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Lo que los académicos escépticos admiten acerca de las apariciones de Jesús después de la Resurrección

La evidencia histórica es clara: Aquellos que dijeron verlo resucitado deben haber visto algo.

Christianity Today April 20, 2020
Illustration by Mallory Rentsch / Source Images: ZU_09 / Getty Images / Annie Spratt / Unsplash

El 26 de junio de 2000, ABC emitió un documental llamado La búsqueda de Jesús (The Search for Jesus). El principal presentador de noticias de la cadena, Peter Jennings, entrevistó a eruditos del Cristianismo primitivo (liberales y conservadores) acerca de lo que podemos saber históricamente acerca de la vida, muerte, y resurrección de Jesús. La serie terminó con una sorprendente declaración de la académica del Nuevo Testamento Paula Fredriksen, quien no es cristiana.

The Bedrock of Christianity: The Unalterable Facts of Jesus' Death and Resurrection

Comentando sobre las apariciones posteriores a la Resurrección de Jesús, Fredriksen dijo:

Sé que, en sus propios términos, lo que vieron fue a Jesús resucitado. Eso es lo que dicen; y luego, toda la evidencia histórica posterior que tenemos da testimonio de su convicción de que eso es lo que vieron. No estoy diciendo que realmente vieron al Jesús resucitado. Yo no estaba allí. Yo no sé lo que vieron. Pero sí sé, como historiadora, que deben haber visto algo.

Ella está admitiendo, en otras palabras, que la mejor evidencia histórica disponible confirma que seguidores de Jesús como María Magdalena, su hermano Jacobo [también conocido como Santiago en la lengua española], Pedro y sus otros discípulos, e incluso un enemigo (Pablo) estaban absolutamente convencidos de que Jesús, el hombre que había sido crucificado, se les apareció vivo, resucitado de entre los muertos.

Fredriksen no es la única en suponer que estos seguidores deben haber visto algo. Prácticamente todos los estudiosos de la Biblia en todo el mundo occidental, independientemente de sus antecedentes religiosos, están de acuerdo en que los primeros seguidores de Jesús creían con certeza que se les había aparecido vivo. Esto fue lo que dio inicio a la religión más grande del mundo. Como resultado de estas apariciones, pescadores judíos comenzaron a proclamar a las multitudes en Jerusalén que «A este Jesús, Dios lo resucitó, y de ello todos nosotros somos testigos» (Hechos 2:32 NVI). Dos mil años después, el mensaje de la muerte y resurrección de Jesús es proclamado por miles de millones de cristianos en casi todas las naciones y en casi todos los idiomas del planeta tierra.

¿Qué vieron todos estos testigos?

Una confesión fundamental

Según la fuente más antigua que tenemos registrada de la muerte y resurrección de Jesús, una perla oculta que se encuentra dentro de 1 Corintios 15, Jesús se apareció a varios individuos y grupos, y al menos a un enemigo. Esta tradición de credo, según prácticamente todos los eruditos, data de cinco años alrededor de la muerte de Jesús. A través de esta fuente, podemos volver a los primeros años del movimiento cristiano en Jerusalén, a la confesión fundamental de los primeros seguidores de Jesús.

Esto es lo que Pablo dice en Primera de Corintios 15:3–8:

Porque ante todo les transmití a ustedes lo que yo mismo recibí: que Cristo murió por nuestros pecados según las Escrituras, que fue sepultado, que resucitó al tercer día según las Escrituras, y que se apareció a Cefas, y luego a los doce. Después se apareció a más de quinientos hermanos a la vez, la mayoría de los cuales vive todavía, aunque algunos han muerto. Luego se apareció a Jacobo, más tarde a todos los apóstoles, y, por último, como a uno nacido fuera de tiempo, se me apareció también a mí.

Este catálogo de apariciones de resurrección no tiene parangón en el Nuevo Testamento, incluso en toda la literatura antigua. De esta lista aprendemos que Jesús se apareció a tres individuos: Cefas (Pedro), su discípulo principal; Jacobo, su hermano; y Pablo, su antiguo enemigo. Y también aprendemos que se apareció a tres grupos: los Doce (discípulos, menos Judas); a más de 500 de sus primeros seguidores; y a todos los apóstoles.

Decir que Jesús se apareció a más de 500 hombres y mujeres al mismo tiempo es una afirmación verdaderamente notable. Pablo audazmente pone su credibilidad en juego cuando menciona que la mayoría de ellos todavía están vivos. Después de todo, esencialmente está invitando a los miembros de la iglesia en Corinto a viajar a Jerusalén y hablar con estos testigos, investigando por sí mismos cómo fue ver al Jesús resucitado. Podemos ver, entonces, que el testimonio sólido de testigos que vieron a Jesús resucitado estaba fácilmente disponible en las décadas posteriores a su resurrección. Como G. K. Chesterton observó en El Hombre Eterno (The Everlasting Man): «Este es el tipo de verdad que es difícil de explicar porque es un hecho; pero es un hecho al que podemos llamar testigos».

