Por qué John Perkins no quería más cristianos blancos como Jonathan Edwards

Una historia violenta y pecaminosa exige una presentación más clara del evangelio.

Christianity Today February 24, 2022
Illustration by Mallory Rentsch / Source Images: Courtesy of John and Vera Mae Perkins Foundation / WikiMedia Commons / Rischgitz / Stringer / Getty

John Perkins se puso de pie en la reunión de planificación de una cruzada de Billy Graham que tendría lugar en Jackson, Misisipi, en 1975.

El pastor negro y activista de los derechos civiles fue invitado a la reunión junto con un grupo de clérigos afroamericanos de la zona, porque el propio Graham había insistido en que en el evento de evangelización no debería haber segregación racial. Los habitantes de Misisipi, blancos y negros, escucharían el evangelio juntos. Perkins amaba a Billy Graham y su poderoso mensaje evangélico, y se entusiasmó al saber que el principal evangelista del mundo estaba tomando medidas prácticas para acabar con la segregación en la iglesia.

Entonces, asistió a la reunión en el hotel Holiday Inn en Jackson y se sentó en el lado negro de la sala de conferencias, junto a todos los pastores negros, y miró hacia el lado blanco, donde estaban todos los pastores blancos.

Luego, se puso de pie.

Preguntó a los pastores blancos si sus iglesias estaban comprometidas a aceptar en sus congregaciones nuevos conversos de la cruzada si los hermanos y hermanas nacidos de nuevo eran negros.

Él no creía que ellos estuvieran preparados para eso en Misisipi. Y si ellos no estaban listos, él no sabría si lo estaría tampoco.

«No sé si quiero o no participar en producir el mismo tipo de cristianos blancos que hemos tenido en el pasado», dijo Perkins.

Estaba pensando en todos los cristianos blancos que habían cerrado las puertas de sus iglesias a los negros. Y en los cristianos blancos que habían apoyado el Plan Misisipi para evitar que los negros votaran, con el objetivo de «establecer la supremacía blanca en el Estado, dentro de los límites impuestos por la Constitución Federal», tal como lo describió un legislador estatal en ese momento [enlaces en inglés] .

Estaba pensando en los cristianos blancos cuya única respuesta a la violencia racista perpetrada contra los cuerpos de los negros fue decir: «Esperen». Y en los cristianos blancos que no solo no se habían sentido impulsados a unirse a las protestas por los derechos civiles tras la injusticia de Jim Crow, sino que también habían visto iglesias negras en sus propios pueblos destruidas, quemadas y bombardeadas, y nunca dijeron nada.

Y también podría haber estado pensando en Jonathan Edwards.

Sacudir a los cristianos y convencer a los pecadores

Edwards, por supuesto, era un teólogo y pastor puritano de Nueva Inglaterra que había muerto hacía más de 200 años. Tuvo una marcada influencia en los evangelistas estadounidenses, desde Charles Finney hasta Billy Graham. Y moldeó profundamente a varios predicadores notables del siglo XX, incluidos John MacArthur y John Piper, quien una vez dijo que, para él, los escritos de Edwards «exaltan a Cristo, rinden reverencia a Dios, iluminan las Escrituras, atraen la justicia, endulzan la oración, impulsan las misiones y profundizan el amor más que ningún otro autor fuera de la Biblia».

Durante la mayor parte de la historia estadounidense, Edwards fue conocido específicamente por su papel en el Gran Despertar. Predicó un sermón increíble sobre el infierno y las arañas que encendió el fuego del avivamiento.

El sermón fue tan icónico, tan central para lo que los cristianos enfocados en el avivamiento en Estados Unidos querían decir cuando decían «avivamiento», que Billy Graham una vez predicó el mismo sermón. En Los Ángeles en 1949, Graham le dijo a su audiencia que iba a hacer algo un poco diferente y en lugar de predicar sus propias palabras, predicaría las de Jonathan Edwards.

«No es demasiado largo», dijo. «Voy a leerlo e improvisar parte de él, pero quiero que sientan el poder, quiero que sientan el lenguaje. Le pido esta noche al mismo bendito Espíritu Santo que se movió en ese día que se mueva nuevamente esta noche en 1949 y nos saque de nuestro letargo como cristianos y convenza a los pecadores para que podamos llegar al arrepentimiento».

Perkins probablemente no lo sabía, aunque estaba en Los Ángeles en ese momento. Había huido a California desde Misisipi dos años antes, después de que un oficial del alguacil de raza blanca matara a su hermano. Pero Perkins aún no había aceptado el evangelio y venido a Jesús.

No fue sino hasta 1957 que Perkins fue a una clase de escuela dominical con su hijo, escuchó y aceptó la verdad de que Dios lo amaba. Luego fue y estudió cómo ser un predicador con el padre de John MacArthur, Jack, y regresó a Misisipi para comenzar un ministerio con el mismo nombre del programa de radio de Jack MacArthur: Voice of Calvary Ministries.

Entonces, Perkins probablemente no sabía que Graham había predicado alguna vez el sermon «Pecadores en las manos de un Dios enojado».

Probablemente, tampoco sabía que Edwards defendió la esclavitud y él mismo compró dos niños negros a lo largo de su vida: una niña de 14 años y un niño de 3 años. La explicación de Edwards para poseer humanos con un color de piel distinto nunca fue publicada.

Comprando humanos

Los biógrafos de Edwards mencionaron brevemente a los esclavos y la esclavitud, pero no entraron en detalles sobre cómo el ministro, a los 27 años, condujo personalmente más de 130 millas para pagar 80 libras por una niña de 14 años, a quien los hombres que la robaron de África llamaron Venus. Cuando regresó a casa, el cuerpo de la niña, su trabajo y todos sus futuros hijos, así como los cuerpos y el trabajo de ellos, le pertenecían por ley. Tenía un recibo en su bolsillo que decía que ella era suya para «usar y beneficiarse» (hacer uso de ella) «para siempre».

Los biógrafos tampoco mencionaron cómo, a los 52 años, Edwards compró otro humano, un niño pequeño llamado Titus. Pagó 30 libras por el niño de tres años. Cuando el niño tenía cinco años, Edwards lo incluyó en su testamento, dentro de una lista de animales que poseía.

Pero si Perkins no sabía sobre la relación personal del famoso predicador con la esclavitud o su defensa privada de esa práctica, sí sabía que nada en el gran sermón de Edwards sobre el pecado había convencido a nadie en Misisipi de que la esclavitud, la segregación racial o la supremacía blanca estaban mal.

Sabía que los cristianos blancos podían abrazar a los predicadores del cristianismo de avivamiento, desde Edwards hasta Graham, sin cuestionar siquiera la injusticia que sufrían los negros que los rodeaban.

Sabía que algunos cristianos blancos en Misisipi incluso llamaron a sus hijos Jonathan Edwards. Y algunos de esos niños se convirtieron en racistas violentos.

Perkins conoció a uno de ellos personalmente. Así que cuando se puso de pie en la reunión de planificación del evento de evangelización y dijo: «No sé si quiero o no participar en producir el mismo tipo de cristianos blancos que hemos tenido en el pasado», bien pudo haber estado pensando en aquel Jonathan Edwards.

Izquierda: Perkins arrestado luego de una protesta en 1970. En el medio: Marcha por el funeral de Medgar Evers en 1961. Derecha: La familia Perkins en 1960.Illustration by Mallory Rentsch / Source Images Courtesy of JVMPF
Izquierda: Perkins arrestado luego de una protesta en 1970. En el medio: Marcha por el funeral de Medgar Evers en 1961. Derecha: La familia Perkins en 1960.

El otro Jonathan Edwards

Ese otro Edwards, Jonathan R. Edwards, fue elegido alguacil del condado de Rankin en 1962. Una de las cosas que mencionó a los votantes en su campaña, además de sus seis años como oficial de la comisaría y sus profundas raíces en la comunidad, fue que era un bautista de toda la vida.

El mes después de que asumió el cargo, Edwards fue llamado a la corte del condado de Rankin porque tres hombres negros intentaban registrarse para votar. En ese momento, había 6944 afroamericanos en el condado de Rankin, pero solo 43 de ellos podían votar. Si estos hombres se registraran, sumarían 46.

Pero Edwards y sus ayudantes se aseguraron de que eso no sucediera. El comisario se acercó a uno de los hombres y lo golpeó.

«Lo golpeé y seguí golpeándolo», testificó Edwards más tarde en la corte. «Y si no hubiera corrido, habría seguido golpeándolo».

El hombre negro, que bien pudo haber sido capacitado por el Comité Coordinador Estudiantil No Violento, no enfrentó la violencia del comisario con violencia. De cualquier forma, eso no impidió que Edwards lo golpeara más.

«Lo abofeteé la primera vez», dijo Edwards. «Lo derribé, y se cayó aquí, y me puse encima de él, y no sé cuántas veces lo golpeé, todas las que pude».

El juez del caso dictaminó que Edwards no había violado los derechos civiles del hombre. Dijo que el alguacil no estaba tratando de evitar que nadie votara, y que fue «puramente incidental» que la golpiza ocurriera en la oficina del registro.

Además, concluyó el juez, se trataba de un «evento pasado» y «no había justificación razonable para creer que tal incidente pudiera volver a ocurrir».

Sucedió de nuevo. Esa vez, el comisario con el nombre del gran predicador estadounidense agredió a John Perkins.

En 1970, Perkins dirigió a más de 100 manifestantes en una marcha en protesta por los negocios segregados en Misisipi. Ellos corearon: «Haz lo correcto, hombre blanco, haz lo correcto». De camino a casa después de la marcha, 20 estudiantes universitarios fueron arrestados y llevados a la cárcel del condado de Rankin. Temiendo que los estudiantes pudieran ser linchados, Perkins y otros dos líderes del boicot se apresuraron a rescatarlos.

Encontraron a los agentes del alguacil bebiendo whisky de maíz. Los diputados habían rapado a la fuerza las cabezas de dos de los manifestantes y estaban vertiendo el licor sobre su cuero cabelludo recién rapado.

Cuando Edwards vio a Perkins entrar a la cárcel, lo reconoció como el líder. Él dijo: «Este es el [negro] inteligente». Entonces empezó a golpearlo.

Golpeó a Perkins, posiblemente con una cachiporra, un arma hecha de madera y plomo envuelta en cuero. Perkins cayó y Edwards lo pateó, brutal y repetidamente, deteniéndose solo para volver a meterse la camisa.

Cuando terminó la golpiza, el comisario hizo que el ministro se levantara y limpiara su propia sangre del piso.

Edwards testificó más tarde que Perkins le había lanzado un puñetazo sin provocación, pero falló. Nadie más vio eso. Perkins también tenía una pistola en su auto, aunque no la había traído con él dentro de la comisaría y el comisario no se enteró sino hasta después del arresto cuando fue y registró el auto.

Sin embargo, Edwards le dijo al tribunal que la violencia estaba justificada.

«Claro, fueron maltratados», dijo, «pero ellos lo pidieron».

Lo que el evangelio puede hacer

Perkins casi muere a causa de sus heridas. En el hospital, pensó mucho en el racismo que lo había puesto allí. Pensó en los blancos, cristianos blancos, que le pondrían por nombre a su hijo Jonathan Edwards y lo harían crecer para convertirse en un comisario racista.

«Llegué a la conclusión, a la dura conclusión», dijo Perkins más tarde, «de que los blancos de Misisipi eran crueles. Y eran injustos. Y el sistema estaba totalmente en bancarrota… Me quedé con la idea de que había que derribarlo».

Como cristiano, Perkins creía que el evangelio podía derrocar ese sistema. Dios podía reconciliar a los pecadores consigo mismo y entre sí. Jesús podía quitar el odio de los corazones humanos y reemplazarlo con amor. El Espíritu Santo podría mover a la gente a renunciar al poder en lugar de defenderlo con violencia.

Perkins predicaría y protestaría y correría el riesgo de ser lesionado nuevamente porque creía en el poder del evangelio.

Sin embargo, no podría ser un evangelio que produjera más Jonathan Edwards.

Es por eso por lo que se puso de pie en 1975 y les preguntó a las personas que planeaban una cruzada de Billy Graham una pregunta que todavía resuena en los Estados Unidos hoy: ¿El evangelio que están predicando producirá un tipo diferente de cristianos blancos que los que ha producido en el pasado?

Traducción por Sergio Salazar.

Edición en español por Livia Giselle Seidel.

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La gestión del tiempo no existe

Tal vez la productividad no le importe a Dios de la forma frenética que yo he imaginado.

Christianity Today February 23, 2022
Illustration by Mallory Rentsch / Source Images: Stas / Unsplash / Patrick Strattner / Getty

Durante mucho tiempo fui una ávida lectora de libros sobre la gestión del tiempo. Después de que el mundo entró en confinamiento en marzo de 2020, me quité el pijama para afrontar el reto de una agenda en blanco. Le creí a todos los artículos que me decían que ese era el momento propicio para limpiar mis armarios, organizar mi despensa y ordenar mi colección de fotografías.

Y sí, al principio de la pandemia, me encantaba mi garaje recién organizado, y me alegró haberme ocupado de las torres de papeles que había evitado por mucho tiempo. La productividad es, por supuesto, una fuente moderna de consuelo existencial. Se dice que un buen día es aquel en que se completan las tareas pendientes.

Sin embargo, este año no voy a salir en busca de un mejor planificador. Tampoco buscaré la mejor aplicación móvil de productividad. Por primera vez, no me haré ilusiones de que una nueva técnica o un mejor producto de consumo me ayudarán a domar a la bestia salvaje llamada tiempo.

