El sorprendente descubrimiento acerca de aquellos misioneros colonialistas y proselitistas

No salieron en busca de cambiar la historia. Sin embargo, la labor de un investigador moderno muestra que precisamente eso fue lo que hicieron.

Christianity Today July 9, 2021
Foto por Alice Seeley Harris / Panos Archives

Esta es una versión revisada y corregida de la traducción publicada en enero de 2014.

Este artículo fue publicado en colaboración con la Conferencia Nacional de Liderazgo Cristiano Hispano (NHCLC, por sus siglas en inglés).

Para muchos de nuestros contemporáneos, nadie resume mejor a los misioneros de otras épocas como Nathan Price. Price, el patriarca de la novela La Biblia envenenada de Barbara Kingsolver, publicada en 1998, intenta bautizar a los nuevos cristianos congoleños en un río lleno de cocodrilos. Él exclama ¡Tata Jesús es bangala!, pensando que dice «Jesús es amado». En realidad, la frase significa «Jesús es venenoso». A pesar de ser corregido muchas veces, Price repite la frase hasta su muerte: una metáfora nada sutil para exponer la insensatez de las misiones modernas cuando son insensibles culturalmente.

Por alguna razón, nadie ha escrito un best seller sobre la vida de John Mackenzie. Él no es un personaje ficticio, sino un verdadero misionero del siglo XIX. Cuando los colonos blancos de Sudáfrica amenazaron con arrebatarles la tierra a los nativos, Mackenzie ayudó a Khama III, su amigo y aliado político, a viajar a Gran Bretaña. Allí, Mackenzie y sus colegas presentaron peticiones, tradujeron a Khama y a otros dos jefes en sus mítines políticos, e incluso organizaron una reunión con la reina Victoria. Al final, sus esfuerzos convencieron a Gran Bretaña de promulgar un acuerdo de protección de la tierra, sin el cual, hoy no existiría la nación de Botsuana.

Los anales de las misiones del Occidente protestante incluyen a personajes como Nathan Price, por supuesto. Sin embargo, gracias a un sociólogo tranquilo y persistente llamado Robert Woodberry, ahora sabemos de cierto que también incluyen a muchos como John Mackenzie. De hecho, la obra de misioneros como Mackenzie resultó ser el factor que ha tenido mayor influencia al garantizar la salud de las naciones.

«Dios me hizo para esto»

Hace catorce años, Woodberry era estudiante de posgrado en Sociología en la Universidad Chapel Hill de Carolina del Norte (UNC, por sus siglas en inglés). Hijo de J. Dudley Woodberry, profesor de estudios islámicos y ahora deán emérito del Seminario Teológico Fuller, comenzó a estudiar en el respetado programa de doctorado de la UNC con una de sus figuras más influyentes, Christian Smith (ahora en la Universidad de Notre Dame). Sin embargo, cuando Woodberry intentó encontrar una línea de investigación propia y fructífera, se sintió descontento.

«Gran parte de las investigaciones que había estudiado trataban de la religión estadounidense», dice sobre sus inicios en el programa de posgrado. «No era mi pasión, y no lo sentía como un llamado, como algo a lo que pudiera dedicar mi vida».

Una tarde asistió a una conferencia obligatoria que puso fin a su búsqueda vocacional. Se trataba de una conferencia por Kenneth A. Bollen, profesor de la UNC en Chapel Hill y uno de los expertos principales en la medición y el seguimiento de la expansión de la democracia a nivel mundial. Bollen señaló que seguía encontrando una conexión estadística significativa entre la democracia y el protestantismo. «Alguien tiene que estudiar el motivo de dicha correlación», dijo Bollen.

Woodberry se inclinó hacia delante en su asiento y pensó: Ese soy yo. Soy el indicado.

Pronto se encontró a sí mismo descendiendo a los archivos de la UNC en Chapel Hill en búsqueda de antiguos datos sobre religión. «Descubrí un atlas [de 1925] de todos los puntos misioneros del mundo, con montones de datos», dice Woodberry con gran alegría. Descubrió datos del «número de escuelas, profesores, imprentas, hospitales y médicos, y con referencias a atlas anteriores. Pensé: Vaya, esto es enorme. Es impresionante. Dios me hizo para esto».

Woodberry tenía la intención de rastrear las evidencias para la conjetura de Bollen de que la religión protestante y la democracia estaban relacionadas de algún modo. Estudió mapas amarillentos, pasó meses trazando la longitud y latitud de las antiguas estaciones misioneras, indagó en los archivos de Londres, Edimburgo y Serampore en la India, y habló con historiadores de la iglesia de toda Europa, Norteamérica, Asia y África.

En esencia, Woodberry estaba indagando en uno de los mayores enigmas de la historia moderna: por qué algunas naciones desarrollan democracias representativas estables —en las cuales los ciudadanos disfrutan del derecho a votar, a hablar y a reunirse con libertad— mientras que países cercanos sufren a gobernantes autoritarios y conflictos internos. La salud pública y el crecimiento económico también pueden diferir en gran medida de un país a otro, incluso entre países que comparten geografías, trasfondos culturales y recursos naturales similares.

En búsqueda de respuestas, Woodberry viajó a África Occidental en 2001. Salió de viaje una mañana por una carretera polvorienta en Lomé, la capital de Togo, y se dirigió a la biblioteca de la Universidad de Togo. La encontró escondida en un edificio de la década de 1960. Las estanterías contenían más o menos la mitad de los libros que él tenía en su colección personal. La enciclopedia más reciente databa de 1977. Al final de la calle, la librería del campus vendía bolígrafos y papel, no libros.

—¿Dónde compran sus libros? —paró Woodberry a un estudiante para preguntarle.

—Oh, nosotros no compramos libros —respondió él—. Los profesores leen los textos en voz alta y nosotros los transcribimos.

Al otro lado de la frontera, en la librería de la Universidad de Ghana, Woodberry había visto estanterías que ocupaban la pared entera, repletas de cientos de libros, incluyendo textos impresos por académicos locales. ¿A qué se debía aquel claro contraste?

La razón era clara: durante la era colonial, los misioneros británicos en Ghana habían establecido todo un sistema de escuelas y de imprentas. Sin embargo, Francia, el poder colonial en Togo, restringió duramente a los misioneros. Las autoridades francesas solo se interesaron en educar a una pequeña élite intelectual. Más de cien años después, la educación todavía seguía bastante limitada en Togo. En Ghana, estaba floreciendo.

Como una bomba atómica

Los que conocen a Woodberry fácilmente se lo pueden imaginar en África Occidental: un hombre alto, desgarbado, buscando respuestas con obstinación y precisión. Podría pasar por el detective privado de una película clásica si le colocaras una gabardina en los hombros, le subieras el cuello y lo mandaras por un callejón oscuro.

«Fue divertido observar su proceso de descubrimiento», dice Smith, quien supervisó el comité de tesis de Woodberry. «Fue recogiendo evidencias muy raras y dispersas y las unió en un conjunto de datos coherente. En cierto sentido, esto era demasiado grande para un estudiante de doctorado, pero él era obstinado, independiente y meticuloso».

Lo que comenzó a salir a la luz fue un patrón consistente y controvertido: un patrón que podría dañar la carrera de Woodberry, advirtió Smith. «Yo pensaba que era un proyecto grande e importante, pero le advertí de que a muchas personas no les gustaría la historia que exponía», dice Smith. «Antes de que él sugiriera que el movimiento misionero había tenido aquella fuerte influencia positiva sobre la democratización liberal… no podrías pensar en una historia más increíble y ofensiva que contar a un montón de académicos seculares».

Pero las evidencias seguían saliendo a la luz. Mientras estudiaba el Congo, Woodberry realizó uno de sus primeros descubrimientos más importantes. La explotación de la era colonial del Congo era bien conocida: los colonos, tanto los franceses como los belgas, obligaron a los lugareños a extraer caucho de la jungla. Como castigo por no lograrlo, quemaban aldeas, castraban a hombres y cortaban los miembros de los niños. En el Congo francés las atrocidades tenían lugar sin ningún comentario ni protesta, más allá de algún informe en algún periódico marxista de Francia. Pero en el Congo belga los abusos levantaron el mayor movimiento de protesta internacional desde la abolición de la esclavitud.

¿Cuál fue la diferencia? Tratando de elaborar una corazonada, Woodberry siguió el rastro de las estaciones misioneras de todo el Congo. Resultó ser que solo se permitieron misioneros protestantes en el Congo belga. Entre aquellos misioneros se encontraban dos bautistas británicos llamados John y Alice Harris que tomaron fotografías de las atrocidades —incluyendo la famosa fotografía de un padre contemplando los restos de su hija— y después las sacaron de contrabando fuera del país. Con las pruebas en la mano, viajaron por Estados Unidos y Gran Bretaña para levantar la presión pública y, junto a otros misioneros, ayudaron a que se alzaran protestas contra los abusos.

Para convencer a los escépticos, sin embargo, Woodberry necesitaba más casos de estudio. Cualquiera podía encontrar a unos John y Alice Harris aislados, o a un John Mackenzie, descartar a los Nathan Price, y montar un mosaico favorecedor. Pero Woodberry estaba capacitado para hacer algo que nadie más había hecho: observar los efectos a largo plazo de los misioneros usando la lente gran angular de los análisis estadísticos.

En su quinto año de doctorado, Woodberry creó un modelo estadístico que podría poner a prueba la conexión entre la obra misionera y la salud de las naciones. Junto a unos cuantos asistentes de investigación, pasó dos años recogiendo datos y afinando los métodos. Esperaba computar el promedio de los efectos duraderos que habían tenido los misioneros en todo el mundo. «Estaba muy nervioso», dice. «Pensaba: ¿y si ponemos en marcha los análisis y no encontramos nada? ¿Cómo salvaré mi tesis?».

Una mañana, en un laboratorio informático polvoriento y sin ventanas, iluminado por luces fluorescentes, Woodberry llevó a cabo la primera gran prueba. Después de terminar de preparar el programa estadístico en su computadora, hizo clic en el botón «Intro» y se inclinó hacia adelante para leer los resultados.

«Estaba impresionado», dice Woodberry. «Fue como una bomba atómica. El impacto de las misiones en la democracia global era enorme. Seguí añadiendo variables al modelo —factores que otra gente había estudiado y sobre los que habían escrito en los últimos cuarenta años— y los barrió a todos. Era impresionante. Entonces supe que estaba ante algo realmente importante».

¿Causa o correlación?

Woodberry ya tenía la prueba histórica de que los misioneros habían educado a las mujeres y a los pobres, habían promovido una imprenta generalizada, habían liderado movimientos nacionalistas que empoderaron a los ciudadanos de a pie, y habían impulsado otros elementos de la democracia. Ahora las estadísticas lo respaldaban: los misioneros no eran solo otra parte de la imagen. Eran el centro.

«Los resultados eran tan contundentes que me puse nervioso», dice Woodberry. «Esperaba un efecto, pero no esperaba que fuera tan amplio y poderoso. Pensé: Mejor me aseguro de que es real. Mejor voy con cuidado».

Determinado a ser su mayor escéptico, Woodberry comenzó a medir las teorías alternativas usando una técnica llamada análisis de variables instrumentales de mínimos cuadrados en dos etapas. En cualquier trabajo estadístico, sabía, era fácil confundir la correlación con la causalidad. Existe una conexión, por ejemplo, entre comer avena y desarrollar cáncer. Pero eso no significa que si comes mucha avena estés condenado. Resulta que la gente más anciana, los que tienen mayor riesgo de desarrollar cáncer de por sí, son los que más a menudo suelen comer avena para el desayuno. En otras palabras, la avena no provoca cáncer.

En el caso de la historia de las misiones, Woodberry tenía que preguntarse: ¿y si los misioneros se trasladaron a lugares ya predispuestos para la democracia? ¿O, que tal si el país colonizador —Nueva Zelanda, Australia o Gran Bretaña— era el verdadero catalizador?

Al igual que un mecánico que desmonta un motor para volver a armarlo, él tuvo que refutar su propia teoría para fortalecerla. Eso significó controlar muchos otros factores: el clima, la salud, la localización, la accesibilidad, los recursos naturales, el poder colonial, la prevalencia de las enfermedades y otra media docena de cosas. «Mis asistentes iban introduciendo todas estas variables, y la variable de las misiones era sorprendentemente robusta», dice Woodberry. «La teoría seguía en pie. Fue bastante divertido, en realidad».

Divertido, pero difícil de creer. Los resultados de Woodberry sugerían, en resumen, que cincuenta años de investigación sobre el auge de la democracia habían pasado por alto el factor más importante.

«Cuando comencé a presentarlo, nadie estaba interesado», dice Woodberry. «Como mucho conseguía reunir a dos personas en las sesiones de conferencias. No le importaba a nadie». Cuando aparecían los académicos, Woodberry esperaba preguntas hostiles y la ocasional interrupción furiosa.

Sin embargo, en una conferencia de 2002 Woodberry tuvo un descanso. En la sala se sentaba Charles Harper Jr., entonces vicepresidente de la Fundación John Templeton, que en aquel momento se dedicaba a financiar proyectos de investigación sobre cambios religiosos y sociales. (Entre sus importantes beneficiarios se encontraba Christianity Today). Tres años después, Woodberry recibió medio millón de dólares del Spiritual Capital Project de la fundación, contrató a casi cincuenta asistentes, y montó un enorme proyecto de base de datos en la Universidad de Texas, donde había conseguido una plaza en el departamento de Sociología. El equipo pasó diez años recopilando más datos estadísticos y realizando más análisis históricos, con la intención de confirmar su teoría. Con estos resultados y la investigación de su tesis, ahora Woodberry podría apoyar una afirmación de gran envergadura:

Las áreas en donde los misioneros protestantes tuvieron una presencia significativa en el pasado están, en promedio, más desarrolladas económicamente hoy, con una salud comparativamente mejor, menor mortalidad infantil, menor corrupción, mayor alfabetización, mayores logros educativos (especialmente para las mujeres), y cuentan con membresías más robustas en las organizaciones no gubernamentales.

En resumen: ¿quieren una democracia floreciente hoy? La solución es sencilla… si tienen una máquina del tiempo: manden a un misionero en el siglo XIX.

Sorprendente para los investigadores

A pesar de la preocupación de Smith, al trabajo histórico y estadístico de Woodberry finalmente se le prestó atención. La suma de sus catorce años de investigación —publicado en 2012 en el American Political Science Review, la máxima publicación de su disciplina—, ha ganado cuatro grandes premios, incluyendo el prestigioso Luebbert Article Award al mejor artículo de política comparada. Su título es impresionante: «Las raíces misioneras de la democracia liberal».

«[Woodberry] presenta una teoría grande y bastante ambiciosa acerca de cómo los “protestantes que convertían” contribuyeron a la construcción de sociedades democráticas», dice Philip Jenkins, distinguido profesor de historia de la Universidad de Baylor. «Intenté encontrarle fallas tanto como pude, pero la teoría se sostiene. Tiene grandes implicaciones para el estudio global del cristianismo».

«¿Por qué algunos países se vuelven democráticos, mientras que otros entran en la ruta de la teocracia o la dictadura?», pregunta Daniel Philpott, profesor de Ciencia Política y estudios de la paz en la Universidad de Notre Dame. «El que Woodberry demostrara a través de un análisis minucioso que los protestantes que convertían son cruciales para que hoy esos países sean democráticos es notable de muchas maneras. No se trata de un factor más: resulta ser el factor más importante. No puede ser más que sorprendente para los investigadores de la democracia».

