Hace casi cinco años, un pastor de alto perfil, que había compartido con valentía y en público su lucha contra la depresión, se quitó la vida. En los días posteriores a su muerte, circuló ampliamente en las plataformas de redes sociales un llamado para que los clérigos con problemas de salud mental dejaran sus puestos.
Entiendo la motivación. El argumento surgió con la buena intención de prevenir tragedias similares. Sin embargo, como pastor que ha sufrido tormento mental crónico, este argumento simplista me pareció un ejemplo de la torpeza generalizada dentro de la iglesia cuando se trata de abordar el tema de las enfermedades mentales. Maestros cristianos prominentes, incluido recientemente el autor y pastor californiano John MacArthur, han negado que existan trastornos diagnosticables como el TOC (Trastorno Obsesivo Compulsivo) y el TDAH (Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad).
En mi propio ministerio, mis luchas con la ansiedad y el TOC han demostrado ser un terreno fértil para conectar con la gente. Abrirme a hablar de mis problemas de salud mental me ha llevado a establecer relaciones más profundas, ya que Dios tomó la aflicción que inicialmente sentí como una debilidad y la puso en acción. Su fortaleza, como Él dice, se manifiesta en nuestra debilidad (2 Corintios 12:9).
Por eso, me resulta alentador ver que en nuestra cultura se presta cada vez más atención a la salud mental y se muestra compasión a las personas que sufren de enfermedades mentales. También están proliferando los recursos cristianos que abordan la intersección entre la fe y las enfermedades mentales, y que ofrecen opciones con un fundamento teológico para brindar una mejor atención. Y hay innumerables ejemplos de congregaciones que demuestran el amor de Cristo a quienes sufren angustia mental.
Sin embargo, el estigma que acompaña a las enfermedades mentales persiste y, en el ámbito eclesial, el problema suele complicarse aún más a causa de la ignorancia o de una teología equivocada. Los líderes de las iglesias suelen ser los «socorristas» de los cristianos que sufren a causa de problemas psicológicos, pero muchos pastores no están bien preparados para reconocer o tratar las enfermedades mentales.
Menos del 10 por ciento de las personas que buscan el consejo de un pastor son encaminadas a visitar a un profesional de la salud mental, incluso cuando sus síntomas lo justifican. Y la necesidad es apremiante: según el Instituto Nacional de Salud Mental, aproximadamente uno de cada cinco adultos estadounidenses padece una enfermedad mental diagnosticable (de gravedad variable), y la cifra aumenta a uno de cada dos entre los adolescentes.
En mis primeros años como pastor, no estaba preparado para afrontar el torrente de necesidades humanas que encontraría en el trabajo. La limitada formación que había recibido en el seminario en materia de salud mental no hizo más que darme algunas nociones superficiales que me hicieron sentir más preparado de lo que estaba.
Chocar con mi propio muro mental alteró drásticamente mi comprensión y me dio mayor compasión. Resulta que los mismos versículos que le citamos a los congregantes ansiosos suenan muy diferentes cuando eres tú el que está paralizado por la ansiedad.
Hay un consuelo y una fortaleza incomparables en Aquel que cargó con todos nuestros dolores y enfermedades, incluso los del alma y la mente. Pero la persona de fe que está sumida en una crisis mental a menudo debe enfrentarse a una comunidad que se muestra muy incómoda cuando alguien padece dolor continuo e irresoluble.
Hace poco escuché en la radio a un conocido orador cristiano que afirmaba con contundencia que las personas que se encuentran en estado de depresión y ansiedad no están experimentando la unción del Señor. El mensaje era claro: si tienes sentimientos equivocados, no vas a recibir la bendición de Dios. Tal manera de pensar puede sonar bíblica, no obstante, promueve un evangelio sin gracia.
¿Cómo debería responder la Iglesia a las enfermedades mentales? ¿Cómo podemos cuidar mejor a los demás? Le pedí a un grupo de destacados autores cristianos, expertos y compañeros de sufrimiento que compartieran su opinión.
Estas entrevistas han sido editadas y condensadas.
¿Qué es una buena salud mental?
