Un pastor se entera de que un hombre casado que forma parte de un grupo de estudio bíblico está teniendo una relación extramarital con una mujer casada dentro del mismo grupo. Los detalles apenas comienzan a salir a la luz. Según las Escrituras, ¿cómo debe abordar esto el pastor?
O imagine esto: un copastor en una iglesia recién plantada se comporta cada vez de forma más errática. Está mostrando signos de narcisismo clásico, dejando una estela de personas dañadas que han tenido que enfrentar el despotismo de su liderazgo. ¿Cómo debería manejar esto el otro copastor?
O pensemos en algo más sencillo: dos estudiantes de secundaria en el grupo de jóvenes comenzaron a mostrar interés romántico el uno por el otro. Los padres del niño estaban ansiosos por la situación, por lo que trabajaron duro para apagar la relación. Como resultado, los padres de la niña quedaron heridos y molestos. Ahora hay una tensión creciente entre los padres, y las acusaciones surgen de ambos lados. El pastor es llamado para negociar. ¿Qué pasos debe tomar?
Aquellos que han estado en el ministerio por algún tiempo no necesitan mucha imaginación para reconocer estos escenarios: la mayoría de los pastores han experimentado alguna versión de estas circunstancias. Las variedades de pecado son infinitas, pero también predecibles. No son solo los pobres a los que siempre tendremos con nosotros, como Jesús nos recuerda, sino también a seres humanos que hacen cosas malas, incluidos los cristianos.
¿Cuestión de disciplina?
Durante los últimos 25 años, he tenido el privilegio de servir como pastor y profesor, y actualmente como ambos a la vez. En mi experiencia, es mucho más difícil ser pastor que profesor, en gran parte debido a la complejidad de las relaciones interpersonales en la iglesia.
Aunque los conflictos van y vienen en una congregación, nunca desaparecen para siempre. Tan solo en el último año, puedo recordar múltiples casos de sentimientos heridos, malentendidos, ansiedad explosiva y conflicto entre cristianos en nuestra iglesia; incluso entre el personal. He sido llamado para ayudar en algunas situaciones, he estado al tanto de otras, y me he visto personalmente involucrado y afectado por algunas.
No debería sorprenderme. No debería sorprendernos. Esta es la vida real y normal que vivimos juntos dentro de la iglesia de Cristo. Nuestras vidas en convivencia están en conflicto constante porque somos seres humanos limitados y quebrantados, pero aun así debemos vivir en comunidad.
A lo largo de la historia, la iglesia ha utilizado una serie de enfoques para abordar este tipo de situaciones, que han incluido reacciones radicalmente distintas tales como la excomunión, el encubrimiento destructivo, y procesos de mediación y restauración. En muchas iglesias de los Estados Unidos hoy en día se pone gran énfasis en la necesidad de «disciplina de la iglesia» para tratar con el pecado y sus efectos. Para proteger la pureza de la iglesia, se establecen procedimientos disciplinarios para abordar el pecado atroz o continuo.
Un pasaje clave es fundamental en la mayoría de las enseñanzas sobre la disciplina de la iglesia: Mateo 18:15-20. Estos versículos se han convertido en el texto de referencia acerca de la disciplina en la iglesia. Se utilizan como la estrella polar y como el mapa que guía a los pastores en los pasos necesarios para manejar los casos de fracaso moral. Esto es comprensible y no está completamente equivocado.
Pero una lectura cuidadosa de Mateo 18 nos da una visión diferente de lo que Jesús está enseñando en estos versículos. En lugar de ver este pasaje estrictamente en términos de disciplina, podemos verlo como parte de las instrucciones prácticas y constructivas que Jesús nos da para guiar los conflictos que enfrentamos todos los días mientras vivimos en comunidad cristiana. Más que de manejar los problemas de la iglesia, Mateo 18 se trata de crear comunidades florecientes.
El gran libro del discipulado
Hay una frase popular en inglés que dice: «El contexto es rey». A mi hijo le gusta bromear diciendo: «El contexto es rey, pero Jesús es Señor». El viejo tópico de la necesidad del contexto literario es cierto cuando se trata de entender Mateo 18. Este famoso capítulo no es el único de ese libro. Es solo una parte de lo que muchos eruditos consideran el libro mejor estructurado de toda la Biblia: el Evangelio según Mateo.
