La ciudad de luz

Una lectura de Adviento para el 2 de diciembre.

Christianity Today December 2, 2021

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Primera semana de Adviento: El regreso de Cristo y el reino eterno


Esta semana nos centramos en el Segundo Adviento: nuestra esperanza segura en el regreso de Cristo. Exploramos la descripción que hacen las Escrituras acerca del poder de Cristo, su juicio justo y el glorioso futuro que esperamos con Dios en la nueva creación.

Lea Apocalipsis 21:9 – 22:5

Cuando me mudé de Inglaterra para vivir en Escocia, una cosa que me resultó difícil fue la reducción de los periodos de luz de día durante el invierno. En los días nublados, podía parecer que no había luz en absoluto. Esto me parecía ligeramente deprimente, pero a algunas personas les afecta gravemente y tienen que sentarse frente a lámparas que imitan la luz del sol. Todos dependemos de la luz solar para nuestra salud física y nuestro bienestar mental.

No es de extrañar que en muchas culturas se haya adorado al sol, y a veces también a la luna. ¿Por qué un día soleado nos levanta el ánimo? ¿Por qué a mucha gente le gusta tomar sol? La ciencia confirma que la distancia que existe entre nuestro planeta y el Sol, con la luz y el calor que proporciona, es esencial para la vida en la Tierra.

En esta creación, las bendiciones de Dios nos llegan a través de las cosas creadas, entre ellas, la luz del sol. En la nueva creación, viviremos en la presencia misma de Dios, inmersos en ella como lo estamos ahora en la luz del día, y no habrá noche.

Imagínese: una ciudad llena de luz. Imagínela como una brillante joya cristalina (Apocalipsis 21:11), la luz reflejada en todas las piedras preciosas de muchos colores enumeradas en los versículos 19 y 20. Imagine, si puede, la forma en que la luz brilla a través del oro transparente del que está hecha la ciudad (vv. 18, 21). Contemple la ciudad desde la distancia. Esta se encuentra en la cima de una montaña (v. 10) y brilla sobre todo el país circundante. Es la luz del sol de ese mundo. Es la luz gracias a la cual la gente vive (v. 24).

Ahora piense en una vidriera o vitral de una iglesia con vívidas representaciones de figuras bíblicas o de otro tipo. La vidriera en sí misma es bastante hermosa en todo momento, pero cuando el sol brilla a través de ella, resplandece. ¡Sus intensos colores se iluminan! En la Nueva Jerusalén, la belleza de todas las criaturas de Dios será un deleite para todos. Las veremos tal como son en realidad. La luz de la presencia directa de Dios no anulará sus formas y colores, es decir, su realidad creada, sino que las iluminará, transfigurándolas.

A lo largo de la Biblia, la luz es un símbolo de Dios y de Jesús (quien dijo: «Yo soy la luz del mundo» en Juan 8:12). Piense en las formas en que la luz de Dios ya está brillando en nuestras vidas en este mundo —cómo ilumina nuestras vidas, cómo podemos caminar en esa luz—. Si vemos la luz ahora, alumbrará el camino que podemos recorrer hacia la ciudad de luz. ¿Qué podemos llevar con nosotros para presentar ante Dios y para contribuir a la vida de esa ciudad eterna (Apocalipsis 21:24, 26)?

Richard Bauckham es profesor emérito de estudios del Nuevo Testamento en la Universidad de St. Andrews, Escocia, y autor de numerosos libros, entre ellos The Theology of the Book of Revelation.

Medite en Apocalipsis 21:9-22:5.

¿Qué es lo que más le llama la atención de esta hermosa imagen que nos muestra la Biblia? ¿Qué verdades sobre Dios transmiten las descripciones de la luz resplandeciente y la gloria que ilumina todas las cosas? ¿Qué verdades transmiten sobre la nueva creación? ¿Y sobre nuestra esperanza final?

Traducción por Sofía Castillo.

Edición en español por Livia Giselle Seidel.

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Ideas

Cinco errores a evitar en su sermón de Navidad

Si quiere ayudar a que la gente vea la Navidad con nuevos ojos, empiece por deshacerse de estas conocidas falacias.

La adoración de los magos.

La adoración de los magos.

Christianity Today December 2, 2021
Abraham Bloemaert / Wikimedia Commons

Pastores, predicadores y maestros bíblicos: ¿ya han pensado en su sermón o enseñanza para esta Navidad? Si quiere ayudar a la gente a celebrar la Navidad este año (y todos los años) apegándose a los hechos establecidos —no a leyendas tardías, tradiciones ni imaginaciones populares— comience evitando estos errores comunes.

1. No añada detalles que no están en el texto.

Esto puede parecer obvio, pero vale la pena repetirlo porque sucede muy a menudo. La masiva proliferación anual de tarjetas de Navidad, escenas de la natividad y especiales televisivos perpetúan estos detalles añadidos y da la impresión de que se trata de hechos.

Las narrativas de la infancia [de Jesús] en los evangelios no incluyen muchos de los detalles que se construyeron en los siglos posteriores. Por ejemplo, no nos hablan de la naturaleza del establo (una cueva, al aire libre, de madera, etc.); ni siquiera de si había un establo, ni de si había o no animales cerca en ese momento, ni del número de sabios. Estos magoi (que no eran reyes y no eran necesariamente tres) casi con seguridad no llegaron la noche del nacimiento, como lo representan la mayoría de las escenas de la natividad. Y no había una estrella suspendida justo encima del tejado. Sin la mención específica de un establo, el pesebre podía haber estado al aire libre, en un redil cercano a la casa, en una pequeña cueva o en el área de una casa utilizada para los animales.

Los textos tampoco mencionan que María y/o José montaran un burro. Es igualmente plausible —si acaso, incluso más— que hicieran a pie todo el recorrido desde Nazaret hasta Belén (a unos cien o ciento veinte kilómetros [setenta u ochenta millas]: al menos tres días de caminata regular). La idea de que María montaba un burro surge de una obra apócrifa del siglo II (el Protoevangelio de Santiago, capítulo 17). En realidad, tenía sentido que una adolescente embarazada de la antigüedad, con un estilo de vida activo, hiciera un viaje de este tipo a pie.

A pesar de lo que vemos en algunos espectáculos navideños, no se menciona a un posadero (ni malvado y desalmado, ni pesaroso por la falta de espacio disponible); Lucas sencillamente menciona que no había espacio en la kataluma (Lucas 2:7). La kataluma no era una posada formal profesional con un posadero, sino que puede señalar, o bien a un refugio público (como en la traducción al griego de Éxodo 4:24), o a la habitación de invitados en una casa personal (como en Lucas 22:11).

Cuando predicamos y enseñamos es importante apegarnos a los hechos establecidos. Por supuesto, no hay nada malo en usar la imaginación histórica. Pero es importante mantener una clara distinción entre lo que sabemos que de verdad ocurrió, y las reconstrucciones imaginativas de cómo pudieron tener lugar los sucesos. El cristianismo está basado en hechos históricos. Esto es tan cierto para el nacimiento de Jesús como lo es para la crucifixión y la resurrección.

2. No ofrezca explicaciones espirituales para las prácticas culturales a fin de hacer que suenen bíblicas.

Nos encanta encontrar —o incluso inventar— razones espirituales para diferentes prácticas culturales relacionadas con la Navidad. Por ejemplo, decimos que el hacernos regalos nos recuerda el gran regalo de Dios al mundo que fue Jesús, o los regalos de los sabios a Jesús. Puede que suene bien, ¿pero es bíblico? ¿O será que realmente hacemos regalos porque es lo que hicieron nuestros padres y es lo que hacen todos los que conocemos (excepto los testigos de Jehová, los no religiosos radicales y algunos puristas religiosos)? ¿Qué clase de padre serías si no le dieras a tu hijo un regalo en Navidad (o, en muchos casos, toda una habitación llena de ellos)? Simplemente imagine: ¿y si no celebrara en absoluto la Navidad (como hacían los puritanos)? [enlaces en inglés]. Hay muy poco de intrínsecamente espiritual o bíblico en esta clase de expectativas. Son casi en su totalidad culturales. Eso no las hace ser necesariamente malas, pero no deberíamos inventar razones bíblicas para justificarlas.

