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Lo que los académicos escépticos admiten acerca de las apariciones de Jesús después de la Resurrección

La evidencia histórica es clara: Aquellos que dijeron verlo resucitado deben haber visto algo.

Christianity Today April 20, 2020
Illustration by Mallory Rentsch / Source Images: ZU_09 / Getty Images / Annie Spratt / Unsplash

El 26 de junio de 2000, ABC emitió un documental llamado La búsqueda de Jesús (The Search for Jesus). El principal presentador de noticias de la cadena, Peter Jennings, entrevistó a eruditos del Cristianismo primitivo (liberales y conservadores) acerca de lo que podemos saber históricamente acerca de la vida, muerte, y resurrección de Jesús. La serie terminó con una sorprendente declaración de la académica del Nuevo Testamento Paula Fredriksen, quien no es cristiana.

The Bedrock of Christianity: The Unalterable Facts of Jesus' Death and Resurrection

Comentando sobre las apariciones posteriores a la Resurrección de Jesús, Fredriksen dijo:

Sé que, en sus propios términos, lo que vieron fue a Jesús resucitado. Eso es lo que dicen; y luego, toda la evidencia histórica posterior que tenemos da testimonio de su convicción de que eso es lo que vieron. No estoy diciendo que realmente vieron al Jesús resucitado. Yo no estaba allí. Yo no sé lo que vieron. Pero sí sé, como historiadora, que deben haber visto algo.

Ella está admitiendo, en otras palabras, que la mejor evidencia histórica disponible confirma que seguidores de Jesús como María Magdalena, su hermano Jacobo [también conocido como Santiago en la lengua española], Pedro y sus otros discípulos, e incluso un enemigo (Pablo) estaban absolutamente convencidos de que Jesús, el hombre que había sido crucificado, se les apareció vivo, resucitado de entre los muertos.

Fredriksen no es la única en suponer que estos seguidores deben haber visto algo. Prácticamente todos los estudiosos de la Biblia en todo el mundo occidental, independientemente de sus antecedentes religiosos, están de acuerdo en que los primeros seguidores de Jesús creían con certeza que se les había aparecido vivo. Esto fue lo que dio inicio a la religión más grande del mundo. Como resultado de estas apariciones, pescadores judíos comenzaron a proclamar a las multitudes en Jerusalén que «A este Jesús, Dios lo resucitó, y de ello todos nosotros somos testigos» (Hechos 2:32 NVI). Dos mil años después, el mensaje de la muerte y resurrección de Jesús es proclamado por miles de millones de cristianos en casi todas las naciones y en casi todos los idiomas del planeta tierra.

¿Qué vieron todos estos testigos?

Una confesión fundamental

Según la fuente más antigua que tenemos registrada de la muerte y resurrección de Jesús, una perla oculta que se encuentra dentro de 1 Corintios 15, Jesús se apareció a varios individuos y grupos, y al menos a un enemigo. Esta tradición de credo, según prácticamente todos los eruditos, data de cinco años alrededor de la muerte de Jesús. A través de esta fuente, podemos volver a los primeros años del movimiento cristiano en Jerusalén, a la confesión fundamental de los primeros seguidores de Jesús.

Esto es lo que Pablo dice en Primera de Corintios 15:3–8:

Porque ante todo les transmití a ustedes lo que yo mismo recibí: que Cristo murió por nuestros pecados según las Escrituras, que fue sepultado, que resucitó al tercer día según las Escrituras, y que se apareció a Cefas, y luego a los doce. Después se apareció a más de quinientos hermanos a la vez, la mayoría de los cuales vive todavía, aunque algunos han muerto. Luego se apareció a Jacobo, más tarde a todos los apóstoles, y, por último, como a uno nacido fuera de tiempo, se me apareció también a mí.

Este catálogo de apariciones de resurrección no tiene parangón en el Nuevo Testamento, incluso en toda la literatura antigua. De esta lista aprendemos que Jesús se apareció a tres individuos: Cefas (Pedro), su discípulo principal; Jacobo, su hermano; y Pablo, su antiguo enemigo. Y también aprendemos que se apareció a tres grupos: los Doce (discípulos, menos Judas); a más de 500 de sus primeros seguidores; y a todos los apóstoles.

Decir que Jesús se apareció a más de 500 hombres y mujeres al mismo tiempo es una afirmación verdaderamente notable. Pablo audazmente pone su credibilidad en juego cuando menciona que la mayoría de ellos todavía están vivos. Después de todo, esencialmente está invitando a los miembros de la iglesia en Corinto a viajar a Jerusalén y hablar con estos testigos, investigando por sí mismos cómo fue ver al Jesús resucitado. Podemos ver, entonces, que el testimonio sólido de testigos que vieron a Jesús resucitado estaba fácilmente disponible en las décadas posteriores a su resurrección. Como G. K. Chesterton observó en El Hombre Eterno (The Everlasting Man): «Este es el tipo de verdad que es difícil de explicar porque es un hecho; pero es un hecho al que podemos llamar testigos».

María Magdalena también pertenece a la lista de testigos oculares clave, ya que ella también estaba disponible para ser interrogada acerca de su experiencia con Jesús resucitado. Como escribe el agnóstico erudito del Nuevo Testamento Bart D. Ehrman en How Jesus Became God, es «significativo que María Magdalena goce de tal protagonismo en todas las narraciones de la resurrección del Evangelio, a pesar de que está prácticamente ausente en cualquier otro lugar de los Evangelios. Ella es mencionada en un solo pasaje de todo el Nuevo Testamento en relación con Jesús durante su ministerio público (Lucas 8:1–3), y sin embargo ella es siempre la primera en anunciar que Jesús ha resucitado. ¿Por qué es esto? Una explicación plausible es que ella también tuvo una visión de Jesús después de que él murió». A María Magdalena se le dio el alto honor de ser no sólo la primera en ver a Jesús resucitado, sino la primera persona en la historia en proclamar: «¡He visto al Señor!» (Juan 20:18).

Sea lo que sea que estos testigos vieron, transformó sus vidas hasta el punto de estar dispuestos a sufrir y morir por ello. En Segunda de Corintios 11:23–33, Pablo relata el sufrimiento que enfrentó casi a diario por su convicción de que Jesús se le apareció. Fue golpeado, encarcelado, apedreado, padeció hambre, naufragó, y diariamente se encontraba en peligro de todo tipo de maldad en sus viajes por todo el Imperio Romano.

También poseemos fuertes pruebas históricas de que ciertos testigos oculares clave fueron martirizados por su fe. Pedro, por ejemplo, fue crucificado. Jacobo fue apedreado. Pablo fue decapitado. Sea lo que sea que hayan visto, valió la pena dar sus vidas por ello. Sellaron sus testimonios con su propia sangre.

La varita mágica de la «Histeria en Masa»

Con el fin de dar una explicación a estas apariciones de la Resurrección, algunos eruditos han especulado que los testigos oculares simplemente estaban alucinando.

En su excelente libro Resurrecting Jesus, el erudito del Nuevo Testamento Dale Allison examina la literatura y los estudios científicos disponibles sobre las alucinaciones. En casos documentados, concluye, hay cuatro cosas que no suceden (o rara vez suceden). En primer lugar, las alucinaciones rara vez son vistas por múltiples individuos y grupos durante un largo período de tiempo. En segundo lugar, las alucinaciones rara vez son vistas por grupos grandes de personas, especialmente grupos de más de ocho. Tercero, las alucinaciones nunca han llevado a la afirmación de que una persona muerta ha resucitado. Y en cuarto lugar, las alucinaciones no involucran al enemigo de la persona. (También podríamos añadir el hecho de que las alucinaciones normalmente no se caracterizan por iniciar movimientos globales o religiones mundiales).

Sin embargo, en el caso de las apariciones de la resurrección de Jesús, cada una de estas circunstancias raras, o aparentemente imposibles, ha sucedido.

Allison resume las implicaciones de forma contundente: «Estos parecen ser los hechos, y plantean la cuestión de cómo debemos explicarlos. Los apologistas de la fe dicen que, dados los informes, los avistamientos de Jesús deben haber sido objetivos. Una persona puede alucinar, ¿pero doce al mismo tiempo? ¿Y docenas durante un largo período de tiempo? Estas son preguntas legítimas, y agitar la varita mágica de la “histeria masiva” no hará que desaparezcan».

Agnosticismo cauteloso

La única otra respuesta dada por eruditos respetables que luchan con este sólido registro histórico es alguna variación de «No lo sé». Al igual que Fredriksen, el renombrado erudito del Nuevo Testamento E. P. Sanders también representa este enfoque agnóstico cauteloso cuando escribe, en La Figura Histórica de Jesús (The Historical Figure of Jesus): «Que los seguidores de Jesús (y más tarde Pablo) tuvieron experiencias de resurrección es, a mi juicio, un hecho. Cuál fue la realidad que dio lugar a las experiencias, la desconozco».

Jordan Peterson, el popular profesor de psicología de la Universidad de Toronto, también pertenece a esta categoría. No afirma ni rechaza la historicidad de la Resurrección de Jesús. Cuando se le preguntó directamente si Jesús literalmente resucitó de entre los muertos, Peterson respondió: «Necesito pensar en eso durante unos tres años más antes de aventurarme a dar una respuesta que vaya más allá de lo que ya he dicho».

La postura del agnóstico cauteloso es respetable. Ni siquiera los apóstoles originales creyeron en el relato de la Resurrección cuando las mujeres les dijeron por primera vez (Lucas 24:8–11). Sin embargo, si alguien como Peterson, con la mente y el corazón abiertos, sigue la evidencia a donde ésta conduce, estoy convencido de que se encontrará a los pies de Jesús resucitado, proclamando con Tomás: «¡Señor mío y Dios mío!» (Juan 20:28).

Convenciendo a Horacio

La extraordinaria naturaleza de la resurrección de Jesús me recuerda mi escena favorita en Hamlet de Shakespeare. La obra comienza con las apariciones «extrañamente prodigiosas» del padre muerto de Hamlet a Bernardo y Marcelo y más tarde al amigo de Hamlet, Horacio. Horacio es el escéptico del grupo, y Hamlet desafía su incredulidad de lo sobrenatural en este intercambio:

Horacio: ¡Oh! Dios de la luz y de las tinieblas, ¡qué extraño prodigio es éste!

Hamlet: Por eso como a un extraño debéis hospedarle y tenerle oculto. Ello es, Horacio, que en el cielo y en la tierra hay más de lo que puede soñar tu filosofía. [Shakespeare, Hamlet, trad. al español por Leandro Fernández de Moratin, 1825]

Shakespeare habla a través de Hamlet, diciéndonos que esperemos lo inesperado. Que le demos la bienvenida a lo extraño y extraordinario. Es realmente un extraño prodigio que el fantasma del padre de Hamlet se esté apareciendo a la gente, pero no lo rechacemos solo por esa razón. Su filosofía debería ser lo suficientemente amplia para lo sobrenatural. Más cosas están sucediendo en nuestro maravilloso mundo (y más allá) de lo que usted puede imaginar. Si su filosofía no es lo suficientemente amplia y abierta como para incluir lo milagroso y lo extraordinario, entonces necesita una nueva filosofía.

Debemos estar abiertos a afirmaciones milagrosas del mundo antiguo y en los tiempos modernos. Nuestras filosofías deberían dejar espacio para lo inesperado, extraño y extraordinario. Sin embargo, la pregunta más importante para hacer de cualquier afirmación milagrosa es «¿Cuál es la evidencia?».

Hemos visto que, incluso desde la perspectiva de los eruditos más escépticos, el peso del registro histórico atestigua que una serie de individuos y grupos creían con certeza haber visto a Jesús resucitado. Todas las pruebas que tenemos sugieren que sus testigos oculares eran dignos de confianza y honestos. ¿Por qué no creerles?

Y si eso no convence a nuestros Horacios modernos, entonces podemos ir más allá, convocando a los Doce y a los más de 500 que vieron al Mesías resucitado.

Incluso podemos ir más allá del marco temporal del primer siglo, explorando cómo la creencia en la Resurrección sentó las bases de toda la civilización occidental, inspirando algunas de las mayores muestras de arte, literatura, música, cine, filosofía, moral y ética que el mundo haya visto jamás. ¿Todo esto se basa en una mentira?

Y si todo eso todavía no es suficiente, entonces que nuestros Horacios contemplen a los miles de millones en todo el mundo que hoy están dispuestos a testificar cómo el Cristo viviente ha transformado sus vidas. Estos incluyen gigantes intelectuales que se han convertido al cristianismo de todas las religiones del mundo (o del ateísmo y el agnosticismo). En Cristo, han encontrado todos los tesoros de la sabiduría y el conocimiento.

El Domingo de Resurrección, estos miles de millones proclamaban el mismo mensaje que los apóstoles proclamaron en el Día de Pentecostés: «A este Jesús, Dios lo resucitó, y de ello todos nosotros somos testigos».

Ahora más que nunca, en este mundo oscuro y plagado, su familia, amigos y vecinos están buscando esperanza. El Cristo viviente es la única esperanza para todos nosotros. Antes de que la Pascua se desvanezca en las prisas de la vida cotidiana, pregúntele a su vecino: ¿Qué (o a quién) vieron todos esos testigos?

Vieron la esperanza encarnada, la nueva creación, la vida en su plenitud, Dios en la carne.

¡Esto es verdaderamente un extraño prodigio! Anime a sus amigos escépticos a no detenerse en «No lo sé». A darle la bienvenida a Jesús resucitado.