Steve Cuss, autor y presentador del pódcast Being Human de CT: Esa es una gran pregunta. La salud mental es el modo en que te ves a ti mismo, a los demás, al mundo y a Dios, que es coherente con la realidad. Es cuando tienes la capacidad de pensar con claridad y tienes acceso a una amplia gama de emociones, pero no te dejas consumir por ellas.
Aundrea Paxton, copresentadora del pódcast Rise and Form, psicóloga clínica y fundadora de Take Heart Counseling: La Biblia nos da una idea de cómo son el bienestar y la salud perfectos. En Génesis 2, vemos que los humanos prosperan cuando tienen una relación sólida con Dios y con los demás, cuando cuidan su cuerpo físico, cuando aprecian y disfrutan la creación de Dios, cuando tienen un sentido de propósito y cuando no sienten vergüenza.
O. Alan Noble, profesor asociado de inglés en la Universidad Bautista de Oklahoma y autor de On Getting Out of Bed: Entre otras cosas, una buena salud mental incluye la capacidad de sentarse solo sin distracciones y no caer en la ansiedad, la depresión o la desesperación. Implica sentir toda la gama de emociones humanas, pero no permitir que esas emociones anulen la capacidad de razonar o la voluntad de buscar el bien.
¿Por qué la falta de una buena salud mental nos inquieta? Sospecho que la mayoría de nosotros no nos sentimos preparados para ayudar a las personas con problemas de salud mental. ¿Esto les sucede exclusivamente a los cristianos?
Hannah Brencher, educadora en línea, oradora de TED talks y autora de Come Matter Here y Fighting Forward: Apoyar a alguien que padece una enfermedad mental es algo difícil. Es una realidad que no podemos endulzar ni restarle importancia.
Seré sincera: antes de atravesar mi propia depresión, creo que no sabía cómo estar a la altura de alguien que estaba pasando por lo mismo. Atravesar y vivir la depresión me permitió entender que necesitaba que me cuidaran y luego expresar eso a otras personas.
Paxton: Aunque la iglesia se ha vuelto más fuerte, todavía quedan restos de suposiciones falsas sobre cómo las diferentes emociones y enfermedades se relacionan con la fe y la salvación.
¿Qué tipo de suposiciones?
Paxton: Las suposiciones sobre el pecado y la vergüenza pueden hacer que las personas oculten, nieguen y supriman sus necesidades de salud mental, lo que dificulta tolerar estas necesidades en los demás.
Brencher: Me sorprende la cantidad de cristianos que todavía creen que las enfermedades mentales están relacionadas con la falta de fe en Dios. Es algo que me dijeron varias veces durante mi depresión severa.
¿Cómo te impactó esto?
Hannah Brencher: Esa idea me hizo mucho daño, especialmente porque estaba usando toda mi energía extra para buscar a Dios en medio de la lucha. Ahora entiendo, aunque por desgracia no lo sabía en ese entonces: que Dios no tiene colgando sobre mi cabeza una cierta medida de fe, ni me pide que alcance ese nivel para llegar a encontrar alivio.
Me llevó mucho tiempo ver que Dios es un compañero en el viaje hacia el bienestar mental, no un enemigo.
Noble: Los evangélicos, por definición, se preocupan por la evangelización y, en el mundo secular en el que vivimos, la evangelización se convierte muy fácilmente en un argumento de venta: «El cristianismo hará que tu vida sea mejor de lo que es actualmente». El cristianismo se convierte en una opción de estilo de vida más entre un mar de opciones.
Cuando eso sucede, nos ponemos muy nerviosos y no queremos dar ninguna señal de que nuestra vida no es la mejor. Por eso, ocultamos nuestro sufrimiento incluso a otros cristianos porque no queremos dar la impresión de que nuestra fe es débil o de que damos un mal testimonio.
¿Cómo respondes cuando cristianos bien intencionados invitan a personas con trastornos de ansiedad a leer versículos como: «No se inquieten por nada» (Filipenses 4:6)?