María Magdalena también pertenece a la lista de testigos oculares clave, ya que ella también estaba disponible para ser interrogada acerca de su experiencia con Jesús resucitado. Como escribe el agnóstico erudito del Nuevo Testamento Bart D. Ehrman en How Jesus Became God, es «significativo que María Magdalena goce de tal protagonismo en todas las narraciones de la resurrección del Evangelio, a pesar de que está prácticamente ausente en cualquier otro lugar de los Evangelios. Ella es mencionada en un solo pasaje de todo el Nuevo Testamento en relación con Jesús durante su ministerio público (Lucas 8:1–3), y sin embargo ella es siempre la primera en anunciar que Jesús ha resucitado. ¿Por qué es esto? Una explicación plausible es que ella también tuvo una visión de Jesús después de que él murió». A María Magdalena se le dio el alto honor de ser no sólo la primera en ver a Jesús resucitado, sino la primera persona en la historia en proclamar: «¡He visto al Señor!» (Juan 20:18).

Sea lo que sea que estos testigos vieron, transformó sus vidas hasta el punto de estar dispuestos a sufrir y morir por ello. En Segunda de Corintios 11:23–33, Pablo relata el sufrimiento que enfrentó casi a diario por su convicción de que Jesús se le apareció. Fue golpeado, encarcelado, apedreado, padeció hambre, naufragó, y diariamente se encontraba en peligro de todo tipo de maldad en sus viajes por todo el Imperio Romano.

También poseemos fuertes pruebas históricas de que ciertos testigos oculares clave fueron martirizados por su fe. Pedro, por ejemplo, fue crucificado. Jacobo fue apedreado. Pablo fue decapitado. Sea lo que sea que hayan visto, valió la pena dar sus vidas por ello. Sellaron sus testimonios con su propia sangre.

La varita mágica de la «Histeria en Masa»

Con el fin de dar una explicación a estas apariciones de la Resurrección, algunos eruditos han especulado que los testigos oculares simplemente estaban alucinando.

En su excelente libro Resurrecting Jesus, el erudito del Nuevo Testamento Dale Allison examina la literatura y los estudios científicos disponibles sobre las alucinaciones. En casos documentados, concluye, hay cuatro cosas que no suceden (o rara vez suceden). En primer lugar, las alucinaciones rara vez son vistas por múltiples individuos y grupos durante un largo período de tiempo. En segundo lugar, las alucinaciones rara vez son vistas por grupos grandes de personas, especialmente grupos de más de ocho. Tercero, las alucinaciones nunca han llevado a la afirmación de que una persona muerta ha resucitado. Y en cuarto lugar, las alucinaciones no involucran al enemigo de la persona. (También podríamos añadir el hecho de que las alucinaciones normalmente no se caracterizan por iniciar movimientos globales o religiones mundiales).

Sin embargo, en el caso de las apariciones de la resurrección de Jesús, cada una de estas circunstancias raras, o aparentemente imposibles, ha sucedido.

Allison resume las implicaciones de forma contundente: «Estos parecen ser los hechos, y plantean la cuestión de cómo debemos explicarlos. Los apologistas de la fe dicen que, dados los informes, los avistamientos de Jesús deben haber sido objetivos. Una persona puede alucinar, ¿pero doce al mismo tiempo? ¿Y docenas durante un largo período de tiempo? Estas son preguntas legítimas, y agitar la varita mágica de la “histeria masiva” no hará que desaparezcan».

Agnosticismo cauteloso

La única otra respuesta dada por eruditos respetables que luchan con este sólido registro histórico es alguna variación de «No lo sé». Al igual que Fredriksen, el renombrado erudito del Nuevo Testamento E. P. Sanders también representa este enfoque agnóstico cauteloso cuando escribe, en La Figura Histórica de Jesús (The Historical Figure of Jesus): «Que los seguidores de Jesús (y más tarde Pablo) tuvieron experiencias de resurrección es, a mi juicio, un hecho. Cuál fue la realidad que dio lugar a las experiencias, la desconozco».

Jordan Peterson, el popular profesor de psicología de la Universidad de Toronto, también pertenece a esta categoría. No afirma ni rechaza la historicidad de la Resurrección de Jesús. Cuando se le preguntó directamente si Jesús literalmente resucitó de entre los muertos, Peterson respondió: «Necesito pensar en eso durante unos tres años más antes de aventurarme a dar una respuesta que vaya más allá de lo que ya he dicho».