Abundan los ejemplos. ¿Qué tiene que ver la decoración de un árbol de hoja perenne con la venida a la tierra de Jesús para rescatar a la creación de Dios? Puede que nos digamos a nosotros mismos que es un símbolo de la vida eterna porque siempre está verde, pero ¿es esa realmente la razón para poner un árbol de Navidad cada año? Del mismo modo, puede que señalemos a las velas como un símbolo de que Jesús es la luz del mundo, las ramas de acebo como un símbolo de la cruz de espinas que fue colocada sobre su cabeza, el color rojo como un símbolo de la sangre de Jesús derramada en la cruz, el tronco de Navidad como un símbolo de la cruz, el muérdago como un símbolo de la reconciliación, y las campanas como un símbolo para anunciar las buenas nuevas. Aunque algunas de estas asociaciones y símbolos son antiguas, no explican necesariamente por qué deberíamos incorporarlas a nuestras celebraciones de la Navidad hoy en día. Si somos sinceros, hemos de admitir que celebramos la Navidad de la forma en la que lo hacemos, en primer lugar, por causa de nuestras propias tradiciones culturales, aunque haya poca conexión real entre esas tradiciones y los relatos bíblicos del Jesús real viniendo a la tierra como un bebé.

El peligro de llenar las prácticas culturales de razonamientos espirituales también se ve en algunas de las canciones de Navidad que cantamos en la iglesia durante el mes de diciembre. La violación más flagrante sería Oh, árbol de la Navidad [O Christmas Tree]. Tienes que buscar bien en las estrofas de este himno para poder encontrar algo relacionado con Jesús. Deberíamos sentirnos incómodos cantando este villancico en un grupo de cristianos reunidos puesto que básicamente es una canción que le hace un homenaje a un árbol. Solo porque la canción se ha asociado cultural o tradicionalmente con la Navidad, no significa que debamos incorporarla a nuestras celebraciones cristianas.

El peligro principal de todo esto es que presentamos prácticas culturales como si portaran un peso o una autoridad bíblicas. Oscurecer la línea entre la práctica cultural y la enseñanza bíblica no solo no ayuda y es confuso, sino que también representa un daño potencial para nuestra fe. Cuando ya no podemos distinguir lo que es bíblico de lo que es cultural, corremos el riesgo de aceptar y propagar ideas sincréticas, mezcladas de todo un poco, y sin fundamento bíblico. Nuestra fe ya no tendría como base la verdad sino, al menos en parte, estaría basada en mitos y leyendas.

No hay necesidad, por supuesto, de abandonar todas estas prácticas culturales en nuestras celebraciones familiares. Simplemente deberíamos mantener y comunicar una clara distinción entre los aspectos de nuestra celebración navideña que son heredados de la cultura y aquellos que están claramente enraizados en las Escrituras.

3. No se avergüence del carácter judío de pasajes relacionados con la llegada de Jesús.

El primer capítulo de Lucas incluye dos largos himnos que tradicionalmente han sido llamados el Magnificat (el canto de María en Lucas 1:46-56) y el Benedictus (el canto de Zacarías en Lucas 1:67-79). Los títulos provienen de la primera palabra de estos himnos en latín. Estos pasajes —o al menos algunas partes de ellos— a veces se dejan en el olvido porque son bastante largos y porque expresan la esperanza de los judíos en la salvación de Dios sin una clara indicación de cómo sería esa salvación. Esta liberación, como sabemos en retrospectiva, vino a través de la muerte y la resurrección de Jesús, la expansión del evangelio más allá de Israel hacia los gentiles, y el regreso de Jesús al final de los tiempos.

El Magnificat celebra cómo Dios, a través del hijo de María, restaurará y ayudará a Israel mientras se opone a sus enemigos y opresores. El Benedictus describe el papel de Juan el Bautista en relación con Jesús, la figura principal en el cumplimiento del plan de Dios para restaurar Israel. El himno alaba las acciones de Dios de visitar y redimir a su pueblo al levantar al mesías davídico para liberar a su gente, todo en cumplimiento de sus promesas a Abraham y a su pueblo a través de los profetas del Antiguo Testamento. Esta liberación permitirá al pueblo de Dios servirle para siempre sin miedo y con justicia.

Quizá a veces hemos olvidado estos himnos en nuestros sermones de Navidad porque no son suficientemente «cristianos». Este olvido, sin embargo, conlleva una seria pérdida. Ambos himnos describen la salvación que resultará de la venida de Jesús a la tierra. Durante su primera venida, Él lidió de manera decisiva con el pecado de su pueblo, cumpliendo así pasajes como Miqueas 7:18-20. Seguimos esperando su segunda venida, cuando Él lo arreglará todo de muchas maneras —en lo político, lo económico, lo social y lo espiritual— de una vez por todas. Seguimos esperando el cumplimiento pleno y final de las declaraciones hechas en el Magnificat y el Benedictus. Ambos himnos son poderosos ejemplos de cómo alabar a Dios centrándonos tanto en sus atributos —su poder, santidad y misericordia— como en sus acciones al cumplir las antiguas promesas a su pueblo en, y a través del nacimiento de Jesús el Mesías.

La fe cristiana está enraizada indisoluble e inexorablemente en la fe judía. Por esa razón, incluso Lucas, siendo un gentil, presenta la llegada de Jesús en términos del cumplimiento del Antiguo Testamento (Lucas 1:1). Al igual que Mateo, quien escribió su evangelio en primer lugar para los judíos, Lucas presenta la venida de Jesús dentro de un elenco completamente judío. Si dejamos de ver que nuestra fe cristiana tiene sus raíces en los acuerdos que Dios hizo con su pueblo Israel mucho tiempo atrás, probablemente esa fe resultará superficial y nos dejará con un evangelio y un canon truncados, por no mencionar una comprensión inadecuada de quién es Jesús y por qué vino.

4. No se deje persuadir por cuestionamientos que ponen en duda los testimonios bíblicos del nacimiento de Jesús.

Ambas narrativas del nacimiento de Jesús en las Escrituras están repletas de manifestaciones de sucesos sobrenaturales que rodearon al alumbramiento virginal: apariciones de ángeles, sueños, visiones, profecías que se realizaron con respecto a Jesús, Elisabet concibiendo más allá de sus años fértiles, Zacarías perdiendo el habla, las circunstancias que rodearon a la elección de los nombres tanto de Juan como de Jesús, la relación entre los dos nacimientos, y muchas cosas más. Mateo, por ejemplo, llega incluso a aclarar que María era la madre de Jesús, pero que José no era su padre real. Después de una larga cadena de referencias a hombres que son «padres» de un hijo, Mateo concluye su genealogía refiriéndose a José como «el esposo de María, de la cual nació Jesús, llamado el Cristo» (Mateo 1:16, cursivas añadidas), indicando que José no era el padre real de Jesús. Jesús fue concebido por el Espíritu Santo en el vientre de María.

Así pues, que no nos intimiden las objeciones críticas al nacimiento virginal o a otros aspectos sobrenaturales de la historia de la Navidad. Cuando lea a autores como Reza Aslan, quien asegura que las historias del nacimiento y la infancia se encuentran «visiblemente ausentes» de los primeros escritos del Nuevo Testamento —como las cartas de Pablo y el Evangelio de Marcos—, y que los primeros cristianos llenaron los huecos para alinear la vida de Jesús con varias profecías del Antiguo Testamento, incluyendo aquellas relacionadas con su nacimiento, no se alarmen. Según Aslan, los primeros cristianos confeccionaron el mito del nacimiento de Jesús en Belén para «llevar a los padres de Jesús a Belén y que de ese modo él pudiera nacer en la misma ciudad que David». Otros, como Andrew Lincoln, niegan la historicidad del nacimiento virginal con argumentos similares. No podemos responder con detalle aquí, aunque lo hemos hecho en otros sitios. En resumen, esta clase de argumentos reflejan intentos erróneos de negarles a las narrativas del nacimiento bíblico sus elementos trascendentes usando un razonamiento crítico para reinterpretar sucesos sobrenaturales y reescribir las narrativas en términos puramente naturalistas.

Por un lado, como ya se ha mencionado, seamos cuidadosos con no añadir detalles extraños al texto bíblico, aunque estén motivados por la tradición y no por el pensamiento crítico. Seamos firmes defensores de la fiabilidad de los testimonios bíblicos de la naturaleza sobrenatural del nacimiento de Jesús, que fue diferente a cualquier otro en la historia de la humanidad. La Biblia es inequívoca, y una investigación histórica cautelosa ciertamente favorece el hecho de que se necesitó un milagro —en realidad, toda una serie de milagros— para salvarnos. Eso no nos debería avergonzar ni intimidar.