Paxton: Primero, los animaría a leer todo el libro de Filipenses. Con demasiada frecuencia sacamos las Escrituras de contexto. En segundo lugar, les recordaría el papel del Espíritu Santo al darnos poder para hacer lo que es bueno para nosotros. No podemos hacer nada bueno con nuestras propias fuerzas.
Finalmente, quisiera centrarlos en el versículo 7 de Filipenses 4, que dice: «Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, cuidará sus corazones y sus pensamientos en Cristo Jesús». Las conductas enumeradas en el versículo 6 tienen como fin único volver a centrarnos en la fuente de esa paz.
Entonces, ¿qué crees que la iglesia está haciendo bien en respuesta a la actual crisis de salud mental?
Paxton: La iglesia ha logrado avances importantes en la promoción de debates sobre salud mental y en la reducción de la hostilidad hacia la psicología. Ahora hay más sermones y recursos dedicados a la salud mental.
Cuss: Muchas iglesias con las que trabajo se asocian con profesionales de la salud mental o tienen su propia clínica con terapeutas que cuentan con una licencia estatal. Veo más predicadores que hablan abiertamente sobre la salud mental y, poco a poco, nos estamos volviendo más conscientes con respecto al trauma y estamos comprendiendo la complejidad de la salud integral del cuerpo y el tipo de cosas que nos regresan a ese trauma.
¿En qué áreas nos hacer falta mejorar?
Cuss: Todavía veo a muchos cristianos y líderes de iglesias que tienen una necesidad imperiosa de animar a la gente. No se dan cuenta de que sus palabras y consejos no son en realidad para la persona que está pasando por un momento difícil, sino una forma de aliviar su propia ansiedad cuando están en presencia de alguien que lucha con un problema de salud mental complejo.
El otro desafío es que los problemas de salud mental debilitantes deben ser tratados por un profesional capacitado, y la mayoría de nosotros somos aficionados. No creo que hayamos proporcionado suficientes recursos para ayudar a los aficionados a ser útiles cuando se trata de un compañero o un miembro de la congregación que lucha con problemas de salud mental.
Noble: La iglesia necesita aprender a equilibrar el valor real de la sabiduría espiritual con el valor real de los servicios profesionales de salud mental. Existe un peligro en externalizar todos los casos de sufrimiento mental a profesionales de la salud mental. Es fácil incluso para los cristianos profesionalizar cosas como la tutoría, el consejo sabio, el consejo de los ancianos y la amistad. Por otro lado, también existe un peligro similar en intentar tratar todos los casos de sufrimiento mental solo con oración y consejo pastoral.
¿Existen maneras en que el cuerpo de la iglesia podría ser una fuente de cuidado excepcionalmente poderosa?
Paxton: La iglesia es un lugar donde podemos encontrar el recurso más valioso para afrontar cualquier necesidad: la esperanza en que se encuentra en la obra de Cristo y la paz en la salvación eterna de nuestras almas. Aunque estas verdades no nos protegen de experimentar las pruebas y aflicciones de la vida, nuestras historias no terminarán en dolor; nuestras virtudes y valores pueden darnos estabilidad durante el caos; y nuestro Dios es todo amor, todo poder y todo conocimiento.
Cuss: Todo problema de salud mental debilitante termina por aislarte profundamente. La iglesia puede ofrecer una poderosa comunidad donde se puede encontrar sanación. La mayoría de las personas no quieren nuestros consejos; quieren nuestra presencia. Quieren sentirse vistos; quieren un espacio seguro para ser exactamente ellos mismos.
En su libro Life Together, Dietrich Bonhoeffer dijo que el primer servicio que nos debemos unos a otros es escuchar. Él creía que estamos haciendo el trabajo de Dios mismo cuando prestamos ese tipo de atención. Ese es un pensamiento muy profundo.
Noble: Puede ser el elemento más importante de su recuperación. La iglesia, particularmente tal como se manifiesta en el contexto local, es una hermosa comunidad de cuidado mutuo. El mundo contemporáneo es terriblemente aislante y muchas personas no tienen amigos, y mucho menos amigos en los que puedan confiar para que los acompañen en su sufrimiento. Debería ser el caso que cada cristiano tenga amigos a través de su congregación local que puedan ministrarle.