La postura del agnóstico cauteloso es respetable. Ni siquiera los apóstoles originales creyeron en el relato de la Resurrección cuando las mujeres les dijeron por primera vez (Lucas 24:8–11). Sin embargo, si alguien como Peterson, con la mente y el corazón abiertos, sigue la evidencia a donde ésta conduce, estoy convencido de que se encontrará a los pies de Jesús resucitado, proclamando con Tomás: «¡Señor mío y Dios mío!» (Juan 20:28).

Convenciendo a Horacio

La extraordinaria naturaleza de la resurrección de Jesús me recuerda mi escena favorita en Hamlet de Shakespeare. La obra comienza con las apariciones «extrañamente prodigiosas» del padre muerto de Hamlet a Bernardo y Marcelo y más tarde al amigo de Hamlet, Horacio. Horacio es el escéptico del grupo, y Hamlet desafía su incredulidad de lo sobrenatural en este intercambio:

Horacio: ¡Oh! Dios de la luz y de las tinieblas, ¡qué extraño prodigio es éste!

Hamlet: Por eso como a un extraño debéis hospedarle y tenerle oculto. Ello es, Horacio, que en el cielo y en la tierra hay más de lo que puede soñar tu filosofía. [Shakespeare, Hamlet, trad. al español por Leandro Fernández de Moratin, 1825]

Shakespeare habla a través de Hamlet, diciéndonos que esperemos lo inesperado. Que le demos la bienvenida a lo extraño y extraordinario. Es realmente un extraño prodigio que el fantasma del padre de Hamlet se esté apareciendo a la gente, pero no lo rechacemos solo por esa razón. Su filosofía debería ser lo suficientemente amplia para lo sobrenatural. Más cosas están sucediendo en nuestro maravilloso mundo (y más allá) de lo que usted puede imaginar. Si su filosofía no es lo suficientemente amplia y abierta como para incluir lo milagroso y lo extraordinario, entonces necesita una nueva filosofía.

Debemos estar abiertos a afirmaciones milagrosas del mundo antiguo y en los tiempos modernos. Nuestras filosofías deberían dejar espacio para lo inesperado, extraño y extraordinario. Sin embargo, la pregunta más importante para hacer de cualquier afirmación milagrosa es «¿Cuál es la evidencia?».

Hemos visto que, incluso desde la perspectiva de los eruditos más escépticos, el peso del registro histórico atestigua que una serie de individuos y grupos creían con certeza haber visto a Jesús resucitado. Todas las pruebas que tenemos sugieren que sus testigos oculares eran dignos de confianza y honestos. ¿Por qué no creerles?

Y si eso no convence a nuestros Horacios modernos, entonces podemos ir más allá, convocando a los Doce y a los más de 500 que vieron al Mesías resucitado.

Incluso podemos ir más allá del marco temporal del primer siglo, explorando cómo la creencia en la Resurrección sentó las bases de toda la civilización occidental, inspirando algunas de las mayores muestras de arte, literatura, música, cine, filosofía, moral y ética que el mundo haya visto jamás. ¿Todo esto se basa en una mentira?

Y si todo eso todavía no es suficiente, entonces que nuestros Horacios contemplen a los miles de millones en todo el mundo que hoy están dispuestos a testificar cómo el Cristo viviente ha transformado sus vidas. Estos incluyen gigantes intelectuales que se han convertido al cristianismo de todas las religiones del mundo (o del ateísmo y el agnosticismo). En Cristo, han encontrado todos los tesoros de la sabiduría y el conocimiento.

El Domingo de Resurrección, estos miles de millones proclamaban el mismo mensaje que los apóstoles proclamaron en el Día de Pentecostés: «A este Jesús, Dios lo resucitó, y de ello todos nosotros somos testigos».

Ahora más que nunca, en este mundo oscuro y plagado, su familia, amigos y vecinos están buscando esperanza. El Cristo viviente es la única esperanza para todos nosotros. Antes de que la Pascua se desvanezca en las prisas de la vida cotidiana, pregúntele a su vecino: ¿Qué (o a quién) vieron todos esos testigos?

Vieron la esperanza encarnada, la nueva creación, la vida en su plenitud, Dios en la carne.

¡Esto es verdaderamente un extraño prodigio! Anime a sus amigos escépticos a no detenerse en «No lo sé». A darle la bienvenida a Jesús resucitado.

Justin Bass es profesor del Nuevo Testamento en el Seminario Teológico Evangélico de Jordania en Amán, Jordania. Es el autor de The Bedrock of Christianity: The Unalterable Facts of Jesus's Death and Resurrection (Lexham Press) y The Battle for the Keys: Revelation 1:18 y Christ's Descent into the Underworld (Wipf and Stock).

Traducido por Livia Giselle Seidel.

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