es todo una cosa de Dios» el haberse conectado hace cinco años con un círculo de mujeres a través del club de esposas de la compañía. Alrededor del momento de su divorcio, Hogan sintió que no podía abrirse a ellos debido a una «orden tipo mordaza» de Ramsey. Ahora, ellas son su sistema de apoyo —intercambiando mensajes en la aplicación Voxer, estudiando juntas el abuso espiritual y creando conciencia con la esperanza de que otros puedan escapar de entornos manipuladores.

Wade Mullen, el autor de Something's Not Right: Decoding the Hidden Tactics of Abuse—and Freeing Yourself from Its Power [Algo no está bien: Cómo decodificar tácticas secretas de abuso, y cómo liberarse de su poder], describe cómo las organizaciones abusivas y tóxicas temen la acción colectiva que puede surgir cuando alguien le cuenta a otro lo que les sucedió y se da cuenta de que no son las únicas.

«Una forma de represalia es cuando los líderes responden a la exposición de la verdad con una tergiversación de las razones morales y éticas del que cuenta la verdad, y representándolos como personas amargadas que solo están difundiendo rumores», dijo. «En algunos casos, he visto a líderes religiosos atribuir esas revelaciones de abuso a esfuerzos satánicos para destruir la obra de Dios. Etiquetan las revelaciones como chismes y luego argumentan que el chisme, y por extensión el chismoso, está siendo utilizado por el diablo mismo para atacar a la iglesia o a el ministerio».

Lopus, de la organización Best Christian Workplaces, dice que trabajar en un ambiente cristiano «es el único lugar donde las personas pueden llevar todo su ser al trabajo». Como resultado, los empleados pueden desarrollar conexiones más profundas con las personas con las que trabajan y tener más altas expectativas del liderazgo.

Incluso los casos de mala administración en el lugar de trabajo tienen ramificaciones espirituales, provocando a las personas a culparse a sí mismas o a comenzar a sentir resentimiento contra los líderes cristianos que, en su opinión, no representan el corazón de Jesús.

«Hablar desde la verdad, el amor y la justicia»

Algunos recursos cristianos están dirigidos a ayudar a los pastores a protegerse a sí mismos y a sus iglesias de chismes o calumnias, de lo cual Vanderbloemen dijo que se está convirtiendo en una amenaza mayor en la era de una cultura de cancelación e historias salaces que se tornan virales en las redes sociales. «Ahora que todo el mundo es su propia red de transmisión… eso podría ser una especie de nueva arruga, ya que los chismes son un fenómeno antiguo», comentó.

Mientras las Escrituras pueden dirigir a las personas a denunciar el pecado de los líderes ante la iglesia, anteriormente no había manera de hacerlo instantáneamente ante multitudes más allá de su propia comunidad. (Y los líderes no tenían el alcance global de la popularidad de los pastores, autores y líderes ministeriales de hoy en día).

«Sé que hay algunos estudios de casos realmente malos de “Esta persona no se atrevió a hablar porque pensó que perdería su trabajo, y resulta que el tipo había sido algo así como un depredador sexual durante años, años y años”. Sé que esas historias existen, así que no quiero restarles importancia», dijo. «Pero también sé que el poder de los chismes es más alto que nunca. Puedes arruinar la vida de una persona sin decir un ápice de verdad».

Vanderbloemen dijo que en los últimos cinco años, las cláusulas de no-menosprecio, que generalmente han sido parte de los acuerdos de despido, se están expandiendo para aplicarse también a los miembros de la familia, como una forma de evitar chismes, especulaciones e insultos en las redes sociales.

Dice que, en la mayoría de los casos, se han cometido errores en ambas partes y tales acuerdos permiten a las iglesias seguir adelante sin tener que resolver el conflicto en público. Desde un punto de vista legal, los acuerdos están destinados a proteger a las personas en ambos extremos de la responsabilidad —un exempleador no saldrá a criticar al miembro del personal que se marcha por la forma en que las cosas terminaron si el empleado y su familia acuerdan hacer lo mismo.

Pero la atención hacia el uso por parte de las iglesias y los ministerios de las cláusulas de no- menosprecio y los acuerdos de no divulgación (NDA, por sus siglas en inglés) ha levantado preocupaciones sobre ocultar la mala conducta. Vanderbloemen aclaró que «Una buena NDA siempre incluirá algún lenguaje que diga que si algo criminal ha surgido, tienes absolutamente todo el derecho de mencionarlo», lo que permite a las personas denunciar la mala administración de fondos, el maltrato o el acoso sexual.

Las iglesias también han sido silenciadas por las políticas de no-menosprecio; una nueva ley en Texas, requirió ser aprobada a raíz de la crisis de abuso en las iglesias de la Convención Bautista del Sur (Southern Baptist), para que las iglesias allí pudieran revelar, sin riesgo de responsabilidad, a potenciales empleadores la razón por la que se le pidió a un exempleado o voluntario que se fuera.

Karen Ehman dijo: «Dar tu opinión honesta cuando te preguntan sobre alguien para una referencia de trabajo» no es un chisme, sino más bien información útil dirigida a alguien que necesitaría saber.

Pero, ¿qué hay con revelar información poderosamente dañina para que todos sus seguidores de las redes sociales, o todo el internet, la vean?

Algunos argumentan que los líderes que han abusado de su poder están a un nivel más alto, y debido a su influencia deben ser abordados en público, incluso si se han arrepentido. Glahn recuerda la enseñanza de Primera de Timoteo de confrontar a los ancianos pecadores «en público» como una advertencia.

Pero nuestras motivaciones y las posturas de nuestros corazones son factores por los que nosotros también hemos caído en el chisme en casos similares. Mitchell advierte a todos, víctimas y espectadores, contra el riesgo de ver como una fuente de diversión el drama en tales conflictos, es decir, en el esfuerzo por derrocar a un líder.

«Los vulnerables todavía deben tener cuidado con la forma en que hablan de los que están en poder; no es excusa para hacer cosas sucias» dijo. «Incluso los abusados necesitan hablar desde la verdad, en amor y justicia, y no por un deseo de venganza, deseo de quejarse, o incluso por entretenimiento».

Como cristiano enfocado en los chismes, Mitchell escucha a los pastores cuyas iglesias han sido divididas por chismes. Pero la razón por la que desea librar a su iglesia de chismes es para que sea un lugar saludable para el rebaño, dice, no para que el pastor no tenga que lidiar con las críticas.

«Esto debe funcionar al revés en el liderazgo cristiano. El que está en una posición más alta está llamado a agacharse más, y eso podría significar recibir más golpes de los que quisieras sin defenderte, pero esa es la alegría del liderazgo cristiano», dijo Mitchell, quien ha pastoreado la Iglesia Lanse Evangelical Free Church en Pennsylvania durante los últimos 23 años.

Los pastores están obligados a enfrentar el rechazo y los susurros que provienen de las bancas —un año de requisitos de mascarillas y restricciones polémicas acerca de las reuniones presenciales, demostraron eso, cuando menos— pero tienen que decidir cuándo hacer caso omiso de un comentario y cuándo darle seguimiento.

«A lo largo de mis años como pastor, he escuchado muchas críticas sobre mí mismo en tono de chisme. Por lo general, he hecho caso al consejo de Charles Spurgeon de que los pastores deben tener un ojo ciego y un oído sordo, y deben poner el ojo ciego y el oído sordo hacia los chismes», dijo Witmer, pastor principal de Pepperell Christian Fellowship. «He ignorado los informes anónimos de insatisfacción que recibo de segunda mano o le he pedido a quien reporta las críticas que dirija a esas personas a tener una conversación frente a frente conmigo».

Para Heather Fulk en Tennessee, la insinuación de su amiga, y exlíder de la iglesia, acerca de que ella estaba tratando de provocar más chismes sobre Ramsey, todavía duele.

«Solo estaba pensando en lo dañino que era eso», dijo Fulk, de cara al aniversario del despido de su esposo. Ella ha llegado a verse a sí misma como una víctima de trauma, todavía tambaleándose por el repentino despido de su marido y el temor a nuevas represalias mientras hablaba.

Los Fulks ahora están en una nueva congregación, después de haberse conectado con un grupo pequeño para ver la adoración en línea juntos durante la pandemia. Ella ha podido tener conversaciones regulares con los pastores y el personal de la iglesia sobre las importancia de la sensibilidad para cuidar bien a las víctimas.

«Estamos tan acostumbrados a decir cosas en un sentido espiritual que son en realidad cosas profundamente abusivas», dijo Fulk. «Se ve bonito porque le ponen un versículo de la Biblia, pero ahora por fin pienso: “No, no creo que eso es lo que eso signifique”».

Traducción por Jenilee Rebarber

Edición en español por Livia Giselle Seidel

Para recibir notificaciones sobre nuevas traducciones en español, síganos en Facebook, Twitter, Instagram o Telegram.

El camino de la debilidad

Lo que mi lucha contra la ansiedad y la depresión me enseñó acerca del poder de Dios.

Christianity Today July 13, 2021

Acababa de pasar de liderar un ministerio universitario a servir como pastor de enseñanza en la RockHarbor Church (RH), una vibrante y joven iglesia recién plantada. Me sentía honrado e impresionado por la oportunidad que Dios había puesto frente a mí, y quería dar la mejor impresión ante todos aquellos que habían confiado en mí para este papel.

Cuatro días antes de empezar en RH me lesioné la rodilla jugando al baloncesto y me encontré cojeando con una lesión en el ligamento cruzado anterior, el posterior y el colateral medio. La cirugía se llevó a cabo cinco semanas más tarde. La primera noche que volví a casa después de la operación no pude dormir. Todavía no estoy seguro de lo que ocurrió, pero sentí como si me estuviera ahogando. Sentía un peso demoledor en el pecho y sentí cómo mi corazón comenzó a acelerarse. No podía concentrarme. Era incapaz de relajarme. Me sentía aterrorizado de forma absoluta e irracional.

Me las arreglé para pasar la noche con el letargo inducido por la vicodina, pero la ansiedad no se iba. Empeoraba conforme pasaba el tiempo, y pasé el día siguiente con una sensación de nerviosismo que no disminuía. Nunca me había sentido tan extraño. Nada me parecía placentero, y no había manera de distraerme de lo que estaba sintiendo. Me daba vergüenza mostrar mi debilidad delante de mi esposa y de aquellos que pasaban a visitarnos. La noche siguiente fue tan miserable como la primera y para el segundo día yo era un desastre.

Comencé a llorar incontrolablemente. Me despertaba todos los días con una sensación constante de pánico. No sabía qué hacer. Orar, escribir mi diario o leer la Biblia no ayudaban. Todo aquello de lo que normalmente disfrutaba había perdido el brillo y se convirtió en nada más que otro recordatorio de lo oscuro que se había vuelto todo.

Intenté explicárselo a algunos de los líderes de mi nueva iglesia, pero yo no comprendía lo que me estaba ocurriendo lo suficientemente bien como para expresarlo. Solo sabía que entré en el quirófano siendo una persona y salí siendo otra. Así que cuando me mostré reticente a reiniciar mis prédicas, naturalmente ellos se sintieron un poco confundidos. Recuerdo una dolorosa conversación en un parque local donde se me dijo que había gente que había seguido predicando mientras moría de cáncer, así que ¿por qué yo no podía predicar?

Además de la ansiedad constante, una profunda sensación de vergüenza se instaló en mí. Me sentía humillado por mi lucha. Estaba en el punto más bajo que había estado nunca, mucho más allá de mi capacidad para disimularlo.