5. No se enrede en lo trivial y pierda de vista el verdadero significado del nacimiento de Jesús.

Los académicos continúan debatiendo cuestiones como el año del nacimiento de Jesús, y que si nació o no el 25 de diciembre. Debaten la historicidad del censo de Cireneo, el año de la muerte de Herodes el Grande, los fenómenos que rodearon al nacimiento de Jesús —la estrella de Belén— y toda una serie de cuestiones cronológicas y de otros tipos. También debaten los posibles orígenes paganos de la Navidad, como por ejemplo, si se trató de un sustituto funcional a la Saturnalia romana y, como hemos mencionado, la aparición de diversas tradiciones asociadas con nuestra celebración de la Navidad. Todas estas interesantes cuestiones merecen ser exploradas, pero no permanezca excesivamente en esos asuntos periféricos. En cambio, céntrese en el mensaje central de la primera venida de Jesús: en la historia bíblica de la Encarnación.

¿Quién fue Jesús, y por qué vino? El Evangelio de Juan coloca los orígenes de Jesús en la eternidad pasada como el Verbo que era en el principio con Dios, y que fue el agente mismo de la creación. Según Juan, en Jesús, Dios visitó el mundo que había creado, pero los suyos no lo recibieron (1:11). ¡Qué tragedia! ¡Qué inexcusable! Ese Verbo, nos cuenta Juan, se hizo carne en Jesús o, como dice Juan, «puso su carpa» (traducción literal) entre nosotros (1:14). En sus tres años y medio de ministerio, Jesús formó a doce discípulos y a otras personas para llevar a cabo su misión de llevar el Evangelio de la salvación hasta los confines de la tierra. Entonces, murió por nosotros en la cruz para pagar por nuestros pecados y reconciliarnos con Dios. Nuestra relación rota con Dios se enmendó. Aquellos que confían en Él disfrutan de una profunda plenitud espiritual y una conexión continua con Él ya mismo, en el aquí y el ahora, y lo seguirán haciendo por toda la eternidad.

Eso es digno de celebrarse en Navidad y en todo el año, con alegres canciones y una vida dedicada a la gloria de Dios en las alturas, en las cuales cantaron los ángeles aquella noche estrellada hace más de dos mil años.

Andreas Köstenberger es Profesor Investigador del Nuevo Testamento y de Teología Bíblica en el Southeastern Baptist Theological Seminary en Wake Forest, Carolina del Norte. Alex Stewart es decano académico y profesor adjunto de Lengua y Literatura del Nuevo Testamento en el Tyndale Theological Seminary en Badhoevedorp, Países Bajos. Ambos escribieron The First Days of Jesus: The Story of the Incarnation (Crossway, 2015).

Traducción por Noa Alarcón.

Edición en español por Livia Giselle Seidel.

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Todo es hecho nuevo

Una lectura de Adviento para el 1 de diciembre.

Christianity Today December 1, 2021

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Primera semana de Adviento: El regreso de Cristo y el reino eterno


Esta semana nos centramos en el Segundo Adviento: nuestra esperanza segura en el regreso de Cristo. Exploramos la descripción que hacen las Escrituras acerca del poder de Cristo, su juicio justo y el glorioso futuro que esperamos con Dios en la nueva creación.

Lea Apocalipsis 21:1-6

¿Cómo ha afrontado la pandemia? ¿Cómo ha afectado su relación con Dios? Algunas personas se han acercado más a Dios y han encontrado la fuerza para superar los momentos difíciles. Pero para aquellos que tal vez perdieron a sus seres queridos o se estremecieron ante la magnitud del sufrimiento en todo el mundo, la pandemia suscitó preguntas.

¿Cómo puede un Dios amoroso permitir que sucedan cosas así? Es el viejo «problema del sufrimiento», al menos tan antiguo como el libro de Job. La Biblia no tiene una respuesta única, sino que nos ofrece varios ángulos diferentes.

Y justo al final de la Biblia, encontramos este mensaje: «Ya no habrá muerte, ni llanto, ni lamento ni dolor» (Apocalipsis 21:4). Dios va a sanar su creación de todo lo que la estropea y la daña. La gente se queja a veces de que no hay muchas pruebas del amor de Dios en el libro de Apocalipsis. Algunos podrían decir lo mismo de la pandemia. Pero ¿puede imaginarse una imagen más hermosa del amor de Dios que esta? Dios «les enjugará toda lágrima de los ojos» (v. 4)?

Ciertamente, el Apocalipsis no escatima en sus descripciones de los horrores de la historia. Pero la esperanza lo atraviesa todo y florece en esta visión final que se le da al profeta. Dios hará nuevas todas las cosas. Dios tiene un futuro nuevo para toda su creación.

Cuando pensamos en el futuro, la mayoría de las veces pensamos adónde nos llevarán el pasado y el presente. Pero esto es diferente. Como solo Dios puede crear, solo Dios puede renovar toda su creación. Esto comenzó con la resurrección de Jesús: algo nuevo que lo cambia todo. En las vidas transformadas por el Espíritu de Cristo, podemos experimentar un anticipo de ese futuro nuevo.

Ese futuro va mucho más allá de lo que podemos imaginar. Pero la visión de Juan nos invita a elevar también nuestros ojos a esa montaña alta (v. 10) donde la Nueva Jerusalén descenderá del cielo. Con sus ojos podemos mirar mucho más allá de lo que normalmente podemos ver.

Dios está en el centro de ese nuevo futuro: «¡Aquí, entre los seres humanos, está la morada de Dios! Él acampará en medio de ellos, y ellos serán su pueblo; Dios mismo estará con ellos» (v. 3). Este ha sido siempre el propósito de Dios para su creación, y es lo que marcará la diferencia.

Compartir la visión de Juan no es simplemente una ilusión producto de nuestra devoción, sino que es lo que nos da esperanza para vivir. Podemos empezar a vivir mirando hacia las promesas de Dios, y eso es lo que marcará la diferencia en nuestras vidas en el presente.

Richard Bauckham es profesor emérito de estudios del Nuevo Testamento en la Universidad de St. Andrews, Escocia, y autor de numerosos libros, entre ellos The Theology of the Book of Revelation.

Medite en Apocalipsis 21:1-6.

¿Cómo se relaciona este pasaje con el dolor y las dificultades en su vida y en el mundo? ¿De qué manera orienta su perspectiva espiritual? Responda a Dios con una oración de adoración y confianza.

Traducción por Sofía Castillo.

Edición en español por Livia Giselle Seidel.

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¿Derecha o izquierda?

Una lectura de Adviento para el 30 de noviembre.

Christianity Today November 30, 2021

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Primera semana de Adviento: El regreso de Cristo y el reino eterno


Esta semana nos centramos en el Segundo Adviento: nuestra esperanza segura en el regreso de Cristo. Exploramos la descripción que hacen las Escrituras acerca del poder de Cristo, su juicio justo y el glorioso futuro que esperamos con Dios en la nueva creación.

Lea Mateo 25:31-46

En Mateo 24 y 25, Jesús enseña sobre su regreso y utiliza varias parábolas para describir cómo será «el reino de los cielos» (25:1). Quizá el elemento más inquietante de la enseñanza de Jesús en Mateo 25:31-46 sea la sorpresa de los dos grupos que están siendo juzgados. No protestan por ser juzgados en sí; después de todo, el Hijo del Hombre ha venido en gloria, asistido por una inmensa reunión de seres celestiales, e incluso su trono es glorioso. Esta entrada confirma y transmite su autoridad para juzgar. Tiene el derecho de llamar a todas las naciones ante Él, y estas deben venir a Él.

La sorpresa no se refiere al hecho del juicio ni a los derechos del Juez. En cambio, tanto los de la derecha como los de la izquierda están confundidos por la evidencia. Las ovejas miran a este Rey de gloria y piensan: Seguramente lo habríamos sabido si le hubiéramos servido. Él es inconfundible. Las cabras piensan lo mismo, pero al revés. ¿Cuándo habrían rechazado a alguien así? No se les ocurrió ninguna ocasión.

En respuesta, el Cristo glorioso revela la clave: siempre ha estado identificado y unido con sus hermanos. Esto es más que una simple afiliación, es una verdadera identificación. ¿Quiénes son sus hermanos y hermanas? Jesús enseñó claramente: «Mi hermano, mi hermana y mi madre son los que hacen la voluntad de mi Padre que está en el cielo» (Mateo 12:50). No importa la posición, la etnia, el género o la nacionalidad de una persona: si está unida a Cristo, entonces cuidar de ella es cuidar de Jesús mismo.

No se trata de una justicia obtenida por las obras, en la que cada persona recibe una recompensa o un castigo en función de sus actos. Esto es una revelación de lealtad o rebelión contra el Rey Jesús, por lo que solo hay dos destinos.