«Creo que es el mejor trabajo que hay acerca del desarrollo económico y religioso», dice Robin Grier, profesora de economía y estudios internacionales de la Universidad de Oklahoma. «Es increíblemente sofisticado y está bien cimentado. No he visto nunca nada así».

Cuando Woodberry habla de su trabajo, suena a un académico cuidadoso que no quiere darle demasiada importancia a su tesis. Pero también se puede observar su pasión por dejar las cosas claras.

«No tenemos que negar que hubo, y hay, misioneros racistas», dice Woodberry. «No tenemos que negar que hubo, y hay, misioneros que hacen las cosas pensando en sí mismos. Pero si ese hubiera sido el efecto promedio, hubiéramos esperado que los lugares donde los misioneros tuvieron influencia fueran peores que aquellos donde no se les permitió la acción o se les restringió. Nos encontramos exactamente en el caso opuesto de todos los posibles resultados. Incluso en los lugares donde se convirtieron pocas personas, [los misioneros] tuvieron un profundo impacto económico y político».

Los educadores de las naciones

Todo esto tiene un importante matiz: el efecto positivo de los misioneros sobre la democracia se aplica únicamente a los «protestantes que convierten». El clero protestante financiado por el estado, así como los católicos misioneros antes de la década de 1960, no tuvieron un efecto comparable en las áreas donde trabajaron.

La independencia del control del estado marca una gran diferencia. «Uno de los principales estereotipos acerca de las misiones es que estaban estrechamente conectadas con el colonialismo», dice Woodberry. «Pero los protestantes misioneros no financiados por el estado por lo general fueron muy críticos con el colonialismo».

Por ejemplo, la campaña de Mackenzie a favor de Khama III formó parte de su esfuerzo durante treinta años por proteger la tierra africana de los colonos blancos. Mackenzie no era un caso aparte. En China los misioneros trabajaron para terminar con el comercio de opio; en India lucharon para restringir los abusos de los terratenientes; en las Indias Occidentales y otras colonias, jugaron papeles clave en la construcción del movimiento abolicionista. De regreso a casa, sus aliados aprobaron una legislación que regresaba la tierra a los Xhosa nativos de Sudáfrica y además protegía a las tribus de Nueva Zelanda y Australia de ser arrasados por los colonos.

«Puedo decir con seguridad que ninguno de estos movimientos habría tenido lugar sin que los hubieran impulsado los misioneros no subvencionados por el estado», dice Woodberry. «Los misioneros tenían una base de poder entre la gente corriente. Fueron ellos los que transformaron estos movimientos en movimientos de masas».

Él señala que la mayoría de los misioneros no marcharon allá con la idea de convertirse en activistas políticos. Los lugareños asociaron el cristianismo con sus abusadores coloniales, así que, para poder evangelizar eficazmente, los misioneros se distanciaron de los colonos. Hicieron campaña contra los abusos por razones personales y prácticas, igual que por razones humanitarias.

«Pocos [misioneros] fueron reformadores sociales de modo sistémico», dice Joel Carpenter, director del Instituto Nagel para el Estudio del Cristianismo Mundial en el Calvin College. «Creo que, antes que nada, fueron personas que amaron a otras personas. Les importaban los demás, vieron dónde se les había agraviado y quisieron arreglarlo».

Aunque los misioneros llegaron a la reforma colonial por la puerta trasera, la alfabetización y la educación masivas fueron proyectos más deliberados: la consecuencia de una visión protestante que derribó las viejas jerarquías en nombre del «sacerdocio de todos los creyentes». Si todas las almas son iguales ante Dios, todo el mundo debería tener acceso a la Biblia en su propia lengua. También tendrían que saber cómo leerla.

«Se centraron en enseñar a leer a la gente», dice Dana Roberts, directora del Centro para el Cristianismo Global y la Misión de la Universidad de Boston. «Suena a algo muy básico, pero si observas la pobreza mundial, la alfabetización es el principal factor que te ayuda a salir de la pobreza. A menos que tengas una amplia alfabetización de base, no puedes tener movimientos democráticos».

Como observa Woodberry, aunque los chinos inventaron la imprenta ochocientos años antes que los europeos, en China la tecnología se usaba en gran medida para las élites. Entonces llegaron los misioneros protestantes en el siglo XIX y comenzaron a imprimir decenas de miles de textos religiosos, haciéndolos accesibles para las masas, y enseñando a las mujeres y a otros grupos marginales a leer. Hasta ese momento ninguna autoridad de Asia había comenzado a imprimir de forma generalizada.

Extiende un mapa, dice Woodberry, señala cualquier lugar donde los «protestantes que convertían» fueron activos en el pasado y sin duda encontrarás que allí se imprimen más libros y hay más escuelas per cápita. También descubrirás que en África, en Oriente Medio y en algunas partes de Asia la mayoría de los primeros nacionalistas que condujeron a los países a la independencia se graduaron en las escuelas de las misiones protestantes.

«Yo no soy religioso», dice Grier. «Nunca me sentí cómodo con la idea [del trabajo misionero]; me parecía vergonzoso. Entonces leí sobre el trabajo de Bob. Pensé: Vaya, eso es increíble. Dejaron un gran legado. Cambió mi perspectiva y me hizo pensar».

Señales de propósitos mayores

Por supuesto, sigue habiendo escépticos. En 2010, cuando Woodberry presentó su artículo a la American Political Science Review, los editores le pidieron que ampliara los casos de estudio, que añadiera más regresiones y que hiciera públicos todos los datos y modelos. Para el artículo, produjo 192 páginas de material de apoyo.

«Haber conseguido publicar su trabajo en una revista que es un buque insignia es un testimonio extraordinario de su coraje y su perseverancia», dice Philpott. «Para que su artículo tomara vuelo, no dejó piedra sin levantar y anticipó todas las hipótesis. Es un artículo cuya meticulosidad sobrepasa todo lo que he visto».

Sin embargo, Bollen, cuya conferencia impulsó la investigación inicial de Woodberry (y que más tarde copresidió su comité de tesis), ofrece una palabra de precaución. «Es un estudio excelente. No veo ningún fallo en particular, pero sería arriesgado afirmarlo como un hecho establecido. Solo es un estudio. Tenemos que ver si otras personas pueden replicarlo, o sacar otras conclusiones».

Hasta el momento, más de una docena de estudios han confirmado los descubrimientos de Woodberry. El creciente corpus de investigación está comenzando a cambiar el modo en que los académicos, los trabajadores humanitarios y los economistas piensan en la democracia y en el desarrollo.

La iglesia también tiene algo que aprender. Para los cristianos occidentales hay algo excitante, e incluso subversivo, en una investigación que va contra la historia común y transforma a un personaje a menudo feo —el misionero— en un protagonista extravagante e involuntario que a todos nos encanta adorar.

Sin duda, Woodberry moderaría todo nuestro triunfalismo, para estar seguro, recordándonos que todos estos resultados positivos fueron, de algún modo, no intencionados, una señal de los propósitos mayores de Dios poniéndose en marcha a través de las vidas de personas devotas, aunque imperfectas.

Aun así, hay una pequeña afirmación que parece apropiada. Como señala Dana Roberts: «La investigación de Bob muestra que el total es más que la suma de sus partes. Los cristianos marcaron la diferencia en la sociedad de manera colectiva».

Echando ahora la vista atrás, más de un siglo después, vemos hasta dónde puede perdurar esa diferencia transformadora.

Andrea Palpant Dilley, escritora de la ciudad de Austin, Texas, pasó parte de su infancia en Kenia como hija de misioneros cuáqueros. Es la autora de Faith and Other Flat Tires (Zondervan).

William Carey. David Livingstone, Hudson Taylor. Ellos son las estrellas del movimiento misionero moderno. Aquí hay otros ocho misioneros que también fueron pioneros de la democracia global.

CONGO

Alice Seeley Harris

Bautista británica; Harris y John, su marido, fueron de los primeros en usar la fotografía para promover los derechos humanos. A principios de 1900, los colonos utilizaban los trabajos forzosos para extraer caucho de las junglas del Congo… y los lugareños que se resistían eran castrados, quemados o se les amputaban los miembros. Los Harris viajaron por todo Estados Unidos y Gran Bretaña distribuyendo fotografías y dando conferencias donde detallaban los abusos.

BOTSUANA

John Mackenzie

El misionero británico se asoció con un jefe llamado Khama III para proteger su tierra de ser ocupada por los colonos blancos en Sudáfrica. Sus esfuerzos dieron a luz un acuerdo fundamental para la protección de la tierra. Si no fuera por los misioneros protestantes, probablemente hoy no existiría Botsuana.

SUDÁFRICA

Trevor Huddleston

El misionero anglicano en Sudáfrica se ganó el apodo de Makhalipile —«el intrépido»— en parte por publicar Naught for your Comfort [Nada para su comodidad], una devastadora crítica a las políticas raciales sudafricanas. Sus escritos y su posterior liderazgo en el Movimiento Antiapartheid ayudaron a volver la opinión pública británica contra el apartheid.

INDIA

Ida Sophia Scudder

Ella juró que nunca se convertiría en uno de ellos. Pero entonces Ida Sophia Scudder vio a tres mujeres morir innecesariamente en el bungaló de sus padres misioneros y supo que Dios la estaba llamando al campo misionero. Scudder se encargó de los problemas de las mujeres indias y luchó contra la peste bubónica, el cólera y la lepra. En 1918 comenzó uno de los hospitales universitarios más famosos de Asia, el Christian Medical College & Hospital.

INDIA

James Long

Enviado a Calcuta a los 22 años, Long era un sacerdote anglicano irlandés que jugó un papel clave en la revuelta de índigo de 1859, cuando los granjeros rurales índigo se rebelaron contra los colonos británicos. Long tradujo y publicó Nil Darpan, una obra escrita por Dinabandhu Mitra acerca de las malas condiciones de los granjeros índigo, por la que fue multado y encarcelado brevemente. Se le recuerda hoy como un preservador clave de la educación, la literatura y la historia bengalí.

JAPÓN

Guido Verbeck

Guido Verbeck era un consejero político, educador y misionero holandés contratado por el gobierno japonés para establecer un nuevo sistema escolar británico en Nagasaki. Continuó liderando un cambio masivo en el sistema educativo de Japón, estableció un programa de intercambio con los Estados Unidos y comenzó el primer estudio bíblico del Japón moderno.

CHINA

Timothy Richard

En medio de la hambruna de China de 1876 a 1879, Timothy Richard, un bautista galés, ayudó a liderar uno de los mayores esfuerzos humanitarios de la historia moderna. Mientras estaba en Shangai, ayudó a producir casi trescientos libros, hizo campaña para la Sociedad contra la Atadura de Pies y consultó con el gobernador de la provincia de Shanxi para fundar una universidad.

CHINA

Eliza Bridgman

En 1864, veinte después de haber zarpado hacia China, la misionera estadounidense Eliza Bridgman abrió en Beijing una escuela para niñas que de otro modo hubieran acabado sufriendo prostitución, trabajos forzados o hambrunas. La escuela de Bridgman finalmente se incorporó a la Universidad de Yenching, una de las primeras universidades de China. Ahora llamada la Universidad de Peking, hoy sigue siendo una de las universidades más prestigiosas de China.

Lo que trajeron al mundo

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La iglesia estadounidense es un desastre, pero todavía tengo esperanza

Las tasas de deserción y los fracasos de liderazgo son solo una parte de la historia.

Christianity Today July 5, 2021
Eric Skwarczynski / Lightstock

Este artículo fue publicado originalmente en inglés el 15 de junio de 2021.

Una carta filtrada recientemente y firmada por Russell Moore describe una profunda podredumbre institucional, un racismo manifiesto y la tolerancia de casos de abuso sexual dentro de la Convención Bautista del Sur [SBC, por sus siglas en inglés]. (Sus afirmaciones fueron posteriormente corroboradas en grabaciones filtradas). La plaza pública se ha consumido con discusiones acerca de esta controversia, especialmente ahora que la reunión anual de la SBC está en marcha.

Pero los problemas que describe Moore no se limitan a una denominación. Muchos de los llamados líderes evangélicos “moderados” (aquellos que se aferran a la ortodoxia histórica y la ética sexual tradicional, pero se pronuncian en nombre de las mujeres y las minorías raciales), tienen historias similares que contar. Parece que cada vez es más difícil encontrar instituciones en Estados Unidos que no sean conservadoras o progresistas de forma casi instintiva.

Más allá de eso, las instituciones cristianas, cualquiera que sea su doctrina o ideología, a menudo tienen en común una sed de poder, una autodefensa impenitente y una falta de valor que contradicen por completo el evangelio. Muchas de ellas no parecen funcionar de forma muy distinta a las instituciones fuera de la iglesia.

En medio de esta conmoción, he visto a amigos y conocidos abandonar la iglesia, a otros que están en proceso de “deconstrucción” y a otros (incluidos algunos líderes de la iglesia ortodoxa) que están profundamente descorazonados, incluso deprimidos, por el estado de la iglesia en Occidente.

Tenemos motivos para desanimarnos. Las estadísticas son deprimentes. En una encuesta reciente de Lifeway, dos tercios de los adultos jóvenes informaron que dejaron de asistir a la iglesia, citando desacuerdos religiosos o políticos con la iglesia, o hipocresía entre los miembros. Dos entrevistas recientes [enlaces en español] en CT pintan imágenes igualmente oscuras.

¿Qué le está pasando a la iglesia institucional en los Estados Unidos? Es fácil para mí aceptar narrativas de declive y creer que las cosas solo empeorarán. Y, por supuesto, podrían empeorar. En la historia de la iglesia hay ejemplos de poblaciones cristianas en ciertos países que decrecieron y casi desaparecieron.

Pero cada vez más, mi esperanza para la iglesia se encuentra en las palabras que recito cada domingo en el Credo de Nicea: “Creemos en el Espíritu Santo”.

Cuando buscamos la presencia del Espíritu, naturalmente notamos aquellos lugares en nuestras vidas donde vemos fecundidad y abundancia. Pero el punto base de la obra del Espíritu Santo se encuentra a menudo en el lugar donde nuestros recursos fallan y donde los problemas parecen irresolubles.

Como escritora y sacerdote [de la Iglesia Anglicana], a menudo me encuentro hablando en reuniones acerca de temas como “El futuro del Evangelicalismo”. A mis compañeros, amigos líderes de la iglesia y a mí, regularmente nos preguntan cómo solucionar los problemas en la iglesia estadounidense, y regularmente nos reunimos y hablamos sobre cómo no tenemos la respuesta. Eso no significa que no lo intentemos. Sí lo intentamos. Tenemos eventos, iniciativas y reuniones de oración. Leemos y escribimos libros sobre la participación de la cultura y la creación de instituciones. Y, sin embargo, estamos consternados.

Es fácil duplicar la estrategia. Necesitamos mejores programas, mejor discipulado y mejor entrenamiento de pastores. Necesitamos más dinero para plantar iglesias y crear instituciones más saludables. Necesitamos más revistas cristianas, escuelas cristianas y ministerios para los pobres y marginados. Necesitamos mejores ensayos, columnas y libros. Necesitamos mejores líderes, mejor catequesis y mejor teología política. Todo esto es verdad. Pero, al final, no estoy segura de que podamos encontrar una solución. Cada año, los problemas parecen más complejos y la oscuridad dentro de nuestras instituciones parece más angustiosa.