Justin Bass es profesor del Nuevo Testamento en el Seminario Teológico Evangélico de Jordania en Amán, Jordania. Es el autor de The Bedrock of Christianity: The Unalterable Facts of Jesus's Death and Resurrection (Lexham Press) y The Battle for the Keys: Revelation 1:18 y Christ's Descent into the Underworld (Wipf and Stock).

Traducido por Livia Giselle Seidel.

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Theology

La esperanza de la Resurrección se extiende más allá del domingo de Pascua

Incluso cuando la muerte se avecina, las Buenas Nuevas permanecen.

Christianity Today April 16, 2020
Buda Mendes / Getty Images

Mientras la pandemia COVID-19 trajo sufrimiento y muerte a tantos alrededor del mundo en las últimas semanas, los cristianos anticipaban ansiosamente el Domingo de Pascua con su promesa de una nueva vida.

Ahora que la celebración ya ha pasado, los cristianos podrían verse tentados a cambiar de tema. Con la amplitud del sufrimiento en todo el mundo, y las proyecciones advirtiendo que lo peor no ha terminado, sería fácil dejar de lado cualquier alegría y esperanza de Pascua. Pero la resurrección de Jesús no está reservada para un solo domingo. Puede que la Pascua haya pasado, pero la esperanza de la resurrección es nueva cada mañana porque Jesús ha resucitado físicamente de entre los muertos.

Jesús murió por nuestros pecados, se levantó físicamente de entre los muertos, y se apareció a muchos testigos como se relata en los Evangelios y a través de las Epístolas. En el Nuevo Testamento, la palabra esperanza significa una expectativa confiada de que Dios ha cumplido y cumplirá sus promesas de redención para su pueblo y para el mundo en Su Hijo, Jesucristo.

Los cristianos especialmente necesitan recordar esta palabra en tiempos de sufrimiento. Como el mismo Pablo lo atestigua, porque hemos sido justificados por la fe en Jesucristo, tenemos paz con Dios y esperanza en Dios cuando sufrimos (Rom. 5:1–5 NVI). Esta esperanza "no nos defrauda" (v. 5).

Entiendo que puede ser difícil mantener la Resurrección en primer plano cuando la muerte nos amenaza a nosotros mismos, a nuestras comunidades y a quienes amamos.

En 2018, mi amada tía, quien me crió como si fuera su propio hijo, murió una muerte horrible. Fue la culminación de una larga y dolorosa batalla con múltiples enfermedades, y la esperanza parecía desesperanza.

Al cuidarla en esas últimas semanas, a menudo sentí que la esperanza de la resurrección de Jesús era una verdad bíblica y teológica que yo afirmaba intelectualmente, pero que no me estaba sosteniendo en esas circunstancias. Parecía imposible hacer otra cosa que caer en la desesperanza en esas habitaciones de hospital cuando mi tía elevaba a Dios su clamor por ayuda mientras sufría, o en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) cuando estaba en coma, o en el hospicio, cuando la vi pasar lentamente de esta vida a la siguiente un par de semanas antes de Navidad.

Esta pandemia nos recuerda a todos que la vida es incierta, frágil y demasiado corta. Junto con el resto de la creación, los cristianos debemos gritar con gemidos agonizantes, con quebrantamiento, con decepciones y temores, mientras anhelamos que cesen las infecciones, las enfermedades, el sufrimiento y la muerte. Sabemos que no es así como las cosas deberían ser (Rom. 8:18).

Lamentamos la situación actual del mundo. Sin embargo, no renunciamos a la alegría del Domingo de Resurrección, con sus himnos triunfantes proclamando un Salvador resucitado. Nuestras lágrimas brotan de corazones con lamento esperanzado. Esperamos ansiosamente a que Dios, en Cristo, efectúe la redención de la creación de su esclavitud al pecado, la enfermedad, la muerte y el sufrimiento, mientras trabajamos y anhelamos el florecimiento de todos los portadores de la imagen [de Cristo] en este tiempo (Rom. 8:19–21, Gal. 6:10).

Todavía podemos tener esperanza en medio de una pandemia, e incluso celebrar mientras nos lamentamos, porque creemos en un Dios que probó que la enfermedad y la muerte no tienen la última palabra (1 Cor. 15).

Incluso ahora mismo, Dios está actuando en nuestro favor porque Jesús ha resucitado de entre los muertos. El Espíritu acompaña los gemidos de lamento de la creación con oraciones de gemidos que no pueden expresarse con palabras mientras nos ayuda y ora por nosotros cuando no sabemos qué pedir porque nuestro sufrimiento actual es insoportable (Rom. 8:26–27). Las oraciones del Espíritu garantizan que Dios hará que nuestro sufrimiento sea para nuestro bien debido a su obra redentora en Jesucristo (Rom. 8:28–30).

Hace poco más de un año, cuando mi tía estaba en la UCI—esas alas de hospital ahora llenas de frágiles pacientes luchando contra el Coronavirus—el Señor le mostró a nuestra familia la esperanza de la resurrección de Jesús. Antes de que mi tía muriera, después de 22 años de orar por ella y de compartir el evangelio con ella, tuve el privilegio de guiarla a la fe en Jesucristo.

Y Dios ha continuado su obra. Un año más tarde, tuve el privilegio de guiar a mi madre (su hermana) a la fe en Jesucristo, y luego a mi hijo de 11 años. No conozco el propósito del sufrimiento y la muerte de mi tía a la edad de 59 años, y todavía lamento su muerte. Pero debido a la muerte y resurrección de Jesús, mi familia tiene esperanza.

El sufrimiento que inevitablemente acompaña a esta pandemia—la muerte, la enfermedad, el miedo, la pérdida, el aislamiento y las dificultades financieras—será difícil de soportar. Parecerá abrumador e inexplicable. Y sin embargo, es incomparable a la gloria que Dios revelará en nosotros cuando libere toda la creación de su esclavitud al pecado (Rom. 8:18).

Incluso durante este tiempo inexplicable de sufrimiento como nunca antes habíamos visto, cuando la muerte parece abarcar el mundo entero y acechar incluso junto a nosotros, los cristianos debemos recordar que somos más que vencedores a través de Cristo, quien nos amó (Rom. 8:31–39). Estamos unidos al amor de Dios en Jesucristo por la fe, porque murió por nuestros pecados, se levantó de entre los muertos y está sentado a la diestra de Dios reinando en la victoria triunfal sobre el poder del pecado y la muerte (Col. 1–2).

Y así como reina, Jesús también ora por nosotros en anticipación de aquel gran día en que sus redimidos reinarán con él en la tierra en un mundo glorificado (Ap. 19:1–22:21).

Mientras tanto, vivimos con la esperanza de la Resurrección, y practicamos una ética del amor que nos obliga a amar bien y sabiamente a nuestros vecinos y a buscar el bien común de todas las personas, aun cuando eso signifique que debemos practicar el distanciamiento social y permanecer en casa. Soñamos con nuevas maneras de compartir el mensaje de la salvación de Dios—y mostrar el amor de Cristo—con nuestra familia y vecinos, para quienes el Domingo de Pascua fue solo otro día en el calendario. A medida que crece el sufrimiento que nos rodea, oramos para que el Evangelio y el reino de Dios continúen avanzando.

El Domingo de Pascua ya vino y se fue, y lo que está por venir es desconocido incluso para los mejores pronosticadores, estadísticos y científicos. Pero la verdad de la Resurrección no ha cambiado, y nuestra esperanza en Jesús todavía es segura porque !Él ha resucitado de entre los muertos!

Jarvis J. Williams es profesor asociado de interpretación del Nuevo Testamento en el Seminario Teológico Bautista del Sur (The Southern Baptist Theological Seminary) en Louisville, Kentucky. Es autor de numerosos libros, incluyendo un comentario reciente del libro de Gálatas.

Traducido por Livia Giselle Seidel

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Theology

20 Oraciones más mientras nos acercamos al pico de la pandemia

Pedir a Dios sigue siendo la forma más poderosa de responder en medio de la crisis.

Christianity Today April 15, 2020
Illustration by Mallory Rentsch / Source Images: The New York Public Library / Igor Rodrigues / CDC / Unsplash

[Nota del editor: CT tiene más de 50 artículos traducidos al español.]

La semana pasada, paramédicos vinieron por mi vecino anciano al otro lado de la calle, mientras mis hijos y yo mirábamos impotentemente desde la ventana. Se pusieron mascarillas y se ataron mutuamente largas batas azules. "¿Por qué el camión de bomberos también está aquí?", preguntó mi hijo.

"Creo que siempre viene cuando se llama a una ambulancia", le dije, tratando de ser útil, cuando en realidad me sentí inútil.

Con más de la mitad del mundo bajo la orden de permanecer en casa, muchos estamos experimentando esta sensación de impotencia frente al sufrimiento de otras personas. En condiciones normales, habría comida que preparar y visitas al hospital por hacer. Pero estos no son días normales.

Sin embargo, no somos impotentes. Todo lo contrario. Una de las cosas más efectivas que podemos hacer por nuestros vecinos de todo el mundo es arrodillarnos y buscar a Dios, la fuente de la ayuda misma.

Escribí “20 Oraciones Para Orar Durante Esta Pandemia” para recordarnos que Dios es quien dice ser: "¡Vean ahora que yo soy único! No hay otro Dios fuera de mí." (Deut. 32:39 NVI)

En las semanas posteriores a la publicación de ese artículo, personas de todo el mundo han estado leyendo, orando (presumiblemente) y compartiendo esas oraciones en gran número. Dicho gran número rinde homenaje a cómo la iglesia se está uniendo durante la crisis.

A medida que continuamos uniendo las manos a través de la distancia, aquí hay 20 oraciones más por nuestro prójimo en todas partes:

1. Por la iglesia, luchando con fe en medio del sufrimiento global: Dios, creemos en tu voluntad de sanar y en tu poder para hacerlo. Ayuda a nuestra incredulidad.

2. Por aquellos que se han convertido a la fe en Jesús por primera vez durante esta pandemia: Dios, ayuda a nuestros nuevos hermanos y hermanas a crecer en la gracia y el conocimiento de nuestro Salvador.

3. Por aquellos que aún no conocen a Jesús pero cuyos corazones se encuentran agitados por curiosidades espirituales y anhelos eternos: Dios, en tu bondad, lleva a muchos al arrepentimiento y a la fe obediente en tu Hijo.

4. Por los socorristas y los trabajadores del cuidado de la salud, especialmente en los epicentros de la infección: Dios, refuerza sus filas y fortalécelos con energía sobrenatural.

5. Por las empresas con la capacidad (y el mandato) de fabricar los tan necesarios equipos de protección para nuestros trabajadores del cuidado de la salud: Dios, establece el trabajo de sus manos.

6. Por los trabajadores de tránsito, los policías y otros servidores públicos que trabajan incansablemente, a menudo sin la protección adecuada: Dios, dales resistencia todos los días y líbralos de la enfermedad.

7. Por hogares de ancianos, centros de rehabilitación y otros centros de cuidado de largo plazo: Dios, alienta a los residentes que se sienten solos y fortalece al personal que los ayuda. Prevén una mayor propagación de la infección y consuela a las familias que no pueden visitar a sus seres queridos.

8. Por los encarcelados, que son particularmente vulnerables a la propagación de este virus: Dios, da sabiduría a los funcionarios de las prisiones. Protege a los reclusos y al personal, tanto de la violencia, como de la enfermedad. Líbralos a todos del miedo.

9. Por las mujeres y los niños en situaciones abusivas: Dios, restringe a aquéllos que hacen daño. Proporciona protección y rescate a las víctimas y consuélalos en su vulnerabilidad.

10. Por los países del mundo en desarrollo: Dios, contén la propagación de la infección en las ciudades más densamente pobladas y pobres de nuestro mundo. Libra de este mal a aquellos países que ya están agobiados por enfermedades y mala salud crónica.

11. Por los asiático-americanos en los Estados Unidos, los africanos en China y otras personas de todo el mundo sometidos al racismo relacionado con el COVID: Dios, confronta este mal con tu pronta justicia y libra a nuestros hermanos y hermanas de la crueldad.

12. Por todos los que están ansiosos por el futuro económico —por cómo pagarán por su vivienda, comida y medicinas esenciales: Dios, conéctalos con fuentes de ayuda a través de la iglesia, el gobierno y la comunidad. Ayúdalos a mirar hacia ti en busca de provisión.

13. Por las iglesias pequeñas sin reservas de dinero: Dios, mantén sus puertas abiertas e insta a tu pueblo a dar generosamente.

14. Por los educadores, obligados a adaptar planes de estudio al aprendizaje en línea, y por los estudiantes, obligados a ejercer más autonomía: Dios, haz de los hogares un lugar de curiosidad, investigación y estudio. Brinda ayuda especial a los niños sin acceso regular a internet y otras herramientas digitales.

15. Por aquellos decepcionados por la cancelación de celebraciones como graduaciones, bodas o baby showers: Dios, consuélalos en sus decepciones, y haz posible que se reúnan de nuevo con amigos y familiares.

16. Por las madres embarazadas, que se enfrentan al panorama de una labor de parto sin el equipo de apoyo que habían planeado: Dios, líbralas del miedo y llénalas de alegría mientras presencian el milagro de una nueva vida.

17. Por las mujeres que se enfrentan a un embarazo inesperado en estos tiempos de crisis económica: Dios, ayúdalas a encontrar el apoyo práctico y emocional que necesitan para evitar que busquen abortos.

18. Por las iglesias, los ministerios y otras organizaciones cristianas que realizan evangelismo y discipulado en línea: Dios, bendice nuestros esfuerzos digitales imperfectos y continúa avanzando el reino de Jesús a través de tu pueblo.