Viví con esta carga durante los tres meses siguientes consiguiendo de algún modo enseñar, pastorear y tratar de entender qué me estaba ocurriendo. En la mañana de Pascua, tres meses después de mi cirugía, la ansiedad se marchó. Así, tal cual.

Durante los siguientes años, la ansiedad y la depresión regresaban rugiendo, aparentemente de la nada, y desaparecían después de un tiempo. Batallaba contra ellas lo mejor que podía, pero la situación estaba pasando factura a mi esposa y a mis colegas de RH. Recuerdo vívidamente un sábado por la noche, dando vueltas por mi patio trasero bajo la lluvia, llorando y clamando a Dios por ayuda. Tenía que predicar al día siguiente sobre el quebrantamiento y en verdad odiaba ser yo la ilustración. Hubo veces en las que simplemente quería huir de la iglesia durante los servicios de los fines de semana, en vez de tratar de predicar en la situación en la que me encontraba.

Finalmente, algunos amigos me convencieron de ir a ver a un profesional cristiano en consejería. También visité a un médico que me prescribió ansiolíticos y medicamentos para dormir. No había querido tomar medicamentos antes por temor a “engancharme”, y también me resistía a creer que Dios no me sanaría. Finalmente cedí, y casi de forma inmediata gané veintitrés kilos [50 libras] y perdí todo interés en el sexo. Sentía menos ansiedad, pero mi sensación de vergüenza no dejaba de crecer. RH había crecido de manera sustancial y yo parecía Jabba el Hut. Le pregunté a mi médico al respecto y me dijo que tenía que elegir: podía ser gordo y feliz, o delgado y deprimido. Si esas eran mis opciones, entonces escogería con alegría mi nuevo físico de Jabba.

Con el tiempo encontré un nuevo medicamento que no tenía tantos efectos secundarios: ahora solo parecía el hijo de Jabba el Hut. Traté de suspenderlo por completo hace un par de años, pero terminé de nuevo llorando en el sofá el mismo día en que lo intenté.

Dios ha continuado caminando conmigo. Hasta hoy, la batalla no ha desaparecido. Pero a través de ella he aprendido algunas lecciones inestimables acerca de seguir el camino de Jesús.

No estoy solo

Fui sincero con mi lucha en nuestra comunidad de la iglesia. Lo sorprendente fue ver cuánta gente en nuestras iglesias —tanto líderes como miembros— han pasado por problemas similares. He leído muchos artículos (algunos en Leadership Journal) que cuentan historias similares a la mía. Cada vez es más común escuchar de personas en nuestras iglesias que sufren diversos problemas de salud mental. Y he conocido a muchos que aprecian a aquellos de nosotros que hemos facilitado que otros en la comunidad de fe acepten su situación y se presenten tal como son en su debilidad.

Sin embargo, sigue habiendo estigmas y estereotipos. Algunos no se sienten cómodos con mi sinceridad. Temen que esté contribuyendo a esta cultura que lo cura todo con pastillas y me animan a simplemente orar más y a leer más la Biblia. Se preguntan si es que no he tenido suficiente fe, perseverancia o coraje. Pero esa no ha sido mi experiencia. Esperé años antes de empezar a tomar medicamentos. Ayuné, oré contra las fuerzas demoniacas, hice ejercicio… hice todo lo que pude para lidiar con el problema. No fue sino hasta que tomé un enfoque holístico, uno que trataba a la vez mi cuerpo, mis emociones, mi cerebro y mi espíritu, que encontré ayuda. Trabajé mis emociones con un consejero, mi vida de oración con un director espiritual y mi química cerebral con un psiquiatra. Y he hecho ejercicio todos los días. He hecho mi mejor esfuerzo por encargarme de lo necesario en cada área de mi vida para recuperarme.

Ojalá esta lucha fuera más popular (como cuando te rompes un brazo en el colegio y todo el mundo quiere firmarte la escayola [yeso]). He tratado de vivir y predicar lo más abiertamente posible a lo largo de esta batalla. Y he experimentado el poder y la gracia de Dios en medio de ello.

Para aquellos que estén pasando por esto, hay esperanza. No te sentirás tan mal para siempre. Las cosas sí mejoran, aunque puede que lleve un tiempo. Necesitas encontrar a alguien que pueda mirarte mientras describes esto y diga: “A mí también me pasa”. Recuerdo a un amigo cercano que simplemente venía a mi casa y se sentaba conmigo en silencio mientras esperaba a que el pánico, la depresión y la ansiedad se apaciguaran. Encuentra a esas personas, y después comienza a tratarte a ti mismo como una persona entera e integrada, no solo como un alma atrapada en un cuerpo que necesita más oración y más estudio bíblico.

La bendición de la debilidad

Más allá de los estigmas asociados con la salud mental, está la presión para que cumplas tus compromisos en las reuniones públicas. Intentar ponerme en pie para enseñar y no defraudar a nadie, cuando lo que realmente quería era arrastrarme hasta un agujero y morirme, me enseñó mucho acerca de la relación entre la fortaleza y la debilidad. Estamos familiarizados con la lucha de Pablo en 2 Corintios 12. Después de rogarle al Señor tres veces que le quitara su “aguijón” en la carne, Dios responde: “Te basta con mi gracia, pues mi poder se perfecciona en la debilidad” (12:9, NVI). En Powers, Weakness and the Tabernacling of God [Poderes, debilidad y el tabernáculo de Dios], Marva Dawn defiende que la traducción acostumbrada para este versículo es incorrecta. Dawn escribe que el versículo debería traducirse así: “Mi gracia es suficiente para ti [Pablo], porque [tu] poder se lleva a su fin en la debilidad”. Sin hurgar más en los detalles de su argumento, encuentro que su traducción es muy convincente tanto en lo intelectual, como en lo que tiene que ver con la experiencia.

A lo largo de mi viaje con la ansiedad y la depresión, he llegado al final de mi propio poder. Y fue ahí donde la gracia de Dios descansó sobre mí. Perdí la esperanza en mi carisma y mi encanto personales; en mis dulces historias o mis ilustraciones ingeniosas para los sermones. Estaba al final de mi capacidad. No tenía los recursos para enfrentarlo. Y es en ese punto en el que Pablo dice que Dios puede obrar de la mejor forma: “Por lo tanto, gustosamente haré más bien alarde de mis debilidades, para que permanezca sobre mí el poder de Cristo. Por eso me regocijo en debilidades, insultos, privaciones, persecuciones y dificultades que sufro por Cristo; porque, cuando soy débil, entonces soy fuerte” (2 Corintios 12:9-10). Pablo presume de su debilidad porque sabe que, cuando su poder se acaba, el poder de Cristo descansa sobre él. En otras palabras, nuestro poder debe limitarse para que se pueda contemplar mejor el poder de Dios. El poder de Pablo se agota en la debilidad; por consiguiente, Pablo exalta su debilidad, porque a través de su existencia, Cristo es capaz de revelar su presencia en él.

Lo sabemos, al menos en teoría. Pero ¿cuánta de la cultura eclesial en Occidente está construida sobre la fortaleza y no sobre la debilidad?

Los cristianos de Corinto despreciaban a Pablo porque él no demostraba las credenciales de un superapóstol. Creían que los líderes cristianos debían ser carismáticos, poderosos, con grandes y atractivas personalidades. Sus modelos culturales prevalentes estaban construidos alrededor del rango, el estatus y los logros. Ese es el lenguaje de “jactancia” que utiliza Pablo en esta carta. Se consideraba adecuado que la gente se jactara y demostrara su estatus y su poder a los demás. Pablo se mueve enteramente en la dirección opuesta. Enumera su debilidad, sus persecuciones y sufrimientos, y entonces revela por qué es así. Dios consigue sacar lo mejor, dice Pablo, cuando nosotros estamos en el límite de nuestra propia capacidad.

La obra de Dios a través de la debilidad humana es un tema central de la Biblia. Dios utiliza la edad de Abraham y la infertilidad de Sara para dar a luz al comienzo de la gran nación que se le había prometido a Abraham. Moisés no era muy elocuente y estaba lleno de excusas cuando Dios lo llamo a liberar a la nación de Israel de la esclavitud. David no era más que un niño cuando se enfrentó a Goliat. Pedro fue el líder de la iglesia solo después de haber negado a Jesús tres veces.

A lo largo de todas las Escrituras, esta es la manera en que Dios obra. Lleva a las personas a un lugar de debilidad para que él pueda usarlas para su gloria. Limita activamente la capacidad de estas personas para que Su poder divino se pueda mostrar. No es que Dios llegue y nos haga fuertes y entonces nos use. Más bien, Dios nos lleva al final de nuestras fuerzas, nuestra sabiduría y nuestra confianza en nosotros mismos, para que realmente tengamos que confiar en él y no en nada (o en nadie) más. Esta es la paradoja de la fuerza y la debilidad: que soy más fuerte cuando soy más débil; que cuando más se me puede usar es cuando no puedo más; y que cuando yo estoy al límite es cuando Jesús está más presente.

El camino de Dios no se trata del triunfalismo, o de ser más grandes que la propia vida. No se trata de alcanzar un lugar en el que la debilidad ya no exista. Más bien, se trata de tener mi propia capacidad limitada de tal modo que pueda descubrir cómo Dios hace uso de mi debilidad. Si usted es como yo, naturalmente se resiste a las limitaciones. Yo quiero hacer que las cosas sucedan, abrirme paso a través de los problemas. Estaba condicionado para superar los obstáculos, no para reconocer mi debilidad y admitirla.

Sin embargo, Pablo dice que el objetivo es que nuestra capacidad se agote. ¿Cómo podría experimentar el poder de Dios a menos que se limitara el mío?

Poder limitado

Es posible que usted haya escuchado el cliché: “Dios nunca le dará más de lo que pueda soportar”. Es una frase que usamos para reconfortarnos… y creo que deberíamos dejar de usarla. Sé que Pablo dice: “Pero Dios es fiel, y no permitirá que ustedes sean tentados más allá de lo que puedan aguantar” (1 Corintios 10:13). Aunque ciertamente es verdad, no es lo mismo que decir que Dios nunca nos dará más de lo que podamos soportar. De hecho, creo que las Escrituras demuestran que Dios nos da más de lo que podemos soportar para que tengamos que confiar en él.

Por eso es que la enseñanza de Pablo acerca de la debilidad es tan profunda para el viaje de la fe. Pensamos que la fe debería protegernos de caer en un lugar de tanta desesperación, pero Pablo sugiere que la fe es ese punto de desesperación: que precisamente ese el lugar en el que dan inicio la fe y la confianza en Dios.

Sin embargo, gran parte de la vida moderna está diseñada para alejarnos de ese punto. Yo no quiero ser débil. Quiero ser heroico, poderoso e importante. Se me condiciona (¡incluso en la iglesia!) para superar los obstáculos, no para abrazar mis limitaciones.

La cuestión es: el deseo de Dios es obrar a través de la vulnerabilidad humana en vez de superarla.

Nunca veremos su poder si nos negamos a que el nuestro se limite. La forma de obrar de Dios no es apartarnos de los problemas, sino consolarnos con su presencia en medio de ellos e intercambiar nuestra “fortaleza” por la suya frente a esto. Así es como Dios realiza sus propósitos para el mundo. Él coloca el tesoro “en vasijas de barro para que se vea que tan sublime poder viene de Dios y no de nosotros” (2 Corintios 4:7). Por medio de nuestra unión con Cristo, y a través de nuestra debilidad, exponemos la gloria de Dios.