Sería más fácil, quizás, obedecer al glorioso Cristo si viéramos su poder con nuestros propios ojos. Pero Dios nos llama a la fe, no a la vista. De hecho, en Navidad recordamos que vino casi disfrazado. Incluso hoy, se identifica con su pueblo frágil y necio.

No basta con palabras vacías. La verdadera confianza en Jesús impulsa nuestra lealtad a Él y conlleva obediencia. ¿Le creemos a Jesús cuando afirma que el servicio a los cristianos humildes y despreciados es mejor prueba de nuestro discipulado que incluso los milagros y la profecía (7:21-23)? ¿Que no podemos cumplir el mayor mandamiento sin el segundo, ni el segundo sin el primero (22:37-40)? La verdadera lealtad de todos será revelada. Pongamos nuestra fe en Él.

Rachel Gilson forma parte del equipo de liderazgo de Cru para el desarrollo teológico y la cultura. Es autora de Born Again This Way: Coming Out, Coming to Faith, and What Comes Next.

Reflexione sobre Mateo 25:31-46. (Opcional: lea también 7:21-23 y 22:37-40).

¿De qué manera esta enseñanza sobre el regreso y el juicio de Cristo moldea su comprensión de lo que significa conocer y seguir a Jesús? ¿Cómo le desafía la idea de la verdadera lealtad en su propio discipulado diario?

Traducción por Sofía Castillo.

Edición en español por Livia Giselle Seidel.

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Estén alerta y oren

Una lectura de Adviento para el 29 de noviembre.

Christianity Today November 29, 2021

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Primera semana de Adviento: El regreso de Cristo y el reino eterno


Esta semana nos centramos en el Segundo Adviento: nuestra esperanza segura en el regreso de Cristo. Exploramos la descripción que hacen las Escrituras acerca del poder de Cristo, su juicio justo y el glorioso futuro que esperamos con Dios en la nueva creación.

Lea Lucas 21:25-36

La Segunda Venida de Jesús no será sutil en absoluto. Toda la creación, desde los cielos hasta los mares rugientes, se estremecerá; todos los pueblos del mundo verán y caerán en desesperanza. No habrá literalmente ningún lugar donde esconderse, ningún lugar donde encontrar protección de Aquel que finalmente vendrá a traer justicia. No habrá ningún lugar, excepto en aquel que viene de nuevo a juzgar a los vivos y a los muertos. Mientras las naciones se angustiarán, a los seguidores de Jesús se les dirá que no se agachen y se cubran, sino que se pongan de pie y levanten la cabeza. Puesto que se han escondido en Cristo que está sentado en el cielo, no tendrán que temer cuando Él vuelva a la tierra.

Jesús quería que sus discípulos comprendieran que este acontecimiento llegaría rápida e indudablemente. Hay un gran debate sobre quién es «esta generación» (Lucas 21:32). Tal vez se refiere a los oyentes inmediatos de Jesús, para quienes la caída de Jerusalén sería una señal y una muestra del fin venidero. Tal vez se refiere a la generación que verá las señales de la Segunda Venida, es decir, que el regreso de Cristo ocurrirá poco después de estos brotes, metafóricamente hablando. En cualquier caso, Jesús promete que el acontecimiento será más firme que el propio mundo natural.

¿Qué deben hacer los discípulos mientras tanto, en la espera? Aquellos de nosotros que venimos de ciertos contextos dentro de la iglesia podemos esperar un llamado a evangelizar y discipular a otros porque la gente debe saber acerca de esta calamidad venidera. Y sí, debemos hacerlo. Los que venimos de otros contextos podemos esperar un llamado a practicar la justicia, porque estamos llamados a amar lo que Dios ama y a odiar lo que Él odia. Y sí, debemos hacerlo.

Sin embargo, en este momento específico de Lucas 21, Jesús llamó a sus discípulos a tener cuidado, a estar alerta. La brusquedad y la ferocidad del final hacen que la imagen apropiada sea la de una trampa con resorte. ¿Quién es tan arrogante para suponer que podrá escapar? Las tentaciones mundanas de la fiesta desenfrenada o de la aprehensión indebida son ambos ejemplos de cómo cualquier corazón humano puede verse agobiado. Y algo grávido, que lleva cargas pesadas, no puede saltar rápidamente para escapar.

Ni el escapismo ni la preocupación pueden cumplir lo que prometen. El primero no hace desaparecer la realidad; el otro en realidad no nos prepara. Jesús nos llama, en cambio, a estar alerta y orar. Nos llama a prestar atención, confiando plenamente en el Dios que verdaderamente vendrá. Jesús quiere que sus discípulos sean capaces de presentarse ante Él cuando venga. Él responderá a esa oración.

Rachel Gilson forma parte del equipo de liderazgo de Cru para el desarrollo teológico y la cultura. Es autora de Born Again This Way: Coming Out, Coming to Faith, and What Comes Next.

Reflexione sobre Lucas 21:25-36.

¿Qué emociones o reacciones suscita en usted este pasaje? ¿Cómo le convence o inspira? ¿Qué destaca de Jesús y del Evangelio? Invite a Jesús a que le ayude a obedecer su llamado a velar y orar.

Traducción por Sofía Castillo.

Edición en español por Livia Giselle Seidel.

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El fin

Una lectura de Adviento para el 28 de noviembre.

Christianity Today November 28, 2021
Nicole Xu

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Primera semana de Adviento: El regreso de Cristo y el reino eterno


Esta semana nos centramos en el Segundo Adviento: nuestra esperanza segura en el regreso de Cristo. Exploramos la descripción que hacen las Escrituras acerca del poder de Cristo, su juicio justo y el glorioso futuro que esperamos con Dios en la nueva creación.

Lea Tito 2:11-14 y Apocalipsis 1:7-8

Empezamos por el final. No en el pesebre. No con los Magos ofreciendo regalos de adoración ni con los pastores regocijándose con asombro. No con la visita de María a Elisabet ni con la aparición del ángel en el sueño de José. No empezamos con el primer advenimiento de Cristo, sino con el segundo.

Como un libro de cuentos que tiene todos los capítulos desordenados, la temporada de Adviento —y en realidad todo el año litúrgico cristiano— comienza con el final.

No es un final insulso y agradable de «todos vivieron felices para siempre». Es bello y temible, asombroso y aterrador. Es un final que se expande más allá de los límites de nuestra comprensión humana: Volverá con gloria para juzgar a los vivos y a los muertos, y su reino no tendrá fin.

El Adviento comienza con el éschatos: con el poder y la gloria de Cristo, su juicio justo, su victoria final y su reino eterno. Nos saca de nuestro sentimentalismo navideño y nos invita a entrar en una mucho más grande y amplia historia del cosmos, en la cual, el Dios encarnado que fue acostado en un pesebre y que luego fue a la cruz, un día se sentará en el trono, y toda rodilla se doblará y toda lengua confesará que Él es el Señor (Filipenses 2:6-11).

De forma similar a la respuesta de Isaías cuando vio la santidad de Dios, nuestra única respuesta natural al contemplar la maravilla y la gloria de la Segunda Venida de Cristo es decir: «¡Ay de mí, que estoy perdido! Soy un hombre de labios impuros» (Isaías 6:1-5). Al contemplar la santidad y el poder de Cristo, nos arrodillamos en señal de arrepentimiento y humildad. Y al igual que Tomás en su encuentro con Cristo resucitado, también nosotros proclamamos: «¡Señor mío y Dios mío!» (Juan 20:28).

La Segunda Venida deja claro que seguir a Jesús significa rendir todo a su señorío en obediencia y adoración. Respondemos al regreso prometido de Cristo, «la bendita esperanza», con un anhelo y una anticipación que moldean nuestra vida en el aquí y ahora, mientras decimos «no» a las tentaciones del pecado y vivimos como un pueblo «dedicado a hacer el bien» (Tito 2:11-14).

Cuando empezamos por el final, el Adviento nos sobresalta de la manera adecuada: nos sacude de nuestro cristianismo cómodo y del discipulado que conocemos, y nos atrae hacia un arrepentimiento, una devoción y una esperanza más profundos. Cuando comenzamos con esta visión escatológica, podemos acercarnos correctamente al pesebre, pues sabemos que allí, envuelto en pañales, está el Salvador cuyo glorioso regreso es realmente nuestra bendita esperanza, «nuestro gran Dios y Salvador, Jesucristo».

Kelli B. Trujillo es editora de Christianity Today.

Lea Tito 2:11-14 y Apocalipsis 1:7-8. (Opcional: reflexione también sobre Filipenses 2:6-11.)

¿Cómo influye el futuro regreso de Cristo en su vida aquí y ahora? Al reflexionar sobre el regreso, el juicio y el reinado de Cristo, ¿cómo desea responder?