19. Por los que mueren solos en los hospitales y por sus seres queridos: Dios, acércate a ellos y, por tu misericordia, permíteles tener un encuentro con Cristo, el amigo que nunca se va y nunca abandona.

20. Por los que participan en la política a todos los niveles: Dios, ayuda a nuestros líderes a trabajar en colaboración y a comunicarse de manera eficiente, dejando de lado el interés personal por el bien común.

Dios, reconocemos que Tú hablaste y el mundo fue creado, y que, asímismo, Tú sostienes todas las cosas con tu Palabra. Confiamos en tu sabiduría, poder y bondad. Ayúdanos en cada oportunidad a amar como tú amas y a servir como tú sirves. Danos valor para hablar de nuestra esperanza en Jesús, que sufrió por nosotros, resucitó de entre los muertos y viene de nuevo. Amén.

Jen Pollock Michel es la autora de Teach Us to Want, Keeping Place y Surprised by Paradox. Vive con su marido y sus cinco hijos en Toronto.

Traducido por Livia Giselle Seidel

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Theology

Ni siquiera las puertas de una pandemia infernal prevalecerán sobre la iglesia de Dios

Las Escrituras no prometen riqueza ni salud. Ni siquiera la vida. Entonces, ¿qué prometen?

Christianity Today April 9, 2020
Illustration by Mallory Rentsch / Source Images: Patrick Wittke/ Unsplash

Mi abuelo era predicador en Beaverdam, una iglesia bautista negra en Alabama. Periódicamente, cuando su ministerio lo separaba del púlpito, el pastor asociado tomaba su lugar. La broma en mi familia era que cada vez que el pastor asociado predicaba, elegía el mismo texto: Ezequiel y el valle de huesos secos (Ezequiel 37:1–14). En el pasaje, el Espíritu lleva al profeta a un lugar donde los restos de los muertos están esparcidos. Dios manda a Ezequiel a profetizar sobre ellos, y cuando lo hace, los huesos se vuelven a cubrir de carne y resucitan.

Según mi madre, el pastor asociado predicó sobre este pasaje durante siete años consecutivos. Cada vez que empezaba con "esos huesos", ella y yo nos mirábamos con una sonrisa bien conocida, mientras ahogabamos una risita. No obstante, cuando miro hacia atrás ahora, su decisión de volver a visitar esta historia una y otra vez no parece poco reflexiva o humorística. Parece prudente. Tal vez la visión de Ezequiel sea la respuesta a la pregunta más importante que podemos hacer, especialmente en este momento presente. ¿Qué hará Dios frente a obstáculos aparentemente insuperables? ¿Qué hará en un mundo rodeado de muerte?

En estos momentos, el mundo entero está convulsionando con la muerte, la enfermedad y el colapso económico. COVID-19 se ha llevado la vida de demasiados, y cierto miedo persiste mientras esperamos a que el virus se abra paso hacia nuestras comunidades. No nos queda mucho por hacer sino seguir el consejo de los profesionales, dar a los necesitados y orar por ellos, actualizar nuestras fuentes de noticias y redes sociales, y esperar los resultados de las pruebas junto con nuestros amigos, familiares y vecinos.

La sombría temporada de Cuaresma parece perfectamente adecuada para este momento. Este es un tiempo de lamento nacional. Pero mientras nos acercamos a la Pascua, ¿nos deberíámos atrever a decir más? ¿Nos deberíamos atrever a hablar de alegría y resurrección en un mundo que siente como si estuviera a la sombra de la muerte?

Si los profetas del Antiguo Testamento tienen algo que enseñarnos, es que precisamente en los momentos más oscuros de nuestra historia, necesitamos una esperanza divinamente inspirada y recién articulada.

Eso encontramos en el libro de Ezequiel. El profeta es parte del primer grupo que sale de Jerusalén después de que los babilonios toman la ciudad. Él vive con personas que han sufrido traumas profundos y han perdido a sus seres queridos por el asedio, y ahora su futuro está en manos de los mismos gobernantes extranjeros que destruyeron sus vidas. Gran parte de Ezequiel es un lamento por el pecado de Israel, que condujo al exilio, pero el libro también contiene pasajes que miran a la futura restauración de Israel por parte de Dios después de que el período de prueba haya terminado.

El más famoso de estos pasajes de restauración es la narrativa de los huesos secos en el capítulo 37. El punto de la historia es bastante claro: así como parecía imposible que cosas muertas resucitaran, también parecía imposible que Israel fuera restaurado. Pero Dios cumplió su promesa a los israelitas.

Por supuesto, tenemos que tener cuidado de no aplicar mal la historia de Israel a nuestra propia experiencia; sin embargo, nosotros, como cristianos, sabemos que la visión de los huesos secos no es meramente metafórica y que la fidelidad de Dios sí llama cosas muertas a la vida. Los israelitas sabían que la capacidad de Dios para salvarlos no tenía límites, por muy grave que fuera la situación. Cuanto más profundo el problema, mayor la gloria de la obra redentora de Dios. Para Ezequiel, entonces, el profundo sufrimiento humano tuvo un encuentro con las promesas de Dios, y el resultado fue una visión del futuro que permanece con nosotros hoy: huesos secos que cobran vida.

Del mismo modo, en la tradición de la iglesia negra, los espirituales y los himnos que miran a un mejor futuro tienen poder precisamente porque fueron escritos cuando aún no éramos libres. Esas canciones eran una profecía, escrita en la sangre de nuestros antepasados y antepasadas, declarando que Dios tenía un futuro mejor para nosotros. Tal vez no ahora, pero algún día.

Parece, entonces, que el apogeo de la pandemia COVID-19 es precisamente el momento de hablar de la esperanza arraigada en las promesas de Dios. Estas promesas no se tratan de la economía estadounidense. Dios no ha hecho ninguna garantía en ese sentido. Él tampoco ha garantizado que todos sobreviviremos. No lo haremos. Entonces, ¿qué ha prometido? Que ni siquiera las puertas del infierno prevalecerán sobre la Iglesia. (Mateo 16:18)

No sé qué nos depara el futuro del cristianismo en las semanas y meses venideros. Pero sí sé, sin embargo, que la iglesia no será vencida por un virus. Sé que este no es el final, y sé que de hecho adoraremos juntos de nuevo.

Pero, ¿es posible decir aún más? ¿Es posible decir, como Ezequiel, que el intenso dolor de esta temporada puede conducir a una visión más grande de un pueblo revitalizado de Dios? ¿Es posible decir que al final de todo esto, no simplemente reanudaremos nuestro trabajo, sino que ampliaremos y creceremos la iglesia con confianza renovada en la providencia de Dios? Estoy ansioso de ver qué tipo de iglesia emerge de esta prueba. Ruego que sea gloriosa.

Esta esperanza de transformación de la iglesia es fundamental para el reino, pero la promesa más central para los cristianos es la derrota de la muerte por parte de Dios. Las palabras de Jesús en el aposento alto llegaron durante un tiempo oscuro en la vida de sus discípulos. Él sabía que el tiempo de su pasión se acercaba y que las cosas empeorarían antes de mejorar. Les dijo: "Ciertamente les aseguro que ustedes llorarán de dolor, mientras que el mundo se alegrará. Se pondrán tristes, pero su tristeza se convertirá en alegría." (Juan 16:20 NVI) No les estaba prometiendo que no llorarían. Les estaba prometiendo alegría al otro lado de su luto.

¿Cuál era la fuente de esta alegría venidera? Su propia resurrección. Entonces, ¿qué es lo que da esperanza a la Iglesia en medio de esta pandemia? La resurrección de los muertos y la vida eterna. Es la promesa de Dios, escrita en la sangre de su Hijo, que Él nos ama con un amor más fuerte que la muerte y que al final, Él nos llamará de la tumba para verlo como un amigo y no como un enemigo.

La celebración de la Pascua nos dice lo que está al otro lado de COVID-19 y al otro lado de todas nuestras pruebas: la vida con Dios. Este mensaje es necesario no porque estemos tropezando hacia el Domingo de Pascua como un pueblo de Dios disperso y asediado. Es necesario porque la verdad del Evangelio brilla más radiantemente en tiempos oscuros. "Esta luz resplandece en las tinieblas, y las tinieblas no han podido extinguirla". (Juan 1:5)

Esta Pascua, no importa si no podemos estar juntos en nuestras iglesias locales. Todavía podemos gritar como un solo pueblo, "¡Aleluya, Cristo ha resucitado!" Dios escucha nuestros gritos triunfantes, no importa cuán obstaculizados estén por los temores del desempleo, la enfermedad y la muerte. Satanás y los poderes del mal también los oyen y tiemblan.

Incluso si estamos encadenados a nuestros hogares, el Evangelio permanece libre y continúa haciendo su obra. Nada, ni siquiera una pandemia, puede cambiar eso.

Esau McCaulley es un sacerdote en la Iglesia Anglicana en América del Norte y profesor asistente de Nuevo Testamento en Wheaton College. Es el autor del próximo libro Reading While Black: African American Biblical Interpretation as an Exercise in Hope (IVP Academic).

Traducido por Livia Giselle Seidel

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Theology

20 Oraciones para esta pandemia

Así como la COVID-19 ha puesto al mundo en crisis, también nos invita a ponernos de rodillas.

Christianity Today April 9, 2020
Illustration by Rick Szuecs / Source images: Diana Simumpande / Unsplash / The New York Public Library

Nota del editor: CT tiene más de 250 artículos traducidos al español, incluyendo los 50 países donde es más difícil ser cristiano en 2022.

En los últimos meses, la COVID-19 se convirtió en una pandemia mundial y los países se vieron obligados a tomar medidas radicales para frenar la propagación de la infección. Me gustaría poder decir que mi primer impulso ha sido orar, pero probablemente sería más honesto decir que he estado al pendiente de las noticias y de mis redes sociales más que nunca.

La crisis es tan grande y tangible que nos hace sentir impotentes. Pero tal vez cuando más débiles nos sentimos es cuando es más fácil reconocer nuestra necesidad de orar. La oración es la forma en que demostramos nuestra creencia y confianza en que Dios tiene el mundo entero en sus manos. “En toda ocasión, con oración y ruego, presenten sus peticiones a Dios y denle gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, cuidará sus corazones y sus pensamientos en Cristo Jesús.” (Fil. 4:6-7, NVI) La oración no debe ser nunca el último recurso del pueblo de Dios; por el contrario, debe ser nuestro primer punto de acción.

Con esto en mente, he reunido una lista de 20 ideas acerca de cómo podemos orar durante esta pandemia. Cada uno de los puntos aborda las necesidades de una comunidad específica. Tengo la fortuna de ser parte de una iglesia con muchos profesionales médicos, algunos de los cuales me dieron consejos sobre la mejor manera de orar por ellos en este tiempo. He incluido sus recomendaciones aquí. También he tratado de pensar ampliamente en las diversas formas en las que todos nos vemos afectados por la crisis actual.

No pretendo decir que esta lista incluye todas las posibles necesidades de oración para la difícil temporada por la que estamos pasando, pero es un buen lugar para comenzar. Mi esperanza es que nos pueda ayudar a encontrar palabras al orar juntos como el cuerpo de la iglesia de Cristo. Creemos que hay un Dios que inclina su oído para escuchar, y por eso oramos:

Altísimo Dios, nuestro Padre eterno en los cielos. ¡Bendecimos tu Santo nombre! Confesamos que tu hijo Jesucristo pagó por nuestros pecados en la Cruz, y que es sólo por su sacrificio que hoy podemos acercarnos a ti en oración. En Su nombre y confiando en tu gran amor y misericordia, presentamos estas oraciones delante de ti:

1. Por los enfermos e infectados: Dios, oramos por su sanidad. Te rogamos que los ayudes, y que sostengas sus cuerpos y espíritus. Te pedimos que se acerquen a ti y busquen tu rostro. Te suplicamos que, conforme a tu infinita bondad y misericordia, detengas la propagación de la infección.

2. Intercedemos por nuestras poblaciones vulnerables: Dios, protege a nuestros ancianos y a los que sufren de enfermedades crónicas. Líbralos de esta infección. Te pedimos provisión para los pobres, especialmente para aquellos que no cuentan con seguro médico.

3. Te pedimos también por los jóvenes y los fuertes: Dios, dales la precaución necesaria para evitar que propaguen involuntariamente esta enfermedad. Inspíralos a ayudar.

4. Padre, te rogamos por todos nuestros gobiernos a nivel local, estatal y nacional: Dios, ayuda a nuestros funcionarios a tomar decisiones sabias mientras asignan los recursos necesarios para combatir esta pandemia.

5. Oramos por nuestra comunidad científica. Por los que llevan la carga de estudiar esta enfermedad, desarrollar medicamentos y comunicar información veraz y útil para todos nosotros: Dios, dales conocimiento, sabiduría y una voz persuasiva.

6. Señor, te pedimos por los medios de comunicación: Dios, ayúdalos a proporcionar información actualizada y veraz, y a comunicarse con la seriedad apropiada sin causar pánico.

7. Oramos por nosotros mismos, que somos consumidores de medios de comunicación y buscamos estar bien informados: Dios, ayúdanos a encontrar la información más útil para aprender a proteger a nuestras familias y a nuestras comunidades. Te suplicamos que nos ayudes a vencer la ansiedad y el pánico, y que nos des la fuerza para seguir las recomendaciones de seguridad, aún cuando ello implique un sacrificio personal.