Dios muestra su verdadera grandeza al usar lo más bajo y despreciado del mundo para realizar sus propósitos en la historia humana. En sus manos, nuestro quebrantamiento puede ser hermoso.

Él hace esto para que ninguno de nosotros vivamos bajo la ilusión de que podemos hacerlo todo por nuestra cuenta. Él diseña las circunstancias para que nos sintamos sobrepasados. Elige a personas improbables para que él se lleve el crédito y la gloria. Nos lleva al final de nuestra suficiencia para que podamos descansar en la suya. Nosotros lo odiamos. Queremos que se nos vea como expertos. Quizá sea por eso que la iglesia está tan enamorada de las herramientas, las técnicas y la mercadotecnia. La iglesia actual a menudo comparte la obsesión con la gloria y el poder de la cultura que la rodea. Una de las razones por las que nuestros ministerios son tan ineficaces es porque no dejamos espacio para el poder de Dios, puesto que estamos demasiado enamorados del nuestro. No dejamos espacio para la debilidad: todo en nuestras iglesias debe ser dinámico y excelente. Así que lo planeamos todo al minuto, ensayamos nuestras transiciones y oraciones, buscamos las series, los currículos y los programas más novedosos. Y mientras tanto, Jesús está obrando a través de personas que no tienen nada más que a él.

El sueño de la posmodernidad es vivir en nuestra fortaleza; el sueño de Dios es que vivamos en nuestra debilidad. El uno es completamente opuesto al otro. Pero si realmente deseamos ver a Dios moverse de maneras poderosas y abrazar completamente la vida que Jesús tiene para nosotros, entonces debemos llegar al límite de nuestra capacidad. Como dice Dallas Willard: “La vida cristiana es lo que haces cuando te das cuenta de que no puedes hacer nada”.

Esta ha sido una lección muy dura de aprender para mí. Yo no la hubiera elegido. No obstante, ahora no me puedo imaginar la vida de otro modo. Estoy agradecido por los médicos y las medicinas, y llevo un estilo de vida que contrarreste la ansiedad —mucho tiempo de sueño, ejercicio y luz natural—, pero la lucha nunca se va del todo. Es parte de lo que soy, y parte de mi viaje de fe. Por la gracia de Dios, Jesús se ha hecho más grande y yo más pequeño.

Y por esa razón me uno a Pablo al jactarme de mi debilidad, porque cuando soy débil, entonces soy fuerte.

Mike Erre es pastor de la Primera Iglesia Evangélica Libre de Fullerton, en California.

Traducción por Noa Alarcón

Edición en español por Livia Giselle Seidel

Para recibir notificaciones sobre nuevas traducciones en español, síganos por correo electrónico, Facebook, Twitter, Instagram o Telegram.

News

Los solicitantes de asilo entran a Estados Unidos agradeciendo a Dios por los milagros

Con el fin de la política “Permanezcan en México” de Donald Trump, nuevas necesidades desafían a los ministerios cristianos que ayudan a los migrantes.

Christianity Today July 13, 2021
John Moore / Getty Images

Cuando la hondureña llegó al apartamento de Alma Ruth en McAllen, Texas, tomó una ducha.

Ella tenía nueve meses de embarazo y era la primera ducha real que se daba en más de un año y medio desde aquel día de 2019 cuando ella, su esposo y su hijo pequeño huyeron de la violencia que se ha desatado en Centroamérica.

Ella dio gracias a Dios por el agua limpia y caliente, y por las personas que la habían ayudado en el camino.

“Dios siempre nos sorprende con sus milagros”, dijo a CT en español. “El resto de mi vida no será suficiente para agradecerle por todos los milagros que ha hecho por mi familia y por mí”.

La mujer, a la que se le permitió entrar a Estados Unidos en marzo, es una de los 68 000 solicitantes de asilo que ahora tienen permiso para esperar sus audiencias judiciales en Estados Unidos, tras la revocación de los “Protocolos de Protección Migratoria” (MPP, por sus siglas en inglés) de Donald Trump por parte del Presidente Joe Biden.

La política MPP del expresidente, mejor conocida como “Permanezcan en México”, fue suspendida en enero. La administración de Biden le puso fin oficialmente en la primera semana de junio, resultando en una victoria para los solicitantes de asilo, (incluida la mujer que se duchó, quién solicitó que no se utilizara su nombre porque su caso de solicitud de asilo sigue pendiente), y para sus defensores, como la dueña de la ducha, Alma Ruth.

Ruth, fundadora y presidenta de Practice Mercy, está preocupada por los nuevos retos que enfrentarán los solicitantes de asilo una vez en los Estados Unidos. “Terminan una vía dolorosa” dijo, “y comienzan otra”.

Los migrantes en el improvisado campo de refugiados en Matamoros, al norte de México, se encontraban en una especie de tierra de nadie, “ni de aquí ni de allá”, con pocos abogados, pocos trabajadores sociales y pocas misiones cristianas y grupos de apoyo que les ayudaran mientras esperaban para solicitar asilo. Ahora, cuando finalmente salen del campamento y entran a Estados Unidos, ¿caerán aún más en las grietas que hay entre los ministerios cristianos?

La necesidad en los campamentos

Originalmente, Ruth se sintió llamada a ejercer el ministerio alrededor del mundo, trabajando en Cuba y Jerusalén. Con nacionalidad mexicana, se trasladó a la ciudad fronteriza de McAllen en 2012 y empezó su trabajo con la comunidad internacional.

Cuando el programa “Permanezcan en México” comenzó en 2019, Ruth pronto se dio cuenta de que la necesidad en su patio trasero era demasiado grande como para ignorarla. Comenzó a visitar los campamentos a medida que aumentaban de tamaño. Ayudaba a las familias a adquirir artículos de primera necesidad y oraba con los muchos cristianos que estaban desesperados por recibir ánimo espiritual.

Según Ruth, la mayoría de los hispanohablantes que buscan asilo son creyentes. Aquellos que viven en los campamentos han empezado a formar sus propias iglesias, reuniéndose en tiendas de campaña. Pero mientras Ruth iba y venía cruzando la frontera, empezó a preguntarse: ¿dónde estaba la iglesia?

A veces las iglesias y los ministerios donaban artículos más grandes e incluso los visitaban, pero en lo que respecta a una presencia cristiana continua en el campamento de Matamoros, dijo Ruth, la participación era escasa. Esta comunidad desordenada y transitoria no parecía encajar en la mayoría de los planes ministeriales.

“Se pueden contar con los dedos las organizaciones religiosas que estuvieron involucradas en ayudar al campo de refugiados de Matamoros”, dijo Ruth. “Muchas oportunidades para tomar fotos, pero personas de fe sirviendo semanalmente… se pueden contar con los dedos”.

Una vez en los Estados Unidos, hay más ministerios cristianos que cuentan con sistemas para ayudar a los inmigrantes y sus familias; se reúnen con ellos en las estaciones de autobuses, los contactan con servicios comunitarios y, en algunos casos, ofreciendo ministerios en su propio idioma. Pero para aquellos que están fuera del país, la ayuda ha sido escasa.

Durante la pandemia por COVID-19, incluso las pocas iglesias que visitaban y las misiones a corto plazo dejaron de asistir. Sin embargo, aquellos que estaban comprometidos con los campamentos continuaron yendo y viniendo a diario, orando, entregando alimentos y realizando monitoreos de salud.

Ruth buscó a mujeres y niños, dando especial atención a las mujeres embarazadas, quienes eran especialmente vulnerables durante la pandemia, el intenso calor del verano, las inundaciones provocadas por el huracán Hanna y las peligrosas condiciones de la tormenta invernal Uri. Una mujer dio a luz fuera del campamento. Otra cruzó el río Grande en un colchón de aire durante el parto y tuvo al bebé en una celda de la patrulla de aduanas y fronteras.

Unas cuantas mujeres fieles

La mujer de Honduras cruzó a Estados Unidos con su esposo y su hijo pequeño a finales del 2019. La joven familia esperaba encontrar seguridad y protección en Estados Unidos y vivir cerca de los familiares de su esposo en Minnesota.

De acuerdo con la ley estadounidense, ellos tenían que estar en el país para solicitar asilo, así que cruzaron la frontera, pero la mujer y su familia fueron enviados de vuelta a México con otros miles de solicitantes de asilo donde se sumaron a una masa de gente apiñada y en constante crecimiento, y se les dijo que esperaran.

“Soportamos hambre, frío, calor y racismo durante mucho tiempo” dijo la mujer. “Sufrimos muchas injusticias”.

La poca ayuda recibida no provenía de organizaciones humanitarias bien financiadas, ministerios internacionales o grandes iglesias estadounidenses, sino de personas que habitualmente permiten que sus vidas sean interrumpidas para colarse en las grietas y puntos ciegos que tiene la iglesia, y van en busca de aquellos que están en riesgo de ser olvidados.

Ruth inició Practice Mercy, una organización cristiana sin ánimo de lucro que le permitió recibir apoyo financiero de las iglesias estadounidenses. Ella dice que la iglesia cristiana debe cambiar su forma de pensar acerca de la forma en que ministra a aquellos atrapados en el caótico sistema de inmigración del país, en el que la planificación y la previsibilidad son un lujo.

Cuando la tormenta de invierno Uri cubrió las templadas ciudades fronterizas de hielo y nieve, Ruth trajo mantas a los migrantes. Cuando la mujer de Honduras quedó embarazada, la “hermana Alma” estuvo allí para ayudar.

“Agradezco a Dios por ponerla en nuestro camino” dijo ella. “Ella fue y continúa siendo un ángel para nosotros”.

Cuando el gobierno de Estados Unidos empezó a trasladar a los solicitantes de asilo a Texas, a principios de año, Ruth comenzó a trabajar para llevarlos a su destino. Las donaciones permitieron que su ministerio cubriera los gastos de alquileres de Airbnb mientras los inmigrantes esperaban los preparativos para su viaje. Ocasionalmente, les permitía ducharse en su apartamento.

“Para muchos de ellos, era la primera vez que tomaban una ducha real en dos años”, dijo Ruth.

Pronto quedó claro que, con la terminación de la política “Permanezcan en México”, habría necesidades adicionales. Los solicitantes de asilo suelen tener familia o amigos que los esperan en una ciudad de destino, pero muchos de ellos son también inmigrantes recientes. Cuando la pandemia devastó el sector de los servicios y la hostelería, muchos de los recién llegados se encontraron en situaciones financieras precarias.

Pocos podían permitirse pagar un viaje en avión o en autobús para toda una familia que necesitaba trasladarse de Texas a Minnesota o a cualquier otro lugar de Estados Unidos, dijo Ruth. “Nos dimos cuenta de que esas redes de apoyo son extremadamente frágiles”.

En las redes sociales, Practice Mercy empezó a difundir peticiones de ayuda en las ciudades estadounidenses de destino de las mujeres y los niños solicitantes de asilo. Ruth pedía ayuda para el viaje de los migrantes, y también que se les brindara apoyo una vez que llegaran.

Cuando a la mujer embarazada de Honduras se le permitió volver a entrar a Estados Unidos en marzo, Ruth se enteró de que estaba a punto de tener a su bebé y que necesitaría un apoyo real, no solo una comida, o un traslado a un albergue. Ruth acogió a la familia en su apartamento y empezó a trabajar para que llegaran a su destino en Minnesota lo antes posible.