Traducción por Sofía Castillo.

Edición en español por Livia Giselle Seidel.

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El Evangelio de Adviento: Una introducción

Lecturas devocionales de Christianity Today en preparación para la Navidad.

Christianity Today November 28, 2021

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«Les traigo buenas nuevas…» (Lucas 2:10, NBLA)

Con estas palabras, el ángel comenzó una impresionante proclamación del Evangelio: ¡había nacido el Salvador, el Mesías prometido, el Señor! Cuando pensamos en el Evangelio, en las Buenas Nuevas, es correcto que pensemos en la muerte y resurrección de Jesús. Pensamos en nuestro pecado, en el sacrificio de Jesús, en la salvación y en la vida eterna que Cristo ofrece. En este sentido, es natural pensar en la Pascua como la fiesta del «Evangelio», ya que narra los acontecimientos centrales que hicieron posible nuestra redención.

Sin embargo, en esta serie de devocionales le invitamos a considerar lo que la temporada de Adviento puede enseñarnos sobre las Buenas Nuevas. Muchos de los principios fundamentales del Evangelio resuenan con fuerza en las lecturas y los temas tradicionales del Adviento. En el Adviento, reflexionamos sobre el misterio de la Encarnación, sobre el propósito de Cristo como el tan esperado Mesías, sobre nuestro pecado y la necesidad del arrepentimiento, sobre las promesas de salvación y justicia de Dios, y sobre nuestra firme esperanza en el regreso de Cristo y su reino que permanecerá para siempre. Nos preparamos para celebrar al «Rey recién nacido» que «nació para que el hombre no muera más», como declara el querido villancico de Charles Wesley. Y, a lo largo del Adviento, se nos recuerda una y otra vez que el Evangelio no es solo para nosotros, sino que es un mensaje de «gran gozo para todo el pueblo» (Lucas 2:10): es una buena noticia que debe ser compartida.

Mientras lee y reflexiona en la Palabra de Dios cada día durante estas cuatro semanas de Adviento, nuestra esperanza es que renueve su compromiso con las verdades fundamentales del Evangelio y que, tal como los pastores que encontraron al niño Jesús, glorifique y alabe a Dios por todas las cosas que escuche y vea.

Kelli B. Trujillo es editora en Christianity Today.

Traducción por Sofía Castillo.

Edición en español por Livia Giselle Seidel.

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Lecturas devocionales de Adviento 2021 de Christianity Today

Todas las lecturas devocionales en preparación para la Navidad en un solo lugar.

Christianity Today November 25, 2021

Aquí encontrará todas nuestras lecturas devocionales que lo ayudarán a prepararse para la Navidad en esta temporada de Adviento.

Primera Semana: El regreso de Cristo y el reino eterno

Segunda Semana: Pecado y redención

Tercera semana de Adviento: Sacrificio y salvación

Cuarta semana de Adviento: Encarnación y Natividad

Epifanía

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Theology

Cómo las Escrituras siguen sorprendiéndome

Cuando era niña, guardé la Palabra de Dios en mi corazón. Ahora, sale a la luz cuando menos lo espero.

Christianity Today November 20, 2021
Illustration by Rick Szuecs

Mi papá solía cantar por la casa todo el tiempo. Conoce unos ocho versos de cada canción pop alegre que se ha escrito desde finales de los 40. Cualquier parte que no se sabe, simplemente se la inventa. Conozco algunas de sus canciones inventadas mejor que las versiones reales.

Esas canciones todavía me vienen a la mente, y a veces se quedan pegadas a mi mente por largo tiempo cuando escucho la radio, cuando escucho una canción en un restaurante o cuando alguien dice una frase o un cliché que proviene de una canción. Tengo que sonreír cuando canto accidentalmente la versión mejorada de papá en lugar de la letra real.

Además del canto de mi papá, también memoricé muchos versículos de las Escrituras. Los escribí en fichas, los estudié en la escuela dominical y pensaba en ellos durante el día. Para mí, las palabras de la Biblia se volvieron como esas canciones que solía cantar mi papá.

Mi papá me enseñó a cantar. Mi mamá me enseñó las Escrituras fielmente y me invitó a memorizar algunos de sus pasajes favoritos. Ahora, las palabras están dentro de mí. No es de extrañar, entonces, que cuando veo un águila calva en un viaje al Oeste, las palabras del Salmo 103 me vengan a la mente. O que, cuando estoy descalza en la playa, medite en el Salmo 139, recordando cómo los millones de granos de arena son como el número de los pensamientos de Dios. O que, cuando conduzco por las montañas, reflexione en el Salmo 104:32 cuando dice que Dios toca los montes y los hace echar humo.

Incluso antes de que tengamos comprensión, tenemos imaginación. Cuando somos niños, hablamos acerca de la imaginación. Pero como adultos, cambiamos la imaginación por el pragmatismo. Adoptamos formas de pensar más racionales y concretas. Sin embargo, en la oración y la formación espiritual, la imaginación es esencial para que podamos crecer y avanzar hacia una conversación más cercana con Dios.

Las Escrituras dan vida a la teología, pero además de conceptos teológicos, también hay en ella poesía, sueños, parábolas y registros históricos. La Palabra de Dios es coherente y nos da una mejor visión de Dios, de nosotros mismos y de nuestro lugar en el mundo.

Aprender y memorizar las Escrituras resultó ser la inversión más importante que pude haber hecho en mis primeros años. Lo celebro ahora, cuando es mucho más difícil aprender un idioma o memorizar un poema de Robert Frost. Estos días están llenos de responsabilidades y ruidosas distracciones. En estos días, mi mente es menos absorbente.

A cualquier edad, cuando permitimos que las Escrituras penetren en nuestros corazones y saturen nuestras raíces como el árbol del Salmo 1, somos alimentados por el nutrimento de la Palabra de Dios. No hay nada que sea más esencial para la vida, aun cuando parezca que tomar el tiempo para ello nos hace improductivos.

Hay veces que es inevitable recordar que nuestro vehículo necesita un cambio de aceite, o la pila de platos en el fregadero, o alguien a quien olvidamos llamar, o la hipoteca que hay que pagar. A veces tengo una libreta junto a mi Biblia en la que voy anotando cosas pendientes, de tal forma que anotar esos recordatorios me ayude a mantener las distracciones a raya. Otras veces, traigo esas mismas distracciones delante del Señor en oración, incluyendo así mis tareas diarias en mi conversación con el Espíritu de Dios.

Cuando nos sentamos con su Palabra, estamos creando un espacio para dejar que esas palabras reboten dentro de nosotros. Esto me recuerda al juguete de Fisher-Price Corn Popper que hace circular bolas de colores cuando un niño pequeño lo empuja, o una bola de nieve llena de confeti blanco que circula dentro del recipiente cuando se le agita.

Cuando las palabras de Dios circulan dentro de nosotros, estamos llenos de su vida; somos receptivos a su Espíritu cuando activa esas palabras dentro de nosotros, aplicando la verdad a las experiencias de nuestra vida diaria.

Muchas veces he recitado el Salmo 139 o el Salmo 23 cuando no podía dormir por la noche, primero cuando era niña, y muchos años después en períodos en los que padecí insomnio, cuando el mundo ya no se sentía como un lugar de paz. Luego de años de usar las Escrituras para ayudarme a dormir, en el 2002 escribí una canción llamada «Now and Then» [De vez en cuando], una paráfrasis accidental.

Quédate conmigo de vez en cuando.
De todos lados, atráeme
Cántame una canción
Para que pueda cerrar los ojos.
Antes de que yo naciera,
Todos los días registraron
Tus pensamientos como los granos de arena;
A través de las noches en que no pude cerrar los ojos
Y de la luz de la mañana,
«Como demandan tus días».

(«Now and Then» del álbum Gypsy Flat Road, 2001)

Para la última frase tomé prestada una línea del himno «Qué firmes cimientos». Es una doble referencia: hice eco de un himno antiguo de la misma forma en que ese himno hizo eco del texto de las Escrituras.

Cuando comencé a escribir canciones como vocación, las Escrituras y la imaginación fueron las herramientas que utilicé para ponerle letra a las melodías. Letras de himnos y frases de las Escrituras se derramaron en mis canciones desde mis primeras grabaciones, tales como «Sunday Morning» (Isaías 44), «Now and Then» (Salmo 139), «Gypsy Flat Road» (Isaías 55) y, con el paso del tiempo, comencé a hacerlo cada vez más literalmente hasta el día de hoy, cuando recientemente me he centrado más en escribir canciones cristianas específicamente para ser cantadas en la iglesia. Muchas de estas nuevas canciones están destinadas a ayudarnos a cantar las palabras directamente de la página.