Pero creo en el Espíritu Santo y, por lo mismo, creo que Dios está mucho más comprometido que yo en purificar y fortalecer su Iglesia. Por lo tanto, vivo con el pleno conocimiento de que no puedo predecir el futuro, ni siquiera puedo adivinarlo. Así que al diablo con las narrativas de declive. Debemos tener un santo escepticismo hacia cualquier estrategia o predicción sobre el futuro de la iglesia.

Lesslie Newbigin dijo la famosa frase: “No soy ni optimista ni pesimista. Jesucristo ha resucitado de entre los muertos”. Debido a la resurrección de Jesús y al trabajo continuo del Espíritu Santo, no podemos ser pesimistas u optimistas acerca de la iglesia en Estados Unidos. ¿Quién sabe lo que hará Dios? ¿Quién sabe cómo nos sorprenderá? Nuestro llamado es simplemente a ser fieles en la pequeña esfera en la que nos encontramos, de la manera que podamos, en medio de la incertidumbre.

En su blog, Alan Jacobs amplía la idea de Newbigin. “¿El cristianismo está disminuyendo dónde estás?” Él escribe. “¿O, por el contrario, está creciendo en poder e influencia? ¿Sientes que la persecución se avecina para ti? ¿O el éxito cultural está a la vuelta de la esquina? Nada de eso importa. Nuestro llamado es precisamente el mismo tanto en lo que llamamos tiempos de tranquilidad como en lo que llamamos tiempos de lucha”.

Independientemente de lo que depare el futuro de la iglesia estadounidense, simplemente debemos continuar buscando el camino de Jesús. En medio de instituciones quebrantadas, intentamos convertirnos en los que dicen la verdad, y trabajamos por la reforma de la manera imperfecta e incompleta en que podemos. Aunque este trabajo suele ser lento y, a veces, silencioso, no se trata simplemente de estar callados. Participamos en la obra del Espíritu. Pero creemos que el todo será mayor que la suma de nuestros esfuerzos o capacidad. Creemos esto porque el Espíritu Santo está redimiendo a la iglesia de maneras que necesitamos profundamente y que aún no podemos imaginar.

Los más jóvenes llamarían a esto un “cliché bíblico”, una forma de invocar a Dios para detener la conversación o el esfuerzo humano; un tonto comentario social que simplemente dice: “Bueno, Jesús nos ama a todos” y, por lo tanto, supone que no hay nada más que decir. Y admito que hace unos años, habría pensado en este ensayo como una excusa.

Sin embargo, si es un cliché bíblico admitir en voz alta que nuestras instituciones, y nuestras propias vidas, están más allá de nuestra propia reparación y que nuestra única esperanza es la obra de Dios, entonces el evangelio mismo podría ser considerado simplemente como un cliché bíblico.

El hecho es que las cosas van mal en la iglesia estadounidense. No soy optimista de que mejorarán. Pero tampoco soy pesimista. Jesús ha resucitado de entre los muertos.

Necesitamos comprender verdaderamente y lamentar el estado quebrantado de la iglesia estadounidense. Yo seguiré teniendo conversaciones con amigos y compañeros líderes de la iglesia, seguiré llorando por el estado de la iglesia, seguiré trabajando y buscando el arrepentimiento y la renovación. Y tengo un gran motivo de esperanza. No es una estrategia, un nuevo libro, un nuevo candidato político o una nueva iniciativa. Es el Espíritu Santo que está obrando. Eso es suficiente para mí por el momento.

Traducción por Sergio Salazar

Edición en español por Livia Giselle Seidel

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Por qué dejé de considerar “aburridas” algunas partes de la Biblia

Las Escrituras son una puerta y un festín cuando haces las preguntas correctas.

Christianity Today June 30, 2021
Illustration by Mallory Rentsch / Source Images: Bailey Zindel / Ivras Krutainis / Unsplash

Cuando comencé a liderar un estudio bíblico en mi iglesia, tuve la abrumadora tarea de escoger el primer libro que íbamos a estudiar. No recuerdo exactamente por qué escogí Jeremías, pero sí recuerdo bien la cara que puso una compañera del seminario cuando se lo dije. “Vas a tener que advertirles que es un libro bastante difícil”, me dijo.

Así que cuando anuncié que pasaríamos los siguientes seis meses en Jeremías (porque ese es el tiempo que lleva estudiar cincuenta y dos densos capítulos), dije algo que había escuchado decir a muchos maestros bíblicos antes de mí: “Sé que es un libro aburrido, pero vamos a aprender algo”. Creo que estaba tratando de bajar sus expectativas… o las mías, quizá. Reduje las expectativas al mínimo para que si el libro de Jeremías cautivaba su atención aunque fuera un poco, yo pudiera calificar la experiencia como un éxito.

Pero, echando la vista atrás, me arrepiento de haberlo dicho. No es verdad. Jeremías no es aburrido. La Biblia no es aburrida. Incluso las partes que la gente siempre dice que son aburridas son en realidad raras, fascinantes y dignas de asombro. Si lo permitimos, capturarán totalmente nuestra atención.

Hay libros en la Biblia que tienen la mala reputación de ser tediosos. Sabemos que debemos pensar que Levítico es importante o que los profetas siguen teniendo aplicación hoy en día, pero también sabemos que todo el mundo asentirá con nosotros si admitimos que pensamos que son “un poco difíciles de navegar”.

Después de años de escuela dominical y grupos de jóvenes, las partes de las Escrituras a las que había etiquetado como “aburridas” llegaron a la sorprendente cantidad de su totalidad. Está Números, que empieza con un censo; y Crónicas, que parece que solo está repitiendo Reyes; y al final está Apocalipsis, que todo el mundo “sabe” que es simplemente extraño. En mi iglesia todo el mundo está de acuerdo en que toda la Biblia está inspirada por Dios, pero nadie te juzgaría por quedarte solo con los evangelios, los salmos y las epístolas.

Cuando leí la Biblia entera de tapa a tapa por primera vez en el bachillerato [high school], me sentí ligeramente escandalizada. ¿Por qué nadie me había dicho que había tanta intriga, drama, belleza y bondad en estos libros supuestamente “aburridos”?

Al principio de su famosa conferencia de 1917 “El extraño nuevo mundo dentro de la Biblia”, el teólogo Karl Barth pregunta: “¿Qué hay dentro de la Biblia? ¿Qué clase de casa es esta de la cual la Biblia es la puerta? ¿Qué clase de país se extiende ante nuestros ojos cuando abrimos la Biblia?”.

Estas preguntas eran desconocidas para los distintos grupos de jóvenes en los que crecí. Nos hacíamos preguntas como: “¿Qué significa la Biblia para mi vida?”, o “¿Cuál de estas reglas tengo que seguir?”. Y la verdad es que esos largos pasajes “aburridos” de las Escrituras no tienen ninguna intención de responder esta clase de preguntas. Su verdad y su belleza no siempre se pueden traducir de forma sencilla en afirmaciones proposicionales, y el modo en que afectan al lector fiel no siempre se puede articular como una “forma de ponerlo en práctica”.

Muchos de nosotros los evangélicos somos más pragmáticos de lo que deberíamos, y llevamos con orgullo “el alta estima que tenemos de las Escrituras” como una insignia. Sin embargo, negamos esa realidad a la hora de manejar los pasajes raros, difíciles o aburridos. Cuando todo debe reducirse a un principio moral que pueda ponerse en práctica, relacionarse de forma directa con la expiación sustitutiva o resumir la manera de “llegar al cielo”, tiene sentido pensar que largas porciones de las Escrituras nos parezcan en última instancia innecesarias.

Barth continúa su conferencia describiendo al lector de las Escrituras como un viajero que llega a un nuevo mundo: uno que llega a vivir con Abraham en Harán y escucha el llamado a una nueva tierra, uno que vaga con Moisés por las tierras salvajes, uno que escucha con Elías la suave y tranquila voz de Dios, uno que sigue a un Jesús que hablaba con “autoridad persuasiva” y observa el “eco” de su vida en aquella banda suya de torpes seguidores. Pero no puedes entrar en este nuevo mundo a menos que esperes encontrarlo. Si buscas historias aburridas e irrelevantes, las encontrarás. Si buscas el extraño nuevo mundo de Dios, también lo encontrarás. Como escribe Barth: “los hambrientos se sienten satisfechos por la Palabra, y para los satisfechos es empalago antes de siquiera haberla abierto”.

Cuando comencé el seminario, a menudo me advirtieron que necesitaba asegurarme de que mi fe no se convirtiera en algo “seco y académico”. Es extraño que lo que realmente ocurrió fue que me enamoré más profundamente de aquellas partes supuestamente “secas y académicas” de las Escrituras. Recibí incontables recursos para hacer preguntas inquisitivas, y tareas que me permitieron sumergirme en los detalles de las historias más extrañas.

Yo pensaba que la historia de Sodoma y Gomorra no tenía nada que decirle a mi iglesia de clase media de las afueras de la ciudad; en cambio, nos llamó a recordar que nuestras comunidades son juzgadas por cómo tratan a los extranjeros. Me sentía turbada por las extrañas imágenes de Apocalipsis; en cambio, descubrí una vibrante descripción del reino de Dios frente a los imperios del mundo. En el seminario aprendí que cada vez que indagaba en un pasaje de las Escrituras encontraba algo más bello y cautivador de lo que me había atrevido a esperar.

Pero no se necesita una biblioteca teológica completa para encontrar interesantes las historias “aburridas”. Las descripciones detalladas del tabernáculo captan la atención de los artistas, los dramas familiares de Génesis son tan enrevesados como una telenovela, y las especificaciones de las leyes y los festivales del Antiguo Testamento son tan exhaustivas como una novela fantástica que expone las costumbres de un mundo extraño.

Las Escrituras son historia, drama y arte. Y, lo más importante, es la sencilla y sorprendente historia de Dios redimiendo su creación. Pero si en nuestra forma de simplificar o sistematizar terminamos relegando porciones enteras de las Escrituras a aburridas irrelevancias, entonces hemos perdido la trama de un Dios que elige revelarse a sí mismo en la forma de una historia cautivadora.

Tal vez nuestra mayor herramienta para el estudio bíblico es la expectativa bien cultivada, nacida de la fe y sostenida por la práctica, de que incluso en las partes “aburridas” habrá belleza, verdad y bondad, porque eso mismo es Dios.

Traducción por Noa Alarcón

Edición en español por Livia Giselle Seidel

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Cómo combatir la cultura de presión de grupo en nuestras iglesias

Ejemplos recientes de ministerios caídos nos muestran que la conformidad puede ser peligrosa.

Christianity Today June 30, 2021
Illustration by Mallory Rentsch / Source Images: Pille Kirsi / Pexels / Luis Alvarez / Getty Images

En los últimos meses hemos tenido ilustraciones impresionantes de cómo se crea y perpetúa una cultura de empoderamiento en torno a líderes carismáticos tóxicos. Ejemplos de alto perfil que han ido desde iglesias como Willow Creek y Harvest Bible Chapel [enlaces en inglés] hasta organizaciones cristianas encabezadas por Dave Ramsey y el difunto Ravi Zacarías.

En el caso de cada una de estas iglesias y ministerios, vemos que aunque estas organizaciones aparentemente “demasiado grandes para caer” fueron honradas a través de los años por sus fuertes motivaciones evangélicas de buena fe, su cultura organizacional cotidiana discipuló al personal en algunas de las formas más destructivas de presión de grupo.

Los líderes manipuladores pueden aprovechar una cultura de presión de grupo para mantener secretos tóxicos en la oscuridad: “Los cristianos tienen razón en prestar atención a las advertencias bíblicas sobre chismes, secretos y mentiras. Sin embargo, la iglesia estadounidense también ha visto un patrón de conducta en líderes que hacen referencia a tales enseñanzas para silenciar y desacreditar a las víctimas y denunciantes”, escribió CT sobre la caída de Ramsey y otros.

Reconocer a estos líderes caídos nos ofrece a quienes estamos en las trincheras del ministerio la oportunidad de interrogar la cultura de nuestra iglesia local. Ese examen puede y debe incluir las formas en que hemos sustituido el discipulado auténtico con la presión de grupo. Las mismas tendencias sociales y espirituales que crearon una cultura dañina en estos ministerios caídos a menudo existen en dosis más pequeñas en nuestras propias iglesias locales.

Dios diseñó a una comunidad saludable como una de las formas para transmitir la fe de una generación a la siguiente (Deuteronomio 6:4-9) y de los creyentes más maduros a los jóvenes en la fe (Tito 2). Una cultura de discipulado enfatiza la santidad a la vez que celebra la rica diversidad de dones, talentos y experiencias que Dios le ha dado al cuerpo local. Una cultura centrada en la conformidad podría comunicar que este tipo de diversidad es sospechosa o, en el peor de los casos, pecaminosa.

Muchos nos hemos acostumbrado a pensar en el discipulado en términos de transmitir la doctrina y el conocimiento bíblico a través de medios formales como estudios bíblicos y sermones, o medios informales como pódcast o música cristiana. Estos son componentes esenciales y muy necesarios en la formación de la fe, pero no ocurren de forma aislada. Se ha dicho que la fe se capta según cómo se enseña. Los valores de nuestra subcultura particular nos moldean, quizás incluso más poderosamente que nuestros catecismos.

Eslóganes de mercadotecnia eclesiástica bien intencionados en nuestras congregaciones que proclamen que “todos son bienvenidos” o prometan que “la congregación es una familia cálida” parecerán hipócritas a la luz de las dinámicas de grupos cerrados que tal vez se practiquen entre nuestra gente.

Quienes parecen estar aislados en una iglesia pueden ser quienes mejor articulen una cultura de discipulado tácito al compartir sus experiencias con usted: la persona soltera que es tratada con condescendencia o es ignorada por las parejas casadas, la persona que elige votar en oposición a la mayoría de los otros feligreses, la persona enferma o de la tercera edad que es tratada como un proyecto en lugar de un miembro valioso, o la madre trabajadora que ha sido tratada como una extraña en una comunidad de amas de casa.

Podemos ver la forma en que se aplica la presión social en las Escrituras cuando la madre de Santiago y Juan le pide a Jesús que dé a sus hijos privilegios especiales en Mateo 20:20-28. En respuesta a la indignación de los otros discípulos, Jesús responde que el mundo valora el estatus y el reconocimiento, pero no de la misma manera en que sucede en el reino de Dios.

Poco después de la Resurrección, cuando Pedro y otros seguidores de Jesús son arrestados en Hechos 5, Pedro les dice a las autoridades que ellos deben obedecer a Dios en lugar de a los hombres (v. 29), ofreciendo el tipo de valor moral que es fruto de un discipulado lleno del Espíritu.

La presión hacia la conformidad espiritual era tan alta en la iglesia primitiva como lo es hoy. Hechos 15 detalla la batalla por la integración de los creyentes gentiles en un cuerpo mayormente judío. Si bien esta batalla fue por la interpretación de la ley y el significado de la Resurrección, en parte tuvo que ver con implicaciones sociales. El apóstol Pablo menciona los efectos del tribalismo espiritual en la iglesia de Corinto, la cual estaba dividida sobre su enseñanza y la de Apolo, y les recordó dos veces que los grupos cerrados divisivos no son una respuesta piadosa a las Buenas Nuevas, sino una respuesta “mundana” (1 Corintios 3:1-8). Santiago también aborda el tema de la tentación de ir hacia un orden jerárquico social mundano en la iglesia primitiva (Santiago 2:1-13). En otras palabras, había mucha presión de grupo.