8. Padre, intercedemos por aquellos con problemas de salud mental que se sienten solos, ansiosos e indefensos: Dios, ayúdales a sentir tu presencia donde quiera que estén, y a encontrar en ti paz y consuelo.

9. Señor, te suplicamos por las personas sin hogar y por aquellos que se encuentran en refugios, quienes están pasando por pruebas muy duras en este tiempo: Dios, dales sabiduría para que, en la medida de lo posible, mantengan el distanciamiento social. Por favor protégelos de las enfermedades y provee para sus necesidades. Ayuda a nuestros gobiernos para que puedan proporcionar refugios de aislamiento en todas las ciudades.

10. Por los viajeros internacionales atrapados en países extranjeros: Dios, ayúdalos a regresar a casa de forma segura y rápida.

11. Señor, intercedemos por nuestros hermanos misioneros cristianos en todo el mundo, especialmente aquellos que se encuentran en zonas con altas tasas de infección: Dios, ayúdales a llevar tu evangelio y a compartir palabras de esperanza. Equípalos para amar y servir a los que les rodean, y a hacerlo con gozo en el corazón.

12. Te pedimos por los trabajadores que están enfrentando despidos y dificultades financieras: Dios, por favor llénalos de tu paz y líbralos del pánico y la angustia. Inspira a tu iglesia a ayudar generosamente en estos tiempos de gran necesidad.

13. Por las familias con niños pequeños en casa: Dios, ayuda a las madres y a los padres a estar unidos en el cuidado de sus hijos. Dales paciencia y creatividad. Te suplicamos Padre, protege a todos los niños del abuso y el maltrato. Te pedimos especialmente por las madres y padres solteros, ayuda a otros a ver su necesidad y a extenderles una mano de ayuda.

14. Oramos por los padres de familia que no pueden quedarse en casa, pero deben encontrar cuidado para sus hijos: Abre puertas para que encuentren lugares seguros para sus pequeños.

15. Señor, intercedemos por aquellos que necesitan terapias y tratamientos médicos regularmente y que por ahora deben posponerse: Dios, por favor preserva su salud y ayúdalos a mantenerse pacientes y positivos.

16. Te pedimos por los líderes empresariales que toman decisiones difíciles que afectan la vida de sus empleados: Dios, dales sabiduría a estos hombres y mujeres. Toca sus corazones y ayúdalos a ser líderes dispuestos a sacrificarse por el bien de otros.

17. Señor, te rogamos por tu iglesia y por los pastores y líderes que se enfrentan a los desafíos del distanciamiento social: Dios, ayúdalos a imaginar creativamente cómo pastorear a tu pueblo, y a seguir predicando tu amor y tu evangelio en sus ciudades.

18. Padre, te pedimos por todos los estudiantes. Sabemos que están pasando por tiempos de incertidumbre, teniendo que aprender nuevas formas de estudio. Para muchos, los procesos de admisión al siguiente ciclo escolar han sido suspendidos; para otros, su graduación es incierta. Dios, ayúdales a ver que aunque no tengan certidumbre en estos aspectos, pueden poner toda su confianza en ti. Muéstrales que eres Tú quien sostienes sus vidas.

19. Te pedimos por todos nuestros hermanos cristianos en cada barrio, comunidad y ciudad: Que tu Espíritu Santo nos inspire a orar, a dar, a amar, a servir y a proclamar el Evangelio, para que el nombre de Jesucristo sea glorificado en todo el mundo.

20. Padre celestial, queremos hacer una oración especial por todos los trabajadores del cuidado de la salud. Te agradecemos por su llamado a una vocación que busca el servicio a los demás. Especialmente, te pedimos:

  • Dios, protege y preserva su salud. Mantén a sus familias seguras y saludables.
  • Dios, ayúdales a estar bien informados sobre el diagnóstico y tratamiento de esta enfermedad, así como sobre las medidas de seguridad que deben seguir por su propio bien y por el bien de todos.
  • Dios, ayúdalos a mantener una mentalidad clara y positiva en medio del pánico y las circunstancias difíciles que los rodean.
  • Dios, líbralos de la ansiedad y la preocupación por sus propios seres queridos. Llena sus corazones de paz.
  • Dios, dales compasión por cada paciente bajo su cuidado.
  • Dios, te suplicamos que proveas para ellos financieramente, especialmente si se enferman y son incapaces de trabajar.
  • Dios, ayuda a los cristianos en el cuidado de la salud a exhibir una paz extraordinaria. Ayúdalos a brillar con tu luz divina, para que muchos pregunten sobre la razón de su esperanza. Dales oportunidades de predicar el Evangelio, y también dales las palabras correctas para hablar en cada oportunidad.

Altísimo Dios, sabemos que eres bueno, y que todo lo que haces en tu infinita sabiduría es siempre para bien. Enséñanos a ser tu pueblo fiel en estos tiempos de crisis global. Ayúdanos a seguir los pasos de nuestro fiel pastor, Jesús, que entregó su vida por amor. Glorifica Su nombre mientras nos bendices con todo lo que necesitamos para hacer tu voluntad. En nombre de Jesús, Amén.

Jen Pollock Michel es la autora de Teach Us to Want, Keeping Place y Surprised by Paradox. Vive con su marido y sus cinco hijos en Toronto. Esta pieza fue adaptada de su reciente blog.

Traducido y adaptado por Livia Giselle Seidel

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Theology

CT en español: El coronavirus y la iglesia

¿Qué dice la Biblia sobre COVID-19? ¿Qué debemos hacer en respuesta? Lea aquí.

Christianity Today April 5, 2020
Illustration by Mallory Rentsch / Source Images: Ezra Acayan / Stringer / Mario Tama / Staff / Getty Images / Nagesh Badu / Unsplash

Esta es una colección de artículos de CT, traducidos al español, sobre el coronavirus y el papel de la Iglesia para enfrentar este desafío:

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Theology

En Italia, he redescubierto el poder de tres tipos de oración

Los Salmos de lamento se sentían hiperbólicos antes de la pandemia. Pero en medio de 13 mil muertes, mi iglesia en Roma, cerrada por el confinamiento obligatorio, resuena más que nunca con el lamento de David.

Christianity Today April 2, 2020
Emanuele Cremaschi / Stringer / Getty Images

La pandemia ha cambiado la forma en que los cristianos italianos oran y viven su fe, en medio de una nación que se recupera de más de 13 000 muertes y 110 500 casos confirmados, superados solo por los Estados Unidos [al 2 de abril de este año].

Durante este periodo de aislamiento, ya no podemos reunirnos los domingos o en grupos semanales. Las reuniones sociales, los viajes y las bodas han sido suspendidos, así como la mayoría de las actividades. Si alguien es descubierto fuera de su casa sin una razón válida, puede recibir una multa muy alta.

Pero esta temporada de exilio nos ha ayudado a descubrir tres facetas de la oración que a menudo descuidamos en tiempos de abundancia.

1) Oraciones de lamento

Los salmos de lamento a menudo se sentían como una exageración apenas hace un mes. Por ejemplo, la queja de Asaf de que Dios ha hecho que su pueblo “beba lágrimas en abundancia” podría haber parecido excesivamente dramática; El grito de David a Dios de “¿Hasta cuándo esconderás de mí tu rostro?” era un sentimiento distante.

Pero a medida que la humanidad lucha por contener una pandemia que provoca miedo y ansiedad, el lamento parece tener una nueva relevancia para todos nosotros. En marzo de 2020, el Salmo 44 parece resonar perfecto:

¡Despierta, Señor! ¿Por qué duermes?
¡Levántate! No nos rechaces para siempre.
¿Por qué escondes tu rostro
y te olvidas de nuestro sufrimiento y opresión?

Estamos abatidos hasta el polvo;
nuestro cuerpo se arrastra por el suelo.
Levántate, ven a ayudarnos,
y por tu gran amor, ¡rescátanos!

[Salmo 44: 23-26, NVI]

Pocos cristianos occidentales han experimentado pobreza, injusticia o persecución. En consecuencia, nuestra adoración generalmente refleja los estados de ánimo de individuos talentosos en tiempos de prosperidad y paz: tradicionales y con compostura. Es verdad que sufrimos individualmente; sin embargo, rara vez nuestra adoración corporativa se alimenta de protestas y luto delante de Dios.

El lamento es sufrimiento convertido en oración. Es la oración de las personas que se sienten perdidas y desorientadas. Históricamente, ha sido la oración de las minorías, los pobres y los perseguidos —la oración de los pastores chinos en las celdas de la prisión y la de los esclavos negros cantando sobre la justicia y la venida de Cristo.

Si el lamento se sentía ajeno para la mayoría de los italianos hace un mes, los pastores han encontrado ecos inquietantes de historias bíblicas en lo que está ocurriendo actualmente en su propio país. “Ver esposas que no pueden realizar ritos, o despedirse de sus maridos moribundos, me recuerda cómo Jesús fue enterrado apresuradamente y las mujeres regresaron a la tumba para ungir su cuerpo”, me dijo Gaetano di Francia, director de la Unión de Iglesias Bíblicas Cristianas en Italia. “No haber podido despedirse producirá un dolor aún más profundo”.

El lenguaje del lamento será tal vez una de las lecciones que los cristianos aprendan de esta crisis. Puede ayudar a los creyentes a desaprender una espiritualidad del centro y aprender una espiritualidad de los márgenes (como nos recuerda el pastor Abraham Cho).

2) Oraciones de intercesión

Nunca he pasado tanto tiempo en oración intercediendo por los demás. Me da vergüenza confesar que, en el pasado, a menudo le decía a la gente: “Voy a orar por ti”, pero luego olvidaba hacerlo.

Ahora que el virus asola Italia, me han conmovido las imágenes de médicos exhaustos de trabajar de más, y personas que yacen en hospitales improvisados. Un miembro de nuestra iglesia cayó gravemente enfermo, pero la sala de emergencias lo rechazó porque está atendiendo demasiados casos del nuevo coronavirus.

No puedo reunirme con él ni imponerle manos debido al encierro obligatorio a nivel nacional, pero he estado orando por su recuperación. Como iglesia, oramos por los médicos, creamos un fondo común para ayudar a las personas con necesidades económicas y ayunamos por nuestro país.

La crisis causada por el coronavirus ha unido a los evangélicos italianos, quienes observaron un Día Nacional de Oración el domingo del 22 de marzo. “Pentecostales, reformados, wesleyanos, bautistas, congregacionalistas y otros se encontraron a los pies del Señor, unidos por el Espíritu Santo”, me dijo Giacomo Ciccone, presidente de la Alianza Evangélica Italiana.

“Es como si Dios hubiera preparado a líderes y denominaciones en todo el país para unirse en oración por la nación y por la iglesia”, me dijo Leonardo de Chirico, vicepresidente de la alianza. “Fue el evento más fácil de organizar: nadie necesitaba convencimiento; todos ya estaban ansiosos por participar”.

Mila Palozzi, una pastora en mi congregación, la Iglesia Hopera en Roma, está de acuerdo en que los evangélicos desean unirse.

“En la Tierra Prometida, Israel se entendía a sí mismo como una colección de tribus, pero en el exilio, como una sola nación”, me dijo. “También Italia: esta crisis está uniendo iglesias y denominaciones para orar como un solo cuerpo por nuestro país”.

Es un anticipo del espíritu de unidad e intercesión que se extiende por todo el mundo. Por ejemplo, el domingo del 29 de marzo, la Alianza Evangélica Mundial convocó un Día mundial de ayuno y oración.

3) Oraciones de silencio

Sin embargo, las noticias son tan sombrías y el sufrimiento tan global en estos días que podemos sentirnos abrumados en la oración. ¿Cómo pueden mis oraciones enfrentar este momento? Nuestra respuesta honesta puede ser: “Señor, estoy estupefacto. No sé qué decir”.

Cuando vi camiones del ejército conduciendo cadáveres para ser incinerados porque ya no hay espacio en los cementerios en algunas partes de Italia, me quedé sin palabras.

Pero esperar en el Señor es válido. Poner nuestra confianza en Él, ahora sin palabras, es una oración legítima. Cuando Pablo escribe sobre nuestra debilidad y sufrimiento presentes, agrega:

“No sabemos qué pedir, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras. Y Dios, que examina los corazones, sabe cuál es la intención del Espíritu, porque el Espíritu intercede por los creyentes conforme a la voluntad de Dios”. (Romanos 8: 26-27, NVI)

Cuando las palabras nos fallan, podemos quedarnos quietos y saber que Dios es Dios.

“Como familia, hemos elegido llenar nuestro silencio lleno de dudas con las promesas seguras de Dios”, me dijo Stefano Picciani, un predicador de la Iglesia Stadera en Milán. “La declaración de confianza de Asaf en el Salmo 73: ‘Pero yo siempre estoy contigo’, proporciona palabras para nuestras oraciones”.

Con derecho anhelamos volver a la normalidad y al culto corporativo. ¡Imagina las fiestas de la victoria y la unión de manos!

Cuando esta pandemia sea derrotada, muchos resonarán con la sensación de alivio del Salmo 126 (“El que con lágrimas siembra, con regocijo cosecha”) y la alegría del Salmo 150 (“Que todo lo que respira alabe al Señor”).

Pero junto con las celebraciones, seremos sabios al recordar las oraciones que pronunciamos en este momento de enfermedad. Que esta pandemia humille nuestros corazones y nos enseñe las oraciones de los débiles, los preocupados y los que no tienen palabras.

René Breuel es pastor fundador de Hopera, una iglesia en Roma, Italia, y autor de La Paradoja de la Felicidad.

