La Alianza Evangélica Mundial (WEA) nombró la semana pasada a Botrus Mansour nuevo secretario general y director ejecutivo de este organismo mundial. Es la primera vez que un cristiano árabe dirigirá la WEA, una organización mundial de alianzas nacionales y regionales que representa a 600 millones de evangélicos [enlaces en inglés].
El puesto estaba vacante desde que el anterior secretario general, Thomas Schirrmacher, dimitiera por motivos médicos en marzo del año pasado. Peirong Lin, vicesecretario de la WEA, le dijo a CT en abril que la organización buscaba un líder que pudiera unir a los evangélicos de todo el mundo en medio de guerras y divisiones políticas. Mientras tanto, la WEA también ha sido objeto de críticas por sus «ambigüedades teológicas» y su colaboración con los católicos y los protestantes tradicionales.
Abogado por formación, Mansour es director operativo de la Escuela Bautista de Nazaret, anciano y cofundador de la Iglesia Bautista Local de Nazaret y traductor al árabe para Christianity Today. Ha ocupado otros puestos de liderazgo en iglesias y grupos paraeclesiásticos, como la Convención de Iglesias Evangélicas de Israel, la Alianza de Convenciones Evangélicas de Jordania y Tierra Santa, las Escuelas Cristianas de Israel, Advocates International y la Iniciativa de Lausana para la Reconciliación entre Israel y Palestina.
Mansour, que vive en Nazaret, Israel, con su esposa y sus tres hijos adultos, cree que su origen como evangélico árabe israelí —un origen que él describe como «una minoría dentro de una minoría dentro de una minoría»— le ha dotado de la experiencia necesaria para asumir este nuevo cargo en una época de división. Asumirá oficialmente el cargo durante la Asamblea General de la WEA en octubre.
CT entrevistó a Mansour sobre su educación, su trabajo en la reconciliación entre cristianos árabes y judíos mesiánicos, y sus planes para abordar los retos a los que se enfrenta la WEA. Esta entrevista ha sido editada para mayor claridad y brevedad.
¿Podrías contarnos un poco sobre tus antecedentes?
Nací de padre griego católico y madre griega ortodoxa. Mis padres no eran religiosos, aunque mi madre se graduó en la Escuela Bautista de Nazaret y se convirtió en profesora allí. Mi padre solo terminó el séptimo grado, pero siguió estudiando hebreo en un kibutz y más tarde se convirtió en el primer árabe palestino en trabajar para un periódico hebreo israelí, primero en HaOlam HaZeh y luego durante 30 años en Haaretz.
Nací en Nazaret en 1965, pero cuando estalló la Guerra de los Seis Días dos años después, el periódico le dijo a mi padre que necesitaban un periodista que hablara árabe para cubrir Cisjordania y Jerusalén Este, por lo que mi familia se mudó a Jerusalén.
Después de cuatro años en Jerusalén, mi padre obtuvo una beca para estudiar en la Universidad de Oxford, por lo que nos mudamos a Oxford, donde cursé primero y segundo grado. En 1973, regresamos a Nazaret y mi madre insistió en que mis hermanos y yo fuéramos a la Escuela Bautista de Nazaret, donde ella había estudiado y enseñado.
¿Cómo te convertiste en cristiano?
Cuando tenía 11 años, mi profesor de Biblia sabía que a mis compañeros de clase y a mí nos encantaba jugar al fútbol, así que nos dijo que podíamos jugar al fútbol en el campo después de la escuela con la condición de que asistiéramos a las reuniones de avivamiento en una iglesia cercana. Aceptamos. Esa noche, un predicador estadounidense explicó que la gracia de Dios no era algo que se ganaba, sino algo que se recibía. Por primera vez, me acerqué al altar durante el llamado al altar. Pero era joven, así que no creo haber hecho un compromiso verdadero.