Esta vez, Ruth no confió en Instagram, sino que llamó a una colaboradora, Melissa Carey, quien casualmente vivía en la zona de las Twin Cities [Las ciudades gemelas de Minneapolis y Saint Paul].

“Como creyente, estás llamado”

Carey emigró de Perú con su familia a los 10 años. Ella recuerda la sensación de nerviosismo que conlleva recibir el estatus legal temporal. Ella y sus hermanos no se inscribieron en los programas de almuerzo gratuito en la escuela, incluso cuando tenían hambre, porque temían que de alguna manera esto fuera contrario a los términos de su visa.

“Cuando lo has experimentado tú mismo, conoces ese pavor de intentar hacerlo todo bien para que no te echen”, dijo Carey. “Eso controla tu vida”.

Mantener su cabeza agachada es ahora su segunda naturaleza, pero cuando Carey se convirtió en ciudadana hace 11 años, se sintió obligada a defender a aquellos que viven con miedo.

“Como creyente”, dijo ella, “estás llamado a ser la voz de los que no tienen voz”.

Ella comenzó a trabajar como voluntaria y se involucró en una campaña para que los migrantes indocumentados pudieran obtener permisos para conducir. Descubrió que, como cristiana con muchos valores conservadores, podía hablar con algunos legisladores de una manera que otros no podían, y pronto empezó a trabajar con el movimiento de inmigrantes de Minnesota.

Carey, voluntaria y también madre a tiempo completo, ha encontrado un nuevo nicho ayudando a las personas en crisis. Ella responde con regularidad a llamadas de emergencia, ayudando a familias a conseguir comida o refugio para pasar la noche, mientras se pone en contacto con una red de comunidades religiosas para ver si es posible conseguir un apoyo a largo plazo. Cuanta más gente ayuda, más probable será que reciba la siguiente llamada.

Las emergencias de inmigración no se producen según un calendario, explicó. No hay una base de datos de necesidades y oportunidades regulares que alguien pueda consultar cuando le resulte conveniente. Por el contrario, aquellos que están comprometidos a ayudar deben estar disponibles en todo momento. Tienen que ser constantes en medio de la inconsistencia.

“Debes tomar la decisión de involucrarte en una comunidad y acudir a ellos continuamente”, dijo Carey. “Gran parte del servicio y la ayuda consiste en tener comunión con tus vecinos”.

En marzo, una de esas llamadas de emergencia fue de Ruth, a quien Carey había estado siguiendo y apoyando desde lejos. Ruth le contó a Carey de la mujer embarazada y su familia, y Carey comenzó a buscar ayuda. Llamó a la iglesia Faith City en Saint Paul para ver si ellos podrían cubrir los gastos de los vuelos. Aceptaron hacerlo, y además se comprometieron a seguir apoyando a la familia mientras se instalaba.

Llevó más tiempo encontrar parteras que hablaran español y pudieran brindar a la mujer la atención que necesitaba después de haber pasado todo su embarazo en un campo de refugiados improvisado sin atención prenatal. A Carey no le bastó con encontrar a alguien que le hiciera una revisión médica, dijo. “Ella necesitaba que la cuidaran”.

Carey estableció una conexión justo a tiempo para que las parteras guiaran a la mujer hondureña en un parto difícil que habría sido peligroso tanto para la madre como para el niño sin la experiencia y los conocimientos de las parteras.

“Nosotros, los privilegiados, no nos damos cuenta de los recursos que tenemos”, dijo Carey.

Preocupados por el futuro

Madre e hijo están sanos y salvos, y viven en Minnesota mientras esperan a que el gobierno escuche sus argumentos acerca de por qué no sería seguro para ellos regresar a Honduras.

Los campamentos de larga duración a lo largo de la frontera se han desocupado en su mayor parte, pero siguen existiendo campamentos más pequeños, así como refugios llenos de personas que esperan entrar mientras el gobierno de Biden intenta regular los procedimientos de entrada, que hasta ahora han sido irregulares. La solicitud de asilo es también una parte habitual de la frontera sur de Estados Unidos, y las personas más necesitadas seguirán subiendo a los aviones y autobuses que salen de McAllen, El Paso, San Diego y otras ciudades para empezar una nueva vida en el país.

Ruth y Carey afirman que la iglesia debe desempeñar un papel más activo tanto en las crisis agudas como en el caos a largo plazo del proceso de asilo, donde los retrasos en los tribunales y las prácticas de detención mantienen a las familias en un limbo de desconexión durante años.

Dicen que aquellos que quieran participar en el ministerio a los “más pequeños” tienen que ser flexibles y fieles, próximos y consistentes, conscientes de las necesidades y recursos de la comunidad, y dispuestos a hacer llamadas solicitando ayuda.

Para la mujer embarazada, bastaron unos cuantos cristianos fieles para marcar la diferencia.

“Doy gracias a Dios por las hermosas personas que nos han ayudado tanto y siguen haciéndolo”, dijo. “Dios siempre nos sorprende”.

Traducción por María Stephania Vélez

Edición en español por Livia Giselle Seidel

Para recibir notificaciones sobre nuevas traducciones en español, síganos por correo electrónico, Facebook, Twitter, Instagram o Telegram.

El sorprendente descubrimiento acerca de aquellos misioneros colonialistas y proselitistas

No salieron en busca de cambiar la historia. Sin embargo, la labor de un investigador moderno muestra que precisamente eso fue lo que hicieron.

Christianity Today July 9, 2021
Foto por Alice Seeley Harris / Panos Archives

Esta es una versión revisada y corregida de la traducción publicada en enero de 2014.

Este artículo fue publicado en colaboración con la Conferencia Nacional de Liderazgo Cristiano Hispano (NHCLC, por sus siglas en inglés).

Para muchos de nuestros contemporáneos, nadie resume mejor a los misioneros de otras épocas como Nathan Price. Price, el patriarca de la novela La Biblia envenenada de Barbara Kingsolver, publicada en 1998, intenta bautizar a los nuevos cristianos congoleños en un río lleno de cocodrilos. Él exclama ¡Tata Jesús es bangala!, pensando que dice «Jesús es amado». En realidad, la frase significa «Jesús es venenoso». A pesar de ser corregido muchas veces, Price repite la frase hasta su muerte: una metáfora nada sutil para exponer la insensatez de las misiones modernas cuando son insensibles culturalmente.

Por alguna razón, nadie ha escrito un best seller sobre la vida de John Mackenzie. Él no es un personaje ficticio, sino un verdadero misionero del siglo XIX. Cuando los colonos blancos de Sudáfrica amenazaron con arrebatarles la tierra a los nativos, Mackenzie ayudó a Khama III, su amigo y aliado político, a viajar a Gran Bretaña. Allí, Mackenzie y sus colegas presentaron peticiones, tradujeron a Khama y a otros dos jefes en sus mítines políticos, e incluso organizaron una reunión con la reina Victoria. Al final, sus esfuerzos convencieron a Gran Bretaña de promulgar un acuerdo de protección de la tierra, sin el cual, hoy no existiría la nación de Botsuana.

Los anales de las misiones del Occidente protestante incluyen a personajes como Nathan Price, por supuesto. Sin embargo, gracias a un sociólogo tranquilo y persistente llamado Robert Woodberry, ahora sabemos de cierto que también incluyen a muchos como John Mackenzie. De hecho, la obra de misioneros como Mackenzie resultó ser el factor que ha tenido mayor influencia al garantizar la salud de las naciones.

«Dios me hizo para esto»

Hace catorce años, Woodberry era estudiante de posgrado en Sociología en la Universidad Chapel Hill de Carolina del Norte (UNC, por sus siglas en inglés). Hijo de J. Dudley Woodberry, profesor de estudios islámicos y ahora deán emérito del Seminario Teológico Fuller, comenzó a estudiar en el respetado programa de doctorado de la UNC con una de sus figuras más influyentes, Christian Smith (ahora en la Universidad de Notre Dame). Sin embargo, cuando Woodberry intentó encontrar una línea de investigación propia y fructífera, se sintió descontento.

«Gran parte de las investigaciones que había estudiado trataban de la religión estadounidense», dice sobre sus inicios en el programa de posgrado. «No era mi pasión, y no lo sentía como un llamado, como algo a lo que pudiera dedicar mi vida».

Una tarde asistió a una conferencia obligatoria que puso fin a su búsqueda vocacional. Se trataba de una conferencia por Kenneth A. Bollen, profesor de la UNC en Chapel Hill y uno de los expertos principales en la medición y el seguimiento de la expansión de la democracia a nivel mundial. Bollen señaló que seguía encontrando una conexión estadística significativa entre la democracia y el protestantismo. «Alguien tiene que estudiar el motivo de dicha correlación», dijo Bollen.

Woodberry se inclinó hacia delante en su asiento y pensó: Ese soy yo. Soy el indicado.

Pronto se encontró a sí mismo descendiendo a los archivos de la UNC en Chapel Hill en búsqueda de antiguos datos sobre religión. «Descubrí un atlas [de 1925] de todos los puntos misioneros del mundo, con montones de datos», dice Woodberry con gran alegría. Descubrió datos del «número de escuelas, profesores, imprentas, hospitales y médicos, y con referencias a atlas anteriores. Pensé: Vaya, esto es enorme. Es impresionante. Dios me hizo para esto».

Woodberry tenía la intención de rastrear las evidencias para la conjetura de Bollen de que la religión protestante y la democracia estaban relacionadas de algún modo. Estudió mapas amarillentos, pasó meses trazando la longitud y latitud de las antiguas estaciones misioneras, indagó en los archivos de Londres, Edimburgo y Serampore en la India, y habló con historiadores de la iglesia de toda Europa, Norteamérica, Asia y África.

En esencia, Woodberry estaba indagando en uno de los mayores enigmas de la historia moderna: por qué algunas naciones desarrollan democracias representativas estables —en las cuales los ciudadanos disfrutan del derecho a votar, a hablar y a reunirse con libertad— mientras que países cercanos sufren a gobernantes autoritarios y conflictos internos. La salud pública y el crecimiento económico también pueden diferir en gran medida de un país a otro, incluso entre países que comparten geografías, trasfondos culturales y recursos naturales similares.

En búsqueda de respuestas, Woodberry viajó a África Occidental en 2001. Salió de viaje una mañana por una carretera polvorienta en Lomé, la capital de Togo, y se dirigió a la biblioteca de la Universidad de Togo. La encontró escondida en un edificio de la década de 1960. Las estanterías contenían más o menos la mitad de los libros que él tenía en su colección personal. La enciclopedia más reciente databa de 1977. Al final de la calle, la librería del campus vendía bolígrafos y papel, no libros.

—¿Dónde compran sus libros? —paró Woodberry a un estudiante para preguntarle.

—Oh, nosotros no compramos libros —respondió él—. Los profesores leen los textos en voz alta y nosotros los transcribimos.

Al otro lado de la frontera, en la librería de la Universidad de Ghana, Woodberry había visto estanterías que ocupaban la pared entera, repletas de cientos de libros, incluyendo textos impresos por académicos locales. ¿A qué se debía aquel claro contraste?

La razón era clara: durante la era colonial, los misioneros británicos en Ghana habían establecido todo un sistema de escuelas y de imprentas. Sin embargo, Francia, el poder colonial en Togo, restringió duramente a los misioneros. Las autoridades francesas solo se interesaron en educar a una pequeña élite intelectual. Más de cien años después, la educación todavía seguía bastante limitada en Togo. En Ghana, estaba floreciendo.