Cuss: He visto que esto sucede en contextos de iglesia y es muy poderoso. Conozco a muchas personas con problemas de salud mental debilitantes que dicen: «Sin mi comunidad de la iglesia, estaría perdido».
Por el contrario, aunque conocemos el poder singular del evangelio para abordar los problemas de salud mental, las mismas comunidades a las que se les ha confiado ese evangelio a menudo infligen traumas religiosos que agravan los problemas de salud mental. ¿Cómo conciliamos esas dos verdades?
Noble: No hay nada particularmente sorprendente en esto. Es un fenómeno que está presente en todos los aspectos de la iglesia.
¿Podrías ahondar en esta idea?
Noble: La Iglesia enseña la fidelidad en el matrimonio y, sin embargo, los pastores son sorprendidos regularmente en infidelidad. La Iglesia nos enseña a dar generosamente a los necesitados y, sin embargo, muchos cristianos practican lo que Francis Schaeffer una vez llamó el «[uso no compasivo de] la riqueza acumulada». Los cristianos no logran vivir de acuerdo con el estándar establecido por la Palabra de Dios, y seguirán sin lograrlo, individual y colectivamente, hasta que Cristo regrese. Esta es una enseñanza difícil.
Cuss: Por cada historia positiva que escucho sobre la ayuda de la iglesia, escucho dos que causan un daño significativo. Creo que el trauma religioso se ve agravado por algunas dinámicas:
- No nos damos cuenta del poder espiritual que tenemos como líderes de la iglesia, por lo que nuestras palabras tienen un poder significativo. Pero también lo tienen las Escrituras, por lo que cuando usamos la Biblia como «prescripción», podemos causar daño sin querer.
- Algunos líderes religiosos simplemente no comprenden la naturaleza de la salud mental y la ven a través de una dicotomía simplista de ángeles y demonios, o prescriben alguna versión cristiana de «mira el lado positivo». Muchos líderes cristianos no saben qué hacer o decir ante el dolor abrumador o complejo.
- Es vulnerable compartir tu mundo interior y tu caminar en busca de salud mental, y cuando alguien prescribe una solución cristiana simplista e incorrecta, causa un daño real y te aísla aún más.
Paxton: Creo que dos cosas pueden ser ciertas al mismo tiempo, especialmente cuando se trata de Dios. En primer lugar, como humanos, somos seres caídos e imperfectos y, por lo tanto, lastimamos a los demás. En segundo lugar, Dios puede obrar a través de seres humanos imperfectos de una manera poderosa. Ningún ser humano podrá jamás reflejar a la perfección la plenitud del carácter de Dios, pero Dios no está limitado por eso.
Dejemos de lado la iglesia y hablemos de tus propias experiencias con la enfermedad mental. En el cristianismo, la victoria suele equipararse a la liberación total de la aflicción. Sin embargo, siempre vuelvo al aguijón de Pablo y a cómo la fortaleza de Dios se manifestó más en esa debilidad constante que en una cura milagrosa para él.
Noble: Hasta ahora, Dios me ha pedido que soporte el sufrimiento de la enfermedad mental. Espero, oro y trabajo por recuperarme, pero descanso sabiendo que, en última instancia, seré sanado, incluso si no es en esta vida. Esta es la postura con la que aliento a todos los que sufren. Tengan esperanza, oren y trabajen por su recuperación; ¡aboguen por sí mismos! Pero pongan su fe en Cristo y acepten que se les puede pedir que soporten y glorifiquen a Cristo en su debilidad.
Brencher: Creo que el poder de Dios se manifiesta en mí a través de una vida diaria y un estilo de vida que favorece mi salud mental. Tomo medicamentos para la depresión desde hace casi una década. No sé si los tomaré por el resto de mi vida, pero sí sé que me permiten prosperar a diario, que es lo que más me importa.
Entonces, ¿sientes que tus oraciones han sido respondidas a pesar de la batalla en curso?
Brencher: No creo que mi historia sea menos importante porque no recibí una sanación milagrosa. Creo que la sanidad es algo que practico y en lo que me apoyo todos los días, y hay mucho poder en eso.
