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Nadie dejó a Cristo fuera de la Navidad

Dejemos de preocuparnos de que la Navidad «no sea cristiana».

Christianity Today December 17, 2021
Illustration by Mallory Rentsch / Source Images: WikiMedia Commons

A veces es difícil ser cristiano en Navidad. Bueno, no tan difícil. Después de todo, la celebramos todos los años. Sin embargo, parece más difícil de lo que debería ser. ¿Por qué una fiesta, que se supone que debe centrarse en la fe, a menudo parece estar envuelta en incredulidad? ¿Por qué una celebración que se trata de la paz en la tierra parece traer consigo tanta ansiedad y temor? ¿Cómo es posible que, de alguna manera, nos preocupemos de forma simultánea sobre el hecho que la Navidad se haya convertido en algo exagerado, y que a la vez esté siendo «cancelada»? ¿Dónde estás, Navidad? ¿Por qué no te vemos?

Una vez, en una conferencia de un psicólogo, escuché que la evasión aumenta la ansiedad. Esto le ocurrió a una amiga. Al principio se negaba a hacer viajes que incluyeran viajar por carretera. Cuanto más evitaba salir, más restricciones agregaba. Después de un tiempo, no quería salir de su casa en absoluto. La evasión no funciona; es hora de enfrentarnos a nuestras ansiedades contextuales sobre la Navidad. Cuando las miramos directamente a los ojos, resulta que no son tan aterradoras como pensábamos. Hay un brillo amable en esa mirada.

Empecemos por la duda. Hay muchas cosas improbables en la historia de la Natividad: la estrella, los ángeles, los magos y, por supuesto, el nacimiento virginal. Si nunca se ha cuestionado sobre la veracidad del nacimiento virginal, probablemente es porque nunca se ha detenido a pensar en ello.

Y no está mal cuestionar algo y meditar en ello. La intención del nacimiento virginal es suscitar preguntas en nosotros. Es una provocación divina deliberada. Al igual que la zarza ardiente, su intención es atraernos: uno no puede resistirse a mirar más de cerca, aunque nuestra primera reacción sea la duda.

Hay un paralelismo bíblico entre la concepción de Jesús en María y la concepción de Samuel en Ana (1 Samuel 1). El sumo sacerdote Elí era un hombre ocupado que no se distraía fácilmente de su rutina diaria. Sin embargo, Dios llamó su atención para que volteara a observar a Ana mientras esta oraba fervientemente. El sacerdote pensó que estaba ebria. Para él, esta era la explicación obvia de su comportamiento errático.

El punto de partida de Elí fue confundir la santidad con el pecado. Pero Dios atrajo su atención para que creyera que se produciría una concepción milagrosa y que, como fruto, nacería un gran líder para el pueblo de Dios.

Muchos de nosotros cometemos un error similar con María. Cuando escuchamos o leemos acerca del embarazo de María, probablemente lo primero que se nos viene a la mente es que María debió haber tenido relaciones sexuales prematrimoniales. No podría haber otra explicación. Pero al proclamar un embarazo virginal, Dios llama nuestra atención. Nos lleva a pensar en la historia que Él quiere que veamos, cuando, de hecho, ese había sido su objetivo desde el principio.

Dudar de algo es meditar en ello. La reacción de María ─«¿Cómo podrá suceder esto?»─ fue correcta y santa, porque no se estaba burlando, sino que estaba pensando.

El pionero del método científico, Francis Bacon, expresó una vez: «Si un hombre comienza con certezas, terminará con dudas; pero si se contenta con empezar con dudas, terminará con certezas».

Nuestra fe suele funcionar así, incluso con los milagros. No necesitamos empezar con una plena creencia y aceptación. Tenemos que empezar con interés.

Algunos de nosotros, sin embargo, estamos más preocupados por las dudas que otros tienen, ya sea nuestros hijos, hermanos, amigos, o tal vez incluso cónyuges o miembros respetables de nuestras iglesias. Quizás nos preocupa incluso que toda nuestra cultura esté perdiendo la fe. Si es así, tengo buenas noticias para usted: la Navidad es su aliada en la lucha entre la fe y la incredulidad.

Como estudioso del tema, puedo decirle con confianza que, en general, a los ateos les encanta la Navidad. La ven como el cristianismo en su máxima capacidad de atracción. Los incrédulos suelen sentirse más cerca de la fe durante la época navideña.

Tengo un amigo que solía ser un cristiano devoto. Pero luego pasó por un proceso de deconstrucción de su fe, abandonó la iglesia y llegó incluso a sentirse cómodo diciendo que ya no creía en Dios.

Sin embargo, hace unos años me dijo, con cierta timidez, que había vuelto a su antigua iglesia para el servicio de Nochebuena. Desde entonces, su forma de hablar sobre el cristianismo se ha suavizado notablemente. No me sorprendería enterarme algún día de que ha vuelto a Cristo.

George MacDonald mostró una visión perspicaz cuando escribió «A Scot’s Christmas Story» [Cuento de Navidad de un escocés, enlace en inglés] (1865) como una narración moderna de las parábolas del hijo pródigo y de la oveja perdida, en la cual la hija de un pastor rescata a su hermano perdido en Navidad. La Navidad atrae incluso a los escépticos hacia la fe en lugar de alejarlos.

Si le resulta difícil creer que la Navidad atrae a los no creyentes, quizá sea porque usted asocia la Navidad con revelaciones consternadoras de las dudas de los demás. La Navidad es a menudo un momento en el que, después de un año de estar algo distanciados, nos acercamos a las personas que queremos y nos enteramos de lo que realmente ocurre en sus vidas.

Si alguien ya no es creyente, la Navidad es a menudo el momento en que lo descubrimos, ya que los servicios de la iglesia, la oración y la fe son fundamentales en la celebración de las fiestas de una familia cristiana devota. La falta de participación no pasa desapercibida. La Navidad no es la causa de la incredulidad, sino que es la ocasión que pone de manifiesto cómo es la vida de una persona en el presente.

Y es mejor saber que no saber. Nuestra tarea es seguir acompañando a los seres queridos en su viaje por el camino de la vida. Es posible que el futuro nos depare una gran alegría navideña cuando apreciemos aún más la fe de estas personas porque ha vuelto a cobrar vida después de años de incredulidad. Como ya hemos dicho, la fe genuina suele nacer después de la duda.

Hay una persistente leyenda urbana que dice que la Navidad es en realidad pagana. A los no creyentes a veces les gusta molestar a los cristianos con esta afirmación. Con demasiada frecuencia, los cristianos responden con evasión, sin investigar el asunto por temor a que sea cierto.

Pues bien, yo he investigado el asunto y puedo decirle que no es cierto. Para editar The Oxford Handbook of Christmas [Una guía sobre la Navidad de Oxford], pasé más de tres años leyendo sistemáticamente estudios académicos sobre la Navidad, así como también innumerables documentos históricos. Puede estar seguro de que la Navidad es cristiana.

Una de las principales razones por las que algunos afirman que la Navidad es pagana es que la fecha parece haber sido elegida para alinearse con el solsticio de invierno, en el cual se celebraban fiestas paganas. Sin embargo, el solsticio es un fenómeno natural, no un fenómeno religioso.

La práctica habitual de las sociedades antiguas, incluida la de Israel, era determinar sus días sagrados según el curso del sol y de la luna porque era la forma más práctica de medir el tiempo. La Biblia incluso enseña que una de las razones por las que Dios creó el sol y la luna fue para que la gente pudiera marcar las estaciones sagradas (Génesis 1:14). Es absurdo afirmar que una parte de la creación tiene matices inherentemente paganos.

Dado que las Escrituras no nos dan una fecha específica para el nacimiento de Cristo, es probable que la Iglesia eligiera el 25 de diciembre para la celebración porque era una forma sencilla para que la gente común pudiera saber cuándo sería la Navidad cada año, y también porque era una fecha adecuada por razones simbólicas.

El solsticio de invierno es el momento en que terminan los días de máxima oscuridad y la luz se hace cada vez más fuerte: «Esa luz verdadera, la que alumbra a todo ser humano, venía a este mundo» (Juan 1:9).

Tampoco es verdad que la decoración de árboles perennes sea una práctica pagana. Sabemos esto porque, en primer lugar, nada de lo que Dios ha creado es pagano. A los israelitas se les ordenó celebrar la Fiesta de las Enramadas, en la cual debían ir al campo a recoger ramas de árboles de hoja perenne (Levítico 23:40; Nehemías 8:15).

En segundo lugar, es posible rastrear el origen de algunas afirmaciones de que las decoraciones tradicionales de árboles de hoja perenne son paganas en publicaciones de ficción y propaganda del siglo XIX. El escritor Washington Irving agregó color a una de sus novelas inventando la idea de que la iglesia creía que el muérdago estaba contaminado por el paganismo.

Los nacionalistas alemanes inventaron la idea de que los árboles de Navidad provenían de una práctica sajona pagana porque querían convertir la Navidad en una celebración de la identidad alemana.