Una de las muchas razones por las que Mateo ha estado durante mucho tiempo a la cabeza del canon del Nuevo Testamento es porque proporciona un programa claro y poderoso para convertir a las personas en seguidores de Jesús. Mateo es el gran libro del discipulado. Y lo es gracias a su estructura literaria sofisticada que está claramente diseñada con el objetivo de formar discípulos.
En el mundo antiguo, la gente escribía biografías de grandes maestros y filósofos para elogiar sus enseñanzas y los modelos de sus vidas. Esto es, en esencia, lo que son nuestros Evangelios: narraciones salpicadas con discursos de enseñanza que invitan a las personas a convertirse en discípulos de Jesús.
Para lograr su objetivo de hacer discípulos, Mateo agrupa la mayor parte de la enseñanza de Jesús en cinco bloques principales de instrucción (capítulos 5–7, 10, 13, 18 y 23–25). Cada uno de estos famosos discursos está organizado en torno a un tema, proporcionando lecciones para formar discípulos que son fáciles de memorizar. El objetivo de Jesús a través de sus enseñanzas es dar un nuevo entrenamiento a las sensibilidades, los amores, los hábitos, los comportamientos y los pensamientos de sus seguidores para transformarlos conforme al reino venidero de Dios revelado a través de Él mismo. Esto es lo que significa ser un discípulo: tomar sobre nosotros el yugo de la sabiduría de Jesús y aprender su manera muy diferente de habitar el mundo (11:25-30).
Cuando reconocemos que Mateo 18 es solo una parte de las instrucciones del Evangelio para hacer discípulos y que el objetivo general del libro es la formación de discípulos, podemos leer los dichos de Jesús en el capítulo 18 con mayor claridad. Aunque disciplinar a los miembros de la iglesia que han errado puede ser una aplicación de las instrucciones de Jesús, esta lectura es limitada en el mejor de los casos y potencialmente equivocada. Lo más importante que hay que entender acerca de Mateo 18:15–20 es que no es principalmente un manual de instrucciones para la disciplina de la iglesia, sino una pequeña parte de un programa más amplio y constructivo destinado a moldear la forma en que los discípulos cristianos viven en comunidad.
Un código para el hogar
Mi erudito y muy paternal tío siempre bromeaba diciendo que el día en que se usa una palabra alemana no es un día desperdiciado. Aquí hay una buena, de la mente del mismo Martín Lutero, que describe acertadamente el propósito de Mateo en los capítulos 18-20: haustafel, o «código para el hogar». Un código doméstico da instrucciones sobre cómo los diversos miembros de una unidad familiar más grande deben relacionarse entre sí y qué actitudes deben valorarse y practicarse. Otros ejemplos bíblicos de un código doméstico incluyen Efesios 5:22–6:9 y Colosenses 3:18–4:1.
Mateo 18–20 cumple el mismo propósito para el «hogar» o la «familia» de la iglesia, es decir, para el pueblo de Dios recién formado en Jesucristo. Explora una variedad de situaciones interpersonales para instruir al pueblo de Cristo sobre a quién y qué deben honrar. En esta sección, vemos el valor de los niños y los vulnerables (18:1-14; 19:13-15), la importancia de que los hermanos y hermanas cristianos se perdonen mutuamente (18:15-35), la alta estima de Dios por el matrimonio (19:1-12), y la exaltación de aquellos que siguen el camino del sufrimiento de Cristo sobre aquellos que son ricos y tienen solo una apariencia de justicia (19:16-30).
En conjunto, estos capítulos brindan una visión de una nueva forma de habitar el mundo juntos, explicada a través de descripciones de cómo deberían ser nuestras relaciones. Este es el contexto integrado de Mateo 18:15-20, y lo perdemos de vista cuando vemos unos cuantos versículos de forma aislada. La enseñanza de Jesús aquí es solo un ejemplo del tenor único que tienen las relaciones dentro de la iglesia de Cristo.
La marca principal
Este texto de supuesta «disciplina de la iglesia» es realmente parte del gran tema del perdón como la marca principal de la comunidad cristiana. La exhortación ética central en Mateo es el llamado a ser misericordioso. Al modelar la acción misericordiosa (como la misericordia mostrada a María por José en 1:19) y a través de las enseñanzas directas de Jesús, Mateo enfatiza los llamados de Jesús para que sus discípulos sean personas misericordiosas.