Traducción por Livia Giselle Seidel

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Ideas

Cristianos, ‘aplanemos la curva’ pero sigamos siendo una ‘religión para los enfermos’

Los médicos reflexionan teológicamente sobre tres contribuciones cristianas distintivas a las preparaciones de COVID-19.

Christianity Today March 25, 2020
Illustration by Mallory Rentsch / Source Images: Trent Szmolnik / KTMD Entertainment / Unsplash / Mallika Wiriyathitipirn / EyeEm / Xesai / Getty Images

Durante la semana pasada, el mundo ha prestado toda su atención a la corona con espinas de proteínas de COVID-19. Es raro experimentar una inquietud global tan extendida, en la que todos nos encontramos pensando en lo mismo. En cierto modo, el ruido de la vida moderna ha sido desplazado por lo que C. S. Lewis llamó el "megáfono de Dios": el dolor.

Los pacientes están muriendo. La gente tiene miedo. Y nos encontramos atrapados entre el frívolamente arrogante ("El coronavirus es solo otra gripe") y el aprehensivamente paranoico ("Estamos al borde del colapso financiero"). Después del episodio del sábado del podcast “Experiencia italiana COVID19”, en el que intensivistas pediátricos estadounidenses y australianos hablaron francamente con especialistas en cuidados intensivos en las Unidades de Cuidado Intensivo de Italia, cada una de nuestras instituciones nos está preparando para las próximas semanas con una seriedad única— incluso para aquellos de nosotros en medicina familiarizados con el sufrimiento, el triaje y la incertidumbre.

Está bien estar temerosos —nosotros lo estamos también. Sin embargo, como cristianos que trabajamos ya sea dentro o fuera del espacio de atención médica, este es un momento en el que nuestra respuesta podría distinguirnos como personas que practican lo que alguna vez fue llamado por los primeros paganos "una religión para los enfermos".

Con ese fin, queremos compartir algunas de nuestras experiencias de la pandemia de COVID-19 como médicos y aprendices residentes, —y como becarios investigadores de la Beca de Teología, Medicina y Cultura en la Escuela de Divinidad de Duke, que reúne a aprendices médicos, teólogos y pastores para pensar teológicamente en el frente de batalla de la atención médica— a fin de resaltar las contribuciones cristianas únicas del arrepentimiento, la hospitalidad y el lamento en el marco de nuestros preparativos para el nuevo coronavirus.

El arrepentimiento en medio de la idolatría de la salud

La salud es un bien en nuestra sociedad, y por buenas razones. El profeta Jeremías habló de la promesa de Dios de traer salud y sanar heridas. En Eclesiastés se nos dice que nos deleitemos en la salud de nuestra juventud. El apóstol Juan oró por la salud de sus lectores.

Si bien es bueno perseguir y mantener la salud, sentimos que hemos convertido un "bien" en un "dios". De hecho, si bien el coronavirus es nuevo, este no representa un nuevo miedo. Simplemente revela una idolatría silenciosa y bien alimentada hacia la salud de nuestros cuerpos, y nuestra confianza en la capacidad de nuestras instituciones médicas para salvarnos. El Occidente está sintiendo cómo uno de sus más grandes ídolos tiembla.

El teólogo ortodoxo Jean-Claude Larchet llega al punto de argumentar que el personal clínico constituye una "nueva clase sacerdotal" de este ídolo, en la que los médicos y otros trabajadores de la salud ministran una nueva "salvación de la salud" a los fieles devotos. En A Theology of Illness (Una teología de la enfermedad), escribe que la medicina moderna "alienta a los pacientes a considerar que tanto su estado como su destino están completamente en manos del médico … y que la única forma en que pueden soportar su sufrimiento es buscar pasivamente en la medicina cualquier esperanza de alivio o curación".

La histeria que rodea al nuevo coronavirus y nuestra obsesión por "aplanar la curva" desenmascaran una creencia muy arraigada de que el hecho de que cualquiera de nosotros muera sería, primero, un suceso extraordinario, y segundo, un fracaso de los esfuerzos de nuestra sociedad para protegernos. No debería sorprendernos entonces que, en un esfuerzo por contrarrestar nuestra ansiedad, empleemos el lenguaje del control médico: "la morbilidad y mortalidad de los relativamente jóvenes y sanos es baja".

Y, sin embargo, es precisamente a la población opuesta —los relativamente ancianos y enfermos— a quienes los cristianos están llamados a prestar la mayor atención. El Salmo 82 y Romanos 15 dejan en claro que adorar nuestro propio bienestar descuida nuestro llamado hacia los débiles —aquellos con quienes Cristo se identifica repetidamente en todo el Nuevo Testamento. Es la arrogancia médica la que nos dice que el 99 por ciento de nuestra población muy probablemente sobrevivirá al coronavirus. Pero es el amor del pastor el que pregunta, sin vergüenza, "¿Y qué del 1 por ciento?”

La salud es algo bueno, pero no es algo supremo. No es algo que podamos dominar mediante biohacking o garantizar mediante nuevas vacunas —aún cuando es un don y un deber buscar dichas medicinas. Nuestra comodidad no debería radicar en el hecho de que estamos protegidos bajo la bandera de la paz epidemiológica. Nuestra comodidad radica en el hecho de que incluso si somos afectados por el coronavirus y morimos, nuestras vidas son conocidas y selladas en Cristo.

Hospitalidad en medio del distanciamiento social

El historiador Gary Ferngren señala en Medicine and Health Care in Early Christianity (Medicina y cuidado de la salud en el cristianismo primitivo) que el único cuidado para los enfermos durante una epidemia similar a la viruela en el año 312 d.C. fue proporcionado por cristianos. La iglesia incluso contrató sepultureros para enterrar a los que murieran en las calles.

Algo que hemos olvidado rápidamente, en la era de los antivirales y el equipo de protección personal, es el profundo miedo provocaba la posibilidad de enfermedades como esa. Si interactuabas con alguien con peste en 1350, o con gripe española en 1918, había una posibilidad real de contraerla y morir. La oración "y si muero antes de despertar, le ruego al Señor mi alma tomar" era una súplica verdadera, no un tropo nocturno.

El nuevo coronavirus ha traído un poco de ese miedo a nuestra vida diaria. Es un temor que se manifiesta en estanterías vacías de máscaras quirúrgicas y artículos de limpieza en los grandes almacenes y hospitales, e incluso xenofobia y crímenes de odio contra personas por su etnia percibida en relación con el origen de COVID-19 en China. Es evidente en nuestras bandejas de entrada llenas de cancelaciones y protocolos siempre actualizados.

Pero los cristianos son gente para quienes la hospitalidad hacia la minoría y las personas potencialmente infectadas es una virtud central, una que subyace la tradición cristiana e incluso la práctica de la medicina moderna, lo sepamos o no. Olvidamos que hubo un momento en que las personas no cuidaban incondicionalmente a los enfermos simplemente porque estaban enfermos. De hecho, la palabra hospitalidad (de la que obtenemos hospital) proviene del latín hospes que significa "anfitrión" o "invitado". El primer prototipo del hospital surgió de monasterios medievales en los que monjas o monjes católicos albergaban a extraños que necesitaban alojamiento y alimento. Estas instituciones medievales se centraron en la convicción de que servir al extraño que sufría era servir al mismo Cristo. Esa metáfora cliché para la iglesia, "un hospital para pecadores", disfrutó de una nueva profundidad.

Es por esta razón que el término ahora familiar "distanciamiento social" —el esfuerzo consciente para reducir el contacto interpersonal a fin de prevenir la transmisión viral— tiene a los cristianos preguntándose qué hacer. En medio de la larga tradición del Cristianismo de comunión y atención a los marginados, deberíamos esperar sentirnos incómodos ante la idea de evitar intencionalmente a los necesitados.

Y aunque hablar de cuarentena es ciertamente inquietante, podemos recordar que ha sido común durante algún tiempo recluir a los enfermos. De hecho, ya aislamos a los moribundos en los hospitales y a menudo los desplazamos permanentemente en hogares de ancianos. Vivimos en medio de una epidemia de soledad que ya está conduciendo a resultados adversos para la salud. Cuando surgen enfermedades que amenazan la vida, no debería sorprendernos que no tengamos idea de qué hacer. No hemos practicado para ello. No hemos criado a nuestros hijos alrededor de ello. La nuestra es una cultura que trata la muerte y el sufrimiento físico como una excepción a ignorar, en vez de como una eventualidad para la cual debemos prepararnos. El teólogo y especialista en ética Stanley Hauerwas lo expresa así:

Después de todo, el hospital es, ante todo, una casa de hospitalidad en el camino de nuestro viaje con finitud. Es nuestra señal de que no abandonaremos a los que se han enfermado. … Si el hospital, como suele ser el caso hoy en día, se convierte en un medio para aislar a los enfermos del resto de nosotros, entonces hemos traicionado su propósito central, y distorsionado nuestra comunidad y a nosotros mismos.

El poeta metafísico John Donne escribió: "Así como la enfermedad es la mayor miseria, la mayor miseria de la enfermedad es la soledad". Cualesquiera que sean las prácticas de cuarentena social que emprendamos, haríamos bien en recordar que nuestra era de aislamiento continuará, aún cuando esta práctica de "distanciamiento social" se desvanezca. Quizás esta pandemia sea una oportunidad para despertarnos a la realidad de que hemos estado rodeados de enfermos aislados mucho antes de que el nuevo coronavirus nos encontrara quedándonos en casa.

Al mismo tiempo, el distanciamiento social es algo que la iglesia puede realizar con caridad y valentía. Es un deber literalmente corpo-rativo ("corporal"), en el que tenemos la oportunidad de actuar por amor para proteger a los vulnerables entre nosotros, y en el que combinamos la ciencia de las enfermedades infecciosas con sabiduría práctica y humildad.

Tenemos la oportunidad de ser creativos en la forma en que nos acercamos y practicamos el “acompañamiento social” a aquellos que ya son propensos al aislamiento social: los ancianos, los enfermos y los discapacitados. Podríamos llevar la Eucaristía (la Santa Cena) a los enfermos con un atuendo protector, hacer llamadas a los que viven en hogares de ancianos (quienes estarán cada vez más aislados conforme se limiten las visitas a esas comunidades) y escribir cartas de oración. Uno de nuestros propios pastores espera organizar congregaciones a distancia, mientras continúa practicando la esterilidad con la que los sacerdotes ya están familiarizados mientras manejan la Comunión semanal.

Cuando ponemos a trabajar la imaginación cristiana, descubrimos prácticas como la de un estudiante de medicina que participó en el Programa de Vocación del Médico, creado por John Hardt en la Universidad Loyola de Chicago. Como los especialistas en ética cristiana Brett McCarty y Warren Kinghorn describen al estudiante: “En lugar de aplicar el desinfectante para manos sin pensar, imaginó a sus sacerdotes católicos lavándose las manos en preparación para manejar la Eucaristía. … A través de esta visión teológica, se preparó para encontrarse con Cristo en el cuerpo de un paciente enfermo”.

Lamento en medio de la ansiedad

Si bien el mundo lamenta la cancelación de eventos deportivos o el estancamiento de la economía (todas ellas cosas apropiadas para desanimarse), el Cristianismo reconoce que tanto el nuevo coronavirus como nuestra respuesta a él a través del distanciamiento social hacen que la iglesia sea algo menos que su ser íntegro. Si el distanciamiento social es algo que tenemos que hacer, no deberíamos hacerlo sin salmos de lamento.

Y el lamento será cada vez más importante en las próximas semanas. Los trabajadores médicos en Italia (quizás el sistema de atención médica comparativamente más cercano de América del Norte) tienen interacciones familiares muy limitadas con los enfermos en las unidades de cuidados intensivos. La mayoría de las familias no pueden ver los cuerpos de sus seres queridos después de la muerte. Tal como lo estamos aprendiendo de nuestros colegas intensivistas italianos, tal vez nos encontremos incapaces de hacer lo mejor para cada paciente y, en cambio, debamos equilibrar con lo que es mejor para toda la comunidad —algo que nos preocupa mucho a aquellos de nosotros en medicina acostumbrados a poder hacer todo lo posible. Todo esto tiene el potencial de provocar un gran dolor y agotamiento.

Es un tanto extraño que estemos en la temporada de Cuaresma. Tal vez deberíamos mirar el domingo de Resurrección con una esperanza renovada, no solo de tumbas abiertas sino de catedrales reabiertas. La Semana Santa en la época de COVID-19 —en la que recordamos el sufrimiento del Rey en su camino hacia el Gólgota— seguramente adquirirá un nuevo significado.

De hecho, es interesante que el coronavirus obtenga su nombre de un anillo de proteínas con púas en su superficie que se asemeja a una corona, de ahí el título de "corona". En muchos sentidos, el coronavirus está revelando las cabezas coronadas que ya adoramos: salud, autoprotección, medicina. Nuestra atención global y sostenida a COVID-19 demuestra lo que buscamos por ansiedad, control y miedo.

Por supuesto, sabemos que Jesús llevaba una corona diferente, una que nos llama a adorar no por ansiedad o control, sino por un amor que expulsa todo miedo. Esa corona no hace que este momento de coronavirus sea menos serio; sin embargo, nos dice dónde depositar nuestras ansiedades, a quién consolar y qué corona de espinas recordar.

Brewer Eberly es médico residente de medicina familiar de primer año en el Centro Médico para la Salud AnMed, un sistema de hospital comunitario en Anderson, Carolina del Sur.

Ben Frush es médico residente de medicina interna y pediatría de segundo año en el Centro Médico de la Universidad Vanderbilt y el Hospital para Niños Monroe Carrell Jr. en Vanderbilt, un sistema de hospital universitario de alto volumen en Nashville.