La gestión del tiempo es ilusoria. Aunque el tiempo sea dinero, como dice la frase célebre de Benjamin Franklin, no podemos hacer crecer nuestra gama de inversiones. Por supuesto, es cierto que podemos intentar maximizar el rendimiento de los minutos, pero tal como la pandemia sigue enseñándonos, el mañana nunca está garantizado. Más bien, debemos administrar nuestra atención con diligencia.

A pesar de todos mis esfuerzos renovados por volverme más productiva al comienzo de la pandemia, nunca conseguí acallar el ritmo de mi ansioso corazón. Tenía mucho tiempo a mi disposición, tiempo productivo, y aun así sufría ansiedad por el tiempo.

Como cristiana, sé que el tiempo es importante a los ojos de Dios, pero últimamente he comenzado a pensar que la forma en que le importa no coincide con las formas frenéticas que he imaginado. Es cierto que nuestra concepción del tiempo como algo medible e instrumental —como algo que se puede usar o perder, ahorrar o gastar— es relativamente reciente. Pero incluso antes de la invención del reloj —en el monasterio medieval— los seres humanos ya eran criaturas ansiosas por el tiempo.

Como David Rooney escribió en About Time [enlaces en inglés], unos años después de que el primer reloj solar fuera instalado en Roma en el año 263 a.C., un personaje de una obra de teatro exclamó: «¡Que los dioses maldigan al hombre que descubrió por primera vez las horas, sí, aquel que instaló por primera vez un reloj solar aquí, que ha partido el día en pedazos para el pobre de mí!».

La gestión del tiempo no puede dar una solución a la crisis de la mortalidad, es decir, esa sensación premonitoria de que los días y los años son cortos. Sin duda, he desarrollado algunas habilidades útiles a partir de los muchos libros de gestión del tiempo que he leído, tales como planificar con antelación, dividir los proyectos más grandes en tareas más pequeñas, y eliminar sin compasión aquellos proyectos que no son esenciales. Sin embargo, como sostiene Melissa Gregg en Counterproductive [Contraproductivo], probablemente también sea cierto que podría haber leído un solo libro bueno sobre la gestión del tiempo, considerando cuán pocas ideas nuevas han surgido desde principios del siglo XX.

Algo que parece ser mucho más importante que las disciplinas de gestión del tiempo son las disciplinas de gestión de la atención. Los minutos no son nuestros para multiplicarlos, sino que los recibimos como un regalo. Sin embargo, lo que sí podemos hacer es desarrollar y perfeccionar la capacidad de vivir esos minutos con atención, es decir, con una presencia consciente y plena. La filósofa francesa Simone Weil se dio cuenta de los beneficios de la atención en su vida espiritual cuando comenzó a repetir la oración del Padre Nuestro en griego todos los días. Cada vez que su atención comenzaba a divagar, volvía a empezar: «Fue durante una de estas recitaciones cuando (…) Cristo mismo descendió y tomó posesión de mí».

Muchos han señalado que vivimos en una economía de la atención, es decir, que lo más valioso hoy en día son los segundos y minutos que pasamos entretenidos en internet, tiempo que es vendido a alguien para obtener ganancias. Cuando Facebook entró en el mercado bursátil en 2012, por ejemplo, no tenía un plan claramente articulado para generar ingresos, pero sí sabía que era dueño del tiempo del mundo.

Matthew Crawford señala en The World Beyond Your Head [El mundo más allá de tu cabeza] que uno de los desafíos de la vida moderna es que no siempre tenemos la capacidad de controlar nuestra atención. Cuando nos sentamos en un aeropuerto, cuando hacemos la fila en el supermercado o cuando repasamos los titulares del día siempre hay alguien presente que hace sonar su agresivo megáfono y nos insiste que creamos, que nos suscribamos o que compremos. La atención es un recurso disputado, y será invadida como una ciudad desprotegida a menos que construyamos muros, pongamos centinelas y la fortifiquemos contra todo ataque.

Las condiciones actuales dificultan el manejo de la atención, especialmente cuando tenemos un teléfono inteligente vibrando en nuestro bolsillo. Pero así como la ansiedad por el tiempo es antigua, también lo es la lucha por la atención. Fue la atención lo que el apóstol Pablo exhortó a los filipenses a cultivar: «… todo lo que es verdadero, todo lo digno, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo honorable, si hay alguna virtud o algo que merece elogio, en esto meditad» (Filipenses 4:8, LBLA, énfasis añadido).

Pablo les estaba diciendo: su atención es valiosa. Desarróllenla para el bien. Cuando Pablo instruyó a los corintios para que llevaran «… cautivo todo pensamiento» (2 Corintios 10:5, NVI), no creo que haya pensado en la atención meramente como una facultad racional. Creo que estaba haciendo una referencia más amplia que incluía la constante práctica moral de la atención de amar el bien y habituarnos a él: «Pongan en práctica lo que de mí han aprendido, recibido y oído, y lo que han visto en mí» (Filipenses 4:9).

Crawford argumenta que la atención requiere sumisión, lo cual parece un razonamiento peculiarmente cristiano. El autor reconoce que la palabra puede producir un impacto desagradable, dado que la autonomía es considerada a menudo el bien supremo en la vida moderna. A lo que se refería era que la atención requiere una «sumisión a aquellas cosas que tienen leyes incontrolables (…) ya sea que se trate de un instrumento musical, un jardín o la construcción de un puente». Para Crawford, la atención nunca es autónoma ni busca la autocontemplación. Más bien, es una forma de devoción al otro. La atención no requiere simplemente que miremos hacia arriba (más allá de la pantalla de nuestros teléfonos), sino que miremos hacia fuera, más allá de nosotros mismos.

Hoy en día me interesan más los proyectos que se enfocan en el desarrollo y la optimización de la atención; libros como The Common Rule [La regla común] de Justin Whitmel Earley ( el cual estamos leyendo juntos en nuestro grupo pequeño de la iglesia). El libro de Earley no está dedicado a la gestión del tiempo. En cambio, propone la idea de ritmos regulares —en el tiempo— que nos llaman a la sumisión a nuestro Creador, a quien pertenece todo el tiempo: hábitos diarios como la oración de rodillas y el ascetismo digital, y hábitos semanales como el sabbat y el ayuno.

Este marco —de hábitos y reglas para la vida— tiene una característica monástica. Es un proyecto de atención. Sin embargo, no es simplemente un ejercicio individual, sino un ejercicio comunitario. Esta idea plantea la cuestión de qué pueden hacer las iglesias para ayudar a sus congregantes a cultivar la facultad de la atención. En el contexto de mi propia iglesia, me encantaría que dependiéramos menos de los teléfonos para los asuntos operativos los domingos por la mañana, y que logremos, especialmente los involucrados en el servicio, dejarlos en casa, o al menos que los silenciemos y los ignoremos efectivamente. Me encantaría que nos esforzáramos todos juntos en pensar más cuidadosamente en nuestros hábitos y prácticas digitales a lo largo de la semana, porque la atención parece ser una habilidad analógica.

Pienso que la atención es lo que el Hermano Lorenzo aprendió a poner en práctica mientras lavaba los platos en la cocina del monasterio. En lugar de preocuparse por el tiempo y su transcurso, consideraba que todo el tiempo era valioso en la medida en que uno lo vive con una atención devota:

Para mí no hay diferencia entre el tiempo de los quehaceres y el tiempo de la oración. Incluso en medio del ruido y el estrépito de mi cocina, mientras varias personas hablan al mismo tiempo pidiendo cosas diferentes, puedo sentir a Dios en mí con tanta tranquilidad como si estuviera de rodillas durante el sagrado sacramento.

La comercialización y promoción de la gestión del tiempo se aprovecha del miedo existencial de que la vida es corta y somos mortales. Sus consejos y trucos quizás nos ayuden a gestionar algunos de los aspectos complicados de la vida y el trabajo contemporáneos, pero no nos pueden enseñar, en palabras del Hermano Lorenzo, a «hacer todas las cosas por amor a Dios». Para eso, necesitaremos practicar cómo controlar nuestra atención.

Jen Pollock Michel vive en Toronto y es escritora, presentadora de pódcast y conferencista. Es autora de cuatro libros y actualmente está trabajando en In Good Time: 8 Habits for Reimagining Productivity, Resisting Hurry, and Practicing Peace (Baker Books, 2022).

Traducción por Sofía Castillo.

Edición en español por Livia Giselle Seidel.

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Los cristianos de Tonga sintieron la fuerza del volcán. También las oraciones del mundo.

El pequeño reino y su diáspora atribuyen a su fe cristiana el bajo número de víctimas.

Christianity Today February 23, 2022
NurPhoto / Contributor / Getty

Cuando oyó la primera explosión, Feʻilaokitau Kaho Tevi estaba en la fila para lavar su coche en Nukuʻalofa, la capital de Tonga. Volvió a casa rápidamente. Otros se encontraron atascados en el tráfico mientras el 15 de enero entraba en erupción un volcán en el reino insular, que según los científicos de la NASA fue cientos de veces más potente que la bomba atómica de Hiroshima.

La explosión arrojó una capa de ceniza de varios centímetros de grosor sobre edificios, coches, plantas y árboles, y generó olas que alcanzaron alturas estimadas de 15 metros (50 pies), arrasando pueblos y complejos turísticos de la costa. La fuerza del agua empujó rocas y escombros a las carreteras. El cable de telecomunicaciones submarino que conectaba esta nación del Pacífico Sur de 105 000 habitantes con el resto del mundo se rompió.

Y, sin embargo, «sentimos las oraciones de la comunidad cristiana mundial», dijo Tevi, ex secretario general de la Conferencia de Iglesias del Pacífico, quien anteriormente había ayudado a dirigir las actividades de ayuda de Tearfund frente a los desastres naturales en la región [enlaces en inglés].

Tiene razón.

Preocupados por la suerte de sus seres queridos, muchos de los 150 000 habitantes de la diáspora de Tonga han llevado a cabo maratones de oración durante toda la noche, organizado vigilias y utilizado las redes sociales para implorar a otros creyentes que pidan a Dios por la seguridad y la protección de sus seres queridos.

«Fueron noches de insomnio para mí y para muchos tonganos de todo el mundo», dijo Sela Finau, pastora de la Primera Iglesia Metodista Unida de Taylor, cerca de Austin, Texas. «Esperábamos desesperadamente oír alguna palabra de vida desde el lejano reino. Mientras nuestra comunicación con la familia y el pueblo de Tonga estaba completamente suspendida, nos apoyamos en nuestra fe. Sabíamos que nuestra comunicación con Dios estaba siempre abierta y que podíamos pedir la misericordia y la protección de Dios».

Muchos tonganos que han abandonado las islas ahora viven en Australia, Nueva Zelanda o Estados Unidos, lugares que les dieron la oportunidad de poner la difícil situación de esa pequeña comunidad en el radar del mundo.

«Algunas personas nunca han estado en Tonga, otras nunca han oído siquiera hablar de Tonga; pero cuando los creyentes llamaron a otros a orar, la gente comenzó a hacerlo», dijo Rachel Afeaki-Taumoepeau, secretaria regional de la Región Evangélica del Pacífico Sur de la Alianza Evangélica Mundial. Su familia proviene de Tonga.

Muchos ven la mano de Dios velando por el reino conformado por unas 170 islas, dada la disparidad entre la intensidad del desastre y el bajo número de víctimas (tres).

«Durante las dos últimas semanas, he estado orando día y noche, agradeciendo a Dios que haya librado a Tonga», dijo Siesia «Sia» Puloka, pastora de la Iglesia Metodista Unida de Seaview, en Seattle. «Cuando intentas ver Tonga, casi tienes que besar el mapa: es solo un pequeño punto. El tsunami y la erupción podrían haber arrasado Tonga en un segundo. Es plana como un panqueque».

Los cristianos de Tonga no se limitan a dar crédito a las oraciones que comenzaron tras la explosión del volcán. Ellos también mencionan al rey Tupou, que dedicó las islas a Dios y en 1839 adoptó un nuevo lema para su reino: «Ko e ʻOtua mo Tonga Ko Hoku Tofiʻa» («Dios y Tonga son mi herencia»). Tupou formó parte de la primera generación de tonganos que se convirtieron al cristianismo tras la llegada de los misioneros occidentales a finales del siglo XVIII.

Hoy, la única monarquía que queda en el Pacífico es abrumadoramente cristiana. Los protestantes constituyen casi dos tercios de la población (64.9 %), y la mayoría (incluida la familia real) pertenece a la Iglesia Libre Wesleyana. El mormonismo llegó en la década de 1890, y hoy el 16.8 % de la población pertenece a la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, lo que convierte a Tonga en la nación con mayor porcentaje de mormones del mundo. Aproximadamente la misma proporción de tonganos son católicos romanos.

Como miles de tonganos han emigrado, las iglesias de los lugares donde se han reubicado han servido como centros de conexión cultural. Al frente de una de las dos congregaciones tonganas de Seattle, Puloka predica en tongano y en inglés en sus servicios, como parte de un esfuerzo por mantener a la generación más joven involucrada con su nación de origen.

«Cuando hay fiestas, las celebramos en la iglesia y en la comunidad. Hacemos nuestros bailes isleños, cantamos las canciones de nuestra tierra», dijo Puloka. «Llevamos nuestro atuendo tongano a la iglesia. Les digo a nuestros jóvenes que son hermosos, amados y adorados. Especialmente a los niños que han nacido aquí, que quieren estar en el grupo, que quieren pertenecer. Quiero que también sepan que son tonganos porque sus padres y abuelos lo son».

Este estrecho sentido de camaradería se refleja incluso desde el punto de vista lingüístico: el idioma tongano no tiene una palabra para referirse a los primos, por lo que los primos se consideran hermanos, explicó Finau.