Nos formamos espiritualmente tanto en la familia como en otros grupos sociales, y aprendemos cómo funciona el mundo imitando a quienes tienen más experiencia y/o poder que nosotros. Este tipo de aprendizaje no termina cuando llegamos a la edad adulta, aunque si estamos sanos emocional y espiritualmente, el peso de la presión de grupo se desvanece a medida que envejecemos y maduramos en la fe.

La influencia del grupo puede ser algo saludable. Las personas de comunidades de recuperación de adicciones y grupos de apoyo de todo tipo dan testimonio de la fuerza que proporciona un grupo para fomentar un cambio personal positivo. Pablo animó a sus amigos de Corinto a que lo imitaran como él imitaba a Cristo (1 Corintios 11:1). El llamado de Jesús a seguirle cambió la presión de grupo de este mundo de forma total.

No hay una solución rápida para cambiar una cultura que ha sido moldeada por la presión de grupo. Pero hay algunos compromisos continuos que, como líderes, podemos hacer para influir en el crecimiento de todos los miembros de nuestra congregación, incluidos nosotros.

Vigilancia. Permanezca alerta y sensible a las formas en que la presión de grupo puede haberse convertido en un sustituto del discipulado significativo que mira a la cruz de Cristo. Piense en su equipo de liderazgo como en un grupo de antropólogos espirituales, invitados a estudiar la cultura de su iglesia. ¿Qué tendencias notan entre su gente? ¿Qué tipo de cosas influyen en su comportamiento? ¿Cómo responden a quienes están fuera de su “grupo” en la iglesia? ¿Y en la comunidad?

Este tipo de observación debe ser continua y estar acompañada de oración mientras busca remediar las áreas de malformación en su medio. Si su congregación se caracteriza por tener algunos grupos cerrados, por ejemplo, trabajar con miembros destacados de esos grupos para abrirlos a través del servicio, el aprendizaje y el compañerismo con otras personas que no pertenecen a ese grupos de amigos de confianza puede comenzar a impulsar cambios en su cultura.

Modelado. Los líderes no son inmunes a la tentación de crear grupos cerrados. A medida que combatamos la tentación constante de formar un grupo cómodo y autoprotector a nuestro alrededor, contribuiremos a un cambio significativo en la cultura de “clan” de la iglesia. Podemos honrar las diferencias al tiempo que encontramos formas de difundir las historias y experiencias de quienes se encuentran marginados en nuestra congregación.

Además, no podemos asumir que otros entenderán que los asuntos de preferencias personales (como el voto o la forma de educar a los hijos) no son dogmas de la iglesia. Cada vez que nos tomamos un momento para aclarar que nuestras opiniones son solo eso, opiniones, también recordamos que somos responsables de administrar nuestra influencia, usándola para cosas de valor eterno.

Formación. El difunto Eugene Peterson describió el discipulado como una obediencia de largo plazo y en la misma dirección. La presión de grupo puede crear la ilusión de que está ocurriendo una especie de discipulado acelerado, especialmente si nuestra congregación se caracteriza por la uniformidad en estilo de vida y convicciones. La conformidad en el comportamiento religioso no es madurez. La larga obediencia del discipulado se cultiva en el contexto de la koinonia: comunidad con otros creyentes centrada en Jesús. Un grupo cerrado no puede llevarnos a la meta.

La conferencia de 1944 de C.S. Lewis “The Inner Ring” [El anillo interior] contrasta la atracción ejercida sobre nuestras almas por el deseo de pertenencia con la forma en que Jesús puede liberarnos para seguirle. Lewis escribe:

[Para una persona joven, que acaba de entrar en la vida adulta] el mundo parece estar lleno de “interioridades”, lleno de deliciosas intimidades y confidencias, y él desea entrar en ellas. Pero si sigue ese deseo, no alcanzará ninguna “interioridad” que valga la pena alcanzar. El verdadero camino está en otra dirección.

Michelle Van Loon es autora de seis libros, incluido su último, Becoming Sage: Cultivating Meaning, Purpose, and Spirituality at Midlife.

Traducción por Iván Balarezo

Edición en español por Livia Giselle Seidel

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Lea la Palabra de Dios como un poema, no como un manual de instrucciones

Según Matthew Mullins, el método de enseñanza de la Biblia siempre conlleva más que información y guía.

Christianity Today June 30, 2021
Alex Boerner

La Biblia tiene mucho que decir sobre su propio propósito y autoridad. Entre los pasajes más famosos en este sentido se encuentra Segunda de Timoteo 3:16-17, donde Pablo escribe: «Toda la Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para reprender, para corregir y para instruir en la justicia, a fin de que el siervo de Dios esté enteramente capacitado para toda buena obra» (NVI).

Para Matthew Mullins, profesor adjunto de Inglés e Historia de las Ideas en el Southeastern Baptist Theological Seminary, versículos como estos son una guía indispensable sobre la forma en que los creyentes deberían leer la Palabra de Dios. Pero el problema surge, argumenta el autor, de una comprensión demasiado estrecha de palabras como enseñar, reprender, corregir e instruir, lo cual nos puede tentar a tratar la Biblia solamente como un manual de instrucciones acerca de lo que debemos creer y la manera en que debemos comportarnos.

En su libro Enjoying the Bible: Literary Approaches to Loving the Scriptures [Disfrutando la Biblia: Enfoques literarios para amar las Escrituras], Mullins muestra cómo el método de instrucción de la Biblia conmueve tanto la mente como el corazón. En otras palabras, funciona de manera similar a la poesía y otros tipos de literatura, porque instruye nuestras mentes a la vez que sacude nuestras emociones, y ambos efectos están tan íntimamente entrelazados que resulta casi imposible diferenciarlos. Jessica Hooten Wilson, autora e investigadora especializada en Teología y Literatura en la Universidad de Dallas, conversó con Mullins sobre la poesía como un umbral que conduce a un mayor goce de Dios y de su Palabra.

¿A qué público quiere llegar con este libro?

Estoy intentando llegar a todos aquellos que digan: «Quiero abrir este texto antiguo, diverso y grandioso y disfrutar cuando lo lea». Escribo a mis amigos y estudiantes cristianos evangélicos: personas que, al igual que yo, tienden a pensar en el propósito de las Escrituras como uno que prioriza la información y la instrucción por encima del deleite.

Y si soy sincero, también escribo el libro para mí mismo, como alguien que, a nivel visceral, disfruta más saturarse de Netflix que ahondar en la Biblia. Espero con más ansias el último álbum de mi banda favorita, que leer los Evangelios. Sé que no debería ser así, pero así es. Así que escribir este libro también fue un ejercicio espiritual.

En el título del libro usted usa la palabra disfrutar. ¿A qué se refiere con «disfrutar» la Biblia? ¿Puede uno disfrutarla de la misma forma en que disfruta Netflix?

Mi título original para el libro estaba en las líneas de «No puedes entender la Biblia si no amas la poesía». Era un poco más polémico que el título final. Pero básicamente, por «disfrutar» la Biblia quiero decir algo muy similar a experimentar placer en ella. Sin embargo, mi convicción no es que deberíamos disfrutar la Biblia como un fin en sí mismo. Lo ideal sería que, al aprender a disfrutarla, cultivemos un mayor deleite en Dios mismo.

¿Por qué piensa que a muchos creyentes les resulta difícil disfrutar la lectura de la Palabra?

Al igual que yo, la mayoría de mis estudiantes crecieron en iglesias donde la Biblia es altamente apreciada. En parte, esto sucede porque nos gusta creer que puede actuar como un manual de instrucciones y darnos una guía práctica de lo que debemos hacer en la vida: ¿Debo ir a la universidad? ¿Debo ir a esta iglesia, o a esa iglesia? ¿Debo casarme con esta persona, o con esa? Cuando recorremos la Biblia solo buscando respuestas a esos tipos de preguntas, nos privamos del gozo de la lectura. Estaremos constantemente ansiosos sobre si estamos leyéndola de forma correcta.

En mi introducción, hablo de cómo tendemos a pensar de la Biblia como una cosa unificada, cuando de hecho es una colección increíblemente diversa de géneros literarios y formas literarias. Por lo tanto, malinterpretamos la forma en que debemos leerla. Lo que intento hacer en el libro es cambiar nuestra comprensión de lo que la Biblia es, y también cambiar nuestra comprensión de lo que significa entenderla.

Si la Biblia no es un manual de instrucciones, entonces ¿qué tipo de libro es? ¿Y qué clase de enfoque deberíamos aplicar al leerla?

Yo diría que la Biblia no es solo un manual de instrucciones. Es cierto que incluso cuando leemos algunos de los pasajes más poéticos de los Libros de la Sabiduría, podemos obtener de ellos instrucción directa, al menos en ocasiones. Mi punto es que si solo buscamos lecciones prácticas de qué deberíamos hacer con nuestra vida, nos estaremos perdiendo de una dimensión gigantesca de lo que significa dejar que esos pasajes nos instruyan. No buscan solo instruir nuestro intelecto. También buscan instruir nuestros deseos y nuestras emociones. Es en ese momento cuando aparece el componente literario.

En mi introducción, uso el ejemplo de Salmo 119:105: «Tu palabra es una lámpara a mis pies; es una luz en mi sendero». Allí hay una clara instrucción intelectual: que debemos consultar la Palabra de Dios en tiempos de incertidumbre. Mi argumento es que si esta fuera la suma total de lo que el salmo quiere comunicar, entonces lo habría hecho con un lenguaje directo e imperativo. Pero en cambio, usa este maravilloso lenguaje poético y metafórico que nos infunde la idea de anhelo.

Ser instruido por este texto, entonces, es más que una cuestión de ser entrenado para saber qué hacer. Es también una cuestión de ser entrenado para desear el texto mismo, lo cual es una parte esencial de la «instrucción» que da. Lo que intento hacer es más radical que decir que la Biblia es instrucción, además de estas otras cosas (anhelo, deseo y deleite). Sostengo que la forma de instrucción de la Biblia en sí misma siempre implica estas otras cosas.

¿Cómo puede la lectura de la poesía entrenarnos para leer la Biblia con esta clase de deseo y deleite?

Nuestra dificultad con la poesía no es solo una señal de que no sabemos qué hacer con la Biblia. Es una muestra de que no siempre entendemos completamente la clase de criaturas que somos. La razón por la que la poesía es tan valiosa y efectiva para reeducar nuestros ojos y nuestros hábitos de lectura es que a menudo frustra nuestro deseo de reducir lo que hemos leído a un mensaje simple o a una orden clara.

Cuando estaba estudiando las partes poéticas de la Biblia por primera vez, detestaba ese elemento de frustración. Pero ahora, lo recibo con gusto. Pienso: «Quizás hay algo que no estoy viendo a simple vista. Quizás hay algo en mi lectura y en mi forma de pensar que necesita cambiar».

Los poemas exigen una atención mayor que en la prosa ordinaria. Cada vez que volvemos a un poema, siempre hay algo más, y algo más, y algo más. Si esto es cierto para un finito texto humano, es mucho más cierto para los textos bíblicos que han sobrevivido siglos y que continúan transformando radicalmente la vida de las personas.

Una de las prácticas sobre las que hace énfasis es la lectura contemplativa de la Biblia. ¿Qué pueden ganar los cristianos protestantes, que quizás no están familiarizados con tales tradiciones, al abordar las Escrituras de esta manera?

Desde pequeño me enseñaron a tener la Biblia en gran estima. Mi padre tenía una maestría en divinidad y trabajaba en una iglesia. Los domingos por la mañana, así como también los miércoles y domingos por la noche, escuchábamos la predicación expositiva de la Palabra de Dios. Asistí a una universidad bautista que era teológicamente conservadora y que veía la Biblia como autoridad. Esa es una parte de mi tradición que guardo con cariño.

Y aun así, como una persona que viene de esta tradición evangélica más conservadora, espero brindar algo como un umbral o primeros pasos hacia estas prácticas más meditativas y contemplativas, como lectio divina. Cuanto más cambiemos la manera en que entendemos la interpretación bíblica hacia un enfoque de leer la Palabra de la misma forma en que leemos poesía, más podremos contemplar su belleza y sentir su efecto en nuestras emociones, en lugar de solo indagar en ella en busca de instrucción.

Esto tiene el efecto agregado de que nos hace soltar nuestro apego a la certeza, aunque sea tan solo un poco, y nos convierte en lectores más humildes —aun cuando permanecemos completamente comprometidos a la autoridad de la Biblia.

Si la Biblia debería conmover nuestras emociones cuando leemos, entonces ¿cómo podemos saber si esas emociones son confiables? ¿No es posible que distorsionen nuestra comprensión en lugar de afinarla?

Ciertamente no quiero afirmar que la emoción es de alguna forma el fundamento de la comprensión. Tampoco creo que la verdad sea, de alguna manera, una receta compuesta de una medida de emoción, más una medida de imaginación, más todos estos hechos.

Habiendo dicho esto, sí creo que, a medida que leemos la Biblia, ciertos elementos de belleza y emoción entran en juego de formas prácticas y específicas. Cuando leemos una pieza de literatura, incluso la Biblia misma, las palabras sobre la página apelan a nuestra imaginación. Esto sucede para incontables lectores a través de diferentes contextos y experiencias de vida.

En mi opinión, es ahí donde se unen la verdad y la belleza. Una vez que nuestra imaginación ha sido encendida, somos capaces de conectarnos o identificarnos con las piezas literarias de forma tal que los sentimientos y el conocimiento quedan unidos inseparablemente. Y allí es donde ocurre la verdadera comprensión.

En el cristianismo moderno, sobre todo a través de la Ilustración, hemos heredado un marco demasiado racionalista. Mi intención es oponerme a dicho enfoque. No necesitamos dejar de lado nuestras emociones para entender las cosas. De hecho, dejarlas de lado podría obstaculizar ese mismo proceso.

La narrativa de las Escrituras está ubicada en tiempos y espacios distintos a los nuestros. ¿Cómo pueden la poesía y la literatura ayudarnos a identificarnos con lo desconocido?

Una de las funciones de la poesía y de la literatura es ayudarnos a conectarnos a través de diferentes experiencias porque nos invitan a identificarnos con mundos que son ajenos al nuestro.

En el libro, analizo el trabajo de Anne Bradstreet, una de las primeras poetisas puritanas. En el poema de Bradstreet The Author to Her Book (La autora a su libro), ella asemeja el trabajo de la escritura al trabajo de la maternidad. Aunque yo nunca he sido madre, en ocasiones he experimentado algo de la vulnerabilidad e inseguridad que Bradstreet describe sobre su trabajo tanto como autora como madre. Puedo identificarme con ella, aun cuando nuestras experiencias sean completamente diferentes. La buena literatura crea un ambiente que fomenta esos tipos de conexiones a través del tiempo y del espacio.

Es importante advertir que la empatía perfecta, es decir, ver el mundo desde el punto de vista de otra persona en una forma completa y profunda, es imposible. Así también, intentar identificarse con alguien a través de experiencias ampliamente divergentes de pronto puede llevarnos a obtener falsos paralelismos. A pesar de esto, la literatura sí posee un gran poder para proveer información a nuestra imaginación sobre cosas desconocidas.

Si pudiera dejarle a sus lectores una sola lección, ¿cuál sería?