Sin embargo, el verdadero origen del árbol de Navidad se remonta a las obras de teatro europeas medievales sobre historias sagradas que se representaban durante la época navideña. Estas obras contaban la historia bíblica de la redención e incluían un árbol de hoja perenne decorado que representaba el Árbol de la Vida. Con el tiempo, este se convirtió en un símbolo de la temporada.

Es lógico que algunas tradiciones paganas europeas coincidan con las tradiciones cristianas de la misma región. La gente siempre se expresa a través de los recursos culturales que tienen a su disposición, y cuando diversos grupos se encuentran en el mismo lugar, suelen compartir los mismos recursos.

Se puede observar un paralelismo en la celebración del 4 de julio en Estados Unidos. Los colores nacionales, la bandera, la música, los fuegos artificiales, la comida y demás son aspectos que claramente derivaron de la cultura británica. Sin embargo, sería ridículo afirmar que el Día de la Independencia de Estados Unidos es en realidad una celebración de Gran Bretaña.

Del mismo modo, la Navidad no es pagana: es realmente una celebración de Jesucristo. De hecho, el mensaje teológico de la Navidad —la doctrina de la Encarnación— santifica esta verdad de que Dios viene a obrar en, con y a través de nuestras culturas. Porque nos ha nacido un niño.

Algunos piensan que los creyentes devotos de las naciones ricas deberían lamentar el hecho de que la Navidad se haya convertido en algo menos cristiano porque ahora está marcada por la autoindulgencia y el consumismo, en lugar de la abnegación. ¿Podemos realmente mantenernos centrados en Dios en medio de los preparativos y las fiestas? ¿No deberíamos gastar nuestro dinero en cosas más santas?

Pero, ¿por qué la Navidad tiene que tratarse de la abnegación? Hay un tiempo y una temporada para todo. Hay un tiempo para ayunar y un tiempo para celebrar.

Como parte de su vida de adoración, Jesús mismo habría guardado los días sagrados de Purim. Las Escrituras dan instrucciones claras sobre cómo hacerlo: «debían celebrarlos como días de banquete y de alegría, compartiendo los alimentos los unos con los otros y dándoles regalos a los pobres» (Ester 9:22).

La forma bíblica de celebrar los tiempos sagrados es con fiesta, alegría y regalos. Debemos intercambiar regalos «unos con los otros» —es decir, con nuestro propio círculo social— y «dar regalos a los pobres», es decir, a las organizaciones benéficas o buscando otras formas de ayudar a quienes están pasando por mayor necesidad que nosotros. Ambas son tradiciones navideñas y ambas son recomendadas en las Escrituras. Así es: esos regalos no son solo una estratagema para poner en marcha la economía. Son bíblicos, y son una forma universal de celebrar.

Pero, ¿es el significado del banquete en la Biblia el mismo que conocemos en el presente? Una definición bíblica de banquete es disfrutar de comida y bebida en mayor cantidad y calidad de lo habitual. Por supuesto, incluso en Navidad sigue siendo malo comer, beber o gastar en exceso.

Pero hay un momento para celebrar con más de lo habitual. Una boda debe celebrarse con regalos y banquetes, como el propio Jesús atestiguó en su primer milagro. Al igual que con la fiesta de Purim y las bodas, la Navidad es un momento adecuado para festejar y hacer regalos. Hombres y mujeres cristianos, ¡alégrense!

Por último, a muchos cristianos les preocupa que la Navidad se esté secularizando. Creo que esta preocupación es una forma de ver la fiesta al revés. En nuestra cultura, la Navidad es la época menos secular de todo el año, ¡y la temporada navideña ocupa el 10 % del año! Toda nuestra cultura está preparada durante la temporada de fiestas decembrinas para que sea más fácil hablar de Jesús. En EE. UU., incluso el Ejército de Salvación se convierte de pronto en parte de la cultura dominante.

No podemos obligar a nuestra cultura secular a celebrar la Navidad de una forma cristiana, como tampoco podemos hacer que los estadounidenses pasen el Viernes Santo reflexionando sobre el significado de la muerte de Cristo. Y aun así, nuestra cultura está sorprendentemente interesada en los aspectos cristianos de la Navidad. Un día sagrado cristiano es también una fiesta federal. Muchas iglesias reciben el mayor número de congregantes de todo el año en Navidad.

Según un estudio del servicio de streaming Spotify, las canciones navideñas más escuchadas son Silent Night [Noche de paz] y O Holy Night [Santa la noche]. Y las canciones más reproducidas durante el mes de diciembre incluyen Mary, Did You Know? [María, ¿sabías?].

Vivo en la zona de Chicago, y aquí hay una emisora de radio que utiliza el formato estándar del rock durante la mayor parte del año. Pero durante el último diez por ciento del año, se puede sintonizar y escuchar «Joy to the world! The Savior reigns» [¡Al mundo paz! El Salvador en tierra reinará], o una invitación a «rendir nuestros pecados» y aceptar a Jesús en nuestras vidas, o que se ofrezcan «nuevas de consuelo y alegría» porque «Cristo nuestro Salvador nació en Navidad». Debemos estar agradecidos de que, durante seis semanas al año, incluso las emisoras de música pop a veces pongan canciones que proclaman la salvación por medio de Jesucristo.

Las preocupaciones sobre el secularismo son preocupaciones sobre lo que está sucediendo en nuestra cultura a pesar de la Navidad, no a causa de ella. Al igual que con los parientes con quienes nos ponemos al día en Navidad, la temporada festiva puede ser un momento oportuno para notar que nuestra cultura se está volviendo menos cristiana. En ese caso, esta es información que deberíamos apreciar en lugar de tratar de evitar.

Somos totalmente libres de celebrar la Navidad de forma cristiana nosotros mismos. Pero tal vez ese sea el verdadero problema: nos preocupa que nos hayamos vuelto demasiado seculares en Navidad. Parte de nuestra ansiedad contextual se debe a que nos sentimos culpables por no estar a la altura de nuestros propios ideales. La solución es afrontar el problema, mirarlo a los ojos, y averiguar qué tenemos que cambiar para que nuestras propias celebraciones navideñas estén más centradas en Cristo. Nadie nos impide hacer hincapié en el culto, la oración y las Escrituras como parte de nuestras celebraciones.

Es hora de liberarse de todas estas preocupaciones navideñas. El mensaje de la Navidad incluye estas palabras de consuelo: «No tengan miedo» (Lucas 2:10). No es un tiempo para tapar nuestra alegría. Sigamos el consejo del ángel y dejemos de lado nuestras ansiedades contextuales.

Timothy Larsen enseña en Wheaton College y es el editor de The Oxford Handbook of Christmas.

Traducción por Sofía Castillo.

Edición en español por Livia Giselle Seidel.

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La misión del Mesías

Una lectura de Adviento para el 16 de diciembre.

Christianity Today December 16, 2021

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Tercera semana de Adviento: Sacrificio y salvación


En el Antiguo Testamento Dios habló a través de los profetas utilizando palabras e imágenes poéticas para describir la esperanza de la salvación. Esta semana, observamos las profecías que apuntan al Mesías: el siervo, la luz, la promesa que el pueblo de Dios anhelaba.

Lea Isaías 61:1-4, 8-11

A menudo surgen debates sobre cuál es la misión de la Iglesia. ¿Debemos evangelizar o trabajar por la justicia? ¿Deben los cristianos dar prioridad al perdón de los pecados o al cuidado de los enfermos? Estos debates tienen sus orígenes en una antigua división sobre la teología y la misión. Hablando en términos generales, un grupo puede ser inamovible en cuanto a dar de comer a los hambrientos, pero a la vez indiferente en cuanto al nacimiento virginal; otro grupo puede ser lo opuesto. Un grupo puede dedicarse a mejorar el mundo, mientras que el otro se aferra a la promesa de una vida celestial después de la muerte.

Ambos lados de esta división habrían sido reprendidos por Jesús. Cuando fue a la sinagoga y leyó Isaías 61, anunció su misión. El Espíritu del Señor lo había ungido para anunciar «el Evangelio a los pobres… para proclamar libertad a los cautivos, y la recuperación de la vista a los ciegos; para poner en libertad a los oprimidos, para proclamar el año favorable del Señor» (Lucas 4:18-19, NBLA). Jesús mostró cómo el reino de Dios trae perdón y libertad, sanidad y esperanza, todos ellos señales de la renovación de la creación que se avecina.

El profeta Isaías mismo previó el día en que Dios crearía nuevos cielos y una nueva tierra donde «todo mortal» vendría a adorar (Isaías 66:22-23). Aunque Isaías, y con él Israel, pensaban que estos hechos ocurrirían todos juntos, Dios, en Cristo —¡el Ungido!—, estaba inaugurando un reino que un día culminaría con la reconstrucción del mundo. Comenzará con nosotros, con la relación entre Dios y el hombre que estaba en el corazón de la creación. Y obrará a través de los justificados para traer justicia. El pueblo «restaurado» se une a Dios en su obra de restaurar el mundo.