«La familia nuclear tal como existe en el contexto de Occidente no existe en la estructura familiar de la isla pasifika», dijo. «Del mismo modo, Jesús consideraba a otros como sus hermanos y hermanas, sobre todo a los que seguían el camino de Dios, como se cuenta en Mateo 12. Todos pertenecemos a la familia de Dios. Todos pertenecemos al cuerpo, como describió el apóstol Pablo en Primera de Corintios 12.

»Los tonganos, como todo el pueblo pasifika, se ven a sí mismos conectados y forman parte del moana (océano). Por eso, cuando los tonganos están en la diáspora por todo el mundo, seguimos sintiéndonos conectados a través del moana. Al fin y al cabo, solo hay un moana», dijo la pastora de Texas.

«Un himno, llamado “Eiki Ko e ʻOfa ʻA ʻAu” (Señor, qué grande es tu amor), lo aprenden todos los tonganos desde niños. El himno es inmensamente emocional y significativo para los tonganos; muchos se lo saben de memoria», dijo. «Compartí esta canción en mi página de redes sociales varias veces poco después del volcán y el tsunami. La letra aporta una sensación de paz y nos recuerda que debemos apoyarnos y confiar solo en Dios. La canción utiliza el océano como metáfora, y es un relato preciso de cómo los tonganos expresan su amor por Dios y viceversa. Para los tonganos, el océano no es solo un símbolo de vida; es su fuente de vida, una forma de vivir, una inspiración eterna».

En los últimos días, la ayuda ha atravesado el océano, con el envío de barcos por parte de Nueva Zelanda, Australia, Estados Unidos y el Reino Unido. Tonga es un país libre de COVID, por lo que el reto ahora es asegurarse de que el virus no acompañe a los suministros. Como más del 70 % del país ha recibido al menos una dosis de la vacuna, Tonga está a punto de reabrir sus fronteras después de casi dos años. No está claro cuánto tiempo más tendrán que esperar quienes están desesperados por ver a sus seres queridos o por regresar.

A pesar de la destrucción, la vida ha vuelto a la normalidad (al menos en lo que respecta a la pandemia). La semana pasada, los niños volvieron a la escuela y las iglesias abrieron sus puertas. Incluso cuando la ceniza sigue cubriendo grandes partes de las islas, algunos ciudadanos con mentalidad empresarial han empezado a vender bolsas de ella para reutilizarla como material para repellar.

«Tonga se salvó en gran medida gracias a fuerzas que están más allá de nosotros. Fue casi como un milagro», dijo Tevi. «Si calculamos que la explosión fue (muchas) veces mayor que la de Hiroshima, es una sorpresa y una maravilla que todavía estemos aquí. Estamos en manos de Dios. Él nos ha hecho pasar por varias catástrofes y hemos salido sanos y salvos».

Traducción y edición en español por Livia Giselle Seidel.

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Theology

Todo el mundo ama a Bavinck

Cómo un pensador neocalvinista holandés se convirtió en el más reciente teólogo cristiano del momento.

Herman Bavinck.

Herman Bavinck.

Christianity Today February 18, 2022
Illustration by Mallory Rentsch / Source Images: WikiMedia Commons

Un teólogo se gana el sello de un gigante, dicen algunos, cuando tiene la capacidad de cautivar la imaginación de sus lectores y trasladarlos lejos de su propio periodo histórico, contexto cultural y, lo que es más importante, de su tradición teológica.

En la historia del cristianismo, la lista de figuras que han alcanzado ese tipo de alcance es reducida, y no crece con rapidez. Sin embargo, en la última década, una nueva estrella está surgiendo en el firmamento: el teólogo neocalvinista holandés Herman Bavinck (1854-1921).

En los Países Bajos de su época, Bavinck era un nombre muy conocido. Bavinck, la mente teológica holandesa más distinguida de su generación, fue también una notable figura pública en una época de tremenda agitación social, dejando huella en los campos de la política, la educación, los derechos de la mujer y el periodismo. En todo el país, calles y escuelas recibieron su nombre. Además, Bavinck destacó como persona de prestigio internacional. En un viaje a Estados Unidos en 1908, por ejemplo, fue recibido en la Casa Blanca por Theodore Roosevelt. Tales honores dicen mucho.

A pesar de ello, el legado de Bavinck en su país cayó gradualmente en la oscuridad en las décadas posteriores a su muerte. En el extranjero, su reputación como pensador estelar perduró entre aquellos con conexiones con Holanda, pero no logró crecer más allá en el transcurso del siglo XX. Todo esto cambió en los primeros años del siglo XXI, gracias a los esfuerzos de John Bolt y John Vriend, cuya traducción al inglés de la Dogmática Reformada de Bavinck se publicó en cuatro partes entre 2003 y 2008.

Hasta la fecha, esos volúmenes han vendido más de 90 000 ejemplares, una cifra asombrosa para una obra de su naturaleza. Y eso por no hablar de las versiones en portugués o coreano, o de las traducciones al español, ruso y chino que están en curso.

Pero sería un error avanzar desde la publicación de la Dogmática de Bavinck en inglés hasta su amplia popularidad actual y decir simplemente «el resto es historia». Hacerlo sería pasar por alto la importante cuestión de por qué esta figura se convirtió en el teólogo de referencia para tantos hoy en día, desde Pekín hasta São Paulo, y desde Nueva York hasta Seúl. ¿Cómo consiguió Herman Bavinck una audiencia mundial tan diversa?

Todos los días, en mi propia área de trabajo (enseñando teología reformada en la Universidad de Edimburgo) interactúo y escucho a personas que están luchando con la obra de Bavinck. Muy pocos de ellos son holandeses, tienen un sentido previo de lealtad, o tienen un conocimiento de larga data en relación a la tradición neocalvinista. De hecho, provienen de toda la iglesia mundial. ¿Por qué la obra de Bavinck ha ganado un mayor grado de tracción transversal que la de muchos de sus compañeros reformados?

Las razones son, sin duda, tan complejas y diversas como los tipos de personas que ahora lo leen: los presbiterianos coreanos tendrán probablemente razones diferentes a las de los lectores bautistas del sur, o a las del adolescente pentecostal que devora Wonderful Works of God [Las maravillosas obras de Dios] de Bavinck como material devocional. Otros, como el gran teólogo suizo Karl Barth, confían en Bavinck como guía para la historia de la teología. A la luz de estas diversas motivaciones, no intentaría ofrecer ningún tipo de respuesta reduccionista a la pregunta: «¿Por qué Bavinck en 2022?».

Dicho esto, he estado leyendo sus obras durante casi 15 años, junto a personas de diferentes partes del mundo, y de tradiciones y entornos cristianos que varían desde lo estrictamente académico hasta lo personal y eclesiástico. En ese tiempo, he observado ciertos rasgos en los escritos y la vida de Bavinck que parecen atraer al público una y otra vez y que, fundamentalmente, hacen que esos lectores vuelvan. Aunque no sean las únicas razones de la aparente y repentina popularidad de Bavinck, no dejan de ser significativas.

En primer lugar, Bavinck escribió de una manera equilibrada que destaca de forma especial para los lectores del siglo XXI. Estamos acostumbrados a que la teología se haga como un pobre espectáculo de polémica condicionada por las normas de las redes sociales —sin matices, sin caridad e hinchada con una dieta de frutos de fácil alcance— cautivada por sus retratos caricaturescos de los grandes de la historia, y atravesada por suposiciones de mala fe sobre aquellos con los que no estamos de acuerdo.

En este contexto, los escritos de Bavinck son un soplo de aire fresco. Con gran erudición y amplitud, ofrece a sus lectores una visión de la anchura y profundidad de la tradición cristiana, a menudo con una claridad espectacular. Aunque su obra fue calificada (intencionalmente) como teología de la tradición reformada, nunca tuvo un carácter sectario estrecho. Más bien, era reformada como expresión de algo más grande: la fe cristiana católica [en su significado más amplio], que echa raíces a través de las culturas y los siglos. Bavinck fue capaz de unir la paradoja de ser decididamente calvinista, a la vez que afirmaba públicamente que «el calvinismo no es la única verdad».

Ese tipo de equilibrio muestra una convicción de fe que es a la vez firme y flexible, invitando a sumarse a la conversación incluso a compañeros de fuera de su propio ámbito de una manera que los teólogos menos atractivos, irritantes y agudamente polémicos simplemente no hacen. La apertura de Bavinck invita a los cristianos de otras tradiciones a explorar su perspectiva reformada.

Bavinck modeló la visión cristiana del mundo como una búsqueda inductiva y permanente de la sabiduría divina, abierta e inquisitiva, en lugar de cerrada y rígida. En este sentido, su enfoque era diferente al de su famoso colega Abraham Kuyper, para quien la cosmovisión cristiana era deductiva e inflexible.

La reticencia de Bavinck a luchar contra los hombres de paja (y junto a ello, su compromiso de entablar amistad con sus oponentes ideológicos en persona) forma parte del mismo paquete. No cabe duda de que no fue un intérprete perfecto de todos los teólogos o tradiciones que se tratan en su Dogmática. Sin embargo, llama la atención su denodado esfuerzo, a lo largo de toda su vida, por comprender y representar fielmente a aquellos con los que discrepaba.

Los lectores inexpertos de su Dogmática pueden encontrarse ocasionalmente confundidos al ver que Bavinck aparentemente adopta posturas doctrinales contradictorias en varios puntos de la obra. Sin embargo, en realidad esos lectores sorprendidos se encuentran probablemente con la crítica de Bavinck a un punto de vista particular, mismo que él presentó ampliamente en sus términos más fuertes antes de dar su propio veredicto. Este rasgo es sutil pero fuertemente atractivo para los lectores fuera de su propio campo teológico, porque toma en serio las perspectivas opuestas.

Es fácil desestimar las críticas de alguien que tergiversa o malinterpreta tu punto de vista, pero es mucho más difícil cuando esa persona ha hecho un esfuerzo serio por presentar tu punto de vista de forma precisa y caritativa. De hecho, para quienes desean crecer como pensadores, ese tipo de crítica es atractiva, no repelente, y se gana la confianza.

La historia de la vida de Bavinck también juega un papel importante en su creciente reconocimiento en nuestra época contemporánea. Vivimos en la estela de la bifurcación del siglo XX entre el fundamentalismo y el evangelio social. Aquellos que fueron criados en cualquiera de los dos lados de ese debate han recibido una extraña herencia: en la derecha, un evangelio que habla poderosamente de las necesidades del alma de uno, pero que ofrece pocas buenas noticias para la mejora de la sociedad en un mundo caído; y en la izquierda, un compromiso para abordar los males de la sociedad, pero en el contexto de un marco espiritual lamentablemente débil.

En cambio, Bavinck nos recuerda de forma sorprendente que esta bifurcación es tanto una novedad histórica como una distorsión antinatural de un cristianismo holístico e histórico.

¿Qué aspecto tuvo esto en la propia vida de Bavinck? Además de su teología decididamente ortodoxa, fue un destacado crítico del racismo en Estados Unidos. Su alumno sudafricano Bennie Keet se convirtió en un destacado activista contra el apartheid. En los Países Bajos, Bavinck hizo una campaña pública contra la pobreza urbana (incluso pidió que se modificaran las normas de vivienda y las leyes fiscales con ese fin), se opuso a la opresión de los trabajadores pobres de las fábricas (por su condición de portadores de la imagen divina) y luchó por la educación igualitaria de las niñas y el derecho al voto de las mujeres.

En nuestros días, Bavinck destaca por su compromiso con la fe ortodoxa y las consecuencias sociales de esa fe. En ese sentido, va a contracorriente de nuestros instintos de finales del siglo XX, de la misma forma que lo hacen figuras como John Stott y Tim Keller. Tales figuras se sienten adecuadamente fuera de lugar tanto en la izquierda como en la derecha. Como teólogo con una visión amplia del cristianismo histórico, Bavinck nos recuerda que nuestra generación está desfasada de la fe de los tiempos.

Bavinck no fue un hombre perfecto ni un teólogo impecable (como intenté retratar en Bavinck: A Critical Biography [Bavinck: Una biografía crítica]). Pero en su vida y en su doctrina, fue un cristiano profundamente creíble, y como tal, es alguien hacia quien muchos se sienten atraídos incluso en nuestros días.

A decir verdad, se me ocurren muchos grandes teólogos, del pasado y del presente, a los que probablemente preferiría conocer por escrito antes que en persona. No es el caso de Bavinck. Lo seguiré leyendo durante algún tiempo, y sospecho que no seré el único.

James Eglinton (@DrJamesEglinton) es profesor titular Meldrum en Teología Reformada en la Universidad de Edimburgo. Es autor de Bavinck: A Critical Biography (Baker, 2020), ganador del premio «El libro del año» de The Gospel Coalition 2020 en la categoría de Historia y Biografía, y fue finalista del ECPA Christian Book Award en 2021.

Traducción y edición en español por Livia Giselle Seidel.

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Cómo la política de Putin amenaza el testimonio de la Iglesia

Los evangélicos estadounidenses pueden aprender de Rusia y no tratar la religión como una herramienta para conservar el poder.

Christianity Today February 17, 2022
Alexei Nikolsky / AP Images

Este artículo fue adaptado del boletín de Russell Moore. Suscríbase aquí [enlaces en inglés].

En este tiempo, cuando la Rusia de Vladímir Putin amenaza la existencia de una Ucrania libre, sería fácil para los evangélicos estadounidenses concluir que se trata de un caso más de política exterior lejana.

Sin embargo, el putinismo es mucho más que una amenaza geopolítica: también es una amenaza religiosa. Y la pregunta para los cristianos evangélicos es si el camino de Vladímir Putin se convertirá en el camino de la iglesia estadounidense.

La amenaza a Ucrania se cierne sobre más allá del pueblo ucraniano. La OTAN está preocupada por la estabilidad del orden europeo. El Departamento de Estado de Estados Unidos se preocupa por los sus ciudadanos en territorio ucraniano, a la vez que teme que se repita la debacle de Afganistán. Los alemanes se preguntan si su dependencia del gas natural ruso los llevará a una crisis energética. Y el mundo entero se preocupa de si la situación envalentonará a China para invadir Taiwán.