Si pudiera desear un solo resultado, sería que la gente que lea este libro pueda experimentar un modo diferente de leer la Biblia. Lo que he descubierto en mi experiencia como profesor es que la poesía y la literatura nos pueden hacer mejores lectores de la Biblia.

Pero ese no es el punto final. Ser mejores lectores de la Biblia nos lleva a amar mejor a Dios y, a su vez, a amar mejor a nuestro prójimo.

Traducción por Sofía Castillo

Edición en español por Livia Giselle Seidel

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Pablo se asoció con mujeres para formar iglesias. Nosotros también lo haremos.

Por qué las mujeres de color son esenciales para las iniciativas de plantación de iglesias.

Christianity Today June 25, 2021
Nicolas Castro / Lightstock

El apóstol Pablo es el más grande apóstol y misionero plantador de iglesias que el mundo haya conocido. Decidió levantar iglesias en todo lugar donde no se conociera el nombre de Cristo. Con gran riesgo para su persona, entraba en ciudad tras ciudad para proclamar el evangelio y organizar a los conversos en iglesias.

Sin embargo, el gran apóstol no logró todo esto solo. Pablo siempre trabajó en equipo. Para deleite de algunos y consternación de otros, los equipos de plantación de iglesias de Pablo incluían mujeres. Cuando escribió a los cristianos de Filipos, les indicó que ayudaran a Evodia y Síntique. Pablo describe a Evodia y Síntique como mujeres que “que han luchado a mi lado en la obra del evangelio, junto con Clemente y los demás colaboradores míos, cuyos nombres están en el libro de la vida” (Filipenses 4:3, NVI).

Si bien Pablo no especifica su función exacta, estas mujeres trabajaron lado a lado como iguales con Pablo, y su trabajo no era auxiliar ni de apoyo, sino trabajo en el evangelio. Pablo las consideraba con el mismo título que a menudo usa para referirse a sus compañeros masculinos en el ministerio: “colaboradores” (Romanos 16:3; 1 Corintios 3:9; Filemón 1:24).

Como observa Michelle Lee-Barnewall en Ni complementaria ni igualitaria: “El enfoque en la autoridad, el liderazgo, la igualdad y los derechos tiende a conducir a respuestas de sí o no que no provocan cuestionamientos más profundos”.

A medida que los cristianos continúan debatiendo [enlaces en inglés] el papel de la mujer en el ministerio, debemos preguntarnos por qué la iglesia de hoy no tiene más equipos compuestos de hombres y mujeres como los de Pablo. Necesitamos preguntarnos por qué los debates típicos sobre las mujeres y sus roles terminan con mujeres excluidas de áreas de servicio que la Biblia no prohíbe en ninguna parte. Necesitamos hacer preguntas más profundas sobre cómo consideramos a las mujeres que sirven en equipos ministeriales.

Me temo que los debates contemporáneos oscurecen una verdad vital: las mujeres son esenciales para cumplir la Gran Comisión. Sus vidas y ministerios no son agradables, pero son necesarios, como bien lo ha observado con frecuencia la maestra bíblica Jen Wilkin. O como Aimee Byrd sostiene en No Little Women [Ningunas mujercitas], nuestras hermanas son “aliadas necesarias” en la obra que Dios le ha dado a la iglesia. Sin duda, las últimas palabras del Señor en Mateo 28:19–20 se aceptan como un mandato para toda la iglesia, tanto mujeres como hombres.

Quizás muchas de nuestras iglesias son ineficaces en el avance de la Gran Comisión precisamente porque hemos dejado de lado a la mitad del Cuerpo de Cristo. En 2011, comencé a interceder por la participación sustancial de las mujeres en el trabajo ministerial. En ese momento, creo que veía los problemas con más claridad que lo que veía cualquier solución. Pero después de años de escándalos de abuso sexual e infantil y de respuestas evangélicas cada vez más misóginas, patriarcales y mezquinas hacia las mujeres, ese primer diagnóstico ahora parece anticuado. La necesidad de aumentar las oportunidades de liderazgo de las mujeres me parece más urgente que nunca.

Así que cuando plantamos la iglesia Anacostia River en 2015, nuestro primer ministerio como ancianos fue reunirnos mensualmente con las mujeres mayores de nuestra congregación, no solamente para discipularlas en el espíritu de Tito 2:1-3, sino también para darles la oportunamente de influir sobre nuestras vidas y ministerios.

Su sabiduría e intuición bíblicas han demostrado ser invaluables. Fueron las mujeres mayores las que sugirieron que los ancianos asistieran a las reuniones de mujeres para que estas pudieran tener un mayor acceso a los pastores. Asistimos no como maestros, sino como estudiantes y hermanos, beneficiándonos del compañerismo y los dones de nuestras hermanas. Las mujeres constituyen la mayoría de nuestros diáconos y brindan una guía invaluable a la iglesia. Nos hemos comprometido, Dios mediante, a hacer que nuestro próximo par de miembros del personal sean mujeres con salarios equitativos, la primera de las cuales debería ser contratada este verano.

No tenemos todo resuelto todo aún, pero los pastores y la congregación han tratado de hacer del florecimiento de nuestras hermanas una prioridad teológica y práctica. Eso ha significado deshacerse de las dudas basadas en el miedo que nos inclina más a restringir a las mujeres que a promoverlas. También ha significado tomar en serio cuán culturalmente influida está gran parte de la enseñanza del complementarismo, y recuperar las perspectivas de las mujeres en las comunidades de iglesias negras y morenas.

A decir verdad, nuestras hermanas suelen estar al frente del avance del Evangelio donde el trabajo es más difícil. Eso es cierto en el campo misionero, ya que diversos grupos, desde Misión para el Interior de África hasta YWAM [conocida como JUCUM, Juventud con una Misión en los países de habla hispana], informan que las mujeres constituyen el 80 por ciento de las personas solteras dispuestas a ingresar en el servicio misionero. También es cierto en los barrios negros y morenos más desfavorecidos, donde la membresía en las iglesias locales es predominantemente femenina, y muchas iglesias plantadas están encabezadas por mujeres.

En The Crete Collective [El Colectivo de Creta], una red de plantación de iglesias que se lanzó el año pasado para llegar a los barrios negros y morenos olvidados, también tomamos la decisión de priorizar el liderazgo de mujeres piadosas. Creemos que esta prioridad es una corrección necesaria a años de restricción extrabíblica en espacios cristianos conservadores, restricciones que a veces superan hogares e iglesias y se extienden a casi todas las áreas del esfuerzo cristiano.

Nuestra primera contratación a nivel ejecutivo es Dennae Pierre, quien no solamente aporta experiencia en la plantación de iglesias y el liderazgo de redes, sino también su perspectiva como latina cristiana e inmigrante. Dar prioridad al liderazgo de las mujeres también significa incluir más mujeres en la junta directiva a medida que crecemos. Y significa enfocar nuestra capacitación en equipos que invitan y dan la bienvenida a mujeres en lugar de apuntar únicamente a pastores masculinos y plantadores líderes.

Muchos esfuerzos de plantación de iglesias asumen un molde cultural blanco de clase media, pero cuanto más profundamente llevamos el evangelio a las comunidades pobres, olvidadas, negras y morenas, menos aporta ese modelo o satisface las necesidades de esas comunidades. En realidad, si no se examinan los supuestos culturales y de clase, incluso plantadores e iglesias bien intencionadas pueden dañar a las comunidades y verse obstaculizadas en sus esfuerzos por evangelizar y servir a sus comunidades.

En una época de problemas sociales y políticos marcadamente divisivos, necesitamos desesperadamente más liderazgo de las partes más diversas del Cuerpo de Cristo, especialmente de mujeres negras y morenas, de las comunidades de inmigrantes y de los pobres de entre nosotros.

Mujeres líderes como Christina Edmondson y Michelle Reyes han ayudado a que la plantación de iglesias sea más consciente y sensible a la salud mental, la competencia cultural, el antirracismo, la justicia y la misericordia, tanto dentro de sus iglesias locales como en la iglesia en general. Y un sinnúmero de mujeres que no tienen seguidores a nivel nacional han realizado el trabajo de evangelización, han dirigido el culto público, han brindado consejería bíblica, han ofrecido diversas formas de capacitación, han usado sus dones administrativos y simplemente se han puesto a disposición dondequiera que haya necesidades.

La presencia, la fe, el coraje y la perseverancia de nuestras hermanas en contextos difíciles proporciona el punto de apoyo más seguro que tenemos para llegar a las personas ignoradas. Nuestras hermanas pueden llegar mejor a los hogares encabezados por mujeres solas, que existen en gran número en los Estados Unidos. Pueden proporcionar un liderazgo y una atención más empática en comunidades llenas de traumas complejos y agudos. Y en un ambiente eclesial plagado de escándalos de alto perfil entre pastores, nuestras hermanas pueden ser una fuente muy necesaria de conocimiento, responsabilidad y salud en nuestra cultura de liderazgo.

Las disparidades actuales de financiación en la plantación de iglesias afroamericanas e hispanas también podrían apuntar a la necesidad de tener más mujeres en el liderazgo. Puede ser que el liderazgo y las habilidades, a veces no reconocidas y no remuneradas, de las mujeres negras y morenas proporcionen un subsidio oculto a la fundación de iglesias en contextos étnicos y, a veces, desatendidos.

Podemos beneficiarnos del liderazgo de las mujeres de todas estas formas y más, creamos o no que las mujeres puedan o deban ocupar el cargo de pastoras. El florecimiento de la mujer es bueno para el florecimiento de la iglesia y la comunidad.

Nuestras hermanas tienen mucho que enseñarnos si las escuchamos y les damos oportunidades genuinas de liderazgo. Apolos aprendió de Priscila y Aquila, los compañeros de ministerio y colaboradores de Pablo. La iglesia romana aprendió de Febe, a quien Pablo elogió como diaconisa y benefactora (Romanos 16:1-2). ¿De qué mujeres estamos aprendiendo hoy?

Thabiti Anyabwile es pastor de la iglesia Anacostia River y presidente de la junta de The Crete Collective.

Traducción por Iván Balarezo

Edición en español por Livia Giselle Seidel

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Cru se divide por temas raciales

Dentro de la organización misionera, críticos afirman que su enfoque acerca de la diversidad ha dependido de la teoría crítica de la raza y ha dado como resultado “una desviación de la misión”.

Founded in 1951 as Campus Crusade for Christ, Cru is headquartered in Orlando, Florida.

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Christianity Today June 22, 2021
Photo courtesy of Guy Gerrard / Worldwide Challenge via Guardian PR

El debate sobre la teoría crítica de la raza ha aterrizado en Cru, uno de los ministerios paraeclesiales más prominentes del país. Una carta de 179 páginas ha agitado las tensiones que llevan años gestándose en silencio dentro de la organización al afirmar que hay un énfasis exagerado en temas de justicia racial.

Con el título “Seeking Clarity and Unity” [Buscando claridad y unidad, enlaces en inglés], el documento se presentó a Steve Sellers, presidente de Cru, en noviembre de 2020 y se difundió dentro de la organización antes de aparecer por primera vez en internet en mayo de este año. Sus autores, un grupo de miembros de base de Cru, plantean su preocupación de que la organización está dominada por “una cosmovisión de víctima y opresor”, dividiendo al equipo y restándole valor al verdadero evangelio.

“En la búsqueda [de la diversidad], sin darnos cuenta hemos adoptado un sistema de ideas no bíblicas que nos han conducido a la falta de unidad”, dice el documento. “Estos conceptos han creado desconfianza, desánimo y un sinnúmero de problemas más”.

Fundada en 1951 como Campus Crusade for Christ, la declaración de misión de Cru es “ganar, edificar y enviar discípulos multiplicadores centrados en Cristo” a través de sus conocidos ministerios universitarios y otros esfuerzos de evangelización. El reciente documento sugiere que hay un “vacío” entre lo que se afirma sobre la misión y su actual trabajo ministerial, y dice que el enfoque de Cru de tratar cuestiones de racismo y opresión ha conducido a “una desviación de la misión”.

El documento, contrario a la teoría crítica de la raza, dice que “al menos mil empleados” comparten estas preocupaciones y ofrece docenas de testimonios de trabajadores y donadores, aunque la mayoría de ellos son anónimos. Solo se menciona el nombre de once colaboradores, y no hay una lista completa de signatarios.

Cru sigue siendo, predominantemente, una organización blanca. De sus cerca de ocho mil empleados estadounidenses, el 22 por ciento se identifica como de raza negra, indígenas u otra gente de color, según los propios cómputos de la organización. Desde 2015 el ministerio ha puesto un énfasis creciente en la competencia cultural y la reconciliación racial.

Los líderes comenzaron a hablar del racismo más abiertamente durante las conferencias para el equipo, y el ministerio ofrece una formación para el personal llamada “Lentes” sobre la “unicidad” étnica y cultural. Ambos esfuerzos se señalaron en el documento como “enseñanzas sobre la justicia social”.

Varios testimonios anónimos han denominado la formación en competencia cultural de la organización como algo “político” y asegura que es “retórica contra los blancos estadounidenses”. Un miembro anónimo del equipo (al que se le menciona como Personal Minoritario n.º 30) dijo que la tendencia dentro de Cru y de la iglesia en general representa “una religión completamente nueva de racismo sistémico, privilegio blanco y sistemas de poder” que “etiqueta toda la teología cristiana como una ideología opresiva y racista de parte de los blancos”.

A lo largo del documento, los firmantes caracterizan el enfoque racial que adjudican al liderazgo de la organización como un “falso evangelio”, “no bíblico” y una amenaza para el evangelismo.

Perturbación de la unidad

Las personas dentro de Cru, tanto los autores del documento contrario a la teoría crítica de la raza como otros, han visto cómo el enfoque del ministerio en la raza ha provocado tensiones de larga duración que han escalado el último año. Lo que comenzó como una pequeña reunión cara a cara de cinco personas en la sede central de Cru en Orlando, Florida, para discutir el énfasis del ministerio en la justicia racial en enero de 2020, rápidamente creció hasta convertirse en una reunión semanal por Zoom con más de 350 empleados, blancos en su mayoría, en el escenario de la pandemia por COVID-19.

Dentro de ese grupo, sesenta personas se organizaron para escribir el documento contra la teoría crítica de la raza, con el telón de fondo de las llamadas a favor de la justicia racial que sacudieron el país tras los asesinatos de George Floyd, Ahmaud Arbery y Breonna Taylor en 2020.

Uno de los organizadores del grupo es Scott Pendleton, jefe del equipo del proyecto de la película sobre Jesús producida por Cru. A él le preocupa, como afirma el documento, que el énfasis en la justicia racial le reste valor a la obra evangelística de Cru.

“Podemos estar unidos y mostrarle al mundo que nos amamos los unos a los otros a través de nuestra identidad en Cristo”, dijo él. “No porque estemos tratando de desmantelar las estructuras racistas —aunque eso tiene su lugar—, sino al centrarnos en quienes somos en Jesús”.

Pendleton y los autores del documento dicen que comparten la preocupación por la necesidad de diversidad y reconciliación racial, pero que los esfuerzos durante los últimos cinco años en realidad han herido la antigua “unidad racial” de Cru. Pendleton dijo que algunos de los miembros del equipo que pertenecen a colectivos negros, indígenas o de color y que se unieron a la crítica fueron particularmente expresivos con sus preocupaciones.