Emmy Yang es estudiante de medicina de cuarto año en la Escuela de Medicina Icahn en Mount Sinai.

Cada uno es miembro de la Beca de Teología, Medicina y Cultura de la Escuela de Divinidad de Duke. Las opiniones expresadas son las de los autores y no representan necesariamente las opiniones o políticas de las instituciones que representan.

Traducido por Livia Giselle Seidel

Church Life

¿Debería su iglesia dejar de reunirse para evitar el avance de COVID-19?

Un experto en salud mundial le comparte cómo tomaron la decisión tres iglesias de Seattle, y ofrece herramientas para que su congregación responda ahora.

Christianity Today March 19, 2020
Illustration by Mallory Rentsch / Source Images: Lauren DeCicca / Stringer / Getty Images

Mientras escribo esto, mi corazón se siente abatido. Acabo de pasar el segundo domingo de Cuaresma en mi sala de estar con mi esposa, viendo la transmisión del culto de adoración de mi iglesia. La iglesia estaba vacía porque el viernes pasado, el Departamento de Salud Pública del Condado de King en el estado de Washington envió un aviso a las organizaciones religiosas, recomendando cancelar todas las reuniones con 50 o más personas. Casi todas las iglesias en el área de Seattle ya han suspendido sus cultos de adoración presenciales y la mayoría de las otras actividades de la iglesia. Como la iglesia evangélica a la que asisto tiene más de 1,500 miembros, en cuatro cultos cada domingo, transmitimos nuestros cultos de adoración en vivo. Al mismo tiempo que este artículo se prepara para su publicación, el gobernador Jay Inslee llevó las medidas a otro nivel al prohibir las reuniones de más de 250 personas en tres condados metropolitanos, y la OMS declaró que COVID-19 es una pandemia.

Pero mi corazón no está afligido porque no pude reunirme con otros para adorar (por más que aprecie la alabanza congregacional). Está afligido porque puedo ver hasta dónde nos llevará la epidemia de COVID-19, mientras que la mayoría de los que están en nuestra sociedad e iglesias no lo ven. Hace diecisiete años estaba trabajando para la Organización Mundial de la Salud (OMS) en Beijing, cuando estalló la epidemia de coronavirus del SARS en China. Terminé liderando gran parte del apoyo de la OMS a China y trabajé 24/7 durante más de tres meses para ayudar a contener la epidemia. Vi de primera mano los efectos del SARS entre los chinos, los extraordinarios esfuerzos de distanciamiento social emprendidos por el gobierno y el costo que la sociedad pagó para contener dicha epidemia.

Después de trabajar para la OMS y más tarde para la Fundación Bill y Melinda Gates en China, mi esposa y yo nos mudamos a Seattle en 2015 para dirigir el trabajo de la fundación para controlar la tuberculosis en varios países. Durante un cuarto de siglo, he respondido a mi llamado como seguidor de Cristo para detener la propagación de enfermedades y trabajar para eliminarlas. Hoy atiendo a ese llamado al hablar con mis hermanos y hermanas en Cristo sobre tomar en serio esta epidemia y responder a ella.

Cuando COVID-19 se hizo público en China por primera vez en enero, no representaba un problema para la mayoría de las iglesias en Seattle. Sin embargo, generó muchas inquietudes entre las iglesias chinas del área, ya que el Festival de Primavera chino estaba ocurriendo y las personas iban y venían de China. A los miembros de la iglesia les preocupaba en extremo el ser contagiados por alguien que había viajado a China, y la cantidad de asistentes dominicales disminuyó a la mitad. El liderazgo de una iglesia evangélica china con mayoría étnica, me pidió mi ayuda y guía para formular su respuesta local como iglesia. Después, mi iglesia local, que atrae a numerosos feligreses de una amplia base geográfica, hizo la misma solicitud, al igual que una pequeña iglesia de la misma zona, la cual está muy comprometida con su comunidad con programas de servicio como grupos de Scouts, guarderías y trabajo juvenil.

Al trabajar con estas iglesias, cada una con distintos enfoques de participación en el Reino, aprendí que una respuesta sólida de la iglesia requiere una comprensión adecuada de cómo el COVID-19 se propaga y nos afecta, cómo protegernos a nosotros mismos y a los demás del contagio, y cómo evaluar de manera adecuada los riesgos que enfrentamos en nuestras comunidades.

Entendiendo cómo el COVID-19 se propaga y nos perjudica

Varios factores se han unido para propiciar que el COVID-19 invada nuestras comunidades de manera efectiva y sin advertencia.

Primero, es difícil saber si alguien tiene el COVID-19 o solo un resfriado común. Ochenta por ciento de las personas con COVID-19 tienen síntomas leves como fiebre, tos, escurrimiento nasal y cansancio general, lo que coincide con el resfriado común. Esto implica que una persona puede portar y transmitir el virus sin siquiera saberlo.

En segundo lugar, no se tiene que estar cerca de una persona infectada para contagiarse. Las personas infectadas pueden toser y generar pequeñas partículas respiratorias que aterrizan en superficies cercanas. O bien, si la persona tiene el virus en sus manos puede depositarlo en la manija de una puerta al abrir. Debido a que estos virus pueden permanecer vivos por varias horas en las superficies, las personas que tienen contacto con esa superficie y luego se tocan la nariz o los ojos pueden infectarse.

En tercer lugar, alrededor del 20% de las personas infectadas desarrollan una enfermedad más grave y requieren hospitalización; 3% de todos los infectados mueren. Sin embargo, el virus es particularmente agresivo entre los ancianos y las personas con enfermedades crónicas, lo que resulta en una tasa de mortalidad mucho más alta para esta población vulnerable.

Por lo tanto, este virus es particularmente difícil de controlar ya que a la gran mayoría de los que están infectados no les preocupa, lo que facilita su transmisión de persona a persona causando el mayor daño a los más vulnerables.

A esta dificultad se suma el hecho de que actualmente no tenemos suficientes kits de prueba de diagnóstico para esta infección. Ahora mismo en Seattle, apenas hay pruebas suficientes para las personas que ingresan al hospital con neumonía. Aunque pronto habrá más pruebas disponibles, debemos lograr que la disponibilidad de las pruebas en Seattle sea tal, que cualquiera que desee la prueba pueda obtenerla. Solo entonces conoceremos el tamaño real de este brote, lo cual es necesario para contenerlo.

¿Cómo protegernos a nosotros mismos y a otros del COVID-19?

A estas alturas, probablemente nos haría bien tener buenas noticias. Y afortunadamente, sí las hay.

Primero, sabemos que es posible protegernos a nosotros mismos y a otros del contagio. Las medidas son tan sencillas que subestimamos cuán efectivas pueden ser: lavarse las manos con frecuencia, evitar tocarse la cara, ser amigables sin dar la mano, mantenerse alejados de las personas enfermas y quedarse en casa cuando uno está enfermo.

No hay que temer cuando alguien tose cerca de nosotros. Si esa persona no está tosiendo en nuestra dirección y está a más de seis pies de distancia, los virus no pueden llegar a nosotros porque se encuentran en grandes gotas respiratorias que caen al suelo. El virus no flota ni circula en el aire.

En segundo lugar, el virus puede ser derrotado. En todo el mundo, hay muchos ejemplos de cómo el COVID-19 ingresa a una comunidad pero no llega a establecerse, todo gracias a que las personas aplican principios básicos de salud pública. No hay nada emocionante en la identificación y rápido aislamiento de los casos infecciosos y sus contactos, pero funciona. Sin embargo, debe aplicarse de manera agresiva y efectiva desde el principio.

Desafortunadamente, lo que vemos una y otra vez es que la respuesta llega tarde. Para cuando el virus se afianza en la comunidad, vencerlo requiere un distanciamiento social mucho más agresivo. Creo que este virus ya está firmemente establecido en muchas de nuestras comunidades. Y aun así, muchas iglesias se muestran reacias a actuar. Cuando un brote se descontrola, como en China, Corea del Sur y el norte de Italia, son necesarias medidas extremas de distanciamiento social, como el cierre de emergencia de ciudades o regiones. Sin duda, el costo social de tal distanciamiento extremo es alto, sin mencionar el costo económico.

Se necesitan herramientas sencillas para formular una respuesta

Como parte de nuestra misión en este mundo, la iglesia puede ser un elemento crucial para prevenir la enfermedad y proteger al vulnerable. Somos parte integral de nuestra comunidad y se forman muchos contactos sociales a través de nuestra iglesia. Si podemos reconocer las primeras señales de un brote local de COVID-19, entonces podemos liderar la protección de aquellos dentro y fuera de nuestras iglesias. Pero mi trabajo en múltiples esfuerzos para controlar enfermedades, me ha enseñado que no basta con convencer a la gente de actuar. Las personas necesitan tener herramientas sencillas para tomar acción.

Las iglesias en los Estados Unidos navegan territorio desconocido en relación a cómo responder a esta epidemia. Todos seguiremos aprendiendo a medida que la epidemia evoluciona. Pero a partir de mi reciente experiencia, aquí hay dos herramientas sencillas para ayudar a las iglesias a tomar decisiones en tiempo real: 1) un método sencillo para evaluar el tipo de acciones que una iglesia debe tomar en función del riesgo de contagio en su localidad, y 2) un marco de referencia que puede ayudar a las iglesias a desarrollar un plan específico para prevenir contagios e incrementar el distanciamiento social. Estas medidas pueden ser implementadas tan pronto como sea necesario.

¿Cómo determinar el nivel de riesgo y la respuesta de su iglesia?

A medida que crecen los casos de COVID-19, observamos mucha ansiedad e incertidumbre en cuanto a lo que una iglesia debe hacer. Sin embargo, la forma de respuesta se puede basar en principios epidemiológicos sólidos. Yo utilizo la imagen del semáforo para ayudarle a las iglesias a pensar en el riesgo de contagio que enfrentan y el tipo de acciones que deben tomar (ver la figura). Después de todo, la transmisión total de este virus ocurre localmente. Sus medidas de acción no se deben basar en lo que sucede a 50 millas de distancia, sino en lo que está pasando en su comunidad específica.

Su iglesia está en la zona de “luz verde” porque no hay ningún caso conocido de COVID-19 en su comunidad. En este caso: ¿qué debería estar haciendo su iglesia?

  • Implementar todas esas medidas aburridas pero efectivas de salud pública como lavarse las manos y quedarse en casa si uno está enfermo.
  • Educar a su iglesia sobre el COVID-19: los síntomas, cómo se extiende, cómo afecta a los adultos mayores y a aquellos con enfermedades crónicas, y qué se puede hacer para protegerse del contagio.
  • Abrir la discusión dentro de la iglesia y hacer planes concretos para modificar, cancelar o sustituir actividades de la congregación según sea necesario. El liderazgo de la iglesia debe estar involucrado en este proceso. Ahora es el momento para prepararse y establecer un buen fundamento para lo que la iglesia pueda enfrentar en el futuro.

Debido a la gran movilidad de la gente y la facilidad de viajar, muchas comunidades han comenzado a ver el COVID-19 en personas que vinieron de otro lugar. Tan pronto como un caso que se generó en otra comunidad entra a la tuya, su iglesia pasa a la “zona amarilla”. Si nadie entra en contacto con esta persona infectada, no habrá más transmisión del COVID-19. Cuando existan uno o más contactos infectados, pero nadie más en la comunidad se contagió, quiere decir que la transmisión no ha alcanzado a la comunidad en general. La iglesia sigue en la zona amarilla. En este momento ¿qué debería estar haciendo su iglesia?

  • Si su iglesia no ha concretado un plan de respuesta, hágalo ahora.
  • Comience a implementar este plan de respuesta, modificando algunas actividades para reducir el riesgo e informe a toda la iglesia.
  • Establezca un sistema a través del cual pueda comunicar de manera rápida, a toda la congregación, cualquier cambio en las actividades de la iglesia.
  • Esté muy atento y en comunicación constante con el departamento de salud pública local en relación a nuevos casos que pudieran mover a su comunidad e iglesia a la zona de “luz roja”.

Su iglesia estará en la zona de “luz roja” en el momento en que alguien de su comunidad, que no ha viajado recientemente a otro lugar se contagie, sin que se le pueda relacionar con algún otro caso. Esto eleva la alarma porque quiere decir que hay una transmisión del virus en la comunidad que no ha sido detectada previamente. Los epidemiólogos le llaman transmisión comunitaria. Una comunidad se encuentra también en la zona roja cuando hay múltiples generaciones de transmisión dentro de la comunidad conectados a un caso importado. En el momento en que su iglesia se encuentre en la zona roja, debe hacer lo siguiente:

  • Implementar medidas de distanciamiento social y proteger a los grupos vulnerables.
  • Al crecer la transmisión comunitaria, descontinuar más y más actividades, incluyendo los cultos de adoración. Migrar si es posible a reuniones vía internet o a grupos pequeños de adoración.
  • Estar atentos a recomendaciones e instrucciones de las autoridades de salud pública locales. Puede ser que les pidan limitar sus reuniones sociales.

Cómo tomar decisiones en relación a las actividades de su iglesia

En mi trabajo con las iglesias de Seattle, encontré que al planear su respuesta al COVID-19, todas habían batallado con diversas opiniones en relación a qué actividades cancelar o modificar. Desarrollé una estrategia para ayudarles. Usando una tabla, enlistamos las actividades de la iglesia, pensamos en las posibilidades de contagio del virus durante cada actividad, evaluamos los riesgos, aportamos modificaciones o sustitutos y entonces tomamos decisiones para cada situación (ver ejemplo en el cuadro anterior).