Como una bomba atómica

Los que conocen a Woodberry fácilmente se lo pueden imaginar en África Occidental: un hombre alto, desgarbado, buscando respuestas con obstinación y precisión. Podría pasar por el detective privado de una película clásica si le colocaras una gabardina en los hombros, le subieras el cuello y lo mandaras por un callejón oscuro.

«Fue divertido observar su proceso de descubrimiento», dice Smith, quien supervisó el comité de tesis de Woodberry. «Fue recogiendo evidencias muy raras y dispersas y las unió en un conjunto de datos coherente. En cierto sentido, esto era demasiado grande para un estudiante de doctorado, pero él era obstinado, independiente y meticuloso».

Lo que comenzó a salir a la luz fue un patrón consistente y controvertido: un patrón que podría dañar la carrera de Woodberry, advirtió Smith. «Yo pensaba que era un proyecto grande e importante, pero le advertí de que a muchas personas no les gustaría la historia que exponía», dice Smith. «Antes de que él sugiriera que el movimiento misionero había tenido aquella fuerte influencia positiva sobre la democratización liberal… no podrías pensar en una historia más increíble y ofensiva que contar a un montón de académicos seculares».

Pero las evidencias seguían saliendo a la luz. Mientras estudiaba el Congo, Woodberry realizó uno de sus primeros descubrimientos más importantes. La explotación de la era colonial del Congo era bien conocida: los colonos, tanto los franceses como los belgas, obligaron a los lugareños a extraer caucho de la jungla. Como castigo por no lograrlo, quemaban aldeas, castraban a hombres y cortaban los miembros de los niños. En el Congo francés las atrocidades tenían lugar sin ningún comentario ni protesta, más allá de algún informe en algún periódico marxista de Francia. Pero en el Congo belga los abusos levantaron el mayor movimiento de protesta internacional desde la abolición de la esclavitud.

¿Cuál fue la diferencia? Tratando de elaborar una corazonada, Woodberry siguió el rastro de las estaciones misioneras de todo el Congo. Resultó ser que solo se permitieron misioneros protestantes en el Congo belga. Entre aquellos misioneros se encontraban dos bautistas británicos llamados John y Alice Harris que tomaron fotografías de las atrocidades —incluyendo la famosa fotografía de un padre contemplando los restos de su hija— y después las sacaron de contrabando fuera del país. Con las pruebas en la mano, viajaron por Estados Unidos y Gran Bretaña para levantar la presión pública y, junto a otros misioneros, ayudaron a que se alzaran protestas contra los abusos.

Para convencer a los escépticos, sin embargo, Woodberry necesitaba más casos de estudio. Cualquiera podía encontrar a unos John y Alice Harris aislados, o a un John Mackenzie, descartar a los Nathan Price, y montar un mosaico favorecedor. Pero Woodberry estaba capacitado para hacer algo que nadie más había hecho: observar los efectos a largo plazo de los misioneros usando la lente gran angular de los análisis estadísticos.

En su quinto año de doctorado, Woodberry creó un modelo estadístico que podría poner a prueba la conexión entre la obra misionera y la salud de las naciones. Junto a unos cuantos asistentes de investigación, pasó dos años recogiendo datos y afinando los métodos. Esperaba computar el promedio de los efectos duraderos que habían tenido los misioneros en todo el mundo. «Estaba muy nervioso», dice. «Pensaba: ¿y si ponemos en marcha los análisis y no encontramos nada? ¿Cómo salvaré mi tesis?».

Una mañana, en un laboratorio informático polvoriento y sin ventanas, iluminado por luces fluorescentes, Woodberry llevó a cabo la primera gran prueba. Después de terminar de preparar el programa estadístico en su computadora, hizo clic en el botón «Intro» y se inclinó hacia adelante para leer los resultados.

«Estaba impresionado», dice Woodberry. «Fue como una bomba atómica. El impacto de las misiones en la democracia global era enorme. Seguí añadiendo variables al modelo —factores que otra gente había estudiado y sobre los que habían escrito en los últimos cuarenta años— y los barrió a todos. Era impresionante. Entonces supe que estaba ante algo realmente importante».

¿Causa o correlación?

Woodberry ya tenía la prueba histórica de que los misioneros habían educado a las mujeres y a los pobres, habían promovido una imprenta generalizada, habían liderado movimientos nacionalistas que empoderaron a los ciudadanos de a pie, y habían impulsado otros elementos de la democracia. Ahora las estadísticas lo respaldaban: los misioneros no eran solo otra parte de la imagen. Eran el centro.

«Los resultados eran tan contundentes que me puse nervioso», dice Woodberry. «Esperaba un efecto, pero no esperaba que fuera tan amplio y poderoso. Pensé: Mejor me aseguro de que es real. Mejor voy con cuidado».

Determinado a ser su mayor escéptico, Woodberry comenzó a medir las teorías alternativas usando una técnica llamada análisis de variables instrumentales de mínimos cuadrados en dos etapas. En cualquier trabajo estadístico, sabía, era fácil confundir la correlación con la causalidad. Existe una conexión, por ejemplo, entre comer avena y desarrollar cáncer. Pero eso no significa que si comes mucha avena estés condenado. Resulta que la gente más anciana, los que tienen mayor riesgo de desarrollar cáncer de por sí, son los que más a menudo suelen comer avena para el desayuno. En otras palabras, la avena no provoca cáncer.

En el caso de la historia de las misiones, Woodberry tenía que preguntarse: ¿y si los misioneros se trasladaron a lugares ya predispuestos para la democracia? ¿O, que tal si el país colonizador —Nueva Zelanda, Australia o Gran Bretaña— era el verdadero catalizador?

Al igual que un mecánico que desmonta un motor para volver a armarlo, él tuvo que refutar su propia teoría para fortalecerla. Eso significó controlar muchos otros factores: el clima, la salud, la localización, la accesibilidad, los recursos naturales, el poder colonial, la prevalencia de las enfermedades y otra media docena de cosas. «Mis asistentes iban introduciendo todas estas variables, y la variable de las misiones era sorprendentemente robusta», dice Woodberry. «La teoría seguía en pie. Fue bastante divertido, en realidad».

Divertido, pero difícil de creer. Los resultados de Woodberry sugerían, en resumen, que cincuenta años de investigación sobre el auge de la democracia habían pasado por alto el factor más importante.

«Cuando comencé a presentarlo, nadie estaba interesado», dice Woodberry. «Como mucho conseguía reunir a dos personas en las sesiones de conferencias. No le importaba a nadie». Cuando aparecían los académicos, Woodberry esperaba preguntas hostiles y la ocasional interrupción furiosa.

Sin embargo, en una conferencia de 2002 Woodberry tuvo un descanso. En la sala se sentaba Charles Harper Jr., entonces vicepresidente de la Fundación John Templeton, que en aquel momento se dedicaba a financiar proyectos de investigación sobre cambios religiosos y sociales. (Entre sus importantes beneficiarios se encontraba Christianity Today). Tres años después, Woodberry recibió medio millón de dólares del Spiritual Capital Project de la fundación, contrató a casi cincuenta asistentes, y montó un enorme proyecto de base de datos en la Universidad de Texas, donde había conseguido una plaza en el departamento de Sociología. El equipo pasó diez años recopilando más datos estadísticos y realizando más análisis históricos, con la intención de confirmar su teoría. Con estos resultados y la investigación de su tesis, ahora Woodberry podría apoyar una afirmación de gran envergadura:

Las áreas en donde los misioneros protestantes tuvieron una presencia significativa en el pasado están, en promedio, más desarrolladas económicamente hoy, con una salud comparativamente mejor, menor mortalidad infantil, menor corrupción, mayor alfabetización, mayores logros educativos (especialmente para las mujeres), y cuentan con membresías más robustas en las organizaciones no gubernamentales.

En resumen: ¿quieren una democracia floreciente hoy? La solución es sencilla… si tienen una máquina del tiempo: manden a un misionero en el siglo XIX.

Sorprendente para los investigadores

A pesar de la preocupación de Smith, al trabajo histórico y estadístico de Woodberry finalmente se le prestó atención. La suma de sus catorce años de investigación —publicado en 2012 en el American Political Science Review, la máxima publicación de su disciplina—, ha ganado cuatro grandes premios, incluyendo el prestigioso Luebbert Article Award al mejor artículo de política comparada. Su título es impresionante: «Las raíces misioneras de la democracia liberal».

«[Woodberry] presenta una teoría grande y bastante ambiciosa acerca de cómo los “protestantes que convertían” contribuyeron a la construcción de sociedades democráticas», dice Philip Jenkins, distinguido profesor de historia de la Universidad de Baylor. «Intenté encontrarle fallas tanto como pude, pero la teoría se sostiene. Tiene grandes implicaciones para el estudio global del cristianismo».

«¿Por qué algunos países se vuelven democráticos, mientras que otros entran en la ruta de la teocracia o la dictadura?», pregunta Daniel Philpott, profesor de Ciencia Política y estudios de la paz en la Universidad de Notre Dame. «El que Woodberry demostrara a través de un análisis minucioso que los protestantes que convertían son cruciales para que hoy esos países sean democráticos es notable de muchas maneras. No se trata de un factor más: resulta ser el factor más importante. No puede ser más que sorprendente para los investigadores de la democracia».

«Creo que es el mejor trabajo que hay acerca del desarrollo económico y religioso», dice Robin Grier, profesora de economía y estudios internacionales de la Universidad de Oklahoma. «Es increíblemente sofisticado y está bien cimentado. No he visto nunca nada así».

Cuando Woodberry habla de su trabajo, suena a un académico cuidadoso que no quiere darle demasiada importancia a su tesis. Pero también se puede observar su pasión por dejar las cosas claras.

«No tenemos que negar que hubo, y hay, misioneros racistas», dice Woodberry. «No tenemos que negar que hubo, y hay, misioneros que hacen las cosas pensando en sí mismos. Pero si ese hubiera sido el efecto promedio, hubiéramos esperado que los lugares donde los misioneros tuvieron influencia fueran peores que aquellos donde no se les permitió la acción o se les restringió. Nos encontramos exactamente en el caso opuesto de todos los posibles resultados. Incluso en los lugares donde se convirtieron pocas personas, [los misioneros] tuvieron un profundo impacto económico y político».

Los educadores de las naciones

Todo esto tiene un importante matiz: el efecto positivo de los misioneros sobre la democracia se aplica únicamente a los «protestantes que convierten». El clero protestante financiado por el estado, así como los católicos misioneros antes de la década de 1960, no tuvieron un efecto comparable en las áreas donde trabajaron.

La independencia del control del estado marca una gran diferencia. «Uno de los principales estereotipos acerca de las misiones es que estaban estrechamente conectadas con el colonialismo», dice Woodberry. «Pero los protestantes misioneros no financiados por el estado por lo general fueron muy críticos con el colonialismo».

Por ejemplo, la campaña de Mackenzie a favor de Khama III formó parte de su esfuerzo durante treinta años por proteger la tierra africana de los colonos blancos. Mackenzie no era un caso aparte. En China los misioneros trabajaron para terminar con el comercio de opio; en India lucharon para restringir los abusos de los terratenientes; en las Indias Occidentales y otras colonias, jugaron papeles clave en la construcción del movimiento abolicionista. De regreso a casa, sus aliados aprobaron una legislación que regresaba la tierra a los Xhosa nativos de Sudáfrica y además protegía a las tribus de Nueva Zelanda y Australia de ser arrasados por los colonos.