Mirando hacia atrás, puedo ver que la infusión de las Escrituras en mi trabajo es tan central como importante. No es algo que me propuse hacer en mi música, ni sucede específicamente porque soy compositora. Las Escrituras son personales, pero nunca son privadas. La Palabra de Dios es nuestra, de nosotros juntos. Las Escrituras nos llenan hasta el borde y se derraman en nuestra vida diaria.

En cualquier lugar donde dediques tu vocación y trabajo, ya sea enseñando a estudiantes o trabajando en el departamento de finanzas, ya sea cuidando niños, haciendo jardinería, procesando hojas de cálculo de contabilidad o entregando el correo, todo tipo de trabajo es tocado por las palabras de Dios.

Recuerdo que alguna vez aprendí que el Espíritu Santo sacaría a la luz esas palabras que había memorizado en el momento en que las necesitara, ya fuera en la escuela o cuando tuviera miedo por la noche. Fue como plantar semillas. Mi mamá me ayudó con la memorización, sin embargo, confiaba en que el Espíritu Santo nutriría esas semillas y las haría fructíferas en mi vida.

Asistí a una escuela pública para mi educación primaria. Matemáticas no era mi materia favorita y, en segundo grado, tenía una maestra que me intimidaba. Me aterrorizaba cada vez que tenía que acercarme a su escritorio, tanto porque no estaba segura de mis habilidades matemáticas, como porque temía que ella me regañara por mi desempeño.

Recuerdo cómo pensaba en las promesas de las Escrituras cuando me inundaba el temor, consiguiendo así reunir el valor para caminar hacia su escritorio y tener una conversación. Si bien eso es algo pequeño para una niña pequeña, fue una práctica que me ayudó a crecer y de la que todavía saco provecho en la actualidad.

La primera canción que recuerdo haber escrito y compartido públicamente fue para mi graduación de octavo grado. Fue la primera vez que sentí la conexión entre escribir un diario, un himno del himnario y una canción compartida dentro de mi comunidad escolar. Más tarde, continué escribiendo canciones que me ayudaron a procesar eventos mundiales, experiencias humanas y cosas que experimenté de primera mano.

Mi mamá nos llevaba todos los domingos por la mañana a la iglesia en St. Louis, donde crecí. Siempre tenía pañuelos de papel en su bolso, mentas Tic Tac y un lápiz labial Clinique con estuche de rayas plateadas. Recuerdo los Himnarios de la Trinidad acomodados en fila junto a las Biblias en las bancas. Me sentaba a su lado, con los pies cruzados, y con ese libro de himnos abierto, estudiando detenidamente las palabras durante todos los momentos del servicio en los que permanecíamos sentados.

Estudiaba las líneas del pentagrama y me encantaba la poesía y la forma en que las palabras se movían en forma rítmica. Me gustaban también las palabras antiguas que no eran palabras de uso diario. Tenía curiosidad por saber qué significaban esas palabras.

De vuelta al piano, me sentaba con las manos en las teclas e inventaba mis propias melodías antes de poder siquiera leer las notas. Seguía las estrofas de esas canciones de la iglesia y de esta forma las hice mías.

Estas palabras antiguas me recordaban que había historias previas a la mía. Los himnos transmiten emociones, apuntan al cielo, aumentan nuestra esperanza y activan nuestra conciencia mutua —leerlos es una práctica muy útil en esta era de aislamiento—.

Los himnos eran para mí como testimonios armonizados de personas reales que veían a Dios obrando en el mundo: el mismo mundo. [En inglés, hay una frase que se traduce literalmente como «pararse sobre los hombros de alguien» y, en términos generales, se refiere al uso del conocimiento obtenido por alguien en el pasado a fin de elaborar sobre el mismo y conseguir un conocimiento aún mayor].

Así, mientras yo descubría verdades mayores a partir de las canciones de los escritores de los himnos, «parada sobre los hombros» de quienes me precedieron, absorbí sus letras y las usé como base para encontrar mi propio lugar en la historia.

Hay una visualización de esta herencia en el primer verso de una canción que escribí en 2001, poco después del 11 de septiembre, llamada «Age After Age».

Al borde del río, el poderoso Misisipi
Dos niños pasaban sus veranos a las orillas del dique.
Cuando las aguas rompieron y destrozaron la presa,
Fueron tragados por una ola de arena.
Sacaron al más joven de la mano
Porque estaba parado sobre los hombros de su hermano.

(«Age After Age», del álbum Best Laid Plans, 2004)

He venido cantando esta canción durante muchos años, y cuando escribí la letra por primera vez, recordé esta historia, esta imagen heroica de un niño salvando la vida de otro niño. Me ayudó a procesar la inmensa tragedia de ese septiembre.

Pero esta historia sobre los niños volvió a cobrar vida recientemente cuando alguien me escribió un correo electrónico preguntándome si conocía algún detalle histórico de esta historia, o si era solo folclore. Investigué al respecto, pero no pude encontrar información certera para responder a su pregunta. Esta persona no dejó de investigar acerca de la historia y, al cabo de unas semanas, me envió una pila de recortes de periódicos digitales fechados en abril de 1985.

Timothy Murphy y Darren Ellis eran dos de un total de cinco niños que jugaban en unos montículos de arena en St. Louis, cerca del río Misisipi, cuando la arena empapada por la lluvia se movió y, tras un derrumbe, enterró a los niños. Timothy quedó cubierto por la arena, pero levantó a su amigo Darren sobre sus hombros, salvando así su vida.

En algún lugar, cuando era niña, escuché esta historia y me la tomé muy en serio. Incluso recordaba detalles y descripciones con algunas de las mismas palabras que encontré en los artículos de noticias y que, a su vez, se reflejaban en la letra de las canciones. No fue una investigación deliberada, pero nuestros corazones tienen la capacidad de imprimir una historia, de guardar recuerdos mutuos para una comunidad, y de registrar estos recuerdos para las generaciones venideras.

De la misma manera, los himnos nos conectan con aquellos que nos han precedido, con aquellos sobre cuyos hombros nos levantamos. Desde allí, podemos ver más lejos y con más claridad de la que vemos por nosotros mismos. Jesús nos ha sostenido sobre sus hombros y nos ha resucitado por medio de su propia muerte. Él está con nosotros cuando la arena nos envuelve, y nos alza sobre sus hombros para que podamos respirar. Él nos levanta y escribe su canción de resurrección en nosotros, para que la cantemos siempre que la necesitemos.

Sandra McCracken es cantautora en Nashville. Este artículo está adaptado de su último libro, Send Out Your Light: The Illuminating Power of Scripture and Song (B&H).

Traducción por Sergio Salazar y Livia Giselle Seidel.

Edición en español por Livia Giselle Seidel.

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Theology

En realidad, Dios está haciendo algo antiguo

En la era de la autenticidad, no necesitamos nuevas palabras de parte de Dios; más bien, necesitamos repetir lo que Él ya ha dicho.

Christianity Today November 16, 2021
WikiMedia Commons / Edits by Christianity Today

Hace años, yo era parte del equipo editorial de una revista publicada por una organización cristiana conservadora. Debido a que el nombre de la organización estaba en la cabecera, la reputación de la misma estaba asociada con las ideas y los autores que aparecían dentro de sus páginas. Algunos de nuestros lectores también eran donantes que, de vez en cuando, se quejaban cuando el «pedigrí» de un autor o la naturaleza de las ideas expresadas no parecían estar en línea con la perspectiva teológica que distinguía a la organización.

El resultado era bastante predecible. Algunos de mis amigos bromeaban diciendo que nuestro lema debía ser: «La revista que no tienes que leer para saber lo que va a decir».

A los escritores, al igual que ocurre con compositores u otros artistas, se les regaña cuando se repiten mucho. Especialmente hoy en día, cuando se trata de expresión creativa, la novedad es valorada por encima de todo lo demás.

Sin embargo, enfocarse en exceso en la originalidad hace que perdamos de vista un principio básico de lo que posibilita la originalidad en primer lugar: concretamente, los fundamentos. Esa es la razón por la que los chelistas más destacados siguen practicando horas de escalas y otros ejercicios técnicos y la razón por la que Michael Jordan practicaba tiros libres hasta que podía encestarlos con los ojos cerrados. Solo por medio de la confianza que se construye a través de la repetición infinita los grandes intérpretes se sienten libres para improvisar melodías o para deslumbrar en la ofensiva de maneras que demuestran sus dones únicos e individuales.