Otros, sin embargo, creen que el impulso de la organización para subrayar la sensibilidad y la inclusividad étnica ha sido esencial en el crecimiento de su fe, ofreciendo pasos pequeños, aunque significativos, para enfrentarse a lo que se percibe como un problema más amplio dentro de Cru.

Darryl Smith fue uno de los muchos miembros del equipo a quienes el documento tomó por sorpresa. Smith ha sido parte de Cru desde 1996 y ha trabajado como director de unidad y diversidad para el ministerio durante los últimos cuatro años.

Smith dijo que ha dirigido varias iniciativas citadas y criticadas en el documento, aunque los autores no lo contactaron directamente para expresarle sus preocupaciones. Al ver que parte de la carta llamaba “mundana”, “engañosa” y “no bíblica” la formación de Cru en competencia cultural y sus esfuerzos para tratar los temas raciales, dijo que sintió como si “me hubieran dicho que mi misma presencia como hombre negro pudiera causar una desviación de la misión de Cru”.

El director nacional de Cru, Mark Gauthier, reconoció iniciativas como las de Smith en un video de marzo de 2021 compartido recientemente por la bloguera y académica Valerie Hobbs.

“La distribución del documento ha causado una brecha en la confianza entre algunos de los miembros de nuestro equipo, y en especial de los que pertenecen al colectivo de gente negra, indígena y de color. Aunque las preocupaciones del grupo puede sean bienintencionadas, la manera en la que se ha escrito el informe y la distribución de la información ha sido devastadora para muchos de los miembros de color. El documento cuestiona efectivamente todos los ámbitos en los que Cru ha estado hablando de diversidad”, dice él.

“Para los miembros negros, indígenas y de color de nuestro equipo, en particular, ha planteado la pregunta de si nos estábamos alejando… de si nos estábamos alejando o no de nuestra búsqueda bíblica de la unidad y la diversidad”, ha dicho. “Bien, en la medida en que la investigación plantea cuestiones reales, ya sea que nos gusten o no, es muy útil. Sin embargo, las implicaciones que se derivan del documento pueden llevar a uno a creer que gran parte de nuestras iniciativas a favor de la diversidad no son bienvenidas, son ineficaces y constituyen una desviación de la misión”.

Josh Chen, un director de área en Portland, ve el documento como un intento de “estrechar el alcance de la ortodoxia” al minimizar la importancia de la búsqueda de la justicia.

“Creo que el modo en que hemos hablado del evangelio durante décadas ha sido una contextualización del evangelio para la generación de los baby-boomers”, dijo Chen, quien ministra principalmente a jóvenes posgraduados. “Y a aquellos que están intentando realizar la dura tarea de reimaginar las buenas nuevas para esta generación se les juzga como antibíblicos”.

Pendleton le contó a Christianity Today que él y su grupo, que se compone de personas mayores, se sienten “dolidos” por las tensiones ocasionadas por la carta. “Queremos diversidad. Solo queremos ser fieles y hacerlo de un modo que se alinee con las Escrituras. Y sé que [aquellos que están en desacuerdo con nosotros] también lo quieren. Esto lo hace todo más complicado”.

Debate sobre la teoría crítica de la raza

La llegada de la teoría crítica de la raza a la primera fila del discurso público conservador, tanto dentro como fuera de la iglesia, ha sido reciente y rápida. Se originó en la década de 1970 como una teoría legal ad hoc que sugería que las desigualdades de poder están profundamente enclavadas en la sociedad y se fusionan con las líneas raciales, y se ha convertido en un frecuente punto de encuentro entre los expertos conservadores y republicanos.

El pasado noviembre, los seis presidentes de los seminarios de la Convención Bautista del Sur publicaron una declaración diciendo que la teoría es “incompatible” con el mensaje de la denominación, y provocaron que al menos cuatro pastores negros rompieran con la denominación. Oklahoma, Idaho y Tennessee, estados con legislaturas de mayoría republicana, recientemente prohibieron que se enseñara dicha teoría en las escuelas, y hay casi una docena de estados que han introducido una legislación similar.

El documento contra la teoría crítica de la raza compartido con los líderes de Cru saca su definición del término de un artículo del pastor John MacArthur, junto con recursos de apologetas contra la teoría como el químico teórico Neil Shenvi y el ateo James Lindsay. No menciona a los importantes expertos en esta teoría como el fallecido profesor de la Universidad de Harvard Derrick Bell o la profesora de derecho de la UCLA Kimberlé Crenshaw.

“Es una obra de propaganda”, dijo Matt Mikalatos, antiguo director de programa que ayudó a organizar la conferencia del equipo de Cru. “No está informando nada. No está diseñado para compartir los dos puntos de vista. Está diseñado para hacer avanzar una agenda muy específica”.

Muchos consideran la conferencia del equipo de 2015 como un punto de inflexión, cuando los oradores trataron el tema de la justicia y de la diversidad étnica más directamente. Mikalatos dijo que los organizadores querían asegurarse de que la conferencia fuera “importante y transformadora” para todos los asistentes, en vez de tener un programa para los miembros de la mayoría.

“Eso significa que la mayoría que está acostumbrada a tener todo el programa para ellos todavía tendrían cosas que les gustarían, pero otra persona, de un espectro teológico diferente, también se sentiría representada”, dijo.

La conferencia, misma que el documento de crítica asegura que “fue entregada a los comunicadores más radicales de la justicia social y la teoría crítica de la raza”, ofreció conferencias que incluían a Christena Cleveland —en aquel momento columnista de Christianity Today y profesora en la Duke Divinity School—, así como Andy Crouch, Francis Chan y John Perkins.

Algunas conferencias posteriores incluyeron a un grupo de cristianos nativos americanos que dieron la bienvenida al equipo a su tierra, un mensaje de la pastora Joyce Emery (la primera pastora a la que se le cedió la tarima en el evento bianual) y una llamada al arrepentimiento corporativo contra el racismo de la coach cristiana en competencia cultural Latasha Morrison, autora de Be the Bridge [Sé el puente].

“He aprendido mucho al escuchar las experiencias de mis hermanos y hermanas en Cristo que forman parte de la minoría, y me he dolido con sus experiencias”, dijo Pendleton. “Fue un mensaje que muchos de los empleados en la mayoría cultural necesitaban oír, pero después de cinco años repitiendo [el mismo mensaje] una y otra vez, no ha habido un mensaje de juntarnos para perdonarnos unos a otros”.

Los líderes principales de Cru dijeron que la teoría crítica de la raza no ha sido parte de las discusiones internas del liderazgo, y Gauthier señaló que la organización “no sostiene ni enseña ninguna ideología mundana”.

Revisión de los marcos bíblicos

Gauthier dice que se espera que en los próximos meses Cru divulgue un documento sólido hablando de la estructura teológica de la organización.

“No tenemos un marco bíblico claramente definido para saber cómo enfrentarnos a esto”, dice Gauthier. Destacó la importancia de cimentar el ministerio de la organización en la ideología bíblica, un énfasis que reconoce que puede que se haya perdido en su intento por combatir el racismo.

Aunque algunos temas son difíciles de discutir, particularmente entre un grupo que abarca múltiples generaciones, él espera que un énfasis mayor en las instrucciones directas de la Biblia con respecto al racismo ayude a los empleados de ambos lados de la discusión a encontrar un terreno común.

El documento contrario a la teoría crítica de la raza no es la única carta que ha circulado por el espacio virtual de Cru durante el último año. Tras la designación de tres individuos blancos para ocupar posiciones de alto liderazgo (incluyendo a Gauthier, que previamente había trabajado como director ejecutivo de Cru), una carta pública titulada “A Humble Request for Leadership Process Transparency & Organizational Fidelity” [Una humilde petición de transparencia en el proceso del liderazgo y de fidelidad organizacional] se publicó en el muro de mensajes en la página de trabajo de Facebook de la organización en octubre de 2020. Después de llamar a los ascensos “oportunidades perdidas” para elevar a líderes no blancos, la carta fue borrada y editada por 14 miembros del equipo, todos los cuales aparecen como firmantes en el documento.

En la carta (que se menciona en el documento contra la teoría crítica de la raza como “la revuelta del equipo”) se les pide a los líderes de Cru que muestren más transparencia en sus procesos de selección, y al mismo tiempo ofrece pasos concretos sobre cómo los nuevos contratados “deberían trabajar para combatir cualquier opresión contra gente negra o indígena”. En contraste con el documento contrario a la teoría crítica de la raza, que era en su mayoría anónimo, este documento lo firmaron 574 miembros del equipo públicamente.

“De muchas maneras, el documento [Buscando claridad y unidad] resultó dañino, porque fue muy sigiloso”, dijo Nich Beebee, un miembro del equipo que firmó el borrador inicial de la carta “Una humilde petición”. “No tenías ni idea de quién formaba parte más allá de los pocos que estaban al frente”.

Según Pendleton, los que han contribuido al documento contra la teoría crítica de la raza han permanecido en el anonimato principalmente porque muchos tenían “miedo” de que se les asociara con el grupo, y algunos se presentaban en las reuniones de Zoom con nombres falsos y con la cámara apagada.

Tensiones en ambos lados

Gauthier dijo que ambos documentos “capturan las tensiones que tenemos que enfrentar al perseguir nuestra misión”.

Los miembros del equipo contaron a CT que las publicaciones en el grupo de trabajo de Facebook subrayan las amplias divisiones de la organización. Tras el asesinato de George Floyd, el presidente de Cru, Steve Sellers, abordó el tema abiertamente en el foro acerca de cómo responder a la tragedia. “Si denuncio esto específicamente, por qué no también todos los demás ejemplos de racismo”, escribió. “¿Por qué no me manifiesto pública y explícitamente contra el pecado del aborto, los horrores de las mujeres traficadas o el asalto a la visión bíblica de la sexualidad humana?”.

Algunos comentaron que la publicación cayó en saco roto, provocando el sentimiento de “todos los pecados importan”.

Mientras estas tensiones se han ido haciendo cada vez más evidentes, los desacuerdos por el manejo de Cru de las cuestiones de justicia y diversidad han provocado que tanto líderes veteranos como recién reclutados renunciaran a sus cargos.

En una carta pública, Rasool Berry, miembro del equipo desde hace diecinueve años, escribió que “una avalancha de resistencia al trabajo de competencia cultural, justicia e integración de la fe” fue una de las razones para su renuncia a principios de este año. Citó al podcast Pass the Mic y su movimiento #LeaveLoud, una iniciativa que anima a los cristianos negros a compartir sus historias acerca de abandonar espacios evangélicos, como inspiración para su carta pública.

Dan Flynn, director de campus y miembro del equipo junto con su esposa, Paula, durante más de treinta años, optaron por dejar sus puestos en 2019 debido a su preocupación por el nuevo “valor central del movimiento wokeness” de la organización. En un testimonio personal, escrito en la carta contra la teoría crítica de la raza, Flynn cita una reciente conferencia de ponentes femeninas y el fracaso de Cru a la hora de “educar” a los empleados acerca de los roles de género tradicionales después de que una antigua miembro del equipo declarara públicamente su homosexualidad en 2019. (En aquel momento ella dijo que era célibe “por el bien de su ministerio” con Cru, aunque decidió dejar la organización varios meses después).

La trabajadora Jocelyn Chung, que llevaba dos años en la organización, publicó su propia carta de renuncia a principios de este año, señalando que perdió a personas que apoyaban su ministerio y que se vio obligada a cambiar a una jornada parcial después de “abrazar un evangelio más holístico” que enfatizaba “la peligrosa complicidad de la iglesia estadounidense con el supremacismo blanco, el nacionalismo cristiano y la desigualdad sistémica”.

Cru no es el único grupo paraeclesial centrado en las misiones que enfrenta un escrutinio de su respuesta a recientes cuestiones sociales. InterVarsity recibió críticas en 2015 después de invitar a Michelle Higgins, del ministerio Faith for Justice, para que hablara del movimiento Black Lives Matter en su conferencia de Urbana. Higgins recibió amenazas de muerte tras su charla e InterVarsity se vio obligada a clarificar que ellos “no respaldaban todo” el movimiento de Black Lives Matter.

La organización Navigators lanzó una declaración similar expresando su deseo de “empoderar a la gente de color”, aunque se distanciaban del movimiento Black Lives Matter después de publicar un cuadrado negro durante un “apagón” de las redes sociales que hubo después del asesinato de George Floyd, provocando preguntas acerca de la posición de la organización en cuanto a la justicia racial.

Las organizaciones paraeclesiales, históricamente, han ofrecido a cristianos de todas las denominaciones un espacio para colaborar en cuestiones consideradas de primera necesidad. Sin embargo, según van creciendo las tensiones culturales, la viabilidad de tales colaboraciones sigue poniéndose a prueba.

“Los ministerios a gran escala requieren una generosidad, un amor y una capacidad para aceptar la incomodidad que nosotros, en el evangelicalismo, aún no tenemos dominado”, dijo Mikalatos. “Y, de muchas maneras, Cru es en parte un reflejo del evangelicalismo”.

Curtis Yee es periodista de fe y cultura radicado en Sacramento, California.

Traducción por Noa Alarcón

Edición en español por Livia Giselle Seidel

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Pastores y padres de jóvenes tienen un problema de comunicación acerca del propósito central de la iglesia

El sociólogo Christian Smith dice que la mayoría de las mamás y los papás estadounidenses ven el Cuerpo simplemente como un centro de recursos para sus hijos.

Christianity Today June 21, 2021
Illustration by Mallory Rentsch / Source Images: Annie Spratt / Tuyen Vo / Unsplash / Mixetto / Getty Images

Todos los buenos padres buscan “enseñar al niño el camino en que debe andar” (Proverbios 22:6, LBLA), pero a veces se encuentran atrapados entre "no provoquéis a ira a vuestros hijos" (Efesios 6:4) y “el que escatima la vara odia a su hijo” (Proverbios 13:24). Dar en el blanco en la crianza cristiana de los hijos es difícil, se mire por donde se mire.

Cómo las madres y los padres religiosos equilibran la creciente autonomía de sus hijos con un sólido discipulado es el tema de un nuevo libro: Handing Down the Faith: How Parents Pass Their Religion on to the Next Generation [Transmitiendo la fe: cómo los padres transmiten su religión a la próxima generación], de Christian Smith, profesor de la cátedra William R. Kenan Jr. en Sociología de la Universidad de Notre Dame, y Amy Adamczyk, profesora de Sociología en el John Jay College of Criminal Justice de la City University de New York (CUNY).

Lyman Stone, un demógrafo especialista en fertilidad y familia, habló con Smith sobre dónde se conecta esta investigación con el Estudio Nacional de Juventud y Religión (NSYR, por sus siglas en inglés), por qué la fe de los jóvenes adultos es más consumista que nunca y cómo los padres y los pastores de jóvenes a menudo hablan sin escucharse mutuamente cuando se trata de sus esfuerzos por discipular a la próxima generación de creyentes.

(Haga clic aquí para ver una entrevista complementaria con Melinda Lundquist Denton, investigadora del NSYR y coautora de Back Pocket God).

A nivel personal, ¿cuál fue su reacción a los hallazgos de la investigación?

Yo diría que empezamos a entender la importancia de los padres cuando estábamos estudiando a los adolescentes en el Estudio Nacional de Juventud y Religión, que comenzó en el año 2000. Pero hay dos cosas que nos sorprendieron mucho.