«Puedo decir con seguridad que ninguno de estos movimientos habría tenido lugar sin que los hubieran impulsado los misioneros no subvencionados por el estado», dice Woodberry. «Los misioneros tenían una base de poder entre la gente corriente. Fueron ellos los que transformaron estos movimientos en movimientos de masas».

Él señala que la mayoría de los misioneros no marcharon allá con la idea de convertirse en activistas políticos. Los lugareños asociaron el cristianismo con sus abusadores coloniales, así que, para poder evangelizar eficazmente, los misioneros se distanciaron de los colonos. Hicieron campaña contra los abusos por razones personales y prácticas, igual que por razones humanitarias.

«Pocos [misioneros] fueron reformadores sociales de modo sistémico», dice Joel Carpenter, director del Instituto Nagel para el Estudio del Cristianismo Mundial en el Calvin College. «Creo que, antes que nada, fueron personas que amaron a otras personas. Les importaban los demás, vieron dónde se les había agraviado y quisieron arreglarlo».

Aunque los misioneros llegaron a la reforma colonial por la puerta trasera, la alfabetización y la educación masivas fueron proyectos más deliberados: la consecuencia de una visión protestante que derribó las viejas jerarquías en nombre del «sacerdocio de todos los creyentes». Si todas las almas son iguales ante Dios, todo el mundo debería tener acceso a la Biblia en su propia lengua. También tendrían que saber cómo leerla.

«Se centraron en enseñar a leer a la gente», dice Dana Roberts, directora del Centro para el Cristianismo Global y la Misión de la Universidad de Boston. «Suena a algo muy básico, pero si observas la pobreza mundial, la alfabetización es el principal factor que te ayuda a salir de la pobreza. A menos que tengas una amplia alfabetización de base, no puedes tener movimientos democráticos».

Como observa Woodberry, aunque los chinos inventaron la imprenta ochocientos años antes que los europeos, en China la tecnología se usaba en gran medida para las élites. Entonces llegaron los misioneros protestantes en el siglo XIX y comenzaron a imprimir decenas de miles de textos religiosos, haciéndolos accesibles para las masas, y enseñando a las mujeres y a otros grupos marginales a leer. Hasta ese momento ninguna autoridad de Asia había comenzado a imprimir de forma generalizada.

Extiende un mapa, dice Woodberry, señala cualquier lugar donde los «protestantes que convertían» fueron activos en el pasado y sin duda encontrarás que allí se imprimen más libros y hay más escuelas per cápita. También descubrirás que en África, en Oriente Medio y en algunas partes de Asia la mayoría de los primeros nacionalistas que condujeron a los países a la independencia se graduaron en las escuelas de las misiones protestantes.

«Yo no soy religioso», dice Grier. «Nunca me sentí cómodo con la idea [del trabajo misionero]; me parecía vergonzoso. Entonces leí sobre el trabajo de Bob. Pensé: Vaya, eso es increíble. Dejaron un gran legado. Cambió mi perspectiva y me hizo pensar».

Señales de propósitos mayores

Por supuesto, sigue habiendo escépticos. En 2010, cuando Woodberry presentó su artículo a la American Political Science Review, los editores le pidieron que ampliara los casos de estudio, que añadiera más regresiones y que hiciera públicos todos los datos y modelos. Para el artículo, produjo 192 páginas de material de apoyo.

«Haber conseguido publicar su trabajo en una revista que es un buque insignia es un testimonio extraordinario de su coraje y su perseverancia», dice Philpott. «Para que su artículo tomara vuelo, no dejó piedra sin levantar y anticipó todas las hipótesis. Es un artículo cuya meticulosidad sobrepasa todo lo que he visto».

Sin embargo, Bollen, cuya conferencia impulsó la investigación inicial de Woodberry (y que más tarde copresidió su comité de tesis), ofrece una palabra de precaución. «Es un estudio excelente. No veo ningún fallo en particular, pero sería arriesgado afirmarlo como un hecho establecido. Solo es un estudio. Tenemos que ver si otras personas pueden replicarlo, o sacar otras conclusiones».

Hasta el momento, más de una docena de estudios han confirmado los descubrimientos de Woodberry. El creciente corpus de investigación está comenzando a cambiar el modo en que los académicos, los trabajadores humanitarios y los economistas piensan en la democracia y en el desarrollo.

La iglesia también tiene algo que aprender. Para los cristianos occidentales hay algo excitante, e incluso subversivo, en una investigación que va contra la historia común y transforma a un personaje a menudo feo —el misionero— en un protagonista extravagante e involuntario que a todos nos encanta adorar.

Sin duda, Woodberry moderaría todo nuestro triunfalismo, para estar seguro, recordándonos que todos estos resultados positivos fueron, de algún modo, no intencionados, una señal de los propósitos mayores de Dios poniéndose en marcha a través de las vidas de personas devotas, aunque imperfectas.

Aun así, hay una pequeña afirmación que parece apropiada. Como señala Dana Roberts: «La investigación de Bob muestra que el total es más que la suma de sus partes. Los cristianos marcaron la diferencia en la sociedad de manera colectiva».

Echando ahora la vista atrás, más de un siglo después, vemos hasta dónde puede perdurar esa diferencia transformadora.

Andrea Palpant Dilley, escritora de la ciudad de Austin, Texas, pasó parte de su infancia en Kenia como hija de misioneros cuáqueros. Es la autora de Faith and Other Flat Tires (Zondervan).

William Carey. David Livingstone, Hudson Taylor. Ellos son las estrellas del movimiento misionero moderno. Aquí hay otros ocho misioneros que también fueron pioneros de la democracia global.

CONGO

Alice Seeley Harris

Bautista británica; Harris y John, su marido, fueron de los primeros en usar la fotografía para promover los derechos humanos. A principios de 1900, los colonos utilizaban los trabajos forzosos para extraer caucho de las junglas del Congo… y los lugareños que se resistían eran castrados, quemados o se les amputaban los miembros. Los Harris viajaron por todo Estados Unidos y Gran Bretaña distribuyendo fotografías y dando conferencias donde detallaban los abusos.

BOTSUANA

John Mackenzie

El misionero británico se asoció con un jefe llamado Khama III para proteger su tierra de ser ocupada por los colonos blancos en Sudáfrica. Sus esfuerzos dieron a luz un acuerdo fundamental para la protección de la tierra. Si no fuera por los misioneros protestantes, probablemente hoy no existiría Botsuana.

SUDÁFRICA

Trevor Huddleston

El misionero anglicano en Sudáfrica se ganó el apodo de Makhalipile —«el intrépido»— en parte por publicar Naught for your Comfort [Nada para su comodidad], una devastadora crítica a las políticas raciales sudafricanas. Sus escritos y su posterior liderazgo en el Movimiento Antiapartheid ayudaron a volver la opinión pública británica contra el apartheid.

INDIA

Ida Sophia Scudder

Ella juró que nunca se convertiría en uno de ellos. Pero entonces Ida Sophia Scudder vio a tres mujeres morir innecesariamente en el bungaló de sus padres misioneros y supo que Dios la estaba llamando al campo misionero. Scudder se encargó de los problemas de las mujeres indias y luchó contra la peste bubónica, el cólera y la lepra. En 1918 comenzó uno de los hospitales universitarios más famosos de Asia, el Christian Medical College & Hospital.

INDIA

James Long

Enviado a Calcuta a los 22 años, Long era un sacerdote anglicano irlandés que jugó un papel clave en la revuelta de índigo de 1859, cuando los granjeros rurales índigo se rebelaron contra los colonos británicos. Long tradujo y publicó Nil Darpan, una obra escrita por Dinabandhu Mitra acerca de las malas condiciones de los granjeros índigo, por la que fue multado y encarcelado brevemente. Se le recuerda hoy como un preservador clave de la educación, la literatura y la historia bengalí.

JAPÓN

Guido Verbeck

Guido Verbeck era un consejero político, educador y misionero holandés contratado por el gobierno japonés para establecer un nuevo sistema escolar británico en Nagasaki. Continuó liderando un cambio masivo en el sistema educativo de Japón, estableció un programa de intercambio con los Estados Unidos y comenzó el primer estudio bíblico del Japón moderno.

CHINA

Timothy Richard

En medio de la hambruna de China de 1876 a 1879, Timothy Richard, un bautista galés, ayudó a liderar uno de los mayores esfuerzos humanitarios de la historia moderna. Mientras estaba en Shangai, ayudó a producir casi trescientos libros, hizo campaña para la Sociedad contra la Atadura de Pies y consultó con el gobernador de la provincia de Shanxi para fundar una universidad.

CHINA

Eliza Bridgman

En 1864, veinte después de haber zarpado hacia China, la misionera estadounidense Eliza Bridgman abrió en Beijing una escuela para niñas que de otro modo hubieran acabado sufriendo prostitución, trabajos forzados o hambrunas. La escuela de Bridgman finalmente se incorporó a la Universidad de Yenching, una de las primeras universidades de China. Ahora llamada la Universidad de Peking, hoy sigue siendo una de las universidades más prestigiosas de China.

Lo que trajeron al mundo

Para recibir notificaciones sobre nuevas traducciones en español, síganos en Facebook, Twitter, Instagram o Telegram.

La iglesia estadounidense es un desastre, pero todavía tengo esperanza

Las tasas de deserción y los fracasos de liderazgo son solo una parte de la historia.

Christianity Today July 5, 2021
Eric Skwarczynski / Lightstock

Este artículo fue publicado originalmente en inglés el 15 de junio de 2021.

Una carta filtrada recientemente y firmada por Russell Moore describe una profunda podredumbre institucional, un racismo manifiesto y la tolerancia de casos de abuso sexual dentro de la Convención Bautista del Sur [SBC, por sus siglas en inglés]. (Sus afirmaciones fueron posteriormente corroboradas en grabaciones filtradas). La plaza pública se ha consumido con discusiones acerca de esta controversia, especialmente ahora que la reunión anual de la SBC está en marcha.

Pero los problemas que describe Moore no se limitan a una denominación. Muchos de los llamados líderes evangélicos “moderados” (aquellos que se aferran a la ortodoxia histórica y la ética sexual tradicional, pero se pronuncian en nombre de las mujeres y las minorías raciales), tienen historias similares que contar. Parece que cada vez es más difícil encontrar instituciones en Estados Unidos que no sean conservadoras o progresistas de forma casi instintiva.

Más allá de eso, las instituciones cristianas, cualquiera que sea su doctrina o ideología, a menudo tienen en común una sed de poder, una autodefensa impenitente y una falta de valor que contradicen por completo el evangelio. Muchas de ellas no parecen funcionar de forma muy distinta a las instituciones fuera de la iglesia.

En medio de esta conmoción, he visto a amigos y conocidos abandonar la iglesia, a otros que están en proceso de “deconstrucción” y a otros (incluidos algunos líderes de la iglesia ortodoxa) que están profundamente descorazonados, incluso deprimidos, por el estado de la iglesia en Occidente.

Tenemos motivos para desanimarnos. Las estadísticas son deprimentes. En una encuesta reciente de Lifeway, dos tercios de los adultos jóvenes informaron que dejaron de asistir a la iglesia, citando desacuerdos religiosos o políticos con la iglesia, o hipocresía entre los miembros. Dos entrevistas recientes [enlaces en español] en CT pintan imágenes igualmente oscuras.