En medio de este conflicto hay otra figura mundial que contempla su próximo movimiento: el papa.

La independización de la Iglesia ortodoxa ucraniana de la Iglesia ortodoxa rusa ha sido una tormenta de controversia desde 2018. Y en el sitio de internet de noticias The Pillar, J. D. Flynn y Ed Condon explican [enlaces en inglés] que los líderes católicos y ortodoxos ucranianos acusan a la Iglesia ortodoxa rusa de complicidad en la postura militar de Putin hacia Ucrania y su pueblo.

La cuestión en este momento, señalan los autores, es si el papa Francisco se reunirá pronto con el patriarca de la Iglesia ortodoxa rusa y, de producirse un encuentro, si eso daría una señal de tolerancia hacia el potencial sometimiento de Ucrania y su iglesia nacional.

Para los evangélicos estadounidenses también se presentan verdaderos interrogantes, no solo sobre cómo responderemos al uso que hace Putin de la religión con fines políticos, sino también sobre si habremos de imitarlo.

Hace varios años, antes del tumulto de la era Trump, tuve la oportunidad de estar sentado con otros evangélicos en un programa nacional de noticias secular que se transmitió en la mañana del domingo de Pascua. En cierto sentido, ese fin de semana estábamos todos unidos afirmando juntos la verdad más importante del cosmos: la resurrección corporal de Jesús de entre los muertos.

Sin embargo, surgieron diferencias de opiniones con respecto al tema de Vladímir Putin. En ese entonces, yo lo veía igual que en el presente: como un enemigo. En cambio, algunos de los otros defendían al líder autoritario como un defensor de los valores cristianos.

En aquel momento, pensé que solo estábamos en desacuerdo sobre una cuestión de política exterior. Pero ahora, volviendo la vista atrás, puedo ver que, al menos para algunos evangélicos, había un desacuerdo mayor que aún no sabíamos que existía: qué son los «valores cristianos» en primer lugar.

Por ejemplo, consideremos el tema del aborto. No solo la tasa de abortos en Rusia es alta, sino que incluso cuando los grupos que apoyan al gobierno articulan algo parecido a una visión «provida», generalmente lo hacen en términos de frenar el declive demográfico, en lugar de en torno a proteger vidas humanas vulnerables.

El enunciado que actúa como motor principal no es «toda vida es preciosa», sino «el regreso de la grandeza de Rusia». Esto es aún más pronunciado en el trato del gobierno ruso para con los niños que llenan los orfanatos y «hospitales para bebés» de todo el país.

Debido a la carencia de una cultura de la adopción en la antigua Unión Soviética, muchos de estos niños permanecen «en el sistema» hasta que llegan a la mayoría de edad, para entrar inmediatamente en vidas aterradoras de abuso de sustancias, explotación sexual y suicidio. Sin embargo, esto no impidió a Putin hacer todo lo posible para acabar con la adopción de estos huérfanos por parte de estadounidenses y otros, como una especie de bálsamo para el herido orgullo nacional ruso y un juego geopolítico de fuerza.

El panorama es aún peor cuando observamos la respuesta de Putin al evangelio mismo. Ha propiciado con diligencia el desarrollo y crecimiento de la Iglesia ortodoxa rusa, incluso hasta el punto de aprobar la instalación de mosaicos con representaciones de él mismo, de Stalin y de la invasión de Crimea en una catedral ortodoxa rusa dedicada a los militares.

Además, el régimen ruso ha perseguido implacablemente eliminar las libertades de las religiones minoritarias, especialmente las del relativamente pequeño grupo de evangélicos y misioneros evangélicos provenientes del extranjero.

¿Por qué querría Putin —un exagente del KGB que una vez dijo que el fin de la Unión Soviética fue un terrible desastre— asociarse con una iglesia? Tal vez porque cree, al igual que Karl Marx, que la religión puede ser una herramienta útil para conservar el poder político.

Y, efectivamente, las religiones son útiles cuando se centran en la protección del nacionalismo y del honor nacional. Las religiones pueden convertir los ya apasionados sentimientos de tribalismo, así como el resentimiento hacia los forasteros, en sentimientos trascendentes e incuestionables. Todo esto tiene un perfecto sentido maquiavélico, a menos que Jesús haya verdaderamente resucitado de entre los muertos.

Si esta tendencia estuviera limitada tan solo a la antigua Unión Soviética, podríamos permitirnos el lujo de ignorarla. Sin embargo, debemos prestar atención a cualquiera que mire detrás del antiguo telón de acero para encontrar el futuro.

Muchos conservadores religiosos —sobre todo católicos romanos, pero también algunos protestantes evangélicos— se han aliado con el líder autoritario de Hungría, Viktor Orbán. Como señala el comentarista libertario Matt Welch, el primer ministro húngaro «es un extraño campeón del cristianismo al estilo estadounidense».

«En Hungría, el aborto es legal, pero esto no representa una controversia; la gente no es particularmente religiosa y Orbán ha ejercido un control cleptocrático sobre las iglesias que se atreven a disentir de sus políticas», argumenta Welch. La razón principal de la atracción por los líderes de Europa del Este, concluye Welch, es que estos luchan contra los enemigos correctos y «ganan».

Si esto fuera solo una disputa entre aquellos que creemos en la democracia liberal y aquellos que la consideran prescindible, sería una cosa. Pero el otro —y mayor— problema de esta tentación autoritaria es el evangelio en sí mismo.

Si la iglesia es simplemente un medio cultural para la estabilidad y el orgullo nacional, entonces no se puede esperar que los dictadores hagan otra cosa que manipularla. Sin embargo, si la iglesia está formada, como dice la Biblia, por «piedras vivas» traídas por medio de corazones regenerados a través de la fe personal en Jesucristo (1 Pedro 2:4-5), entonces la conformidad externa a un conjunto de valores para la civilización se queda lamentablemente corto con respecto al verdadero cristianismo.

Eso sería cierto incluso en un lugar donde se promuevan valores más o menos cristianos. Pero es aún más cierto cuando la iglesia bendice a un líder autoritario, como Putin, que es conocido por su propio pueblo por envenenar a sus enemigos.

En este último caso, el testimonio de la propia iglesia está en juego, porque una religión que ignora el comportamiento sanguinario demuestra que no cree siquiera en sus propias enseñanzas sobre la moralidad objetiva, y mucho menos en el juicio final de Cristo. ¿Por qué alguien escucharía a una religión de este tipo sobre cómo encontrar la paz con Dios y obtener la entrada a la vida eterna?

Los cristianos evangélicos deberíamos observar el camino de Vladímir Putin, y deberíamos ser capaces de reconocerlo cada vez que nos digan que necesitamos un faraón o un Barrabás o un césar para protegernos de nuestros enemigos, ya sean reales o percibidos.

Cuando sea que eso ocurra, deberíamos recordar cómo decir, en cualquier idioma: «nyet».

Russell Moore dirige el Proyecto de Teología Pública en Christianity Today.

Traducción por Sofía Castillo.

Edición en español por Livia Giselle Seidel.

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Una película indonesia me ayudó a ver la soberanía de Dios en medio de la pandemia

Observar la lucha de los personajes en medio de la tragedia me ha dado claridad sobre el carácter de Cristo en los momentos dolorosos de la vida.

Christianity Today February 14, 2022
Illustration by Rick Szuecs / Source images: Hendriyan David / Unsplash / Rudi Suardi / Xijian / Getty

Esta es una traducción del artículo ganador del primer concurso de ensayo de Christianity Today en indonesio. Conozca más sobre el concurso, el trabajo de CT en varios idiomas y vea los ensayos ganadores escritos originalmente en portugués, español y francés.



A mediados del año pasado, tuvimos el placer de anunciar un concurso de ensayo en cuatro idiomas: español, portugués, francés e indonesio. El concurso en indonesio tuvo un gran recibimiento entre nuestros lectores y estamos profundamente agradecidos con todos aquellos que nutrieron este certamen con sus valiosos ensayos. Los ensayos recibidos fueron revisados meticulosamente por nuestros equipos editoriales en cada idioma, y después fueron evaluados de forma anónima por un equipo de jueces. Hoy nos complace compartir el ensayo ganador en indonesio.

¡Felicidades, Vika Rahelia!

Ofrecemos nuestro sincero agradecimiento a los jueces de este proyecto:

• Dra. Casthelia Kartika, presidente de la Universidad de Teología Gran Comisión (STTAA, por sus siglas en indonesio), Yakarta.
• Ev. Jimmy Setiawan, fundador del ministerio Wonders of Worship (WOW), Yakarta.
• Rev. Wahyu Pramudya, pastor de la Iglesia Cristiana Indonesia (GKI) en Ngagel, Surabaya, y fundador de ributrukun.net.

Gerente de medios globales: Morgan Lee (Hawái, Estados Unidos)
Directora editorial en indonesio: Maria Fennita S. (Indonesia)



Si quieres saber más sobre cómo escribir para nosotros en español, envíanos un correo electrónico a christianitytodayES@christianitytoday.com.
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El largometraje Nanti Kita Cerita tentang Hari Ini [Un día hablaremos de hoy] es una de las muchas películas indonesias de calidad que han llamado mi atención recientemente. (Advertencia: este ensayo revela detalles del final de la historia). La película cuenta una historia sencilla, pero a la vez conmovedora, de una familia conformada por padre, madre y sus tres hijos, Angkasa, Aurora y Awan. El padre se muestra sobreprotector con Awan, la más pequeña de la familia. A su vez, le exige al hijo mayor, Angkasa, que se ocupe de ella y deje de lado sus propios intereses. La segunda hija, Aurora, a veces se siente abandonada e ignorada por su padre.

La trama llega a su clímax cuando se revela que Awan tenía un hermano mellizo que falleció y se hace evidente que esta es la razón por la que el padre ha sido tan sobreprotector. Al enterarse de esto, Angkasa estalla en ira contra su padre, y la familia, que parecía tan armoniosa, se divide. La madre, que hasta el momento ha permanecido en un segundo plano, empieza a intervenir en un intento de reconciliar a su familia. El padre se esfuerza por hacer las paces consigo mismo y con su familia, y aprende a repartir su atención de forma equitativa entre sus tres hijos. Al final, todos se reconcilian.

Vi esta película dos meses antes de que se detectaran los primeros casos de COVID-19 en Indonesia, y la volví a ver en repetidas ocasiones durante el confinamiento. La respuesta individual de cada personaje frente a la tragedia me ayudó a empatizar con la variedad de formas en que vi a la gente enfrentarse a la pandemia en todo el mundo. Además, la película me ayudó a darme cuenta de que estas reacciones podrían convertirse en historias que podríamos contar en el futuro, ya sea como anécdotas para nuestros nietos, o como lecciones de advertencia y enseñanza para nuestra comunidad.

La Biblia está llena de historias de personas que experimentaron la intervención de Dios en sus vidas, tanto de formas positivas como negativas. Si observamos nuestras propias vidas como seguidores de Dios que tratan de entender las formas en las que Él obra, encontraremos que nuestras historias son solo algunas de las muchas historias que Él nos ha dado como testimonios vivos.

Tomando inspiración de la película Un día hablaremos de hoy, aquí presento un primer borrador de lo que imagino que algún día le contaré a otros cuando la pandemia haya terminado.

«La vida es extraña. Las cosas que buscamos desaparecen… las cosas que perseguimos huyen de nosotros… las cosas que esperamos nos pasan de largo. Y en el momento en que nos cansamos y nos damos por vencidos, el universo actúa. Algunas cosas llegan como se esperaba, otras mucho mejor de lo previsto. El Creador es muy bondadoso». —Awan

En esta escena, Awan expresa sus sentimientos por un personaje llamado Kale. Awan cree erróneamente que Kale quiere algo más que una amistad porque le ha prestado atención. Sin embargo, cuando Awan confronta a Kale para conocer sus intenciones, él la rechaza.

En la vida, la mayoría de nosotros hemos experimentado la pérdida de algo que anhelábamos. Yo lo experimenté cuando perdí a mi padre. Debo confesar que antes de que él falleciera, yo no era una niña que sintiera mucho afecto por su padre. Incluso podría decirse que era el miembro más rebelde de mi familia y que le había dado la espalda. Todo lo que había hecho hasta ese momento había sido en rebelión contra él, incluyendo mi deseo de ir al seminario. Sin embargo, cuando ingresé en el seminario, Dios me permitió ver y comprender las muchas maneras en que me había equivocado. Poco después de haber hecho las paces con mi padre y restablecer nuestra relación, Dios lo llamó a casa, al cielo, a pesar de lo mucho que yo sentía que lo necesitaba.

El fallecimiento de mi padre me produjo un profundo sentimiento de tristeza. Sin embargo, no lamento lo sucedido porque Dios fue quien propició nuestra reconciliación. Ya no hay conflictos entre mi padre y yo. Comprender esto me hizo creer aún más en la belleza del diseño de los planes de Dios, y me ayudó a superar este tiempo de pérdida con un corazón abierto y receptivo.

En diferentes ocasiones durante la pandemia, he visto a muchas personas ver frustradas sus expectativas de otras maneras: personas que contrajeron el coronavirus a pesar de haber sido muy cuidadosas, y otras que no creyeron que el virus existiera hasta que se contagiaron. Parece que cuanto más hemos intentado evitar el virus, más se ha propagado. Incluso ha mutado varias veces y dejó sin efecto las líneas de defensa que antes eran efectivas.