Pero cuando anunció el cumplimiento de la profecía de Isaías, Jesús también se refería a sí mismo como el portador del reino. No se trataba de un mero proyecto de mejora social. La reforma total del mundo y de sus sistemas comenzaría con una semilla que caería a la tierra y moriría (Juan 12:24). Solo el Mesías puede inaugurar el reino.

La misión del Mesías, el Ungido por el Espíritu, continúa a través del pueblo del Mesías, los pequeños ungidos. Lucas hace un paralelismo con esta historia en su segundo escrito al hablar del Espíritu que unge a los seguidores de Jesús en el aposento alto. En un sentido muy real, la misión de la iglesia no es realmente la misión de la iglesia sino del Mesías. Es Jesús quien la inició; es Jesús quien, por medio del Espíritu, nos capacita para participar en ella; y es Jesús quien vendrá de nuevo en gloria para llevar su reinado a su culminación.

Glenn Packiam es pastor asociado de la iglesia New Life en Colorado Springs. Sus libros incluyen Worship and the World to Come y The Resilient Pastor (febrero de 2022).

Lea Isaías 61:1-4, 8-11. (Opcional: lea también Lucas 4:14-21)


Piense en el público original de Isaías: ¿Qué esperanza daba esta promesa? ¿Qué destaca sobre el carácter y los planes de Dios? ¿Qué le llama la atención hoy al leer esta promesa a la luz de Jesús y del Evangelio?

Traducción por Sofía Castillo.

Edición en español por Livia Giselle Seidel.

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Camino al hogar

Una lectura de Adviento para el 14 de diciembre.

Christianity Today December 14, 2021

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Tercera semana de Adviento: Sacrificio y salvación


En el Antiguo Testamento Dios habló a través de los profetas utilizando palabras e imágenes poéticas para describir la esperanza de la salvación. Esta semana, observamos las profecías que apuntan al Mesías: el siervo, la luz, la promesa que el pueblo de Dios anhelaba.

Lea Isaías 12:2-6; 52:7-10 y Sofonías 3:14-20

Cuando escucha la palabra «hogar», ¿qué es lo primero que llega a su mente? Para algunos, la palabra desencadena el recuerdo de un trauma. Otros se sienten divididos respecto a sus nociones y recuerdos del hogar. Algunos tienen ganas de llegar a casa. Otros nunca se han sentido en casa. Y, por supuesto, hay muchos que sienten un profundo cariño por su hogar y que no ven la hora de volver a casa. Hay muchos que incluso se consideran «hogareños».

Es parte de la naturaleza humana anhelar un hogar, un lugar al cual pertenecer. Un lugar donde podamos ser nosotros mismos, donde nos conozcan y nos quieran, y donde nos sintamos en casa. El hogar debe ser un lugar de paz, donde estemos tranquilos en lugar de en guardia. El hogar debe ser un lugar seguro. En última instancia, en algún sentido, todos anhelamos ser hogareños y no conocer la sensación de alienación.

En Sofonías 3:20, el Señor dice: «En aquel tiempo yo los traeré, en aquel tiempo los reuniré». Dios promete traer un día a casa a su pueblo de todo el mundo. Es un hogar de celebración y canto por todo lo que Dios ha logrado por medio de su salvación (Isaías 52:9,10). Es una casa de celebraciones espontáneas y abiertas para todos. Es una fiesta que seguirá por la eternidad, porque eso que es demasiado bueno para ser cierto es realmente cierto (Sofonías 3:14-15). Está llena de alegría y alabanza. Es un lugar de refugio, donde Dios es nuestra «fuerza y canción» (Isaías 12:2). En este hogar donde hay equidad, los humildes, los oprimidos y los exiliados regresan al lugar donde realmente pueden sentirse ellos mismos (Sofonías 3:19-20). En cada uno de estos pasajes, Dios se estaba dirigiendo a un pueblo concreto en un tiempo y lugar determinados. Pero estas profecías también se extienden más allá de su contexto inmediato, puesto que el regreso al hogar forma parte de la salvación en sí.

Jesús hace eco de estos sentimientos sobre el hogar cuando proclama: «El que me ama, obedecerá mi palabra, y mi Padre lo amará, y haremos nuestra morada en él» (Juan 14:23). Y antes de esto, en Juan 14:3, Jesús nos dice que está preparando una morada, un hogar, solo para nosotros.

Somos un hogar para Dios, estamos en nuestro hogar en Dios, y Dios está preparando un hogar para nosotros. Sin embargo, esta no es una verdad que se cumplirá en un futuro incierto, sino que aquí y ahora podemos encontrar una semblanza de hogar y ser el hogar de Dios para otros. Podemos «llevar las Buenas Nuevas» e invitar a otros a unirse a nosotros (Isaías 52:7). ¿Quién no querría estar en un hogar así?

Marlena Graves es estudiante de doctorado y profesora adjunta de seminario. Es autora de varios libros, entre ellos The Way Up Is Down: Becoming Yourself by Forgetting Yourself.

Reflexione sobre Isaías 12:2-6; 52:7-10; Sofonías 3:14-20.


¿De qué manera estas profecías amplían su visión de la salvación y su significado, y lo que Jesús vino a ofrecer? ¿Cómo desea llevar estas Buenas Nuevas del hogar a los demás?
Ore expresando su gratitud y adoración a Dios.

Traducción por Sofía Castillo.

Edición en español por Livia Giselle Seidel.

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¿Por qué tenemos árboles de Navidad?

La historia detrás de los ornamentos perennes y los regalos navideños.

Christianity Today December 14, 2021
Wikimedia Commons

Los árboles de hoja perenne eran un antiguo símbolo de vida en medio del invierno. Los romanos decoraban sus casas con ramas de árboles perennes durante el año nuevo, y los antiguos habitantes del norte de Europa cortaban los árboles perennes y los plantaban en cajas dentro de sus casas durante el invierno. Muchos de los primeros cristianos se oponían a tales prácticas. Tertuliano, teólogo del siglo II, condenó a aquellos cristianos que celebraban los festivales de invierno, o que decoraban sus casas con ramas de laurel en honor del emperador:

«Que aquellos para quienes son inminentes los fuegos del infierno fijen en sus postes los laureles condenados a arder en breve: para ellos son apropiados los testimonios de oscuridad y los presagios de penalidades. Ustedes son una luz del mundo, y un árbol siempre verde. Si han renunciado a los templos, no se hagan su propia entrada a un templo».

Sin embargo, para la Edad Media había surgido la leyenda de que cuando Cristo nació en lo más crudo del invierno todos los árboles del mundo, milagrosamente, se sacudieron el hielo y la nieve y produjeron nuevos brotes verdes. En la misma época, los misioneros cristianos que predicaban a los pueblos germánicos y eslavos estaban adoptando un enfoque más tolerante ante las prácticas culturales: cosas como los árboles perennes. Estos misioneros creían que la Encarnación proclamaba el señorío de Cristo sobre todos los símbolos naturales que previamente se habían utilizado para adorar a los dioses paganos. No solo los seres humanos, sino también las culturas, los símbolos y las tradiciones debían convertirse.

Por supuesto, esto no significaba que toleraran la adoración de los propios dioses paganos. Según una leyenda, Bonifacio, misionero del siglo VIII, después de cortar un roble sagrado para el dios pagano Thor (y usado para sacrificios humanos), señaló a un abeto cercano, en cambio, como símbolo del amor y la misericordia de Dios.

Los árboles del paraíso

No fue hasta el Renacimiento que hay registros claros de usar árboles como símbolo de la Navidad: comenzando por Letonia en 1510 y Estrasburgo en 1521. La leyenda asigna al reformador protestante Martín Lutero el invento del árbol de Navidad, pero tiene poca base histórica.

La teoría más probable es que los árboles de Navidad comenzaron con los teatros medievales. Los dramas que describían temas bíblicos comenzaron a ser parte de la adoración de la iglesia, pero para finales de la Edad Media se habían convertido en unas representaciones alborotadas e imaginativas dominadas por los laicos y que se llevan a cabo al aire libre. Las obras que celebraban la Natividad estaban relacionadas con la historia de la creación: en parte, porque el día de Nochebuena también se consideraba la festividad de Adán y Eva. Por lo tanto, como parte de la obra para ese día, el Jardín del Edén se simbolizaba con un «árbol del paraíso» con fruta colgada.

Estas obras se prohibieron en muchos lugares en el siglo XVI, y quizá la gente comenzó a preparar «árboles del paraíso» en sus hogares para compensar la celebración pública de la que ya no podían disfrutar. Los primeros árboles de Navidad (o ramas de árboles perennes) usados en las casas se llamaban «paraísos». A menudo se les colgaban obleas de hojaldre redondas para simbolizar la eucaristía, lo cual desembocó en los ornamentos de galleta que decoran los árboles de Navidad en Alemania hoy en día.