Paxton: El fin del matrimonio de mis padres fue una experiencia importante que me llevó a estudiar psicología. Aunque fue un momento doloroso que dejó muchas heridas, he visto a Dios utilizarlo para su bien. Cuando me siento frente a mis clientes, a veces tengo el privilegio de trabajar con ellos el tiempo suficiente para ver cómo Dios estuvo presente con ellos en su dolor y luego utilizó ese dolor como un trampolín en sus vidas.
En tu propia historia de sufrimiento, ¿tienes ejemplos de maneras en que experimentaste la gracia y la sanación a través de la comunidad cristiana?
Noble: Son demasiadas las veces que he pasado por esto. Casi toda la gracia y la sanación que he experimentado han llegado a través de la comunidad: de amigos que estaban dispuestos a llamarme cuando les enviaba un mensaje de texto en medio de un ataque de pánico, de amigos que me dieron consejos sabios, de amigos que me dieron advertencias firmes pero necesarias.
Cuss: Tengo muchos ejemplos tangibles de haber experimentado amor y cuidado cuando no me encontraba bien. El más conmovedor fue un domingo por la mañana cuando me enteré de que un amigo se había quitado la vida. Recibí la noticia aproximadamente una hora antes de predicar y estaba en estado de shock, pero no lo reconocí como tal. Así que salí a predicar y me desmoroné por completo frente a todos. Mi congregación me cuidó muy bien, en el sentido de que aquellos que eran cercanos a mí se acercaron aún más y me cuidaron. Aquellos que no eran cercanos me dejaron en paz. A veces, el cuidado significa darle espacio a alguien en lugar de asfixiarlo con cuidados.
Brencher: En mi camino hacia la depresión, nunca olvidaré a quienes estuvieron presentes físicamente; a quienes me trajeron comida, me llevaron a las citas, me abrazaron, me prepararon tazas de té y se sentaron conmigo durante la tormenta. Su presencia me devolvió la vida.
Parece que estamos de acuerdo en el poder de la comunidad y las relaciones cristianas, pero ¿qué le dirías a alguien que desea todo esto, pero que todavía no ha encontrado una familia en la iglesia?
Noble: Lamento que esta no haya sido tu experiencia. Estas comunidades existen, pero tendrás que ser intencional. Si no eres un participante activo al cultivar amistades, no sucederá.
Brencher: Constantemente tengo que recordarme a mí mismo que la iglesia está formada por personas, y nosotros, las personas, nos equivocamos todo el tiempo. Sigue buscando los lugares que conocen la gracia y el poder. Sigue buscando a las personas que caminarán contigo bajo la lluvia. Si te encuentras con personas que solo pueden ayudarte en tus mejores momentos, pero no en la tormenta, esas no son las personas adecuadas.
Aundrea, tú puedes ayudarnos a cerrar esta conversación. Sabiendo que los pastores no pueden obligar a nadie a buscar ayuda profesional, ¿cuáles podrían ser algunos indicadores de cuándo es el momento de derivar a un miembro de la congregación a algo más que atención espiritual?
Paxton: El apoyo a las enfermedades mentales siempre debe involucrar a una comunidad de personas. Sin embargo, si se evidencia alguna de las siguientes situaciones, un profesional de la salud mental definitivamente debería ser una de esas personas:
- Cualquier riesgo de seguridad que implique autolesión, consumo de sustancias o pensamientos o acciones suicidas.
- Cuando la angustia que comparte una persona afecta su capacidad para funcionar en su vida diaria o provoca angustia persistente y/o creciente.
- Cambios significativos en el apetito, el sueño, el nivel de energía y la participación social.
- Un largo período sin cambios que lleva a un mal estado mental o a una resistencia al cambio.
Animo a los pastores a que consideren contar con un profesional de la salud mental en quien confíen y que pueda ser un asesor permanente, así como un apoyo personal para ellos.
JD Peabody es pastor de la iglesia New Day en Federal Way, Washington, y autor de Perfectly Suited: The Armor of God for the Anxious Mind.