Tres años más tarde, un predicador libanés-estadounidense vino a predicar a otra reunión de avivamiento. Su estilo consistía en asustar a la gente para que entrara en el reino: decía historias al estilo de Hitchcock sobre personas que se negaban a aceptar a Jesús y luego morían en un accidente. En esa reunión, en 1979, entregué mi vida a Jesús. A partir de ahí, me uní al grupo de jóvenes de mi escuela. Ha habido altibajos, pero alabado sea Dios, sigo caminando con el Señor.
Después de la escuela secundaria, estudiaste derecho en la Universidad Hebrea de Jerusalén, donde conociste a tu esposa, A‘bir, y te involucraste en el ministerio estudiantil Fellowship of Christian Students in Israel (FCSI). ¿Cómo te ayudó hacer amistad con personas de diferentes orígenes a ver la importancia de la reconciliación cristiana?
Creo que es antibíblico e impráctico decir: «Oh, solo me reuniré con personas como yo». Vivimos en un país en el que existe esta división, este conflicto entre palestinos e israelíes. Pero, al mismo tiempo, el cuerpo de Cristo está formado por palestinos árabes, judíos mesiánicos y expatriados que viven en el país. Una de las cosas buenas de la FCSI es que tiene grupos para cristianos árabes y para judíos mesiánicos, así como conferencias conjuntas. Han tenido algunos conflictos de vez en cuando, pero, en general, es un buen modelo de colaboración.
Como mi padre trabajaba entre judíos en el periódico, cuando yo era pequeño, algunos judíos venían a nuestra casa. Yo no sentía la desconfianza ni la hostilidad hacia los judíos que persiste entre los árabes debido al conflicto actual. Para mí era algo natural. No tenemos otra opción que convivir como árabes y judíos en este país. Entre los creyentes, es aún más importante vivir este testimonio.
Este tipo de trabajo no siempre es fácil. En tiempos de guerra, cada grupo suele aferrarse a actitudes nacionalistas, y los creyentes también tienden a adoptar esa mentalidad. Sientes la carga y la amargura incluso mientras disfrutas de buenas relaciones.
En 2016, la Iniciativa de Lausana para la Reconciliación entre Israel y Palestina, en la que serviste como uno de los líderes, organizó una conferencia que reunió a treinta cristianos palestinos y judíos mesiánicos para redactar y firmar la Declaración de Larnaca, en la que afirmaban su unidad como creyentes. ¿Consideras que este y otros intentos de reconciliación han tenido éxito?
La reunión de Lausana salió bien. Algunas personas salieron de ahí diciendo: «No hemos avanzado nada». En algunos momentos, los debates se volvieron un poco difíciles y acalorados mientras discutíamos y debatíamos la declaración. Pero fue útil.
En el pasado, hemos celebrado varias conferencias que reunieron a árabes y judíos para hablar abiertamente y compartir nuestras narrativas, nuestros sueños, nuestras esperanzas y nuestros miedos. A veces simplemente temes a la otra parte y piensas que son monstruos. Pero cada persona ha sido creada a imagen de Dios.
Al final del día, nadie debería sentirse herido o tomárselo como algo personal. Estamos hablando de un tema difícil, por lo que, naturalmente, va a ser difícil. Amo a mi pueblo palestino y me duele lo que está sucediendo en Gaza, pero eso no significa que no pueda hablar con mis hermanos y hermanas judíos mesiánicos e intentar comprender sus convicciones.
¿Cómo te ha ayudado trabajar en las divisiones de tu propio país al prepararte para tu nuevo papel como director de la WEA?
Al vivir en Israel, el Señor me preparó para amar, así como para ser sensible y abierto a diferentes personas. Tengo alumnos musulmanes en mi escuela, así como amigos y vecinos musulmanes. Trabajo con otros cristianos, incluidos los de iglesias no evangélicas, y con judíos.
La Biblia dice que el amor perfecto echa fuera el temor (1 Juan 4:18). Si tienes el amor de Cristo, tienes la confianza para hablar con otras personas, incluso si son musulmanas o judías ultraortodoxas. Eso nos abre la puerta para acercarnos y comprendernos mutuamente.