La costumbre fue ganando popularidad durante los siglos XVII y XVIII, en contra de las protestas del clero. El ministro luterano Johann von Dannhauer, por ejemplo, se quejó (como Tertuliano) de que el símbolo distraía a la gente del verdadero árbol perenne, Jesucristo. Pero esto no evitó que muchas iglesias prepararan árboles de Navidad dentro de los santuarios. Junto al árbol a menudo se colocaban «pirámides» de madera: pilas de estantes con velas, a veces una por cada miembro de la familia. Al final estas pirámides de velas se colocaron en el árbol, antecesoras de nuestras luces y ornamentos modernos en el árbol de Navidad.

Nicolás y Wenceslao

También pasó mucho tiempo antes de que los árboles se asociaran con los regalos. Aunque la leyenda conecta la idea de los regalos de Navidad con los regalos que los magos trajeron a Jesús, la historia real es más complicada. Al igual que los árboles, los regalos fueron en un principio una práctica romana: se intercambiaban durante el solsticio de invierno. Puesto que la Epifanía, y más tarde la Navidad, reemplazaron al solsticio de invierno como la época de celebración para los cristianos, la tradición de dar regalos continuó durante un tiempo. A finales de la Edad Antigua había desaparecido, aunque se seguían intercambiando regalos en el año nuevo.

Los regalos también se asociaron con San Nicolás, obispo de Mira (en la moderna Turquía), que se volvió famoso por dar regalos a los niños pobres. Su festivo (el 6 de diciembre) se convirtió así en otra ocasión para el intercambio de regalos. Durante los comienzos de la Edad Media los regalos de Navidad a menudo tomaban la forma de tributos pagados a los monarcas, aunque algunos gobernantes, por el contrario, usaban la época festiva como una oportunidad para dar a los pobres o a la iglesia (los más destacados, el duque Wenceslao de Bohemia, cuya historia inspiró el villancico popular, y Guillermo el Conquistador, que escogió la Navidad de 1067 para hacer una gran donación al papa).

Al igual que los árboles, los regalos venían «de dentro» de la familia en la época de Lutero, cuando la costumbre de dar regalos a los amigos y a los miembros de la familia se había desarrollado en Alemania, los Países Bajos y Escandinavia. A menudo se daban de forma anónima o escondida. Una costumbre danesa era envolver un regalo muchas veces con diferentes nombres en cada envoltorio, para que el destinatario solo lo descubriera cuando se hubieran abierto todas las capas.

La Navidad victoriana

En el mundo anglosajón, la unión de regalos, árboles y Navidad se debe a la influencia de la reina Victoria y su marido, el príncipe Alberto, nativo de Sajonia (ahora parte de Alemania). Los inmigrantes alemanes habían traído la costumbre de los árboles de Navidad con ellos a principios del siglo XIX, pero se expandió ampliamente después de que Victoria y Alberto colocaran un elaborado árbol para sus hijos en el castillo de Windsor en 1841. En este momento lo normal era que los regalos de Navidad se colgaran en el mismo árbol.

Los inmigrantes alemanes y holandeses también trajeron sus tradiciones de árboles y regalos al Nuevo Mundo a principios del siglo XIX. La imagen de las felices familias de clase media intercambiando regalos alrededor del árbol se convirtió en un retrato poderoso para los autores estadounidenses y los líderes civiles que deseaban reemplazar las antiguas tradiciones navideñas más pendencieras y rebosantes de alcohol —como irse de fiesta— con una festividad más familiar. Esta imagen centrada en la familia se popularizó mucho en el poema de Clement Moore de 1822 conocido hoy como «Era la víspera de Navidad» (que también ayudó a darnos una descripción moderna de Santa Claus).

Como muchos de nosotros hemos hecho de los árboles y los regalos el centro de nuestras prácticas navideñas, sería bueno que recordemos que al final no son nada más que símbolos que en todo caso deben apuntar a Aquel que se dio a sí mismo para unir cielo y tierra, y quien hace florecer todo lo estéril.

Edwin Woodruff Tait es profesor adjunto de Biblia y religión en la Universidad de Huntington. Jennifer Woodruff Tait es profesora adjunta de historia de la iglesia en el Seminario Teológico de Asbury.

Traducción por Noa Alarcón.

Edición en español por Livia Giselle Seidel.

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Una inyección que no vale la pena: Por qué algunos cristianos rechazan las vacunas por motivos morales

El uso de líneas celulares fetales que datan de la década de 1960 es otro punto de fricción en el debate sobre las vacunas.

Christianity Today December 14, 2021
Illustration by Rick Szuecs / Source images: Envato

Este artículo es una adaptación del artículo publicado originalmente en inglés en abril de 2019.

Para algunos cristianos, la decisión de vacunarse o no se reduce a los orígenes de las propias vacunas. Algunos padres provida citan una repulsión moral y un profundo lamento por el uso de líneas de células fetales abortadas hace 58 años en el desarrollo de varias inmunizaciones, incluyendo la triple vírica (sarampión, paperas y rubeola) y la vacuna contra la varicela.

«El hecho de que se utilicen células fetales en el estudio y la creación de vacunas es una de las principales razones por las que decidimos no usarlas», dijo Mandy Reynvaan, madre de cinco hijos en el estado de Oregón, donde se produjo un brote de sarampión en 2019. «Los métodos utilizados para obtener estas células son espantosos».

En 2019, Reynvaan viajó a la capital del estado para presionar contra un proyecto de ley que amenazaba con eliminar el derecho de los padres a rechazar las vacunas para sus hijos en edad escolar, a menos que hubiera una razón médica. De haberse aprobado, en ese momento Oregón se habría convertido en el cuarto estado de los EE.UU. en eliminar las exenciones no médicas.

En los últimos años, siempre que se incrementa el número de casos de personas infectadas con enfermedades que podrían prevenirse por medio de vacunas, las legislaturas de varios estados de los EE. UU. reciben propuestas de ley que buscan implementar esquemas de vacunación más rígidos a fin de reducir el número de contagios, pero que a su vez restringirían los derechos de los padres y la libertad religiosa de las familias que deciden no usar vacunas debido a sus convicciones religiosas.

Para el 2019, el sarampión había experimentado un aumento del 30% en todo el mundo, algo que la Organización Mundial de la Salud (OMS) atribuyó a las dudas que han surgido sobre las vacunas en países que prácticamente ya habían eliminado la enfermedad.

Los cristianos que se niegan a recibir vacunas forman parte de una tendencia más amplia, ya que los padres más jóvenes son, en términos generales, más propensos que las generaciones anteriores a creer que los beneficios de las mismas no valen la pena el riesgo que conllevan. Solo el 78 % de los jóvenes de 30 a 49 años apoyan la exigencia de la vacuna triple vírica para los niños en edad escolar, en comparación con el 90 % de los mayores de 65 años, según un estudio llevado a cabo por el Pew Research Center en 2017 [todos los enlaces de este artículo redirigen a contenidos en inglés].

Aunque muchos evangélicos —tanto los que están a favor de las vacunas como los que están en contra— consideran que su fe es compatible con la ciencia, los interrogantes que plantean respecto a las inmunizaciones coinciden en cierta desconfianza en torno a la industria médica y la autoridad humana.

En general, la confianza de los estadounidenses en la comunidad médica ha caído del 60 % al 37 % desde los años 70. Menos del 50 % de los adultos no creen que los científicos entiendan del todo la vacuna triple vírica, según reportó la Encuesta Social General, a pesar del consenso científico a favor del uso de las vacunas. Aquellos que confían en el Espíritu Santo y en las Escrituras pueden ser cautelosos a la hora de aceptar la autoridad y la experiencia seculares, según ha señalado BioLogos, lo que podría influir en su opinión sobre los hallazgos científicos en temas como la seguridad de las vacunas. Pew Research descubrió que los protestantes evangélicos blancos son más propensos que otros cristianos y que los estadounidenses en general a apoyar la idea de que los padres tengan la última decisión respecto a las vacunas infantiles.

El aborto que lo empezó todo

Las células fetales que perturban a padres como los Reynvaan proceden de material obtenido de dos abortos que tuvieron lugar en la década de 1960, una época en la que el sarampión era tan común que a menudo no se registraban los casos. Entre 1956 y 1960 se registraron aproximadamente medio millón de casos en Estados Unidos. Aunque apenas unas 450 de esas personas murieron, hubo muchas más complicaciones graves por el sarampión, incluyendo 150 000 casos de complicaciones respiratorias, 4000 casos de encefalitis y miles de hospitalizaciones cada año. Los médicos estaban ansiosos por desarrollar una vacuna eficaz.

En la mayoría de los casos, para que las vacunas funcionen es necesario que el virus esté alojado en una célula viva. El biólogo celular Leonard Hayflick, que trabajaba en el Instituto Wistar de Filadelfia, pensó que las células fetales serían las células más «limpias» posibles para utilizar en las vacunas, ya que estarían protegidas de patógenos externos. Por este motivo, Hayflick se asoció con un científico sueco para obtener el tejido fetal de algún aborto electivo, puesto que en ese país el aborto era legal.