La primera sorpresa al hablar con padres religiosos en los Estados Unidos es cuán similarmente hablan sobre por qué quieren criar a sus hijos religiosamente, cuál es el valor de ser religioso y cómo quieren dirigir su crianza en la religión.

En el campo de estudio de la Sociología hay mucho énfasis en la diferencia y la diversidad, y esperábamos encontrar todas estas formas diferenciadas en las que los padres de diversas tradiciones y estructuras de clases sociales hablarían sobre la paternidad. Pero resulta que todos dicen básicamente las mismas cosas; incluso los budistas, musulmanes, hindúes y mormones tienen una forma similar de entender la crianza religiosa.

Christian SmithIllustration by Mallory Rentsch / Portrait Courtesy of Christian Smith
Christian Smith

Por otra parte, algo que no fue sorprendente pero que vale la pena señalar es que la mayoría de los padres piensan que lo realmente importante de criar a sus hijos en la fe es que será bueno para ellos en este mundo. Hay muy poca referencia a la salvación o la eternidad. Tiene un enfoque muy “mundano”, es decir, “los niños serán más felices y tomarán mejores decisiones”. De modo que creo que los padres religiosos tienen una lógica orientada de forma inmanente, no trascendente.

La otra gran sorpresa fueron las opiniones de los padres sobre sus congregaciones religiosas. Escuchamos con frecuencia que la mayoría de los padres que no tienen un papel activo en la iglesia solo quieren dejar a sus hijos en la misma y que esperan que los ministros de jóvenes se ocupen de la religión. Pero descubrimos que los padres en realidad solo quieren que la iglesia sea amigable y que tenga un buen ambiente, pero sí creen que es su trabajo ocuparse de las cosas relacionadas a la religión. Descubrimos que parece haber un desequilibrio entre lo que el clero y los ministros de jóvenes piensan sobre la participación de los padres y la forma en que los padres en realidad describen esa participación.

¿Cuál es la conexión entre este libro y el Estudio Nacional de Juventud y Religión?

Cuando comenzamos el estudio, no teníamos idea acerca de los padres. Ese no era el enfoque. Pero a lo largo del estudio, quedó muy claro cuán importantes eran los padres en la formación de sus hijos. Nos dimos cuenta de que lo que hacen los padres con los adolescentes realmente importa más que los medios de comunicación, la escuela o los amigos. Si realmente queríamos resolver esto, teníamos que hacer un estudio centrado en los padres religiosos.

En el libro, usted dice que una parte central de su argumento es que la religión ha cambiado fundamentalmente de un “proyecto de solidaridad comunitaria” a un “accesorio de identidad personal”. ¿Puede explicar brevemente qué significa esto?

Esta es mi interpretación histórica de nuestros hallazgos, tratando de encontrar el mejor enfoque teórico posible acerca de lo que está sucediendo. La idea de un proyecto de solidaridad comunitaria es que en una época anterior en la historia de Estados Unidos, la religión era una experiencia colectiva basada en la comunidad. Era algo que la gente compartía en común y que tenía mucha más dinámica social. Los padres no tenían tanta carga en cuanto a promover la religión porque esta simplemente estaba presente en la comunidad. Sin embargo, ese mundo se ha disuelto con el tiempo.

Hay grupos aquí y allá, pero en términos generales, la religión se ha redefinido. Es algo individualista que puede o no ser parte de la identidad personal de uno, junto con otras características como la carrera, la orientación sexual o los pasatiempos. La fe religiosa puede ser una parte de ese sentido más amplio del yo individual. Puedes elegirla o no. Y el resultado es una gran presión para los padres.

A medida que las congregaciones piensan en este cambio, especialmente en el contexto de su oferta programada, ¿cuáles son las implicaciones?

Los padres miran a las congregaciones básicamente como centros de recursos, no como una forma de vida en comunidad. No son grupos de personas que encarnan una forma de vida alternativa o renovada. Son recursos. Mi percepción es que el clero comprende esto hasta cierto punto.

No quiero recetar nada, pero si las congregaciones buscan poder conectarse con los padres donde están y tal vez conducirlos a otro lugar, deben pensar en cuáles son los recursos que quieren los padres. Pero odio incluso hablar así: suena a mercadotecnia.

No, yo entiendo.

Pero sí, tiene implicaciones. Yo diría que la forma de pensar en términos de fidelidad es algo como esto: si lo que los padres solicitan no es exactamente lo que queremos ofrecer, no se puede simplemente ignorar a los padres.

Entonces, ¿cómo se crea un entorno que se encuentra con las personas ahí donde están, pero las atrae hacia algo más allá de eso, sin convertirse en un simple dispensario de recursos religiosos para las personas que quieren simplemente escoger y elegir?

Esto también tiene grandes implicaciones teológicas.

Un tema importante en sus entrevistas es que muchos o incluso la mayoría de los padres preferirían usar métodos indirectos de transmisión religiosa. No tanto “siente a su hijo y dele una clase acerca de la fe”, sino más bien algo como “muéstreles lo que está sucediendo y, por ósmosis, más o menos lo entenderán en el camino”.

Pero usted descubrió que la frecuencia con la que los padres sostienen conversaciones religiosas con sus hijos predijo claramente el éxito de la transmisión religiosa. ¿Qué opina de este desequilibrio? ¿Será que los padres religiosos están adoptando una mala estrategia?

No creo que se trate exactamente de un desequilibrio. En primer lugar, los padres eficaces simplemente son quienes son. No están diciendo: “Oh no, mi hijo tiene siete años, será mejor que empiece un entrenamiento religioso”. Están siendo quienes son auténticamente. Y parte de lo que son se caracteriza porque piensan en las cosas a través de su fe religiosa.

Algunos lo hacen de forma más intencionada que otros. Creo que aquellos que tienen más éxito en transmitir su fe a sus hijos, o bien son tan auténticamente religiosos desde un inicio, o bien son intencionales al decir: “Oye, debemos prestar atención a esto y no simplemente dejar que suceda”. En otras palabras, hay una forma de hacer algo por ósmosis que aún es intencional.

Lo que no funciona en absoluto (y lo que los padres no van a intentar de todos modos) es el enfoque de “siéntese y dele a su hijo una cátedra durante una hora a la semana”. Los padres están demasiado preocupados por la rebelión, por lo que están dispuestos a atender el tema de la transmisión religiosa como con guantes. Creo que la mayoría de los padres tienen la sensación de que les preocupa “exagerar”. Les preocupa hacer demasiado, ser demasiado directos, pero aún así presionan y promueven tanto como pueden.

Volvamos a lo que dijo sobre los padres que tienen expectativas bastante modestas de las congregaciones religiosas. Se ven a sí mismos como el actor principal en la formación religiosa de sus hijos. Pero si los ministros de jóvenes describen a los padres como muy poco comprometidos y los padres se ven a sí mismos como muy comprometidos, ¿qué podría explicar esta diferencia?

En primer lugar, debo decir que no hicimos una etnografía de los padres, es decir, no fuimos en coche a la iglesia con Susan y recogimos a sus hijos del grupo de jóvenes. Los resultados de nuestro estudio están basados en lo que informan los padres y los adolescentes en entrevistas y encuestas. Pero mi percepción de las cosas al estudiar esto a lo largo de los años es que probablemente se trate de una combinación de cosas. Es posible que los ministros de jóvenes quieran una inversión más directa de los padres, pero los padres simplemente no quieren hacerlo de esa manera.

Mi sospecha es que muchos ministros de jóvenes obtienen su información sobre los padres del adolescente. No van a salir a desayunar y tomar café con los padres. No estoy diciendo que los adolescentes mientan, pero los adolescentes obviamente van a dar su propia perspectiva sobre lo que está sucediendo en casa.

Además, es probable que parte de esto sean solo expectativas. Si lo contratan como ministro de jóvenes, usted está listo para hacer grandes cosas. Pero luego entra en una situación en la que las familias tienen sus rutinas establecidas. Y probablemente el resultado es una situación frustrante para un ministro de jóvenes, ¿verdad?

Tal vez, según su punto anterior, el clero o los ministros de jóvenes tienen en mente un tipo de religión diferente a la de los padres y realmente quieren que se comunique algo trascendente. Eso tiene que ver con el modelo cultural de paternidad que describiste, donde los padres ven la religión como una especie de entrenamiento moral para preparar a los niños para el viaje de la vida y, además, como una forma de construir la solidaridad familiar.

Además del entrenamiento moral, diría que la religión te da una especie de base de operaciones, un lugar al que regresar cuando las cosas van mal.

Así que eso es moral, pero también psicológico, emocional, mental y relacional. Lo cual, como me imagino que está usted a punto de señalar, dudo que eso sea lo que el clero aprendió en el seminario.

Como misionero y padre, encuentro este retrato aterrador para el futuro de mi hijo. Para mí, la idea de la religión como un guión psicológico, emocional y moral separado de cuestiones existenciales o fundamentalmente espirituales es preocupante. ¿Le sorprendió este hallazgo de su investigación?

En un nivel, sí fue sorprendente. Esperaba que al menos hubiera más mezcla. En otro nivel, después de haber estudiado la religión estadounidense durante décadas, no, no fue sorprendente. La religión estadounidense se ha vuelto muy terapéutica, consumista y orientada a este mundo.

Y usted planteó la cuestión del desequilibrio hace unos minutos, pero yo diría que este es el verdadero desequilibrio. No hay tantas diferencias de estrategia entre padres y ministros de jóvenes, sino acerca del propósito mismo de la iglesia. Creo que algunas de las personas que se encuentran reunidas en las congregaciones tienen ideas muy diferentes incluso acerca de lo que están haciendo allí. Lo que es fascinante, sociológicamente, es cómo pueden continuar ese desequilibrio durante años y no descubrir realmente las diferencias entre ellos, como si no se dieran cuenta: “Tenemos realidades totalmente distintas aquí”.

Por curiosidad, hice una encuesta entre mis seguidores de Twitter para conocer su opinión sobre algunos elementos del modelo cultural que usted describe.

Mis seguidores de Twitter no son una muestra representativa, pero encontré una gran mayoría que no estaba de acuerdo con la idea de que la exclusividad en la religión es mala, o que la paternidad consiste principalmente en ayudar a los niños a descubrir quiénes son. ¿Crees que hay subpoblaciones significativas que podrían resistirse conscientemente al modelo cultural que identificas?

Sí, supongo que diría dos cosas. Primero, los seguidores de Twitter de alguien que está obteniendo un doctorado en demografía, que es un misionero y escribe para Christianity Today no son el tipo promedio de padres religiosos estadounidenses. También creo que muestra el último punto que planteó: que, por supuesto, hay grupos de personas que no se conforman.

Pero, como ya lo comenté, nos quedamos impresionados con lo similar que hablan todos estos padres. Creo que es justo decir que existe este modelo dominante, pero no ha convertido a todo el mundo en un robot.

Es evidente que hay subpoblaciones que no creen en ese modelo cultural de crianza de los hijos. Y desde el punto de vista dentro de esa subpoblación, puede parecer que el mundo tiene todas estas personas fieles en él. Pero cuando miras una muestra nacional, la gran mayoría sigue siendo lo que describimos.

Eso tiene sentido para mí. Hablando de subpoblaciones interesantes, quería darle la oportunidad de hablar sobre el capítulo sobre grupos religiosos inmigrantes, que fue simplemente fascinante.

Estoy particularmente orgulloso de ese capítulo. No lo escribí yo, así que puedo decir eso. Yo diría que muchos evangélicos perciben el mundo como gente con al menos algo de educación universitaria, y mayoritariamente de raza blanca. Pero hay una gran parte del mundo que no cumple con estas características. Aunque el evangelismo se ha diversificado de cierta manera étnica y racialmente, creo que vale la pena tener en cuenta que el mundo es mucho más diverso de lo que nuestras experiencias individuales pueden transmitir. La sociedad cambia. Es interesante pensar en cómo ser fiel al entrar en contacto con estas diferencias.

Entonces, ¿cuál es la gran lección para las personas de fe?

Esta no es una conclusión nueva, pero refuerza lo que hemos sabido por un tiempo: la religión estadounidense realmente se ha transformado en una realidad individualista y consumista.

Me parece que eso nos reta a dar un paso atrás, reflexionar y tener conversaciones (difíciles) sobre cómo crear un puente que una todos estos diferentes tirones y empujones, para que no compremos el modelo cultural de la mayoría a ciegas, pero que tampoco nos volvamos radicales sin remedio.

Traducción y edición en español por Livia Giselle Seidel

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News

Aun los pastores son pesimistas sobre el futuro de las denominaciones

A medida que crece la identidad no denominacional, hoy en día los pastores evangélicos son menos propensos a considerar que dichas afiliaciones sean vitales. Muy pocos creen que su importancia se mantenga firme en los próximos 10 años.

Christianity Today June 16, 2021
Elisa Schulz / Lightstock

Mientras muchas denominaciones protestantes se preparan para llevar a cabo sus encuentros nacionales este verano, la mayoría de los pastores creen que formar parte de una denominación aún es vital para su iglesia, pero dudan que la importancia de ese tipo de vínculos dure siquiera otra década.

Un estudio de Lifeway Research [enlace en inglés] preguntó a los pastores protestantes su opinión sobre la importancia de las denominaciones y cuál creen que será el futuro de las mismas en los próximos diez años.

“En la iglesias protestantes de los Estados Unidos sigue habiendo escisiones y disputas dentro de estos grupos, a la vez que surgen nuevas redes locales y nacionales no denominacionales, y se multiplica el número de iglesias que no pertenecen a una denominación, convención o conferencia”, dijo Scott McConnell, director ejecutivo de Lifeway Research. “Esto nos lleva a cuestionar si los que están dentro de las denominaciones protestantes siguen viendo valor en ellas”.

Conexiones continuas

Casi 8 de cada 10 pastores protestantes (78 %) cuya iglesia pertenece a una denominación o grupo similar a una denominación dicen que personalmente consideran vital ser parte de una denominación. De ellos, el 53 % respondió estar “muy de acuerdo”, según la firma de investigación con sede en Nashville. Uno de cada cinco está en desacuerdo (20 %), mientras que el 2 % no está seguro.

Los pastores creen que sus congregaciones comparten su opinión sobre los vínculos confesionales. Un porcentaje similar (77 %) dice que su congregación cree que es vital para su iglesia formar parte de una denominación, aunque son menos los que respondieron estar muy de acuerdo (44 %). De nuevo, el 21 % está en desacuerdo y el 2 % no está seguro.

“Mientras que las conexiones de algunas denominaciones son completamente voluntarias, las de otras están profundamente arraigadas en sus políticas”, dijo McConnell. “Sin embargo, comunicar la importancia o los beneficios de relacionarse con la denominación de esta manera no puede darse por sentado. Uno de cada cinco pastores no ve ese valor hoy en día”.

Algunos pastores son más propensos a creer que mantener un vínculo con una denominación es vital para ellos personalmente. Los pastores más jóvenes (18-44) son más propensos a estar de acuerdo (83 %) en comparación con los mayores de 65 años (74 %). Los pastores blancos (80 %) también son más propensos que los pastores afroamericanos (63 %) a afirmar que ese vínculo es vital .

También hay diferencias dentro de las distintas corrientes confesionales. Los pastores de las denominaciones antiguas (92 %) son más propensos que los pastores evangélicos (76 %) a decir que formar parte de una denominación es importante para ellos personalmente. Entre los grupos denominacionales específicos, los luteranos (95 %) son los más propensos a estar de acuerdo, mientras que los pastores del movimiento restauracionista (31 %) son los menos propensos.