La clave es encontrar la forma en que se transmite el virus durante cada actividad, ya sea de forma directa o indirecta. Tomemos en cuenta las formas en que el COVID-19 se transmite. Al evaluar el riesgo de una transmisión directa, pregúntese: ¿Qué tan probable es que la gente tosa, estornude o genere partículas de respiración hacia otros? ¿Qué tan probable es que haya contacto directo de manos? Actividades como cantar, hablar en lugares cerrados, saludarse de mano y darse abrazos incrementan el riesgo. Para reducirlo, considere aumentar la distancia entre las personas. De preferencia que sea más de seis pies (1.8 metros).

Al evaluar el riesgo de transmisión indirecta, pregúntese: ¿Qué tan probable es que las personas toquen superficies infectadas? Actividades que involucran tocar superficies (como las charolas o alfolíes de la ofrenda, los platos de la Santa Comunión, Biblias y máquinas de café) aumentan el riesgo. Para disminuirlo, anime a la gente a lavarse las manos con frecuencia y a utilizar gel antibacterial.

Considere la edad de los grupos involucrados al planear qué actividades modificar o cancelar. El riesgo es más severo para los ancianos y para aquellos con enfermedades crónicas, por lo que es necesario proteger a este grupo del contagio.

Recuerda, la decisión sobre qué actividades de la iglesia modificar, cancelar o sustituir depende en gran manera del nivel de transmisión comunitaria (ver la figura). Si el nivel es bajo, se puede solo modificar algunas actividades sin cancelar ninguna. Pero conforme incrementa el nivel de transmisión comunitaria, es mejor cancelar actividades porque es mucho más probable que una persona sin saber que está infectada entre en la iglesia. Finalmente, siga las recomendaciones de salud pública.

Utilizando esta tabla como marco de referencia, un pastor dijo: “Determinamos que el ministerio de niños era de alto riesgo porque los chicos tienen mucho contacto entre sí y no podemos controlarlo. Si se contagian entre ellos, pueden llevar la infección consigo a casa, a sus padres y abuelos. Además, muchos de nuestros maestros son adultos mayores y no queremos que se enfermen. Así que, rápidamente decidimos cancelar la escuela dominical de los niños”.

Un adulto mayor dijo: “Nuestro coro tiene miembros de todas las edades. Pero el ensayar, estar parados en filas y cantar durante la alabanza, implicaba un nivel de riesgo de transmisión medio a alto. Así que decidimos sustituir el coro con un cuarteto, en especial porque algunos miembros del coro son adultos mayores”.

Un pastor principal dijo: “Estaba recibiendo llamadas y correos de parte de líderes de ministerios, acerca de qué hacer con las actividades. Fue de gran ayuda enlistarlas todas y evaluar el riesgo de transmisión, todo de una vez. Así pudimos comparar el riesgo de una actividad con el de otra. Esto nos ayudó a tomar decisiones consistentes acerca de cada una de las actividades y pudimos comunicar con claridad las razones de cada decisión. Eso fue de gran ayuda para nuestro equipo”.

Al desarrollar el plan de respuesta de su iglesia, comuníquelo a los miembros de la congregación. La ansiedad de algunos va a disminuir cuando sepan que su iglesia está haciendo un plan. Ellos entenderán mejor las razones detrás del proceso de decisión de la iglesia y se sentirán seguros sabiendo que está basado en un buen criterio. Desarrolle un proceso de comunicación porque a veces las decisiones se tienen que hacer al momento y después comunicarlas a la congregación de manera clara y efectiva.

Su iglesia necesita tener un plan de respuesta ahora

Reflexionando acerca de nuestra reciente experiencia en Seattle, estoy impactado por la rapidez con la que el brote se ha esparcido. El COVID-19 va a azotar a muchas comunidades fuerte y rápido. No hay tiempo que perder. Debido a que nuestras actividades eclesiásticas pueden facilitar la transmisión de este virus, nuestras iglesias deberían “primero, no hacer ningún daño”. Es un dictamen que aprendí en la escuela de medicina. Usando las herramientas descritas arriba, las cuales están basadas en el entendimiento actual sobre este virus, nuestras iglesias pueden tener listo un plan de respuesta que nos proteja rápidamente y a los más vulnerables entre nosotros. Al implementar dicho plan, nuestras iglesias pueden ayudar significativamente a frenar el avance de esta epidemia y reducir sus daños en la sociedad.

El modelo presentado aquí está cimentado en principios sólidos de epidemiología y buena salud pública para la toma de decisiones, pero carece de una respuesta empática y de involucramiento con los que tienen el virus y están sufriendo sus efectos más serios. Espero que después de entender cómo se dispersa el virus y el daño que causa, su plan de respuesta también incluya maneras de servir con compasión a aquellos que están enfermos, cuidar de los más vulnerables y convertirnos en una congregación más sensibilizada y comprometida con las necesidades del mundo.

Daniel Chin es un médico con 25 años de experiencia en salud pública global, especializado en medicina pulmonar, cuidados críticos y epidemiología. En 2003, dirigió gran parte del proyecto de la OMS para detener la epidemia del SARS en China.

Nota del Editor: Para obtener información actualizada de los casos de COVID-19, siga este mapa de la Universidad de Washington o este mapa de la Universidad de John Hopkins. Es probable que el número real de casos sea más alto que los representados debido al contagio comunitario o los casos leves que no se han confirmado. Sin embargo, el autor y experto en salud global Daniel Chin señala que es muy probable que dichos casos ocurran donde ya hay un brote del virus. Por lo tanto, aquellas áreas sin casos o con un número bajo de casos, no están en la misma categoría de riesgo que otras, como el estado de Washington y Nueva York. Por lo tanto, asumiendo que el número de casos aumentará a medida que continúen las pruebas, los lugares con menor riesgo deberían planificar una respuesta desde ahora.

Theology

Siete lecciones que nos da la iglesia de Singapur para cuando el coronavirus nos alcance

Consejos de cristianos de la “Antioquía de Asia” sobre cómo su congregación puede sobrevivir (y prosperar) en medio del brote de COVID-19.

Christianity Today March 11, 2020
Illustration by Mallory Rentsch / Source Images: Courtesy of Cornerstone Community Church / Faith Community Baptist Church / City Harvest Church / Grace Assembly of God

En las tiendas se han agotado los desinfectantes, comida enlatada, papel higiénico y agua. Hay pleitos por la venta limitada de mascarillas. Enojo emerge a medida que las congregaciones siguen reuniéndose para el culto, provocando acusaciones de falta de “responsabilidad social”.

El virus que causa la COVID-19 se propagó rápidamente de Asia a Europa y a América del Norte durante la semana pasada, trayendo consigo un nivel de pánico y angustia que no se había visto en los últimos años, permeando desde los supermercados, el mercado de valores y hasta la iglesia local. La cuenta global ahora asciende a más de 125 000 infectados y más de 4 600 muertos.

Las iglesias en Singapur, la nación que Billy Graham llamó la “Antioquía de Asia”, ya han transitado por la preocupación que ahora azota al mundo. El 7 de febrero, el gobierno del estado-nación elevó el nivel de riesgo en su escala de evaluación nacional de Amarillo a Naranja, indicando “alteración moderada” a la vida diaria, y en particular, a grandes reuniones de personas.

El 7 de marzo se cumplió un mes de la alerta Naranja en Singapur, donde se han registrado 166 casos y cero muertes por el virus. Esto significa que durante el último mes, las iglesias locales, que representan aproximadamente a 1 de cada 5 singapurenses, han sido orilladas a un periodo extendido de autoevaluación, reflexión y acción.

El proceso no ha sido sencillo, pues ha incluido el caso de un pastor afectado por el coronavirus (y posteriormente dado de alta), denominaciones completas suspendiendo sus cultos, el cierre de centros de atención preescolar en las iglesias y (a pesar de ser una nación que hace cumplir estrictamente la armonía religiosa) fuertes y muy públicas disputas en redes sociales sobre cómo los líderes de la iglesia están manejando la situación.

Para ayudar a las iglesias en los Estados Unidos, Italia, Brasil y otros países que ahora enfrentan decisiones con las que las iglesias de China, Corea y Singapur ya han lidiado por semanas, aquí hay siete lecciones que la iglesia de Singapur ha aprendido durante el último mes:

1) La forma de adoración de su iglesia cambiará. Aférrese a lo que es sagrado y suelte todo lo demás.

Las congregaciones se manejan por hábitos y costumbres. Las iglesias se han edificado sobre tradiciones, liturgias y un orden de culto. Con el tiempo, la línea de cada iglesia entre lo que es fundamental para la fe y lo que es meramente una respuesta institucional se vuelve borrosa.

Para que la celebración de la Comunión sea considerado como santa, ¿se tiene que usar vino real y pan sin levadura? Si no impones las manos sobre alguien, ¿siguen siendo efectivas las oraciones de sanidad? ¿Tiene que reunirse físicamente una iglesia para considerarse como una congregación?

Cada iglesia y cada miembro de su iglesia, tendrá diferentes puntos de vista sobre preguntas que no se discuten a menudo. El brote de COVID-19 nos presenta la necesidad de realizar un inventario doctrinal.

Todos los equipos de ministerio y los directivos de las iglesias en Singapur se han reunido muchas veces durante el mes pasado para discutir lo que es no negociable ante los ojos de Dios.

“La mayor lección para mí ha sido navegar el camino entre el miedo y la sabiduría”, dice el pastor Andre Tan de The City Church. “Es difícil, ya que el miedo con frecuencia se disfraza de sabiduría. ¿Hasta dónde son las medidas de precaución buen juicio y en qué punto se convierten en miedos irracionales y ansiedad?

“Fue un camino difícil de transitar, porque teníamos que transmitir seguridad a nuestros miembros al implementar las medidas de salud recomendadas, pero sin sucumbir al ambiente cultural de miedo, ansiedad y auto-protección”, dijo Tan a CT. “Al comunicar cualquier mensaje nos aseguramos de no solo dar las medidas de precaución sino también compartir la visión de cómo ser el pueblo de Dios en este tiempo”.

En términos prácticos, la respuesta de una iglesia será diferente dependiendo de su doctrina, contexto local y número de casos sospechosos de COVID-19. No hay una respuesta correcta. Todos estamos buscando las respuestas más apropiadas en circunstancias extraordinarias.

Las precauciones que las iglesias de Singapur han tomado para continuar con sus reuniones incluyen:

  • Tomarle la temperatura a los que asisten a los cultos de adoración y a otras reuniones más pequeñas.
  • Solicitar declaraciones sobre viajes recientes y registrar los datos de contacto de los asistentes para facilitar el seguimiento de las personas si es necesario.
  • Suspender las reuniones de los grupos más vulnerables, como ancianos y niños.
  • Suspender la Santa Cena o buscar alternativas como usar pan y vino preenvasados.
  • Dejar de usar himnarios para limitar los puntos de contagio y en vez de eso, utilizar pantallas de proyección.

Algunos han optado por suspender sus cultos por completo. La arquidiócesis católico romana en Singapur tomó la sorprendente decisión de suspender Misa en sus 32 parroquias a partir del 15 de febrero. Aconsejaron a los congregantes continuar cumpliendo con sus obligaciones espirituales sintonizando los sermones en línea, pasando tiempo en oración y leyendo la Palabra en sus casas. (La Iglesia católica, que representa aproximadamente el 7 por ciento de los 5.8 millones de personas en Singapur, ha anunciado que las misas se reanudará el 14 de marzo).

2) Sea un líder fuerte. Sus congregantes necesitarán guía.

“En momentos de crisis, las personas buscan liderazgo”, dijo Ian Toh, pastor de la Iglesia 3:16. “La primer responsabilidad del líder es mantener la calma. El pánico limita la perspectiva, lo cual es fatal para la toma de decisiones. Un liderazgo sólido le recuerda a las personas que Dios tiene el control de cada situación y que nunca hay razón para el pánico”.

Toh le dijo a CT que su equipo de liderazgo descubrió que su función era “enseñar la Biblia, ministrar y alentar a los temerosos”. El proceso los llevó a estar de rodillas buscando sabiduría divina en una situación sin precedentes.

“La mayor lección que aprendí al lidiar con COVID-19 fue acerca de la necesidad de humildad en mi rol como líder en la iglesia”, dijo Toh. “Hay tanto que no sé y tengo que aprender. Y eso aumenta mi deseo y necesidad de buscar el rostro del Señor cada día”.

A medida que el virus continúa propagándose a nivel mundial, los líderes de la iglesia alrededor del mundo deben estar conscientes de que su rebaño los observa atentamente. La fidelidad que muestren repercutirá más allá de COVID-19.

“Un líder de alto rango me dijo una vez: ‘Las acciones de un líder son una declaración teológica’”, dijo Rick Toh [sin relación], pastor de Yio Chu Kang Chapel. “Como líderes, necesitamos tener una postura teológica acerca de todo. Necesitamos procesar nuestros temores ante Dios y dejar que nuestras acciones sean inspiradas por la fe y guiadas por una teología sólida. Que la doctrina y no la enfermedad ni los decretos terrenales guíen nuestras decisiones”.

3) No hay mejor momento para mejorar la tecnología de su iglesia.

Si bien el gobierno de Singapur ha dicho que es “poco probable” que el nivel de alerta de riesgo escale a Rojo, las iglesias locales han estado investigando sobre cómo mejorar en su capacidad de grabar videos y transmitir en vivo, en preparación para la posibilidad de un cierre de emergencia.