Es interesante que algo tan pequeño e invisible a simple vista haya demostrado ser más poderoso que cualquier persona en términos de cambiar los tiempos en que vivimos. Es a través de este virus invisible que podemos ser testigos de primera mano de la vulnerabilidad de la humanidad frente al poder omnipotente de Dios. Sobre todo lo que ha ocurrido, el Creador ha sido y sigue siendo soberano. Aunque no podamos verlo cara a cara con nuestros ojos, está obrando en nuestras vidas y actúa según su plan. Sigue siendo cierto lo que dijo C. S. Lewis en El problema del dolor: el sufrimiento es el megáfono de Dios y hace que nos demos cuenta de su importancia en nuestras vidas.

A lo largo de 2020 y 2021 hemos experimentado un gran número de pérdidas: la muerte repentina de seres queridos y conocidos, la pérdida de empleos, la reducción de nuestros ingresos y el aburrimiento de tener que quedarse en casa, entre muchas otras cosas. Todavía no sabemos cuándo terminará esta pandemia. No tenemos claridad ni certeza.

Por otro lado, la vida está llena de un diverso abanico de posibilidades, especialmente en lo que se refiere a la religión. Los cristianos no han sido los únicos en experimentar esto. Antes de la pandemia, todas las actividades religiosas solían tener lugar dentro de las casas de adoración. En el presente, sin embargo, como resultado del confinamiento, hemos tenido que aprender a participar en la alabanza desde casa. Las reuniones en los templos dejaron de ser prioridad. El significado de casa de adoración ha cambiado. La pandemia ha modificado nuestra forma de rendir culto.

Finalmente, muchas veces sentimos como si todo lo que ocurre en la tierra fuera parte de una broma: aquello que esperamos inevitablemente resulta de manera diferente a lo que esperábamos. Pero aunque podamos hacer planes y elegir alinearlos a la voluntad de Dios o no, se nos recuerda que Dios es soberano y que debemos aceptar esta verdad —queramos o no— con plena apertura, tal como Job le respondió a su esposa: «Si de Dios sabemos recibir lo bueno, ¿no sabremos recibir también lo malo?» (Job 2:10).

Sin embargo, cuando se interpreta correctamente, una pérdida puede mostrar la inclusión y el cuidado de Dios, por mucho sufrimiento que estemos atravesando en ese momento. Esto puede adoptar diversas formas: recibir consuelo de personas inesperadas, nuevas oportunidades de negocio, ofertas de empleo de parte de viejos amigos u oportunidades de servir a otros que también sufren. El sufrimiento que conlleva una pérdida también puede contribuir a darnos un mayor aprecio por la vida y ayudarnos a vivir más honestamente; nos muestra que el tiempo es precioso, y que no podemos dar vuelta atrás.

«La tristeza a veces nos lleva a un terreno más elevado. Los puntos de una brújula no se pueden controlar, pero la dirección de un velero sí». —Kale

Kale dice esto para ofrecer consuelo a Awan.

No podemos rechazar el sufrimiento o los problemas que se nos presentan. Sin embargo, Dios nos ha dado la capacidad de superar esas dificultades. Ya sea que nuestras vidas sean miserables o estén llenas de alegría, lo que importa es la forma en que reaccionamos ante las cosas que suceden. Tal como descubrí cuando lloré la pérdida de mi padre, un acontecimiento puede ser inicialmente triste al principio, pero más tarde podemos encontrar aceptación e incluso felicidad. Dios también nos proporciona lo que necesitamos durante una situación difícil para que podamos seguir estando agradecidos incluso en medio de nuestras dificultades, tal como mi madre y yo lo experimentamos.

Dos días antes de que mi padre falleciera, mi madre presenció el entierro de su hermana mayor. Aunque yo conocía la gran resiliencia de mi madre, sabía que estos dos terribles acontecimientos, sucedidos uno tras otro, representarían un tiempo muy difícil para ella. Sin embargo, ahora sé que Dios tenía planes para que yo la acompañara en su dolor. Como resultado de la pandemia, me fue posible continuar mis estudios en línea y estar físicamente presente para mi madre mientras toda nuestra familia estaba de luto. En medio del dolor de mi familia, fui testigo de la soberanía y la provisión de Dios.

«¿Crees que la vida es como un botón que puedes oprimir cada vez que estás triste y de repente vuelves a ser feliz?». —Aurora

Las palabras de la hija mayor nos hacen pensar en el reto de convertir instantáneamente la tristeza en felicidad. Todo lleva su tiempo: procesar una pérdida, enjugar las lágrimas, sanar las heridas e incluso empezar a sentirse feliz de nuevo.

En la historia de Job, tres de sus amigos, Elifaz, Bildad y Zofar, se sentaron con él durante siete días y siete noches (Job 2:11-13). Una vez transcurridos los siete días, cada uno de los amigos comenzó a dar consejos a Job. Aquí es donde se produjo un problema: Job dejó de sentir el consuelo de sus amigos, y sintió en cambio la tensión de la situación. El sufrimiento de Job no había terminado, sus heridas no habían sanado, su dolor no había pasado, y sus amigos ahora le estaban agregando la carga de la complejidad de su situación.

En todo el sufrimiento al que nos enfrentamos actualmente, lo más importante es el hecho de que podemos seguir agradecidos por el proceso. Dios es un amante de los procesos. Él entiende y está presente en nuestros intentos por querer procesar todo y dar sentido a nuestro sufrimiento. La impaciencia y la búsqueda de culpables solo crean nuevos problemas o empeoran los que ya tenemos.

«Siempre hay una primera vez para todo, incluso para el fracaso». —Angkasa

En esta escena, el hermano de Awan, Angkasa, intenta consolarla después de que la despidieron de su trabajo.

El fracaso, el sufrimiento y los tiempos de dificultad forman parte de la vida. Cuando nos enfrentamos a ellos, Dios quiere que no nos demos por vencidos, sino que lo intentemos y nos levantemos de nuevo, que no nos desesperemos, sino que nos aferremos a la esperanza que tenemos. La esperanza nos hace resistentes ante el fracaso y el sufrimiento, y evita que nos enfademos. La esperanza también nos hace agradecer que todavía tenemos la oportunidad de disfrutar de la vida, aunque sea por unos minutos. Quizá en esos pocos minutos podamos despedirnos de alguien a quien queremos, decirles lo agradecidos que estamos por ellos o simplemente hacerles saber que los queremos.

Sin embargo, lo más importante es la fuente de nuestro amor: Jesucristo. Gracias a Él, podemos sentirnos seguros y seguir teniendo esperanza en medio del sufrimiento. «Pues Dios no nos destinó a sufrir el castigo, sino a recibir la salvación por medio de nuestro Señor Jesucristo. Él murió por nosotros para que, en la vida o en la muerte, vivamos junto con él» (1 Tesalonicenses 5:9-10).

«Y entonces, ¿cuándo te tocará a ti ser feliz?». —Lika

Lika, la novia de Angkasa, lo confronta porque le preocupa que siempre priorice a su familia sobre él.

¿Cómo responderíamos si alguien nos hiciera esta pregunta? Como cristianos, nuestra respuesta podría encontrarse en nuestra capacidad de apreciar cada cosa que llega a nuestra vidas mientras estamos vivos, por más pequeña o sencilla que sea: la familia, la amistad, los estudios, incluso la oportunidad de cometer un error y tratar de enmendarlo. He aprendido a apreciar las pequeñas cosas de la vida. Mi anhelo es que, cuando hable en el futuro de lo que he vivido, mis palabras sean: «Dios es bueno». De esta forma, podré dar testimonio de que «Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito» (Romanos 8:28).

Vika Rahelia es una diseñadora que se inspira en su condición de «seminarista imperfecta» en el Seminario Teológico Reformado del Sur de Yakarta, Indonesia. Le gusta visualizar sus palabras a través del diseño gráfico, el arte de la caligrafía y los estampados en camisetas. Puede seguirla en Instagram en @imperfectseminarian.

Traducción por Sofía Castillo.

Edición en español por Livia Giselle Seidel.

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Cómo los estudiosos de la Biblia y los cazadores de tesoros desenterraron la Jerusalén moderna

Estaban buscando el pasado. Crearon el presente.

Christianity Today February 13, 2022
Illustration by Mallory Rentsch / Source Images: WikiMedia Commons / Gary Chapman / Unsplash

Los actuales líderes israelíes no se equivocan acerca de la importancia de Jerusalén para el estado de Israel.

«Está demostrado sin lugar a duda que Jerusalén es la arteria principal de nuestra conciencia nacional», dijo el antiguo primer ministro israelí Benjamín Netanyahu en 2017. «La raíz del sionismo está en Sión».

Sin embargo, no siempre fue así. En los primeros años del movimiento sionista, la diáspora judía consideró recrear una madre patria en muchos lugares, desde Estados Unidos hasta Uganda. Palestina estaba en la lista, pero muchos sionistas, que tendían a ser seculares, veían a Jerusalén como un lugar atrasado y supersticioso: exactamente lo contrario a la nación socialista de pensamiento progresista que imaginaban.

La historia de cómo eso cambió comienza, para nuestra sorpresa, con un ministro congregacionalista de Connecticut del siglo XIX llamado Edward Robinson.

Cuando Robinson visitó Alemania en la década de 1830, le impactó la disciplina de la crítica bíblica que entonces florecía en las universidades protestantes de ese país. En vez de tratar las Escrituras como revelación divina, los académicos alemanes sometían la Biblia a la misma crítica textual a la que sometían otros documentos antiguos.

A Robinson le preocupaba mucho que estos académicos estuvieran poniendo en duda lo que él estimaba como la verdad revelada de las Escrituras. Le preocupaba que esa enfermedad teológica se expandiera desde Alemania hasta la Universidad de Harvard, de mentalidad liberal, y desde ahí infectase a los cristianos estadounidenses.

Para combatir esta tendencia, a Robinson se le ocurrió la innovadora idea de demostrar la veracidad de los lugares, los nombres y los sucesos descritos en las Escrituras. Utilizaría las herramientas de la ciencia para oponerse a lo que él veía como una grave amenaza para la fe cristiana. Así pues, en 1838 llegó a Jerusalén armado con una brújula, una cinta de medir, un telescopio y el Libro Santo como guía.

«Desde mi primera infancia he leído y estudiado las diferentes ubicaciones dentro de este lugar sagrado; ahora las observo con mis propios ojos», escribió más adelante. «Y todas me parecen familiares, como si fueran la realización de un antiguo sueño».

Su objetivo específico era ubicar lo que él llamaba «los restos indisputables de la antigüedad judía». Esperaba ver algunas evidencias del reino de Salomón. O, al menos, de Herodes el Grande. No se trataba de una tarea sencilla, dado que los romanos destruyeron Jerusalén en el año 70 d.C. y después siguieron siglos de guerra, cambios de régimen y agitación religiosa.

Le decepcionó lo que encontró; o, más bien, lo que no encontró.

«La gloria de Jerusalén realmente se ha esfumado», escribió. En aquel momento se trataba de un pequeño pueblo coronado con los santuarios de las tres fes, sometido durante mucho tiempo bajo el gobierno de los turcos otomanos.

Sin dejar que esto lo intimidara, exploró la ciudad y los campos que la rodeaban para buscar coincidencias entre los nombres de los edificios, los pozos y las aldeas que hicieran eco de la nomenclatura utilizada en la Biblia. Quería hacer un mapa de Tierra Santa, ubicando los lugares de las Escrituras en la geografía contemporánea.

Cuando regresó a Nueva York en 1841, Robinson y su colaborador Eli Smith publicaron un libro con el rimbombante título Biblical Researches in Palestine, Mount Sinai and Arabia Petraea [Investigaciones bíblicas en Palestina, el monte Sinaí y Arabia Pétrea]. En él expusieron su defensa de la exactitud geográfica de la Biblia.

Edward Robinson.Illustration by CT / Source Images: Union Theological Seminary / Unsplash
Edward Robinson.

El volumen no fue, quizá, un éxito de ventas, pero hubo gente que lo adquirió a ambos lados del Atlántico. Para algunos no solo era un libro interesante, sino que estaba inspirado por lo divino.

«Estaban obedeciendo un impulso de lo alto», escribió un reseñista británico. «Jehová quería que ellos fueran testigos de su verdad».

Ya sea o no que su viaje haya sido guiado por lo divino, este novedoso matrimonio entre la ciencia y la religión resultó ser irresistible para millones de creyentes cristianos. También colocó de nuevo a Jerusalén en el mapa físico para los occidentales en un momento en que los barcos de vapor y los trenes se estaban haciendo más accesibles. Robinson y Smith habían establecido las bases para «una empresa política, religiosa y académica totalmente nueva en Tierra Santa», señala el historiador Neil Asher Silberman.

Se trató de una empresa que daría una forma nueva a Oriente Medio.

Uno de los inspirados por Robinson fue un misionero de los Discípulos de Cristo de Virginia llamado James Turnes Barclay. Después de instalarse en Jerusalén en 1851, escuchó «historias maravillosas sobre sus pasajes subterráneos, galerías y salones». Un oficial otomano aseguró a Barclay que bajo la ciudad estaban «los magníficos restos subterráneos de los fabulosos palacios de los reyes David y Salomón, y otros tantos monarcas de los tiempos antiguos».

Barclay no encontró a muchos judíos interesados en convertirse al cristianismo, así que se dedicó a explorar a escondidas varias cuevas y a escribir un popular libro sobre sus aventuras.

Doce años después, en 1863, el sultán otomano de Estambul emitió la primera licencia para excavar en Jerusalén. Fue expedida a nombre de un senador francés llamado Louis Félicien de Saulcy.