En lo que respecta a la fe, la repetición también es una virtud. Esto es precisamente lo que las Escrituras demandan de la iglesia. En Primera de Corintios 1:10, el apóstol da un mandamiento: «Les suplico, hermanos, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que todos vivan en armonía y que no haya divisiones entre ustedes, sino que se mantengan unidos en un mismo pensar y en un mismo propósito» (NVI).

En griego, la idea es que deberíamos «hacer todos lo mismo». Este lenguaje, sacado del ámbito político, no nos llama a hablar al unísono, sino que llama a la armonía a través de un acuerdo con la verdad. En la fe existen ciertos fundamentos, y nosotros hemos de trabajar juntos para interiorizarlos y reforzarlos si queremos que la iglesia ejerza su efecto en el mundo a mayor escala.

En una era que celebra la diversidad, eso podría parecer una desventaja. Sin embargo, difícilmente sería un nuevo correctivo. En Si Dios no escuchase (Cartas a Malcolm), C. S. Lewis se queja de que las iglesias en aquellos días estaban demasiado interesadas en la innovación. «Creo que, como legos, nuestro trabajo es tomar lo que nos es dado y sacar lo mejor de ello», dijo Lewis. «Y creo que [nuestra labor] nos resultaría mucho más fácil si aquello que se nos diera fuera siempre y en todo lugar la misma cosa».

Doctrinas de diseñador

Esta capacidad para decir las mismas cosas está en el núcleo de la noción bíblica de la unidad de la iglesia. Pero, para hacerlo, la iglesia primero debe escuchar las mismas cosas. Aunque es cierto que una buena enseñanza a veces imparte nueva información, a menudo consiste más en que se nos recuerde y se nos muestre cómo aplicar cosas que ya sabemos. La directriz de Pablo a Timoteo fue: «No dejes de recordarles esto» (2 Timoteo 2:14).

En la cultura contemporánea hemos llegado a ver la unidad como una emoción en vez de una convicción. Buscamos maneras de tener buenos sentimientos hacia todo el mundo. No obstante, cuando Pablo les dijo a los corintios que estuvieran de acuerdo unos con otros, no estaba escribiendo acerca de un sentimiento, sino más bien de una confesión. El llamado bíblico a la unidad es un llamado a estar en paz, sí, pero no paz a cualquier precio. Aquellas cosas en las que se espera que la iglesia esté de acuerdo ya están definidas: son cuestiones que tienen que ver con la verdad.

Cualquier llamado a la unidad basado en el acuerdo con la verdad es difícil de vender en estos días. La verdad ampliamente aceptada en la modernidad es que la gente puede cultivar su propia verdad. Aceptamos o rechazamos «verdades» basándonos en cómo nos sentimos con respecto a ellas. Si una nos hace sentir cómodos, la aceptamos; si no, la consideramos falsa.

Como resultado, ya no pensamos en términos de teología, sino de teologías. No celebramos «una sola fe» como lo dice Efesios 4:5. En cambio, hemos visto la fragmentación de la iglesia en innumerables teologías. En vez de apreciar la belleza de una fe común sostenida por personas de todas las naciones, tribus, pueblos y lenguas, como se describe en Apocalipsis 7:9, la iglesia contemporánea ha invertido el énfasis: una teología para cada tribu, identidad sexual e interés político.

En consecuencia, nuestra celebración de la diversidad dentro de la iglesia está en peligro de desintegrarse en facciones, cada una con su versión de «fe de diseñador». En el esfuerzo por reconocer y celebrar la diversidad, la iglesia corre el riesgo de olvidarse de aquellas áreas cruciales en las que se le ha encomendado ser lo mismo.

Esta tendencia hacia una visión subjetiva e individual de la verdad fue lo que dio inicio a mi primera crisis de fe como recién convertido. Aunque crecí en el área de Detroit con valores judeocristianos nominales, nuestra familia no se identificaba con una denominación en particular. Cuando llegué a la fe a comienzos de la década de 1970, algunas enseñanzas cristianas me hacían sentir incómodo. Me disgustaba especialmente la doctrina de la iglesia sobre el infierno, así que decidí ignorarla. Acepté los mensajes bíblicos del amor de Dios, la esperanza de la cruz e incluso acepté considerarme un pecador. Pero deseché las enseñanzas sobre el castigo eterno. Mi visión era tan peculiar que, durante un breve tiempo, creí tanto en la salvación a través de la fe en Jesús como en la reencarnación.

Si se está preguntando cómo podía reconciliar estas visiones contrapuestas, la respuesta es que no lo hacía. Ni siquiera sentía la necesidad de hacerlo. En las primeras etapas de mi fe, mis perspectivas teológicas no se basaban en el fruto de una cuidadosa reflexión acerca de la verdad, sino que se encontraban más en una decisión emocional. Yo creía lo que me gustaba y rechazaba lo que no.

Sin embargo, cuanto más asistía a la iglesia, más escuchaba las predicaciones y más leía la Biblia por mi cuenta, más veía que Jesús hablaba una y otra vez de algunas de las cosas que yo quería rechazar. Me di cuenta de que, si iba a aceptar a Jesús, también tendría que aceptar todo lo que Él enseña. No tenía la libertad para escoger solo aquellas enseñanzas que eran de mi gusto.

El gozo de los límites

Los cristianos, al igual que los artistas, inevitablemente operan dentro de la esfera de la tradición. Una de las conjeturas fundamentales de la doctrina cristiana es la de que esta no se origina en nosotros (1 Corintios 14:36; 2 Tesalonicenses 3:6). Nosotros creemos y enseñamos cosas que hemos recibido como legado. Pero esto no significa que no haya espacio para la creatividad o la originalidad. Aquí hay un paralelo con el trabajo de un músico, tanto en términos del peligro que supone la monotonía, como el de trabajar con materiales que existen dentro de un orden dado.

En su libro Resounding Truth: Christian Wisdom in the World of Music [Verdad que resuena: La sabiduría cristiana en el mundo de la música], Jeremy Begbie observa: «[A los músicos] no se les da una vocación de repetición idéntica, recreando el pasado». Begbie menciona la música improvisada para mostrar que puede existir una libertad considerable dentro de los límites dados y defiende que la iglesia debe hacer algo similar. «La iglesia necesita improvisar con imaginación, es decir, tener tan aprendidos estos textos y tradiciones escriturales que pueda (por fuerza de hábito, idealmente) actuar de modo que sea veraz con los textos y aun así involucrarse con el mundo tal cual es ahora, respondiendo de un modo fresco y fructífero a cualquier cosa que la vida nos envíe».

Begbie también invoca a Johann Sebastian Bach, quien escribió dentro de unas reglas específicas establecidas y desarrolló temas sencillos con una variedad extraordinaria. Begbie explica: «Una aria simple, como la que empieza las Variaciones Goldberg, o incluso el material de apertura aún más corto de la “Chacona” de la partita para violín en Re menor, renace repetidamente, en efecto, a través de unas variaciones elaboradas de manera sorprendente, pero sin dejar la impresión de que las posibilidades se han extinguido».

Del mismo modo los teólogos, los predicadores y los maestros son libres para realizar su trabajo dentro de un orden dado que podemos caracterizar como la consistencia de la verdad. Ellos deben reflejar la antigua verdad que ha sido revelada en las Escrituras y a su vez hablar hacia nuestro contexto presente, extendiendo sus implicaciones para el pueblo de Dios incluso en circunstancias muy lejanas a aquellas a las que se referían los escritores originales. Esta libertad permite diferencias de estilo e, incluso, una clase de personalidad que permite que la fe de todo el mundo se exprese de muchas maneras, de tal modo que podamos decir lo mismo, pero no siempre del mismo modo.

En resumen, la ortodoxia no es una camisa de fuerza, sino un regalo. La fe que se le entregó a la iglesia es una herencia, no una carga.

A menudo se encuentra un gran consuelo en lo familiar. Lo notamos siempre que releemos un libro que amamos, vemos una película clásica por décima vez o escuchamos nuestra música favorita. Pero el consuelo que obtenemos de la ortodoxia bíblica es más que una cuestión de estética o incluso del placer de revisitar lo familiar. La ortodoxia bíblica define la zona de seguridad para las creencias y las prácticas de la iglesia.

En 2006, los arquitectos paisajistas de la Universidad Estatal de Mississippi llevaron a cabo un sencillo estudio [enlaces en inglés] para determinar los efectos que tenían las cercas o vallas —a menudo consideradas un elemento restrictivo u opresivo en la vida de los niños— sobre los preescolares. Durante el recreo, los profesores llevaron a los niños a una zona de juegos de la localidad que no estaba cercada, donde los niños estuvieron intranquilos merodeando alrededor del profesor. Más tarde llevaron al mismo grupo a una zona de juegos similar a la primera, pero que incluía un límite vallado. Los niños se sintieron libres para explorar.