En el reciente libro The Vaccine Race [La carrera por las vacunas], la periodista Meredith Wadman describe a la paciente, la «Sra. X», que solicitó un aborto a causa de su «descarriado marido», un alcohólico que rara vez estaba disponible para ayudar con los hijos pequeños que ya tenían. Días después de su aborto, en junio de 1962, Hayflick tenía las células pulmonares del feto que necesitaba para las pruebas.

Hayflick había descubierto previamente que, a medida que las células se dividían y crecían en generaciones subsecuentes, perdían la juventud de las células originales. (Esto era contrario al pensamiento científico popular de la época. El descubrimiento lleva ahora su nombre). Así que cultivó las células, dividiéndolas solo ocho veces, y congeló suficientes en el almacén. Los fabricantes de vacunas siguen utilizando hoy en día las líneas celulares denominadas WI-38.

Estas células fetales del aborto de la «Sra. X» se utilizaron para cultivar virus debilitados o inactivos en el desarrollo de dos vacunas: la vacuna contra la rubéola (una de las tres contenidas en la tripe vírica) y una versión de la vacuna contra la rabia, mismas que hoy se utilizan en todo el mundo. Por la misma época, el Consejo Médico Británico en el Reino Unido también produjo vacunas a partir de células pulmonares fetales, utilizando células obtenidas mediante un aborto en 1966, cuyas células se denominaron «cultivo MRC-5». Con ellas crearon vacunas para la hepatitis A, la varicela y el herpes zóster. También se fabricó una vacuna contra la polio que se utilizó en otros países, pero no en los Estados Unidos. Los investigadores experimentaron con otras muestras de tejido fetal en su desarrollo, pero todas las células fetales humanas de las vacunas actuales proceden de esos dos abortos.

Un solo frasco de células de Hayflick, escribe Wadman, «produciría 87 000 veces más vacunas que las que fabricaría cualquier típica empresa productora de vacunas que se dispusiera hoy a fabricar el equivalente al suministro de todo un año de una vacuna infantil común para enviarla a más de cuarenta países».

Un dilema ético

Los defensores de la inmunización señalan que las vacunas ya no dependen del aborto para obtener más células fetales, y que, para empezar, esos dos primeros abortos no se realizaron específicamente para suministrar tejido fetal a los fabricantes de vacunas. Tales circunstancias serían inmorales (un argumento que se ha analizado en el blog de la Comisión de Ética y Libertad Religiosa [ERLC, por sus siglas en inglés] de la Convención Bautista del Sur).

En una declaración de 2005, la Iglesia Católica también concluyó que quienes reciben vacunas no son culpables de los abortos originales. El Consejo de Recursos Médicos de Focus on the Family, que actualizó por última vez una declaración en 2015, sugiere que los cristianos tienen la libertad moral de recibir vacunas, aunque también respeta a los cristianos que llegan a una conclusión diferente después de orar y considerar la información disponible.

El director del Instituto Nacional de la Salud, Francis Collins, sugirió compararlo con la donación de órganos después de que un niño ha sido asesinado. «Hubo una terrible y espantosa pérdida de la vida de ese niño y, sin embargo, creo que todos diríamos que si los padres deciden y quieren que algo bueno salga de esto y dieron su consentimiento, esa es una acción noble y honorable», dijo. «¿Se traduce eso en que un padre, después de pasar por una interrupción del embarazo, decida que le gustaría que el tejido fetal sirviera realmente para ayudar a alguien?» La ERLC hace una comparación similar con la donación de órganos, sin condonar el asesinato.

El consentimiento plantea otro dilema ético. El tejido del aborto de la «Sra. X» se remonta a una época en la que los científicos a menudo no conseguían el permiso de los donantes o de sus familias para utilizar las células. Pensemos también en Henrietta Lacks, la mujer afroamericana víctima de cáncer cuyas células se utilizaron en secreto durante décadas de investigación. Los investigadores de hoy en día deben obtener un consentimiento informado.

«Es fácil condenar sin más a los científicos que llevaron a cabo estos experimentos con los más indefensos de entre nosotros. Y sus acciones fueron en muchos casos horribles e inexcusables», escribió Wadman, señalando el «profundo aborrecimiento moral» que pueden sentir los opositores al aborto y otros escépticos de las vacunas. «Sin embargo, resulta más instructivo —y quizás sea más probable que se eviten traiciones similares en el futuro— si tratamos de entender por qué hicieron lo que hicieron».

Preocupación por las reacciones

Una madre de Luisiana describió que se sintió conmocionada y traicionada cuando descubrió que en el desarrollo de la vacuna se utilizaban líneas celulares de fetos abortados. Enterarse de ello solo hizo que aumentara la desconfianza hacia su pediatra. «Yo confiaba en que mi médico fuera honesto conmigo», dijo. «Siempre busqué vehementemente hacer lo correcto por mis hijos».

Preocupada por las reacciones a las vacunas, buscó en el historial médico de sus hijos y descubrió que su primogénito había sido vacunado contra la hepatitis B después de que le hicieran una cesárea y sin que ella lo supiera, lo que ahondó su sensación de traición.

Como muchos padres con preocupaciones similares, acudió a la OMS, a los Centros de Control de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés), a libros y a revistas médicas para investigar sobre las vacunas, pero su médico se opuso a sus esfuerzos. «Me dijo que no me volviera loca como todos los demás padres y que simplemente vacunara a mis hijos».

Las dudas de Reynvaan sobre las vacunas se remontan a su propia infancia, cuando experimentó una convulsión y una fiebre de 40 grados después de recibir las vacunas correspondientes cuando cumplió 18 meses, y las cuales fueron administradas según las recomendaciones de los CDC. El suceso la llevó al hospital y, aunque su pediatra de entonces no consideró que el episodio fuera una reacción a las vacunas, su madre se volvió recelosa y siguió con un calendario de vacunas menos riguroso, rechazando las vacunas de refuerzo recomendadas. Esto fue antes del Sistema de Notificación de Reacciones Adversas a las Vacunas (VAERS, por sus siglas en inglés), que se puso en marcha en 1990 para que los padres y los profesionales médicos registraran reacciones a las vacunas.

Cada año se notifican unas 30 000 reacciones en el VAERS, y aproximadamente el 85-90 % de ellas se consideran «efectos secundarios leves», como fiebre, dolor en el brazo, o llanto e irritabilidad leve. Las reacciones son más frecuentes en el caso de la DTP, en la que aproximadamente el 50 % de los pacientes presentan fiebre baja (menos de 100.4 grados °F o 38 °C), según la OMS. El VAERS también recoge informes de acontecimientos adversos, como el shock anafiláctico, el cual se produce en una de aproximadamente cada millón de dosis.

La última agenda de investigación establecida por un comité de los CDC en 2011 revisó la relación entre las inmunizaciones y las enfermedades autoinmunes, diciendo que hasta ahora no ha quedado clara una conexión. No obstante, sugirió que se investigara más la variabilidad genética de las respuestas inmunitarias humanas con el objetivo de reducir las reacciones graves a las vacunas.

Reynvaan ha sufrido problemas con padecimientos autoinmunes a lo largo de su vida, mismos que atribuye a las vacunas que recibió en su infancia, y quiere evitar que sus hijos experimenten lo mismo. «No somos cerrados de mente. Creemos que nuestras creencias cristianas y la ciencia no son diametralmente opuestas, sino que trabajan juntas», dijo la madre de Oregón a CT, describiendo años de investigación y la creciente preocupación por las responsabilidades de las empresas farmacéuticas por las reacciones adversas. «A fin de cuentas, nuestro deseo es criar niños sanos».

Una respuesta cristiana

Los opositores a las vacunas conocen el estereotipo negativo que les rodea, sobre todo cuando los brotes amenazan con propagar enfermedades antes erradicadas y ponen en riesgo a poblaciones vulnerables. Crystal Kupper, una madre y periodista de Oregón, dijo que «antes se burlaba de las personas que se resisten a las vacunas llamándolos “teóricos de la conspiración sin educación”». A pesar de que ella es una entusiasta defensora de las vacunas, dice que ganó un nuevo respeto por la llamada «multitud antivacunas» a través de un grupo MOPS (Madres de Preescolares).

«Estas mujeres eran algunas de las personas más cultas… articuladas, bien documentadas, generosas, desinteresadas y semejantes a Cristo que he tenido el placer de conocer», dijo. «Y desde entonces, me duele ver cómo muchos de mis amigos cristianos se burlan abiertamente de las personas que rechazan vacunarse, no solo como estúpidos, sino como egoístas y antibíblicos». A menudo pienso en Efesios 4:29: «Eviten toda conversación obscena. Por el contrario, que sus palabras contribuyan a la necesaria edificación y sean de bendición para quienes escuchan».

Ella puso en práctica sus habilidades periodísticas investigando en revistas médicas para entender la posición de sus amigas e incluso entrevistó a personas que rechazan vacunarse para su propio reportaje. Ella también se escandalizó por el uso de líneas celulares de fetos abortados. Sea cual sea su punto de vista, cree que los cristianos pueden encontrar un terreno común con otros creyentes que se esfuerzan por criar a sus hijos y que, en última instancia, confían en Dios para la salud y la seguridad de sus hijos.