¿Qué le está pasando a la iglesia institucional en los Estados Unidos? Es fácil para mí aceptar narrativas de declive y creer que las cosas solo empeorarán. Y, por supuesto, podrían empeorar. En la historia de la iglesia hay ejemplos de poblaciones cristianas en ciertos países que decrecieron y casi desaparecieron.

Pero cada vez más, mi esperanza para la iglesia se encuentra en las palabras que recito cada domingo en el Credo de Nicea: “Creemos en el Espíritu Santo”.

Cuando buscamos la presencia del Espíritu, naturalmente notamos aquellos lugares en nuestras vidas donde vemos fecundidad y abundancia. Pero el punto base de la obra del Espíritu Santo se encuentra a menudo en el lugar donde nuestros recursos fallan y donde los problemas parecen irresolubles.

Como escritora y sacerdote [de la Iglesia Anglicana], a menudo me encuentro hablando en reuniones acerca de temas como “El futuro del Evangelicalismo”. A mis compañeros, amigos líderes de la iglesia y a mí, regularmente nos preguntan cómo solucionar los problemas en la iglesia estadounidense, y regularmente nos reunimos y hablamos sobre cómo no tenemos la respuesta. Eso no significa que no lo intentemos. Sí lo intentamos. Tenemos eventos, iniciativas y reuniones de oración. Leemos y escribimos libros sobre la participación de la cultura y la creación de instituciones. Y, sin embargo, estamos consternados.

Es fácil duplicar la estrategia. Necesitamos mejores programas, mejor discipulado y mejor entrenamiento de pastores. Necesitamos más dinero para plantar iglesias y crear instituciones más saludables. Necesitamos más revistas cristianas, escuelas cristianas y ministerios para los pobres y marginados. Necesitamos mejores ensayos, columnas y libros. Necesitamos mejores líderes, mejor catequesis y mejor teología política. Todo esto es verdad. Pero, al final, no estoy segura de que podamos encontrar una solución. Cada año, los problemas parecen más complejos y la oscuridad dentro de nuestras instituciones parece más angustiosa.

Pero creo en el Espíritu Santo y, por lo mismo, creo que Dios está mucho más comprometido que yo en purificar y fortalecer su Iglesia. Por lo tanto, vivo con el pleno conocimiento de que no puedo predecir el futuro, ni siquiera puedo adivinarlo. Así que al diablo con las narrativas de declive. Debemos tener un santo escepticismo hacia cualquier estrategia o predicción sobre el futuro de la iglesia.

Lesslie Newbigin dijo la famosa frase: “No soy ni optimista ni pesimista. Jesucristo ha resucitado de entre los muertos”. Debido a la resurrección de Jesús y al trabajo continuo del Espíritu Santo, no podemos ser pesimistas u optimistas acerca de la iglesia en Estados Unidos. ¿Quién sabe lo que hará Dios? ¿Quién sabe cómo nos sorprenderá? Nuestro llamado es simplemente a ser fieles en la pequeña esfera en la que nos encontramos, de la manera que podamos, en medio de la incertidumbre.

En su blog, Alan Jacobs amplía la idea de Newbigin. “¿El cristianismo está disminuyendo dónde estás?” Él escribe. “¿O, por el contrario, está creciendo en poder e influencia? ¿Sientes que la persecución se avecina para ti? ¿O el éxito cultural está a la vuelta de la esquina? Nada de eso importa. Nuestro llamado es precisamente el mismo tanto en lo que llamamos tiempos de tranquilidad como en lo que llamamos tiempos de lucha”.

Independientemente de lo que depare el futuro de la iglesia estadounidense, simplemente debemos continuar buscando el camino de Jesús. En medio de instituciones quebrantadas, intentamos convertirnos en los que dicen la verdad, y trabajamos por la reforma de la manera imperfecta e incompleta en que podemos. Aunque este trabajo suele ser lento y, a veces, silencioso, no se trata simplemente de estar callados. Participamos en la obra del Espíritu. Pero creemos que el todo será mayor que la suma de nuestros esfuerzos o capacidad. Creemos esto porque el Espíritu Santo está redimiendo a la iglesia de maneras que necesitamos profundamente y que aún no podemos imaginar.

Los más jóvenes llamarían a esto un “cliché bíblico”, una forma de invocar a Dios para detener la conversación o el esfuerzo humano; un tonto comentario social que simplemente dice: “Bueno, Jesús nos ama a todos” y, por lo tanto, supone que no hay nada más que decir. Y admito que hace unos años, habría pensado en este ensayo como una excusa.

Sin embargo, si es un cliché bíblico admitir en voz alta que nuestras instituciones, y nuestras propias vidas, están más allá de nuestra propia reparación y que nuestra única esperanza es la obra de Dios, entonces el evangelio mismo podría ser considerado simplemente como un cliché bíblico.

El hecho es que las cosas van mal en la iglesia estadounidense. No soy optimista de que mejorarán. Pero tampoco soy pesimista. Jesús ha resucitado de entre los muertos.

Necesitamos comprender verdaderamente y lamentar el estado quebrantado de la iglesia estadounidense. Yo seguiré teniendo conversaciones con amigos y compañeros líderes de la iglesia, seguiré llorando por el estado de la iglesia, seguiré trabajando y buscando el arrepentimiento y la renovación. Y tengo un gran motivo de esperanza. No es una estrategia, un nuevo libro, un nuevo candidato político o una nueva iniciativa. Es el Espíritu Santo que está obrando. Eso es suficiente para mí por el momento.

Traducción por Sergio Salazar

Edición en español por Livia Giselle Seidel

Para recibir notificaciones sobre nuevas traducciones en español, síganos por correo electrónico, Facebook, Twitter, Instagram o Telegram.

Por qué dejé de considerar “aburridas” algunas partes de la Biblia

Las Escrituras son una puerta y un festín cuando haces las preguntas correctas.

Christianity Today June 30, 2021
Illustration by Mallory Rentsch / Source Images: Bailey Zindel / Ivras Krutainis / Unsplash

Cuando comencé a liderar un estudio bíblico en mi iglesia, tuve la abrumadora tarea de escoger el primer libro que íbamos a estudiar. No recuerdo exactamente por qué escogí Jeremías, pero sí recuerdo bien la cara que puso una compañera del seminario cuando se lo dije. “Vas a tener que advertirles que es un libro bastante difícil”, me dijo.

Así que cuando anuncié que pasaríamos los siguientes seis meses en Jeremías (porque ese es el tiempo que lleva estudiar cincuenta y dos densos capítulos), dije algo que había escuchado decir a muchos maestros bíblicos antes de mí: “Sé que es un libro aburrido, pero vamos a aprender algo”. Creo que estaba tratando de bajar sus expectativas… o las mías, quizá. Reduje las expectativas al mínimo para que si el libro de Jeremías cautivaba su atención aunque fuera un poco, yo pudiera calificar la experiencia como un éxito.

Pero, echando la vista atrás, me arrepiento de haberlo dicho. No es verdad. Jeremías no es aburrido. La Biblia no es aburrida. Incluso las partes que la gente siempre dice que son aburridas son en realidad raras, fascinantes y dignas de asombro. Si lo permitimos, capturarán totalmente nuestra atención.

Hay libros en la Biblia que tienen la mala reputación de ser tediosos. Sabemos que debemos pensar que Levítico es importante o que los profetas siguen teniendo aplicación hoy en día, pero también sabemos que todo el mundo asentirá con nosotros si admitimos que pensamos que son “un poco difíciles de navegar”.

Después de años de escuela dominical y grupos de jóvenes, las partes de las Escrituras a las que había etiquetado como “aburridas” llegaron a la sorprendente cantidad de su totalidad. Está Números, que empieza con un censo; y Crónicas, que parece que solo está repitiendo Reyes; y al final está Apocalipsis, que todo el mundo “sabe” que es simplemente extraño. En mi iglesia todo el mundo está de acuerdo en que toda la Biblia está inspirada por Dios, pero nadie te juzgaría por quedarte solo con los evangelios, los salmos y las epístolas.

Cuando leí la Biblia entera de tapa a tapa por primera vez en el bachillerato [high school], me sentí ligeramente escandalizada. ¿Por qué nadie me había dicho que había tanta intriga, drama, belleza y bondad en estos libros supuestamente “aburridos”?

Al principio de su famosa conferencia de 1917 “El extraño nuevo mundo dentro de la Biblia”, el teólogo Karl Barth pregunta: “¿Qué hay dentro de la Biblia? ¿Qué clase de casa es esta de la cual la Biblia es la puerta? ¿Qué clase de país se extiende ante nuestros ojos cuando abrimos la Biblia?”.

Estas preguntas eran desconocidas para los distintos grupos de jóvenes en los que crecí. Nos hacíamos preguntas como: “¿Qué significa la Biblia para mi vida?”, o “¿Cuál de estas reglas tengo que seguir?”. Y la verdad es que esos largos pasajes “aburridos” de las Escrituras no tienen ninguna intención de responder esta clase de preguntas. Su verdad y su belleza no siempre se pueden traducir de forma sencilla en afirmaciones proposicionales, y el modo en que afectan al lector fiel no siempre se puede articular como una “forma de ponerlo en práctica”.

Muchos de nosotros los evangélicos somos más pragmáticos de lo que deberíamos, y llevamos con orgullo “el alta estima que tenemos de las Escrituras” como una insignia. Sin embargo, negamos esa realidad a la hora de manejar los pasajes raros, difíciles o aburridos. Cuando todo debe reducirse a un principio moral que pueda ponerse en práctica, relacionarse de forma directa con la expiación sustitutiva o resumir la manera de “llegar al cielo”, tiene sentido pensar que largas porciones de las Escrituras nos parezcan en última instancia innecesarias.

Barth continúa su conferencia describiendo al lector de las Escrituras como un viajero que llega a un nuevo mundo: uno que llega a vivir con Abraham en Harán y escucha el llamado a una nueva tierra, uno que vaga con Moisés por las tierras salvajes, uno que escucha con Elías la suave y tranquila voz de Dios, uno que sigue a un Jesús que hablaba con “autoridad persuasiva” y observa el “eco” de su vida en aquella banda suya de torpes seguidores. Pero no puedes entrar en este nuevo mundo a menos que esperes encontrarlo. Si buscas historias aburridas e irrelevantes, las encontrarás. Si buscas el extraño nuevo mundo de Dios, también lo encontrarás. Como escribe Barth: “los hambrientos se sienten satisfechos por la Palabra, y para los satisfechos es empalago antes de siquiera haberla abierto”.

Cuando comencé el seminario, a menudo me advirtieron que necesitaba asegurarme de que mi fe no se convirtiera en algo “seco y académico”. Es extraño que lo que realmente ocurrió fue que me enamoré más profundamente de aquellas partes supuestamente “secas y académicas” de las Escrituras. Recibí incontables recursos para hacer preguntas inquisitivas, y tareas que me permitieron sumergirme en los detalles de las historias más extrañas.

Yo pensaba que la historia de Sodoma y Gomorra no tenía nada que decirle a mi iglesia de clase media de las afueras de la ciudad; en cambio, nos llamó a recordar que nuestras comunidades son juzgadas por cómo tratan a los extranjeros. Me sentía turbada por las extrañas imágenes de Apocalipsis; en cambio, descubrí una vibrante descripción del reino de Dios frente a los imperios del mundo. En el seminario aprendí que cada vez que indagaba en un pasaje de las Escrituras encontraba algo más bello y cautivador de lo que me había atrevido a esperar.