Como evangélico, soy una minoría entre los cristianos árabes, los cristianos árabes son una minoría entre los árabes y los árabes son una minoría en Israel. Cada una de mis identidades —evangélico, cristiano, árabe, palestino— podría contradecir a las otras debido a sus implicaciones políticas, sociales y teológicas. Pero mi identidad en Cristo las supera todas y trae armonía en medio de las contradicciones. Me motiva a traer paz entre las personas y Dios, así como entre los creyentes.
¿Qué papel debe desempeñar la WEA cuando hay conflictos entre diferentes alianzas nacionales, como Israel y Palestina o Rusia y Ucrania?
Debemos ser tolerantes al aceptar a nuestros hermanos y hermanas que tienen opiniones diferentes a las nuestras, porque tenemos algo más importante en común: nuestra fe, nuestro amor por Jesús, nuestro amor por la Biblia y nuestro deseo de que las personas conozcan a Jesús.
Jesús se sentó con la mujer samaritana junto al pozo, con sus cargas y con su historia, así como con los recaudadores de impuestos. Si así trataba Jesús a los no creyentes, ¿cuánto mejor deberíamos tratar nosotros a nuestros hermanos en la fe? ¿No podemos ser un poco más abiertos, un poco más tolerantes unos con otros en cuestiones que son secundarias?
Jesús dijo que la gente nos reconocerá por nuestro amor mutuo (Juan 13:35). Si podemos discrepar en política o teología y seguir amándonos unos a otros, será un gran testimonio para las personas ajenas al ámbito evangélico.
Algunos evangélicos no están de acuerdo con la participación de la WEA en iniciativas interreligiosas o la colaboración con grupos cristianos no evangélicos. ¿Cuál crees que es el papel de la WEA en esa labor?
El diálogo interreligioso es bueno, pero no debería ser el centro de atención de WEA. El enfoque debería estar en trabajar con nuestras alianzas regionales y nacionales.
No nos perjudica dialogar con los católicos o con el Consejo Mundial de Iglesias. Esto no significa que nos estemos volviendo como ellos o que ellos se estén volviendo como nosotros, pero al menos podemos abrir un canal de diálogo con ellos. Lo mismo ocurre con otros grupos religiosos.
Esto es importante para los evangélicos que viven en países donde son minoría. «Interreligioso» no es una mala palabra. No significa que estemos hablando con ellos para convertirnos en una fe unificada. Tenemos diferentes creencias. Nuestras convicciones son firmes. Creemos en la Biblia; creemos en Jesús. Si podemos ser una bendición y abrir canales de cooperación, eso no es algo malo.
¿Por qué la WEA sigue siendo relevante hoy en día?
Es la representante de cientos de millones de evangélicos en todo el mundo. Con el consejo de muchas personas más sabias que yo, intentaré llevar la voz de la gran mayoría de los evangélicos en temas como la libertad religiosa, la santidad de la vida, la paz y la justicia.
Los retos a los que se enfrentan los evangélicos en Estados Unidos, China, Israel o Angola son muy diferentes entre sí. Dejaré que la alianza nacional de cada país identifique sus retos e intente afrontarlos, pero los animaremos y, si podemos, los apoyaremos.
En los países donde los evangélicos son minoría, muchos se enfrentan a restricciones a la libertad religiosa. Podemos ayudar, tal vez hablando con funcionarios del gobierno o consiguiendo la ayuda de la alianza de otro país. También podemos reunir a los evangélicos de todo el mundo para orar.
¿Cómo pueden los creyentes orar por ti ahora que asumes este nuevo cargo?
Me encantaría que la gente orara para que pueda hacer bien mi trabajo. Es un papel muy delicado e importante. Si puedo contribuir a ayudar a la iglesia y animarla; si puedo unir a los creyentes, las iglesias y las alianzas, sería estupendo.
Implicará muchos viajes, así que oren por mi salud física. También enfrentaré muchas presiones psicológicas y espirituales.
Quiero hacer la voluntad del Señor. Puedo decir con confianza que Él me abrió esta puerta de una manera asombrosa y por una razón que aún se está revelando ante mí. Me gustaría hacer el trabajo que Él me ha encomendado de la mejor manera posible para promover su reino.