Al ver la necesidad, varios grupos han desarrollado sitios y seminarios web para las iglesias con consejos gratuitos sobre cómo mudarse a la transmisión en vivo.

Por ejemplo, la Sociedad Bíblica de Singapur se asoció con ThunderQuote, una empresa emergente fundada por cristianos que ofrece servicios web, para lanzar Streams of Life, un centro de recursos en línea que enlista diferentes opciones para transmitir en vivo clasificadas por nivel de dificultad.

“Es un momento maravilloso para que la ecclesia ejercite la sabiduría práctica y explore métodos creativos para el ministerio”, afirma el equipo de Streams of Life en su sitio web.

De manera similar, el Instituto Bíblico Singapore dirigió un taller de “Introducción a la transmisión de mensajes instantáneos y videos en vivo”, mientras que el ministerio de exploración digital Indigitous se asoció con profesionales de Tecnologías de la Información de diferentes iglesias para organizar un seminario web titulado “¿Así que quieres transmitir en vivo tu reunión dominical?” ofrecido a través de la plataforma de videoconferencias Zoom.

Los equipos audiovisuales y de alabanza en las iglesias también están enfrentando el desafío que representan los derechos de autor en las transmisiones en vivo. Muchos grupos de alabanza locales han otorgado permiso, de manera explícita, para que las iglesias reproduzcan sus canciones sin temor a transgredir los derechos de reproducción.

En Awaken Generation, fundada por Calvin y Alarice Hong, están “muy conscientes” de que pagar licencias de transmisión en vivo puede representar un gran problema para las iglesias pequeñas. “Dado el trasfondo de las cosas, sentimos que no es el momento de exigir de manera estricta el cobro de las tarifas de derechos de reproducción en las transmisiones en vivo”, dijo el grupo de adoración a CT. “Así que fue un honor ofrecer estas canciones para este uso”.

“Fueron escritas por y para la gente de nuestra nación, y es un honor verlas como una ofrenda mientras la nación se une para interceder y romper las barreras del temor”.

Los 7 500 miembros de Bible Study Fellowship en Singapur han mantenido sus conferencias y debates semanales a través de Zoom.

Faith Community Baptist Church (FCBC) eligió suspender las reuniones semanales a partir de mediados de febrero como un acto de responsabilidad social. “Esta decisión fue muy difícil de tomar”, dijo el pastor principal Daniel Khong. “Constantemente nos replanteamos nuestra decisión para asegurarnos de que no era una respuesta motivada por el temor y que estábamos sopesando todos los aspectos. Pero el edificio principal de nuestra iglesia se encuentra en el corazón de un vecindario con una población de aproximadamente 46 000 personas. Con la densidad poblacional de esta área, podríamos convertirnos en un foco de contagio importante”.

Un resultado inesperado: el cambio a la transmisión en vivo parece haber fortalecido la comunidad en la iglesia, dijo Khong a CT.

“Muchas de nuestros grupos celulares se reúnen en hogares para ver la transmisión del culto. Deliberadamente terminamos nuestros cultos más temprano para que las células puedan salir y orar por su vecindario. Muchos nos han dicho que ahora sienten un sentido de responsabilidad por el bienestar espiritual de su comunidad y algunos incluso han tenido la oportunidad de compartir el evangelio con las personas que están conociendo”.

Los miembros de FCBC ahora están en un proceso de reconsiderar su entendimiento de lo que es la iglesia, dijo Khong. “La iglesia de hoy debe ser un pueblo con propósito que esté dispuesto a ir más allá de los límites del ‘lugar’ o el ‘programa’”.

4) No hay mejor momento para aumentar los esfuerzos de oración.

Todos los días a las 12 horas a partir del Día de San Valentín, suenan las campanas en la histórica Catedral de San Andrés en el corazón del distrito cívico de Singapur. También suenan las alarmas en todos los teléfonos de la isla. Es una señal para los creyentes de que es hora de detener lo que están haciendo y tomar un momento para orar ante la amenaza de COVID-19.

“Para un momento como este, la unidad es la clave”, dijo LoveSingapore, un movimiento local que promueve la oración y la unidad de la iglesia, al anunciar su iniciativa PraySingapore@12. “Creemos en el poder de ponerse de acuerdo para orar. En un momento como este, necesitamos que cada creyente se levante y que juntos busquemos a Dios a favor de Singapur. Un acto profético, como el sonar de las campanas de la iglesia, convoca a los fieles a la acción cuando su pueblo o ciudad se ven amenazados”.

En un esfuerzo similar, las Asambleas de Dios de Singapur han invitado a todas sus iglesias a orar unidos cada día a las 7 p.m., en una iniciativa que se ha denominado COVID–19:00.

“Es crucial que en tiempos de crisis, la iglesia se levante y muestre un estándar”, dijo Dominic Yeo, director general de Singapur y secretario de la Comunidad de Asambleas de Dios a nivel mundial. “Como sal y luz, la iglesia necesita mantenerse firme en el Señor para que otros puedan ver la esperanza que profesamos”.

5) Espere reacciones negativas, desde el exterior y el interior de la iglesia.

Los comentarios instigadores sobre raza y religión están prohibidos en Singapur en virtud de la Ley de Sedición y la recién actualizada Ley de Mantenimiento de la Armonía Religiosa. Sin embargo, dado que dos brotes de coronavirus se formaron en iglesias y que se nos ha asociado negativamente con la secta Shincheonji, responsable de gran parte de la propagación del virus en Corea del Sur, la iglesia en general ha estado bajo escrutinio a medida que los cristianos continúan reuniéndose en grupos relativamente grandes.

La crítica es desafortunada pero inevitable. No se puede esperar que los no cristianos entiendan los dogmas y las enseñanzas de nuestra fe.

Pero la crítica más dolorosa es la que viene de los mismos cristianos acerca de cada decisión que sus líderes tienen que tomar. Si deciden suspender los cultos se les critica por falta de fe. Si deciden continuar reuniéndose se les cataloga como “socialmente irresponsables”.

Si está pastoreando una iglesia en un área donde ha habido un brote de COVID-19, prepárese para una inimaginable presión en todos los niveles: desde su junta directiva, sus colaboradores y hasta aquellos que ocupan las bancas. Cada quien responderá con base en sus propias convicciones de fe y opiniones de salud pública. Prepárese para profundizar en la oración como nunca antes. Prepárese para la realidad de que sus decisiones no complacerán a todos.

Y prepárese para perder miembros pase lo que pase. Las iglesias en Singapur han reportado una disminución del 20 al 30 por ciento en la asistencia, y un porcentaje aún mayor si consideramos la cancelación de reuniones para ancianos y niños.

Un consuelo, que encontramos en la experiencia de la iglesia en Singapur, es que también es probable que se sorprenda gratamente por la cantidad de miembros que se acercarán para ofrecer su servicio voluntario durante los cultos o para bendecir a la comunidad que los rodea.

Las crisis muestran el verdadero carácter de un cristiano. La ansiedad en torno a la pandemia le permitirá discernir el estado espiritual real de su rebaño, dijo el pastor Benny Ho de Faith Community Church en Perth, Australia, y miembro del comité de LoveSingapore.

“Si respondemos a esta crisis correctamente, puede llegar a ser un momento decisivo de discipulado para nuestra nación”, dijo Ho. “Ante el peligro inminente, nuestras prioridades se reordenan. Esta es una gran oportunidad para tener conversaciones profundas en relación a lo que motiva nuestra vida. ¿Estamos solo existiendo o realmente viviendo? ¿Estamos enfocados en lo correcto? ¿Nos mueven las motivaciones correctas? ¿Nos gobiernan los valores bíblicos o los del mundo? ¿Estamos viviendo para lo que realmente importa?”

6) Ama a tu prójimo. Las buenas obras te llevarán lejos en medio de un pueblo lleno de temor.

Si bien, gran parte de la respuesta del mundo secular al virus ha sido impulsada por el miedo y enfocada a salvaguardar la propia vida, los pastores en Singapur están de acuerdo en que esta pandemia presenta una oportunidad que Dios ha dado para ser luz en medio de la oscuridad del momento. Sin embargo, para que esto suceda, la iglesia debe mirar más allá de la preocupación por sí misma y despertar a la oportunidad.

“Después de implementar las medidas necesarias en la iglesia, nos dimos cuenta de que esta crisis representa una oportunidad para ayudar y alcanzar a la comunidad”, dijo Lim Lip Yong, pastor ejecutivo de Cornerstone Community Church.

Después del periodo inicial de adaptación a la nueva normalidad, las iglesias han empezado a observar cómo se ha visto afectada su comunidad local. Las necesidades son prácticas, (como educar sobre salud pública a los ancianos) y emocionales (por el ambiente de pánico e incertidumbre que predominó desde la aparición de los primeros casos confirmados a nivel local).

“Una de las áreas en que queríamos influir era en el ambiente de la comunidad”, dijo Lim a CT. “Al comienzo del brote, las personas actuaban con miedo. En Singapur, las compras de pánico se apoderaron de muchas personas. Los trabajadores del sector salud eran expulsados del transporte público por temor a que hubieran estado en contacto con pacientes con el virus. Los comentarios de discriminación contra los ciudadanos chinos abundaban.

“Nunca podremos eliminar por completo estos elementos negativos de la sociedad”, dijo, “pero lo que sí podemos hacer es asegurarnos de que se generen más cosas positivas que negativas”. Así que enviamos a nuestra gente para ofrecer cuidados, ser amables y caminar la segunda milla para ayudar”.

Entre otros esfuerzos, el equipo pastoral y los miembros de esta iglesia se han acercado a los trabajadores migrantes (quienes han perdido su fuente de ingreso debido a la cancelación de varios proyectos por el temor al virus), y a los taxistas cuyo trabajo se ha visto gravemente afectado, ya que las personas han optado por quedarse en sus casas.

Del mismo modo, otros cristianos en Singapur han promovido muchos actos de amor y bondad, que incluyen:

  • Una canción de esperanza escrita por un niño de 12 años.
  • Bendecir a los encargados del servicio de limpia local.
  • Dar a los trabajadores migrantes cubrebocas y vitaminas de forma gratuita.
  • Escribir miles de tarjetas a mano para animar a los que trabajan en el sector salud.
  • Organizar una campaña de donación de sangre para ayudar a los bancos de sangre locales que se han quedado sin suministros, debido a que la mayoría de las personas evitan ir a los hospitales.

Los virus se propagan rápidamente, reconoció Lim. “Pero la amabilidad también es contagiosa”.

¿Quiénes son los más afectados en su área? ¿Aquellos enfermos por el virus? ¿Aquellos cuyos trabajos han sido interrumpidos por miedo al virus? ¿Aquellos emocionalmente cansados ​​de lidiar con la situación? Muchas de las puertas de estas personas estarían cerradas a la iglesia, si no fuera por esta situación. Los cristianos en Singapur han encontrado nuevos caminos para incursionar con actos de amor en tiempo del coronavirus.

7) En medio de las malas noticias, las Buenas Nuevas de Jesucristo son más relevantes que nunca.

“El mundo está infectado por un virus que es mucho peor que todos los virus que hemos conocido a lo largo de la historia. Ese virus es el pecado”, dijo Edmund Chan, mentor de liderazgo de la Iglesia Evangélica Libre Covenant.

“Este virus infecta al 100 por ciento de la humanidad. No hay inmunidad. No hay sobrevivientes ni esperanza. Nadie se escapa”.

“El mundo necesita un Salvador. El mundo necesita salvación”.

Los encabezados que recuentan las muertes locales y globales en aumento son recordatorios diarios de nuestra mortalidad, lo que nos obliga a mirar más allá de la rutina y considerar lo que hay después de la muerte.

Memento mori: algún día todos moriremos, ya sea por COVID-19 o de otra manera.

Es urgente que su iglesia mire más allá de las dificultades actuales y busque oportunidades para compartir la esperanza que tenemos en Cristo Jesús.

“Necesitamos conversar sobre temas más profundos”, dijo Ben K. C. Lee, pastor de la Iglesia RiverLife. “¿Es el propósito de nuestra existencia y tiempo en esta tierra, preservar nuestra vida por el mayor tiempo posible? ¿Es ocuparnos en cosas temporales como riquezas materiales y comodidades? ¿O es cumplir el deseo de Jesús, de que las moradas que nuestro Padre ha preparado en su casa, se llenen hasta desbordarse?”

Esto comienza con una expresión visible y pública de la victoria y la esperanza que tenemos en Jesús. Los tiempos de temor son una oportunidad única para compartir la razón de nuestra fe, dijo Chua Chung Kai, pastor de la Iglesia Evangélica Libre Covenant.

“No vivimos como aquellos sin esperanza. ¡De eso se trata el evangelio! Pero tenemos amigos, vecinos y familiares que no conocen esta esperanza. Puede ser que esta crisis los lleve a hablar sobre sus miedos y preocupaciones”, dijo Chua a CT. “Como escribió el profeta Daniel en el Antiguo Testamento ‘Los entendidos resplandecerán como el resplandor del firmamento; y los que enseñan la justicia a la multitud, como las estrellas a perpetua eternidad’ (Daniel 12:3)”.

El pánico es tangible. Pero el amor de la Iglesia también lo puede ser, dijo Chua.

“Estos son momentos de evangelio. Podemos difundir el amor, no el miedo ni el virus. No desperdiciemos esta epidemia”.

Edric Sng es fundador y editor de los sitios web cristianos Sal & Luz y Thir.st y pastor en la iglesia Bethesda (Bedok-Tampines) en Singapur.

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