Pero las convicciones cristianas también han impulsado a una minoría a hacer algo más. En 2019, un grupo de Oregón escribió a la legislatura del estado para explicar su posición contra las vacunas y su esperanza de «evitar crear incentivos para el desarrollo de líneas celulares similares en el futuro». Incluso los padres que rechazan las vacunas desarrolladas a partir de líneas celulares de fetos abortados, podrían hacer que sus hijos reciban 9 de las 14 vacunas infantiles recomendadas por los CDC, incluida la vacuna contra la influenza, así como la DTP o la Tdap, las cuales protegen contra el tétanos, la difteria y la tosferina.

Aunque la vacuna contra el sarampión no utiliza líneas celulares fetales, las vacunas contra el sarampión, las paperas y la rubeola ya no están disponibles por separado, por lo que la vacuna triple vírica combinada (que contiene líneas celulares fetales en la vacuna contra la rubeola) es necesaria para combatir el actual brote de sarampión.

Collins explicó que volver a separar la vacuna triple vírica requeriría una supervisión reglamentaria, misma que sería muy costosa, por lo que probablemente no sea una prioridad para los fabricantes. (Merck dejó de producir las vacunas individuales en 2009).

Los investigadores de vacunas de hoy en día tienen muchas más opciones que aquellos que desarrollaron los principales avances en materia de vacunas en los años 60, dijo David Prentice, biólogo celular y director de investigación del Instituto Lozier, una organización pro-vida. «La gran mayoría de las vacunas de hoy en día nunca ven ninguna de esas antiguas líneas de células fetales», dijo. «Se cultivan en células de mono u otros tipos de células humanas o de células madre».

Hay un subgrupo de la oposición cristiana a las vacunas que también se opone a que se utilicen ciertas células animales en la investigación médica, citando la preocupación por las directrices levíticas sobre animales y productos sanguíneos, así como algunas que cuestionan las vacunas contra los virus de transmisión sexual, como el virus del papiloma humano (VPH) y la hepatitis B. Pero muchos de los preocupados por las células fetales preferirían que se utilizaran células animales.

«El uso de células fetales humanas en la creación de vacunas es innecesario», dijo Reynvaan. «Las células animales pueden utilizarse y se utilizan en muchas vacunas actuales».

Las empresas japonesas producen vacunas contra la rubeola y la hepatitis A que no utilizan líneas celulares fetales, sino líneas celulares animales, sin embargo, no están disponibles en Estados Unidos.

La nueva vacuna contra el ébola, que utiliza una línea celular de mono, ha demostrado ser un 97.5 % eficaz en la protección contra el actual brote de esa enfermedad en el Congo. Y mientras que la antigua vacuna contra el herpes zóster se cultivaba en una antigua línea celular de fetos abortados, una nueva versión llamada Shingrix, cultivada en una línea celular de hámster chino, es más eficaz.

Los que se oponen a las vacunas obligatorias desearían que los legisladores ofrecieran más flexibilidad para las exenciones religiosas de los escolares. Una madre describió cómo, en Carolina del Sur, donde nacieron sus hijastros, los padres deben optar, o bien por todas las vacunas, o por no vacunar en absoluto. Por su parte, Nuevo México permite un enfoque más selectivo en su formulario, lo que significa que los padres pueden seleccionar las vacunas acerca de las cuales solicitan una exención. Si bien estas soluciones no atraerán a todo el mundo, podrían hacer cambiar de opinión a algunos padres. Además, incluso el proyecto de ley recientemente aprobado en Washington solo contempla la vacuna triple vírica.

Sin embargo, incluso si los legisladores y los padres religiosos que rechazan el uso de las vacunas pudieran llegar a un acuerdo, la realidad es que la cuestión tiene múltiples facetas para muchos, y algunos siguen haciéndose preguntas sobre la seguridad, en particular sobre la relación entre las vacunas y las enfermedades autoinmunes. Se calcula que entre el 3 y el 5 por ciento de la población padece alguna enfermedad autoinmune.

«Entiendo perfectamente las dudas de la gente al respecto», dijo Prentice. «No ha habido ningún estudio científico que lo certifique, ni a favor ni en contra. (…) Corresponde a los fabricantes de medicamentos… adherirse a las normas más estrictas y eliminar cualquier fuente potencial de un problema biológico».

Para algunos cristianos, comprender el impacto que puede tener toda una comunidad en la salud individual influye en sus decisiones personales, es decir, vacunan para beneficiar a sus vecinos porque mejora la inmunidad de grupo. Por lo tanto, Collins sugirió que los que podamos vacunemos para proteger a los que tienen inmunodeficiencias y cáncer.

Pero mientras tanto, será necesario reconstruir mucha confianza para aquellos que temen que ellos o sus hijos corran el riesgo de sufrir efectos adversos. Reynvaan no está segura de que se pueda confiar en la industria farmacéutica. Tras su investigación personal, ella describió sus hallazgos como llenos de «corrupción, informes falsificados y ciencia incompleta por parte de la comunidad que está a favor de las vacunas».

Rebecca Randall es la editora de ciencia de Christianity Today.

Traducción y edición en español por Livia Giselle Seidel.

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Por qué Santa Claus tiene un lugar en la Navidad de tus hijos

Estoy cansada de escuchar a padres cristianos usar el anagrama de SATÁN para Santa. San Nicolás fue un santo.

Christianity Today December 14, 2021
greglobinski / Flickr

Escucho curiosos rumores en esta época del año entre cristianos que dicen que dejar que los niños crean en Santa Claus está mal. Que ofrecer un mito a los niños implica que la historia de la Natividad es insuficiente. Que permitir que crean que una buena conducta les hace ganar regalos los hace codiciosos o legalistas. Que creer en Santa Claus significa plegarse ante el materialismo y todo lo que es de plástico.

Pero ¿qué problema habría con que los cristianos abrazaran el mito de Papá Noel, mientras rechazan el materialismo que lleva consigo? Los mitos, después de todo, son métodos consagrados a través de la historia para comunicar la verdad, y el mito de Santa Claus no es una excepción. (Por favor, no me cuenten que su nombre es un anagrama de Satán. Santa viene del latín sanctus, que significa santo. El nombre de Santa probablemente evolucionó a partir de una persona real, Nicolás [enlace en inglés], un cristiano con cuya extrema generosidad ayudó a los desconocidos). Me gustaría proponer que lo que se enseñe a los niños acerca de Santa Claus no esté en conflicto con lo que se enseña acerca de Jesús. De hecho, propongo que la historia de la Natividad y el mito de Santa tengan más en común de lo que estamos dispuestos a creer.

Algunas historias, como las fábulas y las parábolas, no son una verdad empírica, pero son verdad en que apuntan a realidades acerca del mundo de Dios y de la condición humana. Algunas historias son verdad empíricamente y también comunican esta clase de verdad. La historia de la Natividad es un ejemplo perfecto de la última. El mito de Santa Claus es un gran ejemplo de la primera. Santa Claus encarna valores cristianos como la amabilidad, la generosidad y el perdón: todo niño pronto se da cuenta de que, aunque no haya sido perfecto todo el año, Santa no falla. Santa trae regalos tanto a los niños que los merecen como a los que no. Aunque Santa Claus no es una figura de Cristo —eso debe quedar claro—, el mito de Santa no es el problema. El problema es que hemos dejado que los publicistas secuestren a Santa, convirtiendo la Navidad en un evento de venta al por menor.

Obviamente, llevar a tus hijos a creer que su lista de deseos es una lista de órdenes, o enfocar la Navidad exclusivamente en Santa, o usarlo para amenazar o manipular a tus hijos, no es nada útil. Pero dejar que los niños aprecien a Santa mientras son pequeños puede permitirles experimentar un favor inmerecido: la gracia. Según vayan creciendo, podemos señalar a esa experiencia para explicar lo que significa dar y recibir gracia. En vez de reemplazar los cuentos de hadas por hechos crudos y racionales («Eso de Santa no es verdad. ¡Él no existe!»), ¿por qué no contar a tus hijos los relatos de Papá Noel, o de San Nicolás, alguien que da sin esperar nada a cambio, que ama a los niños… y que te trae un regalo, (no treinta)?

C. S. Lewis, uno de los mayores contadores de historias del siglo XX, dedicó Las crónicas de Narnia a su ahijada Lucy Barfield. En la dedicatoria señala: «… las niñas crecen más rápido que los libros. Como resultado, tú ya eres muy mayor para los cuentos de hadas… Pero algún día serás lo suficientemente mayor para empezar a leerlos de nuevo».

Muchos de nosotros nos hemos hecho muy mayores para los cuentos de hadas, aunque no hemos madurado lo suficiente para comprenderlos como adultos. Y robamos algo precioso a nuestros hijos cuando les negamos la oportunidad de creer en los cuentos de hadas, y aprender cómo cosechar la verdad de una historia inventada. El creer, durante un corto periodo de tiempo, les permite más tarde comprender el simbolismo y la metáfora. Y cuando los niños más mayores cuestionen la veracidad de la historia, permitámosles que investiguen las historias y a las personas reales (como San Nicolás) en quienes se basa el mito. Pueden comparar y contrastar a Jesús con San Nicolás.