Pero no se necesita una biblioteca teológica completa para encontrar interesantes las historias “aburridas”. Las descripciones detalladas del tabernáculo captan la atención de los artistas, los dramas familiares de Génesis son tan enrevesados como una telenovela, y las especificaciones de las leyes y los festivales del Antiguo Testamento son tan exhaustivas como una novela fantástica que expone las costumbres de un mundo extraño.

Las Escrituras son historia, drama y arte. Y, lo más importante, es la sencilla y sorprendente historia de Dios redimiendo su creación. Pero si en nuestra forma de simplificar o sistematizar terminamos relegando porciones enteras de las Escrituras a aburridas irrelevancias, entonces hemos perdido la trama de un Dios que elige revelarse a sí mismo en la forma de una historia cautivadora.

Tal vez nuestra mayor herramienta para el estudio bíblico es la expectativa bien cultivada, nacida de la fe y sostenida por la práctica, de que incluso en las partes “aburridas” habrá belleza, verdad y bondad, porque eso mismo es Dios.

Traducción por Noa Alarcón

Edición en español por Livia Giselle Seidel

Para recibir notificaciones sobre nuevas traducciones en español, síganos por correo electrónico, Facebook, Twitter, Instagram o Telegram.

Cómo combatir la cultura de presión de grupo en nuestras iglesias

Ejemplos recientes de ministerios caídos nos muestran que la conformidad puede ser peligrosa.

Christianity Today June 30, 2021
Illustration by Mallory Rentsch / Source Images: Pille Kirsi / Pexels / Luis Alvarez / Getty Images

En los últimos meses hemos tenido ilustraciones impresionantes de cómo se crea y perpetúa una cultura de empoderamiento en torno a líderes carismáticos tóxicos. Ejemplos de alto perfil que han ido desde iglesias como Willow Creek y Harvest Bible Chapel [enlaces en inglés] hasta organizaciones cristianas encabezadas por Dave Ramsey y el difunto Ravi Zacarías.

En el caso de cada una de estas iglesias y ministerios, vemos que aunque estas organizaciones aparentemente “demasiado grandes para caer” fueron honradas a través de los años por sus fuertes motivaciones evangélicas de buena fe, su cultura organizacional cotidiana discipuló al personal en algunas de las formas más destructivas de presión de grupo.

Los líderes manipuladores pueden aprovechar una cultura de presión de grupo para mantener secretos tóxicos en la oscuridad: “Los cristianos tienen razón en prestar atención a las advertencias bíblicas sobre chismes, secretos y mentiras. Sin embargo, la iglesia estadounidense también ha visto un patrón de conducta en líderes que hacen referencia a tales enseñanzas para silenciar y desacreditar a las víctimas y denunciantes”, escribió CT sobre la caída de Ramsey y otros.

Reconocer a estos líderes caídos nos ofrece a quienes estamos en las trincheras del ministerio la oportunidad de interrogar la cultura de nuestra iglesia local. Ese examen puede y debe incluir las formas en que hemos sustituido el discipulado auténtico con la presión de grupo. Las mismas tendencias sociales y espirituales que crearon una cultura dañina en estos ministerios caídos a menudo existen en dosis más pequeñas en nuestras propias iglesias locales.

Dios diseñó a una comunidad saludable como una de las formas para transmitir la fe de una generación a la siguiente (Deuteronomio 6:4-9) y de los creyentes más maduros a los jóvenes en la fe (Tito 2). Una cultura de discipulado enfatiza la santidad a la vez que celebra la rica diversidad de dones, talentos y experiencias que Dios le ha dado al cuerpo local. Una cultura centrada en la conformidad podría comunicar que este tipo de diversidad es sospechosa o, en el peor de los casos, pecaminosa.

Muchos nos hemos acostumbrado a pensar en el discipulado en términos de transmitir la doctrina y el conocimiento bíblico a través de medios formales como estudios bíblicos y sermones, o medios informales como pódcast o música cristiana. Estos son componentes esenciales y muy necesarios en la formación de la fe, pero no ocurren de forma aislada. Se ha dicho que la fe se capta según cómo se enseña. Los valores de nuestra subcultura particular nos moldean, quizás incluso más poderosamente que nuestros catecismos.

Eslóganes de mercadotecnia eclesiástica bien intencionados en nuestras congregaciones que proclamen que “todos son bienvenidos” o prometan que “la congregación es una familia cálida” parecerán hipócritas a la luz de las dinámicas de grupos cerrados que tal vez se practiquen entre nuestra gente.

Quienes parecen estar aislados en una iglesia pueden ser quienes mejor articulen una cultura de discipulado tácito al compartir sus experiencias con usted: la persona soltera que es tratada con condescendencia o es ignorada por las parejas casadas, la persona que elige votar en oposición a la mayoría de los otros feligreses, la persona enferma o de la tercera edad que es tratada como un proyecto en lugar de un miembro valioso, o la madre trabajadora que ha sido tratada como una extraña en una comunidad de amas de casa.

Podemos ver la forma en que se aplica la presión social en las Escrituras cuando la madre de Santiago y Juan le pide a Jesús que dé a sus hijos privilegios especiales en Mateo 20:20-28. En respuesta a la indignación de los otros discípulos, Jesús responde que el mundo valora el estatus y el reconocimiento, pero no de la misma manera en que sucede en el reino de Dios.

Poco después de la Resurrección, cuando Pedro y otros seguidores de Jesús son arrestados en Hechos 5, Pedro les dice a las autoridades que ellos deben obedecer a Dios en lugar de a los hombres (v. 29), ofreciendo el tipo de valor moral que es fruto de un discipulado lleno del Espíritu.

La presión hacia la conformidad espiritual era tan alta en la iglesia primitiva como lo es hoy. Hechos 15 detalla la batalla por la integración de los creyentes gentiles en un cuerpo mayormente judío. Si bien esta batalla fue por la interpretación de la ley y el significado de la Resurrección, en parte tuvo que ver con implicaciones sociales. El apóstol Pablo menciona los efectos del tribalismo espiritual en la iglesia de Corinto, la cual estaba dividida sobre su enseñanza y la de Apolo, y les recordó dos veces que los grupos cerrados divisivos no son una respuesta piadosa a las Buenas Nuevas, sino una respuesta “mundana” (1 Corintios 3:1-8). Santiago también aborda el tema de la tentación de ir hacia un orden jerárquico social mundano en la iglesia primitiva (Santiago 2:1-13). En otras palabras, había mucha presión de grupo.

Nos formamos espiritualmente tanto en la familia como en otros grupos sociales, y aprendemos cómo funciona el mundo imitando a quienes tienen más experiencia y/o poder que nosotros. Este tipo de aprendizaje no termina cuando llegamos a la edad adulta, aunque si estamos sanos emocional y espiritualmente, el peso de la presión de grupo se desvanece a medida que envejecemos y maduramos en la fe.

La influencia del grupo puede ser algo saludable. Las personas de comunidades de recuperación de adicciones y grupos de apoyo de todo tipo dan testimonio de la fuerza que proporciona un grupo para fomentar un cambio personal positivo. Pablo animó a sus amigos de Corinto a que lo imitaran como él imitaba a Cristo (1 Corintios 11:1). El llamado de Jesús a seguirle cambió la presión de grupo de este mundo de forma total.

No hay una solución rápida para cambiar una cultura que ha sido moldeada por la presión de grupo. Pero hay algunos compromisos continuos que, como líderes, podemos hacer para influir en el crecimiento de todos los miembros de nuestra congregación, incluidos nosotros.

Vigilancia. Permanezca alerta y sensible a las formas en que la presión de grupo puede haberse convertido en un sustituto del discipulado significativo que mira a la cruz de Cristo. Piense en su equipo de liderazgo como en un grupo de antropólogos espirituales, invitados a estudiar la cultura de su iglesia. ¿Qué tendencias notan entre su gente? ¿Qué tipo de cosas influyen en su comportamiento? ¿Cómo responden a quienes están fuera de su “grupo” en la iglesia? ¿Y en la comunidad?

Este tipo de observación debe ser continua y estar acompañada de oración mientras busca remediar las áreas de malformación en su medio. Si su congregación se caracteriza por tener algunos grupos cerrados, por ejemplo, trabajar con miembros destacados de esos grupos para abrirlos a través del servicio, el aprendizaje y el compañerismo con otras personas que no pertenecen a ese grupos de amigos de confianza puede comenzar a impulsar cambios en su cultura.

Modelado. Los líderes no son inmunes a la tentación de crear grupos cerrados. A medida que combatamos la tentación constante de formar un grupo cómodo y autoprotector a nuestro alrededor, contribuiremos a un cambio significativo en la cultura de “clan” de la iglesia. Podemos honrar las diferencias al tiempo que encontramos formas de difundir las historias y experiencias de quienes se encuentran marginados en nuestra congregación.

Además, no podemos asumir que otros entenderán que los asuntos de preferencias personales (como el voto o la forma de educar a los hijos) no son dogmas de la iglesia. Cada vez que nos tomamos un momento para aclarar que nuestras opiniones son solo eso, opiniones, también recordamos que somos responsables de administrar nuestra influencia, usándola para cosas de valor eterno.

Formación. El difunto Eugene Peterson describió el discipulado como una obediencia de largo plazo y en la misma dirección. La presión de grupo puede crear la ilusión de que está ocurriendo una especie de discipulado acelerado, especialmente si nuestra congregación se caracteriza por la uniformidad en estilo de vida y convicciones. La conformidad en el comportamiento religioso no es madurez. La larga obediencia del discipulado se cultiva en el contexto de la koinonia: comunidad con otros creyentes centrada en Jesús. Un grupo cerrado no puede llevarnos a la meta.

La conferencia de 1944 de C.S. Lewis “The Inner Ring” [El anillo interior] contrasta la atracción ejercida sobre nuestras almas por el deseo de pertenencia con la forma en que Jesús puede liberarnos para seguirle. Lewis escribe:

[Para una persona joven, que acaba de entrar en la vida adulta] el mundo parece estar lleno de “interioridades”, lleno de deliciosas intimidades y confidencias, y él desea entrar en ellas. Pero si sigue ese deseo, no alcanzará ninguna “interioridad” que valga la pena alcanzar. El verdadero camino está en otra dirección.

Michelle Van Loon es autora de seis libros, incluido su último, Becoming Sage: Cultivating Meaning, Purpose, and Spirituality at Midlife.

Traducción por Iván Balarezo

Edición en español por Livia Giselle Seidel

Para recibir notificaciones sobre nuevas traducciones en español, síganos por correo electrónico, Facebook, Twitter, Instagram o Telegram.

Apple PodcastsDown ArrowDown ArrowDown Arrowarrow_left_altLeft ArrowLeft ArrowRight ArrowRight ArrowRight Arrowarrow_up_altUp ArrowUp ArrowAvailable at Amazoncaret-downCloseCloseEmailEmailExpandExpandExternalExternalFacebookfacebook-squareGiftGiftGooglegoogleGoogle KeephamburgerInstagraminstagram-squareLinkLinklinkedin-squareListenListenListenChristianity TodayCT Creative Studio Logologo_orgMegaphoneMenuMenupausePinterestPlayPlayPocketPodcastRSSRSSSaveSaveSaveSearchSearchsearchSpotifyStitcherTelegramTable of ContentsTable of Contentstwitter-squareWhatsAppXYouTubeYouTube