De Saulcy, católico devoto y confidente del emperador francés Napoleón III, pronto descubrió un antiguo sarcófago en las Tumbas de los Reyes (el complejo funerario más grande de la ciudad) ubicado justo al norte de la Ciudad Vieja amurallada. A pesar de las quejas de los judíos de Jerusalén, que lo acusaron de robar las tumbas de sus antecesores, el francés declaró que había descubierto los huesos de una antigua reina de Judea y los envió por barco al Louvre. Más tarde se demostró que su afirmación era falsa; sin embargo, la exhibición del primer supuesto artefacto bíblico del mundo resultó ser una sensación para el público.

Para no ser superados por sus rivales católicos franceses, los protestantes británicos rápidamente organizaron una Fundación para la Exploración de Palestina para traer sus hallazgos bíblicos al British Museum. Su explorador estrella era un oficial militar anglicano llamado Charles Warren, que también resultó ser un devoto masón fascinado con el templo de Salomón.

Los estudiosos suponían que este templo —que se decía que había sido destruido por los babilonios en el 586 AEC— alguna vez se había erigido en la acrópolis de la ciudad. Los musulmanes llamaban a este amplio rectángulo sostenido por enormes muros de piedra el Noble Santuario, mientras que los judíos lo conocían como el Monte del Templo. Cavar en lo que había sido durante tanto tiempo el tercer lugar más sagrado del islam estaba estrictamente prohibido, así que Warren hizo túneles alrededor del enorme recinto amurallado, utilizando en ocasiones dinamita para apartar los obstáculos subterráneos.

Esto le ayudó poco a hacerse querer por los árabes musulmanes, quienes sospechaban —plausiblemente— que el inglés estaba intentando socavar su lugar sagrado.

Muy pronto, los residentes en Jerusalén presenciaron un inesperado efecto secundario de todas estas excavaciones: los turistas. Rebaños de visitantes —la gran mayoría, protestantes estadounidenses— comenzaron a acudir en manada a la ciudad.

Al igual que Robinson, los primeros visitantes occidentales a menudo se encontraban decepcionados por la Ciudad Santa. La mayoría de judíos hablaban árabe, y los imanes musulmanes empujaban a los sacerdotes cristianos en los estrechos pasadizos. El lugar no se parecía en nada a la Jerusalén de la que habían aprendido en la escuela dominical. Una guía de viajes de la época les advertía a los visitantes que quedaba poco de la «antiguamente famosa capital del imperio judío».

Túneles subterráneos en Jerusalén.Illustration by CT / Source Images: WikiMedia Commons / Unsplash
Túneles subterráneos en Jerusalén.

Los occidentales estaban más felices bajo tierra. Los túneles de Warren, que exponían caminos y habitaciones de los días de Herodes el Grande, se convirtieron en atracciones importantísimas, satisfaciendo el apetito de los turistas acerca de cómo «se suponía» que Jerusalén debía ser.

Los arqueólogos alemanes y rusos no tardaron en unirse a los británicos y franceses en la búsqueda de pruebas del antiguo pasado judaico. Estos exploradores buscaban algo más que una prueba del papel bíblico de Jerusalén. También querían desenterrar restos que fueran tanto espiritual como materialmente valiosos. En 1909 un aristócrata británico llamado Montagu Brownlow Parker incluso reunió a un equipo de físicos, ingenieros y descifradores de códigos provenientes de Europa para buscar los tesoros del templo —incluyendo el arca de la alianza—, de los que los rumores decían que se encontraban enterrados bajo la ciudad.

Parker estimó que los artefactos tendrían un valor de 5700 millones de dólares según el cambio vigente. Él y su peculiar equipo de excavación hicieron túneles durante dos años, pero no consiguieron encontrar nada más que unos pocos fragmentos de cerámica. Desesperados por pagar a los inversores, usaron sobornos para obtener acceso a la Cúpula de la Roca del Noble Santuario. Al ser descubiertos cortando la piedra sagrada que hay debajo de la cúpula, el equipo tuvo que huir para salvar sus vidas. Pronto corrió el falso rumor de que se habían escapado con las riquezas de Salomón. El incidente amargó tanto a los árabes musulmanes, como a los exploradores occidentales y a los gobernadores otomanos de la ciudad. El escándalo subsecuente casi acabó con el gobierno otomano en Estambul.

Los judíos europeos tampoco estaban contentos con los trabajos de excavación en curso. Desde su punto de vista, los cristianos estaban intentando fugarse con importantes restos de su legado.

Montagu Parker en Jerusalén.Illustration by CT / Source Images: WikiMedia Commons / Unsplash
Montagu Parker en Jerusalén.

«Nosotros, que deberíamos ser la parte más interesada en estas excavaciones arqueológicas, no hacemos casi nada en este campo y lo dejamos a quien sea que lo quiera: alemanes, americanos, británicos», se quejaba un escritor en un artículo de un periódico ruso-judío de 1912.

Edmond de Rothschild, un banquero judío francés, comenzó su propia expedición para encontrar el arca de la alianza en 1913. Fue el primer judío en liderar una obra de este tipo en Tierra Santa. Rothschild, que también trabajó para asentar a judíos europeos desplazados en Palestina, estaba deseoso por superar a los cristianos en la búsqueda de los antiguos tesoros judíos.

«Las excavaciones me importan un bledo», le contó a un amigo. «Son las posesiones lo que cuenta».

Esa excavación terminó sin éxito cuando estalló la Primera Guerra Mundial al año siguiente. Aun así, la atención derramada sobre la Jerusalén subterránea por los primeros exploradores occidentales —y la extraordinaria cobertura periodística que acompañó a cada descubrimiento— nutrieron un interés creciente por la ciudad entre aquellos judíos que buscaban una tierra independiente para su pueblo.

Para cuando los británicos arrebataron la ciudad a los otomanos en 1917, los judíos occidentales veían los antiguos sitios arqueológicos de Jerusalén como algo más que simples lugares de oración. Se convirtieron en símbolos de una nación judía. Y lo que había comenzado como un esfuerzo cristiano para probar la veracidad de la historia bíblica dio pie a los comienzos del estado de Israel.

En los albores de la Segunda Guerra Mundial, los británicos cedieron el territorio a las Naciones Unidas, y así nació el estado de Israel. Para entonces, en medio de las secuelas del Holocausto, muchos judíos sintieron un profundo deseo de hacer de Jerusalén su capital.

Después de 1967, cuando Israel arrebató la Antigua Ciudad a las fuerzas árabes, las excavaciones continuaron, pero bajo el auspicio del gobierno israelí. Estas se habían concentrado en el pasado judío, y los políticos israelíes a menudo han citado la arqueología para reclamar todo Jerusalén como territorio israelí. Esto ha levantado quejas, provocado protestas y azuzado revueltas de parte de los palestinos que consideran suya la Ciudad Santa.

La búsqueda de la Jerusalén bíblica comenzada por Robinson continúa provocando controversias políticas y religiosas. De hecho, es esta misma búsqueda la que ha hecho que Jerusalén sea la disputada ciudad que es hoy día.

Andrew Lawler es el autor de Under Jerusalem: The Buried History of the World's Most Contested City.

Traducción por Noa Alarcón.

Edición en español por Livia Giselle Seidel.

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He llegado a mi punto de quiebre como pastor

Pero eso no tiene que significar relaciones quebrantadas con los demás.

Christianity Today February 12, 2022
Illustration by Mallory Rentsch / Source Images: Mission Media / Lightstock / Max Brouwers / Getty / WikiMedia Commons

Un nuevo estudio de Barna descubrió que el 38 por ciento de los pastores han considerado seriamente dejar el ministerio en el último año.

Yo soy uno de ese 38 por ciento.

Incluso en los mejores tiempos, el ministerio pastoral siempre se ha sentido como un llamado grande y pesado. Pero los acontecimientos de los últimos años en Estados Unidos han hecho que sea aplastante: la elección presidencial, los disturbios en torno a la injusticia racial y una pandemia mundial que ha cobrado la vida de más de 800 000 estadounidenses hasta febrero de 2022.

Nunca antes había considerado el tema de los protocolos de salud en el contexto de la iglesia. Sin embargo, hoy en día ser demasiado estricto con las pautas de salud podría dañar el bienestar de la iglesia, mientras que ser demasiado laxo podría quitarle la vida a un miembro de la congregación. Los pastores como yo tenemos que lidiar con la interminable conversación sobre los servicios en persona frente a los servicios en línea, y cómo servir a los feligreses sin dejar atrás a los inmunocomprometidos o discapacitados [enlaces en inglés].

Todo esto ha inyectado un grado paralizante de complejidad y controversia a cada situación que enfrento y a cada decisión que tomo. Y para empeorar las cosas, se siente como si todos estuvieran nerviosos, listos para alejarse ante el más mínimo indicio de que la iglesia no se alinea con sus perspectivas políticas o personales.

Normalmente, los pastores pueden depender de sus relaciones personales para navegar por una dinámica tan tensa. Pero la COVID-19 también nos ha quitado eso, obligándonos a depender de las llamadas telefónicas y las videollamadas, que no sustituyen la presencia física.

Las situaciones son complejas; las consecuencias, de peso; las críticas, implacables; y el camino a seguir, poco claro. Todo esto ha llevado a muchos pastores, incluyéndome a mí, al punto de quiebre.

Mientras contemplo la posibilidad de dejar el ministerio después de 20 años de servicio, he encontrado poco consuelo o consejo del mundo. Algunas personas dicen que debemos abstenernos de tomar decisiones precipitadas durante un momento tan tumultuoso, lo que podría ser un sabio consejo para aquellos que pueden manejar tal desapego emocional.

Otros sugieren exactamente lo contrario, diciendo que debemos llamar la atención a nuestra salida del ministerio, usándola como una oportunidad para ventilar públicamente cualquier agravio que hayamos sufrido como una forma de protesta, sin importar qué tipo de consecuencias relacionales podamos dejar atrás.

El consejo que he recibido es muy parecido a la temporada en la que nos encontramos: fragmentado, caótico y poco claro.

Pero he encontrado algo de paz en esta palabra que se encuentra en las Escrituras: jesed.

Jesed es una palabra hebrea que se usa en todo el Antiguo Testamento, como en el Salmo 13:5, que dice: «Pero yo confío en tu gran amor (jesed)» (NVI). Jesed no tiene un análogo directo en español, pero con frecuencia se traduce como «bondad amorosa» o «amor leal». Así es como Dios ama a su pueblo, con un amor fiel y duradero que trasciende las circunstancias y las estaciones.

Pero intrínseco a la idea de jesed está la práctica del recuerdo. Después de todo, uno no puede confiar en el amor inagotable de Dios sin pensar en los tiempos pasados ​​en los que el amor de Dios no falló.

Al considerar dejar el ministerio, me he detenido a pensar en el amor fiel de Dios en mi vida. No podría contar la cantidad de veces y situaciones en las que me sentí desesperado y sin esperanza, pero Dios demostró que me vio y cuidó de mí, así como de aquellos a quienes amaba.

A través del diagnóstico de cáncer de mi esposa, la primera y la segunda vez. A través del desempleo frecuente. A través de robos, angustia y fracaso.

Al recordar todos estos momentos, obtuve un regalo precioso: perspectiva, reconocí que a pesar de lo abrumadoramente difícil que ha sido este periodo, me he encontrado con otras situaciones difíciles antes, y el amor de Dios persistió a través de todas ellas.

Esto no significa necesariamente que no deba alejarme del ministerio, sino que no debo dejar que este periodo defina toda mi vida. Es decir, puedo o no ser pastor en el futuro, pero una cosa es segura: el amor de Dios perdurará a través de todo.

Los cristianos tienen un profundo cariño por estudiar las palabras que se usan en las Escrituras para decir amor: ágape, jesed y otras. Pero nuestra comprensión de estas palabras a menudo es incompleta, ya que se enfoca en cómo Dios nos ama. Ágape es una palabra griega que describe el amor incondicional de Dios por nosotros; jesed es la bondad amorosa de Dios para con nosotros.

Si bien esto es cierto, jesed tiene otra aplicación igualmente importante que a menudo pasamos por alto.

Por ejemplo, en el libro de Rut, donde nunca se menciona directamente a Dios, vemos usos frecuentes de la palabra jesed. Describe el cuidado que Noemí recibe de sus nueras y también la generosidad de Booz. Así es como describe Booz a Rut cuando ella comparte su afecto con él. Entonces, este amor leal e infalible no es solo algo que recibimos de Dios: jesed es también la forma en la que somos llamados a amar a los demás.

El primer aspecto de jesed me otorgó una paz más profunda; el segundo me proporcionó una dirección más clara. Sí, el cuidado amoroso de Dios por mí perdurará sin importar lo que suceda. Pero yo también debo amar a los demás de la misma manera, con un amor leal y duradero.

Esto puede ser dolorosamente difícil de hacer en nuestros puntos de quiebre. Muy a menudo, estos son los momentos en que nuestras relaciones pueden desmoronarse a medida que nos alejamos de los demás, física y emocionalmente. Y de todas las consecuencias dolorosas de tales transiciones, estas relaciones quebrantadas pueden perseguirnos por más tiempo y, a menudo, nos llevan a un lamento aún mayor.

Pero no tiene que ser así. Nuestros momentos de quiebre no tienen que resultar en relaciones quebrantadas. Podemos elegir jesed, es decir, persistir obstinadamente en amarnos unos a otros de la misma manera que Dios nos ama. Una vez más, esto no dicta necesariamente nuestras elecciones (ya sea que deje el ministerio o no). Esa decisión aún está ante mí.

Sin embargo, sin importar qué camino me sienta guiado a tomar, permaneceré comprometido con jesed: amar a los que me rodean y así cumplir el mandato de Jesús de amar a los demás de la misma manera en que Dios me ama a mí.

En esta temporada de profunda duda e incertidumbre, esta palabra me ha rescatado. Me ha liberado de estar atrapado y definido por esta única etapa de mi vida mientras trazo un camino claro hacia adelante que me permita mantener las manos limpias y un corazón puro.