La Navidad es el día en que celebramos el nacimiento de Jesús, quien nos trajo el mejor regalo de todos: la vida eterna. Y es verdad que necesitamos contarle a nuestros hijos, antes que ninguna otra cosa, que la Navidad celebra la llegada a la tierra del Hijo de Dios (¡nuestra familia incluso le prepara un pastel de cumpleaños!). Pero otras tradiciones navideñas —desde el árbol, pasando por cenar pavo, hasta Santa— también pueden enriquecer y bendecir las festividades de una familia. Al usar el mito de una persona amorosa que te trae un regalo que no te has ganado, les permitimos experimentar una parábola que podrán comprender cuando crezcan. Aprenderán la generosidad al ser receptores de la generosidad.

Lewis (quien, por cierto, incluyó a Papá Noel en uno de sus libros de Narnia) a menudo se carteó con sus lectores. Un joven de nueve años llamado Laurence Krieg le confesó a su madre que posiblemente amaba a Aslan el león más de lo que amaba a Jesús, y se sentía culpable por ello. Su madre escribió al editor, y Lewis en persona respondió en menos de dos semanas.

«Dígale a Laurence de mi parte, con amor», escribió Lewis, «que no puede amar a Aslan más que a Jesús, aunque sienta que eso es lo que está haciendo. Porque las cosas que él ama que Aslan haga o diga son sencillamente las cosas que Jesús hizo y dijo en realidad. Entonces, cuando Laurence piensa que está amando a Aslan, realmente está amando a Jesús: y quizá amándole más que nunca antes… No creo que se tenga que preocupar en absoluto».

La respuesta de Lewis es brillante. Dios creó nuestra imaginación y nos diseñó para conectar de manera profunda con las historias. El mismo Jesús apeló a la imaginación de las personas al contarles parábolas: historias que comunicaban verdades profundas. Aunque las historias sean cuentos de hadas, y por lo tanto no sean verdaderas de un modo empírico, siguen comunicando verdad. Los padres inteligentes pueden usar a Santa Claus para enseñarle a sus hijos a dar en vez de pedir, y a experimentar la generosidad y la gracia.

Keri Wyatt Kent es autora de varios libros sobre espiritualidad cristiana, el más reciente Making Room for God in Your Hectic Life, y ha escrito para diferentes páginas web y revistas, incluyendo Christianity Today. Es miembro de Redbud Writers Guild, y ella y su marido Scott están casados desde hace 17 años y viven con su hijo y su hija en Illinois.

Traducción por Noa Alarcón.

Edición en español por Livia Giselle Seidel.

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Cómo es la esperanza

Una lectura de Adviento para el 13 de diciembre.

Christianity Today December 13, 2021

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Tercera semana de Adviento: Sacrificio y salvación


En el Antiguo Testamento Dios habló a través de los profetas utilizando palabras e imágenes poéticas para describir la esperanza de la salvación. Esta semana, observamos las profecías que apuntan al Mesías: el siervo, la luz, la promesa que el pueblo de Dios anhelaba.

Lea Isaías 11:1-5 y Jeremías 33:14-16

Tengo tres hijas y a menudo las contemplo con asombro. Simplemente no puedo comprender cómo mundos enteros —las vidas, identidades y futuros de mis hijas— surgieron a partir de un microscópico óvulo fecundado. ¿Cómo es posible el milagro y el misterio de la vida humana? Solo Dios lo sabe.

Desde la época del profeta Isaías hasta la de Jeremías, muchas generaciones de israelitas de los reinos del norte y del sur experimentaron la destrucción de sus tierras, vidas, familias y fuentes de sustento como juicio de Dios por sus pecados. Toda esperanza de un buen resultado se había perdido. Demasiadas generaciones habían experimentado la muerte de mil maneras diferentes como para creer que sus circunstancias serían diferentes. Sin embargo, seguían anhelando un salvador que los rescatara; un mesías que los arrebatara de las garras de sus enemigos.

Cuando la esperanza se desvaneció, cuando vivían como extranjeros oprimidos en imperios de destrucción, el profeta Isaías y más tarde el profeta Jeremías hablaron de esperanza. A través de ellos, Dios transmitió esta promesa de esperanza, descrita como un pequeño retoño que brota «del tronco de Isaí», como un «renuevo justo» que brotaría del «linaje de David» (Isaías 11:1; Jeremías 33:15).

Pasaron generaciones antes de que apareciera la esperanza prometida por Dios. Y, sin embargo, Él cumplió su promesa mediante el advenimiento de nuestro Señor Jesucristo. Mientras las generaciones del pueblo de Dios se preguntaban si Dios vendría alguna vez, Jesús vino en el momento justo. Jesús, que es «nuestra justicia» (Jeremías 33:16), Aquel sobre quien descansa el Espíritu, el que está lleno de rectitud y justicia.

En su humanidad, Jesús brotó de la semilla divina confiada a José y María. Jesús: un pequeño retoño que brota del tronco de Isaí y que gobierna todos los mundos, y todos los mundos posibles, pues en Él y «por medio de Él todas las cosas fueron creadas» y «todas las cosas… por medio de Él forman un todo coherente» (Juan 1:3; Colosenses 1:17). Una vez más, me detengo, maravillada y llena de asombro.

Así como no puedo comprender la naturaleza de la milagrosa existencia de mis hijas, no puedo comprender los misterios de la salvación de Dios, ni el cómo, el qué y el porqué de los tiempos de Dios. Pero lo que sí sé es que Dios cumple sus promesas en la historia, a su pueblo y a las personas. Dios siempre viene. Siempre. Viene cuando menos lo esperamos y de formas que no esperamos, cuando toda esperanza parece perdida. De hecho, nuestro Dios viene como un pequeño retoño verde en un bosque que ha sido quemado hasta los cimientos. Manténgase atento para verlo.

Marlena Graves es estudiante de doctorado y profesora adjunta de seminario. Es autora de varios libros, entre ellos The Way Up Is Down: Becoming Yourself by Forgetting Yourself.

Reflexione sobre Isaías 11:1-5 y Jeremías 33:14-16.


¿Qué esperanza ofrecen estos pasajes? ¿Qué habrán pensado o se habrán preguntado los destinatarios originales de estas profecías? Ore reflexionando sobre el brote de esperanza y salvación que Dios prometió para su pueblo.

Traducción por Sofía Castillo.

Edición en español por Livia Giselle Seidel.

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El Dios que sufre

Una lectura de Adviento para el 12 de diciembre.

Christianity Today December 12, 2021

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Tercera semana de Adviento: Sacrificio y salvación


En el Antiguo Testamento Dios habló a través de los profetas utilizando palabras e imágenes poéticas para describir la esperanza de la salvación. Esta semana, observamos las profecías que apuntan al Mesías: el siervo, la luz, la promesa que el pueblo de Dios anhelaba.

Lea Isaías 52:13 – 53:12

Durante el Adviento, es fácil sentimentalizar la Encarnación. Nos imaginamos al Dios-hombre como un bebé con su madre; anticipamos su ministerio como «Consejero admirable» y «Príncipe de paz» (Isaías 9:6). Estos son aspectos reales de la identidad y la humanidad de Jesús, y ciertamente son temas bíblicos apropiados para esta época del año. Pero las palabras proféticas de Isaías en este último de sus Cantos del Siervo —los cuales describen a un siervo del Señor que vendrá y será fiel para guiar a las naciones— aumenta nuestra comprensión de la vida encarnada de Cristo: Jesús nació para sufrir y morir.

El camino de Jesús hacia la gloria no fue sencillo. En lugar de ser aceptado por el mundo, fue despreciado y rechazado (53:3). En lugar de ser exaltado como rey, fue torturado y asesinado (53:5,9). No se trata de una mera tragedia humana, sino de una historia que forma parte del plan divino (53:10). El sufrimiento voluntario de Cristo revela su voluntad de ser, no solo nuestro Sumo Sacerdote, sino también el Cordero del sacrificio.

Esta profunda verdad es más que un concepto teológico. Jesús sufrió como un ser humano en un cuerpo físico, y compartió los aspectos más dolorosos y oscuros de la experiencia humana. Él sabe lo que es ser tratado brutalmente y humillado (52:14), oprimido y abandonado (53:8). En la Encarnación, Jesús se identifica con nosotros incluso en nuestros peores sufrimientos. Para quienes experimentan las fiestas como un tiempo de dolor o soledad, este aspecto de la vida de Jesús puede ser extrañamente reconfortante. Ninguna tragedia humana va más allá de su comprensión o de su solidaridad.

Pero Isaías también deja claro que la historia de Jesús no termina en el sufrimiento y la muerte. Más bien, su aflicción es el medio a través del cual logra su victoria: «Después de su sufrimiento, verá la luz y quedará satisfecho» (53:11). Esto es más que una reivindicación personal. Como siervo justo de Dios, Jesús establece la justicia y la redención para las naciones de la tierra. En otras palabras, Jesús comparte nuestro sufrimiento para que podamos compartir su resurrección. Sus heridas redimen las nuestras y se convierten en la fuente misma de nuestra curación (53:5).