¿Desaparición de la denominación?

A pesar de que la mayoría de los pastores afirman la importancia personal y congregacional de estar vinculados a una denominación, la mayoría cree que ese valor disminuirá en la próxima década. Más de 6 de cada 10 pastores que actualmente están en una iglesia que forma parte de una denominación o grupo similar a una denominación (63 %) creen que la importancia de estar identificados con una denominación disminuirá en los próximos diez años. Alrededor de un tercio de los pastores (32 %) no está de acuerdo, y el 5 % no está seguro.

En la mayoría de los casos, los pastores más propensos a ver el valor en las conexiones denominacionales a nivel personal y de la congregación son los que más probablemente creerán que esa importancia continuará hasta 2030. Los pastores jóvenes (18-44) son los menos propensos a decir que la identificación con una denominación disminuirá en importancia en la próxima década (54 %).

“Muchos que predijeron la desaparición de las denominaciones protestantes en EE.UU., incluidos algunos pastores, no han resultado proféticos”, dijo McConnell. “El hecho de que los pastores más jóvenes sean menos pesimistas podría indicar que se avecinan días mejores para las denominaciones o, cuando menos, menos recuerdos de los peores días”.

Aunque es imposible saber si esas predicciones probarán ser ciertas dentro de diez años, los pastores compartían opiniones similares en 2010, según un estudio anterior de Lifeway Research [enlace en inglés].

En las preguntas sobre la importancia denominacional, el número de personas que están muy de acuerdo ha disminuido ligeramente en comparación con 2010, pero el número total de quienes afirman estar de acuerdo se ha mantenido prácticamente sin cambios. Hace una década, el 76 % de los pastores vinculados a una denominación dijeron que consideraban vital ser parte de una denominación para ellos en lo personal, y el mismo porcentaje (76 %) dijo creer que su congregación sentía lo mismo.

En 2010, el 62 % creía que la importancia de estar identificado con una denominación iba a disminuir en la actualidad. En la encuesta más reciente, el porcentaje total de los que auguran que un declive se aproxima se acerca al 63 %, pero hoy son menos los que tienen un alto nivel de confianza en su predicción. Hace una década, el 28 % estaba muy de acuerdo en que la importancia disminuiría. Hoy, ese mismo porcentaje ha bajado al 19 %.

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Es posible que los pastores sean más pesimistas sobre el futuro de sus denominaciones que los miembros de sus comunidades. Un estudio de 2015 [enlace en inglés] de Lifeway Research sobre la opinión de los estadounidenses sobre las denominaciones encontró que la mayoría estaba abierta a formar parte de iglesias conectadas con los principales grupos cristianos. Sin importar la denominación, menos de la mitad de los estadounidenses, incluso los no religiosos, respondieron “no es para mí” cuando se les preguntó respecto a una iglesia conectada con determinada denominación.

Cuando se les preguntó si tenían una opinión favorable o desfavorable, o si no estaban lo suficientemente familiarizados como para formarse una opinión sobre denominaciones específicas, los porcentajes favorables fueron más altos que los desfavorables para cada grupo, y cada denominación tuvo porcentajes desfavorables por debajo del 28 %.

Aaron Earls es un escritor para Lifeway Christian Resources.

Basado en una encuesta realizada en 2020 a 1 007 pastores protestantes por teléfono y en línea, con un 95 por ciento de confianza en que el error de muestreo no supera más o menos el 3.4 por ciento. Para más información, vea el informe completo o visite LifewayResearch.com.

Traducción y edición en español por Livia Giselle Seidel

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«Id y haced discípulos». Pero primero, detengámonos.

El primer paso crucial del ministerio comienza con el Espíritu Santo.

Christianity Today June 13, 2021
Ali Yahya / Unsplash

Hace doce años, yo era una líder de ministerio llena de energía y dirigía el programa de evangelización a estudiantes universitarios en la Universidad del Estado de California en Fresno. Anhelaba ver sus vidas transformadas por Jesús de la manera en que él había transformado la mía. Pero en mi afán, presioné a una estudiante en particular para que explorara su fe en conexión con su identidad étnica como mexicoamericana. Cuando ella dijo que no estaba interesada en crecer en esa área, lo malinterpreté como falta de capacidad para aprender, en vez de como un «ahora no» del Espíritu Santo. Eventualmente, la confianza se rompió y ella dejó nuestro grupo para unirse a otro ministerio. Yo tenía el corazón destrozado. ¿En qué me había equivocado?

Años más tarde, me convertí en coordinadora de alcance a estudiantes latinos para la zona de California central y Las Vegas. En esa época, sabios mentores latinos me discipularon para que me concentrara en escuchar la voz del Señor. Me animaron a tomar tiempo para orar con los estudiantes y escuchar el anhelo del Señor para sus vidas. Esta vez, comencé a ver el ministerio con un enfoque diferente. Escuché y esperé al Espíritu Santo para recibir estrategia y visión. Al paso de tres años, habíamos alcanzado a más de cien estudiantes latinos en nuestro ministerio.

¿Cuántas veces hacemos la obra del ministerio a partir de nuestras propias percepciones o impulsos en lugar de confiar en la guía del Espíritu Santo —por mucho tiempo que nos lleve discernir—? Esperar es contracultural; es antitético al ritmo de nuestra vida diaria. La era tecnológica en la que vivimos valora la eficiencia y la urgencia. Como cultura, aborrecemos la espera. El mundo en que vivimos no está diseñado para ayudarnos a detenernos y reflexionar sobre la presencia de Dios en un momento dado. Escuchar y esperar, por tanto, son disciplinas que debemos ejercitar con regularidad, especialmente cuando se trata de asociarnos con el Espíritu Santo.

He aprendido, y sigo aprendiendo, que escuchar al Espíritu Santo es el primer paso en el ministerio. Es nuestro primer acto de amor.

Escuchar a nuestro guía

El Espíritu Santo no es un «eso» o una fuerza lejana. El Espíritu Santo es una persona, el tercer miembro de la Trinidad. «Espíritu» es el nombre de la persona divina que Jesús prometió que vendría a los creyentes después de que él ascendiera (Juan 14:15-17, NVI). «Espíritu» es el nombre de la persona divina que se movía sobre las aguas durante la creación (Génesis 1:2). El Espíritu Santo estuvo presente desde el principio y lo estará hasta el final del mundo (Mateo 28:20). El Espíritu Santo tiene muchos otros nombres en las Escrituras, tales como Consolador, Consejero, Aliento, Viento, Vida y Espíritu de Verdad.

Aunque las distintas tradiciones cristianas entienden los dones encarnados del Espíritu de diferentes maneras, Pablo deja claro que en los distintos dones y ministerios dirigidos por el Espíritu entre el pueblo de Dios, «en todos actúa el mismo Dios» (1 Corintios 12:6). El Espíritu Santo otorga a cada creyente cristiano el don de asociación con Dios. Así como Jesús es descrito como un amigo de los creyentes, el Espíritu Santo puede ser descrito como un guía útil. Podemos estar seguros de que, cuando escuchamos, esta persona de la Trinidad está presente con nosotros: susurrando, hablando, compartiendo, guiando y amando.

Esperando con esperanza

Cuando me mudé a San Antonio, donde ahora sirvo, mi nuevo equipo y yo pasamos los primeros siete meses escuchando al Señor y esperando su visión para nuestra zona. Al principio, esta espera fue difícil: fue un periodo de inquietud y pesadez. La preocupación intentaba colarse y la presión interna para que por fin estableciéramos una visión cautivadora iba en aumento. Pero en determinado momento, mi postura cambió hacia la espera con esperanza en lugar de miedo. No es casualidad que en español, las palabras «esperar» y «esperanza» provengan de la misma raíz. La esperanza es la espera con fe. Esperar con esperanza cultivó una paz, una confianza y una dependencia del Señor que poco a poco se convirtió en una visión clara, centrada en el amor a Dios y a su pueblo.

Cuando buscamos asociarnos con el Espíritu Santo en la misión, es esencial esperar por la guía del Espíritu con esperanza. Dos ejemplos bíblicos de personas que esperaron con esperanza hasta recibir la instrucción del Espíritu Santo llaman especialmente mi atención: Ana y Elías.

Ana, en Lucas 2:36-38, era una profeta de Dios de 84 años de edad y que esperaba la redención de Israel. Durante muchos de esos años vivió como viuda, adorando y ayunando día y noche. Cuando Ana vio a María y a José en el Templo sosteniendo al niño Jesús, se acercó a ellos y comenzó a alabar a Dios. Fue capaz de reconocer quién era Jesús porque vivía en la presencia de Dios; su espíritu se conectaba con su Espíritu cada día mientras oraba.

Esperó durante años con esperanza. Esperó con una visión centrada en la redención de Israel, fruto de décadas de oración y adoración. Mientras otros no entendían, Ana sabía que la redención no vendría de los falsos mesías que intentaban derrocar a sus opresores. Los años de espera, escucha y asociación con el Espíritu Santo la prepararon para reconocer al Salvador. Cuanto más tiempo nos asociemos con el Espíritu Santo en la misión, más fácil será distinguir su verdad de las falsas narrativas.

Elías se aferró a la esperanza en medio de las dificultades. Considera la desesperación que sintió Elías después de que todos los demás profetas de Israel fueron asesinados (1 Reyes 19). Jezabel prometió matar a Elías también, por lo que corrió para salvar su vida, solo para luego pedirle al Señor que le quitara la vida. Dos veces durante este tiempo un ángel ministró a Elías y le proporcionó comida y bebida. En lugar de seguir corriendo, Elías eligió ir al monte Horeb, el mismo lugar donde Moisés había escuchado al Señor. Tal vez en su desesperación, Elías recordó que el monte Horeb era un lugar de esperanza, un lugar donde el Señor habla.

Elías tardó 40 días y 40 noches en llegar allí. Durante el viaje, me imagino que pensó mucho, se dio cuenta de muchas cosas, discutió, escuchó y habló con Dios. Para cuando llegó, Elías había cultivado esperanza suficiente como para volver a escuchar la voz de Yahweh. El Señor le preguntó a Elías qué estaba haciendo allí, y luego lo condujo a través de una serie de eventos diseñados para enseñarle a escuchar atentamente (vv. 10-13). Primero vino el viento, luego un terremoto y después un incendio, pero el Señor no estaba en ellos. Entonces Elías experimentó la presencia de Dios a través de un suave susurro, una voz que volvía a preguntar: «¿Qué haces aquí, Elías?».

Nótese que el Señor le hizo a Elías la misma pregunta dos veces (vv. 9 y 13), pero fue solo la segunda vez, después de haber aprendido a escuchar, que el Señor le dio más instrucciones a Elías sobre su misión. Tal vez la transformación ocurrió mientras Elías esperaba por la presencia del Señor. Tal vez el Espíritu de Dios le estaba enseñando a Elías discernimiento.

Dios puede manifestarse de manera poderosa, como Elías lo había experimentado en su propio ministerio, pero tal vez era hora de que Elías escuchara la voz del Señor como un suave susurro. Como Elías, podemos experimentar el fracaso del ministerio, dudar de nuestra vocación o sentirnos tentados a abandonar. Pero el Espíritu Santo nunca nos dejará correr tan lejos que ya no estemos en su presencia. El suave susurro del Espíritu está ahí; podemos aprender a escuchar y a esperar con esperanza.

Dirigir con amor

Asociarse con el Espíritu Santo en el ministerio implica cultivar un profundo amor por Dios y su pueblo. Aquellos de nosotros que esperamos presentar el evangelio en nuestro actual zeitgeist cultural haríamos bien en tomar nota de las preocupaciones que otros tienen sobre las misiones y la evangelización. Aunque hayamos aprendido formas útiles de compartir nuestra fe, algunos de nuestros oyentes pueden seguir sintiéndose dolidos e incluso alejados del evangelio por la forma en que el cristianismo ha sido presentado en el pasado. Hay que recordar la historia de la colonización y aprender de ella, para no repetir algunos de los mismos errores. Debemos reconocer y recordar dónde los esfuerzos de evangelización comienzan a ir por el camino equivocado. Nuestro testimonio cristiano se pierde cuando abandonamos el amor como centro de nuestra Gran Comisión.

El amor no se manifiesta conquistando y enseñoreando a otros. El amor no se considera a sí mismo mejor que el otro, sino que ve al otro como amado por el Creador. El Espíritu Santo nos ayuda a cultivar un amor profundo y piadoso. Este amor divino es el fruto natural de la vida del Espíritu en nosotros. Pero si no nos asociamos con el Espíritu, podemos estar llevando a cabo la obra del ministerio por otras motivaciones, aún si es inadvertidamente, como el deseo de ser espiritualmente «exitosos» o una compulsión de trabajo impulsada por la culpa. La frustración, la impaciencia, el culpar a otros, la falta de humildad o la falta de capacidad para aprender de otros y del Señor pueden ser indicadores de que el amor de Dios no está en el centro de nuestra misión.

Aquellos que son los receptores de nuestros esfuerzos ministeriales saben inmediatamente cuando una persona está sirviendo auténticamente por amor o por otro tipo de motivación. La gente no quiere ser proyectos de evangelización o el próximo objetivo de alcance. La gente quiere ser conocida. La gente quiere ser amada. La gente quiere ser vista. La gente quiere asociarse. Los ministerios que empoderan a los que sirven encarnan el ministerio que Jesús modeló.

Considere cómo Cristo dio poder a la mujer en el pozo para que fuera a contar su testimonio a su pueblo (Juan 4). En asociación con el poder de Dios, ella compartió su historia y muchas personas llegaron a creer como resultado. La asociación centrada en el amor a Dios y sus amados es el modelo de ministerio más poderoso, duradero y transformador de vidas que podemos ofrecer.

Todos estamos llamados a la hermosa invitación de Mateo 28: «Vayan y hagan discípulos de todas las naciones…» y estamos equipados con la poderosa promesa de Emmanuel: «Y les aseguro que estaré con ustedes siempre, hasta el fin del mundo». Le dije que sí a Jesús porque quería estar con Él. Literalmente, quiero caminar con él todos los días. No le dije que sí para poder dirigir un ministerio. Eso es una bendición residual después del mayor regalo: estar en la presencia de Aquel que me conoce plenamente y me busca.

Jesús nos manda a permanecer en su amor (Juan 15:9). Una vez que aprendemos a permanecer, a habitar en Él, podemos seguir su mandato de amarnos unos a otros porque hemos conocido y experimentado su amor por nosotros. Por este amor, la gente sabrá que somos sus seguidores (Juan 13:34-35). El amor fomentado por el Espíritu es la clave de nuestra evangelización.

Jesús nos promete el Espíritu Santo. No tenemos que luchar para que el Espíritu Santo nos vea; no tenemos que competir por el amor del Espíritu. Como Ana, podemos cultivar ritmos de oración diarios para alejarnos de la cultura de la urgencia y la eficiencia, y para entrar en relación con el Espíritu de Dios en el presente. Tal como lo aprendió Elías, asociarse con el Espíritu Santo es cultivar una postura dispuesta a escuchar los suaves susurros del Creador. Asociarse con el Espíritu Santo es un acto de amor. Es el primer paso del ministerio.

Noemi Vega Quiñones es la directora de ministerio para la InterVarsity Christian Fellowship en la zona sur de Texas . Es coautora de Hermanas: Deepening our Identity and Growing Our Influence (InterVarsity Press).

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