Me ha rescatado tanto del miedo como de la amargura, recordándome que pase lo que pase, Dios siempre me amará, y que pase lo que pase, siempre debo amar a los demás.

Para ser honesto, no tengo claridad acerca de lo que el futuro depara para mí o para la iglesia. Quizás me aleje del ministerio, ahora o algún día por venir. Pero ahora sé que puedo hacerlo con la esperanza de un futuro que permanece conectado a mi pasado y un corazón que permanece listo para amar.

Peter Chin es pastor en Rainier Avenue Church y autor de Blindside By God. Él, su esposa y sus cinco hijos viven en el área de Seattle.

Traducción por Sergio Salazar.

Edición en español por Livia Giselle Seidel.

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Culture

La forma más peligrosa de deconstrucción

¿Y si algunos evangélicos presentan el «síndrome de desgaste» sin siquiera notarlo?

Christianity Today February 11, 2022
Illustration by Mallory Rentsch / Source Images: Boris Zhitkov / Getty / Pascal Meier / Unsplash / Shaun Menary / Lightstock

Este artículo fue adaptado del boletín de Russell Moore. Suscríbase aquí [enlaces en inglés].

Con todo lo que se ha hablado acerca de la «deconstrucción» en estos días, uno de los problemas es que muy pocas personas usan esa palabra con el mismo significado.

Para algunas personas, deconstrucción significa perder la fe por completo y convertirse en ateos, agnósticos o en personas espirituales pero no religiosas. Para otros, deconstruir significa seguir creyendo en Jesús, pero tener importantes dificultades con cómo las instituciones religiosas han fracasado.

Y también hay muchos para los que deconstruir significa mantener un compromiso permanente con el cristianismo ortodoxo, así como un sólido compromiso con la iglesia, pero deshaciéndose del bagaje cultural y político asociado a la etiqueta del evangelicalismo.

En un nivel, estos significados divergentes pueden sugerir que el término «deconstrucción» no significa una cosa en particular, es decir, no sin una gran cantidad de especificaciones. Esto es cierto hoy en día también de la palabra «evangélico» —ahora que lo pienso—.

Pero eso no significa que la deconstrucción sea un fenómeno menor de lo que pensamos. De hecho, creo que se podría argumentar que todo el cristianismo evangélico estadounidense se está deconstruyendo, al menos en algún sentido de la palabra.

Es solo que creo que hay más de una manera de deconstruir.

Por un lado, podemos ver que la deconstrucción ocurre en términos de instituciones. Alguien me preguntó hace unas semanas qué porcentaje de iglesias o ministerios creía que estaban divididos por los tumultos políticos y culturales que hoy en día arrasan casi todas las demás facetas de la vida estadounidense. Respondí: «Todas. El cien por cien».

No quiero decir que todas las iglesias estén en conflicto; muchas no lo están. Pero incluso las iglesias y los ministerios que no están en estado de guerra son conscientes del conflicto, y muchos están atentos, preguntándose si una sola palabra mal dicha o algún evento programado podría desencadenarlo.

Más allá de eso, a nivel de individuos y líderes, quizás no tenemos conciencia de que las formas más peligrosas de deconstrucción no son las personas que conocemos y que están dudando, escandalizadas o traumatizadas por lo que han visto en la iglesia. Hay una forma diferente de deconstrucción que realmente podría destruirnos.

Siempre pensé en el «síndrome de desgaste» [burnout] como una forma bastante banal de comunicar el agotamiento por exceso de trabajo. «Asegúrate de tomar unas vacaciones», suele aconsejarse. «No quieres presentar síntomas del síndrome de desgaste».

Sin embargo, en su nuevo libro, The End of Burnout [El fin del síndrome de desgaste], Jonathan Malesic sostiene que este síndrome es algo totalmente distinto. Es, en cambio, «la experiencia de sentir que las expectativas y la realidad en el trabajo tiran en direcciones opuestas». Para ilustrar su punto de vista, utiliza la metáfora de caminar sobre zancos.

Caminar sobre zancos, escribe, es una experiencia similar a la de mantener unidos los ideales y la realidad del trabajo. Cuando los dos zancos están alineados, uno puede mantenerlos juntos y avanzar. Eso no significa que sea fácil, pero es posible caminar. Sin embargo, cuando los zancos están desalineados, es decir, cuando el ideal y la realidad son radicalmente diferentes, la gente encuentra diferentes maneras de afrontar la situación, lo que puede llevar a alguna forma de síndrome de desgaste.

Algunos, afirma, pueden aferrarse a sus ideales mientras la realidad se aleja de ellos. En su caso, la metáfora tiene límites claros, porque su argumento es que ponemos demasiadas expectativas en nuestro trabajo y carreras, esperando que nos den un sentido y un propósito en la vida que en realidad son incapaces de lograr.

En el caso de la iglesia, sin embargo, nuestras expectativas no han sido demasiado altas, sino demasiado bajas. La iglesia está destinada a formar nuestro carácter y, si no a dar sentido a nuestra vida, al menos a orientarnos hacia ese sentido, mediante el culto, la misión y la enseñanza.

Sin embargo, algunos han visto detrás del velo un tipo de cristianismo que ni siquiera aspira a la santidad, el amor, la mansedumbre, la semejanza a Cristo, la renovación de la mente o a soportar las cargas mutuas, es decir, el tipo de iglesia que se encuentra en el Nuevo Testamento. Estas personas a menudo son llevadas al punto de agotamiento por la incongruencia de todo, tal vez cuestionando si se les mintió todo el tiempo.

Para algunos, sostiene Malesic, el zanco se tambalea cuando ignoran la realidad y se aferran a sus ideales de todos modos. Este es el tipo de mecanismo de adaptación que vemos en aquellos que hacen caso omiso de la crisis actual en la iglesia diciendo: «Bueno, piensa en todas las cosas buenas que están sucediendo» o «La mayoría de la gente no es así» o «La iglesia nunca estuvo destinada a estar conformada solo por personas perfectas».

Esas cosas son fáciles de creer, porque en cierto sentido todas son ciertas. Pero a menudo, especialmente en tiempos como estos, lo que realmente significan es: «No hables de estos asuntos en público; podemos resolverlos en privado, pero no queremos darle una mala reputación a Jesús». El problema es que Jesús nunca pidió que su Iglesia protegiera su reputación, especialmente encubriendo cuando se hace algo malo o peligroso en su nombre.

Pero más aún, como señala Malesic acerca del espacio laboral, la mentalidad que dice: «Si no hablamos de ello, simplemente desaparecerá» no puede sostenerse. Si nuestros ideales morales son fuertes pero nos tranquilizamos con una versión falsa de la realidad, acabaremos viendo a través de nuestros propios engaños. Y los demás ciertamente verán lo mismo.

Y cuando eso ocurre, se produce un tipo diferente de síndrome de desgaste: la frustración. Es decir, empezamos a perder la esperanza de que alguna vez se pueda hacer algo para arreglar las cosas.

Sin embargo, la forma más peligrosa de deconstrucción es la que vemos en las vidas de personas que nunca se imaginaron a sí mismos en un proceso de deconstrucción. Muchos de ellos parecen creer lo que siempre han creído, y siguen perteneciendo o dirigiendo las mismas instituciones de siempre.

De hecho, a menudo son ellos quienes denuncian acaloradamente a los que están en un proceso de deconstrucción, o quienes todavía se preguntan cómo y por qué pueden surgir frutos tan horribles de sistemas e instituciones que presumían de ser piadosos, de confianza y «confesionales».

Para algunas de estas personas, hay un tipo de deconstrucción o estilo de síndrome de desgaste totalmente distinto.

Malesic sostiene que esta forma de síndrome de desgaste se produce cuando los ideales y la realidad son tan divergentes que, al tener que elegir uno de los zancos al cual aferrarse, abandonan los ideales para conformarse con la realidad tal y como es.

Al principio, pueden encontrar todo tipo de razones por las que sus antiguos ideales eran demasiado irreales, aunque estas nuevas razones sean completamente incongruentes con lo que antes defendían. Se dice que las personas que esperan que la Iglesia esté a la altura de lo que Jesús exigió de ella «están tratando de ganarse el favor de las élites», o «no son realistas sobre cómo funciona el mundo», o «no ven lo que estaría en juego si no alineamos todas nuestras tropas alrededor de “las bases”».

Al seguir esta estrategia, la gente empieza a despersonalizar a aquellos quienes los rodean. Y esto conduce al cinismo. Una vez que la institución es lo único que queda (llámese «el movimiento», «la causa», «la teología» o, peor aún, su propia posición y plataforma), en última instancia han derribado su propio carácter individual, el cual es necesario para proteger y construir esas instituciones.

Lo que es peor, es que al llegar a este punto también han asesinado la conciencia personal necesaria para escuchar el llamado al arrepentimiento. Uno puede ser fácilmente un defraudador en el mercado o en la arena política. Pero jugar a lo que «las bases» quieren o esperan de la iglesia de Jesucristo año tras año hace algo mucho peor, y no solo a la institución o a las vidas de los perjudicados, sino a las propias almas de los que juegan el juego.

Una vez que han reducido sus principios morales a solo aquellos que son útiles para mantener su propio lugar de pertenencia, esencialmente se han deconstruido a sí mismos.

Mientras observamos cómo el evangelicalismo en Estados Unidos se deconstruye de diversas maneras, me pregunto si lo que deberíamos hacer no es evitar el síndrome de desgaste, sino más bien buscar el tipo correcto de desgaste. Después de todo, las obras más milagrosas de Dios a menudo parecen llegar en el momento de nuestra mayor frustración, impotencia e incluso desesperanza.

El profeta Elías no estaba loco por creer que se encontraba en una situación sin esperanza. En su tiempo, el pueblo de Dios era cautivo de la idolatría y de un liderazgo vicioso, depredador y narcisista. Pero Elías tuvo que llegar al punto de escuchar a Dios diciéndole: ¿Qué haces aquí, Elías? (1 Reyes 19:9).

Juan el Bautista no estaba siendo irracional cuando envió a sus discípulos a preguntarle a Jesús: «¿Eres tú el que ha de venir, o debemos esperar a otro?» (Lucas 7:20). Y cuando los discípulos que iban de camino a Emaús le dijeron a su compañero de viaje —el recién crucificado Jesús—: «… nosotros abrigábamos la esperanza de que era él quien redimiría a Israel» (24:21), Jesús les reveló que sus esperanzas ya se habían cumplido de una manera que no habrían podido imaginar hasta ese mismo momento.

La cuestión no es si vamos a deconstruir, sino qué vamos a deconstruir.

¿Será la madera, el heno y el rastrojo, que están destinados a arder y consumirse (1 Corintios 3:12–13)? ¿O serán nuestras propias almas? A veces las personas que creemos que están «deconstruyendo» solo están afligidas y preguntándole a Dios dónde está en un momento como este. Eso ya ha ocurrido antes.

Por el contrario, a veces las personas que parecen más confiadas y seguras, aquellas que están escudriñando los límites de la herejía, son las que han dejado de creer en el nuevo nacimiento, en la renovación de la mente y en el tribunal de Cristo. Para ellos, todo lo que queda es una ortodoxia basada no en un Cristo vivo, sino en una marca de prestigio.

Y esa puede ser la deconstrucción más triste de todas.

Russell Moore dirige el Proyecto de Teología Pública en Christianity Today.

Traducción y edición en español por Livia Giselle Seidel.

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News

Las búsquedas de «coronavirus» en internet llevan a millones a escuchar de Jesús

Miles de personas han hecho clic para orar por salvación desde que comenzó la pandemia. ¿Este aumento es temporal o es el preludio de una era de mayor alcance del Evangelio en línea?

Christianity Today February 10, 2022
Illustration by Mallory Rentsch / Source Images: Kari Shea / Unsplash / Pearl / Lightstock

Esta es una versión revisada y corregida de la traducción publicada en abril de 2020.

Millones de personas preocupadas que han recurrido a Google debido a su ansiedad por la COVID-19 han entrado en contacto con evangelistas cristianos, lo que ha llevado a un aumento en las conversiones en línea durante el mes de marzo de 2020.

En Filipinas, una mujer llamada Grace encontró un sitio web [todos los enlaces redirigen a contenidos en inglés] sobre el miedo al coronavirus presentado por la organización de evangelismo en línea Global Media Outreach (GMO). «Por favor, ayúdeme a no preocuparme por todo», escribió en una conversación con un consejero voluntario. «Todo lo que está sucediendo ahora es muy confuso». El consejero le explicó que solo Jesús puede traer paz duradera, y Grace recibió a Jesús como su Salvador.

En Estados Unidos, un voluntario de la Asociación Evangelística Billy Graham (BGEA, por sus siglas en inglés) conversó en línea con una joven madre llamada Brittany, a quien le preocupaba que la COVID-19 le quitara la vida a ella y a sus hijos. El voluntario le ofreció paz y esperanza, y Brittany también aceptó a Cristo.

Tres de los mayores ministerios de evangelismo en línea —GMO, BGEA y Cru— reportan, de forma acumulada, al menos 200 millones de presentaciones del Evangelio en internet por año. Los tres dicen que el número de personas que buscan información en línea sobre cómo conocer a Jesús ha aumentado desde que el brote de la COVID-19 fue declarado pandemia a principios de marzo de 2020.

En la segunda mitad de marzo de 2020, la GMO registró un incremento del 170 % de clics en anuncios sobre hallar esperanza de los motores de búsqueda. Los clics en anuncios con mensajes sobre el miedo aumentaron un 57 %, y en aquellos sobre la preocupación, un 39 %. El número de presentaciones del Evangelio del ministerio en marzo, que alcanzó los 12.4 millones, representó un aumento del 16 % con respecto al mes promedio en 2019.