Al contemplar la Encarnación en toda su belleza, también podemos dar gracias por su firmeza. Jesús bajó del cielo y fue aún más lejos, hasta lo más profundo de la vergüenza y el sufrimiento humanos. Lo hizo por nosotros. Y cuando nos encontremos con Él en nuestro propio sufrimiento, pecado y vergüenza, podemos confiar en que no nos dejará allí, porque por sus heridas somos sanados.

Hannah King es sacerdote y escritora en la Iglesia Anglicana de Norteamérica. Trabaja como pastora asociada en la iglesia Village en Greenville, Carolina del Sur.

Medite en Isaías 52:13 – 53:12.

¿Qué es lo que más le llama la atención? ¿Cómo profundiza esta profecía poética su compromiso con el Evangelio? Ore reflexionando sobre cómo estas oscuras descripciones de lo que sufriría el siervo son cruciales en nuestra celebración de Adviento.

Traducción por Sofía Castillo.

Edición en español por Livia Giselle Seidel.

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He aquí el Cordero

Una lectura de Adviento para el 11 de diciembre.

Christianity Today December 11, 2021

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Segunda semana de Adviento: Pecado y redención


Juan el Bautista desempeñó un papel crucial en la preparación del pueblo para la venida del Mesías. Esta semana consideramos lo que dicen las Escrituras sobre el propósito de Juan. Reflexionamos acerca de cómo sus enseñanzas sobre el pecado y el arrepentimiento pueden hablar a nuestras propias vidas como discípulos de Cristo.

Lea Juan 1:29-34

El Antiguo Testamento está lleno de pastores. Abraham fue pastor, al igual que Jacob y Raquel, así como Moisés, el rey David y el profeta Amós. El pastoreo era un trabajo importante porque la comunidad del pueblo de Dios en el Antiguo Testamento necesitaba ovejas. Necesitaban corderos, muchos corderos, para cumplir con el requisito de los sacrificios a Dios.

La idea de una matanza aparentemente interminable de corderos a muchos de nosotros nos puede parecer inquietante. Imagínese lo inquietante que debe haber sido para los que participaron en estas ofrendas sangrientas. Sin embargo, a causa del pecado, Dios exigía un sacrificio. Él requería un cordero, pero no cualquier cordero. El cordero tenía que ser inmaculado, sin manchas ni defectos (Levítico 22:21-22). En otras palabras, tenía que ser perfecto.

Aunque el pueblo de Dios tenía la tarea de elegir los corderos más perfectos, esos corderos nunca eran lo suficientemente perfectos. Su sacrificio cubría el pecado, pero nunca podía quitarlo realmente (Hebreos 10:4). Cada alarido de un cordero sacrificado en el Antiguo Testamento era, en cierto modo, un clamor que anhelaba y esperaba al Cordero de Dios verdaderamente perfecto.

Este clamor continuó a través de las generaciones hasta que un día, Juan el Bautista vio a Jesús caminando hacia él y declaró: «¡Aquí tienen al Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo!». (Juan 1:29). En esa ocasión, Juan el Bautista estaba ofreciendo una respuesta a la punzante pregunta que Isaac había hecho a su padre Abraham muchos años antes, y que resonó a lo largo de los siglos: «¿Dónde está el cordero?». Abraham había respondido a Isaac: «El cordero … lo proveerá Dios» (Génesis 22:7-8).

Allí, junto al río, Juan el Bautista declaró que Jesús era el cordero que Dios había prometido que proveería. He aquí el Cordero de Dios, perfecto, sin mancha y sin defecto (véase 1 Pedro 1:18-19).

Ya no estamos buscando al cordero. Él ha venido. Jesucristo es ese cordero que fue sacrificado —crucificado— en nuestro lugar (1 Corintios 5:7). Él es el cordero «traspasado por nuestras rebeliones» y «molido por nuestras iniquidades» (Isaías 53:5). Jesús es el cordero, el único cordero, que de una vez por todas cumplió el sacrificio por nuestros pecados (Hebreos 10:12).

Juan dio testimonio de que Jesús era el «Elegido de Dios» (Juan 1:34, NTV). El niño que nació, que Juan declaró, era también «el Cordero que fue inmolado» (Apocalipsis 13:8, LBLA). Hoy, cuando adoramos al Señor, podemos repetir las palabras proféticas de Juan: ¡He aquí el Cordero!

Anthony J. Carter es el pastor principal de la Iglesia de East Point en East Point, Georgia. Es autor de varios libros, entre ellos Dying to Speak y Running from Mercy.

Lea Juan 1:29-34. (Opcional: reflexione también sobre Juan 1:6-8; 1 Corintios 5:7; 1 Pedro 1:18-19).

¿Cómo se conectan las enseñanzas de Juan el Bautista sobre el pecado y el arrepentimiento con el testimonio que dio sobre Jesús? ¿Cómo desea responder a Jesús al contemplar su identidad como Cordero de Dios?

Traducción por Sofía Castillo.

Edición en español por Livia Giselle Seidel.

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Gracia asombrosa y purificadora

Una lectura de Adviento para el 10 de diciembre.

Christianity Today December 10, 2021

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Segunda semana de Adviento: Pecado y redención


Juan el Bautista desempeñó un papel crucial en la preparación del pueblo para la venida del Mesías. Esta semana consideramos lo que dicen las Escrituras sobre el propósito de Juan. Reflexionamos acerca de cómo sus enseñanzas sobre el pecado y el arrepentimiento pueden hablar a nuestras propias vidas como discípulos de Cristo.

Lea Mateo 3:1-12

El escritor del evangelio, Mateo, preserva el escenario histórico del ministerio de Juan el Bautista con una simple marca de tiempo: «En aquellos días» (v. 1). Al leer el capítulo anterior (así como Lucas 3) se comprende que eran los días de gobernantes megalómanos, como Herodes el Grande, quien, con una furia sanguinaria, mandó a matar a los niños de Belén. Tras la muerte de Herodes y el ascenso de su hijo al poder, José siguió temiendo por su familia y la trasladó a Nazaret «para que se cumpliera lo que fue dicho por medio de los profetas: Será llamado nazareno» (2:23, LBLA).

El evangelio de Mateo insiste en el cumplimiento de las promesas proféticas de Dios. «Dios dijo, y se cumplió», subraya Mateo una y otra vez. Por supuesto, esta noción no debe tratarse como algo evidente, no cuando la realidad visible sugiere que el mal está ganando. Cuando los bebés mueren a manos de un rey malvado, por ejemplo, ¿podemos confiar realmente en que el cielo se ha acercado, como predicó Juan el Bautista (3:2)?

Juan el Bautista nos recuerda a Elías en el Antiguo Testamento, vestido con pelo de camello, comiendo langostas y miel silvestre. Elías fue otro profeta que ejerció su ministerio bajo un régimen malvado. El rey Acab, al igual que Herodes, también mató por ambición. Después de la dramática victoria de Elías sobre los profetas de Baal, su reina Jezabel puso precio a la cabeza de Elías.

Arrepiéntase, porque el reino de los cielos está cerca. Este es esencialmente el mensaje predicado por todos los profetas de Dios, y por la gracia de Dios, es un mensaje que llega en la oscuridad. Es un mensaje de buenas nuevas: ha habido un cambio de administración. Este anuncio, predicado tanto por Juan como por Jesús, anticipa que otro Rey subirá al trono. Como el mismo profeta Isaías ya había declarado muchos siglos atrás, el gobierno de este Rey, a diferencia del gobierno del rey Acab o del rey Herodes, será uno de paz (Isaías 9:6-7).

Seguir al Rey Jesús no es simplemente ser salvado por Él, es ser cambiado por Él. Según Pablo, el Evangelio nos dice que Jesús «se entregó por nosotros para rescatarnos de toda maldad y purificar para sí un pueblo elegido, dedicado a hacer el bien» (Tito 2:14).

Conocemos la obra de la gracia asombrosa, salvadora y purificadora cuando el pueblo de Dios se aparta del pecado y se entrega totalmente a Dios. Si el Adviento es el amanecer de la luz, el arrepentimiento es el hábito diario de caminar en ella.

Jen Pollock Michel es escritora, presentadora de podcasts y conferencista que vive en Toronto. Es autora de cuatro libros, entre ellos A Habit Called Faith y Surprised by Paradox.

Reflexione sobre Mateo 3:1-12.

¿De qué manera la idea de que el reino «está cerca» (v. 2) o «se ha acercado» (LBLA) añade contexto al llamado de Juan al arrepentimiento? ¿Qué revela esta afirmación sobre Jesús? ¿Cómo enriquece su comprensión del Evangelio? ¿Cómo enriquece su comprensión de la gracia purificadora?

Traducción por Sofía Castillo.

Edición en español por Livia Giselle Seidel.

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