Mostrar misericordia es una virtud que tiene dos caras: compasión misericordiosa hacia los necesitados (6:2-4; 9:12-13; 12:7) y perdón misericordioso hacia quienes nos han agraviado (5:7, 9; 6: 14-15; 18:21-35). Y este segundo sentido de misericordia es el marcador principal que indica quiénes son los seguidores de Cristo y quiénes no. De hecho, la falta de perdón es una de las razones por las que algunos pueden ser expulsados de la iglesia siguiendo los pasos descritos en 18:15-20, porque no están dispuestos a reconciliarse con otro creyente, a pesar de la exhortación del cuerpo de la iglesia a hacerlo.
Este tema de la misericordia como perdón se enfatiza doblemente en la larga parábola que Jesús relata inmediatamente después de 18:15-20. La parábola del siervo que no perdona (en los vv. 21-35) es una de las enseñanzas más convincentes y enérgicas de Jesús. Ilustra y pone de relieve la enseñanza central: los cristianos deben perdonarse unos a otros.
No es que Mateo 18:15-20 no aborde formas prácticas de lidiar con el pecado en la comunidad cristiana, lo hace. Pero cuando ampliamos nuestra lectura para abarcar todo el contexto, vemos que la disciplina no es el enfoque principal, sino crecer como una comunidad caracterizada por la misericordia y la gracia de Cristo.
El juego interminable
A lo largo de Mateo 18–20, también vemos la realidad persistente e inevitable del conflicto dentro de la comunidad cristiana. Este pasaje crea expectativas apropiadas para nuestra conflictiva vida juntos. Las instrucciones de Jesús son necesarias debido a que los humanos por naturaleza actúan mal: desprecian a los niños, causan daño a los vulnerables, se divorcian sin razón, pelean por quién es el mayor y, lo más importante, pecan unos contra otros y no se perdonan.
Es importante notar que Jesús no indica conmoción o sorpresa en estas situaciones. Tampoco espera que no sucedan. Más bien, Jesús sabe que esta es la experiencia humana normal y, por lo tanto, la experiencia cristiana normal en comunidad.
Una comunidad floreciente no es una comunidad libre de conflictos, sino una en la que los cristianos valoran y practican la manera muy distinta en que Jesús les enseñó a vivir en el mundo. Y este es el propósito principal y la meta de hacer discípulos en Mateo 18:15-20.
Salud en el contexto de la iglesia no significa falta de conflicto. La salud de la iglesia luce como un grupo de cristianos que manejan colectivamente el conflicto como un asunto serio con el objetivo de la reconciliación. Este es el camino de Cristo.
Así, los pastores pueden aprender a tomar el conflicto como un hecho dado e inevitable. Como todos sabemos bien, tarde o temprano ocurrirán situaciones que necesitarán la sabiduría de Mateo 18–20. La función de estos textos es normalizar tales experiencias dentro de una comunidad eclesial y dar pasos prácticos para vivir juntos en el camino del amor. Este principio rector se aplica tanto a la relación adúltera, como al pastor narcisista y a los padres en conflicto.
Como pastores, estamos llamados a jugar el juego interminable de enseñar al pueblo de Cristo lo que Él valora en Mateo 18–20. Cuando ocurren conflictos y fallas morales de todo tipo, las cuales sabemos que ocurrirán, no debemos sorprendernos. En cambio, podemos ver estas situaciones como una oportunidad para enseñar el camino de Cristo.
Un pastor puede utilizar los pasos que Jesús enseñó y que están orientados a fortalecer la comunidad y a buscar la reconciliación en las relaciones. Al hacerlo, ayudamos a las personas a crecer como una hermosa comunidad alternativa. Modelamos su forma de vivir en el mundo, sirviendo como la luz que alumbra en las tinieblas.
Jonathan T. Pennington es profesor de Nuevo Testamento en Southern Seminary y pastor de formación espiritual en Sojourn East Church en Louisville, Kentucky. Es autor de varios libros, entre ellos Jesus the Great Philosopher.
Traducción por Sergio Salazar.
Edición en español por Livia Giselle Seidel.