Este aumento reciente coincide con un hallazgo más amplio de un profesor de la Universidad de Copenhague: durante el mes de marzo, las búsquedas en internet relacionadas con la oración en 75 países se dispararon a los niveles más altos en cinco años.

«Estamos viendo cómo millones de personas cobran ánimo para hablar sobre la fe cuando se enfrentan al miedo», dijo Michelle Diedrich, directora del programa para aquellos abiertos a saber más de Jesús en la GMO, «y estamos esforzándonos para estar disponibles para ellos».

«No soy realmente una persona religiosa, pero no sé a quién recurrir si no es a Dios».

Los pastores, evangelistas y ministerios en línea tienden a contar una historia similar: la COVID-19 intensificó una tendencia que ya era significativa hacia el evangelismo en internet. A medida que la propagación del virus disminuya, buscarán determinar si el repunte en el testimonio en línea puede ser sostenido, y cómo podrían mejorar el discipulado para estos nuevos creyentes. Solo una fracción de los que llegan a la fe en línea participan en discusiones de seguimiento o reportan haberse unido a una iglesia local.

El evangelismo a través de 'electrones y avatares'

En marzo, la BGEA lanzó páginas de aterrizaje (landing pages) con recursos sobre el coronavirus en seis idiomas (inglés, español, portugués, coreano, chino mandarín y árabe). La asociación también lanzó campañas en las redes sociales con temáticas en torno al miedo.

En las primeras cuatro semanas, 173 mil personas visitaron los sitios web y más de 10 mil hicieron clic en un botón que indicaba que tomaron decisiones por Cristo, dijo Mark Appleton, director de evangelismo por internet de la BGEA. Estas cifras no incluyen la navegación en los sitios evangelísticos de la BGEA, entre los cuales están EnbuscadeJesus.net y PazconDios.net (en inglés SearchForJesus.net y PeaceWithGod.net), los cuales reciben casi 30 mil visitas por día en sus páginas en inglés. (CT informó en 2015 que las presentaciones en línea del Evangelio a través de la BGEA eran equivalentes a una cruzada diaria de Billy Graham).

Un visitante de la página del coronavirus, un joven de 17 años llamado Donmere, le dijo a un voluntario en el chat: «No soy realmente una persona religiosa, pero no sé a quién más recurrir si no es a Dios». Cuarenta y cinco minutos más tarde, Donmere se convirtió en seguidor de Cristo y le habían facilitado recursos de discipulado.

La conversión de Donmere se ajusta al perfil de las experiencias típicas de salvación en internet.

El pastor Mark Penick, en su tesis doctoral de 2013 en la Universidad Bautista de Dallas, estudió a los conversos que vinieron a Cristo a través del sitio evangelístico IAmSecond.com.. A través de entrevistas detalladas con 37 personas en 17 estados, Penick determinó que todos sus sujetos «experimentaron un dilema difícil de superar» ya sea un divorcio, la pérdida de un empleo o una crisis financiera que los dejó buscando respuestas y haciéndose preguntas. El 86 % dijo que encontrar un sitio web cristiano no estaba en sus planes, pero accedió a dicho sitio por «iniciativa propia» (a través de acciones como hacer clic en un anuncio o el resultado de un motor de búsqueda). Alrededor del 75 % tenía «problemas personales y de adicción» previos a sus conversiones en línea.

Hay pocos análisis académicos del evangelismo en internet —en su mayoría disertaciones y proyectos de doctorado sobre iniciativas evangelísticas específicas—, pero en 2014, el Centro de Investigación Pew encontró que testificar acerca del Evangelio de forma informal en línea era relativamente común. Uno de cada cinco estadounidenses dijo que compartían su fe en línea al menos una vez por semana y el 60 % dijo que veían publicaciones en línea donde se compartían temas religiosos al menos semanalmente.

En 2018, Barna Research informó que la mayoría de los cristianos están de acuerdo en que la tecnología está facilitando la evangelización y que el 58 % de los no cristianos dijeron que alguien había compartido su fe con ellos en Facebook. Otro 14 % escuchó un testimonio a través de otros canales en redes sociales.

Ed Stetzer, director del Centro Billy Graham para el Evangelismo en Wheaton College, dijo que los misionólogos generalmente tienen una visión favorable del evangelismo en internet.

«Históricamente, siempre hemos pensado que el evangelismo se hace con nuestros pies y nuestros rostros», dijo. «Vamos y compartimos. Pero la gente considera que está bien incluso si conlleva el uso de electrones y avatares» en el siglo XXI.

En Cru, el evangelismo también involucra emoticones. Entre las herramientas de evangelismo digital de Cru para los campus universitarios hay una encuesta que debe ser respondida con emoticones para iniciar una conversación espiritual. La presencia en línea de Cru también incluye aplicaciones móviles evangelísticas, presentaciones del Evangelio en varios idiomas, además de artículos en línea que utilizan las necesidades percibidas como puentes para transmitir el Evangelio. Uno de los sitios web evangelísticos más eficaces del ministerio, EveryStudent.com, recibió 56 millones de visitas el año pasado y registró 657 mil decisiones por Cristo.

En respuesta a la COVID-19, Cru ha añadido 52 nuevos recursos a sus sitios web. El consecuente aumento en el tráfico representa un ritmo sostenido que podría llevar al ministerio a sobrepasar por 20 millones el número total de visitantes del año pasado a EveryStudent.com en 2020, y el total de decisiones por Cristo por más de 300 mil.

El ministerio universitario InterVarsity USA reportó un aumento similar en el interés espiritual en el contexto de la COVID-19. A principios de abril, en un anuncio de recaudación de fondos en línea, el ministerio declaró: «Hemos visto más decisiones para seguir a Jesús por primera vez en la última semana que en cualquier otro momento del año pasado».

Un estudio realizado por el American Enterprise Institute sugirió que los jóvenes adultos a los que se dirigen ministerios como Cru e InterVarsity pueden estar más preocupados por el coronavirus, al menos en algunos aspectos, que sus contrapartes de generaciones mayores.

La encuesta encontró que el 53 % de jóvenes entre 18 y 29 años están preocupados por poder pagar los costos básicos de vivienda en medio de la pandemia. El 59 % de las personas de entre 30 y 49 años expresaron la misma preocupación, comparado con solo el 29 % de los estadounidenses mayores de 65 años. Personas de todas las generaciones dijeron que el brote de coronavirus les ha hecho sentirse más cerca de Dios, lo cual incluye el 14 % de personas que expresaron no estar afiliadas a ninguna religión.

A pesar del aumento registrado del interés religioso a medida que la COVID-19 se esparce por el mundo, sigue sin estar claro qué porcentaje del aumento del tráfico religioso en internet se debe a un mayor interés, y qué porcentaje representa solo un reemplazo temporal de las actividades religiosas en persona. Cru, por ejemplo, ha trasladado todas sus reuniones de evangelismo y discipulado a grupos en línea a través del software de videoconferencias Zoom. En un solo día a finales de marzo, Cru tuvo 746 llamadas por Zoom, en comparación con 474 en el mes de febrero antes de que el distanciamiento social comenzara formalmente en Estados Unidos.

Para el 29 de marzo de 2020, solo el 7 % de las iglesias estadounidenses tenían reuniones presenciales, y la mayoría las habían trasladado a reuniones virtuales, según una encuesta de LifeWay Research. Solo el 8 % de los pastores protestantes dijeron que no habían proporcionado sermones en línea ni servicios de adoración para sus congregaciones durante el mes de marzo.

La Gran Comisión pasa a ser digital

Independientemente de si el aumento del tráfico de internet es permanente o temporal, es evidente que el alcance del evangelismo en línea es global. Durante una semana en marzo, los recursos digitales de Cru fueron utilizados por personas de todos los países del mundo, dijo Mark Gauthier, vicepresidente de Cru.

Gracias a las herramientas en línea, el cuerpo de Cristo «tiene la capacidad de plantar iglesias en cada grupo de personas no alcanzadas» con menos gasto de recursos que nunca, dijo. «Este es uno de los mejores momentos en la historia de la Iglesia para el cumplimiento de la Gran Comisión».

Los puntos claves en materia de COVID-19 han recibido un enfoque especial en los esfuerzos de evangelización en línea. La BGEA lanzó una campaña en redes sociales en España dirigida específicamente a ese país, donde para abril de 2020 unas 120 mil personas habían dado positivo en las pruebas de coronavirus y casi 11 mil habían muerto. Durante la primera semana de la campaña, 93 mil personas vieron publicaciones dirigidas en Facebook por al menos 10 segundos. En tan solo una semana, más de mil personas tuvieron conversaciones por chat en inglés y en español con voluntarios de la BGEA.

Sammy Tippit, evangelista de la denominación de los bautistas del sur, a principios de 2020 tenía planes para evangelizar en Irán durante ese año, donde a la fecha se habían reportado 45 mil casos de COVID-19. A sus 72 años, Tippit ha sido testigo del poder del evangelismo por internet en los últimos cuatro años. Su viaje en línea comenzó predicando sermones evangelísticos a aldeas en la India a través de Skype. Esto lo condujo a un evento transmitido por Skype donde 10 mil indios se reunieron para ver a Tippit predicar a través de video y cinco mil indicaron su deseo de rendir su vida a Cristo.

Para llevar un seguimiento con esos nuevos creyentes, Tippit comenzó a hacer videos de discipulado de tres minutos y a compartirlos en las redes sociales. Los videos tuvieron éxito, y ahora una red global de socios del ministerio está preparándose para distribuir dos sermones de Tippit a sus amigos no cristianos el 30 y 31 de mayo. Los sermones serán traducidos a diez idiomas y serán compartidos a través de la aplicación de mensajería WhatsApp en cerca de 70 países, con una audiencia prevista de 10 millones de personas.

Una estación de televisión en Irán se enteró de este esfuerzo y se está asociando con Tippit para distribuir los sermones evangelísticos a otras 6 millones de personas.

Solo un «puñado» de evangelistas está haciendo ministerio en línea a esa escala, dijo Tippit, presidente de la Conferencia de Evangelistas Bautistas del Sur. Pero «mucha gente que conozco» está «haciendo algo en Facebook» y llegando a cientos. Tippit planea capacitar a otros evangelistas para ampliar su alcance a través de internet.

El punto débil del evangelismo masivo

La mayor dificultad con el evangelismo en línea es el seguimiento. El año pasado, 60 mil personas indicaron cada día en los sitios web de la GMO que habían decidido seguir a Cristo (ya sea por primera vez o para renovar su compromiso), pero el ministerio solo fue capaz de rastrear a 5244 personas durante ese el año que se involucraron en una iglesia local después de comenzar su relación con Cristo. «Ese ha sido nuestro mayor desafío», dijo Diedrich.

Mientras la pandemia mantenga las puertas de las iglesias cerradas, los nuevos creyentes dependerán aún más de los recursos digitales para su discipulado.

De las 10 mil personas que indicaron decisiones de salvación durante la campaña de COVID-19 de la BGEA, unas 2030 solicitaron seguimiento. Para la BGEA, guiar a los nuevos creyentes a cursos de discipulado en línea representa una parte fundamental de ese seguimiento, además de alentarlos a involucrarse con una iglesia local. En marzo de 2020, el ministerio registró la inscripción de 3043 personas en cursos de discipulado, un 37 % más que la inscripción mensual promedio. Cru observa que alrededor del 40 % de las personas que registran decisiones de salvación a través de EveryStudent.com proceden al seguimiento en línea. Esto incluye completar una serie de lecciones de discipulado y la oportunidad de interactuar con alguien a través del chat para conversar sobre lo que el nuevo creyente está aprendiendo.

Sin embargo, la dificultad de dar seguimiento a aquellos que profesan la fe no es exclusiva del evangelismo por internet. El mismo problema ha afectado a las cruzadas y otras formas de evangelismo masivo, dijo Stetzer.

«Este ha sido el punto débil de todos durante los últimos cien años», dijo. Sin embargo, «no debemos alejarnos porque este es el desafío. Debemos tratar de abordarlo» con «vínculos más fuertes con las iglesias locales».

A pesar del desafío de seguimiento, los beneficios del evangelismo en línea parecen superar los inconvenientes. Los misionólogos señalan la disposición de los que buscan conversar sobre asuntos espirituales con mayor profundidad debido al anonimato que ofrece la comunicación en línea. Por lo general, las personas también confiarán en el consejo bíblico de sitios web que parezcan profesionales y de buena reputación. Asimismo, el testimonio vía internet crea oportunidades menos estresantes para los cristianos que intentan evangelizar por primera vez y que pueden vacilar al compartir su fe en persona.

Un voluntario de la BGEA en línea informó: «He vivido frente a la casa de mi vecino por 10 años, y un día simplemente fui y compartí el Evangelio con él por primera vez porque había comenzado a evangelizar en internet y así aprendí a tener conversaciones con la gente», relató Appleton.

Como punta de lanza en el evangelismo en línea en 2020 se celebró el Día Mundial de Alcance global 2020. Esta celebración, realizada el 30 de mayo, fue llevada a cabo principalmente a causa de la pandemia por COVID-19 y la creciente naturaleza digital del mundo. La coalición internacional de organizadores se propuso la meta de movilizar a 100 millones de creyentes para evangelizar a mil millones de personas en todo el mundo en el mes de mayo de ese año.

Los principales métodos evangelísticos incluyen publicar testimonios personales en línea y luego compartirlos con amigos a través de texto o redes sociales. (La Convención Bautista del Sur ha lanzado una campaña similar, con ajustes realizados debido a la pandemia, llamada Who’s Your One?).

Si cada cristiano enviara una presentación del Evangelio a una persona en línea y le preguntara a esa persona su opinión al respecto, «… veríamos a mucha gente teniendo la oportunidad de conocer a Cristo, y veríamos mucho fruto», dijo Gauthier.

David Roach es escritor en Nashville.

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