Los límites responsables son esenciales para la libertad y la creatividad. La repetición de la ortodoxia define los límites dentro de los cuales podemos expresar de forma única nuestra fe y practicarla. Solo cuando nuestra fe opera dentro de estos límites podemos hablar legítimamente de una perspectiva teológica culturalmente distintiva, o lo que Leonora Tubbs Tisdale, profesora de Yale, ha denominado «teología local».

Que diga ¿qué?

Si se supone que tenemos que seguir repitiendo lo mismo acerca de lo que la iglesia cree, ¿qué es exactamente lo que debemos decir? No tendría sentido negar que hay muchas diferencias doctrinales entre los cristianos. Algunas son menores; otras, no tanto. No obstante, en Segunda de Timoteo 1:13-14 Pablo da un mandato: «Con fe y amor en Cristo Jesús, sigue el ejemplo de la sana doctrina que de mí aprendiste. Con el poder del Espíritu Santo que vive en nosotros, cuida la preciosa enseñanza que se te ha confiado». Al menos, Pablo sentía que el corazón de la fe cristiana era suficientemente claro como para encargarle a Timoteo que lo preservara. Y, más aún, el estándar que el apóstol estableció para la ortodoxia fue aquel basado en su propia enseñanza.

Esto significa que podemos usar los resúmenes que hizo Pablo del núcleo de la doctrina cristiana para identificar lo que al final resulta elemental en esta «preciosa enseñanza».

Primero, es cristocéntrica. Lo que hace que la iglesia sea cristiana no es solo sus enseñanzas acerca de Dios y la moralidad, sino lo que tiene que decir acerca de la persona y la obra de Jesucristo. Es el Evangelio, o las «buenas nuevas» acerca de Jesucristo (Romanos 15:19; 2 Corintios 9:13; Filipenses 1:27). El resumen que Pablo hace de este mensaje descansa invariablemente en la encarnación de Cristo, su muerte redentora y su resurrección (1 Corintios 15:3-4). Segundo, es una promesa de perdón y transformación que llega como un don por la fe. La palabra para esto es gracia. Pablo vio claramente que cualquier concesión en este punto era una perversión de la verdad (Gálatas 1:6-7). Tercero, descansa en las implicaciones de la obra de Cristo para aquellos que creen. Esta es la promesa, no solo del perdón, sino de la vida nueva. En cierto sentido, este es el mensaje de todas las epístolas del Nuevo Testamento.

Es casi imposible orientar nuestras vidas hacia esta clase de enseñanza sin la institución de la iglesia y las reuniones de alabanza. Esto se debe a tres prácticas que han sido elementales en la formación y la preservación de la ortodoxia: la instrucción, el canto y la acción.

La Biblia claramente enfatiza la importancia primordial del ministerio educativo de la iglesia para transmitir la verdad a las siguientes generaciones. Pero también la iglesia tiene un rico legado dentro de las artes, sobre todo en su tradición cada vez más contracultural del canto comunitario. Debido al poder que ejerce la música sobre la mente y el corazón, es una herramienta muy útil para mucho más que la mercadotecnia o la determinación de nuestro estado de ánimo: la iglesia primitiva la veía como una forma de instrucción (Colosenses 3:16).

La iglesia también se apoya en las prácticas repetidas cuyo significado práctico y simbólico refuerza las verdades explícitas que la iglesia expresa en la enseñanza y la música. Algunas de esas tradiciones, como la observancia de la Santa Cena, son universales y están prescritas en las Escrituras. Otras son más personales y permiten a la congregación expresar la fe que es común a todos en su propio contexto único. Ya sea que se trate de recitar las oraciones programadas del oficio diario o incluir una invitación [a tomar una decisión de fe] al final de cada servicio, cada congregación observa su propio estilo de liturgia.

Estas liturgias, tanto las grandes como las pequeñas, permiten que la iglesia demuestre sus verdades más importantes. Como destaca James K. A. Smith, «no son solo cosas que hacemos», sino prácticas «que hacen algo por nosotros». Refuerzan lo que la iglesia enseña al convertirse en «hábitos del corazón» que dan forma al modo en que vivimos.

Restricciones que nos hacen libres

Parece paradójico defender que la ortodoxia —limitada por naturaleza— sea un camino hacia la exploración, la creatividad y la libertad. Normalmente pensamos en la libertad como lo opuesto. No obstante, Jaroslav Pelikan, historiador de la iglesia, observó que una de las características de una ortodoxia auténtica es la aceptación y la dependencia de una exploración libre y responsable.

En un discurso de 1966 en la Universidad de Valparaíso, Pelikan señaló el debate que surgió en el siglo IV y que dio como resultado la articulación de la doctrina de la Trinidad por parte de la iglesia. «Sin esa exploración, ni el credo de Nicea ni la teología de San Atanasio hubieran sido posibles», explicó. La ortodoxia invita al examen y a la investigación porque expresa la verdad. «La tradición ortodoxa, pues, no tiene ninguna razón para temer una exploración libre y responsable», afirmó. «Pero sí tiene razones para temer el sentimentalismo, la trivialización y la indiferencia».

La libertad que la ortodoxia ofrece es una libertad de restricción. En contraste, nuestra era es la era de gritos sin restricción. Es una recreación moderna del improductivo proyecto de Babel: voces por todos lados reclamando nuestra atención, nuestra lealtad y acción, a menudo contradiciéndose entre sí. Quienes hablan de la rúbrica de la libertad con la voz más alta a menudo emplean esa retórica para contradecir las simples enseñanzas de la Biblia.

La ortodoxia bíblica proporciona un filtro para saber qué voces ignorar. Nos muestra cuáles de las «nuevas» comprensiones acerca de la conducta personal, el deseo, la sexualidad y la moralidad no son más que viejas mentiras de la Serpiente con ropajes modernos.

Sin embargo, si todo lo que necesitáramos fueran límites, la ley de Moisés nunca habría dado paso al evangelio de Cristo. Los límites son un punto de partida esencial para la libertad, pero no son suficientes. Jesús advirtió que para ser verdaderamente libres necesitamos más. Necesitamos a aquel que está en el núcleo de toda la ortodoxia bíblica. La verdad en este sentido no es solo personal. Es una persona. Para aquellos que creen en Él, Jesús hizo esta promesa: «Si se mantienen fieles a mis enseñanzas, serán realmente mis discípulos; y conocerán la verdad, y la verdad los hará libres» (Juan 8:31-32).

La liberación que Jesús promete implica más que una lista de verdades que afirmar. Es perdón, emancipación de la esclavitud del pecado y la capacidad de vivir una nueva vida. Es tener un lugar permanente en la casa de Dios. «Si el Hijo los libera, serán ustedes verdaderamente libres» (Juan 8:35-36). Esta es la libertad de la que hablaba G. K. Chesterton cuando señaló: «Es solo desde que conocí la ortodoxia que he conocido la emancipación mental». Pero Chesterton continuó señalando que, debido a que esta ortodoxia se encarnó en la persona de Jesús, esto también le concedió un don más grande: el gozo. Tal y como Chesterton lo expone, «el gozo, que es la pequeña publicidad del pagano, es el gigantesco secreto del cristiano».

Las diferencias teológicas, las facciones culturales y los desacuerdos no son algo peculiar de la iglesia del siglo XXI. La iglesia ha batallado con estas cosas desde sus comienzos. Pero esta historia no debería hacernos sentir satisfechos. Si nos tomamos en serio las advertencias del apóstol Pablo, el mayor riesgo al que nos enfrentamos hoy no es a la amenaza que representa el mundo incrédulo, sino a aquel que se alza desde nuestra propia falta de vigilancia en el área de la doctrina (Hechos 20:29-31; 1 Timoteo 4:1).

La iglesia no necesita suprimir su diversidad innata para ser veraz con respecto a la fe. Las Escrituras dejan claro que ambas cosas pueden coexistir. Pero Judas 1:3 también deja claro que, para ser fieles a su mensaje, la iglesia debe luchar por la fe «que Dios ha confiado una vez y para siempre a su pueblo santo» (NTV). Hace mucho que lo sabemos. Lo que no esperábamos era tener que luchar con nosotros mismos.

John Koessler es profesor emérito del Instituto Bíblico Moody. Su último libro es Dangerous Virtues: How to Follow Jesus When Evil Masquerades as Good.

Traducción por Noa Alarcón

Edición por Livia Giselle Seidel

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